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P. Krugman: el problema de EE UU no es la «crisis fiscal» sino la crisis de empleo…

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Los millones olvidados

DIC 2012 – 00:00
Un grupo de parados espera ante una feria de empleo en Nueva York. / L. K.  (Reuters)

Vamos a dejar clara una cosa: Estados Unidos no se enfrenta a una crisis fiscal. Sin embargo, sigue sufriendo en gran medida una crisis de empleo.

Resulta fácil confundirse con la cuestión fiscal, ya que todo el mundo habla del “precipicio fiscal”. De hecho, una encuesta reciente indica que una gran mayoría de los ciudadanos cree que el déficit presupuestario aumentará si caemos por ese precipicio.

En la práctica, cómo no, es justo lo contrario: el peligro es que el déficit se reduzca en exceso y demasiado deprisa. Y los motivos por los que podría suceder eso son puramente políticos; podríamos estar a punto de recortar drásticamente el gasto y subir los impuestos no porque los mercados lo exijan, sino porque los republicanos han estado usando el chantaje como estrategia de negociación, y el presidente parece dispuesto a ponerles en evidencia.

Es más, a pesar de años de advertencias por parte de los sospechosos habituales acerca de los peligros de los déficits y de la deuda, nuestro Gobierno puede adquirir préstamos a unos tipos de interés increíblemente bajos (los tipos de interés sobre los bonos de EE UU protegidos contra la inflación son de hecho negativos, de modo que los inversores pagan al Gobierno para que haga uso de su dinero). Y no me digan que los mercados podrían volverse contra nosotros de repente. Recuerden que el Gobierno de EE UU no puede quedarse sin efectivo (él imprime los billetes), de modo que lo peor que podría pasar sería que cayese el dólar, lo cual no sería tan terrible y de hecho podría ayudar a la economía.

No obstante, hay todo un sector construido en torno al fomento del pánico al déficit. Hay grupos empresariales espléndidamente financiados que no paran de exagerar el peligro de la deuda gubernamental y la urgencia de reducir el déficit ya, ya mismo; solo que, de repente, esos mismos grupos nos advierten de los peligros de una reducción excesiva del déficit. No es de extrañar que los ciudadanos estén confusos. Por otro lado, no hay prácticamente ninguna presión organizada que se ocupe de algo terrible que de hecho está ocurriendo ahora mismo, concretamente, el paro a gran escala. Sí, hemos hecho algunos avances durante el último año. Pero el desempleo a largo plazo sigue a unos niveles que no se habían visto desde la Gran Depresión: en octubre, 4,9 millones de estadounidenses llevaban más de seis meses en paro y 3,6 millones llevaban más de un año sin trabajar.

Cuando vean cifras como esas, tengan presente que estamos contemplando millones de tragedias humanas: a individuos y familias cuyas vidas están quedando destrozadas porque no pueden encontrar trabajo, ahorros agotados, casas perdidas y sueños destruidos. Y cuanto más se prolongue esto, mayor será la tragedia.

Nuestra crisis de empleo aún no superada también tiene un coste económico enorme. Cuando los ciudadanos dispuestos a trabajar tienen que soportar una inactividad impuesta, la sociedad en su conjunto sufre la pérdida de su esfuerzo y de su talento. La Oficina Presupuestaria del Congreso calcula que lo que realmente estamos produciendo está por debajo de lo que podríamos y deberíamos producir, con una diferencia de alrededor del 6% del PIB, o 900.000 millones de dólares al año.

Y lo que es aún peor, hay buenos motivos para creer que el paro elevado está socavando también nuestro crecimiento futuro, a medida que los parados de larga duración pasan a ser considerados imposibles de emplear, ya que la inversión se reduce como consecuencia de la escasez de ventas.

¿Qué se puede hacer? El pánico en relación con el precipicio fiscal ha sido revelador. Pone de manifiesto que incluso los gruñones del déficit son keynesianos encubiertos. Es decir, creen que en estos momentos los recortes del gasto y las subidas de impuestos destruirán puestos de trabajo; es imposible afirmar eso a la vez que se niega que los aumentos del gasto y las bajadas de impuestos temporales crearían empleo. Sí, nuestra economía todavía deprimida necesita más estímulo fiscal.

Y, dicho sea en su favor, el presidente Obama ha incluido una pequeña cantidad de estímulo económico en su oferta presupuestaria inicial; la Casa Blanca, al menos, no se ha olvidado por completo de los parados. Desgraciadamente, casi nadie espera que esos planes de estímulo se incluyan en el acuerdo que finalmente se alcance, sea cual sea.

De modo que ¿por qué no estamos ayudando a los parados? No es porque no podamos permitírnoslo. Dados los costes tan bajos que tienen los préstamos y el daño que el paro está haciendo a nuestra economía y, por tanto, a la base tributaria, resulta bastante fácil defender el argumento de que gastar más para crear empleo ahora realmente mejoraría nuestra situación fiscal a largo plazo.

Tampoco es, creo yo, un problema realmente ideológico. Hasta los republicanos, cuando se oponen a los recortes en el presupuesto de defensa, empiezan a hablar inmediatamente de cómo esos recortes destruirían puestos de trabajo (y lo siento, pero el keynesianismo armamentístico, la afirmación de que el gasto público crea empleo, pero solo si se destina al Ejército, no tiene sentido).

No, al final resulta difícil no llegar a la conclusión de que es un problema de clases. A la gente influyente de Washington no le preocupa perder su empleo; la gran mayoría ni siquiera conoce a alguien que esté en paro. La difícil situación de los parados simplemente no ocupa un lugar predominante en sus pensamientos y, por supuesto, los desempleados no contratan grupos de presión ni hacen grandes contribuciones a las campañas electorales.

Así que la crisis del paro se prolonga más y más, a pesar de que tenemos tanto los conocimientos como los medios para resolverla. Es una inmensa tragedia, y también es un escándalo.

Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel de 2008.

© New York Times Service 2012.

Traducción de News Clips.

Written by Eduardo Aquevedo

31 diciembre, 2012 at 10:40

I. Wallerstein: la recuperación económica internacional que no está ocurriendo…

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La mayoría de los políticos y de los expertos tienen interés personal en prometer que vienen tiempos mejores, siempre y cuando se sigan sus consejos en torno a las políticas públicas. Las actuales dificultades económicas mundiales no fueron excepción a esta conducta. Sea que la discusión se enfoque en el desempleo en Estados Unidos, en los rampantes costos de los préstamos estatales en Europa o en las repentinas tasas menguantes en el crecimiento de China, India y Brasil, las expresiones de optimismo por el mediano plazo siguen estando a la orden del día.

Pero ¿qué pasa si esto no es justificado? De vez en cuando irrumpe un poquito de honestidad. El 7 de agosto Andrew Ross Sorkin escribió un artículo en The New York Times, en el cual ofreció una explicación más directa de por qué los inversionistas han abandonado la bolsa de valores: porque ha sido una propuesta de pérdida. Una generación completa de inversionistas no ha ganado ni un céntimo. El 10 de agosto James Mackintosh escribió, de modo semejante, en elFinancial TimesLos economistas han comenzado a aceptar que la Gran Recesión dañó permanentemente el crecimiento. …Los inversionistas son más pesimistas. Y por encima de todo, el New York Times publicó un reportaje el 14 de agosto acerca del costo creciente de operaciones más rápidas, en el cual, muy al fondo del texto, uno puede leer: (los inversionistas) se apartan también de un mercado que casi no ha entregado dividendos en las últimas décadas, debido a las burbujas de activos y a la inestabilidad en la economía global.

En medio de todas las observaciones que afirman que unos cuantos están haciendo increíbles sumas de dinero, ¿cómo puede ser que la bolsa de valores sea una propuesta de pérdida? Durante mucho tiempo la sabiduría básica relacionada con las inversiones era que, en el largo plazo, los dividendos de la bolsa, ajustados a la inflación, eran altos, específicamente más altos que los bonos. Se suponía que esto era la recompensa por asumir los riesgos derivados de la mayor volatilidad de las acciones de la bolsa a corto plazo o inclusive a mediano. Los cálculos varían, pero hablando en general los dividendos de las acciones bursátiles durante el siglo pasado fueron mucho mayores que los de los bonos, suponiendo, por supuesto, que uno se quedaba con las acciones.

Lo que pasa más desapercibido es el hecho de que durante todo ese mismo siglo el nivel de ganancia de las acciones fue más o menos dos veces el incremento en el PIB –algo que ha hecho que algunos cuantos analistas lo califiquen de juego de Ponzi. Resulta que gran parte de esos maravillosos dividendos de las acciones ha ocurrido en el periodo que comenzó a principios de 1970 –la era a la que se conoce como globalización, neoliberalismo y/o financialización.

Pero ¿qué ha ocurrido, de hecho, durante este periodo? Debemos comenzar anotando que el periodo posterior a 1970 vino tras el lapso que hasta el momento es el de mayor expansión de la producción, de la productividad y del valor de la plusvalía global en la historia de la economía-mundo capitalista. Es por esto que los franceses llaman a este periodo los trente glorieuses (los 30 años gloriosos, 1943-1973). En mi lenguaje analítico, ésta fue una fase A de Kondratieff y aquellos que mantuvieron sus acciones durante este periodo lo hicieron muy bien, en efecto. Y también los productores, los trabajadores asalariados y los gobiernos en términos de ingreso. Esto pareció dar una renovada argumentación al capitalismo como sistema-mundo, que llegaba después de la Gran Depresión y de la Segunda Guerra Mundial, que fue tan vastamente destructiva.

Ah, pero tan buenos tiempos no continuaron, no podían continuar, para siempre. Simplemente porque la expansión de la economía-mundo se basó en algunos cuasi monopolios en las así llamadas industrias líder, que duraron lo que duraron hasta que las minaron competidores que finalmente pudieron acceder al mercado mundial. La competencia mayor redujo los precios (su virtud) –pero también su rentabilidad (su vicio). La economía-mundo entró en un prolongado estancamiento durante 30 o 40 años (1970-2012+) que no fueron tampoco gloriosos. Este periodo está marcado por un endeudamiento creciente (de más o menos todo mundo), desempleo creciente a escala global y retirada creciente de muchos, tal vez la mayoría de los inversionistas, de la bolsa de valores a la seguridad de los mercados de bonos –siendo los más notables los Bonos del Tesoro estadunidenses.

Los Bonos del Tesoro han sido seguros o más seguros, por supuesto, pero no muy rentables, excepto para un siempre más pequeño grupo de bancos y fondos de cobertura que manipularon las operaciones financieras en todo el mundo –sin producir valor alguno. Entonces, esto nos trajo a donde estamos ahora: a un mundo increíblemente polarizado, con salarios reales significativamente por debajo de sus picos de 1970 (pero aún por encima de los puntos más bajos de la década de 1940) y el ingreso del gobierno también está muy bajo. Una crisis de deuda tras otra empobrecieron un segmento del sistema-mundo tras otro. Y como resultado, lo que conocemos como demanda efectiva se ha ido secando en todo el planeta, que es a lo que Sorkin se refiere cuando dice que el mercado ya no es atractivo como fuente de ganancias con las cuales acumular capital.

Bueno, podría decirse, al menos están los así llamados países emergentes, que han estado mejorando conforme Estados Unidos y Europa occidental se meten en problemas más y más grandes. La lista es larga y consecutiva. Incluye primero a Japón, luego a Corea del Sur y Taiwán, luego a Europa del sur e Irlanda, después al BRIC (especialmente China, India y Brasil), luego a Turquía e Indonesia, y ahora (eso argumentan) a varios estados africanos. El conflicto es que resulta que casi todos éstos se han desempeñado bien sólo temporalmente y después comenzaron a meterse en problemas.

El núcleo del dilema es una de las contradicciones fundamentales del sistema. Lo que maximiza el ingreso para los más eficientes jugadores en el corto plazo (los incrementos en los márgenes de ganancia) exprime a los compradores en el largo plazo. Y mientras más y más personas y zonas se involucran plenamente a la economía-mundo, hay menos y menos margen para los ajustes o la renovación, y los inversionistas, los consumidores y los gobiernos enfrentan opciones más y más imposibles.

Recordemos que la tasa de rendimiento durante el siglo pasado era de dos veces el incremento del PIB. ¿Puede esto replicarse una segunda vez? Es difícil imaginar, no sólo para mí. Parece que igual le parece a la mayoría de los inversionistas potenciales en el mercado. Esto crea un constreñimiento que vemos exhibido todos los días en Estados Unidos, en Europa y pronto en las economías emergentes. El nivel de deuda es muy alto para mantenerlo.

Así, por un lado, hay un poderoso llamado político a la austeridad, pero la austeridad significa, en efecto, recortar los beneficios existentes (como las pensiones, el nivel de asistencia en salud, los gastos en educación) y recortar también el papel que tienen los gobiernos en garantizar estos beneficios. Y si casi toda la gente tiene menos, obviamente gasta menos, y la gente que vende encuentra menos gente que compra –es decir, menos demanda efectiva. Así, la producción se hace menos rentable (rendimientos de las acciones) y los gobiernos son más pobres aun.

Es un círculo vicioso y no hay un modo fácil o aceptable para salirse. Tal vez no hay ninguna salida. Esto es algo que algunos de nosotros hemos estado llamando la crisis estructural de la economía-mundo capitalista. Conduce a fluctuaciones caóticas (y bastante locas) conforme el sistema se bifurca, y nos hallamos en una prolongada y fiera lucha en torno a qué clase de sistema va a suceder al que estamos metidos.

Los políticos y los expertos prefieren no enfrentar esta realidad y las opciones que les impone. Aun un realista como el señor Sorkin termina su análisis expresando la esperanza de que la economía recibirá una inyección en el brazo y que el público tendrá fe en el largo plazo. Si ustedes creen que eso será suficiente son el colmo de lo crédulo.

Traducción: Ramón Vera Herrera

http://www.jornada.unam.mx/2012/08/19/index.php?section=opinion&article=026a1mun

P. Krugman: la víctima griega…

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El desastre se originó en Bruselas, Fráncfort y Berlín, al crear un sistema monetario defectuoso

19 JUN 2012 – 00:08 CET156

Desde que Grecia cayó en picado, hemos oído hablar mucho de lo que no va bien en todo lo que sea griego. Algunas de las acusaciones son ciertas, y otras son falsas, pero todas ellas son irrelevantes. Sí, existen importantes fallos en la economía griega, en su política, y, sin duda alguna, en su sociedad. Pero estos fallos no son los que causaron la crisis que está desgarrando a Grecia, y que amenaza con extenderse por Europa.

No, los orígenes del desastre se encuentran más al norte, en Bruselas, Fráncfort y Berlín, donde las autoridades crearon un sistema monetario profundamente defectuoso —y quizás abocado a morir— y luego agravaron los problemas de ese sistema sustituyendo el análisis por las lecciones de moral. Y la solución a la crisis, si es que existe alguna, tendrá que llegar de los mismos lugares.

Por tanto, veamos esos defectos griegos: sin duda alguna Grecia tiene mucha corrupción y mucha evasión fiscal, y el Gobierno griego tiene por costumbre vivir por encima de sus posibilidades. Más allá de eso, la productividad laboral griega es baja de acuerdo con los niveles europeos, ya que es inferior en un 25% a la media de la Unión Europea. Sin embargo, vale la pena señalar que la productividad laboral en, vamos a decir, Misisipi, es más o menos igual de baja según los niveles estadounidenses, y más o menos por el mismo margen.

Por otra parte, muchas cosas de las que oyen sobre Grecia no son ciertas. Los griegos no son vagos; al contrario, trabajan más horas que casi todo el mundo en Europa, y muchas más horas que los alemanes en concreto. Grecia tampoco tiene un Estado del bienestar desenfrenado, como les gusta afirmar a los conservadores; el gasto social como porcentaje del producto interior bruto (PIB), la medida habitual del tamaño del Estado del bienestar, es considerablemente más bajo en Grecia que en, digamos, Suecia o Alemania, que son países que hasta ahora han capeado la crisis europea bastante bien.

Entonces, ¿cómo se metió Grecia en tantos problemas? Culpen al euro.

Hace 15 años, Grecia no era un paraíso, pero tampoco estaba en crisis. El desempleo era elevado pero no era catastrófico, y el país más o menos se valía por sí mismo en los mercados mundiales, ya que ganaba lo bastante con las exportaciones, el turismo, los barcos y otras fuentes como para pagar más o menos sus importaciones.

Luego Grecia se incorporó al euro, y sucedió algo terrible: la gente empezó a creer que era un lugar seguro para invertir. Entró dinero extranjero en Grecia, una parte de él, pero no todo, para financiar los déficits del Gobierno; la economía se aceleró; la inflación aumentó; y Grecia perdió cada vez más competitividad. Sin lugar a dudas, los griegos despilfarraron mucho, si no la mayor parte, del dinero que entraba a raudales, pero también es verdad que todos los que quedaron atrapados en la burbuja del euro hicieron lo mismo.

Y luego estalló la burbuja, y en ese momento, los fallos esenciales de todo el sistema del euro se hicieron demasiado evidentes.

Pregúntense por qué la zona dólar —también conocida como Estados Unidos de América —funciona más o menos, sin las graves crisis regionales que afligen ahora a Europa. La respuesta es que tenemos un Gobierno central fuerte, y las actividades de este Gobierno proporcionan a todos los efectos rescates automáticos a los Estados que se meten en problemas.

Piensen, por ejemplo, en lo que podría estar sucediendo en Florida ahora mismo, tras su enorme burbuja inmobiliaria, si el Estado tuviera que sacar el dinero para la Seguridad Social y Medicare de sus propios ingresos que se vieron reducidos repentinamente. Por suerte para Florida, es Washington en vez de Tallahassee quien se está haciendo cargo de la factura, lo que significa que Florida está recibiendo a todos los efectos un rescate a una escala que ningún país europeo podría soñar.

O piensen en un ejemplo más antiguo, la crisis de las cajas de ahorros de la década de 1980, que fue en gran medida un problema de Tejas. Los contribuyentes acabaron pagando una enorme suma para resolver el lío, pero la inmensa mayoría de esos contribuyentes estaba en otros Estados que no eran Tejas. Una vez más, el Estado recibió un rescate automático a una escala inconcebible en la Europa moderna.

Por eso Grecia, aunque no exenta de culpa, se encuentra en apuros principalmente debido a la arrogancia de las autoridades europeas, en su mayoría procedentes de países más ricos, que se convencieron de que podrían hacer que funcionase una moneda única sin un Gobierno único. Y estas mismas autoridades han empeorado la situación al insistir, a pesar de las pruebas, en que todos los problemas de la moneda estaban causados por el comportamiento irresponsable de esos europeos del sur, y que todo funcionaría si la gente estuviera dispuesta a sufrir un poco más.

Lo que nos lleva a las elecciones del domingo en Grecia, que acabaron por no solucionar nada. Puede que la coalición de Gobierno haya logrado mantenerse en el poder, aunque ni siquiera eso queda claro (el segundo socio de la coalición está amenazando con abandonarla). Pero, de todas maneras, los griegos no pueden resolver esta crisis.

La única forma en la que el euro podría —podría— salvarse es si los alemanes y el Banco Central Europeo se dan cuenta de que son ellos los que tienen que cambiar su comportamiento, gastar más y, sí, aceptar una inflación más elevada. Si no, bueno, pues Grecia pasará a la historia como la víctima del orgullo desmedido de otros países.

Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel 2008.

© 2012 New York Times Service. Traducción de News Clips.

Written by Eduardo Aquevedo

20 junio, 2012 at 0:31

P. Krugman: en Europa, la Gran Depresión fue mala, pero esta es peor…

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Por: Paul Krugman | 16 de febrero de 2012

Algo que todo el mundo dice siempre es que, aunque esta Depresión Menor puede ser mala, no es nada comparada con la Gran Depresión.

Pero se trata en parte de una opinión propia de Estados Unidos: nosotros tuvimos una Gran Depresión muy mala y esta vez nos ha ido mejor que a muchos otros países. Como señala Jonathan Portes, el director del Instituto Nacional de Investigación Económica y Social (NIESR, por sus siglas en inglés), en su blog Not the Treasury view (No es la opinión del Tesoro), la depresión actual en Reino Unido es ahora más larga y más profunda que la depresión en la década de 1930 (un gráfico publicado en notthetreasuryview.blogspot.com el 25 de enero muestra lo realmente por debajo que está el producto interior bruto respecto a su máximo anterior en distintas recesiones británicas).

Creo que cuando empecé a criticar el esfuerzo del Gobierno de Cameron por fomentar la austeridad, algunos periódicos de tendencia conservadora exigieron que me callara.Pero mi primera crítica de la austeridad está resistiendo bastante bien, a mi parecer.Nuevas consideraciones sobre la observación de que la duración de la actual depresión británica ya es superior a la de la depresión de la década de 1930. ¿Es Gran Bretaña la única?No, no lo es. El NIESR ha elaborado una progresión mensual del PIB de Reino Unido, que permite el uso de datos en tiempo real para la comparación. No puedo repetir eso, pero puedo usar los datos históricos de Maddison de la Universidad de Groningen en Holanda y los datos del Fondo Monetario Internacional – incluidas las previsiones para 2012 y 2013 – para hacer algunas comparaciones. Cuando lo hacemos en el caso de Gran Bretaña, como se observa en el gráfico de la izquierda, el “peor que” llama enseguida la atención (uso datos anuales; el año cero es 1929 o 2007, y el PIB real se expresa como un porcentaje del máximo pre-crisis en cada caso). Italia se encuentra a la derecha.

Francia y Alemania tienen mejores resultados que a principios de la década de 1930, pero por aquel entonces, Francia y Alemania sufrieron unas políticas deflacionistas terribles a principios de la década de 1930 (fue la deflación de Brüning, y no la inflación de Weimar, la que llevó al poder a quien ya saben ustedes). Cuando dos de las cuatro grandes economías europeas tienen peores resultados que en la Gran Depresión, al menos en lo que se refiere al PIB, y son tres de cinco si cuentan a España, ¿no creen que los defensores de la austeridad deberían plantearse que, posiblemente, van por mal camino?

© 2012 New York Times.

Traducción de News Clips.

 

La austeridad, arraigada en la política, empeora la tragedia griega

Por: Paul Krugman | 02 de febrero de 2012

Varios manifestantes griegos queman una bandera de la UE en Atenas / Foto: France Press

 

The Washington Post publicaba no hace mucho una desgarradora historia sobre el sufrimiento que se está infligiendo a los griegos de a pie. Adiós a la doctrina de la austeridad expansionista.

Sin embargo, hay algo que no me cuadra. En el artículo, publicado el 10 enero y titulado «En Grecia, temores a que la austeridad esté matando la economía«, se debaten las razones por las que se está imponiendo una austeridad tan cruel. «Las potencias europeas, lideradas por Alemania, conservadora en temas fiscales, han estado insistiendo en que Grecia corrija años de mala gestión aprobando rápidamente oleadas de recortes y otras reformas económicas de calado para recuperar la confianza de los inversores y garantizar la integridad del euro. Sostienen que reducir rápidamente el déficit es el preludio esencial  para un futuro sostenible y el consiguiente dolor social es necesario para meterles en la cabeza a los políticos y a la sociedad griegos que esos excesos no deben repetirse jamás».

La mayor parte de eso es correcto, pero no lo de recuperar la confianza de los inversores o, en todo caso, esa no es la cuestión en estos días. Porque está bastante claro que a estas alturas la confianza del inversor es irrecuperable. Los costes de financiación griegos no van a bajar a  niveles asequibles hasta dentro de  mucho tiempo.

De modo que ahora la austeridad no está impulsada por el mercado, sino que es política, la prenda que las entidades crediticias oficiales están exigiendo por mantener el goteo de efectivo. Y la verdad es que en buena parte se trata de un castigo; ya hemos visto una demostración bastante impresionante de que los grandes recortes presupuestarios en una economía deprimida apenas reducen el déficit, porque hunden la economía y con ella la recaudación fiscal.

Verdaderamente no veo cómo puede continuar esto. Pero, dirán ustedes, la alternativa es la suspensión de pagos y un abandono del euro. Bueno, es una hipótesis terrible, pero ¿cómo puede ser peor que lo que está pasando ahora?

Comerciar con alienígenas

The New York Times publicaba un artículo el 9 de enero sobre la fe de Alemania en la austeridad como la respuesta a la depresión: «España, Italia y Grecia están recortando el gasto público porque no tienen otra alternativa. Pero Alemania sigue estando suficientemente sana y podría hacer un favor a sus socios comerciales en apuros y centrarse más en fomentar la demanda y menos en reducir la deuda», escribía el periodista Jack Ewing. «Podría, pero casi con toda certeza no lo hará. Incluso si los legisladores alemanes no hubieran convertido el equilibrio presupuestario en una obligación constitucional hace dos años, el consenso tácito entre los responsables políticos y los economistas es que la austeridad y el crecimiento no son enemigos. Son camaradas».

Es una triste lectura para cualquiera que espere que Europa pueda arreglárselas; es especialmente irritante que los alemanes sigan estando tan comprometidos con la fe en la austeridad expansionista, pese a la exhaustiva desautorización empírica que ha experimentado la idea a lo largo del último año y medio.

Pero los alemanes creen que su propia experiencia demuestra que la austeridad funciona: atravesaron tiempos difíciles hace una década, pero se apretaron el cinturón, y al final todo fue bien.

Aunque no sirva de nada, vale la pena señalar que la experiencia de Alemania solo puede generalizarse a otros países si encontramos, y rápido, algunos alienígenas en el espacio con quien comerciar.

¿Por qué? Porque la clave para los asuntos económicos alemanes esta última década ha sido un cambio verdaderamente radical desde un déficit por cuenta corriente a un superávit. Ahora bien, otros países de Europa podrían emular el pasado de Alemania si la propia Alemania estuviera dispuesta a permitir que se esfume su actual superávit por cuenta corriente. Pero, lógicamente, no lo está. De modo que lo que piden los alemanes es que todo el mundo alcance un superávit por cuenta corriente, igual que ellos, algo que solo será posible si podemos encontrar a alguien o algo que compre nuestras exportaciones.

Sigue siendo increíble comprobar con qué poca sabiduría se gobierna el mundo.

Traducción de News Clips.

EL PAIS.COM

J. Stiglitz: la economía mundial y los peligros de 2012…

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JOSEPH E. STIGLITZ 22/01/2012

 

El año 2011 será recordado como la época en que muchos estadounidenses que siempre habían sido optimistas comenzaron a renunciar a la esperanza. El presidente John F. Kennedy dijo una vez que la marea alta eleva todos los botes. Pero ahora, con la marea baja, los estadounidenses no solo comienzan a ver que quienes tienen mástiles más altos han sido elevados mucho más, sino que muchos de los botes más pequeños han sido destrozados por el agua.

El compromiso pragmático con el crecimiento de Asia destaca frente a las equivocadas políticas occidentales, mezcla de ideología e intereses creados

En ese breve momento en que la marea creciente estaba, efectivamente, subiendo, millones de personas creyeron que tenían buenas probabilidades de cumplir su «sueño americano». Ahora también esos sueños están retirándose. En 2011, los ahorros de quienes habían perdido sus empleos en 2008 o 2009 ya se habían gastado. El seguro de desempleo se había terminado. Los titulares que anunciaban nuevas contrataciones -aún insuficientes para incorporar a quienes habitualmente se suman a la fuerza laboral- significaban poco para cincuentones con pocas ilusiones de volver a tener un empleo.

De hecho, las personas de mediana edad que pensaron que estarían desempleadas por unos pocos meses se han dado cuenta a esta altura de que, en realidad, fueron jubiladas a la fuerza. Los jóvenes graduados universitarios con decenas de miles de dólares de deuda en créditos educativos no podían encontrar ningún empleo. La gente se mudó a las casas de sus amigos y los parientes se han convertido en sin techo. Las casas compradas durante la burbuja inmobiliaria aún están en el mercado, o han sido vendidas con pérdidas. Más de siete millones de familias estadounidenses han perdido sus hogares.

El oscuro punto vulnerable de la burbuja financiera de las décadas anteriores también ha quedado completamente expuesto en Europa. Los titubeos por Grecia y la devoción de los Gobiernos nacionales por la austeridad comenzaron a implicar una pesada carga el año pasado. Italia se contagió. El desempleo español, que se había mantenido cerca del 20% desde el comienzo de la recesión, trepó aún más. Lo impensable -el fin del euro- comenzó a verse como una posibilidad real.

Este año parece encaminado a ser aún peor. Es posible, por supuesto, que Estados Unidos solucione sus problemas políticos y adopte finalmente las medidas de estímulo que necesita para reducir el desempleo al 6% o al 7% (el nivel previo a la crisis del 4% o el 5% es demasiado pedir). Pero esto es tan poco probable como que Europa se dé cuenta de que la austeridad por sí misma no resolverá sus problemas. Por el contrario, la austeridad solo exacerbará la desaceleración económica. Sin crecimiento, la crisis de la deuda -y la crisis del euro- solo empeorará. Y la larga crisis que comenzó con el colapso de la burbuja inmobiliaria en 2007 y la recesión que la siguió continuarán.

Además, es posible que los países con los mercados emergentes más importantes, que capearon exitosamente las tormentas de 2008 y 2009, no sobrelleven tan bien los problemas que se perciben en el horizonte. El crecimiento brasileño ya se ha detenido, y eso genera ansiedad entre sus vecinos latinoamericanos.

Mientras tanto, los problemas de largo plazo -incluidos el cambio climático y otras amenazas ambientales, y la creciente desigualdad en la mayoría de los países del mundo- continúan allí. Algunos, incluso, han empeorado. Por ejemplo, el alto desempleo ha deprimido los salarios y aumentado la pobreza.

La buena noticia es que solucionar estos problemas de largo plazo ayudaría a resolver los de corto plazo. Una mayor inversión para adaptar la economía al calentamiento global ayudaría a estimular la actividad económica, el crecimiento y la creación de empleo. Impuestos más progresivos, que redistribuyan desde los ingresos altos hacia los medios y bajos, simultáneamente, reducirían la desigualdad y aumentarían el empleo al impulsar la demanda total. Los impuestos más elevados a los ricos podrían generar ingresos para financiar la necesaria inversión pública, y proporcionar cierta protección social para quienes menos tienen, incluidos los desempleados.

Incluso, sin ampliar el déficit fiscal, esos aumentos de «presupuesto equilibrado» en los impuestos y el gasto reducirían el desempleo y aumentarían el producto. Lo que preocupa, sin embargo, es que la política y la ideología en ambos lados del Atlántico, pero especialmente en Estados Unidos, no permitirá que nada de esto ocurra. La fijación en el déficit inducirá recortes en el gasto social, empeorando la desigualdad. De igual manera, la persistente atracción hacia la economía de oferta, a pesar de toda la evidencia en su contra (especialmente en periodos de alto desempleo), evitará que se aumenten los impuestos a quienes más tienen.

Incluso, antes de la crisis hubo un reordenamiento del poder económico -de hecho, una corrección de una anomalía con 200 años de historia, en la que la participación asiática del PIB global cayó desde cerca del 50% hasta, en cierto punto, menos del 10%-. El compromiso pragmático con el crecimiento que se percibe actualmente en Asia y en otros mercados emergentes destaca frente a las equivocadas políticas occidentales, que, impulsadas por una combinación de ideología e intereses creados, parecen casi reflejar un compromiso para evitar el crecimiento.

Como resultado, la reestructuración económica global probablemente se acelere. Y casi inevitablemente dará lugar a tensiones políticas. Con todos los problemas que enfrenta la economía global, seremos afortunados si estas presiones no comienzan a manifestarse dentro de los próximos 12 meses.

Joseph E. Stiglitz es catedrático en la Universidad de Columbia, premio Nobel de Economía y autor de Freefall: free markets and the sinking of the global economy [Caída libre: el libre mercado y el hundimiento de la economía mundial]. © Project Syndicate, 2012. Traducido al español por Leopoldo Gurman.

Cinco preguntas sobre la crisis. Entrevista a los economistas Fumagalli y Marazzi…

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Entrevista a los economistas Fumagalli y Marazzi
UniNomade

Traducción Susana Merino
                                                                                                                                                               

La profundización de la crisis, con sus devastadoras consecuencias sociales, continúa desplazando consolidados paradigmas interpretativos. De los que se derivan no solo la bancarrota de la ciencia económica “mainstream”, sino también inéditos desafíos para cuantos han continuado practicando de manera original durante estos años la crítica de la economía política. En suma, cada vez se ve más claramente, la relación existente entre la categoría económica y la categoría política. Para iniciar la discusión en el seno del sitio UniNomade hemos planteado cinco preguntas a Andrea Fumagalli, Christian Marazzi y Carlo Vercellone. Incluimos a continuación las respuestas de Andrea y Christian en forma de diálogo. Carlo ha desarrollado algunas reflexiones sobre la totalidad de los temas propuestos: se pueden leer como conclusiones.

 

¿Piensan verdaderamente ustedes que no tienen un líder latente, alguien que sugiera cómo operar? Esto al margen de toda teoría del complot, sino simplemente dentro del análisis de cada mecanismo de decisión, que prevé momentos de unificación consciente y no simplemente de concentración espontánea.

Andrea Fumagalli: Las grandes empresas financieras se comportan de una manera que podríamos definir como de oligopolio colusorio. Su objetivo es generar plusvalía. En esta fase las mayores plusvalías son extraíbles del cambio de los derivados CDS, sobre todo de aquellos relacionados con el riesgo de default privado o público. La naturaleza colusoria del oligopolio financiero se halla garantizada por la intermediación llevada a cabo por las empresas de rating. A partir de la crisis de las subprimes (a fines de 2007) se ha asistido a un ulterior proceso de concentración de los mercados financieros. He aquí algunos datos: Si el PIB del mundo entero en 2010 ha sido de 74 mil billones de dólares, las finanzas lo superan: el mercado mundial de obligaciones vale 95 mil billones de dólares. Las bolsas de todo el mundo 50 mil billones, los derivados 466 mil billones. En su conjunto los mercados mueven una riqueza ocho veces mayor que la producida en términos reales: industria, agricultura, servicios. Todo eso es evidente, pero lo que se olvida a menudo es que ese proceso, además de desviar el centro de la valorización y de la acumulación capitalista de la producción material e inmaterial y de la explotación del trabajo manual y del conocimiento, ha dado origen a una nueva “acumulación originaria” caracterizada por un elevado nivel de concentración.

En lo que se refiere al sector bancario, los datos de la Reserva Federal informan que entre 1980 y 2005 se han producido cerca de 11.500 fusiones, con un promedio de 440 por año. Reduciendo por lo tanto la cantidad de bancos a menos de 7.500. En 2011, cinco SIM (Sociedades de Intermediación Inmobiliaria y divisiones bancarias: J.P Morgan, Bank of America, Citybank, Goldman Sachs, Hsbc Usa) y cinco bancos (Deutsche Bank, Ubs, Credit Suisse, Citycorp-Merrill Linch, Bnp-Parisbas) han asumido el control de más del 90% de los títulos derivados. En el mercado accionario, las estrategias de fusión y de adquisición han reducido ampliamente la cantidad de sociedades cotizantes. Hoy en día las 10 primeras sociedades con mayor capitalización bursátil, equivalente al 0,12% de las 7800 sociedades registradas, detentan el 41% del valor total, el 47% de los beneficios y el 55% de las plusvalías registradas. En estos procesos de concentración, el papel principal es desempeñado por los inversores institucionales (término que designa a los operadores financieros – desde el SIM a los bancos, a las aseguradoras –que manejan por cuenta de terceros las inversiones financieras: son aquellos que en los años 30 Keynes definía como “especuladores profesionales”).

Hoy en día, siempre según los datos de la Reserva federal, los inversores institucionales manejan títulos por un valor nominal equivalente a los 39 billones, el 88,4% del total con un aumento 20 veces mayor con relación a hace 20 años. Además esta cifra se ha incrementado en el último año gracias a la difusión de los títulos de deuda soberana. No creo que haya alguien que aconseje seguir las estrategias de los administradores de las grandes sociedades financieras, menos aún algún “político” Como explicaré más adelante el poder economico-político se encuentra en sus manos y pueden ejercerlo sin que sea necesario que alguien se lo sugiera. El aliciente, como siempre en el capitalismo se halla en la ganancia y la riqueza, al margen de cualquier comportamiento “sopra le righe”. El problema no es la sed de ganancias de los mercados financieros, sino más bien de los que funcionan como sus vasallos y súbditos.

Christian Marazzi: ¡Vaya si existe el “liderazgo latente”! Como bien ha sintetizado Andrea Fumagalli y Carlo Vercellone, el liderazgo de los mercados reside en la fenomenal concentración del capital industrial-financiero que se ha venido creando en los últimos años sobre la falsía del “stop-and-go” de la financiarización. Bancos de inversión, empresas multinacionales, hedge funds, fondos institucionales y fondos de pensión constituyen su corazón: son ellos los que “crean el mercado”, que orientan las fases especulativas “normalizando” lo que Keynes llamaba las “convenciones” como la convención latinoamericana, la internetiana, la de las subprimes y luego la de las deudas soberanas. El ataque al euro lo decidió en febrero de 2010 en Nueva York un grupo de fondos especulativos, tanto como para dar un ejemplo reciente. Luciano Gallino, en su libro Finanzcapitalismo, ha cuantificado además, si no yerro, en 10 millones “los hombres que cuentan en el mundo”. Desde el punto de vista de la pirámide del poder, los lobbies que cuentan, porque ellos además de los altos niveles del G20, del FMI, de la UE y del BCE, actúan en el interior de los Estados nación, articulando a escala local los lineamientos guía del capitalismo financiero. Lo que a mí me parece sin embargo más importante es lo siguiente: el “liderazgo latente” existe pero no siempre.

El poder financiero, crea ciertamente el “mooddel mercado”, define por así decirlo la marcha normal de la fase de acumulación, la fase central de la curva de Gauss durante la cual los inversores se mueven miméticamente, gregariamente, según el principio (precisamente) de las convenciones históricamente determinadas. Pero en las fases de pánico en la cola de la curva gaussiana, cuando aparecen los cisnes negros de Taleb, el liderazgo entra precisamente en crisis, se convulsiona con lo imprevisto y lo imprevisible. Los cisnes negros no son precisamente las crisis financieras, implícitas y cíclicas en la teoría de la inestabilidad financiera de Minski. Son más bien los eventos sociales y políticos que escapan a cualquier modelización político-financiera.

Cuando se instala el pánico, también el liderazgo queda desplazado. Un aspecto que al menos para mí, no existe aun con suficiente claridad teórica, es el origen de las convenciones. Por ejemplo, yo no creo en la espontaneidad de la formación de las convenciones de los teóricos de la “finanza autoreferencial” en especial de André Orléan, que está entre los que mejor han explicado el funcionamiento de los mercados financieros. Creo que las convenciones son convenientemente determinadas, teniendo en cuenta toda una serie de factores estratégicos (además, obviamente, de las oportunidades de ganancia), entre los cuales los desequilibrios macroeconómicos y geopolíticos, las configuraciones monetarias (las diferencias, por ejemplo, entre el FED y el BCE no son bagatelas, así como el hecho de que existen países con superávit y países con déficit), etc.

Muchos analistas políticos piensan que los mercados han arruinado en los estados su capacidad de centralización y que por lo tanto la acción de los estados no es simplemente un acción soberana sino una acción soberana supradeterminada por un cúmulo de intereses financieros. La fase de refinanciamiento de los bancos por parte de los Estados que siguió al 2008 terminaría con una ulterior sujeción de los poderes soberanos a los intereses de los mercados. ¿Cómo funciona todo ello en la crisis actual?

A.F.: El hecho de que la crisis de las subprimes no haya conducido al colapso a los mercados financieros se ha debido al hecho de que se ha pasado del endeudamiento privado (causa de la crisis del 2007) al público (causa de la crisis actual), que se ha sumado a la privada. Los datos sobre la deuda pública bruta y sus componentes (en relación solo a Europa se debe actualizar) muestran que en el bienio 2008/2009 la deuda nacional bruta (pública y privada) ha aumentado en dos años desde un 382% del PBI a un 443% (+ de 8% anual) contra un aumento del 5% anual en el período 1995-2007. El endeudamiento privado ha aumentado un promedio del 8% anual mientras que el público casi un 14% anual, después de haber caído en la década precedente.

Con relación al sector privado el endeudamiento mayor está en Irlanda, Holanda, Dinamarca y Gran Bretaña. La situación del endeudamiento público es inversa: los países con menor endeudamiento privado (Italia, Grecia y Bélgica) son los que tienen mayor endeudamiento público. Puesto que el endeudamiento público es inferior, como parte del PBI, al privado es posible que Grecia, Italia y Bélgica puedan soportar mejor el riesgo de default que no lo podrían Gran Bretaña o Dinamarca (y por lo tanto resultarían más apetecibles, como gallinas capaces de poner huevos de oro, sin el riesgo de ser estranguladas). Cabe recordar también que Gran Bretaña y Dinamarca a diferencia de Grecia e Italia gozan del derecho de señorío. Un caso particular es Irlanda que tiene una elevadísima deuda privada y que ha visto casi cuadriplicada la relación deuda/PBI en el bienio 2008/2009.

Partiendo de esta situación, las políticas impuestas a nivel europeo han estado dirigidas a lograr dos objetivos: a) crear liquidez a fondo perdido para el sistema financiero donde evitar el efecto dominó de las quiebras privadas y b) una vez provista la liquidez gracias al endeudamiento público, impedir que dicho endeudamiento supere cierto umbral crítico, definido por las expectativas de la oligarquía financiera. La especulación no ha golpeado a los países con mayor riesgo de quiebra, como por ejemplo los EE.UU. (que han visto su propia relación deuda/PBI pasar del 60% en 2007 al 105% a fines del 2011, ante una elevada deuda privada y también una elevada deuda externa), Gran Bretaña y Dinamarca, aquellos que no pueden gozar del derecho de señorío y que son estratégicamente menos relevantes dentro del paradigma tecnológico y de valorización dominante en el ámbito del actual bio-capitalismo cognitivo. El panorama descrito refuerza la dependencia de los estados de la lógica financiera manejada por la oligarquía financiera. No es una novedad.

Desde 1994 las instituciones político-monetarias (Estados, Bancos centrales) han comprendido que la existencia de una convención financiera es mucho más poderosa que cualquier otra estrategia política que no sea cómplice. En esa época, 1994, fue la sublevación de Chiapas la que abrió el camino al retiro de los fondos de inversión de México (considerados no totalmente seguros) hacia los mercados financieros de Asia oriental (Tailandia, in primis). A pesar del esfuerzo conjunto de la Reserva Federal y del Banco Mundial no fue posible evitar la devaluación dl peso mexicano y la postergación de la firma del NAFTA (1º de enero de 1994). Se comprendió por primera vez que la política financiera privada es más poderosa que la política monetaria pública (aún la de EE.UU.) Desde entonces las decisiones sobre políticas monetarias dependen de la dinámica de las convenciones financieras. Se ha perdido en consecuencia la autonomía de los bancos centrales, en momentos en que dicha autonomía estaba siendo parte de la teoría del pensamiento neoliberal. Eso ha conducido a la autonomía “política” de los Bancos centrales de las naciones en declinación, reforzando de este modo la dependencia de los mercados financieros. Nace la gobernanza financiera.

Lo nuevo hoy en día es que esa gobernanza está en condiciones de elegir directamente los líderes políticos a ubicar en el gobierno. La gobernanza financiera se ha convertido en dictadura. Los expertos en ciencia política y jurídica,deberían decir tal vez algo al respecto.

CM: ¿Cómo funciona la soberanía supradeterminada? Puede decirse simplemente, con el chantaje. Es un hecho que la crisis del sistema bancario-financiero ha sido administrada por los Estados con inyecciones de enormes cantidades de liquidez y con la recuperación por parte de los bancos centrales de una buena cantidad de títulos tóxicos, que ahora tienen en su seno y que todos nosotros debemos “validar” con los impuestos fiscales sobre los réditos. Entretanto, para liberarse de las injerencias políticas, los bancos beneficiarios de la ayuda pública han devuelto gran parte del dinero recibido en el momento de la crisis. Y ahora están en posición de dictar leyes, de este modo su poder además ha aumentado, tanto que las medidas de intervención del BCE están sistemáticamente dirigidas a sostener el sistema bancario (a expensas de los países miembros de la UE) igual que la política del “quantitative easing” de la Reserva Federal y del Banco de Inglaterra.

Sin embargo, parece que estas medidas de creación de liquidez no parecen funcionar, tanto es así que se habla, con referencia a Europa especialmente, de la gran “trampa de la liquidez” a una situación en la que la inyección de liquidez no genera recuperación a causa de la desconfianza de los emprendedores y de los consumidores (y también a causa de las altas tasas de interés pretendidas por sus bancos comerciales) En suma la crisis no ha resuelto para nada los problemas que originaron la crisis. Nada se ha hecho desde el punto de vista de la re-reglamentación del sistema bancario (porque el lobby bancario mundial ha logrado volver vana toda veleidad en tal sentido), en consecuencia los desequilibrios fundamentales que desembocaron en la crisis continúan socavando impertérritos. La soberanía comisaria, por así decirlo es la expresión de una situación en la que tan enorme es el poder financiero que las medidas de reactivación de la economía resultan impotentes. En esa comisaría la apresada es la crisis.

En la última fase muchos comentaristas sostienen que algunos gobiernos, entre ellos el italiano y el español, corren el riesgo de ser golpeados en el terreno de las negociaciones sobre la deuda, mucho más eficazmente que precedentemente y por lo tanto de la introducción de una dimensión política otra que irrelevante en la gestión de la crisis.  ¿Piensan que estamos frente a una tendencia que puede incluir con éxito a los gobiernos europeos una vez eliminada Inglaterra del mazo? ¿ Logra el euro mantener unida a la Unión europea o debemos pensar en una Europa que se mantiene como un edificio gótico, remodelando un orden variado y variable?

AF:a comienzos de diciembre el CEO del Deutsche Bank, Ackermann, declaró que su institución aumentaría la adquisición de Btp italianos pasando de mil millones a 2,3 mil millones. Recuerdo que el Deutsche Bank había inducido expectativas negativas con relación a los Btp italianos a principios del 2011, vendiendo 7 de los 8 mil millones que tenía en su cartera y desencadenando la crisis italiana. La declaración de Ackerman ha sido la señal de que se podía alentar la presión especulativa sobre Italia. Esto sucedió luego de la asunción de Monti. Una situación análoga (pero de mayor envergadura) se produjo en España, en donde las elecciones políticas con la neta victoria del centro derecha (que deberá ahora demostrar que es tan confiable que no necesita ningún comisariato como sí sucedió con Berlusconi en Italia).

Por otra parte ha sido importante la decisión de Draghi de proporcionar préstamos ilimitados al sistema bancario, con el objeto de favorecer la capitalización de los bancos. Todavía no ha disminuido la inestabilidad y en cuanto se refiere a Italia, el spread es todavía alto, pero creo que por diferentes razones desde los tiempos de Berlusconi: en primer lugar porque se acercan tiempos de recesión a una velocidad mayor que la prevista no solo en Europa sino en el planeta: en segundo lugar, porque habrá que ver cuáles serán las reformas que se hagan en el mercado laboral y está planteado el negocio de la privatización de la sanidad (las pensiones ya han sido modificadas) Recuerdo (bastamente) que cuanto más libertad para los despidos, más privatización de la salud y de los servicios públicos más aumenta el papel de los mercados financieros como aseguradores sociales privados y más se amplían los mercados financieros.

Personalmente no creo – a diferencia con Christian – que el euro implosionará por dos motivos: 1) no creo que le convenga a Alemania a menos que la situación política internacional cambie repentinamente (está por verse que sucede con Irán: los EE.UU. ¿se retiran de Bagdad para estar disponibles para ir a Irán? O ¿pedirán la intervención conjunta europea, después de haberla probado en Libia, pero esta vez apoyada tal vez en el eje franco-alemán? 2)Tampoco le conviene a los grandes mercados financieros porque mientras exista un doble nivel de gobernanza – monetario y fiscal – fiesta de bodas!.

CM.: Lo que no me parece en absoluto es que Italia y España estén atravesando un período de fortalecimiento del poder de negociación de la deuda. De modo que el patético eje Monti-Sarkozy me parece fatigoso. La situación de la deuda está empeorando y la reivindicación de los eurobonos o de la Tasa Tobin no tienen ninguna chance de éxito. Estoy convencido de que será precisamente Italia ( y España) la que hará saltar a Eurolandia como resultado final del “sindrome griego” o sea de la espiral recesión-aumento de la deuda – recorte de los gastos públicos-recesión-nueva austeridad. Ya hemos entrado en la recesión y estamos cerca de la depresión. 

Los EE.UU. no han querido jamás a la Europa política y mucho menos al euro. A veces me pasa por la mente que un viejo reflejo unilateralista haya actuado en el interior de los llamados mercados financieros en el ataque al euro. ¿Es imaginable, mutatis mutandi, un revival imperialista, organizado alrededor de la defensa de la hegemonía del dólar en el desorden global? 

AF: no, no creo. Los únicos que tendrían interés en la implosión del euro serían los EE.UU. para sancionar no solo en forma política, sino también económico-financiera la relación bilateral con China: una especie de “imperio” bipolar. Pero los EE.UU. no disponen de la fuerza militar ni de la fuerza política, ni de fuerza económica para sostener políticas imperialistas. También ellos son súcubos de la gobernanza financiera global. Los fondos chinos aumentaron en los últimos meses como proporción de los intercambios totales. Habrá que monitorear las elecciones financieras chinas. Hasta ahora los fondos financieros chinos están manejados por las 10 hermanas del mercado financiero, pero ¿hasta cuándo? He leído en el FT de hace unos días que la China está por legalizar la venta de títulos financieros en descubierto autorizando la especulación puramente financiera

¿Con qué provecho? ¿Para comenzar a participar del Gotha de los mercados financieros y para tratar de controlarlo? Si así fuere el liderazgo del dólar corre serios riesgos…

CM.:no excluyo, sino al contrario, que en la fase inicial de la crisis del euro no haya estado la patita de los EE.UU. a través de los grandes bancos de inversión y de los hedge funds. Demoler el euro era funcional en efecto al objetivo de poner en la sombra el problema usamericano del enorme déficit-deuda pública, como también el comercial. Por lo tanto demoler el euro significaba eliminar un potencial competidor y favorecer la continuidad del flujo de capitales para permitir la financiación de la deuda estadounidense a tasas muy bajas. La estrategia obtuvo un éxito superior a las expectativas y ahora los EE.UU. están preocupados por las consecuencias económicas y financieras de la crisis de Eurolandia, que podrían provocar una fuerte desestabilización del sistema bancario estadounidense y también por las consecuencias políticas, porque la grieta en el euro podría volver a Alemania y a parte de Europa independiente de los EE.UU. fortaleciendo el eje estratégico con Rusia y China. Un revival imperialista alrededor de la hegemonía del dólar no parece posible, aunque de todos modos el dólar se está fortaleciendo como consecuencia de la crisis de Eurolandia (fuga de capitales del Euro, justo hacia el dólar).

Puesta en evidencia la hegemonía del capital financiero como forma de producción en la actual crisis financiera ¿juega de algún modo (y cómo) la relación entre finanzas y producción industrial, con referencia, por ejemplo a Alemania y a China?

AF:Esta pregunta requeriría tiempo…. La relación entre finanzas y producción real no está referida a la producción industrial sino más bien a la producción inmaterial. El punto nodal luego del desplome de Breton Woods está en la definición de la unidad de medida del valor de la producción inmaterial, es decir del intelecto en general. Por el momento eso es inestable, definido por la valorización financiera, pero esa medida es precisamente – estructuralmente- muy inestable para poder ser considerada “fija”. Aquí entran en juego las excedencias de las multitudes de vida y de trabajo. Como los zapatistas en 1994 pusieron en crisis al NAFTA, así hoy potencialmente – los movimientos desde la primavera árabe hasta los “ocupa xxx” pueden incidir en la definición de esa medida, que no es otra cosa que la medida de la vida puesta en valor, lo inconmensurable que trata de convertirse en “mensurable”.

CM: si Alemania no se somete al diktat de las finanzas internacionales es debido y especialmente a que el poder industrial no ha sido aún sofocado por las finanzas. En Alemania es la industria la que manda- en China pasa lo mismo al menos por ahora: China ha tenido la inteligencia de autoexcluirse de las finanzas globales. Ciertamente no hay libertad para el movimiento de capitales, un extranjero no puede invertir en la bolsa de Shanghai, ni tampoco un chino puede invertir en las plazas europeas o usamericanas. De modo que las relaciones de China con el resto del mundo son económicas, comerciales y políticas, mientras que las financieras son manejadas directamente por el gobierno de Pekin. El paradigma del libre mercado (financiero) no ha llegado aún allí.

Carlo Vercellone: Sus preguntas tocan algunos puntos cruciales. La primera y la última , configuran particularmente un verdadero programa de investigación que requeriría al menos un seminario ad hoc. Tratar de darle por escrito una respuesta un poco estructurada requeriría un poco más de tiempo para reflexionar y para reunir material empírico. Por lo tanto me limitaré por el momento a tratar de proporcionarle en crudo y de manera muy sintética algunas pistas para reflexionar partiendo, de la cuestión relativa a la organización de los mercados como hilo conductor.

El término mercados financieros, que parece referirse a una lógica anónima conformada por una miríada de sujetos sin coordinación entre sí, es a mi parecer equivocado o al menos fuertemente inexacto. La organización de los llamados mercados financieros, uno de cuyos componentes centrales son las grandes multinacionales que operan en la esfera de la producción (frente a toda presunta dicotomía entre esfera financiera y esfera productiva) se halla en efecto fuertemente concentrada en lo referente a las estructuras propietarias, que sobre todo lo son las estructuras de control. Sobre este tema, un reciente e innovador artículo de tres investigadores (Vitali, Glatfelder y Battiston) del Instituto federal de Tecnología de Zurich “Le réseau de contrôle global des grandes entreprises” (The Network of Global Corporate control”) ha permitido poner en evidencia la extrema centralización del poder del capital a escala global. Según esta investigación “las multinacionales (transnational corporations o TNCs) forman una estructura de nudo mariposa gigante y gran parte del control se halla derivado hacia un tejido núcleo cerrado de instituciones financieras. Ese núcleo o corazón puede ser considerado como una “super-entidad-económica” cuya existencia genera nuevas e importantes preguntas tanto para los investigadores como para los órganos que elaboran políticas (policy makers)”.

Más específicamente, sobre una base de alrededor de 43.060 empresas multinacionales (IM) se estima que 147 IM poseen a través de un complejo nodo de relaciones propietarias, el 40% del valor económico y financiero delas mencionadas 43.060 IM. Se comprueba además que en el interior de este conglomerado de 147 IM se puede identificar el eje central del capitalismo global conformado por 50 super entidades esencialmente (alrededor del 64%) por grandes instituciones financieras usamericanas y británicas. Es de destacar la escasa representación de los grandes grupos de la zona euro (cerca del 20%) aunque Francia con la AXA (se encuentra en 4ª posición entre las 50 top) y Alemania Con el Deutsche Bank (en décimo segunda posición) se encuentran por así decirlo en el corazón del corazón. Otro aspecto importante. de este grupo de los 50 top solo forma parte por el momento una sola gran IM china del sector de la petroquímica (ubicada en la última posición) , aunque este dato subvalua ciertamente la forma como China, como sabemos, está construyendo su propio poder financiero a través de diferentes vías políticas que las de la pura y simple integración al capital global. Comprobamos que otros datos confirman esta extrema concentración del poder económico y financiero del capital, como por ejemplo el hecho que dos tercios de los famosos CDS están en mano de menos de diez actores.

Teniendo en cuenta esto datos, es posible tratar de desarrollar alguna rápida hipótesis en respuesta a sus preguntas. 1) El poder del capital está al mismo tiempo centralizado y articulado a una escala global que se apoya en una red financiera estrechamente interconectada. En este contexto una restringida cantidad de grandes grupos financieros y de IM toma las principales decisiones relacionadas con la especulación sobre las deudas soberanas, sobre las materias primas, la vivienda, la reestructuración y la localización de las grandes empresas productivas, la orientación de las políticas económicas. Se podría hablar de una organización de tipo oligopólico (pero siempre solidario y siempre dispuesta a constituirse en capital colectivo en los momentos clave) del que parten los impulsos estratégicos iniciales, que encuentra su relevo en la lógica mimética de los mercados e inmediatamente convalidado (en la mayoría de los casos) por los otros operadores financieros dando lugar a un proceso de autovalidación de las “anticipaciones”. En este sentido me parece posible conciliar y articular la hipótesis de un liderazgo latente con la clásica descripción de la impronta keynesiana de la “sicología de los mercados” fundada en comportamientos miméticos. 2) Esta extremada interconexión vuelve aún fuertemente sensible y vulnerable al riesgo sistémico y a la lógica del endeudamiento del que se nutre la acumulación del capital, al corazón mismo del capital financiero. 3) Los estados aparecen cada vez más como simples relevos de los intereses del capital financiero globalizado. Todavía según mi opinión, esta subordinación depende no solo de los factores económicos objetivos sino de la mutación antropológica de la clase política y tecnocrática que conduce los estados y de las principales instituciones de política económica y monetaria que los ha convertido en verdaderos y propios funcionarios de la renta del capital. Esta situación es tanto más cierta en Europa en donde por razones históricas que se remontan en gran parte a la específica dinámica de la lucha de clases que la atravesó durante la crisis del fordismo, se ha asistido a una verdadera y propia constitunacionalización del poder de la renta particularmente encarnada en el estatudo de la llamada independencia del BCE. 4) El resultado es que en la zona euro los estados se encuentran privados de la existencia de un prestatario de última instancia y dependen de los mercados para su financiamiento.

De este modo ha podido instalarse el gobierno de la renta a través de la deuda soberana, un gobierno ya explícito que dicta las políticas económicas de austeridad y de expropiación de las instituciones del Welfare. Todavía y aún en este caso ( como en el de la crisis de las subprime), la deuda de instrumento esencial de la acumulación de capital corre el riesgo de transformarse en su límite principal. Un problema central desde este punto de vista es que en razón de la misma ausencia de este papel clásico de garante del banco central los títulos de la deuda pública pierden su carácter de seguros refugios y se convierten en cierto sentido en títulos como los demás, cuyo “valor de mercado” se desvaloriza según los balances de los bancos y de las instituciones financieras.

La lógica predatoria y especulativa del capital financiero globalizado y el pánico de los mercados se pueden reforzar mutuamente en una situación que yo creo sin salida, salvo que se produzca una inversión radical de sentido en la política del BCE. Algo que me parece altamente improbable, como lo muestran las últimas medidas del BCE, que una vez más ha inundado de liquidez sin contrapartida al sistema bancario, rechazando al mismo tiempo monetizar en el mercado primario las necesidades financieras de los estados. En este escenario, la recesión que inevitablemente provocarán las políticas de austeridad, reabriendo la espiral del déficit y agravando la relación deuda/PBI, darán razón a las efímeras ilusiones suscitadas por el gobierno de Monti, así como también las del español.

Fuente:  http://uninomade.org/cinque-domande-sulla-crisi/

Rebelion.org

P. Krugman: Keynes tenía razón…

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PAUL KRUGMAN 03/01/2012

"La expansión, no la recesión, es el momento idóneo para la austeridad fiscal". Eso declaraba John Maynard Keynes en 1937, cuando Franklin Delano Roosevelt estaba a punto de darle la razón, al intentar equilibrar el presupuesto demasiado pronto y sumir la economía estadounidense -que había ido recuperándose a ritmo constante hasta ese momento- en una profunda recesión. Recortar el gasto público cuando la economía está deprimida deprime la economía todavía más; la austeridad debe esperar hasta que se haya puesto en marcha una fuerte recuperación.

Recortar el gasto público cuando la economía está deprimida deprime la economía todavía más

Por desgracia, a finales de 2010 y principios del 2011, los políticos y legisladores en gran parte del mundo occidental creían que eran más listos, que debíamos centrarnos en los déficits, no en los puestos de trabajo, a pesar de que nuestras economías apenas habían empezado a recuperarse de la recesión que siguió a la crisis financiera. Y por actuar de acuerdo con esa creencia antikeynesiana, acabaron dándole la razón a Keynes una vez más.

Lógicamente, al reivindicar la economía keynesiana chocó con la opinión general. En Washington, en concreto, la mayoría considera que el fracaso del paquete de estímulos de Obama para impulsar el empleo ha demostrado que el gasto público no puede crear puestos de trabajo. Pero aquellos de nosotros que hicimos cálculos, nos percatamos, ya desde el primer momento, de que la Ley de Recuperación y Reinversión de 2009 (más de un tercio de la cual, por cierto, adquirió la relativamente ineficaz forma de recortes de impuestos) se quedaba demasiado corta teniendo en cuenta la gravedad de la recesión. Y también predijimos la violenta reacción política a la que dio lugar.

De modo que la verdadera prueba para la economía keynesiana no ha provenido de los tibios esfuerzos del Gobierno federal estadounidense para estimular la economía, que se vieron en buen parte contrarrestados por los recortes a escala estatal y local. En lugar de eso, ha venido de naciones europeas como Grecia e Irlanda que se han visto obligadas a imponer una austeridad fiscal atroz como condición para recibir préstamos de emergencia, y han sufrido recesiones económicas equiparables a la Depresión, con un descenso del PIB real en ambos países de más del 10%.

Según la ideología que domina gran parte de nuestra retórica política, esto no debía pasar. En marzo de 2011, el personal republicano del Comité Económico Conjunto del Congreso publicó un informe titulado Gasta menos, debe menos, desarrolla la economía. Se burlaban de las preocupaciones de que un recorte del gasto en tiempos de una recesión empeoraría la recesión, y sostenían que los recortes del gasto mejorarían la confianza del consumidor y de las empresas, y que ello podría perfectamente inducir un crecimiento más rápido, en vez de ralentizarlo.

Deberían haber sido más listos, incluso en aquel entonces: los supuestos ejemplos históricos de "austeridad expansionista" que empleaban para justificar su razonamiento ya habían sido rigurosamente desacreditados. Y también estaba el vergonzoso hecho de que mucha gente de la derecha ya había declarado prematuramente, a mediados de 2010, que la de Irlanda era una historia de éxito que demostraba las virtudes de los recortes del gasto, solo para ver cómo se agravaba la recesión irlandesa y se evaporaba cualquier confianza que los inversores pudieran haber sentido.

Por cierto que, aunque parezca mentira, este año ha vuelto a suceder lo mismo. Muchos proclamaron que Irlanda había superado el bache, y demostrado que la austeridad funciona (y luego llegaron las cifras, y eran tan deprimentes como antes).

Pero la insistencia en recortar inmediatamente el gasto siguió dominando el panorama político, con efectos malignos para la economía estadounidense. Es verdad que no hubo ninguna medida de austeridad nueva digna de mención a escala federal, pero sí hubo mucha austeridad "pasiva" a medida que el estímulo de Obama fue perdiendo fuerza y los Gobiernos estatales y locales con problemas de liquidez siguieron con los recortes.

Claro que, se podría argumentar que Grecia e Irlanda no tenían elección en cuanto a imponer la austeridad, o, en cualquier caso, ninguna opción aparte de suspender los pagos de su deuda y abandonar el euro. Pero otra lección que nos ha enseñado 2011 es que Estados Unidos tenía y sigue teniendo elección; puede que Washington esté obsesionado con el déficit, pero los mercados financieros están, en todo caso, indicándonos que deberíamos endeudarnos más.

Una vez más, se suponía que esto no debía pasar. Iniciamos 2011 con advertencias funestas sobre una crisis de la deuda al estilo griego que se produciría en cuanto la Reserva Federal dejara de comprar bonos, o las agencias de calificación pusieran fin a nuestra categoría de Triple A, o el superfabuloso comité no consiguiera alcanzar un acuerdo, o algo. Pero la Reserva Federal finalizó su programa de adquisición de bonos en junio; Standard & Poor’s rebajó a Estados Unidos en agosto; el supercomité alcanzó un punto muerto en noviembre; y los costes de los préstamos de Estados Unidos no han parado de disminuir. De hecho, a estas alturas, los bonos estadounidenses protegidos de la inflación pagan un interés negativo. Los inversores están dispuestos a pagar a Estados Unidos para que les guarde su dinero.

La conclusión es que 2011 ha sido un año en el que nuestra élite política se obsesionó con los déficits a corto plazo que de hecho no son un problema y, de paso, empeoró el verdadero problema: una economía deprimida y un desempleo masivo.

La buena noticia, por decirlo así, es que el presidente Barack Obama por fin ha vuelto a luchar contra la austeridad prematura, y parece estar ganando la batalla política. Y es posible que uno de estos años acabemos siguiendo el consejo de Keynes, que sigue siendo tan válido hoy como lo era hace 75 años.

Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel 2008. © 2011 New York Times Service Traducción de News Clips.

P. Krugman: Depresión y democracia…

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PAUL KRUGMAN 18/12/2011

Ha llegado la hora de empezar a llamar a la actual situación por su nombre: depresión. Es verdad que no es una réplica exacta de la Gran Depresión, pero esto no sirve de mucho consuelo. El paro, tanto en Estados Unidos como en Europa, sigue siendo desastrosamente alto. Los dirigentes y las instituciones están cada vez más desprestigiados. Y los valores democráticos están sitiados.

Las exigencias de una austeridad cada vez más radical han provocado una irritación inmensa

En cuanto a esto último, no estoy siendo alarmista. Tanto en el frente político como en el económico, es importante no caer en la trampa del "no tan malo como". No se puede considerar aceptable el paro elevado simplemente porque no haya alcanzado las cotas de 1933; las tendencias políticas no son buena señal y no deben tolerarse por el mero hecho de que no haya ningún Hitler a la vista.

Hablemos, en concreto, de lo que está pasando en Europa (no porque todo vaya bien en Estados Unidos, sino porque no todo el mundo comprende la gravedad de los acontecimientos políticos europeos).

Lo primero de todo, la crisis del euro está destruyendo el sueño europeo. La moneda común, que se suponía que debía unir a los países, ha generado, en cambio, un ambiente de amarga acritud.

Concretamente, las exigencias de una austeridad cada vez más radical, sin ningún plan de fomento del crecimiento que las contrarreste, han causado un daño doble. Han fracasado como política económica, al agravar el problema del paro sin restaurar la confianza; una recesión a escala europea parece ahora probable, incluso si se contiene la amenaza inminente de la crisis financiera. Y han provocado una irritación inmensa, con muchos europeos furiosos por lo que consideran, justa o injustamente (o en realidad, un poco ambas cosas), un despliegue de poder alemán sin miramientos.

Nadie que conozca la historia de Europa puede contemplar este resurgimiento de la hostilidad sin sentir un escalofrío. Con todo, puede que estén pasando cosas peores. Los populistas de derechas están en auge, desde Austria, donde el Partido de la Libertad (cuyo líder tenía conexiones con los neonazis) está a la par en las encuestas con los partidos tradicionales, hasta Finlandia, donde el partido antiinmigración Verdaderos Finlandeses tuvo un éxito electoral considerable el pasado abril. Y estos son países ricos cuyas economías han aguantado bastante bien. Los problemas parecen todavía más amenazadores en países más pobres de Europa Central y del Este.

El mes pasado, el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) certificaba una caída en picado de la ayuda pública a la democracia en los países de la "nueva UE", aquellos que se unieron a la Unión Europea tras la caída del muro de Berlín. No es de extrañar que la pérdida de fe en la democracia haya sido mayor en los países que han sufrido las recesiones económicas más graves.

Y en al menos un país, Hungría, las instituciones democráticas se están debilitando mientras hablamos.

Uno de los principales partidos de Hungría, Jobbik, es una pesadilla sacada de los años treinta: es antigitanos, antisemita y hasta tenía una rama paramilitar. Pero la amenaza inminente proviene de Fidesz, el partido de centro-derecha que gobierna el país.

Fidesz consiguió una abrumadora mayoría parlamentaria el año pasado, en parte, al menos, por dos razones; Hungría no está en el euro, pero se ha visto gravemente perjudicada por la adquisición de préstamos a gran escala en divisas extranjeras y también, seamos francos, por culpa de la mala gestión y la corrupción de los partidos liberales de izquierdas que estaban entonces en el Gobierno. Ahora, Fidesz, que forzó la aprobación de una nueva Constitución la primavera pasada con la oposición del resto de partidos, parece decidido a aferrarse permanentemente al poder.

Los detalles son complejos. Kim Lane Scheppele, que es la directora del programa sobre Derecho y Asuntos Públicos de Princeton -y que ha estado siguiendo de cerca los acontecimientos en Hungría-, me dice que Fidesz está aprovechando medidas solapadas para suprimir la oposición. Hay una propuesta de ley electoral que establece unos distritos injustamente divididos, diseñados para hacer que sea casi imposible que otros partidos formen Gobierno; la independencia judicial se ha puesto en peligro y los tribunales están abarrotados de simpatizantes del partido; los medios de comunicación estatales se han convertido en órganos del partido y hay una campaña contra los medios independientes, y una enmienda constitucional penalizaría en la práctica al principal partido de la izquierda.

En conjunto, todo esto equivale a la reinstauración del Gobierno autoritario bajo un finísimo barniz de democracia, en el corazón de Europa. Y es una muestra de lo que podría pasar de manera mucho más generalizada si esta depresión continúa.

No está claro lo que se puede hacer respecto al giro hacia el autoritarismo de Hungría. El Departamento de Estado de Estados Unidos, dicho sea en su favor, ha estado prestando mucha atención al asunto, pero este es esencialmente un asunto europeo. La Unión Europea ha perdido la oportunidad de evitar que el partido se aferrase al poder en un primer momento (en parte porque la nueva Constitución fue aprobada a la fuerza mientras Hungría ocupaba la presidencia rotatoria de la Unión). Ahora será mucho más difícil deshacer lo hecho. Pero es mejor que los dirigentes de Europa lo intenten, o se arriesgan a perder todo aquello que defienden.

Y también tienen que replantearse sus políticas económicas fallidas. Si no lo hacen, la democracia experimentará nuevos retrocesos (y la ruptura del euro podría ser la menor de sus preocupaciones).

Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel 2008. © 2011 New York Times Service Traducción de News Clips.

Depresión y democracia · ELPAÍS.com.

La partición de Europa: la crisis del euro y las políticas de austeridad…

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Alejandro Nadal

Estamos en el umbral del colapso y terminación del euro. Hay pocas probabilidades de que la moneda común europea sobreviva, por lo menos como la hemos conocido desde su creación. Existen opciones para rescatarla, pero tendrían que acompañarse de transformaciones esenciales en la Unión Europea, sino en la forma de aplicar la política macroeconómica. No es para nada evidente que los líderes europeos estén dispuestos a caminar por ese sendero que llevaría a una


integración política visionaria.

¿Suena pesimista el pasaje anterior? Veamos lo que dicen los hechos. La subasta de bonos italianos a diez años la semana pasada tuvo que realizarse a un costo financiero superior a 7 por ciento. A ese tipo de tasas, la deuda italiana que ya se sitúa en 120 por ciento del PIB es absolutamente insustentable. Si en algún momento la tasa descendió a niveles de 6.7 por ciento, eso se debió a la intervención momentánea (y con desgano) del Banco Central Europeo (BCE). Roma debe reunir más de 350 mil millones de euros en los próximos meses y cualquier titubeo del BCE haría disparar el costo de la deuda italiana a niveles realmente intolerables. Como es bien sabido, la deuda italiana está cerca de los 2 billones (castellanos) de euros. Es algo demasiado grande para poder respaldar y rescatar. Las medidas de austeridad que ahora se acumulan sobre la economía italiana, impuestas por latroika Unión Europea-FMI-BCE profundizarán la recesión y agudizarán la crisis. Roma ha desplazado a Atenas y se encuentra bien instalada en el centro de lo que es la cambiante crisis europea.

Ante el fracaso de la cumbre europea hace dos semanas para fortalecer el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF). El proyecto de utilizar los recursos actuales del Fondo (unos 440 mil millones de euros) como base de apalancamiento para obtener un billón de euros no ha terminado bien. Hoy el FEEF apenas tiene 200 mmde paraayudar a Italia. Así que lo único que hoy podría hacer frente a la debacle sería una acción decidida del BCE. Pero la clase política en Alemania tiene incorporada en su estructura genética el rechazo a cualquier cosa que se parezca a la emisión de billetes para contrarrestar la fase descendente de un ciclo económico, ya no se diga para entrar al quite en una crisis como la actual. Así que la intervención del BCE no es algo con lo que se pueda contar.

Y si alguien apunta que el BCE ya ha estado interviniendo para apuntalar la deuda de Grecia, Italia y España, hay que señalar que las modalidades de dicha intervención han anulado la eficacia de las medidas adoptadas. Lo primero que hizo el BCE fue anunciar que odiaba profundamente tener que comprar bonos de la deuda griega o italiana y que lo haría por cantidades limitadas y provisionalmente. Con ese desplante le dijo a los inversionistas en el mundo financiero que el BCE tenía total desconfianza de esos bonos, lo que no ayudó nada en las colocaciones de esos bonos. Y ahora que la verdadera magnitud de la crisis se revela ante todos, el BCE ya ha dejado entrever que se acerca el límite de sus intervenciones.

El dogmatismo de la austeridad fiscal terminará por hundir la economía italiana. La restructuración de su deuda no será posible y, de todos modos, no serviría para estimular el crecimiento, generar empleo y aumentar la recaudación. Es decir, Italia está atrapada en un callejón sin salida. Al igual que el caso griego, abandonar el euro se perfila como la única opción.

En ese contexto no sorprende el anuncio de Merkel en Berlín abriendo la posibilidad de una restructuración profunda de la zona euro. Quizás (es lo más probable) está ya pensando en el rompimiento de la zona euro tal y como está armada hoy. Esa reorganización implicaría mantener a unos cuantos países (Alemania, Francia, Holanda) con la moneda común (¿se llamaría el euromark?) mientras los demás recuperarían sus monedas nacionales. Por supuesto, ese cambio implicaría la redenominación de todos los contratos y deudas en las nuevas monedas nacionales y acarrearía pérdidas astronómicas.

Este mensaje es compatible con el que dejó flotando en el ambiente Sarkozy hace unos días sobre la posibilidad de una Europa de dos velocidades. En el núcleo estarían las economías centrales que mantendrían mayor grado de integración. En la periferia estarían otras economías con vínculos mucho menos fuertes con el las economía nucleares. Todo eso significa que varias economías tendrían que abandonar la euro-moneda.

Estos arreglos requerirían cambios en los tratados medulares de la Unión Europea y eso consumiría años de negociaciones. En un pasaje todavía más desafortunado de su discurso, la Merkel afirmó que una comunidad que sostiene que nunca cambiará sus reglas, independientemente de lo que ocurra en el mundo, es una comunidad que simplemente no puede sobrevivir. Esta es la señal de que hay que levantar el campamento. La partición de Europa no irá sin una redefinición profunda del paisaje político, quizás con trágicas consecuencias.

http://nadal.com.mx

Paul Krugman: Leyendas del fracaso (del euro y políticas de austeridad) …

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PAUL KRUGMAN

13/11/2011

Así es como acaba el euro: no con un bum, sino con un bunga bunga. Hace no mucho, los dirigentes europeos insistían en que Grecia podía y debía permanecer en el euro mientras pagase sus deudas del todo. Ahora, con Italia despeñándose, resulta difícil ver cómo puede sobrevivir siquiera el euro.

Pero ¿cuál es el significado de la eurodebacle? Como siempre pasa cuando se producen los desastres, los ideólogos se apresuran a afirmar que el desastre confirma sus opiniones. Así que es hora de empezar a desacreditarlos.

Empecemos por lo primero: el intento de crear una moneda común europea fue una de esas ideas que traspasan las fronteras ideológicas habituales. Fue aclamado por la derecha estadounidense, que lo veía como la mejor alternativa al regreso del patrón oro, y por la izquierda británica, que lo veía como un gran paso hacia una Europa socialdemócrata. Pero los conservadores británicos, que también lo veían como un paso hacia una Europa socialdemócrata, se opusieron. Y fue cuestionado por los progresistas estadounidenses, a quienes les preocupaba -con razón, diría yo (pero qué otra cosa iba a decir, ¿no?)- lo que pasaría si los países no pudiesen usar la política monetaria y fiscal para combatir las recesiones.

Así que ahora que el proyecto del euro se está yendo a pique, ¿qué lecciones podemos extraer de ello?

He estado escuchando dos afirmaciones, ambas falsas: que los males de Europa reflejan el fracaso de los Estados de bienestar en general y que la crisis de Europa justifica una austeridad fiscal inmediata en EE UU.

La afirmación de que la crisis de Europa demuestra que el Estado de bienestar no funciona proviene de muchos republicanos. Por ejemplo, Mitt Romney ha acusado al presidente Obama de inspirarse en los "demócratas socialistas" europeos y ha declarado que "Europa no está funcionando en Europa". La idea, se supone, es que los países en crisis tienen problemas porque están siendo aplastados por la carga del elevado gasto público. Pero los hechos dicen otra cosa.

Es cierto que todos los países europeos tienen prestaciones sociales más generosas -entre ellas, la asistencia sanitaria universal- y un gasto público más elevado que los de EE UU. Pero los países que están ahora en crisis no tienen Estados de bienestar más grandes que los de los países a los que les va bien (en todo caso, la correlación es la contraria). Suecia, con sus beneficios célebremente generosos, muestra unos resultados estelares; es uno de los pocos países cuyo PIB es más alto ahora que antes de la crisis. Por otro lado, antes de la crisis, el gasto en programas de bienestar social expresado como porcentaje de la renta nacional era más bajo en todos los países ahora en apuros que en Alemania, por no hablar de Suecia.

Ah, y Canadá, que tiene asistencia sanitaria universal y una ayuda a los pobres mucho más generosa que la de Estados Unidos, ha capeado el temporal de la crisis mejor que nosotros.

La crisis del euro, por tanto, no dice nada sobre la sostenibilidad del Estado de bienestar. ¿Pero supone un argumento a favor de apretarse el cinturón cuando la economía está deprimida?

Escuchamos esa afirmación continuamente. Estados Unidos, nos dicen, haría bien en recortar drásticamente el gasto ya mismo o terminaremos como Grecia o Italia. Una vez más, sin embargo, los hechos cuentan una historia diferente.

Primero, si nos fiamos en el mundo en general, vemos que el gran factor determinante de los tipos de interés no es la magnitud de la deuda pública, sino si un Gobierno obtiene préstamos en su propia moneda. Japón está mucho más profundamente endeudado que Italia, pero el tipo de interés de los bonos japoneses a largo plazo es solo de alrededor del 1%, frente al 7% de Italia. Las perspectivas fiscales de Reino Unido parecen peores que las de España, pero Reino Unido puede adquirir préstamos a poco más del 2%, mientras que España está pagando casi un 6%.

Resulta que lo que ha pasado es que, al adoptar el euro, España e Italia se han rebajado en la práctica a la categoría de países tercermundistas que tienen que solicitar préstamos en monedas de otros, con toda la pérdida de flexibilidad que ello conlleva. En particular, como los países de la eurozona no pueden imprimir dinero ni siquiera en caso de emergencia, están sujetos a interrupciones de la financiación de un modo en que no lo están los países que han conservado su moneda. Y la consecuencia es la que estamos viendo ahora mismo: Estados Unidos, que obtiene préstamos en dólares, no tiene ese problema.

La otra cosa que tienen que saber es que, frente a la actual crisis, la austeridad ha sido un fracaso en todos los lugares donde se ha probado: ningún país con deudas importantes ha conseguido congraciarse con los mercados financieros haciendo recortes drásticos. Por ejemplo, Irlanda es la niña aplicada de Europa, al haber respondido a sus problemas de deuda con una austeridad salvaje que ha disparado la tasa de paro hasta el 14%. Pero el tipo de interés de los bonos irlandeses sigue estando por encima del 8% (peor que el de Italia).

La moraleja de la historia, por tanto, es que hay que desconfiar de los ideólogos que intentan apropiarse de la crisis europea en beneficio de sus programas. Si escuchamos a esos ideólogos, todo lo que conseguiremos es que nuestros problemas -que son diferentes de los de Europa, pero posiblemente igual de graves- empeoren aún más. –

Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y fue premio Nobel en 2008. © 2011 New York Times News Service. Traducción de News Clips.

Economía mundial: la segunda gran contracción…

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KENNETH ROGOFF 07/08/2011

 

Por qué todos siguen refiriéndose a la reciente crisis financiera como la «gran recesión»? El término, después de todo, se fundamenta en un peligroso diagnóstico erróneo de los problemas que afrontan Estados Unidos y otros países, que conduce a malos pronósticos y a malas políticas.

La frase «gran recesión» crea la impresión de que la economía está siguiendo los patrones de una recesión típica, solo que de manera más severa -algo así como un resfriado muy fuerte-. Es por eso por lo que a lo largo de esta crisis, los expertos y analistas que han intentado hacer analogías con anteriores recesiones de posguerra de Estados Unidos han errado tanto. Es más, demasiados responsables políticos se han apoyado en la creencia de que al fin y al cabo esta es solo una recesión profunda que puede ser doblegada mediante una generosa ración de herramientas convencionales de política, ya sea política fiscal o de rescates masivos.

Pero el verdadero problema es que la economía mundial está gravemente sobreapalancada y no existe ninguna salida rápida sin un esquema para transferir riqueza de los acreedores a los deudores, ya sea a través de cesaciones de pago, represión financiera o inflación.

Un término más preciso, aunque menos tranquilizador, para la crisis actual es la «segunda gran contracción». Carmen Reinhart y yo propusimos este apelativo en nuestro libro This time is different, publicado en 2009, fundamentándonos en nuestro diagnóstico de la crisis, que indica que esta es una crisis financiera profunda típica, no una recesión profunda típica. La primera «gran contracción», por supuesto, fue la Gran Depresión, tal como subrayan Anna Schwarz y el fallecido Milton Friedman. La contracción afecta no solo a la producción y al empleo, tal como ocurre en una recesión normal, sino también a la deuda y crédito, y al desapalancamiento que típicamente tarda muchos años en consumarse.

¿Por qué discutir sobre semántica? Bueno, imagine que tiene neumonía, pero cree que es solo un resfriado fuerte. Usted, sencillamente, podría no tomar el medicamento correcto, y ciertamente esperaría que su vida vuelva a la normalidad más rápido de lo que realísticamente es posible.

En una recesión convencional, la reanudación del crecimiento implica un razonablemente brioso retorno a la normalidad. La economía no sólo recupera el terreno perdido, pero en el transcurso de un año, típicamente, logra alcanzar y regresar a su tendencia de largo plazo al alza.

Las secuelas de una crisis financiera profunda típica son algo completamente diferente. Como Reinhart y yo hemos demostrado, típicamente, una economía tarda más de cuatro años solo en alcanzar el mismo nivel de ingresos per capita que había logrado en su pico precrisis. Hasta el momento, a lo largo de una amplia gama de variables macroeconómicas, incluyendo producción, empleo, deuda, precios de vivienda e incluso capital, nuestros puntos de referencia cuantitativos basados en las anteriores crisis financieras profundas posteriores a la II Guerra Mundial han demostrado ser mucho más precisos que la convencional lógica de recesión.

Muchos comentaristas han argumentado que el estímulo fiscal ha fracasado en gran medida no porque fue mal guiado, sino porque no fue lo suficientemente grande como para combatir una «gran recesión». Pero en una «gran contracción», el problema número uno es la excesiva deuda. Si los Gobiernos que mantienen calificaciones crediticias sólidas optan por gastar sus escasos recursos eficazmente, el enfoque más eficaz consiste en catalizar las renegociaciones y reducciones de la deuda.

Por ejemplo, los Gobiernos podrían facilitar la rebaja de las hipotecas a cambio de una participación en cualquier apreciación futura en los precios de vivienda. Un enfoque similar puede aplicarse a los países. Por ejemplo, los votantes de los países ricos en Europa quizá podrían ser persuadidos a involucrarse en un rescate mucho más grande de Grecia (uno que sea, en los hechos, lo suficientemente grande como para funcionar), a cambio de pagos más altos en 10 a 15 años si el crecimiento griego es mayor.

¿Existe alguna alternativa a años de vaivenes políticos e indecisión?

En mi artículo de diciembre de 2008 sostuve que la única forma práctica de acortar el próximo periodo de doloroso desapalancamiento y crecimiento lento sería la aceleración sostenida de una inflación moderada, por ejemplo, 4% a 6% durante varios años. Por supuesto, la inflación es una transferencia injusta y arbitraria de ingresos de los ahorradores a los deudores. Pero, al fin y al cabo, esta transferencia es el enfoque más directo para una recuperación más rápida. A la larga, dicha transferencia se llevará a cabo de una u otra manera; de todos modos, esto es lo que Europa está aprendiendo de manera dolorosa.

Algunos observadores consideran cualquier insinuación de inflación, incluso de inflación modestamente elevada, como una forma de herejía. Sin embargo, las grandes contracciones, a diferencia de las recesiones, son acontecimientos muy poco frecuentes, que ocurren quizá una vez cada 70 u 80 años. Estos son periodos en los que los bancos centrales necesitan gastar parte de la credibilidad que acumulan en tiempos normales.

La gran prisa por saltar al tren de la Gran Recesión ocurrió porque la mayoría de los analistas y diseñadores de políticas simplemente tenían en mente el marco analítico equivocado. Desafortunadamente, está demasiado claro cuán equivocados estaban.

Reconocer que hemos estado utilizando el marco analítico equivocado es el primer paso para encontrar una solución. La historia sugiere que frecuentemente se cambia de nombre a las recesiones cuando el humo se disipa. Quizá en la actualidad el humo se disipe un poco más rápido si desechamos la etiqueta de «gran recesión» de manera inmediata y la reemplazamos con algo más apropiado, como por ejemplo «gran contracción». Es demasiado tarde para enmendar los malos pronósticos y políticas equivocadas que han marcado las secuelas de la crisis financiera, pero no es demasiado tarde para actuar de mejor manera.

Kenneth Rogoff es profesor de Economía de la Universidad de Harvard y execonomista jefe de l Fondo Monetario Internacional.

EL PAIS.COM

J. Stiglitz: La crisis ideológica del capitalismo occidental (y el resurgimiento de la derecha neoliberal)…

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Joseph Stiglitz · · · · ·
24/07/11

 

Tan sólo unos años atrás, una poderosa ideología –la creencia en los mercados libres y sin restricciones– llevó al mundo al borde de la ruina. Incluso en sus días de apogeo, desde principios de los años ochenta hasta el año 2007, el capitalismo desregulado al estilo estadounidense trajo mayor bienestar material sólo para los más ricos en el país más rico del mundo. De hecho, a lo largo de los 30 años de ascenso de esta ideología, la mayoría de los estadounidenses vieron que sus ingresos declinaban o se estancaban año tras año.

Es más, el crecimiento de la producción en los Estados Unidos no fue económicamente sostenible. Con tanto del ingreso nacional de los EE.UU. yendo destinado para tan pocos, el crecimiento sólo podía continuar a través del consumo financiado por una creciente acumulación de la deuda.

Yo estaba entre aquellos que esperaban que, de alguna manera, la crisis financiera pudiera enseñar a los estadounidenses (y a otros) una lección acerca de la necesidad de mayor igualdad, una regulación más fuerte y mejor equilibrio entre el mercado y el gobierno. Desgraciadamente, ese no ha sido el caso. Al contrario, un resurgimiento de la economía de la derecha, impulsado, como siempre, por ideología e intereses especiales, una vez más amenaza a la economía mundial – o al menos a las economías de Europa y América, donde estas ideas continúan floreciendo.

En los EE.UU., este resurgimiento de la derecha, cuyos partidarios, evidentemente, pretenden derogar las leyes básicas de las matemáticas y la economía, amenaza con obligar a una moratoria de la deuda nacional. Si el Congreso ordena gastos que superan a los ingresos, habrá un déficit, y ese déficit debe ser financiado. En vez de equilibrar cuidadosamente los beneficios de cada programa de gasto público con los costos de aumentar los impuestos para financiar dichos beneficios, la derecha busca utilizar un pesado martillo – no permitir que la deuda nacional se incremente, lo que fuerza a los gastos a limitarse a los impuestos.

Esto deja abierta la interrogante sobre qué gastos obtienen prioridad – y si los gastos para pagar intereses sobre la deuda nacional no la obtienen, una moratoria es inevitable. Además, recortar los gastos ahora, en medio de una crisis en curso provocada por la ideología de libre mercado, simple e inevitablemente sólo prolongaría la recesión.

Hace una década, en medio de un auge económico, los EE.UU. enfrentaba un superávit tan grande que amenazó con eliminar la deuda nacional. Incosteables reducciones de impuestos y guerras, una recesión importante y crecientes costos de atención de salud –impulsados en parte por el compromiso de la administración de George W. Bush de otorgar a las compañías farmacéuticas rienda suelta en la fijación de precios, incluso con dinero del gobierno en juego– rápidamente transformaron un enorme superávit en déficits récord en tiempos de paz.

Los remedios para el déficit de EE.UU. surgen inmediatamente de este diagnóstico: se debe poner a los Estados Unidos a trabajar mediante el estímulo de la economía; se debe poner fin a las guerras sin sentido; controlar los costos militares y de drogas; y aumentar impuestos, al menos a los más ricos. Pero, la derecha no quiere saber nada de esto, y en su lugar de ello, está presionando para obtener aún más reducciones de impuestos para las corporaciones y los ricos, junto con los recortes de gastos en inversiones y protección social que ponen el futuro de la economía de los EE.UU. en peligro y que destruyen lo que queda del contrato social. Mientras tanto, el sector financiero de EE.UU. ha estado presionando fuertemente para liberarse de las regulaciones, de modo que pueda volver a sus anteriores formas desastrosas y despreocupadas de proceder.

Pero las cosas están un poco mejor en Europa. Mientras Grecia y otros países enfrentan crisis, la medicina en boga consiste simplemente en paquetes de austeridad y privatización desgastados por el tiempo, los cuales meramente dejarán a los países que los adoptan más pobres y vulnerables. Esta medicina fracasó en el Este de Asia, América Latina, y en otros lugares, y fracasará también en Europa en esta ronda. De hecho, ya ha fracasado en Irlanda, Letonia y Grecia.

Hay una alternativa: una estrategia de crecimiento económico apoyada por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. El crecimiento restauraría la confianza de que Grecia podría reembolsar sus deudas, haciendo que las tasas de interés bajen y dejando más espacio fiscal para más inversiones que propicien el crecimiento. El crecimiento por sí mismo aumenta los ingresos por impuestos y reduce la necesidad de gastos sociales, como ser las prestaciones de desempleo. Además, la confianza que esto engendra conduce aún a más crecimiento.

Lamentablemente, los mercados financieros y los economistas de derecha han entendido el problema exactamente al revés: ellos creen que la austeridad produce confianza, y que la confianza produce crecimiento. Pero la austeridad socava el crecimiento, empeorando la situación fiscal del gobierno, o al menos produciendo menos mejoras que las prometidas por los promotores de la austeridad. En ambos casos, se socava la confianza y una espiral descendente se pone en marcha.

¿Realmente necesitamos otro experimento costoso con ideas que han fracasado repetidamente? No deberíamos, y sin embargo, parece cada vez más que vamos a tener que soportar otro. Un fracaso en Europa o en Estados Unidos para volver al crecimiento sólido sería malo para la economía mundial. Un fracaso en ambos lugares sería desastroso – incluso si los principales países emergentes hubieran logrado un crecimiento auto-sostenible. Lamentablemente, a menos que prevalezcan las mentes sabias, este es el camino al cual el mundo se dirige.

Joseph Stiglitz fue Premio Nobel de Economía en 2001
Project Syndicate, julio 2011

 

Educación en el mundo (2010): datos básicos de 45 países…

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EDUCACION Y DESARROLLO EN EL MUNDO

FUENTES: PISA 2006/2009 y PNUD 2007-2008/ 2010

PAISES

Lugar en Prueba Pisa 2009 (Lectura)

Lugar en Prueba Pisa 2006 (Lectura)

Ranking Desarrollo Humano (IDH)

2007-2008

Ranking Desarrollo Humano (IDH)

2010

Porcentaje (%) de alumnos Pisa

2009 y 2006 (b) en Educación Pública y Privada

% del PIB en Educación

200-2007

% de gasto público destinado a Educación

2002-2006

Gasto en I&D como % del PIB

2000-2007

H.Kong/Shanghai (China)

1 Sh. 4HK

3 HK

21 HK

21 HK

7/93 (b)

3,3 HK

23,0 HK

0,8 HK

COREA del Sur

2

1

26

12

64/36

4,2

16,5

3,5

FINLANDIA

3

2

11

16

96/4

5,9

12,8

3,5

SINGAPUR

5

NP

25

27

2,8

18,2 (1991)

2,6

CANADA

6

4

4

8

94/6

4,9

12,5

2,0

N. ZELANDIA

7

5

19

3

96/4 (b)

6,2

20,9

1,3

JAPON

8

15

8

11

71/29

3,4

9,8

3,4

AUSTRALIA

9

7

3

2

4,7

13,3

2,2

HOLANDA

10

11

9

7

35/65

5,5

11,2

1,8

BELGICA

11

12

17

18

6,1

12,2

1,9

NORUEGA

12

25

2

1

98/2 (b)

6,7

16,6

1,7

ESTONIA

13

13

44

34

98/2 (b)

5,0

14,9

1,1

SUIZA

14

14

7

13

95/5 (b)

5,3

13,0

2,9

POLONIA

15

9

37

41

98/2 (b)

4,9

12,7

0,6

ISLANDIA

16

24

1

17

99/1 (b)

7,5

16,6

2,8

EE.UU

17

NP

12

4

93/7

5,5

15,3

2,7

SUECIA

19

10

6

9

90/10

6,7

12,9

3,7

ALEMANIA

20

18

22

10

96/4

4,4

9,8

2,6

IRLANDA

21

6

5

5

42/58 (b)

4,9

14,0

1,3

FRANCIA

22

23

10

14

90/10

5,6

10,9

2,1

TAIPEI/China

23

16

65/35 (b)

DINAMARCA

24

19

14

19

76/24 (b)

7,9

15,3

2,6

INGLATERRA

25

17

16

26

94/6

5,6

12,1

1,8

HUNGRIA

26

27

36

36

84/16 (b)

5,4

11,1

1,0

OCDE Promedio

25/493

21/492

27/0,916

12/0,879

83/17

ITALIA

29

33

20

23

95/5

4,3

9,6

1,1

ESPAÑA

33

35

13

20

69/31

4,4

11,0

1,3

Rep. CHECA

34

26

32

28

96/4 (b)

4,6

10,0

1,6

ISRAEL

37

40

23

15

73/27 (b)

6,4

13,7

4,7

AUSTRIA

39

22

15

25

87/13

5,4

10,8

2,5

FED. DE RUSIA

43

39

67

65

100/0

3,9

12,9

1,1

CHILE

44

38

40

45

47/53

3,4

18,5

0,7

URUGUAY

47

42

46

62

83/17

2,8

7,9

0,4

MEXICO

48

43

52

56

89/11

4,8

25,6

0,5

COLOMBIA

52

51

75

79

84/16

3,9

11,1

0,2

BRASIL

53

49

70

73

92/8

5,2

10,9

1,0

ARGENTINA

58

53

38

46

65/35

4,9

13,1

0,5

PANAMA

62

54

83/17

3,8

8,9

0,2

PERU

63

NP

87

63

82/18

2,7

13,7

0,1

CUBA

NP

NP

51

100/0

13,6

16,6

0,4

PARAGUAY

NP

NP

95

96

72/28 (c)

4,0

10,8

0,1

BOLIVIA

NP

NP

117

95

84/16 (c)

6,3

18,1

0,3

EL SALVADOR

NP

NP

103

90

70/30 (c)

3,6

20,0

0,1

ECUADOR

NP

NP

89

73

68/32) (c)

1,0

8,0

0,2

VENEZUELA

NP

NP

74

75

3,7

17,0 (1991)

COSTA RICA

NP

NP

48

62

5,0

18,5

0,4

(b) Datos Pisa 2006; (c) Datos SITEAL (http://www.siteal.iipe-oei.org)

Argentina: también Stiglitz elogia su política económica…

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JOSEPH STIGLITZ SE REUNIO CON CRISTINA FERNANDEZ DE KIRCHNER Y ELOGIO LAS POLITICAS OFICIALES

Con el respaldo de un Premio Nobel

MIRO7El economista estadounidense le dijo a la Presidenta que siempre pone como ejemplo al país porque “para salir de la crisis aumentó el consumo, en lugar de enfriar la economía”. También se reunió con la titular del Banco Central y el ministro de Trabajo.

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner recibió ayer por la tarde, en la residencia de Olivos, al Premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz. Durante el encuentro, del que también participó el canciller Héctor Timerman y que se extendió por poco más de media hora, analizaron la crisis internacional y el economista elogió las políticas que apuntalaron la recuperación de la economía argentina. Más temprano, se había reunido a almorzar con la titular del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, y el ministro de Trabajo, Carlos Tomada.

“La situación de Europa está muy complicada porque tiene su economía atada al euro y va a costar que salga de la crisis”, evaluó Stiglitz ante la Presidenta. No es la primera vez que el economista se muestra escéptico con respecto al futuro de Europa. En mayo había afirmado que el plan de ajuste para los países más complicados de ese continente iba a fracasar. “Las condiciones excesivamente duras impuestas a Grecia serán en realidad contraproducentes para prevenir un contagio”, sostuvo y agregó entonces que si Europa “no soluciona sus problemas institucionales fundamentales, el futuro del euro puede que sea muy breve”. En esta ocasión volvió con el mismo argumento y dijo que ve “con preocupación el recorte del consumo que están haciendo algunos gobiernos”.

Respecto de la situación de la Argentina, Stiglitz le dijo a la Presidenta que siempre pone como ejemplo al país porque “para salir de la crisis aumentó el consumo, en lugar de enfriar la economía”. Este economista estadounidense había sido uno de los principales críticos de las recetas neoliberales que se aplicaron hasta 2001. Además, destacó la participación argentina en el G-20 y dijo que será un eslabón clave para que ese grupo coordine políticas con el G-77, donde Argentina también participa. De hecho, el canciller Timerman declaró que Stiglitz se comprometió a “cooperar con el G-77 cuando en enero asumamos la presidencia”.

En la reunión que el Nobel de Economía había mantenido al mediodía con Marcó del Pont y Tomada también se trataron esos temas, pero se focalizó fundamentalmente en el papel que debe cumplir el Banco Central para fomentar la actividad económica. En este sentido, Stiglitz destacó el mandato múltiple de la entidad, consistente en no sólo preservar el valor de la moneda, sino también en estimular la economía y el empleo. Incluso recordó el caso sueco y el de otros países centrales que tienen esos objetivos en sus cartas orgánicas.

Además, elogió las políticas que lleva adelante el Gobierno para que los bancos otorguen financiamiento al sector productivo. El especialista dijo que es importante que las entidades financieras presten a las pymes, porque estas empresas son generadoras de empleo y a menudo constituyen el germen de casos empresariales exitosos. A la vez, Stiglitz remarcó la importancia de los acuerdos sociales como herramientas idóneas para promover el crecimiento económico.

Página/12

Written by Eduardo Aquevedo

25 diciembre, 2010 at 19:24

Paul Krugman: Obama perdió las elecciones por falta de osadía económica…

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El galimatías del foco de atención

klee6PAUL KRUGMAN 07/11/2010

Los demócratas, declaraba el miércoles Evan Bayh en un artículo de opinión en The New York Times, "se excedieron al centrarse en la atención sanitaria en vez de en la creación de empleo durante una recesión grave". Muchos otros han estado diciendo lo mismo: la idea de que el Gobierno de Obama se equivocó al no centrarse en la economía se está consolidando en la opinión pública.

      La política económica de Obama ha acabado siendo un desastre político precisamente porque trató de jugar sobre seguro

      Pero no tengo ni idea de qué quiere decir la gente, si es que quiere decir algo, cuando dice eso. Centrar toda la atención sobre el foco de atención es, a mi modo de ver, un acto de cobardía intelectual, ya que es una manera de criticar la trayectoria del presidente Obama sin explicar qué habrían hecho ellos de forma diferente.

      Después de todo, ¿la gente que dice que Obama se tendría que haber centrado en la economía está diciendo en realidad que debería haber aplicado un paquete de estímulos mayor? ¿Está diciendo que debería haber seguido una línea más dura con los bancos? Si no es eso, ¿qué están diciendo? ¿Que debería haberse paseado frunciendo el ceño y murmurando: "Estoy centrado, estoy centrado"?

      El problema de Obama no ha sido la falta de atención, sino la falta de osadía. Al inicio de su mandato optó por un plan económico que era demasiado débil. Agravó ese pecado original al pretender que todo estaba encarrilado y al adoptar la retórica de sus enemigos.

      Las consecuencias de las crisis financieras importantes casi siempre son terribles: las crisis graves vienen seguidas normalmente de numerosos años de desempleo muy elevado. Y cuando Obama ocupó su cargo, EE UU acababa de sufrir su peor crisis financiera desde la década de 1930. Lo que el país necesitaba, teniendo en cuenta el gris panorama, era un plan de reactivación realmente ambicioso.

      ¿Podría Obama haber ofrecido realmente dicho plan? Puede que no hubiera conseguido un gran plan por medio del Congreso, o por lo menos no sin usar unas tácticas políticas extraordinarias. Sin embargo, se podría haber decantado por ser atrevido y hacer que el Plan A fuese la aprobación de un plan económico verdaderamente adecuado y que el Plan B consistiera en culpar a los republicanos de los problemas económicos si lograban bloquear dicho plan.

      Pero eligió un rumbo aparentemente más seguro: un paquete de estímulos de tamaño medio que era claramente insuficiente para el cometido. Y eso no es hablar a toro pasado. A principios de 2009, muchos economistas, entre ellos un servidor, advertían más o menos frenéticamente de que las propuestas del Gobierno distaban mucho de ser lo suficientemente atrevidas.

      Lo peor es que no había Plan B. A finales de 2009 ya era obvio que los agoreros tenían razón, que el programa era demasiado pequeño. Obama podría haberse dirigido al país y declarar: "Mi predecesor dejó la economía en un estado incluso peor del que nos imaginábamos y necesitamos más medidas". Pero no lo hizo. En vez de eso, él y sus funcionarios siguieron afirmando que su plan original era el correcto, y eso dañó su credibilidad todavía más, ya que la economía seguía sin cumplir las expectativas.

      Mientras tanto, las políticas y la retórica del Gobierno condescendientes con los bancos -dictadas por el miedo a dañar la confianza financiera- acabaron por desatar el enfado populista, en beneficio de unos republicanos todavía más condescendientes con los bancos. Obama acrecentó sus problemas al ceder de hecho en la discusión sobre el papel del Gobierno en una economía en crisis.

      Percibí una sensación de desesperación en el primer discurso de Obama sobre el Estado de la Unión, en el que declaró que "las familias de todo el país se están apretando los cinturones y están tomando decisiones duras. El Gobierno federal debería hacer lo mismo". Eso no solo era mala ciencia económica -en estos momentos, el Gobierno debe gastar porque el sector privado no puede o no quiere hacerlo-, sino que era una repetición literal de lo que John Boehner, el futuro portavoz del Congreso, dijo cuando atacó los estímulos originales. Si el presidente no dice lo que piensa sobre su propia filosofía económica, ¿quién lo hará?

      Por tanto, en esta historia, ¿dónde encaja el foco de atención? ¿En la falta de coraje? Sí. ¿En la falta de valentía en sus propias convicciones? Sin duda. ¿En la falta de atención? No.

      ¿Y por qué el hecho de no abordar la asistencia sanitaria habría arrojado un resultado mejor? La gente del foco nunca lo explica.

      Por supuesto, del argumento que mantiene que la reforma sanitaria fue un error se extrae lo siguiente: principalmente, que los demócratas deberían dejar de comportarse como demócratas y convertirse en republicanos light. Analicen lo que está diciendo la gente como Bayh, y ello se reduce a exigir que Obama se pase los dos años próximos muerto de vergüenza y admitiendo que los conservadores tenían razón.

      Existe una alternativa: Obama puede adoptar una postura. Para empezar, sigue teniendo la capacidad de elaborar una ayuda importante para los propietarios de viviendas, un ámbito en el que su Gobierno ha perdido una oportunidad durante sus dos primeros años. Más allá de esto, el Plan B sigue disponible. Puede proponer unas medidas reales para crear empleo y ayudar a los desempleados, y poner a los republicanos en un aprieto por interponerse en el camino de la ayuda que necesitan los estadounidenses.

      ¿Podría ser políticamente arriesgado adoptar esa postura? Sí, por supuesto. Pero la política económica de Obama ha acabado siendo un desastre político precisamente porque trató de jugar sobre seguro. Es hora de que pruebe algo distinto.

      Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel de Economía 2008. © New York Times News Service. Traducción de News Clips.

      EL PAIS.COM

      Paul Krugman: la tercera depresión…

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      PAUL KRUGMAN 04/07/2010

      MIRO7

      Las recesiones son habituales; las depresiones son raras. Que yo sepa, solo ha habido dos épocas de la historia de la economía que en su día se describieron de forma generalizada como depresiones: los años de deflación e inestabilidad que llegaron tras El Pánico de 1873 y los años de paro masivo que siguieron a la crisis financiera de 1929-1931.

          Ni la Larga Depresión del siglo XIX ni la Gran Depresión del XX fueron épocas de declive ininterrumpido sino que, por el contrario, en ambas hubo periodos en los que creció la economía. Pero estos episodios de mejoría nunca bastaban para compensar el daño causado por la crisis inicial, e iban seguidos de recaídas.

          Me temo que ahora estamos en las fases iniciales de una tercera depresión. Es probable que esta acabe pareciéndose más a la Larga Depresión que a la mucho más grave Gran Depresión. Pero el coste -para la economía mundial y, sobre todo, para los millones de vidas arruinadas por la falta de puestos de trabajo- será inmenso de todos modos.

          Y esta tercera depresión será, por encima de todo, un fracaso político. En todo el mundo -hace muy poco en la profundamente desalentadora reunión del G-20 del fin de semana pasado- los Gobiernos están obsesionados con la inflación, cuando la verdadera amenaza es la deflación, e insisten en la necesidad de apretarse el cinturón cuando el problema real es el gasto insuficiente.

          En 2008 y 2009 daba la impresión de que a lo mejor habíamos aprendido de la historia. A diferencia de sus predecesores, que subieron los tipos de interés para afrontar la crisis financiera, los actuales dirigentes de la Reserva Federal y el Banco Central Europeo han recortado drásticamente los tipos e intervenido para apoyar los mercados del crédito. A diferencia de los Gobiernos del pasado, que trataron de equilibrar los presupuestos ante una economía que se hundía, los Gobiernos actuales han permitido que los déficits aumenten. Y unas políticas mejores han ayudado al mundo a evitar una debacle absoluta: se puede afirmar que la recesión que trajo la crisis financiera terminó el verano pasado.

          Pero los historiadores futuros nos dirán que esto no era el fin de la tercera depresión, del mismo modo que la recuperación comercial que se inició en 1933 no fue el fin de la Gran Depresión. Después de todo, el paro -especialmente el paro de larga duración- sigue a unos niveles que se habrían considerado catastróficos no hace mucho, y no hay indicios de que vaya a bajar rápidamente. Y tanto EE UU como Europa van claramente encaminados hacia unas trampas deflacionistas similares a la de Japón.

          Ante este sombrío panorama, uno esperaría que los responsables políticos se dieran cuenta de que todavía no han hecho lo suficiente para propiciar una recuperación. Pero no: durante los últimos meses ha habido un asombroso resurgimiento de la ortodoxia del dinero contante y sonante y los presupuestos equilibrados.

          En lo que se refiere a la retórica, el regreso de la religión de los viejos tiempos resulta más evidente en Europa, donde las autoridades parecen estar extrayendo sus argumentos de la colección de discursos de Herbert Hoover, hasta llegar a afirmar que subir los impuestos y recortar el gasto realmente harán crecer la economía al mejorar la confianza empresarial. A efectos prácticos, sin embargo, a EE UU no le va mucho mejor. La Reserva Federal parece ser consciente de los peligros deflacionistas, pero lo que propone hacer al respecto es, bueno, nada. La Administración de Obama comprende los riesgos de una austeridad fiscal prematura, pero como los republicanos y los demócratas conservadores del Congreso no van a autorizar ayudas adicionales para los Gobiernos estatales, esa austeridad se está imponiendo de todos modos, en forma de recortes presupuestarios a escala estatal y local.

          ¿A qué se debe este giro político equivocado? Para justificar sus acciones, los partidarios de la línea dura suelen mencionar los problemas a los que se enfrentan Grecia y otros países de la periferia europea. Y es verdad que quienes invierten en bonos se han vuelto contra los Gobiernos con déficits inmanejables. Pero no hay pruebas de que, ante una economía deprimida, la austeridad fiscal a corto plazo vaya a tranquilizar a los inversores. Por el contrario, Grecia ha acordado un durísimo plan de austeridad, para luego encontrarse con que sus diferenciales de riesgo crecen todavía más; Irlanda ha impuesto unos recortes radicales al gasto público, y después los mercados han actuado como si su riesgo fuese mayor que el de España, que se ha mostrado mucho más reacia a tragar la medicina de los partidarios de la línea dura.

          Es casi como si los mercados financieros comprendiesen lo que los responsables políticos parecen no entender: que aunque la responsabilidad fiscal a largo plazo es importante, recortar drásticamente el gasto en mitad de una depresión, lo cual empeora esa depresión y allana el camino hacia la deflación, es realmente autodestructivo.

          Así que no creo que la cuestión sea realmente Grecia, y ni siquiera cualquier valoración realista del equilibrio entre déficit y empleo. En lugar de eso, es el triunfo de una ortodoxia que tiene poco que ver con el análisis racional, y cuyo principal dogma es que imponer sufrimiento a otras personas es el modo de demostrar liderazgo en épocas difíciles.

          ¿Y quién pagará el precio de esta victoria de la ortodoxia? La respuesta es decenas de millones de trabajadores desempleados, muchos de los cuales seguirán en paro durante años, y algunos de los cuales no volverán a trabajar nunca más.

          Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel de Economía 2008. © 2010 New York Times News Service. Traducción de News Clips.

          EL PAIS.COM

          Written by Eduardo Aquevedo

          30 octubre, 2010 at 2:27

          Paul Krugman: EE.UU se sume en la oscuridad…

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          Atacar a la Seguridad Social, P. Krugman (ver más abajo)

          Las luces se apagan en todo EE UU, literalmente. La ciudad de Colorado Springs ha copado los titulares con su intento desesperado por ahorrar dinero apagando un tercio de sus farolas, pero están ocurriendo o barajándose cosas similares en todo el país, desde Filadelfia hasta Fresno. Entretanto, un país que en su día asombró al mundo con sus visionarias inversiones en transportes, desde el canal de Erie hasta el sistema de autopistas interestatales, ahora se halla en un proceso de despavimentado: en varios Estados, los Gobiernos locales están destruyendo carreteras que ya no pueden permitirse mantener y reduciéndolas a grava.

          Y una nación que antaño valoraba la educación, que fue una de las primeras en ofrecer escolarización básica a todos sus niños, ahora está haciendo recortes. Los profesores están siendo despedidos, y los programas, cancelados. En Hawai, hasta el curso escolar se está acortando de manera drástica. Y todo apunta a que en el futuro se producirán todavía más ajustes.

          Nos dicen que no tenemos elección, que las funciones gubernamentales básicas -servicios esenciales que se han proporcionado durante generaciones- ya no son viables. Y es cierto que los Gobiernos estatales y locales, duramente azotados por la recesión, están faltos de fondos. Pero no lo estarían tanto si sus políticos estuvieran dispuestos a considerar al menos algunas subidas de impuestos.

          Y en el Gobierno federal, que puede vender bonos a largo plazo protegidos contra la inflación con un tipo de interés de solo el 1,04%, no escasea el dinero en absoluto. Podría y debería ofrecer ayuda a los Gobiernos locales y proteger el futuro de nuestras infraestructuras y de nuestros hijos.

          Pero Washington está prestando ayuda con cuentagotas, y hasta eso lo hace a regañadientes. Debemos dar prioridad a la reducción del déficit, dicen los republicanos y los demócratas centristas. Y luego, casi a renglón seguido, afirman que debemos mantener las subvenciones fiscales para los muy adinerados, lo cual tendrá un coste presupuestario de 700.000 millones de dólares durante la próxima década.

          En la práctica, buena parte de nuestra clase política está demostrando cuáles son sus prioridades: cuando se les da a elegir entre pedir que el 2% de los estadounidenses más acaudalados vuelvan a pagar los mismos impuestos que durante la expansión de la era Clinton o permitir que se derrumben los cimientos de la nación -de manera literal en el caso de las carreteras y figurada en el de la educación-, se decantan por esto último.

          Es una decisión desastrosa tanto a corto como a largo plazo. A corto plazo, esos recortes estatales y locales suponen un pesado lastre para la economía y perpetúan el desempleo, que es devastadoramente elevado.

          Es crucial tener en mente a los Gobiernos estatal y local cuando oímos a la gente despotricar sobre el desbocado gasto público durante la presidencia de Obama. Sí, el Gobierno federal estadounidense gasta más, aunque no tanto como cabría pensar. Pero los Gobiernos estatales y locales están haciendo recortes. Y si los sumamos, resulta que los únicos incrementos relevantes en el gasto público han sido en programas de protección social, como el seguro por desempleo, cuyos costes se han disparado por culpa de la gravedad de la crisis económica.

          Es decir que, a pesar de lo que dicen sobre el fracaso del estímulo, si observamos el gasto gubernamental en su conjunto, apenas vemos estímulo alguno. Y ahora que el gasto federal se reduce, a la vez que continúan los grandes recortes de gastos estatales y locales, vamos marcha atrás.

          Pero ¿no es también una forma de estímulo el mantener bajos los impuestos para los ricos? No como para notarlo. Cuando salvamos el puesto de trabajo de un profesor, eso ayuda al empleo sin lugar a dudas; cuando, por el contrario, damos más dinero a los multimillonarios, es muy posible que la mayor parte de ese dinero quede inmovilizado.

          ¿Y qué hay del futuro de la economía? Todo lo que sabemos acerca del crecimiento económico dice que una población culta y una infraestructura de alta calidad son cruciales para el crecimiento. Las naciones emergentes están realizando enormes esfuerzos por mejorar sus carreteras, puertos y colegios. Sin embargo, en Estados Unidos estamos reculando.

          ¿Cómo hemos llegado a este punto? Es la consecuencia lógica de tres décadas de retórica antigubernamental, una retórica que ha convencido a numerosos votantes de que un dólar recaudado en concepto de impuestos es siempre un dólar malgastado, que el sector público es incapaz de hacer algo bien.

          La campaña contra el Gobierno siempre se ha planteado como una oposición al despilfarro y el fraude, a los cheques enviados a reinas de la Seguridad Social que conducen lujosos Cadillac y a grandes ejércitos de burócratas que mueven inútilmente documentos de un lado a otro. Pero eso, cómo no, son mitos; nunca ha habido ni de lejos tanto despilfarro y fraude como aseguraba la derecha. Y ahora que la campaña empieza a dar frutos, vemos lo que había realmente en la línea de fuego: servicios que todo el mundo, excepto los muy ricos, necesita, unos servicios que debe proporcionar el Gobierno o nadie lo hará, como el alumbrado de las calles, unas carreteras transitables y una escolarización decente para toda la ciudadanía.

          Por tanto, el resultado final de la prolongada campaña contra el Gobierno es que hemos dado un giro desastrosamente equivocado. Ahora, EE UU transita por una carretera a oscuras y sin asfaltar que no conduce a ninguna parte.

          Atacar a la Seguridad Social

          PAUL KRUGMAN 22/08/2010

          La Seguridad Social cumplió 75 años la semana pasada. Debería haber sido una ocasión alegre, una fecha para celebrar un programa que ha aportado dignidad y decencia a la vida de los estadounidenses de más edad. Pero el programa está siendo atacado, y al asalto se han unido algunos demócratas y casi todos los republicanos. Cuentan los rumores que la comisión antidéficit del presidente Obama podría solicitar un profundo recorte de las prestaciones y, más concretamente, un fuerte aumento de la edad de jubilación.

          Los que atacan a la Seguridad Social (SS) afirman que les preocupa el futuro financiero del programa. Pero sus números no cuadran y en realidad su hostilidad no tiene nada que ver con dólares y céntimos, sino más bien con ideología y posicionamientos. Y lo que hay bajo todo ello es ignorancia o indiferencia hacia la realidad de la vida para muchos estadounidenses.

          Respecto a los números: legalmente, la SS tiene su propia financiación específica, a través del impuesto único. Pero también forma parte del presupuesto general federal. Esta doble contabilidad significa que hay dos formas en las que la SS podría enfrentarse a problemas financieros. La primera es que la financiación específica resulte insuficiente, lo que obligaría al programa bien a recortar las prestaciones o bien a acudir al Congreso en busca de ayuda. La segunda es que los costes de la Seguridad Social acaben siendo insoportables para el presupuesto federal en su conjunto.

          Pero ninguno de estos dos problemas en potencia supone un peligro claro y actual. La Seguridad Social ha registrado superávits durante los últimos 25 años, acumulando esos beneficios en una cuenta especial denominada fondo de fideicomiso. El programa no tendrá que solicitar ayuda al Congreso ni reducir las prestaciones hasta que, o a menos que, el fondo se haya agotado, cosa que los actuarios del programa no prevén que suceda hasta 2037, y, según sus cálculos, hay muchas probabilidades de que ese día no llegue nunca.

          Entretanto, una población envejecida acabará induciendo -a lo largo de los próximos 20 años- una subida del coste de pagar las prestaciones de la SS desde el actual 4,8% del PIB hasta cerca de un 6%. Para que se hagan una idea, esta subida es significativamente menor que el aumento en el gasto de defensa desde 2001, algo que Washington no consideró ni mucho menos una crisis, y ni siquiera una razón para replantearse algunas de las rebajas fiscales de Bush.

          Entonces, ¿a qué se deben esas aseveraciones de crisis? Se basan en gran medida en una contabilidad de mala fe. En concreto, se basan en un juego del trilero en el que los superávits que la SS ha estado registrando durante un cuarto de siglo no cuentan (porque, en fin, el programa no tiene una existencia independiente; no es más que una parte del presupuesto general federal), mientras que los futuros déficits de la Seguridad Social son inaceptables porque, bueno, el programa tiene que sostenerse por sí solo.

          Sería fácil descartar este timo de la estampita como un completo disparate, excepto por una cosa: muchas personas influyentes, entre ellas Alan Simpson, copresidente de la comisión antidéficit del presidente, están vendiendo este disparate. Y después de haberse inventado una crisis, ¿qué quieren hacer los asaltantes de la SS? No proponen recortar las prestaciones a los jubilados actuales; en lugar de eso, el plan es invariablemente recortar las prestaciones que se pagarán dentro de muchos años. Así que plantéenselo de esta manera: para evitar la posibilidad de que se produzcan futuros recortes de las prestaciones debemos recortar las prestaciones futuras. Estupendo.

          ¿Qué es lo que realmente está pasando aquí? Los conservadores odian la Seguridad Social por razones ideológicas: su éxito menoscaba su afirmación de que el Gobierno es siempre el problema, nunca la solución. Pero reciben un apoyo crucial de los enterados de Washington, para quienes una voluntad declarada de recortar la SS ha servido durante mucho tiempo como insignia de la seriedad fiscal, independientemente de la aritmética. Y ningún ala de la coalición anti-Seguridad Social parece conocer o preocuparse por las penalidades que sus propuestas favoritas causarían.

          Esta idea tan de moda de aumentar la edad de jubilación aún más de lo que aumentará conforme a la ley vigente -ya ha pasado de los 65 a los 66, está previsto que suba hasta los 67 y algunos proponen ahora que llegue hasta los 70- suele justificarse con afirmaciones de que la esperanza de vida ha aumentado, de modo que la gente puede fácilmente trabajar más años de su vida. Pero eso solo es cierto en el caso de los administrativos, la gente que menos necesita la Seguridad Social. No me refiero únicamente al hecho de que es mucho más fácil verse trabajando hasta los 70 años si se tiene un cómodo puesto de oficina que si uno se dedica a un trabajo físico. EE UU se está convirtiendo en una sociedad cada vez más desigual, y las crecientes disparidades se extienden a cuestiones de vida y muerte. La esperanza de vida a la edad de 65 años ha aumentado mucho en los escalafones más altos del reparto de la renta, pero mucho menos para los trabajadores con rentas más bajas. Y recuerden, la actual legislación ya prevé un aumento de la edad de jubilación.

          De modo que repelamos este injusto y -para qué andarnos con rodeos- cruel ataque contra los trabajadores estadounidenses. Los grandes recortes de la Seguridad Social no deben estar sobre el tapete.

          Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel de Economía 2008. © 2010 New York Times News Service. Traducción de News Clips. Diario El País

          Written by Eduardo Aquevedo

          23 agosto, 2010 at 18:54

          Las políticas fiscales neoliberales…

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          Vicenç Navarro, Público

          Una de las políticas fiscales que han caracterizado el pensamiento neoliberal reproducido en la mayoría de partidos gobernantes en la Unión Europea, tanto de derecha como de centro izquierda, ha sido la reducción de impuestos. Se decía que tal bajada de impuestos liberaba la capacidad creativa, tanto de los ciudadanos como de las empresas, estimulando así la economía. En España, no sólo la derecha –tanto española (PP), como catalana (CiU)– sino también la izquierda gobernante (PSOE), enfatizaron la conveniencia de bajar los impuestos. El presidente Zapatero inició su mandato con el dicho de que “bajar impuestos es de izquierdas”. Antes, los gobiernos del PP habían hecho de esa bajada el elemento central de su política fiscal.

          Y un tanto semejante ocurrió en varios países de la UE. En Alemania, por ejemplo, los impuestos sobre el capital se redujeron (desde 1995 a 2009) nada menos que 26 puntos, a la vez que el nivel de gravación fiscal de las rentas superiores se redujo 9,5 puntos. En España y Francia, la reducción de los impuestos de las rentas superiores fue incluso mayor, reduciéndose 13 puntos. En Italia, el Impuesto de Sociedades bajó 20,8 puntos y el de las rentas superiores 6,1 puntos. Tales reducciones favorecieron a las rentas del capital y a las rentas superiores, de manera que tales rentas, como porcentaje de las rentas nacionales, se dispararon, incrementándose las desigualdades de renta de una manera muy acentuada. De esta manera, la regresividad fiscal y las desigualdades sociales aumentaron espectacularmente estos últimos 15 años.

          El argumento que se utilizó para promover estas políticas fiscales, favorables a las rentas del capital y a las rentas superiores, era que había que cuidar (mimar, sería la expresión más adecuada) los factores movibles –tales como el capital y las rentas superiores–, evitando que se asustaran y dejaran el país. Este era el discurso neoliberal que sostuvieron los medios de mayor difusión del país. Detrás de él existía el enorme poder político del capital financiero y empresarial (y muy en especial el relacionado con las exportaciones), así como el de las rentas superiores. Donde esta influencia adquirió mayor desarrollo fue en Alemania, cuyo modelo económico estaba, y continúa estando, basado en un modelo financiero y exportador con una competitividad elevada, enraizada en unos salarios estancados que no mejoraban con el crecimiento de la productividad. Ese incremento de la productividad repercutía primordialmente en aumentar los beneficios del capital, muy en especial de las empresas exportadoras y de la banca, y no en aumentar las rentas del trabajo.

          Como dijo Peter Bofinger, miembro del Consejo Económico alemán, “el problema de Alemania es que vive muy por debajo de sus posibilidades”, es decir, que la riqueza que se creaba y continúa creándose no repercute sobre el nivel de vida de los trabajadores y de las clases populares alemanas. El Gobierno socialdemócrata del canciller Gerhard Schröeder (1998-2005) fue el que inició –en su programa de 2010– la reducción de los impuestos de sociedades y de las rentas superiores, política seguida más tarde por Angela Merkel y sus gobiernos de coalición. Algo parecido ha estado ocurriendo en Francia, donde la creciente regresividad fiscal explica un notable crecimiento de las desigualdades sociales. De nuevo fue un Gobierno socialdemócrata, dirigido por Lionel Jospin (1997-2002) el que inició la política de reducción de impuestos, política que fue acentuada por Nicolas Sarkozy en 2007.

          Tal reducción de impuestos de las rentas superiores, además de incrementar las desigualdades, creó también las bases para que apareciera el problema del déficit del Estado. Este déficit fue causado, en parte, por la disminución de la actividad económica. Pero las políticas de reducción de impuestos, con la consiguiente reducción de los ingresos al Estado, contribuyeron enormemente a la creación de los déficits y del aumento de la deuda pública. En Alemania, por ejemplo, si los niveles de imposición fiscal fueran los mismos que existían en 1998, el Estado alemán habría recaudado 75.000 millones de euros más por año de los que recaudó en 2009, una cantidad semejante, por cierto, al déficit que el Gobierno Merkel quiere resolver mediante los recortes muy acentuados que ha propuesto sobre el Estado del bienestar alemán. Un tanto semejante ocurre en España, donde el déficit del Estado no sería tan elevado si los niveles de imposición, tanto de las rentas del capital como de las rentas superiores, se hubieran mantenido igual a los existentes en los años ochenta.

          Estos datos señalan el error del argumento ampliamente utilizado en las instituciones europeas (Consejo Europeo, Comisión Europea y Banco Central Europeo) en defensa de la austeridad del gasto público (incluyendo el gasto público social), indicando erróneamente que “hemos estado viviendo durante todos estos años por encima de nuestras posibilidades”, asumiendo que nos hemos gastado más de lo que tenemos. Pero no es cierto y es fácil de demostrar. Tenemos el gasto público social más bajo de la UE-15, lo cual no se debe a que España no tenga recursos. España tiene ya el nivel de riqueza de la UE-15. Su PIB per cápita es el 94% del promedio de la UE-15. Y, sin embargo, el gasto social es sólo el 73% del promedio de la UE-15. Si nos gastáramos el 94% del promedio tendríamos 66.000 millones de euros más para gastarnos en nuestro escuálido Estado del bienestar. España tiene estos recursos. Lo que ocurre es que el Estado no los recoge. Y ahí está el problema. No es que vivamos por encima de nuestras posibilidades, lo que pasa es que los ricos, los bancos y los grandes empresarios no pagan lo que deberían. Las políticas neoliberales han favorecido a las rentas superiores, creando una enorme polarización social, que han generado la crisis actual y que están dificultando la recuperación económica. Y ahí está el problema que los medios de persuasión no tocan.

          Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/2126/las-politicas-fiscales-neoliberales/

          La Europa social: las causas de su debilitamiento…

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          Vicenç Navarro

          Sistema Digital

          GRECIA-ESTUD003 A primera vista parecería que hasta los años que precedieron la crisis económica y financiera, la Europa Social (es decir, los estados del bienestar de los países miembros de la Unión Europea) tenían buena salud. En realidad el gasto público social (como porcentaje del PIB) fue aumentando desde los años noventa. En los países de la UE-15 (el grupo de países más ricos de la UE), su promedio creció del 25,4% en 1990, al 27,4% en 1997, al 27,7% en 2003 y al 27,9% en 2005.

          Ahora bien, hablar de promedios es muy sesgado y puede ser desorientador. Uno puede ahogarse en un río que, como promedio, tiene sólo diez centímetros de profundidad. Puede estar seco en su mayor extensión, pero puede tener una zona de tres metros donde la gente puede ahogarse. De ahí que es importante ver su variabilidad alrededor del promedio. En la UE-15, el país que tiene un gasto público social más bajo es España (20,9% del PIB en 2005). Y el más elevado es Suecia (32%). La causa de este diferencial es predominantemente política. Las derechas históricamente han sido muy fuertes en España (y en otros países del sur de Europa) y las izquierdas lo han sido en Suecia (y en los países del norte de Europa). Es importante que se subraye esta explicación porque hay un intento por parte de economistas neoliberales de ocultar y diluir esta causa política del subdesarrollo social, atribuyendo el gasto público social al nivel de riqueza de un país. Siguiendo un tipo de determinismo económico, se postula que a mayor nivel de riqueza de un país, mayor es su gasto público social.

          Esta postura es errónea y es fácil demostrarlo. EEUU es el país más rico del mundo y en cambio es uno de los países con un gasto público social más bajo. Y España ya no es un país pobre. Su PIB per cápita ya representa el 94% del promedio de la UE-15. Y en cambio su gasto público social per cápita no es el 94% del promedio de gasto público social per cápita de la UE-15, sino que es sólo un 74%. Si fuera el 94%, nos gastaríamos 66.000 millones más en nuestro estado del bienestar de los que nos gastamos ahora. Es importante que esta situación se conozca porque existe hoy una postura muy generalizada, no sólo entre los partidos conservadores y liberales, sino incluso en el equipo económico del Gobierno Zapatero, que justifica los recortes del gasto público con el argumento de que como país nos gastamos más de lo que nuestros recursos nos permiten. Y de ahí deducen la necesidad de aplicar medidas de austeridad en el gasto público. Esta interpretación de nuestros males, asumiendo que la crisis es consecuencia de que “nos gastamos más de lo que tenemos”, se ha extendido también en toda la UE y es el nuevo dogma que justifica los grandes recortes del gasto público con el fin de reducir el déficit y las deudas públicas. Pero es fácil demostrar que este dogma está profundamente equivocado.

          En España nos gastamos, repito, 66.000 millones menos en la España social de lo que deberíamos gastarnos según nuestro nivel de desarrollo económico. Y el hecho de que no se gasten es porque el Estado no los recoge. No es, pues, que España no tenga los recursos. Los tiene y muchos (66.000 millones de euros). Lo que ocurre es que el Estado no recoge estos fondos. Esta es la realidad que, o bien se desconoce, o bien se ignora deliberadamente para justificar las políticas de austeridad del gasto público que se están siguiendo en España.
          Y ahí está la raíz del problema, la enorme regresividad del sistema fiscal que en muchos países de la UE-15 ha ido creciendo desde el inicio de la era neoliberal. Veamos los componentes de esta regresividad, comenzando por los impuestos. (La mayoría de datos que aquí presento proceden del libro Global Finance and Social Europe, colección dirigida por John Grahl y publicada por Edward Elgar. 2009) Los ingresos del Estado, por vía impositiva, han disminuido en la UE-15, pasando de representar en 1996 un 39,8% del PIB a un 39,3% en 2004, descenso más acentuado en los países integrados en la unión monetaria (pasando del 38,0% al 34,5%). En EEUU, por cierto, bajaron también, pasando del 27,3% al 25,4%, lo mismo que en Japón, que pasaron del 27,3% al 25,4%, durante el periodo 1995-2004.

          Pero, además de bajar los ingresos al Estado (a pesar de que el nivel de riqueza aumentó), vemos que la gravación de las rentas del capital (mucho más bajas que las rentas del trabajo), descendieron todavía más. La tasa de gravación de las rentas del capital en los países de la eurozona pasó de representar el 17,0% en 1995 al 14,0% en 2003, el mayor descenso entre el grupo de países de la OCDE (el club de países más ricos), mientras que las rentas del trabajo continuaron gravándose al 35%. La tasa de gravación del consumo se mantuvo al mismo nivel, con un ligero aumento del 20,5% en 1995 al 20,8% en 2003. Estos datos muestran que fueron las rentas del capital las que se beneficiaron más como consecuencia de las políticas fiscales aplicadas durante aquel periodo. Otro grupo que se ha beneficiado enormemente son las rentas superiores, que han visto descender su tasa de gravación del 51,52% de su renta al 49,20%. Para entender estas cifras hay que saber que cada 0,1% de descenso en la tasa de gravación representa miles de millones de euros que los Estados dejan de ingresar.

          ¿Cómo se justifican estas políticas tan favorables a las rentas del capital y a las rentas superiores? El discurso neoliberal (presente en la mayoría de los partidos gobernantes en los países de la Eurozona) es que el capital y las personas de rentas superiores (los ricos) son muy movibles y si los Estados no los miman dejarán el país. Son parte de las clases cosmopolitas que se mueven de un país a otro como parte de la jet-set. Ahora bien, los Estados pueden intervenir para disminuir tal movilidad. Y si no lo hacen es predominantemente por razones políticas, es decir, que no se atreven a enfrentarse con intereses fácticos tan importantes como, por ejemplo, la banca. Hoy, gran parte de los movimientos del capital financiero son de tipo especulativo, es decir, que se enriquecen sin crear riqueza. Es la economía del casino que nos ha llevado a la crisis que estamos viviendo. De ahí que deberían eliminarse estas actividades y gravar fuertemente esta movilidad de capitales a corto plazo. La existencia de los paraísos fiscales (que existen, no sólo en Suiza y Luxemburgo, sino también en Alemania, EEUU, Bélgica e Irlanda) dañan, no sólo a los países donde tales paraísos existen, sino a los países de los cuales provienen estos capitales. Significan el caso de evasión y corrupción de capitales más importante del mundo, de la Eurozona y de España. El hecho de que incluso ahora, tras el enorme daño que han causado, los Estados no hayan intervenido todavía, muestra la naturaleza política del problema.

          Otras medidas, además de coordinar las políticas fiscales entre los países de la UE, es establecer unos estándares de gravación empresarial, por debajo de los cuales no podrían permitirse operar a las empresas en un país. Ello estaría encaminado a evitar el fenómeno Irlanda, que ha basado su desarrollo dentro de la UE, a base de salarios e impuestos bajos, resultando un Estado con escasísima sensibilidad social y baja calidad de vida. Esta estrategia de desarrollo, que ha seguido también España, conduce a un desarrollo caracterizado por enormes altibajos, sin basarse en una riqueza estable y bien repartida (como la de los países nórdicos).

          Se requiere también el desarrollo de normativas sociales como condición de permanencia en la Unión Europea, garantizando la existencia de derechos sociales y laborales (tales como la universalidad de protección social en todas sus categorías), así como un código obligatorio (no voluntario) de conducta de las empresas, expandiendo su criterio de beneficio y productividad, considerando beneficio no sólo la rentabilidad para sus accionistas y gestores, sino también su aportación a la comunidad. Tales reglas y derechos deben establecerse a nivel de la UE, estableciendo las condiciones para alcanzar un pacto social a nivel comunitario, lo cual requeriría una legislación a ámbito continental que permitiera convenios colectivos a nivel europeo (lo cual no existe hoy en la UE). Y deberían incluirse impuestos a nivel comunitario, tales como impuestos de protección ambiental, que sirvieran para fines sociales ampliamente populares.

          En realidad, no es difícil ver las políticas públicas que deberían hacerse, tanto a nivel de cada Estado como a nivel de toda la UE y de la Eurozona. Lo difícil es que se lleven a cabo debido al dominio de las fuerzas conservadoras y liberales en los Estados miembros de la UE, así como en el Consejo Europeo, en la Comisión Europea y en el Banco Central Europeo. La construcción de la Unión Europea se ha hecho mediante políticas neoliberales que han dañado el bienestar de las clases populares del continente. Las rentas del trabajo como porcentaje de las rentas nacionales han disminuido en la mayoría de los pases miembros de la UE (ver mi artículo “Lucha de clases en la UE”. Público, 17.06.10), durante los años de construcción de la UE y de su Eurozona. En la mayoría de los países de tal zona monetaria, el aumento notable de la productividad no se ha correspondido con el consiguiente incremento salarial, habiendo sido las rentas del capital las que se beneficiaron más de aquel aumento.

          Entre estas últimas rentas, las del capital financiero han alcanzado niveles de enorme exhuberancia, siendo su comportamiento una de las causas de la crisis actual. Ha sido, pues, la enorme polarización de las rentas (resultado, en gran parte, de las políticas fiscales regresivas) las que determinaron la problemática existente en estos países. Las soluciones a esta problemática requerirán la reversión de aquellas políticas fiscales regresivas, lo que exige unos cambios en las relaciones de poder existentes en la UE y en sus Estados miembros con mayor poder e influencia por parte de las clases populares a costa del excesivo poder que hoy tienen los grandes grupos financieros y empresariales y rentas superiores en aquellos países. Ello debiera conducir a cambios en la orientación económica y fiscal de muchos partidos de centro izquierda e izquierda (que tradicionalmente han representado a las clases populares), que, al hacer suyas las políticas neoliberales, se convirtieron durante estos años en parte del problema, en lugar de en parte de la solución.

          Paul Krugman: ¿tan difícil es entender que las políticas de austeridad agravan la crisis… ?

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          Ahora y luego

          Ver también: El fantasma del déficit fiscal rinde al G-20, Alejandro Nadal 

          PAUL KRUGMAN 27/06/2010

          KRUGMAN33 Gasten ahora que la economía sigue deprimida; ahorren luego, una vez que se haya recuperado. ¿Tan difícil resulta comprender esto?

          Muy difícil, a juzgar por el actual estado del debate político. En todo el mundo, los políticos parecen decididos a hacer lo contrario. Están ansiosos por privarle de dinero a la economía cuando necesita ayuda, al tiempo que se resisten a abordar los problemas presupuestarios a largo plazo.

          Pero a lo mejor una explicación clara de estos temas puede cambiar la forma de pensar de algunos. Así que hablemos de los déficits presupuestarios a largo y corto plazo. Me centraré en la situación de EE UU, pero otros países pueden aplicarse el cuento.

          En estos momentos, como posiblemente habrán notado, el Gobierno de EE UU tiene un gran déficit presupuestario. Sin embargo, gran parte de este déficit es consecuencia de la actual crisis económica, que ha mermado los ingresos y ha requerido gastos extraordinarios para rescatar el sistema financiero. A medida que la crisis amaine, las cosas mejorarán. La Oficina Presupuestaria del Congreso, en su análisis de las propuestas presupuestarias del presidente Obama, prevé que esa recuperación económica hará que el déficit presupuestario anual pase de aproximadamente el 10% del PIB de este año a alrededor del 4% del PIB en 2014.

          Por desgracia, eso no es suficiente. Incluso si los préstamos anuales del Gobierno se estabilizasen en el 4% del PIB, su deuda total seguiría creciendo más deprisa que sus ingresos. Es más, la Oficina Presupuestaria prevé que, tras tocar fondo en 2014, el déficit volverá a subir otra vez, en gran parte debido al aumento de los costes de la asistencia sanitaria.

          De modo que EE UU tiene un problema presupuestario a largo plazo. Para hacer frente a este problema será necesario, ante todo, un esfuerzo real para mantener los costes sanitarios bajo control; sin eso, nada va a funcionar. También hará falta encontrar ingresos o recortes del gasto adicionales. Desde un punto de vista económico, esto no debería resultar difícil; en concreto, un pequeño impuesto sobre el valor añadido, del 5% por ejemplo, contribuiría en gran medida a tapar ese agujero, y los impuestos estadounidenses en conjunto seguirían estando entre los más bajos del mundo desarrollado.

          Pero si al final tenemos que subir los impuestos y recortar el gasto, ¿no deberíamos empezar ya? No, no debemos.

          Ahora mismo tenemos una economía enormemente deprimida, y esa economía deprimida está infligiendo daños a largo plazo. Cada año que transcurre con una tasa de paso extremadamente alta, aumenta la probabilidad de que muchos parados de larga duración nunca se reincorporen a la fuerza laboral y se conviertan permanentemente en ciudadanos de segunda categoría. Cada año que hay cinco veces más gente buscando trabajo que ofertas de empleo, a cientos de miles de estadounidenses que terminan sus estudios se les niega la posibilidad de iniciar sus vidas laborales. Y cada mes que pasa nos vamos acercando a una trampa deflacionista similar a la japonesa.

          En momentos así, la tacañería no solo resulta cruel, sino que pone en peligro el futuro del país. Y ni siquiera es demasiado útil para reducir la carga de nuestra deuda futura, porque racanear con el gasto ahora amenaza la recuperación económica y, con ella, la esperanza de que aumenten los ingresos.

          De modo que este no es buen momento para la austeridad fiscal. ¿Cómo sabremos cuándo ha llegado ese momento? La respuesta es que el déficit presupuestario debería convertirse en una prioridad siempre y cuando la Reserva Federal haya recuperado cierta capacidad de tirar de la economía, de manera que pueda compensar los efectos negativos de las subidas de impuestos y los recortes del gasto reduciendo los tipos de interés.

          Actualmente, la Reserva no puede hacerlo porque los tipos de interés que puede controlar están cerca de cero y no pueden bajar más. Sin embargo, en última instancia, a medida que descienda el paro -probablemente cuando esté por debajo del 7% o menos-, la Reserva querrá subir los tipos para evitar una posible inflación. Y llegados a este punto podremos hacer un trato: el Gobierno empieza a recortar gastos y la Reserva Federal frena las subidas de los tipos, de modo que esos recortes no vuelvan a empujar a la economía a una crisis.

          Pero el momento de hacer ese trato está todavía muy lejos (probablemente, dentro de dos años o más). Por tanto, lo responsable es gastar ahora y pensar en ahorrar más tarde.

          Como he dicho, muchos políticos parecen decididos a hacer lo contrario. Muchos miembros del Congreso, en concreto, se oponen a ayudar a los parados de larga duración, por no hablar del Estado y los Gobiernos locales en apuros, basándose en que no podemos permitírnoslo. Al actuar así, están debilitando el gasto en un momento en que realmente lo necesitamos y poniendo en peligro la recuperación. Pero los esfuerzos por controlar los costes sanitarios fueron recibidos con gritos de "listas de la muerte".

          Y algunos de los protestones por el déficit que más ruido hacen en el Congreso están haciendo todo lo que pueden por reducir los impuestos que paga el puñado de afortunados estadounidenses que van a heredar patrimonios multimillonarios. Esto no le servirá de nada a la economía ahora, pero reducirá los ingresos en miles de millones de dólares anualmente de manera permanente.

          Pero algunos políticos deben ser sinceros en cuanto a lo de ser fiscalmente responsables. Y a ellos les digo: por favor, elijan bien el momento. Sí, tenemos que resolver nuestros problemas presupuestarios a largo plazo, pero no negándonos a ayudar a nuestra economía en un momento de necesidad.

          Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel de Economía 2008. © 2010 New York Times News Service. Traducción de News Clips.

          El fantasma del déficit fiscal rinde al G-20

          Alejandro Nadal

          El G-20 de Toronto pasará a la historia. No por la represión contra los manifestantes, eso ya es costumbre y nada nuevo. Será recordado por el compromiso de sus integrantes para convertir la crisis en una réplica de la gran depresión. El comunicado final del G-20 explícitamente le pone cifras a este pacto retrógrado: reducir en 50 por ciento los déficit fiscales para 2013. Una medida que en la fase actual de la crisis, con una demanda deprimida y altas tasas de desempleo, equivale a un suicidio colectivo.

          Es la respuesta a la histeria del déficit fiscal que en Europa y en Estados Unidos comienza a desdibujar una muy frágil recuperación. Parlamentos y congresos de legisladores parecen conejos asustados en un corral que dice a la entrada equilibrio fiscal.

          En Europa la austeridad fiscal domina, porque se le ve como la herramienta para rescatar no sólo al euro, sino a un proyecto macroeconómico fundado en la estupidez neoliberal. Ese salvamento pasa ahora por la destrucción de lo último que queda del pacto social del Estado de bienestar. Poco importa que con los desajustes en la UE y los altos niveles de desempleo, los recortes fiscales profundicen esta dolorosa recesión y hundan a Europa por muchos años.

          En el Congreso de Estados Unidos hay dos corrientes. Los ingenuos piensan que el estímulo fiscal ya cumplió su misión y que es tiempo de devolverle la estafeta al sector privado para mantener el crecimiento. La corriente perversa sostiene que el paquete fracasó, que ya se agotaron sus efectos y que no hay que repetir esa receta. Con estas visiones es claro que la administración Obama no conseguirá otro paquete de estímulo, y la economía estadunidense regresará a la recesión en 2011, si no es que antes.

          Un análisis más cuidadoso sobre los efectos del paquete de estímulo fiscal en Estados Unidos confirma esta conclusión. En febrero de 2009 el Congreso estadunidense aprobó el paquete de estímulo fiscal promovido por Obama, que incluyó reducciones fiscales por 288 mil millones de dólares (mmdd), un gasto en programas de educación, salud y beneficios por desempleo por otros 224 mmdd y préstamos y concesiones federales por 275 mmdd. Con sus 787 mmdd es el ejemplo más importante de política contracíclica en la historia fiscal de aquel país.

          Cuando se aprobó el estímulo el PIB estadunidense se desplomaba en caída libre: el primer trimestre de 2009 cayó 6.4 por ciento. No hay duda que el paquete ayudó a revertir esa tendencia y para el tercer trimestre de 2009 se tenía un crecimiento positivo. Desgraciadamente el efecto sobre el empleo no fue tan importante y la tasa de desocupación se mantiene en alrededor de 10 por ciento.

          Los efectos de este estímulo no han sido lo que quería la Casa Blanca, en parte por la naturaleza misma de la crisis y su entorno deflacionario. Los consumidores han usado la ayuda para descargar deudas, y en el contexto de gran capacidad ociosa existente las empresas no han invertido. Ahora que se está agotando el efecto del estímulo (para fines de este verano ya se habrá ejercido casi todo el paquete fiscal), el horizonte se oscurece. Si no hay otro impulso, la economía de Estados Unidos se hundirá en el estancamiento durante años.

          Se insiste en reducir el déficit fiscal vía la eliminación del paquete de ayuda, por la creencia de que dicho déficit genera aumentos en la tasa de interés. Esa es la razón que esgrime Robert Samuelson (el no-economista del Washington Post). Pero ¿nadie le ha dicho que en Estados Unidos la tasa de interés ya es cero y que precisamente por eso la política monetaria no tiene tracción para impulsar a la economía?

          Las otras razones caen por su propio peso. Se habla de que Estados Unidos ya llegó al tope en su capacidad de endeudamiento (la relación deuda pública PIB ya llegó al 90 por ciento). Pero la crisis no deja mucho espacio de maniobra y, por otro lado, los niveles de endeudamiento de una economía capitalista son un tema controvertido (en Japón la deuda pública es de 200 por ciento del PIB y no hay síntomas de inflación). Si como decía Keynes, el dinero es un vínculo entre el presente y el futuro, este endeudamiento es un préstamo que se hace la sociedad a sí misma.

          En plena crisis, con desempleo galopante, lo increíble es que en Estados Unidos y Europa la batalla de la austeridad fiscal la están ganando los neoliberales. Por eso en Toronto todos en el G-20 olvidaron que la mejor manera de cerrar un déficit fiscal y enfrentar el endeudamiento es con altas tasas de crecimiento estable. Y eso es precisamente lo que no se va a lograr con la famosa austeridad.

          El G-20 también será recordado por la sumisión de Obama a las ínfulas de una Alemania que ha podido imponer sus prioridades en Europa. La visión de austeridad fiscal de la señora Merkel era algo que Obama no tenía por qué comprar si hubiera tenido un poco más de claridad en sus convicciones. Pero bueno, ya estaba visto que en la Casa Blanca no hay convicciones que duren más allá de la hora del almuerzo.

          http://nadal.com.mx

          Galbraith y Krugman: En defensa del déficit público…

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          James K. Galbraith

          The Nation, Traducido para Rebelión por Juan Agulló

          DINERO3 La Comisión Simpson-Bowles1, amparada en las farisaicas enaguas de la reducción del déficit público, acaba de declarar –por boca de su Presidente- que propondrá recortes a la Seguridad Social. (Quizás, para rememorar su ecológico pasado, el ex Senador Alan Simpson se da a la prometeica tarea de podar la Seguridad Social). La congelación del gasto público por parte de Obama constituye otro sacrificio simbólico a los dioses del déficit. La mayoría de los observadores cree que la referida decisión no tiene vuelta atrás pero, ¿qué ocurriría si la tuviera? La respuesta es que una reducción demasiado grande del déficit público puede destruir la economía (o lo que queda de ella) y conducirnos, en un par de años, a una Gran Depresión.

          Precisamente por eso la fobia al déficit que predomina en Wall Street, en la prensa, entre algunos economistas y prácticamente, entre todos los políticos es, en realidad, uno de los mayores peligros al que nos enfrentamos actualmente. No se trata, tan sólo, de los pensionistas: ¡todos estamos amenazados! De hecho recortar el déficit público sin reconstruir, previamente, el engranaje del crédito privado es un camino, casi seguro, a la estagnación, a la recesión e incluso a una posible Gran Depresión. Asimismo, obsesionarse demasiado en garantizar recortes del déficit público a largo plazo, también puede contribuir a obstruir aquello que es necesario hacer para reestablecer un crecimiento fuerte y una recuperación del empleo.

          Dicho crudamente: sólo hay dos maneras posibles de lograr crecimiento económico a largo, generando déficit público o concediendo préstamos bancarios. Los Gobiernos y los bancos son, de hecho, las dos únicas instituciones con poder para crear algo de la nada. Si de lo que se trata es de aumentar la capacidad de inversión, necesariamente, uno de esos dos grandes motores financieros tiene que ponerse en marcha.

          Para el ciudadano de a pie el déficit público es, pese a su mala reputación, mucha mejor idea que los préstamos privados. De hecho es una forma de que el dinero llegue –limpio de polvo y paja- a sus bolsillos, listo para empezar a gastar cuando quiera y en lo que quiera… incluso, para saldar sus deudas. Eso es lo que, técnicamente hablando, se llama un “aumento del patrimonio financiero líquido”. Para la gente de la calle eso es bueno pero para los bancos no, porque no ganan nada…

          Y eso es, precisamente, lo que explica las fobias clásicas de las bolsas, de las grandes empresas y de los economistas de derechas. A los banqueros no les gusta nada el déficit fiscal porque compite con los préstamos bancarios como fuente de crecimiento. Cuando un banco presta, sus ganancias también lo hacen porque hay intereses que alguien tiene que pagar e incluso, si la deuda no puede ser saldada, puede terminar habiendo un activo financiero –en forma de inmueble, fábrica o empresa- del que se terminará apropiando el banco. Aparentemente sencillo ¿verdad?

          Pues no tanto, porque aunque todo esto debería resultar evidente, suele permanecer opaco. Y suele permanecer opaco porque legiones de esbirros de Wall Street –coordinados, sobre todo, por la Fundación Peter Peterson pero también por el ex Contralor General David Walker; el ala derecha del Partido Demócrata, con Robert Rubin a la cabeza y numerosas iniciativas “bipartidistas”, como la Coalición Concordia o el Comité para un Presupuesto Federal Responsable- trabajan arduamente para generar la mayor confusión pública posible en estos asuntos. De hecho, todos esos irresponsables no expresan, jamás, la más mínima autocrítica por la crisis financiera que se originó en Wall Street y les estalló en sus narices. Al contrario, ellos siempre advierten -con un cinismo impresionante- que los Gobiernos podrían ser generadores de “subprimes” y de “Pirámides Ponzi” [NDT: timos], cosas que no son ciertas.

          Ésas son, también, las persona a las que les encanta la vieja cantinela de que la Seguridad Social está en “bancarrota” o aquella otra de que la “pesada carga” del déficit público “la terminarán pagando nuestros nietos” o decir que “estamos endeudados hasta las orejas”. Todas esas idioteces no son más que parte de una de las mayores campañas de desinformación de todos los tiempos.

          Dicha campaña se fundamenta en lo que muchos llaman “sentido común”. De hecho es fácil vender como “sabiduría casera” que los Gobiernos no pueden, como las familias, “vivir por encima de sus posibilidades”. El problema es que los Gobiernos no son como las familias: éstas últimas dependen de las rentas para saldar sus deudas, y los Gobiernos no.

          Además, en el peor de los casos, los deudores privados pueden quebrar: la bancarrota es una protección que brindan las sociedades civilizadas como alternativa al sistema penitenciario. La otra es que, si se trata de hipotecas, los deudores pueden hacer entrega de los bienes que no han podido pagar y punto.

          En el caso de los Gobiernos no hay riesgo de impago. Por eso gastan dinero (y pagan intereses) sin importarles demasiado. Lo curioso es que, a diferencia de los deudores privados, no necesitan liquidez. Como le gusta subrayar al agudo economista Warren Mosler, el funcionario de Hacienda que firma los cheques de la Seguridad Social no sabe quién es y mucho menos conoce el teléfono del colega que recaudó esos impuestos. De hecho si usted, de repente, desea pagar sus propios impuestos en dinero contante y sonante, el Gobierno de turno le dará un recibo y ya le cobrará. Como es la fuente de dinero, siempre está ahí.

          Quizás por eso los Gobiernos gastan impunemente. Se trata, además, de gastos sin costo ya que la inflación se puede eliminar, por ejemplo, vía depreciación de la moneda nacional. El gasto suntuario –por ejemplo, en aventuras militares innecesarias- seca las fuentes reales de recursos pero lo bueno es que ningún Gobierno puede quebrar jamás en la moneda que él mismo controla. Las moratorias de deuda ocurren, solamente, cuando los Gobiernos que las decretan no controlan la moneda en la que se endeudan –como Argentina, que tenía deuda en dólares o ahora Grecia que, aunque todavía no ha decretado una moratoria de pagos, debe en euros. Sea como fuere, cuando la soberanía es un hecho real, la bancarrota es un hecho irrelevante. Cuando Obama afirma, inopinadamente, que Estados Unidos “no tiene dinero”, dice algo sin sentido y por ende peligroso: me pregunto si él mismo se lo cree.

          Tampoco es cierto que el déficit público sea una herencia envenenada para las generaciones venideras. De hecho, más bien, nunca termina de pagarse ni se terminará de hacerlo. Las deudas personales se son contraídas durante la vida del deudor o incluso a su muerte pero son difícilmente heredadas. El déficit público, por el contrario, siempre está ahí porque los Gobiernos nunca mueren y aún en el improbable caso de que lo hicieran (como consecuencia de una guerra o de una revolución) nadie heredaría ese fardo.

          El déficit público siempre aumenta. Estados Unidos siempre ha tenido –salvo en seis cortas ocasiones seguidas, todas ellas, de recesión- presupuestos deficitarios. Ello, lejos de suponer una pesada carga, ha constituido la espoleta del crecimiento económico. Los títulos de deuda pública, a diferencia del endeudamiento privado –que únicamente transfiere rentas de una parte del sector privado a otra- alimentan la liquidez de las empresas.

          Los que son una amenaza para la solvencia son los intereses. Una reciente proyección del Centro de Presupuesto y Prioridades Políticas –basada en simples declaraciones de la Oficina Presupuestaria del Congreso (que es un gabinete encargado de realizar análisis presupuestarios para el Congreso de Estados Unidos)- afirma que el pago de intereses de la deuda pública frisará el 15% del PIB en 2050, lo que supondría un déficit total de, aproximadamente, un 300%. El problema es que eso es, sencillamente, imposible. Si los intereses se pagasen a personas que lo más lógico es que gastasen en bienes y servicios generadores de empleo, entonces estaríamos hablando de una forma de gasto público como otra cualquiera. Pagos de intereses de esa categoría afectarían a la economía tanto como la movilización para la Segunda Guerra Mundial. Lo más irónico del asunto es que, mucho antes de llegar a esos extremos, alcanzaríamos pleno empleo con una inflación creciente que dispararía el crecimiento económico y estabilizaría la deuda. Lo que en ese improbable caso probablemente haría la Reserva Federal sería garantizar el pago de intereses manteniendo los tipos de interés a corto a precios muy bajos.

          ¿Y qué decir de los extranjeros? ¿Acaso es cierto que nos hacen un favor comprándonos títulos de deuda? Para hacer eso China, por ejemplo, tiene que vendernos bienes sin que nosotros [NDT: Estados Unidos] podamos venderles nada a cambio. Eso supone un esfuerzo para China; un esfuerzo que Pekín está dispuesto a realizar porque tiene razones para ello: exportar productos industrializados promueve la formación de la fuerza de trabajo, las transferencias de tecnología y mejora de la calidad de los productos manufacturados. Todo esto activa, además, la generación de empleo. Pero esas son cosas de los chinos.

          Para China los títulos de deuda son una especie de tesoro sin valor. Pekín no puede hacer gran cosa con ellos. China ya importa todas las materias primas, maquinaria y aeronaves que puede utilizar y si quisiera más, compraría más. Entonces, a menos que Pekín decida cambiar su política de exportación, su stock de títulos de deuda estadounidense seguirá creciendo… y nosotros [NDT: Estados Unidos] vamos a seguir pagando los intereses que esos títulos generan, pero no con un esfuerzo real, sino digitando números en ordenadores… y eso no cuesta nada: ni ahora ni nunca. (Si los chinos acumulasen los intereses, podrían ayudarnos a crear empleo. Así que el hecho de comprar muchos bienes a los chinos implica que tendremos que ser muy imaginativos y audaces si lo que realmente deseamos es crear todo el empleo que necesitamos). Una última cuestión ¿China podría vender sus dólares? En principio podría hacerlo comprando, por ejemplo, deuda griega (lo que revalorizaría el euro frente al dólar). Lo que ocurre es que, si se reflexiona bien, no da la impresión de que a ningún burócrata chino eso le parezca una buena idea.

          Lo que es cierto para el Gobierno como un todo, también lo es para sus partes. Lo es, por ejemplo, para la Seguridad Social, que ni puede declararse en quiebra ni dejar de pagar por las buenas, salvo que el Congreso decida –o digamos mejor, que el Congreso, siguiendo las recomendaciones de la Comisión Simpson-Bowles- decida cerrar el grifo. El argumento que vincula la viabilidad de la Seguridad Social a una supuesta curva descendente de las cotizaciones sociales es definitivamente falaz y tiene motivaciones políticas de fondo. Ese planteamiento es una farsa. El primero en emplearlo fue Franklin Delano Roosevelt quien, así, pretendía proteger a la Seguridad Social de los intentos de recorte. Paradójicamente, su argumento terminó sirviendo para todo lo contrario: ahora se ha convertido en una recurrente forma de generar ansiedad  y en el mejor argumento para evitar la expansión universal del sistema de Seguridad Social.

          La Seguridad Social es un programa público que se financia a partir de las cotizaciones. Promueve, por consiguiente, la circulación de recursos en un lapso determinado de tiempo. La principal circulación no va, como suele creerse, del joven hacia el mayor puesto que incluso si la Seguridad Social no existiera alguien se ocuparía de los ancianos. Lo que suele argumentarse, de hecho ocurría, más bien, antiguamente: los más jóvenes se ocupaban de sus mayores. Desde que la Seguridad Social existe eso ya no es igual: la transferencia real, efectiva, se da de los padres que tienen hijos hacia los que no los tienen y de los jóvenes cuyos progenitores han fallecido hacia los padres que no tienen descendencia. En ambos casos se trata de una distribución equitativa, progresiva y sobre todo sostenible. Es cierto que hay un problema con el coste de la asistencia médica pero, también, que ese no es un problema de la Seguridad Social. No es algo que, por consiguiente, deba resolverse a través de recortes en la asistencia sanitaria, precisamente porque, si por algo se caracteriza la asistencia sanitaria pública es por su bajo coste. Ése es precisamente el problema que explica que la Seguridad Social sea odiada, desde hace décadas, por los peores depredadores de Wall Street.

          El déficit público y el endeudamiento están interconectados. El endeudamiento contribuye, de hecho, a la reducción del déficit. Eso es lo que ocurrió durante toda la década de los 90. Un colapso en el crédito genera, sin embargo, mayores gastos e impagos: eso es lo que está ocurriendo ahora. Como los bancos no pueden prestar el déficit aumenta. El único problema es hacia dónde se orienta ese déficit: ¿hacia inversiones productivas que reconstruyen el país -como durante el New Deal– o hacia acumulaciones improductivas de capital, en un clima de inseguridad y de desempleo, que más bien podrían estar siendo invertidas en la generación de empleo?

          Si se pudieran revivir los endeudamientos, ¿sería bueno volver a endeudarse? Siempre que haya buenas razones, por qué no. Los Gobiernos suelen estar, por definición, burocratizados y tener pesadas conducciones políticas. Operan, fundamentalmente, en los ámbitos del derecho y de la regulación. Los bancos privados, por el contrario, al estar descentralizados y ser competitivos, suelen tener mucha mayor flexibilidad. Un buen sistema bancario conducido por gente competente, con buen criterio para los negocios y que conozca a su clientela, es bueno para cualquier economía. El hecho de que usted tenga que pagar los intereses que genera una deuda también puede constituir un elemento de motivación para seguir invirtiendo.

          El problema es que actualmente no existe ese tipo de banco. Lo que hay es un cártel dirigido por una plutocracia incompetente cuyos tentáculos llegan hasta las faltriqueras de los Estados. Para que un crédito tenga retorn hay que descontar las deudas impagables, que ahora se han convertido en exorbitantes; restaurar la renta privada (creando empleo) y el sistema de garantía (o sea, el valor de los bienes inmuebles) pero, sobre todo, hay que reestructurar el sistema financiero. Hay que intervenir los bancos, combatir el fraude, generar incentivos para préstamos orientados al ahorro energético, a la construcción de infraestructuras y a otros sectores [productivos estratégicos]. Una posibilidad alternativa es promover la creación de un sistema bancario nuevo y paralelo, que es lo que se hizo durante el New Deal [NDT: en Estados Unidos] con la banca pública e incluso, con las promociones sociales de vivienda protegida (Fannie Mae y Freddie Mac [NDT: los dos bancos de inversión en los que se originó la crisis financiera actual] salieron de ahí)…

          De todos modos, hasta que no se emprenda una reforma financiera seria, el déficit presupuestario es la única manera de recuperar la senda del crecimiento económico. No es necesario que éste sea de su agrado; simplemente usted tiene que ser consciente de que hace falta para recuperar el crecimiento y el empleo y de que, además, va a hacer falta durante mucho tiempo: por lo menos, hasta que se diseñe un plan estratégico de inversiones en energía y en medio ambiente parcialmente financiado por un sector financiero reformado, restaurado y disciplinado.

          Pero más allá de mis impresiones y deseos personales es muy posible que la actual histeria imperante -en relación con el déficit público- no sea más que una cortina de humo orientada a desviar la atención de las disfunciones estructurales que caracterizan al actual sistema bancario: sería la única forma de detener una reforma financiera. Si ese fuera el caso, lo que yo me preguntaría es si eso es intrínsecamente bueno. Porque puede serlo pero también puede no serlo…

          James K. Galbraith (autor de The Predator State: How Conservatives Abandoned the Free Market e Why Liberals Should Too, Free Press, 2008) es profesor en la Escuela de Administración Pública de la Universidad de Texas y Consejero Académico del Instituto de Economía Levy.

          Fuente: http://www.thenation.com/article/defense-deficits

          Los halcones del déficit han tomado el control del G20

          Paul Krugman

          krugman.blogs.nytimes.com

          “Los países enfrentados a serios desafíos fiscales necesitan acelerar el ritmo de consolidación”; y se añade: “Saludamos los recientes anuncios de algunos países en el sentido de reducir sus déficits en 2010 y robustecer su marco y sus instituciones fiscales”

          Esas palabras contrastan vivamente con el anterior comunicado del G20 de fines de abril, que llamaba a mantener el apoyo fiscal “hasta que la recuperación esté firmemente impulsada por el sector privado y se haya llegado a echar más raíces”.

          Es de todo punto increíble que eso ocurra con un desempleo todavía al alza en la eurozona, y con sólo unos débiles indicios de progresos en el mercado de trabajo estadounidense.

          ¿No necesitamos preocuparnos por la deuda pública? Sí; pero abandonar el gasto público cuando la economía está todavía profundamente deprimida es, además de extremadamente costoso, una forma bastante ineficaz de reducir la deuda futura. Costoso, porque deprime más a la economía; ineficaz, porque, deprimiendo a la economía, la contracción fiscal resultante reducirá la recaudación impositiva. Una estimación aproximada ahora mismo es que recortar el gasto en un 1% del PIB incrementa la tasa de desempleo en un 0,75% (en comparación con lo que ocurriría de otro modo) y, sin embargo, reduce la deuda futura en menos de un 0,5% del PIB.

          Lo manifiestamente correcto es hacer cosas que reduzcan el gasto y/o incrementen el ingreso luego de que la economía se haya recuperado, y en particular, esperar a que la economía sea lo bastante fuerte como para que la política monetaria pueda compensar los efectos contractivos de la austeridad fiscal. Pero no: los halcones del déficit quieren sus recortes mientras las tasas de desempleo se hallan todavía a niveles récord y la política monetaria aún se halla en apuros frente a aumentos de precios rayanos en el cero.

          Pero ¿qué hay de Grecia y todo eso? Fíjense, los problemas de deuda soberana los padecen países que se enfrentan a un problema muy específico: forman parte de la zona euro, Y están sobrevalorados gracias a los enormes flujos de entrada de capitales que experimentaron en los buenos tiempos; resultado de lo cual es que ahora experimentan años de terrible deflación. Los países que no se hallan en esa situación no se enfrentan a ninguna presión de los mercados para proceder a recortes inmediatos; esta misma mañana, los bonos a 10 años rendían un 3,51 en Gran Bretaña, un 3,21 en los EEUU y un 1,27 en Japón.

          Sin embargo, la sabiduría ahora convencional dice que esos países deben, a pesar de todo, proceder a recortes: no porque los mercados lo estén exigiendo, no porque eso vaya a tener algún impacto apreciable en las perspectivas fiscales a largo plazo, sino porque piensan que, aun si no deberían hacerlo, los mercados podrían llegar a exigirlo en el futuro.

          Una locura manifiesta que adopta la pose de la sabiduría. Increíble.

          Paul Krugman es profesor de economía en Princeton. Fue Premio Nobel de en 2008.

          http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3384

          Krugman: ¿se avecina una década perdida, por insuficiente intervención pública?

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          PAUL KRUGMAN 23/05/2010

          CRISISSS1 A pesar del coro de voces que afirman lo contrario, no somos Grecia. Sin embargo, nos parecemos cada vez más a Japón. Durante los últimos meses, muchos de los comentarios que se han hecho sobre la economía -algunos de los cuales se hacían pasar por información objetiva- giraban en torno a un tema: los responsables políticos están haciendo demasiado. Los Gobiernos tienen que dejar de gastar, se nos dice. Grecia se esgrime como un cuento con moraleja, y cada pequeña subida del tipo de interés de los bonos del Gobierno estadounidense se considera un indicio de que los mercados se están volviendo contra EE UU por sus déficits. Mientras tanto, hay continuas advertencias de que la inflación está a la vuelta de la esquina y de que la Reserva Federal tiene que abandonar sus esfuerzos por apoyar la economía y poner en marcha su estrategia de salida, restringiendo el crédito mediante la venta de activos y subiendo los tipos de interés.

          ¿Y qué hay del desempleo casi récord, con un paro a largo plazo que es el peor que ha habido desde los años treinta? ¿Qué hay del hecho de que los aumentos del empleo de los últimos meses, que, aunque se agradecen, hasta ahora han reportado menos de 500.000 de los más de ocho millones de puestos de trabajo perdidos tras la crisis financiera? Bah, preocuparse por los parados es muy de 2009.

          Pero la verdad es que los responsables políticos no están haciendo demasiado; están haciendo demasiado poco. Los datos recientes no indican que EE UU vaya camino de un hundimiento de la confianza de los inversores similar al de Grecia. Lo que sí dan a entender, en cambio, es que tal vez nos dirijamos hacia una década perdida como la de Japón, atrapado en un prolongado periodo de paro elevado y bajo crecimiento.

          Hablemos primero de esos tipos de interés. En varias ocasiones a lo largo del pasado año, tras unas subidas moderadas de los tipos, se nos ha dicho que ya estaban aquí los guardianes de las obligaciones, que más le valía a EE UU recortar drásticamente su déficit o, si no, que se preparara. En cada ocasión, los tipos volvieron a bajar al poco tiempo. Recientemente, en marzo, se armó un jaleo por el tipo de interés de los bonos estadounidenses a 10 años, que había subido desde el 3,6% hasta casi el 4%. The Wall Street Journal titulaba: "El miedo a la deuda hace subir los tipos", aunque realmente no había ninguna prueba de que el miedo a la deuda fuese el responsable.

          Desde entonces, sin embargo, los tipos han desandado, y con creces, esa subida. El jueves, el tipo de las obligaciones a 10 años estaba por debajo del 3,3%. Ojalá pudiera decir que la caída de los tipos de interés refleja un aumento del optimismo respecto a las finanzas federales de EE UU. Sin embargo, lo que realmente refleja es un aumento del pesimismo respecto a las perspectivas de una recuperación económica, pesimismo que ha hecho que los inversores huyan de cualquier cosa que parezca arriesgada -de ahí el hundimiento del mercado de valores- para refugiarse en la aparente seguridad de la deuda del Gobierno estadounidense.

          ¿Qué hay detrás de este nuevo pesimismo? En parte es un reflejo de los problemas en Europa, que tienen menos que ver con la deuda gubernamental de lo que han oído; el verdadero problema es que, al crear el euro, los dirigentes europeos impusieron una moneda única a economías que no estaban preparadas para una medida así. Pero también hay señales de advertencia en EE UU; la última, el informe del miércoles sobre los precios de consumo, que mostraban una indicación clave de una caída de la inflación por debajo del 1%, su valor más bajo en los últimos 44 años.

          La verdad es que no tiene nada de sorprendente: es de esperar que la inflación caiga ante el paro masivo y el exceso de capacidad. Pero de todas formas son noticias realmente malas. La inflación baja, o, todavía peor, la deflación, tiende a perpetuar la recesión económica porque anima a la gente a acumular dinero en vez de gastarlo, lo que hace que la economía siga deprimida, lo cual conduce a más deflación.

          Ese círculo vicioso no es hipotético; que se lo pregunten a los japoneses, que cayeron en la trampa deflacionista en los años noventa y, a pesar de los episodios ocasionales de crecimiento, siguen sin poder salir de ella. Y podría pasar en EE UU.

          Así que lo que realmente deberíamos preguntarnos en estos momentos no es si estamos a punto de convertirnos en Grecia. Lo que deberíamos preguntarnos, en cambio, es qué estamos haciendo para evitar convertirnos en Japón. Y la respuesta es: nada.

          No es que nadie entienda el riesgo. Tengo sospechas fundadas de que algunos funcionarios de la Reserva Federal ven los paralelismos con Japón muy claramente y desearían hacer más para apoyar la economía. Pero, en la práctica, es todo lo que pueden hacer para refrenar los impulsos restrictivos de sus compañeros, que (al igual que los gobernadores de los bancos centrales de los años treinta) siguen teniendo pavor a la inflación a pesar de la ausencia de cualquier indicio de que los precios estén aumentando. También sospecho que a los economistas de la Administración de Obama les gustaría muchísimo ver otro plan de estímulo. Pero saben que un plan así no tendría ninguna posibilidad de ser aprobado por un Congreso aterrorizado por los halcones del déficit.

          En resumen, el miedo a las amenazas imaginarias obstaculiza cualquier respuesta eficaz al peligro real al que se enfrenta nuestra economía.

          ¿Sucederá lo peor? No necesariamente. Quizá las medidas económicas que ya se han tomado terminen por hacer el milagro y pongan en marcha una recuperación que se mantenga sola. Sin duda, eso es lo que todos esperamos. Pero la esperanza no es un plan.

          Paul Krugman es profesor de economía en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía 2008. © New York Times Service. Traducción de News Clips.

          Written by Eduardo Aquevedo

          29 mayo, 2010 at 18:49

          Lo que no se dice de la crisis internacional…

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          Vicenç Navarro

          CRISISSS1 La crisis que están viviendo algunos países mediterráneos –Grecia, Portugal y España– e Irlanda se está atribuyendo a su excesivo gasto público, que se supone ha creado un elevado déficit y una exuberante deuda pública, escollos que dificultan seriamente su recuperación económica. De ahí las recetas que el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo (BCE) y el Consejo Europeo han estado imponiendo a aquellos países: hay que apretarse el cinturón y reducir el déficit y la deuda pública de una manera radical.

          Es sorprendente que esta explicación haya alcanzado la dimensión de dogma, que se reproduce a base de fe (el omnipresente dogma liberal) y no a partir de una evidencia empírica. En realidad, ésta muestra lo profundamente errónea que es tal explicación de la crisis. Veamos los datos.

          Todos estos países tienen los gastos públicos (incluyendo el gasto público social) más bajos de la UE-15, el grupo de países más ricos de la Unión Europea, al cual pertenecen. Mírese como se mire (bien gasto público como porcentaje del PIB; bien como gasto público per cápita; bien como porcentaje de la población adulta trabajando en el sector público), todos estos países están a la cola de la UE-15. Su sector público está subdesarrollado. Sus estados del bienestar, por ejemplo, están entre los menos desarrollados en la UE-15.

          Una causa de esta pobreza del sector público es que, desde la Segunda Guerra Mundial, estos países han estado gobernados la mayoría del periodo por partidos profundamente conservadores, en Estados con escasa sensibilidad social. Todos ellos tienen unos sistemas de recaudación de impuestos escasamente progresivos, con carga fiscal menor que el promedio de la UE-15 y con un enorme fraude fiscal (que oscila entre un 20 y un 25% de su PIB). Son Estados que, además de tener escasa sensibilidad social, tienen escaso efecto redistributivo, por lo que son los que tienen mayores desigualdades de renta en la UE-15, desigualdades que se han acentuado a partir de políticas liberales llevadas a cabo por sus gobiernos. Como consecuencia, la capacidad adquisitiva de las clases populares se ha reducido notablemente, creando una economía basada en el crédito que, al colapsarse, ha provocado un enorme problema de escasez de demanda, causa de la recesión económica.

          Es este tipo de Estado el que explica que, a pesar de que su deuda pública no sea descomunal (como erróneamente se presenta el caso de Grecia en los medios, cuya deuda es semejante al promedio de los países de la OCDE), surjan dudas de que tales Estados puedan llegar a pagar su deuda, consecuencia de su limitada capacidad recaudatoria. Su déficit se debe, no al aumento excesivo del gasto público, sino a la disminución de los ingresos al Estado, resultado de la disminución de la actividad económica y su probada ineficacia en conseguir un aumento de los ingresos al Estado, debido a la resistencia de los poderes económicos y financieros.

          Por otra parte, la falta de crédito se debe al excesivo poder del capital financiero y su influencia en la Unión Europea y sus Estados miembros. Fue la banca la que, con sus comportamientos especulativos, fue creando burbujas que, al estallar, han generado los enormes problemas de falta de crédito. Y ahora están creando una nueva burbuja: la de la deuda pública. Su excesiva influencia sobre el Consejo Europeo, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo (este último mero instrumento de la banca) explica las enormes ayudas a los banqueros y accionistas, que están generando enormes beneficios. Consiguen abundante dinero del BCE a bajísimos intereses (1%), con el que compran bonos públicos que les dan una rentabilidad de hasta un 7% y un 10%, ayudados por sus agencias de calificación (que tienen nula credibilidad, al haber definido a varios bancos como entidades con elevada salud financiera días antes de que colapsaran), que valoran negativamente los bonos públicos para conseguir mayores intereses. Añádase a ello los hedge funds, fondos de alto riesgo, que están especulando para que colapse el euro y que tienen su base en Europa, en el centro financiero de Londres, la City, llamada el “Wall Street Guantánamo”, porque su falta de supervisión pública es incluso menor (que ya es mucho decir) que la que se da en el centro financiero de EEUU.

          Como bien ha dicho Joseph Stiglitz, con todos los fondos gastados para ayudar a los banqueros y accionistas se podrían haber creado bancos públicos que ya habrían resuelto los problemas de crédito que estamos experimentando (ver mi artículo “¿Por qué no banca pública?”, en www.vnavarro.org).

          En realidad, es necesario y urgente que se reduzca el sobredimensionado sector financiero en el mundo, pues su excesivo desarrollo está dañando la economía real. Mientras la banca está pidiendo a las clases populares que se “aprieten el cinturón”, tales instituciones ni siquiera tienen cinturón. Dos años después de haber causado la crisis, todavía permanecen con la misma falta de control y regulación que causó la Gran Recesión.

          El mayor problema hoy en la UE no es el elevado déficit o deuda (como dice la banca), sino el escaso crecimiento económico y el aumento del desempleo. Ello exige políticas de estímulo económico y crecimiento de empleo en toda la UE (y muy especialmente en los países citados en este artículo). No ha habido una crisis de las proporciones actuales en el siglo XX sin que haya habido un crecimiento notable del gasto público y de la deuda pública, que se ha ido amortizando a lo largo de los años a base de crecimiento económico. EEUU pagó su deuda, que le permitió salir de la Gran Depresión, en 30 años de crecimiento. El mayor obstáculo para que ello ocurra en la UE es el dominio del pensamiento liberal en el establishment político y mediático europeo, imponiendo políticas que serán ineficientes, además de innecesarias. Y todo para asegurar los beneficios de la banca. Así de claro.

          Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/2013/lo-que-no-se-dice-de-la-crisis/

          LA CRISIS ECONOMICA GLOBAL, LA GRAN DEPRESION DEL SIGLO XXI

          Prefacio del libro

          Michel Chossudovsky y Andrew Gavin Marsh

          Global Research

          Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

          Lo que sigue es el prefacio del libro The Global Economic Crisis. The Great Depression of the XXI Century, de Michel Chossudovsky y Andrew Gavin Marshall , Montreal, Global Research, 2010, que se publicará a finales de mayo [1].

          Cada uno de los autores de esta oportuna obra colectiva investiga bajo la dorada superficie para revelar una compleja red de engaño y distorsión mediática que sirve para ocultar el funcionamiento del sistema económico global y su impacto devastador en las vidas de las personas.

          Con las contribuciones de Ellen Brown, Tom Burghardt, Michel Chossudovsky, Richard C. Cook, Shamus Cooke, John Bellamy Foster, Michael Hudson, Tanya Cariina Hsu, Fred Magdoff, Andrew Gavin Marshall, James Petras, Peter Phillips, Peter Dale Scott, Bill Van Auken, Claudia von Werlhof y Mike Whitney se examina detenidamente tanto las complejas causas como las devastadoras consecuencias de la crisis económica.

          A pesar de la diversidad de puntos de vista y perspectivas presentados en este volumen, en última instancia todas las personas que han contribuido a él llegan a la misma conclusión: la humanidad se encuentra en la encrucijada de crisis económica y social más grave de la historia moderna.

          Prefacio de La crisis económica global. La Gran Depresión del siglo XXI

          En todas las principales regiones del mundo la recesión económica está profundamente arraigada lo que provoca un paro generalizado, el colapso de los programas de bienestar social y el empobrecimiento de millones de personas. La crisis económica va acompañada de un proceso de militarización a escala mundial, una “guerra sin fronteras” dirigida por Estados Unidos de América y sus aliados de la OTAN. El comportamiento de la “larga guerra” del Pentágono está íntimamente relacionado con la reestructuración de la economía global.

          No nos encontramos ante una crisis o recesión económica definida en sentido limitado. La arquitectura financiera global sustenta unos objetivos estratégicos y de seguridad nacional. La agenda militar de Estados Unidos y la OTAN sirve a su vez para refrendar a una poderosa elite de los negocios que mina y eclipsa implacablemente las funciones del gobierno civil.

          Este libro lleva al lector por los pasillos de la Reserva Federal y del Consejo de Relaciones Exteriores, detrás de las puertas cerradas del Banco de Pagos Internacionales, dentro de las lujosas salas de juntas de las corporaciones de Wall Street donde con un clic del ratón del ordenador se llevan a cabo rutinariamente transacciones financieras de amplio alcance desde las terminales de ordenadores conectados con los principales mercados de valores.

          Cada uno de los autores de esta oportuna obra colectiva investiga bajo la dorada superficie para revelar una compleja red de engaño y distorsión mediática que sirve para ocultar el funcionamiento del sistema económico global y su impacto devastador en las vidas de las personas. Nuestro análisis se centra en el papel de poderosos actores económicos y políticos en un entorno labrado por la corrupción, la manipulación financiera y el fraude.

          A pesar de la diversidad de puntos de vista y perspectivas presentados en este volumen, en última instancia todas las personas que han contribuido a él llegan a la misma conclusión: la humanidad está en la encrucijada de crisis económica y social más grave de la historia moderna.

          El colapso de los mercados financieros en 2008-2009 fue el resultado del fraude institucionalizado y de la manipulación financiera. Los “rescates de bancos” se implementaron según las instrucciones de Wall Street, lo que llevó a la mayor transferencia de riqueza en dinero de la historia documentada mientras que simultáneamente se creaba un insuperable déficit público.

          Con el deterioro a escala mundial del nivel de vida y la caída en picado del gasto de los consumidores, toda la estructura del comercio internacional de artículos está potencialmente en peligro. El sistema de pagos y de transacciones de dinero está en una situación caótica. Tras el colapso del empleo, se ha trastocado el pago de salarios, lo que a su vez desencadena una caída de los gastos en artículos de consumo y servicios necesarios. Este dramático descenso del poder adquisitivo repercute negativamente en el sistema productivo y provoca un sarta de despidos, cierres de fábricas y bancarrotas. Exacerbado por la congelación del crédito, el descenso de la demanda de los consumidores contribuye a la desmovilización de recursos humanos y materiales.

          Este proceso de decadencia económica es acumulativo. Se ven afectadas todas las categorías de la fuerza de trabajo. Ya no se implementan los pagos de salarios, se trastoca el crédito y las inversiones de capital están paralizadas. Mientras tanto, en los países occidentales la “red de seguridad social” heredada del Estado de bienestar que protege a los parados durante un periodo de empeoramiento económico también está en peligro.

          El mito de la recuperación económica

          Aunque a menudo se reconoce la existencia de una “Gran Depresión” a escala de la de la década de 1930, está eclipsada por un férreo consenso: “La economía está en vías de recuperación”.

          Al tiempo que se habla de una recuperación económica, los comentaristas de Wall Street han pasado por alto persistente e intencionadamente el hecho de que el colapso financiero no está compuesto simplemente de una burbuja (la burbuja inmobiliaria de viviendas) que ya ha estallado. De hecho, la crisis tiene muchas burbujas todas las cuales dejan pequeña la burbuja inmobiliaria de viviendas que estalló en 2008.

          Aunque no hay un desacuerdo fundamental entre la corriente principal de analistas sobre la existencia de una recuperación económica, existe un acalorado debate acerca de cuándo ocurrirá, si en el próximo trimestre o en el tercer trimestre del año, etc. Ya a principios de 2010 se había predicho y confirmado la “recuperación” de la economía estadounidense por medio de un cuidadosamente trabajado aluvión de desiformación mediática.

          Mientras tanto, la terriblemente difícil situación del creciente paro en Estados Unidos se ha camuflado escrupulosamente. Los economistas consideran la bancarrota como un fenómeno microeconómico.

          Aunque los informes de los medios sobre bancarrotas revelan realidades a nivel local que afectan a una o más fábricas, no proporcionan un panorama global de lo que está ocurriendo a nivel nacional e internacional. Cuando se suman juntos todos estos cierres simultáneos en ciudades y poblaciones de todo el país emerge un panorama muy diferente: están cerrando sectores enteros de la economía nacional.

          Se sigue engañando a la opinión pública con respecto a las causas y consecuencias de la crisis económica, por no mencionar las soluciones políticas. Se lleva a la gente a creer que la economía tiene su propia lógica que depende de la libre interacción de las fuerzas del mercado y que poderosos actores financieros, que tiran de los hilos en las salas de juntas de las corporaciones, no podrían bajo ninguna circunstancia haber influido intencionadamente en el curso de los acontecimientos económicos.

          Se mantiene la incesante y fraudulenta apropiación de riqueza como parte integral del “sueño americano”, como un medio de propagar los beneficios de la riqueza económica. Como expresa Michael Hudson, se afianza el mito de que “sin riqueza en lo más alto no habría nada que goteara hacia abajo”. Esta lógica viciada del ciclo de los negocios hace imposible entender los orígenes estructurales e históricos de la crisis económica global.

          Fraude financiero

          La desinformación mediática sirve en gran parte a los intereses de un puñado de bancos globales y especuladores institucionales que utilizan su dominio de los mercados financieros y de mercancías para amasar vastas cantidades de riqueza en dinero. Las altas esferas del Estado están controladas por la clase dirigente corporativa, incluyendo a los especuladores. Mientras tanto, los “rescates de los bancos”, que se presentan al público como un requisito para la recuperación económica, han facilitado y legalizado un mayor proceso de apropiación de riqueza.

          Se han adquirido vastas cantidades de riqueza en dinero por medio de la manipulación del mercado. A menudo denominado “desregulación”, el aparato financiero ha desarrollado instrumentos sofisticados de completa manipulación y engaño. Con información y conocimiento previo interno y utilizando los instrumentos del comercio especulativo los principales actores financieros tienen la capacidad para amañar a su favor los movimientos de mercado, de precipitar el colapso del competidor y de causar estragos en las economías de los países en desarrollo. Estas herramientas de la manipulación se han convertido en una parte integral de la arquitectura financiera, están insertadas en el sistema.

          El fracaso de la economía dominante

          La profesión económica, particularmente en las universidades, raramente aborda el verdadero “mundo real” en funcionamiento de los mercados. Constructos teóricos centrados en modelos matemáticos sirven para representar un mundo abstracto, de ficción, en el que los individuos son iguales. No hay distinción teórica entre trabajadores, consumidores o corporaciones, todos los cuales son considerados “operadores individuales”. En este mundo abstracto ningún individuo solo tiene el poder o la capacidad para influenciar el mercado, ni puede haber conflicto alguno entre trabajadores y capitalistas.

          Al no analizar la interacción de poderosos actores económicos en la economía de la “vida real”, se pasan por alto los procesos de fraude del mercado, de manipulación y de fraude. Los programas de economía de las universidades no examinan ninguno de los siguientes temas: la concentración y centralización de la toma de decisiones económicas, el papel de las elites financieras, los thinks tanks económicos, las salas de juntas de las corporaciones. El constructo teórico es disfuncional; no se puede utilizar para proporcionar herramientas para comprender la crisis económica.

          La ciencia económica es un constructo ideológico que sirve para justificar el Nuevo Orden Mundial. Un conjunto de postulados dogmáticos sirve para mantener el capitalismo de libre mercado negando la existencia de la desigualdad social y se niega la naturaleza movida por el beneficio del sistema. El papel de poderosos actores económicos y cómo estos actores son capaces de influenciar el funcionamiento de los mercados financieros y de mercancías no preocupa a los teóricos de la disciplina. Raramente se consideran los poderes de manipulación del mercado que sirven para apropiarse de vastas cantidades de riqueza en dinero. Y cuando se reconocen, se considera que pertenecen al reino de la sociología o de la ciencia política.

          Esto significa que los analistas de la corriente dominante raramente analizan el marco político e institucional que hay detrás de este sistema económico global formado en el curso de los últimos treinta años. La consecuencia de ello es que, con algunas excepciones, la economía como disciplina no ha proporcionado el análisis que se requiere para comprender la crisis económica. De hecho, sus principales postulados de libre mercado niegan la existencia de una crisis. El centro de atención de la economía neoclásica es el equilibrio, desequilibrio y “corrección de mercado” o “ajuste” por medio de los mecanismos de mercado, como un medio de hacer volver a la economía “a la senda del crecimiento autosostenido”.

          Pobreza y desigualdad social

          La economía política global es un sistema que enriquece a unos pocos a expensas de la inmensa mayoría. La crisis económica global ha contribuido a aumentar las desigualdades sociales tanto dentro de los países como entre estos. Bajo el capitalismo global, la pobreza cada vez mayor no es el resultado de una escasez o de una falta de recursos humanos y materiales. La verdad es más bien lo contrario: la depresión económica está marcada por un proceso de desconexión entre recursos humanos y capital físico. Se destruyen las vidas de las personas. La crisis económica está muy arraigada.

          Bastante deliberadamente se han reforzado las estructuras de desigualdad social lo que lleva no sólo a un proceso generalizado de empobrecimiento sino también a la desaparición de los grupos con ingresos medios y medios altos.

          También está amenazado el consumo de la clase media en el que se basa este modelo de desarrollo capitalista difícil de controlar. Las bancarrotas han afectado a varios de los más activos sectores de la economía de consumo. Durante varios decenios las clases medias occidentales han estado sujetas al deterioro de su riqueza material. Aunque la clase media existe en teoría, es un clase construida y mantenida por la deuda de los hogares.

          En vez de la clase media, la clase rica se está convirtiendo rápidamente en la clase consumidora lo que lleva a un incesante crecimiento de la economía de productos de lujo. Además, con el agotamiento de los mercados de la clase media para productos manufacturados se ha producido un cambio decisivo y central en la estructura de la riqueza económica. Con la desaparición de la economía civil, el desarrollo de la economía de guerra de Estados Unidos, apoyando un descomunal presupuesto de defensa de casi tres billones de dólares, ha alcanzado nuevas cotas. Mientras caen los mercados de valores y aumenta la recesión, las industrias de armas avanzadas, los contratistas militares y de seguridad nacional y las compañías de mercenarios con mucho futuro (entre otros) han experimentado un próspero y radiante crecimiento de sus diferentes actividades.

          Guerra y crisis económica

          La guerra está inextricablemente unida al empobrecimiento de las personas dentro del propio país y en todo el mundo. La militarización y la crisis económica está íntimamente unidas. Se ha sustituido la provisión de artículos y servicios para satisfacer las necesidades humanas básicas por una “máquina de matar” a la que mueve el beneficio en apoyo a la “Guerra global contra el terrorismo” de Estados Unidos. Se hace luchar a los pobres contra los pobres. Sin embargo, la guerra enriquece a la clase alta que controla la industria, el ejército, el petróleo y la banca. En una economía de guerra, la muerte es buena para los negocios, la pobreza es buena para la sociedad y el poder es bueno para la política. Las naciones occidentales, en particular Estados Unidos, gastan cientos de miles de millones de dólares al año para matar a personas inocentes en lejanas naciones empobrecidas, mientras que los propios ciudadanos sufren las disparidades de las líneas divisorias de pobreza, clase, género y raza.

          A través del libre mercado se lleva a cabo una “guerra económica” declarada cuyo resultado es el paro, la pobreza y la enfermedad. Las vidas de las personas están en “caída libre” y se destruye su poder adquisitivo. En un sentido muy real, los últimos veinte años de economía de “mercado libre” han tenido consecuencias en las vidas de millones de personas a través de la pobreza y la indigencia social.

          En vez de ocuparse de una inminente catástrofe social, los gobiernos occidentales, que sirven a los intereses de las elites económicas, han instalado un Estado policial del “Gran Hermano” encargado de enfrentarse a todas las formas de oposición y disidencia social, y de reprimirlas.

          La crisis económica y social no ha llegado en modo alguno a su climax y países enteros, incluyendo Grecia e Islandia, están en peligro. No hay más que ver la escalada de la guerra en Asia Central y Oriente Medio, y las amenazas de Estados Unidos y la OTAN a China, Rusia e Irán para ser testigo de cómo la guerra y la economía están íntimamente unidas

          Nuestro análisis en este libro

          Las personas que han participado en este libro revelan las complejidades de la banca global y su insidiosa relación con el complejo industrial militar y los conglomerados de empresas petroleras. El libro presenta un enfoque interdisciplinario y multifacético, aunque también aborda el análisis de las dimensiones históricas e institucionales. Se ponen de relieve las complejas relaciones de la crisis económica con la guerra, del imperio con la pobreza mundial. Esta crisis tiene un verdadero alcance global y unas repercusiones en todas las naciones y en todas las sociedades.

          En la primera parte se exponen las causas generales de la crisis económica global así como los fallos de la economía dominante. Michel Chossudovsky se centra en la historia de la desregulación y la especulación financiera. Tanya Cariina Hsu analiza el papel del Imperio Estadounidense y su relación con la crisis económica. John Bellamy Foster y Fred Magdoff emprenden una revisión completa de la economía política de la crisis explicando el papel central de la política monetaria. James Petras y Claudia von Werlhof proporcionan un resumen y una crítica detallados del neoliberalismo y se centran en las repercusiones económicas, políticas y sociales de las reformas de del “libre mercado”. Shamus Cooke examina el papel decisivo de la deuda, tanto pública como privada.

          La segunda parte, que incluye capítulos de Michel Chossudovsky y Peter Phillips, analiza la creciente marea de pobreza y desigualdad social resultante de la Gran Depresión.

          La tercera parte, con contribuciones de Michel Chossudovsky, Peter Dale Scott, Michael Hudson, Bill Van Auken, Tom Burghardt y Andrew Gavin Marshall, examinan las relaciones que hay entre crisis económica, Seguridad Nacional, la guerra dirigida por Estados Unidos y la OTAN y el gobierno mundial. Como afirma Peter Dale Scott, en este contexto la crisis económica crea condiciones sociales que favorecen la instauración de una ley marcial.

          La cuarta parte se centra en el sistema monetario global, su evolución y su papel cambiante. Andrew Gavin Marshall examina la historia de los bancos centrales así como las diferentes iniciativas para crear sistemas monetarios regionales y globales. Ellen Brown se centra en la creación de un banco central global y de una moneda global por medio de un Banco de Pagos Internacionales (BIS, en sus siglas en ingles). Richard C. Cook examina el sistema monetario basado en la deuda como un sistema de control y proporciona un marco para democratizar el sistema monetario.

          La quinta parte se centra el en funcionamiento del Sistema Bancario en la Sombra que desencadenó el colapso de los mercados financieros de 2008. Los capítulos escritos por Mike Whitney y Ellen Brown describen detalladamente cómo el "plan Ponzi" de Wall Street se utilizó para manipular el mercado y transferir miles de millones de dólares a los bolsillos de los banksters*.

          Estamos en deuda con los autores por su investigación minuciosamente documentada, por su análisis incisivo y, lo que es más importante, por su firme compromiso con la verdad: Tom Burghardt, Ellen Brown, Richard C. Cook, Shamus Cooke, John Bellamy Foster, Michael Hudson, Tanya Cariina Hsu, Fred Magdoff, James Petras, Peter Phillips, Peter Dale Scott, Mike Whitney, Bill Van Auken y Claudia von Werlhof han proporcionado, con la mayor claridad, herramientas para comprender los complejos y diversos procesos económicos, sociales y políticos que están afectando a las vidas de millones de personas en todo el mundo.

          Tenemos una deuda de gratitud con Maja Romano de Global Research Publishers, quien supervisó y coordinó incansablemente la edición y producción de este libro, incluyendo la creativa idea de la portada. Queremos agradecer a Andréa Joseph la cuidadosa edición del manuscrito y de los gráficos. También hacemos extensivo nuestro agradecimiento y consideración a Isabelle Goulet, Julie Lévesque y Drew McKevitt por su apoyo en la revisión y edición del manuscrito.

          Michel Chossudovsky y Andrew Gavin Marshall, Montreal y Vancouver, mayo de 2010

          *N. de la t.: Bankster es un expresivo neologismo formado sobre banquero (“banker”) y gángster.

          [1] http://globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=18851

          Fuente: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=19025

          Krugman en Argentina: sin intervención pública no hay salida durable a la crisis…

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          Por Gabriel Holand

          Algunas reflexiones que dejó Krugman en su paso por el país

          02-11-2009 / 

            Krugman_visita_Barcelona Paul Krugman, en la exposición que realizó frente a unas mil personas en silencio reverencial, desgranó durante cerca de una hora sus opiniones acerca de la economía del mundo. Tanto durante la charla como en la posterior conferencia de prensa, tuve la impresión de estar escuchando a un embajador sabio y político, pero lejos del Paul Krugman polémico e irónico que tanto disfruto en papers y notas periodísticas.

            Por supuesto, el contenido de sus mensajes tuvo la riqueza acostumbrada, y quienes pudieron leer entre líneas se llevaron algunas ideas muy interesantes. Aquí trataré de resumir algunas de sus principales definiciones.

            BURBUJA, NO SÓLO INMOBILIARIA. Krugman señaló que el desproporcionado aumento de los inmuebles fue el efecto y no la causa de la explosión financiera global pos Lehman Brothers. En otras palabras, las causas de la crisis bien podrían buscarse en el excesivo flujo de fondos derivados hacia el sistema financiero mundial; torrentes de liquidez que ayudaron a los bancos a armar la gigantesca cartera de derivados que se esparcieron por todo el mundo y que aumentaron exponencialmente, dado el poder multiplicador de los productos financieros. Destacó que la burbuja también tuvo lugar en otros países como España e Inglaterra, que se sumaron a la carrera especulativa sin tapujos.

            Asimismo, el Nobel destacó que además de las “burbujas” hubo otra razón que dio lugar a la crisis: si bien bajo el paraguas de los reguladores sólo se encontraban los bancos “oficiales”, quedaron fuera de ,regulación otras estructuras que, sin ser bancos, se dedican también a la actividad de tomar dinero y prestarlo. Estos bancos en las sombras son los “REPO” y otros “derivados financieros”.

            Un REPO es una operación con pacto de recompra en la que una entidad vende un activo, frecuentemente un título de deuda pública, a un inversor, al tiempo que pacta su compra futura a un precio determinado.

            Un “derivado financiero” (según un extracto de la definición del Barron’s-Dictionary of Finance and Investment Terms) es un producto financiero cuyo valor se basa en el precio de otro activo, de ahí su nombre. El activo del que depende toma el nombre de activo subyacente.

            Como se puede ver, el efecto multiplicador de estos instrumentos es infinito, y todo basado en la garantía de un solo bien que dio origen al instrumento financiero.

            Llegados a este punto, la pregunta que cabe hacerse aquí es: cómo se llegó a un extremo de desregulaciones tal que permitió montar semejantes industrias paralelas a los bancos oficiales. Muchos sectores de la política y las finanzas globales pensaban que el mercado se autorregularía, sin necesidad de participación de los gobiernos. Los resultados están a la vista.

            Claro que hubo varios factores que ayudaron a contener la crisis. En primer lugar, los bancos centrales no repitieron errores que sí se habían cometido en la crisis de 1930. Además, los gobiernos hoy tienen mayor poder de acción que a principios del siglo XX, por lo tanto pueden mantener y aun aumentar el gasto público mientras los ingresos fiscales bajan. De esta manera logran dar oxígeno al consumo y a la inversión en momentos de crisis. A su vez, el poder político pudo ayudar a los bancos al comprarles activos ilíquidos.

            Por último, los planes de estímulo ayudan a capear el temporal, pero en menor medida que las acciones mencionadas más arriba. En ese sentido, los planes “sólo” evitaron 1,5 millón de nuevos despidos en un mercado laboral formado por 154.577.000 de personas.

            LO QUE VIENE. En los próximos 6 a 8 meses se espera una nueva contracción de la economía global. Esto sería así debido a que las empresas están cerca de terminar su proceso de formar nuevos stocks; y si la demanda no se reactiva rápidamente –cosa improbable–, volverán los despidos y la baja en la producción industrial.

            Es posible esperar para los próximos años un lento crecimiento de la economía, mientras que el problema del desempleo en los EE.UU. se extendería hasta el 2012.

            A continuación, reconstruiré algunas de las preguntas respondidas por Krugman:

            –¿Por qué la recuperación de la economía será lenta?

            –Porque por el momento no se visualiza ningún factor dinámico que dispare un crecimiento económico de grandes proporciones (por ejemplo, la aparición de Internet, que generó el auge de las “puntocom”).

            –¿Cómo se visualiza la recuperación de la crisis actual?

            –No será de la mano de los EE.UU., que deberán resolver sus problemas derivados de las hipotecas subprime. Tampoco será guiados por Europa, y menos aún por Japón. Queda, entonces, la expectativa de que China sea el motor de la economía global.

            Sin embargo, hay dos problemas que hacen de China más una esperanza a largo plazo que una realidad actual: por un lado, su economía está en crecimiento, pero aún representa la mitad de la americana o de la europea; por otro lado, el valor del yuan es fijado por el poder político y no es de libre convertibilidad. No existe un mercado flexible y accesible hacia esa moneda para el resto del mundo. Así, cuando el dólar cae frente al euro, no cae frente al yuan, constituyéndose así un modelo que distorsiona la realidad.

            –¿Cómo se lograría la recuperación más rápidamente en los EE.UU. (que siguen siendo el mayor mercado del mundo)?

            –Se lograría con mayor expansión del gasto público. Esto puede hacerse porque aún los EE.UU. encuentran inversores dispuestos a financiar su déficit a bajas tasas, al menos a corto plazo. Pero no parece que esa política se lleve a cabo, debido a la oposición de buena parte del sector político y la prensa. Lo óptimo sería que aumentara la inversión privada

            Krugman espera y desea que las inversiones en las industrias ligadas a la ecología –industria verde– sean las que impulsen la vuelta de los privados al mercado de inversiones.

            Todo lo expuesto apunta, en resumen, a un largo período de debilidad para los Estados Unidos.

            ENDEUDAMIENTO DE LOS EE.UU. Para Paul Krugman aumentar el endeudamiento de su país no sería grave. Antes de la crisis, la deuda americana representaba el 40% de su PBI, y podría llegar al 90% en los próximos años. Sin embargo, países como Bélgica o Italia tienen un endeudamiento mayor al 100% del PBI, sin que esto genere crisis financiera. Lo que sí resulta clave en el proceso de los EE.UU es que las personas sigan confiando en el dólar y continúen prestando dinero al Tesoro de ese país, a tasas cercanas al 4% anual.

            MONEDAS. Dado el rol central del dólar en las transacciones comerciales y financieras internacionales –y aun en la vida diaria–, no se espera una desaparición de su liderazgo en el futuro cercano. No se visualiza otra moneda “viva” que hoy pueda cumplir las mismas funciones de la divisa de los EE.UU.

            Por su parte, el yuan no estará preparado para competir con la moneda americana, dado que la moneda china es “no convertible” y por lo tanto no transable internacionalmente.

            El euro parecería el rival más serio para el dólar, pero totalmente alejado de la potencia y la globalidad del “verde”. Esto es así porque la moneda europea representa la realidad dispar de 19 países con riesgos fiscales y de solvencia distintos.

            Se descartan totalmente las monedas asiáticas  como competidoras económicas del dólar, y esto es debido a las enormes divergencias económicas y sociales existentes entre los países de Asia.

            Brasil, Rusia y los “ICHS”. No siempre es cierto que el buen desempeño en un momento de crisis implique tener éxito en las buenas épocas, fue la reflexión escuchada.

            Parecería que, para el Premio Nobel, nuestro vecino es una promesa hacia el futuro… y lo seguirá siendo hasta que demuestre que su modelo económico es capaz de funcionar no sólo durante una crisis. Sobre la evolución de Rusia también mostró dudas, y terminó su comentario mencionando que los países del futuro no serían los “BRIC”, sino los “ICH” (por India y China).

            ARGENTINA. Krugman, que apoyó nuestra salida de la convertibilidad y posterior renegociación de la deuda soberana, opina que nuestro país necesita ganar “reputación” (credibilidad y confiabilidad  internacional). Esto se lograría manteniendo el rumbo de las normas y políticas trazadas por espacios razonables de tiempo.

            Por último, repitió los beneficios que trae a nuestro país el auge de la demanda de commodities en el mundo, a la vez que manifestó que las políticas de retenciones agrícolas no suelen dar buenos resultados en el mundo.

            LAS DISPUTAS DEL FUTURO. Los commodities estratégicos del futuro serán los vinculados con el medio ambiente: aire, agua dulce, clima, medio ambiente en general.

            Se espera que las empresas hagan grandes inversiones en saneamiento ambiental y reducción de la emisión de gases contaminantes. Esto las llevará a disminuir su rentabilidad de corto plazo.

            Se estima que el PBI global podría mermar en un 2 a 3 por ciento por las acciones necesarias para reducir los gases contaminantes en un 20 por ciento.

            CONCLUSIONES. Haciendo un collage de los comentarios del economista americano, unidos a mis propias reflexiones acerca de lo escuchado, rescato cinco puntos:

          1. La economía de los EE.UU. está debilitada y le tomará años a este país volver a fortalecerse, aunque hay confianza en que logrará ese cometido. Además, sigue siendo la primera potencia del mundo.

          2. El dólar es y será rey por ahora. Aun con su traje deshilachado y rodeado de enemigos, no se vislumbra un competidor capaz de desplazarlo como la principal moneda del mundo financiero y comercial.

          3. China es la nación que más crece y en la cual estará el futuro. Pero hoy por hoy, necesita tener fuertes logros políticos, económicos y sociales para aspirar a ser una potencia. India acompañaría al gigante en el proceso de crecimiento.

          4. La demanda de los commodities seguirá en alza. Pero en los próximos años, el agua dulce y el aire no contaminado serán los materiales básicos cuya demanda está llamada a crecer exponencialmente, debido a la escasez de estos recursos.

          5. Nuestro país tiene las condiciones para crecer, pero no está en la mirada estratégica de los “grandes” del mundo. Ganar credibilidad es fundamental para nuestra evolución económica y social.

          6. Gabriel Holand
            Especialista en mercados financieros, docente universitario, director de HR Global

            Ultraderecha USA en guerra contra Obama por salud pública…

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            Miles de ‘ultras’ protestan en Washington contra el "socialismo" de Obama

            Los manifestantes arremeten contra la reforma sanitaria y las medidas fiscales

            YOLANDA MONGE – Washington – 13/09/2009

            Obama_caracterizado_Hitler Los más conservadores entre los conservadores; los ultras; los radicales a la derecha de la derecha más recalcitrante; los que creen que la Administración de Barack Obama lleva el país al socialismo; los que niegan que el presidente haya nacido en Hawai y sea norteamericano -y por tanto elegible electoralmente-; los que han adoptado la esvástica nazi y claman por la pureza de la raza americana.

            Todos ellos, muchos más de los que esperaban las previsiones más optimistas, decenas de miles, se concentraron ayer en las cercanías del Capitolio de Washington para protestar contra las políticas y "el gasto descontrolado" del Gobierno.

            Si la marcha debía de haber comenzado al mediodía, se inició pasadas las diez y media de la mañana debido a la gran acumulación de gente que reclamaba comenzar a andar por Pensylvania Avenue hacia las escalinatas del Capitolio. Indignados, desafiantes y, en ocasiones, beligerantes contra la prensa que consideran izquierdista y a favor de Obama, los manifestantes dejaron oír alto y claro su descontento con el plan de salud propuesto por el Gabinete demócrata. "El plan de Obama me pone enferma", portaba Lisa Tobbe, llegada a la capital de la nación la noche anterior procedente de Carolina del Norte. "Yo no soy tu cajero automático", gritaba encolerizado Art Murphy, 76 años, que asegura que nunca antes se había manifestado pero que "todo tiene un límite".

            El límite está en la talla del Gobierno. Y los ultras conservadores que ayer tomaron el Capitolio están convencidos de que ha superado el tamaño aceptable -que en opinión de los más recalcitrantes debería ser ninguno- y se acerca peligrosamente al "socialismo". "La frase ‘Nosotros, el pueblo’ está dejando de existir", protesta Greg Huntley.

            "Hay que parar los pies a Obama y sus agentes antes de que acaben con América", añade. "Nadie habla por nosotros, nadie nos escucha, así que hemos tenido que salir a la calle", dice Kathleen Motes, con dos niños agarrados a la mano izquierda y una pancarta en la derecha donde se lee: "Seamos ecológicos, reciclemos el Congreso". Motes llegó a Washington tras 20 horas de autobús desde Montgomery (Alabama). "Es momento de actuar o dentro de poco será demasiado tarde", decía.

            Demasiado tarde será si la Casa Blanca logra aprobar el plan de salud propuesto por Obama. "Gasto, gasto y más gasto", se queja esta mujer cuyo marido pertenece al Movimiento Nacional Socialista, un grupo supremacista blanco, y que ayer mostraba orgulloso a las cámaras la bandera que mezcla la enseña norteamericana con la esvástica. "Poder para los blancos", repetía monocorde.

            El Partido Republicano tenía su representación en los discursos que ayer se pronunciaron. Desde el senador de Carolina del Sur Jim DeMint hasta los congresistas Mike Pence, Tom Price y Marsha Blackburn. Pero también teme que se le identifique con elementos muy radicales u opiniones como las vertidas en el blog de Freedomworks, que comparaba el discurso que Obama dio en un colegio el pasado martes con las tácticas de los dictadores Mao Zedong, Stalin o Pol Pot.

            El acto de ayer fue la culminación de un movimiento de protesta generalizado contra los impuestos comenzado a mediados del mes de abril. No es coincidencia que se iniciara en la fecha en la que los estadounidenses entregan su declaración de la renta, que responde al nombre de tea party, en referencia al Motín del Té de Boston de 1773, acto de protesta de los colonos contra los británicos por gravar la importación de ciertos productos, entre ellos el té. Aquel motín fue el detonante de la guerra de Independencia contra la metrópoli británica.

            "Mentiroso, mentiroso", gritaba ayer la masa haciendo alusión a Obama y recogiendo el sentir expresado por el congresista republicano Joe Wilson que interrumpió con su grito al presidente el pasado miércoles durante su comparecencia extraordinaria en el Capitolio. "Ni siquiera es uno de los nuestros", decía Nora, que no quería aportar su apellido pero repartía sin problemas fotocopias del certificado de nacimiento de Obama que aseguraban que no es un ciudadano norteamericano. "Tenemos un presidente ilegítimo", decía. "Un presidente que va a acabar con América y los americanos. Ha llegado el momento de actuar, abajo el Gobierno".

            Desde la cadena Fox, el presentador, fanático político y ultra radical Glenn Beck llamaba a la causa. El locutor Rush Limbaugh asegura que él hace años que la reclama.

            Written by Eduardo Aquevedo

            13 septiembre, 2009 at 0:02

            P. Krugman: la reaganomía aún gobierna en Washington?

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            Todos los zombies del presidente…

            PAUL KRUGMAN 30/08/2009

            Krugman_visita_Barcelona El debate sobre la "opción pública" en la asistencia sanitaria ha sido deplorable en muchos sentidos. Sin embargo, puede que el aspecto más deprimente para los progresistas haya sido hasta qué punto los que se oponen a la variedad de elección han ganado aceptación -en el Congreso, aunque no entre los ciudadanos en general- simplemente a base de machacar, repetidas veces, que la opción pública sería, horror de los horrores, un programa del Gobierno.

            ¿Por qué no mueren estas ideas? Parte de la respuesta es que hay mucho dinero tras ellas

            Por lo visto, Washington sigue gobernado por el reaganismo, una ideología que dice que la intervención del Gobierno siempre es mala y que dejar que el sector privado se las arregle solo siempre es bueno.

            Llámenme inocentón, pero la verdad es que esperaba que el fracaso del reaganismo en la práctica acabara con él. Pero resulta que es una doctrina zombi: aunque debería estar muerto, vuelve una y otra vez.

            Hablemos un momento de por qué la era de Reagan debería haber terminado. En primer lugar, incluso antes de la crisis actual, la reaganomía no cumplió sus promesas. ¿Recuerdan que los impuestos más bajos sobre las rentas más altas y la liberalización que dio rienda suelta a la "magia del mercado" iban a llevar supuestamente a unos resultados mejores para todo el mundo? Pues bien, no fue así.

            No cabe duda de que los ricos salieron enormemente beneficiados: las rentas reales del 1% de estadounidenses con ingresos más altos se multiplicaron por siete entre 1980 y 2007. Pero la renta real de las familias medias sólo creció un 22%, menos de un tercio de lo que había crecido en los 27 años anteriores.

            Es más, la mayor parte de la mejoría que experimentaron los estadounidenses de a pie se produjo durante los años de Clinton. El presidente George W. Bush, que se distinguió por ser el primer presidente reaganita que tuvo, además, un Congreso totalmente republicano, también se distinguió por presidir la primera Administración desde la de Herbert Hoover durante la cual la familia típica no vio una mejora significativa de sus ingresos.

            Y luego está el pequeño detalle de la peor recesión sufrida desde la década de los treinta. Se pueden decir muchas cosas del desastre financiero de los últimos dos años, pero la versión corta es sencilla: los políticos esclavos de la ideología reaganita desmantelaron las normativas del New Deal que evitaron la crisis bancaria durante medio siglo, en la creencia de que los mercados financieros podían cuidar de sí mismos. La consecuencia que tuvo fue hacer que el sistema financiero se volviera vulnerable a una crisis del estilo de la de los años treinta, y la crisis se produjo.

            "Siempre hemos sabido que el interés personal inmoderado es mala ética", dijo Franklin Delano Roosevelt en 1937. "Ahora sabemos que es mala economía". Y el año pasado volvimos a aprender la lección. ¿Pero la aprendimos de verdad? Lo más curioso del actual panorama político es que nada ha cambiado.

            El debate sobre la opción pública ha sido, como ya he dicho, deprimente por su insensatez. Los que se oponen a la opción -no sólo republicanos, sino también demócratas, como los senadores Kent Conrad y Ben Nelson- no han presentado argumentos coherentes contra ella. Nelson presagiaba siniestramente que si dispusieran de esa opción, los estadounidenses la preferirían a los seguros privados, lo cual considera evidentemente malo en sí mismo, en vez de lo que debería pasar si el programa del Gobierno fuera, de hecho, mejor de lo que las aseguradoras privadas ofrecen.

            Pero en otros frentes está pasando más o menos lo mismo. Los intentos de reforzar la regulación bancaria parecen estar perdiendo fuerza, ya que los enemigos de la reforma declaran que cuantas más normas haya, menos innovación financiera habrá, y esto sólo unos meses después de que las maravillas de la innovación llevaran a nuestro sistema financiero al borde de la quiebra, una quiebra que sólo se ha evitado gracias a la inyección masiva de fondos del contribuyente.

            Entonces, ¿por qué no mueren estas ideas zombi? Parte de la respuesta es que hay mucho dinero tras ellas. "Es difícil hacer que un hombre entienda algo", decía Upton Sinclair, "cuando su salario" -o, añadiría yo, las contribuciones a su campaña electoral- "depende de que no lo entienda". Cantidades ingentes de dinero procedente del sector de los seguros en concreto han ido a parar a demócratas obstruccionistas como Nelson y el senador Max Baucus, cuya Pandilla de los Seis y sus negociaciones han constituido un obstáculo crucial para la legislación.

            Pero podemos achacar parte de la culpa al presidente Obama, que puso por las nubes al presidente Reagan durante las primarias demócratas y no ha utilizado su posición privilegiada para plantar cara al fundamentalismo del "gobierno es malo". No deja de ser irónico en cierto modo porque gran parte de lo que hizo a Reagan tan eficaz, para bien o para mal, fue el hecho de que pretendiera cambiar el pensamiento estadounidense además de su código fiscal.

            ¿En qué acabará todo esto? No lo sé. Pero es difícil no tener la sensación de que nos estamos perdiendo una oportunidad crucial, de que estamos en lo que debería ser un giro decisivo, pero sin decidirnos a dar el giro.

            Paul Krugman es profesor de Economía en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía 2008. © 2009 New York Times Service. Traducción de News Clips.

            El pais.com

            Recuperación: los dioses están enfadados

            Alejandro Nadal

            El coro ya comenzó su himno a la recuperación económica. La pradera está llena de nuevos brotes verdes y el año que viene retornará el crecimiento. El espectro de una posible gran depresión fue conjurado. La crisis misma será rebautizada como el gran pánico de 2008, como si se tratara de un fenómeno imaginario, algo que sólo existió en la cabeza de unos pocos dementes, manejadores de fondos de cobertura. Y los economistas neoclásicos explicarán todo lo que pasó con sus nociones de fallas de mercado o información asimétrica. Todo regresará a la normalidad.

            Pero las cosas no son tan sencillas. Es cierto que la caída de la economía estadunidense en el segundo trimestre fue solamente de 1.7 por ciento, en contraste con 5.8 por ciento en el primero. Pero los efectos del apoyo fiscal que se necesitó para lograr esto no son agradables. La nueva cifra estimada para el déficit pasa de 1.2 a 1.5 billones (castellanos) de dólares, aproximadamente 10 por ciento del PIB. La misma Casa Blanca está anunciando que el viaje por la dulce pradera de la recuperación no va a ser tan fácil.

            Pero la semana pasada, cuando reconfirmó a Ben Bernanke para un segundo periodo al frente de la Reserva federal, Obama lo presentó como el héroe que salvó a la economía de una gran depresión como la de 1930. La verdad es que una buena parte del déficit fiscal tendrá que ser cubierta con recursos de la Reserva Federal, es decir, debe ser monetizado, lo que se consideraba tabú en los años anteriores a la crisis. Ya el balance de la Reserva Federal se ha incrementado de manera vertiginosa por las compras de los títuloschatarra de diversos agentes en Wall Street, y ahora resulta que deberá absorber otros 2 billones (castellanos) de dólares para sacar a flote al presupuesto federal. El total puede llegar a los 4 billones en los próximos dos años, generando importantes expectativas inflacionarias.

            ¿Cómo se porta el mercado residencial? Según los optimistas, la caída en los precios de casas ya no es tan severa como antes. Pero, por otro lado, hay un indicador alarmante. Hace dos años, cuando el dueño de una casa se atrasaba en los pagos de su hipoteca, había 45 por ciento de probabilidades de que se recuperara. Esa llamada tasa de curación es de 6 por ciento. Hoy son muy altas las probabilidades de que los titulares de créditos hipotecarios no se recuperen y pierdan su casa. Por supuesto, todo esto empeora con la altísima tasa de desempleo. Pero casi todo mundo ya se resignó a que ese indicador alcance el nivel de 10 por ciento este año.

            El freno en la caída económica se debió a que el gobierno se lanzó a los rescates bancarios y los estímulos fiscales como nunca. Pero los efectos del rescate bancario siguen siendo inciertos: la agencia federal de garantías de depósitos bancarios (la FDIC) anunció la semana pasada la lista de bancos con problemas de capitalización y cartera vencida. El número subió de 305 en marzo a 416 en junio, lo que constituye el número más alto desde 1994.

            El consumo se fortaleció con programas de estímulo que son temporales. Las encuestas sobre planes de los consumidores concuerdan: viene una reducción importante y duradera en los niveles de consumo de toda la sociedad estadunidense. Eso es, por cierto, un comportamiento racional: las familias saben que sus ingresos se apretarán en el futuro próximo y deben incrementar su ahorro. Ese parco nivel de consumo y menor endeudamiento será parte del paisaje macroeconómico de ahora en adelante. Así que para mantener la máquina económica funcionando se va a necesitar un estímulo adicional y una cadena de déficit fiscales insostenible.

            En estas condiciones, es muy probable que la economía estadunidense ingrese en un largo proceso de estancamiento. Ese proceso podría durar unos cinco o seis años, y después cualquier predicción estaría entrando en territorio desconocido.

            Para el modelo neoliberal mexicano eso es un desastre, pues lo único que lo salvaría es la recuperación estadunidense. Las consideraciones anteriores muestran que eso puede ser como apostarle alTitanic. A decir verdad, aquí lo que se requiere es la reconstrucción de una economía que ha sido devastada por 20 años de neoliberalismo. Por eso ninguna de las recetas tradicionales de política macroeconómica funcionaría, porque todo está desarticulado y patas arriba. Esto tiene sin cuidado a las autoridades monetarias y hacendarias: para ellas lo único que cuenta es el tipo de cambio (y aún eso seguirá descosiéndose).

            Nuestra economía necesita cirugía mayor. Pero eso plantea una discusión política de primera magnitud. Ni la elite económica-financiera ni la clase política quieren oír hablar de ello. La amenaza de aumentos en los impuestos sobre energéticos, alimentos y medicinas es la prueba más reciente de que las autoridades económicas duermen en un mundo torcido. Cuando despierten, México estará festejando el centenario de la Revolución. Quizás sea una celebración en grande.

            http://nadal.com.mx

            Keynes: ¿Un hombre actual?

            with one comment

            Walden Bello · · · · ·

            19/07/09

            Una de las consecuencias más significativas del colapso de la economía neoliberal, con su culto al “mercado autorregulador”, ha sido el resurgimiento del gran economista inglés John Maynard Keynes. 

            No son solamente sus escritos lo que hace a Keynes muy actual. Es, además, el espíritu que los impregna, que evoca la pérdida de fe en lo viejo y el anhelo de algo que todavía está por nacer.  Aparte de su clarividencia, sus reflexiones sobre la condición de Europa después de la 1ª Guerra Mundial resuenan con nuestra mezcla habitual de desilusión y esperanza:

            Inmersos en nuestra actual confusión de objetivos ¿queda  algo de lucidez pública para preservar la equilibrada y compleja organización gracias a la que vivimos? El comunismo está desacreditado por los acontecimientos; el socialismo, en su anticuada interpretación, ya no interesa al mundo; el capitalismo ha perdido su confianza en sí mismo.  A menos que los seres humanos se unan para un objetivo común o se muevan por principios objetivos, cada mano irá por su lado, y la búsqueda no regulada de los intereses individuales puede rápidamente destruir el conjunto. 

            El gobierno del mercado

            El gobierno debe intervenir para remediar los fallos del mercado.  Esta es naturalmente la gran lección de Keynes, derivada de su forcejeo con el problema de cómo sacar al mundo de la Gran Depresión de 1930. Keynes argumentaba que el mercado por sí solo lograría el equilibrio entre oferta y demanda muy por debajo del pleno empleo y podría permanecer allí indefinidamente.  Para impulsar la economía hacia un proceso dinámico que lleve al pleno empleo, el gobierno tiene que actuar como un deus ex machina, invirtiendo masivamente para crear la “demanda efectiva” que reanude y sostenga la maquinaria de la acumulación de capital.

            Como medidas preferentes para evitar una depresión, el paquete de estímulos de 787.000 millones de dólares del Presidente Barack Obama, así como los estímulos públicos ofrecidos en Europa y en la China, son clásicamente keynesianos. La medida del triunfo de Keynes, después de casi 30 años en la oscuridad, se puede ver en el impacto punto menos que marginal del discurso público de gentes como el republicano Russ Limbaugh, el Instituto Cato  y otras especies de dinosaurios neoliberales, con sus jeremiadas sobre la “gran deuda que se pasa a las generaciones futuras”.

            Sin embargo, el resurgimiento de Keynes no es solamente una cuestión política. El presupuesto teórico del individuo que maximiza racionalmente sus intereses ha sido desplazado del centro del análisis económico por dos ideas. Una de ellas, que centra el pensamiento actual, es la penetración de la incertidumbre en la toma de decisiones, una incertidumbre con la que tratan de lidiar los inversores asumiendo –de forma harto implausible— que el futuro será como el presente e ideando técnicas para predecir y gestionar el futuro basándose en ese supuesto. La idea keynesiana al respecto  es que la economía no se rige por cálculos racionales, sino que los agentes económicos están regidos por “espíritus animales”, es decir, movidos por su “necesidad espontánea de actuar”.

            Entre esos espíritus animales, la confianza es crucial, y la presencia o ausencia de la misma está en el centro de la acción colectiva que dirige las expansiones y contracciones económicas. Lo que predomina no es el cálculo racional, sino los factores de conducta y psicológicos. Desde este punto de vista, la economía es como un maníaco depresivo llevado de un extremo a otro por los desequilibrios químicos, con la intervención y la regulación gubernamental jugando un papel semejante al de los estabilizadores farmacológicos del humor.  La inversión no es un asunto de cálculo racional, sino un proceso maníaco que Keynes describe como “unjuego sillas musicales, como un juego de descarte de naipes en el que se trata de librarse de la sota – la deuda tóxica— y pasarla  a tu vecino antes de que la música se pare”. “Aquí, señala el biógrafo de Keynes, Robert Skidelsky,  reside la anatomía reconocible de la ‘exuberancia irracional’ seguida de pánico que ha presidido la crisis actual”

            Los inversores desbocados y los sumisos reguladores no son los únicos protagonistas de la tragedia reciente. La hybris de los economistas neoliberales también jugó su parte. Y Keynes tuvo al respecto intuiciones muy relevantes para nuestro tiempo.  Consideró a la teoría economía como “una de estas bonitas y cómodas técnicas que intentan tratar el presente haciendo abstracción del hecho de que conocemos muy poco del futuro”.  Como señala Skidelsky, fue verdaderamente  “famoso por su escepticismo respecto a la econometría”, y para él, los números eran “simples  indicaciones, estimulantes para la imaginación”, antes que expresiones de certidumbre o de probabilidades de acontecimientos pasados y futuros.

            Con su modelo de homo economicus racional hecho añicos y una econometría que ha perdido crédito a ojos vista, los economistas contemporáneos harían bien en prestar atención al consejo de Keynes, de acuerdo con el cual “sería espléndido que los economistas fueran capaces de considerarse a sí mismos como gente humilde y competente, al mismo nivel que los dentistas”.  Sin embargo, aun si muchos dan la bienvenida a la resurrección de Keynes, otros dudan de su relevancia respecto al período actual. Y estas dudas no se limitan a los   reaccionarios. 

            Limitaciones del Keynesianismo

            Entre otras cosas, el keynesianismo es principalmente un instrumento para reavivar las economías nacionales, y la globalización ha complicado enormemente este problema. En las décadas de 1930 y 1940 reavivar la capacidad industrial en economías capitalistas relativamente integradas era cosa que tenía que ver sobre todo con el mercado interior. Actualmente, con tantas industrias y servicios transferidos o deslocalizados hacia zonas de bajos salarios, los programas de estímulo de tipo keynesiano que ponen dinero en manos de los consumidores para que los gasten en bienes tienen un impacto mucho menor como mecanismos de recuperación sostenible. Puede que las corporaciones transnacionales y las ubicadas en China  obtengan beneficios, pero el “efecto multiplicador” en economías desindustrializadas como los Estados Unidos y Gran Bretaña puede ser muy limitado.

            En segundo lugar, el mayor lastre de la economía mundial es el hiato abismal –en términos de distribución de renta, penetración de la pobreza y nivel de desarrollo económico– entre Norte y Sur.  Un programa keynesiano “globalizado” de estímulo del gasto, financiado con ayuda y préstamos del Norte, es una respuesta muy limitada a este problema. El gasto keynesiano puede evitar el colapso económico e incluso inducir algún crecimiento. Pero el crecimiento sostenido exige una reforma estructural radical: el tipo de reforma que implica una desestructuración fundamental de las relaciones económicas entre las economías capitalistas centrales y la periferia global. Ni que decir tiene: el destino de la periferia –las “colonias”, en tiempos de Keynes– no despertaba  demasiado interés en su pensamiento.

            Tercero, el modelo de Keynes de capitalismo gestionado simplemente pospone, más bien que ofrece, una solución a una de las contradicciones centrales del capitalismo. La causa subyacente de la crisis económica actual es la sobreproducción,  en que la capacidad productiva sobrepasa el crecimiento de la demanda efectiva y presiona a la baja los salarios. El estado capitalista activo inspirado en Keynes y surgido en el período posterior a la II Guerra Mundial, pareció durante un tiempo superar las crisis de la sobreproducción con su régimen de salarios relativamente altos y su gestión tecnocrática de las relaciones capital-trabajo.  Sin embargo, con la adición masiva de nueva capacidad por parte de Japón, Alemania  y los nuevos países en vías de industrialización en las décadas de los 60 y los 70, su capacidad para hacerlo empezó a fallar. La estanflación resultante –la coincidencia de estancamiento e inflación– se extendió por el mundo industrializado a finales de la década de los 70.

            El consenso keynesiano se desmoronó  cuando el capitalismo intentó reanimar su rentabilidad y superar la crisis de sobreacumulación rompiendo el compromiso capital-trabajo con la liberalización, la desregulación, la globalización y la financiarización.  Esas políticas neoliberales –así hay que entenderlo— constituyeron una vía de escape a los problemas de sobreproducción que estaban en la base del Estado de bienestar. Como sabemos ahora, no lograron regresar a los “años dorados” del capitalismo de la postguerra. En cambio, trajeron consigo el colapso económico actual. Sin embargo, es harto improbable que un retorno al keynesianismo pre-1980 vaya a ser la solución de las persistentes crisis de sobreproducción del capitalismo.

            La Gran Laguna

            Tal vez el mayor obstáculo para un resurgimiento del keynesianismo sea su prescripción clave de revitalizar el capitalismo con la aceleración del consumo y la demanda global en un contexto de crisis climática como el presente. Mientras que el primer Keynes tenía un aspecto maltusiano, sus trabajos posteriores apenas se refieren a lo que actualmente se ha convertido en relación problemática entre el capitalismo y el medio ambiente. El desafío de la economía en el momento actual es aumentar el consumo de los pobres del planeta con un el menor impacto posible sobre medio ambiente, tratando al propio tiempo de reducir drásticamente el consumo ecológicamente dañino –sobreconsumo— en el Norte. Toda la retórica sobre la necesidad de reemplazar al consumidor estadounidense en bancarrota por un campesino chino inducido a un estilo norteamericano de consumo como motor de la demanda global es tan necia como irresponsable.

            Dado que el impulso primordial del beneficio como objetivo es transformar la naturaleza viva en mercancías muertas, hay pocas probabilidades de reconciliar la ecología con la economía – incluso bajo el capitalismo tecnocrático gestionado por el Estado que preconizaba Keynes. 

            “¿Volvemos a ser todos keynesianos?”

            En otras palabras, el keynesianismo proporciona algunas respuestas a la situación actual, pero no proporciona la clave para superarla. El capitalismo global ha enfermado debido a sus contradicciones inherentes, pero lo que se precisa no es una segunda ronda de keynesianismo. La profunda crisis internacional exige severos controles  de la libertad de movimiento de los capitales, regulaciones estrictas de los mercados, tanto financieros como de mercancías, y un  gasto público ciclópeo. Sin embargo, las necesidades de la época van más allá de estas medidas keynesianas: se necesita una redistribución masiva de la renta, atacar sin treguas ni compases de espera, directamente, el problema de la pobreza, una transformación radical de las relaciones de clase, la desglobalización y, acaso, la superación del capitalismo mismo, si hay que atender a las amenazas de cataclismo medioambiental. 

            “Todos volvemos a ser keynesianos” –parafraseando, ligeramente modificada, la famosa frase de Richard Nixon—  es el tema que une a Barack Obama, Paul Krugman, Joseph Stiglitz, George Soros, Gordon Brown y Nicholas Sarkozy, por muchos diferencias que pueda haber entre ellos en la puesta por obra de las prescripciones del maestro. Pero un resurgimiento acrítico de Keynes podría terminar no siendo más que la enésima confirmación de la celebérrima sentencia de Marx, según la cual la historia se repite dos veces: la primera como tragedia; la segunda, como farsa. Para resolver nuestros problemas presentes no precisamos solo de Keynes. Necesitamos nuestro propio Keynes.

            Walden Bello, profesor de ciencias políticas y sociales en la Universidad de Filipinas (Manila), es miembro del Transnational Institute de Amsterdam y presidente de Freedom from Debt Coalition, así como analista sénior en Focus on the Global South.

            Traducción para www.sinpermiso.info: Anna Maria Garriga

            Educación en el mundo: datos básicos (58 países)

            with 63 comments

            DATOS BASICOS SOBRE EDUCACION EN EL MUNDO

            (FUENTES: PISA 2006/ PNUD 2007-2008)

            PAISES

            RANKING DESARROLLO HUMANO (IDH) 2008

            Lugar en Prueba Pisa 2006

            Puntaje en Prueba Pisa 2006

            % del PIB en Educación

            2002-2006

            % de gasto público en Educación

            2002-2006

            Gasto en I&D como % del PIB

            2002-2006

            FINLANDIA

            11

            1

            563

            6,5

            12,8

            3,5

            HONG KONG

            21

            2

            542

            4,2

            23,0

            0,6

            CANADA

            4

            3

            534

            5,2

            12,5

            1,9

            TAIWAN

            4

            532

            ESTONIA

            44

            5

            531

            5,3

            14,9

            0,9

            JAPON

            8

            6

            531

            3,6

            9,8

            3,1

            NUEVA ZELANDIA

            19

            7

            530

            6,5

            20,9

            1,2

            ISLANDIA

            1

            8,1

            16,6

            3,0

            AUSTRALIA

            3

            8

            527

            4,7

            13,3

            1,7

            HOLANDA

            9

            9

            525

            5,4

            11,2

            1,8

            COREA

            26

            11

            522

            4,6

            16,5

            2,6

            ALEMANIA

            22

            12

            516

            4,6

            9,8

            2,5

            INGLATERRA

            16

            13

            515

            5,4

            12,1

            1,9

            CHECOSLOVAQUIA

            32

            14

            513

            4,4

            10,0

            1,3

            SUIZA

            7

            15

            512

            6,0

            13,0

            2,6

            AUSTRIA

            15

            17

            511

            5,5

            10,8

            2,6

            BELGICA

            17

            18

            510

            6,1

            12,2

            1,9

            IRLANDA

            5

            19

            508

            4,8

            14,0

            1,2

            HUNGRIA

            36

            20

            504

            5,5

            11,1

            0,9

            SUECIA

            6

            21

            503

            7,4

            12,9

            3,7

            POLONIA

            37

            22

            498

            5,4

            12,7

            0,6

            DINAMARCA

            14

            23

            496

            8,5

            15,3

            2,3

            FRANCIA

            10

            24

            495

            5,9

            10,9

            2,2

            EE.UU

            12

            28

            489

            5,9

            15,3

            2,7

            ESPAÑA

            13

            30

            488

            4,3

            11,0

            1,1

            NORUEGA

            2

            32

            487

            7,7

            16,6

            1,7

            RUSIA

            67

            34

            479

            3,6

            12,9

            1,2

            ITALIA

            20

            35

            475

            4,7

            9,6

            1,1

            ISRAEL

            23

            39

            454

            6,9

            13,7

            4,5

            CHILE

            40

            40

            438

            3,5

            18,5

            0,6

            SINGAPUR

            25

            3,7

            18,2 (1991)

            2,3

            SERBIA

            41

            436

            URUGUAY

            46

            43

            428

            2,6

            7,9

            0,3

            TURQUIA

            84

            44

            424

            0,7

            MEXICO

            52

            49

            410

            3,8

            25,6

            0,4

            ARGENTINA

            38

            51

            391

            3,8

            13,1

            0,4

            BRASIL

            70

            52

            390

            4,4

            10,9

            1,0

            COLOMBIA

            75

            53

            388

            4,8

            11,1

            0,2

            TUNEZ

            91

            54

            386

            7,3

            20,8

            0,6

            CUBA

            51

            9,8

            16,6

            PERU

            87

            2,4

            13,7

            0,1

            Written by Eduardo Aquevedo

            29 julio, 2009 at 8:14

            Chile: A brillar, Michelle…(Bachelet)…

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            Una mirada desde Argentina…

            Por Santiago O’Donnell, Página/12

            BACHELETO001 Brilla Santiago de Chile bajo el tenue sol de invierno que se filtra entre los picos nevados, con autopistas y túneles de estreno y grandes shoppings a full a pesar de la gripe y la crisis mundial. Brilla por las veredas limpias de sus barrios de clase media y por el boom de construcción de viviendas de bajo costo en los caseríos que rodean la ciudad. Y aunque aparecen problemas nuevos y persisten problemas viejos, como en todos lados, brilla por sobre todo la presidenta chilena, Michelle Bachelet, cuya figura alcanza índices de aprobación que rondan el ochenta por ciento.

            Bien distinta era la situación hace dos años, cuando el país enfrentaba una crisis social por la fallida implementación de un nuevo sistema de transporte y la popularidad de la presidenta andaba por el piso. Su gobierno venía de soportar protestas estudiantiles y huelgas mineras y se había ganado el mote de tecnocrático, incapaz de cumplir con la agenda social de deudas pendientes que el segundo gobierno socialista y cuarto de la Concertación había prometido pagar.

            Desde entonces, Bachelet renovó su gabinete, conservando piezas clave como el entonces cuestionado, ahora popularísimo, ministro de Hacienda Andrés Velasco. Después llamó a un diálogo político, tejió alianzas extrapartidarias y encaró con eficiencia algunos asuntos espinosos que aguardaban resolución. Por ejemplo la reforma del sistema previsional. La nueva ley pensionó a millones de desocupados y amas de casa que habían quedado afuera del sistema pinochetista de jubilaciones privadas por no haber hecho aportes.

            También sucedió la crisis mundial. Durante sus dos primeros años de gobierno, con el precio del cobre por las nubes, Bachelet había amasado grandes superávit, en el orden de los 20 a 30 mil millones de dólares. Velazco insistía en que había que ahorrar para los tiempos de las vacas flacas. Los adversarios se burlaban. Los gurúes de la city decían que el gobierno tenía miedo a gastar, que el dólar se desplomaba, que los exportadores quedaban fuera de mercado. Se hablaba de la enfermedad Noruega.

            Velasco es un economista, profesor de Harvard, que dice tener el corazón en el centroizquierda pero maneja argumentos que dejan traslucir su formación liberal. En Chile dirigía un think tank, Expansiva, pero antes de la campaña del 2005 pasaba la mayor parte de su tiempo en Estados Unidos. Llegó para unirse a los equipos técnicos de la campaña y terminó como jefe de campaña. Al principio fue muy resistido porque no tenía vínculos políticos. Pero Bachelet lo respaldó siempre y terminaron formando una sólida sociedad. Después de las elecciones, Velasco armó equipos de gobierno y fue el principal hombre de consulta de la presidenta en temas vinculados a la gestión, no así en los políticos. El chiste en la calle era que Bachelet decía que quería gastar más en planes sociales, pero que su ministro de Hacienda no la dejaba.

            Cuando la crisis finalmente llegó, el gobierno de Bachelet no dudó en abrir el grifo del gasto estatal. El fenomenal superávit se convirtió en un déficit de cuatro mil millones en el presente ejercicio. El dinero no se usó para salvar bancos y multinacionales, sino para reactivar la economía y proteger a los sectores más desamparados. Creció el gasto de obra pública, sobre todo en el sector de salud, donde se duplicó la infraestructura hospitalaria y se produjo una importante transferencia hacia distintos grupos carenciados, en la forma de subsidios habitacionales, subsidios alimentarios, subsidios energéticos y subsidios de 200 dólares por hijo que se depositan directamente en las cuentas corrientes de cuatro millones de madres pobres. “Es que andan repartiendo subsidios de trece millones de pesos para que cualquiera pueda construirse su casita”, graficó un changarín en el aeropuerto de Santiago cuando se le preguntó por la popularidad de la presidenta.

            Aunque los neocons chilenos ahora dicen que esta “grasa” que se inyectó a la economía dilatará la reactivación, ya ni discuten su política económica, lo cual parece lógico, ya que es el principal sostén de la altísima popularidad de la presidenta.

            Con su lugar en la historia chilena prácticamente asegurado, el desafío de Bachelet es trasladar su capital político al candidato de la Concertación en las presidenciales de diciembre, Eduardo Frei, para darle continuidad a su proyecto político.

            No es fácil, porque ni siquiera logra trasladárselo a su gobierno. La administración de Bachelet recibe puntajes altos en economía y en política exterior, donde la actitud firme pero conciliatoria ante Perú y Bolivia, la falta de conflictos serios con Argentina y la alianza con Brasil y Estados Unidos tiene consenso entre la población. Pero en otras áreas del gobierno, como educación, donde se aprobó una reforma que no satisfizo a nadie, el gobierno sale aplazado. El analista político chileno Patricio Navia habla de “cariñocracia” para explicar el fenómeno.

            Hasta ahora el candidato de la Alianza derecha-centroderecha, Sebastián Piñera, lidera las encuestas con una intención de voto estable de cerca del 35 por ciento, seguido por Frei, cuyo apoyo oscila entre en 25 y 30 por ciento con una leve tendencia alcista, seguido por el candidato independiente Carlos Enríquez Ominami, que parece haber encontrado un techo en el umbral del 20 por ciento.

            Las matemáticas arrojan un ajustado triunfo de la Concertación en segunda vuelta, pero esto recién comienza y el todavía incierto impacto del factor Enríquez Ominami podría alterar los pronósticos.

            El candidato independiente es el emergente de la creciente insatisfacción de los jóvenes chilenos con el sistema político de su país, excluyente y anquilosado, que aborta cualquier intento de renovación.

            Según el analista Christian Austin, de la Fundación Síntesis, el 95 por ciento de los jóvenes de 20 años no vota en las elecciones y el porcentaje de participación crece gradualmente hasta alcanzar el 50 por ciento recién a los 37 años.

            Este creciente segmento de autoexcluidos se referencia en Enríquez Ominami, uno de los diez o 15 dirigentes que intentó sin éxito participar en las primarias de la Concertación. En el caso de Enríquez Ominami, quedó al margen por una decisión burocrática del comité ejecutivo del Partido Socialista, que maneja con mano firme desde hace años el veterano dirigente Camilo Escalona. El comité eligió a dedo como candidato socialista a Frei, a pesar de que Frei es demócrata cristiano. Otro precandidato de la Concertación fue volteado en una “pre-primaria” regional y así Frei llegó a la primaria como candidato único, para satisfacción del establishment partidario.

            Con propuestas innovadoras, como legalizar el consumo de marihuana o la compra privada de una pequeña participación en la empresa estatal que explota el cobre para transparentar su gestión, Enríquez Ominami trajo aire fresco a la campaña y la expectativa de un profundo replanteo en la dirigencia de la Concertación, que seguramente se dará después de las elecciones. Hijo natural de un legendario guerrillero, hijo adoptivo de un muy respetado senador socialista, esposo de una conocidísima conductora de televisión, dueño de una productora fashion de cine y video, el candidato independiente tiene el currículum necesario para atraer el voto antisistema.

            Son los jóvenes que se cansaron de las roscas, las corruptelas y las caras de siempre que van carcomiendo de a poco la base de apoyo de la Concertación. Pero que no están dispuestos a cambiarse de bando justo ahora que el discurso de la derecha hace agua. Menos que menos, votar por un candidato que ha perdido gran parte del lustre con el que irrumpió en la política chilena hace apenas cinco años para desafiar a Bachelet.

            Es que Piñera tiene el problema de no poder desprenderse de los dinosaurios de la UDI, la pata más derechista de su alianza política, porque esos dinosaurios constituyen su base más activa, numerosa y leal. Pero esos mismos protopinochetistas actúan de piantavotos en los sectores moderados que Piñera necesita seducir.

            La imagen de Piñera tampoco ayuda. Se trata de un empresario exitoso, sí, amigo de Macri, una especie de Berlusconi chileno, pero tiene perfil de financista y fama de especulador. Sus múltiples negocios lo muestran no como un constructor de empresas a quien la burguesía puede admirar, sino como un oportunista con buena nariz para la ganancia fácil, a quien no le importa demasiado lo que deja atrás.

            Encima, no encuentra el mensaje. Hasta ahora se ha limitado a criticar la anterior presidencia de Frei (1994-2000), haciendo eje en asuntos de bajo vuelo, como el indulto que el entonces presidente le concedió a un narco que ya había cumplido la mitad de su pena y estaba en condiciones de salir en libertad condicional y desde entonces se ha comportado como un ciudadano ejemplar. O la compra fraudulenta de una flota de aviones Mirage, aunque no ha surgido evidencia alguna que implique directamente al ex presidente. Piñera también tiró, en el peor momento, la propuesta de privatizar un tercio del cobre chileno. Encima tuvo que aclararle a una periodista que no es cierto que él no tenga corazón y que quiere mucho a su mujer y sus hijos.

            Mientras tanto, Frei recorre las regiones con Bachelet pidiendo “más Estado”, y en los debates explica que ahora podrá hacer mucho más con la agenda social que lo que pudo hacer en su primer gobierno, a cuatro años de la salida de Pinochet, porque los gobiernos socialistas de Ricardo Lagos y Bachelet le abrieron el camino. “En los próximos meses me imagino que el gobierno va a poner toda la carne al asador, va a dar un empujón enorme para transferirle la popularidad de Bachelet a Frei,” predice Austin.

            No va a ser fácil.

            Frei viene con un défict de origen por el proceso tan poco participativo que culminó con su candidatura. Carga con los errores y las deudas pendientes de su gobierno y sufre el desgaste de 16 años de Concertación. Con sólo verlo, siempre de traje y engominado, queda claro que no despierta pasiones. Pero una estrella ilumina el camino. Chile brilla de esperanza.

            PAGINA/12

            sodonnell@pagina12.com.ar

            P. Krugman: la culpa (de la crisis) la tiene Reagan…

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            PAUL KRUGMAN 28/06/2009

            Krugman_visita_Barcelona Esta ley es la más importante de los últimos 50 años para las instituciones financieras. Proporciona una solución a largo plazo a las instituciones de ahorro con problemas. En general, pienso que nos ha tocado el gordo". Esto es lo que declaró Ronald Reagan en 1982, cuando firmó la Ley Garn-St. Germain para Entidades de Ahorro.

            Resulta que se equivocó en lo de que se habían resuelto los problemas de las entidades de ahorro. Por el contrario, la ley convirtió los modestos problemas de las cajas de ahorro en una catástrofe en toda regla. Pero tenía razón respecto a la importancia de la legislación. Y en cuanto al gordo, bueno, llegó por fin más de 25 años después, convertido en la peor crisis económica desde la Gran Depresión.

            Porque cuanto más se buscan los orígenes del desastre actual, más claro queda que el principal giro equivocado -el que hizo que la crisis fuera inevitable- se dio a principios de la década de 1980, en los años de Reagan.

            Los ataques a la reaganomía se centran por lo general en la creciente desigualdad y en la irresponsabilidad fiscal. De hecho, Reagan dio comienzo a una era en la que una pequeña minoría se enriqueció enormemente, mientras que las familias trabajadoras sólo experimentaron una exigua mejora. También rompió con las antiguas normas de prudencia fiscal.

            Respecto a esto último: tradicionalmente, el Gobierno estadounidense sólo ha incurrido en un déficit presupuestario significativo en tiempos de guerra o de emergencia económica. La deuda federal como porcentaje del PIB no paró de caer desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta 1980. Pero el endeudamiento empezó a aumentar con Reagan, volvió a caer en los años de Clinton y reanudó su ascenso durante el Gobierno de Bush, dejándonos mal preparados para la emergencia que ahora tenemos encima.

            Sin embargo, el aumento de la deuda pública fue pequeño en comparación con el incremento de la deuda privada, posibilitado por la liberalización financiera. El cambio de las normas financieras estadounidenses fue el mayor legado de Reagan. Y es el regalo que sigue vigente.

            La consecuencia inmediata de la Ley Garn-St. Germain fue, como he dicho, convertir el problema de las entidades de ahorro en una catástrofe. La crisis de las cajas de ahorro se ha eliminado de la hagiografía de Reagan, pero el hecho es que la liberalización dio al sector -cuyos depósitos tenían garantía federal- licencia para apostar con el dinero de los contribuyentes, en el mejor de los casos, o simplemente para expoliarlo, en el peor. Cuando el Gobierno cerró los libros contables sobre el asunto, los ciudadanos habían perdido 130.000 millones de dólares, y por entonces ésa era una cantidad enorme de dinero.

            Pero están además las consecuencias a largo plazo. Los cambios legislativos de la era de Reagan básicamente pusieron fin a las restricciones del préstamo hipotecario establecidas durante el New Deal; unas restricciones que, en concreto, limitaban la capacidad de las familias para comprar viviendas sin adelantar una cantidad importante de dinero.

            Estas restricciones las impusieron en la década de 1930 unos líderes políticos que acababan de experimentar una terrible crisis financiera e intentaban impedir otra. Pero en 1980, los recuerdos de la Depresión se habían esfumado. El Gobierno, declaró Reagan, es el problema, no la solución; hay que dar rienda suelta a la magia del mercado. Y así se eliminaron las normas de precaución.

            Esto, unido a unos criterios de préstamo más flexibles para otros tipos de créditos al consumo, provocó un cambio radical en el comportamiento estadounidense. No siempre hemos sido una nación de grandes deudas y pocos ahorros; en la década de 1970, los estadounidenses ahorraban casi el 10% de sus ingresos, algo más que en la década de 1960. Fue después de la liberalización de Reagan cuando el ahorro empezó a desaparecer del modo de vida estadounidense, culminando con la tasa de ahorro nula que predominaba en vísperas de la gran crisis. La deuda de las familias alcanzaba sólo el 60% de la renta cuando Reagan asumió la presidencia, aproximadamente igual que durante el Gobierno de Kennedy. En 2007 había aumentado hasta un 119%.

            Todo esto, se nos aseguraba, era bueno: es verdad que los estadounidenses acumulaban deudas y no ahorraban nada de su renta, pero sus finanzas parecían ir bien si teníamos en cuenta la subida de valor de sus viviendas y de sus carteras bursátiles. Vaya.

            Las causas inmediatas de la crisis económica actual se encuentran sin lugar a dudas en acontecimientos que se produjeron mucho después de que Reagan dejase el poder: en la abundancia mundial de ahorros creada por el superávit en China y en otros países, y en la gigantesca burbuja inmobiliaria que esa abundancia de ahorros ayudó a inflar.

            Pero fue la explosión del endeudamiento a lo largo del cuarto de siglo anterior lo que hizo que la economía estadounidense se volviera tan vulnerable. Muchos de los que habían pedido préstamos que estaban por encima de sus límites tenían a la fuerza que dejar de pagarlos cuando la burbuja se pinchó y el desempleo empezó a aumentar.

            Esta morosidad provocó a su vez caos en un sistema financiero que -también gracias a la liberalización de Reagan- había asumido demasiados riesgos con demasiado poco capital.

            En los tiempos que corren, se puede echar la culpa a muchos. Pero los principales causantes del caos en el que nos encontramos fueron Reagan y su círculo de asesores, hombres que olvidaron las lecciones de la última gran crisis financiera de Estados Unidos, y condenaron al resto de nosotros a repetirla.

            Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de Economía en 2008. © 2009 New York Times Service. Traducción de News Clips.

            EL PAIS.COM

            Crisis económica: ¿Cuándo llegará la recuperación?, por P. Samuelson…

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            PAUL A. SAMUELSON 05/07/2009

            La pregunta que más preocupa a los economistas, agentes políticos gubernamentales y familias corrientes es ésta: ¿llegará la "recuperación" de la actual crisis financiera de Estados Unidos antes de fin de 2009? O, si eso no es posible, ¿llegará al menos a principios de 2010?

                CRISISSS1Los observadores de fuera de EE UU -en Europa, Asia y Suramérica- tienen esperanzas de que la locomotora estadounidense empiece a tirar de la demanda mundial.

                Para sorpresa de muchos macroeconomistas como yo, hasta ahora, el índice de los precios de las acciones en todo el mundo ha resistido a los persistentes barridos del mercado bajista.

                Sí, los precios del mercado inmobiliario siguen cayendo desde sus anteriores alturas de burbuja hinchada. Sí, la construcción de nuevos edificios para viviendas, oficinas y fábricas todavía no está creciendo en números netos.

                Sí, los anteriores informes sobre beneficios engañosamente optimistas de bancos, aseguradoras y sociedades anónimas siguen estando seguidos por el reconocimiento de que no han llegado a materializarse.

                Por supuesto, podría esperarse que los precios de las acciones mundiales se hundiesen en un mercado a la baja. Y, de hecho, en 2008 y 2009, eso ha sucedido a menudo. Sin embargo, en estos últimos meses se ha producido un considerable repunte en la cotización de las acciones, que van camino de los precios anteriores a la crisis. Estas recuperaciones tempranas han sido más bien raras en la historia económica.

                Tras el hundimiento de Wall Street en octubre de 1929, el índice Dow Jones tardó años e incluso décadas en volver a alcanzar sus valores máximos de 1929. Esto no tiene mucho misterio. Lo que ha diferido enormemente de la falta de acción del presidente Hoover en 1929 son las poco ortodoxas intervenciones estimuladoras del presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, y del jefe del Tesoro del presidente Bush, Henry Paulson.

                Han bombeado fondos gubernamentales a instituciones financieras en graves apuros a una escala que no tiene precedentes. Cuando ha resultado que la transfusión de varios cientos de miles de millones de dólares no era suficiente, han bombeado todavía más.

                Debo apartarme del tema para elogiar al presidente Bernanke por su flexibilidad. Al comienzo de su presidencia de la Reserva Federal, Bernanke se centró principalmente en la importancia de controlar la inflación y en la transparencia. Sin embargo, en lo que constituye un salto gigantesco desde eso hasta unas medidas poco ortodoxas para un banco central, su objetivo pasó a ser el de auxiliar a una sociedad que se hundía. ¿Habría sido el ex presidente Alan Greenspan tan flexible y tan rápido a la hora de actuar? Nunca lo sabremos.

                Con la arrolladora victoria del Partido Demócrata en 2008, la Reserva Federal con el candidato Barak Obama consiguió el apoyo del Congreso y los organismos ejecutivos.

                ¿Ha conseguido el excelente y diversificado equipo del presidente Obama una rápida victoria sobre el desempleo masivo y la caída del consumo y el gasto industrial? No, claro que no. Roma no se construyó en un día. En los tormentosos años de 1933 a 1939, la intervención del New Deal de Franklin Roosevelt necesitó más tiempo para terminar con las depresiones de 1929-1933 que había heredado.

                Vuelvo ahora a la situación actual de 2009, aquí, en América, y en otros tres continentes. Hasta ahora EE UU parece haber hecho una salida más rápida que la de la Unión Europea. El Banco de Inglaterra sí ha empezado a actuar, pero sólo después de algunas dudas. El Banco Central Europeo en Francfort, tras algunos retrasos y a regañadientes, también ha rebajado significativamente los tipos de interés a más corto plazo en Europa.

                Cuando uno relata una historia de malas noticias casi universales, a veces está bien prestar atención a los pocos países que han sido capaces de escapar a las crisis y a la ruina de las familias corrientes. Noruega y Chile son dos buenos ejemplos.

                Cuando el petróleo del Mar del Norte inundó Noruega con enormes ingresos, el país tuvo la sabiduría de ahorrar para el futuro. De forma análoga, cuando los precios mundiales del cobre enriquecieron a Chile, el país administró bien ese dinero caído del cielo. Sí, ambos tuvieron una suerte tremenda entonces. Pero ambos, por así decirlo, supieron sacarle partido.

                Por el contrario, Irlanda e Islandia eran dos de los países que volaban alto durante los años en que la burbuja se fue hinchando. Un martes los islandeses eran las personas más felices del mundo. Al jueves siguiente eran las más desgraciadas cuando sus principales bancos se hundieron. En Irlanda, y también en España, la gente aprendió por las malas la ley de acción y reacción de Newton. Lo que sube también puede bajar.

                No se puede contar con que la historia se repita. Ahora mismo, a pesar del aluvión constante de desgracias de todo tipo, Bernanke espera un posible fin de la recesión para finales de 2009 o poco después. No es el único que lo cree así. La mayoría de los corredores de Bolsa que se dedican a vender acciones y bonos proclaman este mismo punto de vista.

                Mis expectativas son más cautelosas. Sí, podría haber una subida del PIB real a la vuelta de la esquina. Sí, la oficial-extraoficial Oficina Nacional del Comité de Investigación Económica que da datos de recuperaciones y recesiones podría un buen día anunciar que nuestra actual recesión llegó a su fin a finales de 2009. Pero cuando llegue ese fin, ¿no podría ir seguido de una prolongada debilidad de a) el empleo disponible y b) el poder adquisitivo de consumidores e inversores, así como de una cadena continua de bancarrotas?

                Llamémoslo el modelo japonés de "décadas perdidas" 1990-2009.

                Si nuestra próxima recuperación es así de débil, los libros de historia pintarán un sombrío retrato de los dos mandatos de George W. Bush en la Casa Blanca.

                Paul A. Samuelson es profesor emérito de Economía en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y Premio Nobel de Economía en 1970. © 2009 Paul Samuelson. Distribuido por Tribune Media Services. Traducción de News Clips./ EL PAIS.COM

                P. Krugman: mantenga el curso…

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                16 de junio de 2009

                The New York Times

                Paul Krugman
                De The New York Times

                El debate sobre la política económica tomó una forma predecible, aunque siniestra: La crisis parece estar calmándose y un coro de críticos ya exige que la Reserva Federal y la administración Obama abandonen sus esfuerzos de rescate. Para los que conocen su historia, es un déjà-vu más, literalmente.

                Pues esta es la tercera vez en la historia que una gran economía cae en una trampa de liquidez, una situación en la que los cortes en la tasa de interés, el modo convencional de recuperar la energía de la economía, llegaron a su límite. Cuando esto sucede, medidas nada comunes son la única forma de combatir la recesión.

                Pero estas medidas no convencionales molestan a los que tienen una mentalidad convencional, y estos exigen un regreso a la normalidad. En casos anteriores de trampas de liquidez, las autoridades cedieron a estas presiones muy temprano, poniendo la economía en crisis nuevamente. Y en el caso de que los críticos consigan lo que quieren, haremos lo mismo esta vez.

                El primer ejemplo de política en una trampa de liquidez viene de los años de 1930. La economía de los Estados Unidos creció rápidamente entre 1933 y 1937, con la ayuda, a lo largo de este período, de las políticas del New Deal. Los Estados Unidos, sin embargo, se mantenían bien lejos del pleno empleo.

                A pesar de eso, las autoridades dejaron de preocuparse con la depresión y empezaron a preocuparse con la inflación. La Reserva Federal apretó la política monetaria, mientras FDR (Franklin D. Roosevelt) intentaba equilibrar el presupuesto federal. Como era de esperarse, la economía se desmoronó nuevamente y la recuperación completa tuvo que esperar la Segunda Guerra Mundial.

                El segundo ejemplo es Japón en los años de 1990. Después de desmoronar en el inicio de la década, Japón experimentó una recuperación parcial, con la economía creciendo casi el 3% en 1996. Las autoridades respondieron cambiando su enfoque hacia el déficit del presupuesto, elevando los impuestos y cortando los gastos. Japón empezó a resbalar de nuevo en la recesión.

                Y aquí vamos nosotros de nuevo.

                De un lado, los que se preocupan con la inflación están perturbando la Reserva Federal. El ejemplo más reciente: Arthur Laffer, aquel de la curva, alerta que las políticas de la Reserva Federal causarán una inflación devastadora. Recomienda, entre otras cosas, un posible aumento de las exigencias de reserva de los bancos, que es exactamente lo que la Reserva Federal hizo en 1936 y en 1937, una jugada que nadie, a no ser Milton Friedman, condenaba como siendo una ayuda para sofocar la recuperación de la economía.

                Mientras tanto, hay exigencias de diversas direcciones para que se cancele el plan de estímulo fiscal del presidente Barack Obama.

                Algunos, especialmente en Europa, argumentan que el estímulo no es necesario, pues la economía ya está recuperándose.

                Otros alegan que la deuda pública está aumentando las tasas de interés y que esto saboteará la recuperación.

                Y los republicanos, ofreciendo un poco de alivio cómico, dicen que el estímulo falló porque la legislación que le dio poder a esto fue aprobada hace cuatro meses -¡Por Dios, cuatro meses enteros!- y a pesar de eso, el desempleo sigue aumentando. Esto sugiere una comparación interesante con el récord económico de Ronald Reagan, cuyo corte en los intereses, en 1981, dio lugar a nada menos que 16 meses de desempleo creciente.

                OK, pausa para algunas verificaciones de realidad.

                Primero, mientras los mercados de acciones estaban conmemorando los "lanzamientos" de la economía, el hecho es que el desempleo estaba muy alto y sigue aumentando. Es decir, no estamos experimentando el tipo de crecimiento que llevó a las grandes equivocaciones de 1937 y 1997. Es muy temprano para declarar la victoria.

                ¿Y sobre la afirmación de que la Reserva Federal está arriesgándose a generar inflación? No lo está. Laffer parece aterrorizado por un rápido crecimiento en la base monetaria, la suma de la moneda en circulación y de las reservas de los bancos. Pero una base monetaria creciente no es inflacionaria cuando usted está en una trampa de liquidez. La base monetaria de los Estados Unidos duplicó entre 1929 y 1939; los precios disminuyeron el 19%. La base monetaria de Japón aumentó el 85% entre 1997 y 2003; la deflación siguió en un ritmo rápido.

                Bueno, ¿y con relación a toda aquella deuda pública? Todo lo que está haciendo es compensar una zambullida en la deuda privada: el total de la deuda es menor, no más grande. De hecho, si el gobierno no estuviera administrando un gran déficit en este momento, la economía probablemente estaría yendo hacia una depresión completa.

                Ah, y la confianza creciente de los inversionistas de que lograremos evitar una depresión completa -no la presión de la deuda pública- explica el aumento reciente en las tasas de interés a largo plazo. Y hablando sobre las tasas, todavía están bajas de acuerdo con los estándares históricos. Sólo no están tan bajas como estaban en el auge del pánico, al comienzo de este año.

                Resumiendo: hace algunos meses, la economía de los Estados Unidos corría el riesgo de caer en depresión. El déficit público y las políticas monetarias agresivas, por ahora, evitaron aquel peligro. Y, de repente, los críticos exigen que suspendamos todo eso y volvamos a la rutina.

                Debemos ignorar estas exigencias. Es muy temprano para desistir de políticas que, como máximo, nos alejaron algunos centímetros del borde del abismo.

                Paul Krugman es economista, profesor de la Universidad de Princeton y columnista de The New York Times. Fue galardonado con el premio Nobel de economía de 2008. Artículo distribuido por The New York Times News Service.

                P. Krugman: el gran miedo a la inflación…

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                PAUL KRUGMAN 07/06/2009

                Krugman_visita_Barcelona De repente parece que todos hablan de la inflación. Opiniones muy severas advierten de que la hiperinflación está a la vuelta de la esquina. Y puede que los mercados se estén dejando llevar por esta alarma: los tipos de interés de los bonos del Estado a largo plazo están subiendo, y el temor a la futura inflación es una de las posibles razones de esa subida.

                ¿Pero tiene sentido este gran miedo a la inflación? Básicamente no, aunque con una advertencia a la que llegaré más tarde. Y sospecho que este miedo tiene que ver, al menos en parte, con la política, no con la economía.

                Vayamos al grano. Es importante que nos demos cuenta de que no hay asomo de presiones inflacionarias en la economía ahora mismo. Los precios al consumo están más bajos que hace un año y las subidas salariales se han estancado debido al alto desempleo. El peligro claro y actual es la deflación, no la inflación.

                Entonces, si los precios no suben, ¿a qué se debe esta preocupación por la inflación? Algunos afirman que la Reserva Federal está acuñando montones de dinero, lo cual tiene por fuerza que ser inflacionario, mientras que otros dicen que el déficit presupuestario acabará obligando al Gobierno estadounidense a reducir su deuda mediante la inflación.

                Lo primero es sencillamente falso. Lo segundo podría ser correcto, pero no es así.

                Sí es cierto que la Reserva Federal últimamente ha estado tomando medidas sin precedentes. Más concretamente, ha estado comprando muchísima deuda, tanto pública como del sector privado, y financiando estas compras atribuyendo a los bancos reservas adicionales. Y en tiempos normales, esto sería muy inflacionario: los bancos, nadando en reservas, aumentarían los préstamos, lo cual elevaría la demanda, lo que a su vez haría que subieran los precios.

                Pero los tiempos que corren no son normales. Los bancos no están prestando sus reservas extra. No las están dando trámite y, de hecho, están devolviendo el dinero con rapidez a la Reserva Federal. De modo que, a fin de cuentas, la Reserva no está acuñando realmente dinero.

                Aun así, ¿esas medidas no acabarán siendo inflacionarias, antes o después? No. El Banco de Japón, enfrentado a dificultades económicas no muy distintas de las que nosotros afrontamos hoy, compró deuda a grandísima escala entre 1997 y 2003. ¿Y qué pasó con los precios al consumo? Que bajaron.

                En el fondo, buena parte del actual debate sobre la inflación nos recuerda lo ocurrido en los primeros años de la Gran Depresión, cuando muchos personajes influyentes prevenían sobre la inflación aunque los precios estuvieran cayendo. Como escribía el economista británico Ralph Hawtrey, "se manifestaban temores fantasiosos a la inflación. Era como gritar ‘fuego’ durante el diluvio universal". Y añadía: "Cuando la depresión y el desempleo amainan es cuando la inflación se vuelve peligrosa".

                ¿Corremos el riesgo de que suba la inflación cuando la economía se recupere? Eso afirman quienes contemplan proyecciones de que la deuda federal superará el cien por cien del PIB, y dicen que Estados Unidos tendrá finalmente que reducir su deuda recurriendo a la inflación: es decir, subir los precios para que se reduzca el valor real de la deuda.

                Cosas así han ocurrido en el pasado. Por ejemplo, Francia redujo mediante la inflación buena parte de la deuda en la que había incurrido durante la I Guerra Mundial.

                Pero faltan ejemplos más actuales. En las últimas dos décadas, Bélgica, Canadá y, por supuesto, Japón han experimentado episodios en los que la deuda superaba el cien por cien del PIB. Y Estados Unidos salió de la II Guerra Mundial con una deuda superior al 120% del PIB. En ninguno de estos casos recurrieron los Gobiernos a la inflación para resolver sus problemas.

                Entonces, ¿hay razones para pensar que se acerca la inflación? Algunos economistas son partidarios de mantener una política deliberada de inflación moderada, como método para fomentar el préstamo y reducir la carga del endeudamiento privado. Yo estoy de acuerdo con estos argumentos, y expuse un razonamiento similar para Japón en la década de 1990. Pero la defensa de la inflación nunca prosperó entre los políticos japoneses de aquel entonces, y no hay señales de que esté arraigando entre los políticos estadounidenses de hoy.

                Todo esto plantea la siguiente pregunta: si la inflación no es un riesgo real, ¿por qué todas esas afirmaciones de que sí lo es?

                Bien, como ya se habrán dado cuenta, a veces los economistas disienten. Y las grandes disensiones son especialmente probables en tiempos extraños como éstos que corren, en los que muchas de las normas habituales ya no son válidas.

                Pero es difícil que a uno no le dé la impresión de que el actual alarmismo respecto a la inflación es en parte político, y que procede en gran medida de economistas que no tenían problema con el déficit causado por las rebajas de impuestos, pero que de repente se convirtieron en cascarrabias fiscales cuando el Gobierno empezó a gastar dinero para sacar la economía a flote. Y su objetivo parece ser el de presionar al Gobierno de Obama para que abandone los planes de recuperación.

                Huelga decir que el presidente no debería dejar que le intimiden. La economía sigue teniendo grandes problemas y necesita una ayuda continua.

                Sí, tenemos un problema presupuestario a largo plazo, y tenemos que empezar a sentar las bases de una solución a largo plazo. Pero en lo referente a la inflación, lo único que debemos temer es al propio miedo a la inflación. –

                Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de Economía en 2008. © 2009 New York Times Service. Traducción de News Clips.

                EL PAIS.COM

                El giro socialdemócrata del modelo chileno…

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                Por Ernesto Águila Z. *

                BACHELETO001 Lo avanzado hasta ahora con este programa conceptualmente socialdemócrata es aún germinal y precario, y marca una ruptura no sólo con la idea neoliberal del mercado como factótum del desarrollo económico y social, sino también con la fórmula concertacionista de los noventa de “crecer con equidad”.

                El reciente discurso del 21 de mayo de la Presidenta Michelle Bachelet no sólo ha constituido una cuenta de lo realizado y un conjunto de anuncios políticos y sociales relevantes sobre el futuro, sino que ha reiterado la idea de que existe un nuevo enfoque o paradigma en la base de la formulación e implementación de las políticas públicas.

                ¿Existe este nuevo modelo o es sólo retórica? Y si este nuevo paradigma existe, ¿cuáles son sus rasgos fundamentales y de qué manera se diferencia no sólo del esquema neoliberal, sino de las propias concepciones económico-sociales anteriores de la Concertación?

                Sostendremos que en los últimos años, y particularmente bajo la administración Bachelet, lo que ha venido madurando es un giro socialdemócrata del modelo de desarrollo chileno. Ello expresado, básicamente, en la construcción de un "sistema de protección social", en un rol más proactivo del Estado en la economía y en un ideario igualitarista que ha venido instalándose con cierta consistencia en la formulación de las políticas públicas.

                El Plan AUGE y su lógica de derechos sociales garantizados, la construcción del pilar solidario del sistema previsional, el programa integral de protección de la infancia conocido como Chile Crece Contigo, el aseguramiento constitucional de 12 años de escolaridad obligatoria, el seguro de desempleo, el subsidio estatal a la vivienda, la reciente ley de igualdad salarial entre hombres y mujeres, etcétera, son algunas de esas políticas progresistas de nuevo cuño que conforman esta naciente institucionalidad de protección social o, si se quiere, los incipientes cimientos de un modelo de Estado de bienestar.

                Lo avanzado hasta ahora con este programa conceptualmente socialdemócrata es aún germinal y precario, y marca una ruptura no sólo con la idea neoliberal del mercado como factótum del desarrollo económico y social, sino también con la fórmula concertacionista de los noventa de "crecer con equidad", que seguía asimilando y reduciendo el concepto de desarrollo al de crecimiento económico, y concebía la acción social más bien a través de "programas focalizados" y no como la construcción estructural de una red de instituciones y mecanismos permanentes de protección y distribución de oportunidades y de bienestar.

                También esta nueva sensibilidad progresista se ha verificado en la agresiva acción económica contracíclica para enfrentar las crisis, en los esfuerzos de reactivación vía inversión pública y en la intervención directa del Estado sobre actividades económicas amagadas y protección del empleo, en un "revival" keynesiano impensado hasta hace unos pocos meses en nuestra ortodoxia económica.

                Mucho más tímida ha sido la instalación de la lógica socialdemócrata en el campo laboral, donde resulta una asignatura pendiente el fortalecimiento de los sindicatos, de la negociación colectiva y del diálogo social al interior de la empresa y entre los grandes actores sindicales y empresariales (lo que mostró su viabilidad en el reciente acuerdo entre la CUT y la CPC para una moratoria de una parte del potencial desempleo vía capacitación).

                En este sentido, lo que en gran medida estará en juego en diciembre de 2009 no es solo una genérica idea de cambio o alternancia sería absurdo que así fuera con los actuales niveles de respaldo del actual gobierno concertacionista sino también continuidad y profundización de este nuevo modelo social que se ha venido construyendo. Es decir, si se prosigue con este giro socialdemócrata o bien se entra en una involución neoliberal, a través de políticas de expansión del rol del mercado, desregulación, privatización de empresas públicas y, en general, la permanente propuesta de soluciones privadas para problemas públicos.

                Se debe tomar nota que en las últimas semanas el candidato de la derecha ha comenzado a hablar de "protección social". Sin embargo, resulta una conversión un poco tardía y poco creíble dentro de un sector político que hasta ahora no ha hecho ninguna revisión ni autocrítica intelectual seria de la crisis financiera internacional y de sus causas, ni ha aceptado conceptualmente el nuevo rol que el Estado ha venido jugando en lo económico y en lo social en el mundo y en Chile (la única reflexión de la crisis fue la pueril explicación de que era una nueva "falla del Estado" por no haber sabido éste regular, luego de haber predicado por décadas el laissez faire de los mercados).

                Continuidad y profundización socialdemócrata o regresión neoliberal pareciera ser la contradicción del período, por usar una categoría un poco en desuso y de otros tiempos. El arte de la política progresista en los próximos meses será concentrar las fuerzas y energías en esta contradicción principal y evitar enredarse en debates y escaramuzas secundarias y subalternas. //LND

                * Director ejecutivo del Instituto Igualdad y editor político de www.asuntospublicos.cl.

                LA NACION.CL

                Para enfrentar la crisis, marcha atrás en la ortodoxia

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                Los Gobiernos y los bancos centrales sacan toda su artillería contra la crisis

                ALICIA GONZÁLEZ 30/11/2008, El País.com

                El gurú de la crisis, Nouriel Roubini, sostiene que «tiempos desesperados exigen medidas desesperadas y extremas». Y nada más desesperado, en su opinión, que la amenaza de deflación, suspensiones de pagos y trampas de liquidez que atenazan a la economía mundial.

                En eso están todos los gobiernos del mundo en este momento. Rebajas de impuestos a empresas y consumidores, compras de créditos dudosos, inversiones en obra pública… Todo es poco para evitar la fatídica combinación que supone el desplome de la actividad, frenazo del consumo, restricción del crédito y caídas de precios a la que parece abocada sin remedio la economía mundial.

                A eso se comprometían, precisamente, los líderes del G-20 el pasado 15 de noviembre en Washington. «Usaremos medidas fiscales para estimular la demanda doméstica con efecto inmediato, según sea necesario, mientras se mantiene un marco político enfocado a la sostenibilidad presupuestaria», decía el punto número siete del comunicado. La ortodoxia parece haber quedado relegada ante el riesgo de que la recesión global deje paso a una depresión. Las autoridades están llevando a cabo una movilización sin precedentes de todos los recursos disponibles, aunque eso se traduzca en la vuelta a los déficit públicos, un incremento en las emisiones de deuda de los Estados desconocido en los últimos años y la puesta en marcha de políticas hasta ahora consideradas heterodoxas, como las aprobadas esta última semana en Estados Unidos.

                La Reserva Federal ha llevado a cabo una fuerte inyección de liquidez en la economía para animar el crédito a las familias y a las pequeñas y medianas empresas. Se trata de una medida excepcional, no sólo por el elevado volumen de la medida (800.000 millones de dólares, frente a los 700.000 millones del plan de rescate del Gobierno) sino por el cambio de estrategia que implica.

                «Aunque aún es demasiado pronto para saber si las últimas medidas son suficientes para marcar un punto de inflexión en la crisis crediticia, cada una de ellas supone un cambio radical en la forma en la que los responsables políticos y económicos de Washington están respondiendo a la crisis», aseguraba Barclays Capital en un informe.

                Mientras los planes del Gobierno se financian con dinero de los contribuyentes a través de la emisión de deuda pública, los del banco central implican, de hecho, darle a la máquina de hacer dinero. Así, el balance del banco ha pasado en los últimos meses de 800.000 millones a 2 billones de dólares. Todo con un doble objetivo: aumentar la liquidez del mercado y evitar el riesgo de deflación.

                La Reserva ha tenido que adoptar estas medidas ante la amenaza de «quedarse sin munición», como lo definió su ahora presidente Ben Bernanke en 2002. Entonces, como miembro del Consejo de Gobierno de la entidad, apostaba porque la Reserva comprara deuda pública e incluso privada si los tipos de interés se aproximaban peligrosamente a cero.

                Seis años después, ése es el escenario que baraja la entidad. Con el precio del dinero en el 1%, los analistas apuestan por una nueva rebaja en diciembre hasta el 0,5%. A partir de ese nivel, la rebaja de los tipos de interés deja de ser un instrumento efectivo de política monetaria y son necesarias otro tipo de medidas.

                Ahí es donde se enmarca el cambio de estrategia de la entidad dentro de las denominadas políticas de expansión cuantitativa. Es lo que hizo Japón entre el año 2001 y 2006, un tiempo durante el que mantuvo los tipos de interés en el 0,15%, pero proporcionando al mismo tiempo provisiones suficientes de reservas al sistema bancario para fomentar la ampliación de los créditos. Y fue eso lo que permitió a Japón salir de una década de crisis, según asegura Mark Spiegel, analista de la Reserva Federal de San Francisco.

                Europa en esta ocasión ha ido por delante de Estados Unidos. Aunque la política monetaria europea aún cuenta con mucho margen de actuación, con el precio del dinero en el 3,25%, el BCE lleva desde hace aproximadamente un mes ofreciendo cantidades de dinero ilimitadas en las subastas semanales de liquidez a un tipo fijo, un claro giro hacia políticas cuantitativas.

                «Lo cierto es que el BCE tardó en actuar y ahora permite barra libre de liquidez» a los bancos, asegura José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney. Eso ha incrementado en un 50% el neto que presta al conjunto del sistema financiero respecto a los niveles de agosto de 2007.

                UBS señalaba en un reciente informe que tanto el euro como el sistema financiero articulado en torno a la moneda única nacieron con defectos de origen que esta crisis ha sacado a la luz. Entre ellos, que la responsabilidad de la política monetaria reside en el BCE mientras la responsabilidad sobre el sistema bancario reside en los bancos centrales. «Eso significa, in extremis, que Europa carece de un prestamista creíble de último recurso», dicen los analistas de UBS. Como dijo en su puesta en marcha el entonces presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, «estoy seguro de que el euro nos obligará a introducir un conjunto de nuevos instrumentos de política económica. Es políticamente imposible proponerlos ahora. Pero algún día habrá una crisis y esos instrumentos serán creados». A estas alturas, el debate ni siquiera se ha planteado entre los miembros del consejo de la entidad.

                Las autoridades europeas también parecen haber hecho caso omiso de los buenos propósitos expresados en la cumbre de Washington y cada día parece más difícil articular un plan de estímulo económico coordinado a nivel comunitario.

                La propuesta de la Comisión de poner en marcha rebajas fiscales y ayudas presupuestarias equivalentes al 1,5% del PIB se ha encontrado con el rechazo tajante de Francia y Alemania, especialmente lo que respecta a la rebaja del IVA. Se trata de un plan de 200.000 millones de dólares -«aunque puede ser necesario más para atajar la crisis», advertía el presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso- al que Bruselas apenas aporta 30.000 millones. Algunos Estados miembros cuentan con escaso margen presupuestario, dado que su nivel de déficit ya roza el 3% del PIB, pero Bruselas está dispuesta a hacer la vista gorda. «En circunstancias excepcionales uno puede utilizar la máxima flexibilidad», admitió Barroso.

                Sin esperar a un acuerdo, Londres ya ha puesto en marcha su propio plan, con el objetivo principal de impulsar el consumo a través de una rebaja del IVA. En total, 20.000 millones de libras (24.000 millones de euros), el mayor plan de estímulo aprobado en el Reino Unido desde 1988, equivalente al 1,1% del PIB.

                Para paliar, aunque sea parcialmente los costes del plan, el Gobierno laborista ha anunciado que, a partir de 2011, subirá el impuesto sobre la renta del 40% al 45% a quienes ganen más de 150.000 libras anuales (180.000 euros). Y ahí radica un cambio fundamental en la política aplicada por Reino Unido y la mayor parte del mundo occidental en la última década. Desde la llegada de la conservadora Margaret Thatcher al poder en 1979 (a la que se sumaría con la misma filosofía liberal Ronald Reagan en Estados Unidos en 1981) el tipo máximo del IRPF sólo ha hecho que bajar, una tendencia a la baja que Tony Blair como primer ministro acentuó.

                «Es la vuelta a los años setenta», aseguraba Bill Jones, profesor de políticas de la Universidad de Manchester. «Es un retorno a las diferencias entre los dos partidos políticos y el fin temporal de las políticas de consenso. Es como si los laboristas, de pronto, hubieran roto su camisa de fuerza».

                Es la línea que también anticipa el nuevo Gobierno demócrata en Estados Unidos. Como candidato presidencial, Barack Obama criticó con dureza las rebajas fiscales para las rentas más altas llevadas a cabo por el Gobierno de George Bush. Los nuevos asesores presidenciales descartan que el plan de estímulo que Obama aprobará nada más ser investido presidente vaya a incluir subidas de impuestos para estos colectivos. Pero el propio Obama reiteraba esta semana su intención de que «los más ricos paguen un poco más para que podamos invertir en el crecimiento y recuperar la economía». Toda una declaración de intenciones.

                Y un planteamiento muy diferente a algunas de las medidas -que no las declaraciones- del Gobierno español. El plan de estímulo aprobado por el Consejo de Ministros el pasado mes de abril incluía la eliminación del impuesto sobre el patrimonio, ahora en tramitación en el Senado y por el que el Estado dejará de ingresar unos 1.800 millones de euros anuales. La medida ha sido muy bien acogida por aquellos obligados a pagar este impuesto, entre otros, los que acumulan bienes por valor superior a los 600.000 euros. «No sabía que yo fuera socialdemócrata y que lo fuera tanto», se ha comentado con sorna en algunos reservados de los restaurantes más caros de Madrid a la vista del ahorro que esa medida supondrá para sus comensales.

                Vuelta a los déficit

                Los planes de rescate financiero y de estímulo económico conllevan la vuelta a los déficit públicos y las emisiones de deuda masivas. Los últimos cálculos apuntan que el deterioro de las cuentas públicas de los países desarrollados se situará de media en el 4,1% del PIB en 2010, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

                Mayor será el impacto de los planes de estímulo para Estados Unidos, que verá cómo sus cuentas públicas registran un déficit del 6,8% en dos años, el mayor déficit entre los de la OCDE. Sin embargo, algunos analistas privados apuntan que el déficit alcanzará niveles próximos al 8% del PIB en economías como la del Reino Unido e incluso España.

                A la hora de gastar ese dinero, la OCDE reconoce que la inversión en infraestructuras puede ser un buen instrumento, aunque tarda en instrumentarse y ponerse en marcha y, por tanto, en trasladarse al resto de la economía. De ahí que apunte alternativas como las rebajas de impuestos o las transferencias de renta a las familias más endeudadas y con menos recursos. Sí subraya que «una vez que haya signos claros de recuperación será necesario deshacer con rapidez los estímulos macroeconómicos para evitar que se asienten las presiones inflacionistas en la economía».

                Pero eso no resultará nada fácil. La economista jefe de Schroders, Keith Wade, sostiene que «resulta difícil para los gobiernos dar marcha atrás en los planes de estímulo, especialmente cuando están asociados a objetivos políticos prioritarios», como los trabajadores menos cualificados o los hogares de menor renta. Eso supone que una vez que comienza la recuperación de la actividad en el sector privado «el mantenimiento de la expansión presupuestaria deriva en un sobrecalentamiento y en más inflación». Un pronóstico que resultaría amenazante en cualquier otro momento pero no tanto ahora, cuando el riesgo de una espiral deflacionista se ha hecho evidente.

                En ese sentido, el elevado endeudamiento público tampoco sería ahora una amenaza para los precios «dada la debilidad de la demanda del sector privado», insiste Schroders en su análisis. Todo ello dibuja un escenario similar al de los años sesenta, con el IPC por debajo del 2% pero sin entrar en deflación. –

                Venezuela y Chávez: situación y análisis del proceso… (información actualizada…)

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                CHAVEZ2

                (Ver «Venezuela: la dictadura del subproletariado», M. Castells)

                El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ordenó a su Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) que inicie un debate nacional para lograr una enmienda constitucional que permita su reelección.

                Durante un acto transmitido en cadena nacional obligada para radio y televisión, Chávez dijo que estaba listo para quedarse en el poder hasta el 2019. Objetivo que sólo sería posible con una reforma a la Constitución, pues su mandato finaliza en cuatro años.

                «Ahora sí lo vamos a lograr. Vamos a demostrar quién manda en Venezuela», declaró el mandatario durante un acto de toma de posesión del nuevo alcalde de Caracas, el chavista Jorge Rodríguez.

                El corresponsal de BBC Mundo en Caracas, Carlos Chirinos, explica que se trata de un notable cambio de opinión por parte de Hugo Chávez quien apenas el lunes había dicho en conferencia de prensa con corresponsales extranjeros que él no promovería una nueva iniciativa de reforma constitucional.

                No obstante, el presidente explicó en su intervención de este domingo que su decisión es producto de una reflexión sobre el resultado de los recientes comicios regionales en los que la oposición ganó en estados y alcaldías clave.

                «Yo les doy mi autorización al PSUV, al pueblo venezolano, para que inicien el debate y las acciones para lograr la enmienda constitucional y la reelección del presidente de la República, y estoy seguro que ahora sí lo vamos a lograr», declaró el mandatario venezolano.

                En diciembre de 2007 Chávez perdió en referendo una propuesta de reforma que incluía la figura de reelección indefinida para el cargo de presidente de la República.

                Expertos constitucionalistas consultados por BBC Mundo aseguran que la ley impide que los contenidos de la reforma puedan ser propuestos durante un mismo período constitucional.

                Sin embargo, los seguidores de Chávez aseguran que algunos temas pueden ser replanteados por iniciativa popular y mediante la figura de enmienda de la Carta Magna.

                Chirinos recuerda que el lunes pasado el propio Chávez había dejado abierta esa posibilidad al decir que no podía impedir que el «pueblo» solicitara la introducción de la figura de la reelección.

                El chavismo después de la lluvia

                Por Modesto Emilio Guerrero *

                La sospechosa mesura informativa aplicada por las redes internacionales de prensa adversas al líder bolivariano, antes y después del 23 de noviembre, fue compensada por el aluvión de votos registrado. Con el 66 por ciento del padrón electoral entusiasmado en votar, la primera derrotada fue la calculada abstención promovida por la oposición interna y externa.

                Se verificó una tendencia abierta hace pocos años en América latina: la derecha tradicional más proyanqui no logra armar opciones políticas de escala nacional, como señala Atilio Boron en Página/12 este lunes 24. Debe limitarse a sus fuerzas regionales o locales. “Si se lee la elección del domingo 23 como un plebiscito presidencial, Chávez continúa teniendo el favor mayoritario del pueblo venezolano”, señala con certeza Alberto Salazar en el diario web Aporrea. En este sentido, el chavismo recuperó aliento respecto del susto de diciembre pasado. “Dos millones de votos por encima de los obtenidos a finales del 2007”, dice el autor de Aporrea.

                Otro elemento nuevo es el surgimiento de un partido de masas en Venezuela capaz de mover a millones invocando el socialismo. El PSUV logró 5.600.000 votos. Ninguna de las fuerzas de la derecha por separado superó un tercio de ese total. Peor: ellos perdieron 300.000 votos en un año. Las cinco gobernaciones logradas quedaron fraccionadas en cinco partidos opositores diferentes, y no les alcanzan para modificar la mayoría bolivariana en la Asamblea Nacional, sin la cual no es posible gobernar en una democracia occidental capitalista.

                En ese punto comienzan los desafíos. Este caudal electoral acumulado por el chavismo está amenazado a mediano y largo plazo. El mediano es 2010 (parlamentarias), el largo es 2012 (presidenciales). En ese precario calendario político marcado por el propio gobierno y sus enemigos internos, los resultados indican un diagnóstico preocupante. Para evitar la metástasis, la medicina deberá pasar de homeopática a punitiva.

                El chavismo amplió su presencia territorial al ganar 17 estados, contra 5. Incluso logró recuperar cinco gobiernos regionales que se habían pasado al enemigo desde 2006, pero perdió el poder en tres bastiones clave y eso marca la dinámica en una perspectiva electoral. Si esa novedad adquiere fuerza, el riesgo aumentará, como advierte el especialista Nelson Merentes en una frase tan perfecta como delicada: “La oposición avanza poquito a poco” (YVKE Mundial, Caracas, 24-11-08) .

                A pesar de haber bajado su votación, la derecha conquistó dos corredores electorales sin los cuales no se ganan elecciones en Venezuela. Uno en el occidente, con Zulia y Táchira, sobre la frontera colombiana de Uribe; el otro se formó entre el Estado Miranda y la Alcaldía Mayor de Caracas, la segunda y tercera entidades electorales del país, bases sociales del golpe de 2002.

                A sólo 130 km se reapoderaron el Estado Carabobo, donde el general ex bolivariano Acosta Carlez logró mermar el voto chavista a favor de la derecha más rancia. Su gestión, tan desastrosa como corrupta, lo redujo al 5 por ciento de los sufragios. Junto con Diosdado Cabello, actual gobernador oficialista, congelado en el 36 por ciento en Miranda, simbolizan el costoso peso muerto de gobernantes “rojo rojitos” por fuera y burgueses burguesitos por dentro. La suma de esas tres circunscripciones le entregó a la derecha el 37 por ciento del padrón electoral nacional. En términos relativos es un retroceso frente a las conquistas de noviembre de 2004, cuando se logró el 73 por ciento del poder regional con 20 gobernaciones, 251 alcaldías y 176 consejos legislativos estaduales. En Caracas, por ejemplo, tendrán la mayoría absoluta del Consejo Metropolitano integrado por tres alcaldías. Desde el pasado 23 de noviembre contarán en su poder con cuatro de las cinco jurisdicciones electorales más importantes.

                Si algo ayuda a comprender los resultados electorales de Venezuela es su lógica interna de contradicciones y desplazamientos inquietantes, y no, el juego frío de sus guarismos eventuales expresado en la suma y la resta de votos, gobernaciones y alcaldías obtenidas. Sus resultados se parecen al sabio consejo del viejo Hegel: “El mundo no es una suma de cosas, sino de procesos”.

                * Escritor y periodista venezolano, autor de nueve libros, el último, la biografía ¿Quién inventó a Chávez?

                78% de la población venezolana vive en municipios bolivarianos

                Okrim Opina

                A poco de conocerse los resultados de las elecciones regionales del pasado 23 de noviembre, los medios privados se apresuraron a afirmar que como sus candidatos derechistas se habían impuesto en cinco Estados y la Alcaldía Mayor de Caracas, lo que supone que gobernarán a un 45% de la población venezolana, entonces se podía ya hablar de un cuasi empate técnico a nivel nacional. Y de ahí a salir de Chávez, un pasito nomás.

                Como casi siempre se apresuraron en sus conclusiones, confundiéndolas con sus deseos.

                La lógica que usaron fue «si en cada Estado que acabamos de ganar tendremos influencia política directa -en programas sociales, cultura, seguridad, salud, etc.- sobre todos sus habitantes, hayan o no votado por nosotros, entonces si sumamos todos los habitantes de cada una de las gobernaciones obtenidas, sabremos sobre cuántos venezolanos tendremos esa influencia o poder».

                Si además de a la oposición aplicamos la misma lógica a las gobernaciones ganadas por el PSUV (que fueron sólo 17, pero casi todas de menor número de habitantes), obtenemos el siguiente cuadro:

                Efectivamente, el 45% de los venezolanos tienen tras esta elección a gobernadores de oposición («otros» en el cuadro), mientras que el restante 55% a gobernadores del PSUV. Por cierto, para los curiosos que quieran conocer cómo elaboré el cuadro, lo explico al final del texto.
                Gráficamente, el cuadro anterior arroja la siguiente torta:

                Llegados a este punto, los medios empezaron a darle la forma a la matriz de «esto es técnicamente empate» y tan contentos le dieron carpetazo a este asunto y se dedicaron a emborracharse de sensación victoriosa.
                Poco después, se supo que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) se había impuesto en 263 de las 326 alcaldías en juego (de un total de 335 en todo el país), en 80 de los 100 municipios más poblados del país y otra serie de datos que echaban rápidamente por tierra las matrices de opinión tipo «la oposición triunfa en las ciudades y el chavismo en el campo» y otras similares de muy mal disimulado clasismo.
                Ojo, la lógica aplicada por la oposición en el anterior cuadro es bien razonable y tiene fundamento, pero no se puede quedar ahí… porque no sólo hubo elecciones para gobernadores de Estado, si no también para alcaldes de Municipio .
                Surgió entonces la pregunta ‘¿Qué ocurriría si aplicáramos la misma lógica que aplicamos a los Estados y sus habitantes a los Municipios y quienes los habitan? ¿Se mantendría esa relación de 45%-55%?’. Me molesté en contestar esa interrogante y, gracias a los resultados publicados en la web del CNE, las proyecciones demográficas del INE, el mapa elaborado por Ricardo Menéndez que publicó Luigino en YVKE y mucha, mucha paciencia, elaboré una tabla de lógica idéntica a la anterior, pero con municipios en lugar de Estados.
                Es decir, asigné todos los habitantes de cada municipio al partido vencedor en el mismo, siguiendo la misma lógica anterior: igual que un gobernador o su partido tienen influencia sobre todos los habitantes del estado, un alcalde y su partido también la tienen sobre todos los habitantes del municipio que los eligió. He aquí el resultado:

                ¿Y entonces? ¿Qué pasó aquí? ¿Adónde fue el «empate técnico»?
                Efectivamente, la cruda realidad es que de los casi 28 millones de venezolanos del país, prácticamente 22 millones viven en un municipio bolivariano, lo que debe cortar de una vez por todas la matriz de «chavismo rural» vs «oposición urbana «, que además de clasista y racista, es falsa. El 78.36% del país vive en un municipio bolivariano . Por contra, apenas el 21.64% vive en municipios controlados por la oposición y/o disidencia (y no toda de derechas ni globoviciada como algunos ilusos quieren creer: por ejemplo, los únicos municipios no-psuvistas de los estados Barinas y Lara serán gobernados por una coalición del PPT y el Partido Comunista de Venezuela).
                La abrumadora realidad municipal puede observarse para mayor claridad en el siguiente gráfico:

                Resulta llamativo que, a menor centralización (los municipios son unidades menos centralizadas que los Estados o gobernaciones), mayor fuerza en la relación electoral-demográfica tienen las opciones bolivarianas (comparen el 55% de la población analizando por estados frente al 78% haciéndolo por municipios). Si hiciéramos el estudio respecto a las parroquias (la unidad administrativa inmediatamente inferior a los municipios) les apuesto que el porcentaje sería aún más favorable a la Revolución. Y digo que resulta llamativo porque siempre se habla de que esta Revolución es «centralista», frente a una oposición «descentralizadora».
                Así las cosas, algunos podrían decir que uno no puede limitarse a fijarse en estados o municipios excluyentemente, que la realidad es una mezcla de ambos y la situación política tras el 23-N no puede reducirse a ninguna de las dos exclusivamente, si no a una mezcla de ambas. Y tienen razón. Por eso elaboré una tercera tabla, quizá la más difícil conceptualmente, pero en mi opinión la que más información ofrece.
                En esta ocasión quise saber cuántas venezolanas y venezolanos viven con un alcalde del PSUV y además un gobernador del PSUV, cuántos con alcalde opositor y además un gobernador opositor, y cuántos con uno de cada (gobernador del PSUV y alcalde opositor, o viceversa). ¿Me siguen? Perfecto. He aquí el cuadro resultante entonces:

                Es decir, 13 millones y medio de venezolanos (¡casi el 50%!) tienen en su municipio y además en su Estado a un alcalde y un gobernador del PSUV, respectivamente. Por contra, apenas el 15% de la población tiene en el Municipio y Estado donde vive a un alcalde y además un gobernador opositor.
                Más del triple de venezolanos está en áreas rojas rojitas -municipal y estadalmente hablando- que los que están en zonas de derecha derechita.
                El resto del país, casi un 37%, tiene uno de cada.
                Gráficamente:

                Creo que los datos ofrecidos en estas tablas y gráficos son elocuentes por sí mismos, de modo que me ahorraré aburrirlos (más) con mis conclusiones detalladamente, conclusiones que se me antojan bastantes obvias.
                ¿Victoria opositora? ¿Empate técnico? ¡Por favor! Venezuela sigue siendo, a pesar de todas las contradicciones, errores, ineficacias y la enorme falta de una autocrítica cada día más necesaria, roja rojita.
                No lo digo yo: lo dicen venezolanas y venezolanos cada vez que se topan con un evento electoral.
                ————————————
                NOTA : Los datos electorales y demográficos, como dije más arriba, los tomé respectivamente del CNE y el INE. Este último tiene una tablita bien interesante, con las proyecciones de población para cada municipio del país (el último censo oficial es de 2001). Para ver cada estado, cambien manualmente en el navegador, en la larguísima dirección que aparece, el número que viene junto al texto CodigoEstado= 20. Cada número es un estado y, comenzando en el distrito capital y sus parroquias (01), van ordenados en orden alfabético. 19 es Sucre, 20 es Táchira, etc.
                Por otro lado, para evitar «repeticiones del voto» (un error que han cometido medios de uno y otro lado al contabilizar, y que ha hecho que algunos opositores muestren severos síntomas de delirium tremens al decir que están «a sólo 400 mil votos del chavismo») decidí no usar la Alcaldía Mayor para cuantificar, puesto que está formada por cuatro municipios de Miranda -Chacao, Baruta, El Hatillo y Sucre- y el Municipio Libertador. ¡Pero eso no quiere decir que ignore los datos que le corresponden, para nada! Contando al Estado Miranda entero y al Municipio Libertador, tenemos incluidos los datos de la Alcaldía Mayor . Por eso, en las tablas, cuando menciono al Municipio Libertador, si hablamos de Estados es para la oposición (porque es parte de la Alcaldía Mayor que ganó Ledezma), si hablamos de Municipios es para el PSUV (en el Municipio Libertador venció esta formación) y en el tercer cuadro pertenece a «ambos» porque es a la vez Municipio y quinta parte de un «Estado» (la Alcaldía Mayor), pero no está englobado en Miranda. Fíjense que los datos que corresponden a Venezuela, con esta manera de clasificar estados y municipios, coincide con los 27 millones y pico que viven en el país.
                ¿El resto? Sumas, restas, porcentajes y demás operaciones que no he incluido explícitamente por no convertir este artículo matemáticamente complejo en directamente insoportable. Creo no haber cometido errores de importancia, pero cualquiera que detectan me avisan por favor. Cualquier duda o aclaración extra, pueden hacerlo en mi blog, o escribirme al correo que aparece allí publicado.

                http://okrimopina.blogspot.com/

                (ver más análisis e indicadores sobre Venezuela…)

                El Enjambre toma la capital de Venezuela

                La victoria de la oposición en el Estado Miranda, la Alcaldía Metropolitana de Caracas y la Alcaldía de Sucre pone de manifiesto las redes que se han venido tejiendo contra el proceso bolivariano. Pero la eficacia de esta nueva estrategia se explica por la incapacidad para gestionar los graves problemas de Caracas por parte de los alcaldes bolivarianos. La oposición en Venezuela está cambiando las reglas del juego. Así ha conquistado la capital.

                ¿Qué es el Enjambre? ¿Qué redes se han tejido en Caracas?

                En primer lugar hay que destacar que la oposición venezolana y la intervención norteamericana han modificado profundamente su estrategia, tal y como el profesor Miguel Ángel Contreras ha venido señalando. Y hay que reconocer que les está funcionando. Su hito inicial fue conseguir que tres millones de bolivarianos se abstuvieran en el pasado referéndum para la reforma constitucional de 2007. Su éxito más reciente: la retoma de la capital venezolana, centro neurálgico de la revolución bolivariana. Tras la estrategia inicial de ataque furioso y brutal concretado en el Golpe de Estado de 2002 y el Paro Petrolero, la oposición ha adoptado cada vez más una estructura y un discurso más complejos. Ya no son los viejos partidos y organizaciones empresariales y sindicales del pasado. Ahora son redes que abarcan todo el espectro de actividades sociales. De la misma manera que se organiza la sociedad moderna: a imagen y semejanza de internet y sus redes sociales. La oposición ahora es una red de redes semiautónomas que van desde los medios de comunicación, la Iglesia Católica y las Evangélicas, los partidos tradicionales y los partidos modernos, los movimientos estudiantiles y los rectores, la clase alta y media y también sectores desencantados de las clases media-baja y baja. La oposición tiene nuevas caras, caras jóvenes: Leopoldo López, Capriles Radonski, Carlos Ocariz, Yon Goicoechea, Stalin González, Ricardo Márquez. Ellos se presentan ahora como la renovación, el cambio, la frescura y la innovación. Y han hecho sus tareas, se han aprendido la lección. Tienen una estrategia coherente y eficaz. Es parte de la llamada guerra de cuarta generación que denuncia el sociólogo Carlos Lanz. Los herederos de las elites y el poder tradicional se organizan y se presentan como los resistentes, como los débiles frente al nuevo poder totalitario. Tal y como hizo Otpor en Serbia y Pora en Ucrania.

                ¿Cómo
                llegó la oposición hasta esta nueva estrategia?

                Por un lado el asesoramiento de Think Tanks, o centros de pensamiento, norteamericanos y europeos ha venido explicando a la oposición venezolana que la sociedad ha cambiado estructuralmente y cómo debe adaptarse a ella. Los grupos opositores están siendo asesorados en técnicas de organización descentralizada pero coordinada, así como en técnicas de comunicación y de márketing. Y finalmente se han estrellado con la más simple lógica. Fracaso tras fracaso, la oposición ha tomado conciencia de que no podía despreciar sistemáticamente a las mayorías venezolanas de piel oscura y clase popular. Años de errores y derrotas les han permitido volverse humildes y aprender del enemigo y de sí mismos. La debilidad los ha obligado a agudizar el ingenio. Y han encontrado su piedra filosofal: apropiarse del discurso bolivariano. Lanzarle al gobierno sus propias propuestas, ahora en boca de las redes opositoras. Globovisión, por ejemplo, tiene más programas sobre los problemas de los barrios que las televisiones públicas. Los líderes opositores están consiguiendo crear estructuras políticas en los barrios más pobres. Su propaganda utiliza por primera vez y de manera masiva la imagen de venezolanos negros y de los barrios. La constitución de 1999, a la que se opusieron en su momento, es ahora su carta de presentación democrática. Los estudiantes de clase media se movilizan contra sus propios derechos como el voto paritario en nombre de la democracia. Las elites criollas se pasean de la mano de los que hasta hace poco tildaban de chusma marginal. La derecha se viste de izquierda. Pero pareciera demasiado rápido el cambio de la oposición. Demasiado evidente tal vez. Entonces la pregunta que cabe hacerse es: ¿Cómo es posible que sea tan eficaz toda esta estrategia? Pero para contestar esta pregunta es necesario formularse otra.

                ¿Un éxito de la oposición o un fracaso de los líderes bolivarianos?

                Tras diez años de gobierno bolivariano, la rigidez, la ineficacia y el centralismo no son ya propiedad exclusiva de las elites opositoras. Y esto explica que el problema no es sólo una cuestión de estrategia política. En Caracas sólo hay que pasearse por las calles para encontrar una respuesta a la victoria de la oposición. El fracaso de la gestión de problemas fundamentales como la inseguridad, el transporte, la vivienda o la basura hablan por si mismos. Sólo hay que entender que la muerte de cientos de personas a manos de la delincuencia, la imposibilidad de alquilar o comprar una vivienda, las interminables horas para trasladarse al puesto de trabajo y el caos urbanístico son insoportables. Ésa es la clave: los problemas son demasiado graves, demasiado intolerables. Y los alcaldes bolivarianos no han podido resolverlos. No han sabido solucionarlos. Eso ha sido un golpe fatal a la moral y a la resistencia de los caraqueños. Tras diez años, la ciudad sigue siendo un infierno para la mayoría de sus habitantes. El fracaso principal es de estos alcaldes. A los cuales hay que sumarles una muy inteligente campaña para capitalizar el descontento ciudadano por parte de quienes fueron el origen de todos esos males y que ahora se presentan como los salvadores.

                Rigidez o flexibilidad. Redes o centralismo. Eficacia o fracaso.

                Todo esto nos lleva a reflexionar sobre el hecho de que en la sociedad actual la organización flexible, en red, es la única eficaz. Como alguna vez expresó el presidente: el concepto de fortaleza de los bolivarianos no está representado por una división blindada, por unos tanques. La fortaleza no es la del roble, orgulloso y robusto que ante la tempestad saca pecho y se enfrenta confiado. Esa fortaleza de los poderosos es rígida y ese mismo roble termina partiéndose ante el viento invisible. En cambio los humildes bambús, los discretos helechos se encuentran por todas partes y ante cualquier tipo de viento huracanado se curvan pero nunca se rompen. Rigidez es debilidad, flexibilidad es fortaleza. Centralismo es ineficacia, la organización en red, participativa, es la más funcional. El 13 de abril, como ha declarado el general Melvin López, fue una guerra de redes. Miraflores, tomado por los golpistas, fue desbordado por las redes sociales que rodearon los centros de poder golpistas. Hay que volver a ser humildes y autocríticos, dinámicos y eficientes como así fue el espíritu del Trece. La derrota ha de servirle al luchador para reflexionar y para prepararse mejor. No hay otra vía. Asumir las fortalezas y las debilidades. Y salir de nuevo al combate.

                Pero, sobre todo, lo que queremos los que habitamos Caracas es mejoras concretas, eficacia y hechos. Honradez, preparación y alcaldías participativas junto a los consejos comunales y la ciudadanía. Hechos y no palabras. Soluciones y no excusas. Ésas fueron las razones del éxito de 1998 y las razones del fracaso de 2008.

                Conoce a tu enemigo, conócete a ti mismo y no serás derrotado. (Sun Tzu)
                O inventamos o erramos.
                (Simón Rodríguez)

                Fuente: http://davidsegarrasoler.blogspot.com

                David Segarra es documentalista.

                Los candidatos del PSUV conquistaron 263 alcaldías y 57 la oposición

                AD es la segunda fuerza del país al conquistar 19 alcaldías

                El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) arrasó en el ámbito municipal. Concluida la totalización de resultados la organización -que sustituyó al extinto MVR- logró ganar en 263 alcaldías (81% de los gobiernos de ámbito local)

                Tomando en consideración la cantidad de gobiernos locales que regentará en los próximos cuatro años, AD se convierte en la segunda fuerza del país -y es la primera organización de oposición- después de lograr que sus candidatos triunfaran en 19 municipios. En la tabla general de resultados le siguen los partidos regionales vinculados a la oposición que se impusieron en 11 jurisdicciones, Copei que ostentará nueve alcaldes, Un Nuevo Tiempo que controlará siete municipios; mientras Primero Justicia y Patria Para Todos gobernarán en cuatro jurisdicciones.

                En las elecciones del 31 de octubre de 2004, los partidos que respaldaban al presidente Hugo Chávez conquistaron 250 alcaldías. 163 de estos ayuntamientos quedaron en manos de candidatos postulados por el MVR. Cuatro años después, la organización heredera del MVR no necesitó de sus aliados para imponerse en 81% de las jurisdicciones. Con cada elección municipal el control del partido de Chávez en los municipios crece sostenidamente. En el año 2000, el MVR conquistó 80 alcaldías, hace cuatro años subió la cifra a 163 jurisdicciones y el domingo la incrementó hasta 263.

                Retroceso opositor. Obviando el caso del municipio Sucre del estado Miranda (que será gobernado por Carlos Ocariz) los partidos de oposición sufrieron un revés importante este domingo. Hace cuatro años obtuvieron el control de 85 alcaldías, cifra que se reduce a 57 gobiernos de ámbito local a partir de este momento.

                Aunque los resultados reivindican el trabajo de AD en las regiones, lo cierto es que su control sobre los gobiernos locales desciende paulatinamente desde el año 2000.

                En la relegitimación de poderes celebrada hace 8 años, la tolda blanca conquistó 91 alcaldías, la cifra se redujo hasta 34 gobierno locales después de la elección del 31 de octubre de 2004 y ahora se ubica en 19 alcaldes socialdemócratas.

                Copei sufre de un drama similar. En el año 2000 conquistaron 48 ayuntamientos, hace cuatro años bajaron a 24 y ahora -a pesar del cambio del nombre a partido popular- sólo pueden presumir de nueve alcaldes.

                En la lista de ilustres perjudicados por las elecciones regionales se encuentra el Movimiento al Socialismo (MAS). En el año 2000 lograron 20 alcaldías, en el año 2004 sólo obtuvieron el triunfo en 3 ayuntamientos y este domingo fueron incapaces de lograr que sus aspirantes se impusieran en algún cargo.

                Eugenio G. Martínez
                EL UNIVERSAL

                Venezuela: democracia refrendada

                La Jornada.com

                Los comicios regionales celebrados el pasado domingo en Venezuela, en los que participó 65 por ciento del electorado, según cifras del Consejo Nacional Electoral, han dado cuenta de la correlación de fuerzas entre las distintas expresiones políticas que compiten en aquel país. Por un lado, el movimiento que encabeza el presidente Hugo Chávez volvió a obtener un apoyo mayoritario de los votantes, que otorgaron al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) el triunfo en 17 de las 22 gubernaturas en disputa. La oposición, por su parte, logró un avance significativo en relación con los comicios de 2004: ganó la alcaldía mayor de Caracas, los estados de Carabobo, Táchira y Miranda –antes en manos del chavismo– y retuvo las gubernaturas de Nueva Esparta y Zulia, esta última la entidad más rica del país.

                Tales resultados refrendan el carácter democrático del régimen venezolano y confirman la solidez, autonomía e imparcialidad de sus instituciones electorales. Asimismo, y de manera paradójica, el crecimiento de la oposición venezolana en el mapa electoral constituye, más que una derrota, una victoria moral para el presidente Chávez, por cuanto se desmiente, una vez más, a quienes tildan de antidemocrático y autoritario a un gobierno que se ha sometido al veredicto ciudadano en numerosas ocasiones: la más reciente, cabe recordarlo, fue el referendo realizado el 2 diciembre de 2007, cuando la mayoría se manifestó en contra de una propuesta de reforma constitucional que, según los críticos del chavismo, habría permitido una mayor concentración de poderes en la figura del jefe de Estado y su relección indefinida. En aquella ocasión, el propio mandatario reconoció plenamente y sin ambigüedad el triunfo de sus adversarios, a quienes instó a “administrar la victoria” y a reconocer que la vía electoral “es el camino”, y llamó a sus simpatizantes a mantener la calma y a seguir “construyento el socialismo en el marco de la Constitución”.

                Por lo demás, y a diferencia de lo ocurrido con el pasado referendo constitucional, cuando el electorado tuvo que pronunciarse entre el apoyo y el rechazo a la propuesta chavista –lo que implicó una polarización de la sociedad venezolana durante la campaña–, en las elecciones regionales de este domingo fue significativa la ampliación de la baraja de opciones políticas opositoras: desde las vinculadas a los sectores más reaccionarios –los que impulsaron la intentona golpista de 2002– hasta expresiones progresistas desgajadas del chavismo, con lo que se abre paso a un pluralismo político necesario para la vigencia de un régimen democrático.

                El balance de la jornada dominical despeja, por otra parte, los temores generados por algunos de los característicos excesos verbales de Chávez, quien unos días antes de los comicios había amenazado con “sacar los tanques de la Brigada Blindada para defender al gobierno revolucionario y al pueblo” en caso de un triunfo de la “oligarquía” en Carabobo, y llamó “traidores” a los cuadros disidentes de su movimiento, a pesar de que algunos de éstos han manifestado que mantienen simpatía por los objetivos del actual gobierno. Así, pudo comprobarse que las desafortunadas expresiones eran eso: meros exabruptos.

                En suma, con los comicios referidos se confirma que en Venezuela existen las condiciones políticas e institucionales para avanzar en las transformaciones sociales por la vía democrática y se desactivan las aspiraciones golpistas anidadas en algunos sectores de la oposición e impulsadas desde Washington. Cabe felicitarse por ello.

                POLARIZACION ASFIXIÓ A LA DISIDENCIA CHAVISTA

                26/11/2008

                CARACAS (AFP) — La polarización de las elecciones regionales en Venezuela asfixió a la disidencia chavista, que retó en varios estados al Partido Socialista Unido (PSUV), del presidente Hugo Chávez, pero no consiguió ganar ningún cargo, opinaron analistas consultados por la AFP.

                «Lo que las elecciones dejaron fue un país cada vez más claramente dividido en dos sectores. Al ser planteadas como una suerte de plebiscito sobre la figura de Hugo Chávez y de su propuesta del ‘socialismo del siglo XXI’, la disidencia chavista quedó asfixiada», dijo Saúl Cabrera, de la empresa encuestadora Consultores 21.

                En los comicios del domingo, la disidencia del chavismo, representada principalmente por las organizaciones Patria para Todos (PPT) y el Partido Comunista, postuló sus propios candidatos a varias gobernaciones y alcaldías, y consiguió en total 450.000 votos, frente a 5 millones para el PSUV y 4 millones para la oposición.

                Con el apoyo del presidente Chávez, los entonces aliados y ahora disidentes habían obtenido en los comicios regionales de 2004 cinco gobernaciones de estado, que el PSUV se precia hoy de haber «recuperado».

                El mejor desempeño de los disidentes ocurrió en el estado Barinas, donde el actual alcalde Julio César Reyes consiguió 44% de los votos a la gobernación ante Adán Chávez, el hermano mayor del presidente.

                «Pero al no haber ganado, la disidencia queda en una suerte de sandwich. Sus dirigentes se irán alejando del gobierno y sus bases mermarán, porque una parte de sus votos se debía a las gestiones realizadas en gobernaciones y alcaldías», señaló Cabrera.

                Luego de conocerse los resultados electorales, que dieron 17 gobernaciones al PSUV y otras cinco, así como la alcaldía metropolitana de Caracas, a la oposición, el presidente Chávez aseveró que «no hay disidencia chavista, lo que hay son traidores».

                Para el sociólogo Ignacio Avalos las elecciones regionales mostraron que «el chavismo fuera del PSUV no tiene destino. Hay un liderazgo de Chávez demasiado importante y con demasiado peso ideológico como para que eso sea posible. Chávez es todo en ese campo político».

                La disidencia «se ha quedado sin espacio, pues no cabe en el chavismo ni en la oposición», afirmó, aunque acotó que «como partidos no morirán».

                Tanto el PPT como el PCV, además de Podemos, un partido de centroizquierda que se había deslindado del chavismo ya en 2007, tienen diputados en la Asamblea Nacional, con lo que su participación en el debate político será siendo intensa, señaló el sociólogo.

                En ese mismo sentido, Cabrera apuntó que aunque el PPT y el PCV «se ven completamente disminuidos» con los resultados electorales, «desde el punto de vista cualitativo son una presencia necesaria».

                Las diferencias dentro del oficialismo surgieron luego de que, a raíz de su reelección presidencial en diciembre de 2006, Chávez planteó crear un partido único de sus seguidores, hasta entonces reunidos en una coalición que agrupaba a una veintena de movimientos y organizaciones.

                Las agrupaciones más pequeñas de la alianza aceptaron disolverse para conformar el PSUV, pero Podemos, PPT y PCV, los tres partidos de mayor tradición y organización, rechazaron hacerlo.

                El secretario general del PPT, José Albornoz, quien también es vicepresidente de la Asamblea Nacional, opinó que los comicios del domingo –en los que el PSUV perdió los estados más poblados y ricos del país– plantean la necesidad de que la crítica dentro del chavismo se manifieste más abiertamente.

                «Se debe permitir un espacio para expresar el descontento. Es muy difícil que se nos pueda decir a nosotros que somos la derecha o la oposición por el hecho de que tengamos que hacer observaciones», dijo Albornoz.

                AM (25/11/2008): PARTIDOS MAS VOTADOS. VOTOS A GOBERNACION

                Según los números preliminares publicados por el CNE:

                PSUV – 4.878 mil votantes (45.3%)
                UNT – 1.198 mil votantes (11.1%)
                AD – 776 mil votantes (7.2%)
                PJ – 594 mil votantes (5.5%)
                COPEI-PP – 460 mil votantes (4.3%)
                PV – 303 mil votantes (2.8%)

                Contraste amigable para la oposición:
                Votaron por el PSUV: 45.3% de votos válidos
                Votaron por otros: 54.7% de votos válidos

                Contraste amigable para el gobierno:
                Votaron por el MVR (2004): 44.2% de votos válidos
                Votaron por el PSUV (2008): 45.3% de votos válidos

                Liderazgo monolítico: El PSUV obtiene el 89% de los votos de su alianza.
                Breakdown de la alianza del gobierno:
                PSUV – 45.3%
                Tupamaro – 1.0%
                PCV – 1.0%
                PPT – 0.6%
                UPV – 0.6%
                MEP – 0.4%
                Otros – 1.9%
                Aún así: Necesitaron a estos partidos para pasar del 50% de votos a nivel nacional.

                En la oposición: UNT es el partido más votado, con el 26% de todos los votos opositores. La mitad de ellos en en Zulia.

                Comentario: Ya tenemos en línea los votos a gobernaciones por municipalidades y mesas, pero por alguna razón, el CNE no ha publicado aún los números de votos de las alcaldías. Los estamos esperando.

                Poca variación en sufragios opositores, reconoce diario El Universal. Chávez gana por más de 1 millón de votos.

                Ocho capitales siguen sin resultados. Sólo en Miranda hubo voto cruzado

                La victoria de los candidatos de oposición en cinco gobernaciones (tres de las más importantes del país) y en el Distrito Metropolitano de Caracas no modificó cuantitativamente la cantidad de votos que respaldan al antichavismo.
                Tomando como referencia el respaldo popular a los candidatos del PSUV, disidentes del proceso revolucionario y aspirantes de oposición a las 22 gobernaciones que se escogieron este domingo, se concluye que el chavismo fue respaldado por 5.422.064 votos, mientras la oposición capitalizó -en todo el país- 4.417.497 sufragios. La disidencia roja apenas fue respaldada por 463.372 personas, una cifra muy similar a la cantidad de votos nulos registrados para este nivel de elección (329.799)
                Los resultados de este domingo ratifican que el apoyo popular de la oposición continúa oscilando en torno a 4 millones de votos. En el año 2006 la carrera presidencial de Manuel Rosales fue respaldada por 4,2 millones de venezolanos; mientras en el 2007 la propuesta de reforma constitucional fue rechazada por 4,5 millones de electores.
                Por contra, el chavismo se recuperó este domingo del nivel registrado el año pasado, superando en 1.004.567 votos el respaldo conseguido por los candidatos de oposición. No obstante, continúan sin reeditar el apoyo registrado en el año 2006, cuando la reelección de Hugo Chávez fue respaldada por 7,3 millones de venezolanos.
                Bolívar líder en abstención Aunque al elección regional registró una participación histórica de 65%, en cuatro entidades se registran índices de abstención sobre el promedio nacional. Bolívar es el estado en donde menos motivados a participar estuvieron los votantes.
                Según el primer boletín oficial del CNE, en esta entidad se registra una abstención de 45,52%. A la par se encuentran los estados Apure (45,18 de abstención), Vargas (43,96%) Lara (42,33) y el municipio Libertador de Caracas (39,62%)
                En el otro extremo de la estadística se encuentran, como los estados con mayor participación Cojedes (29,67 de abstención), Nueva Esparta (30,55%), Mérida (31,09%) y Táchira (32,69%)
                Ocho capitales sin alcalde Al cierre de esta edición las juntas municipales del CNE no habían oficializado los resultados en las jurisdicciones que corresponden a las ciudades capitales de los estados Anzoátegui, Carabobo, Aragua, Barinas, Cojedes, Falcón, Guárico y Bolívar.
                Voto cruzado en Miranda De las cinco gobernaciones conquistadas por la oposición, sólo en la capital del estado Miranda (Los Teques, Municipio Guaicaipuro) se produjo el efecto de voto cruzado para beneficiar al candidato del chavismo.
                emartinez@eluniversal.com

                Chávez considera que su partido ha obtenido una «gran victoria»

                CARACAS, 25 Nov. (EUROPA PRESS)

                El presidente venezolano, Hugo Chávez, presentó ayer un balance de los resultados obtenidos en las elecciones regionales celebradas el domingo, en el que destacó que las fuerzas bolivarianas incrementaron este año un 20 por ciento de votos en relación a los obtenidos en las elecciones del pasado 2007, y precisó que los votos logrados por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) suman un total de 5.504.902, de acuerdo el resultado de la primera totalización emitida por el Consejo Nacional Electoral, «faltando sólo porcentajes muy bajos de algunas actas».

                En su opinión, la oposición disminuyó su porcentaje de sufragio en un 10 por ciento, que en votos supera más de los cuatro millones. «Es decir que la diferencia es de 1.300.000», explicó, y enfatizó en un encuentro sostenido con medios internacionales y locales en Miraflores que con los resultados obtenidos en los comicios del 23 de noviembre «ha quedado demostrado que está profundamente consolidada la Revolución Bolivariana en Venezuela».

                Al respecto, Chávez señaló que el poder popular y la democracia venezolana se mantienen firmes en el país y que la oposición no tiene «ni un sólo espacio ganado». Además añadió en declaraciones a la Agencia Bolivariana de Noticias, recogidas por Europa Press, que las fuerzas opositoras controlaban hasta este domingo siete gobernaciones y que los resultados electorales les dejaron sólo cinco gobernaciones en sus manos.

                Igualmente destacó que tras los comicios «ha quedado demostrado que quien traiciona a la revolución se muere políticamente» y en este sentido citó los casos de los gobernadores salientes de los estados Sucre, Guárico, Trujillo, Aragua y Carabobo. «La llamada disidencia quedó pulverizada», subrayó.

                No obstante, a pesar de la victoria global del PSUV, la oposición gobernará en tres de los estados venezolanos más importantes: Carabobo, Zuila y Miranda, mientras que los rivales del partido gobernante también han conseguido la alcaldía de la capital, Caracas, según datos oficiales del Consejo Nacional Electoral (CNE).

                «COMO EL BÉISBOL»

                Chávez sostuvo hoy que, aunque empieza a perfilarse una parte de la oposición «más moderada», ésta sigue sobredimensionando hasta el nivel de la locura los comicios, considerados por Chávez como «una locura». «Es como en el béisbol, supongamos que nosotros jugamos la semana pasada y ayer le ganamos a la oposición 18 a 2 y ayer otra vez 18 a 3, y ellos hablen de tremenda victoria».

                El mandatario bolivariano detalló que en el juego político no es común que se gane la totalidad de los cargos. «Les hemos propinado una nueva derrota y grande ahora, pero claro, nunca hay una batalla de este tipo en el que uno de los contendores gane la totalidad, lo gane todo, siempre está en juego el avance, la ofensiva, la defensa y el resultado ahí está pero la victoria popular revolucionaria sigue creciendo», aseguró.

                Respecto a los opositores, dijo que algunos de ellos «han sido moderados» en sus declaraciones y confesó que espera que eso siga ocurriendo en aras de que «vaya surgiendo alguna oposición ecuánime» y que de esta manera «se olviden de los caminos de las revoluciones rosas». Además exhortó a sus adversarios a que «administren bien sus limitadas victorias» y les exigió respeto para las instituciones, a la Constitución, al Estado, la República y el pueblo. «¿Quién ganó las elecciones de ayer?. Si se quieren caer a mentiras, cáiganse a mentiras, pero fue una gran victoria de las filas revolucionarias, nosotros reconocemos las victorias limitadas, parciales, sectoriales de algunos movimientos opositores pero yo los invito a la razón», dijo.

                En ese sentido, destacó que la alta participación, nunca antes registrada en comicios regionales, le dan «legitimidad y fortaleza» al sistema político venezolano, y vigor a la Constitución, la democracia, las instituciones y al pueblo mismo.

                SANCIÓN A UN CANAL DE TV

                El presidente Hugo Chávez informó de que ordenó al director de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) abrir una investigación a un canal de televisión que habría pasado imágenes de dos gobernadores electos de la oposición, cuando estos se «autoproclamaban» antes de que el Consejo Nacional Electoral (CNE) difundiera el primer boletín.

                «Ese canal debe ser sancionado severamente. Ya basta de permitir que aquí algunos señores se crean por encima de la Constitución y las leyes», enfatizó Chávez, en referencia a Enrique Fernando Salas Feo, que ganó en Carabobo y César Pérez Vivas, que obtuvo la victoria en Táchira, e indicó que ambos comenzaron con «mal pie porque no respetaron las normas». «Si siguen así no les veo mucho futuro», agregó.

                AM:  TENDENCIA NACIONAL DE VOTOS: PSUV, 50,5%, OPOSICION, 42,4%,  DISIDENCIA, 5,5%

                Es la cuenta preliminar de AM, según lo publicado hasta hoy por el CNE, que no debe cambiar significativamente con el resultado final. Se refiere a votos para gobernaciones.

                En otras palabras: 50/50, o 51/49, o 52/48. Que el país ahora está reñido en elecciones regionales y locales, además de referendos sobre materias radicales.

                Hey PSUV: Tremenda paliza, ¿no?.

                23N, 2008:
                Pro-Chávez – 5.436 mil votantes (30.9%) (50.5% votos válidos) (1)
                Oposición Trad. – 4.416 mil votantes (25.9%) (42.4% votos válidos)
                Disidencia R. – 591 mil votantes (3.3%) (5.5% votos válidos)
                Otros – 177 mil votantes (1.0%) (1.6% votos válidos)
                Abstención – 6.819 mil votantes (38.8%)

                En 2004:
                Pro-Chávez – 3.859 mil votantes (24.5%) (57.3% votos válidos)
                Oposición Trad. – 2.670 mil votantes (17.0%) (39.6% votos válidos)
                Otros – 209 mil votantes (2.5%) (3.1% votos válidos)
                Abstención – 8.588 mil votantes (54.6%)

                Cambio:
                Pro-Chávez: +1.577 mil votantes (+6.4%) (-6.8% votos válidos)
                Oposición Trad.: +1.746 mil votantes (+8.9%) (+2.8% votos válidos)
                Disidencia R.: +591 mil votantes (+3.3%) (+5.5% votos válidos)
                Otros: -32 mil votantes (-1.5%) (-1.5% votos válidos)

                Y faltan las alcaldías.

                Notable:

                Con los datos publicados hasta ahora, las participaciones más altas del país: Nueva Esparta (67.4%), Táchira (67.3%), Cojedes (67.2%), Mérida (67.0%) y Zulia (66.0%).

                ¿Han despertado los votantes urbanos?

                Las más bajas: Bolívar (50.7%), Apure (52.3%), Lara (55.1%), Vargas (56.4%), Portuguesa (59.6%), Delta Amacuro (59.8%)

                (1): Dado que AM considera a H.Falcon perteneciente a la corriente disidente, hemos decidido salomónicamente asignar los votos del PSUV y organizaciones amigas (PPT, PCV, etc…) como parte de la sumatoria de votos nacionales Pro-Chávez, y los votos obtenidos con tarjetas extrañas (Revolución eficiente, GES, Abriendo Brecha) a la tendencia de votos disidentes. Alguien con información local de Lara podría ayudarnos en la materia.

                Notar: De asignar todos los votos de H.Falcón a la línea Pro-Chavez, su porcentaje nacional sube a 51.0%, y la disidencia baja a 5.0%.

                http://eriksez.wordpress.com/

                PARTIDO DE CHAVEZ OBTUVO UN MILLON DE VOTOS MAS QUE EN ELECCION ANTERIOR

                El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) obtuvo en las elecciones regionales un millón de votos más de los registrados en la última elección del 2 de diciembre de 2007, sostuvo el alcalde electo del municipio Libertador, Jorge Rodríguez, desde el Hotel Alba Caracas.

                En las elecciones regionales, más de 5,6 millones de electores sufragaron a favor del PSUV, mientras que en 2007, en el Referendo para aprobar la Reforma Constitucional propuesta por el Gobierno Nacional el Sí obtuvo 4 millones 370 mil 392 votos.
                Asimismo, los opositores que apoyaron la opción del No a la Reforma obtuvieron 4.504.353 votos en aquel entonces, mientras en esta elección perdieron cerca de 300 mil votos.
                Rodríguez expreso su deseo por que la oposición trabaje de manera conjunta para mejorar la ciudad y que no caigan en la vía de la desestabilización.
                Por su parte, el vicepresidente del PSUV, Alberto Müller Rojas, aseguró que con Jorge Rodríguez estará garantizada la gobernabilidad de la ciudad.
                Asimismo, destacó que la oposición, en las elecciones de este domingo, perdió 4 gobernaciones de las 7 que se encontraban bajo su administración: Aragua, Guárico, Sucre y Yaracuy. Destacó que dichas gobernaciones fueron conquistadas por opositores que llegaron al cargo con el apoyo del Gobierno Bolivariano: Didalco Bolívar (Aragua), Eduardo Manuitt (Guárico), Ramón Martínez (Sucre) y Carlos Gutiérrez (Yaracuy), señaló la Agencia Bolivariana de Noticias.

                Shemel: Venezuela vive más que una revolución una reafirmación de la democracia

                «Se confirmó que Venezuela vive más que una revolución, una etapa de reafirmación ciudadana», es una de las primeras conclusiones que el director de la encuestadora Hinterlaces, Oscar Shemel, saca de los resultados de las elecciones regionales de este domingo.

                Shemel precisó que en estos comicios no estaba en riesgo el modelo de inclusión popular del presidente Hugo Chávez, «lo que estaba en discusión era la calidad gerencial, las propuestas y soluciones y eso hay que anotarlo para poder entender el liderazgo del presidente que se soporta más en el modelo popular de inclusión».

                En conversación esta tarde con Unión Radio, Shemel calificó como un «triunfo de la democracia» la celebración de las elecciones, «creo que en este momento la sociedad venezolana sabe que fue un triunfo de los valores ciudadanos».

                Otra de las lecciones que percibe el director de la encuestadora es la consolidación de la confianza hacia el árbitro electoral, «independientemente de las debilidades, hay hoy más confianza en el árbitro» y eso quizá influyó en la alta participación que alcanzó niveles récord de 65%.

                De igual forma, resaltó el distanciamiento de la polarizacion política, «la etapa de la revancha social está ya pasando y están surgiendo consensos policlasistas».

                «En el segmento de chavistas moderados estamos viendo un tránsito del chavismo moderado al segmento de los independientes», que ya pueden expresar su desacuerdo con las ideas del presidente Chávez, sin sentirse lejos de su proyecto.

                Shemel está convencido que a partir de ahora en el país «hay un mapa plural, democrático, y creo que está surgiendo una nueva mayoría democrática y policlasista, y eso es bueno para la democracia y el país».

                «Aquí las mayorías populares no quieren ir a una confrontación y lo que están pidiendo es respeto», por tanto asegura que el discurso ideológico de confrontación del presidente Chávez no tuvo seguidores.

                PJ y Ledezma triunfadores

                Shemel también hizo un balance del reacomodo de la oposición. Colocó como el principal reto de estas organizaciones es lograr construir una oferta superior a la inclusión popular que abandera Chávez, y que logre permear a todas las clases sociales, «agregarle alma, crear un nuevo sentimiento nacional, una nueva identidad, por encima de la confrontación».

                No tiene dudas en que de la jornada de ayer salieron dos grandes triunfadores: «Primero Justicia y Ledezma que sorprendió con esa votación, logró separarse de la polarización, hábilmente se colocó en el centro e hizo propuestas».

                Recordó que tanto en Caracas y Miranda hubo un voto castigo a la ineficiencia e incumplimiento de propuestas.

                Dijo que Primero Justicia sale bien colocado con el triunfo en Miranda y Sucre, «el reto de Primero Justicia es sintonizar con los sectores populares, todavía la gente los percibe distantes y distintos, eso va a ser muy positivo para el futuro de su gestión».

                Partido Comunista sostiene que se fortaleció liderazgo de Chávez

                El secretario general del Partido Comunista de Venezuela, Oscar Figuera, celebró la alta participación de la ciudadanía en los comicios y adelantó que se reunirán los miembros de la tolda política para analizar los resultados de este domingo.Dijo que revisarán las alianzas que intervinieron para lograr triunfos, y la razón por la cual ganó la oposición en zonas más pobladas.«Tenemos que decir que coincidimos con las opiniones que han señalado el importante y profundo avance de la democracia y el proceso político venezolano que significaron estas elecciones del día de ayer, es un lugar común, pero es necesario reiterar lo que corresponde a las elecciones de carácter regional, se ha roto la tendencia abstencionista, en la misma medida que participa el pueblo, los ciudadanos y las ciudadanas, en esa misma medida se fortalece la propuesta contenida en la Constitución, avanza la democracia participativa y el protagonismo popular».Celebró la participación del pueblo venezolano en los comicios regionales.A juicio de Figuera las regionales fortalecieron el liderazgo del presidente Chávez, «que asumió la campaña electoral en todos los estados y logró en muchos de ellos remontar previsiones adversas que se estaban dando, y ese liderazgo salió convencido».

                El chavismo gana la mayoría de estados pero pierde los más poblados y Caracas

                CARACAS (AFP) — El partido del presidente Hugo Chávez triunfó en una mayoría de estados en las elecciones regionales celebradas el domingo en Venezuela, pero la oposición consiguió victorias en los más poblados y en Caracas, en unos comicios que registraron una participación récord de votantes.

                Según datos parciales suministrados por el Consejo Nacional Electoral (CNE) en la madrugada de este lunes, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV, en el poder) consiguió 17 estados sobre un total de 22 en juego.

                Al mismo tiempo, la oposición, que gobernaba desde 2004 en Nueva Esparta (noreste) y el petrolero Zulia (oeste), consiguió mantener ambos estados y sumó Carabobo (norte), Táchira (suroeste) y el populoso y rico estado Miranda (centro), que incluye parte de Caracas.

                «Tanto los que votaron por los candidatos de la revolución como los que votaron por otros candidatos demostraron que aquí hay un sistema democrático y se respetan las decisiones del pueblo», se felicitó Chávez poco después de divulgarse los resultados. «Quiero felicitar a los triunfadores de los partidos de oposición. Yo reconozco su victoria y les hago un llamado al más alto compromiso democrático», agregó Chávez.

                Por otra parte, el aspirante opositor a la alcaldía metropolitana de la capital, Antonio Ledezma, se impuso frente a Aristóbulo Istúriz, uno de los candidatos más emblemáticos y populares del PSUV.

                Según Tibisay Lucena, presidenta del CNE, la participación fue del 65,45%, la mayor registrada en unos comicios locales y regionales venezolanos.

                Otra victoria indirecta para el oficialismo en estos comicios regionales fue la recuperación de estados que habían quedado en los últimos cuatro años en manos de disidentes del chavismo como Sucre, Guárico y Aragua, que ahora vuelven a manos de gobernadores adeptos al presidente. «El PSUV se consolida como la primera fuerza política del país», explicó Alberto Muller Rojas, vicepresidente del PSUV.

                En Barinas (suroeste), tierra natal de Chávez, donde hasta hoy gobernaba su padre, consiguió imponerse con escaso margen el hermano mayor del mandatario, Adán Chávez, frente a un candidato disidente que también tenía mucho apoyo.

                En total, casi 17 millones de ciudadanos fueron llamados a elegir a los gobernadores de 22 estados, a más de 300 alcaldes y unos 200 legisladores locales para un periodo de cuatro años.

                La oposición pretendía recuperar espacios de poder en estas elecciones y logró presentar candidaturas unitarias en la mayoría de los lugares en liza.

                Nada más conocerse los resultados, el alcalde electo de Caracas envió un mensaje a Chávez: «Usted y yo tenemos muchas diferencias pero (…) lo invito, presidente de la República, a trabajar juntos para rescatar a Caracas», pidió Ledezma.

                Pese a tratarse de elecciones locales, la votación del domingo se convirtió indirectamente en una especie de plebiscito sobre Chávez, 10 años después de su primera elección presidencial. Omnipresente en la campaña electoral, el mandatario aseguró que en los comicios estaba en juego su propio futuro y el destino de la «revolución bolivariana».

                Chávez ha sugerido además que dependiendo de los resultados podría proponer nuevamente la reelección presidencial indefinida, rechazada dentro de un proyecto de reforma constitucional sometido a referéndum en diciembre de 2007. Ese referéndum fue el primer revés electoral del incombustible presidente venezolano, que teóricamente debe abandonar el poder en 2013.

                «Comienza una nueva etapa. A mí, como líder del proyecto socialista venezolano, el pueblo me está indicando (hoy): ‘Chávez sigue por el mismo camino: el socialismo bolivariano, la revolución bolivariana'», declaró el presidente el domingo.

                Durante todo el día, las filas para votar fueron interminables. Una vez cerrada oficialmente la jornada electoral, numerosos centros de votación permanecieron abiertos durante varias horas para permitir que cientos de ciudadanos ejercieran su derecho.

                El partido de Chávez obtiene la mayoría pero la oposición gana núcleos clave

                Carlos Garcia Rawlins

                El partido del presidente Hugo Chávez ganó una mayoría de gobernaciones en los comicios regionales del domingo en Venezuela, pero la oposición se llevó los dos principales estados del país y la alcaldía mayor de la capital, Caracas.

                ESTHER BORRELL. EFE «La victoria es hoy de Venezuela. Se ratifica el camino democrático que el pueblo ha escogido», afirmó Chávez en una intervención en el centro donde su Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) montó esta noche su cuartel general.
                El presidente dijo que las elecciones «demostraron que aquí hay un sistema democrático y que aquí se respeta la decisión del pueblo», al tiempo que calificó de «gran victoria» los resultados obtenidos por su candidatos.
                Chávez felicitó a los candidatos opositores que triunfaron y también dijo que los resultados de los comicios le impulsan a seguir con el proyecto de establecer el socialismo en Venezuela.
                Según el primer boletín de resultados dado por el Consejo Nacional Electoral (CNE), la oposición mantiene los dos estados que obtuvo en las regionales de hace cuatro año, el rico estado petrolero del Zulia y el de Nueva Esparta, en el oriente venezolano, y arrebata Miranda, que engloba barrios caraqueños, al oficialismo.
                Zulia y Miranda están considerados como los más importantes del país por su peso económico, su población que suma más de 6,6 millones de habitantes de los 28 millones que tiene Venezuela, y unas posiciones estratégicas.
                La oposición se hizo también con la Alcaldía Mayor de Caracas, que estaba en manos oficialistas, en las elecciones de este domingo que arrojaron una participación del 65,45 por ciento, la más alta registrada en comicios regionales y locales en Venezuela, según destacó la presidenta del CNE, Tibisay Lucena.
                En su intervención en la sede del CNE, Lucena dio lectura de los resultados en veinte de los 22 estados cuyas gobernaciones estaban en disputa en las elecciones de este domingo a las que habían sido convocados unos 17 millones de venezolanos.
                El PSUV, fundado por Chávez para aglutinar a los movimientos que le apoyaron en su reelección en 2006, recuperó los estados de Trujillo, Aragua, Guárico y Sucre, en manos de disidentes del chavismo, y mantuvo Barinas, tierra natal del presidente, donde se presentaba su hermano, Adán.
                En una intervención poco después de conocerse los resultados, el PSUV celebró la recuperación del control en tres estados que estaban en manos opositoras y su vicepresidente, Alberto Muller, dijo que ha ratificado su condición de «primera fuerza política del país».
                Por su parte, el dirigente opositor Henrique Capriles Radonski, que venció en Miranda con un 52,56 por ciento de los votos al gobernador oficialista, Diosdado Cabello, afirmó que no pretenden «pelear» con el Gobierno Nacional, y anunció el inicio a partir de mañana de «una nueva etapa de esperanza».
                «Somos un país que estamos cansados de la peleadera, de la división. Las nuevas autoridades (opositoras) estamos dispuestas a trabajar coordinadamente con nuestro pueblo, con un solo interés, que la gente pueda vivir mejor», agregó Capriles, de 36 años.
                Asimismo, el gobernador electo de Zulia, Pablo Pérez, aseveró que «respetará al Gobierno Nacional» y que, «por supuesto, exigimos respeto (por parte del presidente Chávez) para el estado Zulia».
                «Vamos a trabajar con el Gobierno Nacional, lo que nos importa es el estado Zulia», agregó.
                En declaraciones en Zulia, el líder opositor Manuel Rosales se autoproclamó vencedor en la alcaldía de Maracaibo, a la que aspiraba, y se congratuló por la victoria opositora varias regiones y municipios del país, hasta ahora casi en su totalidad en manos del oficialismo.
                «El mapa de Venezuela comenzó a cambiar, ahora es diverso», declaró Rosales, antes de añadir que la oposición espera que «se anuncie pronto» su supuesta «victoria» en los estados Táchira y Carabobo, en empate técnico.
                Por su parte, el alcalde electo del municipio Metropolitano de Caracas, el opositor Antonio Ledezma, afirmó que gobernará con «amplitud» e invitó al presidente Chávez «a trabajar juntos, para rescatar del caos y de la anarquía» a la capital del país.
                «Es tiempo de unidad (…) juro de nuevo que no los voy a defraudar», aseguró Ledezma, quien dedicó su triunfo «a los más humildes» y confirmó su «compromiso con los niños de Caracas».
                Ledezma, que gobernó Caracas en la década de 1980 con el partido socialdemócrata Acción Democrática (AD), subrayó que en el proceso electoral de hoy sólo «deben sentirse derrotados el hampa», los corruptos y los funcionarios públicos ineficientes.

                Masivo test sobre liderazgo de Chávez

                El vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela, Alberto Müller Rojas, reconoció que perdieron la gobernación del estado Zulia donde el candidato de la oposición, Pablo Pérez, se impuso con 53,98% ante el oficialista Giancarlo Di Martino con 45,02%.

                Afirmó que el partido que representa «se consolida como la primera fuerza política del país», después de que el primer boletín del Consejo Nacional Electoral haya anunciado la victoria oficialista en 17 gobernaciones del país.

                El recién electo alcalde del municipio Libertador de Caracas, Jorge Rodríguez, dijo que el Psuv obtuvo más de 5 millones 600 mil votos, y «las fuerzas enemigas» lograron solamente 4 millones 100 mil.

                El vicepresidente del PSUV dijo que la oposición sólo le ha ganado a su partido la gobernación de Miranda, un estado de importancia estratégica por su posición geográfica, pegado a Caracas, y porque cuatro de los municipios caraqueños se incluyen en su territorio.

                Por el contrario, el vicepresidente del PSUV destacó que se había recuperado el control en los estados Aragua, Guárico y Sucre, que habiendo sido «chavistas» pasaron a la oposición después de diciembre de 2006.

                Müller se refirió a los casos de los estados Zulia y Nueva Esparta, que estaban en manos opositoras desde las anteriores comicios regionales de 2004 y que volvieron a ratificar su condición «antichavista» originaria.

                Otro revés sufrido por el PSUV fue la pérdida de la Alcaldía Mayor de Caracas, que igualmente fue reconocida por la directiva socialista.

                Posteriormente, Müller Rojas dijo que abrirían nuevamente las inscripciones para el partido enero del año próximo porque «tiene que haber una unidad en las fuerzas de la izquierda», afirmó.

                Luego de anunciado el primer boletín de resultados por el Consejo Nacional Electoral, la directiva del Partido Socialista de Venezuela (PSUV), en la voz de Alberto Müller Rojas, felicitó a la militancia.

                «Estamos muy contentos con la participación del pueblo venezolano. Compartimos la emoción del Poder Electoral con los indices de participación, que superaron el 60%», resaltó.
                Las Fuerzas Bolivarianas se impusieron en 17 estados. Recuperaron las gobernaciones de: Aragua, Guárico y Sucre, y se mantuvieron en Anzoátegui, Barinas, Bolívar, Yaracuy, Cojedes, Falcón, Guárico, Lara, Mérida, Monagas, Portuguesa, Trujillo, Vargas y Sucre, así como la Alcaldía del municipio Libertador. Los demás estados aún no tienen resultados finales.
                «De esta manera recuperamos Guárico, Sucre, Aragua y Yaracuy, que habíamos perdido por traición de los gobernadores que ostentaban ese cargo en esas entidades», señaló Müller.
                «Esperamos que con este resultado se inicie un debate político sano y que beneficie el proceso de cambio que vive no sólo Venezuela, sino el mundo», indicó el vicepresidente del PSUV.
                «Deseamos compartir con los nuevos gobernantes un diálogo abierto que nos permita entendernos para así garantizarle a nuestro pueblo un ascenso a un estadio de vida superior», puntualizó.

                17 gobernaciones gana el oficialismo y 3 la oposición

                12:14 AM Caracas.- El Consejo Nacional Electoral (CNE) tras contabilizar 95.67 por ciento de la transmisión de los votos en promedio nacional  informó sobre la victoria del oficialismo en 17 gobernaciones mientras que la oposición ganó sólo 3 gobernaciones. La oposición se hizo de la Alcaldía Mayor mientras que el oficialismo logró ganar la alcaldía Libertador.
                Los resultados detallados por estado son los siguientes: en el estado Yaracuy Julio César León Heredia obtuvo el  57.46 por ciento de la votación y Filippo José Lappi tuvo el 29,26 por ciento; en Delta Amacuro Lizeta Hernández 55.54 por ciento y Pedro Rafael Santaella el 25.85 por ciento; en el estado Vargas Jorge Luis García Carneiro obtuvo el 61.56 y Roberto Smith 32.28 por ciento, en el Zulia Pablo Pérez el 53.59 por ciento y Giancarlo Di Martino 45.02 por ciento, en el estado Apure Jesús Alberto Aguilarte el 56.48 por ciento y la candidata Miriam Flor Verdugo el 26.54 por ciento; en el estado Aragua el candidato Rafael Isea obtuvo el 58.56 por ciento y  Henry Rosales Rivas 40.17 por ciento, en el estado Barinas el candidato Andán Chávez Frías el 49.63 por ciento y el candidato Julio César Reyes el 44.58 por ciento.
                La rectora felicitó al pueblo venezolano por la jornada cívica que protagonizó. «Felicitamos al pueblo de Venezuela que con tanta alegría y el espíritu democrático 65,45 por ciento lo cual representa la mayor participación que hemos tenido en los últimos años en una elección regional y local. Gracias y felicitaciones por la paciencia, entusiasmo y responsabilidad de haber salido a votar».

                Las demoras que provocó la inusitada participación electoral y la prohibición de dar resultados de boca de urna, mantenían en vilo esta madrugada a la sociedad venezolana que concurrió ayer a las urnas para elegir a 22 gobernadores y 238 alcaldes, en unos comicios a los que el presidente Hugo Chávez le puso todas las fichas.Los primeros resultados a boca de urna que lograron colarse por la férrea prohibición oficial a difundirlos mostraban al chavismo y la oposición manteniendo el control de sus bastiones tradicionales (Zulia la oposición; Miranda el oficialismo), mientras que en cuatro estados (Sucre, Carabobo, Guarico y Táchira), se libraba una pelea voto a voto. El chavismo, tal como habían adelantado los analistas, seguiría manteniendo el control de la mayoría de las gobernaciones.Tras votar en una barriada pobre de Caracas, Chávez mandó un mensaje de calma y pidió paciencia para esperar los resultados, luego de que en días pasados advirtiera que sectores de la oposición planeaban desconocer. “Estoy esperanzado en que todos sabremos estar a la altura del clima que se respira. Al final de la jornada (…) que nadie entre en desespero, no puede entrar nadie en desespero, esperemos los resultados con calma”, resaltó.
                Unos 16,9 millones de venezolanos estuvieron habilitados para elegir a 22 gobernadores y 238 alcaldes, además de diputados locales. “Hago un llamado a todos los sectores del país a que nos manejemos con calma, con prudencia, que nos permita finalizar esta jornada electoral dentro de la paz y la concordia”, dijo anoche el saliente gobernador del estado de Zulia y líder opositor, Manuel Rosales.

                Por Humberto Márquez *

                CARACAS, 23 nov (IPS) – Los venezolanos acudieron masivamente a sufragar en las elecciones para gobernadores de estados y alcaldes, consideradas, pese a su carácter regional y local, un nuevo test sobre el liderazgo del presidente Hugo Chávez.

                Al anochecer, a la hora local 18:00 (22:30 GMT), dos horas después de que cerrasen las primeras mesas, todavía había electores en fila ante numerosos centros de voto en las principales ciudades, presagio de una participación superior al promedio histórico para este tipo de comicios, y que oscila ente 45 y 50 por ciento.
                Tibisay Lucena, presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), se congratuló por «la nueva lección de democracia que nos ha dado el pueblo» y reiteró que hasta tanto ese organismo no entregue resultados con al menos 85 por ciento de actas, se prohíbe a los interesados divulgar públicamente resultados extraoficiales.
                Varias parcialidades filtraron sin embargo a medios como IPS cifras de sus primeras encuestas a boca de urna, que daban cuenta, hasta mediados de la tarde, de una reñida competencia entre el oficialismo y la oposición en algunas plazas clave.
                La más emblemática circunscripción, el petrolero estado de Zulia, en el noroeste, el más rico y poblado del país, «enseña una clara ventaja para el candidato opositor, Pablo Pérez, aunque nada será definitivo hasta tener las actas en la mano, porque aún hay gente votando», dijo a IPS una fuente regional que siempre ha entregado resultados fiables.
                Zulia, y la nororiental Isla de Margarita, fueron los dos estados, de un total de 23, que pudo ganar la oposición en los comicios regionales de cuatro años atrás. Los seguidores del presidente Chávez se hicieron además con 90 por ciento de las alcaldías.
                La mayoría de las firmas encuestadoras vaticinaron que la oposición mostraría avances este domingo, con la captura de entre cuatro y 10 gobernaciones, así como de un centenar de las 328 alcaldías que están en juego.
                Chávez se empleó a fondo en esta campaña, visitando una decena de veces el Zulia durante los dos meses de campaña. «Está en juego el futuro de la revolución, del socialismo, de nuestro gobierno y de Hugo Chávez», clamó una y otra vez.
                Sus críticos y muchos candidatos opositores replicaron reclamando el voto «por la libertad y la democracia, y contra el autoritarismo», antes que en favor de sus propias figuras o de sus programas para encarar los problemas de estados y municipios.
                Los analistas concuerdan en que una amplia victoria oficialista facilitará a Chávez proponer de nuevo un cambio en la Constitución para posibilitar su reelección indefinida, más allá del término de su mandato en 2013, y en que, al contrario, un claro avance de quienes se le oponen frenará ese propósito y dibujará un nuevo mapa político del país. «Salvo algunos inconvenientes que no son de importancia, el proceso ha transcurrido de manera normal, con una participación como la esperada o mayor, aunque aún no tengamos cifras, y con un buen funcionamiento del sistema de voto automatizado», dijo a IPS Luis Lander, de la organización de observación independiente Ojo Electoral.
                Una organización de jóvenes observadores, Nuevas Premisas, reportó mal funcionamiento de algunas máquinas de votación, propaganda por parte del oficialismo cerca de los centros de voto, pese a que fue prohibida durante la jornada, y mesas que desoyeron la orden de cerrar a la hora indicada si no hubiese electores en espera.
                Por ejemplo, el gobernador del sudoccidental estado de Barinas, Hugo de los Reyes Chávez, padre del presidente y del aspirante a sucederlo, Adán Chávez, vio como el comprobante de su voto mostró un resultado distinto al que emitió en la máquina.
                Las autoridades de la mesa anularon el voto y permitieron que el progenitor del presidente, de 75 años de edad, sufragase nuevamente.
                La hora de cierre pareció convertirse en la clave para dirimir circunscripciones muy reñidas, en las que la oposición contaba con imponerse si se abstenían simpatizantes del oficialismo renuentes a formarse en las largas colas.
                Vecinos denunciaron ante la televisión que algunos centros, una vez cerrados, volvieron a abrir ante la llegada de camionetas con votantes conducidos por activistas oficialistas.
                Lucena demandó a las organizaciones políticas que mantuviesen la calma a la espera de los resultados oficiales, que en ningún caso se entregarán mientras haya votantes en fila, después que algunos líderes opositores amenazaron con divulgar ilegalmente sus proyecciones si juzgaban que la ley se violaba en relación al cierre de mesas.
                La tensión correspondía con el careo de resultados de boca de urna como los suministrados a IPS por fuentes del gubernamental Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y una organización privada de radio y televisión con corresponsales en todo el país.
                Según el PSUV, sus candidatos se imponían en prácticamente todo el país, mientras que según la fuente alternativa los opositores llevaban ventaja en Zulia, Mérida (Andes del sudoeste), Miranda (este de Caracas), Carabobo (zona industrial al oeste de Caracas) y en la alcaldía mayor de la capital.
                Disidentes del oficialismo, equidistantes de Chávez y de la oposición, se impondrían, según esos primeros números, en dos estados de las llanuras del centro y sudoeste, Guárico y Barinas.
                * /Atención editores y abonados: En Venezuela está prohibida la difusión de cifras antes del primer boletín oficial del Consejo Nacional Electoral.
                (FIN/2008)

                EL CHAVISMO ES EL FAVORITO HOY EN LAS REGIONALES DE VENEZUELA
                Por Modesto Emilio Guerrero, desde Caracas

                Página/12

                El entusiasmo es palpable tanto en el oficialismo como en la oposición. Algunos gobernadores podrían perder su puesto por bajo desempeño, pero diez años de avances sociales le permiten a Chávez mantener un fuerte apoyo.

                Hay un parangón mucho más misterioso que la ya armagedónica lluvia derramada por los cielos caribeños sobre el país de la revolución bolivariana. Por un lado, se pueden oler algunos resultados en las tormentosas nubes, por otro, el torrente de votos abrirá cauces desconocidos según el campo donde se derramen, y como ocurre con toda lluvia tempestuosa, muchos de ambos lados que hasta hoy se creen bajo techo seguro serán salpicados sin remedio.

                Tanto los votantes de oposición como los chavistas llegan a las elecciones regionales de hoy con el espíritu del apostador que tira el resto en un final de juego, aunque el azar es el protagonista menos relevante de este domingo. Ambas fuerzas cosecharán lo que sembraron. Lo demás es futuro.

                Llama la atención que esta vez no hay una campaña internacional de terror antichavista como las de 2001, 2004, 2006 y 2007. En aquellas ocasiones Venezuela fue convertida mediáticamente en “estado de guerra”. Sin embargo, los efectos de hoy serán tan o más determinantes que en aquellos casos.

                Otra curiosidad es el entusiasmo, un dato clave en cualquier análisis de coyuntura y tendencia. Aunque la campaña de la derecha no acumula la pasión que mueve a las multitudes de Chávez, es notorio un ánimo mayor. No llega al paroxismo electoral de otros tiempos de fortaleza, cuando se creían con capacidad para derribar al gobierno. Pero la novedad es ésa: la derecha está más entusiasmada.

                Si los candidatos del PSUV y el gobierno ganan en las ocho ciudades fundamentales (Caracas, Zulia, Carabobo, Miranda, Vargas, Bolívar, Guárico, Aragua) el proceso tenderá a ser irreversible, sustentable en el tiempo y el espacio latinoamericanos. Habrá superado la media histórica de siete años que duraron regímenes nacionalistas similares. Excepto Cuba, ninguno superó los nueve años.

                Pero si no ocurre esa variante –y aunque se gane en la mayoría de los 22 estados disputados– la sombra de la derrota de diciembre 2007 sobrevolará en las elecciones parlamentarias de 2010 y las presidenciales de 2012. La revolución podría cambiar su curso.

                En estas elecciones se combate por el poder territorial como nunca desde 2001. No por casualidad, en por lo menos cuatro gobernaciones y decenas de alcaldías, la duda en el masivo voto chavista nace en los dislates administrativos de figuras gubernamentales, o que lo fueron hasta hace poco.

                “Ellos juegan a la abstención para darle continuidad al camino abierto en diciembre pasado y apuestan fuerte a las gobernaciones estratégicas donde se concentra el poder energético, laboral, electoral, portuario y militar; es su ansiada media luna venezolana”, advierte Arévalo Méndez, embajador venezolano en la Argentina.

                Las transformaciones progresivas experimentadas desde 1999 por el movimiento bolivariano junto al presidente Hugo Chávez están en su punto más alto. Lo evidencia cualquier verificación estadística de los últimos cien años. Pero es más palpable cuando se hace vivencial.

                Incluso metiendo en la cuenta la carga pesada de sus perversiones (Antonini’s dixit) y las insuficiencias administrativas, Venezuela es sencillamente otra por donde se la mire; se refleja en la hegemonía social, política y cultural conquistada por las clases subalternas.

                Ese cuadro de resultados sociales en menos de diez años nos conduce al segundo asunto. Lo logrado en Venezuela resulta un excesivo “mal ejemplo” para el vecindario. Sobre todo si ese vecindario anda medio revuelto con gobiernos de aspavientos independientes, Unasur sin OEA, consejos militares sin yanquis y nuevas relaciones con nuevas potencias crecidas en el largo ocaso de EE.UU.

                Esta dinámica explica la desmesurada urgencia que emiten a diario los medios opositores en Venezuela porque ocurra cualquier cambio, a falta de golpes triunfantes, impensables invasiones y suficientes votos para ganarle al chavismo. El calendario de la revolución bolivariana señala que el año 2012 se está jugando en 2008. Su punto de partida fue la primera derrota en el terreno del voto en diciembre de 2007.

                «PUNTOS CLAVES» DE LUCHA ELECTORAL EN ELECCIONES DEL DOMINGO

                EFE | CARACAS
                Publicado Sábado, 22-11-08 a las 17:57
                Las gobernaciones de 22 estados de Venezuela, más de 300 alcaldías y 233 cargos locales están en disputa en las elecciones de este domingo, en las que medirán fuerzas el oficialismo y la oposición. En las últimas elecciones regionales y municipales, en 2004, el «chavismo» ganó todas las gobernaciones venezolanas, salvo en los estados de Zulia y Nueva Esparta, donde venció la oposición.
                No obstante, cinco gobernadores (Trujillo, Carabobo, Aragua, Guárico y Sucre) se desmarcaron posteriormente del oficialismo y del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), creado por el presidente Hugo Chávez el año pasado para aglutinar a los movimientos que le apoyaron en su reelección en 2006.
                La oposición «tradicional», por su parte, también se presenta dividida en los estados de Bolívar y Yaracuy, y en diversos municipios, como los caraqueños de Chacao y El Hatillo. En estas elecciones regionales y municipales hay estados y ciudades «clave» que podrían suponer una victoria simbólica para el oficialismo o la oposición si consiguen arrebatárselos a sus contrincantes políticos.

                Es el caso de Zulia o Nueva Esparta, «bastiones» de la oposición, lugares en los que el propio Chávez intensificó su presencia en los últimos días de la campaña electoral. Estos son los puntos clave que centrarán la atención en los comicios de mañana, por su valor simbólico o por su peso en el mapa político del país:
                Zulia. Es uno de los «bastiones» de la oposición, que respalda a Pablo Pérez, abanderado del actual gobernador de este estado, Manuel Rosales, que no podrá repetir en el cargo después de haber gobernado dos períodos consecutivos. Pérez se enfrentará al candidato del PSUV, Gian Carlo di Martino.
                Maracaibo. Rosales, líder opositor, se presenta a la alcaldía de Maracaibo, capital de Zulia, que también tiene una importancia estratégica para la oposición. En esta plaza el oficialismo respalda al candidato Henry Ramírez.
                Nueva Esparta. Es la otra plaza fuerte de la oposición, donde el actual gobernador, el opositor Morel Rodríguez, se enfrenta al candidato oficialista, William Fariñas.
                Miranda. En este estado, uno de los más importantes debido a su población, el candidato del PSUV Diosdado Cabello se juega su reelección frente al actual alcalde del municipio caraqueño de Baruta, Henrique Capriles Radonski.
                Caracas. La alcaldía mayor de la capital venezolana también tiene un importante significado simbólico. El candidato oficialista Aristóbulo Istúriz competirá con el candidato opositor, Antonio Ledezma.
                Barinas. El hermano del presidente venezolano, Adan Chávez, se enfrenta al «disidente» Julio Reyes, y al candidato unitario de la oposición, Rafael Jiménez, en el estado natal del mandatario.
                Carabobo. El candidato del PSUV, Mario Silva, se enfrenta al «disidente» Luis Felipe Acosta Carlez, actual gobernador de este estado, que tiene una notable importancia estratégica.
                Guárico. También se disputan la gobernación el candidato del PSUV, Willian Lara, y la de Patria Para Todos, Lenny Manuitt, hija del gobernador actual, ambos con un discurso «revolucionario».
                Sucre. Uno de los estados «disidentes» del PSUV que puede continuar en manos de la oposición, con el candidato unitario Eduardo Morales. En las filas oficialistas, el PSUV presenta a Enrique Maestre, mientras que el Partido Comunista de Venezuela (PCV) respalda a Carlos Armiche.
                Bolívar. En este estado hay división en todos los bandos. El candidato oficial del PSUV, Francisco Rangel, opta a la reelección y disputará el cargo con Mario Arciniegas, respaldado por PPT y el PCV. Por parte de la oposición se presentan el ex gobernador Andrés Velásquez (LaCausa R) y Antonio Rojas Suárez por Primero Justicia (PJ).
                Chacao y El Hatillo. La oposición se presenta dividida en estos municipios caraqueños. En Chacao, se presentan tres candidatos de la oposición y uno oficialista, mientras que en El Hatillo hay dos candidatos opositores, uno oficialista y varios independientes.

                Chile: ¿engaño en las cifras de pobreza?, por F. Larraín

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                Felipe Larraín, El Mercurio

                La polémica sobre la pobreza en Chile toma fuerza. Connotadas personalidades, entre ellas los ex Presidentes Ricardo Lagos y Patricio Aylwin, se han congratulado recientemente por la gran disminución de la pobreza en nuestro país. El vocero Francisco Vidal y la ministra del Mideplan, Paula Quintana, hacen otro tanto. Todos ellos usan las cifras oficiales, que están fuertemente cuestionadas. Es cierto que la pobreza ha disminuido en Chile, pero no lo que dice la información oficial. Y existe un creciente consenso entre los especialistas sobre la necesidad de actualizar las cifras oficiales, pero éste es resistido, y en algún caso descalificado, por las autoridades. El tema va mucho más allá de contar los pobres y tiene profundas implicancias sobre las políticas públicas, especialmente en momentos en que Chile enfrenta los coletazos de la crisis externa y un aumento significativo del desempleo. Revisemos este debate.

                La ministra Quintana se refirió al tema en carta al director de «El Mercurio» del sábado 15 pasado, en respuesta a planteamientos realizados por el diputado Julio Dittborn, quien, a su vez, reaccionó a otra misiva del ministro Vidal. El centro de la discusión está en si la cifra oficial de 2,2 millones de pobres (13,7% de la población) para 2006 es o no correcta. Ella ha sido cuestionada por un estudio del suscrito, «Cuatro Millones de Pobres: Actualizando la Línea de Pobreza», publicado en la revista Estudios Públicos y disponible para todos en http://www.cepchile.cl. Basándose en trabajos realizados por la Fundación para la Superación de la Pobreza, el estudio determina que había más de 4 millones de pobres (29% de la población) en 2006. En una reacción anterior a este estudio, la ministra Quintana me calificó de intencionalidad política, irresponsabilidad y errores metodológicos. Hoy se refiere al estudio como «académico y muy respetable», lo que es, desde mi modesta perspectiva, un innegable progreso.

                Los errores de la ministra

                Sin embargo, la secretaria de Estado incurre en tres errores significativos, que creo importante aclarar. Primero, ella insiste en que el estudio aludido ocupa una metodología distinta a la oficial, y por tanto, sus resultados no resultan comparables. Esto es incorrecto. El estudio aplica básicamente la misma metodología de Mideplan para calcular la línea de pobreza oficial, y se basa en la misma Encuesta Casen 2006, la que no cuestiona. Tanto el estudio como la línea oficial siguen la metodología de la Cepal, cuya base es estimar el costo de una canasta mínima de alimentación, que contrasta con el ingreso de las personas (incluyendo ingreso autónomo, subsidios monetarios y alquiler imputado a la vivienda propia).

                La gran diferencia es que, inexplicablemente, Mideplan sigue calculando la línea de pobreza con información de la IV Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF) elaborada por el INE y que data de 1988. Sin embargo, hace casi una década está disponible la V EPF de 1996-97, que es la que utiliza el estudio. (Y hace pocos días incluso está disponible la VI EPF de 2007.) En una década hay numerosos cambios en los patrones de consumo; las necesidades no cambian, pero sí la forma de satisfacerlas. Para pasar de la V EPF al valor de la canasta mínima, el estudio utiliza el detallado trabajo liderado por la Fundación para la Superación de la Pobreza, ya publicado en Umbrales Sociales 2006. En base a este análisis se llega a determinar que los pobres eran el 29% de la población en 2006, y no 13,7% como indican las cifras oficiales; y que los indigentes son el 6,2% en vez del 3,2% oficial. Es decir, en nuestro país hay unos cuatro millones quinientos mil pobres, y no poco más de dos millones.

                En segundo lugar, la ministra dice que si se aplicara la línea propuesta en el estudio al período 1990-2006 se concluiría que en 1990 la pobreza abarcaba al 56% de la población. Esto es confuso, o simplemente imposible. No resulta factible aplicar una línea que se basa en la Encuesta de Presupuestos Familiares de 1996-97 a la situación de 1990. Es por ello que el estudio aludido sólo puede calcular las cifras de pobreza para los años 2000, 2003 y 2006.

                Finalmente, la ministra dice que «quienes tienen la esperanza de convencer a la ciudadanía (de que la pobreza no se ha reducido drásticamente) a partir de obtener cifras mayores con líneas más exigentes, están simplemente engañando al país». Esta información incurre en un error y en una descalificación gratuita. Nadie discute que la pobreza ha disminuído en el tiempo, lo que es un importante logro del país; simplemente, los niveles de pobreza son más del doble de los que aparecen en las estadísticas públicas. Y el punto no es usar una línea más o menos exigente, sino reflejar la verdadera realidad de la pobreza con cifras actualizadas. Esto no es engañar, sino todo lo contrario.

                El tema de fondo

                Hacer aparecer la pobreza artificialmente menor a la realidad tiene dos serios problemas. Primero, si se cree en el número del 13,7%, parece que estuviéramos ganando la lucha contra la pobreza y el tema pierde prioridad en la discusión pública, cuando aún quedan más de cuatro millones de chilenos en esta condición. Segundo, si el diseño de las políticas públicas se focaliza en ese 13,7%, vamos a dejar muchos pobres sin atender adecuadamente.

                Por último, es interesante constatar que en junio de 1999 el entonces subsecretario de Mideplan, Antonio Lara, se comprometió a actualizar la línea de pobreza en base a la V EPF, lo que aún no se ha cumplido; que el Consejo Asesor Presidencial Trabajo y Equidad (la Comisión Meller) también incluyó entre sus propuestas actualizar la línea de pobreza; y que una encuesta reciente realizada por Ipsos y la Alianza Comunicación y Pobreza (integrada por el Hogar de Cristo, la Escuela de Periodismo de la Universidad Diego Portales y la Fundación para la Superación de la Pobreza) revela que el 80% de los chilenos cree que los pobres son más del 25% de la población. ¿Querrán todos ellos engañar al país?

                J. Stiglitz: Los siete déficits mortales de EE.UU…

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                Cuando el president George W. Bush asumió el cargo, el grueso de los descontentos con unas elecciones robadas se consolaron con esta idea: dado nuestro sistema de controles y equilibrios políticos, ¿cuánto dañó puede hacer? Ahora lo sabemos: mucho más de lo que podían imaginar los peores pesimistas. Desde la guerra de Irak hasta el colapso de los mercados crediticios, las pérdidas financieras apenas resultan concebibles. Y detrás esas pérdidas aún hay que contar las oportunidades perdidas, todavía mayores.

                Tomados de consuno los dineros despilfarrados en la guerra, los dineros despilfarrados en un esquema inmobiliario piramidal que empobreció a los más y enriqueció a unos pocos y los dineros que se esfumaron con la recesión, el hiato entre lo que podríamos haber producido y lo que realmente produjimos fácilmente rebasará el billón y medio de dólares. Piensen lo que habría podido hacerse con esa suma para proporcionar asistencia sanitaria a quienes carecen de seguro médico, para mejorar nuestro sistema educativo, para desarrollar tecnologías verdes… La lista es infinita.

                Y el verdadero coste de las oportunidades perdidas es todavía mayor. Piensen en la guerra. Están, para empezar, los fondos directamente asignados a ella por el gobierno (unos 12 mil millones de dólares mensuales, y eso aceptando las estimaciones confundentes de la administración Bush). Pero es que son mucho mayores todavía, como ha documentado en su libro La guerra de los tres billones de dólares Linda Bilmes, de la Kennedy School, los costes indirectos: las remuneraciones que han dejado de ganar los heridos o los muertos o la actividad económica desplazada (de, pongamos por caso, gastar en hospitales norteamericanos a gastar en empresas nepalesas de seguridad). Esos factores sociales y macroeconómicos podrían llegar a montar más de 2 billones de dólares en el cómputo total de los costes de la guerra.

                Pero hay un haz de luz en esos negros nubarrones. Si logramos zafarnos de la pesadumbre, si conseguimos pensar más cuidadosa y menos ideológicamente sobre la manera de robustecer nuestra economía y hacer de la nuestra una sociedad mejor, tal vez podamos adelantar algo en el planteamiento y solución de los enconados problemas que venimos arrastrando.

                El déficit de valores.- Uno de los puntos fuertes de Norteamérica es su diversidad, y siempre ha habido una diversidad de puntos de vista incluso respecto de nuestros principios fundamentales (la presunción de inocencia, el mandato de habeas corpus, el imperio de la ley). Pero –o eso creíamos, al menos— quienes discrepaban de esos principios constituían una pequeña franja marginal, fácilmente ignorable. Ahora hemos aprendido que esa franja no es tan minúscula y que, entre sus miembros, se cuentan el actual presidente y los dirigentes de su partido. Y esa división en los valores no podía haber llegado en peor momento. Percatarse de que podríamos tener menos en común de lo que pensábamos puede dificultar la resolución de problemas que tenemos que encarar juntos.

                El déficit climático.- Con ayuda de cómplices como ExxonMobil, Bush trató de persuadir a los norteamericanos de que el calentamiento global era una ficción. No lo es, y hasta la administración ha terminado por admitirlo. Pero no hicimos nada durante ocho años, y los EEUU contaminan más que nunca; un retraso que pagaremos carísimo.

                El déficit de igualdad.- En el pasado, aun si los que estaban abajo recibían pocos, si alguno, de los beneficios de la expansión económica, la vida se percibía como un sorteo equitativa. Las historias de quienes se hacían a sí mismos eran parte de las señas de identidad norteamericanas. Pero la vieja promesa de Horatio Alger suena hoy falsa. La movilidad ascendente se ha hecho cada vez más difícil. Las crecientes divisiones de ingreso y de riqueza han sido reforzadas por una legislación fiscal que premia a los afortunados en la azarienta lotería de la globalización. Destruida aquella percepción, será todavía más difícil encontrar una causa común.

                El déficit de responsabilidad.- Los reyezuelos del mundo financiero estadounidense justificaban sus astronómicas remuneraciones apelando a su pretendido ingenio para generar grandes beneficios, supuestamente derramados sobre el país entero. Ahora, los reyes andan desnudos. No supieron gestionar el riesgo; antes bien, sus acciones exacerbaron el riesgo. El capital no fue correctamente asignado; se malgastaron centenares de miles de millones, un nivel de ineficiencia mucho mayor que el que la gente se ha acostumbrado a atribuir al Estado. Sin embargo, los reyezuelos se largaron con centenares de millones de dólares de los contribuyentes, de los trabajadores, y el conjunto de la economía tuvo que pagar la cuenta.

                El déficit comercial.- En el curso de la pasada década, el país ha venido tomando préstamos a gran escala en el extranjero: sólo en 2007, unos 739 mil millones de dólares. No es difícil descubrir por qué: con un gobierno incurriendo en enormes deudas y unos hogares norteamericanos sin apenas capacidad de ahorro, no había otro sitio donde pedir. Los EEUU han estado viviendo de dinero y de tiempo prestados, y ha llegado la hora del vencimiento. Acostumbrábamos a dar lecciones de buena política económica a los demás. Ahora los demás se parten de risa a nuestras espaldas, y de cuando en cuando, hasta nos dan lecciones. Hemos tenido que ir a mendigar a los fondos soberanos de riqueza (la riqueza excedente que otros gobiernos han acumulado y que pueden invertir fuera de sus fronteras). Retrocedemos ante la idea de que nuestro gobierno se haga con un banco, pero parecemos aceptar de grado la idea de que los gobiernos extranjeros puedan convertirse en accionistas de referencia de algunos de nuestros bancos más emblemáticos, instituciones cruciales para nuestra economía. (Tan cruciales, en efecto, que hemos dado un cheque en blanco a nuestro Tesoro para rescatarlas.)

                El déficit fiscal.- Gracias, en parte, a un gasto militar desapoderado, en sólo ocho años nuestra deuda nacional se ha incrementado en dos tercios, pasando de 5,7 billones a más de 9,5 billones de dólares. Pero, por espectaculares que resulten, esos números subestiman por mucho las verdaderas dimensiones del problema. Aún tienen que presentarse a cobro muchas facturas de la Guerra de Irak, incluidas las que incorporan los costes de asistencia a los veteranos heridos, y esas facturas podrían representar unos 600 mil millones de dólares. El déficit federal de este año probablemente añadirá otro medio billón a la deuda nacional. Y todo eso, sin contar con los dineros desembolsados por la Seguridad Social y por Medicare para asistir a los baby boomers.

                El déficit de inversión.- Las cuentas del Estado son distintas de las cuentas del sector privado. Una empresa que tome dinero prestado para realizar una buena inversión verá su balance contable mejorado, y sus ejecutivos serán aplaudidos. Pero en el sector público no hay balance contable, y por lo mismo, demasiada gente se centra miopemente en el déficit. En realidad, las inversiones públicas sabias proporcionan retornos mucho más elevados que la tasa de interés que el Estado paga por su deuda; a largo plazo, las inversiones ayudan a reducir los déficits. Recortar esas inversiones es proceder al modo del ahorrador de salvado y desperdiciador de harina, como pudo verse con los diques de Nueva Orleáns y con los puentes de Mineápolis.

                ***

                Más allá de la simple incompetencia, hay dos posible hipótesis para explicar por qué los republicanos prestaron tan poca atención a la creciente debacle presupuestaria. La primera es, sencillamente, que confiaron en la teoría económica del lado de la oferta, en la creencia de que, de uno u otro modo, la economía crecería tanto con unos impuestos bajos, que los déficits serían efímeros. Esa idea se ha revelado como lo que es, una ilusión fantasiosa.

                La segunda hipótesis es que, permitiendo un déficit cada vez más hinchado, Bush y sus aliados esperaban forzar una reducción del tamaño del Estado. Lo cierto es que la situación fiscal ha llegado a cobrar unas proporciones tan alarmantes, que muchos demócratas responsables están comenzando ahora a hacerles el juego a los republicanos empecinados en “asfixiar a la bestia pública”, y llaman a un drástico recorte del gasto público. Pero, preocupados como están los demócratas por parecer demasiado tibios en materia de seguridad –y por lo mismo, resueltos a considerar sacrosanto el presupuesto militar—, resulta harto difícil recortar gastos sin cercenar las inversiones más importantes para resolver la crisis.

                La tarea más perentoria del nuevo presidente será restaurar el vigor de la economía. Dado el volumen de nuestra deuda nacional, es particularmente importante cumplir esa tarea de manera que se maximicen los resultados de cada dólar gastado, al tiempo que se ataca al menos uno de los déficits capitales. Los recortes fiscales funcionan –si funcionan— incrementando el consumo, pero el problema de Norteamérica es que padece un atracón de consumo; prolongar el atracón no hará sino posponer la solución de los problemas más profundos. A medida que los ingresos se desploman, los estados y los municipios tendrán que hacer frente a restricciones presupuestarias, y a menos que se haga algo, se verán obligados a recortar el gasto, lo que no hará sino ahondar en el declive. A nivel federal, necesitamos gastar más, no menos. Hay que reconfigurar la economía para adaptarse a las nuevas realidades (incluido el calentamiento global). Necesitaremos más trenes de alta velocidad y plantas energéticas más eficientes. Esos gastos estimulan la economía, al tiempo que sientan las bases para un crecimiento sostenible a largo plazo.

                Sólo hay dos formas de financiar esas inversiones: aumentar los impuestos o recortar otros gastos. Los norteamericanos de ingresos altos pueden perfectamente permitirse pagar más impuestos, y muchos países europeos han triunfado, no a pesar de tener una fiscalidad elevada, sino precisamente por tenerla: es lo que les ha permitido invertir y competir en un mundo globalizado.

                Huelga decir que habrá resistencia al aumento de impuestos, de manera que el foco de atención se moverá hacia los recortes. Pero nuestros gastos sociales son ya tan esqueléticos, que hay poco que ahorrar. En realidad, descollamos entre las naciones industrializadas avanzadas por lo inadecuado de nuestras protecciones sociales. Los problemas, por ejemplo, del sistema de asistencia sanitaria en los EEUU saltan a la vista: resolverlos no es sólo cuestión de mayor justicia social, sino también de mayor eficiencia económica. (Unos trabajadores más sanos son unos trabajadores más productivos.) Y eso deja sólo un área económica importante disponible para recortar gastos: la defensa. Nuestros gastos representan la mitad de los gastos militares mundiales, con un 42% de los dólares del contribuyente que se destinan, directa o indirectamente, a defensa. Incluso los gastos militares no bélicos se han disparado. Con tanto dinero gastado en armamento inútil contra enemigos que no existen hay mucho margen para incrementar la seguridad, al tiempo que se recortan los gastos en defensa.

                La buena nueva en todo este horizonte de malas noticias económicas es que nos estamos viendo obligados a morigerar nuestro consumo material. Si lo hacemos de forma adecuada, eso ayudará a mitigar el calentamiento global, y acaso contribuirá también a despertar la consciencia de que un mayor nivel de vida también es más ocio, no sólo más bienes materiales.

                Las leyes de la naturaleza y las leyes económicas son implacables, y no perdonan. Podemos abusar de nuestro medio ambiente, pero sólo por un tiempo. Podemos gastar por encima de nuestros medios, pero sólo por un tiempo. Podemos gorronear a cuenta de nuestras inversiones pasadas, pero sólo por un tiempo. Ni siquiera el país más rico del mundo puede ignorar las leyes de la naturaleza y las leyes económicas, si no es en daño propio.

                Joseph Stiglitz es profesor en la Universidad de Columbia, ganador del Premio Nobel de Economía en 2001 y coautor de The Three Trillion dollar War.

                Traducción para www.sinpermiso.info: Ricardo Timón

                P. Krugman: «La economía de la depresión…»

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                krugman_visita_barcelona1PAUL KRUGMAN 23/11/2008

                La actualidad económica, por si no lo han notado, va de mal en peor. Pero por muy mal que esté, no creo que vaya a haber una nueva Gran Depresión. De hecho, no es probable que veamos que la cifra de desempleo iguale el máximo del 10,7% de los años posteriores a la Depresión, alcanzado en 1982 (aunque ojalá lo supiera a ciencia cierta).

                No obstante, ya estamos dentro del radio de lo que yo llamo economía de la depresión. Con esto me refiero a un estado de cosas como el de la década de 1930, en el que los instrumentos habituales de la política económica -en especial la capacidad de la Reserva Federal para bombear la economía mediante recortes de los tipos de interés- han perdido su fuerza de arrastre. Cuando prevalece la economía de la depresión, las reglas normales de la política económica ya no son válidas: la virtud se convierte en vicio; la cautela es un riesgo, y la prudencia, un disparate.

                Para ver de qué estoy hablando, piensen en las consecuencias de la última y terrible noticia económica: el informe del jueves acerca de las nuevas solicitudes de cobertura por desempleo, que acaban de superar la barrera del medio millón. Por malo que sea este informe, si lo analizamos por separado, puede que no parezca tan catastrófico. Al fin y al cabo, se encuentra en la misma región que las cifras alcanzadas en la recesión de 2001 y en la de 1990-1991, las cuales terminaron siendo relativamente moderadas según baremos históricos (aunque en ambos casos el mercado laboral tardó mucho tiempo en recuperarse).

                Pero en estas dos ocasiones previas todavía se pudo recurrir a la respuesta política habitual ante una economía débil: un recorte de los tipos de los fondos federales, el tipo de interés que se ve afectado más directamente por la política de la Reserva Federal. Hoy ya no. El tipo efectivo de los fondos federales (frente al objetivo oficial, que por motivos técnicos no tiene el menor sentido) ha registrado una media inferior al 0,3% en los últimos días. Básicamente, ya no hay dónde recortar.

                Y sin la posibilidad de nuevos recortes de los tipos de interés, no hay nada que pueda detener la caída acelerada de la economía. El crecimiento del desempleo inducirá más descensos en el gasto de los consumidores, que, según adelantaba la pasada semana Best Buy, ya ha experimentado una caída «catastrófica». Un consumo flojo provocará recortes en los planes de inversión de las empresas. Y una economía cada vez más débil traerá más despidos y, en consecuencia, un ciclo de contracción mayor.

                Para sacarnos de esta espiral descendente, el Gobierno federal tendrá que proporcionar un estímulo a la economía incrementando el gasto y las ayudas a los que más están sufriendo, y este estímulo no llegará a tiempo o no será del calibre necesario a menos que los políticos y las autoridades económicas sean capaces de superar varios prejuicios convencionales.

                Uno de esos prejuicios es el miedo a los números rojos. En tiempos normales está bien preocuparse por el déficit presupuestario, y la responsabilidad fiscal es una virtud que tendremos que volver a aprender tan pronto como la crisis quede atrás. Sin embargo, cuando prevalece la economía de la depresión, esta virtud se convierte en un vicio. El intento prematuro de Franklin Delano Roosevelt de equilibrar el presupuesto en 1937 casi llevó al traste el New Deal.

                Otro prejuicio es la creencia de que la política debe avanzar con cautela. En tiempos normales, esto tiene sentido: no se deben hacer grandes cambios en la política hasta que esté claro que son necesarios. Sin embargo, en la situación actual, la cautela es un riesgo porque ya se están produciendo enormes cambios a peor, y cualquier retraso a la hora de actuar aumenta las posibilidades de provocar un desastre económico mayor. La respuesta política debería estar muy bien hilvanada, pero el tiempo es oro.

                Por último, en tiempos normales, la humildad y la prudencia en los objetivos políticos son buenas cualidades. Sin embargo, en la coyuntura actual es preferible pecar de hacer demasiado que de hacer demasiado poco. El riesgo, si las medidas de estímulo se antojan más que necesarias, es que la economía se caliente en exceso y produzca inflación, pero la Reserva Federal siempre podrá capear esa amenaza subiendo los tipos de interés. Por otro lado, si las medidas de estímulo se quedan demasiado cortas, no habrá nada que la Reserva Federal pueda hacer para compensar ese déficit. De modo que cuando prevalece la economía de la depresión, la prudencia es un disparate.

                ¿Qué viene a decirnos todo esto sobre la política económica a corto plazo? El Gobierno de Obama, casi con toda seguridad, tomará posesión con una economía en peores condiciones que en la actualidad. De hecho, Goldman Sachs vaticina que la tasa de desempleo, actualmente del 6,5%, alcanzará el 8,5% para finales del año que viene.

                Todo parece indicar que el nuevo Gobierno presentará un plan de estímulo de calado. Mis cálculos a bote pronto son que este plan debería ser enorme, del orden de los 475.000 millones de euros.

                La pregunta ahora es si la gente de Obama se atreverá a proponer algo de ese calibre. Esperemos que la respuesta sea que sí, y que el Gobierno entrante sea en efecto así de atrevido, pues nos encontramos en una situación en la que sería muy peligroso dejarse llevar por las nociones convencionales de prudencia.

                © 2008 New York Times News Service. Traducción de News Clips.

                El País.com

                Después de la finanzas, es el turno de la «economía real», Paul A. Samuelson

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                keynes1PAUL A. SAMUELSON 16/11/2008

                El actual caos en todo el mundo recuerda mucho a la Gran Depresión de 1929-1939. Ambos periodos empezaron con desplomes de las bolsas en la mayor parte de los centros financieros mundiales

                Del mismo modo que se culpa con razón al presidente George Bush por la mala liberalización económica llevada a cabo entre 2000 y 2008, al presidente Herbert Hoover (1929-1933) y a su multimillonario secretario del Tesoro, Andrew W. Mellon, se les considera, por su inacción y sus ideologías ultraliberales, responsables de permitir durante mucho tiempo que la economía real se sumiera en un estancamiento cada vez mayor.

                Tras un considerable ejercicio de ensayo y error, el activista New Deal de Franklin Roosevelt salvó el capitalismo. Los bancos centrales -la Reserva Federal estadounidense, el Banco de Inglaterra y los demás- se volvieron impotentes para invertir la marea de la depresión profunda. ¿Por qué? Desde el momento en que la deflación del nivel de precios redujo casi a cero el rendimiento de las menos arriesgadas letras del tesoro, todo el dinero nuevo que se crease no haría más que ser acaparado. (¡Los economistas estadounidenses se adelantaron al inglés J. M. Keynes al reconocer y dar nombre a la trampa de liquidez descrita más arriba!).

                Lo que en última instancia consiguió que casi se alcanzara el pleno empleo en Estados Unidos en 1939 fue, a fin de cuentas, el enorme gasto estatal deficitario. La Agencia para la Mejora del Trabajo entregó a los trabajadores en paro más pobres miles de millones de dólares en salarios gastables. Además, la Administración de Obras Públicas del New Deal gastó miles de millones más en obras públicas. Nada de esto fue suficiente.

                La aceleración de los pagos públicos a los agricultores apuntaló los precios de los cereales y aumentó el poder adquisitivo. Por fin, algo nuevo: la sociedad de financiación de la reconstrucción (RFC, en sus siglas en inglés), que ayudó a sostener a los bancos con problemas. Esta RFC asumió las inversiones arriesgadas que podrían no llegar nunca a ser plenamente amortizadas.

                De igual modo que es mejor amar y perder que no haber amado nunca, en tiempos de gran depresión toda la sociedad sale ganando incluso si la rentabilidad esperada no llega nunca.

                Recuerdo que durante el segundo mandato de Roosevelt en la Casa Blanca se construyó un útil crucero de la Armada. Resulta que en la Segunda Guerra Mundial resultó ser valiosísimo. ¿Cuál fue su verdadero coste documentado cuando se construyó?

                Una contabilidad minuciosa calculaba que el coste de este barco había sido de hecho negativo para la sociedad. Lo que los contables consideraban dinero en efectivo perdido, la macroeconomía de la depresión propiamente dicha lo calcula como una compensación por los miles de millones de dólares de nueva producción y salarios que este barco había aportado al producto interior bruto.

                Nada de lo dicho anteriormente es una crítica a los dólares que Bernanke y Paulson han dedicado a rescatar bancos, aseguradoras y balances de las grandes empresas. Este equipo llevó a cabo con rapidez la importante labor que el equipo de Hoover-Mellon nunca llegó a hacer.

                Parte de la grandeza de Franklin Roosevelt fue su voluntad de explorar nuevos programas contra los vientos de la depresión. Probó el malhadado experimento de la administración para la reconstrucción nacional que consistió en dejar que los ejecutivos de la lana reorganizaran su sector, junto con otros planes empresariales de Mussolini igualmente descabellados. Pero pronto abandonó esos experimentos.

                En las ocasiones en que el Tribunal Supremo cortó las alas de Roosevelt, redundó en beneficio de la sociedad. Es de esperar que cuando el joven y activo presidente Obama dé un paso en falso, los controles y equilibrios de nuestro sistema de democracia puedan ayudar a moderar los giros excesivos hacia la izquierda o hacia la derecha del sagrado centro.

                En política, el tiempo es esencial. Los nuevos presidentes tienen periodos de gracia limitados para innovar. Por eso, recordando 1933 y 1934, animo a la próxima Casa Blanca y al próximo Congreso a improvisar para la economía real nuevas y grandes inyecciones de gasto directo que ayuden a debilitar las espirales descendentes que las recesiones son tan propensas a desarrollar.

                Gasten así, recordando que en tiempos como éstos la deflación puede convertirse en un enemigo peor que la inflación. Ningún economista sensato lamenta hoy que Roosevelt rompiese las promesas electorales de «equilibrar el presupuesto» que hizo en 1932.

                En aquel momento, con una jugada por sorpresa, Roosevelt devaluó el dólar, sacando así a Estados Unidos del cruel patrón oro. Mis profesores estaban escandalizados. Dado que Estados Unidos era un refugio seguro para el amedrentado capital europeo, no había necesidad de tomar en aquel momento decisiones tan poco ortodoxas.

                Por una vez, los jóvenes sabíamos más del asunto que nuestros mayores. Mientras que ellos pensaban que eran unas medidas egoístas por parte de Estados Unidos para «empobrecer al vecino», a nosotros Keynes nos había convencido de que devaluar el dólar para hacerlo coincidir con la devaluación de la libra británica era precisamente lo que nos permitiría a los dos mantener un gasto de déficit presupuestario expansionista.

                A las pruebas me remito. Los cautos belgas depreciaron su franco. En Francia, el Frente Unido se mantuvo en el patrón oro. Bélgica se recuperó antes. La débil Francia fue la primera conquista fácil de los tanques alemanes.

                Sólo después de que hayamos iniciado la recuperación habrá llegado el momento de que los bancos centrales vuelvan a «centrarse en la inflación». Cuando llegue el feliz día de la recuperación, sospecho que los niveles de precios estarán hasta un 10% por encima de los de 2007. Es una pena. Pero habrá sido el precio necesario de salvar a la economía real y a las clases medias.

                © 2008 Paul Samuelson. Distribuido por Tribune Media Services. Traducción de News Clips.