Archive for the ‘NEOLIBERALISMO’ Category
Paul Krugman: pobres multimillonarios…
Por: Paul Krugman | 03 de abril de 2014
Aquí llega otro multimillonario que cree que cualquiera que hable sobre desigualdad de ingresos es un nazi; esta vez se trata de Ken Langone, el cofundador de Home Depot. No tengo nada que aportar al respecto, aparte de señalar que debe de haber mucha gente así.
Ken-Langone
No es que haya tantos multimillonarios. El hecho de que conozcamos muchos ejemplos de ese tipo de persona que no solo cree que los progresistas son como Hitler, sino que además lo dice públicamente, indica por fuerza que una parte considerable de nuestros multimillonarios comparten esa creencia, solo que son más discretos a la hora de verbalizarla.
Por suerte, una gran fortuna no trae consigo una gran influencia política en el Estados Unidos moderno (¿o sí?).
El reciente artículo de Jonathan Cohn sobre Langone, publicado en The New Republic hace recordar una perorata anterior del mismo individuo sobre Bloomberg TV, en la que denunciaba a un servidor y criticaba mis «pensamientos e ideas grandilocuentes». Y creo que esta perorata (y otras similares) nos da una clave para resolver en parte el misterio de la persistente popularidad del macrocanon de Wall Street, a pesar de su absoluto fracaso en la práctica.
Después de todo, ¿contra qué despotricaba Langone?
Bueno, contra mí, claro está. Pero suponemos que no contra las ideas “grandilocuentes” en general: Langone no puede ser un hombre tan estúpido, y estoy seguro de que cuando se trata de, por ejemplo, sistemas de información para la gestión de inventarios, está bastante dispuesto a aceptar la idea de que algunas cosas son técnicas y exigen ciertos conocimientos.
No, lo que creo es que, en realidad, despotrica contra dos cosas. En primer lugar, está la idea de que entender de economía, a diferencia de lo que sucede con otras materias, puede requerir alguna clase de pericia especial. Este es un problema muy habitual entre los ricos, y especialmente entre los hombres hechos a sí mismos: piensan que su éxito económico personal significa que comprenden el sistema económico y les irrita la idea de que la macroeconomía pueda ser algo más que la suma de las estrategias empresariales individuales.
Razones del fracaso o el éxito
La otra causa de su furia -y creo que esto llega a la raíz de los modelos y preceptos de la derecha- es la cólera ante la idea de que a veces la escasez no lo controla todo. Para mucha gente de derechas, tiene que ser cierto -simplemente tiene que serlo- que la prosperidad se ve limitada por la disposición que tiene la gente productiva (es decir, gente como ellos) para producir.
La idea de que, a veces, el problema no sea ese sino la falta de demanda, que el fallo radica en un mal funcionamiento del sistema más que en la falta de esfuerzo suficiente, es un anatema. Entre otras cosas, esta idea da a entender que a veces la gente tiene éxito o fracasa por motivos que no tienen nada que ver con las capacidades y virtudes personales ni con la falta de ellas, una noción que los hombres como Langone -que creen que su éxito personal se lo deben enteramente a ellos mismos- encuentran profundamente ofensiva.
De modo que cuando alguien dice que esta es una economía deprimida en la que los déficits no desplazan el gasto privado, y en la que imprimir dinero no se traduce en una inflación que vaya a arrebatarles la riqueza que han conseguido con tanto esfuerzo, no escuchan los argumentos y, por supuesto, no prestan atención a las pruebas.
Se lo toman como una afrenta personal y empiezan a vociferar acerca de las tonterías grandilocuentes.
Traducción de News Clips.
© 2014 The New York Times
P. Krugman: Keynes tenía razón…
PAUL KRUGMAN 03/01/2012
"La expansión, no la recesión, es el momento idóneo para la austeridad fiscal". Eso declaraba John Maynard Keynes en 1937, cuando Franklin Delano Roosevelt estaba a punto de darle la razón, al intentar equilibrar el presupuesto demasiado pronto y sumir la economía estadounidense -que había ido recuperándose a ritmo constante hasta ese momento- en una profunda recesión. Recortar el gasto público cuando la economía está deprimida deprime la economía todavía más; la austeridad debe esperar hasta que se haya puesto en marcha una fuerte recuperación.
Recortar el gasto público cuando la economía está deprimida deprime la economía todavía más
Por desgracia, a finales de 2010 y principios del 2011, los políticos y legisladores en gran parte del mundo occidental creían que eran más listos, que debíamos centrarnos en los déficits, no en los puestos de trabajo, a pesar de que nuestras economías apenas habían empezado a recuperarse de la recesión que siguió a la crisis financiera. Y por actuar de acuerdo con esa creencia antikeynesiana, acabaron dándole la razón a Keynes una vez más.
Lógicamente, al reivindicar la economía keynesiana chocó con la opinión general. En Washington, en concreto, la mayoría considera que el fracaso del paquete de estímulos de Obama para impulsar el empleo ha demostrado que el gasto público no puede crear puestos de trabajo. Pero aquellos de nosotros que hicimos cálculos, nos percatamos, ya desde el primer momento, de que la Ley de Recuperación y Reinversión de 2009 (más de un tercio de la cual, por cierto, adquirió la relativamente ineficaz forma de recortes de impuestos) se quedaba demasiado corta teniendo en cuenta la gravedad de la recesión. Y también predijimos la violenta reacción política a la que dio lugar.
De modo que la verdadera prueba para la economía keynesiana no ha provenido de los tibios esfuerzos del Gobierno federal estadounidense para estimular la economía, que se vieron en buen parte contrarrestados por los recortes a escala estatal y local. En lugar de eso, ha venido de naciones europeas como Grecia e Irlanda que se han visto obligadas a imponer una austeridad fiscal atroz como condición para recibir préstamos de emergencia, y han sufrido recesiones económicas equiparables a la Depresión, con un descenso del PIB real en ambos países de más del 10%.
Según la ideología que domina gran parte de nuestra retórica política, esto no debía pasar. En marzo de 2011, el personal republicano del Comité Económico Conjunto del Congreso publicó un informe titulado Gasta menos, debe menos, desarrolla la economía. Se burlaban de las preocupaciones de que un recorte del gasto en tiempos de una recesión empeoraría la recesión, y sostenían que los recortes del gasto mejorarían la confianza del consumidor y de las empresas, y que ello podría perfectamente inducir un crecimiento más rápido, en vez de ralentizarlo.
Deberían haber sido más listos, incluso en aquel entonces: los supuestos ejemplos históricos de "austeridad expansionista" que empleaban para justificar su razonamiento ya habían sido rigurosamente desacreditados. Y también estaba el vergonzoso hecho de que mucha gente de la derecha ya había declarado prematuramente, a mediados de 2010, que la de Irlanda era una historia de éxito que demostraba las virtudes de los recortes del gasto, solo para ver cómo se agravaba la recesión irlandesa y se evaporaba cualquier confianza que los inversores pudieran haber sentido.
Por cierto que, aunque parezca mentira, este año ha vuelto a suceder lo mismo. Muchos proclamaron que Irlanda había superado el bache, y demostrado que la austeridad funciona (y luego llegaron las cifras, y eran tan deprimentes como antes).
Pero la insistencia en recortar inmediatamente el gasto siguió dominando el panorama político, con efectos malignos para la economía estadounidense. Es verdad que no hubo ninguna medida de austeridad nueva digna de mención a escala federal, pero sí hubo mucha austeridad "pasiva" a medida que el estímulo de Obama fue perdiendo fuerza y los Gobiernos estatales y locales con problemas de liquidez siguieron con los recortes.
Claro que, se podría argumentar que Grecia e Irlanda no tenían elección en cuanto a imponer la austeridad, o, en cualquier caso, ninguna opción aparte de suspender los pagos de su deuda y abandonar el euro. Pero otra lección que nos ha enseñado 2011 es que Estados Unidos tenía y sigue teniendo elección; puede que Washington esté obsesionado con el déficit, pero los mercados financieros están, en todo caso, indicándonos que deberíamos endeudarnos más.
Una vez más, se suponía que esto no debía pasar. Iniciamos 2011 con advertencias funestas sobre una crisis de la deuda al estilo griego que se produciría en cuanto la Reserva Federal dejara de comprar bonos, o las agencias de calificación pusieran fin a nuestra categoría de Triple A, o el superfabuloso comité no consiguiera alcanzar un acuerdo, o algo. Pero la Reserva Federal finalizó su programa de adquisición de bonos en junio; Standard & Poor’s rebajó a Estados Unidos en agosto; el supercomité alcanzó un punto muerto en noviembre; y los costes de los préstamos de Estados Unidos no han parado de disminuir. De hecho, a estas alturas, los bonos estadounidenses protegidos de la inflación pagan un interés negativo. Los inversores están dispuestos a pagar a Estados Unidos para que les guarde su dinero.
La conclusión es que 2011 ha sido un año en el que nuestra élite política se obsesionó con los déficits a corto plazo que de hecho no son un problema y, de paso, empeoró el verdadero problema: una economía deprimida y un desempleo masivo.
La buena noticia, por decirlo así, es que el presidente Barack Obama por fin ha vuelto a luchar contra la austeridad prematura, y parece estar ganando la batalla política. Y es posible que uno de estos años acabemos siguiendo el consejo de Keynes, que sigue siendo tan válido hoy como lo era hace 75 años.
Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel 2008. © 2011 New York Times Service Traducción de News Clips.
Chile sigue siendo el país de la OCDE con mayor desigualdad…
Un estudio dado a conocer por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico señala sin embargo que el país, junto a México y España, integran un pequeño grupo de naciones que en el último cuarto de siglo ha logrado revertir la tendencia.

El coeficiente Gini de Chile – la desigualdad más alta entre los países de la OCDE
15-Abril-2011
Chile tiene el coeficiente Gini más alto entre los países de la OCDE, lo que significa la desigualdad más alta. En segundo lugar está México con un coeficiente de Gini de 0.48. Mientras la desigualdad creció en México desde mediados de los 80s hasta finales del 2000, Chile la ha reducido considerablemente. La República Checa, Suecia y Finlandia son los países de la OCDE en que más aumentó la desigualdad durante esta época. Sin embargo todavía pertenecen a los países con más igualdad en cuanto a la distribución del ingreso.
Aunque la pobreza relativa también disminuyó en Chile, todavía es muy alta. Sólo en Israel y México es mayor. Aproximadamente una de cada 5 personas es pobre en México y Chile, mientras el promedio de la OCDE es una de cada 10. Además el 38% de los chilenos reporta que le es difícil vivir de sus ingresos actuales, un porcentaje muy por encima de la media de la OCDE de 24%. Relacionado con la alta tasa de pobreza y la distribución inequitativa del ingreso es el nivel de confianza en las demás personas; el 87% de los chilenos y el 74% de los mexicanos sospechan de la gente. Con estas cifras ambos países se encuentran significativamente por arriba del promedio de la OCDE de 41%.
Fuente: http://statlinks.oecdcode.org/812011041P1G024.XLS
http://www.oecd.org/social
www.oecd.org/els/social/indicators/SAG
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Las desigualdades de ingresos en la OCDE han subido a los niveles más elevados de las últimas décadas por efecto de una mayor fractura del mercado de trabajo en parte por la globalización, según la organización, que advierte de una tendencia “políticamente explosiva” en particular con la crisis actual.
“La desigualdad está en su nivel más elevado del último medio siglo”, señaló el secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en la presentación a la prensa de un estudio sobre la cuestión que contiene datos de la evolución entre mediados de los años 80 y finales de la pasada década.
El 10 % de la población más rica en el conjunto de la OCDE recibía unas nueve veces más ingresos que el 10 % más pobre al terminar la pasada década, mientras que a mediados de los ochenta la diferencia era de unas siete veces.
En ese periodo, el agravamiento de las desigualdades ha sido bastante generalizado, en concreto en 24 de los 33 miembros del conocido como el “Club de los países desarrollados”, y sucedió en Estados de tradición más igualitaria como Alemania, Dinamarca o Suecia.
En esos la diferencia entre el 10 % más rico y el 10 % más pobre pasó de cinco a seis veces.
Mucho mayor era la brecha en Estados Unidos, con unas quince veces más ingresos en un grupo que en el otro. En este país, el 1 % más rico pasó de acaparar casi el 8 % de los ingresos en 1979 al 17 % en 2007, mientras en el otro extremo el 20 % más pobre redujo su parte en el pastel del 7 % al 5 %.
Las mayores desigualdades dentro de la OCDE, en cualquier caso, se constataron en Chile, con 27 veces más de ingresos para el 10 % más privilegiado que para el 10 % más mísero. En México la diferencia era de unas 25 veces.
Sin embargo, estos fueron dos de los pocos países que redujeron esas fracturas durante el último cuarto de siglo, y en ese mismo grupo se encuentra España, donde el diferencial se situaba en 2008 en unas once veces.
Fuera de la organización, los extremos estaban todavía más alejados en ciertos países emergentes y un ejemplo presentado en el informe es el de Brasil, con unos ingresos superiores en 50 veces para los más favorecidos, y eso pese a que allí la brecha también se ha acortado.
Aunque todavía no hay datos concretos y comparables de todos los países para los años de la crisis, la OCDE ha constatado en una docena de ellos que en un primer momento durante 2009 y 2010 las diferencias no se agravaron sobre todo por el bajón de los ingresos financieros.
El director del departamento de empleo y asuntos sociales de la OCDE, John Martin, puso el acento en que “encontrar un empleo es la mejor forma de salir de la pobreza”, y por eso lo más prometedor es promover la entrada en el mercado de trabajo de los grupos que tienen una menor representatividad.
Pero Martin reconoció que eso no basta para salir de la dinámica de la desigualdad, puesto que luego “hay que dar perspectivas de carrera”.
Gurría hizo hincapié en que “la redistribución de los ingresos debe estar en el centro de gravedad de una gobernanza responsable” no sólo por cuestiones éticas sino también “por razones económicas”.
Defendió un aumento de la fiscalidad para los más ricos, pero poniendo el acento en el 1 % con los recursos más elevados o incluso en un porcentaje inferior, porque a su juicio ahí “hay margen”, y dijo que en muchos casos su nivel de impuestos es relativamente menor que el de otros grupos de población.
Y a la cuestión de si eso no favorecería la evasión fiscal, replicó que hay mecanismos para combatir ese fenómeno, y aludió a la acción de la OCDE contra los paraísos fiscales, en el marco del Foro Global sobre la Transparencia Financiera a cuya supervisión han aceptado someterse un centenar de jurisdicciones.
Pero no quiso entrar en el debate de la conveniencia de una tasa sobre las transacciones financieras, sobre la que hay fuertes divergencias en el seno de la OCDE.
Recuperación y destrucción del neoliberalismo…
La maquinaria institucional e ideológica heredada de 30 años de neoliberalismo no está ahí por nada: sus objetivos son el retroceso político y mantener vivos los viejos dogmas. Esto se logra imponiendo una narrativa dominante sobre los orígenes y naturaleza de la crisis que impida pensar en caminos alternativos.
La historia que cuenta el neoliberalismo sobre su propia crisis comienza con el estallido de la burbuja en el sector inmobiliario y la diseminación de sus efectos por todo el sector financiero gracias a la bursatilización de activos tóxicos. Después viene el rescate y la recuperación. Pero esta historia es absurda porque no hay recuperación a la vista.
Lo notable es que esta narrativa termina con el principio de la pesadilla. Su culminación es el ¡retorno al neoliberalismo! Eso es absurdo: si algo sabemos es que el neoliberalismo ya no va a poder funcionar jamás. Un vistazo a la historia de las principales economías capitalistas durante los últimos tres decenios permite comprobarlo.
En los años 70 termina el periodo glorioso
de acumulación rápida de capital y crecimiento del ingreso personal de los trabajadores. Ese lapso (1945-1975) se caracterizó por altas tasas de crecimiento, fuertes incrementos en productividad y fuerte inversión en capacidad productiva.
En los años 70 la tasa de ganancia se estancó y declinó durante varios años. No importa qué medida prefieran los lectores, y más allá de las polémicas sobre el significado de este movimiento en la tasa de ganancia, lo cierto es que se puede documentar sin dificultad esta declinación en la tasa de ganancia. Y a partir de ese hecho, todo cambió: para enfrentar esta caída en la rentabilidad el capital desencadenó una ofensiva de largo aliento en contra del trabajo.
El resultado de esta acometida fue el estancamiento de los salarios. El crecimiento en productividad que pudo mantenerse (y hasta acelerarse durante algunos periodos) no tuvo su contraparte en un incremento de los salarios. En la distribución de la renta, las ganancias se beneficiaron y el asalariado se llevó la peor parte. Esa redistribución mejoró las condiciones de rentabilidad en los años 1988-2002, con sus diferencias entre países y sectores.
El estancamiento en la rentabilidad durante los 70 también provocó una búsqueda de espacios de inversión financiera que pudiera darle la vuelta a ese mal necesario
(como decía Marx) que es el circuito productivo. La expansión del sector financiero fue la consecuencia directa y los centros de poder a nivel nacional y supranacional se afanaron en eliminar las barreras a la circulación del capital financiero.
Uno de los rasgos más interesantes de la reproducción capitalista en los últimos decenios consiste en que mientras los salarios se estancaron, el nivel de consumo se mantuvo más o menos constante. ¿Cómo fue eso posible? La explicación se encuentra en la caída en la tasa de ahorro y en el crédito. Es decir, las familias aumentaron la parte de su ingreso que se destina al consumo y, por otra parte, incurrieron en un sobre endeudamiento crónico. El sector financiero ya las estaba esperando.
La desregulación y las innovaciones
financieras hicieron bien su trabajo. La capitalización de títulos financieros, acciones y activos inmobiliarios, alimentó la ilusión de un aumento de riqueza virtual que pudo respaldar durante unos años el nivel de consumo de las clases medias. En Estados Unidos hasta tenemos el fenómeno de un segmento de la clase trabajadora que tuvo ingresos derivados de la rentabilidad del mercado accionario. Pero el sobre endeudamiento fue el mecanismo más importante para mantener el nivel de demanda agregada que necesita todo sistema capitalista.
En ese periodo (1980-2000) la inversión productiva mantenía tasas de crecimiento raquíticas. Es decir, la recuperación de la rentabilidad derivada de la ofensiva anti-laboral no se acompañó de un incremento en la capacidad productiva o en la introducción de una nueva plataforma tecnológica capaz de sostener una nueva fase de expansión. De las varias interpretaciones, la más cercana a la realidad se relaciona con un agotamiento de las oportunidades de inversión asociadas con altas tasas de beneficios.
Esto es lo que cierra el circuito de acumulación neoliberal en los espacios nacionales
. En el plano internacional, la famosa globalización permitió poner a competir entre sí a la fuerza de trabajo de todo el mundo. Y eso se acompañó del desmantelamiento de una parte de la capacidad industrial estadunidense al transferir las multinacionales líneas completas de producción hacia China. El proceso culminó con la consagración de Estados Unidos como consumidor en última instancia a escala mundial.
En la actualidad no existen instancias internacionales capaces de marcar un nuevo derrotero. La guerra social al interior y entre espacios nacionales, así como los desequilibrios internacionales son la señal más clara: la única recuperación posible pasa por la destrucción del neoliberalismo.
Tiempo de pánico: en EEUU y en Europa, la catástrofe de las perversas políticas de austeridad fiscal…
Tiempo de pánico: en EEUU y en Europa, la catástrofe de las perversas políticas de austeridad fiscal empieza ya a reflejarse crudamente en los datos |
Marshall Auerback · · · · · |
10/07/11 |
Los datos de desempleo conocidos hoy sugieren que estamos experimentando algo peor que un mero «bache en el camino», según ha descrito el presidente el último mes. Lo cierto es que si el pasado mes fue momento de pánico, como sostuvo desde estas mismas páginas Stephanie Kelton, los datos de hoy deberían provocar verdaderas palpitaciones en la Casa Blanca. Esto no es un «bache», sino un verdadero socavón al estilo de los de las calles de la ciudad de Nueva York. Está, lo primero, la cifra de portada que todo el mundo mira: los contratos de trabajo no agrícola. 18.000 más en junio, es decir, 100.000 menos de lo esperado. Además, los aumentos de los pasados dos meses han sido ahora revisados a la baja: 44.000 menos. Eso es francamente poco, pero no resulta demasiado terrible. A poco, empero, que se ahonde en los datos, la cosa pinta absolutamente espantosa: la medida del desempleo establecida a partir de encuestas en los hogares muestra una caída del empleo de 445.000. De acuerdo, es una cifra embarazosa. Pero, como Frank Verano me ha hecho notar en un email privado, lo que esa medida del empleo, nunca revisada, muestra ahora es que no ha habido el menor crecimiento del empleo en los últimos cinco meses, y sí, en cambio un vigoroso crecimiento del desempleo en los últimos tres. La cosa es, sin embargo, todavía peor: la semana laboral ha disminuido en una décima parte. Las horas extraordinarias han disminuido en una décima parte. La tasa de participación laboral, del 64,1%, ha sido la peor desde 1984. La tasa de desempleo en un sentido más amplio, que incluye el subempleo y el empleo a tiempo involuntariamente parcial, la U6, ha pasado del 15,8% al 16,2%. En otras palabras y tal como me sugería esta mañana Frank, «muchos otros indicadores del empleo confirman en este informe los datos profundamente decepcionantes sobre la contratación laboral y el mensaje, mucho más negativo aún, de las medidas obtenidas con encuestas en los hogares.» ¿Hay factores estacionales que pudieran dar cuenta de eso? Tal vez, y singularmente del hiato observado entre los datos de la Oficina de Estadísticas Laborales [BLS, por sus siglas en inglés] y las cifras sobre contratación laboral ofrecidas por la compañía ADP [Procesamiento Automático de Datos, por sus siglas en inglés]. Pero, como sugirió Philippa Dunne, del Liscio Report: «Tras la publicación del informe, algunos embistieron con la vieja y fiable excusa: datos mal desestacionados. De acuerdo con uno de los análisis que circuló, si la BLS hubiera usado el factor del año pasado (computado, claro está, usando exactamente la misma técnica empleada para el factor de este año), ¡se habría visto un aumento de 221.000!. (Quienquiera que hiciera ese cálculo, cometió un error al comparar los niveles no ajustados estacionalmente con los ajustados estacionalmente para los dos meses: lo que hay que comparar son los cambios intermensuales.) Con todo, si uno va a jugar este juego, tiene al menos que ser congruente y aplicar los datos estacionales del año pasado a varios meses, y no sólo a uno. De lo contrario, el crecimiento de 25.000 en mayo se convertiría en una pérdida de 19.000, y el aumento de abril se reduciría a sólo 73.000. En cualquier caso, ¿por qué habría que hacerlo? Los factores estacionales se recomputan cada mes a partir de la experiencia reciente y de las singularidades del calendario, y deberían mostrarse más enérgicos en una eventual recuperación. (Esperemos que no terminen usándose los datos de tendencia en la sima misma de la recesión como indicadores de pasos hacia delante…) Tampoco hay ajuste a la cifra de cabecera: los sectores se ajustan por separado (96 industrias diferentes al nivel de tres dígitos de NAICS [Sistema de Clasificación de la Industria Norteamericana, por sus siglas en inglés], para ser exactos), y el total es la suma de esos componentes. Todo el argumento es un sinsentido.» Muchos de los que publicamos regularmente en estas páginas llevamos meses preocupados por esas tendencias. Hemos expresado repetidamente nuestra preocupación por la imperante histeria del déficit y los consiguientes recortes en el gasto público –fundados en un concepto de todo punto erróneo de la «solvencia nacional» o de la «sostenibilidad fiscal», signifique eso lo que quiera—, y hemos dejado dicho por activa y por pasiva que todo eso terminaría generando el tipo de situación económica que precisamente ahora tenemos ante nuestros ojos. Desgraciadamente, el presidente, su incompetente secretario del Tesoro y el Congreso están todos sometidos a los panglosianos de Wall Street y de la teoría económica dominante, quienes, impertérritos, siguen pronosticando tendencias de crecimiento desmentidas por los datos trimestre tras trimestre. Trimestre tras trimestre el crecimiento se ha revelado siempre menor de lo esperado. ¿Por qué? Por causa del persistemte desdén de la importancia de la política fiscal y por entregarse a la irracional creencia en la eficacia de ensalmos como el de la QE2 [segunda flexibilización monetaria cuantitativa]. La realidad es harto más implacable: el crecimiento ha quedado por debajo de la tasa del 2% en los dos primeros trimestres de este año, y en vez de responder a la crisis real de desempleo, nuestros decisores políticos siguen obsesionados con la reducción del déficit y con los recortes aplicados a los «insostenibles» programas sociales, lo que no hace sino sacar todavía más recursos de una economía que regresa aceleradamente al precipicio de la recesión. Y con la perspectiva de un acuerdo parlamentario sobre los límites del endeudamiento, que incluirá todavía más recortes del gasto público; con la perspectiva, además, de una ulterior presión a la baja sobre los ingresos reales de los consumidores por causa del incremento del precio de las materias básicas propiciado por la especulación, la administración sigue inexplicablemente pronosticando, una vez más, la recuperación significativa de la senda de crecimiento, sólo porque los gachós que le aseguran financiación electoral en Wall Street les siguen diciendo que eso es lo que va a ocurrir. Pero no va a ocurrir. No, si seguimos por este despeñadero. Es muy de temer que lo que nos espera sea un declive à la europea, en donde la austeridad fiscal está en pleno desarrollo. Las ventas al por menor en España han sido un desastre. Cayeron un 6,6% en relación al año pasado. Eso es mucho peor que la ya de por sí horrible caída del 4,4% registrada en los cinco meses anteriores. La tasa de desempleo española es del 21%. Grecia, que acaba de poner por obra otra ronda de recortes del gasto público, tiene una tasa de desempleo por encima del 16%, y apunta a más. E Italia empieza finalmente a aparecer en los titulares: su renta per capita ha crecido un 0% en la última década. Hoy mismo, el Banco de Francia decía lo siguiente en su informe económico mensual: «La actividad industrial cayó en junio debido al comportamiento más débil de la industria automovilística, de los bienes de equipo y de otros sectores industriales. La tasa de utilización de capacidades cayó. Los pedidos todavía se consideran por encima de sus niveles normales, pero parecen estar en peor situación que en los meses pasados.» Y esto es el núcleo, no la periferia. Ya no es sólo un problema de los «manirrotos mediterráneos». La común aceptación de la austeridad fiscal ha ido más allá de lo perverso. Es como si Josef Mengele se hubiera reencarnado en un economista y anduviera trabajando en algún nuevo experimento extravagante para infligir la máxima cantidad de daño al máximo número de personas. Es como una variante del viejo chiste: «- Doctor, me duele mucho cuando hago esto. – Pues siga haciéndolo.» Los gobiernos de veintiocho países desarrollados actuaron de concierto para hacer bajar el precio del petróleo y salvar la recuperación económica mundial. En estos últimos diez días, los inversores profesionales, los especuladores y los habituales manipuladores compañeros de viaje han logrado torcer el brazo de esos gobiernos, forzando de nuevo un alza en los precios del crudo. A la vista de lo cual, y del terrible frente de datos económicos procedentes últimamente de Europa, mejor harían esos gobiernos en buscar de nuevo una vía para evitar la especulación sobre los precios de los alimentos y de los combustibles: de lo contrario, la Gran Recesión, Segunda Parte, nos aguarda a la vuelta de la esquina. ¡Ah! ¿Pero de qué nos preocupamos? ¡Si es sólo un bache en el camino! Recortemos un poco más el gasto público –la Seguridad Social parece ser el próximo objetivo-, porque, ni que decir tiene, basta con decir que «tenemos que ser responsables», basta con decir que «no podemos seguir viviendo por encima de nuestras posibilidades», para que se haga el milagro, se restaure la confianza y salgamos del foso en que se encuentra el 95% del mundo. O eso al menos es lo que nuestro presidente no se cansa de repetirnos cuando celebra un «acuerdo» parlamentario sobre la limitación del endeudamiento. En realidad, los únicos que deberían celebrarlo son los candidatos Republicanos a las próximas elecciones presidenciales, uno de los cuales logrará, muy probablemente, convertir a Obama en presidente de un solo mandato. Marshall Auerback, uno de los analistas económicos más respetados de los EEUU, es miembro consejero del Instituto Franklin y Eleanor Roosevelt, en donde colabora con el proyecto de política económica alternativa new deal. 2.0. Traducción para www.sinpermiso.info: Casiopea Altisench
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J. Stiglitz: La crisis ideológica del capitalismo occidental (y el resurgimiento de la derecha neoliberal)…
Chile y la reforma universitaria: el proyecto ultra-mercantil del Ministro J. Lavín…
21 de Junio de 2011
Lavín, Guzmán, Pinochet y la revolución universitaria del 81
- Jaime Retamal
- Facultad de Humanidades de la Usach
- http://educacion.usach.cl
Bastante de violencia han hablado las autoridades de gobierno la última semana, y esto a propósito de las movilizaciones de los estudiantes universitarios.
La retórica equilibrista del Ministro de Educación, Joaquín Lavín, hablando no desde el ministerio de Educación, sino desde el mismísimo Palacio de La Moneda, el centro del poder, mezcló la palabra “energía” con “violencia” para desacreditar a esos miles de jóvenes que caminaron pacíficamente por la Alameda.
¿Es la educación superior chilena un enclave autoritario de la dictadura de Pinochet?; ¿es su lógica, su inspiración, su modelo, su fundamentación, herencia –una más- del totalitarismo pinochetista de los 80?
No es porque el Ministro y La Moneda estén ad portas de nuevas encuestas de opinión, el motivo por el cual calificamos su retórica de equilibrista. Es así, más bien, porque la respuesta a la pregunta de si la educación superior es o no un “enclave autoritario” está llena de un vértigo abismal, para quien pretende ser, como Joaquín Lavín, el nuevo Presidente de Chile, o para quien desea pasar a la historia como un gran Ministro de Educación.
Nadie está más cercano al vacío que Joaquín Lavín. Gran opus-deista chileno; fundador de una universidad privada; ilustrísimo Chicago boy y UDI hasta el tuétano: heredero, hijo putativo predilecto de Jaime Guzmán y Augusto Pinochet Ugarte. Creador -ghost writer- como dice el mito urbano, de la famosa frase “de cada siete chilenos, uno tendrá automóvil; de cada cinco, uno tendrá televisor, y de cada siete, uno dispondrá de teléfono”, dicha por el Capitán General un 11 de Septiembre de 1980. Los ochenta… la década de las más profundas transformaciones en la educación chilena, particularmente, en la educación superior ¡Qué años!
No es una tesis del todo descabellada afirmar que “Marzo del 81” es EL momentum de toda la revolución de la educación superior en Chile, resistida hoy en las calles y en crisis, por cierto, como lo reconocen todos los actores.
Marzo del 81. Chile disputaba la Copa Davis sufriendo contra Colombia; los cines tenían en su cartelera a “Belle de jour” y se estrenaba “El huevo de la Serpiente” de Bergman; Héctor Soto, el cura Valente del cine, ya repetía su ironía (copiada o no) de que Hollywood era una gigantesca fábrica de salchichas; uno de los autos del año, traído directamente desde Francia, era el más ofertado por los diarios, el Renault 5, a toda página; y canal 7 transmitía la serie de 12 capítulos que contaba la vida del “héroe” de la 2ª Guerra Mundial, “Lord Mountbatten”. Todo superficialmente estaba bien y transcurría con normalidad. Pero en el fondo, se estaba gestando la gran transformación de la educación superior que transformaría la lógica universitaria, y también, no está de más decirlo, la lógica del tejido social en Chile.
la revolución universitaria del año 81 de Augusto Pinochet, que encuentra a Jaime Guzmán como uno de sus defensores más radicales, no hace sino retrotraernos a un momento difícil de nuestra historia nacional y a un momento donde se produjeron profundos cambios que terminaron por configurar otra sociedad y otra cultura. Para ello, la Universidad fue central.
Fue en Marzo del 81 cuando se dio inicio al llamado “Periodo Constitucional” de Augusto Pinochet. El 11 de Marzo juró ante la nueva Constitución de la República de Chile y el oficialismo declaraba que el país “recuperaba la confianza en sí mismo.”
Con ese tono tan característico que poseía, Augusto Pinochet enfatizaba en su discurso del 11 de Marzo del 81: “No podría dejar de mencionar, entre los progresos sociales que se han materializado en estos años, las recientes reformas a las normas sobre educación superior[…]El Gobierno ha sentado las bases para que su acción educacional, con el aporte primordial de la iniciativa particular de los chilenos, permita una capacitación amplia y de calidad a vastos sectores que hasta ayer se veían privados de ella […] el dictar estas normas legales obedece a nuestra profunda convicción de que la autonomía de cada persona y la igualdad de oportunidades para todos, son bases esenciales de la Gran Nación que aspiramos a construir e integrar.”
Las dos cosas que primero hizo Pinochet, tras jurar, fue anunciar un nuevo presupuesto para las universidades (lógica presupuestaria que se mantiene hasta hoy más menos) y declarar al país en “Estado de Peligro de Perturbación de Paz Interior”, recurriendo a las facultades que le confería la disposición 24ª transitoria de la nueva Carta Fundamental.
¿Alguien en su sano juicio, dada las condiciones, iba a alzar la voz como correspondiese ante tamañas transformaciones revolucionarias en la universidad?
Pues sí; Jaime Guzmán tomó partido. Entregó uno de los apoyos más fundamentales a esa transformación revolucionaria a la educación superior llevada adelante por el Capitán General Augusto Pinochet y el aparato totalitario de instalación de políticas públicas de cada sector gubernamental.
Un documento verdaderamente histórico de 14 páginas –“histórico” dada la revolución y dada la actual crisis universitaria- resulta ser la fundamentación que Jaime Guzmán hiciera en la Revista Realidad de Marzo del año 1981. Se trata de un escrito formidable, por su densidad ideológica y filosófica, que muestra no sólo la genialidad del fundador del gremialismo y la UDI, sino también, la profundidad social que una revolución universitaria puede crear.
Este documento fue escrito en co-autoría con Hernán Larraín, actual senador UDI, y se titula “Debate sobre nueva legislación universitaria”.
Como se sabe (ver los textos de Renato Cristi o Verónica Valdivia) Jaime Guzmán mutó de una concepción “gremial-corporativa” a una “neoliberal”. Y fue en los 80 donde defendió esta nueva concepción. Su principal “brazo armado” teórico fue la Revista Realidad, fundada por él mismo el año 1979. Nada de mitos –dice su escrito fundacional- ni de utopías destructoras, la verdadera fe debe estar puesta en aceptar con realismo la verdadera naturaleza del hombre y las cosas, debemos ajustarnos a la realidad, afirma.
Pues bien, en Marzo del año 1981, en una especie de debate imaginario se afirma que “la sola publicación de los primeros cuatro DFL sobre la nueva institucionalidad universitaria, ha desatado una variada crítica de ciertos sectores muy determinados, cuyas principales objeciones hemos creído conveniente recoger y refutar en este artículo.” Entrega este “artículo” 15 refutaciones a 15 objeciones críticas.
Señala que la pretendida Reforma Universitaria de los años 1967-1973 estaba completamente equivocada en su orientación. Tenía fundamentalmente “una visión académica irreal […] una masificación artificial de la educación superior, que iba mucho más lejos de la exigida por la natural evolución social antes mencionada, y que por el contrario se fundaba en una inspiración demagógica , cuyo extremo fue el lema marxista de “universidad para todos”, una desviación de su origen universitario hacia un claro predominio político, que pretendió instrumentalizar las Universidades al servicio de dos sucesivos experimentos ideológicos (democratacristiano primero y marxista después), y en fin, una pérdida de las jerarquías universitarias, ejemplificada en el cogobierno estudiantil y del personal administrativo […] la frustración actual de miles de académicos y estudiantes universitarios, representa la mejor demostración de que el sistema universitario chileno se había deteriorado hasta languidecer en la mediocridad, cuando no a descender a niveles vergonzosos e indignos del nombre de universitario”.
Respecto al eje competitividad, que será crucial en todo el sistema hasta el día de hoy, señala que a la sazón ninguna de las 8 Universidades existentes se encuentra sujetas a desafíos competitivos entre ellas, al tener su financiamiento asegurado por el presupuesto estatal. En este sentido “la nueva legislación universitaria busca una suerte de control indirecto de la calidad académica, que se obtiene básicamente estimulando la competencia entre las universidades. Eso se procura a través de cuatro instrumentos principales, a los que luego haremos sucesiva referencia: la facilidad para crear nuevas Universidades, el surgimiento de institutos de educación superior no universitarios, el cambio en el sistema de financiamiento estatal a ala educación superior, y la racionalización de las actuales Universidades”. Ahí están los ejes del desarrollo universitario que marcarán el futuro del sistema.
En efecto, “la competencia constituye un poderoso estímulo de superación personal en el ser humano […] la llamada solidaridad, al margen de estímulos competitivos, siempre ha redundado en mediocridad y fracaso […] para superar la baja calidad de muchas escuelas o sedes universitarias actuales, se hace por tanto indispensable someterlas a un desafío competitivo que las obligue a elevar sus niveles docentes si desean salir airosas. Y nada mejor para ello que entregarle la decisión al usuario, en este caso al postulante universitario, el cual sólo podrá ser atraído por medio de la calidad académica.” En este sentido, no se puede tildar a esta reforma de economicista, pues representa “un simple slogan para intentar el descrédito de un camino eficaz de mejoramiento académico de nuestras Universidades, sin que exista de parte de los detractores ninguna sugerencia alternativa que pudiera considerarse preferible e igualmente idónea para el fin perseguido.”
Cuando se hace referencia a la gratuidad, el texto de Guzmán es muy clarificador, pues señala que “la llamada “educación universitaria gratuita” que prevaleció tradicionalmente en Chile, no pasaba de constituir un eufemismo para ocultar la verdadera realidad, ya que todos saben que ningún servicio social –ni mucho menos el de brindar educación superior- puede ser realmente gratuito. Su costo lo paga alguien, y ese alguien es el Estado.” Es decir, lo pagaban los millones de chilenos a través del pago de impuestos y contribuciones. El punto es que “implicó que muchos chilenos de menores recursos financiaban la formación profesional de personas de ingresos más elevados, que en numerosos casos estaban en condiciones de pagar sus estudios. La injusticia se agudizaba por el hecho de que el título profesional así obtenido facultaba a su poseedor para percibir ingresos periódicos superiores al promedio de los contribuyentes chilenos. La decisión de terminar con esta injusticia social, y que cada persona pague el valor de su educación superior, alcanza la mayor importancia ética dentro del camino hacia una sociedad más justa”.
Como se advierte en la Editorial de este número de la Revista Realidad de Marzo de 1981, titulada ¿Qué hacer ahora en las Universidades?, “la ley es categórica: las actuales Universidades estarán abiertas a la competencia por la captación de alumnos, frente a nuevas Universidades o a otros institutos de educación superior no universitarios que se puedan formar […] la racionalidad económica impuesta, junto con evidenciar la principalísima importancia del profesor, hace exigible su calidad diseñando mecanismos para su eficaz logro”.
Y para el estudiante universitario, la Editorial afirma que “lo que antes recibía gratuitamente (o casi) por su sola aptitud, ahora le significará una mayor responsabilidad debido a las consecuencias económicas que puede tener –para él o su familia- su eventual negligencia. Esto se traduce en un mayor compromiso del alumno con sus estudios y, al mismo tiempo, lo hace un elemento que demanda y urge más y mejor servicio docente”.
No obstante, cabe recordar, como lo hace Verónica Valdivia en sus “Lecciones de una Revolución: Jaime Guzmán y los gremialistas, 1973-1980” que “a Guzmán nunca le interesó de manera especial el área económica o de políticas sociales, sino lo social y político en tanto dominación, pues creía en una sociedad constituida por seres desiguales y naturalmente jerárquica. Su supuesta “neoliberalización” no afectaba ese núcleo central, sino lo reforzaba al debilitar celularmente a los partidos con la hegemonía del mercado.” En este sentido, Guzmán no es un pensador político simple; su complejidad y aguda visión de la historia de la derecha chilena, sumado a su inconfundible pragmatismo portaliano, lo hacen extremadamente difícil de aprehender conceptualmente.
En todo caso, la revolución universitaria del año 81 de Augusto Pinochet, que encuentra a Jaime Guzmán como uno de sus defensores más radicales, no hace sino retrotraernos a un momento difícil de nuestra historia nacional y a un momento donde se produjeron profundos cambios que terminaron por configurar otra sociedad y otra cultura. Para ello, la Universidad fue central.
Durante las últimas semanas dirigentes estudiantiles, rectores, académicos, líderes de opinión y hasta políticos, han insistido y recordado que la actual crisis de la educación superior tiene un determinado año de inicio con un contexto y actores políticos aún vigentes.
Sin embargo, otros no ven en ninguna parte una crisis. Y no está demás decirlo. Como se sabe, el mercado de la educación superior mueve al año más de 3.300 millones de dólares. Así, nadie duda que el mercado se proyecta, en el corto plazo, extremadamente sustancioso. Más de 1 millón de clientes en la educación superior (universitaria y técnica) nos habla de un muy atractivo negocio si lo multiplicamos por los 3 mil dólares que es el mínimo de nuestro arancel, uno de los más altos del mundo en relación al PIB, según el FMI.
Sólo un realismo cínico en política, a la Maquiavelo, haría decir que la revolución universitaria de Marzo del 81 ha sido exitosa, dada su eficacia y dado su actual dinamismo de mercado.
Ya nadie puede seguir siendo Maquiavelo. Menos el ministro Joaquín Lavín. En todo caso, ¿qué hacía el ministro de educación en Marzo del 81?
El Mostrador.cl
Vargas LLosa, el liberalismo y las dictaduras… Entrevista
Vargas a la carga
Por Luis Bruschtein
Antes de los ‘80 se decía que los liberales en política eran intervencionistas en economía. Y al revés. Los liberales en economía eran autoritarios en política. Autoritarios quiere decir que en realidad fragoteaban todo el tiempo para dar golpes militares. Viene a cuento porque el discurso liberal épico del escritor Vargas Llosa pareciera desconocerlo. Los liberales argentinos fueron golpistas desde el ’30 en adelante. Se dieron casos ridículos porque un buen militar tiene que ser nacionalista. Pero cada vez que un militar “nacionalista” dio un golpe, puso a un ministro de Economía liberal. Los golpes militares tuvieron siempre un discurso anticorrupción y supuestamente nacionalista con fragor de botas y banderas, pero fueron liberales en economía.
Se decía que un liberal en economía tenía que ser irremediablemente autoritario en política porque las medidas económicas de libre mercado son esencialmente antipopulares, y se pensaba que solamente podían ser aplicables con represión y mano dura. Eso no estaba en discusión y así sucedía.
Por el contrario, se decía que un liberal en política era intervencionista en la economía –o sea, lo contrario al libre mercado– porque las fuerzas del mercado no son democráticas, ya que siguen otras reglas, como la ley del más fuerte –el que más tiene, más gana y tiene más capacidad para sobrevivir y eliminar al más débil– que es lo opuesto a la democracia, donde todos los votos tienen el mismo valor. El libre mercado no es democrático porque favorece al más fuerte. Entonces, para ser democrático en economía, había que intervenir a través del Estado para equilibrar fuerzas y derechos.
El liberalismo original, el de los textos clásicos que plantearon igualdad ante la ley y de oportunidades, surgió en oposición a las monarquías y de allí se construyó el costado épico de su discurso. Pero, ya en el siglo XX, la herramienta política del liberalismo económico no fueron los votos sino los golpes militares. El liberalismo que llega a la modernidad no es el de los carbonarios sino el de los países centrales y el de los grandes capitales, o sea el discurso de los poderosos, que en nuestros países se verificó en invasiones y dictaduras. Ningún golpe de Estado se hizo en nombre de las dictaduras. Por el contrario, se hicieron “para defender la libertad y la democracia”. Los dictadores se presentaban siempre como demócratas. Además no es casual que los que defienden a los militares de la dictadura en la Argentina sean, sobre todo, los sectores liberales. Cuanto más liberales en el discurso, más los defienden y muchos de ellos son amigos y tienen relaciones personales con los viejos represores. José Alfredo Martínez de Hoz no era populista. Por el contrario, era muy representativo del capital concentrado que se expresaba en términos de “defensa de la democracia”, e ideológicamente se definía como un gran liberal.
Queda demostrado que, por lo menos en la Argentina moderna, ese liberalismo no fue democrático. En todo caso fueron más democráticos los acusados de populistas, como Yrigoyen y Perón, porque ampliaron derechos ciudadanos, aunque para ello debieron afectar intereses económicos.
En la excelente entrevista que le hicieron Martín Granovsky y Silvina Friera, publicada ayer por Página/12, el escritor peruano se ataja y afirma que los que apoyaron dictaduras no son verdaderamente liberales, y que no tiene por qué hacerse cargo de lo que hicieron otras personas que se dicen liberales, aun cuando hayan sido referentes ideológicos suyos, como Milton Friedman o Friedrik von Hayek, que respaldaron calurosamente a la dictadura de Augusto Pinochet en Chile y formaron parte de la Sociedad Mont Pelerin que trajo a Vargas Llosa a la Argentina.
La pasión y energía que invirtió –según relata en esa entrevista– en desentrañar las contradicciones del discurso revolucionario que lo había seducido en los ’60, contrasta con el desinterés y hasta la pereza intelectual que muestra el escritor frente a esas contradicciones del discurso liberal en los países de América latina.
Desinterés y pereza, más que ceguera o ingenuidad, porque en cada reunión a la que asiste en la región está acompañado por dirigentes y personajes que son empresarios o asesores de grandes empresas devenidos en políticos, más que políticos con trayectorias que sobresalgan por sus desempeños democráticos y pensamientos profundos. Aquí en la Argentina, su principal anfitrión fue Mauricio Macri, un hombre que repite que prefiere la mano dura antes que la negociación o que estigmatiza los inmigrantes de los países vecinos.
Vargas Llosa afirmó que el populismo y la izquierda ganaron una batalla al conseguir que el término “liberal” sea tomado como una mala palabra. En realidad, la izquierda y el supuesto populismo no estaban para dar ninguna batalla en los años ’90. Fueron los mismos liberales los que lograron ese desmérito.
En los años ’80, con el comienzo de la globalización, los gobiernos militares ya no ofrecían seguridad jurídica para la desbordante liquidez mundial. A partir de allí, no hubo más golpes. Cuando estos supuestos liberales dejaron de buscarlos o apoyarlos, se acabaron los golpes en América latina. O si los hubo, fracasaron. Las nuevas herramientas para llevar adelante esas políticas económicas fueron la presión mediática, los golpes de mercado y, por supuesto, las poderosas consecuencias de un nuevo ordenamiento mundial con hegemonía unilateral norteamericana. En el caso de la Argentina, esas presiones doblegaron a los partidos tradicionales desde la segunda mitad del gobierno de Alfonsín, más los dos gobiernos de Carlos Menem y el gobierno de la Alianza. Fueron más de 15 años de neoliberalismo que culminaron con la mitad de la población por debajo de la línea de pobreza.
Pero la ola fue tan fuerte que, de la misma manera que en los años ’70 se habían reproducido como una plaga las dictaduras en la región, entre los ’80 y los ’90 se extendieron las experiencias neoliberales y en todos los países con los mismos resultados desastrosos. Pensadores populares que habían participado en el desarrollo de la Teoría de la Dependencia como el brasileño Fernando Henrique Cardoso se convirtieron al neoliberalismo y, en su caso, fue el presidente que aplicó esas teorías en Brasil. El peronismo en la Argentina, que había sido el gran muro de contención contra esas medidas, se dio vuelta con el menemismo y se convirtió en su herramienta política. Algunos gobiernos se cuidaron un poco más, Brasil no privatizó su petrolera estatal y en Chile tampoco lo hicieron con la empresa del cobre. En la Argentina, el menemismo vendió hasta la vajilla de la abuelita. En todos hubo una reacción en contra. En la Argentina, donde esas políticas habían sido salvajes, la crisis fue más profunda y la reacción popular, más violenta. Se equivoca Vargas Llosa: la izquierda o el supuesto populismo no tuvieron ningún mérito en la campaña por convertir al liberalismo en mala palabra. Fue todo obra de los mismos liberales, algunos de los cuales lo acompañan ahora cuando viene a darles charlas magistrales.
No existe liberal de izquierda, ni liberal progresista, y cuando hablan equívocamente de progreso o de cambio, siempre son cambios regresivos que favorecen al más fuerte. Cualquier desviación del libre mercado es considerada “colectivista”. Ni hablar de la distribución de la riqueza. En suma: para ser liberal hay que ser rico o, por lo menos, no hay que ser pobre. Esta expresión de un liberalismo donde prima lo que ellos llaman libertades económicas sobre los factores sociales, y donde el valor supremo es el de la propiedad, es más bien el neoliberalismo, una versión parcial y más cruda de los viejos ideales de los revolucionarios antimonárquicos que en su idealismo ponían por delante la igualdad ante la ley y la igualdad de oportunidades. Esta segunda parte del discurso de los viejos liberales no está muy considerada por quienes en la actualidad se asumen como sus discípulos, porque la única forma de que haya igualdad de oportunidades es a través de un Estado que regule los procesos económicos preservando una dinámica democrática.
Resulta simpático advertir que antes a los marxistas se les decía “materialistas” porque afirmaban que lo económico determinaba por sí sólo lo social y cultural. A los viejos liberales se les llamaba idealistas” porque decían que las ideas determina todo lo demás. Pero estos nuevos liberales ya no son idealistas sino marxistas al revés: lo que prima es la economía, pero a favor de los poderosos.
REPORTAJE A MARIO VARGAS LLOSA SOBRE SU CONVERSION DEL SOCIALISMO AL LIBERALISMO
“Los socialdemócratas tienen debilidades colectivistas”
Defendió a Von Hayek y Friedman, los ultraderechistas que respaldaron a Pinochet y fundaron la Sociedad Mont Pelerin que lo invitó a la Argentina. Pero dijo que él nunca apoyó a una dictadura. Una entrevista con Vargas Llosa sobre la economía, Lula, Cardoso, el Estado, los liberales, Sudamérica, Humala y Dostoievski.
Por Martín Granovsky y
Silvina Friera
Si tiene que quedarse con un solo libro sabe cuál es: La guerra y la paz, de León Tolstoi. Conoce su próximo voto en el ballottage peruano: será por Ollanta Humala y no por Keiko, la hija del dictador Alberto Fujimori. Confiesa que se siente perplejo sobre la crisis económica internacional. Y, quizá porque la provoca, acepta la polémica.
Mario Vargas Llosa vino a Buenos Aires para dar una conferencia en la Feria del Libro (ver página 5) y participar de una reunión de la Mont Pelerin Society, fundada en 1947, entre otros, por los economistas Milton Friedman y Friedrich von Hayek y presidida hoy por el neocelandés ultraconservador Kenneth Minogue, profesor de Ciencia Política en la London School of Economics. Los visitantes fueron agasajados por Mauricio Macri y discutieron un tema que los preocupa: “El desafío populista a la libertad latinoamericana”.
A las 10 de la mañana de ayer, cuando recibió a Página/12 en la suite presidencial del Sheraton, la bruma caía sobre Retiro. Vargas Llosa miró el paisaje desde la ventana dos veces, al llegar y antes de irse. En el medio concedió un reportaje que aquí se transcribe en el orden exacto en que fue realizado y entero, incluyendo su crítica a la Revolución Cubana y hasta la curiosa forma en que el escritor se refirió a su idolatrado Fernando Henrique Cardoso, el ex presidente brasileño: Henríquez.
–En El sueño del Celta un personaje dice: “Se puede ser un gran escritor y un timorato en asuntos políticos”. ¿Qué piensa usted de la frase?
–El personaje a quien se refiere es Joseph Conrad y no Roger Casement. Conrad era timorato políticamente por una razón obvia: era un recién venido a la nacionalidad británica. Por otra parte, tenía esa especie de lealtad perruna que tiene un inmigrante de primera generación al país que ha hecho suyo, que lo ha acogido y al que se ha integrado. Aunque eran muy amigos, el hecho de que Casement optara por Alemania en la Primera Guerra Mundial, un país al que, por razones obvias, los polacos…
–Como Conrad.
–Claro. Los polacos odiaban a Alemania tanto como a Rusia porque los habían desaparecido como país. Eso hizo que Conrad tomara distancia de Casement y retirara su firma de ese manifiesto de los intelectuales que pedían la conmutación de la pena. Debió dolerle mucho porque eran amigos. Casement tenía una enorme admiración por Conrad. Conrad sí había apoyado la lucha de Casement contra el gobierno belga por las atrocidades que se cometían en el Congo. El diálogo es ficticio, inventado.
–Pero Conrad retiró su firma.
–Sí, sí existió el hecho de que Conrad retiró su firma, y aunque no hay testimonios de eso, es segurísimo que para Casement debió ser muy doloroso que una persona que tanto admiraba, y que además tenía prestigio, no quisiera firmar esa solicitud.
–¿Qué es un timorato en política? Porque timorato es una palabra que se usa poco.
Es alguien que teme pronunciarse con claridad sobre aquellas cosas que cree. No es una persona vacilante…
–No está hablando de un apolítico.
–No, es una persona que no tiene el coraje de asumir públicamente sus opiniones políticas porque piensa que hay riesgos implicados en ello. Eso diría que es un timorato. Una persona puede ser vacilante, puede tener dudas respecto a ciertos temas, eso es perfectamente legítimo.
–Y es bueno, ¿no?
–Sí, es bueno, en muchos casos es bueno. Tener mucha seguridad es peligroso (se ríe).
–¿Qué es lo contrario de “timorato” para alguien que conoce tan bien la lengua como usted? ¿Hay un antónimo?
–(Piensa.) A ver… Yo creo que es un poco exacerbado decir “valiente”. No lo sé. Me parece que si una persona tiene ideas políticas, sobre todo en circunstancias en que esas ideas están puestas a prueba (y ya no se diga cuando están en peligro), debe defenderlas. Si cree en ellas, debe defenderlas. Sobre todo en América latina nosotros sabemos muchas veces adónde conducen esos riesgos. Entonces me parece que una persona debe defender sus ideas, preferentemente con razones y no a pedradas o puñetazos.
–¿Usted hizo un click en sus ideas políticas de un momento a otro?
–No. Un click de un momento a otro nunca, creo. Ha sido un proceso. Por ejemplo, el pasar de convicciones socialistas a convicciones democráticas y liberales ha sido un proceso que tiene distintas etapas, pero creo que se inicia a mediados de los años ’60, en relación con Cuba, básicamente.
–¿Pero en algún momento hace un click entre no decir las cosas o decirlas?
–No, no. Digamos que yo creo que estaba muy identificado con la izquierda, básicamente a partir de la Revolución Cubana, y empecé a tener ciertas dudas, pero no me atrevía a hacerlas públicas. La primera duda seria que yo tengo con la Revolución Cubana es cuando la Umap, las unidades militares de apoyo a la producción, un eufemismo para campos de concentración.
–¿Por qué lo dice?
–Eran campos de concentración donde metieron a gusanos, a criminales comunes y a gays. Para mí eso fue una experiencia muy chocante, yo no lo esperaba. Conocí a bastantes de los jóvenes que fueron a los campos de concentración.
–El año pasado Fidel Castro dijo al diario La Jornada de México que la persecución a los gays había sido uno de los grandes errores de la Revolución Cubana.
–Un poco tarde, ¿no? Porque en esa experiencia pues no solamente sufrieron terriblemente chicas y chicos que eran identificados con la revolución, los del grupo El Puente. Fue muy traumático, muy violento, y para mí fue la primera vez que tuve dudas muy serias de si la Revolución Cubana era lo que yo creía y lo que yo decía que era. Ese hecho me fue cambiando muchísimo, me creó muchas dudas, me empezó a estimular actitudes críticas frente a la revolución. Otra experiencia que resultó confirmatoria y mucho más importante para mi evolución fue el apoyo de Fidel a la invasión de Checoslovaquia, cuando la invasión de los países del Pacto de Varsovia.
–La de 1968.
–Sí. Fue la primera vez que ya no me importó “armar al enemigo”, y lo digo entre comillas para hablar de la fórmula chantajista que mantenía siempre a los críticos de izquierda en el silencio. Ahí escribí un artículo que se llamó “El socialismo y los tanques”, claramente haciendo una crítica a la revolución. Pero todavía fui una vez más a Cuba después de eso, que fue la última vez que he estado allá, ya no me acuerdo el año, no sé si ’69 o ’70, inmediatamente antes del caso (del poeta Heberto) Padilla. Todavía no lo habían metido preso, pero era evidente que lo iban a meter preso en cualquier momento. Padilla estaba enloquecido por la tensión en la que vivía, y el clima era un clima… de una… Uff, había zozobra, había miedo entre muchos escritores que conocía muy bien. Yo salí completamente angustiado de ese viaje, y al poquito ocurrió el caso Padilla, que fue lo definitivo.
–¿Ese fue un cambio de ideas socialistas a ideas liberales?
–No, el liberalismo es posterior. En ese momento el socialismo entusiasta pasa a ser un socialismo muy crítico, pasa a ser una socialdemocracia. Yo me sentí como se sienten los curas que de pronto se vuelven ateos: muy desamparado, muy solo, en un mundo muy confuso. Fue un proceso lento de revalorización de la idea de democracia, la importancia de esa democracia formal tan denostada por la izquierda, y empecé a leer a Raymond Aron, a (George) Orwell, a (Arthur) Koestler y a (Albert) Camus, a quien había leído y había atacado cuando yo era muy sartreano. Incluso publiqué un librito que se llama Entre Sartre y Camus, contando esa evolución.
–¿Y el liberalismo cuándo comenzó en usted?
–Primero fue una especie de rescate de la idea democrática, de la importancia de esos valores formales, de las formas en lo político. Y luego creo que el liberalismo fue el descubrimiento de Isaiah Berlin y (Karl) Popper. La lectura de Popper, la lectura de La sociedad abierta y sus enemigos para mí fue fundamental; es uno de los libros que más me ha marcado, me ha cambiado, me enriqueció extraordinariamente lo que es la visión del autoritarismo, de lo que es el totalitarismo, y cómo esa es una amenaza que está siempre presente, incluso en las sociedades más libres, más avanzadas.
–Usted acaba de participar de un seminario sobre populismo organizado en Buenos Aires por la Sociedad Mount Pelerin. Popper fue uno de sus fundadores.
–Sí, claro, Popper estuvo en el año ’47…
–Y (Milton) Friedman y (Friedrich von) Hayek también. Los dos terminaron sosteniendo la dictadura de Augusto Pinochet.
–No tienen ellos la culpa de la dictadura de Pinochet.
–Sostenes, no causantes.
–Pinochet aplicó políticas de mercado, pero jamás apoyó la política liberal, que parte de la democracia política.
–Pinochet no apoyó el liberalismo político, pero Friedman y Von Hayek apoyaron la dictadura de Pinochet.
–No, no. Apoyaron la política económica, pensaron que la política económica era la buena, pero nunca apoyaron la dictadura de Pinochet, nunca apoyaron los crímenes, nunca apoyaron la desaparición de un Congreso, de elecciones libres. Nunca. Von Hayek ha defendido… Miren… No sé si han leído The Constitution of Liberty, un libro absolutamente fundamental en defensa de la cultura democrática y de la libertad económica a partir de la libertad política. Es el sustento fundamental de la idea de Von Hayek.
–Pero no estamos hablando de las ideas sino del apoyo a una política concreta.
–Pues yo no conozco ninguna declaración de Von Hayek a favor de Pinochet, que haya estado defendiendo la dictadura de Pinochet. Todo el paquete, con los crímenes, las desapariciones. Y si la defendió, se equivocó.
–Si quiere pasemos a Friedman. Estuvo varias veces como invitado en el Chile de Pinochet.
–Pero fue a dar conferencias.
–Hasta escribió cartas de agradecimiento a Pinochet por haber aplicado sus recomendaciones económicas.
–No conozco esas cartas.
–Son de 1975. Aquí están, impresas. Podemos leerlas, pero se extendería el reportaje.
–Si Friedman y Von Hayek lo hicieron, se equivocaron. Cometieron una gravísima equivocación y hay que criticarlos por eso, porque ningún liberal debe apoyar una dictadura política. Y si lo hace se equivoca, y hay que criticarlo. Yo soy un liberal y nunca he apoyado una dictadura.
–Isaiah Berlin es una cosa, Popper, que fue cofundador de la Sociedad Mont Pelerin, es otra. Y los otros dos fundadores, Friedman y Von Hayek, fueron muy activos políticamente, en los Estados Unidos y en Chile.
–La Sociedad Mont Pelerin es una sociedad creada fundamentalmente para pasar revista o tomar el pulso a la situación de la economía en el mundo. Es una sociedad que crean especialistas en economía, a la cual yo no pertenezco. Es la primera vez en mi vida que he asistido a una reunión de la Mont Pelerin. Yo estoy totalmente a favor de la libertad económica como un correlato de o contrapartida de la libertad política. Esa es mi visión del liberalismo. Esa es la visión de liberalismo de los liberales que admiro, que leo. De tal manera que si hay liberales que han apoyado una dictadura, para mí no son liberales. No tengo por qué cargar con la responsabilidad de señores que defienden dictaduras.
–Una sociedad de liberales políticos que reivindican a Friedman y Von Hayek es como fundar un centro de estudios socialdemócratas y ponerle de nombre Sociedad Lavrenti Beria, en homenaje al jefe de la policía secreta de José Stalin.
–(Se ríe.) ¡Pero es injusto! La Sociedad Mont Pelerin defiende la libertad económica, está constituida fundamentalmente por economistas, pero que yo sepa, que yo recuerde, jamás se ha identificado con ninguna dictadura, porque esa dictadura hizo políticas de mercado. Von Hayek y Friedman defendieron la libertad económica que se introdujo en Chile, defendieron ciertas reformas.
–¿Esas reformas se podrían haber introducido en 1973 sin dictadura?
–Deberían haberse introducido en democracia. Esa es la postura de un liberal. Un liberal es un señor que cree en la libertad y que cree que la libertad es indivisible, que no se puede dividir la libertad política de la económica. Ese es un principio básico del liberalismo. Está en Adam Smith, el padre del liberalismo. Si hay alguien que pretende dividir la libertad política y económica, se equivoca: no tiene derecho a ser llamado un liberal o da una visión completamente corrompida y criticable del liberalismo. Eso no es el liberalismo que defiendo y con el que yo me siento identificado. Además, creo haber demostrado que mi conducta es una conducta clarísimamente de defensa de la libertad en el campo político, en el campo social y en el campo económico.
–Usted acaba de participar en una reunión sobre el populismo en América latina. Uno podría decir que Franklin Delano Roosevelt, el presidente norteamericano que asumió en 1933, fue un gran populista. ¿Está de acuerdo?
–Todo depende de las definiciones. Por ejemplo aquí el día de la inauguración de la Mont Pelerin el representante del presidente de la Sociedad dijo que había un populismo “bueno” y un populismo “malo”. El populismo bueno era el de Ronald Reagan. ¿Qué es lo que quería decir este señor? Entendía por populismo la proyección a nivel popular de las reformas liberales a través de un gran comunicador, como era Reagan.
–Es el momento en que comienza el proceso de mayor desigualdad histórica de los Estados Unidos. Lo dice Paul Krugman, otro Nobel pero de Economía, no de literatura.
–Sí, pero… Si yo tengo que corregir cada frase vamos a perder mucho tiempo.
–No es corregir o no corregir. Es una entrevista.
–Los liberales no estamos a favor de que haya desigualdad.
–¿Qué quieren?
–Que todo nazca del éxito, del esfuerzo, de la producción de bienes o servicios que benefician al conjunto de la comunidad. Que haya gentes que tienen mayores o menores ingresos en función de su excelencia, de su talento, es legítimo para un liberal. Lo que no es legítimo es que esas diferencias se establezcan a partir del privilegio o de la desaparición de la igualdad de oportunidades de base, que es un principio liberal.
–¿Y qué sucede cuando, por ejemplo, como dice Krugman, Reagan modifica la política impositiva y quita impuestos a los más ricos? ¿No cambia lo que usted define como igualdad de oportunidades de base?
–Mmmm, es que ahí tendríamos que discutir muchísimo. Krugman no es precisamente un liberal. Krugman es un hombre muy inteligente, pero es una especie de socialdemócrata con debilidades considerables hacia fórmulas socialistas, colectivistas. Tiene debilidades en ese campo.
–¿Usted dice que Krugman, el columnista de The New York Times, es colectivista?
–Sí, tiene debilidades colectivistas, como muchos socialdemócratas muy respetables, demócratas impecables que tienen debilidades colectivistas. Por ejemplo los demócratas cristianos son absolutamente demócratas, pero ellos creían que el Estado tenía que intervenir masivamente en la economía para suplir lo que llamaban las desigualdades de base. Los liberales siempre hemos criticado esa idea.
–¿Pero acaso la intervención del Estado no la propugnaba también Adam Smith?
–No, no. La intervención del Estado en la economía para suplir lo que los demócratas cristianos llamaban –porque eso ha cambiado– las debilidades de base, es una forma de intervencionismo que al final genera mucha más injusticia y muchos más privilegios. Pero en fin…, eso creo que nos aburriría muchísimo.
–Volvamos al tema del populismo. Del populismo bueno y del populismo malo.
–Pero eso decía ese señor y yo creo que se equivocaba. Llamaba populismo a una forma de popularidad. Entonces, si eso es populismo toda forma de comunicación exitosa sería populismo. Yo creo que populismo es sacrificar el futuro en nombre de una actualidad pasajera, efímera, y hacer política con esta visión. Hay un populismo de derecha y hay un populismo de izquierda, sin ninguna duda.
–¿El cortoplacismo sería un populismo?
–El cortoplacismo es una forma de populismo, sobre todo en medidas económicas. Pero hay un populismo político, no solamente económico.
–Si le parece volvamos a Roosevelt. Usted no desconoce qué hacía. Con la radio como herramienta, le hablaba directamente al pueblo sobre los efectos de la crisis de los años ’30.
–¿Pero qué es lo que consigue Roosevelt? Consigue dar seguridad en un momento de una inseguridad terrible. Entonces, con esa tranquilidad con la que él se dirige a su sociedad, a sus electores, crea una seguridad que hacía una falta extraordinaria para que la crisis económica no se profundizara.
–Roosevelt les decía a los ciudadanos que apelaba directamente a ellos para explicarles que el Senado y los bancos no lo dejaban resolver la crisis.
–Pero bueno, está bien… El Senado y los bancos en ese momento no lo dejaban gobernar. A veces es bueno no dejar gobernar a los políticos si hacen malas políticas, ¿no es verdad?
–¿Y en ese caso era bueno?
–No hablo de hacer revoluciones, pero sí de que existan una democracia y unas instituciones que permitan frenar las malas leyes. Por ejemplo en el Perú, en la época de Alan García, nosotros conseguimos parar una medida, que para mí era el final de la democracia: la nacionalización de los bancos. Y la paramos en democracia, sin hacer nada sedicioso, mediante manifestaciones y actos públicos. Y al final conseguimos que esa ley, que era una mala ley que podía acabar con la democracia en el Perú, no prosperara, diera marcha atrás y no hubo ningún muerto, ningún preso.
–¿Ningún liberal reivindica a Roosevelt y a John Maynard Keynes? Un liberal como usted, ¿qué dice?
–Keynes sí. Ambos fueron grandes demócratas. Keynes fue un genio, un hombre de una cultura absolutamente prodigiosa, y las tesis keynesianas, que la socialdemocracia luego hace suyas, son unas tesis generadas en un contexto muy especial de crisis terrible, en las que ya no estaba en juego una política económica sino la supervivencia de un país y de una cultura democrática. Ese es el contexto en el que nace el keynesianismo, que no se puede aplicar de una manera automática. Nadie ha descrito mejor que el propio Friedman lo que significa la inflación para un país, ¿no es verdad? Yo tengo mucho respeto por Keynes, creo que es uno de los grandes pensadores modernos, sin ninguna duda, y en cierta forma buena parte de su legado lo pueden reivindicar los liberales. Sin ninguna duda.
–En cierta medida, y siguiendo su frase de que nada se puede aplicar de manera automática, los países más importantes de Sudamérica estaban en una situación parecida a la que usted describe. Y en los últimos años resolvieron su tremenda crisis con mayor intervención estatal.
–Hay circunstancias en que ningún liberal va a rechazar una cierta intervención del Estado a partir de ciertos consensos democráticos, por supuesto. Sin ninguna duda, ¿no es verdad? En esta última crisis terrible, por ejemplo…
–La crisis mundial que comenzó en 2008.
–Sí. Frente a ella, los liberales han estado completamente divididos. Algunos decían que se trataba de “salvar al muerto” que se iba a morir. Entonces, si se va a morir, que intervenga el Estado. Otros liberales decían que lo que se iba a morir no era el Estado sino las políticas que nos han llevado a esta crisis absolutamente monstruosa.
–¿Y usted qué decía?
–Yo estaba en la confusión total, y creo que ahí se necesitaba un tipo de conocimiento técnico de la magnitud de la crisis y de las consecuencias para tomar una decisión. Yo carecía de eso y simplemente, como sobre muchas otras cosas, lo que he declarado es mi perplejidad. Sobre eso no puedo opinar porque no sé, opinaría a partir del puro pálpito y creo que eso es irresponsable, no en literatura, pero sí en política.
–¿Tiene un pálpito para el ballottage peruano entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori?
–No hay pálpito allí sino un conocimiento muy claro. Hay un mal menor y un mal menor. El mal mayor es Keiko Fujimori y entonces yo voto por Humala. Eso es clarísimo. Los problemas que pueda traer Humala ya los enfrentaremos cuando venga. Pero tengo una esperanza que quiero que quede escrita. Mi esperanza es que Humala se aleje realmente de (Hugo) Chávez y se acerque realmente a gente como (Luiz Inácio) Lula (da Silva), como (José) Mujica, como (Mauricio) Funes, y haga una política semejante en el campo económico.
–De cualquier modo, en América latina cada país se termina dando su destino nacional, no hay forma de copiar…
–No hay destinos nacionales…
–Aunque alguien quiera copiar, no podrá hacerlo porque cada nación es única.
–Hay formas de copiar la orientación, hay formas de entender que la creación de la riqueza pasa por el mercado, no pasa por el estatismo. Las pruebas son tan absolutamente contundentes… Eso lo han entendido el socialismo chileno, el uruguayo, el brasileño. Hay una izquierda peruana que ya entiende eso, aunque es muy pequeñita. Ojalá con Humala ésa pasara a ser la política que se adopte. Sería una salvación.
–Usted habló de Lula como modelo. Su estrategia fue de intervención fuerte del Estado.
–No tan intervencionista gracias a que el anterior presidente fue Henriquez Cardoso. Las grandes reformas que ha aprovechado Lula las hace Cardoso. El es el gran estadista.
–¿Fernando Henrique Cardoso?
–Sí.
–Pero Lula no representó la continuidad respecto de Cardoso sino la ruptura.
–¡No, no, no! ¿Cómo? ¡Qué horror, qué injusticia! ¡Qué dices!
–Brasil creció y se hizo más justo con Lula.
–Pero porque la gran reforma económica, la gran reforma monetaria la hace Henriquez Cardoso. Crea las bases de una economía de mercado. Abre las fronteras de Brasil. Lo que pasa es que lo hace con discreción, con una elegancia británica porque no es un populista. Entonces Lula, que no sabía nada de economía, que no entendía absolutamente nada…
–¿Usted dice que un hombre que fue fundador del Partido de los Trabajadores y secretario general de los metalúrgicos no sabía nada de economía?
–Lula de pronto se encuentra con un país preparado gracias a la extraordinaria habilidad y la inmensa cultura de Henriquez Cardoso, que es el que abre la modernidad para Brasil, el que introduce una economía de mercado auténtica, el que hace entender a la izquierda brasileña que no hay creación de riqueza sin mercado, sin empresa privada, sin inversiones, sin integración al mundo. Y Lula, en buena hora para Brasil, sigue esa ruta.
–Tal vez Lula sea considerado “tribal” por Hayek, pero Lula es el que habla de justicia social, no Cardoso.
–Hablar de justicia social no quiere decir nada…
–Hayek decía que buscar la justicia social es una actitud que venía de las tribus o las hordas. ¿Lula fue tribal al poner en práctica ese principio?
–Para hacerlo hay que crear riquezas. Un país tiene que prosperar. Eso es lo que ha permitido la política de Henriquez Cardoso: que ese país prospere.
–Pero el país no creció con Cardoso, y no superó el tres por ciento anual.
–Pero creó las condiciones y empezó a crecer y se ordenó la moneda. Encontró una estabilidad que en la historia Brasil prácticamente no había tenido nunca. Esa estabilidad es fundamental para que haya una economía de mercado. ¿Cómo puede haber inversión, cómo puede un empresario proyectar su plan de trabajo, de inversiones, si la moneda está sujeta a los vaivenes permanentes como estaba cuando sube al poder Henriquez Cardoso?
–Tal vez la novedad de Lula sea que la justicia social no fue sólo un valor sino una condición de eficacia y posibilidad práctica para conseguir el desarrollo económico.
–Ahí nos estamos acercando ya, creo (risas). No hemos hablado nada de literatura, sólo una preguntita. El ideólogo no lo ha permitido (se ríe). Una entrevista tras otra… Qué barbaridad, es un ritmo estajanovista.
–Es una palabra muy soviética.
–Ahora que la Unión Soviética desapareció se pueden decir.
–¿Es retro, es vintage?
–He visto en Nueva York los retratos del realismo socialista y ahora resulta que la frivolidad ya los puso de moda. La frivolidad de la vanguardia hace que toda esa pintura se empiece a rescatar en las galerías neoyorquinas.
–¿Qué hubiera dicho Milton Friedman?
–Friedman era un buen lector de novelas. La única vez que conversé con él no hablamos nada de economía, sólo de literatura.
–¿Qué está leyendo usted ahora?
–El último libro de Jorge Edwards, La muerte de Montaigne. Parece una crónica histórica y después empieza a surgir la ficción.
–¿Con qué libro se quedaría?
–La guerra y la paz. Si tengo que quedarme con uno solo quizá me quedo con ése.
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Tags: VARGAS LLOSA, NOBEL, LITERATURA, LIBERALISMO, DEMOCRACIA, DICTADURAS, CONTRADICCIONS, INCOHERENCIAS, DICTADURAS MILITARES, PINOCHET, HAYEK, FRIEDMAN, MONT PELERIN, PERU, AMERICA LATINA, CHILE
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Islandia es un «modelo»: nuevo referendum rechaza pago a los bancos…
Entrevista: Islandia se mueve ante la crisis
Entrevista con el periodista islandés Kristinn R. Ólafsson, corresponsal en España de Radio Nacional de Islandia, sobre la situación que está viviendo aquel país, sus estrategias para hacer frente a la crisis generada por el capitalismo neoliberal y las diferentes etapas del proceso.
Daniel Jiménez | Para Kaos en la Red | 5-4-2011 a las 20:39

Últimamente se está escribiendo mucho sobre la llamada “revolución silenciada” de Islandia; a veces con acierto, otras con graves inexactitudes. Esta pequeña isla nórdica, similar en tamaño a Andalucía, en la que tan sólo viven unos 315.000 habitantes, era uno de los más claros ejemplos de sociedad del bienestar, hasta el momento en que fueron intervenidos sus tres grandes bancos.
Las protestas que entonces protagonizaron los islandeses provocaron la caída del gobierno, tras lo cual, la población rechazó en referéndum el pago de la deuda originada por las malas prácticas de sus entidades financieras. Sin embargo, hay un nuevo acuerdo para pagar dicha deuda, que volverá a someterse a consulta popular. Al mismo tiempo, otro movimiento popular, cuya finalidad era nombrar una asamblea constituyente formada por la ciudadanía, tampoco está obteniendo los resultados esperados. De todo ello hablamos en la siguiente entrevista con el periodista islandés Kristinn R. Ólafsson, corresponsal en España de Radio Nacional de Islandia.
Noticias Positivas: En el año 2007, Islandia se convirtió en el primer país del mundo según el Índice de Desarrollo Humano de la ONU. Un año después se intervino su sistema bancario. ¿Cómo se llegó a esta situación?
Kristinn R. Ólafsson: En los años previos a la crisis, Islandia se convirtió en una de las economías más liberalizadas del mundo, y con un protagonismo muy destacado de los bancos. Las operaciones de los bancos islandeses, incluida su expansión al extranjero, llegaron a suponer diez veces el PIB, lo cual era imposible de sostener. En lugar de seguir con su pesca y con el resto de actividades en las que destaca, el país decidió meterse en ese mundo tan loco. Pero el problema no era solo de los “vikingos de la expansión”, como se llamaba a estos nuevos hombres de negocios. Muchos ciudadanos islandeses de a pie se subieron a la ola en esos momentos.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que antes del colapso, la burbuja en sí creaba riqueza. Recientemente, fue entrevistado un economista islandés, ex ministro del gobierno actual, que dijo que la economía de Islandia está ahora mismo igual que antes de la burbuja. Eso es porque, aunque el Estado ha perdido ahora grandes cantidades de fondos por la crisis, cuando todo iba viento en popa, ingresó muchísimo dinero, a pesar de la bajada de impuestos.
En conclusión, hubo una gran subida y posteriormente tuvo lugar la bajada, que provocó, según ese economista, que se volviera al mismo punto de inicio, antes de la burbuja, aunque con recortes sociales, desigualdades y mucho más paro que entonces.
N+: El problema es que toda burbuja acaba estallando, y eso es lo que sucedió también en este caso.
KRO: Para entender lo que sucedió, es importante destacar la creación del Espacio Económico Europeo en 1994, formado por los países de la UE y tres países miembros de la Asociación Europea de Libre Comercio más conocida por sus siglas en inglés EFTA, es decir Islandia, Noruega y Liechtenstein . Este espacio permite a estos países no comunitarios acceder al Mercado Común de la UE. Esa es la puerta por la que entraron los bancos y empresas de Islandia en otros países europeos.
A esto hay que unir las prácticas avariciosas, especulativas y de alto riesgo. Una de las causas estuvo en lo que llaman en Islandia los “préstamos bola”. Consiste en que el banco te presta muchos millones de euros para que tú a su vez le compres acciones al banco. Claro, si yo te presto, tú puedes demostrar ganancias en el balance de tu empresa, aunque ese dinero sea de ida y vuelta. Este sistema era evidentemente una maraña total de intereses creados y cruzados hasta el infinito. Ahora se está investigando donde está todo ese dinero de ida y vuelta, que parece que ha acabado, en algunos casos, en paraísos fiscales. Y ahora las condonaciones de grandes deudas están a la orden del día en Islandia, lo cual exaspera al hombre de la calle
El gran problema ahora es la deuda dejada por el Landsbanki, uno de los tres bancos intervenidos. Cuando se vio en dificultades decidió captar dinero, para lo cual creó la subsidiaria Icesave, a través de la cual empezó a comercializar nuevas cuentas on line en Gran Bretaña y Holanda. A quienes se abrían una de estas cuestas se les ofrecían unos intereses sospechosamente altos. Después, cuando el banco estaba en caída libre, decidió sacar el dinero de Gran Bretaña, proceso que se paró cuando el gobierno británico decidió congelar todas las cuentas del banco. Para los islandeses fue un acto hostil de una nación aliada de la OTAN. De hecho, Gran Bretaña utilizó su ley antiterrorista para esta congelación. Con lo cual el banco quedó en la misma lista que al Qaeda. La explicación dada por el Reino Unido fue que esta ley era el único instrumento que permitía parar de golpe la actividad del banco y congelar sus activos.
Lo que hicieron entonces las autoridades británicas y holandesas fue pagar a sus ciudadanos el dinero perdido a través de un fondo de garantía de depósitos. En cambio, el gobierno de Islandia sólo garantizó los depósitos y los negocios hechos dentro de su país, y no se hizo responsable de las sucursales de sus entidades financieras en los otros países.
N+: A este capitalismo de casino hay que unir otra burbuja ligada al sistema inmobiliario.
KRO: Los bancos concedían en esa época gran cantidad préstamos hipotecarios, de hasta el 100% del valor del inmueble, por ejemplo a muchos jóvenes islandeses, a la vez que la actividad de la construcción se aceleraba al calor de la burbuja financiera y económica Los bancos también financiaban toda clase de bienes de consumo, por ejemplo la compra de un coche o unas vacaciones en el extranjero, prometiendo el oro y el moro. Debido a que entonces los intereses en Islandia eran altos en comparación con otros países, había un importante flujo de dinero en moneda extranjera que entraba en el país. La corona islandesa estaba entonces muy sobrevalorada. En 2007, el euro estaba a 80 u 83 coronas. Después de la intervención, en 2009, llegó a 190, y ahora mismo está en 160, y eso que la corona está intervenida.
La fuerza de la corona en los años de la especulación llevó a muchos bancos a ofrecer hipotecas ligadas a monedas extranjeras como yenes o euros, afirmando a los clientes que al cambio saldrían ganando. Pero tras el estallido de la crisis, la caída de la corona supuso un fuerte varapalo para los que habían optado por estas fórmulas. Además los créditos en coronas están indexados, es decir la deuda sube con la inflación.
N+: El estallido de la crisis se produjo finalmente a finales de 2008. ¿Cómo se sucedieron los hechos?
KRO: El gobierno anterior, coalición de la derecha y los socialistas, decide intervenir los tres grandes bancos, Landsbanki, Kaupthing y Glitnir, en octubre de 2008. Esto sucede a raíz de la crisis bancaria en EE.UU y con las cuentas Icesave intervenidas en Gran Bretaña.
Estos hechos fueron los causantes directos de la fuerte crisis que originó las importantes protestas del movimiento ciudadano espontáneo, que provocó la caída del gobierno. La ciudadanía islandesa salió a la calle y organizó caceroladas masivas porque se veía arruinada, por ejemplo por esas deudas hipotecarias ya mencionadas. También comenzó entonces el paro, ligado, sobre todo, a la caía de la construcción y la banca. Antes de la crisis, el paro en Islandia era del 1,5%, algo casi testimonial. Ahora está en torno al 8,5%, cifra que en España más de uno se daría con un canto en los dientes por tener
N+: Todo esto provocó un amplio descontento popular, que al final acabó con la dimisión del gobierno islandés en bloque.
KRO: El gobierno, sustentado por una coalición entre conservadores y socialdemócratas, perdió la mayoría en el Parlamento porque los socialdemócratas abandonaron el ejecutivo, lo que llevó, en febrero de 2009, a la formación de un gobierno interino minoritario de los socialdemócratas y los verdes de izquierdas, encabezado por Jóhanna Sigurdardóttir, y a la convocatoria de elecciones en abril. De las urnas salió el primer gobierno puramente de izquierdas, formado por una coalición de los mismos partidos, con Sigurdardóttir como primera ministra y con Steingrímur J. Sigfússon, líder de los verdes, como ministro de economía.
N+: Tras la caída del gobierno, llegó el rechazo de la ciudadanía al pago de la deuda.
KRO: Después de la intervención de los bancos, se entablaron negociaciones con las autoridades británicas y holandesas que habían adelantado el dinero a los depositarios de las cuentas Icesave en sus respectivos países. El nuevo Parlamento salido de las urnas decidió aceptar las condiciones y aprobó una ley para hacer efectivo el pago de la deuda. Pero el presidente de la República Islandesa, Ólafur Ragnar Grímsson, optó por no sancionar la ley. Hay que tener en cuenta que el Jefe del Estado es un cargo más bien simbólico, ya que las competencias ejecutivas las ejerce fundamentalmente la Primera Ministra, Jóhanna Sigurðardóttir.
Grímsson tomó esa decisión también por coherencia con su historia. Ya que hablamos de un ex político comunista, que como tal fue ministro de economía en gobiernos anteriores. Lleva ya 14 años como Presidente de la República. En 2004 por primera vez se tomó ese poder, que sí tiene, aunque los cuatro presidentes anteriores nunca lo habían usado. La segunda fue en enero del año pasado, cuando se negó a sancionar la ley negociada por el Parlamento para el pago de la deuda. Esta situación fue la que originó la convocatoria del referéndum, para que los islandeses decidieran sobre la aprobación del acuerdo. La consulta popular tuvo una participación en torno al 62%, y el acuerdo Icesave resultó rechazado por el 93% de los votantes.
Pero en realidad, se estaba votando el referéndum sobre una ley ya pasada, porque el gobierno ya había establecido unas nuevas negociaciones para otro acuerdo sobre el pago de la deuda. Es decir, el referéndum no era realmente decir no al acuerdo, sino decir no al gobierno y a los políticos. Estas negociaciones han alcanzado un nuevo acuerdo, bastante más ventajoso, o menos gravoso, para Islandia que el primero, que en caso de ponerse en marcha, supondrá que haya que empezar a pagar esta deuda, de unos 4.000 millones de euros, en el año 2016, y se pagará durante unos 30 años, aunque Islandia tiene que empezar a abonar este mismo año de 2011 los intereses habidos durante 2009 y 2010, y así consecutivamente.
N+:Entonces, ¿Islandia sí tendrá que pagar la deuda finalmente?
KRO: Que tengan que pagar de una u otra manera parece, en opinión de muchos, casi seguro, o por las buenas o por las malas, cumpliendo unos acuerdos ya concluidos o al final de un proceso judicial internacional. Los que están a favor de la primera solución dicen que es mejor llegar a un acuerdo ya y comenzar “una nueva vida”. Los que están en contra, en cambio, dicen que de ninguna manera debe el pueblo islandés pagar las deudas de sus incautos bancos privados y sus administradores, y que se el asunto debe resolverse en los tribunales. Los islandeses tendrán oportunidad de expresar su opinión en un nuevo referéndum el próximo día 9 de abril. El gobierno favorece el sí, y por las encuestas parece que el sí va a ganar, pero por un estrechísimo margen, según las últimas encuestas. También hay que tener en cuenta que no sólo el gobierno, sino también gran parte de la oposición apoyó la nueva ley.
Este referéndum se debe a que el Presidente repitió la jugada de no sancionar la ley sobre el acuerdo. Hubo una recogida popular de firmas en internet pidiéndole que así lo hiciera. Se presentaron unas 40.000 firmas para este segundo referéndum. En el primero pasó algo similar, y entonces firmaron unas 60.000 personas, si mal no recuerdo, aunque es cierto que el proceso de recogida de firmas es poco formal y da pie a bastantes irregularidades.
N+: Otra de las vertientes de la llamada “revolución silenciada” es la convocatoria de un proceso de asamblea constituyente de raíces también populares.
KRO: Este movimiento surgió debido a que muchos consideran la actual constitución de Islandia desfasada. Fue adoptada con la fundación de la República y la definitiva independencia de Islandia, en 1944, pero su base se remonta a la constitución concedida en 1874 por Dinamarca, país del que entonces dependíamos. Motivo por el que el Parlamento decidió convocar elecciones para que se eligieran 25 ciudadanos para crear una cámara paralela, es decir un Parlamento constituyente cuya labor sería proponer una nueva constitución. Al final, se presentaron 522 candidatos. Para ser uno de ellos, los únicos requisitos eran ser ciudadano islandés, mayor de edad y tener el aval de un cierto número de personas.
Entonces, se convocaron elecciones el 27 de noviembre pasado y fueron elegidos los 25 miembros del formalmente llamado Parlamento Constituyente Asesor. Pero tras los comicios, que ciertamente tuvieron solo una participación de un 36,7%, tres de los candidatos que no fueron elegidos denunciaron irregularidades en la votación. Entre otras cosas, alegaban que las cabinas para votar no cumplían la ley, porque eran de cartón, y en teoría, según los denunciantes, podías ver lo que votaba el de al lado. En realidad, parece imposible que te fijes en los 25 candidatos que está marcando tu vecino. Pero el Tribunal Supremo, la más alta instancia judicial islandesa, con mayoría de jueces conservadores, los cuales habían sido nombrados por el anterior gobierno, decidió que la votación era nula por estas irregularidades.
Esto significó volver al punto cero, por lo que este movimiento ciudadano democrático quedó en aguas de borrajas. La solución a esta situación va a darla finalmente el Parlamento, que será quien nombre a estos 25 elegidos, pero ahora no como miembros de un Parlamento Constituyente, sino de un Consejo Constituyente. Por tanto, los que lo formen, en lugar de ser designados por el voto directo, lo serán por el voto de los parlamentarios.
N+: De todo esto queda claro que fuera de Islandia se están mitificando los logros del movimiento ciudadano.
KRO: Se ha dicho que el pueblo islandés había conseguido parar los pies al FMI, lo cual no es exacto. Debido a la deuda del Icesave, que estaba sin resolver, las ayudas y los préstamos del FMI tenían como condición, probablemente por la presión de Gran Bretaña y Holanda, que se resolviera el problema del pago de la deuda. Por eso, al principio hubo retrasos, pero luego el FMI depuso sus reservas y se han ido abonando los créditos según lo acordado con las autoridades islandesas.
N+: Lo que sí es cierto es que hay un proceso abierto contra los banqueros responsables de la intervención.
KRO: Hay una investigación en curso de la que se está ocupando un fiscal especial. Hay ya unos 160 imputados. Han encarcelado a algunos de forma preventiva por poco tiempo, siempre en relación con las investigaciones, pero no han sido juzgados todavía ni acusados formalmente, aunque sí hay imputados e investigaciones en curso. Es lógico que no haya resultados todavía porque es un asunto muy complejo, con múltiples ramificaciones, en Islandia, en varios países europeos, hasta en el Caribe y sus paraísos fiscales. Algunos de los supuestos responsables del colapso se han fugados al extranjero o se han autoexiliado. De hecho, recientemente detuvieron a varios de los responsables de Kaupthing y sus socios en Londres para interrogarlos.
N+: Otra cuestión que sí parece evidente es que Islandia está mejor que otros países que sí han sido intervenidos por el FMI, como es el caso de Irlanda.
KRO: Es cierto, pero también hay que tener en cuenta que Islandia ha jugado con lo que algunos consideran cierta ventaja, pues no tiene el euro, de hecho han jugado con eso y dejaron caer la corona como una piedra. Esto para las importaciones y para los consumidores islandeses va fatal, pero para las exportaciones de pescado, por ejemplo, resulta fenomenal, lo cual ha generado una entrada enorme de divisas, contabilizadas en coronas.
N+: Precisamente, esta obsesión por la política monetaria del Banco Central Europeo, que sólo se ocupa de la estabilidad de la moneda y del control de la inflación, y nunca de la creación de empleo, es para muchos expertos un aspecto que debería ser revisado.
KRO: Esa es una diferencia importante con Irlanda, que sí se tiene que amoldar a estas políticas por el euro. Otra importante diferencia es que este país se está endeudando hasta las cejas para salvar a los bancos. En el caso de Islandia, sólo está salvando la parte de los bancos que operaban en el país, así como los depósitos islandeses. Pero han sido muy poco solidarios con el resto del mundo. Esta es la cuestión esencial del Icesave. Uno de los argumentos de Islandia para obrar así es que las reglas europeas de los fondos de garantías de depósitos no son válidas si hay un colapso total del sistema económico.
N+: Otra cuestión es valorar si ha habido o no recortes sociales en Islandia, y en qué grados se han producido.
KRO: En Islandia se ha visto fuertes recortes en la sanidad, la educación y otros sectores públicos. Es una crítica que algunos hacen a la Primera Ministra, Jóhanna Sigurdardóttir, que se supone feminista, pero paradójicamente, su política está resultando un poco hostil hacia las mujeres. Hay que tener en cuenta que son sectores ocupados mayoritariamente por mujeres los más perjudicados por estos recortes. La mayor parte del profesorado son mujeres, y algo similar sucede con la sanidad.
Por otro lado, se está enquistando el problema del paro, y empieza a haber paro de larga duración. También ha habido recortes salariales o congelación de sueldos a la vez que los precios suben. Sin embargo, parece que Islandia está empezando a salir del agujero, pero sigue el malestar. Y queda la cuestión del resultado del referéndum sobre el acuerdo Icesave.
N+: Malestar provocado por la caída de una economía basada en la especulación, y muy poco relacionada con la economía tradicional islandesa.
KRO: Suele decir un amigo mío que vive en el más importante pueblo pesquero del país, que “esta es una crisis de los Reikiavik, aquí no hay crisis”. Y en gran medida, eso es cierto. Los puertos pesqueros tradicionales no han sufrido esta crisis de igual manera. La economía real dentro de Islandia, la que crea riqueza, se ha mantenido mucho mejor que la riqueza ficticia de acciones y especulación. Esta economía básica y real no es sólo la de la pesca, porque Islandia tiene un pueblo muy bien educado y puntero en ámbitos muy complejos como la vulcanología, o la energía geotérmica. También se habla de Islandia como un futuro centro de almacenamiento digital de datos.
N+: En resumen, hay que apostar por el aprovechamiento sostenible de los recursos naturales y por las capacidades de la gente.
KRO: Si no se cuida a las personas, pueden producirse fenómenos como la fuga de cerebros suscitada por los recortes en educación y sanidad. Al no haber trabajo en estos sectores, la gente al final opta por emigrar. Bastantes islandeses se han ido a Noruega, y también a Suecia, por esta causa. La conclusión es que al final la especulación ha dado lugar a multitud de problemas en el país. La crisis de Islandia es la típica historia de una burbuja, y se ha debido a que se han olvidado los verdaderos valores y se ha tendido al despilfarro y a subirse a la ola del consumismo. Camino que no hay que volver a tomar para evitar nuevas crisis como esta en el futuro.
Imagen: Kristinn R. Ólafsson en Madrid.
www.kaosenlared.net/noticia/entrevista-islandia-mueve-ante-crisis
http://www.noticiaspositivas.net/2011/03/21/islandia-se-mueve-ante-la-crisis/
Islandeses rechazan por segunda vez pagar indemnización por quiebra de banco
9 de Abril de 2011 • 21:11
El primer escrutinio de la consulta, tras el cierre de los colegios electorales a las 22.00 GMT de ayer, apunta a un triunfo del "no" con el 58 por ciento de los votos frente al 41 por ciento del "sí".
De confirmarse esas cifras, la victoria del "no" sería aún mayor de lo apuntada por los sondeos de los últimos días, que indicaban que la tendencia inicial favorable al "sí" se había invertido.
La primera ministra, la socialdemócrata Jóhanna Sigurdardóttir, dijo en declaraciones a la televisión pública "Rúv" que estaba "decepcionada" por el previsible rechazo a la "ley Icesave" para devolver a los ahorradores extranjeros una cantidad que roza los 5.000 millones de dólares (3.474 millones de euros).
La incertidumbre sobre el monto total a pagar por Islandia, con una población de apenas 320.000 habitantes, debido sobre todo a la inestabilidad de la corona islandesa, fue uno de los principales argumentos destacados por los opositores a la ley y que pudo haber acabado por invertir la tendencia inicial.
El conflicto sobre las indemnizaciones a los ahorradores extranjeros del Icesave se dirimirá probablemente en los tribunales europeos, una vez que Gran Bretaña y Holanda anunciaron antes del segundo referendo que no habría nuevas negociaciones con Islandia.
El triunfo del "no" deja en el aire el proceso de ingreso de Islandia en la UE, hasta que no se resuelva la disputa legal, y debilita la coalición de Gobierno entre socialdemócratas y "rojiverdes", en el poder desde las elecciones anticipadas de 2009.
El referendo fue convocado hace dos meses por el presidente islandés, Ólafur Ragnar Grímsson, quien echó mano de esa prerrogativa tras recibir una iniciativa popular que reclamaba la celebración de una consulta, firmada por más de una cuarta parte del censo electoral de esta isla situada en el Atlántico norte.
El presidente islandés ya había forzado una situación similar un año antes, cuando contra todo pronóstico rechazó firmar una anterior "ley Icesave" en diciembre de 2009.
El primer referendo, celebrado en marzo de 2010, se saldó con una rotunda victoria del "no", superior al 90 por ciento, que obligó a Islandia, Gran Bretaña y Holanda a negociar un nuevo acuerdo para el pago de las indemnizaciones que habían adelantado los gobiernos británico y holandés a sus nacionales tras la quiebra del banco.
Icesave era la división de Internet del Landsbanki, el segundo banco del país entonces y que como los principales institutos crediticios de Islandia fue nacionalizado por el Gobierno tras la quiebra del sector bancario en octubre de 2008.
El nuevo acuerdo, aprobado por una amplia mayoría en el Parlamento islandés en febrero pasado y que ayer fue rechazado en las urnas, establecía rebajar los tipos de interés al 3,3 por ciento en su endeudamiento con el Reino Unido y al tres por ciento en el caso de Holanda, frente al 5,5 por ciento del primer acuerdo.
También se establecían salvaguardas para garantizar que las devoluciones no superen el 5 por ciento de los ingresos de Islandia y que el pago de intereses comience de inmediato, mientras que el del resto se haría a partir de 2016 y durante un máximo de 37 años. EFE alc/tg
Tags: ISLANDIA, CRISIS FINANCIERA, REFERENDUM, BANCOS, CAPITAL FINANCIERO, ESTADO SOCIAL, ESTADO DE BIENESTAR, PROTECCION SOCIAL, DEMOCRACIA, PODER CIUDADANO, ESPECULACION FINANCIERA, BANQUEROS PRESOS, REVOLUCION SILENCIADA, REVOLUCION ISLANDESA
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Examen a la revolución islandesa…
El país nórdico vota en referéndum una ley para devolver a Reino Unido y Holanda 4.000 millones por la quiebra de uno de sus bancos
CLAUDI PÉREZ – Madrid – 09/04/2011
¿Qué haría usted si uno de los grandes bancos españoles hubiera quebrado en Reino Unido y el Gobierno británico exigiera a España un pago de 50.000 euros por familia para saldar esa deuda? Islandia, que ya se ha negado en una ocasión a pagar esa factura, se ha enfrentado este sábado a un segundo referéndum sobre si aprueba -o no- devolver a Reino Unido y Holanda 4.000 millones de euros por la bancarrota de una de sus entidades financieras. Aunque tal vez el examen vaya un poco más allá. El no reforzaría la vía islandesa de salida de la crisis financiera, la denominada revolución de las cacerolas: dejar caer los bancos y organizar movilizaciones sociales que provocaron un cambio de Gobierno, una reforma de la Constitución y han alentado una investigación para enjaular a los banqueros. Pero un sí podría empañar el ejemplo islandés, al que se agarra cada vez más gente en la periferia de Europa, por la irritación que provoca el empeño de Bruselas y el BCE en defender a los bancos aun a costa de una oleada de austeridad y recortes draconianos.
"Es una decisión difícil. Probablemente lo mejor sea votar no, pero eso va a acarrear enormes problemas a corto y medio plazo". Interrogado por el referéndum, el economista Magnus Skulasson no tenía aún nada claro, a media tarde de este sábado, el sentido de su voto. Las encuestas tampoco dan un ganador con seguridad: el sí – es decir, pagar por los desmanes de la banca- parecía claro ganador hace dos meses, pero los sondeos se han dado la vuelta en los últimos días.
El referéndum fue convocado hace dos meses por el presidente islandés, Oláfur Ragnar Grímsson, que se negó a firmar una ley del Parlamento que estipulaba las condiciones del acuerdo: un pago con intereses del 3% a 37 años. Grímsson es reincidente: en diciembre de 2009 ya forzó una consulta similar, cuando contra todo pronóstico se negó a firmar una ley que obligaba a pagar con intereses del 5,5% en 15 años. El no ganó entonces de forma arrolladora. "Las antiguas condiciones de pago eran muy injustas: las nuevas son mejores, pero si los islandeses van a tener que cargar con una deuda de sus bancos deben tener derecho a decidir. Islandia es una democracia, no un sistema financiero", declaró Grímsson a este diario hace unos días.
La disputa viene de lejos. A mediados de la pasada década, uno de los grandes bancos islandeses, Landsbanki, abrió una filial por Internet en Reino Unido, Holanda y Alemania que tuvo un éxito fulgurante por los altos intereses que pagaba en una cuenta llamada Icesave. A principios de octubre de 2008, apenas 15 días después de la quiebra de Lehman Brothers, el Reino Unido detectó que los bancos islandeses estaban traspasando dinero de las cuentas británicas a Reikiavik y les aplicó la ley antiterrorista: congeló todos sus fondos. Los bancos estaban sobreendeudados (sus activos suponían 12 veces el PIB), y esa decisión, junto a la crisis internacional, les llevó a la bancarrota. El Estado no los rescató. Los dejó caer, y posteriormente los nacionalizó e inyectó dinero para que siguieran operando, pero solo en Islandia. Londres y Ámsterdam pagaron a los depositantes de Icesave (unas 300.000 personas) el 100% de los depósitos y desde entonces reclaman ese dinero. Eso suma 4.000 millones: tal vez no parezca una cifra desorbitada, pero es un tercio del PIB islandés.
El caso está repleto de incertidumbres. El Gobierno defiende el sí en el referéndum y aduce que los activos del banco quebrado, cuando se liquiden, permitirán pagar la mayoría de la deuda. Los partidarios del no argumentan que la gente no debería pagar por las locuras de sus bancos, y aducen que la legislación internacional -llena de sombras- no obliga a ningún país a asumir deudas astronómicas que sobrepasan con mucho el importe acumulado en los fondos de garantía.
Frágil recuperación
Islandia sigue sumida en una profunda crisis, tras los acontecimientos que acabaron en la quiebra del sistema bancario y que obligaron al país a acudir al FMI. Entonces la Bolsa se desplomó, la corona islandesa perdió el 80% de su valor y la caída del PIB ha sido del 15%. El paro ha pasado del 1% al 8%, hay controles de capital -corralito-, ha habido fuertes subidas de impuestos y recortes del gasto público. La incipiente recuperación es aún muy frágil. Y esa fragilidad puede aumentar en caso de que el no salga vencedor: el Ejecutivo ha avisado a la población de que un hipotético rechazo llevaría el caso a los tribunales, donde la factura puede llegar a ser mucho mayor. Además, si los activos del banco quebrado son menores de lo esperado y la corona vuelve a caer, las cifras se dispararían.
La consulta tendrá también efectos colaterales en el ámbito político. Una negativa dejaría en una difícil posición al Gobierno de coalición entre socialdemócratas y rojiverdes, y complicaría el acceso de Islandia a la UE y los créditos con el FMI y otros países nórdicos. Los islandeses saben todo eso, y aun así en los últimos días el no ha ganado fuerza. "Tenemos la opción de acabar con este desafortunado asunto con dignidad, o embarcarnos de nueva en un periodo de incertidumbre", avisó ayer el ministro de Finanzas, Steingrimur Sigfusson. "De acuerdo: pero la crisis ya está siendo lo suficientemente dura. No quiero pagar más", terció el director de cine Arni Sveinsson.
El ejemplo es Islandia
GASPAR GARCÍA – Madrid – 02/04/2011
A mediados de diciembre pasado, el gobernador del Banco de España dijo algo tan obvio como que los mercados "son personas". Mas no era deducible de sus palabras crítica o denuncia alguna a esas personas que generaron la crisis, que se la endosan a los contribuyentes con anuencia de los Gobiernos y que siguen percibiendo con toda impunidad descomunales beneficios mientras el paro y la pobreza crecen pertinazmente.
Las profesoras Lourdes Benería y Carmen Sarasúa ponen por escrito un bálsamo de sentido común al respecto en el aguijador y diáfano análisis de su artículo Crímenes económicos contra la humanidad, publicado en EL PAÍS del 29 de marzo de 2011. No tiene desperdicio. Veamos una cita: "Islandia ofrece un ejemplo muy interesante. En vez de rescatar a los banqueros que arruinaron al país en 2008, la fiscalía abrió una investigación penal contra los responsables. En 2009, el Gobierno entero tuvo que dimitir y el pago de la deuda de la banca quedó bloqueado. Islandia no ha socializado las pérdidas como están haciendo muchos países, incluida España, sino que ha aceptado que los responsables fueran castigados y que sus bancos se hundieran". ¿Quién no querría ser islandés? Pues esas personas del mercado que evitan que cunda el ejemplo.
ENTREVISTA: Primer plano ÓLAFUR RAGNAR GRÍMSSON Presidente de Islandia
"La gente no tiene que pagar por las locuras de los bancos"
CLAUDI PÉREZ 03/04/2011
Persona es un viejo vocablo que significa máscara. Las distintas máscaras de este hombre alto y rotundo que es Ólafur Ragnar Grímsson (Isafjodur, 1943) no dejan indiferente a nadie: el presidente de Islandia despierta grandes adhesiones (lleva 15 años en el cargo), pero también el rechazo cerrado de una parte de los islandeses. Grímsson, que fue politólogo, líder socialista y hasta editor de periódicos, ha desempeñado un papel estelar durante la crisis. Pese a que se le suponía una figura decorativa, se ha negado dos veces a sancionar una ley que obliga a los islandeses a pagar a Reino Unido y Holanda por la quiebra de uno de sus bancos, en el denominado caso Icesave.
"Grímsson ha sido capital para evitar que Icesave sea una condena para al menos una generación de islandeses", asegura el economista Jon Danielsson. Pero este es un lugar extremo, como sus gentes: Guderburg Bergsson, uno de los gigantes de la literatura islandesa, le atribuye "gran parte de la culpa" de la pesadilla de los últimos años por algunas de esas máscaras. "Grímsson ha cambiado varias veces de camisa, la ha perdido y ha conseguido otra que ha vuelto a perder por oportunista. Y enseguida consigue una más: sus años en la presidencia son el reflejo de una nación parecida a él, confusa y aislada", ataca.
Grímsson recibe a EL PAÍS en su residencia, en una biblioteca luminosa -tal vez por los enormes ventanales, tal vez por los muchos libros de poesía que se agolpan en las baldas-, y antes de poner la grabadora a trabajar se interesa por España y Portugal, a cuyo primer ministro, José Sócrates, algunos tildan de "socialista neoliberal". El presidente se arranca con una sentencia que repetirá un par de veces con ligeras variaciones durante la entrevista: "Europa no afronta solo una crisis económica: esta es una crisis política. Los Gobiernos no pueden seguir arrastrándose tras los mercados".
Pregunta. No parece dispuesto a dar su brazo a torcer con Icesave. ¿No está asumiendo un rol que no le corresponde?
Respuesta. Hasta ahora no se había usado esa prerrogativa, pero vivimos tiempos de grandes desafíos. Lo fundamental es que Islandia es una democracia, no un sistema financiero, y que esta no es solamente una crisis económica: es una crisis política. Una de las razones por las que Islandia se está recuperando con rapidez es que el país está dándole una respuesta democrática formidable, no solo financiera. Los islandeses provocaron un cambio de Gobierno, activaron una investigación y van a cambiar la Constitución. Los referéndums se inscriben en esa onda. Las antiguas condiciones de pago eran muy injustas: las nuevas son mejores, pero si los islandeses van a tener que cargar con una deuda de sus bancos deben tener derecho a decidir.
P. Hace dos años el euro parecía un paraíso para divisas pequeñas como la corona. Ahora el viento ha cambiado y aun así el Gobierno quiere que Islandia entre en la UE. ¿Y usted?
R. Los recursos energéticos, la pesca, el turismo, todo eso ha sido clave para salir de la crisis; también la divisa lo ha sido. La fuerte depreciación es una paradoja: por un lado somos más pobres, pero por otro se eleva la competitividad de la industria.
P. Con el euro desaparecería esa ventaja.
R. Es evidente que la moneda ha sido parte de la solución y que Grecia e Irlanda no han tenido ese resorte. Pero la conveniencia o no del ingreso en la UE dependerá de la negociación. Hay una contradicción interesante: las encuestas muestran que una mayoría quiere que se siga negociando. Y una mayoría aún mayor está en contra de la entrada.
P. Islandia ha dejado caer a sus bancos y persigue a los banqueros. ¿Ve ahí un modelo islandés de salida de la crisis?
R. Tal vez no hubiera más opción que esa: los bancos eran tan grandes que no había forma de rescatarlos. Pero no importa si había o no había opciones: Islandia no acepta la idea de que la gente de la calle tenga que pagar toda la factura por las locuras de los bancos, como ha ocurrido con esas nacionalizaciones por la puerta de atrás en otros lugares. Vuelvo al argumento inicial: la solución a la crisis no es simplemente económica.
P. Se han establecido controles de capital, han subido los impuestos y el recorte en gastos sociales ha desatado el descontento popular. ¿Ese enfado va contra los bancos o contra los políticos?
R. Es difícil decirlo. Pese a los controles, el país sigue funcionando bien, y el impacto fiscal es innegable, pero era necesario y se está haciendo razonablemente bien. Las crisis son dolorosas.
P. ¿Alguien va a ir a la cárcel?
R. No soy quien debe decirlo.
P. Hace años usted hablaba del "capitalismo vikingo", de un grupo de jóvenes banqueros "listos para conquistar el mundo". ¿Ha cambiado su punto de vista?
R. Tal vez todo sucedió demasiado rápido y no supimos ver los riesgos: tampoco supieron verlos las agencias de calificación ni las autoridades europeas. Hubo voces críticas; como otros muchos, no supe escucharlas. Pero hay que aprender de todo esto. –
Tags: ISLANDIA, REVOLUCION ISLANDESA, CRISIS FINANCIERA, QUIEBRA DE BANCOS, BANQUEROS A LA CARCEL, REFERENDUM, DEMOCRACIA REAL, PROTAGONISMO CIUDADANO, MODELO ISLANDES
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Perú: Humala contra el resto en el cierre de campaña…
EL CANDIDATO PROGRESISTA LIDERA LAS ENCUESTAS Y LOS DEMAS PELEAN POR UN LUGAR EN EL BALLOTTAGE
Con la casi certeza de que habrá segunda vuelta y que Ollanta Humala estará en ella, Alejandro Toledo, Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski se disputan voto a voto el otro lugar en el ballottage en las elecciones del domingo.
Por Carlos Noriega, Página/12
Desde Lima
Mientras Ollanta Humala respira tranquilo, la angustia se apodera de los tres candidatos de la derecha con opción de pasar a la segunda vuelta. Con la casi certeza de que habrá segunda vuelta y que el candidato de la izquierda, Humala, estará en ella, pero con una gran incertidumbre sobre quién será el otro candidato en disputar el ballottage, se cerró la campaña electoral peruana para elegir un nuevo presidente para los próximos cinco años.
El ex presidente Alejandro Toledo, que hizo un gobierno neoliberal pero ahora se llama de centroizquierda en busca de ganar respaldo; la congresista Keiko Fujimori, que pretende convertirse en la heredera política de su padre, el ex dictador Alberto Fujimori, condenado a 25 años de cárcel por crímenes de lesa humanidad y corrupción; y el ex ministro de Economía Pedro Pablo Kuczynski, hombre estrechamente vinculado con la banca internacional y con los grandes grupos de poder económico y candidato favorito de las clases altas, quemaron sus últimas cartas para intentar ganarse el boleto al ballottage. Toda la atención está puesta en quién será el competidor de Humala en la segunda vuelta, que se llevará a cabo en junio.
El ex presidente Alejandro Toledo se reunió ayer con la prensa extranjera en su local de campaña. Lucía agotado, casi derrotado. Insistió en lo que ha sido su estrategia en este tramo final de la campaña: presentarse como la alternativa para “salvar” la democracia peruana. Señaló que una segunda vuelta entre Humala y Keiko Fujimori, el escenario más probable según las últimas encuestas, sería “un riesgo para la democracia”. “Quiero dejar mi advertencia de que en el Perú la democracia está en riesgo”, dijo el ex presidente. Y, poniéndole un tono dramático a sus palabras, agregó: “Si este escenario se produce (una segunda vuelta entre Humala y Keiko Fujimori) y la democracia está en riesgo, Alejandro Toledo estará en la línea del frente de un ejército que lucha contra la democracia”.
“¿Quiere decir que si la segunda vuelta es entre Humala y Keiko, usted saldrá a las calles a protestar?”, le preguntaron.
“Si eso sucede y la democracia está en riesgo, Alejandro Toledo estará como un soldado para defender la democracia que tanto costó recuperar hace diez años. Si la democracia se contagia del estilo de gobierno de Hugo Chávez, eso va a encontrar a Alejandro Toledo en la línea de defensa de la democracia”, repitió, pero no hizo más precisiones sobre lo que esa afirmación implica si mañana las urnas confirman lo que anuncian las encuestas: una segunda vuelta entre Humala y Keiko Fujimori.
Ollanta Humala también se reunió con la prensa extranjera y ahí respondió lo dicho por Toledo. Lo hizo bajándole el tono a la controversia entre democracia y autoritarismo planteada por el ex presidente.
“¿Qué opina de la afirmación de Toledo de que usted representa una amenaza a la democracia y de que en un escenario de segunda vuelta entre usted y Keiko Fujimori él se pondría al frente de una protesta para defender la democracia?”, le preguntó Página/12 a Humala.
“El señor Toledo tiene el derecho de opinar como quiere, él es un adversario político y está dando una opinión política que obviamente no es imparcial. Yo respeto su opinión. Al fragor de la competencia electoral puede haber exabruptos, agresiones. Nosotros tomamos eso con tolerancia, porque nuestra intención es la unidad del país. Todos estamos fortaleciendo la democracia. No debe haber intolerancia. Nosotros tenemos credenciales democráticas”, señaló.
“Habrá que preguntarles a ellos por qué dicen que no somos democráticos. Yo siempre he respetado la democracia. No veo razón para esa acusación. Hay que tomar eso como parte de la campaña.”
A pesar de que todos los sondeos lo dan en primer lugar y como fijo en la segunda vuelta, Humala se mostró cauto y evitó el triunfalismo. “Nada está dicho hasta el 10 de abril”, señaló. Preguntado sobre la ley de medios de Argentina, que su plan de gobierno menciona como un modelo a tomar en cuenta para una ley de ese tipo en el Perú, el candidato evitó pronunciarse. “No soy un experto en la legislación argentina”, dijo. “Vamos a respetar la libertad de prensa y opinión. Creemos en el rol fiscalizador de la prensa”, aseguró.
El candidato progresista volvió a marcar distancias de Hugo Chávez, una figura no muy popular en Perú, después de años de críticas de funcionarios del gobierno de Alan García. “Tenemos diferencias con el modelo venezolano, no lo vamos a aplicar en el Perú”, dijo Humala.
“¿Está usted más cerca de Lula que de Chávez?”, le preguntó un periodista con picardía. El candidato no mordió el anzuelo. “Aspiro a estar más cerca del pueblo peruano. Vamos a construir nuestro propio camino”, replicó. Pero al hablar de modelos en la región, citó a Brasil como “un modelo exitoso”. Calificó como “una intromisión inaceptable en las elecciones peruanas” las declaraciones del presidente de Chile, Sebastián Piñera, quien declaró hace unos días que un triunfo de Humala afectaría las relaciones entre el Perú y Chile. “No soy antichileno”, afirmó Humala. Aclaró que su propuesta de nacionalizar los recursos naturales no significa estatizar empresas, sino que el Estado recupere capacidad de decisión sobre el uso de esos recursos. Terminó anunciando que su primera medida de llegar a la presidencia sería convocar “un acuerdo nacional” entre las distintas fuerzas políticas, sociales y laborales.
Tags: PERU, ELECCIONES, GARCIA, APRA, HUMALA, FUKIMORI, TOLEDO, KUZYNSKI, CASTAÑEDA, NEOLIBERALISMO, DEMOCRACIA, CENTRO-IZQUIERDA, ELECCIONES, DERECHA, IZQUIERDA
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Gran Bretaña contra nuevo ajuste neoliberal…
MASIVA MARCHA EN LONDRES CONTRA LOS RECORTES
Por Marcelo Justo
Desde Londres
En la más importante protesta desde la guerra con Irak, cientos de miles se manifestaron en Londres contra la política económica y el ajuste fiscal de la coalición Conservadora-Liberal Demócrata que lidera el primer ministro David Cameron. Convocada por los sindicatos, la manifestación contó con nutridas columnas de estudiantes, estatales, médicos y enfermeras del Servicio Nacional de Salud, jubilados, pacifistas, partidos de izquierda extraparlamentaria y ONG. Hubo un ataque contra el Ritz Hotel e incidentes en Oxford Street que terminaron con ventanales y escaparates rotos y unos 123 arrestos.
La gigantesca columna, que partió de Embankment, al borde del Támesis, y confluyó en el Hyde Park, le dio al centro londinense aire de ciudad tomada, carnavalesca por los tambores, cánticos, pancartas y disfraces, tensa por el despliegue de unos 4500 policías y decenas de carros de asalto. En el Hyde Park, el líder del partido Laborista, Ed Miliband, le dijo a la multitud que la política de ajuste fiscal no era la única posibilidad frente al déficit. “Cameron habla de la gran sociedad, pero esta es la gran sociedad. Y la gran sociedad está unida contra lo que este gobierno está haciendo. Hay una alternativa”, señaló Miliband.
El plan de ajuste fiscal de la coalición contempla recortes de más de 100 mil millones de euros en los próximos cuatro años y se hace sentir en los municipios, universidades, oficinas estatales, y hasta joyas de la corona como la BBC. El laborismo, que aportó sus más importantes figuras políticas a la manifestación, criticó el ritmo y la profundidad de los cortes, pero no negó la necesidad de ajuste: su propuesta es cortar la mitad que la coalición y mucho más gradualmente. Según los laboristas, la “ceguera ideológica de la coalición” no le permite ver que los recortes van a poner en peligro la recuperación del estallido financiero de 2008.
La mayoría de los manifestantes objetó el achique fiscal en sí mismo. “UK Uncut”, una ONG que lucha contra la evasión impositiva y ha denunciado a Vodaphone y otras marcas internacionales ocupando sus negocios, plantea que el problema son los 200 mil millones de dólares que se pierden en evasión impositiva. “Los recortes tienen un claro fin político: destruir nuestro estado de bienestar. Se están cortando servicios esenciales mientras se permite una evasión fiscal asombrosa”, dijo a Página/12 Anna Walker.
El gobierno dijo que entendía a los manifestantes, pero que no había otro remedio. “No me sorprende que haya tanta gente que teme por sus puestos de trabajo. El problema es que heredamos el peor déficit fiscal del mundo desarrollado. Estamos pidiendo prestados cuatro libras por cada tres que generamos de ingresos fiscales”, dijo a la BBC el ministro Francis Maude. El déficit asciende al 7,9 por ciento del PIB. El problema es que en el último trimestre, la economía registró una contracción de 0,6 por ciento, que la coloca al borde de una nueva recesión, la segunda en dos años.
Tags: INGLATERRA, GRAN BRETAÑA, NEOLIBERALISMO, AJUSTE NEOLIBERAL, AJUSTE, AUSTERIDAD, LONDRES, MANIFESTACIONES, PROTESTAS, POLITICA ECONOMICA, CONSERVADORES, SINDICATOS, ESTUDIANTES, TRABAJADORES, CAMERON, GASTO FISCAL, MANIFESTANTES
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¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Brevísima historia de 40 años de imposición de políticas económicas neoliberales…
Marshall Auerback · · · · · |
02/01/11 |
Un asiduo lector de New Deal 2.0 plantea una aguda cuestión: "Hay una cuestión que no consigo responder nunca. Muchos expertos dicen que la ideología neoliberal se abrió paso en los 80 con Reagan, Thatcher y la escuela de Chicago. Pero sigo in entender qué hizo posible tal giro en la economía política. ¿Qué elementos, qué nuevas fuerzas en los 80 pueden explicar ese cambio ideológico y las desigualdades que le siguieron?" Asuntos, todos, muy dignos de exploración, y yo desde luego no puedo hacerles justicia en una respuesta de dos líneas más que recomendando el soberbio libro de Yves Smith Econned. El libro proporciona una excelente explicación histórica del modo en que unas teorías de todo punto infundadas pero ampliamente aceptadas llevaron a la práctica de políticas que generaron el actual estado de cosas. También ilumina la capacidad de esas filosofías para resucitar incluso cuando se acumulan pruebas concluyentes contra ellas. Documenta no sólo la creciente degradación de los economistas profesionales neoclásicos (y su concomitante tendencia a reducir la suma de la experiencia humana a una serie de ecuaciones matemáticas), sino también la manera en que fundaciones muy bien financiadas subvencionaron a universidades y think tanks que, a su vez, legitimaron y validaron esas filosofías charlatanescas. La idea de que los gobiernos democráticamente elegidos deben servirse de políticas fiscales discrecionales para contraestabilizar las fluctuaciones del ciclo del gasto no-público llegó a ser vista como algo muy cercano al socialismo. Los poderes que toman decisiones políticas fueron puestos gradualmente en manos de un cuerpo políticamente incareable de tecnócratas neoliberales que pontificaban sobre las limitaciones de los gobiernos y reforzaban las posiciones fiscalmente procíclicas, es decir: reforzaban la contracción discrecional cuando los estabilizadores automáticos llevaban a grandes déficits presupuestarios como resultado de la débil demanda no-pública. Ese cambio en nuestras políticas públicas fue acompañado por toda una toma de control de los juristas en una larga marcha a través del poder judicial. Fue un esfuerzo, patrocinado por las grandes empresas, centrado exclusivamente en el asunto de la desregulación, y culminó con un esfuerzo titánico para abrogar las reformas del New Deal, yugular el poder de los sindicatos y atar corto al gobierno (salvo en materia de defensa, huelga decirlo, que desplegó su propio y formidable ejército de lobistas). Responder a la cuestión planteada por nuestro lector pasa por reconocer que este ha sido un proceso que ha durado décadas y que ha venido acompañado de enormes sumas de dinero y un vasto ejército de fuerzas empresariales, jurídicas y políticas empeñado en frustrar cualquier alternativa progresista. Ha acontecido en un trecho de tiempo de 40 años. Regulación y supervisión laxas; una creciente desigualdad que llevó a las familias a endeudarse para mantener el nivel de gasto; codicia y exhuberancia irracional y liquidez global excesiva: todos esos son síntomas del problema. ¿Pero cómo empezó todo? El análisis que realizó al final de su vida el gran economista Hyman Minsky es particularmente potente, porque permite ver esos cambios desde una vasta perspectiva histórica. Minsky llamó a la situación salida de la II Guerra Mundial "capitalismo paternalista". Se caracterizaba por un "Tesoro público enorme" (cuyo gasto equivalía al 5% del PIB) dotado de un presupuesto que oscilaba contracíclicamente a fin de estabilizar el ingreso, el empleo y los flujos de beneficios; una Reserva federal a modo de "enorme banco" que mantenía bajos los tipos de interés e intervenía como prestador de último recurso; una amplia variedad de garantías estatales (seguro de depósitos, respaldo público implícito al grueso de las hipotecas); programas de bienestar social (Seguridad Social, Ayuda a las familias con hijos dependientes, Medicaid y Medicare); estrecha supervisión y regulación de las instituciones financieras; y un abanico de programas públicos para promover la mejora de los ingresos y la igualdad de riqueza (fiscalidad progresiva, leyes de salario mínimo, protección para el trabajo sindicalmente organizado, mayor acceso a la educación y a la vivienda para las personas de bajos ingresos). Además, el Estado jugaba un papel importante en materia de financiación y refinanciación (por ejemplo, la Corporación pública para financiar la reconstrucción y la Corporación pública para el crédito y la compra de vivienda) y en la creación de un mercado hipotecario moderno para la compra de vivienda (basado en un préstamo de tipo fijo amortizable en 30 años) sostenido por empresas patrocinadas por el Estado. Minsky reconoció el papel jugado por la Gran Depresión y la II Guerra Mundial en la creación de unas bases para la estabilidad financiera. En palabras de Randy Wray: "La Depresión pulverizó y aventó el grueso de los activos y los pasivos financieros: eso permitió a las empresas y a los hogares salir con poca deuda privada. El ciclópeo gasto público durante la II Guerra Mundial creó ahorró y beneficio en el sector privado, llenando los libro de contabilidad con saneada deuda del Tesoro (60% del PIB, inmediatamente después de la Guerra). La creación de una clase media, así como el baby boom, mantuvieron alta la demanda de consumo y alimentaron un rápido crecimiento del gasto público de los estados federados y de los municipios en infraestructura y en servicios públicos deseados por los consumidores metropolitanos. La elevada demanda de los entes públicos y de los consumidores trajo a su vez consigo el que pudiera cubrirse el grueso de las necesidades de las empresas en punto a financiar el gasto interno, incluida la inversión. Así, durante las primeras décadas que siguieron a la II Guerra Mundial, el ‘capital financiero’ desempeñó un papel inusualmente menor. El recuerdo de la Gran Depresión generó reluctancia al endeudamiento. Los sindicatos presionaban, y a menudo obtenían más y más compensaciones, lo que permitió el crecimiento de los niveles de vida, financiados en su mayor parte sólo con los ingresos." En la década de 1970 todo eso empezó a cambiar, como bien se explica en Econned. El gasto público comenzó a crecer más lentamente que el PIB; los salarios ajustados a la inflación se estancaron a medida que los sindicatos perdían poder; la desigualdad arrancó a crecer y las tasas de pobreza dejaron de caer; las tasas de desempleo se dispararon; y el crecimiento económico se ralentizó. En los 70 asistimos también a los primeros esfuerzos sostenidos para escapar a las restricciones puestas por el New Deal a medida que las finanzas respondían para aprovechar las oportunidades. Tras el desastroso experimento monetarista de Volcker (1979-82), muchos de los viejos vestigios del sistema bancario establecido por el New Deal fueron arrasados. El ritmo de innovaciones se aceleró a medida que fueron adoptándose muchas prácticas financieras nuevas para proteger a las instituciones del riesgo de la tasa de interés. A despecho de todas las apologías hechas de los años de Volcker al frente de la Reserva federal, lo cierto es que sus políticas de tipos de interés altos sentaron las bases del actual sistema financiero basado en el mercado, incluidas la titulización hipotecaria, la innovación financiera en forma de derivados para cubrir el riesgo de los tipos de interés, así como muchos de los vehículos financieros "extracontables" que han proliferado en las dos últimas décadas. Se legisló para crear un tratamiento fiscal mucho más favorable a los intereses, lo cual, a su vez, estimuló las compras apalancadas para substituir activos por deuda (con la toma de control empresarial financiada con deuda que sería servida por los futuros flujos de ingresos de la empresa así controlada). Los excedentes presupuestarios de los años de Clinton –otro ejemplo de ascendencia de una filosofía neoliberal que huyó de la política fiscal y determinó la primacía de la política monetaria— restringieron la demanda agregada, encogieron los ingresos y crearon una mayor dependencia respecto de la deuda privada como medio de sostener el crecimiento y los ingresos. Eso se vio claramente facilitado por innovaciones que ampliaron el acceso al crédito y cambiaron las criterios de las empresas y de los hogares respecto al nivel del endeudamiento prudente. El consumo llevaba la batuta, y la economía volvió finalmente a los rendimientos de los años 60. Regresó el crecimiento robusto, ahora alimentado por el déficit del gasto privado, no por el crecimiento del gasto público y el ingreso privado. Todo eso llevó a lo que Minsky llamó el capitalismo de los gestores del dinero. Tal es el contexto histórico básico. Pero ha venido desarrollándose desde hace cerca de 40 años. Y esa es probablemente una respuesta que va más allá de lo que nuestro amable lector quería, pero su cuestión no es de las que se deja responder lacónicamente. Marshall Auerback es un reconocido analista económico norteamericano. Investigador veterano del prestigioso Roosevelt Institute, colabora regularmente con New Economic Perspectives y con NewDeal2.0. Traducción para http://www.sinpermiso.info: Casiopea Altisench |
Tags: NEOLIBERALISMO, MERCADO, ECONOMIA DE MERCADO, GASTO PUBLICO, DESREGULACION, CAPITAL FINANCIERO, ESCUELA DE CHICAGO, SINDICATOS, DESIGUALDAD, MONETARISMO, ECONNED, SALARIOS, POBREZA
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Movilización estudiantil en Inglaterra contra privatizaciones…
Una protesta estudiantil sorprendió a Londres
Más de 50.000 personas paralizaron Westminster con una marcha pacífica frente al Parlamento para protestar contra la propuesta de aumentar las matrículas universitarias hasta 9000 libras esterlinas (14.500 dólares) al año.
Por Andy McSmith, Richard Garner, Oliver Wright y Rebecca Gonsalvez *
Los estudiantes que manifestaron ayer provocaron violencia en las calles de Londres a una escala que no se veía desde los disturbios por los aumentos de impuestos de hace 20 años. La ferocidad de las manifestaciones terminaron con las grandes esperanzas de una nueva era de consenso político, prometida por David Cameron cuando asumió, hace exactamente seis meses. Se cree que ésta será la primera de muchas furiosas manifestaciones a medida que se sienta el recorte del gobierno. Más de 50.000 personas paralizaron Westminster con una marcha pacífica frente al Parlamento para protestar contra la propuesta de aumentar las matrículas universitarias hasta 9000 libras esterlinas (14.500 dólares) al año.
Pero la manifestación se tornó violenta cuando una multitud invadió la sede del Partido Conservador en Millbank, aplaudida por cientos más que estaban afuera. El aterrorizado personal se encerró en sus oficinas mientras los manifestantes deambulaban por el edificio. Aquéllos, atrapados adentro, incluían a la baronesa Warsi –la presidenta del partido–, que se mantuvo en contacto telefónico con la policía que estaba afuera. Mientras se tiraban muebles por las ventanas, el interior era destrozado y un cielorraso fue derribado. Un extinguidor de fuego fue lanzado desde el techo del edificio de ocho pisos a la policía que permanecía en el atestado patio de abajo. Slogans tales como “cerdos conservadores” y otros más obscenos estaban escritos en las paredes con marcadores y pintura. Las luces fueron arrancadas y los armarios quemados. Extinguidores de fuego y huevos también se lanzaron desde el techo. Catorce personas, incluyendo siete policías, fueron llevadas al hospital.
Claramente la policía no estaba preparada para el ataque. Los policías antimotines fueron superados en número, 30 de ellos tratando desesperadamente de mantener su líneas y proteger el edificio Millbank bajo un firme bombardeo. Los intentos de refuerzos, hechos cuando oscurecía, fracasaron y los policías se vieron obligados a retroceder por los manifestantes.
Cuatrocientos estudiantes se apretujaban en la entrada del edificio cuando cayó la noche. La policía se vio enfrentada con una lluvia de palos –algunos de los cuales estaban en llamas– y con gritos de “vergüenza” y “escoria”. Otros continuaban manifestando dentro del edificio detrás del cordón policial. El comisionado de la Policía Metropolitana, sir Paul Stephenson, admitió más tarde: “Esto no es aceptable. Es una vergüenza para Londres y para nosotros”.
Los actores de este caos eran muy jóvenes, sorprendentemente bien educados y más bien de clase media. Algunos de los que gritaban insultos o tiraban palos de madera a la policía antimotines tenían 15 y 16 años, se habían escapado del colegio y ahora podrían tener un prontuario antes de llegar a la universidad. Los primeros números de arrestos eran de 35 y aumentaban. Hasta ayer, la reacción británica a los recortes propuestos había sido notablemente leve, comparada con las protestas masivas en Francia, Grecia y otros países.
Algunos de los manifestantes culpaban a la policía por la confrontación. Oscar, de 18 años, un estudiante de política, exclamó: “Fue vergonzoso. Sacaron sus bastones y comenzaron a pegar a la gente en el suelo. A una chica le pegaron en la cabeza. Sólo lograban que la gente se enojara más”.
La previa manifestación pacífica había interrumpido al primer ministro, con unos 52.000 manifestantes invadiendo Whitehall. Sus cánticos sonaban alrededor del Palacio de Westminster mientras Nick Clegg trataba de defender los recortes de la coalición. Sin sospechar la violencia que se desataría, los miembros laboristas del Parlamento se unieron para hostigar a Clegg acerca del compromiso que todos los 52 miembros liberales demócratas del Parlamento firmaron antes de la elección, prometiendo oponerse a cualquier aumento en las matrículas. Harriet Harman, reemplazando al líder laborista Ed Miliband, provocó carcajadas cuando preguntó: “En abril de este año, el viceprimer ministro dijo que su objetivo era terminar con las matrículas universitarias. ¿Puede poner al tanto a la Cámara sobre cómo está progresando su plan?”.
Clegg respondió: “He sido totalmente honesto sobre el hecho de que no hemos podido cumplir con la política que mantuvimos como oposición”. La violencia fue condenada por los organizadores oficiales de la marcha de ayer. Aaron Porter, presidente del Sindicato Nacional de Estudiantes, acusó a “una pequeña minoría” de haberse apropiado del evento y describió la violencia como “despreciable”.
Los estudiantes involucrados en el sitio defendían su accionar, declarando que una marcha pacífica hubiera sido ignorada. Un muchacho de 16 años, de Wascestershire, llamado Alex, había estado en el techo y estaba usando una bufanda sobre su rostro en un débil intento de ocultar su identidad. Pensaba que la violencia estaba justificada “mientras nadie resulte herido”. “Esto es sorprendente”, dijo. “Deberían ir al techo. Es un caos ahí: han grafitado todas las paredes.” Añadió: “Quiero estudiar periodismo cuando termine la escuela, si lo puedo pagar. La gente está realmente enojada”.
Andrew Speake, de 23 años, estudiante de chino en Manchester, describió lo que vio como “una maldad necesaria”, aunque añadió: “La mejor forma no es la violencia, es el debate y la discusión”. Pero Emily Shallcross, una estudiante en Londres, añadió: “La violencia era aterradora. Parecía que se escapaba de las manos y la gente no esperaba que llegara a eso. Pero creo que tuvo un gran impacto, no que no van a aumentar la matrícula, pero ahora la sociedad es consciente y no nos quedaremos de brazos cruzados”. Simran Hans, un estudiante de literatura inglesa de Manchester, dijo: “La educación debería ser gratuita; un aumento en la matrícula le impedirá a la gente un derecho universal. No sé si mi familia podrá mantenerme si aumentan la matrícula. Todos los que están en política ahora se beneficiaron de la educación gratuita”.
Los manifestantes, supuestamente organizados por un grupo revolucionario de Leeds, emitieron una declaración diciendo: “Estamos ocupando el techo en oposición a la mercantilización de la educación aprobada por el gobierno de coalición y el sistema que están aprobando al ayudar a los ricos y atacar a los pobres. Llamamos a una acción directa que se oponga a esos recortes. Esto es sólo el comienzo de la resistencia”.
La manifestación de ayer fue la mayor por parte de estudiantes desde mediados de 1980, cuando manifestaron contra un intento del gobierno de Margaret Thatcher de aumentar las matrículas, pero la protesta terminó pacíficamente. En los años de Thatcher, hubo un estallido de disturbios en 1981, pero no estuvo ligado a ninguna protesta política organizada. Hubo una violencia política en la línea de piquetes durante una huelga de mineros, y una protesta contra los impuestos en 1990 se tornó en disturbios. Pero las manifestaciones más recientes, como la que se hizo contra la guerra en Irak en 2003, pasaron pacíficamente.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Páginal12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
Chile Hoy, neoliberalismo, “izquierda” y pobreza, por G. Salazar
"El pobre de hoy es el flaite"
Por: Paulo Ramírez
Gabriel Salazar es el historiador de izquierda más reconocido por la intelectualidad chilena. Hoy escribe un libro sobre Carlos Altamirano, descree del progresismo criollo y considera que la pobreza -que es su campo de estudio- cambió drásticamente: "Ya no es material, es cívica".
Fotografía: Juan Pablo Sierra
Durante los últimos meses, el historiador Gabriel Salazar ha estado metido en un trabajo de enanos, según dice: grabar una serie de conversaciones con Carlos Altamirano para la publicación, en octubre próximo, de unas "memorias críticas" que le ha encargado la editorial Random House. Recibe en una sala de reuniones de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, donde dirige el Programa de Doctorado en Historia.
Sirve el café él mismo, en jarros prestados, y alaba el nuevo sabor del Nescafé instantáneo, mientras se echa hacia atrás y espera la primera pregunta con atención y amabilidad. Pese a los recientes, varios de sus libros ya son clásicos, indispensables para explorar nuestra historia "desde abajo": Labradores, Peones y Proletarios (1985), Violencia Política Popular en las Grandes Alamedas (1990), Historia Contemporánea de Chile (1999, en colaboración con Julio Pinto), Ser Niño "Huacho" en la Historia de Chile (2006), Mercaderes, Empresarios y Capitalistas (2009).
-¿Está preparado para la polémica que surgirá con el libro de Altamirano? Cada vez que abre la boca hace mucho ruido… Sobre todo cuando analiza a la UP, el golpe y la renovación de la izquierda…
-Altamirano es un intelectual. Así lo descubrí. Es el más intelectual de los políticos chilenos. En relación con la UP, su visión tiene que ver más que nada con la ingenuidad de lanzar un proyecto revolucionario a fondo a través de un Estado que no daba el ancho, y de promover un proceso de ese tipo cuando el mundo se dividía entre Estados Unidos y la Unión Soviética, estando nosotros en el corazón del "patio trasero" de los norteamericanos, que no querían una segunda Cuba. Eso era de una ingenuidad enorme. Dice también que, sabiendo de que eso era así – ingenuo, riesgoso-, no procuramos organizar la defensa de ese proyecto, o sea, fue una revolución desarmada. Y eso, dice él, condujo al desastre.
-¿Y qué visión le plantea sobre Salvador Allende?
-Altamirano dice que todos, incluido él mismo, procuraron ser leales al programa de la Unidad Popular. Allende también. Pero Allende, en el fondo, quería morir más que organizar la defensa. Más que atacar al enemigo que lo atacaba, él optó por pensar: "Me van a derrotar… ¡pum!, me suicido…".
-¿Como opción desesperada de último momento o esa idea le venía de antes?
-Según Altamirano, Allende tenía una concepción fatalista del final del proyecto. Por eso admiraba a Balmaceda. Y cuando apareció la posibilidad del golpe, él se dijo "de La Moneda me sacan con los pies para adelante". Fue como si en la revolución bolchevique, Lenin se hubiera suicidado en el momento clave.
-¿Y cuánto se reconoce Altamirano en lo que más tarde hicieron algunos de sus discípulos en la Concertación?
-Dice que él inició la renovación, pero no pensó que la renovación que él propuso se convertiría en un proyecto neoliberal. Porque hoy eso es el Partido Socialista para él: un partido neoliberal. Y eso es traición.
"El flaite, que no estudia, es una especie de vago, tiene blue jeans de marca, zapatillas de marca, polerón de marca, celular, peinado con estilo que necesita de una serie de cuestiones para dejar el pelo parado. Y, por lo tanto, no se siente pobre".
-¿Y usted coincide con esa mirada?
-En general sí. Es evidente que el PS actual y la DC actual olvidaron los fundamentos sobre los cuales se constituyeron como partidos. El PS con toda la trayectoria del Frente de Trabajadores, la revolución latinoamericana distinta de la moscovita… Y la DC, que surge también con esto de la opción preferencial por los pobres, Jacques Maritain, Juan XXIII, Pacem in Terris, todo un pensamiento humanista cristiano en pro de la justicia social. Todo ese discurso, que caracterizó al primer gobierno de la DC, hoy nadie lo menciona. Ninguno de esos discursos se menciona… hoy son todos neoliberales.
-¿Los socialistas se olvidaron de los trabajadores y los democratacristianos se olvidaron de los pobres?
-Claro, todos administraron el modelo neoliberal de Pinochet, y en su misma lógica. Y eso explica el descontento de las bases, porque son partidos de cúpulas.
La pobreza hoy
-En los 20 años de la Concertación aparecen cifras objetivas que avalan su proyecto. Un ejemplo claro es la reducción de la pobreza. ¿Usted no reconoce esos avances?
-Las cifras avalan eso si mantenemos las mismas definiciones de pobreza. La pobreza siempre se definió, en el mundo en que yo crecí, como carencias materiales. Yo vivía en una población obrera, la Manuel Montt, en el barrio Independencia, rodeada por poblaciones callampa y por conventillos. Allá llegaban los pobres a pedir "un pedacito de pan, por el amor de Dios". Y les dábamos pan duro. Yo eso lo vi, pues. ¿Quiénes eran los niños? "Cabros patipelaos", o sea, sin zapatos, con los mocos colgando, desarrapados… tú les dabas una camisita y quedaban felices. O mujeres pobres, piñinientas, todas sucias, hediondas, con un saco al hombro donde metían las cosas. Ésa era la pobreza por la cual luchamos y por la cual cantábamos La Internacional y todo eso.
-Una pobreza que hoy difícilmente se ve…
-Sí, pues. Hoy el pobre tiene una posibilidad que no tuvo en los años 40 y 50: el crédito. Tú ves a cualquier señora y tiene cuatro o cinco tarjetas de crédito de casas comerciales. ¿Cuál es el pobre típico hoy? Ya no es el cabro harapiento y sin zapatos, no es la vieja con el saco pidiendo lechuga: el pobre de hoy es el flaite. Y el flaite, que no estudia, es una especie de vago, tiene blue jeans de marca, zapatillas de marca, polerón de marca, celular, peinado con estilo que necesita de una serie de cuestiones para dejar el pelo parado. Y, por lo tanto, no se siente pobre.
Fotografía: Juan Pablo Sierra
-¿Hay que hacer una redefinición completa de la pobreza?
-Claro, porque la pobreza es relativa al contexto. Hoy, la pobreza no tiene que ver con esos bienes materiales, y por eso cae en las estadísticas. Hoy no se define por materialidad. Se define, por ejemplo, a partir del endeudamiento. Se mide por la capacidad de responder a una serie de exigencias: si te casas debes pagar por una vivienda, si tienes hijos debes pagar por su educación, si se te enferman tienes que pagar por la salud… y no estás en condiciones con 170 lucas mensuales, ni aunque te endeudes, para mantener una familia. Entonces, no me caso; y si me caso, me separo. La tasa de nupcialidad cayó 68% en los últimos 10 años. Los niños huachos alcanzan hoy el doble de lo que existía en el siglo XIX, que ya era récord mundial: está más alta que en Suecia, que es el país donde hay más cabros huachos. La tasa de divorcios supera a la de matrimonios.
El madresolterismo sobrepasa el 30%. En ese contexto, el padre de una familia popular, o no tiene trabajo o tiene puro trabajo temporal. Como no puede mantener a su familia y hay violencia intrafamiliar -¡vamos matando mujeres!-, se separa y termina dedicándose a la droga. Si te fijas la mayor concentración del consumo de drogas no está en el tramo de etario 15 a 20, sino entre 25 y 45, que es la etapa en que el hombre puede trabajar, casarse y tener familia. ¿Cuál es el modelo para el cabro chico? El papá no está, se fue y es un desastre; madre sola, trabaja todo el día. ¿Qué hace el cabro? Se va a la calle, y tenemos enormes cantidades de pandillas juveniles, cabros chicos en la calle y ahí van construyendo su identidad. ¿Y quién es su modelo? El papá no sirve, el profesor está sometido al autoritarismo dictatorial del sostenedor y por lo mismo vale hongo: su modelo es el choro de la población. Porque el choro es audaz, valiente, tiene plata, maneja armas, se agarra a balazos con los pacos, tiene seguidores, le compra camisetas al club del barrio…
-Es una descripción desoladora…
– ¡Pero eso es pobreza! No la llamo pobreza material, porque no es material. El choro tiene harta plata: por la vía del endeudamiento, del tráfico o del delito. Esto es pobreza ciudadana, cívica.
-¿Y se puede romper ese círculo?
-Es una red muy profunda… Se ve, por ejemplo, en la explosión de saqueos en el sur: cualquier desorden como el que produjo el terremoto provocará saqueos aquí y en la quebrada del ají…
-¿No fueron sorpresa para usted?
-Para nada. Eso está latente, es obvio. Estos cabros que consiguen recursos por las vías del endeudamiento o el robo están centrando su actividad simbólica en objetos como la electrónica; por eso roban puros aparatos electrónicos. En Concepción, robaron sobre todo artículos electrónicos.
"El PS, el PPD y la DC son neoliberales. Incluso en el discurso: no recuerdan para nada su pasado socialistón. Ni se acuerdan de los mapuches, de los pingüinos ni de los subcontratados. El PC luchó para estar en el Parlamento. Y ahora lo logró: está ahí. Entró a la misma lógica del Estado pinochetista".
-¿El problema tiene que ver con políticas sociales equivocadas?
-Tiene que ver con que no estamos leyendo en profundidad lo que está pasando en el mundo y en Chile. Seguimos mirando los grandes parámetros macroeconómicos. Y los vemos todos sanos. ¡Pero veamos los indicadores de desarrollo humano del PNUD! ¡Ahí la cosa cambia! Se ve que existe a nivel de la población chilena una enorme sensación de inseguridad, un malestar interior: no sé si podré asegurar mi salud cuando esté viejo, no sé si podré educar a mis hijos, no sé si puedo estar en mi casa tranquilo sin que me asalten… Pura inseguridad.
-El conflicto ya no está en la calle…
-¡No pues, está adentro de la casa! Y el régimen, feliz: estamos todos bien, vean las cifras, ¡pero nadie ve el enmierdamiento de las personas por dentro!
-Bonita manera de llegar a celebrar el Bicentenario…
-O bien celebramos un cumpleaños o bien hacemos un balance de vida. Son dos cosas distintas. Podemos celebrar el cumpleaños 200 de la Independencia, que es probablemente lo que predominará. Pero otra cosa es un balance de lo que hemos hecho o dejado de hacer y que nos tiene con este malestar interior. Esa evaluación no se está haciendo.
-¿Cómo ve la efeméride, entonces?
-Existirá un contraste muy fuerte entre el pan y circo que hará el gobierno -algo que la Concertación también habría hecho- y este otro pensamiento profundo que va por abajo y que es muy crítico.
-¿Quiénes se hacen cargo de esto?
-Nadie. Ése es el problema. La Concertación administró exitosamente el régimen de Pinochet, sin cambiarlo. Ni siquiera la Bachelet fue más radical: no hizo ningún cambio de fondo. ¿Qué hizo con los pobres? Les tiró bonos. ¿Y qué son los bonos? ¡Limosna!
-Es llamativo que la primera ley que mandó el presidente Piñera al Congreso haya sido el bono marzo…
-Y ahora, como gran cosa, alarga el posnatal… ¡Son medidas populistas de parche!
Los mineros de Copiapó
-Estas últimas semanas han estado tomadas por el caso de los 33 mineros atrapados en Copiapó. Usted ha estudiado la minería chilena desde el mundo del trabajo. ¿Ve antecedentes históricos en este caso?
– En Chile, la minería la desarrollaron los pobres: los buscones, pirquineros. Chile se convirtió en una potencia minera sobre la base de una tecnología pirquinera que era baratísima. La fase extractiva de la minería estuvo en manos de los pobres; el tratamiento lo hacían los capitalistas, como Edwards y todos esos campeones, que tenían fundiciones; y el transporte lo hacían los ingleses. Y los grandes explotados fueron los pirquineros… ¡los reventaron! Ellos asumían el costo del aumento del transporte y de las ganancias de los intermediarios. Esta explotación hacia abajo llevó a que se redujera la seguridad en las minas: pasó en el carbón y también en el cobre y el oro. ¿Esto que pasa hoy en la mina San José? ¡Historia del siglo XIX!
-¿Y por qué se ha producido esta atención enorme de parte de la gente y esta dedicación tan intensa de parte del gobierno?
-Bueno, está la solidaridad que siempre han tenido las clases populares de manera horizontal. Eso es normal, no me extraña. De parte del gobierno, responde al populismo, propio tanto de los gobiernos de la Concertación como de éste, más exacerbado en este caso. Porque en estricto rigor éste es el gobierno de los empresarios, pero no puede ser sólo el gobierno de los empresarios: tiene que mostrar una cara populista.Piñera no puede gobernar exitosamente con lógica neoliberal, porque el modelo tocó techo. Para mantenerse en el gobierno tiene que ser populista, no tiene otra, porque la mayoría de Chile está con este "malestar interior". Y como no hay izquierda, el voto popular se puso mutante…
-¿Con ese voto ganó Piñera? ¿No era voto de derecha, entonces?
-No, pues. Ese voto mutante crece y crece, porque son todos neoliberales.
-Usted dice que no hay izquierda, ¿qué pasó con ellos?
-El PS, el PPD y la DC son de hecho neoliberales. Incluso en el discurso: no recuerdan para nada su pasado socialistón. Ni se acuerdan de los mapuches, de los pingüinos ni de los subcontratados. El Partido Comunista luchó para estar en el Parlamento. Y ahora lo logró: está ahí. Entró a la misma lógica del Estado pinochetista, igual que la Concertación. ¡Y ahora están planeando hasta un candidato único el 2014! No hay ninguna alternativa…
-¿Y Marco Enríquez-Ominami?
-Lo escuché mucho en la campaña y me pareció un tipo que no tenía claras sus ideas, que tenía una confusión total. Lo que pasa es que es joven, hijo de Miguel Enríquez, un poco patudo, un poco farandulero… de todo un poco. Encarnó la expectativa del voto mutante, porque la política se expresa a través de la imagen: la imagen de simpatía de la Bachelet, la imagen del cambio de este otro… él era la imagen de la juventud, de la gente nueva, pero ME-O en sí no tiene peso: no sabe dónde está parado.
Qué piensan los cabros
-¿Tiene algo de esperanza para Chile?
-Para tener esperanza hay que partir de sus bases históricas. En los años 60, las esperanzas que uno tenía las agarraba de las teorías, de las ideologías, del Che Guevara, de la Unión Soviética, del Partido Comunista, del MIR, de Miguel Enríquez, de Juan XXIII… Hoy no estamos en condiciones de construir esperanza a partir de nada de eso. La única posibilidad es lo que veo entre mis propios alumnos: que los cabros se piensen a sí mismos sobre bases enteramente distintas y construyan sobre esas bases una expectativa de futuro que no pasa por tomarse el poder -este poder-, sino por construir sociedad, por construir cultura, por construir poder localmente. Ahí establecen bases de solidaridad, identidad, creatividad… rock de nuevo tipo, rap de nuevo tipo… todo de nuevo tipo.
-¿Y le ve viabilidad a un proyecto así?
-La pregunta es: ¿se le debe exigir a esta realidad nueva viabilidad?
-La sola pregunta es ilegítima, entonces…
-Sí, no tiene validez, porque no son proyectos que se planteen objetivos a largo plazo: son proyectos que buscan construir aquí y ahora. Si llegan a conquistar o a construir el Estado será por su expansión natural, no tienen apuro.
-Si entran en la lógica de los partidos tradicionales fracasarán, dice usted…
-No lo quieren simplemente: por eso hay 4 millones de cabros que no están inscritos. No están ni ahí con eso. Y si votan les da lo mismo, porque el voto no los identifica, no tiene importancia. El tipo de política que realizan es distinto: es política de red, de asamblea -como los pingüinos-, sin dirigentes, sólo con voceros. Y ahora en los colegios les prohíben las asambleas, así que ¿qué hacen los cabros? Sacan el celular, arman el blog y se comunican. No es la cultura de la toma ni de la revolución, ni siquiera la utopía: es puro pragmatismo.
REVISTA QUE PASA
Las políticas fiscales neoliberales…
Una de las políticas fiscales que han caracterizado el pensamiento neoliberal reproducido en la mayoría de partidos gobernantes en la Unión Europea, tanto de derecha como de centro izquierda, ha sido la reducción de impuestos. Se decía que tal bajada de impuestos liberaba la capacidad creativa, tanto de los ciudadanos como de las empresas, estimulando así la economía. En España, no sólo la derecha –tanto española (PP), como catalana (CiU)– sino también la izquierda gobernante (PSOE), enfatizaron la conveniencia de bajar los impuestos. El presidente Zapatero inició su mandato con el dicho de que “bajar impuestos es de izquierdas”. Antes, los gobiernos del PP habían hecho de esa bajada el elemento central de su política fiscal.
Y un tanto semejante ocurrió en varios países de la UE. En Alemania, por ejemplo, los impuestos sobre el capital se redujeron (desde 1995 a 2009) nada menos que 26 puntos, a la vez que el nivel de gravación fiscal de las rentas superiores se redujo 9,5 puntos. En España y Francia, la reducción de los impuestos de las rentas superiores fue incluso mayor, reduciéndose 13 puntos. En Italia, el Impuesto de Sociedades bajó 20,8 puntos y el de las rentas superiores 6,1 puntos. Tales reducciones favorecieron a las rentas del capital y a las rentas superiores, de manera que tales rentas, como porcentaje de las rentas nacionales, se dispararon, incrementándose las desigualdades de renta de una manera muy acentuada. De esta manera, la regresividad fiscal y las desigualdades sociales aumentaron espectacularmente estos últimos 15 años.
El argumento que se utilizó para promover estas políticas fiscales, favorables a las rentas del capital y a las rentas superiores, era que había que cuidar (mimar, sería la expresión más adecuada) los factores movibles –tales como el capital y las rentas superiores–, evitando que se asustaran y dejaran el país. Este era el discurso neoliberal que sostuvieron los medios de mayor difusión del país. Detrás de él existía el enorme poder político del capital financiero y empresarial (y muy en especial el relacionado con las exportaciones), así como el de las rentas superiores. Donde esta influencia adquirió mayor desarrollo fue en Alemania, cuyo modelo económico estaba, y continúa estando, basado en un modelo financiero y exportador con una competitividad elevada, enraizada en unos salarios estancados que no mejoraban con el crecimiento de la productividad. Ese incremento de la productividad repercutía primordialmente en aumentar los beneficios del capital, muy en especial de las empresas exportadoras y de la banca, y no en aumentar las rentas del trabajo.
Como dijo Peter Bofinger, miembro del Consejo Económico alemán, “el problema de Alemania es que vive muy por debajo de sus posibilidades”, es decir, que la riqueza que se creaba y continúa creándose no repercute sobre el nivel de vida de los trabajadores y de las clases populares alemanas. El Gobierno socialdemócrata del canciller Gerhard Schröeder (1998-2005) fue el que inició –en su programa de 2010– la reducción de los impuestos de sociedades y de las rentas superiores, política seguida más tarde por Angela Merkel y sus gobiernos de coalición. Algo parecido ha estado ocurriendo en Francia, donde la creciente regresividad fiscal explica un notable crecimiento de las desigualdades sociales. De nuevo fue un Gobierno socialdemócrata, dirigido por Lionel Jospin (1997-2002) el que inició la política de reducción de impuestos, política que fue acentuada por Nicolas Sarkozy en 2007.
Tal reducción de impuestos de las rentas superiores, además de incrementar las desigualdades, creó también las bases para que apareciera el problema del déficit del Estado. Este déficit fue causado, en parte, por la disminución de la actividad económica. Pero las políticas de reducción de impuestos, con la consiguiente reducción de los ingresos al Estado, contribuyeron enormemente a la creación de los déficits y del aumento de la deuda pública. En Alemania, por ejemplo, si los niveles de imposición fiscal fueran los mismos que existían en 1998, el Estado alemán habría recaudado 75.000 millones de euros más por año de los que recaudó en 2009, una cantidad semejante, por cierto, al déficit que el Gobierno Merkel quiere resolver mediante los recortes muy acentuados que ha propuesto sobre el Estado del bienestar alemán. Un tanto semejante ocurre en España, donde el déficit del Estado no sería tan elevado si los niveles de imposición, tanto de las rentas del capital como de las rentas superiores, se hubieran mantenido igual a los existentes en los años ochenta.
Estos datos señalan el error del argumento ampliamente utilizado en las instituciones europeas (Consejo Europeo, Comisión Europea y Banco Central Europeo) en defensa de la austeridad del gasto público (incluyendo el gasto público social), indicando erróneamente que “hemos estado viviendo durante todos estos años por encima de nuestras posibilidades”, asumiendo que nos hemos gastado más de lo que tenemos. Pero no es cierto y es fácil de demostrar. Tenemos el gasto público social más bajo de la UE-15, lo cual no se debe a que España no tenga recursos. España tiene ya el nivel de riqueza de la UE-15. Su PIB per cápita es el 94% del promedio de la UE-15. Y, sin embargo, el gasto social es sólo el 73% del promedio de la UE-15. Si nos gastáramos el 94% del promedio tendríamos 66.000 millones de euros más para gastarnos en nuestro escuálido Estado del bienestar. España tiene estos recursos. Lo que ocurre es que el Estado no los recoge. Y ahí está el problema. No es que vivamos por encima de nuestras posibilidades, lo que pasa es que los ricos, los bancos y los grandes empresarios no pagan lo que deberían. Las políticas neoliberales han favorecido a las rentas superiores, creando una enorme polarización social, que han generado la crisis actual y que están dificultando la recuperación económica. Y ahí está el problema que los medios de persuasión no tocan.
Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/2126/las-politicas-fiscales-neoliberales/
Chile, campeón de la desigualdad…
Editorial de la revista “Punto Final”
Mientras la inmensa mayoría de los hinchas espera que Chile se clasifique entre los ocho primeros países del Campeonato Mundial de Fútbol, casi todos olvidan que ya estamos entre los más destacados en una competencia enojosa y vergonzante: la de la desigualdad. Desde hace tiempo, figuramos entre los tres o cuatro países más injustos del mundo en cuanto a la distancia que separa a los ricos de los pobres. A finales del Gobierno de Ricardo Lagos, el cinco por ciento de la población más rica obtenía ingresos 209 veces más altos que el cinco por ciento más pobre. Mientras los ingresos de este último sector subían uno por ciento, los del quintil más rico lo hacían en 62%. Esa relación se deterioró aún más en el Gobierno de la presidenta Michelle Bachelet. La desigualdad, sin embargo, parece no ser percibida por parte de la población.
El control de los sectores dominantes sobre los medios de comunicación que producen a toda hora toneladas de imágenes y contenidos, hace creer a los destinatarios del mensaje que viven en un país modelo, y que si se empeñan, podrán obtener grandes beneficios. Una ilusión que se borra cuando terremotos, inundaciones y otras catástrofes arrasan parte de nuestra geografía y se disipa el oropel de la albañilería psicológica del retail, la publicidad y la farándula, que oculta los graves problemas que agobian a la población. Cada vez se hace más real la posibilidad de cataclismos sociales, gatillados por eventos naturales o por catástrofes medioambientales originadas por el propio ser humano. Como ideología dominante, el neoliberalismo estimula el individualismo para truncar los vínculos de solidaridad social y de unidad de las organizaciones populares. Se instalan la competencia y el afán de lucro como los instrumentos que harán progresar a la sociedad, lo que provoca una enorme fragmentación social. El “emprendedor” se ha convertido en el modelo de ciudadano que se propone a los chilenos. “Triunfan los que se lo merecen”, es el mensaje subliminal. A sabiendas de que del conjunto de “emprendedores” serán muy pocos los que lleguen a la meta y que, en su inmensa mayoría, serán estrangulados por la competencia y el control del mercado por las grandes empresas.
Deslumbrados, prefieren ignorar que nadie puede hacerse millonario honradamente. Sí pueden los que utilizan información privilegiada, engañan a sus socios, evaden impuestos, aprovechan las mil martingalas tributarias y, sobre todo, explotan sin piedad a los trabajadores. Nadie podría convertirse en multimillonario en treinta años, como se ufana de haberlo hecho el presidente de la República, Sebastián Piñera. La desigualdad revienta por todos los poros de Chile. No sólo se expresa en los ingresos. Hay una salud para ricos y otra muy distinta para los pobres. Lo mismo ocurre con la educación y la previsión social. Cada cierto tiempo estallan escándalos por la mala calidad de las viviendas. Construidas con pésimos materiales, en terrenos de baja calidad, ponen en riesgo la vida y salud de sus habitantes, como ha quedado de manifiesto en el terremoto del 27 de febrero que ha sido abordado hasta con mediaguas de calidad inferior a las que antes se proporcionaban a las familias sin techo. Hasta los alimentos que consumen los pobres son peores que los de los ricos, debido a la laxitud de los controles sanitarios y a la tolerancia de las autoridades que hacen la vista gorda ante la proliferación de la comida chatarra. Otra calamidad que afecta a los sectores modestos es el endeudamiento, estimulado por la multiplicación de las tarjetas de crédito: para ellos son los intereses más altos; sobre ellos pende la amenaza de Dicom; para ellos no existe la posibilidad de conseguir créditos bancarios. Las cifras son conocidas e innegables.
Como también lo es la escandalosa concentración de la economía chilena. Seis compañías manejan las AFP que controlan más de cien mil millones de dólares en fondos de sus afiliados. Tres cadenas controlan prácticamente todo el negocio farmacéutico e imponen precios inhumanos a las medicinas. Dos cadenas de diarios controlan la prensa escrita. Dieciséis grupos económicos producen el 80% del PIB. Cencosud y Wal Mart (D&S) manejan el 70% de las ventas de los supermercados. Una sola empresa telefónica -CTC- controla el 75% de la telefonía. Dos empresas, Endesa y Colbún, manejan el 79% de la generación eléctrica y están impulsando la construcción de mega represas en Aysén, que ponen en peligro el medio ambiente y aumentarán el poder de las eléctricas sobre el conjunto de la economía. La magnitud de las ganancias de las transnacionales mineras es casi inimaginable. ¡Entre 2006 y 2007 se apropiaron de 40.000 millones de dólares!
La lucha contra la desigualdad tiene objetivos económicos y políticos. Los primeros tienen que ver con cambios sustanciales en las distribución de la riqueza a través de la mejora en la calidad de vida y en una protección social más amplia, equitativa y eficiente. Los objetivos políticos tienen como norte ampliar la democracia y asegurar que el conjunto de los ciudadanos puedan expresarse como titulares de la soberanía y actuar como titulares efectivos de sus derechos económicos, sociales y culturales. Esa lucha debe librarse ahora en un terreno nuevo, en que el neoliberalismo ha fracasado como lo demuestra la crisis económica que sacude la economía del mundo y que se expresa con rigor en Grecia, Hungría, Italia y cada vez más en España y Portugal. El neoliberalismo aparece como una ideología caduca y en extremo peligrosa para la estabilidad social. Se revitaliza hoy el papel del Estado.
Un documento de la Cepal, La hora de la igualdad. Brechas para cerrar, caminos para abrir, que acaba de aparecer, es categórico. Advierte: “El documento es claro en sus propuestas. En él se resalta la necesidad de un fuerte papel del Estado y la importancia de la política en un marco de revitalización y recreación de la democracia en tiempos de globalización”. Y agrega: “El Estado es así el principal actor en la conciliación de políticas de estabilidad y crecimiento económico, de desarrollo productivo con convergencia y armonización territorial, promoción del empleo de calidad y mayor igualdad social”. Postula, además, que “la igualdad social y un dinamismo económico que transforme las estructuras productivas, no están reñidos entre sí”. No es fácil ni breve el camino a recorrer para alcanzar la igualdad en Chile. Tiene como primer obstáculo el actual Gobierno derechista, que sigue apegado a las tesis más brutales del neoliberalismo. Sus propuestas principales van dirigidas a favorecer a los más ricos, como ha quedado de manifiesto en el debate sobre el proyecto de reconstrucción en que las alzas de impuestos al empresariado y a las transnacionales están hábilmente presentadas para levantar gravámenes y devolver, acrecentados, los recursos que se recauden ahora en los años venideros, garantizándose la prolongación de la invariabilidad tributaria.
Se impone una política de firme oposición a la derecha. Que denuncie sus planes regresivos y apoye y estimule la movilización de los trabajadores y sectores populares. Debe ser también pronente: una profunda reforma tributaria es una necesidad urgente, así como el establecimiento de un sistema de royalty minero efectivo que resguarde los intereses nacionales. Deben reclamarse medidas democratizadoras y descentralizadoras y una reforma en los sistemas de educación y salud que terminen con el lucro y aseguren prestaciones de calidad para todos, especialmente para los sectores vulnerables. Eso implica firmeza frente a la demagogia de la derecha y búsqueda de amplios entendimientos sociales y políticos que permitan avanzar hacia una mayor equidad y hacia la solución de las más apremiantes demandas populares.
El motor necesario que puede dinamizar esas luchas y alcanzar importantes conquistas es el reagrupamiento de la Izquierda. Cada día se hace más notoria la falta de un núcleo orientador y formador de opinión pública que plantee un camino de desarrollo económico y social de proyección socialista, capaz de enfrentarse al imperio de la desigualdad. Chile puede llegar a ser un campeón de la igualdad de derechos y de felicidad para sus hijos. Pero hacen falta decisión y voluntad para emprender el camino. Los precursores deben ser hombres y mujeres inspirados en las ideas de izquierda. Es un deber honroso reconstruir la identidad de una alternativa de alcance socialista que convoque a millones de chilenos. Una tarea necesaria para derrotar la desigualdad e imponer la justicia.
(Editorial de “Punto Final”, edición Nº 712, 25 de junio, 2010)
www.puntofinal.cl
www.pf-memoriahistorica.org
Krugman: contraofensiva neoliberal propicia desempleo y depresión económica…
La camarilla del dolor
PAUL KRUGMAN 06/06/2010
Cuál es la mayor amenaza para nuestra todavía frágil recuperación económica? Los peligros no escasean, desde luego. Pero lo que actualmente encuentro más amenazador es la propagación de una idea destructiva: la opinión de que ahora, cuando hace menos de un año que empezamos a recuperarnos débilmente de la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial, es el momento de que los responsables políticos dejen de ayudar a los parados y empiecen a infligir dolor.
Cuando la crisis financiera nos golpeó por primera vez, la mayoría de los responsables políticos del mundo respondieron de manera acertada, recortando los tipos de interés y permitiendo que los déficits aumentasen. Y al hacer lo correcto, al aplicar las lecciones aprendidas de los años treinta, consiguieron limitar el daño: fue terrible, pero no fue una segunda Gran Depresión.
Últimamente, sin embargo, las exigencias de que los Gobiernos dejen de apoyar sus economías y empiecen a castigarlas han estado proliferando en los artículos de opinión, los discursos y los informes de las organizaciones internacionales. De hecho, la idea de que lo que las economías deprimidas realmente necesitan es aún más sufrimiento parece ser ahora la nueva lógica popular, "las ideas que son valoradas en cualquier momento por su aceptabilidad", según la famosa definición de John Kenneth Galbraith.
Hasta qué punto se ha convertido en algo válido el infligir dolor económico me ha quedado claro por el último informe sobre las perspectivas económicas que ha elaborado la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), un influyente comité de expertos con sede en París respaldado por los Gobiernos de las economías avanzadas del mundo. La OCDE es una organización profundamente cauta; lo que dice en cualquier momento dado prácticamente representa la creencia generalizada en ese momento. Y lo que la OCDE está diciendo ahora mismo es que los responsables políticos deberían dejar de fomentar la recuperación económica y empezar más bien a subir los tipos de interés y a reducir drásticamente el gasto.
Lo que llama especialmente la atención de esta recomendación es que parece desconectada no solo de las necesidades reales de la economía mundial, sino de las propias previsiones económicas de la organización.
Así, la OCDE afirma que los tipos de interés en Estados Unidos y otros países deberían aumentar drásticamente durante el próximo año y medio para prevenir la inflación. Pero la inflación es baja y se está reduciendo, y los pronósticos de la OCDE no muestran ningún indicio de amenaza inflacionista. Entonces, ¿para qué subir los tipos?
La respuesta, hasta donde yo alcanzo a comprender, es que la organización cree que debemos preocuparnos por la posibilidad de que los mercados empiecen a esperar que haya inflación, aun cuando no deberían y actualmente no lo hagan: debemos protegernos ante "la posibilidad de que las expectativas de inflación a más largo plazo puedan llegar a dispararse en las economías de la OCDE, al contrario de lo que da por sentado la previsión principal".
Se usa un argumento similar para justificar la austeridad fiscal. Tanto la economía teórica como la experiencia nos dicen que reducir drásticamente el gasto cuando todavía estamos padeciendo un paro elevado es muy mala idea; no solo agrava la recesión, sino que sirve de poco para mejorar las perspectivas presupuestarias, porque gran parte de lo que el Gobierno ahorra al reducir el gasto lo pierde, ya que la recaudación fiscal disminuye en una economía más débil. Y la OCDE prevé que el paro seguirá siendo alto durante años. No obstante, la organización exige que los Gobiernos cancelen cualquier futuro plan de estímulo económico y que pongan en marcha la "consolidación fiscal" el año que viene.
¿Para qué hacer esto? Una vez más, la razón es dar a los mercados algo que no deberían querer y que actualmente no quieren. En estos momentos, los inversores no parecen preocuparse lo más mínimo por la solvencia del Gobierno de Estados Unidos; los tipos de interés de los bonos federales se acercan a mínimos históricos. E incluso si los mercados estuviesen preocupados por las perspectivas fiscales de EE UU, recortar el gasto ante una economía deprimida serviría de poco para mejorar esas perspectivas. Pero debemos recortar, dice la OCDE, porque unos esfuerzos de consolidación inadecuados "supondrían un riesgo de reacciones adversas en los mercados financieros".
El mejor resumen de todo esto que he leído lo ha escrito Martin Wolf en el diario The Financial Times, donde afirma que la nueva lógica popular es que "dar a los mercados lo que pensamos que podrían querer en el futuro -aun cuando den pocas muestras de insistir en ello ahora- debería ser la idea central de las políticas".
Expresado de esa forma, parece una locura. Y lo es. Sin embargo, es una opinión que se está extendiendo. Y ya está teniendo consecuencias negativas. La semana pasada, los miembros conservadores de la Cámara, invocando el nuevo miedo al déficit, redujeron el alcance de un proyecto de ley que ampliaba la ayuda a los parados de larga duración, y el Senado se despidió sin siquiera poner en marcha las insuficientes medidas que quedaban. Como consecuencia, muchas familias estadounidenses están a punto de perder la prestación por desempleo, el seguro sanitario o ambos; y a medida que estas familias se vean obligadas a reducir sus gastos, pondrán en peligro los puestos de trabajo de mucha más gente.
Y eso es solo el principio. Cada vez más, la lógica popular dicta que lo responsable es hacer que los parados sufran. Y mientras que los beneficios de infligir dolor son imaginaciones nuestras, el dolor en sí será muy real.
Paul Krugman es profesor de economía en Princeton y premio Nobel de Economía 2008. © 2010 New York Times News Service. Traducción de News Clips.
Europa elige la depresión
Information Clearing House
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Olvídense de una recuperación sin problemas. Los ministros de finanzas y los gobernadores de los bancos centrales del G-20, se reunieron este fin de semana en Busan, Corea del Sur y decidieron abandonar las políticas fiscales expansionistas “de probada calidad” a favor de su propio extraño brebaje de políticas de reducción de gastos y medidas de austeridad. Los miembros de la UE están ansiosos de restaurar la ilusoria “confianza de los mercados”, algo que es seguro que se perderá cuando la eurozona se vuelva a deslizar hacia la recesión y el renqueante sector bancario comience a sangrar tinta roja. El recorte de los déficits mientras la economía todavía se está reponiendo debilitará la demanda y obligará a las empresas a despedir a más trabajadores. Esto disminuirá la actividad económica y frenará el crecimiento. Es una receta para el desastre.
Lo que sigue es un pasaje del blog de Paul Krugman: “El recorte de los gastos mientras la economía sigue estando profundamente deprimida es una manera muy costosa y bastante ineficaz de reducir la deuda futura. Costosa, porque deprime aún más la economía; ineficaz, porque al deprimir la economía, la contracción fiscal también reduce los ingresos de impuestos…
“Lo correcto, de manera abrumadora, es hacer cosas que reduzcan los gastos y/o aumenten los ingresos después que la economía se haya recuperado –específicamente, esperar hasta después que la economía tenga fuerza suficiente para que la política monetaria pueda compensar los efectos contraccionistas de la austeridad fiscal. Pero no: los halcones del déficit quieren su parte mientras las tasas de desempleo se mantienen casi a un nivel récord y la política monetaria sigue estando escasa de dinero cerca del límite cero” ("lost Decade, Here We Come", Paul Krugman, New York Times).
Europa marcha directamente hacia una depresión. El apego a una economía de la edad de piedra es impresionante. Es como si John Maynard Keynes no hubiera existido. Cuando el PIB se contrae –como inevitablemente lo hará– los déficits aumentarán y el rendimiento de los bonos se ampliará, haciendo que sea más costoso financiar los negocios. La confianza pública se desvanecerá, las relaciones entre los Estados miembros se estropearán, y las ciudades se llenarán de manifestantes enfurecidos. La consolidación fiscal desgarrará a los 16 Estados de la UE y provocará una crisis mayor que Lehman Bros. El BCE tiene que apoyar la demanda alentando los gastos de los gobiernos mientras los hogares reparan sus cuentas destrozadas y los reguladores se hacen cargo de bancos hundidos. Cualquier desviación de este plan sólo exacerbará los problemas.
¿Cuán enfermo está el sistema bancario de la UE? Al respecto, un pasaje del New York Times:
“Es un misterio de 2,6 billones (millones de millones) de dólares. Es el monto que los bancos extranjeros y otras compañías financieras han prestado a instituciones públicas y privadas de Grecia, España y Portugal, tres países tan sumidos en problemas económicos que según creen algunos analistas e inversionistas, una parte significativa de esa montaña de deuda nunca será reembolsada.
El problema es, lamentablemente, que nadie –ni los inversionistas, ni los reguladores, ni siquiera los propios banqueros– sabe exactamente qué bancos mantienen las mayores reservas de préstamos putrefactos dentro de ese montón. Y la duda, como siempre lo hace durante las crisis económicas, ha hecho que parezca ocasionalmente que el sistema financiero ya vulnerable de Europa se atasca. A principios del mes pasado, en una indicación de hasta qué punto la situación se había hecho peligrosa, algunos bancos europeos –que parecen tener más de la mitad de esos 2,6 billones de dólares en deuda– casi dejaron de prestarse mutuamente dinero…”
Analistas del Royal Bank of Scotland calculan que de los 2,2 billones de euros que los bancos europeos y otras instituciones fuera de Grecia, España y Portugal pueden haber prestado a esos países, unos 567.000 millones son deuda gubernamental, unos 534.000 millones son préstamos a compañías no bancarias del sector privado, y aproximadamente 1 billón de euros son préstamos a otros bancos. Aunque la crisis se originó en Grecia, mucho más fue pedido prestado por España y su sector privado –1,5 billones de euros, en comparación con los 338.000 millones de euros de Grecia- ("Debtors’ Prism: Who Has Europe’s Loans?", Jack Ewing, New York Times.
Esto prueba que el verdadero problema lo constituyen los bancos, no la “deuda soberana” (que sólo es de 567.000 millones del total de 2,2 billones de euros). La UE se enfrenta al mismo problema que EE.UU.; o se hace cargo de los bancos insolventes y reestructura su deuda –afectando a los dueños de bonos y valores– o sufre años de un diabólico rendimiento económico inferior con alto desempleo, decrecientes inversiones, una deflación agotadora y malestar social. La UE ha elegido este último camino, y por razones que podrían no ser demasiado claras a primera vista. Un euro más barato hace que las exportaciones de la UE sean más competitivas, lo que asegurará la felicidad del miembro más poderoso de la UE (Alemania). Las políticas deflacionarias también protegen los intereses de los dueños de bonos que han invertido fuertemente en instituciones financieras cuyos patrimonios han sido enormemente inflados por dinero barato y masivo apalancamiento. Finalmente, las medidas de austeridad transfieren las pérdidas de los bancos y de bancos fantasmas sobre las espaldas de trabajadores, consumidores y pensionados. El abuso contra los trabajadores para enriquecer a los dueños de bonos y a los banqueros es un cálculo político. No tiene sentido económico.
El apretón de cinturones en la UE significa que el mundo tendrá que depender (de nuevo) de la recuperación del consumidor estadounidense, superar su lastre histórico de deuda personal y reanudar los gastos como un demente. Con un desempleo que ronda el 10%, líneas de crédito que se reducen a diario y la jubilación que se aproxima (de muchos nacidos después de la Segunda Guerra Mundial), parece una perspectiva poco probable.
………
Mike Whitney es un analista político independiente que vive en el Estado de Washington y colabora regularmente con CounterPunch.
Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article25643.htm
Galbraith y Krugman: En defensa del déficit público…
The Nation, Traducido para Rebelión por Juan Agulló
La Comisión Simpson-Bowles1, amparada en las farisaicas enaguas de la reducción del déficit público, acaba de declarar –por boca de su Presidente- que propondrá recortes a la Seguridad Social. (Quizás, para rememorar su ecológico pasado, el ex Senador Alan Simpson se da a la prometeica tarea de podar la Seguridad Social). La congelación del gasto público por parte de Obama constituye otro sacrificio simbólico a los dioses del déficit. La mayoría de los observadores cree que la referida decisión no tiene vuelta atrás pero, ¿qué ocurriría si la tuviera? La respuesta es que una reducción demasiado grande del déficit público puede destruir la economía (o lo que queda de ella) y conducirnos, en un par de años, a una Gran Depresión.
Precisamente por eso la fobia al déficit que predomina en Wall Street, en la prensa, entre algunos economistas y prácticamente, entre todos los políticos es, en realidad, uno de los mayores peligros al que nos enfrentamos actualmente. No se trata, tan sólo, de los pensionistas: ¡todos estamos amenazados! De hecho recortar el déficit público sin reconstruir, previamente, el engranaje del crédito privado es un camino, casi seguro, a la estagnación, a la recesión e incluso a una posible Gran Depresión. Asimismo, obsesionarse demasiado en garantizar recortes del déficit público a largo plazo, también puede contribuir a obstruir aquello que es necesario hacer para reestablecer un crecimiento fuerte y una recuperación del empleo.
Dicho crudamente: sólo hay dos maneras posibles de lograr crecimiento económico a largo, generando déficit público o concediendo préstamos bancarios. Los Gobiernos y los bancos son, de hecho, las dos únicas instituciones con poder para crear algo de la nada. Si de lo que se trata es de aumentar la capacidad de inversión, necesariamente, uno de esos dos grandes motores financieros tiene que ponerse en marcha.
Para el ciudadano de a pie el déficit público es, pese a su mala reputación, mucha mejor idea que los préstamos privados. De hecho es una forma de que el dinero llegue –limpio de polvo y paja- a sus bolsillos, listo para empezar a gastar cuando quiera y en lo que quiera… incluso, para saldar sus deudas. Eso es lo que, técnicamente hablando, se llama un “aumento del patrimonio financiero líquido”. Para la gente de la calle eso es bueno pero para los bancos no, porque no ganan nada…
Y eso es, precisamente, lo que explica las fobias clásicas de las bolsas, de las grandes empresas y de los economistas de derechas. A los banqueros no les gusta nada el déficit fiscal porque compite con los préstamos bancarios como fuente de crecimiento. Cuando un banco presta, sus ganancias también lo hacen porque hay intereses que alguien tiene que pagar e incluso, si la deuda no puede ser saldada, puede terminar habiendo un activo financiero –en forma de inmueble, fábrica o empresa- del que se terminará apropiando el banco. Aparentemente sencillo ¿verdad?
Pues no tanto, porque aunque todo esto debería resultar evidente, suele permanecer opaco. Y suele permanecer opaco porque legiones de esbirros de Wall Street –coordinados, sobre todo, por la Fundación Peter Peterson pero también por el ex Contralor General David Walker; el ala derecha del Partido Demócrata, con Robert Rubin a la cabeza y numerosas iniciativas “bipartidistas”, como la Coalición Concordia o el Comité para un Presupuesto Federal Responsable- trabajan arduamente para generar la mayor confusión pública posible en estos asuntos. De hecho, todos esos irresponsables no expresan, jamás, la más mínima autocrítica por la crisis financiera que se originó en Wall Street y les estalló en sus narices. Al contrario, ellos siempre advierten -con un cinismo impresionante- que los Gobiernos podrían ser generadores de “subprimes” y de “Pirámides Ponzi” [NDT: timos], cosas que no son ciertas.
Ésas son, también, las persona a las que les encanta la vieja cantinela de que la Seguridad Social está en “bancarrota” o aquella otra de que la “pesada carga” del déficit público “la terminarán pagando nuestros nietos” o decir que “estamos endeudados hasta las orejas”. Todas esas idioteces no son más que parte de una de las mayores campañas de desinformación de todos los tiempos.
Dicha campaña se fundamenta en lo que muchos llaman “sentido común”. De hecho es fácil vender como “sabiduría casera” que los Gobiernos no pueden, como las familias, “vivir por encima de sus posibilidades”. El problema es que los Gobiernos no son como las familias: éstas últimas dependen de las rentas para saldar sus deudas, y los Gobiernos no.
Además, en el peor de los casos, los deudores privados pueden quebrar: la bancarrota es una protección que brindan las sociedades civilizadas como alternativa al sistema penitenciario. La otra es que, si se trata de hipotecas, los deudores pueden hacer entrega de los bienes que no han podido pagar y punto.
En el caso de los Gobiernos no hay riesgo de impago. Por eso gastan dinero (y pagan intereses) sin importarles demasiado. Lo curioso es que, a diferencia de los deudores privados, no necesitan liquidez. Como le gusta subrayar al agudo economista Warren Mosler, el funcionario de Hacienda que firma los cheques de la Seguridad Social no sabe quién es y mucho menos conoce el teléfono del colega que recaudó esos impuestos. De hecho si usted, de repente, desea pagar sus propios impuestos en dinero contante y sonante, el Gobierno de turno le dará un recibo y ya le cobrará. Como es la fuente de dinero, siempre está ahí.
Quizás por eso los Gobiernos gastan impunemente. Se trata, además, de gastos sin costo ya que la inflación se puede eliminar, por ejemplo, vía depreciación de la moneda nacional. El gasto suntuario –por ejemplo, en aventuras militares innecesarias- seca las fuentes reales de recursos pero lo bueno es que ningún Gobierno puede quebrar jamás en la moneda que él mismo controla. Las moratorias de deuda ocurren, solamente, cuando los Gobiernos que las decretan no controlan la moneda en la que se endeudan –como Argentina, que tenía deuda en dólares o ahora Grecia que, aunque todavía no ha decretado una moratoria de pagos, debe en euros. Sea como fuere, cuando la soberanía es un hecho real, la bancarrota es un hecho irrelevante. Cuando Obama afirma, inopinadamente, que Estados Unidos “no tiene dinero”, dice algo sin sentido y por ende peligroso: me pregunto si él mismo se lo cree.
Tampoco es cierto que el déficit público sea una herencia envenenada para las generaciones venideras. De hecho, más bien, nunca termina de pagarse ni se terminará de hacerlo. Las deudas personales se son contraídas durante la vida del deudor o incluso a su muerte pero son difícilmente heredadas. El déficit público, por el contrario, siempre está ahí porque los Gobiernos nunca mueren y aún en el improbable caso de que lo hicieran (como consecuencia de una guerra o de una revolución) nadie heredaría ese fardo.
El déficit público siempre aumenta. Estados Unidos siempre ha tenido –salvo en seis cortas ocasiones seguidas, todas ellas, de recesión- presupuestos deficitarios. Ello, lejos de suponer una pesada carga, ha constituido la espoleta del crecimiento económico. Los títulos de deuda pública, a diferencia del endeudamiento privado –que únicamente transfiere rentas de una parte del sector privado a otra- alimentan la liquidez de las empresas.
Los que son una amenaza para la solvencia son los intereses. Una reciente proyección del Centro de Presupuesto y Prioridades Políticas –basada en simples declaraciones de la Oficina Presupuestaria del Congreso (que es un gabinete encargado de realizar análisis presupuestarios para el Congreso de Estados Unidos)- afirma que el pago de intereses de la deuda pública frisará el 15% del PIB en 2050, lo que supondría un déficit total de, aproximadamente, un 300%. El problema es que eso es, sencillamente, imposible. Si los intereses se pagasen a personas que lo más lógico es que gastasen en bienes y servicios generadores de empleo, entonces estaríamos hablando de una forma de gasto público como otra cualquiera. Pagos de intereses de esa categoría afectarían a la economía tanto como la movilización para la Segunda Guerra Mundial. Lo más irónico del asunto es que, mucho antes de llegar a esos extremos, alcanzaríamos pleno empleo con una inflación creciente que dispararía el crecimiento económico y estabilizaría la deuda. Lo que en ese improbable caso probablemente haría la Reserva Federal sería garantizar el pago de intereses manteniendo los tipos de interés a corto a precios muy bajos.
¿Y qué decir de los extranjeros? ¿Acaso es cierto que nos hacen un favor comprándonos títulos de deuda? Para hacer eso China, por ejemplo, tiene que vendernos bienes sin que nosotros [NDT: Estados Unidos] podamos venderles nada a cambio. Eso supone un esfuerzo para China; un esfuerzo que Pekín está dispuesto a realizar porque tiene razones para ello: exportar productos industrializados promueve la formación de la fuerza de trabajo, las transferencias de tecnología y mejora de la calidad de los productos manufacturados. Todo esto activa, además, la generación de empleo. Pero esas son cosas de los chinos.
Para China los títulos de deuda son una especie de tesoro sin valor. Pekín no puede hacer gran cosa con ellos. China ya importa todas las materias primas, maquinaria y aeronaves que puede utilizar y si quisiera más, compraría más. Entonces, a menos que Pekín decida cambiar su política de exportación, su stock de títulos de deuda estadounidense seguirá creciendo… y nosotros [NDT: Estados Unidos] vamos a seguir pagando los intereses que esos títulos generan, pero no con un esfuerzo real, sino digitando números en ordenadores… y eso no cuesta nada: ni ahora ni nunca. (Si los chinos acumulasen los intereses, podrían ayudarnos a crear empleo. Así que el hecho de comprar muchos bienes a los chinos implica que tendremos que ser muy imaginativos y audaces si lo que realmente deseamos es crear todo el empleo que necesitamos). Una última cuestión ¿China podría vender sus dólares? En principio podría hacerlo comprando, por ejemplo, deuda griega (lo que revalorizaría el euro frente al dólar). Lo que ocurre es que, si se reflexiona bien, no da la impresión de que a ningún burócrata chino eso le parezca una buena idea.
Lo que es cierto para el Gobierno como un todo, también lo es para sus partes. Lo es, por ejemplo, para la Seguridad Social, que ni puede declararse en quiebra ni dejar de pagar por las buenas, salvo que el Congreso decida –o digamos mejor, que el Congreso, siguiendo las recomendaciones de la Comisión Simpson-Bowles- decida cerrar el grifo. El argumento que vincula la viabilidad de la Seguridad Social a una supuesta curva descendente de las cotizaciones sociales es definitivamente falaz y tiene motivaciones políticas de fondo. Ese planteamiento es una farsa. El primero en emplearlo fue Franklin Delano Roosevelt quien, así, pretendía proteger a la Seguridad Social de los intentos de recorte. Paradójicamente, su argumento terminó sirviendo para todo lo contrario: ahora se ha convertido en una recurrente forma de generar ansiedad y en el mejor argumento para evitar la expansión universal del sistema de Seguridad Social.
La Seguridad Social es un programa público que se financia a partir de las cotizaciones. Promueve, por consiguiente, la circulación de recursos en un lapso determinado de tiempo. La principal circulación no va, como suele creerse, del joven hacia el mayor puesto que incluso si la Seguridad Social no existiera alguien se ocuparía de los ancianos. Lo que suele argumentarse, de hecho ocurría, más bien, antiguamente: los más jóvenes se ocupaban de sus mayores. Desde que la Seguridad Social existe eso ya no es igual: la transferencia real, efectiva, se da de los padres que tienen hijos hacia los que no los tienen y de los jóvenes cuyos progenitores han fallecido hacia los padres que no tienen descendencia. En ambos casos se trata de una distribución equitativa, progresiva y sobre todo sostenible. Es cierto que hay un problema con el coste de la asistencia médica pero, también, que ese no es un problema de la Seguridad Social. No es algo que, por consiguiente, deba resolverse a través de recortes en la asistencia sanitaria, precisamente porque, si por algo se caracteriza la asistencia sanitaria pública es por su bajo coste. Ése es precisamente el problema que explica que la Seguridad Social sea odiada, desde hace décadas, por los peores depredadores de Wall Street.
El déficit público y el endeudamiento están interconectados. El endeudamiento contribuye, de hecho, a la reducción del déficit. Eso es lo que ocurrió durante toda la década de los 90. Un colapso en el crédito genera, sin embargo, mayores gastos e impagos: eso es lo que está ocurriendo ahora. Como los bancos no pueden prestar el déficit aumenta. El único problema es hacia dónde se orienta ese déficit: ¿hacia inversiones productivas que reconstruyen el país -como durante el New Deal– o hacia acumulaciones improductivas de capital, en un clima de inseguridad y de desempleo, que más bien podrían estar siendo invertidas en la generación de empleo?
Si se pudieran revivir los endeudamientos, ¿sería bueno volver a endeudarse? Siempre que haya buenas razones, por qué no. Los Gobiernos suelen estar, por definición, burocratizados y tener pesadas conducciones políticas. Operan, fundamentalmente, en los ámbitos del derecho y de la regulación. Los bancos privados, por el contrario, al estar descentralizados y ser competitivos, suelen tener mucha mayor flexibilidad. Un buen sistema bancario conducido por gente competente, con buen criterio para los negocios y que conozca a su clientela, es bueno para cualquier economía. El hecho de que usted tenga que pagar los intereses que genera una deuda también puede constituir un elemento de motivación para seguir invirtiendo.
El problema es que actualmente no existe ese tipo de banco. Lo que hay es un cártel dirigido por una plutocracia incompetente cuyos tentáculos llegan hasta las faltriqueras de los Estados. Para que un crédito tenga retorn hay que descontar las deudas impagables, que ahora se han convertido en exorbitantes; restaurar la renta privada (creando empleo) y el sistema de garantía (o sea, el valor de los bienes inmuebles) pero, sobre todo, hay que reestructurar el sistema financiero. Hay que intervenir los bancos, combatir el fraude, generar incentivos para préstamos orientados al ahorro energético, a la construcción de infraestructuras y a otros sectores [productivos estratégicos]. Una posibilidad alternativa es promover la creación de un sistema bancario nuevo y paralelo, que es lo que se hizo durante el New Deal [NDT: en Estados Unidos] con la banca pública e incluso, con las promociones sociales de vivienda protegida (Fannie Mae y Freddie Mac [NDT: los dos bancos de inversión en los que se originó la crisis financiera actual] salieron de ahí)…
De todos modos, hasta que no se emprenda una reforma financiera seria, el déficit presupuestario es la única manera de recuperar la senda del crecimiento económico. No es necesario que éste sea de su agrado; simplemente usted tiene que ser consciente de que hace falta para recuperar el crecimiento y el empleo y de que, además, va a hacer falta durante mucho tiempo: por lo menos, hasta que se diseñe un plan estratégico de inversiones en energía y en medio ambiente parcialmente financiado por un sector financiero reformado, restaurado y disciplinado.
Pero más allá de mis impresiones y deseos personales es muy posible que la actual histeria imperante -en relación con el déficit público- no sea más que una cortina de humo orientada a desviar la atención de las disfunciones estructurales que caracterizan al actual sistema bancario: sería la única forma de detener una reforma financiera. Si ese fuera el caso, lo que yo me preguntaría es si eso es intrínsecamente bueno. Porque puede serlo pero también puede no serlo…
James K. Galbraith (autor de The Predator State: How Conservatives Abandoned the Free Market e Why Liberals Should Too, Free Press, 2008) es profesor en la Escuela de Administración Pública de la Universidad de Texas y Consejero Académico del Instituto de Economía Levy.
Fuente: http://www.thenation.com/article/defense-deficits
Los halcones del déficit han tomado el control del G20
krugman.blogs.nytimes.com
“Los países enfrentados a serios desafíos fiscales necesitan acelerar el ritmo de consolidación”; y se añade: “Saludamos los recientes anuncios de algunos países en el sentido de reducir sus déficits en 2010 y robustecer su marco y sus instituciones fiscales”
Esas palabras contrastan vivamente con el anterior comunicado del G20 de fines de abril, que llamaba a mantener el apoyo fiscal “hasta que la recuperación esté firmemente impulsada por el sector privado y se haya llegado a echar más raíces”.
Es de todo punto increíble que eso ocurra con un desempleo todavía al alza en la eurozona, y con sólo unos débiles indicios de progresos en el mercado de trabajo estadounidense.
¿No necesitamos preocuparnos por la deuda pública? Sí; pero abandonar el gasto público cuando la economía está todavía profundamente deprimida es, además de extremadamente costoso, una forma bastante ineficaz de reducir la deuda futura. Costoso, porque deprime más a la economía; ineficaz, porque, deprimiendo a la economía, la contracción fiscal resultante reducirá la recaudación impositiva. Una estimación aproximada ahora mismo es que recortar el gasto en un 1% del PIB incrementa la tasa de desempleo en un 0,75% (en comparación con lo que ocurriría de otro modo) y, sin embargo, reduce la deuda futura en menos de un 0,5% del PIB.
Lo manifiestamente correcto es hacer cosas que reduzcan el gasto y/o incrementen el ingreso luego de que la economía se haya recuperado, y en particular, esperar a que la economía sea lo bastante fuerte como para que la política monetaria pueda compensar los efectos contractivos de la austeridad fiscal. Pero no: los halcones del déficit quieren sus recortes mientras las tasas de desempleo se hallan todavía a niveles récord y la política monetaria aún se halla en apuros frente a aumentos de precios rayanos en el cero.
Pero ¿qué hay de Grecia y todo eso? Fíjense, los problemas de deuda soberana los padecen países que se enfrentan a un problema muy específico: forman parte de la zona euro, Y están sobrevalorados gracias a los enormes flujos de entrada de capitales que experimentaron en los buenos tiempos; resultado de lo cual es que ahora experimentan años de terrible deflación. Los países que no se hallan en esa situación no se enfrentan a ninguna presión de los mercados para proceder a recortes inmediatos; esta misma mañana, los bonos a 10 años rendían un 3,51 en Gran Bretaña, un 3,21 en los EEUU y un 1,27 en Japón.
Sin embargo, la sabiduría ahora convencional dice que esos países deben, a pesar de todo, proceder a recortes: no porque los mercados lo estén exigiendo, no porque eso vaya a tener algún impacto apreciable en las perspectivas fiscales a largo plazo, sino porque piensan que, aun si no deberían hacerlo, los mercados podrían llegar a exigirlo en el futuro.
Una locura manifiesta que adopta la pose de la sabiduría. Increíble.
Paul Krugman es profesor de economía en Princeton. Fue Premio Nobel de en 2008.
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3384
Grecia, EE.UU y la crisis económica: las diferencias…
PAUL KRUGMAN 16/05/2010
No hay mal que por bien no venga, y la crisis de Grecia está haciendo muy, muy feliz a alguna gente, gente que se oponía a la reforma sanitaria y que se muere de ganas de tener una excusa para desmantelar la Seguridad Social. Mire uno donde mire, hay editoriales y comentarios, algunos haciéndose pasar por información objetiva, que afirman que la Grecia de hoy será el EE UU de mañana a menos que nos dejemos de todas esas tonterías de cuidar de los que lo necesitan.
Entonces, ¿qué diferencias hay entre EE UU y Grecia? Ambos países han estado soportando últimamente déficits presupuestarios elevados, más o menos comparables expresados como porcentajes del PIB. Sin embargo, los mercados los tratan de forma muy diferente: el tipo de interés de los bonos del Estado griego es más del doble del de las obligaciones estadounidenses, porque los inversores ven un alto riesgo de que Grecia termine por suspender los pagos de su deuda, mientras que prácticamente no ven ningún riesgo de que EE UU haga lo mismo. ¿Por qué?
Una respuesta es que EE UU tiene un nivel de deuda mucho más bajo -la cantidad que ya debemos, frente a los nuevos préstamos- en relación con el PIB. Es verdad que nuestra deuda debería ser aún menor. Estaríamos en mejor situación de hacer frente a la emergencia actual si no se hubiese despilfarrado tanto dinero en recortes de impuestos a los ricos y en una guerra injustificada. Pero, aun así, hemos entrado en la crisis en mucha mejor forma que los griegos.
Sin embargo, todavía más importante es el hecho de que tenemos una vía despejada hacia la recuperación económica, mientras que Grecia no la tiene. La economía de EE UU ha estado creciendo desde el verano pasado gracias a los estímulos fiscales y a las medidas expansionistas de la Reserva Federal. Ojalá que ese crecimiento fuese más rápido; pero por fin está generando mejoras en el empleo y también se está reflejando en los ingresos. Ahora mismo estamos en camino de cumplir las previsiones de la Oficina Presupuestaria del Congreso sobre una subida considerable de la recaudación fiscal. Si a esas previsiones les sumamos las políticas de la Administración Obama, la consecuencia es una caída en picado del déficit presupuestario durante los próximos años.
Grecia, por otro lado, está enredada en una trampa. En los años de vacas gordas, cuando el capital entraba a raudales en el país, los costes y los precios griegos se alejaron mucho de los del resto de Europa. Si Grecia siguiera teniendo su propia moneda, podría recuperar su competitividad mediante una devaluación. Pero como no la tiene, y como abandonar el euro sigue considerándose impensable, Grecia se enfrenta a años de deflación opresiva y de crecimiento económico bajo o nulo. Por eso, la única manera de reducir el déficit es mediante unos recortes presupuestarios crueles, y los inversores se muestran escépticos respecto a si esos recortes realmente se producirán.
Por cierto, merece la pena señalar que el Reino Unido -que está en peor forma fiscal que EE UU, pero que, a diferencia de Grecia, no ha adoptado el euro- sigue siendo capaz de obtener préstamos con unos tipos de interés bastante bajos. Por lo visto, el tener una moneda propia cambia mucho las cosas.
En resumen, no somos Grecia. Puede que actualmente tengamos déficits de una magnitud comparable, pero nuestra situación económica -y en consecuencia, nuestras perspectivas fiscales- son tremendamente mejores. Dicho eso, sí que tenemos un problema presupuestario a largo plazo. Pero ¿cuál es la raíz de ese problema? La respuesta de rigor es que "exigimos más de lo que estamos dispuestos a pagar". Sin embargo, esa respuesta es profundamente engañosa.
En primer lugar, ¿quién es ese "nosotros" del que habla la gente? Tengan en cuenta que la campaña para reducir los impuestos benefició principalmente a una pequeña minoría de estadounidenses: el 39% de los beneficios de hacer permanentes los recortes de impuestos de Bush irían a parar al 1% más rico de la población.
Y tengan en cuenta también que los impuestos se han quedado rezagados respecto al gasto gracias en parte a una estrategia política intencionada de "dejar que la bestia pase hambre": los conservadores han privado deliberadamente al Gobierno de ingresos en un intento de imponer los recortes del gasto que ahora insisten en que son necesarios.
Mientras tanto, cuando uno mira bajo el capó de esas preocupantes previsiones presupuestarias a largo plazo descubre que no se deben a ningún problema generalizado de gasto excesivo. En cambio, son en gran medida el reflejo de una sola cosa: la suposición de que los costes de la asistencia sanitaria subirán en el futuro como lo han hecho en el pasado. Esto nos dice que la clave de nuestro futuro fiscal es mejorar la eficiencia de nuestro sistema sanitario, que, como posiblemente recordarán, es algo que la Administración Obama ha estado tratando de hacer, incluso cuando muchas de esas mismas personas que ahora advierten sobre los estragos del déficit gritaban "¡listas de la muerte!".
Así que la realidad es ésta: las perspectivas fiscales de EE UU para los próximos años no son malas. Sí tiene un grave problema presupuestario a largo plazo, que tendrá que resolverse con una combinación de reforma sanitaria y otras medidas que probablemente incluirán una subida moderada de los impuestos. Pero debemos hacer caso omiso de quienes fingen estar preocupados por la responsabilidad fiscal, cuando su objetivo real es desmantelar el Estado de bienestar y pretenden utilizar las crisis del resto del mundo para asustarnos y obligarnos a darles lo que quieren.
Paul Krugman es profesor de economía en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía 2008. © 2010 New York Times News Service. Traducción de News Clips.
J. Habermas: que ni la crisis financiera ni la intransigencia alemana destruyan el proyecto europeo…
En el euro se decide el destino de la UE
El filósofo alemán Jürgen Habermas exige a los Estados una mayor implicación política para defender a la UE de los ataques financieros y muestra que la Alemania actual no está en el mejor momento para asumir el liderazgo
Días decisivos: Occidente celebra el 8 de mayo y Rusia el 9 de mayo la victoria sobre la Alemania nacionalsocialista; también aquí, en Alemania, se habla de día de la liberación. Este año, las fuerzas de la alianza que lucharon contra Alemania (con la participación de una unidad polaca) celebraron conjuntamente un desfile de la victoria. En la Plaza Roja de Moscú Angela Merkel estaba justo al lado de Vladímir Putin. Su presencia confirmaba el espíritu de aquella nueva Alemania surgida en la posguerra, cuyas distintas generaciones no han olvidado que también fueron liberadas, a costa de los mayores sacrificios, por el Ejército ruso.
La canciller llegó desde Bruselas, donde había tratado de una derrota de un tipo completamente distinto. La imagen de la conferencia de prensa en la que se anunció la decisión de los jefes de Gobierno de la UE sobre el fondo de rescate común para contrarrestar los ataques al euro traicionaba la convulsa mentalidad no de aquella nueva Alemania, sino de la Alemania de hoy. La chirriante foto muestra las caras petrificadas de Merkel y Nicolas Sarkozy: unos jefes de Gobierno exhaustos que ya no tienen nada que decirse. ¿Acabará siendo esa foto el referente iconográfico del fracaso de una manera de ver Europa que ha marcado su historia durante más de medio siglo?
Mientras que en Moscú Merkel estaba a la sombra de la tradición de la antigua República Federal, este 8 de mayo pasado, en Bruselas, la canciller dejaba tras sí algo distinto: la lucha de semanas de una empedernida defensora de los intereses nacionales del Estado económicamente más poderoso de la UE. Apelando al ejemplo de la disciplina presupuestaria alemana, había bloqueado una acción conjunta de la Unión que habría respaldado a tiempo la credibilidad de Grecia frente a una especulación que buscaba la quiebra del Estado. Una serie de declaraciones de intenciones ineficaces había impedido una acción preventiva conjunta. Grecia como un caso aislado.
Hasta que no se ha producido la última conmoción bursátil, la canciller no ha cedido, ablandada por el masaje anímico colectivo del presidente de Estados Unidos, del Fondo Monetario Internacional y del Banco Central Europeo. Por temor a las armas de destrucción masiva de la prensa amarillista parecía haber perdido de vista la potencia de las armas de destrucción masiva de los mercados financieros. No quería de ninguna manera una eurozona sobre la que el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, pudiera decir al día siguiente: quien no quiera la unificación de las políticas económicas, debe olvidarse también de la Unión Monetaria.
La cesura. Desde entonces, todos los afectados empiezan a vislumbrar el alcance de la decisión que se tomó el 8 de mayo de 2010 en Bruselas. Las medidas de emergencia sobre el euro adoptadas de la noche a la mañana han tenido consecuencias distintas de las de todos los bail outs habidos hasta la fecha. Como ahora es la Comisión quien suscribe los créditos en los mercados representando a la Unión Europea en su conjunto, este mecanismo de crisis se ha convertido en un instrumento de comunidad que transforma las bases económicas de la Unión Europea.
El hecho de que a partir de ahora los contribuyentes de la zona euro avalen solidariamente los riesgos presupuestarios del resto de los Estados miembros supone un cambio de paradigma. Se ha tomado conciencia así de un problema reprimido desde hacía mucho tiempo. La crisis financiera, amplificada a crisis de Estado, nos trae el recuerdo de los errores originales de una Unión Política incompleta que se ha quedado a mitad de camino. En un espacio económico de dimensiones continentales, sumamente poblado, surgió un Mercado Común con una moneda parcialmente común, sin que al mismo tiempo se introdujeran competencias que sirvieran para coordinar eficazmente las políticas económicas de los Estados miembros.
Hoy ya nadie puede rechazar de plano, calificándola de irrazonable, la exigencia formulada por el presidente del Fondo Monetario Internacional de un "gobierno económico europeo". Los modelos de una política económica "conforme a las reglas" y de un presupuesto "disciplinado", según lo establecido en el Pacto de Estabilidad, no están a la altura de los desafíos de una adaptación flexible a constelaciones políticas en rápida transformación. Claro que hay que sanear los presupuestos nacionales. Pero no se trata únicamente de las trapacerías griegas o de las ilusiones de bienestar españolas, sino de una equiparación político-económica de los niveles de desarrollo dentro de un espacio monetario con economías nacionales heterogéneas. El pacto de Estabilidad, que precisamente Francia y Alemania tuvieron que dejar en suspenso en 2005, se ha convertido en un fetiche. No bastará con endurecer las sanciones para equilibrar las consecuencias no deseadas de la deseada asimetría entre la completa unificación económica de Europa y su incompleta unificación política.
Incluso la sección de Economía del Frankfurter Allgemeine Zeitung considera que "la unión monetaria está en la encrucijada". El periódico atiza con un escenario de horror la nostalgia por el marco alemán en contra de los "países con monedas débiles", mientras que una amoldable canciller habla repentinamente de que los europeos deben buscar "una mayor integración económica y financiera". Pero no hay, a lo ancho y a lo largo, huella alguna de la conciencia de una profunda cesura. Unos confunden la conexión causal entre la crisis del euro y la crisis bancaria y apuntan exclusivamente el desastre a la falta de disciplina presupuestaria. Otros se afanan denodadamente en reducir el problema de la falta de coordinación entre las políticas económicas nacionales a una mera cuestión de mejora de la gestión.
La Comisión Europea quiere que el fondo de rescate, de duración limitada, se mantenga a largo plazo, además de inspeccionar los planes presupuestarios nacionales, incluso antes de que estos se hayan sometido a los parlamentos nacionales. No es que estas propuestas sean descabelladas. Pero es una falta de vergüenza sugerir que semejante intervención de la Comisión en el derecho presupuestario de los parlamentos no tocaría los tratados y no aumentaría de forma inaudita el déficit democrático que se arrastra desde hace tanto tiempo. Una coordinación eficaz de las políticas económicas debe conllevar un reforzamiento de las competencias del Parlamento de Estrasburgo; también planteará, en otros ámbitos políticos, la necesidad de una mejor coordinación.
Los países de la zona euro se enfrentan a la alternativa entre una profundización de la cooperación europea y la renuncia al euro. No se trata de la "vigilancia recíproca de las políticas económicas" (Trichet), sino de una actuación común. Y la política alemana está mal preparada para esto.
Cambio generacional y nueva indiferencia. Tras el Holocausto, hicieron falta esfuerzos de décadas -desde Adenauer y Heinemann, pasando por Brandt y Helmut Schmidt, hasta Weizsäcker y Kohl- para el retorno de la República Federal al círculo de las naciones civilizadas. No bastaba con la astuta táctica marcada por el ministro de Exteriores, Hans Dietrich Genscher, de orientarse a Occidente por razones de oportunidad. Era precisa una transformación, infinitamente trabajosa, de la mentalidad de toda la población. Lo que acabó por propiciar un talante conciliador en nuestros vecinos europeos fueron, en primer término, la transformación de las convicciones normativas y el cosmopolitismo de las generaciones más jóvenes, crecidas en la República Federal. Y, naturalmente, en la actividad diplomática marcaron la pauta las convicciones creíbles de los políticos en activo durante aquella época.
El manifiesto interés de los alemanes por una unificación europea pacífica no era suficiente para desactivar la desconfianza hacia ellos, históricamente fundamentada. Los alemanes occidentales parecían conformarse con la división nacional. A ellos, con el recuerdo de sus excesos nacionalistas, no habría de resultarles difícil renunciar a la reivindicación de sus derechos de soberanía, asumir en Europa el papel del principal contribuyente neto y, si hacía falta, adelantar créditos que, en cualquier caso, redundaban en beneficio de la República Federal. El compromiso alemán, para ser convincente, tenía que tener un arraigo normativo. Jean-Claude Juncker ha descrito bien esa prueba de esfuerzo cuando, en alusión al frío cálculo de intereses de Angela Merkel, echaba en falta la disposición a "aceptar riesgos en la política interna en pro de Europa".
La nueva intransigencia alemana tiene raíces profundas. Ya con la reunificación se transformó la perspectiva de una Alemania que había crecido y se ocupaba de sus propios problemas. Más importante fue la quiebra de las mentalidades que se produjo tras la marcha de Helmut Kohl. Con la excepción de un Joschka Fischer prematuramente agotado, desde la toma de posesión de Gerhard Schröder gobierna una generación normativamente desarmada que permite que una sociedad cada vez más compleja le imponga un trato cortoplacista con los problemas del día a día. Consciente de la reducción de los márgenes de juego político, renuncia a fines y a intenciones de transformación política, por no hablar de un proyecto como la unificación de Europa.
Hoy las élites alemanas disfrutan de una recuperada normalidad nacional estatal. Al final de un largo camino hacia Occidente han adquirido su certificado de madurez democrática y pueden volver a ser como los demás. Ha desaparecido aquella nerviosa disposición a acomodarse con mayor prontitud a la constelación posnacional de un pueblo vencido también moralmente y obligado a la autocrítica. En un mundo globalizado todos deben aprender a incorporar a la propia perspectiva la de los otros, en vez de retraerse a la mezcla egocéntrica de esteticismo y optimización del beneficio. Un síntoma político del retroceso de la disposición a aprender son las sentencias sobre los tratados de Maastricht y Lisboa del Tribunal Constitucional alemán, que se aferran a superados dogmatismos jurídicos relativos a la soberanía. La mentalidad del ensimismado coloso centroeuropeo, que gira en torno a sí misma y que carece de ambición normativa, ya no es ni siquiera garantía de que la Unión Europea se mantendrá en su tambaleante status quo.
La adormecida conciencia de crisis. Cambiar de mentalidad no es razón alguna para hacer reproches; pero la nueva indiferencia tiene consecuencias para la percepción política del desafío actual. ¿Quién está realmente dispuesto a sacar de la crisis bancaria aquellas conclusiones que la cumbre del G-20 de Londres plasmó en bellas declaraciones de intenciones… y a luchar por ellas?
Por lo que respecta a la doma del asilvestrado capitalismo financiero, nadie puede engañarse sobre la voluntad mayoritaria de las poblaciones. Por primera vez en la historia del capitalismo, en el otoño de 2008 sólo pudo salvarse la columna vertebral del sistema económico mundial, impulsado por los mercados financieros, gracias a las garantías de los contribuyentes. Y este hecho -que el capitalismo no pueda ya reproducirse por sus solas fuerzas- se ha fijado desde entonces en las conciencias de los ciudadanos que, como ciudadanos-contribuyentes, tuvieron que salir fiadores del fracaso del sistema.
Las exigencias de los expertos están sobre la mesa. Se está hablando sobre el aumento de los fondos propios de los bancos, una mayor transparencia para las actuaciones de los fondos especulativos de inversión, la mejora de los controles de las bolsas y las agencias de calificación de riesgos financieros, la prohibición de instrumentos especulativos llenos de imaginación pero dañinos para las economías nacionales, la imposición de una tasa a las transacciones financieras, el reforzamiento de las provisiones bancarias, la separación de la banca de inversión y comercial o la disgregación preventiva de los complejos bancarios demasiados grandes para caer. En la cara de Josef Ackermann, presidente del Deutsche Bank y astuto lobbista mayor de la banca alemana, se reflejaba un cierto nerviosismo cuando la periodista televisiva Maybrit Illner le daba a elegir entre algunos de estos "instrumentos de tortura" de los legisladores.
No es que la regulación de los mercados financieros sea tarea sencilla. Para llevarla a cabo también se requiere, sin duda, el conocimiento especializado de los banqueros más taimados. Pero las buenas intenciones fracasan no tanto por la complejidad de los mercados como por la pusilanimidad y falta de independencia de los Gobiernos nacionales. Fracasan por una apresurada renuncia a una cooperación internacional que se ponga como fin el desarrollo de las capacidades de actuación políticas de las que se carece… y ello en todo el mundo, en la Unión Europea y en primerísimo lugar dentro de la zona euro. En el asunto de la ayuda a Grecia, los negociantes y especuladores en divisas creyeron antes el hábil derrotismo empresarial de Ackermann que la tibia aprobación de Merkel al fondo de rescate del euro; realmente, no tienen confianza alguna en la decidida disposición a cooperar de los países de la zona euro. ¿Cómo podrían ser de otra manera las cosas en una Unión que derrocha sus energías en peleas de gallos para llevar a las figuras más grises a los cargos más influyentes?
En épocas de crisis, incluso los individuos pueden hacer historia. Nuestra enervada élite política, que prefiere seguir los titulares del Bildzeitung, no puede convencerse a sí misma de que son las poblaciones quienes impiden una unificación europea más profunda. Saben perfectamente que el retrato demoscópico de la opinión de la gente no es lo mismo que el resultado de la formación de una voluntad democrática deliberativamente constituida de los ciudadanos. Hasta hora, no ha habido en país alguno una sola elección europea o un solo referéndum en el que se haya decidido sobre algo que no sean temas y listas electorales nacionales. Sin mencionar siquiera la miopía nacional-estatal de la izquierda (y aquí no hablo sólo del partido alemán La Izquierda), hasta este momento todos los partidos políticos nos deben el intento de conformar políticamente la opinión pública mediante una Ilustración a la ofensiva.
Con un poco de nervio político, la crisis de la moneda común puede acabar produciendo aquello que algunos esperaron en tiempos de la política exterior común europea: la conciencia, por encima de las fronteras nacionales, de compartir un destino europeo común.
Jürgen Habermas es filósofo alemán, ganador del Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2003. © 2010, Jürgen Habermas, Die Zeit. Traducción de Jesús Alborés Rey.
EL PAIS.COM
¿Europa está en implosión?
Immanuel Wallerstein
Europa ha tenido sus opositores desde que comenzó su largo camino hacia la unificación. Hubo muchos que creyeron que era imposible. Hubo muchos otros que pensaron que no era algo deseable. Sin embargo, debe uno decir que, en el largo y sinuoso sendero que tomó desde 1945, el proyecto de la unificación europea lo ha hecho asombrosamente bien.
Después de todo Europa ha estado desgarrada por los conflictos nacionalistas por lo menos 500 años, conflictos que culminaron con la Segunda Guerra Mundial, que fue particularmente repugnante. Y la venganza parecía ser la emoción dominante. Para 2010, lo que hoy se conoce como Unión Europea (UE) aloja una divisa común, el euro, que se utiliza en 16 países. Cuenta con una zona de 25 miembros, llamada Schengen, la cual permite un cierto movimiento libre, sin visas. Mantiene una burocracia central, una corte de derechos humanos y va en la pista de tener un presidente y un ministro de relaciones exteriores.
Uno no debe exagerar la fuerza de todas estas estructuras, pero tampoco se puede subestimar el grado en que todo esto representa, para bien o para mal, remontar la resistencia nacionalista por toda Europa, especialmente en los estados más fuertes. Y no obstante, también es el caso de que ahora Europa parece hacer implosión, en algunas maneras importantes. Las palabras clave de esta implosión son Grecia
y Bélgica
.
Grecia, como todo el mundo sabe, atraviesa una severa crisis de deuda soberana. Moody’s ha declarado que los bonos estatales griegos son inservibles. El primer ministro George Papandreu ha dicho, muy renuente, que probablemente tendría que recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI) para conseguir un préstamo, un préstamo que implicaría las condiciones usuales del FMI, que requiere formas específicas de restructuración neoliberal. La idea es muy impopular en Grecia –un golpe a la soberanía griega, al orgullo griego, y en especial a los bolsillos griegos. También fue recibida con consternación en algunos cuantos estados europeos que sienten que la ayuda financiera a Grecia debería venir primero que nada de otros miembros de la UE.
La explicación de este escenario es bastante simple. Grecia tiene un gran déficit presupuestal. Dado que Grecia es parte de la zona del euro, no puede devaluar su divisa para aliviar el problema. Así que requiere asistencia financiera. Grecia pidió ayuda europea. El país más grande y rico de Europa, Alemania, ha estado muy renuente, por decir lo menos, a proporcionar tal ayuda. El pueblo alemán se opone con fuerza a ayudarle a Grecia, y esto se debe básicamente a un reflejo proteccionista en un tiempo de estrés en Europa. Los alemanes temen también que Grecia sea la primera en una fila que incluye a otros países (Portugal, España, Irlanda, Italia) que harán demandas semejantes si Grecia obtiene dicha ayuda.
El público alemán parece desear que todo se desvanezca, o que por lo menos Grecia sea de algún modo expulsada de la zona del euro. Aparte del hecho de que esto es legalmente imposible, el país que más sufriría por el resultado, además de Grecia, seguramente sería Alemania, cuya salud económica se basa en gran medida en contar con un fuerte mercado de exportación dentro de la zona del euro. Así que, por el momento, parece que estamos ante un impasse. Y los buitres del mercado vuelan alrededor de los países de la zona del euro que tienen problemas de deuda soberana.
En medio de todo esto, la perenne crisis belga ha asomado la cabeza de modo particularmente agudo. Como país, Bélgica vino a existir como resultado de la política paneuropea. El colapso del imperio Habsburgo de Carlos V tuvo como efecto la partición de los llamados Países Bajos Borgoñones, hacia el norte en las Provincias Unidas y al sur en los Países Bajos Austriacos. Las Guerras Napoleónicas condujeron a las dos partes a juntarse en el restaurado Reino de los Países Bajos. Y los conflictos europeos de 1830 condujeron a ambas partes a separarse de nuevo, con la creación de Bélgica en más o menos lo que fueran los Países bajos Austriacos, con un rey importado de alguna otra parte.
Bélgica siempre fue un compuesto de flamencos
hablantes del flemish, lengua que también hablan los holandeses, y de los valones
hablantes de francés, localizados en gran medida pero de modo imperfecto en dos sectores geográficos diferentes (norte y sur de Bélgica). También hubo una zona pequeña hablante del alemán.
Hasta 1945, los valones fueron los más educados y más ricos, y controlaban las instituciones importantes del país. El nacionalismo flamenco nació como una voz de los descastados que luchaban por sus derechos políticos, económicos y lingüísticos.
Después de 1945, la economía belga sufrió un cambio estructural. Las áreas valonas perdieron fuerza y las áreas flamencas se hicieron más fuertes. En consecuencia, la política belga se tornó una lucha interminable de los flamencos por obtener más derechos políticos–devolución de poderes–, con el objetivo, para muchos, de disolver Bélgica en dos países.
Palmo a palmo, los flamencos obtuvieron más y más. Hoy, Bélgica como país tiene una monarquía común, un ministro de relaciones exteriores común, y casi nada más. El punto difícil en este arreglo es que Bélgica es ahora un Estado confederado con tres, no dos, regiones –Flandes, Valonia y Bruselas (la capital).
Bruselas no es sólo la capital de Bélgica. Es la capital de Europa, el locus de la Comisión Europea. Bruselas es también una ciudad muy bilingüe. Y los flamencos insisten en hacerla menos así. El problema es que, aun si hubiera un acuerdo para disolver Bélgica, no habría un modo fácil para arreglar el destino de Bruselas.
Las últimas negociaciones han sido tan dificultosas que Le Soir, el periódico principal en francés, proclamó: Bélgica ha muerto el 22 de abril de 2010
. Su editorialista principal preguntó: ¿Este país tiene sentido todavía?
Al momento, el rey intenta, tal vez en vano, recrear el gobierno. Tal vez tenga que llamar a nuevas elecciones, sin mucha esperanza de que las elecciones produzcan un Parlamento realmente diferente. El primero de julio, Bélgica asume por seis meses la presidencia rotativa de la UE, y no hay certeza de que habrá un primer ministro belga para presidirla
El problema griego es el problema de la diseminación. ¿No se replicarán –no se están replicando ya– los problemas de Grecia en el resto de Europa? ¿Puede sobrevivir el euro? Sin embargo, el problema belga es incluso mayor. Si Bélgica se separa, y ambas partes son miembros de la UE, ¿no considerarán otros estados la separación? Hay después de todo movimientos secesionistas o cuasisecesionistas importantes en muchos países de la Unión Europea. La crisis de Bélgica podría bien ser la crisis de Europa.
De las dos implosiones que amenazan, la simbolizada por Grecia es más fácil de resolver. Básicamente requiere que Alemania se dé cuenta de que sus necesidades son cubiertas mejor con un proteccionismo europeo que por un proteccionismo alemán.
La crisis belga implica una cuestión mucho más fundamental. Si Europa estuviera preparada, ahora mismo, para moverse hacia un verdadero Estado federal, podría acomodar la ruptura de cualquiera de sus estados. Pero hasta ahora no está lista aún. Y las dificultades económicas colectivas del mundo han fortalecido mucho los estrechos elementos nacionalistas en casi todos los países europeos, como lo muestran todas las recientes elecciones. Sin una fuerte federación europea, será extremadamente difícil para Europa sobrevivir el torrente de rupturas. En medio del desorden político, Europa puede irse por el caño.
Hay una cierta Schadenfreude [regocijarse en el infortunio de otros] entre los políticos estadunidenses en torno a las dificultades de Europa. Lo que quizá pueda salvar a Europa de cualquier implosión es precisamente la siempre creciente amenaza de la implosión de Estados Unidos. Europa y Estados Unidos están en un subibaja, cuando uno está arriba el otro está abajo. No queda claro cómo va a jugar esto en los próximos dos a cinco años.
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein
Lo que no se dice de la crisis internacional…
La crisis que están viviendo algunos países mediterráneos –Grecia, Portugal y España– e Irlanda se está atribuyendo a su excesivo gasto público, que se supone ha creado un elevado déficit y una exuberante deuda pública, escollos que dificultan seriamente su recuperación económica. De ahí las recetas que el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo (BCE) y el Consejo Europeo han estado imponiendo a aquellos países: hay que apretarse el cinturón y reducir el déficit y la deuda pública de una manera radical.
Es sorprendente que esta explicación haya alcanzado la dimensión de dogma, que se reproduce a base de fe (el omnipresente dogma liberal) y no a partir de una evidencia empírica. En realidad, ésta muestra lo profundamente errónea que es tal explicación de la crisis. Veamos los datos.
Todos estos países tienen los gastos públicos (incluyendo el gasto público social) más bajos de la UE-15, el grupo de países más ricos de la Unión Europea, al cual pertenecen. Mírese como se mire (bien gasto público como porcentaje del PIB; bien como gasto público per cápita; bien como porcentaje de la población adulta trabajando en el sector público), todos estos países están a la cola de la UE-15. Su sector público está subdesarrollado. Sus estados del bienestar, por ejemplo, están entre los menos desarrollados en la UE-15.
Una causa de esta pobreza del sector público es que, desde la Segunda Guerra Mundial, estos países han estado gobernados la mayoría del periodo por partidos profundamente conservadores, en Estados con escasa sensibilidad social. Todos ellos tienen unos sistemas de recaudación de impuestos escasamente progresivos, con carga fiscal menor que el promedio de la UE-15 y con un enorme fraude fiscal (que oscila entre un 20 y un 25% de su PIB). Son Estados que, además de tener escasa sensibilidad social, tienen escaso efecto redistributivo, por lo que son los que tienen mayores desigualdades de renta en la UE-15, desigualdades que se han acentuado a partir de políticas liberales llevadas a cabo por sus gobiernos. Como consecuencia, la capacidad adquisitiva de las clases populares se ha reducido notablemente, creando una economía basada en el crédito que, al colapsarse, ha provocado un enorme problema de escasez de demanda, causa de la recesión económica.
Es este tipo de Estado el que explica que, a pesar de que su deuda pública no sea descomunal (como erróneamente se presenta el caso de Grecia en los medios, cuya deuda es semejante al promedio de los países de la OCDE), surjan dudas de que tales Estados puedan llegar a pagar su deuda, consecuencia de su limitada capacidad recaudatoria. Su déficit se debe, no al aumento excesivo del gasto público, sino a la disminución de los ingresos al Estado, resultado de la disminución de la actividad económica y su probada ineficacia en conseguir un aumento de los ingresos al Estado, debido a la resistencia de los poderes económicos y financieros.
Por otra parte, la falta de crédito se debe al excesivo poder del capital financiero y su influencia en la Unión Europea y sus Estados miembros. Fue la banca la que, con sus comportamientos especulativos, fue creando burbujas que, al estallar, han generado los enormes problemas de falta de crédito. Y ahora están creando una nueva burbuja: la de la deuda pública. Su excesiva influencia sobre el Consejo Europeo, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo (este último mero instrumento de la banca) explica las enormes ayudas a los banqueros y accionistas, que están generando enormes beneficios. Consiguen abundante dinero del BCE a bajísimos intereses (1%), con el que compran bonos públicos que les dan una rentabilidad de hasta un 7% y un 10%, ayudados por sus agencias de calificación (que tienen nula credibilidad, al haber definido a varios bancos como entidades con elevada salud financiera días antes de que colapsaran), que valoran negativamente los bonos públicos para conseguir mayores intereses. Añádase a ello los hedge funds, fondos de alto riesgo, que están especulando para que colapse el euro y que tienen su base en Europa, en el centro financiero de Londres, la City, llamada el “Wall Street Guantánamo”, porque su falta de supervisión pública es incluso menor (que ya es mucho decir) que la que se da en el centro financiero de EEUU.
Como bien ha dicho Joseph Stiglitz, con todos los fondos gastados para ayudar a los banqueros y accionistas se podrían haber creado bancos públicos que ya habrían resuelto los problemas de crédito que estamos experimentando (ver mi artículo “¿Por qué no banca pública?”, en www.vnavarro.org).
En realidad, es necesario y urgente que se reduzca el sobredimensionado sector financiero en el mundo, pues su excesivo desarrollo está dañando la economía real. Mientras la banca está pidiendo a las clases populares que se “aprieten el cinturón”, tales instituciones ni siquiera tienen cinturón. Dos años después de haber causado la crisis, todavía permanecen con la misma falta de control y regulación que causó la Gran Recesión.
El mayor problema hoy en la UE no es el elevado déficit o deuda (como dice la banca), sino el escaso crecimiento económico y el aumento del desempleo. Ello exige políticas de estímulo económico y crecimiento de empleo en toda la UE (y muy especialmente en los países citados en este artículo). No ha habido una crisis de las proporciones actuales en el siglo XX sin que haya habido un crecimiento notable del gasto público y de la deuda pública, que se ha ido amortizando a lo largo de los años a base de crecimiento económico. EEUU pagó su deuda, que le permitió salir de la Gran Depresión, en 30 años de crecimiento. El mayor obstáculo para que ello ocurra en la UE es el dominio del pensamiento liberal en el establishment político y mediático europeo, imponiendo políticas que serán ineficientes, además de innecesarias. Y todo para asegurar los beneficios de la banca. Así de claro.
Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/2013/lo-que-no-se-dice-de-la-crisis/
LA CRISIS ECONOMICA GLOBAL, LA GRAN DEPRESION DEL SIGLO XXI
Prefacio del libro
Michel Chossudovsky y Andrew Gavin Marsh
Global Research
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Lo que sigue es el prefacio del libro The Global Economic Crisis. The Great Depression of the XXI Century, de Michel Chossudovsky y Andrew Gavin Marshall , Montreal, Global Research, 2010, que se publicará a finales de mayo [1].
Cada uno de los autores de esta oportuna obra colectiva investiga bajo la dorada superficie para revelar una compleja red de engaño y distorsión mediática que sirve para ocultar el funcionamiento del sistema económico global y su impacto devastador en las vidas de las personas.
Con las contribuciones de Ellen Brown, Tom Burghardt, Michel Chossudovsky, Richard C. Cook, Shamus Cooke, John Bellamy Foster, Michael Hudson, Tanya Cariina Hsu, Fred Magdoff, Andrew Gavin Marshall, James Petras, Peter Phillips, Peter Dale Scott, Bill Van Auken, Claudia von Werlhof y Mike Whitney se examina detenidamente tanto las complejas causas como las devastadoras consecuencias de la crisis económica.
A pesar de la diversidad de puntos de vista y perspectivas presentados en este volumen, en última instancia todas las personas que han contribuido a él llegan a la misma conclusión: la humanidad se encuentra en la encrucijada de crisis económica y social más grave de la historia moderna.
Prefacio de La crisis económica global. La Gran Depresión del siglo XXI
En todas las principales regiones del mundo la recesión económica está profundamente arraigada lo que provoca un paro generalizado, el colapso de los programas de bienestar social y el empobrecimiento de millones de personas. La crisis económica va acompañada de un proceso de militarización a escala mundial, una “guerra sin fronteras” dirigida por Estados Unidos de América y sus aliados de la OTAN. El comportamiento de la “larga guerra” del Pentágono está íntimamente relacionado con la reestructuración de la economía global.
No nos encontramos ante una crisis o recesión económica definida en sentido limitado. La arquitectura financiera global sustenta unos objetivos estratégicos y de seguridad nacional. La agenda militar de Estados Unidos y la OTAN sirve a su vez para refrendar a una poderosa elite de los negocios que mina y eclipsa implacablemente las funciones del gobierno civil.
Este libro lleva al lector por los pasillos de la Reserva Federal y del Consejo de Relaciones Exteriores, detrás de las puertas cerradas del Banco de Pagos Internacionales, dentro de las lujosas salas de juntas de las corporaciones de Wall Street donde con un clic del ratón del ordenador se llevan a cabo rutinariamente transacciones financieras de amplio alcance desde las terminales de ordenadores conectados con los principales mercados de valores.
Cada uno de los autores de esta oportuna obra colectiva investiga bajo la dorada superficie para revelar una compleja red de engaño y distorsión mediática que sirve para ocultar el funcionamiento del sistema económico global y su impacto devastador en las vidas de las personas. Nuestro análisis se centra en el papel de poderosos actores económicos y políticos en un entorno labrado por la corrupción, la manipulación financiera y el fraude.
A pesar de la diversidad de puntos de vista y perspectivas presentados en este volumen, en última instancia todas las personas que han contribuido a él llegan a la misma conclusión: la humanidad está en la encrucijada de crisis económica y social más grave de la historia moderna.
El colapso de los mercados financieros en 2008-2009 fue el resultado del fraude institucionalizado y de la manipulación financiera. Los “rescates de bancos” se implementaron según las instrucciones de Wall Street, lo que llevó a la mayor transferencia de riqueza en dinero de la historia documentada mientras que simultáneamente se creaba un insuperable déficit público.
Con el deterioro a escala mundial del nivel de vida y la caída en picado del gasto de los consumidores, toda la estructura del comercio internacional de artículos está potencialmente en peligro. El sistema de pagos y de transacciones de dinero está en una situación caótica. Tras el colapso del empleo, se ha trastocado el pago de salarios, lo que a su vez desencadena una caída de los gastos en artículos de consumo y servicios necesarios. Este dramático descenso del poder adquisitivo repercute negativamente en el sistema productivo y provoca un sarta de despidos, cierres de fábricas y bancarrotas. Exacerbado por la congelación del crédito, el descenso de la demanda de los consumidores contribuye a la desmovilización de recursos humanos y materiales.
Este proceso de decadencia económica es acumulativo. Se ven afectadas todas las categorías de la fuerza de trabajo. Ya no se implementan los pagos de salarios, se trastoca el crédito y las inversiones de capital están paralizadas. Mientras tanto, en los países occidentales la “red de seguridad social” heredada del Estado de bienestar que protege a los parados durante un periodo de empeoramiento económico también está en peligro.
El mito de la recuperación económica
Aunque a menudo se reconoce la existencia de una “Gran Depresión” a escala de la de la década de 1930, está eclipsada por un férreo consenso: “La economía está en vías de recuperación”.
Al tiempo que se habla de una recuperación económica, los comentaristas de Wall Street han pasado por alto persistente e intencionadamente el hecho de que el colapso financiero no está compuesto simplemente de una burbuja (la burbuja inmobiliaria de viviendas) que ya ha estallado. De hecho, la crisis tiene muchas burbujas todas las cuales dejan pequeña la burbuja inmobiliaria de viviendas que estalló en 2008.
Aunque no hay un desacuerdo fundamental entre la corriente principal de analistas sobre la existencia de una recuperación económica, existe un acalorado debate acerca de cuándo ocurrirá, si en el próximo trimestre o en el tercer trimestre del año, etc. Ya a principios de 2010 se había predicho y confirmado la “recuperación” de la economía estadounidense por medio de un cuidadosamente trabajado aluvión de desiformación mediática.
Mientras tanto, la terriblemente difícil situación del creciente paro en Estados Unidos se ha camuflado escrupulosamente. Los economistas consideran la bancarrota como un fenómeno microeconómico.
Aunque los informes de los medios sobre bancarrotas revelan realidades a nivel local que afectan a una o más fábricas, no proporcionan un panorama global de lo que está ocurriendo a nivel nacional e internacional. Cuando se suman juntos todos estos cierres simultáneos en ciudades y poblaciones de todo el país emerge un panorama muy diferente: están cerrando sectores enteros de la economía nacional.
Se sigue engañando a la opinión pública con respecto a las causas y consecuencias de la crisis económica, por no mencionar las soluciones políticas. Se lleva a la gente a creer que la economía tiene su propia lógica que depende de la libre interacción de las fuerzas del mercado y que poderosos actores financieros, que tiran de los hilos en las salas de juntas de las corporaciones, no podrían bajo ninguna circunstancia haber influido intencionadamente en el curso de los acontecimientos económicos.
Se mantiene la incesante y fraudulenta apropiación de riqueza como parte integral del “sueño americano”, como un medio de propagar los beneficios de la riqueza económica. Como expresa Michael Hudson, se afianza el mito de que “sin riqueza en lo más alto no habría nada que goteara hacia abajo”. Esta lógica viciada del ciclo de los negocios hace imposible entender los orígenes estructurales e históricos de la crisis económica global.
Fraude financiero
La desinformación mediática sirve en gran parte a los intereses de un puñado de bancos globales y especuladores institucionales que utilizan su dominio de los mercados financieros y de mercancías para amasar vastas cantidades de riqueza en dinero. Las altas esferas del Estado están controladas por la clase dirigente corporativa, incluyendo a los especuladores. Mientras tanto, los “rescates de los bancos”, que se presentan al público como un requisito para la recuperación económica, han facilitado y legalizado un mayor proceso de apropiación de riqueza.
Se han adquirido vastas cantidades de riqueza en dinero por medio de la manipulación del mercado. A menudo denominado “desregulación”, el aparato financiero ha desarrollado instrumentos sofisticados de completa manipulación y engaño. Con información y conocimiento previo interno y utilizando los instrumentos del comercio especulativo los principales actores financieros tienen la capacidad para amañar a su favor los movimientos de mercado, de precipitar el colapso del competidor y de causar estragos en las economías de los países en desarrollo. Estas herramientas de la manipulación se han convertido en una parte integral de la arquitectura financiera, están insertadas en el sistema.
El fracaso de la economía dominante
La profesión económica, particularmente en las universidades, raramente aborda el verdadero “mundo real” en funcionamiento de los mercados. Constructos teóricos centrados en modelos matemáticos sirven para representar un mundo abstracto, de ficción, en el que los individuos son iguales. No hay distinción teórica entre trabajadores, consumidores o corporaciones, todos los cuales son considerados “operadores individuales”. En este mundo abstracto ningún individuo solo tiene el poder o la capacidad para influenciar el mercado, ni puede haber conflicto alguno entre trabajadores y capitalistas.
Al no analizar la interacción de poderosos actores económicos en la economía de la “vida real”, se pasan por alto los procesos de fraude del mercado, de manipulación y de fraude. Los programas de economía de las universidades no examinan ninguno de los siguientes temas: la concentración y centralización de la toma de decisiones económicas, el papel de las elites financieras, los thinks tanks económicos, las salas de juntas de las corporaciones. El constructo teórico es disfuncional; no se puede utilizar para proporcionar herramientas para comprender la crisis económica.
La ciencia económica es un constructo ideológico que sirve para justificar el Nuevo Orden Mundial. Un conjunto de postulados dogmáticos sirve para mantener el capitalismo de libre mercado negando la existencia de la desigualdad social y se niega la naturaleza movida por el beneficio del sistema. El papel de poderosos actores económicos y cómo estos actores son capaces de influenciar el funcionamiento de los mercados financieros y de mercancías no preocupa a los teóricos de la disciplina. Raramente se consideran los poderes de manipulación del mercado que sirven para apropiarse de vastas cantidades de riqueza en dinero. Y cuando se reconocen, se considera que pertenecen al reino de la sociología o de la ciencia política.
Esto significa que los analistas de la corriente dominante raramente analizan el marco político e institucional que hay detrás de este sistema económico global formado en el curso de los últimos treinta años. La consecuencia de ello es que, con algunas excepciones, la economía como disciplina no ha proporcionado el análisis que se requiere para comprender la crisis económica. De hecho, sus principales postulados de libre mercado niegan la existencia de una crisis. El centro de atención de la economía neoclásica es el equilibrio, desequilibrio y “corrección de mercado” o “ajuste” por medio de los mecanismos de mercado, como un medio de hacer volver a la economía “a la senda del crecimiento autosostenido”.
Pobreza y desigualdad social
La economía política global es un sistema que enriquece a unos pocos a expensas de la inmensa mayoría. La crisis económica global ha contribuido a aumentar las desigualdades sociales tanto dentro de los países como entre estos. Bajo el capitalismo global, la pobreza cada vez mayor no es el resultado de una escasez o de una falta de recursos humanos y materiales. La verdad es más bien lo contrario: la depresión económica está marcada por un proceso de desconexión entre recursos humanos y capital físico. Se destruyen las vidas de las personas. La crisis económica está muy arraigada.
Bastante deliberadamente se han reforzado las estructuras de desigualdad social lo que lleva no sólo a un proceso generalizado de empobrecimiento sino también a la desaparición de los grupos con ingresos medios y medios altos.
También está amenazado el consumo de la clase media en el que se basa este modelo de desarrollo capitalista difícil de controlar. Las bancarrotas han afectado a varios de los más activos sectores de la economía de consumo. Durante varios decenios las clases medias occidentales han estado sujetas al deterioro de su riqueza material. Aunque la clase media existe en teoría, es un clase construida y mantenida por la deuda de los hogares.
En vez de la clase media, la clase rica se está convirtiendo rápidamente en la clase consumidora lo que lleva a un incesante crecimiento de la economía de productos de lujo. Además, con el agotamiento de los mercados de la clase media para productos manufacturados se ha producido un cambio decisivo y central en la estructura de la riqueza económica. Con la desaparición de la economía civil, el desarrollo de la economía de guerra de Estados Unidos, apoyando un descomunal presupuesto de defensa de casi tres billones de dólares, ha alcanzado nuevas cotas. Mientras caen los mercados de valores y aumenta la recesión, las industrias de armas avanzadas, los contratistas militares y de seguridad nacional y las compañías de mercenarios con mucho futuro (entre otros) han experimentado un próspero y radiante crecimiento de sus diferentes actividades.
Guerra y crisis económica
La guerra está inextricablemente unida al empobrecimiento de las personas dentro del propio país y en todo el mundo. La militarización y la crisis económica está íntimamente unidas. Se ha sustituido la provisión de artículos y servicios para satisfacer las necesidades humanas básicas por una “máquina de matar” a la que mueve el beneficio en apoyo a la “Guerra global contra el terrorismo” de Estados Unidos. Se hace luchar a los pobres contra los pobres. Sin embargo, la guerra enriquece a la clase alta que controla la industria, el ejército, el petróleo y la banca. En una economía de guerra, la muerte es buena para los negocios, la pobreza es buena para la sociedad y el poder es bueno para la política. Las naciones occidentales, en particular Estados Unidos, gastan cientos de miles de millones de dólares al año para matar a personas inocentes en lejanas naciones empobrecidas, mientras que los propios ciudadanos sufren las disparidades de las líneas divisorias de pobreza, clase, género y raza.
A través del libre mercado se lleva a cabo una “guerra económica” declarada cuyo resultado es el paro, la pobreza y la enfermedad. Las vidas de las personas están en “caída libre” y se destruye su poder adquisitivo. En un sentido muy real, los últimos veinte años de economía de “mercado libre” han tenido consecuencias en las vidas de millones de personas a través de la pobreza y la indigencia social.
En vez de ocuparse de una inminente catástrofe social, los gobiernos occidentales, que sirven a los intereses de las elites económicas, han instalado un Estado policial del “Gran Hermano” encargado de enfrentarse a todas las formas de oposición y disidencia social, y de reprimirlas.
La crisis económica y social no ha llegado en modo alguno a su climax y países enteros, incluyendo Grecia e Islandia, están en peligro. No hay más que ver la escalada de la guerra en Asia Central y Oriente Medio, y las amenazas de Estados Unidos y la OTAN a China, Rusia e Irán para ser testigo de cómo la guerra y la economía están íntimamente unidas
Nuestro análisis en este libro
Las personas que han participado en este libro revelan las complejidades de la banca global y su insidiosa relación con el complejo industrial militar y los conglomerados de empresas petroleras. El libro presenta un enfoque interdisciplinario y multifacético, aunque también aborda el análisis de las dimensiones históricas e institucionales. Se ponen de relieve las complejas relaciones de la crisis económica con la guerra, del imperio con la pobreza mundial. Esta crisis tiene un verdadero alcance global y unas repercusiones en todas las naciones y en todas las sociedades.
En la primera parte se exponen las causas generales de la crisis económica global así como los fallos de la economía dominante. Michel Chossudovsky se centra en la historia de la desregulación y la especulación financiera. Tanya Cariina Hsu analiza el papel del Imperio Estadounidense y su relación con la crisis económica. John Bellamy Foster y Fred Magdoff emprenden una revisión completa de la economía política de la crisis explicando el papel central de la política monetaria. James Petras y Claudia von Werlhof proporcionan un resumen y una crítica detallados del neoliberalismo y se centran en las repercusiones económicas, políticas y sociales de las reformas de del “libre mercado”. Shamus Cooke examina el papel decisivo de la deuda, tanto pública como privada.
La segunda parte, que incluye capítulos de Michel Chossudovsky y Peter Phillips, analiza la creciente marea de pobreza y desigualdad social resultante de la Gran Depresión.
La tercera parte, con contribuciones de Michel Chossudovsky, Peter Dale Scott, Michael Hudson, Bill Van Auken, Tom Burghardt y Andrew Gavin Marshall, examinan las relaciones que hay entre crisis económica, Seguridad Nacional, la guerra dirigida por Estados Unidos y la OTAN y el gobierno mundial. Como afirma Peter Dale Scott, en este contexto la crisis económica crea condiciones sociales que favorecen la instauración de una ley marcial.
La cuarta parte se centra en el sistema monetario global, su evolución y su papel cambiante. Andrew Gavin Marshall examina la historia de los bancos centrales así como las diferentes iniciativas para crear sistemas monetarios regionales y globales. Ellen Brown se centra en la creación de un banco central global y de una moneda global por medio de un Banco de Pagos Internacionales (BIS, en sus siglas en ingles). Richard C. Cook examina el sistema monetario basado en la deuda como un sistema de control y proporciona un marco para democratizar el sistema monetario.
La quinta parte se centra el en funcionamiento del Sistema Bancario en la Sombra que desencadenó el colapso de los mercados financieros de 2008. Los capítulos escritos por Mike Whitney y Ellen Brown describen detalladamente cómo el "plan Ponzi" de Wall Street se utilizó para manipular el mercado y transferir miles de millones de dólares a los bolsillos de los banksters*.
Estamos en deuda con los autores por su investigación minuciosamente documentada, por su análisis incisivo y, lo que es más importante, por su firme compromiso con la verdad: Tom Burghardt, Ellen Brown, Richard C. Cook, Shamus Cooke, John Bellamy Foster, Michael Hudson, Tanya Cariina Hsu, Fred Magdoff, James Petras, Peter Phillips, Peter Dale Scott, Mike Whitney, Bill Van Auken y Claudia von Werlhof han proporcionado, con la mayor claridad, herramientas para comprender los complejos y diversos procesos económicos, sociales y políticos que están afectando a las vidas de millones de personas en todo el mundo.
Tenemos una deuda de gratitud con Maja Romano de Global Research Publishers, quien supervisó y coordinó incansablemente la edición y producción de este libro, incluyendo la creativa idea de la portada. Queremos agradecer a Andréa Joseph la cuidadosa edición del manuscrito y de los gráficos. También hacemos extensivo nuestro agradecimiento y consideración a Isabelle Goulet, Julie Lévesque y Drew McKevitt por su apoyo en la revisión y edición del manuscrito.
Michel Chossudovsky y Andrew Gavin Marshall, Montreal y Vancouver, mayo de 2010
*N. de la t.: Bankster es un expresivo neologismo formado sobre banquero (“banker”) y gángster.
[1] http://globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=18851
Fuente: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=19025
La educación chilena: mercantil, segregada, excluyente…
Fernando Atria: “Los 50 liceos de excelencia son una medida publicitaria a costa de la mayoría”
Por Juan Andrés Guzmán * | 13 de Mayo de 2010
Fernando Atria es un destacado abogado de las universidades de Chile y Adolfo Ibáñez que ha entrado a fondo en el debate constitucional y también en el tema de la educación. Parte de sus reflexiones se encuentran reunidas en un libro breve pero feroz titulado “Mercado y ciudadanía en la Educación” que analiza la raíz del problema educativo chileno. En esta entrevista desmenuza las implicancias de crear liceos de excelencia como el Instituto Nacional, que a su juicio privaría al resto de los colegios de sus mejores alumnos, perjudicando a los otros estudiantes. Hace además un crudo análisis del impacto que tiene para la educación la coexistencia de colegios públicos, privados y subvencionados.
Con el sistema educativo actual los padres sólo pueden elegir con quien NO educan a sus hijos, es una de las conclusiones más críticas del abogado Fernando Atria. La constitución garantiza la libertad de los padres para que elijan el tipo de educación que estiman conveniente, pero eso en realidad no ocurre, pues los padres son elegidos por los colegios, sobre todo, a través del dinero que pueden pagar.
Así cuando una familia paga 20 mil pesos, lo único que pueda escoger en el fondo es que sus hijos nunca se eduquen con hijos de familia que no pueden pagar 20 mil pesos. Ese mecanismo, dice Atria, es profundamente injusto porque mañana, cuando los niños de 20 mil y de 200 mil terminen su educación, la sociedad los pondrá uno al lado del otro y los hará competir. Y en función de ese resultado les dará distintos ingresos, distintas oportunidades.
Para Atria, esta educación sólo le sirve a los ricos, quienes pueden traspasar a la siguiente generación todos sus privilegios sin que nadie lo dispute ni lo encuentre reprochable. Cree que para terminar con esa desigualdad hay buscar un mecanismo donde niños ricos y niños pobres vayan a las mismas escuelas. Y que el acceso a los mejores establecimientos se haga a través de un sorteo. Por el contrario, piensa que medidas como los 50 liceos de excelencia que propone el Presidente Piñera, van justo en el sentido contrario al que se necesita. Un proyecto que se atrasó con el terremoto, pero que sigue siendo una de las promesas más importantes para el ministro de Educación, Joaquín Lavín.
Piñera ha prometido hacer 50 liceos de excelencia, como el Instituto Nacional. La idea le hace mucho sentido a la gente y aparenta buscar una mejor educción pública. ¿Qué te parece ese proyecto?
-Creo que primero hay que preguntarse cuánto de la excelencia del Instituto Nacional se puede atribuir a lo que ese establecimiento ofrece a sus alumnos y cuánto es imputable al proceso de selección que tiene, es decir, a su práctica de elegir a los mejores alumnos de entre los que postulan. Porque evidentemente si juntas sólo tipos brillantes, vas a tener un resultado mucho mejor que si educas sin selección. Pensar que en el Instituto hay algún “secreto” de cómo se hace la buena educación y que ese secreto se puede aplicar a otros 50 liceos, es un error.
¿“El secreto” del Instituto Nacional sería principalmente su selección?
-Por supuesto que el establecimiento produce un plus, que es la sinergia y el efecto de pares que se genera al reunir gente que está sobre la media. Pero, ¿alguien cree que si dejara de seleccionar tendría los resultados que tiene? Es como esos establecimientos que ponen como condición de permanencia, obtener más de 5,5 y luego dicen, “todos nuestros egresados tienen sobre 5,5 de promedio”. ¿Qué otra cosa podría pasar? Si un lo mira así, la idea de armar 50 institutos nacionales no debe ser entendida como la creación de 50 establecimientos que educan bien, sino 50 lugares que reunirán a los estudiantes más brillantes de la educación pública. Es lo mismo que descremar la educación pública, repasarla y sacarle a todos los destacados. ¿Qué va a pasar con el resto, que de paso, es la mayoría? Bueno, van a quedar en una educación pública aún más desprestigiada.
Patricio Felmer, matemático de la Universidad de Chile teme, además, que estos liceos atraigan también a los mejores profesores, lo cual va a impactar muy fuertemente en el resto de los colegios.
-Por supuesto que eso puede ocurrir. ¿Quién no va a querer hacer clases en esos establecimientos? Por eso pienso que ésta es una medida que no se dirige al problema de la educación en general. Es una medida publicitaria que le va a permitir al gobierno mostrar resultados en cuatro años, a costa de la mayoría de los jóvenes que se educan en la educación pública.
La educación pública va a terminar transformada en un gueto de marginalidad.
De todos modos, este proyecto parece incentivar la meritocracia, idea que mucha gente comparte. ¿Por qué no premiar a los mejores alumnos? ¿Qué tiene de injusto que a los más destacados vayan a un mejor colegio?
-Bueno, ahí hay varias cosas que me parecen objetables. Se supone que la meritocracia da incentivos para que los estudiantes se esfuercen, por lo tanto, presume que hay una decisión personal de por medio, modo de que si al final el alumno obtiene lo que buscaba, puede decir que se lo ganó. Bueno, yo sostengo que es perverso usar esa idea para seleccionar alumnos para básica y secundaria. Porque basta saber un poco sobre la educación chilena para saber que los rendimientos que alcanza un estudiante no dependen de cosas que están bajo su control. Buena parte del rendimiento, – no todo, pero sí buena parte- depende de la clase social a la que pertenece el alumno, es decir, si contó con libros en la casa, si sus padres son profesionales o no, si le pudieron pagar un colegio donde hubiera buenos profesores… Nadie sensato puede negar que eso tiene impacto en el desempeño de los alumnos. Y me parece que es brutal transmitirles a los estudiantes que fracasan el mensaje de que es su culpa y a los que triunfan les hace creer que es su mérito.
Entonces estos 50 liceos consagrarían una injusticia en el sentido de que los que no entran probablemente están en el grupo más abandonado por el sistema.
-Bueno, es cosa de ver los resultados de la PSU para darse cuenta de que hay una correlación entre la clase social y el desempeño. En mi libro cito alguna cosa al respecto que ha dicho, por ejemplo, Arturo Fontaine, que no puede ser acusado de “izquierdista”. Todos sabemos que un porcentaje desproporcionado de los estudiantes que van a la educación pagada tienen buenos puntajes en relación con lo que ocurre en colegios subvencionados o municipales. ¿Quiere decir eso estos últimos son más tontos? No, lo que quiere decir es que la clase afecta los resultados.
Si es tan importante la clase social, la educación de las escuelas públicas o subvencionadas siempre va a ser peor.
-Bueno, ese es el tema central de mi libro. El problema de fondo es que tenemos un sistema mixto en el que conviven tres tipos de establecimientos: escuelas públicas, colegios privados y los subvencionados que reciben dineros fiscales y también dineros de las familias. Los privados y los subvencionados seleccionan a los alumnos de acuerdo a los parámetros que quieran, principalmente dinero. ¿Quiénes van a la educación pública? ¿Quiénes son el 37 por ciento de jóvenes que el año pasado se matriculó en ese sistema? Bueno, salvo el caso de los liceos “emblemáticos”, a esa educación van los que no pueden satisfacer los criterios de selección de los establecimientos privados. Por esa vía la educación pública va a terminar transformada en un gueto de marginalidad. Y creo que es eso lo que estamos viendo. Y nunca va a haber una educación pública buena si tiene que competir con una educación privada.
UNA COMPETENCIA DESIGUAL
Los defensores del sistema mixto dicen que funciona bien en Bélgica y Holanda.
-Sus defensores dicen eso, pero no es así. Esta es una cuestión completamente chilena porque su característica central es que permite que la diferencia de poder económico de los padres se manifieste en la calidad de la educación. Es decir, permite la manifestación a rajatabla de los privilegios. Eso no existe en ninguna parte con la que nos guste compararnos. En Bélgica y Holanda países hay establecimientos privados, pero no pueden seleccionar por referencia a su proyecto educativo (un colegio católico no puede negar la admisión a un estudiante por provenir de una familia que no es católica) ni cobrar a sus estudiantes. El sistema chileno, en cambio, no sólo permite la existencia de establecimientos particulares, sino que además les permite seleccionar estudiantes por referencia a su propio proyecto educativo, y cobrar a sus estudiantes. Son estas dos características las que usa el privilegiado para transmitir su privilegio. Por eso, decir que nuestro modelo se como el de Bélgica y Holanda, es decir las cosas falsamente.
¿En que se perjudica a un niño pobre el que un niño de clase media o alta tenga acceso a educación de calidad?
-Es muy simple: llega un momento en que tomamos a un estudiante en el cual el Estado ha gastado 30 mil pesos mensuales (que es aproximadamente el valor de la subvención) y lo ponemos junto a otro en el cual su familia ha gastado 200 mil pesos mensuales y les decimos, ¡ya, compitan! Y según el resultado de esa competencia, la sociedad distribuye sueldos y condiciones de vida… Bueno, estamos hablando de una trampa tan evidente que no se requieren argumentos sofisticados para verla. Todos los que no la ven tendrían que pensar, “¿qué pasaría si mi hijo fuera a la educación de 30 mil pesos?”. Y lo que pasaría es que, en algún momento a su hijo le dirán “usted gana 150 mil al mes porque no tiene habilidades”. Y al otro le van a decir “usted va a ganar 5 millones porque sí tiene habilidades”.
Es obvio, entonces, que la educación no puede ser distribuida meritocráticamente, porque la educación tiene la misión de igualar las condiciones sociales para que, una vez que han recibido educación, estos jóvenes compitan y ganen según su mérito. Pero si la educación de calidad se entrega sólo a algunos, lo que estamos haciendo no es premiar el mérito sino premiar el privilegio. Con eso lo que ocurre hoy es que el mercado no puede justificar la desigualdad. ¿Qué diferencia hay entre un tipo que tiene capacidades que el mercado avalúa en un millón y otro por cuyos servicios el mercado paga 20 mil? Deberíamos poder decir que el primero tiene habilidades que el segundo no tiene, pero eso no se puede decir en Chile sin faltar a la verdad. Lo que hay que decir en Chile es que el recibió una educación de 200 mil pesos al mes y el segundo una 30 mil pesos al mes.
Tú planteas en tu libro que una solución es mezclar en las mismas escuelas a niños ricos con niños pobres. ¿Por qué? -Es importante notar, primero, que el privilegio se manifiesta no sólo en dinero sino en otras cosas, como poder. Tener poder es tener medios para modificar, o lograr que se modifique, lo que perjudica a uno. Una de las razones por las que hay colas en los consultorios es que a ellos van quienes no tiene poder, que pueden quedarse verdes reclamando sin que pase nada grave. Cuando los que van a la Clínica Alemana reclaman, entonces sí se les escucha. Las colas no podrían durar una semana si los que las hicieran fueran los que van a la Clínica Aalemana. Eso quiere decir tener poder.
Pero por eso mismo, si tienes una educación para ricos (los que tienen poder) y otra para pobres (que no lo tienen), estos últimos no van a tener una buena educación porque ellos no tienen, o tienen muy poco, poder para modificar lo que los perjudica. Eso es lo que significa ser pobre. Y si juntas a todos los que tienen poder en el mismo sistema, ¿cómo va a ser ese sistema? Pues lo mejor que puede ser. Y juntas a todos los que no tienen poder y los pones en un sistema ese sistema va a ser como lo que tenemos ahora. Por eso pienso que la única salida posible a eso es mezclarlos, pues si ambos están en el mismo sistema, cuando el poderoso usa su poder para mejorar su situación, mejora un sistema que atiende a todos. Lo que tenemos hoy, en cambio es que cada uno usa su poder y sus recursos para mejorarse así mismo. Entre otras cosas, esa es una pésima escuela de ciudadanía.
Un apoderado de colegios de 200 mil pesos, que le interesa el tema social dirá, “bueno, es cierto, mi hijo está recibiendo una mejor educación, pero lo que habría que hacer es mejorar la educación pública, para que haya una competencia justa”. Sin embargo, en tu libro sostienes que la solución es prohibir que los padres paguen por la educación de sus hijos. Más allá de la competencia que habrá mañana, ¿por qué lo que paga un padre en el Cumbres, la Alianza o la Girouette influye hoy con lo que ocurre en un colegio en La Pintana?
-La gente cree que la razón por la cual las escuelas públicas son malas es independiente de la razón por la cual los colegios particulares son buenos. Y eso no es así. Volvamos al Instituto Nacional. Una de las razones por la cual es bueno es porque saca de la educación pública a los mejores estudiantes y deja en el resto de las escuelas los no tan buenos. Y si tuviéramos 50 como el instituto el efecto sería más marcado.
El drama chileno es que vivimos bajo instituciones que tratan de convencernos de que no estamos conviviendo con injusticias, sino que así no más es el mundo
Y en los particulares es una segregación se hace por dinero.
-Evidente. Y en la educación subvencionada ocurre lo mismo, gracias al financiamiento compartido. La lógica es: si pago 5 mil pesos me aseguro que mi hijo no se va a educar con hijos de gente que no pueda pagar 5 mil pesos. Es decir, a través del dinero, las familias garantizan que sus hijos no se vinculen con niños que están “debajo” de ellos. Ahora, es importante entender que desde el punto de vista de los padres, tienen toda la razón en lo que hacen, porque efectivamente es mejor que sus hijos se eduquen con gente que está igual o mejor.
¿Por qué?
-Pues porque la educación, en sentido amplio, no sólo provee conocimientos sino también redes sociales que sirven a futuro. Si tengo compañeros mejor educados, por una parte harán mejores preguntas y se podrá hacer una mejor clase, pero también voy a poder crear redes; y mientras más alto en la escala social estén mis compañeros, de mejor la calidad serán esas redes. Y no sólo las redes. Más estimulante (y apto para el estudio) será el ambiente, etc. Como los padres quieren mejor educación para su hijos, buscan que se eduquen con gente que esté lo más arriba socialmente posible. Pero por supuesto, al que está más “arriba” no le conviene que su hijo estudie con el que está más “abajo” y por eso va a establecimientos que tienen condiciones de ingreso que excluyen al que está peor que él. Así, lo que tenemos es una tendencia interna del sistema a hacer que cada uno se eduque con los que son como uno, una tendencia natural y espontánea a la segregación.
COLEGIOS SIN SEGREGACIÓN
Para evitar que se transmitieran tan fuertemente los privilegios en el sistema educativo ¿Qué habría que hacer? ¿Impedirles a los padres elegir el colegio al que llevan a sus hijos?
-No. El problema no está en que los padres puedan elegir, sino en que los establecimientos puedan seleccionar. Porque lo que van a elegir siempre va a ser el mejor establecimiento para sus hijos y eso está bien. La segregación se produce porque al otro lado hay un establecimiento que puede adecuar su demanda al target social que le interesa recibir. Pero qué pasaría si todos, de verdad, pudieran elegir. Imaginemos que al Colegio Cumbres, o a la Alianza, o a cualquiera del barrio alto, todo el que quisiera ir pudiera postular.
Tendría que poder pagarlo.
-Claro. Pero imaginemos un sistema de vouchers, que a la derecha le gustan tanto. Imaginemos que por ley solo se puede pagar educación con vouchers que provee el Estado. Y que cada niño tiene el mismo voucher, por ejemplo, de 100 mil pesos mensuales (no te quepa duda de que si los ricos sólo pudieran pagar educación con un voucher éste no valdría solo 30 mil pesos).
¿Y los padres no pueden pagar nada extra?
-No. Solo puedes pagarlo con los vouchers. Es esperable entonces que los padres busquen los colegios que tienen mejores resultados. ¿Y qué puede hacer un colegio si tiene 100 plazas y mil postulantes? Bueno, puede sortear los cupos.
¿Sortear los cupos? ¿Qué se gana con un sistema en el que una familia con dinero no puede entrar a un colegio porque perdió en un sorteo?
-Eso preserva la posibilidad de todos los padres de elegir. Hoy día el sistema le da la libertad de elegir solamente a los más ricos, porque los otros, bueno, van al que pueden no más. Mientras más “abajo” socialmente está uno, menos libertad de elegir tiene. Un sistema como el que describo se toma en serio la libertad de todos de elegir y las elecciones de todos tienen que ser igualmente consideradas. El Estado debería tratar todas las elecciones como igualmente valiosas. Entonces, si es imposible cumplirlas todas hay que seleccionarlas usando un mecanismo que no privilegie a ninguna de ella. Y la solución más obvia –no la única– es el sorteo. Es un sistema que respeta la elección de cada uno y al mismo tiempo tiende hacia la integración.
¿Por qué es integrador eso?
-Porque si tienes un establecimiento que es bueno, a ese cualquiera puede llegar. Y piensa lo que ocurriría si el rico se da cuenta de que no puede mejorar la educación de su hijo por la vía de pagar una colegiatura adicional, ¿qué va a hacer, aparte de las clases particulares? Un curso de acción razonable va a ser, presionar para que aumente el gasto público en educación. De nuevo, alineación de intereses.
¿Al defender la libertad de elegir de los padres, no se defienden también los prejuicios de los padres que no quieren que sus hijos estén con niños de otros niveles sociales?
-El problema es que lo que el padre elige hoy no es un proyecto educativo, sino un criterio de exclusión. Como el colegio selecciona a su criterio, yo no puedo ir donde la educación es mejor, salvo que sea rico. Lo único que el sistema me permite es elegir con quien mi hijo NO se educa. Esa parte de la libertad de elección es inaceptable. Es razonable que la ley me permita a mi decidir qué tipo de educación va a tener mi hijo, pero no es razonable que la ley me permita a mi decidir con quién mi hijo no se educa.
* Esta entrevista fue publicada originalmente en el sitio web de Juegos de Mate
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