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Thomas Piketty, «El capitalismo en el siglo XXI»: la gran desigualdad…

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¿Cómo podemos utilizar lo que aprendemos del libro de Thomas Piketty sobre el capitalismo del siglo XXI?
por Eric Toussaint

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El Libro Le capital au XXIe siècle |1| es indispensable para aquellas y aquellos que quieren saber más sobre el reparto desigual de la riqueza en el seno de “las sociedades”.
Leyendo esta enorme obra (950 páginas, a las que se agrega una gran cantidad de datos estadísticos y tablas accesibles por Internet |2|), llegamos a una primera conclusión: el movimiento Occupy Wall Street tenía mucha razón en poner en su punto de mira al 1 % más rico.

En efecto, en Francia, en 2013, el 1 % más rico posee el 22 % del patrimonio total del país. |3| En el Reino Unido, posee el 30 %, en Suecia el 20 % y en Estados Unidos, el 32 % |4| Si incluimos la parte de la riqueza escondida en los paraísos fiscales o bajo otras formas, el porcentaje aumentaría al menos en 2 o 3 puntos. Para simplificar, el 1 % de la población mundial es, digamos, la clase capitalista y concentra una parte impresionante del patrimonio. |5|

Si ampliamos el estudio al 10 % más rico, obtenemos los porcentajes siguientes: en Francia el 10 % más rico posee el 60 % del patrimonio, en el Reino Unidos el 70 %, en Suecia el 60 % y en Estados Unidos el 70 %. Así que podemos considerar que este 9 % (agregado al 1 % más rico) representa el entorno o los aliados, en un sentido amplio, de la clase capitalista.

Los movimientos populares deberían enarbolar reivindicaciones precisas sobre las medidas que se deberían tomar con respecto al 1 % más rico y al 9 % que le sigue. La masa de bienes mobiliarios e inmobiliarios que este 10 % posee revela hasta qué punto la riqueza esta mal distribuida y muestra cómo un gobierno de izquierdas podría encontrar recursos en gran cantidad para llevar a cabo una política de mejora de las condiciones de vida de la mayoría de la población, y, al mismo tiempo, realizar profundos cambios estructurales de manera de iniciar la salida del capitalismo productivista y lanzar la transición ecológica.
Thomas Piketty resume en una tabla muy interesante el porcentaje de riqueza que posee el 10 % más rico, el 40 % que le sigue y el 50 % más pobre para Estados Unidos y Europa.

Tabla 1. La desigualdad en la propiedad del capital |6|

La parte del total del patrimonio en 2010 que poseen los diferentes grupos de Europa y de Estados Unidos:

El 10 % más rico:  60,00 % (Europa);  70,00 % (USA)
Y de este grupo, el 1 % más rico: 25,00 % (Europa); 35,00 % (USA)
Y el 9 % que le sigue: 35,00 % (Europa); 35,00 % (USA)
El 40 % del medio: 35,00 % (Europa); 25,00 % (USA)
El 50 % más pobre: 5.00 % (Europa); 5,00 % (USA)

Vemos que la mitad de la población de los países del Norte sólo posee el 5 % del patrimonio, y esta es evidentemente una poderosa razón para decir que, cuando la izquierda reivindique gravar el patrimonio, eso no afectará en absoluto al 50 % de población más pobre. En cuanto al 40 % del medio, retomando la expresión de Thomas Piketty, que posee el 35 % del patrimonio total en Europa occidental continental y el 25 % en Estados Unidos y en el Reino Unido, está constituida principalmente por asalariados y una minoría de trabajadores independientes. Este grupo podría también estar exento del impuesto sobre el patrimonio, al menos para el 75 % del mismo.

Si transformamos los porcentajes en cantidades de dinero en euros, podemos profundizar en lo que significa la concentración de riqueza en una fracción muy reducida de la población.

Los patrimonios en función de los diferentes grupos

De acuerdo con Thomas Piketty, en varios países de Europa que tienen un nivel de vida parecido al de Francia, el 50 % de de la población (los más pobres) tienen de media un patrimonio de 20.000 euros pero, atención, una gran parte de estas familias no tienen ningún patrimonio o tienen deudas.
El 40 % correspondiente al sector medio tienen un patrimonio promedio de 175.000 euros (o sea, entre 100.000 y 400.000 euros). El 9 % que está por encima dispone de 800.000 euros y el 1 % superior de 5 millones de euros. Por supuesto, en el tope de ese 1 % encontramos fortunas como la de Liliane Bettencourt |7| que sobrepasa los 20.000 millones de euros

De la desigualdad del reparto del patrimonio privado en la Unión Europea a su necesaria redistribución

Consideremos la Unión Europea cuyo producto interior bruto ascendía en 2013 a cerca de 14,7 billones de euros. |8| El total de patrimonio privado de las familias europeas se eleva a cerca de 70 billones de euros. El 1 % más rico posee aproximadamente 17,5 billones de euros |9| o sea, el 25 % de 70 billones de euros. El 9 % que le sigue poseen 24,5 billones, o sea el 35 % del total. El 40 % del medio posee otros 24,5 billones, también el 35 %. Y el 50 % restante posee 3,5 billones de euros, o sea, un 5 % del total. |10|

El presupuesto anual de la Comisión Europea asciende a cerca del 1 % del PIB de la UE. Eso significa que un impuesto anual del 1 % sobre el patrimonio del 1 % más rico en la UE proveería una suma de 175.000 millones de euros, es decir más que el presupuesto actual que asciende a 145.00 millones de euros. ¡Y qué decir de un impuesto del 5 %! Esto nos da una idea de lo que es potencialmente realizable si se consiguiera una movilización social en pro de un cambio radical de políticas en el ámbito europeo, o incluso en el de un solo país de la UE. |11|
Un impuesto excepcional, aplicado una sola vez por generación, del 33 % sobre el patrimonio del 1 % más rico en la UE suministraría 6 billones de euros (o sea, más de 40 veces el presupuesto anual de la UE) ¿Os imagináis un impuesto confiscatorio del 80 %?

Esto nos debe permitir estimar la importancia de lo que supone un impuesto al patrimonio privado de los capitalistas, y las posibilidades que se abren para la elaboración de propuestas que permitan encontrar el dinero allí donde esté para ponerlo al servicio de la justicia social.

Muchos economistas repiten sin cesar que no sirve para nada gravar a los más ricos ya que, siendo tan pocos, el rendimiento no será realmente importante. Pero lo que Thomas Piketty demuestra es que ese 1 % ha concentrado a lo largo del tiempo una tal cantidad de bienes inmobiliarios y mobiliarios que una política cuyo objetivo sea ese 1 % más rico, o ampliada al 2,5 % o incluso al 10 % más rico, puede darnos un gran margen de maniobra para acabar con el neoliberalismo. |12|

Hay quienes afirman que ese patrimonio es inaccesible ya que fácilmente puede traspasar fronteras, pero es necesario responderles que existen potentes herramientas para evitarlo, como el embargo de bienes, la congelación de activos financieros, elevadas multas y el control de los movimientos de capitales.

La desigualdad en el reparto del patrimonio privado en el mundo

Lo que se acaba de decir para la Unión Europea puede ser extendido al resto del mundo ya que del Norte al Sur del planeta, asistimos a un aumento impresionante del patrimonio de los más ricos.
Nos podríamos interesar, como lo hace Piketty, en una minoría aún más escasa: la veinte millonésima parte más rica de la población mundial adulta estaba constituida en 1987 por 150 personas y cada una tenía un patrimonio promedio de 1.500 millones de dólares. Veintiséis años más tarde, en 2013, la veinte millonésima parte más rica estaba formada por 225 personas cuyo patrimonio medio era de 15.000 millones de euros, o sea, que había aumentado un 6,4 % por año. |13| El 0,1 % (una milésima parte de la población mundial) |14| más rico posee el 20 % del patrimonio mundial, el 1 % posee el 50 %. Si se considera el patrimonio del 10 % más rico, Thomas Piketty calcula que representa entre el 80 % y 90 % del patrimonio mundial, ya que el 50 % más pobre posee ciertamente menos del 5 %. |15| Esto nos da la medida del esfuerzo que se debe hacer para la redistribución de la riqueza. Redistribución que necesita la confiscación de una parte importante del patrimonio de los más ricos.

Thomas Piketty constata que el ritmo de crecimiento del patrimonio del milésimo más rico del planeta ha progresado a un ritmo del 6 % anual en las últimas décadas mientras que el conjunto del patrimonio progresaba a un ritmo del 2 %. Si no hay un cambio radical y todo permanece igual, al cabo de 30 años ¡este milésimo poseerá el 60 % del patrimonio mundial, en lugar del 20 % que tenía en 2013! |16|

El reparto de las rentas es también extremadamente desigual

Así mismo, Thomas Piketty estudia la distribución de las rentas del trabajo y muestra que el 10 % más rico acapara el 26 % de las mismas en Europa y el 35 % en Estados Unidos.

Tabla 2. La desigualdad total en las rentas del trabajo |17|

La parte del total de las rentas del trabajo correspondiente a los diferentes grupos: Europa 2010; Estados Unidos 2010

El 10 % más rico:  25,00% (Europa);  35,00% (USA)
Y de este grupo, el 1 % más rico:  7,00% (Europa); 12,00% (USA)
Y el 9 % que le sigue:  18,00% (Europa); 23,00% (USA)
El 40 % del medio:  45,00% (Europa); 40,00% (USA)
El50 % más pobre:  30,00% (Europa);  25,00% (USA)

Si se suma a las rentas del trabajo, las otras formas de ingresos como los alquileres, intereses percibidos por el ahorro, beneficios de empresas, dividendos, etc., el reparto es aún más desigual como lo indica la tabla 3.

Tabla 3. La desigualdad total de las rentas |18|

La parte del total de las rentas correspondiente a los diferentes grupos: Europa 2010; Estados Unidos 2010

El 10 % más rico:  35,00% (Europa); 50,00% (USA)
Y de este grupo, el 1 % más rico:  10,00% (Europa); 20,00% (USA)
Y el 9 % que le sigue:  25,00% (Europa); 30,00% (USA)
El 40 % del medio:  40,00% (Europa); 30,00% (USA)
El 50 % más pobre:  25,00% (Europa);  20,00% (USA)

La evolución de la desigualdad en el patrimonio a lo largo de los dos últimos siglos

En vísperas de la Revolución Francesa de 1789, la parte del patrimonio nacional acaparado por el decil (el 10 %) más rico se acercaba al 90 % y la parte que poseía el 1 % más rico alcanzaba el 60 %. |19| Después de la Revolución, la parte del centil (el 1 %) más rico bajó un poco a raíz de la redistribución de tierras de la aristocracia y el clero a favor de la burguesía (ese 9 % y un poco más allá).

Con respecto a la parte del león que ingresaba el centil más rico en 1789, Piketty subraya que la denuncia hecha por Occupy Wall Street sobre el 1 % más rico combinada con la proclama «Nosotros somos el 99 %. We are the 99 %» recuerda, en cierta forma, el famoso panfleto del abate Sieyès |20| publicado en enero de 1789 « ¿Qué es el tercer estado? Qu’est-ce que le tiers état?»

Thomas Piketty ideó un gráfico que muestra la evolución de la parte del decil y del centil más rico entre 1810 y 2010. Éste agrupa los principales países europeos en la categoría Europa y presenta a Estados Unidos aparte.

En Europa, la parte acaparada por el decil superior equivalía a más del 80 % del patrimonio en 1810 y aumentó en el transcurso del siglo xix y comienzos del xx hasta alcanzar el 90 % en 1910. Pero comienza a bajar debido a la guerra de 1914-1918 y a las concesiones que la burguesía tuvo que hacer frente a las luchas populares tras la primera guerra mundial. |21| El descenso prosigue después de la segunda guerra mundial por las mismas razones, y la parte correspondiente al 10 % más rico alcanza su mínimo en 1975 (un poco menos del 60 %). A partir de ese momento comienza a remontar hasta alcanzar el 65 % en 2010. La parte del 1 % más rico describe, más o menos, la misma curva pasando de un poco más del 50 % en 1810 a un poco más del 60 % en 1910, El descenso comienza en 1910 y alcanza los valores más bajos entre 1970 y 1975 (20 %) y luego comienza a aumentar de nuevo. La evolución en Estados Unidos sigue la misma cronología pero es importante remarcar que en el siglo xix la parte del decil y del centil más rico era inferior que el de sus homólogos europeos y la situación se modifica a partir de los años 1960, y la parte del pastel es superior a la de sus pares de Europa.

Dos conclusiones son evidentes: la primera es que se tiende a un aumento de la desigualdad, ya que el 1 % y el 10 % más rico aumentan fuertemente la parte del patrimonio que acaparan; y la segunda es que la evolución de la distribución de la riqueza se puede explicar, y de forma rigurosa, por la evolución de las luchas sociales y las relaciones de fuerza entre clases.

Thomas Piketty resume las razones que provocaron, entre la primera guerra mundial y 1970, la reducción de la parte acaparada por los más ricos, y las que luego provocaron su aumento: «En resumen, las convulsiones del “primer siglo veinte” (1914-1945) —es decir, el que comprende la primera guerra mundial, la revolución bolchevique de 1917, la crisis de 1929, la segunda guerra mundial, y las nuevas políticas de regulación, fiscales y de control público del capital originadas por esas conmociones— condujeron a unos niveles históricamente bajos para los capitales privados en los años 1950-1960. El movimiento de reconstitución de los patrimonios se puso en marcha rápidamente y luego se aceleró con la revolución conservadora anglosajona de 1979-1980, la implosión del bloque soviético en 1989-1990, la globalización financiera y la desregulación de los años 1990-2000, acontecimiento que marca una inflexión política en sentido inverso a la inflexión precedente, y que permite a los capitales privados encontrar a comienzos de los años 2010, y a pesar de la crisis abierta en 2007-2008, una prosperidad patrimonial desconocida desde 1913.» |22|

Está claro que las dos guerras mundiales produjeron un profundo descontento popular en contra de la clase capitalista, y por lo tanto ambas guerras fueron seguidas de luchas sociales muy importantes, que en varios países se transformaron en crisis revolucionarias; también la crisis de 1929 produjo una radicalización e importantes luchas sociales (especialmente en Estados Unidos). Esas situaciones llevaron a los gobernantes a actuar para satisfacer en algo las reivindicaciones populares. Veremos más adelante lo que hicieron los gobiernos de los principales países después de la primera y de la segunda guerra mundial en materia de impuestos que afectó, más o menos fuertemente, la parte del patrimonio y de las rentas apropiada por el 1 % más rico. Asimismo, a partir de la ofensiva lanzada por la clase capitalista contra las clases populares a lo largo de la década 1970-1980, |23| se constata un cambio radical de política de parte de los gobiernos, especialmente, en materia de impuestos.

Para medir la evolución del patrimonio, |24| Thomas Piketty lo compara con la renta nacional: |25| «A comienzos de los años 1870, el valor total de los patrimonios privados —libres de deudas— comprendía entre dos y tres años y medio de la renta nacional de todos los países ricos en todos los continentes. Cuarenta años más tarde, a comienzos de los años 2010, los patrimonios privados representan entre cuatro y siete años de la renta nacional, |26| y también en todos los países estudiados. La evolución general no ofrece ninguna duda: más allá de las burbujas, se asiste a un gran retorno del capital privado en los países ricos desde los años 1970, o más bien a la emergencia de un nuevo capitalismo patrimonial.» |27|

Se comprueba también que el patrimonio público ha disminuido fuertemente desde hace 40 años, después de haber aumentado en varios países, especialmente, después de la segunda guerra mundial. En Francia, el gobierno había nacionalizado en 1945 el Banco de Francia y los cuatro grandes bancos de depósitos: Crédit Lyonnais, Société Générale, Banque National de Comerse et de l’ Industrie y Comptoir National d’ Escompte de París. Louis Renault, dueño de la empresa de automóviles Renault, fue detenido en septiembre de 1944 por su colaboración con la ocupación nazi y la empresa fue nacionalizada en enero de 1945. |28| El gobierno británico nacionalizó en 1946 el Banco de Inglaterra. Según Piketty, en Francia en los sectores industriales y financieros: «la parte del Estado en el patrimonio nacional sobrepasó el 50 % entre los años 1950 y 1970». |29|
Como sostiene Piketty, comprobamos: «…por un lado, un movimiento de privatización y de transferencia gradual de la riqueza pública hacia la riqueza privada desde los años 1970-1980, y por otro lado, un fenómeno de reajuste a largo plazo de los precios de los activos inmobiliarios y bursátiles, que también se aceleró en los años 1980-1990, en un contexto político globalmente muy favorable a los patrimonios privados en comparación a las décadas inmediatamente posteriores a la segunda guerra mundial.» |30| Este segundo fenómeno tiene que ver, por supuesto, con la financiarización de la economía.

La evolución de los salarios bajos y de los salarios altos desde los años 1960

En este artículo no podemos hacer un resumen de la evolución de la desigualdad de los ingresos a lo largo de los dos últimos siglos. Por consiguiente, nos limitaremos a señalar la evolución a partir de 1968 en Francia. La huelga general de mayo de 1968 y los acuerdos de Grenelle que le siguieron tuvieron como consecuencia un fuerte aumento del salario mínimo durante 15 años: «Es así como el poder adquisitivo del salario mínimo progresa en más de un 130% entre 1968 y 1983, mientras que en el mismo tiempo el salario medio solo progresa cerca de un 50 %, por lo que hubo una fuerte reducción de las desigualdades salariales. La ruptura con el periodo precedente es amplia y masiva: el poder adquisitivo del salario mínimo había progresado apenas un 25 % entre 1950 y 1968.» |31|

La inflexión inversa tuvo lugar entre 1982 y 1983, cuando el gobierno de François Mitterrand emprendió un giro hacia la derecha.

Los salarios más altos, los del 1 % aumentan un 30 % entre fines de los noventa y el año 2010, los del 0,1 % aumentan un 50 %, en un contexto de congelación de salarios. |32|

Si pasamos al otro lado del Atlántico, se verá que el salario mínimo legal fue introducido en 1933 al comienzo de la presidencia de F. Roosevelt, 20 años antes que en Francia. El máximo se alcanzó en 1969, con Lyndon Johnson como presidente, donde se alcanzó el equivalente de 10 dólares (de 2013) la hora. Después comenzó a reducirse y, en 2013, bajo Barack Obama, alcanza apenas 7,25 dólares la hora. |33| Y siguiendo en Estados Unidos vemos que, considerando el conjunto de la renta (salarios, alquileres, beneficios, dividendos…), se comprueba cómo desde 1877 hasta 2007, el 10 % más rico se apropió del 75 % del aumento del ingreso nacional y el 1 % absorbió el 60 %. Para el 90 % restante el crecimiento fue del 0,5 % por año |34|.

Si se toma en cuenta el reparto de la renta nacional en varios países clave, se constata que en todos, durante las últimas décadas, el 1 % y el 0,1 % más rico aumentaron su porcentaje de la riqueza.
La parte de la renta nacional del 1 % más rico en 2010 era la siguiente: en Estados Unidos cerca del 20 %, en Canadá y el Reino Unido el 14 %-15 %, en Alemania el 11 %, en Australia el 9 %-10 %, en Japón, Francia, España e Italia el 9 %, en Suecia y Dinamarca el 7 % |35|.

La parte del 0,1 % más rico en la renta nacional en los años 1970 era: en Estados Unidos el 2 %, en Francia y Japón el 1,5 %. Sin embargo en 2010 en Estados Unidos llegó al 10 % (el 12 % si se tienen en cuenta las plusvalías por acciones), y al 2,5 %.en Francia y Japón |36|.

Consideremos algunos de los llamados países emergentes, para los que Piketty consiguió datos fiables |37|. Veamos la parte que posee el 1 % más rico de la renta nacional: en China, el 4 % -5 % en 1980, el 10-11 % en 2010; en la India, el 4 % en 1980, el 12 % en 2010; en Argentina, el 10 % en 1970, el 18 % en 2010; en Colombia, el 18 % en 2000, el 20 % en 2010.

El interés que tienen estos datos, además de que nos muestran un aspecto fundamental en la descripción de la desigualdad, es que con ellos se puede demostrar que la evolución de los ingresos está totalmente ligada a las luchas sociales y a las políticas de los gobiernos en ejercicio. Es una razón más para decir que la acción colectiva es un elemento clave que permite conquistar mejoras salariales, principalmente de los más modestos, y una reducción de la desigualdad. La acción es determinante para conseguir decisiones gubernamentales y concesiones patronales.

La evolución de los tipos de gravamen está también ligada a las luchas sociales

En Francia, en 1914 el tipo más elevado para el impuesto sobre los ingresos más altos era sólo del 2 %. Sin embargo, en 1920 pasó a ser del 50 %, en 1924 subió al 60 % y en 1925 alcanzó el 75 %. En 1920, la decisión de un aumento inmediato y muy alto la tomó una Asamblea Nacional con una composición mayoritariamente de derechas que tuvo miedo a una huelga general y a la radicalización que habrían podido suceder si se rechazaban algunas concesiones. En Alemania, se pasa del 3 % (entre 1891 y 1914) al 40 % en 1919-1920 en plena crisis revolucionaria. En Estados Unidos, se pasa del 8 % antes de la guerra del 14-18 al 77 % después de la guerra |38|.

Se observa la misma evolución con respecto al tipo de impuesto sobre sucesiones. El legislador impone tipos muy elevados sólo bajo la presión popular. Y eso comienza justamente después de la guerra de 1914-1918 y progresa debido a la crisis de los años 1930. Mientras que el tipo más elevado no llegaba al 6,5 % en Francia antes de la guerra (en la práctica se reducía al 1 %), pasa al 30 %. En Alemania se pasa del 0 % antes de la contienda al 35 % después de aquella. En Estados Unidos se alcanza el 70 % para las sucesiones en los años 1937-1939 |39|. Hay que señalar que el tipo de gravamen sobre las sucesiones es importante y considerado vital para el 10 % más rico ya que el porcentaje de las grandes fortunas heredadas es de entre el 60 % al 70 % |40|.

Pero volvamos sobre el tipo superior de impuesto sobre la renta. En vísperas de la crisis de octubre de 1929, el presidente Hoover redujo el tipo superior al 25 %. En 1933, Roosevelt lo aumentó al 63 % ya en el primer año de su presidencia, luego al 79 % en 1937 (sobrepasando el 70 % aplicado a partir de 1919), luego al 88% en 1942 y finalmente llegó al 94 % en 1944. Este tipo superior se mantuvo en el 90 % hasta mediados de los años 1960. Apuntemos que el candidato demócrata G. Mc Govern, en 1972, propuso durante su campaña electoral llevar al 100 % el tipo superior del impuesto sobre la renta |41|. Nixon ganó aquellas elecciones. El tipo pasó progresivamente al 70 % a comienzos de los años 1980. Ronald Reagan lo bajó al 60 %. A fines de los años 1980 se reduce al 40 %, y luego con George W. Bush llega al 35 %. O sea, que en el periodo 1932-1980, el tipo superior medio fue del 81 % (al que se debía agregar del 5 al 10 % que se debía pagar a escala estadual).

Francia y Alemania aplicaron, desde los años 1940 hasta 1980, tipos superiores al 50 y 70 %. En el Reino Unidos se alcanzó el 98 % durante los años 1940 y luego durante los años 1970 |42|.

Finalmente hay que subrayar que el tipo superior se aplica en la práctica a las rentas percibidas por el 1 % más rico de la población.

La reducción radical de los tipos superiores, en particular en Estados Unidos y en el Reino Unido, desde los años 1980 permitió un fuerte aumento de los salarios de los altos ejecutivos de las empresas y de la parte que posee el 1 % más rico del ingreso nacional y del patrimonio |43|.

La conclusión de Piketty después de hacer una revisión sobre la evolución de los impuestos sobre las rentas más altas es que debe haber un tipo superior muy alto, de más del 80 % (¡el 82 % exactamente!) aplicado a los ingresos por encima de 500.000 dólares o 1 millón de dólares |44|, y del 50 al 60 % para aquellos por encima de 200.000 dólares |45|.

Piketty reconoce que en el contexto actual no será fácil conseguir estos niveles de impuestos. En Estados Unidos, el Congreso es ampliamente favorable al 1 % más rico. Y es lógico; de acuerdo a un cálculo serio, el patrimonio medio de los miembros del Congreso de Estados Unidos se elevaba a 15 millones de dólares en 2012 |46|.

En los resultados de las investigaciones de Piketty se muestra claramente que es necesario combinar dos acciones decisivas |47|: Primero, una vasta campaña de información y de formación para divulgar al máximos las enseñanzas de la historia del siglo veinte sobre las políticas fiscales que estuvieron directamente influenciadas por la presión de las movilizaciones populares; Y segundo, pasar a la movilización en el marco de una plataforma que reúna una serie de objetivos prioritarios.

Piketty y la deuda pública

Thomas Piketty dedica una decena de páginas muy interesantes al problema de la deuda pública durante los dos últimos siglos, centrando su análisis principalmente en Francia y el Reino Unido. Con toda razón afirma que el estudio del pasado en materia de deuda pública es útil para comprender y afrontar los retos de la actual crisis: «…este complejo problema del endeudamiento de los Estados y de la naturaleza del patrimonio correspondiente interesa tanto al mundo actual como al de 1800, y el estudio del pasado puede ilustrarnos sobre la muy acuciante realidad del mundo de hoy. Ya que a pesar de que la deuda pública está todavía lejos de alcanzar en este comienzo del siglo xxi, el nivel astronómico que tenía a comienzos del siglo xix, al menos en el Reino Unido. Sin embargo, se sitúa en Francia y en numerosos países muy cerca de esos récords históricos y suscita, indudablemente, aún más confusión en el mundo actual que en la época napoleónica |48|.

Entre fines del siglo xviii y comienzos del xix, Francia y el Reino Unido adoptaron políticas totalmente diferentes en cuestión de deuda pública. Mientras que en los años 1760-1770 la deuda pública alcanzaba cerca del 100 % de la renta nacional en los dos países, cuarenta o cincuenta años después, la situación había cambiado completamente: la deuda pública francesa se elevaba a sólo un 20 % de la renta nacional en 1815, mientras que la británica había explotado y representaba el 200 % de la renta nacional.

¿Cómo se había llegado a esa situación? En Francia, el peso del reembolso de la deuda pública y el rechazo del pueblo a ser el único pagador tuvieron un papel central en la explosión revolucionaria de 1789, Las medidas en curso durante la Revolución redujeron radicalmente el peso de la deuda pública. Piketty resume de la siguiente manera la concatenación de los hechos: «La incapacidad de la monarquía francesa para modernizar sus impuestos y poner fin a los privilegios fiscales de la nobleza es bien conocida, así como la solución revolucionaria final con la convocatoria en 1789 de los Estados Generales, que desembocó en la instauración de un nuevo régimen fiscal desde 1790-1791 — especialmente, mediante un impuesto a la propiedad que obligaba a contribuir a todos los propietarios de tierras y a los derechos de sucesión que afectaban al conjunto de patrimonios— y en la “quiebra de los dos tercios” en 1797 (que en realidad es un default aún más masivo si se tiene en cuenta el episodio de los asignados |49| y de la inflación que se produce), lo que permite saldar las cuentas del Antiguo Régimen. Es así como la deuda pública francesa se encuentra reducida de golpe a niveles extremadamente bajos a comienzos del siglo diecinueve (menos del 20 % de la renta nacional en 1815).» |50|

La trayectoria británica es totalmente diferente. Con el fin de afrontar la guerra ante la declaración de independencia de las 13 colonias británicas en América del Norte, y «sobre todo las múltiples guerras con Francia durante el periodo revolucionario y napoleónico, la monarquía británica optó por endeudarse sin límites. La deuda pública pasó así de cerca del 100 % de la renta nacional a comienzos de los años 1770 a cerca del 200 % en 1810, o sea diez veces más que en Francia, en la misma época.» |51|

Piketty explica que el Reino Unido necesitó un siglo de rigor presupuestario con continuos superávit, para reducir progresivamente su endeudamiento a menos del 30 % de la renta nacional a comienzos de la década de 1910.

¿Qué lecciones podemos sacar de la experiencia británica? En principio, no hay ninguna duda, según Piketty, que la importante deuda pública reforzó el peso de los patrimonios privados en la sociedad británica. Los ricos locales prestaron al Estado sin hacerse rogar.

Thomas Piketty prosigue: «… este endeudamiento público tan fuerte, globalmente, sirvió bastante bien al interés de los prestamistas y de sus descendientes, al menos en comparación con una situación en que la monarquía británica habría financiado sus gastos haciéndoles pagar impuestos. Desde el punto de vista de los que tienen los medios, es evidentemente mucho más interesante prestar una determinada suma al Estado (y luego recibir los intereses durante décadas) que pagar los impuestos (sin contrapartidas).» |52| Y agrega que el recurso masivo del Estado al endeudamiento público permitió a los banqueros aumentar el tipo de interés, lo que benefició muchísimo a los ricos prestamistas: empresarios, rentistas, banqueros…

Según Piketty, la diferencia esencial con el siglo xx (véase más adelante) es que la deuda se reembolsaba a precio de oro durante el siglo xix: «…la inflación fue prácticamente nula desde 1815 hasta 1914, y el tipo de interés correspondiente a los títulos de renta del Estado era considerable (generalmente entre el 4 % y el 5 %) y en particular netamente superior a la tasa de crecimiento. En esas condiciones, la deuda pública puede ser un buen negocio para los que poseen patrimonio y para sus herederos.» |53|

Piketty nos propone que imaginemos que: «…la deuda pública… acumulada sea igual al 100 % del PIB. Supongamos que el gobierno no busca pagar el principal sino que se contenta con satisfacer los intereses de cada año… Si el tipo de interés es del 5 %, necesitará cada año pagar el 5 % del PIB a los poseedores de esta deuda pública suplementaria, y así indefinidamente. Es lo que aproximadamente le pasó al Reino Unido en el siglo xix.» |54| Si ahora nos desplazamos en el tiempo y en el espacio y llegamos a Grecia en estos momentos: la deuda pública sobrepasa el 160 % y supongamos que el Estado reembolsa la deuda a la Troika y a otros acreedores con un tipo de interés medio del 5 %. |55| Y si también consideramos que el crecimiento es nulo |56| y la tasa de inflación también es nula, Grecia necesitará pagar a sus acreedores hasta las calendas griegas el equivalente al 8 % de su PIB sin reducir el stock de la deuda ya que paga solamente los intereses. |57|

Volvamos al siglo xix: el stock de la deuda pública francesa, muy limitado en 1815, aumenta rápidamente en las décadas posteriores y en particular durante las monarquías censatarias (1815-1848). Después de la derrota de Waterloo en 1815, el Estado francés se endeuda fuertemente para financiar las indemnizaciones que debía pagar a los ejércitos de ocupación, y nuevamente en 1825, para financiar los famosos «mil millones de los emigrados» |58| pagados a los aristócratas exiliados durante la revolución (para retribuirles por las consecuencias de la Revolución, como la confiscación de una parte de sus tierras). En total, la deuda pública aumenta el equivalente a más del 30 % de la renta nacional. Bajo el Segundo Imperio, las deudas se pagaron hasta el último céntimo.

Piketty nos recuerda el opúsculo La lucha de clases en Francia (La Lutte des classes en France) redactado por Karl Marx en 1849-1850, en el que denuncia al nuevo ministro de finances de Luís-Napoleón Bonaparte, Achille Fould, digno representante de los banqueros y de las altas finanzas, que decidió aumentar los impuestos sobre las bebidas con el fin de poder pagar a los rentistas. Veinte años más tarde, debido a la derrota frente a Prusia en la guerra de 1870-1871, el Estado francés aumentaba aún más la deuda pública para pagar un tributo de guerra equivalente a cerca del 30 % de su renta nacional. Finalmente, la política favorable a los acreedores en materia de endeudamiento, que proseguía durante el periodo 1880-1914 llevó la deuda pública a un nivel más elevado en Francia que en el Reino Unido: entre el 70 % y 80 % de la renta nacional contra menos del 50 % en la época anterior.

Piketty agrega: «La renta de un título del Estado era una inversión muy segura durante todo el siglo xix y contribuyó a reforzar la importancia y la prosperidad de los patrimonios privados, de la misma manera que en el Reino Unido.» Su conclusión es que la política de endeudamiento público llevada a cabo en el siglo xix en Francia y en el Reino Unido «permite comprender por qué los socialistas del siglo xix, comenzando por Karl Marx, tenían una gran desconfianza respecto de la deuda pública, ya que la percibían —con una cierta clarividencia— como un instrumento al servicio de la acumulación del capital privado.» |59| Y prosigue con toda razón al afirmar: «…una gran parte de la deuda pública (…) la posee, en la práctica, una minoría de la población a pesar de que la deuda conlleva también una redistribución importante en el interior del país (…). Considerando la fortísima concentración que siempre caracterizó la distribución de los patrimonios, (…, estudiar estas cuestiones ignorando las desigualdades entre los grupos sociales es lo mismo que silenciar una buena parte de lo que se estudia y de las realidades que están en juego.» |60|

Piketty explica que en Francia se asistió a un cambio importante en el transcurso del siglo xx en materia de gestión de la deuda pública. Los poderes públicos aprovecharon la inflación y la utilizaron para reducir el valor real de la deuda:«La consecuencia para el Estado es que a pesar de una fuerte deuda pública inicial (cerca del 80 % de la renta nacional en 1913) y de los elevados déficit durante el periodo 1913-1950, en particular durante los años de la guerra, la deuda pública francesa se encontraba en 1950 a un nivel relativamente bajo (cerca del 30 % del ingreso nacional), al igual que en 1815. Los enormes déficit de la Liberación fueron prácticamente anulados de inmediato por una inflación superior al 50 % anual durante cuatro años consecutivos, de 1945 a 1948, con una atmósfera política de alta tensión. De alguna manera fue el equivalente a la bancarrota de los dos tercios de 1797: se saldan las cuentas del pasado con el fin de poder reconstruir el país con una baja deuda pública.»

Sobre la base de esta experiencia, se desarrolló en la segunda mitad del siglo xx una visión bien diferente de la de Marx y los socialistas del siglo xix, fundada en la convicción de que el endeudamiento público podía ser un instrumento al servicio de una política de gastos públicos y de redistribución social a favor de los más modestos.

«La diferencia entre estas dos visiones es bastante sencilla: en el siglo xix, la deuda se pagaba a precio de oro, lo que beneficiaba a los prestamistas y favorecía el refuerzo de los patrimonios privados; en el siglo xx, la deuda fue ahogada por la inflación pagándose con una moneda devaluada y, de hecho, permitió financiar los déficit por los que habían prestado su patrimonio al Estado, sin tener que aumentar los impuestos en la misma proporción. Esta visión “progresista” de la deuda pública continúa impregnado considerablemente los espíritus en este comienzo del siglo xxi, aunque la inflación desde hace tiempo se redujo a niveles cercanos a los del siglo xix y sus efectos distributivos son relativamente oscuros.» |61| Thomas Piketty tiene toda la razón al insistir sobre los peligros de una visión unilateralmente positiva de la deuda pública.

¿Cuáles son las propuestas?

Tratemos ahora las propuestas que hace Piketty. Desde el principio precisa: «Entiéndaseme bien: no tengo ningún aprecio particular por la deuda pública de la que ya apunté varias veces que a menudo acaba favoreciendo redistribuciones en sentido contrario, desde los más modestos hacia aquellos que tienen los medios para prestar al Estado (y a los que sería preferible hacerles pagar los impuestos).» |62| No podemos dejar de estar de acuerdo con Piketty. Además agrega que el «capital nacional está extremadamente mal repartido, con una riqueza privada que se apoya sobre la pobreza pública, y que, especialmente, tiene como consecuencia que gastamos mucho más en intereses de la deuda que lo que invertimos, por ejemplo, en nuestra enseñanza superior. Por otro lado es una realidad bastante vieja: teniendo en cuenta el crecimiento relativamente lento que se sucede desde los años 1970-1980, estamos en un periodo histórico en el que la deuda le sale globalmente muy cara a las finanzas públicas. Y esta es la razón principal por la que es necesario reducir rápidamente esta deuda (…)». |63|

Para reducir la deuda pública, Thomas Piketty pensó en dos soluciones que posteriormente rechazó y nos propone una tercera. La primera solución era la de privatizar los activos públicos con el objetivo de reembolsar la deuda. La segunda solución consistía en anular la deuda. La tercera que propugna es la recaudación de un impuesto excepcional progresivo «de forma que los patrimonios más modestos no lo tendrían que pagar, y en cambio pedir más a los patrimonios más elevados». |64|

No nos extenderemos aquí sobre la primera solución ya que es evidente que es algo a combatir. Sabemos que fue puesta en práctica por los gobiernos actuales que prolongan la ola de privatizaciones comenzada en los años 1980-1990.

Con respecto a la segunda solución, la anulación de la deuda que Piketty rechaza, es porque, evidentemente, plantea mal el problema, ya que no piensa en los diferentes escenarios de anulación de la deuda. Sólo menciona explícitamente la fórmula aplicada a la deuda griega en marzo 2012 mediante una operación llamada de haircut, mientras existen otras propuestas.

Y tiene razón en rechazar el tipo de anulación parcial de la deuda concebida por la Troika (Comisión Europea, BCE y FMI) para Grecia. Esta anulación estuvo condicionada por medidas que constituyen violaciones de los derechos económicos, sociales, políticos y civiles del pueblo griego, y que hundieron todavía un poco más a Grecia en una espiral descendente. Se trataba de una operación que tenía por objetivo permitir que los bancos extranjeros (principalmente franceses y alemanes) se liberaran del problema con pérdidas limitadas, que los bancos griegos se recapitalizaran a costa del Tesoro Público y que la Troika reforzara en forma duradera su influencia en Grecia. La deuda pública griega representaba el 130 % del PIB en 2009, y después de la anulación parcial llegó al 157 % en 2012, pero en 2013 alcanzó un nuevo máximo: ¡el 175 % del PIB! La tasa de desempleo que era del 12,6 % en 2010 se elevó hasta el 27 % en 2013 (y al 50 % entre los menores de 25 años). Por lo tanto, Piketty tiene razón cuando rechaza ese tipo de haircut que sólo tiene por objetivo mantener con vida a la víctima para poder desangrarla mejor.

Por el contrario, se equivoca cuando no considera seriamente una anulación o suspensión del pago de la deuda decidida por el país deudor, con sus condiciones y bajo control de su ciudadanía. Es lo que hicieron en contextos diferentes Ecuador, en 2008-2009, e Islandia a partir de 2008. Ecuador, basándose en una auditoría organizada por las autoridades del país y realizada con una participación ciudadana activa entre 2007 y 2008, suspendió unilateralmente el pago de una parte de su deuda, la que estaba en forma de títulos que tenían fecha de vencimiento en 2012 y 2030, cuyos principales tenedores eran bancos extranjeros. |65| El resultado fue positivo: Ecuador pudo recomprar el 91 % de los títulos mencionados a un 35 % de su valor. Y como consecuencia, habiéndose ahorrado ese dinero que correspondía al pago de la deuda, pudo aumentar en forma notable los gastos sociales, especialmente en los ámbitos de la educación y de la sanidad pública. (En el anexo 2 se ofrece una presentación más completa de la experiencia ecuatoriana). Sin embargo, en el caso de Ecuador, no debemos tomar como modelo la experiencia que se está desarrollando, y es indispensable conservar una mirada crítica sobre ella. No obstante, la experiencia ecuatoriana en auditoría y suspensión unilateral del reembolso de la deuda demuestra que es perfectamente posible para un país plantear un acto unilateral fundamentado con argumentos sólidos y, en consecuencia, tener la posibilidad de mejorar los gastos públicos en ámbitos como educación y sanidad.

Por su parte, Islandia rechazó en forma unilateral, a partir de 2008, asumir las deudas de los bancos privados que habían quebrado por su exposición en el exterior. Esto se hizo en un clima de fuertes movilizaciones ciudadanas que presionaron al gobierno islandés para que no cediera ante las exigencias de los acreedores extranjeros, en particular del Reino Unido y de los Países Bajos.

Y, ¿qué pasó luego en Islandia? Debido al desplome del sistema bancario en 2008, Islandia se negó a indemnizar a los ciudadanos de los Países Bajos y del Reino Unido que habían colocado fondos en las filiales de bancos islandeses, que acababan de quebrar, por un total de 3.900 millones de euros. Fueron las mismas autoridades británicas y holandesas las que indemnizaron a sus ciudadanos y exigieron el reembolso de esas indemnizaciones a Islandia. Bajo la presión popular (manifestaciones, ocupaciones de plazas, referéndum), las autoridades de Reykiavik rechazaron esa demanda. Y eso tuvo como consecuencia la inscripción de Islandia en la lista de organizaciones terroristas, la congelación de los haberes islandeses en el Reino Unido y la presentación de una denuncia de Londres y La Haya contra Reykiavik ante el Tribunal de la Asociación Europea de Libre Comercio (AELE). |66| Por otro lado, Islandia bloqueó totalmente la salida de capitales del país. Finalmente, ha salido del conflicto mucho mejor que otros países europeos que aceptaron las exigencias de los acreedores… Por supuesto, hay que evitar hacer de Islandia un modelo pero podemos sacar enseñanzas de su experiencia.

Los casos de Ecuador y de Islandia constituyen dos ejemplos recientes que deben estudiarse seriamente ya que demuestran que al lado del haircut a la griega, existen otras soluciones para la anulación de una deuda. |67| Estos dos ejemplos muestran que desobedecer a los acreedores no es una catástrofe y de ninguna manera acarrea el desmoronamiento del país.

Pero volvamos a la posición defendida por Thomas Piketty. Éste está convencido de que una anulación no afectará significativamente a los acreedores más ricos ya que lograrán «reestructurar a tiempo su cartera» y por lo tanto «nada garantiza que aquellos que efectivamente contribuirán serán los que deban hacerlo».[P. 888.]] Esta afirmación todavía no ha sido demostrada. Piketty no nos ofrece ninguna prueba basada en ejemplos concretos o en datos estadísticos. Sin embargo, la historia muestra que cuando un país da a entender que podría suspender el pago de su deuda o cuando suspende efectivamente ese pago, el precio de los títulos de la deuda se desploma y es muy difícil para los grandes tenedores de títulos librarse de ellos a buen precio. |68| Eso es lo que pasó en Ecuador entre 2007 y 2009, y todos los que siguen de cerca lo que pasa en los mercados de deuda saben que es prácticamente imposible deshacerse de un gran paquete de títulos sin afrontar pérdidas importantes en caso de suspensión o anulación unilateral de las deudas. Por otra parte, se puede imaginar muy bien que un país decrete la anulación o una suspensión unilateral del pago y tome medidas para indemnizar a los pequeños inversores y proteger el ahorro de los más modestos. Es posible obligar a contribuir a los que deben hacerlo y proteger a los que lo merecen.

Tratemos ahora la propuesta que hace Piketty para reducir el peso de la deuda. Después de haber pensado sobre la posibilidad de «un impuesto proporcional del 15 % sobre todos los patrimonios privados» |69|, rechaza esa propuesta porque «no tendría mucho sentido aplicar un impuesto proporcional |70| sobre todos los patrimonios privados europeos» |71|. Piketty sostiene que «vale más aplicar un baremo progresivo, de manera que los patrimonios más modestos no paguen y que los patrimonio más ricos paguen más» |72|.

Thomas Piketty se pronuncia por una reducción parcial de la deuda del orden del 20 % del PIB. Para alcanzar ese objetivo, propone un impuesto excepcional progresivo: «0 % hasta 1 millón de euros, 10 % entre 1 y 5 millones de euros, y 20 % para los mayores de 5 millones de euros» |73|, aunque indica que podrían aplicarse otros baremos.

Debemos lamentar que Piketty no aborde en esta obra la cuestión de la legitimidad de la deuda pública. No podemos dejar de asombrarnos por este hecho, ya que, a lo largo de su libro, demuestra perfectamente que la política fiscal regresiva favorece la acumulación de la deuda pública. Además, como declara varias veces en su obra, los pagadores de la deuda son mayoritariamente los de abajo, de acuerdo a su participación en los impuestos, mientras que los de arriba prestan al Estado por ser una inversión segura. Tampoco propone que la ciudadanía de manera organizada audite la deuda aunque debe saber que desde 2011, en Francia (y en otros países de Europa), se están desarrollando iniciativas de auditoría ciudadana con un cierto dinamismo |74|.

La proposición del CADTM sobre la deuda pública

Con el fin de contribuir al necesario debate sobre las soluciones, el CADTM propone que la parte de la deuda pública identificada como ilegítima, cuando no ilegal, no se pague, y eso implica su repudio.

El CADTM completa la propuesta con las siguientes disposiciones:

1. Los pequeños tenedores de títulos de deuda pública serán íntegramente reembolsados.
2. Hace suya la siguiente proposición, que completa la precedente: «Cuando se trate de una anulación de deuda pública, será conveniente proteger a los pequeños inversores que han colocado sus ahorros en títulos públicos, así como a los asalariados y jubilados, a los que una parte de sus cotizaciones sociales (jubilación, desempleo, enfermedad, familia) fue invertida por las instituciones u organismos que las gestionan en este tipo de títulos» |75|.
3. La parte de la deuda pública que no sea identificada como ilegítima deberá ser reducida haciendo contribuir a quienes se han beneficiado de la misma. Una de las opciones para hacerles contribuir al coste de la operación consiste en aplicar un impuesto excepcional progresivo sobre el decil más rico. La recaudación de este impuesto servirá para reembolsar anticipadamente una parte de la deuda no considerada como ilegítima.

Se puede pensar en otras fórmulas. El CADTM está completamente abierto a la discusión.

El procedimiento para identificar la parte ilegítima de la deuda pública que se ha de repudiar o anular se basará en un proceso amplio de auditoría ciudadana de la deuda, que ha de conducir a movilizaciones y desembocar en una decisión de repudio de la deuda por parte de las autoridades públicas. El CADTM avanza sus propuestas participando activamente en diferentes procesos de auditoría ciudadana de la deuda. Será gracias a un debate democrático relacionado con el proceso de la auditoría como se podrá ajustar unas propuestas mayoritarias y será gracias a las movilizaciones que se podrá lograr que sean aplicadas por las autoridades competentes.

La auditoría ciudadana también debe permitir la determinación de las diferentes responsabilidades en el proceso de endeudamiento y exigir que los responsables, tanto nacionales como internacionales, rindan cuentas ante la justicia. Si la auditoría demuestra la existencia de delitos relacionados con el endeudamiento ilegítimo, sus autores (personas físicas o morales) deberán ser severamente condenados a pagar reparaciones, ser privados del ejercicio de una profesión relacionada con el crédito (a los bancos culpables se les podría retirar la licencia bancaria), y no podrán eludir las penas de prisión en función de la gravedad de sus actos. Hay que pedir cuentas judicialmente a las autoridades que hayan lanzado empréstitos ilegítimos.

Asimismo, es necesario adoptar un marco legar a fin de evitar la repetición de crisis del tipo de la iniciada en los años 2007-2008: prohibición de socializar una deuda privada, obligación de organizar una auditoría permanente de la política de endeudamiento público con participación ciudadana, imprescriptibilidad de los delitos relativos al endeudamiento ilegítimo, nulidad de las deudas ilegítimas |76|, adopción de una regla de oro consistente en que el gasto público que permite garantizar los derechos fundamentales no se puede recortar y tiene prioridad sobre el gasto relacionado con el servicio de la deuda.

Un Estado debe poder endeudarse con fin de mejorar las condiciones de vida de la población, por ejemplo, mediante la realización de obras de utilidad pública o la inversión en energías renovables. Algunas de estas obras pueden ser financiadas por el presupuesto corriente, gracias a una opción política atinada, pero el empréstito público puede hacer posible otras obras, de mayor envergadura, como, por ejemplo, pasar del «todo automóvil» a un desarrollo masivo del transporte colectivo; cerrar definitivamente las centrales nucleares y sustituirlas por fuentes de energía renovable; construir o recuperar las vías férreas de proximidad en todo el territorio urbano y semiurbano; incluso renovar, rehabilitar o construir inmuebles públicos y de alojamiento social, reduciendo su consumo de energía y sumándoles servicios de calidad.

El CADTM considera que es conveniente definir una política transparente de deuda pública. Su propuesta es la siguiente:

1. El destino del empréstito público debe garantizar una mejora de las condiciones de vida, rompiendo con la lógica de destrucción ambiental.
2. El recurso al empréstito público debe contribuir a una voluntad redistributiva a fin de reducir las desigualdades.

De acuerdo a esta propuesta, el CADTM propone que las instituciones financieras, las grandes empresas privadas y los hogares ricos sean obligados por vía legal a comprar, por una suma proporcional a su patrimonio y a sus ingresos, obligaciones de Estado sin interés y no indexadas con la inflación; el resto de la población podrá comprar voluntariamente obligaciones públicas que garanticen un rendimiento real positivo (por ejemplo, el 3 %) superior a la inflación. Así, si la inflación anual se eleva al 3 %, la tasa de interés pagada por el Estado por el año correspondiente será del 6 %.

Una medida de discriminación positiva como ésta (comparable a las adoptadas para luchar contra la opresión racial en Estados Unidos, las castas en la India o las desigualdades hombre-mujer) permitirá avanzar hacia una mayor justicia fiscal y hacia una distribución menos desigual de la riqueza.

El CADTM considera asimismo que los Bancos Centrales nacionales y el BCE (en el caso de los países de la eurozona) deben financiar el presupuesto del Estado con un tipo de interés tendente a cero.
A propósito de la proposición central de Thomas Piketty: un impuesto mundial progresivo sobre el capital

Piketty se inclina por «una actualización adecuada del programa socialdemócrata y fiscal del siglo pasado». Según él, hay que defender y mejorar tanto el Estado social como el impuesto progresivo sobre la renta. También se debe innovar «instaurando un impuesto mundial y progresivo sobre el capital, acompañado de una transparencia financiera muy grande». Esta «medida permitiría evitar una espiral de desigualdad sin fin y regular eficazmente la inquietante dinámica de la concentración mundial de los patrimonios.» |77|

Piketty no se hace ilusiones sobre una rápida aplicación de su propuesta: «El impuesto mundial sobre el capital es una utopía: uno no se imagina, a corto plazo, al conjunto de las naciones del mundo ponerse de acuerdo sobre su instauración, establecer un baremo de imposición sobre todas las fortunas del planeta, y después repartir armoniosamente la recaudación entre los países. Pero es una utopía útil…».

«A mi entender», precisa Piketty, «el objetivo debe ser un impuesto anual y progresivo recaudado sobre el capital |78| a escala individual, esto es, sobre el valor neto de los activos que cada uno controla» |79|. Propone tres variantes de este impuesto progresivo sobre el capital privado.

1ª variante: una tasa de 0 % por debajo de un millón de euros; de 1 % entre 1 y 5 millones de euros; de 2 % más allá de los 5 millones de euros.
2ª variante: sumar hacia arriba, 5 % o 10 % más allá de 1.000 millones de euros.
3ª variante: sumar hacia abajo, 0,1 % por debajo de 200.000 euros y 0,5 % entre 200.000 y 1 millón de euros

Este impuesto es complementario a lo ya existente, pero puede servir para reducir impuestos actuales (o para reducir la deuda, nota 1, p. 840). Constituiría un complemento relativamente modesto de los ingresos actuales de los Estados. Este impuesto, aunque muy bajo, permitiría a las autoridades conocer el patrimonio de los habitantes de sus territorios.

Piketty añade: «Actualmente, las organizaciones internacionales que tienen la tarea de regular y supervisar el sistema financiero mundial, comenzando por el Fondo Monetario Internacional, no tienen más que un conocimiento extremadamente aproximado del reparto mundial de los activos financieros y, en particular, de la importancia de los activos guardados en los paraísos fiscales.» |80| Entonces, «el impuesto sobre el capital sería una especie de catastro financiero del mundo, que actualmente no existe» |81|.

Es necesario apoyar la propuesta de un impuesto progresivo sobre el patrimonio privado o el capital, retomando la expresión empleada por Piketty. Pero no se puede estar de acuerdo con él cuando pretende que hay que dar prioridad absoluta a este objetivo. Se necesita un verdadero programa de medidas complementarias. El impuesto progresivo sobre el capital, así como la anulación de la deuda ilegítima y la reducción radical de la parte de la deuda pública que no se haya identificado como ilegítima, deben formar parte de un amplio programa cuya realización permitirá iniciar una transición hacia un modelo postcapitalista y postproductivista. Un programa como éste, que debería tener una dimensión mundial y europea, comenzando por ponerse en marcha en uno o varios países, comprendería, en particular, el abandono de las políticas de austeridad, la reducción generalizada de la jornada laboral, con contratos compensatorios y mantenimiento del salario, la socialización del sector bancario, una reforma fiscal general, medidas para asegurar la igualdad hombre-mujer y la aplicación de una política determinada de transición ecológica |82|.

Piketty tiene la ilusión de que puede convencer de la necesidad de dar prioridad absoluta a su propuesta, mientras que lo que puede ser realmente eficaz y aglutinante es definir una plataforma común de un máximo de fuerzas favorables a un cambio democrático radical a favor de la justicia social.

Por otra parte, como se afirma en el texto «Anular la deuda o gravar al capital: ¿Por qué elegir?»: «La crítica fundamental que se le puede hacer a Thomas Piketty es que piensa que su solución puede funcionar aunque se mantenga el sistema actual. Propone un impuesto progresivo sobre el capital para redistribuir las riquezas y salvaguardar la democracia, pero no se cuestiona las condiciones en las que estas riquezas se originan ni las consecuencias que resultan de ese proceso. Su respuesta sólo remedia uno de los efectos del funcionamiento del sistema económico actual, sin atacar la verdadera causa del problema. En primer lugar, admitamos que logramos, mediante un combate colectivo, una imposición al capital, sin embargo la recaudación generada por este impuesto corre el riesgo de ser succionada por el reembolso de deudas ilegítimas, si no actuamos para que se anulen. Pero sobre todo no nos puede satisfacer un reparto más equitativo de las riquezas, si éstas son producidas por un sistema depredador que no respeta ni las personas ni los bienes comunes, y acelera la destrucción de los ecosistemas.

El capital no es un simple «factor de producción» que «juega un papel útil» y por lo tanto, merece «naturalmente» un rendimiento del 5 %, como dice Piketty, es también, y principalmente, una relación social que se caracteriza por la influencia de los que poseen sobre el destino de las sociedades. El sistema capitalista en tanto que modo de producción está en el origen no sólo de las desigualdades sociales, cada vez más insostenibles, sino también del peligro que corre nuestro ecosistema, del saqueo de los bienes comunes, de las relaciones de dominación y de explotación, de la alienación en los mercados, de la lógica de acumulación que reduce nuestra humanidad a mujeres y hombres incapaces de transformar sus pulsiones, obsesionados por la posesión de bienes materiales y despreocupados por lo inmaterial, que, sin embargo, es la base de nuestra vida.» |83|

A la vez, una de las características y una de las debilidades de la propuesta de Piketty es que no llama a la movilización social para obtener un cambio de las políticas en curso. Es verdad que es consciente de que la acción de los de abajo desempeñó un papel en las orientaciones tomadas después de la primera guerra mundial, que denuncia la represión que sufrieron los mineros de Marikana en Sudáfrica, en agosto de 2012, pero del centenar de páginas que dedica al final para presentar unas propuestas y reflexionar sobre las soluciones que se deben aportar a los problemas centrales, ninguna de ellas está dedicada a la acción de los ciudadanos organizados, no hace ninguna alusión al movimiento de los Indignados, aunque haya mencionado al movimiento Occupy Wall Street en la parte que precede a sus propuestas. A lo sumo, podemos tener la esperanza de que la divulgación de trabajos como los suyos contribuirá a la concienciación que podrá inducir los cambios. Es una debilidad importante en la trayectoria de Piketty.

¿Hay que asombrarse entonces de que proponga la creación, al lado del Parlamento Europeo, de un «Parlamento presupuestario de la eurozona» |84|? Considera que «este parlamento podría contar con unos cincuenta miembros de cada uno de los grandes países de la zona, a prorrata de la población. Los miembros podrían provenir de las comisiones de finanzas y de asuntos sociales de los parlamentos nacionales, o elegidos de otra forma» |85|. Más adelante, no ve con malos ojos la proposición de «la elección por sufragio universal de un presidente de la Unión Europea, propuesta que lógicamente debería ir acompañada de una extensión de sus poderes» |86|. Piketty sigue la vía de reformas que no cuestionan los tratados ni la arquitectura europea, donde el predominio de los intereses del gran capital es inamovible. Pues bien, es indispensable un cambio fundamental, que pasa por la abrogación de los tratados y la apertura de un proceso constituyente, en el que la ciudadanía, unida en la acción, exija sus reivindicaciones.

En conclusión, el trabajo de Thomas Piketty tiene un gran valor por su recolección de datos sobre las desigualdades durante los últimos dos siglos, y ofrece una límpida descripción de su evolución. Su libro constituye un instrumento muy útil y alimenta el debate sobre las alternativas.

Anexo 1. El Capital en el siglo xxi. Precisión en la investigación y confusión teórica.

Así como Thomas Piketty es preciso en la recogida de datos y su obra es útil con su análisis del reparto desigual del patrimonio y de los ingresos, algunas definiciones son netamente confusas y discutibles. Por ejemplo, la definición de capital que propone: |87| En todas las civilizaciones, el capital cumple dos grandes funciones económicas: por una parte, para alojarse (es decir, para producir «servicios de alojamiento», cuyo valor se mide por el valor locativo de la habitación; es el valor del bienestar aportado por el hecho de dormir y vivir bajo un techo y no a la intemperie) y por otra parte como factor de producción de otros bienes y servicios…». Prosigue: Históricamente, las primeras formas de acumulación capitalista parecen concernir a la vez a los útiles (sílex, etc.) y a los acondicionamientos agrícolas (cercado, riego, drenaje, etc.), así como a los rudimentos de habitación (cavernas, tiendas, cabañas, etc.), antes de pasar a unas formas cada vez más sofisticadas de capital industrial y profesional y de locales de habitación cada vez más elaborados. Henos aquí sumergidos por Thomas Piketty en una historia de la humanidad donde el capital está presente desde sus orígenes.

Esta importante confusión continúa en los análisis que hace en su libro Le capitalisme au xxie siècle. Para Piketty, un apartamento de un valor de 80.000 euros o un depósito de 2.000 euros en una cuenta postal |88| constituye un capital tanto como una fábrica o un edificio comercial de 125 millones de euros. Evidentemente, en la vida cotidiana, el señor y la señora de la calle consideran que tienen un capital en forma de un departamento que vale 80.000 euros, al que se suma un seguro de vida de 10.000 euros y tal vez 2.000 euros en una cuenta de ahorro postal, y seguramente estarán plenamente de acuerdo con la definición dada por Piketty, los manuales tradicionales de economía y su banquero. Pero se equivocan, pues el capital en la sociedad capitalista no se reduce a esto. El capital es otra cosa diferente de lo que muestran las apariencias, es una relación social que permite a una minoría de la sociedad, el uno por ciento más rico, si se quiere dar una cifra, enriquecerse apropiándose del trabajo de los otros.

Así, cuando Thomas Piketty habla de un impuesto progresivo sobre el capital, considera todos los patrimonios privados, ya sean los 1.000 euros de una cuenta bancaria o la fortuna de Lakshmi Mittal o Liliane Bettencourt.

La confusión prosigue cuando se trata de la renta: la renta del alquiler de un departamento de 80.000 euros es considerada por Piketty una renta del capital, así como la renta que obtiene Liliane Bettencourt de su participación en la firma L’Oréal.

Igualmente, la ganancia que consigue un jubilado de su cuenta en el banco (si tiene 10.000 euros con un 2 % en el 2014, lo que le proporciona 200 euros al año) es considerada una renta del capital por pequeña que sea.
Si pasamos a los salarios, Thomas Piketty considera que todas las ganancias declaradas como salarios son salarios, tanto sea el de un presidente-director general de un banco que percibe un salario de 3 millones de euros al año, como para un empleado bancario que gana 30.000 euros anuales.

Por lo tanto, es pertinente cuestionar el sentido que Piketty da a términos como «capital» o «trabajo» y definir de otro modo lo que se entiende por rentas del capital y rentas del trabajo,
Por ejemplo, el beneficio que se obtiene del alquiler de un bien, de un depósito bancario o de acciones de una empresa no se tendría que considerar un ingreso del capital más que a partir de cierto monto. Asimismo, el patrimonio inferior a cierto monto no se debería considerar un capital.

Y por otra parte, si se quiere entender cómo el uno por ciento acumula capital, hay que ir más allá de reflexiones tales como «a partir del momento en que el capital desempeña un papel útil en el proceso de producción, es natural que obtenga un rendimiento» |89|.

La confusión mantenida por Thomas Piketty, sin duda, hay que relacionarla con sus convicciones:

«No me interesa denunciar las desigualdades o el capitalismo como tal, (…) las desigualdades sociales no constituyen en sí un problema, por poco que sean justificadas, es decir, fundadas en la utilidad común…» |90|

Mi crítica de las observaciones de Thomas Piketty no resta nada al interés del panorama monumental que presenta de la evolución de las desigualdades en materia de patrimonio o de rentas en el curso de los últimos siglos…

Anexo 2. El pueblo ecuatoriano contra la deuda pública ilegítima

A partir de finales de los años 1990, una serie de movimientos sociales ecuatorianos, en particular Jubileo 2000 Guayaquil (la ciudad comercial más importante y el mayor puerto de Ecuador), comenzaron una campaña contra la deuda injusta reclamada al país. Las posiciones de estos movimientos sociales eran al principio bastante moderadas y confusas. Por ejemplo, asistieron a una reunión del Club de París en 1998 pensando que podrían negociar una reestructuración de la deuda ecuatoriana y obtener su reducción. Al cabo de dos años, se dieron cuenta de que el Club de París no tenía ninguna voluntad de negociar y que sólo aceptaban discutir problemas de relaciones públicas. En 2001-2002, el CADTM Internacional y el Centro de Derechos Económicos y Sociales (CDES) iniciaron una campaña sobre el tema particular de la deuda de Ecuador contraída por la compra a Noruega de buques pesqueros.

Ambos grupos elaboraron un dossier que demostraba que esta deuda con Noruega era ilegítima porque este país no había vendido esas naves para servir a los intereses ecuatorianos sino para responder a la crisis de un sector importante de las exportaciones noruegas, en este caso, los astilleros. Noruega buscaba países dispuestos a comprar barcos pesqueros, pero los que vendió a Ecuador casi nunca se emplearon para la pesca, sino para transportar bananas, en beneficio de una de las grandes fortunas del país. Este ejemplo concreto ilustra cómo comenzó una campaña contra la deuda poniendo la mira en una deuda particular e introduciendo la noción de deuda ilegítima. Se logró una alianza con la organización noruega SLUG y la introducción del tema la auditoría para poner en claro lo que se reclamaba a Ecuador. La campaña se desarrolló en un marco de grandes movilizaciones sociales a finales de los años 1990 y principios de los años 2000, con numerosos movimientos populares muy importantes, que echaron a dos presidentes neoliberales, uno en el año 2000 y el otro en 2005.

Ya había habido importantes movilizaciones en los años 1990, pero en el año 2000 el presidente liberal fue desalojado por la movilización popular. El nuevo presidente electo, Lucio Gutiérrez, había realizado su compaña con un programa anti-FMI, con un programa de izquierda y anti Estados Unidos. Pero, una vez electo, cambió completamente su discurso, y dijo: «Yo soy el mejor amigo de Estados Unidos, Chávez es nuestro enemigo». Esto causó descontento, frustración y una nueva sublevación popular en el año 2005. Gutiérrez huyó del palacio presidencial en helicóptero antes de que asumiera el gobierno de transición, en el cual Rafael Correa, que en el año 2006 sería electo presidente, desempeñaba el cargo de ministro de Finanzas, en un contexto en el que el precio del petróleo era bastante elevado. El tema de la deuda era importante, porque los movimientos sociales estaban realizando una campaña contra la deuda desde hacía 7 u 8 años. En su condición de ministro de Finanzas, Rafael Correa tomó la iniciativa de destinar todos los suplementos de los ingresos originados por el alza del precio del crudo a gastos sociales en educación y sanidad.

No era cuestión de que los ingresos suplementarios generados por el petróleo fueran absorbidos por el reembolso de la deuda. Siendo ésta ilegítima, es la población la que debe beneficiarse de los recursos de la exportación y de la recaudación fiscal que se genera. El Banco Mundial y el FMI reaccionaron con dureza y rechazaron la idea de que el dinero proveniente de los ingresos del petróleo fuera a gastos sociales. El BM amenazó con suspender los préstamos a Ecuador si se aplicaba tal medida. Correa se negó a plegarse al diktat del BM y defendió su posición en el gobierno. Prefirió dimitir antes que retirar el decreto que defendía los intereses del país y fue así como se encontró en la oposición. Sin embargo, el presidente interino que reemplazó a Gutiérrez organizó una comisión de auditoría, aunque con unas atribuciones muy restringidas. Pese a todo, ésta realizó un interesante trabajo de estudio de la deuda ecuatoriana, que contribuyó a popularizar aún más la cuestión de la deuda. En las elecciones presidenciales del año 2006, Correa se presentó proponiendo:

1. La necesidad de modificar radicalmente la Constitución del país con una democratización política fundamental;
2. la necesidad de poner fin a la deuda ilegítima. Su mensaje era el siguiente: «Elegidme como presidente y me comprometo a tomar medidas para que el país cese de pagar una deuda ilegítima.» También proclamó que si era elegido presidente, pondría fin a la base militar naval puesta a disposición del ejército estadounidense por Ecuador. Se trataba de que Ecuador recuperara su soberanía y su dignidad. Así mismo pondría fin a las negociaciones con Estados Unidos concernientes a un tratado de libre comercio. Los grandes temas de su campaña eran: democratización política, cambio constitucional, anulación de la deuda ilegítima, recuperación de la soberanía poniendo fin a la presencia del ejército estadounidense en su territorio y cese de las negociaciones de un tratado de libre comercio con Estados Unidos.

La auditoría de la deuda en 2007-2008 y sus consecuencias positivas

Electo en diciembre de 2006, entabló una batalla en febrero-marzo de 2007 por un referéndum sobre una nueva Constitución, referéndum que ganó a pesar de que toda la oposición y los grandes media estaban contra él. La etapa siguiente era el pago de la deuda… a partir de mayo de 2007. La primera iniciativa de Correa fue expulsar al representante permanente del Banco Mundial en Ecuador. El mensaje era claro: El BM no había respetado la soberanía de Ecuador en 2005, lo que había causado la dimisión de Correa. El BM se inmiscuye en las cuestiones del país, ¡Fuera, BM, váyase! En julio de 2007, por un decreto presidencial, Rafael Correa instituyó una comisión de auditoría.

Por el lado ecuatoriano, había, por una parte, representantes de la sociedad civil «de base», es decir, movimientos sociales, y por otra, cuatro cuerpos del Estado: el Tribunal de Cuentas, la comisión anticorrupción, el ministerio de Finanzas y de Economía, y el ministerio de Justicia. A este grupo se agregaron seis representantes extranjeros expertos en la materia. Con ese motivo, formé parte de la comisión, cuyo mandato era analizar la deuda pública interna y externa entre los años 1976 y 2006. Teníamos el poder de obtener toda la información necesaria para nuestro trabajo de auditoría a fin de presentar un informe sobre las deudas ilegítimas y hacer recomendaciones al Gobierno y al Estado.

Después de 14 meses de trabajo, remitimos nuestras conclusiones y recomendaciones al Gobierno. Durante esos 14 meses nos reunimos en tres oportunidades con el presidente Correa y su gobierno, que a continuación estudiaron nuestras conclusiones y recomendaciones durante un mes y medio. En noviembre de 2008, se anunció la suspensión unilateral del reembolso de dos tercios de la deuda comercial, es decir, la deuda en forma de títulos vendidos en los mercados financieros con vencimiento en 2012 y en 2030. Durante seis meses, Ecuador dejó a los mercados financieros sin información, manteniéndolos en una incertidumbre completa. La decisión se había tomado sin publicación previa. Ecuador encomendó al banco Lazard, un conocido banco internacional, recomprar los títulos en el mercado secundario de la deuda por cuenta del Estado, pero sin revelarlo oficialmente.

Esto permitió a Ecuador recomprar una buena parte de los títulos y a continuación hacer una oferta a los tenedores de los títulos restantes, aquellos que no se habían vendido aún al banco Lazard. El gobierno propuso la recompra de los títulos a un 35 % de su valor nominal, aunque ya había comprado una parte al 20 % de su valor. La oferta se hizo en abril de 2009 y en junio de ese mismo año Ecuador anunció públicamente que había recomprado el 91 % de los títulos. La oferta concluía y el 9 % restante de los títulos quedaba fuera. Los tenedores de títulos habían tenido tiempo suficiente para venderlos al Estado. Para concluir, la operación costó unos 900 millones de dólares que el gobierno utilizó para rescatar títulos por valor de 3.200 millones de dólares. El ahorro total, teniendo en cuenta la recompra de los títulos a precio reducido y los intereses que ya no habría que pagar hasta el año 2030, fue de 7.000 millones de dólares.

Este dinero se utilizó para aumentar radicalmente el gasto público, en particular en la salud pública, en educación y en infraestructuras. Si se mira el presupuesto ecuatoriano, se ve que a partir de los años 2009-2010, las sumas destinadas al servicio de la deuda se reducen radicalmente y que el gasto social útil aumenta de una forma extremadamente importante, permitiendo una mejora de las condiciones de vida de la población. Esto explica por otra parte por qué Correa fue reelegido en el año 2009 en el marco de la nueva Constitución. Su mandato terminó a principios de 2013, se presentó nuevamente a las elecciones y fue reelecto con el 57 % de los votos, es decir, tuvo más votos para su tercer mandato que para los dos anteriores.

¿Qué conclusiones se pueden sacar de esto? Correa ganó las elecciones de 2006 esencialmente porque entabló la batalla contra el BM y el problema de la deuda ilegítima. Era uno de los principales temas de su campaña y fue sobre esta base que ganó un apoyo popular muy significativo. La primera lección es la siguiente: una organización o un candidato o un frente de organizaciones, como por ejemplo el frente popular que estaba en la oposición, puede convencer y conseguir el apoyo de una parte importante de la opinión pública para llegar al gobierno con el objetivo de tomar medidas tendientes a poner fin al pago de una deuda ilegítima. Y esto es posible si hay también un trabajo de base realizado durante años por los movimientos sociales. Los discursos sobre la deuda son extremadamente importantes para llegar a la opinión pública y demostrar que existen alternativas a las políticas existentes.

Traducido por Griselda Pinero y Raúl Quiroz

Notas

|1| Thomas Piketty, Le capital au XXie siècle, Le Seuil, París, 2013 (970 pp.) Varios comentarios interesantes ya han sido publicados sobre este importante libro. Por lo tanto, en este artículo no vuelvo a tratar una serie de temas que ya fueron abordados y de entrada he comenzado por las enseñanzas prácticas. Entre los comentarios ya publicados: 1. Véase la revista Les Possibles de ATTAC Francia: «Réflexions sur « Le capital au XXIe siècle » de Thomas Piketty» par François Chesnais http://cadtm.org/Reflexions-sur-Le-capital-au-XXIe (et «Éléments de réponses à François Chesnais» par Thomas Piketty http://cadtm.org/Elements-de-reponses-a-Francois ); 2. Véase también Jean-Paul Petit en la revista Inprecor: http://gesd.free.fr/jppetit.pdf; 3. Véase Robert Boyer: http://gesd.free.fr/boyerpik.pdf ; 4. Véase Michel Husson, http://hussonet.free.fr/piketcap.pdf

|2| http://piketty.pse.ens.fr/fr/capital21c

|3| El patrimonio, en forma sencilla, es el conjunto de bienes inmobiliarios y mobiliarios privados netos (sin deudas). Thomas Piketty considera que actualmente el patrimonio total de un país (patrimonio privado + patrimonio público) como Francia, Estados Unidos o Bélgica corresponde en la práctica al patrimonio privado libre de deuda puesto que el patrimonio público libre de deuda es aproximadamente cero, ya que la deuda pública representa cerca del 100 % del PIB. No entro en más detalles. Para un enfoque más argumentado véase Piketty

|4| Pp. 542 a 555.

|5| A lo largo de este artículo, el término «patrimonio» corresponde a lo que Piketty considera para realizar sus cálculos (véase más arriba). No contiene otros elementos de patrimonio que constituyen una riqueza inestimable y que son vitales para la supervivencia de la humanidad y de la naturaleza. Para una discusión sobre la riqueza y el valor, que se sale del marco de este artículo, véase el Libro de Jean-Marie Harribey La richesse, la valeur et l’inestimable, Les liens qui libèrent, París, 2013.

|6| Tabla proveniente de la tabla 7.2 p.391.

|7| http://fr.wikipedia.org/wiki/Liliane_Bettencourt

|8| P. 109.

|9| Es decir el equivalente al 120 % del PIB de la Unión Europea

|10| P. 741.

|11| Nota bene: Las propuestas que se formulan en este artículo son de la responsabilidad del autor y no compromete en nada a Thomas Piketty. Cuando el autor resume una propuesta de Thomas Piketty, se hace explícita mención de ello.

|12| Thomas Piketty escribe: Consideremos, por ejemplo, el caso de un impuesto sobre las fortunas que sería aplicado con un tipo del 0 % para los patrimonios inferiores a 1 millón de euros, del 1 % para los que van de 1 a 5 millones de euros, y del 2 % para aquellos superiores a 5 millones de euros. Aplicado al conjunto de los países de la Unión Europea, ese impuesto afectaría a cerca del 2,5 % de l población y suministraría cada año el equivalente al 2 % del PIB europeo.» (p. 860. Señalemos que la puesta en marcha de esta propuesta, que incluso es muy moderada, ¡nos daría el equivalente a dos veces el presupuesto actual de la UE!

|13| P. 692.

|14| Esto es, cerca de 4,5 millones de adultos.

|15| P. 698.

|16| P. 700.

|17| Tabla elaborada por el autor a partir de los datos de la Tabla 7.1, p. 390.

|18| Tabla elaborada por el autor a partir de los datos de la Tabla 7.3, p. 392.

|19| P. 544.

|20| « ¿Qué es el tercer estado? Todo. ¿Qué ha sido hasta ahora en el orden político? Nada ¿Qué es lo que pide? Ser algo»

|21| El gráfico presenta una evolución por décadas y he tratado de poner en evidencia esa evolución lo más claramente posible. Si el gráfico hubiera indicado la evolución año a año, seguramente habríamos constatado una subida de la porción de los más ricos hacia fines de los años 1920.

|22| P. 76.

|23| Por mi parte, analicé en forma sintética el cambio operado a fines de los años 1970, comienzos de los años 1980 en el ámbito internacional especialmente en Éric Toussaint «La gran transformación desde los años ochenta hasta la crisis actual, tanto en el Sur como en el Norte», http://cadtm.org/La-gran-transformacion-desde-los-, publicado el 7 de septiembre de 2009, y en el libro Una mirada al retrovisor. El neoliberalismo desde sus orígenes hasta la actualidad, Icaria Editorial, Barcelona, 2010

|24| El patrimonio nacional (o el capital nacional como Thomas Piketty también lo llama, cuestión que siembra confusión: véase anexo 1, Le Capital au XXIe siècle: Precisión en la investigación y confusión teórica) es la «suma de los activos no financieros (vivienda, terrenos, fondos de comercio, edificios, máquinas, equipamientos, patentes y otros activos profesionales poseídos de forma directa) y de los activos financieros (cuentas bancarias, planes de ahorro, obligaciones, acciones y otras participaciones en sociedades, inversiones financieras de cualquier tipo, contratos de seguros de vida, fondos de pensión, etc.), disminuidos por los pasivos (o sea, por todas las deudas). Si nos limitamos a los activos y pasivos que poseen los individuos privados, entonces tendremos el patrimonio privado o capital privado. Si se considera los activos y pasivos que posee el Estado y las administraciones públicas (comunidades locales, administraciones de la seguridad social, etc.) se obtiene el patrimonio público o capital público.» p. 86.

|25| Piketty explica cómo calcula la renta nacional: se resta del producto interior bruto (PIB) la depreciación anual del capital, a esta cantidad se le suma los ingresos netos percibidos del exterior (o se restan los pagos netos efectuados hacia el exterior si éstos exceden los ingresos). Véase pp. 78-79

|26| Thomas Piketty precisa, por otra parte, que si, en el cálculo del patrimonio, se tomaran en cuenta los pasivos y los activos financieros, el patrimonio aumentado de esa forma representaría entre 10 y 15 veces la renta nacional, 20 veces en el caso del Reino Unido. Asimismo, nos recuerda que desde el siglo xix hasta el comienzo de los años 1970 el patrimonio correspondía a entre 4 y 5 años de la renta nacional. Si se toman en cuenta los derivados, se llegaría a cantidades mucho más elevadas (pp. 305-306)

|27| P. 273.

|28| Pp. 218-219.

|29| P. 219.

|30| Pp. 273-274.

|31| Pp. 456-457.

|32| Pp. 458-459.

|33| P. 489.

|34| Pp. 469-470.

|35| Pp. 501-503.

|36| Pp. 506-507.

|37| Pp. 517-519.

|38| Pp. 805-806.

|39| Pp. 811-815.

|40| P. 707.

|41| P.820.

|42| P. 819.

|43| Pp. 824-826.

|44| P. 831.

|45| P. 832.

|46| Nota 3, p.834.

|47| Esto no compromete a Thomas Piketty.

|48| Thomas Piketty, Le capital au XXIe siècle, Le Seuil, París, 2013 (970 pp.), p. 185.

|49| «El origen de los asignados remonta al mes de diciembre de 1789 cuando fue creada la Caja de lo Extraordinario (Caisse de l’Extraordinaire). Esta caja debería recibir el producto de la venta de los bienes confiscados al clero. Los asignados eran solo simples adelantos sobre la venta de los bienes nacionales. Estos asignados remuneraban un interés. Pero las cosas evolucionaron rápidamente. En septiembre de 1790, los asignados dejaron de conllevar un interés y se reciben «como dinero en efectivo en todos los fondos públicos y particulares». El monto de las emisiones aumenta aceleradamente hasta 1796. Frente a esta proliferación de papel moneda, la garantía de los dominios nacionales a los que se continúa haciendo referencia deviene ilusoria y el valor de los asignados se desploma.» Fuente: http://sceco.univ-poitiers.fr/hfranc/assignats.htm consultada el 17 de enero de 2014.

|50| Pp. 206-207

|51| Pp. 206-207

|52| P. 208.

|53| P. 208.

|54| P. 209.

|55| En realidad el tipo es superior pero estamos haciendo una hipótesis teórica.

|56| La hipótesis de crecimiento nulo es teórica y sirve para facilitar el cálculo. En realidad el PIB descendió un 20 % entre 2009 y 2013, y es difícil de prever lo que pasará exactamente en los años venideros.

|57| Hagamos el mismo razonamiento con Portugal cuya deuda pública representa el 130 % del PIB en 2014 y cuya tasa de crecimiento anual es cero (también se redujo entre 2011 y 2013) y el tasa de inflación es muy baja. Portugal reembolsa aproximadamente a un tipo de interés del 6,5 %. Debería pagar durante largos años el equivalente al 8,5 % de su PIB. La deuda pública de Italia alcanza el 133 % de su PIB y la paga con un interés del 5 %. También Italia deberá pagar durante largos años el equivalente al 6,5 % de su PIB. Insisto en que las cifras mencionadas más arriba forman parte de una hipótesis teórica. De todas maneras son cercanas a la realidad. Estos ejemplos no comprometen en nada a Piketty.

|58| http://sceco.univ-poitiers.fr/hfranc/assignats.htm, consultada el 17 enero de 2014.

|59| Pp. 210-212.

|60| P. 216.

|61| P. 211.

|62| P. 931.

|63| P. 932.

|64| P. 889.

|65| Para recordar: participé en esta auditoría durante 14 meses entre 2007 y 2008, como representante del CADTM.

|66| El tribunal de la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC), que no tiene nada de asociación altermundilaista, «dio la razón» a Islandia, Véase CADTM : «El tribunal de la AELC (Asociación Europea de Libre Comercio) rechaza las reclamaciones por el litigio «Icesave» contra Islandia y sus habitantes» http://cadtm.org/El-tribunal-de-la-AELC-Asociacion publicado el 30 de enero de 2013.

|67| Muy a menudo, algunos comentaristas replican que los casos de estos dos países son totalmente diferentes de los países de la Unión Europea. Por supuesto, que hay diferencias evidentes pero estaríamos equivocados en desdeñar estas experiencias. Los que profesan ese desdén muestran sobre todo ignorancia de la complejidad de las situaciones que las autoridades encontraron y parcialmente lograron superar.

|68| Los haircuts propugnados por el FMI y los gobiernos de los grandes países acreedores tienen justamente por función limitar las pérdidas de los grandes acreedores privados mediante una reestructuración ordenada. En mi tesis doctoral, mostré cómo el plan Brady constituye un modelo en el género. Véase «Enjeux politiques de l’ action de la Banque mondiale et du Fonds monétaire international envers le tiers – monde», tesis de doctorado en Ciencias Políticas presentado en 2004 en las universidades de Lieja y París VIII, se puede descargar: http://cadtm.org/Enjeux-politiques-de-l-action-de. Véase también mi libro Banco Mundial, El Golpe de Estado Permanente, El Viejo Topo Mataró-Barcelona, 2007 Se puede descargar en francés: http://cadtm.org/Banque-mondiale-le-coup-d-Etat

|69| P. 887.

|70| Aquí podemos leer en la web oficial de la administración francesa define el impuesto proporcional «Un impuesto proporcional aplica un gravamen idéntico cualquiera sea la base sobre la que se impone (por ejemplo: el impuesto sobre sociedades). La base de la imposición designa las magnitudes económicas (ingresos, patrimonio, volumen de negocios…) que sirven de base al cálculo del impuesto. Los partidarios de la proporcionalidad consideran que es un modo de cálculo justo ya que cada uno contribuye con el mismo porcentaje de sus ingresos. (…) Los impuestos proporcionales son, además, generalmente más fáciles de calcular y, por lejos, menos costosos para implementar. Con el impuesto progresivo, el tipo aplicado aumenta con la base de imposición (por ejemplo: el impuesto sobre la renta, cuanto más elevada sea la renta, el tipo aplicado es mayor). Fuente: http://www.vie-publique.fr/decouverte-institutions/finances-publiques/ressources-depenses-etat/ressources/qu-entend-on-par-proportionnalite-progressivite-impot.html Hay que señalar que Thomas Piketty define en su libro el impuesto proporcional de la misma manera que la administración francesa.

|71| Pp. 888-889.

|72| P. 889.

|73| P. 890.

|74| Véase la Red Internacional por la Auditoría Ciudadana (International Citizen debt Audit Network, ICAN), http://cadtm.org/ICAN,750

|75| Thomas Coutrot, Patrick Saurin y Éric Toussaint, «Anular la deuda o gravar al capital: ¿Por qué elegir?», http://cadtm.org/Anular-la-deuda-o-gravar-al, publicado el 31 de octubre de 2013.

|76| Véase Eric Toussaint, «La Constitution équatorienne: un modèle en matière d’endettement public», http://cadtm.org/La-constitution-equatorienne-un, publicado el 27 de diciembre de 2010.

|77| P. 835.

|78| Se debe tener presente que Piketty da una definición del capital privado que engloba los haberes mobiliarios e inmobiliarios del 50 % más modesto.

|79| P. 838.

|80| P. 842.

|81| P. 843.

|82| Véase el texto antes citado de Thomas Coutrot, Patrice Saurin y Éric Toussaint «Anular la deuda o gravar el capital: ¿Por qué elegir?», http://cadtm.org/Anular-la-deuda-o-gravar-al.Véase también: Damien Millet y Eric Toussaint, «Europa: ¿Qué programa de urgencia frente a la crisis ?» publicado el 22 de junio de 2012, http://cadtm.org/Europa-Que-programa-de-urgencia

|83| http://cadtm.org/Anular-la-deuda-o-gravar-al

|84| P. 916.

|85| Nota 1, p.916

|86| P. 917.

|87| P. 337

|88| Hay que tener en cuenta que las sumas depositadas en Francia en las cuentas de ahorro, en las cuentas corrientes, etc. no representan más que alrededor del 5 % del patrimonio (privado). P. 330

|89| P. 674.

|90| P. 62.

Éric Toussaint, doctor en ciencias políticas, es presidente del CADTM Bélgica (Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, http://www.cadtm.org) y miembro del consejo científico de ATTAC. Autor, entre otros libros, de Una mirada al retrovisor: el neoliberalismo desde sus orígenes hasta la actualidad, Icaria 2010; La Deuda o la Vida (junto a Damien Millet) Icaria, Barcelona, 2011; La crisis global, El Viejo Topo, Barcelona, 2010;. La bolsa o la vida: las finanzas contra los pueblos, Gakoa, 2002. Autor de Procès d’un homme exemplaire, Editions Al Dante, Marsella, 2013. Junto a Damien Millet es autor de AAA, Audit Annulation Autre Politique, Le Seuil, París, 2012.

Estados Unidos: el espía global…

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Juan Manuel Karg, Telesur

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En los últimos días, el ex agente Edward Snowden filtró nuevos documentos referidos al estudio que la NSA -Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos- realizó sobre un total de 122 jefes de Estado de todo el mundo. El documento, fechado en mayo de 2009, pertenece al año en el cual Obama asumió sus funciones como presidente del país del norte. ¿A qué países investigó la NSA, de acuerdo al informe? La investigación de EEUU ¿fue implementada sólo a países no alineados con Washington o también alcanzó a sus aliados?

A fines de 2013, el diario norteamericano The New York Times divulgó información desclasificada donde se daba cuenta que, durante el año 2007, Estados Unidos incrementó notablemente su política de vigilancia e investigación sobre las actividades realizadas por un grupo de países no alineados con Washington: Venezuela, China, Rusia, Corea del Norte, Irán e Irak, entre otros. La novedad de los recientes datos, difundidos esta semana por el diario alemán Der Spiegel en base a nuevas revelaciones de Snowden, es que Washington también investigó a jefes de Estado de América Latina que sí estaban abiertamente alineados con sus políticas, como Álvaro Uribe -ex presidente colombiano- y Alan García -ex presidente peruano-, ambos “firmantes” de Tratados de Libre Comercio tras la derrota del ALCA en Mar del Plata 2005.

Además se divulgaron nuevos datos de la vigilancia de EEUU sobre Alemania: el nombre de la canciller alemana Angela Merkel aparece con 300 entradas, ingresando al “top ten” de la “Base de datos para el conocimiento de objetivos”, tal como fue caratulado el reciente informe sobre las actividades de estos 122 presidentes. Hay que recordar que, en octubre pasado, el propio Der Spiegel había informado que el teléfono de Merkel había sido “pinchado” durante años por la NSA, hecho que desató un escándalo internacional e hizo que Obama anunciara una serie de modificaciones -menores y parciales- a la recopilación de datos telefónicos por parte de los Estados Unidos.

¿Han sido casos aislados las investigaciones de la NSA sobre los presidentes de Venezuela (2007), Colombia y Perú (2009)? No. Como vimos, en América Latina se desplegó una política que no hacía -ni hace- distinciones ideológicas o económicas, en el “catch all” -atrapatodo- de espionaje del Departamento de Estado. Esto también fue demostrado por la cadena brasileña O´ Globo cuando, en septiembre de 2013, reveló que la NSA había investigado a la presidenta Dilma Rousseff e incluso al actual presidente mexicano Peña Nieto -quien, al momento de ser espiado, aún estaba en campaña presidencial-. Dicho esto, sí hay que aclarar que, entre los casos más investigados, se destaca el de Venezuela, siempre presente en las constantes y sucesivas revelaciones. Esto ha sido así al punto de que The New York Times llegó a revelar que, en 2007, el entonces presidente norteamericano George W. Bush se veía a sí mismo “compitiendo por el liderazgo en Latinoamérica con el líder venezolano” Hugo Chávez -siendo este el mandatario más investigado en ese entonces-.

Para concluir, algunas conclusiones y otras preguntas. Las recientes revelaciones demuestran una indisimulable voracidad de Washington en lo referido a saber los movimientos precisos de cada país y, sobre todo, el comportamiento de cada jefe de Estado (para adelantar negociaciones y/o conflictos, y actuar en consecuencia). Sin embargo, se sabe, tras cada revelación hay cientos de datos que no se conocen sobre estas propias investigaciones, por lo cual podría surgir el siguiente interrogante: si Washington ha investigado hasta a sus “hombres de confianza”, como Uribe y García, ¿hasta dónde llegará la vigilancia referida a los procesos políticos posneoliberales en nuestro continente, y en especial a aquellos proyectos que se han planteado una ruptura más radical del orden preexistente?. Por último, ¿qué sucederá en los ámbitos de la diplomacia internacional tras estas nuevas revelaciones, que manchan aún más a EEUU en su política de espía global? ¿El país gobernado por Obama tendrá que dar nuevas explicaciones sobre su política de vigilancia internacional, cuestionada ya por un amplio espectro de gobiernos de todo el mundo? Lo que sabemos, hasta el momento, es que las revelaciones de Snowden parecen lejos de haber terminado, sumando nuevos escándalos día a día.

Juan Manuel Karg. Licenciado en Ciencia Política UBA. Investigador del Centro Cultural de la Cooperación – Buenos Aires

@jmkarg

Fuente: http://www.telesurtv.net/articulos/2014/04/04/estados-unidos-el-espia-global-4076.html

Written by Eduardo Aquevedo

5 abril, 2014 at 20:40

Paul Krugman: una guerra de la derecha contra los pobres…

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“Las bases republicanas son conscientes de que su condición de hombres blancos es cada vez más minoritaria. Últimamente, John Kasich, gobernador republicano de Ohio, ha dicho algunas cosas sorprendentes. En primer lugar, saboteo en la Asamblea Legislativa de su Estado controlada por su propio partido para evitar llevar adelante el programa de Obamacare, financiado con fondos federales y una pieza importante de la reforma sanitaria de Obama.

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Evidentemente, Kasich no es el primero en hacer esta observación. Pero el hecho de que venga de un republicano bien considerado (aunque, a lo mejor, ya no tanto), precisamente de alguien que tenía fama de ser un agitador de ideas conservadoras, es revelador. La hostilidad republicana hacia los pobres y los desfavorecidos se ha exacerbado hasta tal punto que en realidad el partido ya no defiende otra cosa, y solo un observador obstinado en su ceguera puede ser incapaz de verlo.Qué le está ocurriendo a la derecha republicana. La gran pregunta: ¿Por qué? A veces vemos a algunos expertos declarar que lo que mueve el Tea Party, es la preocupación por los déficits presupuestarios. Fantasías. Lean la columna de Rick Santelli, de la CNBC: no hay ni una sola mención a los déficits. En cambio, sí hay críticas contra la posibilidad de que el Gobierno ayude a los perdedores a evitar la ejecución de sus hipotecas.

Sus críticas no son acerca de la responsabilidad fiscal, pero sí acerca de cómo el Gobierno ayuda a los vagos que no lo merecen. No cabe duda de que les sigue enardeciendo la idea, de que los pobres y los desafortunados reciben la mayor ayuda posible, y así lo expresó el diputado Paul Ryan, presidente de la Comisión Presupuestaria de la Cámara de Representantes, el colchón de protección social se está convirtiendo en una hamaca en la que se acuna a gente físicamente sana para que vivan de la beneficencia y la complacencia.

Las propuestas presupuestarias de los republicanos incluyen recortes salvajes a los programas de protección social como los cupones para alimentación y el programa de salud denominado Medicare. Pero en otras crisis económicas, los Gobiernos republicanos han ayudo a los pobres. En el año 1936, cuando Alf Landon fue propuesto como candidato a Presidente por los republicanos, sus discurso hablaban sobre temas que los conservadores no hacen suyos hoy día. Se lamentaba de que la recuperación económica era lenta y de la persistencia del desempleo elevado, y atribuía la debilidad crónica de la economía a una excesiva intervención del Estado y a la incertidumbre que esta provocaba. Pero dijo: “de la depresión se desprende no solo la dificultad de la recuperación, sino también el problema igualmente grave de la protección de los desempleados hasta que se alcance la recuperación. Darles asistencia en todo momento es un deber. Nosotros, los miembros de mi partido, nos comprometemos a no descuidar nunca esta obligación”.

¿Pueden imaginarse a un candidato republicano decir algo así hoy día? Desde luego, es imposible en un partido comprometido con la idea de que los desempleados la tienen muy fácil; de que el seguro de desempleo y los vales de comida los tiene tan consentidos que no encuentran ninguna motivación para salir y buscar trabajo.

Entonces, ¿cuál es el quid de la cuestión? En un reciente ensayo, el sociólogo Daniel Little insinuaba que una de las razones es la ideología del mercado: si el mercado siempre tiene razón, entonces la gente que acaba en la pobreza es porque merece ser pobre. Y yo añadiría que algunos dirigentes republicanos representan en sus mentes fantasías libertarias de adolescentes. Pero, como afirma Little, también está el estigma que nunca se borra: la discriminación racial.

En un informe reciente citado en múltiples ocasiones, Democracy Corps, una organización de demócratas dedicada a los estudios de opinión, exponía las conclusiones de que en los grupos de debate con miembros de facciones republicanas, descubrieron que las bases republicanas son muy conscientes de su condición de hombres blancos, y en su país donde esta raza es cada vez más minoritaria, y que considerando que el sistema de protección social ayuda a los otros, no a la gente como ellos, y además vincula a la población no blanca al Partido Demócrata.

Por estas razones, concluyo que se está librando una guerra contra los pobres, coincidiendo y ahondando el padecimiento de una economía con problemas y sin soluciones inmediatas. Esta guerra puede ser definitorio de la política en los Estados Unidos.”. Agrega este compilador si los republicanos estadounidenses, se niegan ayudar a sus conciudadanos, como pensar que pueden ayudar al resto de la humanidad.

(*) Paúl Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de Economía 2008. Publicado en “Bitácora” de Montevideo. 11/11/2013.

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14 diciembre, 2013 at 5:53

Paul Krugman: Crear una crisis para explotarla…

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Por: Paul Krugman | febrero de 2013

Tim Geithner está equivocado. Pero también tiene razón. The New Republic publicaba recientemente una entrevista muy interesante de Liaquat Ahamed. Me sorprendió el hecho de que el secretario del Tesoro saliente afirmase sobre las perspectivas fiscales: “Hay algo extraño en el debate actual. La magnitud de la reducción adicional del déficit –aumentos de ingresos o recortes del gasto– que tenemos que establecer para lograr la sostenibilidad fiscal es bastante pequeña. Guiándonos por la mayoría de los métodos de contabilidad, debido a lo que ya hemos hecho en materia fiscal y de gasto, tenemos que encontrar otro 0,75% de PIB con medidas políticas. Y si hacemos eso, conseguiríamos superar la prueba de sostenibilidad de los economistas, lo que significaría reducir el déficit hasta un pequeño superávit primario, y así la deuda empezaría a disminuir como porcentaje del PIB”.

Eso coincide básicamente con un análisis del Centro para las Prioridades Políticas y Presupuestarias: un 0,75% a lo largo de la próxima década supone cerca de 1,5 billones de dólares. Es importante señalar que este mismo análisis da a entender que no se producirá un desastre si no adoptamos más medidas para reducir el déficit: en lugar de estabilizar la deuda en torno al 73% del producto interior bruto. se aumenta hasta cerca del 80%, lo cual no es fantástico, pero tampoco es una razón para que cunda el pánico.

En lo que se equivoca Geithner es en indicar que, dado que lo que debería hacerse a lo largo de la próxima década es bastante poco, deberíamos ser capaces de lograr un acuerdo bipartidista. No sé si lo cree realmente o si solo piensa que es algo que tiene que decir, pero nadie que haya estado prestando atención puede tomárselo en serio.

Diré lo que debería ser evidente: a los republicanos no les importa el déficit. Les importa explotar el déficit para lograr su objetivo de desmantelar el sistema de seguridad social. Quieren una crisis fiscal; la necesitan; la están disfrutando. Lo que quiero decir es ¿cómo se supone que va a funcionar lo de “matar de hambre a la bestia”? Pues, precisamente, creando una crisis fiscal, lo que les da la una excusa para recortar la Seguridad Social y Medicare.

La idea de que vayan a aceptar alegremente un acuerdo que elimine del debate la historia de terror del déficit actual sin causar un daño severo a los principales programas de seguridad social, y luego mantener una discusión filosófica sobre cómo podríamos cambiar esos programas a largo plazo, es pura fantasía. Eso equivaldría a reconocer su derrota.

Ahora bien, a lo mejor conseguimos que reconozcan su derrota. Pero eso es lo que será, y no una Gran Negociación entre las partes que actúan juntas por el bien del país.

© 2013 New York Times.

Traducción de News Clips.

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11 febrero, 2013 at 21:03

P. Krugman: el problema de EE UU no es la «crisis fiscal» sino la crisis de empleo…

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Los millones olvidados

DIC 2012 – 00:00
Un grupo de parados espera ante una feria de empleo en Nueva York. / L. K.  (Reuters)

Vamos a dejar clara una cosa: Estados Unidos no se enfrenta a una crisis fiscal. Sin embargo, sigue sufriendo en gran medida una crisis de empleo.

Resulta fácil confundirse con la cuestión fiscal, ya que todo el mundo habla del “precipicio fiscal”. De hecho, una encuesta reciente indica que una gran mayoría de los ciudadanos cree que el déficit presupuestario aumentará si caemos por ese precipicio.

En la práctica, cómo no, es justo lo contrario: el peligro es que el déficit se reduzca en exceso y demasiado deprisa. Y los motivos por los que podría suceder eso son puramente políticos; podríamos estar a punto de recortar drásticamente el gasto y subir los impuestos no porque los mercados lo exijan, sino porque los republicanos han estado usando el chantaje como estrategia de negociación, y el presidente parece dispuesto a ponerles en evidencia.

Es más, a pesar de años de advertencias por parte de los sospechosos habituales acerca de los peligros de los déficits y de la deuda, nuestro Gobierno puede adquirir préstamos a unos tipos de interés increíblemente bajos (los tipos de interés sobre los bonos de EE UU protegidos contra la inflación son de hecho negativos, de modo que los inversores pagan al Gobierno para que haga uso de su dinero). Y no me digan que los mercados podrían volverse contra nosotros de repente. Recuerden que el Gobierno de EE UU no puede quedarse sin efectivo (él imprime los billetes), de modo que lo peor que podría pasar sería que cayese el dólar, lo cual no sería tan terrible y de hecho podría ayudar a la economía.

No obstante, hay todo un sector construido en torno al fomento del pánico al déficit. Hay grupos empresariales espléndidamente financiados que no paran de exagerar el peligro de la deuda gubernamental y la urgencia de reducir el déficit ya, ya mismo; solo que, de repente, esos mismos grupos nos advierten de los peligros de una reducción excesiva del déficit. No es de extrañar que los ciudadanos estén confusos. Por otro lado, no hay prácticamente ninguna presión organizada que se ocupe de algo terrible que de hecho está ocurriendo ahora mismo, concretamente, el paro a gran escala. Sí, hemos hecho algunos avances durante el último año. Pero el desempleo a largo plazo sigue a unos niveles que no se habían visto desde la Gran Depresión: en octubre, 4,9 millones de estadounidenses llevaban más de seis meses en paro y 3,6 millones llevaban más de un año sin trabajar.

Cuando vean cifras como esas, tengan presente que estamos contemplando millones de tragedias humanas: a individuos y familias cuyas vidas están quedando destrozadas porque no pueden encontrar trabajo, ahorros agotados, casas perdidas y sueños destruidos. Y cuanto más se prolongue esto, mayor será la tragedia.

Nuestra crisis de empleo aún no superada también tiene un coste económico enorme. Cuando los ciudadanos dispuestos a trabajar tienen que soportar una inactividad impuesta, la sociedad en su conjunto sufre la pérdida de su esfuerzo y de su talento. La Oficina Presupuestaria del Congreso calcula que lo que realmente estamos produciendo está por debajo de lo que podríamos y deberíamos producir, con una diferencia de alrededor del 6% del PIB, o 900.000 millones de dólares al año.

Y lo que es aún peor, hay buenos motivos para creer que el paro elevado está socavando también nuestro crecimiento futuro, a medida que los parados de larga duración pasan a ser considerados imposibles de emplear, ya que la inversión se reduce como consecuencia de la escasez de ventas.

¿Qué se puede hacer? El pánico en relación con el precipicio fiscal ha sido revelador. Pone de manifiesto que incluso los gruñones del déficit son keynesianos encubiertos. Es decir, creen que en estos momentos los recortes del gasto y las subidas de impuestos destruirán puestos de trabajo; es imposible afirmar eso a la vez que se niega que los aumentos del gasto y las bajadas de impuestos temporales crearían empleo. Sí, nuestra economía todavía deprimida necesita más estímulo fiscal.

Y, dicho sea en su favor, el presidente Obama ha incluido una pequeña cantidad de estímulo económico en su oferta presupuestaria inicial; la Casa Blanca, al menos, no se ha olvidado por completo de los parados. Desgraciadamente, casi nadie espera que esos planes de estímulo se incluyan en el acuerdo que finalmente se alcance, sea cual sea.

De modo que ¿por qué no estamos ayudando a los parados? No es porque no podamos permitírnoslo. Dados los costes tan bajos que tienen los préstamos y el daño que el paro está haciendo a nuestra economía y, por tanto, a la base tributaria, resulta bastante fácil defender el argumento de que gastar más para crear empleo ahora realmente mejoraría nuestra situación fiscal a largo plazo.

Tampoco es, creo yo, un problema realmente ideológico. Hasta los republicanos, cuando se oponen a los recortes en el presupuesto de defensa, empiezan a hablar inmediatamente de cómo esos recortes destruirían puestos de trabajo (y lo siento, pero el keynesianismo armamentístico, la afirmación de que el gasto público crea empleo, pero solo si se destina al Ejército, no tiene sentido).

No, al final resulta difícil no llegar a la conclusión de que es un problema de clases. A la gente influyente de Washington no le preocupa perder su empleo; la gran mayoría ni siquiera conoce a alguien que esté en paro. La difícil situación de los parados simplemente no ocupa un lugar predominante en sus pensamientos y, por supuesto, los desempleados no contratan grupos de presión ni hacen grandes contribuciones a las campañas electorales.

Así que la crisis del paro se prolonga más y más, a pesar de que tenemos tanto los conocimientos como los medios para resolverla. Es una inmensa tragedia, y también es un escándalo.

Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel de 2008.

© New York Times Service 2012.

Traducción de News Clips.

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31 diciembre, 2012 at 10:40

P. Krugman: el (desastroso) programa de la austeridad…

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Recortar el gasto mientras la economía está en recesión es una estrategia contraproducente

3 JUN 2012 – 01:00 CET242
 
 
                         Protestas ante el Parlamento británico contra el presupuesto / Paul Hackett (Reuters)
 
 

"El auge económico, y no la crisis, es el momento adecuado para la austeridad”. Eso afirmaba John Maynard Keynes hace 75 años, y tenía razón. Aun cuando se tenga un problema de déficit a largo plazo —¿y quién no lo tiene?—, recortar drásticamente el gasto mientras la economía está profundamente deprimida es una estrategia contraproducente porque no hace más que agravar la depresión.

¿Y por qué el Reino Unido está haciendo exactamente lo que no debería hacer? A diferencia de los Gobiernos de, por ejemplo, España o California, el Gobierno británico puede adquirir préstamos con total libertad a unos tipos de interés más bajos que nunca. Así que, ¿por qué el Gobierno está reduciendo drásticamente la inversión y eliminando cientos de miles de puestos de trabajo en el sector público en vez de esperar a que la economía sea más fuerte?

En los últimos días he planteado esa pregunta a algunos defensores del Gobierno del primer ministro David Cameron, unas veces, en privado, y otras, en la televisión. Y todas esas conversaciones han seguido la misma pauta: han empezado con una mala metáfora y han terminado con la revelación de los motivos ocultos.

La mala metáfora —que seguramente habrán escuchado muchas veces— equipara los problemas de deuda de una economía nacional con los problemas de deuda de una familia individual. Una familia que ha asumido una deuda excesiva, cuenta la historia, debe apretarse el cinturón. De modo que si el Reino Unido en su conjunto ha asumido una deuda excesiva (cosa que ha hecho, aunque es, en su mayoría, deuda privada, más que pública), ¿no debería hacer lo mismo? ¿Qué tiene de malo esta comparación?

La respuesta es que una economía no es como una familia endeudada. Nuestra deuda es en su mayoría dinero que nos debemos unos a otros; y lo que es aún más importante, nuestros ingresos provienen principalmente de lo que nos vendemos unos a otros. Sus gastos son mis ingresos y mis gastos son sus ingresos.

¿Y qué pasa si todo el mundo simultáneamente reduce drásticamente el gasto en un intento de pagar lo que debe? La respuesta es que los ingresos de todo el mundo se reducen; mis ingresos disminuyen porque ustedes están gastando menos, y sus ingresos disminuyen porque yo estoy gastando menos. Y, a medida que nuestros ingresos se hunden, nuestro problema de deuda se agrava, no mejora.

Esto no es nada nuevo. El gran economista estadounidense Irving Fisher ya lo explicó allá por 1933, y resumió lo que él llamaba “deflación de la deuda” con el conciso y expresivo eslogan: “Cuanto más pagan los deudores, más deben”. Los acontecimientos recientes, sobre todo la mortal espiral de la austeridad en Europa, han ilustrado de manera trágica la verdad de las ideas de Fisher.

Y hay una moraleja clara en esta historia: cuando el sector privado intenta desesperadamente pagar lo que debe, el sector público debería hacer lo contrario, y gastar cuando el sector privado no puede o no quiere. Desde luego que debemos equilibrar nuestro presupuesto una vez que la economía se haya recuperado, pero no ahora. La expansión, y no la crisis, es el momento adecuado para la austeridad

Como ya he dicho, esto no es nada nuevo. Así que ¿por qué tantos políticos insisten en aplicar medidas de austeridad durante la crisis? ¿Y por qué no cambian de estrategia ni siquiera cuando la experiencia confirma las lecciones de la teoría y la historia?

Bueno, aquí es donde la cosa se pone interesante. Porque cuando uno presiona a los defensores de la austeridad haciéndoles ver lo malo de su metáfora, casi siempre se refugian en afirmaciones como: “Pero es esencial que reduzcamos el tamaño del Estado”.

Ahora bien, estas afirmaciones suelen ir acompañadas de aseveraciones sobre que la propia crisis económica demuestra la necesidad de reducir el Estado. Pero eso es manifiestamente falso. Fíjense en los países europeos que han capeado mejor el temporal y, en lo alto de la lista, encontrarán naciones con grandes Estados como Suecia o Austria.

Y si se fijan, por otro lado, en los conservadores del país admirados antes de la crisis, encontrarán que George Osborne, ministro de Economía y Hacienda del Reino Unido y arquitecto de la actual política económica del país, describe Irlanda como “un magnífico ejemplo del arte de lo posible”. Mientras tanto, el Instituto Cato elogia los bajos impuestos de Islandia y espera que otros países industrializados “aprendan del éxito de Islandia”.

Así que la defensa de la austeridad en el Reino Unido no tiene en realidad nada que ver con los déficits; tiene que ver con usar el pánico al déficit como excusa para desmantelar programas sociales. Y esto es, por supuesto, exactamente lo mismo que ha estado pasando en EE UU.

Para ser justos con los conservadores del Reino Unido, no son tan toscos como sus homólogos estadounidenses. No claman contra los males de los déficits para, acto seguido, exigir enormes reducciones de impuestos para los ricos (aunque, de hecho, el Gobierno de Cameron ha rebajado considerablemente los tipos impositivos más altos). Y, en general, parecen menos decididos que la derecha estadounidense a ayudar a los ricos y castigar a los pobres. Aun así, la dirección de la política es la misma; y también la esencial falta de sinceridad de los llamamientos a favor de la austeridad.

La gran pregunta aquí es si la evidente incapacidad de la austeridad para producir una recuperación económica conducirá a un plan B. Es posible. Pero sospecho que, aun cuando se anuncie dicho plan, no supondrá gran cosa. Porque la recuperación económica nunca ha sido el objetivo; la defensa de la austeridad siempre ha pretendido utilizar la crisis, no resolverla. Y sigue siendo así. J

Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y Premio Nobel 2008.

(c) New York Times Service 2012.

Traducción de News Clips.

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4 junio, 2012 at 0:26

El ideario neoliberal en la era de la superchería…

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El ideario neoliberal en la era de la superchería
Alejandro Nadal, en La Jornada, Mexico

La crisis en Europa ha atravesado varias etapas y ahora ha llegado la fase de la discusión política. Es la fase que más temen el establishment, el sistema bancario y las grandes corporaciones y centros de poder. Se nota en la prensa internacional de negocios. Esta es la etapa más importante porque en ella se abre la controversia política y los pueblos comienzan a deliberar sobre su futuro. Recuperan la palabra, la conciencia histórica y piensan su destino. Al poder establecido le repugna este momento democrático y buscará distorsionarlo y corromperlo de mil maneras.

Cuando la crisis comenzó con el colapso inmobiliario en Estados Unidos, la economía europea fue la primera en sufrir el coletazo. La bursatilización de activos tóxicos estadounidenses había sido el medio de contagio en el sistema bancario y financiero europeo. El primer síntoma fue el colapso de los bancos BNP Paribas (septiembre 2007) y Northern Rock (nacionalizado en febrero 2008). El congelamiento en el mercado de dinero interbancario hizo lo demás: la correa de transmisión condujo a una caída en la inversión y la demanda final. La corrosión en el sector financiero fue seguida de un freno en la actividad de la economía real (no financiera).

La segunda fase de la crisis arranca con la caída en el nivel de actividad y la reducción en los ingresos tributarios. Al mismo tiempo, la coordinación en el seno del G-20 llevó a un aumento en el gasto público para estimular la economía y mitigar el efecto de la caída en la demanda agregada. La contracción en los ingresos tributarios y la expansión en el gasto público se combinaron para incrementar fuertemente el déficit fiscal. Y como la arquitectura de la unión monetaria impide al Banco central europeo (BCE) financiar a los gobiernos de la zona euro, no quedó más remedio que acudir a los mercados financieros, en cuyas aguas los tiburones están cebados. Por eso esta segunda etapa de la crisis se presenta para muchos como una crisis de endeudamiento de los gobiernos. Pero esa no es su verdadera naturaleza.

La evolución de la crisis no es lineal. Las diversas caras de la crisis coexisten: la nacionalización de Bankia en España confirma que el sistema bancario en Europa está dañado y tendrá que seguir en cuidados intensivos. La primera fase de la crisis no pasó en vano, y la austeridad no sólo no arregla nada sino que agrava las cosas. La restricción fiscal ya condujo a la recesión y ahora viene la movilización política para evitar que los daños lastimen a la población europea.

Mucho se ha escrito sobre el triste estado de la teoría económica convencional. No pudo prever la crisis porque es esencialmente un discurso ideológico y para hacer la apología del régimen neoliberal lo que menos se quería era hablar de la inestabilidad intrínseca del capitalismo. Confrontada con el fenómeno del desempleo esa misma teoría estándar siempre insistió en que la culpa la tenían los sindicatos y cualquier forma de protección laboral. Es el mito de la rigidez de precios que sigue siendo el arma predilecta de propaganda política neoliberal.

Por eso, pasada la primera sorpresa los portavoces del poder neoliberal recuperaron la iniciativa y relanzaron su discurso en contra del gasto público y a favor de las reformas estructurales. El neoliberalismo reconoció rápido la oportunidad para una nueva guerra contra el estado de bienestar. La contraseña en esta nueva ofensiva es la palabra austeridad. Los economistas saben desde hace mucho tiempo que aplicar un régimen de austeridad en una contracción económica es la mejor receta para hundir una economía en una depresión. Pero aquí no importa que el diagnóstico sea equivocado y que la medicina de la austeridad esté contraindicada. Los poderes en la Unión Europea, en el BCE y en el Fondo monetario internacional (FMI) sólo piensan en rescatar el programa neoliberal.

El castigo contra los pueblos de Grecia, España, Portugal e Italia muestra claramente la naturaleza podrida de su proyecto. A los poderes establecidos no les interesa la democracia, ni los ciudadanos de la Unión Europea. El pueblo es material gastable porque lo único que cuenta en este momento es salvar el proyecto neoliberal.

De cara a las elecciones del 17 de junio, Alexis Tsipras, dirigente de la formación de izquierda radical Syriza, tiene razón al señalar que el fundamento de Europa es la democracia y la solidaridad, no un pacto organizado alrededor de los dogmas de la austeridad fiscal y la estabilidad de precios. No hay que equivocarse, ésta es la crisis de un modelo económico basado en la especulación y la explotación, no la crisis del estado de bienestar. La lucidez de los pueblos acabará con la superchería neoliberal. La moneda única debe tener otro fundamento y, en todo caso, no se va a salvar con el dogma de la austeridad neoliberal y la destrucción del estado de bienestar en Europa. En América y en Europa, una nueva economía debe construirse sobre las ruinas del proyecto neoliberal

Written by Eduardo Aquevedo

23 mayo, 2012 at 14:33

Atacar a Irán sería una locura; no la descarten, por R. Fisk…

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Robert Fisk, The Independent
 

Si en verdad Israel ataca a Irán este año, será una chifladura peor de lo que piensan sus enemigos. Cierto, Majmud Ajmadineyad es un orate, pero también lo es Avigdor Lieberman, quien parece ser el ministro israelí del Exterior. Tal vez los dos quieren intercambiar favores. Pero, ¿por qué los israelíes desearían bombardear Irán y así poner sus cabezas bajo la furia del Hezbolá libanés y de Hamás al mismo tiempo? Junto con Siria, sin duda. Para no mencionar que absorberían a Europa oriental y Estados Unidos al mismo torneo de tiro.

Tal vez es porque llevo 36 años viviendo en Medio Oriente, pero algo me huele mal. Leon Panetta, nada menos que el secretario estadunidense de la Defensa, advierte que Israel podría atacar. Lo mismo dice CNN –sería difícil encontrar algo más maloliente–, y hasta el viejo David Ignatius, quien hace una o dos décadas dejó de ser corresponsal en Medio Oriente, nos advierte lo mismo, recogido, como de costumbre, de sus fuentes israelíes

Ya me esperaba algo así cuando la semana pasada revisé The New York Times Magazine –no es un anuncio, no quisiera que los lectores de The Independent quemaran sus energías en esas cursilerías– y leí la advertencia de un analista israelí (todavía intento descubrir lo que es un analista), Ronen Bergman, del periódico Yedioth Ahronoth.

He aquí la pieza, lo más cercano a un guión propagandístico: Luego de hablar con muchos (sic) altos líderes y jefes (sic de nuevo) israelíes de la inteligencia y la milicia, he llegado a creer que Israel sí atacará a Irán en 2012. Tal vez en la pequeña y cada vez más estrecha ventana que queda, Estados Unidos escogerá intervenir a final de cuentas, pero desde la perspectiva israelí no hay mucha esperanza de que lo haga. Más bien existe esa mezcla peculiarmente israelí de temor y tenacidad, la fiera convicción, cierta o falsa, de que sólo los israelíes pueden en última instancia defenderse a sí mismos.

Por principio de cuentas, cualquier periodista que predice un ataque israelí a Irán pone la cabeza bajo la guillotina. Pero sin duda cualquier periodista digno de ese nombre –y hay muchos de ésos en Israel– se haría esta pregunta: ¿para quién trabajo? ¿Para mi periódico, o mi gobierno?

Panetta, quien mintió a los soldados de su país en Irak al decirles que estaban allí a causa del 11-S, debería abstenerse de entrar en este juego. Lo mismo CNN. De Ignatius prefiero olvidarme. Pero, ¿qué hay en todo esto? Nueve años después de invadir Irak –una aventura de enorme éxito, nos siguen diciendo– porque Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva, nos preparamos para aplaudir a Israel cuando bombardee Irán a causa de unas armas de destrucción masiva todavía más improbables.

No dudo que a los pocos segundos de oír la noticia, los grotescos redactores de discursos de Barack Obama estarán sufriendo por encontrar las palabras correctas para apoyar tal ataque. Si Obama es capaz de abandonar el respaldo a la libertad y a la categoría de Estado para los palestinos con tal de lograr su relección, sin duda podrá apoyar la agresión israelí con la esperanza de que eso le permita mantenerse en la Casa Blanca.

Sin embargo, si misiles iraníes comienzan a estrellarse en naves de guerra estadunidenses en el golfo –para no hablar de sus bases militares en Afganistán–, los redactores de discursos tendrán mucho más trabajo. Así que por lo menos esperemos que los británicos y los franceses no se involucren.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

Written by Eduardo Aquevedo

6 febrero, 2012 at 0:26

J. Stiglitz: la economía mundial y los peligros de 2012…

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JOSEPH E. STIGLITZ 22/01/2012

 

El año 2011 será recordado como la época en que muchos estadounidenses que siempre habían sido optimistas comenzaron a renunciar a la esperanza. El presidente John F. Kennedy dijo una vez que la marea alta eleva todos los botes. Pero ahora, con la marea baja, los estadounidenses no solo comienzan a ver que quienes tienen mástiles más altos han sido elevados mucho más, sino que muchos de los botes más pequeños han sido destrozados por el agua.

El compromiso pragmático con el crecimiento de Asia destaca frente a las equivocadas políticas occidentales, mezcla de ideología e intereses creados

En ese breve momento en que la marea creciente estaba, efectivamente, subiendo, millones de personas creyeron que tenían buenas probabilidades de cumplir su «sueño americano». Ahora también esos sueños están retirándose. En 2011, los ahorros de quienes habían perdido sus empleos en 2008 o 2009 ya se habían gastado. El seguro de desempleo se había terminado. Los titulares que anunciaban nuevas contrataciones -aún insuficientes para incorporar a quienes habitualmente se suman a la fuerza laboral- significaban poco para cincuentones con pocas ilusiones de volver a tener un empleo.

De hecho, las personas de mediana edad que pensaron que estarían desempleadas por unos pocos meses se han dado cuenta a esta altura de que, en realidad, fueron jubiladas a la fuerza. Los jóvenes graduados universitarios con decenas de miles de dólares de deuda en créditos educativos no podían encontrar ningún empleo. La gente se mudó a las casas de sus amigos y los parientes se han convertido en sin techo. Las casas compradas durante la burbuja inmobiliaria aún están en el mercado, o han sido vendidas con pérdidas. Más de siete millones de familias estadounidenses han perdido sus hogares.

El oscuro punto vulnerable de la burbuja financiera de las décadas anteriores también ha quedado completamente expuesto en Europa. Los titubeos por Grecia y la devoción de los Gobiernos nacionales por la austeridad comenzaron a implicar una pesada carga el año pasado. Italia se contagió. El desempleo español, que se había mantenido cerca del 20% desde el comienzo de la recesión, trepó aún más. Lo impensable -el fin del euro- comenzó a verse como una posibilidad real.

Este año parece encaminado a ser aún peor. Es posible, por supuesto, que Estados Unidos solucione sus problemas políticos y adopte finalmente las medidas de estímulo que necesita para reducir el desempleo al 6% o al 7% (el nivel previo a la crisis del 4% o el 5% es demasiado pedir). Pero esto es tan poco probable como que Europa se dé cuenta de que la austeridad por sí misma no resolverá sus problemas. Por el contrario, la austeridad solo exacerbará la desaceleración económica. Sin crecimiento, la crisis de la deuda -y la crisis del euro- solo empeorará. Y la larga crisis que comenzó con el colapso de la burbuja inmobiliaria en 2007 y la recesión que la siguió continuarán.

Además, es posible que los países con los mercados emergentes más importantes, que capearon exitosamente las tormentas de 2008 y 2009, no sobrelleven tan bien los problemas que se perciben en el horizonte. El crecimiento brasileño ya se ha detenido, y eso genera ansiedad entre sus vecinos latinoamericanos.

Mientras tanto, los problemas de largo plazo -incluidos el cambio climático y otras amenazas ambientales, y la creciente desigualdad en la mayoría de los países del mundo- continúan allí. Algunos, incluso, han empeorado. Por ejemplo, el alto desempleo ha deprimido los salarios y aumentado la pobreza.

La buena noticia es que solucionar estos problemas de largo plazo ayudaría a resolver los de corto plazo. Una mayor inversión para adaptar la economía al calentamiento global ayudaría a estimular la actividad económica, el crecimiento y la creación de empleo. Impuestos más progresivos, que redistribuyan desde los ingresos altos hacia los medios y bajos, simultáneamente, reducirían la desigualdad y aumentarían el empleo al impulsar la demanda total. Los impuestos más elevados a los ricos podrían generar ingresos para financiar la necesaria inversión pública, y proporcionar cierta protección social para quienes menos tienen, incluidos los desempleados.

Incluso, sin ampliar el déficit fiscal, esos aumentos de «presupuesto equilibrado» en los impuestos y el gasto reducirían el desempleo y aumentarían el producto. Lo que preocupa, sin embargo, es que la política y la ideología en ambos lados del Atlántico, pero especialmente en Estados Unidos, no permitirá que nada de esto ocurra. La fijación en el déficit inducirá recortes en el gasto social, empeorando la desigualdad. De igual manera, la persistente atracción hacia la economía de oferta, a pesar de toda la evidencia en su contra (especialmente en periodos de alto desempleo), evitará que se aumenten los impuestos a quienes más tienen.

Incluso, antes de la crisis hubo un reordenamiento del poder económico -de hecho, una corrección de una anomalía con 200 años de historia, en la que la participación asiática del PIB global cayó desde cerca del 50% hasta, en cierto punto, menos del 10%-. El compromiso pragmático con el crecimiento que se percibe actualmente en Asia y en otros mercados emergentes destaca frente a las equivocadas políticas occidentales, que, impulsadas por una combinación de ideología e intereses creados, parecen casi reflejar un compromiso para evitar el crecimiento.

Como resultado, la reestructuración económica global probablemente se acelere. Y casi inevitablemente dará lugar a tensiones políticas. Con todos los problemas que enfrenta la economía global, seremos afortunados si estas presiones no comienzan a manifestarse dentro de los próximos 12 meses.

Joseph E. Stiglitz es catedrático en la Universidad de Columbia, premio Nobel de Economía y autor de Freefall: free markets and the sinking of the global economy [Caída libre: el libre mercado y el hundimiento de la economía mundial]. © Project Syndicate, 2012. Traducido al español por Leopoldo Gurman.

P. Krugman: Depresión y democracia…

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PAUL KRUGMAN 18/12/2011

Ha llegado la hora de empezar a llamar a la actual situación por su nombre: depresión. Es verdad que no es una réplica exacta de la Gran Depresión, pero esto no sirve de mucho consuelo. El paro, tanto en Estados Unidos como en Europa, sigue siendo desastrosamente alto. Los dirigentes y las instituciones están cada vez más desprestigiados. Y los valores democráticos están sitiados.

Las exigencias de una austeridad cada vez más radical han provocado una irritación inmensa

En cuanto a esto último, no estoy siendo alarmista. Tanto en el frente político como en el económico, es importante no caer en la trampa del "no tan malo como". No se puede considerar aceptable el paro elevado simplemente porque no haya alcanzado las cotas de 1933; las tendencias políticas no son buena señal y no deben tolerarse por el mero hecho de que no haya ningún Hitler a la vista.

Hablemos, en concreto, de lo que está pasando en Europa (no porque todo vaya bien en Estados Unidos, sino porque no todo el mundo comprende la gravedad de los acontecimientos políticos europeos).

Lo primero de todo, la crisis del euro está destruyendo el sueño europeo. La moneda común, que se suponía que debía unir a los países, ha generado, en cambio, un ambiente de amarga acritud.

Concretamente, las exigencias de una austeridad cada vez más radical, sin ningún plan de fomento del crecimiento que las contrarreste, han causado un daño doble. Han fracasado como política económica, al agravar el problema del paro sin restaurar la confianza; una recesión a escala europea parece ahora probable, incluso si se contiene la amenaza inminente de la crisis financiera. Y han provocado una irritación inmensa, con muchos europeos furiosos por lo que consideran, justa o injustamente (o en realidad, un poco ambas cosas), un despliegue de poder alemán sin miramientos.

Nadie que conozca la historia de Europa puede contemplar este resurgimiento de la hostilidad sin sentir un escalofrío. Con todo, puede que estén pasando cosas peores. Los populistas de derechas están en auge, desde Austria, donde el Partido de la Libertad (cuyo líder tenía conexiones con los neonazis) está a la par en las encuestas con los partidos tradicionales, hasta Finlandia, donde el partido antiinmigración Verdaderos Finlandeses tuvo un éxito electoral considerable el pasado abril. Y estos son países ricos cuyas economías han aguantado bastante bien. Los problemas parecen todavía más amenazadores en países más pobres de Europa Central y del Este.

El mes pasado, el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) certificaba una caída en picado de la ayuda pública a la democracia en los países de la "nueva UE", aquellos que se unieron a la Unión Europea tras la caída del muro de Berlín. No es de extrañar que la pérdida de fe en la democracia haya sido mayor en los países que han sufrido las recesiones económicas más graves.

Y en al menos un país, Hungría, las instituciones democráticas se están debilitando mientras hablamos.

Uno de los principales partidos de Hungría, Jobbik, es una pesadilla sacada de los años treinta: es antigitanos, antisemita y hasta tenía una rama paramilitar. Pero la amenaza inminente proviene de Fidesz, el partido de centro-derecha que gobierna el país.

Fidesz consiguió una abrumadora mayoría parlamentaria el año pasado, en parte, al menos, por dos razones; Hungría no está en el euro, pero se ha visto gravemente perjudicada por la adquisición de préstamos a gran escala en divisas extranjeras y también, seamos francos, por culpa de la mala gestión y la corrupción de los partidos liberales de izquierdas que estaban entonces en el Gobierno. Ahora, Fidesz, que forzó la aprobación de una nueva Constitución la primavera pasada con la oposición del resto de partidos, parece decidido a aferrarse permanentemente al poder.

Los detalles son complejos. Kim Lane Scheppele, que es la directora del programa sobre Derecho y Asuntos Públicos de Princeton -y que ha estado siguiendo de cerca los acontecimientos en Hungría-, me dice que Fidesz está aprovechando medidas solapadas para suprimir la oposición. Hay una propuesta de ley electoral que establece unos distritos injustamente divididos, diseñados para hacer que sea casi imposible que otros partidos formen Gobierno; la independencia judicial se ha puesto en peligro y los tribunales están abarrotados de simpatizantes del partido; los medios de comunicación estatales se han convertido en órganos del partido y hay una campaña contra los medios independientes, y una enmienda constitucional penalizaría en la práctica al principal partido de la izquierda.

En conjunto, todo esto equivale a la reinstauración del Gobierno autoritario bajo un finísimo barniz de democracia, en el corazón de Europa. Y es una muestra de lo que podría pasar de manera mucho más generalizada si esta depresión continúa.

No está claro lo que se puede hacer respecto al giro hacia el autoritarismo de Hungría. El Departamento de Estado de Estados Unidos, dicho sea en su favor, ha estado prestando mucha atención al asunto, pero este es esencialmente un asunto europeo. La Unión Europea ha perdido la oportunidad de evitar que el partido se aferrase al poder en un primer momento (en parte porque la nueva Constitución fue aprobada a la fuerza mientras Hungría ocupaba la presidencia rotatoria de la Unión). Ahora será mucho más difícil deshacer lo hecho. Pero es mejor que los dirigentes de Europa lo intenten, o se arriesgan a perder todo aquello que defienden.

Y también tienen que replantearse sus políticas económicas fallidas. Si no lo hacen, la democracia experimentará nuevos retrocesos (y la ruptura del euro podría ser la menor de sus preocupaciones).

Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel 2008. © 2011 New York Times Service Traducción de News Clips.

Depresión y democracia · ELPAÍS.com.

P. Krugman: somos el 99,9% (la brecha de ingresos en EE.UU y la OCDE)…

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PAUL KRUGMAN 11/12/2011

Nosotros somos el 99%" es un gran eslogan. Define correctamente el problema como una oposición entre la clase media y la élite (en vez de entre la clase media y los pobres). Y también va más allá de la idea consagrada, reiterada pero errónea, de que la creciente desigualdad se deriva principalmente de que a la gente culta le va mejor que a la que tiene menos cultura; los que más han salido ganando en esta nueva Edad de Oro han sido un puñado de gente muy rica, no licenciados universitarios en general.

Sin embargo, el eslogan del 99% apunta en todo caso demasiado bajo. Una gran parte de las ganancias del 1% más rico se concentran en un grupo todavía más pequeño, el 0,1% más alto (la milésima parte más rica de la población).

Y en Estados Unidos, mientras que los demócratas, en líneas generales, quieren que la superélite contribuya al menos en parte a la reducción del déficit a largo plazo, los republicanos quieren rebajarle los impuestos y al mismo tiempo recortar la Seguridad Social y la asistencia médica en nombre de la disciplina fiscal.

Antes de llegar a esas discrepancias políticas, veamos unas cuantas cifras.

El último informe de la Oficina Presupuestaria del Congreso sobre la desigualdad no analizaba detalladamente el 1% más alto, pero un informe anterior, que solo llegaba hasta 2005, sí lo hacía. De acuerdo con ese informe, entre 1979 y 2005 los ingresos después de impuestos y ajustados a la inflación de los estadounidenses con una posición media en la distribución de la renta aumentaron un 21%. El número equivalente para el 0,1% más rico aumentó un 400%.

En su mayoría, estas enormes ganancias reflejaban un aumento drástico en la parte de la renta antes de impuestos correspondiente a la superélite. Pero también ha habido grandes reducciones de impuestos que han favorecido a los ricos. En concreto, los impuestos sobre las plusvalías son mucho más bajos que en 1979, y la milésima parte más rica de los estadounidenses representan la mitad de todos los ingresos derivados de las plusvalías.

Teniendo en cuenta estos antecedentes, ¿por qué defienden los republicanos nuevas rebajas fiscales para los muy ricos al tiempo que advierten sobre los déficits y exigen recortes drásticos en los programas de Seguridad Social?

Pues bien, aparte de gritar "¡Guerra de clases!" siempre que se plantean estas preguntas, la respuesta habitual es que la superélite "crea empleo", o sea, que hace una aportación especial a la economía. Por eso, lo que necesitan saber es que esto es economía mala. De hecho, sería economía mala incluso si EE UU tuviera la economía de mercado perfecta e ideal de las quimeras conservadoras.

Después de todo, en una economía de mercado ideal, a cada trabajador se le pagaría exactamente lo que él o ella aporta a la economía al decidirse a trabajar, ni más ni menos. Y esto sería igualmente válido para los trabajadores que ganan 30.000 dólares al año y para los ejecutivos que ingresan 30 millones al año. No habría ninguna razón para considerar que las aportaciones de los que se embolsan 30 millones de dólares merecen un tratamiento especial.

Pero, dirán ustedes, los ricos pagan impuestos. Y en efecto, así es. Y podrían -y deberían, desde el punto de vista del 99,9%- pagar una parte considerablemente mayor, en vez de optar a todavía más exenciones fiscales, a pesar de la supuesta crisis presupuestaria, por todas las cosas magníficas que se supone que hacen.

Así y todo, ¿no es verdad que algunos de los muy ricos se hacen así de ricos creando innovaciones que son mucho más valiosas para el mundo que la renta que reciben? Claro que sí, pero si se fijan en quiénes componen realmente ese 0,1%, es difícil no llegar a la conclusión de que, en general, a los miembros de la superélite se les paga de más, no de menos, por lo que hacen.

Porque, ¿quiénes son ese 0,1%? Muy pocos de ellos son innovadores a lo Steve Jobs: la mayoría de ellos son mandamases de empresas y embaucadores financieros. Según un análisis reciente, el 43% de la superélite son ejecutivos de empresas no financieras; el 18% se dedica a las finanzas, y otro 12% son abogados o están en el sector inmobiliario. Y estas no son, por decirlo suavemente, profesiones en las que exista una clara relación entre los ingresos de alguien y su aportación a la economía.

La paga de los ejecutivos, que se ha disparado durante la última generación, la deciden unas juntas directivas nombradas por esas mismas personas cuyo sueldo establecen; los consejeros delegados que hacen una mala labor reciben de todas maneras nóminas espléndidas, y hasta los ejecutivos fracasados y despedidos a menudo reciben millones según salen por la puerta.

Mientras tanto, la crisis económica ha demostrado que gran parte del valor aparente creado por las finanzas modernas era un espejismo. Como lo expresaba recientemente el director de estabilidad financiera del Banco de Inglaterra, la supuestamente alta rentabilidad antes de la crisis sencillamente reflejaba un aumento del riesgo, un riesgo que corrían no los propios embaucadores, sino los inversores ingenuos o los contribuyentes, que acabaron cargando con el muerto cuando todo salió mal. Y como señalaba mordazmente, "si la creación de riesgo fuera una actividad con valor añadido, los que juegan a la ruleta rusa contribuirían desproporcionadamente al bienestar mundial".

Entonces, ¿debería el 99,9% odiar al 0,1%? No, ni mucho menos. Pero debería hacer caso omiso de toda la propaganda sobre la "creación de empleo" y exigir que la superélite pague muchos más impuestos.

Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel 2008. © 2011 New York Times Service. Traducción de News Clips.

Somos el 99,9% · ELPAÍS.com.

Paul Krugman: Enfrentarse a los malhechores (de Wall Street)…

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PAUL KRUGMAN 09/10/2011

Aquí está pasando algo. No está claro exactamente lo que es, pero puede que por fin estemos asistiendo a la aparición de un movimiento popular que, a diferencia del Tea Party, está enfadado con la gente con la que hay que estar enfadado.

Cuando empezaron las manifestaciones de Ocupa Wall Street, hace tres semanas, la mayoría de los medios informativos desdeñaban los incidentes, si es que se dignaban a mencionarlos. Por ejemplo, después de nueve días de manifestaciones, la Radio Pública Nacional no había dado la más mínima información sobre ellos.

Por tanto, el hecho de que las manifestaciones no solo hayan continuado, sino que además hayan crecido y acabaran volviéndose demasiado importantes para ignorarlas, es una prueba de la pasión de los que participan en ellas. Ahora que los sindicatos y un número cada vez mayor de demócratas expresan al menos un apoyo matizado a los manifestantes, Ocupa Wall Street empieza a parecerse a un acontecimiento importante que, con el tiempo, incluso podría llegar a considerarse un punto de inflexión.

¿Qué podemos decir de las manifestaciones? Lo primero es lo primero: la acusación de los manifestantes de que Wall Street es una fuerza destructiva, económica y políticamente es totalmente acertada.

Un cinismo agotador y la certeza de que nunca se hará justicia se han apoderado de una gran parte de nuestro debate político y, sí, yo mismo he sucumbido a veces. Mientras tanto, ha resultado fácil olvidar lo escandalosa que es realmente la historia de nuestras desgracias económicas. Por eso, en caso de que lo hayan olvidado, ha sido una obra en tres actos.

En el primer acto, los banqueros se aprovecharon de la liberalización para desmandarse (y pagarse unas espléndidas sumas), inflando unas enormes burbujas mediante unos préstamos temerarios. En el segundo acto, las burbujas se pincharon, pero los contribuyentes rescataron a los banqueros, con muy pocos compromisos a cambio, aunque los trabajadores normales y corrientes seguían sufriendo las consecuencias de los pecados de los banqueros. Y en el tercer acto, los banqueros mostraron su agradecimiento volviéndose contra la gente que les había salvado y proporcionando su apoyo -y la riqueza que seguían poseyendo gracias a los rescates- a los políticos que prometieron mantener sus impuestos bajos y eliminar la moderada normativa que se estableció a raíz de la crisis.

Teniendo en cuenta esta historia, ¿cómo es posible no aplaudir a los manifestantes por tomar finalmente partido?

Es verdad que algunos de los manifestantes van vestidos de forma extraña o tienen lemas que parecen absurdos, lo que es inevitable dado el carácter abierto de los acontecimientos. Pero ¿y qué? A mí, al menos, me ofende mucho más ver a unos plutócratas con trajes de corte exquisito, que deben su permanente riqueza a las garantías del Gobierno y se quejan de que el presidente Obama ha dicho cosas malas sobre ellos, que ver a unos jóvenes desharrapados denunciando el consumismo.

Tengan en cuenta también que la experiencia ha dejado penosamente claro que los hombres trajeados no solo no tienen ningún monopolio sobre la sabiduría, sino que además tienen muy poca sabiduría que ofrecer. Cuando los bustos parlantes de, pongamos por caso, la CNBC se mofan de los manifestantes por su falta de seriedad, recuerden cuántas personas serias nos aseguraron que no había una burbuja de la vivienda, que Alan Greenspan era un oráculo y que los déficits presupuestarios harían que se dispararan los tipos de interés. Una crítica mejor a los manifestantes es su falta de reivindicaciones políticas concretas. Seguramente resultaría útil que los manifestantes se pudieran poner de acuerdo sobre al menos algunos cambios políticos que les gustaría ver promulgados. Pero no deberíamos conceder demasiada importancia a la falta de concreción. Está claro qué clase de cosas quieren los manifestantes de Ocupa Wall Street, y en realidad es a los intelectuales políticos y a los políticos a quienes les corresponde la labor de completar los detalles.

Rich Yeselson, un experto organizador e historiador de movimientos sociales, ha sugerido que la ayuda para las deudas de los estadounidenses que trabajan sea uno de los temas centrales de las manifestaciones. Yo lo secundo, porque dicha ayuda, además de hacer justicia económica, podría contribuir en gran medida a la recuperación de la economía. Y sugeriría que los manifestantes también exijan inversiones en infraestructuras -no más recortes de impuestos- para ayudar a crear puestos de trabajo. Ninguna propuesta va a convertirse en ley en el actual clima político, pero la razón principal de las protestas es cambiar ese clima político.

Y ello abre verdaderas oportunidades políticas. No, por supuesto, para los republicanos de hoy día, que instintivamente se ponen de parte de los que Theodore Roosevelt apodaba los malhechores de gran riqueza. Mitt Romney, por ejemplo, quien, dicho sea de paso, probablemente pague menos impuestos con respecto a sus ingresos que muchos estadounidenses de clase media, condenó rápidamente las manifestaciones llamándolas «guerra de clases».

Pero a los demócratas se les está brindando lo que equivale a una segunda oportunidad. El Gobierno de Obama ya desperdició antes una gran cantidad de posible buena voluntad al adoptar unas medidas benignas con los banqueros que no consiguieron poner en marcha una recuperación económica, y eso que los banqueros devolvieron el favor volviéndose en contra del presidente. Ahora, sin embargo, el partido de Obama tiene la oportunidad de empezar de cero. Lo único que tiene que hacer es tomarse esas manifestaciones tan en serio como merecen tomarse.

Y si las manifestaciones incitan a algunos políticos a hacer lo que deberían haber estado haciendo desde el principio, Ocupa Wall Street habrá sido un éxito clamoroso.

Paul Krugman es profesor de economía en Princeton y premio Nobel de 2008. © New York Times Service, 2011. Traducción de News Clips.

Written by Eduardo Aquevedo

10 octubre, 2011 at 21:00

Ignacio Ramonet: “Al Qaida provocó el furor militar y el agotamiento de EE.UU.”

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DIALOGO CON IGNACIO RAMONET SOBRE CHINA, SUDAMERICA

 

Director de Le Monde Diplomatique en español y doctor en Semiología e Historia de la Cultura, Ramonet acaba de escribir su libro La explosión del periodismo y aceptó discutir el mundo de los últimos diez años.

 Por Martín Granovsky

Tiene el acento de Pontevedra, donde nació en 1943, y el entrenamiento internacional de haberse incorporado en 1973 a Le Monde Diplomatique, cuya edición francesa dirigió entre 1990 y 2008. Promotor, entre otras cosas, del Foro Social de Porto Alegre, Ignacio Ramonet se mueve con facilidad tanto en el análisis de los nuevos desafíos del periodismo como en el examen de las tendencias de la política mundial.

–Ya son diez años desde el 11 de septiembre de 2001.

–Y en el mismo mes, septiembre, tres años de la caída de Lehman Brothers.

–Esa ya es una definición.

–Pues claro.

–Esta entrevista no transcurre el 11 de septiembre de 2002, a un año del atentado. Por lo tanto el mundo que vivimos en 2011 registró ya muchos más cambios que la irrupción de Al Qaida con su ataque en territorio norteamericano.

–En estos diez años cambiaron los Estados Unidos. Poco después del atentado, la administración Bush utilizó el ataque a las Torres Gemelas como si lo hubiera estado esperando, para llevar a cabo una política neoimperial. Utilizar la fuerza del instrumento militar para imponer su voluntad política en particular en Medio Oriente.

–Hablar del atentado contra las Torres y decir “como si Bush lo hubiera estado esperando…” no significa avalar las teorías conspirativas del autoatentado.

–Esas teorías surgieron en Francia. Pero no creo en ellas. Sí creo que, de hecho, Al Qaida le hizo un favor. Pero con un matiz: aparentemente le hizo un favor. Bush salió con el instrumento militar a atacar Afganistán, a atacar Irak, etcétera. ¿Qué ocurrió? Se reveló que el instrumento militar no era suficiente. Es como lo que le pasó a Napoleón. Las guerras napoleónicas buscaban imponer, por la fuerza, la libertad. Y Napoleón fue derrotado. Bush libró sus guerras napoleónicas para imponer la democracia por la violencia. Le ocurrió igual. Se le resistieron desde el oscurantismo. Parte de la resistencia a Napoleón tenía un grito: “¡Vivan las cadenas!”. También: “¡Viva la Inquisición!”. Los islamistas radicales reivindican la ley sagrada y la Jihad. Al cabo de 10 años podemos decir que los Estados Unidos, agotados, no pudieron vencer de manera indiscutible. Irak es una media victoria, Afganistán es una semiderrota y Libia es una intervención extremadamente prudente. El resultado es el agotamiento. Las guerras costaron mucho. Aunque se hayan llevado todo el petróleo de Irak, que no es el caso, con eso no pagan lo que gastaron.

–Y si se mira el índice de desempleo estancado en 9,1 por ciento, las guerras no crearon empleo.

–No, no lo crearon. Al agotamiento del que hablaba se le sumó un endeudamiento colosal, y también la crisis del dólar. Quizás los Estados Unidos padecieron lo mismo que Ronald Reagan impuso a la Unión Soviética, cuando la obligó a seguir una carrera armamentística que agotó a Moscú y provocó la implosión del régimen. Al Qaida provocó, sin quererlo, el furor militar y el agotamiento de los Estados Unidos. Quizás, y subrayo el quizás para ser muy prudente, quizás estemos en el principio del fin del siglo americano. Empezó con la Primera Guerra Mundial. Mientras tanto, una potencia como China fue desarrollándose con una pujanza impresionante. Y el mundo se va haciendo cada vez más multipolar.

–¿Pero Washington no sigue siendo una potencia a gran distancia de cualquier otro país en términos estratégico-militares?

–Con el matiz que señalé sobre el agotamiento y con la realidad de que a los Estados Unidos no les alcanza ya para seguir con la misma fuerza. De hecho muchos estrategas dicen hoy que habría que dejar de gastar en el arma nuclear, que nadie va a utilizar, sobre todo si se levanta la hipoteca nuclear iraní. Efectivamente nadie alcanzó militarmente a los Estados Unidos. Pero, ¿qué uso harán los Estados Unidos de su herramienta militar? Hay que mirar bien el caso de Libia, donde los Estados Unidos pusieron en primera línea a Francia y a Inglaterra, que al cabo de tres meses decían que ya no tenían presupuesto para seguir. O sea que la supremacía militar occidental está muy limitada por la cuestión económica.

–Pero China está calzada con los Estados Unidos. Tiene bonos del Tesoro norteamericano.

–En manos de China está el destino del dólar. Obviamente no le interesa que el dólar se hunda porque perdería todas sus reservas. En ese sentido dependen el uno del otro. Pero últimamente China ha dado una serie de lecciones a los Estados Unidos sobre cómo hay que administrar. En la amonestación que lanzó a los Estados Unidos la acusación fue usar demasiado dinero en gastos sociales. Muy ultraliberal.

–Más Adam Smith que Confucio.

–Algo así. China tiene un rol muy importante. Y es, como Sudamérica sabe bien, el gran consumidor de materias primas, ya sean del agro o de la minería. Es también la gran fábrica del mundo. Sin embargo, al destino irresistible de gran potencia del siglo XXI que muchos teóricos le ven, yo pondría un bemol: China aún no ha pasado por la estabilización interna. Es una aparente potencia estable. Aún tiene pendiente el hecho de que su sociedad, el día menos pensado, pueda despertarse. Pasó en las sociedades árabes, y China tuvo su aviso en 1989 con Tiananmen. No es imposible, con 1400 millones de habitantes, que China también se desintegre. No está blindada contra esa posibilidad. Ninguna sociedad autoritaria sabe exactamente cómo va a reaccionar el día en que su ciudadanía le pida cuentas. Esta mezcla imposible de capitalismo ultrasalvaje y de socialismo ultraautoritario es una experiencia de laboratorio que, como toda experiencia de laboratorio, puede fallar y fracasar. En cambio las sociedades democráticas, desde ese punto de vista, son más flexibles. La rigidez china puede romperse.

–¿Sudamérica reúne hoy características de peso mundial?

–Hasta las revoluciones árabes, América del Sur tenía la especificidad de que era el territorio en que se estaban llevando a cabo en el mundo mayor número de experiencias de izquierda. Por consiguiente, era el punto de referencia para toda la izquierda internacional. Conceptos como democracia participativa, referéndum revocatorio, constituyentes, el ALBA original, voluntad de intervención estatal por sobre el mercado salvaje, eran conceptos vigentes en el debate político solo en Sudamérica. Otro punto es que por primera vez Sudamérica no se vio destruida por una crisis como la de Lehman Brothers. Y tiene autonomía respecto de los Estados Unidos, lo que le da un tono ejemplar frente a Europa, que vive como un padecer la crisis norteamericana. En este territorio, además, está surgiendo uno de los gigantes de mañana, Brasil, integrado en el Brics (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) y llevando a cabo una diplomacia internacional autónoma. Lo estamos viendo en Libia y en Siria. Varios países de la región, entre ellos la Argentina, junto con México y Brasil, están en el G-20, que hoy es el órgano ejecutivo de la política internacional con mayor eficacia que el Consejo de Seguridad de la ONU y sin los inconvenientes del veto. Visto desde afuera, América latina está viviendo una Edad de Oro como la vive tal vez desde la independencia. Globalmente está pacificada, incluso con la necrosis del problema colombiano. La libertad y la democracia rigen, las elecciones tienen lugar con normalidad, los militares están en los cuarteles y nadie sospecha que vayan a salir mañana… Hay elementos negativos, como el narcotráfico, como la inseguridad en algunas sociedades, como el atraso en la organización de algunos Estados, pero en general los países, cada uno con sus singularidades, convergen y se articulan. Hoy las clases desfavorecidas de América latina tienen más esperanza que nunca porque sus gobiernos están llevando a cabo una justa redistribución. Puede ser insuficiente, pero es constante.

–Eric Hobsbawm decía a comienzos de la crisis del 2008 que el capitalismo salvaje no solo era injusto sino que sería inviable.

–En Europa muchos economistas serios, moderados, no los economistas revolucionarios, hablan de la solución argentina de la reestructuración de la deuda para Grecia. El Fondo Monetario Internacional era una referencia muy popular en América latina. Despertaba hostilidad. En Europa no era ni mencionado. Hoy despierta la misma hostilidad que producía aquí.

–Sudamérica vive un debate sobre la relación entre los grandes medios, el poder y los Estados conducidos, en general, por gobiernos de centroizquierda que se revalidan en las urnas. ¿Los grandes medios pueden determinar la política?

–En América latina son virulentos y tienen esa voluntad. Pero los gobiernos que tienen la serenidad de haber sido elegidos democráticamente pueden afrontar esa soberbia. En América latina son los gobiernos los que tienen la voluntad de instalar mayor equilibrio entre medios privados y servicios públicos de información y comunicación. Los propietarios de latifundios de comunicación, que hasta ahora tenían el monopolio, no aceptan un equivalente de lo que fueron las reformas agrarias. Rechazan una reforma mediática y por eso dan la batalla, incluso con mala fe.

–La ley argentina de Servicios de Comunicación Audiovisual se propuso ampliar el sector público y desmonopolizar el privado.

–En Francia existían leyes que prohibían la integración vertical. No podías tener, en el mismo sitio, televisión, radio y prensa. El modelo a evitar era el de Rupert Murdoch, que ya vimos a dónde conduce. Pero claro, los latifundistas de medios piensan que la desmonopolización y la ampliación del sector público se hacen a expensas de ellos. Y en realidad es así, pero porque eran latifundios.

–El último libro se llama La explosión del periodismo. ¿Existe el oficio de periodista, todavía?

–Está en peligro de extinción. Pero eso no quiere decir que seguro vaya a extinguirse. Depende de cómo cada uno reaccione ante la nueva situación. El ecosistema que hacía a la profesión periodística está cambiando de uno a otro. En el ecosistema precedente, en los últimos 50 o 60 de expansión, con la idea de que se sabía exactamente qué era un periodista y qué eran los medios, ha explosionado. Llegó Internet y el desarrollo digital (el teléfono inteligente, las redes) modificó tanto el ecosistema que la pregunta es pertinente. Pero yo no soy pesimista.

–¿De verdad? ¿No está todo terminado?

–No, no lo creo. La historia y la historia de los medios demuestra que no es así. Siempre hubo cambios tecnológicos importantes. Cuando apareció la radio, en los años ’20 o ’30, la prensa escrita no desapareció. Cuando apareció la televisión, la radio no desapareció. Tampoco el cine. Y el cine no había hecho desaparecer al teatro o a la ópera. Pero antes había una profesión de telefonista, de enchufar las clavijas.

–También desaparecieron los tipógrafos.

–Claro. Desaparecen profesiones, o el revelado fotográfico. Pero además los cambios tecnológicos fueron muy importantes pero eran relativamente pequeños respecto de lo que representa Internet. Internet no solo es un cambio en uno de los aspectos de la comunicación, por ejemplo en la escritura, sino en los tres grandes sistemas de signos: la escritura misma, el sonido y la imagen. Se ha dicho a veces que Internet es tan importante como la invención de Guttenberg, que la imprenta. Pero es más importante que la imprenta.

–¿Por qué Internet sería más importante que la imprenta?

–Porque la imprenta solo tocaba al libro, a lo escrito. No al dibujo o a las representaciones gráficas que cambiaron en Occidente cuando en los siglos XIV y XV Filippo Brunelleschi inventó la perspectiva. La imprenta fue clave, sí. No solo cambió la manera de fabricar textos sino el número de universidades. En 1440 había cuatro o cinco. Con la extensión del libro se multiplicó su número y surgieron el humanismo, el Renacimiento…

–La edición de la Biblia en lenguas que no fueran el latín.

–Exacto. Que fue un soporte del protestantismo. Cada uno podía tener su libro, que antes valía lo mismo que un coche de carreras hoy día. Desaparecen, de paso, los copiadores. Lo que quiero decir es que hay transformaciones en la política, en la sociedad, en la geopolítica… La guerra de los Treinta Años, de protestantes contra católicos es una consecuencia, en ese sentido, de la imprenta. Hoy Internet y las redes sociales no generan por sí solas algunos fenómenos pero los aceleran enormemente.

–¿El uso masivo de los BlackBerry en las recientes protestas de Londres?

–Por ejemplo. Esas protestas, en buena medida, son hijas de Internet.

–Internet y las redes sociales, ¿producen el fenómeno o son herramientas de cada fenómeno?

–Las redes no son una causa sino un acelerador. Las causas son siempre las condiciones sociales, económicas, políticas… Pero la aceleración es importante. La globalización solo adquiere la intensidad actual cuando se crean las que llamamos autopistas de la información, por donde circulan 24 horas sobre 24 las órdenes de compra y venta en las bolsas que circulan velozmente gracias a lo que la era digital ha permitido. Internet es por una parte un actor de lo que ocurre y un vector de lo que pasa, y en ambos casos más allá del campo de la comunicación. Si volvemos a centrarnos con el microscopio en un aspecto particular y pensamos otra vez en la profesión periodística, evidentemente es una profesión sometida a muchos impactos que la transforman. El periodista tenía hasta ahora el monopolio de la información. La sociedad recibía la información a través de los periodistas.

–¿Y no sería más así?

–Es un trabajo compartido. Los ciudadanos con sus blogs y la información que ellos mismos difunden, con los sitios de información en línea, con la información que se difunde por Twitter.

–No está mal esa nueva situación. ¿O sí? Inclusive no está nada mal para los periodistas: por un lado hay más fuentes de información a mano y por otro lado cualquiera puede corregir lo que hacemos.

–Seguro.

–Y si el periodista es bueno, además conservaría su capacidad de edición, aunque ya no sea monopólica.

–Claro. Yo diría que es el momento para los periodistas de demostrar que los periodistas son necesarios para la sociedad. La sociedad, en teoría, por la extensión de los instrumentos como Internet, podría autoinformarse. Naturalmente es un sueño que no se puede realizar. Como dice el psicoanálisis, no basta con que uno tenga conocimientos para autoanalizarse. Por definición, el autoanálisis no existe. La sociedad no puede “autoinformarse” pero al menos en teoría sería posible. De ahí que los periodistas sean más exigidos que antes. Antes tenían ese monopolio, cierto prestigio social, ejercían cierto “terrorismo” intelectual en la sociedad… Ese estatuto un poco privilegiado está perturbado por todo esto que está llegando, donde surgen voces nuevas y periódicos nuevos. Basta ver el éxito de The Huffington Post en los Estados Unidos.

–Hasta llegó a venderse en pocos años, revaluado, por el éxito que alcanzó. ¿Cómo se reconoce hoy y cómo se reconocía antes a un buen periodista? ¿Cambió de veras el oficio?

–¿Qué le pide uno a la información hoy? Que sea fiable. Mucha información que recibimos no es fiable, no es creíble y a veces incluso se revela falsa. Ni siquiera hablo de mala intención ni de manipulación voluntaria, que existen. Solo me refiero a que un programa de radio o un canal de televisión no le puedan garantizar al ciudadano que la información que le transmiten sea verdadera. El uso del condicional y de “al parecer”, el “según ciertas fuentes…”, se hizo abusivo. Hace que si los periodistas se limitan a transmitir una información lo más rápidamente posible, porque saben que en la rapidez está en parte la captación de la audiencia, no pueden verificar la realidad de la información que están transmitiendo. Entonces el ciudadano quiere fiabilidad. ¿Qué medios pueden garantizarlo? Indiscutiblemente no son los canales de información urgente, inmediata, constante.

–El mundo que escucha, ve y lee multimediáticamente, no tiene todavía una palabra que lo designe, ¿no es cierto?

–No, aún no.

–Esa persona para la cual no tenemos definición, ¿espera aún que de alguna manera alguien le explique lo que sucede?

–Tú lo has dicho: de alguna manera. La cuestión es que hoy la información ya se da con su modo de empleo. Los medios dan la información y dicen cómo interpretarla. Muy rápidamente. Demasiado sumariamente. Quizás el ciudadano está esperando que le pongan la información en contexto. Eso lo impide la urgencia, lo perturba la inmediatez.

–La audiencia recibe fragmentos.

–Efectivamente. Así funciona la información. Hoy un fragmento, mañana otro… Pero el ciudadano no va a poder hacer el trabajo de reunir el mosaico. Tiene que haber especialistas de lo general. Son llamados generalistas.

–Los podemos llamar “todólogos”.

–Está bien. Pero cada día es más difícil encontrarlos. El mundo se ha hecho muy complejo. No todo el mundo sabe, si el tema es Fukushima, qué es la radiactividad, cómo funciona, qué es un terremoto y qué consecuencias trae.

–Bueno, el que no sabe y es periodista puede preguntar.

–Sí, pero cuando un canal de televisión envía a un equipo porque se produjo el accidente de Fukushima y eso asusta al mundo entero, y el equipo llega a Japón, no todo el mundo habla japonés, no todos los japoneses forzosamente hablan inglés, se enteran de algunas cosas, como la energía nuclear en Japón, recién al llegar, averiguan qué autoridad la pilotea. Antes, en los años ’20 o ’30, un periodista era enviado a un lugar en barco. En el tiempo de llegar ya había leído varios libros y sabía algo de lo que le esperaba. Hoy día en unas cuantas horas estás al otro lado del mundo y ni has tenido tiempo de reunir a la gente que te puede explicar, ni de leer todo lo que debías haber leído. Por eso el propio oficio no se hace con las garantías necesarias. Si a eso añades que estás escribiendo y estás siendo “vigilado” en lo que escribes por una multitud de personas que tienen a disposición la posibilidad de intervenir en lo que tú escribes, a veces desde la autoridad de ser doctores en sismología o japonología, tu trabajo ya no será juzgado solo por los lectores habituales o los colegas sino por toda una serie de especialistas.

–Y eso es bueno.

–¡Claro que es bueno! Algunos periodistas, como dije, ven su estatuto puesto en cuestión. Pero para la colectividad en su conjunto es muy bueno. Antes, en la era industrial, las cosas se ofrecían totalmente terminadas. La información también: salía y no se volvía a tocar. Era autónoma. Hoy no. Sale la información y en la mayoría de los medios, on line, ya hay comentarios. La información se irá puliendo y al final habría casi que volver a redactar el artículo en función de los aportes positivos, que obviamente hay que verificar, que fueron apareciendo en el camino. Hoy la información es un acto colectivo, más democrático. Evidentemente también hay rumores, falsa información, complotismo, prejuicios. Pero el avance es importante porque el periodista no está solo. Antes tenías dos actores, uno activo y otro pasivo. El emisor y el receptor. Hoy el receptor es tan activo como el emisor. Yo lo llamo webactor. Tiene su propio sistema de comunicación. Bien. Primero hay que aceptar ese diálogo porque forma parte de la realidad de hoy y tiene muchas cosas buenas por recoger. El resultado puede ser mucho más interesante aún. Pero claro, el estatuto del periodista y los periodistas se ha modificado. Hay muchas universidades y mucha gente que sabe mucho. No les puedes contar cuentos. Y no les puedes contar cuentos a todos permanentemente.

–O sea que no todo está perdido.

–Al contrario.

–Salvo para los que quieran perderse.

–Para los que se queden inmóviles. Para una nueva generación de periodistas, en cambio, quizás no haya habido en mucho tiempo tantas posibilidades como las que presenta hoy el sistema comunicacional. Un grupo de periodistas recientemente egresado puede crear un medio de alcance nacional, continental o planetario, con pocos recursos financieros, cosa que no fue posible para generaciones anteriores. Es decir que no solo tengo cero pesimismo sino que miro las cosas con una visión muy optimista.

martin.granovsky@gmail.com

 

La pregunta que nadie contesta sobre el 11-S de EEUU…

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10 años del 11-S

TORRES11S

Robert Fisk

Por sus libros los conoceréis. Hablo de los volúmenes, las bibliotecas –no los pasillos llenos de literatura– que los crímenes internacionales de lesa humanidad del 11 de septiembre de 2001 han inspirado. Muchos rebosan de seudopatriotismo y autoelogio, otros están atascados de la irremediable mitología que culpa a la CIA y el Mossad, algunos (por desgracia procedentes del mundo musulmán) se refieren a los asesinos como los muchachos, pero casi todos evitan lo único que cualquier policía busca después de un crimen callejero: el motivo.

¿Por qué es así, me pregunto, luego de 10 años de guerra, cientos de miles de muertes inocentes, mentiras, hipocresía, traición y sádicas torturas de los estadunidenses (nuestros amigos del MI5 sólo escucharon, entendieron, tal vez miraron, pero claro que nada de andar tocando) y los talibanes? ¿Hemos logrado silenciarnos y silenciar al mundo con nuestros miedos? ¿Todavía no somos capaces de decir tres oraciones: los 19 asesinos afirmaban ser musulmanes, vinieron de un lugar llamado Medio Oriente, pasa algo allá?

Los editores estadunidenses rompieron hostilidades en 2001 con enormes volúmenes de fotografías de homenaje a los caídos. Los títulos hablaban por sí mismos: Sobre terreno sagrado, Para que otros puedan vivir, Fuertes de corazón, Lo que vimos, La frontera final, Furia por Dios, La sombra de las espadas… Al ver estos títulos apilados en los puestos de periódicos de todo el país, ¿quién podría dudar que Estados Unidos se lanzaría al combate?

Y mucho antes de la invasión de 2003 a Irak, llegó otro montón de tomos para justificar la guerra después de la guerra. El más prominente fue La tormenta amenazante, del ex agente de la CIA Kenneth Pollack (¿verdad que todos recordamos La tormenta en formación, de Winston Churchill?), el cual, sobra decirlo, comparaba la batalla contra Saddam Hussein con la crisis que enfrentaron Gran Bretaña y Francia en 1938.

Había dos temas en ese trabajo de Pollack –uno de los mayores expertos mundiales sobre Irak, decía el anuncio publicitario a los lectores, uno de los cuales, Fareed Zakaria, lo llamó uno de los libros más importantes que han aparecido en años sobre la política exterior estadunidense–: el primero era un recuento detallado de las armas de destrucción masiva de Saddam, ninguna de las cuales, como todos sabemos, existió en realidad. El otro tema era la oportunidad de romper el vínculo entre la cuestión iraquí y el conflicto árabe-israelí.

Según ese texto, los palestinos, privados del apoyo del poderoso Irak, se verían más debilitados en su lucha contra la ocupación israelí. Pollack se refería a la despiadada campaña terrorista palestina sin ninguna crítica a Tel Aviv. Hablaba de ataques terroristas semanales, seguidos de respuestas israelíes (sic), versión típica israelí de los hechos. La parcialidad estadunidense hacia Israel no era más que una creencia árabe. Bueno, por lo menos el egregio Pollack había logrado dilucidar, aunque fuera de modo tan desaseado, que el conflicto palestino-israelí tuvo algo que ver en el 11-S, aun si Saddam no.

En los años posteriores, por supuesto, nos han inundado de literatura sobre el trauma posterior al 11-S, desde el elocuente La torre elevada, de Lawrence Wright, hasta The scholars for 9/11 Truth (Académicos por la verdad sobre el 11-S), cuyos partidarios nos han dicho que los restos de un avión afuera del Pentágono fueron dejados caer por un Hércules C-130, que los jets que dieron en las Torres Gemelas fueron guiados a control remoto, que el United 93 fue derribado por un misil estadunidense, etc. Dado el sigiloso, sesgado y en ocasiones deshonesto recuento presentado por la Casa Blanca –para no mencionar los engaños iniciales de la comisión oficial sobre el 11-S–, no me sorprende que millones de estadunidenses crean algo de eso, ya no digamos la mayor mentira del gobierno: que Saddam Hussein estuvo detrás de los ataques. Leon Panetta, el recién nombrado autócrata de la CIA, repitió la misma mentira en Bagdad, todavía este año.

También ha habido películas. Vuelo 93 recreaba lo que podría (o no) haber ocurrido a bordo del avión que cayó en un bosque de Filadelfia. Otra contó una historia muy romántica, que por cierto las autoridades de Nueva York extrañamente impidieron casi por completo que se filmara en las calles de la ciudad. Y ahora nos invaden los programas especiales de la televisión, todos los cuales han aceptado la mentira de que el 11-S en verdad cambió al mundo –la repetición de esa peligrosa noción por Bush y Blair permitió a sus esbirros cometer criminales invasiones y torturas–, sin preguntarse por un momento por qué la prensa y la televisión secundaron la idea.

Hasta ahora, ninguno de estos programas ha mencionado la palabra Israel, y el programa de Brian Lapping del jueves por la noche en ITV mencionó una vez Irak, sin explicar hasta qué grado el 11 de septiembre de 2001 dio el pretexto para ese crimen de guerra perpetrado en 2003. ¿Cuántos murieron el 11-S? Casi tres mil. ¿Cuántos en la guerra de Irak? A nadie le importa.

La publicación del informe oficial sobre el 11-S –fue en 2004, pero lean la nueva edición 2011– es digna de estudio, aunque sea sólo por las realidades que sí presenta, aunque sus frases iniciales parezcan más de una novela que de una investigación gubernamental: “Martes… amaneció templado y casi sin nubes en el este de Estados Unidos… Para quienes se dirigían al aeropuerto, las condiciones del tiempo no podían ser mejores para un viaje seguro y placentero. Entre los pasajeros estaba Mohamed Atta…” ¿Serían los redactores, me pregunto, graduados que hacían su servicio social en la revista Time?

Me siento atraído ahora hacia Anthony Summers y Robbyn Swan, cuyo The Eleventh Day (El undécimo día) confronta lo que Occidente se negó a encarar en los años posteriores al 11-S. “Toda la evidencia… indica que Palestina fue el factor que unió a los conspiradores en todos los niveles”, escriben. Uno de los organizadores del ataque creía que haría a Estados Unidos concentrarse en las atrocidades que Washington comete por apoyar a Israel. Palestina, afirman los autores, “fue sin duda el principal agravio político… que impulsó a los jóvenes árabes (que habían vivido) en Hamburgo”. La motivación de los ataques fue esquivada incluso por el informe oficial de los hechos, sostienen. Los comisionados estuvieron en desacuerdo sobre esta cuestión –eufemismo por problema– y sus dos oficiales de mayor rango, Thomas Kean y Lee Hamilton, explicaron más tarde: “Era un terreno delicado… los comisionados que sostenían que Al Qaeda estuvo motivada por una ideología religiosa –y no por la oposición a las políticas estadunidenses– rehusaron hacer referencia al conflicto palestino-israelí… En su opinión, mencionar el apoyo a Israel como causa de fondo de la oposición de Al Qaeda a Estados Unidos indicaría que Washington debería revaluar esa política”. Allí tienen ustedes.

¿Qué ocurrió, entonces? Los comisionados, afirman Summers y Swan, se resolvieron por una redacción vaga que daba la vuelta al asunto. Hay una insinuación en el informe oficial, pero es apenas una nota de pie de página que, desde luego, pocos leyeron. En otras palabras, aún no nos dicen la verdad sobre el crimen que, según quieren que creamos, cambió el mundo para siempre. Vaya, después de ver a Obama ponerse de rodillas ante Netanyahu en mayo pasado, en realidad no me sorprende.

Cuando el primer ministro israelí logra que hasta el Congreso estadunidense se humille ante él, es claro que al pueblo de Estados Unidos no le dirán la respuesta a la pregunta más importante y delicada sobre el 11-S: ¿por qué?

© The Independent/La Jornada

Traducción: Jorge Anaya

Written by Eduardo Aquevedo

8 septiembre, 2011 at 5:14

J. Stiglitz: La crisis ideológica del capitalismo occidental (y el resurgimiento de la derecha neoliberal)…

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Joseph Stiglitz · · · · ·
24/07/11

 

Tan sólo unos años atrás, una poderosa ideología –la creencia en los mercados libres y sin restricciones– llevó al mundo al borde de la ruina. Incluso en sus días de apogeo, desde principios de los años ochenta hasta el año 2007, el capitalismo desregulado al estilo estadounidense trajo mayor bienestar material sólo para los más ricos en el país más rico del mundo. De hecho, a lo largo de los 30 años de ascenso de esta ideología, la mayoría de los estadounidenses vieron que sus ingresos declinaban o se estancaban año tras año.

Es más, el crecimiento de la producción en los Estados Unidos no fue económicamente sostenible. Con tanto del ingreso nacional de los EE.UU. yendo destinado para tan pocos, el crecimiento sólo podía continuar a través del consumo financiado por una creciente acumulación de la deuda.

Yo estaba entre aquellos que esperaban que, de alguna manera, la crisis financiera pudiera enseñar a los estadounidenses (y a otros) una lección acerca de la necesidad de mayor igualdad, una regulación más fuerte y mejor equilibrio entre el mercado y el gobierno. Desgraciadamente, ese no ha sido el caso. Al contrario, un resurgimiento de la economía de la derecha, impulsado, como siempre, por ideología e intereses especiales, una vez más amenaza a la economía mundial – o al menos a las economías de Europa y América, donde estas ideas continúan floreciendo.

En los EE.UU., este resurgimiento de la derecha, cuyos partidarios, evidentemente, pretenden derogar las leyes básicas de las matemáticas y la economía, amenaza con obligar a una moratoria de la deuda nacional. Si el Congreso ordena gastos que superan a los ingresos, habrá un déficit, y ese déficit debe ser financiado. En vez de equilibrar cuidadosamente los beneficios de cada programa de gasto público con los costos de aumentar los impuestos para financiar dichos beneficios, la derecha busca utilizar un pesado martillo – no permitir que la deuda nacional se incremente, lo que fuerza a los gastos a limitarse a los impuestos.

Esto deja abierta la interrogante sobre qué gastos obtienen prioridad – y si los gastos para pagar intereses sobre la deuda nacional no la obtienen, una moratoria es inevitable. Además, recortar los gastos ahora, en medio de una crisis en curso provocada por la ideología de libre mercado, simple e inevitablemente sólo prolongaría la recesión.

Hace una década, en medio de un auge económico, los EE.UU. enfrentaba un superávit tan grande que amenazó con eliminar la deuda nacional. Incosteables reducciones de impuestos y guerras, una recesión importante y crecientes costos de atención de salud –impulsados en parte por el compromiso de la administración de George W. Bush de otorgar a las compañías farmacéuticas rienda suelta en la fijación de precios, incluso con dinero del gobierno en juego– rápidamente transformaron un enorme superávit en déficits récord en tiempos de paz.

Los remedios para el déficit de EE.UU. surgen inmediatamente de este diagnóstico: se debe poner a los Estados Unidos a trabajar mediante el estímulo de la economía; se debe poner fin a las guerras sin sentido; controlar los costos militares y de drogas; y aumentar impuestos, al menos a los más ricos. Pero, la derecha no quiere saber nada de esto, y en su lugar de ello, está presionando para obtener aún más reducciones de impuestos para las corporaciones y los ricos, junto con los recortes de gastos en inversiones y protección social que ponen el futuro de la economía de los EE.UU. en peligro y que destruyen lo que queda del contrato social. Mientras tanto, el sector financiero de EE.UU. ha estado presionando fuertemente para liberarse de las regulaciones, de modo que pueda volver a sus anteriores formas desastrosas y despreocupadas de proceder.

Pero las cosas están un poco mejor en Europa. Mientras Grecia y otros países enfrentan crisis, la medicina en boga consiste simplemente en paquetes de austeridad y privatización desgastados por el tiempo, los cuales meramente dejarán a los países que los adoptan más pobres y vulnerables. Esta medicina fracasó en el Este de Asia, América Latina, y en otros lugares, y fracasará también en Europa en esta ronda. De hecho, ya ha fracasado en Irlanda, Letonia y Grecia.

Hay una alternativa: una estrategia de crecimiento económico apoyada por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. El crecimiento restauraría la confianza de que Grecia podría reembolsar sus deudas, haciendo que las tasas de interés bajen y dejando más espacio fiscal para más inversiones que propicien el crecimiento. El crecimiento por sí mismo aumenta los ingresos por impuestos y reduce la necesidad de gastos sociales, como ser las prestaciones de desempleo. Además, la confianza que esto engendra conduce aún a más crecimiento.

Lamentablemente, los mercados financieros y los economistas de derecha han entendido el problema exactamente al revés: ellos creen que la austeridad produce confianza, y que la confianza produce crecimiento. Pero la austeridad socava el crecimiento, empeorando la situación fiscal del gobierno, o al menos produciendo menos mejoras que las prometidas por los promotores de la austeridad. En ambos casos, se socava la confianza y una espiral descendente se pone en marcha.

¿Realmente necesitamos otro experimento costoso con ideas que han fracasado repetidamente? No deberíamos, y sin embargo, parece cada vez más que vamos a tener que soportar otro. Un fracaso en Europa o en Estados Unidos para volver al crecimiento sólido sería malo para la economía mundial. Un fracaso en ambos lugares sería desastroso – incluso si los principales países emergentes hubieran logrado un crecimiento auto-sostenible. Lamentablemente, a menos que prevalezcan las mentes sabias, este es el camino al cual el mundo se dirige.

Joseph Stiglitz fue Premio Nobel de Economía en 2001
Project Syndicate, julio 2011

 

P. Krugman: La Depresión Menor (o los riesgos inminentes de la austeridad neoliberal)…

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Paul Krugman · · · · ·
24/07/11
 

 

Esta es una época interesante, y lo digo en el peor sentido de la palabra. Ahora mismo, estamos viendo no una sino dos crisis inminentes, cada una de las cuales podría provocar un desastre mundial. En Estados Unidos, los fanáticos de derechas del Congreso pueden bloquear un necesario aumento del tope de la deuda, lo que posiblemente haría estragos en los mercados financieros mundiales. Mientras tanto, si el plan que acaban de pactar los jefes de Estado europeos no logra calmar los mercados, podríamos ver un efecto dominó por todo el sur de Europa, lo cual también haría estragos en los mercados financieros mundiales.

Solamente podemos esperar que los políticos congregados en Washington y Bruselas consigan esquivar estas amenazas. Pero hay una pega: aun cuando nos las arreglemos para evitar una catástrofe inmediata, los acuerdos que se están alcanzando a ambos lados del Atlántico van a empeorar la crisis económica casi con toda seguridad.

De hecho, los responsables políticos parecen decididos a perpetuar lo que he dado en llamar la Depresión Menor, el prolongado periodo de paro elevado que empezó con la Gran Recesión de 2007-2009 y que continúa hasta el día de hoy, más de dos años después de que la recesión supuestamente terminase.

Hablemos un momento sobre por qué nuestras economías están (todavía) tan deprimidas. La gran burbuja inmobiliaria de la década pasada, que fue un fenómeno tanto estadounidense como europeo, estuvo acompañada por un enorme aumento de la deuda familiar. Cuando la burbuja estalló, la construcción de viviendas cayó en picado, al igual que el gasto de los consumidores a medida que las familias cargadas de deudas hacían recortes.

Aun así, todo podría haber ido bien si otros importantes actores económicos hubiesen incrementado su gasto y llenado el hueco dejado por el desplome de la vivienda y el retroceso del consumo. Pero ninguno lo hizo. En concreto, las empresas que disponen de capital no ven motivos para invertir ese capital en un momento en el que la demanda de los consumidores es débil.

Los Gobiernos tampoco hicieron demasiado por ayudar. Algunos de ellos -los de los países más débiles de Europa y los Gobiernos estatales y locales de EE UU- se vieron de hecho obligados a recortar drásticamente el gasto ante la caída de los ingresos. Y los comedidos esfuerzos de los Gobiernos más fuertes -incluido, sí, el plan de estímulo de Obama- apenas bastaron, en el mejor de los casos, para compensar esta austeridad forzosa.

Así que tenemos unas economías deprimidas. ¿Qué proponen hacer al respecto los responsables políticos? Menos que nada. La desaparición del paro de la retórica política de la élite y su sustitución por el pánico al déficit han sido verdaderamente llamativas. No es una respuesta a la opinión pública. En un sondeo reciente de CBS News/The New York Times, el 53% de los ciudadanos mencionaba la economía y el empleo como los problemas más importantes a los que nos enfrentamos, mientras que solo el 7% mencionaba el déficit. Tampoco es una respuesta a la presión del mercado. Los tipos de interés de la deuda de EE UU siguen cerca de sus mínimos históricos.

Pero las conversaciones en Washington y Bruselas solo tratan sobre recortes del gasto (y puede que subidas de impuestos, es decir, revisiones). Esto es claramente cierto en el caso de las diversas propuestas que se están tanteando para resolver la crisis del tope de la deuda en Estados Unidos. Pero es igual de cierto en Europa.

El jueves, los «jefes de Estado y de Gobierno de la zona euro y las instituciones de la UE» -este trabalenguas da idea, por sí solo, de lo confuso que se ha vuelto el sistema de gobierno europeo- publicaban su gran declaración. No era tranquilizadora.

Para empezar, resulta difícil creer que la compleja y estrambótica ingeniería financiera que la declaración propone pueda resolver realmente la crisis griega, por no hablar de la crisis europea en general.

Pero, aunque así fuera, ¿qué pasará después? La declaración pide unas drásticas reducciones del déficit «en todos los países salvo en aquellos con un programa» que debe entrar en vigor «antes de 2013 como muy tarde». Dado que esos países «con un programa» se ven obligados a observar una estricta austeridad fiscal, esto equivale a un plan para que toda Europa reduzca drásticamente el gasto al mismo tiempo. Y no hay nada en los datos europeos que indique que el sector privado vaya a estar dispuesto a cargar con el muerto en menos de dos años.

Para aquellos que conocen la historia de la década de 1930, esto resulta demasiado familiar. Si alguna de las actuales negociaciones sobre la deuda fracasa, podríamos estar a punto de revivir 1931, el hundimiento bancario mundial que hizo grande la Gran Depresión. Pero si las negociaciones tienen éxito, estaremos listos para repetir el gran error de 1937: la vuelta prematura a la contracción fiscal que dio al traste con la recuperación económica y garantizó que la depresión se prolongase hasta que la II Guerra Mundial finalmente proporcionó el impulso que la economía necesitaba.

¿He mencionado que el Banco Central Europeo -aunque, afortunadamente, no la Reserva Federal- parece decidido a empeorar aún más las cosas subiendo los tipos de interés?

Hay una antigua cita, atribuida a distintas personas, que siempre me viene a la mente cuando observo la política pública: «No sabes, hijo mío, con qué poca sabiduría se gobierna el mundo». Ahora esa falta de sabiduría se pone plenamente de manifiesto, cuando las élites políticas de ambos lados del Atlántico malogran la respuesta al trauma económico haciendo caso omiso de las lecciones de la historia. Y la Depresión Menor continúa.

Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel 2008.
El País, 23 julio 2011

Wallerstein: el dilema político de Barack Obama…

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Immanuel Wallerstein
La Jornada
 
 
 

El presidente de Estados Unidos está considerado como la persona que en lo individual tiene más poder en el mundo moderno. Para su pesar, lo que Barack Obama está aprendiendo es que tiene todavía un enorme poder de hacer daño. Pero que virtualmente no cuenta con poder para hacer el bien. Pienso que se da cuenta de ello y no sabe qué hacer. El hecho es: hay muy poco que pueda hacer al respecto.

Tomemos su preocupación particular más grande en este momento, la segunda revuelta árabe. Él no la inició. Es obvio que le tomó por sorpresa cuando comenzó, como a casi todo mundo. Su respuesta inmediata fue pensar, correctamente, que implicaba graves peligros para el ya de por sí tambaleante orden geopolítico en la región. Estados Unidos buscó todas las maneras posibles de limitar el daño, mantener su propia posición y restaurar el orden. No se puede decir que Estados Unidos haya tenido mucho éxito. Todos los días y de todas las formas la situación se ha tornado más desordenada y ha quedado más allá del control de Estados Unidos.

Barack Obama es, por convicción y personalidad, el centrista por excelencia. Busca el diálogo y el arreglo entre los extremos. Actúa con la debida reflexión y toma las decisiones importantes con prudencia. Está a favor de un cambio ordenado, lento, que no amenace el sistema básico del cual él no sólo es una mera parte sino la figura central designada y el jugador individual más poderoso.

Hoy está constreñido desde todas partes para asumir su papel. No obstante continúa intentando jugarlo. Obviamente se dice a sí mismo, ¿qué más podría hacer? Lo que ocurre como resultado de lo anterior es que los otros jugadores (incluidos aquéllos que alguna vez fueron sus aliados subordinados) lo desafían abiertamente, y sin vergüenza, y al salirse con la suya le restan aún más su poder.

Netanyahu se dirige al Congreso estadunidense, que con entusiasmo aplaude interminablemente su peligroso sinsentido en aras de sus propios intereses, cual si fuera la rencarnación de George Washington. Esto fue una bofetada directa en la cara de Barack Obama, pese a que Obama, al hablar ante la American Israel Public Affairs Commitee, ya había retirado su tímido intento de proponer como base de una solución entre israelíes y palestinos el regreso a las fronteras de 1967.

El gobierno saudita ha dejado muy claro que hará todo lo que esté en su poder para defender los regímenes existentes en el mundo árabe y está enojado ante el hecho de que Obama conceda en ocasiones hablar en el lenguaje de derechos humanos. El gobierno de Pakistán le dice con mucha claridad a Obama que, si intenta ser rudo con ellos, cuentan con un amigo más firme en China. Los gobiernos ruso, chino y sudafricano le han dejado claro a Obama que si Estados Unidos intenta convocar la acción del Consejo de Seguridad en contra de Siria, no tendrá su apoyo y probablemente no pueda siquiera lograr la mayoría simple de votos: ecos del fracaso de Bush en 2003 con la segunda resolución en torno a Irak. En Afganistán, Karzai está llamando a la OTAN para que le ponga un alto a los ataques con los llamados vuelos no tripulados o drones. Y el Pentágono está sintiendo presión para salir de Afganistán sobre la base de que es demasiado costoso seguir ahí.

Si alguien pensara que la debilidad estadunidense es un asunto exclusivo de Medio Oriente, echemos un vistazo a Honduras. Estados Unidos respaldó virtualmente el golpe contra el ahora ex presidente Zelaya. Debido al golpe, Honduras fue suspendido de la Organización de Estados Americanos (OEA). Estados unidos ha luchado duro por hacer que se le restaure a Honduras una plena membresía en la OEA sobre la base de que el nuevo presidente fue elegido formalmente. Los gobiernos latinoamericanos resistieron esto porque a Zelaya no se le había permitido retornar pese a que se le retiraron todos los cargos falsos.

¿Qué ocurrió entonces? Colombia (supuestamente el mejor amigo de Estados Unidos en la región) y Venezuela (supuestamente la némesis de Estados Unidos en América Latina) se unieron y juntos arreglaron con el gobierno hondureño en el poder que Zelaya regresara con sus propias condiciones. La secretaria de Estado Clinton sonrió sombría ante este rechazo de facto de la diplomacia estadunidense.

Finalmente, Obama tiene problemas con el Congreso en relación con la guerra con Libia. De acuerdo a la ley de Poderes en Tiempo de Guerra, Obama podría comprometer tropas en Libia (sin el respaldo explícito del Congreso) sólo durante 60 días. Ya pasaron los 60 días y no ha habido acción por parte del Congreso. Continuar con la acción en Libia es claramente ilegal, pero Obama no ha logrado conseguir el respaldo. Sin embargo Obama continúa comprometido con las acciones en Libia. Y el involucramiento estadunidense podría crecer. Así que puede hacer el daño, pero no el bien.

Entretanto, Obama se concentra para la relección. Tiene buenas posibilidades de lograrla. Los republicanos se mueven más y más a la derecha, y políticamente no hay duda de que se están excediendo. Pero una vez que se reelija, el presidente de Estados Unidos tendrá menos poder que hoy. El mundo se mueve a paso rápido. En un mundo con tantas incertidumbres y actores impredecibles, la más peligrosa arma suelta resulta ser Estados Unidos.

Traducción: Ramón Vera Herrera

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2011/06/11/index.php?section=mundo&article=026a1mun

Written by Eduardo Aquevedo

14 junio, 2011 at 2:59

Osama ha muerto: ¿qué diferencia hace esto?, por I. Wallerstein

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Immanuel Wallerstein
La Jornada
 
 

Osama Bin Laden fue muerto en Abbottabad, Pakistán, el 2 de mayo de 2011, tiempo de Pakistán. Fue asesinado por fuerzas estadunidenses, conocidas como US Seals, en una operación especial ordenada por el presidente de Estados Unidos. El mundo entero sabe esto, y las reacciones a este acontecimiento han sido extremadamente diversas. ¿Pero ha cambiado algo, en algún lado, esta muerte? ¿Importa?

La primera pregunta que la mayoría de la gente se está haciendo es si esta muerte significa la disolución de Al Qaeda. Es claro desde hace algún tiempo que Al Qaeda no es hoy una sola organización sino una franquicia. Si Osama comandaba directamente algunos grupos, eran aquellos localizados en Pakistán y Afganistán. Hay lo que podrían parecer estructuras autónomas que se llaman a sí mismas Al Qaeda en otras partes del mundo, y notablemente en Irak, Yemen y el Magreb. Tales grupos han realizado un homenaje simbólico a Osama pero toman sus propias decisiones operacionales.

Además, el poder político y de combate actual de los varios grupos parece haber declinado desde hace algún tiempo. La razón más importante para esto no es el asesinato de los líderes de Al Qaeda por Estados Unidos u otros gobiernos sino la sensación entre la mayoría de las otras fuerzas islamitas de que podrían impulsar más sus metas mediante rutas más políticas. El asesinato de Osama puede inspirar algunos intentos inmediatos de Al Qaeda de vengarse, pero no es probable que esto frene mucho la creciente irrelevancia de Al Qaeda en el escenario mundial.

¿Acaso la muerte de Osama cambiará la situación en Pakistán o Afganistán? El gobierno de Pakistán ya se sentía inseguro desde antes de esto. Ahora se refunfuña en público tanto en Pakistán y Estados Unidos por lo que pudo haber sabido el gobierno paquistaní y cuándo lo supo. La línea oficial del gobierno paquistaní es que durante siete años no supo nada de que Osama estuviera situado en una villa aledaña a su principal academia militar. Y también alega que no supo nada previamente al ataque estadunidense y considera que fue una infracción ilegitima de la soberanía paquistaní.

Ninguno de estos argumentos es plausible. Por supuesto que sabía dónde vivía Osama, o por lo menos algunos funcionarios paquistaníes lo sabían. ¿Cómo podrían no haberlo sabido? Y por supuesto el gobierno estadunidense sabía que Pakistán sabía y no lo decía. Todo esto fue parte de la difícil y ambigua relación entre los dos aliados durante por lo menos los últimos 10 años. ¿Cambiará la muerte de Osama algo de esto? Lo dudo. La alianza continúa siendo mutuamente necesaria.

Y en cuanto a que si los paquistaníes fueron informados del ataque estadunidense que estaba por emprenderse, depende de cuáles paquistaníes hablamos. Es claro que Estados Unidos quería mantener el ataque en secreto para cualquiera que, en Pakistán, pudiera haber interferido o alertado a Osama. ¿Pero nadie sabía? Tenemos dos piezas de información contraria que han salido a la luz. The Guardian publicó un artículo después de la muerte de Osama donde se informó, sobre la base de conversaciones entre funcionarios estadunidenses y paquistaníes, de que el anterior presidente de Pakistán, Musharraf, hizo un acuerdo con el presidente George W. Bush en 2001, en el que Musharraf accedió por adelantado a algún ataque unilateral estadunidense sobre Osama donde quiera que lo localizaran, con la previsión de que los paquistaníes lo denunciaran públicamente después de sucedido. Musharraf ahora lo niega, ¿pero quién le cree?

Hay una pieza de evidencia todavía más persuasiva. Xinhua, la agencia oficial de noticias china, publicó un reportaje el mismo día de la muerte de Osama que, citando testigos presenciales, narraba que se cortó la luz durante la operación –de hecho dos horas antes de que ocurriera el ataque–, lo que únicamente pudo haberlo hecho alguna dependencia paquistaní que sabía que el ataque estaba por ocurrir. Los chinos tienen en Pakistán una inteligencia interna por lo menos tan buena como Estados Unidos. Así que parece probable que, mientras algunas agencias paquistaníes estuvieron a oscuras, otras se coordinaron con Estados Unidos.

En la punta estadunidense, algunos miembros del Congreso se agitan por el hecho de que los paquistaníes debieron saber que Osama vivía en Abbottabad y quieren por lo tanto cortar o reducir la asistencia financiera y militar a Pakistán. Pero es claro que esto va contra el mantenimiento de alguna influencia estadunidense en Pakistán, y es poco probable que se haga algún cambio real en las relaciones actuales.

Y en cuanto a Afganistán, es claro que, por algún tiempo, los talibanes han estado guardando su distancia de Al Qaeda y Osama, con el fin de perseguir su propio retorno al poder. La muerte de Osama tan sólo puede reforzar su posición dentro de Afganistán, y acelera el proceso por el cual Estados Unidos es empujado hacia fuera, algo que hará muy felices a los militares estadunidenses. Algunos en Estados Unidos dirán que esta victoria les permite hacer los arreglos políticos necesarios con los talibanes. Y algunos de los que se opusieron desde el principio a la intervención estadunidense dirán que esto prueba que no hay ya una amenaza plausible que justifique la continuada presencia estadunidense ahí. Que este escenario es posible puede verse en el grito angustioso que surge de los elementos no pashtunes en el norte de Afganistán de que no se saque conclusión alguna.

¿Acaso el asesinato de Osama hace por lo menos alguna diferencia en Estados Unidos? Bueno, sí hace diferencia. El presidente Obama asumió grandes riesgos políticos al conducir esta operación, especialmente por conducirla utilizando una fuerza Seals en lugar de bombardear la residencia. Si hubiera salido mal en alguna forma, esto lo habría hundido políticamente. Pero no salió mal. Y así se ha deshecho todos los argumentos republicanos de que es un líder débil, especialmente en asuntos militares. Esto sin duda lo ayudará en las elecciones venideras. Pero de nuevo los comentaristas han apuntado que esto lo ayudará tan sólo un poco. La economía sigue siendo el gran asunto interno de la política estadunidense. Y la relección de Obama y las perspectivas demócratas en las elecciones para el Congreso se verán afectadas sobre todo por asuntos de bolsillo en 2012.

Así, ¿qué diferencia hace la muerte de Osama? No demasiada.

Traducción: Ramón Vera Herrera

© Immanuel Wallerstein

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2011/05/21/index.php?section=opinion&article=024a1mun

Al Qaida reconoció la muerte de Bin Laden… e información sobre cómo se le ejecutó…

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10:13 › «SU SANGRE NO SE DERRAMARA EN VANO»

Al-Qaeda «confirma muerte de Bin Laden»

Redacción, BBC Mundo

 Viernes, 6 de mayo de 2011

Un sitio de internet especializado en monitorear páginas de extremistas islámicos informó que al-Qaeda confirmó la muerte de su máximo dirigente, Osama bin Laden, en una declaración aparecida en una página de internet que utiliza normalmente.

Comunicado en foro de internet yihadista
El comunicado aparece en foros de internet yihadistas.

Según esta información -que no puede ser confirmada de manera independiente- al-Qaeda se compromete a continuar sus ataques contra Occidente y afirma que la muerte de Osama bin Laden será «una maldición que perseguirá a los estadounidenses y sus agentes».

En la misma declaración, el movimiento extremista insta a Pakistán a «limpiar la afrenta» que Estados Unidos hizo al país al matar a Bin Laden en su territorio y promete divulgar en breve un mensaje de audio grabado por Bin Laden una semana antes de su muerte.

También dice que la sangre del líder no habrá sido derramada en vano y que al-Qaeda continuará atacando a EE.UU. y sus aliados.

El anuncio, con fecha del 3 de mayo, es la primera confirmación aparente por parte de al-Qaeda de que Osama bin Laden está muerto.

Como explica Gordon Corera, corresponsal de temas de seguridad de la BBC, la declaración podría servir para quitarle valor a las teorías de conspiración en algunas partes del mundo que sostienen que Osama bin Laden no está muerto y también le abriría el camino a la elección de un sucesor, que se anunciará oportunamente.

El sitio de monitoreo Site Intelligence indica que la declaración ha aparecido en varios sitios de internet similares.

«[La sangre de Osama Bin Laden en la sangre] será, con permiso de Alá, el Todopoderoso, una maldición que perseguirá a los estadounidenses y sus agentes, e irá tras ellos dentro y fuera de sus países», advierte el anuncio.

«Su felicidad se convertirá en tristeza, y su sangre se mezclará con las lágrimas. Hacemos un llamado a nuestro pueblo musulmán en Pakistán, en cuyas tierras el jeque Osama fue asesinado, a levantarse y a la rebelión», agrega.

Indignación

Muchos paquistaníes están indignados por lo que consideran una infracción por parte de EE.UU. de la soberanía de su país.

También son críticos del gobierno de Pakistán por haber permitido que se realizara la operación de comando, aunque las autoridades niegan haber sido informados del operativo.

Protesta en Peshawar
Este viernes en Pakistán hubo protestas por la incursión de EE.UU.

Varias manifestaciones se celebran en todo Pakistán este viernes en protesta por la incursión estadounidense.

Alrededor de mil personas se reunieron en el centro de Abbottabad después de las oraciones del viernes, informó la agencia de noticias AFP.

Prendieron fuego a neumáticos, bloquearon una carretera principal y gritaron «Abajo EE.UU.» y «EE.UU. terrorista».

El sentimiento antiestadounidense también parece ser alto en una protesta similar en la ciudad suroccidental de Quetta, la capital de la provincia de Baluchistán.

Osama Bin Laden era un héroe para muchos paquistaníes, que se niegan a aceptar la versión de EE.UU. de la forma en la que murió.

Al Qaida reconoció la muerte de Bin Laden

La organización islamita confirmó el asesinato de su líder a manos de una tropa estadounidense en Pakistán y advirtió que continuará sus ataques contra Washington y sus aliados. «Su alegría se tornará tristeza» y «su sangre se mezclará con sus lágrimas», avisó la red a través de un comunicado en el que, además, sostiene: «Si los norteamericanos pudieron matar a Osama, no hay que tener vergüenza (…), pero ¿acaso podrán con sus medios, sus agentes, sus equipos, sus militares, sus servicios de inteligencia y sus servicios matar la causa a la cual el jeque consagró su vida?».

«Viviste agradecido y moriste como un mártir», afirmó el escrito difundido en foros yihadistas de Internet a través del que, además, llamó al pueblo de Pakistán, «donde fue muerto el jeque Osama», a levantarse contra su gobierno, y agregó que pronto divulgará un mensaje de audio de Bin Laden grabado poco antes de su muerte.

«Su sangre no se derramará en vano», publicó la red en lo que es su primera declaración a cinco días del asesinato del líder terrorista. «El jeque combatiente (…) Abu Abdalá, Osama ben Mohamed bin Laden fue asesinado (…) por las balas de la traición y la apostasía», afirmó el comunicado firmado por el comando general de Al Qaida.

El texto está fechado el martes, dos días después de la muerte del fundador de esa organización, según un comunicado citado el viernes por el centro estadounidense de vigilancia de sitios islamistas SITE.

«Nosotros confirmamos que la sangre del jeque combatiente Osama bin Laden (…) no ha sido derramada en vano y que será una maldición para los estadounidenses y sus agentes que los perseguirá dentro y fuera de su país», amenaza el comando general de Al Qaida.

Por otra parte, la organización anunció en un comunicado publicado este viernes en varios sitios islamistas que «en breve» difundirá una grabación sonora de Osama bin Laden realizada una semana antes de su muerte.

Estados Unidos aseguró que un comando especial mató con dos tiros a Bin Laden en la mansión donde vivía escondido, en la ciudad de Abbottabad, unos 60 kilómetros al norte de Islamabad.

El presidente Barack Obama decidió no publicar fotos del cadáver de Bin Laden por temor a que tales imágenes pudieran desatar actos de violencia o represalia contra soldados y ciudadanos estadounidenses que viven en el exterior.

PAGINA/12

Obama: «Les hemos cortado la cabeza y al final los derrotaremos»

El presidente dijo que Estados Unidos decapitó a Al Qaida, y prometió derrotar a esa organización tras condecorar a las fuerzas especiales que llevaron a cabo el operativo que mató a Osama Bin Laden la noche del domingo.

«Les hemos cortado la cabeza y al final los derrotaremos», declaró Obama durante su encuentro con los efectivos especiales en la base de Fort Campbell (Kentucky), sede de la 101 división aerotransportada.

El mandatario condecoró a los soldados de grupo de Operaciones Especiales de la Marina (SEAL) con la Citación Presidencial de la Unión, la mayor distinción otorgada hasta ahora a este equipo. Obama aseguró que se trató «de una de las mejores operaciones de los servicios de inteligencia de la historia».

«Gracias a ustedes el enemigo no volverá a atacar. Nunca más vamos a ver amenazado a los Estados Unidos», arengó. «Por la capacidad increíble de individuos pertenecientes a las fuerzas militares, un líder terrorista que golpeó a nuestra nación el 11 de septiembre nunca volverá a atacarnos», aseguró.

Entre los militares, que recibieron a Obama con fuertes aplausos, se encontraba un grupo que regresó de Afgansitán. El presidente estadounidense agradeció a «todos los efectivos que ponen en peligro sus vidas en el frente». «Como comandante en jefe, mandar más gente a Afganistán fue una de las decisiones más difíciles», manifestó Obama. Y anunció que en los próximos meses «la seguridad pasará a manos afganas en una ordenada transición».

Así fue el operativo que culminó con la muerte de Osama Bin Laden

Redacción BBC Mundo

 Lunes, 2 de mayo de 2011
Imagen de TV  de complejo de Bin Laden
Se vieron llamas en el interior del lujoso complejo.

El operativo duró 40 minutos, pero el trabajo de inteligencia llevó años. Fue una operación tan secreta que sólo un selecto grupo de funcionarios estadounidenses sabía lo que iba a suceder.

El escenario: un recinto fortificado en los suburbios ricos de Islamabad, la capital de Pakistán. El objetivo: Osama bin Laden, el hombre más buscado a nivel internacional.

En la oscuridad de la noche, unos 20 soldados de élite de la Marina (los temidos Seals, militares de aire, mar y tierra) descendieron en helicópteros hacia la casa donde vivía Bin Laden con explosivos, armas y dispositivos de visión nocturna.

La misión, «de precisión quirúrgica», según fuentes estadounidenses, fue «la operación contra el terrorismo más importante de la historia de Estados Unidos».

Fuentes del Congreso indicaron que Bin Laden murió de un disparo en la cabeza mientras se resistía armado a su captura. El paradero de su cadáver aún es desconocido, aunque algunos medios estadounidenses citan a funcionarios que afirman que su cuerpo fue sepultado en el mar.

Fuentes oficiales paquistaníes le informaron a la BBC que, además de Bin Laden, otras cinco personas murieron en la operación. Se informa que entre ellas hay una mujer que fue usada como escudo humano y un hijo del líder. Se ha detenido también a cuatro sospechosos.

EE.UU. hasta el momento no está dando su propia cifra de víctimas, pero admite que uno de sus helicópteros sufrió un accidente durante la operación y fue luego destruido por los propios militares estadounidenses..

El complejo residencial de Bin Laden estaba cerca de la Academia Militar de Kakul, la instalación de entrenamiento militar más importante de ese país.

El mensajero

La operación secreta que culminó con la muerte del líder fue elaborada durante varios años. Desde hace tiempo se sospechaba que el máximo dirigente de al-Qaeda se ocultaba en Pakistán, pero la inteligencia estadounidense le había perdido el rastro hasta agosto pasado.

Todo comenzó con la búsqueda de un mensajero, tal vez un rótulo poco apropiado para un alto asesor de Bin Laden, uno de sus pocos hombres de confianza que el Pentágono pudo localizar gracias a testimonios de detenidos interrogados por EE.UU.

Bin Laden
El cuerpo de Bin Laden fue sepultado en el mar.

La CIA había estado a la búsqueda del mensajero, desde que ciertos detenidos bajo custodia estadounidense les dijeran a los interrogadores que el ayudante era de tanta confianza para Bin Laden que bien podría estar viviendo con él.

Hace cuatro años EE.UU. descubrió su identidad. En noviembre, los agentes llegaron a la conclusión de que vivía en este complejo residencial, valorado en más de un millón de dólares, en Abbottabad, a unos 100 kilómetros de Islamabad, capital del país.

La propiedad era tan segura, grande e imponente, que los funcionarios estadounidenses sospecharon que le servía de refugio a alguien mucho más importante que un simple mensajero.

Para abril se sabía con certeza que Bin Laden y su familia se ocultaban en ese lugar. Y después de meses de estudio de la inteligencia y de revisión de los planes operativos, Obama dio luz verde al operativo el viernes pasado, 29 de abril.

EE.UU. no compartió los datos de inteligencia sobre el paradero de Bin Laden con ningún otro país, ni siquiera con Pakistán, por cuestiones de seguridad, explicaron fuentes oficiales. Sin embargo Obama dijo que el gobierno paquistaní había colaborado en el operativo.

La casa

De acuerdo con testigos, ninguno de los locales era plenamente consciente de quién vivía allí.

Ubicado en un barrio de ricos, el complejo de tres pisos estaba rodeado de muros de hasta 5 metros coronados con alambre de púas. Dos puertas de seguridad custodiaban la única entrada al complejo.

A pesar de su valor, no tenía líneas telefónicas ni cables de internet. Los residentes quemaban la basura en los jardines en lugar de sacarla a la calle, como el resto de los vecinos.

Los funcionarios de inteligencia creían que complejo servía para proteger una figura importante. La pregunta era, ¿quién?

Este lunes, el ejército les dijo a los vecinos del complejo que apagaran las luces y no salieran. Al poco rato los residentes escucharon disparos y luego se vieron llamas dentro del edificio.

El gobierno local dice que el ejército no les informó acerca de esta operación y que ni a la policía o la administración civil local se le permitió acercarse al lugar del ataque.

Los periodistas locales señalan que vieron un nivel de movimiento militar y de actividad en el área nunca antes visto.

No es para menos. Casi diez años después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, el hombre que los planeó había caía abatido en ese lugar..

Written by Eduardo Aquevedo

6 mayo, 2011 at 22:25

Muerte de Osama Bin Laden: una ejecución (o asesinato) contra la ley internacional…

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TANTO LA TORTURA PARA SUSTRAER DATOS COMO LA EJECUCION DE OSAMA

El director de la CIA, Leon Panetta, reconoció que se usaron técnicas de interrogatorio como el submarino (asfixia) para obtener las pistas que condujeron a Bin Laden. Los expertos criticaron que no se capturara y juzgara al jefe terrorista.

Los métodos “submarino” y “privación de sueño” no se acabaron con Bush. La información que la CIA consiguió para ubicar a Bin Laden la obtuvo aplicando técnicas de tortura como el “submarino” (simulación de asfixia) a detenidos en cárceles secretas. El director de esa agencia de inteligencia, Leon Panetta –quien en febrero de 2009 decía que el submarino “es un error”–, por estas horas reconoció que sus hombres procedieron con tales “técnicas coercitivas” de interrogatorio para dar con el archienemigo de Estados Unidos.

El funcionario de la administración Obama dijo a la cadena de noticias NBC que las pistas que llevaron al refugio de Osama provinieron de “muchas fuentes de información”. Entre ellas, “técnicas de interrogación coercitivas que fueron empleadas contra algunos detenidos”, dijo Panetta.

Otros funcionarios, en lugar de justificar la tortura, insistieron en que los indicios para dar con Bin Laden fueron acumulándose con el tiempo y no en interrogatorios violentos a un detenido en particular. “No obtuvimos información específica en un momento particular que nos habría conducido a Abbottabad, son informaciones adquiridas con el correr de los años”, aseguró a la CNN John Brennan, principal consejero para la lucha antiterrorista en la Casa Blanca.

Sin embargo, desde el anuncio de la muerte del jefe terrorista en la madrugada del lunes, el propio gobierno norteamericano presentó los interrogatorios de dos detenidos “de gran importancia” como los elementos centrales de la operación. El mensajero a través del cual se llegó a Bin Laden habría sido un protegido del cerebro del 11 de septiembre, Jaled Sheij Mohamed, y un asistente de confianza de Abu Faraj al Libi, el número tres de Al Qaida capturado en 2005.

Michael Hayden, el ex director de la CIA bajo la presidencia Bush, estimó que la administración Obama utilizó informaciones obtenidas de ciertos detenidos de “gran importancia”, durante interrogatorios realizados en cárceles secretas de la CIA.

La administración de Bush hijo fue fuertemente criticada por el trato que les dio a prisioneros que daban con esa categoría, algunos de los cuales fueron torturados. Cuando Obama llegó a la Casa Blanca dijo que prohibía la tortura y clausuró las cárceles secretas de la CIA. Sin embargo, no pudo cumplir con la promesa de cerrar Guantánamo.

El director de la CIA, Panetta, también dijo que la orden del mandatario Obama exigía matar al líder de Al Qaida. “Eso estaba claro. Pero lo estaba como parte de las reglas de las operación, que si él ofrecía ser capturado entonces tendríamos la oportunidad de hacerlo.” Washington reveló que el jefe de la red terrorista estaba desarmado cuando fue muerto por las tropas especiales, pero insinuó que no pudo capturarlo vivo porque él y otros de su entorno, que sí estaban armados, se resistieron.

En este marco, juristas internacionales y ex gobernantes señalaron que Estados Unidos cometió una clara violación de la ley internacional con su “ejecución” sin juicio previo de Bin Laden, a pesar de que para el Premio Nobel de la Paz su país hizo “justicia”.

El ex jefe de gobierno de la Alemania Occidental Helmut Schmidt dijo a la televisión de su país que la operación fue “claramente una violación de la ley internacional”. También se mostró crítico el prestigioso abogado australiano de causas de derechos humanos, Geoffrey Robertson, quien estuvo a cargo de la investigación de la ONU de la guerra entre Hamas e Israel de 2009. “Eso no es justicia. Es una perversión del término. La justicia significa llevar a alguien ante la Corte, hallarlo culpable en base a evidencias y sentenciarlo”, dijo Robertson al canal de TV de la cadena pública Australian Broadcasting Corp.

El especialista en derecho internacional holandés Gert-Jan Knoops afirmó que Bin Laden debería haber sido detenido y extraditado a Estados Unidos. “Los estadounidenses dicen que están en guerra con el terrorismo y que pueden eliminar a sus oponentes en el campo de batalla”, dijo Knoops a medios locales. “Pero en un sentido estrictamente formal, este argumento no se sostiene”, agregó el experto.

La muerte de Bin Laden

Los soldados que mataron a Bin Laden apenas encontraron resistencia

Los 20 efectivos SEAL solo recibieron fuego al principio de la operación. La nueva versión asegura que Bin Laden tenía armas a su alcance

EL PAÍS 05/05/2011

La información sobre el ataque del grupo de élite militar estadounidense que acabó con la muerte de Osama Bin Laden evoluciona día tras día a medida que distintas fuentes van aportando nuevos detalles. Si el primer día se dio cuenta de un fiero tiroteo entre los secuaces del líder terrorista y los soldados SEAL estadounidenses, al siguiente ya se dijo que Bin Laden no iba armado y hoy, según publica el diario The New York Times, se trató de una operación en la que la abrumadora superioridad de los soldados de élite americanos no dio ninguna opción a los guardaespaldas de Bin Laden, del que se mantiene que estaba desarmado en el momento de su muerte, pero con el matiz de que tenía a mano un rifle de asalto.

 Según los nuevos detalles que hoy difunde The New York Times, citando a fuentes de la Administración, el asalto, aunque sangriento y caótico, como demuestran las tres imágenes de los tres muertos, fue «extremadamente inclinada hacia un lado», con una fuerza de más de 20 miembros del SEAL que despacharon rápidamente al puñado de hombres que protegían al terrorista más buscado del mundo. Según estas fuentes, los soldados americanos solo recibieron fuego enemigo al principio del asalto, cuando el mensajero de Bin Laden, Abu Ahmed Al Kuwaiti, abrió fuego desde detrás de la puerta de la casa de invitados adyacente a la casa principal, en la que se encontraba Bin Laden. Después de que los comandos abatiesen a Al Kuwaiti y a una mujer en la casa de invitados, no volvieron a ser disparados.

Ya en el segundo piso, los soldados encontraron a Bin Laden y le dispararon. Si en la primera versión se dijo que el líder de Al Qaeda «estuvo implicado en el tiroteo», ya ayer se supo que estaba desarmado, aunque el portavoz de la Casa Blanca, Jim Carney, destacó que el hecho de que Bin Laden estuviera desarmado no modifica la calificación de que ofreció resistencia, ya que «existen otros modos de resistencia que el de esgrimir un arma». En la última versión, pese a que se mantiene que estaba desarmado, se asegura que tenía a su alcance un rifle de asalto AK-47 y una pistola Makarov. Por ello los soldados le mataron.

Tras alcanzar la casa principal, vieron al hermano del correo de Bin Laden, y creyeron que estaba preparando un arma, así que le abatieron. Después, a medida que subían al piso superior, mataron al hermano de Bin Laden, Khalid, que arremetió contra los soldados. Al llegar al piso de arriba, entraron en una habitación y vieron a Bin Laden, que tenía al alcance de la mano un AK-47 y una pistola Makarov. Le dispararon y le mataron, además de herir a una mujer que se encontraba con él.

Ahí acabaron los disparos. Ahora, los soldados inspeccionaron la casa y encontraron mucha información y tuvieron tiempo de hacerse con ella: unas 100 memorias portátiles, DVDs, y discos informáticos así como 10 discos duros y cinco ordenadores. También había montones de documentos en papel.

El martes, un día después de la muerte del terrorista, Carney dio voz al relato del Pentágono, que hablaba de que los comandos se vieron «envueltos en un tiroteo a lo largo de toda la operación». En una intervención en la cadena pública PBS, Leon Panetta, director de la CIA,. Sostuvo el martes que «hubo algunos tiroteos mientras nuestros chicos estaban en camino hacia el primer piso del complejo». La última versión sostiene que sólo en el primer piso de la casa hubo tiros, y no muchos.

Según las fuentes consultadas por The new York Times, el relato del asalto ha ido cambiando porque se ha tenido tiempo de analizar los informes del equipo SEAL que realizó el ataque. Añaden que, dado que los comandos especiales fueron disparados apenas pusieron un pie en tierra desde los helicópteros, dieron por hecho que todos los habitantes de la casa estaban armados. «Estaban en un entorno hostil y amenazante en todo momento», ha declarado un funcionario sin identificar.

La muerte de Bin Laden
Obama convirtió en mártir a Bin Laden
Robert Fisk, La Jornada
Bin Laden recibió su merecido –el que a hierro mata tiende a morir de la misma forma–, pero ¿de veras recibió la justicia de la que habló el presidente Obama? Muchos árabes –y este tema lo recogió la prensa árabe, que habló de muerte pero no de ejecución– pensaban que debió ser capturado, llevado ante la corte internacional de La Haya y juzgado por sus crímenes.

Por supuesto, siempre habrá en Medio Oriente, y en especial en Afganistán y Pakistán, quienes crean que fue un valeroso mártir ignominiosamente asesinado por el brazo ejecutor del sionismo. Grupos islámicos en Líbano, Hamas en Gaza y muchos ulemas en el sureste de Asia ya se pronunciaron en ese sentido.

En realidad, sobra decirlo, era alguien que pertenecía al pasado. Sus promesas de derrocar a los tiranos árabes pro estadunidenses o no islámicos fueron cumplidas por los pueblos de Egipto y Túnez –y tal vez pronto por los libios y sirios–, no por Al Qaeda y su temible violencia.

El verdadero problema es que Occidente, con su constante prédica al mundo árabe de que la legalidad y la no violencia son la ruta hacia delante en Medio Oriente, ha dado una lección diferente a los pueblos de la región: que ejecutar a nuestros contrarios es perfectamente aceptable.

Se podría decir que, luego de segar miles de vidas inocentes en forma tan sanguinaria, Bin Laden podía esperar ser abatido, desarmado, en una presunta casa de seguridad. Los musulmanes concluirán que los estadunidenses adoptaron los mismos métodos de los israelíes contra sus enemigos palestinos. Asesinato selectivo, le llaman a disparar misiles o dejar caer bombas sobre sus contrarios, a menudo dando muerte a inocentes y culpables por igual, tal como hacen los estadunidenses en sus ataques de drones contra Al Qaeda y el talibán en Waziristán.

Pese al deseo de Washington de prevenir la creación de una capilla –lo cual condujo directamente al sepelio secreto de Bin Laden en el mar Arábigo–, como salafista y saudita, Bin Laden habría deseado tener una tumba anónima.

Él y sus partidarios creen que poner lápidas con el nombre en las tumbas es idolatría; de ahí el deseo saudita de enterrar a sus muertos sin marcar el lugar y más bien destruir las capillas antiguas que crear nuevas.

Pero al final, morir cuando estaba desarmado lo ha convertido en un mártir mucho más grande que si hubiera perecido en la balacera que en un principio Obama aseguró sin razón que había causado su deceso. De todos modos, el hombre que consideraba la creación de Al Qaeda como su logro personal vivió lo suficiente para darse cuenta de que había fracasado en todos sus objetivos.

Y yo, que lo conocí y tuve con él largas conversaciones, ahora me pregunto a veces si en realidad quería seguir viviendo.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

Osama Bin Laden: propaganda y opacidad…

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3 Mayo 2011

Editorial de La Jornada, de México

Un día después del anuncio de la muerte de Osama Bin Laden a manos de soldados estadunidenses -ocurrida el domingo, según el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en la ciudad paquistaní de Abbottabad-, el asesor de seguridad de la Casa Blanca, John Brennan, afirmó que, en cumplimiento de las prácticas y tradiciones musulmanas, los restos del presunto dirigente de Al Qaeda fueron arrojados al Mar Arábigo. Tal afirmación complementa la negativa de los funcionarios de seguridad e inteligencia de la administración Obama a informar sobre la existencia de pruebas que pudieran validar las afirmaciones del gobierno estadunidense sobre la muerte del presunto autor intelectual de los atentados del 11 de septiembre de 2001.

La información fragmentaria y a cuentagotas que se ha dado hasta ahora sobre el suceso, y la ausencia de fuentes independientes que permitan corroborar lo dicho por las autoridades del vecino país, hacen inevitable percibir el operativo de captura y muerte de Bin Laden no como un ejercicio de justicia ni como una acción de seguridad nacional y de combate al terrorismo -como afirmó el propio Barak Obama-, sino como un despliegue propagandístico cuya veracidad, para colmo, no puede confirmarse: a más de 24 horas de que Obama dio a conocer el asesinato del supuesto cabecilla de Al Qaeda, aún no hay datos que confirmen que éste haya sido muerto en el lugar y la hora en que sostienen las autoridades de Washington; más aun: ni siquiera hay pruebas fehacientes de que el hoy occiso haya estado vivo hasta ayer -el último mensaje que se le atribuyó fue registrado en enero pasado-, y ahora, por lo visto, tampoco hay manera de identificar que el cadáver corresponde, en efecto, a Bin Laden.

El manejo informativo de este hecho específico resulta tan criticable como el que se realiza en torno a su contexto: a casi 10 años de que George W. Bush emprendió la guerra contra el terrorismo y erigió a Al Qaeda como la principal amenaza a la seguridad de ese país y del mundo, no puede determinarse a ciencia cierta si esa organización se mantiene vigente y en operación, o si su existencia es un pretexto para mantener un estado de histeria y paranoia en la sociedad estadunidense -y en Occidente en general- y para justificar la permanencia militar de Washington en Medio Oriente y Asia central.

La opinión pública de la superpotencia se ve así en la disyuntiva entre desconfiar sistemáticamente de lo que informan sus autoridades o creer a pie juntillas en las versiones propaladas por la Casa Blanca y el Pentágono, en una circunstancia que convierte el derecho a la información en un acto de fe. Por lo que hace a los medios estadunidenses, parecen haber renunciado a consideraciones elementales del ejercicio periodístico, como la necesidad de corroborar la información presentada por las autoridades y buscar fuentes alternativas a las oficiales: en vez de ello, parecieran consagrados a reproducir los boletines que difunde su gobierno, como quedó de manifiesto con este episodio.

La situación resulta particularmente grave si se toma en cuenta el historial de mentiras y falacias que arrastran las autoridades de Estados Unidos: ello no sólo es constatable con los engaños empleados por George W. Bush para justificar la invasión a Iraq o con el ocultamiento por Washington de los crímenes de guerra cometidos en las cárceles de Guantánamo y Abu Ghraib, y en las redes de vuelos clandestinos de la CIA -por citar sólo dos de los ejemplos más ominosos-, sino también lo es al cotejar las promesas electorales del actual mandatario, que llegó al cargo con la bandera del cambio pero terminó por plegarse a la lógica belicista, colonialista y unilateral de su antecesor.

El manejo informativo discrecional y opaco que Washington ha realizado sobre éste y otros episodios, en conjunto con la postura acrítica y sumisa de la mayoría de los medios masivos estadunidenses hacia las versiones de la Casa Blanca y el Pentágono, cancelan de antemano toda certidumbre que pudiera tenerse sobre un asunto sin duda doloroso e importante para la sociedad de ese país y para la opinión pública internacional. A lo que puede verse, lo único sobre lo que una y otra pueden tener certeza es el enorme saldo de destrucción material y de vidas humanas provocado por los esfuerzos bélicos de Estados Unidos y sus aliados con el supuesto fin de vengar a las víctimas del 11 de septiembre de 2001.

Written by Eduardo Aquevedo

4 mayo, 2011 at 14:44

Facebook: una horrorosa herramienta para el espionaje estadounidense, según Assange

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El fundador de Wikileaks destaca la cantidad de datos que los internautas exponen en Google o Yahoo!

EL PAÍS – Barcelona – 03/05/2011

El fundador de Wikileaks, Julian Assange, considera que los internautas exponen una considerable cantidad de datos personales en redes como las de Yahoo! o Google que pueden ser utilizados por los servicios de espionaje. En una entrevista con Rusia Today, Assange apunta en especial a Facebook que considera «la máquina de espionaje más horrorosa jamás inventada». Para Assange, los miembros de Facebook mantienen una enorme base de datos que puede ser muy útil para los servicios de inteligencia de Estados Unidos. No se trata, precisa, de que Facebook sea dirigido por estas agencias de inteligencia si no que el mero hecho de albergar tanta información personal ya es un peligro.

Assange explica que los miembros de Facebook deben ser conscientes de que cuando agregan a un amigo están haciendo un trabajo gratis muy útil a las agencias de inteligencia de EE UU, «construyen una base de datos para ellos» . Assange considera que estas redes despliegan un interfaz que permite obtener datos a las agencias de espionaje estadounidenses sin necesidad de una citación judicial. Una prueba de que estas redes sociales son usadas por el espionaje es que en la revuelta de Egipto uno de los primeros mensajes que dieron sus líderes era no usar Facebook o Twiiter.

Con respecto a los cables filtrados por su organización, Assange explica que sólo han publicado secretos clasificados como confidenciales. «No tenemos ningún material clasificado top secret». «Las cosas realmente vergonzosas, las cosas realmente serias, no se hallan en los cables de nuestra colección. Siguen ahí fuera». Assange critica a los medios de comunicación ya que considera que hacen demasiado poco para prevenir las guerras o derrocar los gobiernos corruptos. «En mi opinion, los medios, en general, son tan malos que debemos preguntarnos si el mundo estaría mejor sin ellos».

Assange cita positivamente la colaboración de Wikileaks con medios como The Washington Post o EL PAÍS y, por el contrario, critica la gestión de la información sobre los cables filtrados a Wikileaks por parte de The Guardian o The New York Times. En la entrevista critica el sistema judicial sueco y subraya que un abogado que estuvo implicado en evitar la extradición de Pinochet cuando estaba en el Reino Unido ahora está detrás de su extradición a Suecia. (vídeo de la entrevista con traducción al castellano)

Written by Eduardo Aquevedo

3 mayo, 2011 at 15:50

Muerte de Osama Bin Laden: misterio con varias incógnitas…

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AUNQUE NADIE DUDA, WASHINGTON TODAVIA NO MOSTRO PRUEBAS

La Casa Blanca difundió detalles sobre la operación que culminó con la muerte de Bin Laden, pero todavía no mostró las pruebas que certifiquen sus afirmaciones. De todos modos, la muerte de Bin Laden fue aceptada en todo el mundo.

 Por Raúl Kollmann, Página/12

Al menos por ahora, son poco contundentes las evidencias de que en la operación de Abbottabad los comandos norteamericanos mataron a Osama bin Laden. Los especialistas consultados por este diario sostienen que Washington tendrá que mostrar pruebas más convincentes que las exhibidas hasta el momento. Las desconfianzas parten de una serie de preguntas que todavía siguen sin respuesta, y ayer se hablaba de la divulgación de un video de la operación. El asesor en seguridad y contraterrorismo de Barack Obama, John Brennan, dijo que no quieren dar demasiados datos ni mostrar demasiada evidencia para no frustrar futuras operaciones. También se hizo saber que la prueba de ADN dio positiva, aunque nada fue exhibido.

1 ¿Por qué Estados Unidos mató a Bin Laden en lugar de detenerlo?

Surgen varias explicaciones, pero ninguna se termina de dar. Por ejemplo, que se resistió y no hubo otro camino que matarlo. Sin embargo, los voceros del propio gobierno norteamericano son contradictorios. Durante la tarde se dijo que la operación fue para matarlo, no para detenerlo. El criterio llama la atención, en primer lugar desde el punto de vista humano: hubiera sido una señal al mundo si se lo apresaba y se realizaba un juicio con todas las garantías. Pero, además, marca una notoria diferencia con el caso de Saddam Hussein, encontrado en Irak, juzgado y ejecutado en la horca el 30 de diciembre de 2006. Brennan, en cambio, dijo a la noche que si se presentaba la chance de detenerlo se lo hubiera apresado. Esto entró en contradicción con otro dato difundido por la CNN: Bin Laden no disparó. Para redondear el cuadro, la cadena ABC sostuvo que el líder de Al Qaida usó a una mujer como escudo “y no se sabe si ella lo hizo en forma voluntaria”. Todo sorprende: el mayor prófugo del mundo no tenía preparada vía de escape.

2 ¿Cuál fue la razón por la que tiraron su cuerpo al mar?

De entrada, se dijo que se intentó entregar el cadáver a Arabia Saudita, país en el que Bin Laden nació. El régimen saudí no aceptó esa posibilidad –siempre según la versión norteamericana– y entonces “se lo sepultó en el mar, de acuerdo al rito islámico”. Toda la versión requiere de evidencias. El cuerpo de Bin Laden era la mejor prueba de que la Operación Jerónimo cumplió su objetivo. Anoche, los funcionarios de Estados Unidos afirmaron que tienen tres pruebas: un reconocimiento oral del cuerpo, un ADN y análisis facial, esta última es la técnica que se está imponiendo en el mundo después de las huellas digitales. Por ahora, no se vio nada de esto.

3 No quedó nadie vivo.

Por lo que se sabe al cierre de esta edición, en el complejo de Abbottabad estaba un hijo de Bin Laden, una mujer que sería una de sus esposas y dos hombres que funcionaban como correos, es decir que eran su comunicación con el mundo exterior. Todos fueron eliminados en la operación y ningún efectivo del comando de la marina sufrió ninguna herida. O sea que murieron todos los testigos posibles de lo ocurrido, del lado de Bin Laden, y sólo quedan testigos del lado norteamericano.

Desde hace varios años existe una razonable duda sobre si Osama está con vida o no. En los últimos siete años hubo sólo dos videos en los que se vio hablando al líder terrorista. Los demás mensajes fueron sólo audios, muy poco confiables. El video de octubre de 2004 nunca fue cuestionado en su autenticidad, de manera que se toma como la última prueba de vida. En septiembre de 2007 hubo un largo video, pero todas las partes en las que supuestamente hablaba de la actualidad aparecieron con la imagen congelada. Se trata de un video de dudosa validez.

Written by Eduardo Aquevedo

3 mayo, 2011 at 4:41

N. Chomsky: Libia y las crisis que se avecinan…

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Entrevista a Noam Chomsky

Stephen Shalom y Michael Albert, Znet

Traducción: S. Seguí

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1. ¿Cuáles son las razones que mueven a EE.UU. en las relaciones internacionales, en el sentido más amplio? Es decir, ¿cuáles son las razones dominantes y los temas que se pueden detectar casi siempre en las opciones de las políticas de EE.UU., en cualquier lugar del mundo? ¿Cuáles son las razones más concretas, aunque también dominantes, y los temas de las políticas de EE.UU. en Oriente Próximo y el mundo árabe? Y, por último, ¿cuáles cree usted que son los objetivos más inmediatos de la política de EE.UU. en la situación actual en Libia?

Una manera útil de abordar la cuestión es preguntarse cuáles NO son las razones de EE.UU. Podemos averiguarlas de diferentes maneras. Una de ellas es leer la literatura profesional sobre relaciones internacionales: con bastante frecuencia, su relato de la política es lo que la política no es, un tema interesante que no voy a desarrollar aquí.

Otro método, muy relevante en este caso, es escuchar a los líderes y comentaristas políticos. Supongamos que se dice que las razones de la acción militar han sido humanitarias. En sí misma, esta afirmación no contiene información: prácticamente todos los recursos a la fuerza se justifican en esos términos, incluso lo hacen los peores monstruos, que pueden, con total irrelevancia, llegar a convencerse de la verdad de lo que están diciendo. Hitler, por ejemplo, pudo creer que se estaba apoderando de partes de Checoslovaquia para poner fin a los conflictos étnicos y llevar a su pueblo los beneficios de una civilización avanzada, y pudo creer también que su invasión de Polonia iba a poner fin al “terror salvaje” de los polacos. Los fascistas japoneses que arrasaron China probablemente creían que estaban su desinteresada iniciativa iba a para crear un “paraíso terrenal” y proteger a la doliente población de los “bandidos chinos”. Incluso Obama puede haber creído lo que dijo en su discurso presidencial el 28 de marzo sobre las razones humanitarias para su intervención en Libia. Y otro tanto puede decirse de los comentaristas.

Se las puede someter, sin embargo, a una prueba muy simple, para determinar si las nobles intenciones pueden ser tomadas en serio: ¿llaman los autores a la intervención humanitaria y la “responsabilidad de proteger” a las víctimas de sus propios crímenes o a las de sus clientes? Tomemos, por ejemplo, a Obama: ¿convocó a una zona de exclusión aérea durante la asesina y destructora invasión israelí, respaldada por Estados Unidos, de Líbano, en 2006, sin ningún pretexto creíble? ¿Acaso, no explicó con orgullo durante su campaña presidencial que él había patrocinado una resolución del Senado de apoyo a la invasión, en la que se pedía el castigo de Irán y Siria por impedirla? Fin de la discusión. De hecho, prácticamente toda la literatura de la intervención humanitaria y el derecho a proteger, escrita o hablada, desaparece tras esta prueba sencilla y adecuada.

Por el contrario, de las razones REALES poco se habla, y uno tiene que escudriñar los archivos documentales e históricos para descubrirlas, sea el Estado que sea.

¿Cuáles son entonces las razones de EE.UU.? A un nivel muy general, la evidencia me parece que demuestra que no han cambiado mucho desde los estudios de planificación de alto nivel iniciados durante la Segunda Guerra Mundial. Los planificadores en tiempo de guerra daban por sentado que EE.UU. saldría de la guerra en una posición de dominio abrumador, e instaron al establecimiento de una Gran Zona en la que EE.UU. mantuviera un “poder incuestionable” con “supremacía militar y económica”, que garantizase al mismo tiempo la “limitación de cualquier ejercicio de la soberanía” por parte de otros Estados, que pudiera interferir con sus designios globales. La Gran Zona debía incluir el Hemisferio Occidental, el Lejano Oriente, el Imperio británico (que incluía las reservas de energía de Oriente Próximo) y la parte de Eurasia que fuera sea posible, al menos su centro industrial y comercial en el Oeste del continente europeo. Está muy claro, basándose en registros documentales que “el presidente Roosevelt tenía por objetivo la hegemonía de Estados Unidos en el mundo de la posguerra”, para citar la precisa valoración del respetable historiador británico Geoffrey Warner. Y, más importante, los minuciosos planes de tiempo de guerra se llevaron a la práctica poco después, como podemos leer en los documentos desclasificados de los años siguientes, y como podemos observar en la práctica. Las circunstancias han cambiado, por supuesto, y las tácticas se han ajustado en consecuencia, pero los principios básicos son bastante estables, hasta el presente.

Con respecto a Oriente Próximo –la “región de mayor importancia estratégica del mundo”, en palabras del presidente Eisenhower– la principal preocupación ha sido y sigue siendo sus incomparables reservas energéticas. El control de éstas daría el “control sustancial del mundo”, como vio muy pronto el influyente asesor liberal A.A. Berle. Estas preocupaciones suelen ocupar un lugar prominente en los asuntos relativos a esta región.

En Iraq, por ejemplo, cuando las dimensiones de la derrota de Estados Unidos. ya no podían ocultarse, la retórica fue desplazada por un honesto anuncio de los objetivos de la política. En noviembre de 2007, la Casa Blanca emitió una declaración de principios en la que insistía en que Iraq debía conceder a las fuerzas militares de EE.UU. el acceso por tiempo indefinido, y también en que se debía dar preferencia a los inversores estadounidenses. Dos meses más tarde, el presidente informó al Congreso que iba a pasar por alto cualquier legislación que pudiera limitar el estacionamiento permanente de las fuerzas armadas de EE.UU. en Iraq o “el control por parte de Estados Unidos de los recursos petrolíferos de Iraq”, exigencias que abandonó poco después ante la resistencia iraquí, al igual que tuvo que abandonar los objetivos anteriores.

Si bien el control del petróleo no es el único factor en la política de Oriente Próximo, ofrece en cambio algunas directrices bastante acertadas, antes como ahora. En un país rico en petróleo, a un dictador de confianza se le garantiza una libertad de acción casi total. En las últimas semanas, por ejemplo, no ha habido reacción alguna cuando la dictadura de Arabia Saudí utilizó la fuerza masiva para aplastar cualquier signo de protesta. Otro tanto en Kuwait, donde unas pequeñas manifestaciones fueron aplastadas al instante. Y en Bahrein, cuando las fuerzas armadas dirigidas por Arabia Saudí intervinieron para proteger al monarca de la minoría sunita de las demandas de reformas por parte de la población chií reprimida. Las fuerzas gubernamentales no solo desmantelaron el campamento de la Plaza de la Perla –la Plaza Tahrir de Bahrein– sino que llegaron a demoler la estatua de la Perla que es el símbolo de Bahrein y de la que se habían apropiado los manifestantes. Bahrein es un caso particularmente sensible, ya que alberga la Sexta Flota de EE.UU. la fuerza militar más poderosa, con mucho, de la región, y también porque el Este de Arabia Saudita, en la puerta de al lado, es también en gran parte chií y tiene las mayores reservas petroleras del reino. Por un curioso accidente de la geografía y la historia, la mayor concentración de hidrocarburos del mundo rodea la parte norte del Golfo, en regiones de mayoría chií. La posibilidad de una alianza tácita chií ha sido la pesadilla de los planificadores desde hace mucho tiempo.

En los estados que carecen de grandes reservas de hidrocarburos, las tácticas varían, aunque por lo general se ajustan siempre al mismo esquema estándar cuando uno de nuestros dictadores tiene problemas: apoyarlo el mayor tiempo posible y, cuando resulta imposible, hacer pública declaración de amor a la democracia y los derechos humanos, tratando a la vez de salvar la mayor parte del régimen que sea posible.

El escenario es aburridamente familiar: Marcos, Duvalier, Chun, Ceasescu, Mobutu, Suharto y muchos otros. Y hoy, Túnez y Egipto. Siria es un hueso duro de roer y no hay una alternativa clara a la dictadura que apoye los objetivos de EE.UU. Yemen es un cenagal en el que la intervención directa probablemente crearía problemas aún mayores a Washington. Así que ahí la violencia estatal sólo produce declaraciones piadosas.

Libia es un caso diferente. Libia es rica en petróleo, y aunque EE.UU. y el Reino Unido han proporcionado con frecuencia un apoyo notable a su cruel dictador, hasta ahora, éste no es de confianza. Preferirían un cliente más obediente. Además, el vasto territorio de Libia está poco explorado, y los especialistas de la industria petrolera creen que puede haber abundantes recursos petrolíferos sin explotar, que un gobierno más previsible podría abrir a la explotación occidental.

Cuando comenzó un levantamiento no violento, Gadafi lo aplastó violentamente y estalló una rebelión que liberó Bengazi, la segunda ciudad más grande del país, y parecía a punto de asediar la fortaleza de Gadafi en el Oeste. Sus fuerzas, sin embargo, cambiaron el curso del conflicto y llegaron a las puertas de Bengazi. Una masacre era probable, y como el asesor de Obama para Oriente Próximo, Dennis Ross, señaló “todo el mundo nos culparía por ello.” Eso sería inaceptable, al igual que una victoria militar que potenciase el poder y la independencia de Gadafi. Ante esta tesitura, EE.UU. se unió a las Naciones Unidas en la resolución 1973, que establece una zona de exclusión aérea a cargo de Francia, el Reino Unido, y EE.UU., en la que este país podría tener un papel secundario.

No se hizo ningún esfuerzo para limitar la acción a la creación de una zona de exclusión aérea o siquiera a mantenerse en el mandato más amplio de la resolución 1973.

El triunvirato interpretó inmediatamente la resolución como una autorización para su participación directa del lado de los rebeldes. Se impuso por la fuerza un alto el fuego a las fuerzas de Gadafi, pero no a los rebeldes. Por el contrario, se les dio apoyo militar a medida que avanzaban hacia el Oeste, y enseguida se hicieron con las principales fuentes de producción de petróleo de Libia, y estuvieron listos para seguir adelante.

El flagrante desprecio de la resolución 1973 de las Naciones Unidas pronto comenzó a causarle dificultades a la prensa, ya que era demasiado grave ignorarlo. En el New York Times, por ejemplo, Karim Fahim y David Kirkpatrick (el 29 de marzo) se preguntaban “cómo podrían justificar los aliados sus ataques aéreos contra las fuerzas del coronel Gadafi en torno a [su centro tribal de] Sirte si, como parece ser el caso, goza de amplio apoyo en la ciudad y no representa una amenaza para los civiles.” Otra dificultad técnica es que la resolución 1973 del Consejo de Seguridad exige un embargo de armas que se aplique a todo el territorio de Libia, lo que significa que cualquier aporte externo de armas a la oposición tendría que ser encubierto (pero, de otro modo, no problemático).

Hay quien argumenta que el petróleo no puede ser una razón, porque las compañías occidentales ya disfrutaban de acceso al botín bajo Gadafi. Este razonamiento ignora las preocupaciones de EE.UU. Lo mismo podría haberse dicho de Iraq bajo Saddam, o de Irán o Cuba durante muchos años, y aún hoy en día. Lo que Washington pretende es lo que Bush anunció: control o, por lo menos, clientes de confianza. Documentos internos estadounidenses y británicos subrayan que “el virus del nacionalismo” es su mayor temor, no sólo en el Oriente Próximo sino en todas partes. Regímenes nacionalistas que pudieran llevar a cabo ilegítimos ejercicios de soberanía, violando los principios de la Gran Zona. Y que pudieran tratar de dirigir los recursos a cubrir las necesidades populares, como Nasser amenazaba ocasionalmente con hacer.

Vale la pena señalar que las tres potencias imperialistas tradicionales –Francia, Reino Unido, EE.UU. – están casi aisladas en la realización de estas operaciones. Los dos principales estados de la región, Turquía y Egipto, probablemente podrían haber impuesto una zona de exclusión aérea, pero sólo ofrecen un tibio apoyo a la campaña militar del triunvirato. Las dictaduras del Golfo estarían felices de ver desaparecer al errático dictador libio, pero a pesar de estar sobrecargadas de hardware militar de último modelo (servido generosamente por EE.UU. y Reino Unido para reciclar los petrodólares y asegurar su obediencia), sólo se atreven a ofrecer una participación simbólica (Qatar.)

Si bien apoyan la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU (UNSC), los países africanos –aparte de Ruanda, aliado de EE.UU.– se oponen en general a la forma en que aquélla ha sido interpretada, a toda prisa, por el triunvirato, y en algunos casos esta oposición es muy firme. Para conocer las políticas de cada uno de los estados africanos véase el artículo del keniata Charles Onyango-Obbo (http://allafrica.com/stories/201103280142.html).

Más allá de la región hay poco apoyo. Al igual que Rusia y China, Brasil se abstuvo de en la votación de la ONU de la resolución 1973, instando en cambio a un completo alto el fuego y al diálogo. India también se abstuvo en la resolución, basándose en que las medidas propuestas pueden “agravar una situación ya difícil para el pueblo de Libia”, y también pidió medidas políticas y no el uso de la fuerza. Incluso Alemania se abstuvo. Italia también se mostró reacio, en parte quizá porque es muy dependiente de los contratos petroleros con Gadafi. Además, podemos recordar el genocidio que llevó a cabo Italia en el este de Libia, la zona ahora liberada, tras la primera Guerra Mundial, del que tal vez conserven algunos recuerdos .

2. ¿Puede alguien contrario a las intervenciones, que además cree en la autodeterminación de las naciones y las personas, apoyar una intervención ya sea realizada por la ONU o individualmente por algunos países?

Hay dos casos a considerar: (1) una intervención autorizada por la ONU, y (2), una intervención sin autorización de la ONU. A menos que creamos que los Estados son sagrados en la forma que se han establecido en el mundo moderno (por lo general mediante una violencia extrema), y que están dotados de derechos que anulan todas las consideraciones imaginables, entonces la respuesta es la misma en ambos casos: sí, al menos en principio . Y no veo motivo para discutir esta creencia, por lo que la voy a dejar de lado.

En lo que respecta al primer caso, la Carta (de las Naciones Unidas) y las resoluciones posteriores otorgan al Consejo de Seguridad una considerable latitud para la intervención, y ésta se ha llevado a cabo, por ejemplo, en el caso de África del Sur. Esto, por supuesto, no implica que todas las decisiones del Consejo de Seguridad deban tener la aprobación de “alguien contrario a las intervenciones, que además cree en la autodeterminación de las naciones y las personas”; otras consideraciones entran en juego en casos específicos, pero, una vez más, a menos que otorguemos a los Estados contemporáneos un estatus de entidades prácticamente sagradas, el principio es el mismo.

En cuanto al segundo caso –el que se plantea con respecto a la interpretación que hace el triunvirato de la resolución 1973, junto a otros muchos ejemplos– la respuesta es otra vez afirmativa, al menos en principio, a menos que tomemos el sistema estatal global como algo inviolable en la forma establecida en la Carta de las Naciones Unidas y otros tratados.

Siempre hay, por supuesto, una carga de la prueba muy pesada que es preciso soportar para justificar la intervención por la fuerza, o cualquier otro uso de la fuerza. La carga es especialmente alta en la segunda hipótesis, en casos de violación de la Carta, al menos para los Estados que profesan el respeto de la ley. Debemos tener en cuenta, sin embargo, que la potencia hegemónica mundial rechaza esta postura, y se autoexcluye de las Cartas de las Naciones Unidas y de la OEA, junto a otros tratados internacionales. Al aceptar la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia, cuando ésta se estableció (conforme a la iniciativa de EE.UU.) en 1946, Washington se excluyó de los cargos de violación de los tratados internacionales, y posteriormente ratificó el Convenio para la Prevención y la Represión del Genocidio, de 1948. con reservas similares. Todas ellas confirmadas por los tribunales internacionales, ya que su procedimientos requieren la aceptación de la jurisdicción. De manera más general, la práctica de EE.UU. es introducir reservas cruciales a los tratados internacionales que ratifica, eximiéndose en la práctica de los mismos.

¿Es soportable la carga de la prueba? No tiene mucho sentido discutir esto de manera abstracta, pero hay algunos casos reales que podrían ayudarnos. En el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, hay dos casos de recurso a la fuerza que, aunque no pueden considerarse como intervenciónes humanitarias, podrían ser legítimamente compatibles: la invasión por parte de India de Pakistán Oriental, en 1971, y la invasión vietnamita de Camboya, en diciembre de 1978; en ambos casos, para poner fin a atrocidades masivas. Estos ejemplos, sin embargo, no entran en el canon occidental de intervención humanitaria, ya que sufren de la falacia de la institución errónea: no los llevaron a cabo los occidentales. Es más, EE.UU. se opuso a ellos encarnizadamente, en el momento álgido de las atrocidades, y luego castigó severamente a los “malhechores” que terminaron con las matanzas de la actual Bangladesh y de la Camboya de Pol Pot. Vietnam no sólo fue duramente condenado, sino también castigado con una invasión china apoyada por Estados Unidos, y con el apoyo militar y diplomático británico-estadounidense a los jemeres rojos camboyanos en sus ataques desde sus bases de Tailandia.

Si bien la carga de la prueba se puede soportar en ambos casos, no es fácil pensar en otros. En el actual caso de intervención por el triunvirato de potencias imperiales que están violando en estos momentos la resolución 1973 de las Naciones Unidas de 1973, la carga es muy pesada, dado su horrible historial. Sin embargo, sería demasiado fuerte sostener que nunca se puede soportar, en principio. A menos, por supuesto, que consideramos los estados-nación en su forma actual como esencialmente sagrados. La prevención de una masacre probable en Bengazi no es poca cosa, con independencia de lo que uno piense sobre las razones.

3. ¿Puede una persona interesada en que los disidentes de un país no sean masacrados en su búsqueda de la autodeterminación, oponerse legítimamente a una intervención que tiene por objeto, sean cuales sean sus razones, evitar una masacre?

Aun aceptando, por pura hipótesis, que la intención es genuina, que cumple el criterio simple que he mencionado al principio, no veo cómo responder a este nivel de abstracción: depende de las circunstancias. Podríamos oponernos a la intervención podría oponerse, por ejemplo, si ésta es probable que conduzca a una masacre mucho peor. Supongamos, por ejemplo, que los líderes de EE.UU., real y honestamente, hubieran tenido la intención de evitar una masacre en Hungría en 1956 y hubieran bombardeado Moscú. O que el Kremlin, genuina y honestamente, hubiera tenido la intención de evitar una masacre en El Salvador, en la década de 1980, mediante el bombardeo de EE.UU. Teniendo en cuenta las consecuencias previsibles, todos estaríamos de acuerdo en que esas acciones –inconcebibles– podría ser legítimamente contestadas.

4. Muchos ven una analogía entre la intervención en Kosovo, de 1999, y la actual intervención en Libia. ¿Puede explicar las principales similitudes, en primer lugar, y también las principales diferencias, en segundo lugar?

De hecho, muchas personas perciben esta analogía, lo que es un homenaje al increíble poder de los sistemas de propaganda occidentales. Da la casualidad de que contamos con excelente documentación de los antecedentes de la intervención en Kosovo, que incluye dos detalladas recopilaciones del Departamento de Estado, extensos informes sobre el terreno de los observadores –occidentales– de la Misión de Verificación de Kosovo, fuentes de la OTAN y la ONU, una comisión de investigación británica y muchos más elementos. Los informes y estudios coinciden estrechamente en los hechos.

En resumen, podemos decir que no se había producido ningún cambio sustancial sobre el terreno en los meses previos al bombardeo. Tanto las fuerzas serbias como la guerrilla del ELK habían cometido atrocidades –las de esta última fuerza, de mayor gravedad, en ataques desde la vecina Albania– durante el período en cuestión, al menos de acuerdo a las más altas autoridades británicas (Gran Bretaña fue el miembro más agresivo de la alianza). Las grandes atrocidades en Kosovo no fueron la causa de los bombardeos de la OTAN sobre Serbia, sino su consecuencia, una consecuencia totalmente previsible. El comandante en jefe de la OTAN, el general estadounidense Wesley Clark, había informado a la Casa Blanca semanas antes de los bombardeos de que éstos provocarían una respuesta brutal por las fuerzas serbias sobre el terreno, y, al comienzo del bombardeo, dijo a la prensa que esta respuesta era “previsible”.

Los primeros refugiados kosovares registrados por la ONU se producen en fechas muy posteriores al comienzo de los bombardeos. Con una sola excepción, la acusación de Milosevic, durante los bombardeos, basada en gran medida en informes de inteligencia anglo-estadounidenses, se limitó a los crímenes cometidos después del bombardeo, y sabemos que no podía ser tomada en serio por los líderes de Estados Unidos y Reino Unido, que en ese mismo momento estaban apoyando activamente crímenes aún peores. Además, había buenas razones para creer que una solución diplomática estaba al alcance; en efecto, la resolución de la ONU impuesta después de 78 días de bombardeo fue más bien un compromiso entre la posición serbia y la de la OTAN al comienzo.

Todo esto, incluso estas impecables fuentes occidentales, lo trato con cierto detalle en mi libro A New Generation Draws the Line. Nuevas informaciones que corroboran todo ello han aparecido desde entonces. Por ejemplo, Diana Johnstone informa de una carta a la canciller alemana, Angela Merkel, el 26 de octubre de 2007, que le envía Dietmar Hartwig, ex jefe de la misión europea en Kosovo antes de que fuera retirado el 20 de marzo con el anuncio del bombardeo, que estaba en una posición muy buena para saber lo que estaba sucediendo. Éste escribe:

No hay un solo informe presentado en el período comprendido entre finales de noviembre de 1998 y la evacuación en vísperas de la guerra que mencione que los serbios hayan cometido delitos graves o sistemáticos contra los albaneses, ni tampoco ha habido un solo caso que se refiera a incidentes o delitos de genocidio o asimilables a éste. Por el contrario, en mis informes he registrado en repetidas ocasiones que, teniendo en cuenta los ataques del ELK cada vez más frecuentes contra el Gobierno serbio, se ha demostrado que la aplicación de la ley por parte de éste ha sido hecha con una notable moderación y disciplina. El objetivo claro y citado a menudo por el Gobierno serbio ha consistido en observar rigurosamente el acuerdo Milosevic-Holbrooke [de octubre de 1998] para no dar ninguna excusa a la comunidad internacional para intervenir. (…) Hubo enormes “diferencias de percepción” entre lo que las misiones en Kosovo han estado informando a sus respectivos gobiernos y capitales, y lo que éstos han filtrado posteriormente a los medios de comunicación y al público. Esta discrepancia sólo puede ser vista como un elemento de preparación a largo plazo para la guerra contra Yugoslavia. Hasta el momento en que abandoné Kosovo, nunca había ocurrido lo que los medios de comunicación y, todavía más, los políticos afirmaban sin cesar. En consecuencia, hasta el 20 de marzo 1999 no había ninguna razón para la intervención militar, lo que hace ilegítimas las medidas adoptadas posteriormente por la comunidad internacional. El comportamiento colectivo de los Estados miembros antes y después del estallido de la guerra da pie a serias preocupaciones, porque la verdad fue liquidada y la UE perdió fiabilidad.”

La historia no es física cuántica, y siempre hay un amplio margen para la duda. Pero es raro que las conclusiones tengan un respaldo tan firme como en este caso. De un modo muy revelador, es totalmente irrelevante. La doctrina que prevalece es que la OTAN intervino para detener la limpieza étnica, aunque los partidarios de los bombardeos que toleran al menos un guiño a los abundantes elementos fácticos califican su apoyo al decir que los bombardeos eran necesarios para detener las posibles atrocidades: debemos actuar aun produciendo atrocidades a gran escala para detener las que se podrían producir si no bombardeásemos. Y hay justificaciones aún más impactantes.

Las razones de esta práctica unanimidad y pasión son bastante claras. El bombardeo se produjo en una virtual orgía de autoglorificación y pavor por parte de las potencias, que podría haber impresionado a Kim il-Sung. Lo he analizado en otro lugar, y no deberíamos permitir que siga en el olvido este notable momento de la historia intelectual. Después de este espectáculo, el desenlace tenía que ser simplemente glorioso. La noble intervención en Kosovo proporcionó este desenlace, y esta ficción debe ser celosamente mantenida.

Volviendo a la pregunta, hay una analogía entre las representaciones autocomplacientes de Kosovo y Libia: ambas intervenciones están animadas por nobles intenciones, según la versión novelada. El inaceptable mundo real sugiere en cambio analogías bastante diferentes.

5. Del mismo modo, mucha gente ve una analogía entre la actual intervención en Iraq y la intervención en curso en Libia. En este caso, ¿puede explicar las similitudes y las diferencias?

No veo las analogías significativas aquí tampoco, excepto que dos de los Estados participantes son los mismos. En el caso de Iraq, las metas son las que al final acabaron por reconocer. En el caso de Libia, es probable que el objetivo sea similar, al menos en un aspecto: la esperanza de que un régimen cliente fiable apoye los objetivos occidentales y proporcione a los inversores occidentales un acceso privilegiado a la riqueza petrolera rica de Libia, que, como he señalado, puede ir mucho más allá de lo que se conoce actualmente.

6. ¿Qué espera usted, en las próximas semanas, que suceda en Libia y, en ese contexto, ¿cuáles cree usted que deberían ser los objetivos de un movimiento, en Estados Unidos, contra la intervención y la guerra con respecto a las políticas de EE.UU.?

Por supuesto, es incierto, pero las perspectivas probables –hoy, 29 de marzo– son o bien una partición de Libia en una región oriental, rica en petróleo y dependiente en gran medida de las potencias occidentales imperiales, y una región occidental pobre bajo el control de un tirano brutal de limitadas capacidades; o bien una victoria de las fuerzas respaldadas por Occidente. En cualquier caso, lo que el triunvirato presumiblemente espera es un régimen menos problemático y más dependiente en lugar del actual. El desenlace probable es el que se describe con bastante exactitud, creo que por el diario árabe con sede en Londres Al-Quds Al-Arabi, en su número del 28 de marzo. Si bien se reconoce la incertidumbre de la predicción, prevé que la intervención puede dejar en Libia “dos estados, uno para los rebeldes en el Este, rico en petróleo; y uno, pobre, en manos de Gadafi en el Oeste (…) Una vez asegurados los campos de petróleo, podemos encontrarnos ante a un nuevo emirato petrolero en Libia, un país escasamente habitado, protegido por Occidente y muy similar a los estados-emirato del Golfo Pérsico.” O bien, la rebelión apoyada por Occidente podría continuar hasta el final para eliminar al irritante dictador.

Los que se preocupan por la paz, la justicia, la libertad y la democracia debe tratar de encontrar maneras de prestar apoyo y asistencia a los libios que tratan de forjar su propio futuro, libre de las limitaciones impuestas por las potencias extranjeras. Podemos tener esperanzas sobre la dirección a seguir, pero el futuro debe estar en sus manos.

http://www.zcommunications.org/noam-chomsky-on-libya-and-the-unfolding-crises-by-noam-chomsky

REBELION.ORG

La gran maniobra de distracción libia…

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Immanuel Wallerstein
Znet

 

Traducido para Rebelión por Carlos Valladares

El conflicto libio de este último mes mirado en su totalidad -la guerra civil en Libia, la acción militar contra Gadafi liderada por los Estados Unidos- no tiene que ver con cuestiones humanitarias ni tampoco con el suministro mundial de petroleo en la actualidad. Lo que de hecho constituye es una gran maniobra de distracción -una distracción deliberada- que tiene como objetivo dejar en la penumbra la principal batalla política que se está llevando a cabo en el mundo árabe. Hay algo en lo que tanto Gadafi como los líderes occidentales, independientemente de sus puntos de vista políticos, están totalmente de acuerdo. Todos quieren ralentizar, canalizar, cooptar, limitar la segunda ola revolucionaria árabe y evitar que cambien las realidades políticas fundamentales del mundo árabe y su papel actual en el teatro geopolítico del sistema-mundo.

Para apreciar esto, se tiene que seguir la secuencia cronológica de los acontecimientos. Aunque los rumores políticos en los Estados árabes y los intentos por parte de diversas fuerzas externas de apoyar a unos u otros elementos dentro de ciertos Estados han sido una constante durante largo tiempo, el suicidio de Mohamed Bouazizi el 17 de diciembre de 2010 marcó el inicio de un proceso bien diferente.

Para mí este proceso es la continuación del espíritu de la revolución mundial de 1968. En 1968, al igual que en el mundo árabe durante estos últimos meses el grupo que ha tenido el valor y la voluntad para iniciar las protestas contra los poderes establecidos ha sido la gente joven. Les motivaban muchas cosas: la arbitrariedad, la crueldad, la corrupción de  los que están en el poder, su depauperada situación económica, y sobre todo la persecución de su derecho, moral y político, a ser los actores principales que determinen su propio destino cultural y político. Además han protestado contra la estructura general del sistema-mundo y el modo en que sus líderes se han plegado a las presiones exteriores de las grandes potencias.

Estos jóvenes no estaban organizados, al menos al principio. Y no siempre han sido completamente conscientes de su entorno político. Pero le han echado valor. Y, como en 1968, sus acciones se han contagiado. En muy poco tiempo han amenazado el orden establecido de casi todos los países árabes independientemente de criterios de política exterior. Cuando mostraron su fuerza en Egipto, el principal pais árabe aun, todo el mundo empezó a tomárselos en serio. Hay dos maneras de tomar estas revueltas en serio: Una es unirse a ellas y desde dentro tratar de controlarlas; y la otra es tomar las medidas que sean necesarias para aplastarlas. Se han intentado las dos.

Han habido tres grupos que se han unido a las revueltas, tal como subraya Samir Amin en su análisis sobre Egipto: la resucitada izquierda tradicional, los profesionales de clase media y los islamistas. La fuerza y el carácter de estos grupos han variado dependiendo del país. Amín considera a la izquierda y a la clase media profesional (en tanto que son nacionalistas y no neoliberales trasnacionales) como elementos positivos, y a los islamistas, los últimos en subirse al tren, como elementos negativos. Y después nos encontramos con el ejército, el bastión permanente del orden, que se unió a la revuelta en el último momento, precisamente para limitar sus efectos.

Así, cuando el levantamiento se inició en Libia, éste ha sido consecuencia directa del éxito de las revueltas en los dos países vecinos, Túnez y Egipto. Gaddafi es un líder particularmente despiadado y ha estado haciendo declaraciones terribles sobre lo que le iba a hacer a los traidores. Si muy pronto se han dejado oír con fuerza voces en Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos que propugnaban una intervención militar, no era porque Gaddafi fuese un anti-imperialista infiltrado. Ha vendido el petróleo libio a Occidente de buena gana y se jactaba de haber ayudado a Italia a contener la marea de la inmigración ilegal. Además ha posibilitado acuerdos lucrativos para las empresas occidentales.

En el campo de los partidarios de la intervención se podían ver dos tipos de actitudes: aquellos para quienes todas y cada una de las intervenciones militares de Occidente son irresistibles, y los que trataban el asunto como un caso de intervención humanitaria. Hubo una fuerte oposición a la intervención por parte del ejército estadounidense, que veía que la guerra en Libia era imposible de ganar además de suponer una enorme tensión militar para los Estados Unidos.  El último grupo parecía que estaba ganando, cuando de repente la resolución de la Liga Árabe cambió el equilibrio de fuerzas.

¿Cómo sucedió esto? El gobierno saudí se movió con decisión y eficacia para obtener una resolución favorable al establecimiento de una zona de exclusión aérea. Con el fin de obtener la unanimidad entre los estados árabes, los saudíes hicieron dos concesiones. La intervención se limitaría solamente al establecimiento de una zona de exclusión aérea y en una segunda resolución se acordó la  oposición unánime a la intervención de fuerzas terrestres occidentales.

¿Qué llevó a los saudíes a impulsar dichas resoluciones? ¿Alguien desde Estados Unidos telefoneó a alguien en Arabia Saudí para solicitar este movimiento? Creo que fue todo lo contrario. Fueron los saudíes los que trataron de influir en la posición estadounidense, en vez de al revés. Y funcionó. La balanza se inclinó.

Lo que querían, y obtuvieron, los saudíes, ha sido una maniobra maestra que distrajera la atención de aquello que los propios saudíes consideraban como algo prioritario, algo en lo que ya estaban trabajando – la represión de la revuelta árabe, en cuanto que esta afectando a Arabia Saudí en primer lugar, en segundo lugar a los países del golfo, y por último al mundo árabe en su conjunto.

Al igual que en 1968, este tipo de rebelión contra la autoridad crea extrañas divisiones en los países afectados, y crea alianzas inesperadas. Particularmente los llamamientos en pro de las intervenciones humanitarias provocan divisiones. El problema que tengo con las intervenciones humanitarias es que nunca estoy seguro de que sean humanitarias. Los defensores siempre señalan los casos en donde la  intervención no se produjo, como en Ruanda. Pero nunca toman en consideración las ocasiones en que sí se produjo. Sí, a corto plazo, se puede evitar lo que de otro modo sería una masacre. Pero a la larga, ¿es realmente efectiva? Para evitar matanzas inminentes de Saddam Hussein, Estados Unidos invadió Irak. ¿Se ha masacrado a menos gente en los diez años transcurridos desde la ocupación? Parece que no.

Los defensores de la intervención humanitaria parecen tener un criterio cuantitativo. Si un gobierno mata a diez manifestantes, esto es «normal» o en todo caso sólo es algo digno de una declaración de condena. Si se mata a 10.000, esto ya es criminal, y requiere de una intervención humanitaria. ¿Cuántas personas tienen que morir antes de que lo normal se convierte en criminal? ¿100, 1000?

Ahora las potencias occidentales se están lanzando a una guerra en Libia cuyo resultado es incierto. Es probable que se convierta en una ciénaga. ¿Ha tenido la intervención éxito en distraer al mundo de la revuelta árabe en curso? Tal vez. No lo sabemos todavía. ¿Va a tener éxito en derrocar a Gadafi? Tal vez. No lo sabemos todavía. Si Gadafi se va, ¿que pasará después? Incluso los portavoces estadounidenses están preocupados ante la posibilidad de sea sustituido bien por alguno de sus viejos camaradas de armas, por al-Qaida, o por ambos.

La acción militar de Estados Unidos en Libia es un error, incluso desde el estrecho punto de vista de los Estados Unidos, e incluso desde el punto de vista humanitario. No va a terminar pronto. El presidente Obama ha explicado sus acciones de una manera complicada y sutil. Lo que ha dicho en esencia es que si el presidente de los Estados Unidos, tras una evaluación minuciosa de la situación, considera que la intervención sirve a los intereses de los Estados Unidos y del mundo, puede y debe llevarla a cabo. No pongo en duda que sea una decisión dura para él. Pero eso no es suficiente. Es una decisión terrible y ominosa, y en última instancia, contraproducente.

Mientras tanto, la mejor esperanza para todos es que la segunda ola de revueltas en el mundo árabe recupere bríos -quizás ahora una posibilidad muy remota- y se lleve por delante en primer lugar a los saudíes.

Fuente: Immanuel Wallerstein’s ZSpace Page

Written by Eduardo Aquevedo

2 abril, 2011 at 23:22

Libia: antes de que sea demasiado tarde…

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Editorial de Il Manifesto
 
Traducción de Alma Allende y Gorka Larrabeiti
 

Escapemos a la trampa de la alternativa entre el tirano libio que debe salir de escena y los bombardeos “humanitarios” de la OTAN. Digamos claramente lo que está ocurriendo. La decisión del Consejo de Seguridad de la ONU, tomada con cinco abstenciones y diez votos a favor -bajo la presión de Francia e Inglaterra, de vuelta al Próximo Oriente, y también al final de los recalcitrantes EEUU- es una intervención militar. No debe haber dudas al respecto.
Aunque esté camuflada una vez más de intervención “humanitaria” para “proteger a los civiles” y aunque excluya, de momento, la ocupación por tierra. La zona de exclusión aérea, decidida sin ninguna relación con Trípoli, sólo puede ser impuesta mediante bombardeos. En estas ocasiones se prefiere hablar de “objetivos selectivos” y “operaciones quirúrgicas”. Con la posibilidad -es decir- de nuevas matanzas de civiles, como ocurrió en Iraq y en Afganistán y como vimos en los Balcanes. Tenemos infinitas pruebas de esta enorme mentira.


Rusia y Alemania, países que se abstuvieron en el Palacio de Cristal, expresaron precisamente esta preocupación, con la incorporación en el último momento de la necesidad, antes que nada, de una declaración de alto el fuego por las dos partes en conflicto. No es una casualidad que Alemania justifique ahora su rechazo a la zona de exclusión aérea por “los considerables riesgos y peligros” que comporta. Peligros y riesgos confirmados, por lo demás, por el hecho de que, apenas Trípoli ha aceptado el alto el fuego, se ha gritado “tongo”.

Pero tampoco debemos callar sobre la necesidad de que Gadafi salga realmente de escena. El y su régimen, que dura ya demasiado tiempo y que en cualquier caso se ha hecho pedazos, sus delirios de omnipotencia y sus graves responsabilidades en la degeneración de la crisis. Desde este punto de vista todo estaba aún en juego hasta hace diez días. Se había anticipado la posibilidad de un exilio, para Gadafi y su familia, con un salvoconducto hacia un país neutral. Pero se anunció también, a requerimiento de los EEUU -los cuales, sin embargo, no reconocen la Corte Penal de DDHH- su procesamiento ante este Tribunal por “crímenes de guerra” todavía sin probar. A pesar de la insistencia de Fohg Rasmussen, secretario general de la OTAN -que de víctimas civiles es un experto-, en denunciarlos. Crímenes que, junto a un exceso de propaganda, sin duda se han producido y deben ser castigados. Pero que, según el procurador de la Corte Penal Moreno Ocampo, conciernen “a las dos partes en armas”.

Así que la posibilidad de que Gadafi saliera de escena se ha acabado perdiendo. Ahora todo parece haber terminado en un callejón sin salida. Sin más opción que la de un baño de sangre, pues tal y como están las cosas, parece que el único objetivo que queda sea el ataque militar con bombardeos aéreos. Se olvida que algunos de los aparatos que están bombardeando y matando a civiles y rebeldes en Libia son los mismos jets franceses que vendió Sarkozy a Gadafi cortejándolo con insistencia para encajarle aviones terroríficos de entre los más caros del mundo.

Finalmente, ahí está la ambigüedad del gobierno italiano, que hasta hace diez días era un valeroso aliado de Gadafi, a quien le pedía que “contuviera” la inmigración del Magreb recluyendo en nuevos campos de concentración a los desesperados que huían de la miseria de África, y que ahora se candida como plataforma de lanzamiento para ataques aéreos y bloqueo naval militar. Y quizá no sea tan solo base, ya que el dannunziano ministro de Defensa, Ignazio La Russa, reivindica el “derecho” de bombardear también para los aviones italianos. Me pregunto si históricamente Italia tiene ganas de repetir, a sesenta años de lo sucedido cuando el colonialismo, un ataque militar a un país al que ya provocó 100.000 muertos, un octavo de la población libia [de entonces]. Me pregunto si nos vamos a asumir de verdad esta responsabilidad. Por la memoria histórica hay que decir no. Pero también por el presente.

Qué triste epílogo sería para las primaveras en el mundo árabe. La señal sería la de la sangre y la represón militar, como sucede en Yemen; como ha ocurrido en medio del silencio general durante estos días en Bahrein, donde los mismos países del Golfo que actúan ahora en la zona de exclusión aérea de Libia intervinieron militarmente en Manama para respaldar al “Gadafi” local.

En estas horas, y hasta el final, cabe también mediar por la paz. El camino es el alto el fuego, según parece deducirse a última hora incluso de las palabras del presidente Barack Obama, el cual se las debe ver ahora con otro conflicto armado que apesta a petróleo. Alto el fuego que ha de ir acompañado de una intervención de observadores ONU que se interponga y defienda las vidas humanas. De no ser así, sólo vuela de verdad la guerra.

http://abbonati.ilmanifesto.it/Quotidiano-archivio/19-Marzo-2011/art2.php3

I. Wallerstein: Libia y la (confusión de la) izquierda mundial…

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Revuelta en Magreb y medio oriente
 
Immanuel Wallerstein
Hay tanta hipocresía y tantos confusos análisis acerca de lo que está ocurriendo en Libia que apenas sabe uno por donde comenzar. El aspecto más pasado por alto en la situación es la profunda división de la izquierda mundial. Varios estados latinoamericanos de izquierda, siendo el más notable Venezuela, mantienen un apoyo pleno al coronel Kadafi. Pero los voceros de la izquierda mundial en Medio Oriente, Asia, África, Europa, y Norteamérica, decididamente no están de acuerdo.
 

El análisis de Hugo Chávez parece enfocarse primordialmente, en realidad en exclusiva, en el hecho de que Estados Unidos y Europa occidental hayan estado profiriendo amenazas y condenas al régimen de Kadafi. El coronel, Chávez y algunos otros insisten en que el mundo occidental pretende invadir Libia y robarse su petróleo. Todo ese análisis para nada ubica lo que ha estado ocurriendo y deja mal el juicio de Chávez –y de hecho su reputación con el resto de la izquierda mundial.

Primero que nada, durante los últimos 10 años y hasta hace algunas semanas, Kadafi no obtuvo sino buena prensa en el mundo occidental. Intentó probar por todos los medios posibles que no era un gobernante que respaldara al terrorismo y que su único deseo era integrarse plenamente a la corriente principal geopolítica y económica en el mundo. Libia y el mundo occidental han estado logrando un arreglo tras otro, todos con ganancias. Es difícil para mí ver a Kadafi como un héroe del movimiento mundial antimperialista, por lo menos en los últimos 10 años.

El segundo punto en que falla el análisis de Hugo Chávez es que en Libia no va a haber ningún involucramiento militar significativo del mundo occidental. Los pronunciamientos públicos han sido mera alharaca, diseñada para impresionar a la opinión local. No va a haber ninguna resolución del Consejo de Seguridad porque Rusia y China no van a aceptarla. No va a haber ninguna resolución de la OTAN porque Alemania y otros no aceptarán. Aun la postura militante de Sarkozy contra Kadafi se topa con resistencia dentro de Francia.

Y sobre todo, en Estados Unidos la oposición a una acción militar proviene del público, pero lo más importante es que proviene de los militares. El secretario de defensa, Robert Gates, y el presidente del Estado Mayor Conjunto, el almirante Mullen, han expresado de modo muy público su oposición a instituir una zona de vuelo restringido. De hecho, el secretario Gates fue más allá. El 25 de febrero se dirigió a los cadetes de West Point: En mi opinión, deberían examinarle la cabeza a cualquier futuro secretario de Defensa que vuelva a aconsejarle al presidente el envío de un gran ejército terrestre estadunidense a Asia, Medio Oriente o África.

Para subrayar este punto de vista de los militares, el general retirado Wesley Clark, anterior comandante de las fuerzas de la OTAN, escribió un editorial para el Washington Post el 11 de marzo, con el título Libia no califica para una acción militar estadunidense. Así que, pese al llamado de los halcones a que haya un involucramiento de Estados Unidos, el presidente Obama resistirá.

El punto entonces no es si va a ocurrir o no la intervención militar occidental. El punto son las consecuencias que tiene el intento de Kadafi de suprimir del modo más brutal posible toda la oposición de la segunda revuelta árabe. Libia está en un momento de confusión debido a los triunfantes levantamientos en Túnez y Egipto. Y si hay alguna conspiración, es esa entre Kadafi y Occidente para bajarle el ritmo, o aun suprimir, a la revuelta árabe. En la medida en que Kadafi logre hacerlo, estará enviando un mensaje a todos los otros déspotas amenazados de la región: el camino a seguir es la represión dura y no el otorgamiento de concesiones.

Esto es lo que ve la izquierda en el resto del mundo, aunque algunos gobiernos de izquierda en América Latina no lo vean. Como apunta Samir Amin en su análisis sobre el levantamiento egipcio, hay cuatro distintos componentes entre quienes protestan –los jóvenes, la izquierda radical, los demócratas de clase media y los islamitas. La izquierda radical está compuesta por los partidos de izquierda suprimidos y por los movimientos sindicalistas revitalizados. No hay duda de que hay una izquierda radical mucho más pequeña en Libia, y un ejército mucho más débil (a causa de la política deliberada de Kadafi). El resultado, por tanto, es muy incierto.

Reunidos los dirigentes de la Liga Árabe pueden condenar públicamente a Kadafi, pero muchos, tal vez la mayoría, pueden aplaudirlo en privado –y copiarlo.

Podría ser útil finalizar con dos piezas de testimonio procedentes de la izquierda mundial. Helena Sheeham, una activista marxista irlandesa, bien conocida en África por su trabajo de solidaridad con los movimientos más radicales, fue invitada por el régimen de Kadafi a dar un conferencia en la universidad y llegó cuando estallaba la revuelta. Las conferencias en la universidad se cancelaron y a fin de cuentas sus anfitriones simplemente la abandonaron, por lo que tuvo que buscar salir por sus propios medios. Escribió una bitácora diaria en la cual, el último día, el 8 de marzo, escribió: Cualquier ambivalencia acerca de ese régimen se fue, se fue, se fue. Es brutal, corrupto, engañoso, demencial.

Podemos ver también la declaración de Cosatu (Congress of South African Trade-Unions), la principal federación de sindicatos en Sudáfrica y vocera de la izquierda. Tras analizar los logros sociales del régimen libio, dijo: Sin embargo, Cosatu no acepta que estos logros sean de modo alguno una excusa para masacrar a aquellos que protestan contra la opresora dictadura del coronel Kadafi y reafirma su respaldo por la democracia y los derechos humanos en Libia y en todo el continente.

Mantengamos un ojo en el balón. La lucha clave en el mundo justo ahora es la segunda revuelta árabe. Será difícil obtener un resultado realmente radical en esta lucha. Kadafi es el principal obstáculo para la izquierda árabe, y para la izquierda mundial. Tal vez deberíamos recordar la máxima de Simone de Beauvoir: Querer ser libre implica querer que otros sean libres.

Traducción: Ramón Vera Herrera

© Immanuel Wallerstein

La Jornada, México

La “Operación Libia” y la Batalla por el Petróleo: Nuevo trazado del mapa de África

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Parte II

Michel Chossudovsky, Global Research

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Véase Parte I: Insurrección e intervención militar en Libia

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ISRAEL-PALESTINA2Las implicaciones geopolíticas y económicas de una intervención militar dirigida por EEUU y la OTAN contra Libia pueden alcanzar gran magnitud.

Libia es una de las mayores economías petroleras del mundo y cuenta aproximadamente con el 3,5% de las reservas mundiales de petróleo, más de dos veces las de EEUU.

La “Operación Libia” forma parte de una agenda militar más amplia para Oriente Medio y Asia Central, que consiste en obtener el control y la propiedad corporativa de más del 60% de las reservas mundiales de petróleo y gas natural, incluyendo las rutas de oleoductos y gasoductos.

“Los países musulmanes, entre los que se encuentran Arabia Saudí, Iraq, Irán, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Yemen, Libia, Egipto, Nigeria, Argelia, Kazajstán, Azerbaiyán, Malasia, Indonesia, Brunei, poseen entre el 66,2% y el 75,9% del total de las reservas de petróleo, dependiendo de la fuente y metodología de la estimación.” (Véase Michel Chossudovsky, The ‘Demonization’ of Muslims and the Battle for Oil”, Global Research, 4 enero 2007; en español, traducido por Felisa Sastre en:

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=45361)

Con 46.500 millones de barriles de reservas probadas (diez veces las de Egipto), Libia es la mayor economía petrolera en el continente africano, seguida por Nigeria y Argelia (Oil and Gas Journal). En contraste, las probadas reservas petroleras de EEUU son del orden de los 20.600 millones de barriles (diciembre 2008), según Energy Information Administration: “U.S. Crude Oil, Natural Gas, and Natural Gas Liquids Proved Reserves”.

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NOTA:

Las estimaciones más recientes sitúan las reservas de petróleo de Libia en los 60.000 millones de barriles y sus reservas de gas en los 1.500 millones de metros cúbicos. Su producción está entre los 1,3 y 1,7 millones de barriles por día, bastante por debajo de su capacidad productiva. Su objetivo a largo plazo son 3 millones de barriles por día y una producción de gas de 2.600 millones de pies cúbicos al día, según las cifras de la National Oil Corporation (NOC).

La encuesta estadística (alternativa) sobre la energía efectuada por BP (2008) situaba las reservas probadas de petróleo de Libia a finales de 2007 en los 41.464 millones de barriles, lo que representa el 3,34% de las reservas mundiales probadas (Mbendi: Oil and Gas in Libya – Overview”).

El petróleo es el “trofeo” de las guerras emprendidas por EEUU y la OTAN

Una invasión de Libia bajo un mandato humanitario beneficiaría a los mismos intereses corporativos que la invasión y ocupación de Iraq de 2003. El objetivo subyacente es tomar posesión de las reservas de petróleo de Libia, desestabilizar la National Oil Corporation (NOC) y, finalmente, privatizar la industria petrolera del país, es decir, transferir el control y propiedad de la riqueza petrolera de Libia a manos extranjeras.

La NOC ocupa el puesto 25 entre las Grandes Compañías Petroleras del Mundo. (“The Energy Intelligence ranks NOC among the world’s Top 100 Companies”, Lybiaonline.com).

La planeada invasión de Libia, que está ya en marcha forma parte de la más amplia “Batalla por el Petróleo”. Cerca del 80% de las reservas de petróleo de Libia se sitúan en la cuenca del Golfo de Sirte al este de Libia. (Véase mapa más abajo).

Libia es un Premio de Economía. “La guerra es buena para hacer negocios”. El petróleo es el trofeo de las guerras que EEUU y la OTAN emprenden.

Wall Street, los gigantes petroleros anglo-estadounidenses, los productores de armas de la UE y EEUU serían los beneficiarios tácitos de una campaña militar de EEUU y la OTAN contra Libia.

El petróleo libio es un filón para las grandes del petróleo anglo-estadounidenses. Aunque el valor del crudo en el mercado supera en la actualidad los 100 dólares el barril, el coste del petróleo libio es extremadamente bajo, hasta 1 dólar USA el barril (según una estimación). Como un experto del mercado del petróleo comentó de forma un tanto críptica:

    “Con el crudo a 110 dólares en el mercado mundial, una operación sencilla de matemáticas muestra que Libia tiene un margen de beneficio de 109 dólares.” (Libya Oil, Libya Oil One Country’s $109 Profit on $110 Oil”, EnergyandCapital.com, 12 marzo 2008).

Intereses petroleros extranjeros en Libia

Entre las compañías petroleras extranjeras que operaban en Libia antes de la insurrección bia figuran la TOTAL francesa, la ENI italiana, la China National Petroleum Corp (CNPC), British Petroleum, el consorcio petrolero español REPSOL, ExxonMobil, Chevron, Occidental Petroleum, Hess, Conoco Phillips.

Es importante señalar que China juega un papel central en la industria del petróleo libia. La China National Petroleum Corp (CNPC) tenía, hasta el momento de la repatriación tras los últimos acontecimientos, una fuerza laboral en Libia de 30.000 chinos. Contrasta con la British Petroleum (BP), que tenía tan sólo 40 trabajadores, que fueron también repatriados.

El 11% de las exportaciones petroleras libias va a parar a China. Aunque no hay cifras sobre el tamaño y la importancia de las actividades de exploración y producción de la CNPC, hay indicadores de que son considerables.

En términos generales, Washington considera que la presencia de China en el Norte de África constituye una intrusión. Desde una posición geopolítica, China supone una invasión. La campaña militar contra Libia es también un intento de excluir a China del Norte de África.

También es importante el papel de Italia. ENI, el consorcio petrolero italiano saca 244.000 barriles de gas y petróleo, lo que representa casi el 25% del total de las exportaciones libias. (Sky News: “Foreign oil firms halt Libyan operations”, 23 febrero 2011).

Entre las compañías estadounidenses en Libia, Chevron y la Occidental Petroleum (Oxy) decidieron hace apenas seis meses (octubre 2010) no renovar sus licencias de exploración de gas y petróleo en Libia. (“Why are Chevron and Oxy leaving Libya?” Voice of Russia, 6 octubre 2010). En contraste, en noviembre de 2010, la compañía petrolera alemana R.W. DIA E firmó un acuerdo de gran alcance con la NOC libia que implicaba compartir la producción y exploración (AfricaNews-Libya: “German oil firm signs prospecting deal).

Los intereses financieros, así como el “botín de guerra”, son extremadamente altos. La operación militar responde a un intento de desmantelar las instituciones financieras de Libia, así como de confiscar miles de millones de dólares de los activos financieros libios depositados en bancos occidentales.

Habría que subrayar que las capacidades militares de Libia, incluido su sistema de defensa aérea, son débiles.

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Concesiones petroleras libias

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El nuevo mapa de África

Libia tiene las mayores reservas de petróleo en África. El objetivo de la interferencia de EEUU y la OTAN es estratégico: consiste en un saqueo total, en el robo de la riqueza petrolífera de la nación bajo el disfraz de una intervención humanitaria.

Esta operación militar es un intento de establecer la hegemonía estadounidense en el Norte de África, una región históricamente dominada por Francia y, en menor medida, por Italia y España.

Con respecto a Túnez, Marruecos y Argelia, el diseño de Washington busca debilitar los lazos políticos de estos países con Francia y presionar para instalar nuevos regímenes políticos que tengan una estrecha relación con EEUU. Este debilitamiento de Francia es parte del diseño imperial estadounidense. Es un proceso histórico que se remonta a las guerras en Indochina.

Redistribución colonial de Africa (1913)

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La intervención de EEUU y la OTAN buscando la eventual formación de un régimen-títere de EEUU es también un intento de excluir a China de la región arrebatándole el puesto que ocupa la China National Petroleum Corp. Los gigantes del petróleo anglo-estadounidense, entre los que estaría la British Petroleum, que firmó un contrato de exploración en 2007 con el gobierno de Gadafi, están entre los potenciales “beneficiarios” de la operación militar diseñada por EEUU y la OTAN.

En un sentido más amplio, lo que está en juego es el diseño de un nuevo mapa de África, otro proceso de redistribución neocolonial, el desguace de las demarcaciones de la Conferencia de Berlín de 1884: la conquista de África por EEUU en alianza con Gran Bretaña en una operación dirigida por EEUU y la OTAN.

Libia: La puerta estratégica sahariana al África Central

Libia tiene fronteras con varios países que están dentro de la esfera de influencia de Francia, entre ellos Argelia, Túnez, Níger y el Chad.

El Chad es potencialmente una economía rica en petróleo, ExxonMobil y Chevron tienen intereses en el Sur del Chad, incluido un proyecto para un oleoducto. El Sur del Chad es una puerta hacia la región de Darfur en Sudán, que también tiene valor estratégico como consecuencia de su riqueza petrolera.

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Fuente www.hobotraveler.com

China tiene intereses petrolíferos tanto en Chad como en Sudán. La China National Petroleum Corp firmó un acuerdo de largo alcance con el gobierno del Chad en 2007.

Níger es también un punto estratégico para EEUU en vista de sus amplias reservas de uranio. En el momento actual, Francia domina la industria de uranio en Níger a través del conglomerado nuclear francés Areva, anteriormente conocido como Corema. China participa también de la industria de uranio de Níger.

En sentido más general, la frontera sur de Libia resulta de interés estratégico para EEUU en su búsqueda para extender su esfera de influencia en el África francófona, un inmenso territorio que se extiende desde el Norte de África hasta el Centro y Oeste del continente. Históricamente, esta región formó parte de los imperios coloniales de Francia y Bélgica, cuyas fronteras se establecieron en la Conferencia de Berlín de 1884.

EEUU jugó un papel pasivo en la Conferencia de Berlín de 1884. Este nuevo reparto del continente africano del siglo XXI, basado en el control del petróleo, del gas natural y de minerales estratégicos (cobalto, uranio, cromo, manganeso, platino y uranio) es en gran medida consecuencia de los intereses corporativos dominantes anglo-estadounidenses.

La interferencia estadounidense en el Norte de África redefine la geopolítica de toda una región. Socava los intereses de China y eclipsa la influencia de la Unión Europea.

Este nuevo trazado de África no sólo debilita el papel de las antiguas potencias coloniales (incluidas Francia e Italia) en el Norte de África, sino que también forma parte de un proceso más amplio de desplazamiento y debilitamiento de Francia (y Bélgica) sobre una gran parte del continente africano.

EEUU ha instalado en gran parte del continente africano una serie de regímenes-títere en países que históricamente estuvieron en la esfera de influencia de Francia (y Bélgica), incluyendo la República del Congo y Ruanda. Está previsto que varios países del Oeste de África (entre ellos Costa de Marfil) se conviertan en estados por poderes de EEUU.

La Unión Europea depende fuertemente del flujo del petróleo libio. El 85% de ese petróleo se vende a países europeos. En el caso de una guerra con Libia, el suministro de petróleo a Europa Occidental podría verse interrumpido, afectando en gran medida a Italia, Francia y Alemania. El 30% del petróleo de Italia y el 10% de su gas se importan de Libia. El gas libio discurre a través del gasoducto Greenstream que atraviesa el Mediterráneo.

Greenstream: el gasoducto que une Libia con Italia

Las implicaciones de esas potenciales interrupciones pueden ser de largo alcance. También repercutirán directamente en la relación entre Estados Unidos y la Unión Europea.

Comentarios finales

Los medios de comunicación dominantes, mediante una desinformación masiva, están siendo cómplices al justificar una agenda militar que, si llega a ponerse en marcha, tendría devastadoras consecuencias no sólo para el pueblo libio: los impactos sociales y económicos se dejarían sentir en el mundo entero.

Por el momento hay tres escenarios de guerra distintos en la amplia región que conforman Oriente Medio y Asia Central: Palestina, Afganistán e Iraq. En el caso de un ataque contra Libia, se abriría un cuarto escenario en el Norte de África, con riesgo de una escalada militar.

La opinión pública debe tener conocimiento de la agenda oculta tras esta supuesta intervención humanitaria, anunciada como “Guerra Justa” por los jefes de estado y los jefes de gobierno de países de la OTAN. La teoría de la Guerra Justa tanto en su versión clásica como contemporánea defiende la guerra como “operación humanitaria”. Llama a la intervención militar a partir de supuestos morales y éticos contra “estados canallas” y “terroristas islámicos”. La teoría de la Guerra Justa se utilizar para satanizar al régimen de Gadafi a la vez que proporciona un mandato humanitario a la intervención militar de EEUU y la OTAN.

Los jefes de estado y de gobierno de los países de la OTAN son los arquitectos de la guerra y destrucción en Iraq y Afganistán. A través de una lógica tremendamente tortuosa, se les aclama como las voces de la razón, como los representantes de la “comunidad internacional”.

Las realidades se trastocan. Unos criminales de guerra, indiscutibles guardianes de la teoría de la Guerra Justa, lanzan una intervención humanitaria desde sus altos puestos de poder.

Abu Ghraib, Guantánamo… Las víctimas civiles en Pakistán como consecuencia de los ataques con aviones no tripulados sobre pueblos y ciudades ordenados por el presidente Obama no son precisamente noticias que aparezcan en primera plana, ni tampoco los dos millones de civiles muertos en Iraq.

No existe eso de la “Guerra Justa”. Hay que comprender la historia del imperialismo estadounidense. El Informe del 2000 del Proyecto del New American Century (PNAC) se titulaba “Rebuilding America’s Defenses” y pedía la puesta en marcha de una guerra larga, una guerra de conquista. Uno de los principales componentes de esa agenda militar es el siguiente: “Combatir para ganar contundentemente en múltiples y simultáneos escenarios bélicos”.

La “Operación Libia” es parte de ese proceso. Es otro de los escenarios en la lógica del Pentágono de “escenarios de guerra simultáneos”.

El documento del PNAC refleja fielmente la evolución de la doctrina bélica estadounidense desde 2001. EEUU tiene planeado implicarse simultáneamente en varios escenarios bélicos en diferentes regiones del mundo.

Si bien proteger a EEUU sigue siendo un objetivo de la “Seguridad Nacional” de los EEUU, el informe del PNAC explica detalladamente por qué son necesarios todos esos escenarios múltiples de guerra. Y en el mismo no se menciona siquiera la justificación humanitaria.

¿Cuál es el objetivo de la hoja de ruta del ejército de EEUU?

Atacarán Libia porque es uno de los varios países que se mantiene fuera de la órbita de influencia de EEUU y que no se ha avenido a las demandas estadounidenses. Libia es un país que ha sido seleccionado para integrar una “hoja de ruta” bélica que consiste en “múltiples y simultáneos escenarios de guerra”. En palabras del ex Comandante en Jefe de la OTAN General Wesley Clark:

    “En noviembre de 2001, en el Pentágono, uno de los oficiales de alto rango del estado mayor del ejército tuvo tiempo para charlar. ‘Sí, todavía seguimos con los planes contra Iraq’, dijo. Pero había más. ‘Eso se discutió como parte de una campaña para cinco años’, dijo, y había ‘un total de siete países en la agenda: se empezaría con Iraq, después Siria, Líbano, Libia, Irán, Somalia y Sudán’…” (Wesley Clark, “Winning Modern Wars”, página 130).

Fuente: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=23605

Written by Eduardo Aquevedo

15 marzo, 2011 at 22:04

Las raíces de las revueltas árabes y lo prematuro de las celebraciones…

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James Petras

Rebelión

Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez

Introducción

PICSSOOLa mayor parte de las explicaciones de las revueltas árabes de Egipto, Túnez, Libia, Marruecos, Yemen, Jordania, Bahrein, Iraq y otros lugares se han centrado en las causas más inmediatas: dictaduras políticas, desempleo, represión y manifestantes heridos y muertos. Han prestado la máxima atención a los activistas de «clase media», jóvenes y con formación, a sus comunicaciones a través de internet (Los Angeles Times, 16 de febrero de 2011) y, en el caso de Israel y sus teóricos sionistas de la conspiración, a «la mano escondida» de los extremistas islámicos (Daily Alert, 25 de febrero de 2011).

Lo que se echa en falta es un intento de ofrecer un marco de la revuelta que contemple las estructuras socioeconómicas a gran escala y a medio y largo plazos, además de los «detonantes» inmediatos de la acción política. El alcance y la profundidad de los levantamientos populares, así como las diversas fuerzas políticas y sociales que han entrado en el conflicto, excluyen todas las explicaciones que se centren en una única dimensión de la lucha.

El mejor enfoque es el del «cuello de botella», según el cual, en el extremo más ancho (las estructuras a largo plazo y gran escala) se sitúa la naturaleza del sistema económico, político y de clases; el medio plazo se define por los efectos acumulativos y dinámicos de esas estructuras sobre los cambios de las relaciones políticas, sociales y económicas; las causas a corto plazo, que precipitan las reacciones socio-político-psicológicas, o la conciencia social que desemboca en acción política.

La naturaleza de las economías árabes

Con la excepción de Jordania, la mayoría de las economías árabes en donde se están produciendo las revueltas se basan en las «rentas» del petróleo, el gas, los minerales y el turismo, lo que aporta casi todos los beneficios por exportaciones y la mayor parte de los ingresos del Estado (Financial Times, 22 de febrero de 2011, p. 14). Efectivamente, estos sectores económicos son cotos exportadores que emplean a una proporción minúscula de la mano de obra y definen una economía de alta especialización (Informe anual del Banco Mundial, 2009). Estos sectores exportadores no están vinculados a una economía nacional productiva diversificada: el petróleo se exporta y las manufacturas y los servicios financieros y de alta tecnología son importaciones controladas por multinacionales extranjeras y expatriados vinculados a las clases gobernantes (Economic and Political Weekly, 12 de febrero de 2011, p. 11). El turismo refuerza los ingresos de arriendo o «rentistas» como el propio sector, que suministra «divisa extranjera» e ingresos fiscales a un Estado de clase-clan. Este último descansa en el capital extranjero subvencionado por el Estado y en un sector «inmobiliario» local y con relaciones políticas para importar mano de obra extranjera para la construcción.

Los ingresos por arriendos pueden generar mucha riqueza, sobre todo cuando el precio de la energía se dispara, pero los fondos se acumulan en una clase «rentista» que no tiene la menor vocación o intención de ahondar en un proceso de desarrollo económico e innovación que se generalice. Los rentistas se «especializan» en la especulación financiera, las inversiones en el extranjero a través de empresas de fondos de capital que no cotizan en bolsa, el consumo extravagante de artículos de lujo y el mantenimiento de cuentas privadas opacas de miles de millones de dólares y de euros en bancos del extranjero.

La economía rentista crea pocos puestos de trabajo en la actividad productiva moderna; el sector más lucrativo está controlado por miembros de la familia o el clan ampliado y por las empresas financieras extranjeras a través de expatriados; el empleo técnico y de peor calidad es asumido por mano de obra extranjera contratada, con unos niveles salariales y condiciones laborales que la mano de obra local cualificada está deseando aceptar.

Esa economía rentista acotada se traduce en una clase gobernante centrada en clanes que «confunde» la propiedad pública con la privada: lo que en realidad es el «Estado» son unos monarcas absolutistas y sus familias extensas en la cima y, en el medio, su séquito político cliente, tribal y dirigente y los tecnócratas.

Estas son «clases gobernantes cerradas». El acceso se reduce a miembros selectos del clan o la dinastía familiar y a un número reducido de individuos «emprendedores» que podrían acumular riqueza al servicio de la clase-clan dominante. El «núcleo más próximo» vive de los ingresos por arriendo, recibe pagos de sociedades inmobiliarias a las que no aporta ninguna cualificación más que la de emitir autorizaciones oficiales, concesiones de terrenos, licencias de importación y vacaciones fiscales.

Más allá del saqueo de las arcas públicas, la clase-clan dominante fomenta el «libre comercio», es decir, importar manufacturas baratas y socavar así el despegue de cualquier iniciativa autóctona de los sectores «productivos» manufacturero, agrícola o técnico.

En consecuencia, no hay ningún capitalista o «clase media» nacional emprendedora. Lo que hace las veces de clase media son en buena medida empleados del sector público (maestros, profesionales de la salud, funcionarios, bomberos, policías, militares) que dependen de un salario que, a su vez, depende de la sumisión al poder absolutista. No tienen ninguna posibilidad de ascender a escalones más altos o de crear oportunidades económicas para sus proles con formación.

La concentración de poder económico, social y político en un sistema cerrado y controlado de clase-clan desemboca en una inmensa concentración de riqueza. Dada la distancia social entre gobernantes y gobernados, la riqueza generada por el precio de los artículos de lujo ofrece una imagen tremendamente distorsionada de la «riqueza» per cápita; añadir a los millonarios y multimillonarios a la cima de una masa de jóvenes mal pagados y subempleados arroja una renta media engañosamente alta (Washington Blog, 24 de febrero de 2011).

El gobierno rentista: por las armas y las dádivas

Para compensar estas grandes diferencias sociales y preservar la posición de la clase gobernante rentista y parásita, esta última busca establecer alianzas con empresas de armamento multimillonarias y protección militar de la potencia imperial dominante (EE UU). Los gobernantes se entregan a la «neocolonización con invitación» y ofrecen terrenos para bases militares y aeropuertos, puertos para operaciones navales, connivencia para financiar a mercenarios por poderes contra adversarios antiimperialistas y sumisión a la hegemonía sionista en la región (a pesar de que formulen de vez en cuando alguna crítica intrascendente).

A medio plazo, el gobierno por la fuerza se complementa con dádivas a los pobres de las zonas rurales y los clanes tribales; con subsidios de alimentos para los pobres urbanos; y con empleo sin futuro y deficitario para los desempleados con formación (Financial Times, 25 de febrero de 2011, p. 1). Tanto la carísima adquisición de armas como los subsidiospaternalistas reflejan la ausencia de toda capacidad para realizar inversiones productivas. Se gastan miles de millones de dólares en armas en lugar de en diversificar la economía. Se gastan cientos de millones de dólares en obsequios paternalistas de una sola dosis, en lugar de en inversiones a largo plazo que generen empleo productivo.

El «pegamento» que mantiene unido este sistema es la combinación de saqueo moderno de la riqueza pública y los recursos energéticos naturales y la tradicional utilización de reclutas neocoloniales y de clanes y de contratistas mercenarios para controlar y reprimir a la población. El armamento estadounidense moderno está al servicio de una monarquías absolutistas y dictaduras anacrónicas basadas en los principios del gobierno dinástico del siglo XVIII.

La introducción y extensión de sistemas de comunicaciones de vanguardia y de centros comerciales de arquitectura ultramoderna alimentan a un estrato de consumidores de artículos de lujo de élite y dejan ver un contraste muy marcado con la inmensa mayoría de jóvenes con educación y sin empleo, excluidos de la cima y presionados desde abajo por los trabajadores contratados extranjeros mal pagados.

Desestabilización neoliberal

Los clanes-clases rentistas reciben presiones de las instituciones económicas internacionales y los banqueros locales para que «reformen» sus economías: «abrir» el mercado nacional y las empresas públicas a los inversores extranjeros y reducir los déficit derivados de la crisis global introduciendo reformas neoliberales (Economic and Political Weekly, 12 de febrero de 2011, p. 11).

Como consecuencia de las «reformas económicas», se han recortado o suprimido los subsidios alimentarios para los más pobres y se ha reducido el empleo público, lo que cierra una de las pocas puertas existentes para los jóvenes con formación. Los impuestos a los consumidores y trabajadores asalariados aumentan, al tiempo que se aplican exenciones fiscales a los promotores inmobiliarios, los especuladores financieros y los importadores. La desregulación ha exacerbado una corrupción ya galopante, no solo entre la clase-clan gobernante rentista, sino también en su entorno empresarial inmediato.

Los «lazos» paternalistas que unen a la clase media y baja con la clase gobernante han quedado erosionados por las «reformas» neoliberales inducidas desde el exterior, que combinan laexplotación exterior «moderna» con las formas «tradicionales» de saqueo privado nacional. Los regímenes de clan-clase ya no pueden confiar en las lealtades de clan, tribales, clericales o clientelistas para aislar a los sindicatos urbanos, los estudiantes, las pequeñas empresas y los movimientos de un sector público mal remunerado.

La Calle contra Palacio

Las «causas inmediatas» de las revueltas árabes giran en torno a las inmensas contradicciones demográficas y de clase de la economía rentista gobernada por el clan-clase. La oligarquía dominante gobierna a una gran masa de desempleados o trabajadores jóvenes subempleados; este último grupo lo forma entre el 50 y el 65 por ciento de la población menor de veinticinco años (Washington Blog, 24 de febrero de 2011). La economía rentista «moderna» y dinámica no incorpora a los jóvenes recién formados al empleo moderno, sino que los relega a la «economía informal», sin protección social y mal pagada de la calle como vendedores, transportistas o autónomos subcontratados y encargados de servicios personales. Los sectoresultramodernos del petróleo, el gas, inmobiliario, de turismo y centros comerciales dependen del apoyo político y militar de dirigentes retrógrados tradicionales, clericales, tribales o de clan, subvencionados pero nunca «incorporados» a la esfera de la producción moderna. La clase trabajadora industrial urbana moderna con pequeños sindicatos independientes está proscrita. Las asociaciones civiles de clase media están, o bien bajo el control del Estado, o bien restringidas a tener que formular solicitudes continuas al Estado absolutista.

El «subdesarrollo» de las organizaciones sociales, relacionado con la dedicación de las clases sociales a la actividad productiva moderna, supone que el eje de la acción social y política sea la calle. En esta sociedad de plazas, quioscos, calles y esquinas, y en los mercados, se ve deambular por, entre y en el entorno de los centros de poder administrativo absolutista a jóvenes desempleados y subempleados a tiempo parcial e implicados en el sector informal. Las masas urbanas no ocupan posiciones estratégicas en el sistema económico, pero están disponibles para unas movilizaciones capaces de paralizar las calles y plazas por las que se transportan los bienes y servicios y en las que se obtienen beneficios. Es igualmente importante que los movimientos de masas desatados por los jóvenes desempleados ofrecen a los profesionales oprimidos, los empleados del sector público, los pequeños empresarios y los autónomos una oportunidad de entregarse a las protestas sin verse sometidos a represalias en sus centros de trabajo… lo que disipa el «factor miedo» de perder el empleo.

La confrontación política y social gira en torno a los polos opuestos: las oligarquías clientelistas y las masas desclasadas (el panarabismo). La primera depende directamente del Estado (el aparato militar/policial) y la última de organizaciones presenciales improvisadas, locales, informales y amorfas. La excepción es la minoría de universitarios que se movilizan a través de internet. Los sindicatos industriales organizados ingresan en la lucha tarde y en buena medida se concentran en demandas económicas sectoriales, con algunas excepciones (sobre todo en las empresas públicas, controladas por amigotes de los oligarcas, donde los trabajadores exigen cambios en la dirección).

Como consecuencia de las particularidades sociales de los Estados rentistas, los levantamientos no adoptan la forma de luchas de clase entre asalariados y capitalistas industriales. Afloran como revueltas políticas masivas contra el Estado oligarca. Los movimientos sociales callejeros manifiestan su capacidad de deslegitimar la autoridad del Estado, paralizar la economía y pueden desembocar en el derrocamiento de los autócratas que gobiernan. Lo propio de los movimientos de masas callejeros es ocupar las calles con relativa facilidad, pero también dispersarse cuando los símbolos de la opresión han sido desalojados. Los movimientos callejeros carecen de la organización y el liderazgo para proyectar, y menos aún imponer, un nuevo orden político o social. Su poder reside en la capacidad de presionar a las élites e instituciones existentes, no de sustituir al Estado y la economía. De ahí la asombrosa facilidad con la que el ejército egipcio respaldado por EE UU, Israel y la UE ha logrado tomar el poder y proteger al Estado rentista en su conjunto y a la estructura económica al tiempo que mantenía sus lazos con sus mentores imperiales.

La convergencia de condiciones y el «efecto demostración»

La propagación de las revueltas árabes por el Norte de África, Oriente Próximo y los Estados del Golfo Pérsico es, en primera instancia, un producto de condiciones históricas y sociales similares: los Estados rentistas gobernados por oligarquías familiares y de clan, dependientes del «arriendo» de exportaciones petroleras y energéticas de capital intensivo, que confinan a la inmensa mayoría de la juventud en actividades económicas «callejeras» informales y marginales.

El «poder del ejemplo» o el «efecto demostración» solo se puede entender reconociendo idénticas condiciones sociopolíticas en cada país. El poder de la calle (los movimientos urbanos de masas) presupone que la calle es el locus económico de los actores principales y que se debe conquistar las plazas por que son el espacio donde ejercer el poder político y proyectar las demandas sociales. No cabe duda de que los éxitos parciales de Egipto y Túnez hicieron detonar los movimientos en otros lugares. Pero solo lo hicieron en países con idéntico legado histórico, con las mismas polaridades sociales entre gobernantes rentistas de clan y trabajadores callejeros marginales y, especialmente, donde los gobernantes estaban profundamente integrados en redes económicas y militares imperiales a las que estaban subordinados.

Conclusión

Los gobernantes rentistas rigen a través de sus lazos con el ejército y las instituciones económicas estadounidenses y de la UE. Modernizan sus prósperos cotos y marginan a los jóvenes recién formados, que quedan confinados en empleos mal remunerados, sobre todo en el endeble sector informal y callejero de las principales ciudades. Las privatizaciones neoliberales, la reducción de los subsidios públicos (de alimentos, de desempleo, de aceite para cocinar, gas, transporte, salud y educación) ha hecho añicos los lazos paternalistas mediante los cuales los gobernantes aplacaban el descontento de los jóvenes y los pobres, así como de las élites clericales y los jefes tribales. La confluencia de clases y masas, modernas y tradicionales, ha sido consecuencia directa de un proceso de neoliberalización impuesto desde arriba y de exclusión, desde abajo. La promesa de los «reformadores» neoliberales de que el «mercado» sustituiría con empleos bien remunerados la pérdida de subsidios estatales paternalistas era falsa. Las políticas neoliberales han reforzado la concentración de riqueza al tiempo que han debilitado el control de las masas por parte del Estado.

La crisis económica capitalista mundial ha llevado a Europa y Estados Unidos a endurecer los controles de inmigración, con lo que han eliminado una de las válvulas de escape de estos regímenes: la fuga masiva de jóvenes sin empleo y con formación que buscaban trabajo en el extranjero. Emigrar al extranjero había dejado de ser una opción; las alternativas se reducían a luchar o sufrir. Los estudios demuestran que quienes emigran suelen ser los más ambiciosos, los mejor formados (de su clase social) y los capaces de asumir mayores riesgos. Ahora, recluidos en sus países de origen, con pocas ilusiones de encontrar oportunidades en el exterior, se ven obligados a luchar por la movilidad individual en su país mediante la acción social y política colectiva.

Entre la juventud política es igualmente importante el hecho de que a EE UU, como garante de los regímenes rentistas, se la considere una potencia imperial en declive: cuestionada económicamente en el conjunto de la economía mundial por China, teniendo que hacer frente a una derrota como potencia colonial ocupante en Iraq y Afganistán, y humillada como criada sumiso y mendaz de una Israel cada vez más desautorizada por la acción de sus agentes sionistas en el régimen de Obama y el Congreso estadounidense. Todos estos elementos de la decadencia y descrédito imperial estadounidenses animan a los movimientos en favor de la democracia a avanzar contra los clientes estadounidenses y reducen su temor a una intervención militar estadounidense que abriera un tercer frente de batalla. Los movimientos de masas ven en sus oligarquías a unos regímenes «en tres niveles»: unos Estados rentistas bajo la hegemonía estadounidense que, a su vez, está sometida a la tutela israelí-sionista. Cuando 130 países de la Asamblea General de Naciones Unidas y la totalidad del Consejo de Seguridad, a excepción de EE UU, condenan la expansión colonial, y cuando Líbano, Egipto, Túnez y los regímenes venideros de Yemen y Bahrein prometen instaurar políticas exteriores democráticas, los movimientos de masas descubren que todo el armamento moderno y los 680.000 soldados de Israel no sirven de nada en medio del aislamiento diplomático absoluto, la pérdida de clientes regionales rentistas y el descrédito manifiesto de unos gobernantes militaristas grandilocuentes y sus agentes sionistas en los cuerpos diplomáticos estadounidenses (Financial Times, 24 de febrero de 2011, p. 7).

Las propias estructuras socioeconómicas y las condiciones políticas que hicieron detonar los movimientos de masas en favor de la democracia, los jóvenes desempleados y subempleados organizados desde «la calle», plantean ahora el reto más relevante: ¿puede la masa amorfa y diversa convertirse en una fuerza social y política organizada capaz de tomar el poder del Estado, democratizar el régimen y, al mismo tiempo, crear una nueva economía productiva que ofrezca el empleo estable y bien pagado del que hasta la fecha carecía la economía rentista? El resultado político hasta el momento es incierto: los demócratas y los socialistas compiten con fuerzas clericales, monárquicas y neoliberales financiadas por Estados Unidos.

Es prematuro celebrar una revolución democrática popular…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Cinco causas de la insurrección árabe…

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Ignacio Ramonet, Le Monde diplomatique

israel-palest--004Cuáles son las causas del vendaval de libertad que, de Marruecos a Bahréin, pasando por Túnez, Libia y Egipto, sopla sobre el mundo árabe? ¿Por qué motivos estas simultáneas ansias de democracia se expresan precisamente ahora?

A estas dos preguntas, las respuestas son de diversa índole: histórica, política, económica, climática y social.

1. Histórica. Desde el final de la Primera Guerra Mundial y la implosion del Imperio otomano, el interés de las potencias occidentales por el mundo árabe (Oriente Próximo y África del Norte) ha tenido dos principales incentivos: controlar los hidrocarburos y garantizar un hogar nacional judío. Después de la Segunda Guerra Mundial y del traumatismo universal del Holocausto, la creación del Estado de Israel, en 1948, tuvo como contrapartida la llegada al poder, en varios Estados árabes liberados del colonialismo, de fuerzas antisionistas (opuestas a la existencia de Israel): de tipo “militar nacionalista” en Egipto y Yemen, o de carácter “socialista árabe” en Irak, Siria, Libia y Argelia.

Tres guerras perdidas contra Israel (en 1956, 1967 y 1973) condujeron a Egipto y a Jordania a firmar tratados de paz con el Estado judío y a alinearse con Estados Unidos que ya controlaba –en el marco de la Guerra Fría– todas las petromonarquías de la península Arábiga así como el Líbano, Túnez y Marruecos. De este modo, Washington y sus aliados occidentales mantenían sus dos objetivos prioritarios: el control del petróleo y la seguridad de Israel. A cambio, protegían la permanencia de feroces tiranos (Hasán II, el general Mubarak, el general Ben Alí, los reyes saudíes Faisal, Fahd y Abdalá, etc.) y sacrificaban cualquier aspiración democrática de las sociedades.

2. Política. En los Estados del pretendido “socialismo árabe” (Irak, Siria, Libia y Argelia), bajo los cómodos pretextos de la “lucha antiimperialista” y de la “caza de comunistas”, también se establecieron dictaduras de partido único, gobernadas con mano de hierro por déspotas de antología (Sadam Hussein, Al Assad padre e hijo, y Muamar al Gadafi, el más demencial de ellos). Dictaduras que garantizaban, por lo demás, el aprovisionamiento en hidrocarburos de las potencias occidentales y que no amenazaban realmente a Israel (cuando Irak pareció hacerlo fue destruido). De ese modo, sobre los ciudadanos árabes, cayó una losa de silencio y de terror.

Las olas de democratización se sucedían en el resto del mundo. Desaparecieron, en los años 1970, las dictaduras en Portugal, España y Grecia. En 1983, en Turquía. Tras la caída del muro del Berlín, en 1989, se derrumbó la Unión Soviética así como el “socialismo real” de Europa del Este. En América Latina cayeron las dictaduras militares en los años 1990. Mientras tanto, a escasos kilómetros de la Unión Europea, con la complicidad de las potencias occidentales (entre ellas España), el mundo árabe seguía en estado de glaciación autocrática.

Al no permitirse ninguna forma de expresión crítica, la protesta se localizó en el único lugar de reunión no prohibido: la mezquita. Y en torno al único libro no censurable: el Corán. Así se fueron fortaleciendo los islamismos. El más reaccionario fue difundido por Arabia Saudí con el decidido apoyo de Washington que veía en él un argumento para mantener a los pueblos árabes en la “sumisión” (significado de la palabra ‘islam’). Pero también surgió, sobre todo después de la “revolución islámica” de 1979 en Irán, el islamismo político que halló en los versos del Corán argumentos para reclamar justicia social y denunciar la corrupción, el nepotismo y la tiranía.

De ahí nacieron varias ramas más radicales, dispuestas a conquistar el poder por la violencia y la “Guerra Santa”. Así se engendró Al Qaeda…

Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, las potencias occidentales, con la complicidad de las “dictaduras amigas”, añadieron un nuevo motivo para mantener bajo férreo control a las sociedades árabes: el miedo al islamismo. En vez de entender que éste era la consecuencia de la carencia de libertad y de la ausencia de justicia social, agregaron más injusticia, más despotismo, más represión…

3. Económica. Varios Estados árabes padecieron las repercusiones de la crisis global iniciada en 2008. Muchos trabajadores de estos países, emigrados en Europa, perdieron su trabajo. El volumen de las remesas de dinero enviadas a sus familias disminuyó. La industria turística se marchitó. Los precios de los hidrocarburos (en aumento estas últimas semanas a causa de la insurrección popular en Libia) se depreciaron. Simultáneamente, el Fondo Monetario Internacional (FMI) impuso, a Túnez, Egipto y Libia, programas de privatización de los servicios públicos, reducciones drásticas de los presupuestos del Estado, disminución del número de funcionarios… Unos severos planes de ajuste que empeoraron, si cabe, la vida de los pobres y sobre todo amenazaron con socavar la situación de las clases medias urbanas (las que tienen precisamente acceso al ordenador, al móvil y a las redes sociales) arrojándolas a la pobreza.

4. Climática. En este contexto, ya de por sí explosivo, se produjo, el verano pasado, un desastre ecológico en una región alejada del mundo árabe. Pero el planeta es uno. Durante semanas, Rusia, uno de los principales exportadores de cereales del mundo, conoció la peor ola de calor y de incendios de su historia. Un tercio de su cosecha de trigo fue destruida. Moscú suspendió la exportación de cereales (que sirven también para nutrir al ganado) cuyos precios inmediatamente subieron un 45%. Ese aumento repercutió en los alimentos: pan, carne, leche, pollo… Provocando, a partir de diciembre de 2010, el mayor incremento de precios alimentarios desde 1990. En el mundo árabe, una de las principales regiones importadoras de esos productos, las protestas contra la carestía de la vida se multiplicaron…

5. Social. Añádase a lo precedente: una población muy joven y unos monumentales niveles de paro. Una imposibilidad de emigrar porque Europa ha blindado sus fronteras y establecido descaradamente acuerdos para que las autocracias árabes se encarguen del trabajo sucio de contener a los emigrantes clandestinos. Un acaparamiento de los mejores puestos por las camarillas de las dictaduras más arcaicas del planeta…

Faltaba una chispa para encender la pradera. Hubo dos. Ambas en Tunez. Primero, el 17 de diciembre, la auto-immolación por fuego de Mohamed Buazizi, un vendedor ambulante de fruta, como signo de condena de la tiranía. Y segundo, repercutidas por los teléfonos móviles, las redes sociales (Facebook, Twitter), el correo electrónico y el canal Al-Yazeera, las revelaciones de WikiLeaks sobre la realidad concreta del desvergonzado sistema mafioso establecido por el clan Ben Alí-Trabelsí.

El papel de las redes sociales ha resultado fundamental. Han permitido franquear el muro del miedo: saber de antemano que decenas de miles de personas van a manifestarse un día D y a una hora H es una garantía de que uno no protestará aislado exponiéndose en solitario a la represión del sistema. El éxito tunecino de esta estrategia del enjambre iba a convulsionar a todo el mundo árabe.

Fuente: http://www.monde-diplomatique.es/?url=editorial/0000856412872168186811102294251000/editorial/?articulo=8ca803e0-5eba-4c95-908f-64a36ee042fd

La CIA y los medios de información occidentales…

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Un Imperio de mentiras

Jonathan Cook, Global Research

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

imagesPICASSO12La semana pasada el Guardian, principal periódico liberal de Gran Bretaña, publicó un informe exclusivo sobre las tardías confesiones de un exiliado iraquí, Rafeed al-Janabi, con el nombre de código “Curveball” utilizado por la CIA. Hace ocho años, Janabi tuvo un papel esencial entre bambalinas –aunque fuese accidental– al posibilitar la invasión de Iraq por EE.UU. Su testimonio reforzó las afirmaciones del gobierno de Bush de que el presidente de Iraq, Sadam Hussein, había desarrollado un programa avanzado de producción de armas de destrucción masiva (ADM).

El relato de Curveball incluía detalles de camiones de armas biológicas móviles presentados por Colin Powell, secretario de Estado de EE.UU., en las Naciones Unidas a comienzos de 2003. El caso, aparentemente convincente, de Powell sobre las ADM fue utilizado para justificar el ataque estadounidense a Iraq pocas semanas después.

Ocho años más tarde, Curveball reveló al Guardian que había inventado la historia de las ADM de Sadam en el año 2000, poco después de su llegada a Alemania en busca de asilo. Dijo al periódico que había mentido a los servicios de inteligencia alemanes con la esperanza de que su testimonio ayudara a derrocar a Sadam, aunque parece más probable que simplemente quisiera asegurarse de que el tema de su asilo se tomara más en serio.

Para el lector cuidadoso –y subrayo la palabra cuidadoso– el informe muestra varios hechos inquietantes.

Uno fue que las autoridades alemanas habrían comprobado rápidamente que su relato sobre las ADM de Iraq era falso. Miembros de los servicios de inteligencia alemán y británico viajaron a Dubai para entrevistarse con Bassil Latif, su ex jefe en la Comisión de Industrias Militares de Iraq. El doctor Latif demostró que las afirmaciones de Curveball no podían ser verídicas. Las autoridades alemanas perdieron rápidamente interés por Janabi y no volvieron a entrevistarlo hasta finales de 2002, cuando se hizo más urgente que EE.UU. presentara algo más convincente para atacar a Iraq.

Otra revelación interesante fue que a pesar de la necesidad de aclarar el testimonio de Curveball –a la vista de lo que estaba en juego si se lanzaba un ataque preventivo contra otro Estado soberano– los estadounidenses nunca se molestaron en entrevistar ellos mismos a Curveball.

Una tercera revelación fue que el jefe de operaciones de la CIA en Europa, Tyler Drumheller, transmitió advertencias de la inteligencia alemana de que consideraban que el testimonio de Curveball era altamente dudoso. El jefe de la CIA, George Tenet, simplemente ignoró esta información.

Teniendo en cuenta la admisión de Curveball, así como otros hechos del artículo, podemos sacar algunas conclusiones obvias, conclusiones confirmadas por los eventos posteriores.

A falta de una base en derecho internacional y del respaldo de sus principales aliados, el gobierno de Bush necesitaba desesperadamente la historia de Janabi sobre las ADM, por endeble que fuera, para justificar sus planes militares contra Iraq. La Casa Blanca no entrevistó a Curveball porque sabía que su informe sobre el programa de ADM de Sadam era un invento. Su historia se desintegraría si se analizaba; más valía dejar a Washington con la opción de “negación plausible”.

No obstante, el informe falsificado de Janabi fue de utilidad vital: para gran parte del público estadounidense agregó un barniz de credibilidad al caso improbable de que Sadam fuera un peligro para el mundo; ayudó a reforzar a los aliados vacilantes que se enfrentaban a sus públicos incrédulos; e introdujo a Colin Powell, un ex general que sepresentaba como la principal voz de la razón en el gobierno.

En otras palabras, la Casa Blanca de Bush utilizó a Curveball para revivir su mitológica historia sobre la amenaza de Sadam para la paz mundial.

¿Entonces, cómo el Guardian, un bastión del periodismo liberal, presentó su exclusiva sobre el episodio más controvertido de la política exterior reciente de EE.UU.?

Su titular fue: “Cómo EE.UU. fue engañado por un iraquí fantasioso que quería derrocar a Sadam”.

¿No comprendió el escritor del titular la historia escrita por los periodistas del periódico? No, el titular encapsuló con esmero su mensaje. En el texto nos dicen que la presentación de Powell ante la ONU “reveló que los responsables de las decisiones belicistas del gobierno de Bush se habían tragado” el relato de Curveball. En otro momento nos dicen que Janabi “logró uno de los mayores timos de la historia de los servicios de inteligencia modernos”. Y que: “Sus críticos –que son muchos y poderosos– dicen que es difícil calcular el coste de su engaño”.

En otras palabras el Guardian supuso, a pesar de toda la evidencia desvelada por su propia investigación, que Curveball engañó al gobierno de Bush y le hizo cometer un desastroso error de cálculo. Desde este punto de vista, la Casa Blanca fue la verdadera víctima de las mentiras de Curveball, no el pueblo iraquí, que ha sufrido más de un millón de víctimas mortales como resultado de la invasión, según las cifras más fiables, y cuatro millones de exiliados forzosos.

No hay nada excepcional en este ejemplo. Lo escogí porque relata un evento de continua y actual importancia.

Por desgracia, hay algo tan familiar que llega a ser deprimente en este tipo de información, incluso en las principales publicaciones liberales de Occidente. Contrariamente a su objetivo declarado, el periodismo de la tendencia dominante disminuye invariablemente el impacto de nuevos eventos cuando amenazan a las elites poderosas.

Examinaremos el motivo en un minuto. Pero consideremos primero qué, o quién, constituye actualmente el “Imperio”. Ciertamente, en su forma más simbólica, se puede identificar como el gobierno de EE.UU. y su ejército, que constituyen la única superpotencia del mundo.

Tradicionalmente, los imperios se han definido de manera limitada, en términos de una fuerte nación-Estado que expande con éxito su esfera de influencia y poder a otros territorios. El objetivo del Imperio es imponer la dependencia a esos territorios, y luego explotar sus recursos en el caso de países poco desarrollados o, con países más desarrollados, convertirlos en nuevos mercados para sus excedentes. En este último sentido el Imperio estadounidense ha logrado afirmar a menudo que es una fuerza por el bien del mundo, que ayuda a propagar la libertad y los beneficios de la cultura del consumo.

El Imperio logra sus objetivos de diferentes maneras: mediante la fuerza, como la conquista, cuando se enfrenta poblaciones que se resisten al robo de sus recursos; y de modo más sutil mediante la interferencia política y económica, la persuasión y el control de las mentes, cuando quiere crear nuevos mercados. No importa cómo funcione, el objetivo es crear un sentido en los territorios dependientes de que sus intereses y destinos están ligados a los del imperio.

En nuestro mundo globalizado la cuestión de quién se halla en el centro del imperio está muchos menos clara que antes. En la actualidad el gobierno de EE.UU. es menos el corazón del Imperio que su facilitador. Lo que hasta hace poco eran los brazos del Imperio, especialmente las industrias financiera y militar, se ha convertido en una elite imperial transnacional cuyos intereses no están limitados por fronteras y cuyos poderes eluden en gran parte los controles legislativos y morales.

La dirigencia de Israel, deberíamos señalar, así como sus partidarios de la elite en todo el mundo –incluidos los lobbies sionistas, los fabricantes de armas, los militares occidentales, y en cierto grado incluso las tiranías árabes tambaleantes de Medio Oriente– forman parte integral de esa elite transnacional.

El éxito de las elites imperiales depende en gran medida de una creencia compartida por el público occidental de que “nosotros” las necesitamos para asegurar nuestro sustento y seguridad y que al mismo tiempo somos realmente sus amos. Algunas de las ilusiones necesarias perpetuadas por las elites transnacionales incluyen:

  • Que elegimos gobiernos cuya tarea es controlar a las corporaciones;
  • Que nosotros, en particular, y la fuerza laboral global en general, somos los principales beneficiarios de la creación de la riqueza corporativa;
  • Que las corporaciones y la ideología subyacente, el capitalismo global, son la única esperanza de libertad;
  • Que el consumo no es sólo una expresión de nuestra libertad, sino también una fuente importante de nuestra felicidad;
  • Que el crecimiento económico puede mantenerse indefinidamente y sin coste a largo plazo para el crecimiento del planeta;
  • Y que hay grupos, denominados terroristas, que quieren destruir este benévolo sistema de creación de riqueza y mejora personal.

Esas suposiciones, por fantasiosas que puedan parecer cuando se analizan, constituyen el fundamento ideológico sobre el que se construyen las narrativas de nuestras sociedades en Occidente y del cual se deriva en última instancia nuestro sentido de identidad. Este sistema ideológico nos parece –y utilizo “nosotros” y “nuestras” para referirnos sólo a públicos occidentales– idóneo para describir el orden natural.

La tarea de santificar esas suposiciones –y de asegurar que no se analicen– corresponde a nuestros medios dominantes. Las corporaciones occidentales son dueñas de los medios, y su publicidad hace que la industria sea rentable. En ese sentido, los medios no pueden cumplir con su función de controlar al poder, porque en realidad forman parte del poder. Es el poder de la elite globalizada de controlar y limitar los horizontes ideológicos e imaginativos de los lectores y espectadores de los medios. Lo hacen para asegurar que los intereses imperiales, que son sinónimos de los de las corporaciones, no puedan amenazarse.

La historia de Curveball ilustra nítidamente el papel de los medios.

Su confesión fue tardía –ocho años demasiado tarde, para ser preciso– como para tener algún impacto sobre los eventos que importan. Como sucede tan a menudo con historias importantes que cuestionan los intereses de la elite, losa hechos necesarios de modo vital para permitir que los públicos occidentales lleguen a conclusiones informadas no estaban disponibles cuando eran necesarios. En este caso Bush, Cheney y Rumsfeld se han ido, como sus consejeros neoconservadores. La historia de Curveball ahora interesa sobre todo a los historiadores.

Este último punto vale de un modo bastante literal. Las revelaciones del Guardian no interesaron casi nada en los medios estadounidenses, el supuesto control en el corazón del Imperio de EE.UU. Una búsqueda en la base de datos mediática de Lexis Nexis muestra que las admisiones de Curveball sólo se publicaron en el New York Times en un breve informe en la página 7, así como en un resumen noticioso en el Washington Times. Los demás periódicos importantes de EE.UU. -docenas-, incluido el Washington Post, no las mencionaron en absoluto.

En vez de eso, la principal audiencia de la historia fuera del Reino Unido fueron los lectores del periódico Hindu de India y Khaleej Times de Dubai.

Pero incluso el Guardian, al que frecuentemente se considera atrevido por enfrentarse a poderosos intereses, envolvió su informe de manera que privaba a la confesión de Curveball de su verdadero valor. Se eliminó la verdadera importancia de los hechos. La presentación aseguró que sólo los lectores más informados habtían comprendido que Curveball no engañó a EE.UU., sino que más bien la Casa Blanca había explotado a un “fantasioso” –o a un exiliado desesperado de un régimen brutal, depende de cómo se vea– para sus propios fines ilegales e inmorales.

¿Por qué omitió lo principal el Guardian en su propia exclusiva? El motivo es que todos nuestros medios dominantes, por liberales que sean, toman como punto de partida la idea de que la cultura política de Occidente es de por sí benévola y superior desde el punto de vista moral a todos los sistemas alternativos existentes o concebibles.

En la información y en los comentarios esto se demuestra del modo más claro en la idea de que “nuestros” dirigentes siempre actúan de buena fe, mientras que “sus” dirigentes –los que se oponen al Imperio o a sus intereses– están impulsados por motivos viles o malignos.

De esta manera a los enemigos oficiales, como Sadam Hussein o Slobodan Milosevic, se les puede señalar como la personificación del dictador demente o avieso –mientras que otros regímenes igualmente delincuentes como Arabia Saudí se describen como “moderados”– porque abren el camino para que sus países se conviertan en objetivos de nuestras propias estrategias imperiales.

A los Estados seleccionados para el “abrazo” del Imperio se les deja una alternativa sombría: aceptad nuestras condiciones de rendición y convertíos en aliados o desafiad al Imperio y enfrentad nuestra ira.

Cuando las elites corporativas pisotean a otros pueblos y Estados para promover sus propios intereses egoístas, como en el caso de la invasión de Iraq para controlar sus recursos, nuestros medios dominantes no pueden permitir que su información coloque los eventos en un marco honesto. Las suposiciones persisten en los comentarios con respecto al ataque de EE.UU a Iraq. Por ejemplo, como no se encontraron las ADM, el gobierno de Bush se quedó en Iraq para impulsar un esfuerzo para desarraigar a los terroristas, restaurar la ley y el orden y propagar la democracia.

Para los medios occidentales, nuestros dirigentes cometen errores, son ingenuos o incluso estúpidos, pero nunca son malos o aviesos. Nuestros medios no exigen que se juzgue a Bush o Blair en La Haya como criminales de guerra.

Esto, desde luego, no significa que los medios occidentales sean Pravda, el vocero propagandístico del antiguo imperio soviético. Hay diferencias. El disenso es posible, aunque debe mantenerse dentro de los límites relativamente estrechos del debate “razonable”, un espectro de pensamiento posible que acepta sin reservas la presunción de que somos mejores, más morales, que ellos.

De la misma manera, pocas veces se dice a los periodistas –por lo menos directamente– qué tienen que escribir. Los medios han desarrollado procesos cuidadosos de selección y jerarquías en su personal editorial –llamados “filtros” por los críticos de los medios Ed Herman y Noam Chomsky– para asegurarse de que los periodistas disidentes o verdaderamente independientes no alcancen posiciones de verdadera influencia.

No existe, en otras palabras, una simple línea del partido. Hay elites y corporaciones en competencia, y sus voces se reflejan en el terreno estrecho que llamamos comentario y opinión. En lugar de que los dicten los funcionarios del partido, como sucedía bajo el sistema soviético, nuestros periodistas pugnan para que los admitan en las antecámaras del poder. Esos privilegios hacen carreras pero a un inmenso coste para la independencia de los periodistas.

No obstante la gama de lo permisible se expande lentamente –por encima de la oposición de las elites y de la televisión y la prensa de la tendencia dominante-. La razón se encuentra en los nuevos medios, que gradualmente erosionan el monopolio mantenido durante mucho tiempo por los medios corporativos para controlar la difusión de información e ideas populares.WikiLeaks es hasta ahora el resultado más obvio, y más impresionante, de esa tendencia.

Las consecuencias ya son tangibles en todo Medio Oriente, que ha sufrido desproporcionadamente bajo el régimen opresor del Imperio. Las conmociones, mientras los pueblos árabes luchan por deshacerse de sus tiranos, también ponen al desnudo algunas de las ilusiones que nos han vendido los medios occidentales. El Imperio, nos han dicho, quiere democracia y libertad en todo el globo. Y sin embargo se le ve mudo e impasible mientras los verdugos del Imperio desencadenan armas hechas en EE.UU. contra sus pueblos que demandan libertades al estilo occidental.

Una pregunta importante es: ¿Cómo reaccionarán nuestros medios ante esta exposición, no sólo de la hipocresía de nuestros políticos sino de la suya? Ya están tratando de cooptar a los nuevos medios, incluido WikiLeaks, pero sin verdadero éxito. También comienzan a permitir un debate más amplio, aunque todavía fuertemente limitado.

La versión occidental de glasnost es particularmente obvia en la cobertura del problema más cercano a nuestros corazones, aquí en Palestina. Lo que Israel califica de campaña de deslegitimización es realmente la apertura –ligera– del paisaje mediático, para permitir un poco de luz donde hasta hace poco reinaba la oscuridad.

Es es una oportunidad y debemos aprovecharla. Debemos exigir más honestidad a los medios corporativos; debemos avergonzarlos al estar mejor informados que los escribidores que reciclan comunicados de prensa oficiales y claman por el acceso; y debemos descartarlos, como ya sucede, en busca de mejores fuentes de información.

Tenemos una ventana. Tenemos que abrirla con fuerza antes de que las elites del Imperio traten de cerrarla de un golpe.

* Éste es el texto de una conferencia titulada “Medios como instrumento del Imperio” presentada en Sabeel, Centro Ecuménico de Teología de la Liberación, en su octava conferencia internacional en Belén el viernes 25 de febrero de 2011.

Jonathan Cook es un escritor y periodista que trabaja en Nazaret, Israel. Sus últimos libros son Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East, Pluto Press, y Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair, Zed Books. Su págian web es www.jkcook.net.

© Copyright Jonathan Cook, Global Research, 2011

Fuente: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=23432

Guerra de clases en Wisconsin, USA…

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Jeffrey Sommers · · · · ·
27/02/11
 

Presentamos al gobernador Scott Walker. Al mes de haber asumido el cargo ya estaba dispuesto a establecerse como el nuevo sheriff en la ciudad, repitiendo en el Estado de Wisconsin, las fórmulas de la presidencia de Ronald Reagan. Siguiendo el guión a la letra, Scott Walker emuló a Reagan en su primer ataque, enfrentándose a los trabajadores. Pero el momento cumbre de Walker (al quebrar la resistencia del sindicato de controladores de tránsito aéreo) ha demostrado haber sido un exceso. Walker, quien se presenta como un personaje sacado de un reparto de Frank Capra, se encontró con  que las recetas de Reagan producen resultados diferentes en la actualidad. Después de 30 años de declive económico, los trabajadores de los Estados Unidos reconocen la quiebra de estas políticas, y se están defendiendo.

Todos hemos visto las cifras. Mientras que la economía estadounidense ha crecido en los últimos tres decenios, la mano de obra ha sido golpeada en la barbilla. Al mismo tiempo, los gerentes de corporaciones y los de los sectores FIRE han visto crecer sus ingresos por múltiplos, a menudo subsidiados por los contribuyentes, aun cuando sus acciones irresponsables dejaron un caos económico a su paso. Todo el tiempo, los trabajadores han sido sermoneado sobre cómo son los responsables de la crisis económica del país y cómo los ricos deben seguir capturando más y más rentas para que la economía prospere. Incluso si no les gusta, les dicen a los trabajadores, invocando a Margaret Thatcher, «no hay alternativa.»

La semana pasada, sin embargo, los trabajadores públicos sorprendieron a todos, incluso a sí mismos y a sus dirigentes sindicales al tomar la iniciativa en estas manifestaciones y obligar  al  liderazgo del sindicato de maestros a seguirles. El pasado martes, los maestros de la capital anunciaron su intención de salir a la calle y llevar a sus estudiantes consigo. En Milwaukee, la ciudad más grande de Wisconsin, los profesores desafiaron las invocaciones de los administradores de escuelas y sus propios sindicatos de permanecer en el trabajo. El miércoles pasado marcharon en Madison, en tal número que su dirigencia sindical se vio obligada a unírseles. Así, 35 distritos escolares tuvieron que cerrar, a medida que miles de maestros y otros trabajadores del sector público caminaban hacia el centro de la ciudad.

Francamente, la mayoría de las protestas de las últimas décadas, si bien organizadas por personas bien intencionadas, han sido muy aburridas. Salimos a la calle por causas buenas, sí, pero prefiriendo estar en otro lugar; y hemos puesto en duda la eficacia de todo el ejercicio, por lo general secretamente, pero a veces abiertamente. Esta vez es diferente. Para los veteranos de las protestas en las últimas décadas, esta vez había un ambiente totalmente diferente. La escena ha sido, al mismo tiempo,  creativa, de buen humor, alegre y pacífica, pero también, enojada. Este movimiento no tuvo portavoces: la gente se organizó, tomó decisiones sobre el terreno, y actuó consecuentemente, y sus acciones e instintos dieron resultado, si vemos los acontecimientos posteriores.

El alcance del movimiento es amplio. A los estudiantes y profesores y otros empleados públicos se les se unieron bomberos y policías, cuyos derechos de negociación colectiva no están bajo amenaza inmediata y que, por lo tanto, se hicieron presentes en demostración de una notable solidaridad. Juntos, han adoptado una nueva alianza y han puesto de lado una historia de antagonismo que data de los años 1960. En este nuevo mundo, los policías ofrecen comida y café a manifestantes estudiantiles sentados en el suelo de la rotonda del Capitolio. Los bomberos, que llegan vestidos con sus trajes oscurecidos por el hollín o en faldas escocesas, tocan sus gaitas en apoyo a sus hermanos empleados públicos y estudiantes. Envolverse en la bandera -¿quien más puede hacerlo sin verse cínico o tonto?- los bomberos han devuelto este poderoso símbolo a la clase obrera organizada.

Ya el sábado, el número de manifestantes se había incrementado a más de 60.000, mientras que los adherentes del Tea Party del gobernador pudieron reunir apenas unos cuantos miles. Esto a pesar de contar con el apoyo de financeros multimillonarios como los hermanos Koch que crearon gigantescas páginas web, como «Stand for Walker», implorando a los wisconsineses a salir a las calles para apoyar al gobernador.

Pero, a pesar de toda esta buena energía y del éxito obtenido, no todo está bien. Los trabajadores están seriamente divididos. La derecha política ha hecho grandes inversiones para poner a los empleados del sector privado en contra de sus contrapartes del sector público. Y lo han logrado. Después de tres décadas de guerra contra los sindicatos del sector privado, sólo el 7% de los trabajadores no públicos están protegidos. Como era de esperar, esto se ha traducido en una erosión casi completa de los programas de salud, anteriormente en manos y planes de pensiones de los que alguna vez disfrutaron.

Y como resultado, los trabajadores del sector privado estadounidense se han visto forzados a aceptar horarios de trabajo al estilo japonés. Sus planes de salud les brindan atención de calidad inferior, a menudo teniendo que navegar por soporíferas burocracias, sólo para que les digan  «cobertura denegada». Sus empleadores ya no pagan las pensiones. La mayoría está por su propia cuenta a la hora de la jubilación. O si tienen suerte, pueden tener un empleador generoso que aporta la mitad hacia un plan 401k [sistema de ahorro para la jubilación. N. de la R.] que sólo alimenta a los operadores de Wall Street, mientras que nunca obtiene rendimiento suficiente para financiar su jubilación.

En resumen, es otra vez la temporada de caza. Brevemente, en 2008, esta frustración se dirigió contra los republicanos. Sin embargo, los demócratas no sacaron ningún beneficio tangible para los trabajadores desde que asumieron el poder y, ahora, la derecha ha sabido desviar la ira de la clase trabajadora, de Wall Street hacia los profesores y los empleados públicos. Hábilmente ejecutada, la táctica ha llevado a los trabajadores del sector privado sin beneficios a culpar a todo aquel que sí tiene beneficios como la causa de su privación. En lugar de ver las ganancias que ofrecen los sindicatos, los trabajadores del sector privado se han tragado la noción de que estos beneficios, de alguna manera, fueron obtenidos a costa suya – al mismo tiempo que hacen caso omiso del engorde que continúa sin disminuir en Wall Street.

La nueva guerra de clases, como de hecho es percibido este conflicto, no es entre los trabajadores y el capital, sino entre los trabajadores del sector público y los del sector privado,  éstos últimos azuzados  por multimillonarios derechistas como los hermanos Koch. Uno puede incluso imaginarse al señor Burns, de Los Simpsons, tramando algo así, en su caricaturesca representación del capital; pero esto es la vida real, y pocos parecen reconocer la ironía.

 

El feriado del lunes fue quizás la última de las grandes protestas de esta semana, ya que, cuando convocan a decenas de miles de personas, no son sostenibles. Los trabajadores públicos están bajo la presión de sus empleadores y los sindicatos de maestros, para regresar a trabajar. Si el Gobernador Walker se niega a transigir, la única arma que queda en el arsenal de los trabajadores es una huelga general y no se sabe si existe suficiente decisión para poner en marcha una. Este movimiento se inició por las acciones de Scott Walker y probablemente terminará por ellas. El siguiente paso hacia una huelga general dependerá de sus decisiones en los próximos días y si va en busca de un compromiso o de inflamar aún más a los trabajadores, al atacar su derecho democrático a organizarse

 

Walker, hijo de un predicador, siempre ha sido ciego a las sombras de gris. Sus acciones pasadas sugieren un camino fundamentalista por delante.

 

Jeffrey Sommers es codirector del Baltic Research Group en el ISLET y profesor visitante en la Stockhol School of Economics de Riga.

Traducción para www.sinpermiso.info: Antonio Zighelboim

Written by Eduardo Aquevedo

28 febrero, 2011 at 12:28

Arabia Saudita, el factor clave

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Revuelta en Magreb y medio oriente
Robert Fisk
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El terremoto de las pasadas cinco semanas en Medio Oriente ha sido la experiencia más tumultuosa, devastadora y pasmosa en la historia de la región desde la caída del imperio otomano. Por una vez, conmoción y pavor fue una descripción apropiada. Los dóciles, supinos, incorregibles y serviles árabes del orientalismo se han transformado en luchadores por la libertad y la dignidad, papel que los occidentales hemos asumido siempre que nos pertenece en exclusiva en el mundo. Uno tras otro, nuestros sátrapas están cayendo, y los pueblos a quienes les pagábamos por controlar escriben su propia historia: nuestro derecho a meternos en sus asuntos (el cual, por supuesto, seguiremos ejerciendo) ha sido disminuido para siempre.

Las placas tectónicas siguen desplazándose, con resultados trágicos, valientes e incluso humorísticos, en el sentido negro del término. Incontables potentados árabes habían proclamado siempre que querían democracia en Medio Oriente. El rey Bashar de Siria dice que mejorará la paga de los burócratas. El rey Bouteflika de Argelia ha levantado de pronto el estado de emergencia. El rey Hamad de Bahrein ha abierto las puertas de sus prisiones. El rey Bashir de Sudán no volverá a postularse a la presidencia. El rey Abdulá de Jordania estudia la idea de una monarquía constitucional. Y Al Qaeda, bueno, ha estado más bien callada. ¿Quién hubiera creído que el anciano de la cueva de pronto saldría al exterior y se deslumbraría por la luz de la libertad en vez de la oscuridad maniquea a la que sus ojos se habían acostumbrado? Ha habido montones de mártires en todo el mundo musulmán, pero las banderas islamitas no aparecen por ningún lado. Los jóvenes hombres y mujeres que ponen fin a los dictadores que los atormentan son musulmanes en su mayoría, pero el espíritu humano ha sido mayor que el deseo de morir. Son creyentes, sí, pero ellos llegaron allí primero y derrocaron a Mubarak mientras los esbirros de Bin Laden aún siguen llamando a deponerlo en videos ya rebasados.

Pero ahora una advertencia. No ha terminado. Experimentamos ahora ese sentimiento cálido, ligeramente húmedo que precede al restallar del trueno y el relámpago. La película de horror final de Kadafi aún debe terminar, si bien con esa terrible mezcla de farsa y sangre a la que nos hemos acostumbrado en Medio Oriente. Y el destino que le aguarda, sobra decirlo, pone en una perspectiva aún más clara la vil adulación de nuestros propios potentados. Berlusconi –que en muchos aspectos es ya una espantosa imitación de Kadafi–, Sarkozy y lord Blair de Isfaján se nos revelan todavía más ruines de lo que los creíamos. Con ojos basados en la fe bendijeron a Kadafi el asesino. En su momento escribí que Blair y Straw habían olvidado el factor sorpresa, la realidad de que este extraño foco estaba por completo chiflado y sin duda cometería otro acto terrible para avergonzar a nuestros amos. Y sí, ahora todo periodista británico va a tener que agregar la oficina de Blair no devolvió nuestra llamada al teclado de su laptop.

Todo el mundo insta ahora a Egipto a seguir el modelo turco, lo cual parece implicar un placentero coctel de democracia e islamismo cuidadosamente controlado. Pero si esto es cierto, el ejército egipcio mantendrá sobre su pueblo una vigilancia repudiada y nada democrática en las décadas por venir. Como ha expresado el abogado Alí Ezzatyar, “los líderes militares egipcios han hablado de amenazas al ‘modo de vida egipcio’… en una no muy sutil referencia a las amenazas de la Hermandad Musulmana. Parece una página tomada del manual turco”.

El ejército turco se ha revelado cuatro veces como creador de reyes en la historia moderna de su país. ¿Y quién si no el ejército egipcio, creador de Nasser, constructor de Sadat, se libró del ex general Mubarak cuando su tiempo llegó?

Y la democracia –la verdadera, desbocada, fallida pero brillante versión que los occidentales hemos hasta ahora cultivado con amor (y con razón) para nosotros mismos– no va a convivir felizmente en el mundo árabe con el pernicioso trato que Israel da a los palestinos y su despojo de tierras en Cisjordania. Israel, que ya no es la única democracia en Medio Oriente, sostuvo con desesperación –junto con Arabia Saudita, por amor de Dios– que era necesario mantener la tiranía de Mubarak. Oprimió el botón de pánico de la Hermandad Musulmana en Washington y elevó el acostumbrado cociente de miedo en los cabilderos israelíes para descarrilar una vez más a Obama y a Hillary Clinton. Enfrentados a los manifestantes democráticos en las tierras de la opresión, ellos siguieron la consigna de respaldar a los opresores hasta que fue demasiado tarde. Me encanta eso de la transición ordenada: la palabra ordenada lo dice todo.

Sólo el periodista israelí Gideon Levy lo entendió bien. ¡Deberíamos decir Mabrouk Misr!, escribió. ¡Felicidades, Egipto!

Sin embargo, en Bahrein viví una experiencia deprimente. El rey Hamad y el príncipe heredero Salman han estado plegándose a los deseos del 70 por ciento chiíta de su población –¿80?–, abriendo prisiones y prometiendo reformas constitucionales. Le pregunté a un funcionario del gobierno en Manama si tal cosa es de veras posible. ¿Por qué no tener un primer ministro electo en vez de la familia real Jalifa? “Imposible –respondió, chasqueando la lengua–. El CCG no lo permitiría.” En vez de CCG –Consejo de Cooperación del Golfo–, léase Arabia Saudita.

Y es aquí, me temo, donde nuestro relato se vuelve más oscuro.

Ponemos muy poca atención a esa banda autocrática de príncipes ladrones; creemos que son arcaicos, analfabetos en política moderna, ricos (sí, como Creso nunca soñó, etcétera), y reímos cuando el rey Abdulá ofreció compensar cualquier descenso en el dinero de rescate de Washington al régimen de Mubarak, como ahora volvemos a reír cuando promete 36 mil millones de dólares a sus ciudadanos para mantenerlos callados. Pero no es para reír. La revuelta que finalmente echó a los otomanos del mundo árabe comenzó en los desiertos de Arabia; sus tribus confiaron en Lawrence, McMahon y el resto de nuestra banda. Y de Arabia salió el wahabismo, esa poción espesa y embriagadora –un líquido negro coronado por espuma blanca– cuya espantosa simplicidad ha atraído a todo aspirante a islamita y atacante suicida en el mundo musulmán sunita. Los sauditas criaron a Osama Bin Laden, a Al Qaeda y al talibán. No mencionemos siquiera que ellos aportaron la mayoría de los atacantes del 11 de septiembre de 2001. Y ahora los sauditas creerán que ellos son los únicos musulmanes que continúan en armas contra el mundo resplandeciente. Tengo la ingrata sospecha de que el destino del desfile de la historia de Medio Oriente que se desenvuelve ante nuestros ojos se decidirá en el reino del petróleo, de los lugares sagrados y de la corrupción. Cuidado.

Añadamos una nota ligera. He estado recogiendo las citas más memorables de la revolución árabe. Tenemos Regrese, señor presidente, sólo bromeábamos, de un manifestante contra Mubarak. Y el discurso de estilo goebbeliano de Saif al Islam al Kadafi: “Olvídense del petróleo, olvídense del gas… habrá guerra civil”. Mi cita favorita, egoísta y personal, llegó cuando mi viejo amigo Tom Friedman, del New York Times, se reunió conmigo a desayunar con su acostumbrada sonrisa irresistible. “Fisky –me dijo–, ¡un egipcio se me acercó ayer en la plaza Tahrir y me preguntó si yo era Robert Fisk!”

Eso es lo que yo llamo una revolución.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

Written by Eduardo Aquevedo

27 febrero, 2011 at 0:26

Khadafi, un déspota nacionalista que desafió a Occidente reprime brutalmente a su pueblo…

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Una narrativa histórica precede la caída

Por Robert Fisk *

Hasta el viejo, paranoico, loco zorro de Libia está por caer. El pálido e infantil dictador nacido en Sirte, dueño de su propia guardia pretoriana, autor del absurdo Libro Verde, que una vez anunció que iría a una cumbre de No Alineados en Belgrado en su caballo blanco. Está por caer. O se ha ido. Anoche, el hombre a quien vi hace más de tres décadas saludando solemnemente a una falange de hombres rana de uniformes negros mientras desfilaban por el caluroso pavimento de la Plaza Verde en una tórrida noche en Trípoli parecía estar huyendo por fin, perseguido –como los dictadores de Túnez y El Cairo– por su propio pueblo furioso.

Las imágenes de YouTube y Facebook contaban la historia con cierta fantasía: comisarías incendiadas en Benghazi y Trípoli; una mujer con una pistola asomándose a la ventanilla de un auto, una multitud de estudiantes rompiendo una réplica en concreto de su espantoso libro. Disparos de fuego, llamas y gritos en los celulares; vaya epitafio para un régimen que todos nosotros de tiempo en tiempo apoyamos.

Y aquí va una historia verdadera. Hace sólo unos días, mientras el coronel Muammar Khadafi se enfrentaba a la ira de su propio pueblo, se reunió con un viejo conocido árabe y se pasó 20 minutos de una reunión de cuatro horas preguntándole si conocía a un buen cirujano para que le hiciera un lifting en su rostro. Esta es –¿es necesario que lo diga sobre este hombre?– una verdadera historia. El viejo muchacho se veía mal, la cara caída, hinchada, un actor de comedia que se había volcado a la tragedia en sus últimos días, desesperado por la maquilladora, el golpecito final en la puerta del camarín.

Ante el hecho, Saif al Islam al Khadafi, fiel suplente de su padre, tuvo que tomar su lugar en el escenario mientras Benghazi y Trípoli se incendiaban, amenazando con “caos y una guerra civil” si lo libios no se calman. “Olvídense del petróleo, olvídense del gas”, anunció este millonario papanatas. “Habrá una guerra civil.” Por encima de la cabeza de su hijo parecía brotar de su cerebro un verde mediterráneo en la imagen que difundió la televisión estatal. Vaya obituario –cuando uno lo piensa– para casi 42 años del gobierno de Khadafi.

No es exactamente el Rey Lear, más bien sería como otro dictador en un bunker distinto, convocando a ejércitos no existentes para salvarlo en su capital, finalmente culpando a su propio pueblo de su calamidad. Pero olvídense de Hitler, Khadafi estaba en su propia clase, el Ratón Mickey y el Profeta, Batman y Clark Gable y Anthony Quinn actuando como Omar Mukhtae en El León del De-sierto, Nero y Mussolini (versión de 1920) e inevitablemente –el mayor actor de todos– Muammar Khadafi.

Escribió un libro llamado Escape al Infierno y otras historias y exigió una solución de un único Estado al conflicto israelo-palestino que se llamaría “Israeltine”. Poco después echó a la mitad de los residentes palestinos de Libia y les dijo que caminaran a su tierra perdida. Abandonó furioso la Liga Arabe porque le pareció irrelevante –un breve instante de lucidez, hay que admitirlo– y llegó a El Cairo para una cumbre, confundiendo deliberadamente una puerta del baño con la del salón de la conferencia, hasta que fue conducido por el califa Mubarak que tenía una sufriente sonrisa en su rostro.

Y si lo que estamos viendo en una verdadera revolución en Libia, entonces pronto podremos –salvo que los esbirros de las embajadas occidentales lleguen ahí antes para un serio y desesperado saqueo– buscar entre los archivos de Trípoli y leer la versión libia de Lockerbie y la bomba de 1989 del vuelo 722 de UTA, y las bombas en la disco de Berlín, y de su abastecimiento de armas al IRA y de los asesinatos de opositores en el país y en el exterior, y del asesinato de una policía británica y de su invasión a Chad y los negocios con los magnates petroleros británicos, y de la verdad detrás de la grotesca deportación del pronto a expirar Al Megrahi, el supuesto autor de la bomba Lockerbie, demasiado enfermo para morir, quien puede, aún ahora, revelar algunos secretos de los que el Zorro de Libia –junto con Gordon Brown y el fiscal general de Escocia, porque todos son iguales en el escenario de Khadafi– preferiría que no nos enteráramos.

Y quién sabe lo que los Archivos del Libro Verde –y por favor, insurgentes de Libia, NO quemen estos preciados documentos– nos dirán sobre la visita de Lord Blair a este horrendo viejo; una figura confundida cuyos gestos propios de un estadista (las palabras, por supuesto, provienen de ese viejo marxista fraudulento Jack Straw, cuando el autor de Escape al Infierno prometió entregar las chucherías nucleares que sus científicos no habían podido convertir en una bomba) permitió a nuestro líder afirmar que, de no haber golpeado a los “sa-ddamistas” con nuestra justificada ira por la no existencia de armas de destrucción masiva, Libia también hubiera formado parte del Eje del Mal.

Por suerte, Lord Blair hizo caso omiso del factor “camaleón” de Khadafi, Una habilidad única para posar como un hombre cuerdo mientras en secreto cree que es una bombita de luz. Sólo días después del apretón de manos con Blair, los sauditas acusaron a Khadafi de complotar –y los detalles eran horriblemente convincentes– para asesinar al aliado de Gran Bretaña, el rey Abdulá de Arabia Saudita. Pero ¿por qué sorprenderse cuando el hombre más temido, y ahora más burlado y odiado por su propio pueblo vengativo escribió, en Escape al Infierno que la crucifixión de Cristo era una falsedad histórica y que un “Cuarto Reich” alemán estaba tratando con prepotencia a Gran Bretaña y Estados Unidos?

Como con todas las historias de Medio Oriente, una narrativa histórica precede la dramática festividad de la caída de Khadafi. Durante décadas, sus opositores trataron de matarlo: se elevaron como nacionalistas, como prisioneros en su cámaras de tortura, como islamistas en las calles de Benghazi. Y los derribó a todos. Por cierto, esta venerable ciudad había logrado su estado de martirio en 1979 cuando Khadafi ahorcó públicamente a estudiantes disidentes en la plaza principal de Benghazi. Ni siquiera voy a denunciar la desaparición en 1993 del defensor libio de los derechos humanos Mansour al Kikhiya, mientras asistía a una conferencia en El Cairo después de quejarse sobre la ejecución de prisioneros políticos por parte de Khadafi. Y es importante recordar que, hace 42 años, nuestra propia Cancillería aplaudía el golpe de Estado de Khadafi contra el amanerado y corrupto rey Idriss, porque, decían nuestros mandarines coloniales, era mejor tener un coronel prolijo a cargo de un Estado petrolero que una reliquia del imperialismo.

* De The Independent de Gran Bretaña.
Especial para Páginal12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

Libia, Khadafi y la temible diplomacia petrolera

Por Eduardo Febbro
Desde ParísOtra pieza despótica del ajedrez mundial empieza a perder su lugar en el tablero. La misma rabia ciudadana que deshizo los regímenes de Túnez y Egipto, e hizo tambalear luego los autocracias o las monarquías de papel y petróleo de Bahrein, Yemen y Jordania, se vuelca ahora contra el coronel Khadafi. El líder libio, repudiado por la comunidad internacional e integrado luego a golpes de contratos petrolíferos millonarios, sacó su carta de identidad vigente desde hace 42 años: represión y matanza.

 

Con los negocios como telón de fondo, muchos empezaron a ver en Khadafi un pintoresco dictador algo excéntrico y demodé a quien se le podían pasar por alto las excentricidades mientras no apoyara al terrorismo y mantuviera abiertas sus bocas petroleras. El pacto era tentador: Libia dispone de recursos petroleros inmensos que se traducen en una producción de un millón y medio de barriles por día, mientras que sus reservas alcanzan los 42 mil millones de barriles. El 79 por ciento del petróleo libio se exporta hacia los países de la Unión Europea (las democracias ejemplares). Es cierto que en Libia no existían las mascaradas democráticas como las elecciones trucadas (Egipto) o el partido único (Túnez).

La democracia simplemente no existe: los partidos políticos están proscriptos por ley (la Nº 71). Khadafi inventó un modelo casi único en el mundo cuyo eje son los Comités Revolucionarios que se encargan de todo. La disciplina se articula en torno de su programa, el famoso Libro verde que el coronel publicó en 1975. Libia, que es el país más rico de Africa, vive bajo el régimen de la Jamahiriya, el “Estado de las Masas” o la “Era de las Masas”. Sangrienta paradoja la que ofrece un dirigente que usa la aviación para bombardear a ese mismo “Estado de las Masas” que el socialismo khadafista se propuso gobernar.

Acusado de apoyar todas las formas posibles de terrorismo –desde la ETA, pasando por el IRA irlandés, los extremistas palestinos de Abu Nidal, la extrema derecha italiana y los movimientos insurreccionales de América latina–, Khadafi fue vinculado con varios atentados: el que derribó al avión de la compañía PanAm sobre la localidad escocesa de Lockerbie (1988, 270 muertos), los atentados contra los aeropuertos de Viena y Roma (1985) y una discoteca berlinesa. El ex presidente norteamericano Ronald Reagan ordenó una serie de bombardeos contra Libia que dejaron decenas de muertos –entre éstos, una hija adoptiva del coronel–, pero no terminaron con su reinado. Las sanciones internacionales que siguieron ahogaron al régimen hasta que en 2003 el sorpresivo coronel hizo las paces con el mundo: asumió la responsabilidad del atentado de Lockerbie, luego la del acto terrorista contra un avión francés de la empresa UTA (1989, 170 muertos). Khadafi aceptó indemnizar a las familias de las víctimas e incluso renunció públicamente a las armas de destrucción masiva.

Las grandes democracias de Occidente le perdonaron todo. Khadafi se convirtió en un aliado de la lucha contra el islamismo radical y el mundo reintegró a Libia en el seno de la comunidad internacional. Con ello, las empresas petroleras norteamericanas y europeas volvieron a operar en el país. La misma lógica que Túnez y Egipto. Poco importa cuántos presos políticos, cuántos exiliados o cuántos asesinados haya; poco importa si hay libertad de expresión y si los derechos humanos son respetados; sólo cuentan el petróleo y el gas. Khadafi fue recibido con honores por casi todos los dirigentes del Viejo Continente, siempre tan ávido a la hora de repartir consejos y dar lecciones de civilización, y tan olvidadizo cuando se trata de hacer negocios.

Libia es el cuarto productor de petróleo de Africa y exporta la mayoría de su oro negro hacia Europa, en particular Italia, Alemania, España y Francia. El ridículo, en materia de tiranos, no tiene fronteras: en 2009, Khadafi habló ante la Asamblea General de las Naciones Unidas de… paz y seguridad. Molly Tarhuni, un experto en Libia miembro del grupo británico de reflexión Chatham House, comentó a la prensa que “los gobiernos extranjeros tienen muy poca influencia sobre Khadafi. Occidente se tragó la ilusión de la reforma”. Luis Martínez, integrante del Centro de Investigación y de Estudios Internacionales (CERI), explicó al vespertino Le Monde que “será difícil para la comunidad internacional obligar al régimen a moderar la represión. Trípoli practica una temible diplomacia petrolera. Si un gobierno se mete en los asuntos políticos interiores, se verá excluido de los mercados petroleros”.

Los visionarios de las capitales occidentales no vieron venir la ola democrática. El color negro del petróleo les tapó los ojos. El coronel tampoco supo sentir el corazón de su pueblo. Tarde o temprano se lo tragará la historia, es decir, el implacable movimiento de las masas. El socialismo libio terminará en la fosa común de los despotismos, mientras Occidente hará su tardío y ritual mea culpa sobre un abismo de cadáveres.

efebbro@pagina12.com.ar

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Ley contra sindicatos en EEUU, «modelo» de democracia… ?

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Primera rebelión en Wisconsin; trabajadores toman el Congreso local y suspenden labores
Impulso en EE.UU. a leyes contra los sindicatos de empleados públicos
David Brooks
La Jornada

Nueva York, 17 de febrero. Decenas de miles de trabajadores y simpatizantes suspendieron sus labores y prácticamente tomaron el Capitolio estatal en Wisconsin para protestar por un intento del gobernador de destruir los sindicatos del sector público –parte de un asalto antisindical a nivel nacional– en un conflicto que algunos comparan con lo sucedido en Egipto.

El nuevo gobernador republicano Scott Walker y la legislatura controlada por su partido impulsan una iniciativa de ley para anular pensiones, elevar el pago de seguro médico y limitar el derecho a negociar un contrato colectivo sólo de salarios, entre otras medidas para debilitar a los sindicatos públicos y sus conquistas logradas a lo largo de décadas. Walker señaló que estaba dispuesto a desplegar a la Guardia Nacional si los sindicatos se atrevían a realizar acciones para detener estas iniciativas.

Ante ello, desde el martes maestros, trabajadores de hospitales públicos, enfermeras, trabajadores de mantenimiento, de reclusorios y de salubridad pública se concentraron en el centro de Madison, la capital estatal, apoyados por sindicalistas de sectores privados que se sumaron en solidaridad, y durante dos días rodearon el Capitolio y miles ingresaron al edificio gubernamental coreando: a cerrar esto y libertad, democracia, sindicatos.

Miles de estudiantes y profesores suspendieron clases en las universidades estatales en protesta contra la iniciativa. Además miles de maestros de escuelas públicas se reportaron enfermos y no asistieron a sus centros de trabajo para sumarse a las protestas, obligando el cierre de las escuelas públicas en la capital y varios distritos más del estado. Estudiantes de preparatorias y secundarias, en lugar de gozar sus días libres, se sumaron a las marchas y protestas, coreando apoyamos a nuestros maestros, apoyamos la educación pública, y al llegar a la plaza del Capitolio fueron recibidos con ovaciones por miles de universitarios.

Por lo tanto, no pocos observadores comentan que Wisconsin se parece a Egipto, y los propios manifestantes así lo proclamaban. En algunas de las mantas y pancartas se leía: Hosni/Walker (en referencia al gobernador). Protesta como un egipcio. Si Egipto puede obtener la democracia, ¿por qué no Wisconsin? Esta es nuestra plaza Tahrir.

Lo que ocurre en Wisconsin, comentó Noam Chomsky, tal vez es el inicio de lo que verdaderamente necesitamos aquí (en Estados Unidos): un levantamiento de democracia; ya que la democracia aquí ha sido casi eviscerada, dijo en entrevista con el programa Democracy Now!.

Qué glorioso es estar en Madison, Wisconsin, esta semana, donde el pueblo se ha levantado en rebelión contra los republicanos neandertales que buscan destruir los sindicatos del sector público e imponer daño masivo a sus trabajadores. Aquí no se trata de balancear el presupuesto. Se trata de destruir los sindicatos como una fuerza política y económica, escribió Matthew Rothschild, editor de la revista nacional The Progressive con sede en Madison. Es, añadió, la zona cero de la lucha contra todo eso, y los de Wisconsin están realizando la cosa más cercana a una huelga general que jamás he visto en mi vida

Los sindicatos nacionales ofrecen recursos y personal para apoyar a sus secciones estatales, reconocen que si se logra impulsar esa ley en Wisconsin, será replicada en otros estados donde los gobernantes intentan reducir sus déficit presupuestales –que se han multiplicado como consecuencia de la crisis económica– trasladando los costos a los trabajadores del sector público. Iniciativas parecidas se impulsan en Ohio, Indiana, Tenesí, y también versiones menos drásticas pero que imponen severos recortes presupuestales a sindicalistas del sector público –sobre todo maestros– en estados gigantescos gobernados por demócratas como es el caso de Nueva York y California.

Tal ha sido el tamaño de las manifestaciones que algunos legisladores estatales republicanos ya reconsideran su apoyo a la iniciativa del gobernador, mientras que esta mañana todos los demócratas del senado estatal se esfumaron y con ello la cámara alta se quedó sin quórum, lo que imposibilitó un voto sobre la iniciativa que el gobernador desea quede aprobada para mañana. Otros consideran que a pesar de las protestas, esperan aprobar la medida muy pronto.

Hasta el presidente Barack Obama ha expresado su simpatía con los trabajadores en la pugna en Wisconsin. En entrevista con una radio de la entidad dijo que las medidas del gobernador para obstaculizar negociaciones de contrato colectivo “generalmente parecen más como un asalto a los sindicatos… Estos son maestros, bomberos, trabajadores sociales y policías. Hacen muchos sacrificios y una gran contribución, y creo que es importante no denigrarlos o sugerir de alguna manera que todos estos problemas presupuestales son a causa de los empleados públicos”.

Harold Meyerson, columnista del Washington Post, escribió que mientras los trabajadores estaban ayudando a derrocar al régimen en El Cairo, un gobierno estatal en particular estaba procediendo a derrocar a las organizaciones de trabajadores aquí en Estados Unidos. Concluyó que los conservadores estadunidenses frecuentemente expresan su admiración por la valentía de los trabajadores de otros países al protestar contra regímenes autoritarios. “Sin embargo, permitir que trabajadores en casa ejerzan sus derechos amenaza con minar algunos de nuestros propios regímenes (republicanos en particular) y no se debería permitir. Ahora que el gobernador de Wisconsin ha emitido sus órdenes de marcha a la Guardia, podemos discernir un nuevo patrón de solidaridad represiva, desde el faraón… del Medio Oriente al faraón… del Medio Oeste”.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2011/02/18/index.php?section=mundo&article=027n1mun

Written by Eduardo Aquevedo

21 febrero, 2011 at 21:15

La revolución árabe es secular, no religiosa…

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Revueltas en Magreb y medio oriente
Robert Fisk
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Vete, se lee en la mano de un manifestante durante una marcha en Saná contra el presidente yemení Alí Abdulá Saleh.

Mubarak afirmó que los islamitas estaban detrás de la revolución egipcia. Ben Alí dijo lo mismo en Túnez. El rey Abdulá de Jordania ve una mano negra y siniestra –de Al Qaeda o la Hermandad Musulmana, una mano islamita– detrás de la insurrección civil en todo el mundo árabe. Este sábado las autoridades bahreiníes descubrieron la mano sangrienta de Hezbolá detrás del levantamiento chiíta en su país.

Donde dice Hezbolá, léase Irán. ¿Cómo es posible que hombres instruidos, aunque singularmente antidemocráticos, estén tan errados? Enfrentados a una serie de explosiones seculares –Bahrein no encaja bien en este concepto–, culpan al Islam radical. Enfrentados a un levantamiento obviamente islámico, culparon a los comunistas.

Los colegiales Obama y Clinton dieron un salto todavía más extraño. Luego de apoyar las dictaduras estables de Medio Oriente –cuando debieron haberse alineado con las fuerzas de la democracia–, decidieron respaldar los llamados civiles a la democracia en el mundo árabe en un momento en que los árabes sentían una desilusión tan profunda con la hipocresía de Occidente que no querían tener a Washington de su lado. Los estadunidenses interfirieron en nuestro país durante 30 años con Mubarak, apoyando a su régimen y armando a sus soldados, me dijo un estudiante egipcio en la plaza Tahrir la semana pasada. Nos disparan con armas estadunidenses en manos de soldados bahreiníes entrenados por estadunidenses a bordo de tanques hechos en Estados Unidos, me comentó el viernes un ordenanza médico. ¿Y ahora Obama quiere ponerse de nuestra parte?

Los sucesos de los dos meses pasados y el espíritu de la insurrección árabe –por la dignidad y la justicia, más que por cualquier emirato islámico– permanecerán cientos de años en nuestros libros de historia. Y el fracaso de los más estrictos adherentes al Islam se discutirá durante décadas. El video más reciente de Al Qaeda, difundido este sábado pero grabado antes del derrocamiento de Mubarak, tenía un ángulo interesante: subrayaba la necesidad de que el Islam triunfara en Egipto. Sin embargo, una semana antes las fuerzas de un Egipto secular y nacionalista, hombres y mujeres musulmanes y cristianos, se desembarazaron del anciano sin ninguna ayuda de Bin Laden Inc. Aún más extraña fue la reacción de Irán, cuyo líder supremo se convenció a sí mismo de que el éxito del pueblo egipcio fue un triunfo del Islam. Resulta confortante pensar que sólo Al Qaeda, Irán y sus más odiados enemigos, los dictadores árabes antislamitas, creyeron que la religión estuvo detrás de la rebelión de masas por la democracia.

La ironía más sangrienta de todas –de la que Obama se percató más bien despacio– fue que la república islámica de Irán elogiara a los demócratas de Egipto mientras amenazaba con ejecutar a sus propios líderes democráticos opositores.

No fue, pues, una gran semana para el islamismo. Hay, desde luego, un aspecto a considerar: casi todos los millones de manifestantes árabes que desean sacudirse la túnica de la autocracia que –con nuestra ayuda occidental– ha ahogado sus vidas en la humillación y el miedo son de hecho musulmanes. Y los musulmanes –a diferencia del Occidente cristiano – no han perdido su fe. Bajo las piedras y cachiporras de los esbirros de Mubarak, contratacaron gritando Alá akbar porque para ellos ésa fue en verdad una jihad, no una guerra religiosa, sino una lucha por la justicia. Dios es grande y una demanda de justicia son del todo consistentes, porque la lucha contra la injusticia es el espíritu mismo del Corán.

En Bahrein tenemos un caso especial. Aquí una mayoría chiíta es gobernada por una minoría de musulmanes sunitas pro monárquicos. Siria, por cierto, podría sufrir de bahreinitis por la misma razón: una mayoría sunita gobernada por una minoría alawita (chiíta). Bueno, por lo menos Occidente –en su menguante apoyo al rey Hamad de Bahrein– puede apuntar al hecho de que Bahrein, como Kuwait, cuenta con un parlamento. Es una bestia triste y vieja, que existió de 1973 a 1975, cuando fue disuelta contra la constitución, y luego reinventada en 2001 como parte de un paquete de reformas. Pero el nuevo parlamento resultó aún menos representativo que el primero. Los políticos de oposición fueron hostigados por la seguridad del Estado, y los distritos parlamentarios fueron divididos al estilo del Ulster para asegurar que los minoritarios sunitas tuvieran el control. Por ejemplo, en 2006 y 2010 el principal partido chiíta en Bahrein ganó sólo 18 de 40 bancos. De hecho, las perspectivas sunitas en Bahrein tienen un claro aire de Irlanda del Norte. Muchos me han dicho que temen por su vida, que las turbas chiítas incendiarán sus casas y los asesinarán.

Todo esto está en camino de cambiar. El control del poder estatal tiene que ser legitimado para ser efectivo, y el uso de armas de fuego para avasallar las protestas pacíficas tenía que terminar en Bahrein en una serie de domingos sangrientos, como en el Ulster. Una vez que los árabes aprendieran a perder el miedo, podrían reclamar los derechos civiles que los católicos de Irlanda del Norte alguna vez exigieron frente a la brutalidad del RUC, la policía norirlandesa. Al final los británicos tuvieron que destruir el dominio unionista y llevar al ERI a compartir el poder con los protestantes. Los paralelos no son exactos y los chiítas no tienen una milicia (todavía), aunque el gobierno bahreiní se ha sacado de la manga fotografías de pistolas y espadas –que nunca fueron armas importantes en el ERI– en apoyo a sus afirmaciones de que hay terroristas entre los opositores.

En Bahrein existe, sobra decirlo, una batalla sectaria además de secular, algo que el príncipe heredero reconoció sin darse cuenta al decir en un principio que las fuerzas de seguridad tenían que suprimir las protestas para prevenir la violencia sectaria. Es una postura sostenida con crueldad por Arabia Saudita, la cual tiene un fuerte interés en que se suprima la disidencia en Bahrein. Los chiítas de Arabia Saudita podrían ponerse levantiscos si sus correligionarios en Bahrein avasallan al Estado. Entonces de veras oiremos cacarear a los líderes de la república islámica chiíta de Irán.

Pero estas insurrecciones interconectadas no deben verse en un simple marco de fermento en Medio Oriente. El levantamiento yemení contra el presidente Saleh (32 años en el poder) es democrático pero también tribal, y no pasará mucho tiempo antes de que la oposición use armas de fuego. Yemen es una sociedad fuertemente armada, con tribus que portan banderas y un nacionalismo rampante. Y luego está Libia.

Kadafi es tan extraño con sus teorías del Libro Verde –repudiado por los manifestantes en Bengasi, quienes derribaron una versión de él en hormigón–, tan ridículo, y su gobierno tan cruel (en el cual lleva 42 años), que es un Ozimandías aguardando su caída. Su coqueteo con Berlusconi –peor aún, su repugnante idilio con Tony Blair, cuyo secretario del exterior, Jack Straw, llamó estadista al lunático libio– jamás iba a salvarlo. Decorado con más medallas que el general Eisenhower, desesperado por un médico que le levante las colgantes quijadas, este hombre malvado amenaza con un castigo terrible a su pueblo por atreverse a desafiar su imperio. Hay dos cosas que recordar acerca de Libia: como Yemen, es una tierra tribal, y cuando se volvió contra sus amos fascistas italianos emprendió una encarnizada guerra de liberación cuyos líderes enfrentaron con valor increíble la horca del verdugo. Que Kadafi sea un orate no significa que los libios sean tontos.

Así pues, hay un cambio profundo en el mundo político, social y cultural de Medio Oriente. Creará muchas tragedias, levantará muchas esperanzas y derramará demasiada sangre. Tal vez sea mejor no hacer caso a los analistas y los grupos de estudio cuyos bobos expertos dominan los canales de televisión por satélite. Si los checos lograron su libertad, ¿por qué no los egipcios? Si los dictadores –primero fascistas, luego comunistas– pudieron ser derrocados en Europa, ¿por qué no en el gran mundo musulmán árabe?

Y, por un momento, no metan a la religión en esto.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

Quienes estan detrás del conflicto en medio oriente… ?

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Seculares, sectarios, interesados

La ola democrática descoloca a todos, en particular a Estados Unidos, que no la vio venir. En la Babel de interpretaciones, se mezclan advertencias sobre el Islam en medio de movimientos seculares, errores de juicio y la duda sobre si es posible que, finalmente, haya una democracia árabe.

Por Robert Fisk *

Hosni Mubarak denunció que los islamistas estaban detrás de la revolución egipcia. Lo mismo dijo Ben Alí en Túnez. El rey Abdulá de Jordania ve una mano oscura y siniestra, la mano de Al Qaida, la de los Hermanos Musulmanes, una mano islamista, detrás de la insurrección que recorre al mundo árabe. Ayer las autoridades bahreiníes descubrieron que la mano ensangrentada de Hezbolá estaba detrás de los levantamientos chiítas. ¿Cómo es posible que hombres educados pero singularmente antidemocráticos puedan entender todo tan mal? Confrontados con una serie de explosiones seculares –Bahrein no está incluido en esta categoría– acusan a los radicales islámicos. El sha cometió un error idéntico pero al revés. Confrontado por un levantamiento obviamente islámico, él acusó a los comunistas.

Barack Obama y Hillary Clinton se las ingeniaron para dar una voltereta más rara. Habiendo apoyado originalmente a las “estables” dictaduras del Medio Oriente –cuando deberían haber estado del lado de las fuerzas democráticas–, se decidieron a avalar los reclamos de democracia civil en el mundo árabe justo cuando los árabes están tan desencantados con la hipocresía occidental que no quieren a los Estados Unidos de su lado. “Los norteamericanos interfirieron en nuestro país por 30 años durante la era Mubarak, apoyando a este régimen y armando a sus soldados”, me dijo la semana pasada un estudiante egipcio en la plaza Tahrir. “Ahora estaríamos agradecidos si dejaran de interferir de nuestro lado”, agregó. Al final de la semana escuché las mismas voces en Bahrein. “Nos están baleando con armas estadounidenses, que son disparadas por soldados entrenados por los estadounidenses y montados en tanques estadounidenses”, enumeró el viernes un médico. “¿Y ahora Obama quiere estar de nuestro lado?”, preguntó.

Los hechos de los últimos dos meses y el espíritu anti-régimen de la insurrección árabe –por dignidad y justicia, más que por un emirato islámico– quedarán en nuestros libros de historia por años. Y el fracaso de los más estrictos adherentes del Islam será discutido por décadas. Ayer hubo un especial interés por el último video de Al Qaida, grabado antes del derrocamiento de Mubarak, que enfatizaba la necesidad de que el Islam triunfara en Egipto. Sin embargo, una semana antes, las fuerzas seculares, nacionalistas y honorables de Egipto, los hombres y las mujeres musulmanes y cristianos, se habían liberado del viejo sin ninguna ayuda de Osama Bin Laden. Más rara todavía fue la reacción de Irán, cuyo líder supremo se autoconvenció de que la victoria popular egipcia era un triunfo del Islam. Da para pensar que sólo Irán, Al Qaida y sus más acérrimos enemigos, los dictadores árabes antiislámicos, creen que la religión estuvo detrás de las rebeliones masivas de los manifestantes pro democracia.

La más sangrienta ironía de todas –en la que fue cayendo Obama– fue que la República Islámica de Irán estaba alabando a los demócratas de Egipto mientras amenazaba con ejecutar a sus propios líderes democráticos opositores. Casi todos los millones de manifestantes árabes que quieren sacarse de encima la capa de la autocracia –con nuestra ayuda occidental– vivieron con miedo y humillación, y son musulmanes. Y los musulmanes, a diferencia del Occidente cristiano, no perdieron su fe. Abajo de las piedras y de las cachiporras de la policía asesina de Mubarak, ellos contraatacaron gritando “Alá akbar” en lo que era, para ellos, una “Jihad”, no una guerra religiosa pero sí una batalla por la justicia. “Dios es grande” y la demanda de justicia son concordantes. Para la lucha contra la injusticia, ése es el espíritu del Corán.

En Bahrein tenemos un caso especial. Acá una mayoría chiíta es dirigida por una monarquía sunnita. Siria, de hecho, sufriría de “bahreinitis” por la misma razón: una mayoría sunnita es gobernada por una minoría chiíta. Bueno, al menos el Occidente en su defensa en picada del rey Hamad de Bahrein puede aferrarse al hecho de que Bahrein, como Kuwait, tienen un Parlamento. Es una vieja y triste bestia, que existió entre 1973 y 1975 hasta que fue disuelto inconstitucionalmente y después reinventado en 2001 como un paquete de “reformas”. Pero el nuevo parlamento terminó siendo menos representativo que el primero. Los políticos de la oposición fueron acosados por la seguridad del Estado y fueron manipulados los márgenes parlamentarios para asegurarse de que la minoría sunita siga con el control del Parlamento. En 2006 y en 2010, por ejemplo, el más importante partido chiíta en Bahrein ganó sólo 18 de las 40 bancas. Muchos me dijeron que temen por sus vidas, que temen que las turbas chiítas les quemen sus casas y los maten.

Todo esto parece cambiar. El control del poder estatal tiene que ser legitimado para ser efectivo y las balas para aplastar protestas pacíficas estaban destinadas a terminar en una serie de domingos sangrientos en Bahrein. Una vez que los árabes aprendieron a perder su miedo, pueden reclamar los derechos civiles que los católicos demandaron alguna vez en Irlanda del Norte. Al final, los británicos tuvieron que destruir el liderazgo de los unionistas y traer al IRA a compartir el poder con los protestantes. Los paralelos no son exactos y los chiítas no tienen (aún) una milicia, a pesar de que el gobierno bahreiní mostró fotografías de pistolas y espadas para avalar su opinión de que entre sus opositores hay “terroristas”.

En Bahrein hay, no es necesario decirlo, una batalla sectaria y secular, algo que el príncipe reconoció inconscientemente cuando dijo que las fuerzas de seguridad debían suprimir las protestas para impedir la violencia sectaria. Es una visión mantenida salvajemente por Arabia Saudita, que tiene un fuerte interés en la eliminación del disenso en Bahrein. Se les podrían subir los humos a los chiítas de Arabia Saudita si ven que sus correligionarios de Bahrein arrasan el Estado. Entonces, escucharíamos alardear a los líderes de la chiíta República Islámica de Irán. Pero estas insurrecciones interconectadas no deberían ser vistas desde el simple marco del fermento en el Medio Oriente. El levantamiento yemení contra el presidente Saleh (que lleva 32 años en el poder) es democrático pero también tribal. Y no faltará mucho para que la oposición empuñe armas. Yemen es una sociedad armada, tribus con armas y nacionalismo endémico. Y después queda Libia.

Khadafi es tan raro, tan próspero, su dominio tan cruel (y él estuvo gobernando el lugar por 42 años), que es un Ozymandias esperando caer. Su cercanía con Berlusconi –y, peor aún, su amor empalagoso con Tonny Blair– no van a salvarlo. Adornado con más medallas que el general Eisenhower, desesperado por una operación que le levante la papada, este desgraciado está amenazando a su propia gente con castigos “terribles” por desafiar su régimen. Dos cosas para recordar acerca de Libia: como Yemen, es una tierra tribal y cuando se levantó contra sus fascistas colonos italianos, comenzó una salvaje guerra de liberación, cuyos valientes líderes enfrentaron la horca con un coraje increíble. Sólo porque Khadafi es un loco, no quiere decir que su gente sea idiota.

Entonces hay un cambio en el mundo político, social y cultural del Medio Oriente. Creará muchas tragedias, levantará muchas esperanzas y derramará demasiada sangre. Quizá sea mejor ignorar a todos los analistas y a sus think tanks, cuyos “expertos” idiotas dominan los canales satelitales. Si los checos pudieron tener su libertad, ¿por qué no los egipcios? Si los dictadores pueden ser derrocados en Europa –primero, los fascistas, después, los comunistas–, ¿por qué no pasaría lo mismo en el gran mundo árabe musulmán? Y –sólo por un momento– dejen a la religión fuera de esto.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Túnez, Egipto, Marruecos… Esas "dictaduras amigas"

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alt¿Una dictadura en Túnez? ¿En Egipto una dictadura? Viendo a los medios relamerse con la palabra «dictadura» aplicada al Túnez de Ben Alí y al Egipto de Moubarak, los franceses han debido de preguntarse si han entendido o han leído bien. ¿No habían insistido durante decenios esos mismos medios y esos mismos periodistas en que esos dos “países amigos” eran “Estados moderados”? ¿La horrible palabra “dictadura” no estaba exclusivamente reservada en el mundo árabe musulmán (después de la destrucción de la “espantosa tiranía” de Saddam Hussein en Irak) solo al régimen Iraní? ¿Cómo? ¿Había entonces otras dictaduras en la región? Y ¿nos lo habrían ocultado los medios de nuestra ejemplar democracia?

He aquí, en todo caso, un primer abrir de ojos que debemos al rebelde pueblo tunecino. Su prodigiosa victoria ha liberado a los europeos de la “retórica hipócrita y de ocultamiento” en vigor en nuestras cancillerías y en nuestros medios. Obligados a quitarse la careta, simulan descubrir lo que sabíamos desde hace rato (1), que las “dictaduras amigas” no son más que eso: regímenes de opresión. Sobre el asunto, los medios no han hecho otra cosa que seguir la “línea oficial”: cerrar los ojos o mirar hacia otro lado confirmando la idea de que la prensa no es libre salvo en relación con los débiles y la gente aislada. ¿Acaso Nicolás Sarkozy no ha tenido el aplomo de asegurar que en Túnez “había una desesperanza, un sufrimiento, un sentimiento de ahogo que hay que reconocer que no habíamos apreciado en su justa medida”, con respecto al sistema mafioso del clan Ben Alí-Trabelsi?

“No habíamos apreciado en su justa medida…” En 23 años… A pesar de contar allí con servicios diplomáticos más prolíficos que los de cualquier otro país… A pesar de la colaboración en todos los sectores de la seguridad (policía, gendarmería, inteligencia…) (2). A pesar de las estancias regulares de altos responsables políticos y mediáticos que establecían allí desacomplejadamente sus lugares de veraneo… Pese a la existencia en Francia de dirigentes exiliados de la oposición tunecina, mantenidos como apestados al margen por las autoridades francesas y de acceso prohibido durante decenios a los grandes medios… Democracia ruinosa..

En realidad esos regímenes autoritarios han sido (y siguen siendo) complacientemente protegidos por las democracias europeas, despreciando sus propios valores, con el pretexto de que constituyen baluartes contra el islamismo radical (3). El mismo cínico argumento usado por Occidente durante la Guerra Fría, para apoyar dictaduras militares en Europa (España, Portugal, Grecia, Turquía) y en América Latina pretendiendo impedir la llegada del comunismo al poder.

¡Qué formidable lección dan las sociedades árabes revolucionarias a los que en Europa los describían con términos maniqueos, es decir, como masas dóciles sometidas a sátrapas orientales corruptos o como muchedumbres histéricas poseídas por el fanatismo religioso! Y he aquí que de repente surgen, en las pantallas de nuestros ordenadores o de nuestros televisores (cf.: el admirable trabajo de Al-Jazeera) preocupadas por el progreso social, nada obsesionadas por la cuestión religiosa, sedientas de libertad, soprepasadas por la corrupción, detestando las desigualdades y reclamando democracia para todos, sin exclusiones.

Lejos de las caricaturas binarias, estos pueblos no constituyen en modo alguno una especie de “excepción árabe” sino que se asemejan en sus aspiraciones políticas al resto de las ilustradas sociedades urbanas modernas. Un tercio de los tunecinos y casi un cuarto de los egipcios navegan regularmente por Internet. Como afirma Moulay Hicham El Alaoui: “Los nuevos movimientos ya no están marcados por los viejos antagonismos como antiimperialismo, anticolonialismo, o antisecularisno. Las manifestaciones de Túnez y El Cairo han estado desprovistas de todo simbolismo religioso. Constituyen una ruptura generacional que refuta la tesis del excepcionalismo árabe. Además son las nuevas metodologías de la comunicación de Internet las que animan estos movimientos. Ellos proponen una nueva versión de la sociedad civil en la que el rechazo al autoritarismo va de la mano con el rechazo a la corrupción (4)”.

Especialmente gracias a las redes sociales digitales, las sociedades tanto de Túnez como de Egipto se movilizaron con gran rapidez y pudieron desestabilizar el poder en tiempo récord. Aún antes de que los movimientos hayan tenido la oportunidad de “madurar” y de favorecer la emergencia de nuevos dirigentes dentro de ellos. Es una de las raras ocasiones en las que sin líderes, sin organización dirigente y sin programa, la simple dinámica de la exasperación de las masas ha bastado para conseguir el triunfo de la revolución. Se trata de un momento frágil y sin duda las potencias ya estarán trabajando, especialmente en Egipto, para que “todo cambie sin que cambie nada” según el viejo adagio de El Gatopardo. Esos pueblos que conquistaron su libertad deben recordar la advertencia de Balzac, “Se matará a la prensa como se mata a un pueblo, otorgándole la libertad”(5). En las “democracias vigiladas” es mucho más fácil domesticar legítimamente a un pueblo que en las antiguas dictaduras. Pero esto no justifica su mantenimiento. Ni debe empañar el ardor de derrocar una tiranía.

El hundimiento de la dictadura tunecina ha sido tan veloz que los demás pueblos magrebíes y árabes han llegado a la conclusión de que esas autocracias –las más viejas del mundo- estaban en realidad profundamente corroídas y no eran por lo tanto más que “tigres de papel”. Esta demostración se ha verificado también en Egipto.

De allí este impresionante levantamiento de los pueblos árabes, que lleva a pensar inevitablemente en el gran florecimiento de las revoluciones europeas de 1848, en Jordania, en Yemen, en Argelia, en Siria, en Arabia Saudí, en Sudán y también en Marruecos.

En este último país, una monarquía absoluta, en el que el resultado de las “elecciones” (siempre trucado) siempre lo decide el soberano, que designa según su voluntad a los llamados ministros “de la soberanía”, unas cuantas decenas de familias próximas al trono continúan acaparando la mayoría de las riquezas (6). Los cables difundidos por Wikileaks han revelado que la corrupción llega a niveles de indecencia descomunales, mayores que los del Túnez de Ben Alí, y que las redes mafiosas tenían todas como único origen el Palacio. Un país en el que la práctica de la tortura está generalizada y el amordazamiento de la prensa es permanente.

Sin embargo, como en el Túnez de Ben Alí, esta “dictadura amiga” se beneficia de la gran indulgencia de los medios y de la mayor parte de nuestros responsables políticos (7), los cuales minimizan las señales del comienzo de un “contagio” de la rebelión. Cuatro personas se han inmolado ya prendiéndose fuego. Se han producido manifestaciones de solidaridad con los rebeldes de Túnez y de Egipto en Tánger, en Fez y en Rabat (8). Acosadas por el miedo las autoridades han decidido subvencionar preventivamente los artículos de primera necesidad para evitar las “rebeliones del pan”. Importantes contingentes de tropas del Sahara Occidental habrían sido desplazadas aceleradamente hacia Rabat y Casablanca. El rey Mohamed VI y algunos colaboradores se habrían trasladado a Francia el 29 de enero para consultar a expertos en orden público del Ministerio francés del Interior (9).

Aunque las autoridades desmienten las dos últimas informaciones, está claro que la sociedad marroquí está siguiendo los acontecimientos de Túnez y Egipto con excitación. Preparados para unirse al

impulso de fervor revolucionario y quebrar de una vez por todas las trabas feudales. Y a pedir cuentas a todos aquéllos que en Europa fueron durante decenios cómplices de las “dictaduras amigas”.

Notas:

(1) Leer, por ejemplo de Jacqueline Boucher "La société tunisienne privée de parole" y de Ignacio Ramonet "Main de fer en Tunisie", Le Monde diplomatique,de febrero de 1996 y de julio de 1996 respectivamente.

(2) Cuando Mohamed Bouazizi se inmoló incendiandose el 17 de diciembre de 2010, cuando la insurrección ganaba a todo el país y decenas de tunecinos rebeldes continuaban cayendo bajo las balas de la represión benalista, al alcalde de París Bertrand Delanoé y a la ministra de relaciones exteriores Michèle Alliot-Marie les parecía absolutamente normal ir a festejar alegremente la Nochebuena o la Nochevieja en Túnez.

(3) Al mismo tiempo, Washington y sus aliados europeos, sin aparentemente medir las contradicciones, apoyan al régimen teocrático y tiránico de Arabia Saudita, principal hogar oficial del islamismo mása.

(4) http://www.medelu.org/spip.php?article711

(5) Honoré de Balzac, Monographie de la presse parisienne, Paris, 1843.

(6) Leer Ignacio Ramonet, "La poudrière Maroc", Mémoire des luttes, setiembre 2008. http://www.medelu.org/spip.php?article111

(7) Desde Nicolas Sarkozy hasta Ségolène Royal,pasando por Dominique Strauss-Kahn que posee un “ryad” en Marraquech, los dirigentes políticos franceses no tienen el menor escrúpulo en pasar sus vacaciones de invierno entre estas “dictaduras amigas”

[8] El País, 30 de enero de 2011- http://www.elpais.com/../Manifestaciones/Tanger/Rabat

[9] Leer El País, 30 de enero de 2011 http://www.elpais.com/..Mohamed/VI/va/vacaciones y Pierre Haski, "Le discret voyage du roi du Maroc dans son château de l´Oise", Rue89, 29 enero de 2011.http://www.rue89.com/..le-roi-du-maroc-en-voyage-discret…188096

Fuente :http://www.medelu.org/spip.php?article713

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¿Quién gobierna realmente EE.UU.?

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Quien gobierna realmente, dice Woodward, es el complejo militar-industrial, es decir el Pentágono y las grandes empresas productoras de armamento, a cuyo directorio suelen ingresar no pocos jefes militares cuando se retiran.

Por Juan Gelman, Página/12

klee101Bob Woodward, el periodista que desató el Watergate en compañía de Carl Bernstein, formula una respuesta a esa pregunta en su libro más reciente, Obama’s War (Simon & Schuster, Nueva York, 2010): ni el Poder Ejecutivo, ni el Poder Legislativo y menos el Judicial. Quien gobierna realmente, dice Woodward, es el complejo militar-industrial, es decir el Pentágono y las grandes empresas productoras de armamento, a cuyo directorio suelen ingresar no pocos jefes militares estadounidenses cuando se retiran. Leído el libro, Michael Moore espetó: “El título de ‘Comandante en Jefe’ (que detenta el presidente) es tan ceremonial como el de ‘Empleado del Mes’ del Burger King del barrio”. Léase lo que Obama’s War revela.

El sábado 28 de noviembre de 2009 Obama se reúne con miembros del Consejo Nacional de Seguridad a fin de diseñar su nueva estrategia para Afganistán. Los militares le presentan una sola opción: mandar más efectivos. El mandatario señala que no está cerrada la otra, la de establecer un plan de retirada, y el coronel de ejército John Tien expresa: “Sr. Presidente, no veo cómo puede usted desafiar a sus mandos militares. Porque si le dice al general McChrystal (entonces al mando de las tropas invasoras) ‘ya cuenta con recursos, pero decidí hacer otra cosa’, probablemente tendrá que reemplazarlo. Usted no le puede decir ‘hágalo a mi manera, gracias por su gran trabajo’. ¿Dónde acabaría esto?”.

El coronel Tien –agrega Woodward– no tuvo necesidad de explicar más. “Sus palabras implicaban que no sólo McChrystal sino también todo el alto mando militar podría rebelarse, Gates, el almirante Mike Mullen, el presidente del Estado Mayor y el general Petraeus, entonces jefe del comando central estadounidense. Tal vez ningún presidente podría resistir el embate, especialmente uno de 48 años de edad con cuatro años de senador y 10 meses de comandante en jefe.” Se conoce el final de la historia: tres días después, Obama anunció el envío de más tropas al país asiático.

Lyndon B. Johnson corrió suerte parecida. A él le tocó Vietnam. El asesinato de John Kennedy lo convirtió en presidente de EE.UU. en noviembre de 1963 y a pocas horas de asumir se le informó que la situación en Vietnam del Sur era más grave de lo que se podía suponer. El reconocido periodista Bill Moyers, que fue secretario de prensa de LBJ, grabó en secreto muchas conversaciones sostenidas entonces en la Casa Blanca y aun llamadas telefónicas del flamante presidente. Registró así las idas y venidas del mandatario, irresuelto sobre la conveniencia o no de escalar el conflicto.

Moyers relató que Johnson efectuaba consultas amplias dentro y fuera de la Casa Blanca (www.pbs.org, 201109) y venía resistiendo las presiones de líderes republicanos como Nixon y Goldwater: quería analizar la situación con cuidado y evaluar alternativas con su secretario de Defensa, Robert McNamara. El 2 de marzo de 1964 éste le presentó un memo urgente del Estado Mayor Conjunto que señalaba: “Impedir la caída de Vietnam del Sur es de suma importancia para Estados Unidos”.

Johnson no quiere ampliar la participación militar de EE.UU. en Vietnam, pero acaecen los dos incidentes del golfo de Tonkin que conducen a un enfrentamiento naval armado entre un buque norteamericano y lanchas lanzatorpedos norvietnamitas. LBJ acepta el aumento de tropas para combatir al Vietcong, aunque duda del origen del segundo choque que, como se descubrió después, fue una fabricación para forzarlo a tomar esa decisión.

Moyers da cuenta de las presiones del jefe del Pentágono y de la cúpula militar para lograr, como lograron, el incremento paulatino de efectivos. “Es difícil argumentar con los comandantes –es una frase grabada de LBJ–, porque en el fondo de mi pensamiento me inclino por una intervención muy limitada. Y no creo que los comandantes piensen lo mismo. En realidad, sé que no.” Cuando la guerra de Vietnam concluyó en 1975 con la derrota de EE.UU., habían participado en el conflicto dos millones y medio de militares norteamericanos y el número de bajas sufridas ascendía a casi 60.000. En tanto, las empresas armamentistas obtenían –como obtienen hoy– jugosos beneficios.

El general Dwight D. Eisenhower tenía plena conciencia de estos hechos. Lo preocupaban. En el discurso que pronunció el 17 de enero de 1961, al terminar su mandato presidencial, subrayó: “La conjunción de un inmenso aparato militar y de una vasta industria productora de armamento es nueva en la experiencia de EE.UU. Su influencia abarcadora –económica, política, incluso espiritual– se deja sentir en cada ciudad, cada Parlamento, cada oficina del gobierno federal…, debemos estar en guardia contra la adquisición de una influencia no autorizada por parte del complejo militar-industrial. El potencial del surgimiento desastroso de un poder indebido existe y persistirá”. No se equivocaba.

Written by Eduardo Aquevedo

27 diciembre, 2010 at 4:06

P. Krugman: fundamentalistas de mercado se han equivocado en todo, pero…

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Cuando ganan los zombis

Paul Krugman

Krugman_visita_BarcelonaCuando los historiadores miren atrás, a los años 2008 al 2010, lo que más les intrigará, yo creo, es el extraño triunfo de las ideas fallidas. Los fundamentalistas del libre mercado se han equivocado en todo, y, no obstante, ahora dominan a fondo la escena política como nunca antes.

¿Cómo pasó eso? ¿Cómo, después de que bancos fuera de control pusieron de rodillas a la economía, terminamos con Ron Paul, quien dice: “No creo que necesitemos reguladores”, a punto de encargarse de un panel clave de la Cámara de Representante que vigila a la Reserva Federal? ¿Cómo, después de las experiencias de los gobiernos de Clinton y Bush –el primero aumentó los impuestos y presidió un espectacular crecimiento en el empleo; y el segundo redujo los impuestos y presidió un crecimiento anémico incluso antes de la crisis–, terminamos con un acuerdo bipartidista para aún más recortes fiscales?

La respuesta de la derecha es que las fallas económicas del gobierno de Obama muestran que las políticas del gran gobierno no funcionan. Sin embargo, la respuesta debería ser: ¿cuáles políticas del gran gobierno?

Ya que el hecho es que el estímulo de Obama –que en sí mismo consistió de casi 40% de reducciones fiscales– fue excesivamente cauteloso como para cambiar a la economía. Y no se trata de necesitar anteojos para ver el pasado: muchos economistas, yo mismo incluido, advirtieron desde el principio que el plan era extremadamente inadecuado. Se puede expresar así: una política bajo la cual el empleo gubernamental cayó en realidad, bajo la cual el gasto gubernamental en bienes y servicios creció con más lentitud que durante los años de Bush, apenas si constituye una prueba de economía keynesiana.

Bien, quizá no era posible que el presidente Barack Obama obtuviera más de cara al escepticismo congresual sobre el gobierno. Sin embargo, aun si eso es cierto, solo demuestra el control persistente de una doctrina fallida sobre nuestra política.

También vale la pena señalar que todo lo que dijo la derecha sobre por qué la obamanomía fracasaría está equivocado. Durante dos años, se nos ha informado que los préstamos gubernamentales harían que las tasas de interés subieran hasta el cielo; de hecho, las tasas han fluctuado según el optimismo o el pesimismo hacia la recuperación, pero han permanecido sistemáticamente bajas según estándares históricos. Durante dos años se nos ha advertido que la inflación, incluso una hiperinflación, estaba a la vuelta de la esquina; en cambio, ha continuado la deflación, y la inflación central –que excluye los volátiles precios de alimentos y energía– está ahora en un punto bajo de medio siglo.

Los fundamentalistas del libre mercado han estado tan equivocados sobre los acontecimientos en ultramar como en los de Estados Unidos –y padecido, por igual, pocas consecuencias–. En 2006, George Osborne declaró que “Irlanda es un ejemplo reluciente del arte de lo posible en el diseño de políticas económicas a largo plazo”. Uups. Sin embargo, Osborne es hoy el principal funcionario de economía de Gran Bretaña.

Y en su nuevo cargo, se dispone a emular las políticas de austeridad que implementó Irlanda después que reventó su burbuja. Después de todo, los conservadores en ambos lados del Atlántico pasaron gran parte del año anterior elogiando la austeridad irlandesa como un éxito rotundo. “El enfoque irlandés funcionó en 1987 a 1989, y está funcionando ahora”, declaró Alan Reynolds del Instituto Cato en junio pasado. Uups, de nuevo.

Sin embargo, tales fracasos no parecen importar. Para tomar prestado el título de un libro reciente del economista australiano John Quiggin sobre las doctrinas que la crisis debió eliminar, pero que no fue así, aún nos rige –quizá más que nunca antes– la “economía zombi”. ¿Por qué?

Parte de la respuesta, sin duda, es que en lugar de que las personas que deberían haber estado tratando de aniquilar las ideas zombis, han tratado de comprometerse con ellas. Y esto es especialmente, aunque no exclusivamente, cierto sobre el Presidente.

La gente tiende a olvidar que Ronald Reagan a menudo cedió terreno en cuestiones políticas fundamentales, en forma más notable, terminó promulgando múltiples incrementos a los impuestos. Sin embargo, nunca titubeó en las ideas, nunca cedió en su posición de que su ideología era la correcta y la de sus oponentes, la equivocada.

En contraste, Obama ha tratado sistemáticamente de acercarse a los oponentes brindando cobertura a los mitos de la derecha. Ha elogiado a Reagan por restaurar el dinamismo estadounidense (¿cuándo fue la última vez que se escuchó a un republicano elogiar a Franklin Delano Roosevelt?), adoptó la retórica del partido Republicano sobre la necesidad de que el gobierno se apretara el cinturón, aun de cara a la recesión, y ofreció congelamientos simbólicos en el gasto y los salarios federales.

Nada de esto detuvo a la derecha para no seguirlo calificando de socialista. Sin embargo, ayudó a darle poder a las malas ideas en formas que pueden hacer un daño bastante inmediato. En este momento, Obama aclama el pacto de la reducción fiscal como un estímulo para la economía –pero los republicanos ya hablan de recortes en el gasto que contrarrestarían cualquier efecto positivo del pacto–. ¿Y cuán efectivamente nos podemos oponer a estas demandas, cuando él mismo ha abrazado la retórica de apretarse el cinturón?

Sí, la política es el arte de lo posible. Todos entendemos la necesidad de lidiar con nuestros enemigos políticos. Sin embargo, una cosa es hacer pactos para hacer avanzar los objetivos, y otra, abrirle la puerta a las ideas zombis. Cuando se hace eso, las zombis terminan comiéndose el cerebro, y, muy posiblemente, también a la economía.

© 2010 The New York Times News Service.

Written by Eduardo Aquevedo

25 diciembre, 2010 at 22:33