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Archive for the ‘MEDIO ORIENTE’ Category

Atacar a Irán sería una locura; no la descarten, por R. Fisk…

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Robert Fisk, The Independent
 

Si en verdad Israel ataca a Irán este año, será una chifladura peor de lo que piensan sus enemigos. Cierto, Majmud Ajmadineyad es un orate, pero también lo es Avigdor Lieberman, quien parece ser el ministro israelí del Exterior. Tal vez los dos quieren intercambiar favores. Pero, ¿por qué los israelíes desearían bombardear Irán y así poner sus cabezas bajo la furia del Hezbolá libanés y de Hamás al mismo tiempo? Junto con Siria, sin duda. Para no mencionar que absorberían a Europa oriental y Estados Unidos al mismo torneo de tiro.

Tal vez es porque llevo 36 años viviendo en Medio Oriente, pero algo me huele mal. Leon Panetta, nada menos que el secretario estadunidense de la Defensa, advierte que Israel podría atacar. Lo mismo dice CNN –sería difícil encontrar algo más maloliente–, y hasta el viejo David Ignatius, quien hace una o dos décadas dejó de ser corresponsal en Medio Oriente, nos advierte lo mismo, recogido, como de costumbre, de sus fuentes israelíes

Ya me esperaba algo así cuando la semana pasada revisé The New York Times Magazine –no es un anuncio, no quisiera que los lectores de The Independent quemaran sus energías en esas cursilerías– y leí la advertencia de un analista israelí (todavía intento descubrir lo que es un analista), Ronen Bergman, del periódico Yedioth Ahronoth.

He aquí la pieza, lo más cercano a un guión propagandístico: Luego de hablar con muchos (sic) altos líderes y jefes (sic de nuevo) israelíes de la inteligencia y la milicia, he llegado a creer que Israel sí atacará a Irán en 2012. Tal vez en la pequeña y cada vez más estrecha ventana que queda, Estados Unidos escogerá intervenir a final de cuentas, pero desde la perspectiva israelí no hay mucha esperanza de que lo haga. Más bien existe esa mezcla peculiarmente israelí de temor y tenacidad, la fiera convicción, cierta o falsa, de que sólo los israelíes pueden en última instancia defenderse a sí mismos.

Por principio de cuentas, cualquier periodista que predice un ataque israelí a Irán pone la cabeza bajo la guillotina. Pero sin duda cualquier periodista digno de ese nombre –y hay muchos de ésos en Israel– se haría esta pregunta: ¿para quién trabajo? ¿Para mi periódico, o mi gobierno?

Panetta, quien mintió a los soldados de su país en Irak al decirles que estaban allí a causa del 11-S, debería abstenerse de entrar en este juego. Lo mismo CNN. De Ignatius prefiero olvidarme. Pero, ¿qué hay en todo esto? Nueve años después de invadir Irak –una aventura de enorme éxito, nos siguen diciendo– porque Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva, nos preparamos para aplaudir a Israel cuando bombardee Irán a causa de unas armas de destrucción masiva todavía más improbables.

No dudo que a los pocos segundos de oír la noticia, los grotescos redactores de discursos de Barack Obama estarán sufriendo por encontrar las palabras correctas para apoyar tal ataque. Si Obama es capaz de abandonar el respaldo a la libertad y a la categoría de Estado para los palestinos con tal de lograr su relección, sin duda podrá apoyar la agresión israelí con la esperanza de que eso le permita mantenerse en la Casa Blanca.

Sin embargo, si misiles iraníes comienzan a estrellarse en naves de guerra estadunidenses en el golfo –para no hablar de sus bases militares en Afganistán–, los redactores de discursos tendrán mucho más trabajo. Así que por lo menos esperemos que los británicos y los franceses no se involucren.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

Written by Eduardo Aquevedo

6 febrero, 2012 at 0:26

Dictadores aferrados al poder, ¿por cuánto tiempo?

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Robert Fisk
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Siempre acertado en predecir los cambios de fortuna, Walid Jumblatt ha comenzado a hacer comentarios muy pesimistas acerca de Siria. Líder druso, cabeza del Partido Socialista Progresista Libanés, señor de la guerra, fue él quien sugirió que el tribunal internacional de la ONU que investigó el asesinato del ex primer ministro Rafiq Hariri, cometido en 2005, fuera hecho a un lado en nombre de la estabilidad antes que la justicia. El comentario suscitó aullidos de rabia del hijo del ex premier, Saad Hariri, quien en estos días deambula por el mundo para no regresar a Líbano –algo comprensible, dados sus miedos de ser asesinado él también–, en tanto la hermana Siria permanece en silencio. Ahora Jumblatt dice que algunos en Siria impiden la reforma.

Al parecer esos algunos del régimen del partido Baaz no quieren traducir en acción las promesas de reforma del presidente Bashar Assad: los soldados no deben disparar a los civiles. Jumblatt dice que la lección de Noruega lo es también para el régimen sirio: no ha escapado al mundo árabe que las peroratas de Anders Breivik por Internet instan a echar a todos los árabes de Gaza y Cisjordania.

No hay promesas de este corresponsal en Medio Oriente, pero podríamos estar –cómo detesto este lugar común– en el punto de quiebre en Siria. Cien mil manifestantes (mínimo) en las calles de Homs, versiones de deserción de soldados de la academia militar siria, todo un tren de pasajeros descarrilado –por saboteadores, según las autoridades; por el gobierno, según los opositores que exigen poner fin al régimen– y disparos de armas de fuego por las noches en Damasco. ¿Aún espera Assad que los temores sectarios le conserven el apoyo de la minoría alawita y de los cristianos y drusos? Los manifestantes afirman que pistoleros del gobierno asesinan a sus líderes, y que cientos, quizá miles, de los suyos han sido arrestados. ¿Es cierto?

El largo brazo de Siria, por supuesto, puede llegar lejos. En Sidón, cinco soldados italianos de la ONU fueron heridos luego de que Berlusconi secundó a la Unión Europea en condenar a Siria. Luego Sarkozy se unió a la condena y –bang– cinco soldados franceses fueron heridos en la misma ciudad esta semana. Una bomba sofisticada. Todos sospechan de Siria; nadie sabe. Siria tiene partidarios entre los palestinos del campo Ein el-Helweh, en Sidón. El jefe de Hezbolá, Hassán Nasralá, anuncia que su movimiento protegerá las reservas aún sin prospectar de Líbano para que no caigan en manos de los israelíes –mil 425 kilómetros cuadrados del Mediterráneo, frente a la costa de Tiro, que tal vez pertenezcan a Líbano o tal vez no–, así que allí podría haber otra causa de guerra.

Y luego, allá en Egipto, el anciano ex presidente Hosni Mubarak irá a juicio el miércoles con sus hijos Gamal y Alaa y otros de sus favoritos. Sin embargo, los ministros de Justicia e Inteligencia, viejos asistentes de Mubarak, siguen en el gobierno. ¿Qué significa eso? ¿Los viejos mubarakitas siguen aferrándose al poder? Los sauditas han ofrecido millones de dólares al ejército egipcio para que no someta a juicio a Mubarak –muchos quieren que reciba una condena a muerte, el ejército querría que muriera hoy–, mientras los sauditas dan todo su respaldo a Bahrein y a todos los potentados de Medio Oriente. Están preparados para dejar que hagan pedazos a Kadafi, que muchas veces ha intentado asesinar a su rey. Los sauditas no han acabado de definir de qué lado se inclinará Obama con respecto a Siria –sospecho que Obama tampoco–, pero es seguro que él debe estar feliz de no tener que mantener una fuerza de paz en Líbano. Todos sabemos lo que le pasó a la última (1982, la base marina, 241 muertos, un bombazo suicida, la explosión más grande desde Nagasaki).

Un egipcio se manifiesta parado en un poste de luz durante la multitudinaria protesta del pasado viernes en la plaza Tahrir de El Cairo, considerada unas de las mayores concentraciones de público desde la revolución que provocó el derrocamiento del presidente Hosni MubarakFoto Xinhua

Tienen que enjuiciar a Mubarak, me dijo la semana pasada un periodista egipcio. La rabia incendiará las calles si no lo hacen. Promete ser el juicio del siglo en Egipto (The Independent estará allí.) Lo cual me lleva a nuestro viejo amigo Kadafi, el dictador árabe que no entra en el mismo saco que los otros déspotas regionales. Ahora el mundo político libio parece bullir de Kerenskys: de hecho, el fracaso aliado en ganar la guerra para los rusos blancos en contra de los bolcheviques, luego del conflicto de 1914-1918, pudiera ofrecer algunos espectros sombríos a los igualmente desdichados pero muy condecorados comandantes de la OTAN. (Pueden consultar la participación de Churchill en la biblioteca de la alianza atlántica.)

De hecho, el fracaso de los rebeldes en Libia probablemente se parezca más al agotamiento de Sharif Hussain luego de ser capturado en La Meca en 1916; se necesitó un Lawrence y armas británicas (y dinero, y fuerzas en tierra) para poner de nuevo en pie al viejo combatiente para enfrentar a los turcos. Lástima, no hay ningún Sharif Hussain en Libia. Entonces, ¿por qué nos metimos en esta insensatez? (No estoy tomando en cuenta las más recientes aventuras asesinas en Bengasi.) ¿Por los civiles de Bengasi? Tal vez. Pero, ¿por qué lanzó Sarkozy su primer ataque? El profesor Dale Scott, de la Universidad de California en Berkeley, tiene una explicación. Kadafi trataba de crear una unión africana con el respaldo de las reservas en oro y divisas del banco central libio, con lo cual Francia perdería su extraordinaria influencia financiera sobre sus antiguas colonias en África central. La parte más publicitada de las sanciones de Obama contra Libia –el coronel Kadafi, sus hijos y familiares, y altos funcionarios del gobierno libio– ayudó a oscurecer la parte de “todas las propiedades del gobierno de libia y –oh– el banco central de Libia”. En el sótano del banco central, en Trípoli, en oro y divisas, hay 32 mil 500 millones de dólares que se iban a usar para poner en marcha los tres proyectos de la federación centroafricana.

Y ya que estamos en eso, sometamos la guerra en Afganistán a algún escrutinio. He aquí las palabras de un comité investigador sobre nuestra guerra (y casi derrota) allá: “El objetivo –oh– es ayudar a nuestros compatriotas a entender en qué pasos de la guerra con la nación afgana han sido involucrados, y qué terrenos han sido asignados para esa guerra por sus autores. La guerra se nos vino encima de modo muy repentino. No sólo no hubo consulta del gobierno al Parlamento, ni comunicación alguna a ese órgano sobre algún cambio de política tendiente a involucrarnos en una disputa, sino que cuando se hicieron preguntas las respuestas dadas estuvieron calculadas para confundir, y de hecho confundieron a los oficiales y expertos más escépticos, y a través de ellos, a la nación entera”. La cita procede de la investigación parlamentaria sobre la segunda guerra en Afganistán. Fecha: 1879.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

Muerte de Osama Bin Laden: misterio con varias incógnitas…

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AUNQUE NADIE DUDA, WASHINGTON TODAVIA NO MOSTRO PRUEBAS

La Casa Blanca difundió detalles sobre la operación que culminó con la muerte de Bin Laden, pero todavía no mostró las pruebas que certifiquen sus afirmaciones. De todos modos, la muerte de Bin Laden fue aceptada en todo el mundo.

 Por Raúl Kollmann, Página/12

Al menos por ahora, son poco contundentes las evidencias de que en la operación de Abbottabad los comandos norteamericanos mataron a Osama bin Laden. Los especialistas consultados por este diario sostienen que Washington tendrá que mostrar pruebas más convincentes que las exhibidas hasta el momento. Las desconfianzas parten de una serie de preguntas que todavía siguen sin respuesta, y ayer se hablaba de la divulgación de un video de la operación. El asesor en seguridad y contraterrorismo de Barack Obama, John Brennan, dijo que no quieren dar demasiados datos ni mostrar demasiada evidencia para no frustrar futuras operaciones. También se hizo saber que la prueba de ADN dio positiva, aunque nada fue exhibido.

1 ¿Por qué Estados Unidos mató a Bin Laden en lugar de detenerlo?

Surgen varias explicaciones, pero ninguna se termina de dar. Por ejemplo, que se resistió y no hubo otro camino que matarlo. Sin embargo, los voceros del propio gobierno norteamericano son contradictorios. Durante la tarde se dijo que la operación fue para matarlo, no para detenerlo. El criterio llama la atención, en primer lugar desde el punto de vista humano: hubiera sido una señal al mundo si se lo apresaba y se realizaba un juicio con todas las garantías. Pero, además, marca una notoria diferencia con el caso de Saddam Hussein, encontrado en Irak, juzgado y ejecutado en la horca el 30 de diciembre de 2006. Brennan, en cambio, dijo a la noche que si se presentaba la chance de detenerlo se lo hubiera apresado. Esto entró en contradicción con otro dato difundido por la CNN: Bin Laden no disparó. Para redondear el cuadro, la cadena ABC sostuvo que el líder de Al Qaida usó a una mujer como escudo “y no se sabe si ella lo hizo en forma voluntaria”. Todo sorprende: el mayor prófugo del mundo no tenía preparada vía de escape.

2 ¿Cuál fue la razón por la que tiraron su cuerpo al mar?

De entrada, se dijo que se intentó entregar el cadáver a Arabia Saudita, país en el que Bin Laden nació. El régimen saudí no aceptó esa posibilidad –siempre según la versión norteamericana– y entonces “se lo sepultó en el mar, de acuerdo al rito islámico”. Toda la versión requiere de evidencias. El cuerpo de Bin Laden era la mejor prueba de que la Operación Jerónimo cumplió su objetivo. Anoche, los funcionarios de Estados Unidos afirmaron que tienen tres pruebas: un reconocimiento oral del cuerpo, un ADN y análisis facial, esta última es la técnica que se está imponiendo en el mundo después de las huellas digitales. Por ahora, no se vio nada de esto.

3 No quedó nadie vivo.

Por lo que se sabe al cierre de esta edición, en el complejo de Abbottabad estaba un hijo de Bin Laden, una mujer que sería una de sus esposas y dos hombres que funcionaban como correos, es decir que eran su comunicación con el mundo exterior. Todos fueron eliminados en la operación y ningún efectivo del comando de la marina sufrió ninguna herida. O sea que murieron todos los testigos posibles de lo ocurrido, del lado de Bin Laden, y sólo quedan testigos del lado norteamericano.

Desde hace varios años existe una razonable duda sobre si Osama está con vida o no. En los últimos siete años hubo sólo dos videos en los que se vio hablando al líder terrorista. Los demás mensajes fueron sólo audios, muy poco confiables. El video de octubre de 2004 nunca fue cuestionado en su autenticidad, de manera que se toma como la última prueba de vida. En septiembre de 2007 hubo un largo video, pero todas las partes en las que supuestamente hablaba de la actualidad aparecieron con la imagen congelada. Se trata de un video de dudosa validez.

Written by Eduardo Aquevedo

3 mayo, 2011 at 4:41

I. Wallerstein: Vientos de cambio en el mundo árabe y más allá…

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Hace 51 años, el 3 de febrero de 1960, el entonces primer ministro de Gran Bretaña, Harold Macmillan, un conservador, pronunció un discurso frente al Parlamento sudafricano, gobernado por el partido que había levantado el apartheid como base de su gobierno. Fue entonces que pronunció lo que ha venido a llamarse el discurso de los vientos de cambio. Vale la pena recordar sus palabras. Vientos de cambio soplan por todo el continente, y nos guste o no, el crecimiento de una conciencia nacional es un hecho político. Debemos aceptarla como un hecho político, y nuestras políticas nacionales deben tomarla en cuenta.

El primer ministro de Sudáfrica, Hendrik Verwoerd, no apreció esas palabras y rechazó sus premisas y su consejo. El año 1960 vino a ser conocido como el año de África, porque 16 colonias se transformaron en estados independientes. De hecho, el discurso de Macmillan reconocía la cuestión de que en esos estados de la mitad sur del continente había grupos significativos de colonos blancos (y con mucha frecuencia grandes recursos minerales), que se oponían a la idea misma de que hubiera un sufragio universal puesto que los africanos negros constituirían la abrumadora mayoría de votantes.

Macmillan no era ni de lejos un radical. Explicó sus razonamientos en términos de ganarse a la población de Asia y África para el bando occidental en la guerra fría. Su discurso fue significativo en tanto fue un signo de que los dirigentes de Gran Bretaña (y por consiguiente los de Estados Unidos) consideraban que la causa de la dominación blanca en las elecciones era un asunto perdido que podría arrastrar a todo Occidente. Los vientos siguieron soplando, y en un país tras otro ganó la mayoría africana, hasta que en 1994 Sudáfrica misma sucumbió al sufragio universal y eligió a Nelson Mandela como presidente. En el proceso, sin embargo, los intereses económicos de Gran Bretaña y Estados Unidos se conservaron más o menos.

Hay dos lecciones que pueden extraerse de esto. Una es que los vientos de cambio son muy fuertes y probablemente es imposible resistirlos. La segunda es que una vez que los vientos barren los símbolos de la tiranía, no hay certeza de lo que habrá de seguir. Una vez que caen los símbolos, todo mundo los denuncia en retrospectiva. Pero todo el mundo busca también que se preserven sus propios intereses en las nuevas estructuras que emerjan.

La segunda revuelta árabe que comenzó en Túnez y Egipto ahora abarca a más y más países, y no hay duda de que más símbolos de la tiranía caerán o concederán modificaciones importantes a sus estructuras estatales internas. ¿Pero quién retendrá el poder? En Túnez y Egipto ya vemos una situación en que los nuevos primeros ministros eran figuras clave en el régimen previo. Y el ejército en ambos países parece decirle a los manifestantes que dejen de protestar. En ambos países, hay exiliados que han regresado a casa a asumir puestos, y buscan continuar y expandir lazos con los mismos países de Europa occidental y Norteamérica que apoyaban a los regímenes previos. Es cierto que las fuerzas populares contratacaron, y por lo menos pudieron forzar la renuncia del primer ministro.

En plena Revolución Francesa, Danton aconsejaba: audacia, más audacia, la audacia siempre. Un buen consejo tal vez, pero Danton fue guillotinado no mucho tiempo después. Y quienes lo guillotinaron fueron a su vez guillotinados. Después de gobernar Napoleón, vino la restauración, y luego 1848, y luego la Comuna de París. Para 1989, en el bicentenario, virtualmente todo mundo estaba en favor de la Revolución Francesa, pero uno podría preguntarse con toda razón si la trinidad de la Revolución Francesa –libertad, igualdad, fraternidad– se ha cumplido en los hechos.

Hay algunas cuestiones que son diferentes ahora. Los vientos de cambio son ahora en verdad mundiales. Por el momento su epicentro es el mundo árabe, y los vientos siguen soplando con ferocidad ahí. Sin duda, la geopolítica de la región no volverá a ser la misma nunca. Los lugares clave en los cuales fijar la vista son Arabia Saudita y Palestina. Si la monarquía saudita es sometida a serios desafíos –y es probable que eso ocurra– ningún régimen del mundo árabe se sentirá seguro. Y si los vientos de cambio conducen a que las dos principales fuerzas políticas en Palestina se den la mano, tal vez aun Israel tenga la necesidad de adaptar sus nuevas realidades, le guste o no, para tomar en cuenta la conciencia nacional palestina –parafraseando a Harold Macmillan.

Sobra decir que Estados Unidos y Europa occidental están haciendo todo lo que está a su alcance para canalizar, limitar o dirigir los vientos de cambio. Pero su poderío no era el que solían tener. Y los vientos de cambio soplan en sus mismos territorios. Ése es el modo de los vientos. Su dirección e impulso no son constantes y por tanto no son predecibles. Esta vez los vientos son muy fuertes. Puede ya no ser fácil canalizarlos, limitarlos o dirigirlos.

Traducción: Ramón Vera Herrera

© Immanuel Wallerstein

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Written by Eduardo Aquevedo

18 abril, 2011 at 14:19

N. Chomsky: Libia y el mundo del petróleo…

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Noam Chomsky
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El barco Shahat, que se encarga de transportar a gente que escapa de la ciudad occidental libia de Misurata, llega con su carga al puerto rebelde de BengasiFoto Ap

El mes pasado, en el tribunal internacional sobre crímenes durante la guerra civil en Sierra Leona, el juicio del ex presidente liberiano Charles Taylor llegó a su fin. El fiscal general, el profesor de derecho estadunidense David Crane, informó a The Times de Londres que el caso estaba incompleto: los fiscales pretendían encausar a Muammar Kadafi, quien, dijo Crane, era finalmente el responsable por la mutilación y/o asesinato de 1.2 millones de personas.

Pero el encausamiento no se daría. Estados Unidos, el Reino Unido y otros países intervinieron para bloquearlo. Al preguntarle por qué, Crane dijo: Bienvenido al mundo del petróleo.

Otra víctima reciente de Kadafi fue sir Howard Davies, el director de la Escuela de Economía de Londres, quien renunció después de revelaciones de los lazos de la escuela con el dictador libio.

En Cambridge, Massachusetts, el Monitor Group, una firma de consultoría fundada por profesores de Harvard, fue bien pagado por servicios tales como un libro para llevar las palabras inmortales de Kadafi al público en conversación con famosos expertos internacionales, junto con otros esfuerzos para mejorar la apreciación internacional de Libia (la de Kadafi).

El mundo del petróleo rara vez está lejos en el telón de fondo en asuntos que conciernen a esta región.

Por ejemplo, cuando las dimensiones de la derrota estadunidense en Irak ya no podía ocultarse, la retórica bonita fue desplazada por el anuncio honesto de objetivos políticos. En noviembre de 2007 la Casa Blanca emitió una declaración de principios que insistía en que Irak debe conceder acceso y privilegio indefinidos a los invasores estadunidense.

Dos meses después, el presidente George W. Bush informó al Congreso que rechazaría la legislación que limitara el emplazamiento permanente de las fuerzas armadas estadunidense en Irak o el control de Estados Unidos de los recursos petroleros de Irak; demandas que Estados Unidos tendría que abandonar poco después ante la resistencia iraquí.

El mundo del petróleo ofrece una guía útil para las reacciones occidentales ante los notables levantamientos pro democráticos en el mundo árabe. Al dictador rico en petróleo que es un cliente confiable se le da virtual rienda suelta. Hubo poca reacción cuando Arabia Saudita declaró el 5 de marzo: Las leyes y las regulaciones en el reino prohíben totalmente todo tipo de manifestaciones, marchas y plantones así como la convocatoria a los mismos ya que van contra los principios de la Shariah y las costumbres y tradiciones sauditas. El reino movilizó a enormes fuerzas de seguridad que rigurosamente aplicaron la prohibición.

En Kuwait, pequeñas manifestaciones fueron sofocadas. El puño de hierro golpeó en Bahrein después de que fuerzas militares encabezadas por Arabia Saudita intervinieron para garantizar que la monarquía sunita minoritaria no se viera amenazada por llamados a reformas democráticas.

Bahrein es sensible no sólo porque alberga a la Quinta Flota de Estados Unidos sino también porque colinda con áreas chiítas de Arabia Saudita, ubicación de la mayor parte del petróleo del reino. Resulta que los recursos energéticos primarios del mundo se localizan cerca del norte del golfo Pérsico (o golfo Arábigo, como a menudo le llaman los árabes), en gran medida chiíta, una potencial pesadilla para los planificadores occidentales.

En Egipto y Túnez, el levantamiento popular ha conseguido victorias impresionantes, pero, como informó la Fundación Carnegie, los regímenes permanecen y al parecer están decididos a frenar el ímpetu pro democrático generado hasta ahora. Un cambio en las elites gobernantes y el sistema de gobierno sigue siendo un objetivo distante; y uno que Occidente buscará mantener así.

Libia es un caso diferente, un Estado rico en petróleo dirigido por un dictador brutal que, no obstante, es poco confiable: Un cliente digno de confianza sería preferible por mucho. Cuando estallaron protestas no violentas, Muammar Kadafi actuó rápidamente para aplastarlas.

El 22 de marzo, mientras las fuerzas de Kadafi convergían en la capital rebelde de Bengasi, el principal asesor sobre Medio Oriente del presidente Barack Obama, Dennis Ross, advirtió que si había una masacre, todos nos culparían a nosotros por ello, una consecuencia inaceptable.

Y Occidente ciertamente no quería que el coronel Kadafi aumentara su poder e independencia sofocando la rebelión. Estados Unidos se unió a la autorización del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de una zona de exclusión aérea, que sería puesta en práctica por Francia, el Reino Unido y Estados Unidos.

La intervención evitó una probable masacre pero fue interpretada por la coalición como la autorización para el apoyo directo a los rebeldes. Se impuso un cese el fuego a las fuerzas de Kadafi, pero se ayudó a los rebeldes a avanzar hacia el oeste. En poco tiempo conquistaron las principales fuentes de la producción petrolera de Libia, al menos temporalmente.

El 28 de marzo, el periódico en árabe con sede en Londres Al-Quds Al-Arabi advirtió que la intervención dejaría a Libia con dos estados, un este rico en petróleo y en manos de los rebeldes y un oeste encabezado por Kadafi y sumido en la pobreza… Dado que los pozos petroleros han sido asegurados, podríamos encontrarnos enfrentando a un nuevo emirato petrolero libio, escasamente habitado, protegido por Occidente y muy similar a los estados emiratos del golfo. O la rebelión respaldada por Occidente podría seguir adelante hasta eliminar al irritante dictador.

Se arguye comúnmente que el petróleo no puede ser un motivo para la intervención porque Occidente tiene acceso al mismo bajo el régimen de Kadafi. Cierto pero irrelevante. Lo mismo pudiera decirse sobre Irak bajo el régimen de Saddam Hussein, o Irán y Cuba actualmente.

Lo que Occidente busca es lo que Bush anunció: el control, o al menos clientes dignos de confianza y, en el caso de Libia, el acceso a enormes áreas inexploradas que se espera sean ricas en petróleo. Documentos internos británicos y estadunidense insisten en que el virus del nacionalismo es el mayor temor, ya que podría engendrar desobediencia.

La intervención está siendo realizada por las tres potencias imperiales tradicionales (aunque podríamos recordar –los libios presumiblemente lo hacen– que, después de la Primera Guerra Mundial, Italia llevó a cabo un genocidio en el este de Libia).

Las potencias occidentales están actuando en virtual aislamiento. Los estados en la región –Turquía y Egipto– no quieren participar, tampoco África. Los dictadores del golfo se sentirían felices de ver partir a Kadafi; pero, aun atiborrados de las armas avanzadas que se les ofrecen para reciclar los petrodólares y asegurar la obediencia, apenas ofrecen más que una participación simbólica. Lo mismo aplica en otros lugares: India, Brasil e incluso Alemania.

La primavera árabe tiene raíces profundas. La región ha estado en fermentación durante muchos años. La primera de la ola actual de protestas empezó el año pasado en el Sahara Occidental, la última colonia africana, invadida por Marruecos en 1975 y retenida ilegalmente desde entonces, de manera similar a Timor Oriental y los territorios ocupados por Israel.

Una protesta no violenta en noviembre pasado fue sofocada por fuerzas marroquíes. Francia intervino para bloquear una investigación del Consejo de Seguridad sobre los crímenes de su cliente.

Luego se encendió una llama en Túnez, que desde entonces se ha extendido para volverse una conflagración.

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Written by Eduardo Aquevedo

10 abril, 2011 at 19:45

N. Chomsky: Libia y las crisis que se avecinan…

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Entrevista a Noam Chomsky

Stephen Shalom y Michael Albert, Znet

Traducción: S. Seguí

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1. ¿Cuáles son las razones que mueven a EE.UU. en las relaciones internacionales, en el sentido más amplio? Es decir, ¿cuáles son las razones dominantes y los temas que se pueden detectar casi siempre en las opciones de las políticas de EE.UU., en cualquier lugar del mundo? ¿Cuáles son las razones más concretas, aunque también dominantes, y los temas de las políticas de EE.UU. en Oriente Próximo y el mundo árabe? Y, por último, ¿cuáles cree usted que son los objetivos más inmediatos de la política de EE.UU. en la situación actual en Libia?

Una manera útil de abordar la cuestión es preguntarse cuáles NO son las razones de EE.UU. Podemos averiguarlas de diferentes maneras. Una de ellas es leer la literatura profesional sobre relaciones internacionales: con bastante frecuencia, su relato de la política es lo que la política no es, un tema interesante que no voy a desarrollar aquí.

Otro método, muy relevante en este caso, es escuchar a los líderes y comentaristas políticos. Supongamos que se dice que las razones de la acción militar han sido humanitarias. En sí misma, esta afirmación no contiene información: prácticamente todos los recursos a la fuerza se justifican en esos términos, incluso lo hacen los peores monstruos, que pueden, con total irrelevancia, llegar a convencerse de la verdad de lo que están diciendo. Hitler, por ejemplo, pudo creer que se estaba apoderando de partes de Checoslovaquia para poner fin a los conflictos étnicos y llevar a su pueblo los beneficios de una civilización avanzada, y pudo creer también que su invasión de Polonia iba a poner fin al “terror salvaje” de los polacos. Los fascistas japoneses que arrasaron China probablemente creían que estaban su desinteresada iniciativa iba a para crear un “paraíso terrenal” y proteger a la doliente población de los “bandidos chinos”. Incluso Obama puede haber creído lo que dijo en su discurso presidencial el 28 de marzo sobre las razones humanitarias para su intervención en Libia. Y otro tanto puede decirse de los comentaristas.

Se las puede someter, sin embargo, a una prueba muy simple, para determinar si las nobles intenciones pueden ser tomadas en serio: ¿llaman los autores a la intervención humanitaria y la “responsabilidad de proteger” a las víctimas de sus propios crímenes o a las de sus clientes? Tomemos, por ejemplo, a Obama: ¿convocó a una zona de exclusión aérea durante la asesina y destructora invasión israelí, respaldada por Estados Unidos, de Líbano, en 2006, sin ningún pretexto creíble? ¿Acaso, no explicó con orgullo durante su campaña presidencial que él había patrocinado una resolución del Senado de apoyo a la invasión, en la que se pedía el castigo de Irán y Siria por impedirla? Fin de la discusión. De hecho, prácticamente toda la literatura de la intervención humanitaria y el derecho a proteger, escrita o hablada, desaparece tras esta prueba sencilla y adecuada.

Por el contrario, de las razones REALES poco se habla, y uno tiene que escudriñar los archivos documentales e históricos para descubrirlas, sea el Estado que sea.

¿Cuáles son entonces las razones de EE.UU.? A un nivel muy general, la evidencia me parece que demuestra que no han cambiado mucho desde los estudios de planificación de alto nivel iniciados durante la Segunda Guerra Mundial. Los planificadores en tiempo de guerra daban por sentado que EE.UU. saldría de la guerra en una posición de dominio abrumador, e instaron al establecimiento de una Gran Zona en la que EE.UU. mantuviera un “poder incuestionable” con “supremacía militar y económica”, que garantizase al mismo tiempo la “limitación de cualquier ejercicio de la soberanía” por parte de otros Estados, que pudiera interferir con sus designios globales. La Gran Zona debía incluir el Hemisferio Occidental, el Lejano Oriente, el Imperio británico (que incluía las reservas de energía de Oriente Próximo) y la parte de Eurasia que fuera sea posible, al menos su centro industrial y comercial en el Oeste del continente europeo. Está muy claro, basándose en registros documentales que “el presidente Roosevelt tenía por objetivo la hegemonía de Estados Unidos en el mundo de la posguerra”, para citar la precisa valoración del respetable historiador británico Geoffrey Warner. Y, más importante, los minuciosos planes de tiempo de guerra se llevaron a la práctica poco después, como podemos leer en los documentos desclasificados de los años siguientes, y como podemos observar en la práctica. Las circunstancias han cambiado, por supuesto, y las tácticas se han ajustado en consecuencia, pero los principios básicos son bastante estables, hasta el presente.

Con respecto a Oriente Próximo –la “región de mayor importancia estratégica del mundo”, en palabras del presidente Eisenhower– la principal preocupación ha sido y sigue siendo sus incomparables reservas energéticas. El control de éstas daría el “control sustancial del mundo”, como vio muy pronto el influyente asesor liberal A.A. Berle. Estas preocupaciones suelen ocupar un lugar prominente en los asuntos relativos a esta región.

En Iraq, por ejemplo, cuando las dimensiones de la derrota de Estados Unidos. ya no podían ocultarse, la retórica fue desplazada por un honesto anuncio de los objetivos de la política. En noviembre de 2007, la Casa Blanca emitió una declaración de principios en la que insistía en que Iraq debía conceder a las fuerzas militares de EE.UU. el acceso por tiempo indefinido, y también en que se debía dar preferencia a los inversores estadounidenses. Dos meses más tarde, el presidente informó al Congreso que iba a pasar por alto cualquier legislación que pudiera limitar el estacionamiento permanente de las fuerzas armadas de EE.UU. en Iraq o “el control por parte de Estados Unidos de los recursos petrolíferos de Iraq”, exigencias que abandonó poco después ante la resistencia iraquí, al igual que tuvo que abandonar los objetivos anteriores.

Si bien el control del petróleo no es el único factor en la política de Oriente Próximo, ofrece en cambio algunas directrices bastante acertadas, antes como ahora. En un país rico en petróleo, a un dictador de confianza se le garantiza una libertad de acción casi total. En las últimas semanas, por ejemplo, no ha habido reacción alguna cuando la dictadura de Arabia Saudí utilizó la fuerza masiva para aplastar cualquier signo de protesta. Otro tanto en Kuwait, donde unas pequeñas manifestaciones fueron aplastadas al instante. Y en Bahrein, cuando las fuerzas armadas dirigidas por Arabia Saudí intervinieron para proteger al monarca de la minoría sunita de las demandas de reformas por parte de la población chií reprimida. Las fuerzas gubernamentales no solo desmantelaron el campamento de la Plaza de la Perla –la Plaza Tahrir de Bahrein– sino que llegaron a demoler la estatua de la Perla que es el símbolo de Bahrein y de la que se habían apropiado los manifestantes. Bahrein es un caso particularmente sensible, ya que alberga la Sexta Flota de EE.UU. la fuerza militar más poderosa, con mucho, de la región, y también porque el Este de Arabia Saudita, en la puerta de al lado, es también en gran parte chií y tiene las mayores reservas petroleras del reino. Por un curioso accidente de la geografía y la historia, la mayor concentración de hidrocarburos del mundo rodea la parte norte del Golfo, en regiones de mayoría chií. La posibilidad de una alianza tácita chií ha sido la pesadilla de los planificadores desde hace mucho tiempo.

En los estados que carecen de grandes reservas de hidrocarburos, las tácticas varían, aunque por lo general se ajustan siempre al mismo esquema estándar cuando uno de nuestros dictadores tiene problemas: apoyarlo el mayor tiempo posible y, cuando resulta imposible, hacer pública declaración de amor a la democracia y los derechos humanos, tratando a la vez de salvar la mayor parte del régimen que sea posible.

El escenario es aburridamente familiar: Marcos, Duvalier, Chun, Ceasescu, Mobutu, Suharto y muchos otros. Y hoy, Túnez y Egipto. Siria es un hueso duro de roer y no hay una alternativa clara a la dictadura que apoye los objetivos de EE.UU. Yemen es un cenagal en el que la intervención directa probablemente crearía problemas aún mayores a Washington. Así que ahí la violencia estatal sólo produce declaraciones piadosas.

Libia es un caso diferente. Libia es rica en petróleo, y aunque EE.UU. y el Reino Unido han proporcionado con frecuencia un apoyo notable a su cruel dictador, hasta ahora, éste no es de confianza. Preferirían un cliente más obediente. Además, el vasto territorio de Libia está poco explorado, y los especialistas de la industria petrolera creen que puede haber abundantes recursos petrolíferos sin explotar, que un gobierno más previsible podría abrir a la explotación occidental.

Cuando comenzó un levantamiento no violento, Gadafi lo aplastó violentamente y estalló una rebelión que liberó Bengazi, la segunda ciudad más grande del país, y parecía a punto de asediar la fortaleza de Gadafi en el Oeste. Sus fuerzas, sin embargo, cambiaron el curso del conflicto y llegaron a las puertas de Bengazi. Una masacre era probable, y como el asesor de Obama para Oriente Próximo, Dennis Ross, señaló “todo el mundo nos culparía por ello.” Eso sería inaceptable, al igual que una victoria militar que potenciase el poder y la independencia de Gadafi. Ante esta tesitura, EE.UU. se unió a las Naciones Unidas en la resolución 1973, que establece una zona de exclusión aérea a cargo de Francia, el Reino Unido, y EE.UU., en la que este país podría tener un papel secundario.

No se hizo ningún esfuerzo para limitar la acción a la creación de una zona de exclusión aérea o siquiera a mantenerse en el mandato más amplio de la resolución 1973.

El triunvirato interpretó inmediatamente la resolución como una autorización para su participación directa del lado de los rebeldes. Se impuso por la fuerza un alto el fuego a las fuerzas de Gadafi, pero no a los rebeldes. Por el contrario, se les dio apoyo militar a medida que avanzaban hacia el Oeste, y enseguida se hicieron con las principales fuentes de producción de petróleo de Libia, y estuvieron listos para seguir adelante.

El flagrante desprecio de la resolución 1973 de las Naciones Unidas pronto comenzó a causarle dificultades a la prensa, ya que era demasiado grave ignorarlo. En el New York Times, por ejemplo, Karim Fahim y David Kirkpatrick (el 29 de marzo) se preguntaban “cómo podrían justificar los aliados sus ataques aéreos contra las fuerzas del coronel Gadafi en torno a [su centro tribal de] Sirte si, como parece ser el caso, goza de amplio apoyo en la ciudad y no representa una amenaza para los civiles.” Otra dificultad técnica es que la resolución 1973 del Consejo de Seguridad exige un embargo de armas que se aplique a todo el territorio de Libia, lo que significa que cualquier aporte externo de armas a la oposición tendría que ser encubierto (pero, de otro modo, no problemático).

Hay quien argumenta que el petróleo no puede ser una razón, porque las compañías occidentales ya disfrutaban de acceso al botín bajo Gadafi. Este razonamiento ignora las preocupaciones de EE.UU. Lo mismo podría haberse dicho de Iraq bajo Saddam, o de Irán o Cuba durante muchos años, y aún hoy en día. Lo que Washington pretende es lo que Bush anunció: control o, por lo menos, clientes de confianza. Documentos internos estadounidenses y británicos subrayan que “el virus del nacionalismo” es su mayor temor, no sólo en el Oriente Próximo sino en todas partes. Regímenes nacionalistas que pudieran llevar a cabo ilegítimos ejercicios de soberanía, violando los principios de la Gran Zona. Y que pudieran tratar de dirigir los recursos a cubrir las necesidades populares, como Nasser amenazaba ocasionalmente con hacer.

Vale la pena señalar que las tres potencias imperialistas tradicionales –Francia, Reino Unido, EE.UU. – están casi aisladas en la realización de estas operaciones. Los dos principales estados de la región, Turquía y Egipto, probablemente podrían haber impuesto una zona de exclusión aérea, pero sólo ofrecen un tibio apoyo a la campaña militar del triunvirato. Las dictaduras del Golfo estarían felices de ver desaparecer al errático dictador libio, pero a pesar de estar sobrecargadas de hardware militar de último modelo (servido generosamente por EE.UU. y Reino Unido para reciclar los petrodólares y asegurar su obediencia), sólo se atreven a ofrecer una participación simbólica (Qatar.)

Si bien apoyan la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU (UNSC), los países africanos –aparte de Ruanda, aliado de EE.UU.– se oponen en general a la forma en que aquélla ha sido interpretada, a toda prisa, por el triunvirato, y en algunos casos esta oposición es muy firme. Para conocer las políticas de cada uno de los estados africanos véase el artículo del keniata Charles Onyango-Obbo (http://allafrica.com/stories/201103280142.html).

Más allá de la región hay poco apoyo. Al igual que Rusia y China, Brasil se abstuvo de en la votación de la ONU de la resolución 1973, instando en cambio a un completo alto el fuego y al diálogo. India también se abstuvo en la resolución, basándose en que las medidas propuestas pueden “agravar una situación ya difícil para el pueblo de Libia”, y también pidió medidas políticas y no el uso de la fuerza. Incluso Alemania se abstuvo. Italia también se mostró reacio, en parte quizá porque es muy dependiente de los contratos petroleros con Gadafi. Además, podemos recordar el genocidio que llevó a cabo Italia en el este de Libia, la zona ahora liberada, tras la primera Guerra Mundial, del que tal vez conserven algunos recuerdos .

2. ¿Puede alguien contrario a las intervenciones, que además cree en la autodeterminación de las naciones y las personas, apoyar una intervención ya sea realizada por la ONU o individualmente por algunos países?

Hay dos casos a considerar: (1) una intervención autorizada por la ONU, y (2), una intervención sin autorización de la ONU. A menos que creamos que los Estados son sagrados en la forma que se han establecido en el mundo moderno (por lo general mediante una violencia extrema), y que están dotados de derechos que anulan todas las consideraciones imaginables, entonces la respuesta es la misma en ambos casos: sí, al menos en principio . Y no veo motivo para discutir esta creencia, por lo que la voy a dejar de lado.

En lo que respecta al primer caso, la Carta (de las Naciones Unidas) y las resoluciones posteriores otorgan al Consejo de Seguridad una considerable latitud para la intervención, y ésta se ha llevado a cabo, por ejemplo, en el caso de África del Sur. Esto, por supuesto, no implica que todas las decisiones del Consejo de Seguridad deban tener la aprobación de “alguien contrario a las intervenciones, que además cree en la autodeterminación de las naciones y las personas”; otras consideraciones entran en juego en casos específicos, pero, una vez más, a menos que otorguemos a los Estados contemporáneos un estatus de entidades prácticamente sagradas, el principio es el mismo.

En cuanto al segundo caso –el que se plantea con respecto a la interpretación que hace el triunvirato de la resolución 1973, junto a otros muchos ejemplos– la respuesta es otra vez afirmativa, al menos en principio, a menos que tomemos el sistema estatal global como algo inviolable en la forma establecida en la Carta de las Naciones Unidas y otros tratados.

Siempre hay, por supuesto, una carga de la prueba muy pesada que es preciso soportar para justificar la intervención por la fuerza, o cualquier otro uso de la fuerza. La carga es especialmente alta en la segunda hipótesis, en casos de violación de la Carta, al menos para los Estados que profesan el respeto de la ley. Debemos tener en cuenta, sin embargo, que la potencia hegemónica mundial rechaza esta postura, y se autoexcluye de las Cartas de las Naciones Unidas y de la OEA, junto a otros tratados internacionales. Al aceptar la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia, cuando ésta se estableció (conforme a la iniciativa de EE.UU.) en 1946, Washington se excluyó de los cargos de violación de los tratados internacionales, y posteriormente ratificó el Convenio para la Prevención y la Represión del Genocidio, de 1948. con reservas similares. Todas ellas confirmadas por los tribunales internacionales, ya que su procedimientos requieren la aceptación de la jurisdicción. De manera más general, la práctica de EE.UU. es introducir reservas cruciales a los tratados internacionales que ratifica, eximiéndose en la práctica de los mismos.

¿Es soportable la carga de la prueba? No tiene mucho sentido discutir esto de manera abstracta, pero hay algunos casos reales que podrían ayudarnos. En el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, hay dos casos de recurso a la fuerza que, aunque no pueden considerarse como intervenciónes humanitarias, podrían ser legítimamente compatibles: la invasión por parte de India de Pakistán Oriental, en 1971, y la invasión vietnamita de Camboya, en diciembre de 1978; en ambos casos, para poner fin a atrocidades masivas. Estos ejemplos, sin embargo, no entran en el canon occidental de intervención humanitaria, ya que sufren de la falacia de la institución errónea: no los llevaron a cabo los occidentales. Es más, EE.UU. se opuso a ellos encarnizadamente, en el momento álgido de las atrocidades, y luego castigó severamente a los “malhechores” que terminaron con las matanzas de la actual Bangladesh y de la Camboya de Pol Pot. Vietnam no sólo fue duramente condenado, sino también castigado con una invasión china apoyada por Estados Unidos, y con el apoyo militar y diplomático británico-estadounidense a los jemeres rojos camboyanos en sus ataques desde sus bases de Tailandia.

Si bien la carga de la prueba se puede soportar en ambos casos, no es fácil pensar en otros. En el actual caso de intervención por el triunvirato de potencias imperiales que están violando en estos momentos la resolución 1973 de las Naciones Unidas de 1973, la carga es muy pesada, dado su horrible historial. Sin embargo, sería demasiado fuerte sostener que nunca se puede soportar, en principio. A menos, por supuesto, que consideramos los estados-nación en su forma actual como esencialmente sagrados. La prevención de una masacre probable en Bengazi no es poca cosa, con independencia de lo que uno piense sobre las razones.

3. ¿Puede una persona interesada en que los disidentes de un país no sean masacrados en su búsqueda de la autodeterminación, oponerse legítimamente a una intervención que tiene por objeto, sean cuales sean sus razones, evitar una masacre?

Aun aceptando, por pura hipótesis, que la intención es genuina, que cumple el criterio simple que he mencionado al principio, no veo cómo responder a este nivel de abstracción: depende de las circunstancias. Podríamos oponernos a la intervención podría oponerse, por ejemplo, si ésta es probable que conduzca a una masacre mucho peor. Supongamos, por ejemplo, que los líderes de EE.UU., real y honestamente, hubieran tenido la intención de evitar una masacre en Hungría en 1956 y hubieran bombardeado Moscú. O que el Kremlin, genuina y honestamente, hubiera tenido la intención de evitar una masacre en El Salvador, en la década de 1980, mediante el bombardeo de EE.UU. Teniendo en cuenta las consecuencias previsibles, todos estaríamos de acuerdo en que esas acciones –inconcebibles– podría ser legítimamente contestadas.

4. Muchos ven una analogía entre la intervención en Kosovo, de 1999, y la actual intervención en Libia. ¿Puede explicar las principales similitudes, en primer lugar, y también las principales diferencias, en segundo lugar?

De hecho, muchas personas perciben esta analogía, lo que es un homenaje al increíble poder de los sistemas de propaganda occidentales. Da la casualidad de que contamos con excelente documentación de los antecedentes de la intervención en Kosovo, que incluye dos detalladas recopilaciones del Departamento de Estado, extensos informes sobre el terreno de los observadores –occidentales– de la Misión de Verificación de Kosovo, fuentes de la OTAN y la ONU, una comisión de investigación británica y muchos más elementos. Los informes y estudios coinciden estrechamente en los hechos.

En resumen, podemos decir que no se había producido ningún cambio sustancial sobre el terreno en los meses previos al bombardeo. Tanto las fuerzas serbias como la guerrilla del ELK habían cometido atrocidades –las de esta última fuerza, de mayor gravedad, en ataques desde la vecina Albania– durante el período en cuestión, al menos de acuerdo a las más altas autoridades británicas (Gran Bretaña fue el miembro más agresivo de la alianza). Las grandes atrocidades en Kosovo no fueron la causa de los bombardeos de la OTAN sobre Serbia, sino su consecuencia, una consecuencia totalmente previsible. El comandante en jefe de la OTAN, el general estadounidense Wesley Clark, había informado a la Casa Blanca semanas antes de los bombardeos de que éstos provocarían una respuesta brutal por las fuerzas serbias sobre el terreno, y, al comienzo del bombardeo, dijo a la prensa que esta respuesta era “previsible”.

Los primeros refugiados kosovares registrados por la ONU se producen en fechas muy posteriores al comienzo de los bombardeos. Con una sola excepción, la acusación de Milosevic, durante los bombardeos, basada en gran medida en informes de inteligencia anglo-estadounidenses, se limitó a los crímenes cometidos después del bombardeo, y sabemos que no podía ser tomada en serio por los líderes de Estados Unidos y Reino Unido, que en ese mismo momento estaban apoyando activamente crímenes aún peores. Además, había buenas razones para creer que una solución diplomática estaba al alcance; en efecto, la resolución de la ONU impuesta después de 78 días de bombardeo fue más bien un compromiso entre la posición serbia y la de la OTAN al comienzo.

Todo esto, incluso estas impecables fuentes occidentales, lo trato con cierto detalle en mi libro A New Generation Draws the Line. Nuevas informaciones que corroboran todo ello han aparecido desde entonces. Por ejemplo, Diana Johnstone informa de una carta a la canciller alemana, Angela Merkel, el 26 de octubre de 2007, que le envía Dietmar Hartwig, ex jefe de la misión europea en Kosovo antes de que fuera retirado el 20 de marzo con el anuncio del bombardeo, que estaba en una posición muy buena para saber lo que estaba sucediendo. Éste escribe:

No hay un solo informe presentado en el período comprendido entre finales de noviembre de 1998 y la evacuación en vísperas de la guerra que mencione que los serbios hayan cometido delitos graves o sistemáticos contra los albaneses, ni tampoco ha habido un solo caso que se refiera a incidentes o delitos de genocidio o asimilables a éste. Por el contrario, en mis informes he registrado en repetidas ocasiones que, teniendo en cuenta los ataques del ELK cada vez más frecuentes contra el Gobierno serbio, se ha demostrado que la aplicación de la ley por parte de éste ha sido hecha con una notable moderación y disciplina. El objetivo claro y citado a menudo por el Gobierno serbio ha consistido en observar rigurosamente el acuerdo Milosevic-Holbrooke [de octubre de 1998] para no dar ninguna excusa a la comunidad internacional para intervenir. (…) Hubo enormes “diferencias de percepción” entre lo que las misiones en Kosovo han estado informando a sus respectivos gobiernos y capitales, y lo que éstos han filtrado posteriormente a los medios de comunicación y al público. Esta discrepancia sólo puede ser vista como un elemento de preparación a largo plazo para la guerra contra Yugoslavia. Hasta el momento en que abandoné Kosovo, nunca había ocurrido lo que los medios de comunicación y, todavía más, los políticos afirmaban sin cesar. En consecuencia, hasta el 20 de marzo 1999 no había ninguna razón para la intervención militar, lo que hace ilegítimas las medidas adoptadas posteriormente por la comunidad internacional. El comportamiento colectivo de los Estados miembros antes y después del estallido de la guerra da pie a serias preocupaciones, porque la verdad fue liquidada y la UE perdió fiabilidad.”

La historia no es física cuántica, y siempre hay un amplio margen para la duda. Pero es raro que las conclusiones tengan un respaldo tan firme como en este caso. De un modo muy revelador, es totalmente irrelevante. La doctrina que prevalece es que la OTAN intervino para detener la limpieza étnica, aunque los partidarios de los bombardeos que toleran al menos un guiño a los abundantes elementos fácticos califican su apoyo al decir que los bombardeos eran necesarios para detener las posibles atrocidades: debemos actuar aun produciendo atrocidades a gran escala para detener las que se podrían producir si no bombardeásemos. Y hay justificaciones aún más impactantes.

Las razones de esta práctica unanimidad y pasión son bastante claras. El bombardeo se produjo en una virtual orgía de autoglorificación y pavor por parte de las potencias, que podría haber impresionado a Kim il-Sung. Lo he analizado en otro lugar, y no deberíamos permitir que siga en el olvido este notable momento de la historia intelectual. Después de este espectáculo, el desenlace tenía que ser simplemente glorioso. La noble intervención en Kosovo proporcionó este desenlace, y esta ficción debe ser celosamente mantenida.

Volviendo a la pregunta, hay una analogía entre las representaciones autocomplacientes de Kosovo y Libia: ambas intervenciones están animadas por nobles intenciones, según la versión novelada. El inaceptable mundo real sugiere en cambio analogías bastante diferentes.

5. Del mismo modo, mucha gente ve una analogía entre la actual intervención en Iraq y la intervención en curso en Libia. En este caso, ¿puede explicar las similitudes y las diferencias?

No veo las analogías significativas aquí tampoco, excepto que dos de los Estados participantes son los mismos. En el caso de Iraq, las metas son las que al final acabaron por reconocer. En el caso de Libia, es probable que el objetivo sea similar, al menos en un aspecto: la esperanza de que un régimen cliente fiable apoye los objetivos occidentales y proporcione a los inversores occidentales un acceso privilegiado a la riqueza petrolera rica de Libia, que, como he señalado, puede ir mucho más allá de lo que se conoce actualmente.

6. ¿Qué espera usted, en las próximas semanas, que suceda en Libia y, en ese contexto, ¿cuáles cree usted que deberían ser los objetivos de un movimiento, en Estados Unidos, contra la intervención y la guerra con respecto a las políticas de EE.UU.?

Por supuesto, es incierto, pero las perspectivas probables –hoy, 29 de marzo– son o bien una partición de Libia en una región oriental, rica en petróleo y dependiente en gran medida de las potencias occidentales imperiales, y una región occidental pobre bajo el control de un tirano brutal de limitadas capacidades; o bien una victoria de las fuerzas respaldadas por Occidente. En cualquier caso, lo que el triunvirato presumiblemente espera es un régimen menos problemático y más dependiente en lugar del actual. El desenlace probable es el que se describe con bastante exactitud, creo que por el diario árabe con sede en Londres Al-Quds Al-Arabi, en su número del 28 de marzo. Si bien se reconoce la incertidumbre de la predicción, prevé que la intervención puede dejar en Libia “dos estados, uno para los rebeldes en el Este, rico en petróleo; y uno, pobre, en manos de Gadafi en el Oeste (…) Una vez asegurados los campos de petróleo, podemos encontrarnos ante a un nuevo emirato petrolero en Libia, un país escasamente habitado, protegido por Occidente y muy similar a los estados-emirato del Golfo Pérsico.” O bien, la rebelión apoyada por Occidente podría continuar hasta el final para eliminar al irritante dictador.

Los que se preocupan por la paz, la justicia, la libertad y la democracia debe tratar de encontrar maneras de prestar apoyo y asistencia a los libios que tratan de forjar su propio futuro, libre de las limitaciones impuestas por las potencias extranjeras. Podemos tener esperanzas sobre la dirección a seguir, pero el futuro debe estar en sus manos.

http://www.zcommunications.org/noam-chomsky-on-libya-and-the-unfolding-crises-by-noam-chomsky

REBELION.ORG

La gran maniobra de distracción libia…

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Immanuel Wallerstein
Znet

 

Traducido para Rebelión por Carlos Valladares

El conflicto libio de este último mes mirado en su totalidad -la guerra civil en Libia, la acción militar contra Gadafi liderada por los Estados Unidos- no tiene que ver con cuestiones humanitarias ni tampoco con el suministro mundial de petroleo en la actualidad. Lo que de hecho constituye es una gran maniobra de distracción -una distracción deliberada- que tiene como objetivo dejar en la penumbra la principal batalla política que se está llevando a cabo en el mundo árabe. Hay algo en lo que tanto Gadafi como los líderes occidentales, independientemente de sus puntos de vista políticos, están totalmente de acuerdo. Todos quieren ralentizar, canalizar, cooptar, limitar la segunda ola revolucionaria árabe y evitar que cambien las realidades políticas fundamentales del mundo árabe y su papel actual en el teatro geopolítico del sistema-mundo.

Para apreciar esto, se tiene que seguir la secuencia cronológica de los acontecimientos. Aunque los rumores políticos en los Estados árabes y los intentos por parte de diversas fuerzas externas de apoyar a unos u otros elementos dentro de ciertos Estados han sido una constante durante largo tiempo, el suicidio de Mohamed Bouazizi el 17 de diciembre de 2010 marcó el inicio de un proceso bien diferente.

Para mí este proceso es la continuación del espíritu de la revolución mundial de 1968. En 1968, al igual que en el mundo árabe durante estos últimos meses el grupo que ha tenido el valor y la voluntad para iniciar las protestas contra los poderes establecidos ha sido la gente joven. Les motivaban muchas cosas: la arbitrariedad, la crueldad, la corrupción de  los que están en el poder, su depauperada situación económica, y sobre todo la persecución de su derecho, moral y político, a ser los actores principales que determinen su propio destino cultural y político. Además han protestado contra la estructura general del sistema-mundo y el modo en que sus líderes se han plegado a las presiones exteriores de las grandes potencias.

Estos jóvenes no estaban organizados, al menos al principio. Y no siempre han sido completamente conscientes de su entorno político. Pero le han echado valor. Y, como en 1968, sus acciones se han contagiado. En muy poco tiempo han amenazado el orden establecido de casi todos los países árabes independientemente de criterios de política exterior. Cuando mostraron su fuerza en Egipto, el principal pais árabe aun, todo el mundo empezó a tomárselos en serio. Hay dos maneras de tomar estas revueltas en serio: Una es unirse a ellas y desde dentro tratar de controlarlas; y la otra es tomar las medidas que sean necesarias para aplastarlas. Se han intentado las dos.

Han habido tres grupos que se han unido a las revueltas, tal como subraya Samir Amin en su análisis sobre Egipto: la resucitada izquierda tradicional, los profesionales de clase media y los islamistas. La fuerza y el carácter de estos grupos han variado dependiendo del país. Amín considera a la izquierda y a la clase media profesional (en tanto que son nacionalistas y no neoliberales trasnacionales) como elementos positivos, y a los islamistas, los últimos en subirse al tren, como elementos negativos. Y después nos encontramos con el ejército, el bastión permanente del orden, que se unió a la revuelta en el último momento, precisamente para limitar sus efectos.

Así, cuando el levantamiento se inició en Libia, éste ha sido consecuencia directa del éxito de las revueltas en los dos países vecinos, Túnez y Egipto. Gaddafi es un líder particularmente despiadado y ha estado haciendo declaraciones terribles sobre lo que le iba a hacer a los traidores. Si muy pronto se han dejado oír con fuerza voces en Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos que propugnaban una intervención militar, no era porque Gaddafi fuese un anti-imperialista infiltrado. Ha vendido el petróleo libio a Occidente de buena gana y se jactaba de haber ayudado a Italia a contener la marea de la inmigración ilegal. Además ha posibilitado acuerdos lucrativos para las empresas occidentales.

En el campo de los partidarios de la intervención se podían ver dos tipos de actitudes: aquellos para quienes todas y cada una de las intervenciones militares de Occidente son irresistibles, y los que trataban el asunto como un caso de intervención humanitaria. Hubo una fuerte oposición a la intervención por parte del ejército estadounidense, que veía que la guerra en Libia era imposible de ganar además de suponer una enorme tensión militar para los Estados Unidos.  El último grupo parecía que estaba ganando, cuando de repente la resolución de la Liga Árabe cambió el equilibrio de fuerzas.

¿Cómo sucedió esto? El gobierno saudí se movió con decisión y eficacia para obtener una resolución favorable al establecimiento de una zona de exclusión aérea. Con el fin de obtener la unanimidad entre los estados árabes, los saudíes hicieron dos concesiones. La intervención se limitaría solamente al establecimiento de una zona de exclusión aérea y en una segunda resolución se acordó la  oposición unánime a la intervención de fuerzas terrestres occidentales.

¿Qué llevó a los saudíes a impulsar dichas resoluciones? ¿Alguien desde Estados Unidos telefoneó a alguien en Arabia Saudí para solicitar este movimiento? Creo que fue todo lo contrario. Fueron los saudíes los que trataron de influir en la posición estadounidense, en vez de al revés. Y funcionó. La balanza se inclinó.

Lo que querían, y obtuvieron, los saudíes, ha sido una maniobra maestra que distrajera la atención de aquello que los propios saudíes consideraban como algo prioritario, algo en lo que ya estaban trabajando – la represión de la revuelta árabe, en cuanto que esta afectando a Arabia Saudí en primer lugar, en segundo lugar a los países del golfo, y por último al mundo árabe en su conjunto.

Al igual que en 1968, este tipo de rebelión contra la autoridad crea extrañas divisiones en los países afectados, y crea alianzas inesperadas. Particularmente los llamamientos en pro de las intervenciones humanitarias provocan divisiones. El problema que tengo con las intervenciones humanitarias es que nunca estoy seguro de que sean humanitarias. Los defensores siempre señalan los casos en donde la  intervención no se produjo, como en Ruanda. Pero nunca toman en consideración las ocasiones en que sí se produjo. Sí, a corto plazo, se puede evitar lo que de otro modo sería una masacre. Pero a la larga, ¿es realmente efectiva? Para evitar matanzas inminentes de Saddam Hussein, Estados Unidos invadió Irak. ¿Se ha masacrado a menos gente en los diez años transcurridos desde la ocupación? Parece que no.

Los defensores de la intervención humanitaria parecen tener un criterio cuantitativo. Si un gobierno mata a diez manifestantes, esto es «normal» o en todo caso sólo es algo digno de una declaración de condena. Si se mata a 10.000, esto ya es criminal, y requiere de una intervención humanitaria. ¿Cuántas personas tienen que morir antes de que lo normal se convierte en criminal? ¿100, 1000?

Ahora las potencias occidentales se están lanzando a una guerra en Libia cuyo resultado es incierto. Es probable que se convierta en una ciénaga. ¿Ha tenido la intervención éxito en distraer al mundo de la revuelta árabe en curso? Tal vez. No lo sabemos todavía. ¿Va a tener éxito en derrocar a Gadafi? Tal vez. No lo sabemos todavía. Si Gadafi se va, ¿que pasará después? Incluso los portavoces estadounidenses están preocupados ante la posibilidad de sea sustituido bien por alguno de sus viejos camaradas de armas, por al-Qaida, o por ambos.

La acción militar de Estados Unidos en Libia es un error, incluso desde el estrecho punto de vista de los Estados Unidos, e incluso desde el punto de vista humanitario. No va a terminar pronto. El presidente Obama ha explicado sus acciones de una manera complicada y sutil. Lo que ha dicho en esencia es que si el presidente de los Estados Unidos, tras una evaluación minuciosa de la situación, considera que la intervención sirve a los intereses de los Estados Unidos y del mundo, puede y debe llevarla a cabo. No pongo en duda que sea una decisión dura para él. Pero eso no es suficiente. Es una decisión terrible y ominosa, y en última instancia, contraproducente.

Mientras tanto, la mejor esperanza para todos es que la segunda ola de revueltas en el mundo árabe recupere bríos -quizás ahora una posibilidad muy remota- y se lleve por delante en primer lugar a los saudíes.

Fuente: Immanuel Wallerstein’s ZSpace Page

Written by Eduardo Aquevedo

2 abril, 2011 at 23:22

Siria: el impulso árabe se detiene aquí…?

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Revuelta en Magreb y Medio Oriente

Robert Fisk, La Jornada

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Manifestantes antigubernamentales se enfrentaron, luego de las oraciones del pasado viernes, a simpatizantes del gobierno en Damasco, SiriaFoto Ap

No era un humilde presidente. No cedió. Hubo indicadores, desde luego –como poner fin a reformas de legislación de emergencia– pero cuando este miércoles habló de tratar de calmar una crisis que costó la vida a más de 60 personas hace dos semanas y que arriesgó su gobierno, el presidente Bashar Assad de Siria no dio la impresión de ser un hombre en retirada.

Fue Libia lo que le dio el empujón para continuar, el aliento para ponerse en pie y decir que la reforma no es un tema pertinente en este momento. ¿Puede esto interpretarse como una traducción exacta de su convicción de que Siria no debe ser parte de la revolución en Medio Oriente? De cualquier forma, el partido Baaz seguirá en la lucha. Assad sigue siendo el presidente de Siria. Sin cambios.

Bueno, desde luego que, como sabemos, Muammar Kadafi, no es un sabio ejemplo a seguir en momentos difíciles.

El viernes es el día tradicional del recuerdo, el juicio y los cuestionamientos. Si Assad puede pasar el jueves sin asesinar a más gente en Deraa y Latakia, Assad, se salvará. Es joven, su esposa –injustamente despreciada por aquellos que odian a Siria, es un punto muy importante a su favor, y su gobierno ha eliminado efectivamente los excesos del régimen de su padre, Hafez. Pero –y este es un gran pero– la tortura continúa, la desigualdad y las injusticias de los servicios de seguridad Mujabarat persisten. La libertad en Siria es tan difícil de hallar como un oasis en el desierto. Según el analista de Al Jazeera, Marwan Beshara, el parlamento sirio sigue siendo un circo de apoyo.

Aún hay más peros en Siria. Se trata de un país duro y tenso sin las vías para la libre expresión que sí existían en Egipto; es más bien un centro de nacionalismo árabe. No por nada los sirios gritan “Um al Arabiya Wahida” (Madre de la nación árabe). No por nada los sirios recuerdan que ellos y sólo ellos se opusieron al acuerdo Sykes-Picot que en 1916 dividía a la región entre Francia y Gran Bretaña por la fuerza de los ejércitos. Los batallones montados sirios se arrojaron contra los tanques franceses durante la batalla de Maysaloon. Posteriormente, el rey de Siria recibió el trono de Irak como premio de consolación, de parte de Winston Churchill.

Esto no justifica el régimen autocrático de Bashar, pero dice algo sobre los sirios: no obedecen reglas. Los sirios no siguen a otros árabes como ovejas. Lucharon más que ningún otro país de la región por un proceso de paz entre Israel y Palestina –que Bashar este miércoles declaró estancado–. También afirmó ese mismo día que los disturbios fueron una prueba para la nación más que un desafío para el presidente. En verdad, la región de Hauran, donde se encuentra Deraa –localidad que fue escenario de una temible serie de asesinatos ordenados por el gobierno– siempre ha sido una zona rebelde aun cuando estaba bajo el control francés en 1916. ¿Puede Bashar Assad mantener unido a su país?

Hasta ahora ha logrado con una minoría alawita (o sea chiíta), atraer a la mayoría de la población sunita musulmana del país dentro del sistema económico establecido. Ciertamente, los sunitas son la economía de Siria; una elite poderosa desinteresada en las revueltas, la desunión o las conspiraciones extranjeras. Fue extraño que Assad hablara este miércoles de conspiraciones extranjeras. Ese viejo adagio no le hace ninguna justicia. Estas conspiraciones siempre son descubiertas cuando los dictadores se sienten inseguros. Damasco ha sido atacado por agentes israelíes e islamitas, agentes de la derecha turca durante los últimos 40 años. Tiene cierta resonancia este asunto gastado del complot que hace que los sirios sean más patriotas que luchadores por la libertad.

Desde luego hay mucho que está mal en Siria, y Bashar Assad puede haber abusado de su buena suerte este miércoles, cuando decidió no anunciar las reformas ni libertades que los sirios esperaban de él. En vez de eso proclamó: Dios, Siria y Bashar, Dios, Siria y mi pueblo ¿Fue eso suficiente?

Dijo que no llevará a cabo reformas bajo presión. Por cierto, reformas es con lo que quiere decir democracia. Pero Bashar sí está bajo presión; francotiradores del gobierno mataron a inocentes en las calles de las ciudades sirias. Quizá no esté de humor para concesiones pero ¿acaso Siria no las necesita?

La economía nacional flota muy cerca a la bancarrota. Diplomáticos suecos señalaron que Siria no resultaría afectada por la catástrofe económica occidental con el argumento de que la economía siria, en realidad, ni siquiera existe. La minoría kurda en el norte del país está en permanente estado de insurrección contenida. Pero Assad tiene dos amigos que le dan poder: el Hezbolá libanés y la República Islámica de Irán. Si los israelíes necesitan lograr la paz con Líbano, también necesitan a Assad. Si Assad quiere mantener su poderío regional, necesita a Irán. Siria es el portón árabe por el que Irán puede transitar. A su vez, Irán, es el portón por el que Assad que, recordemos, es alawita y por lo tanto chiíta, puede pasar libremente.

Es muy fácil para madame Clinton fustigar a Damasco por matar a su propio pueblo, frase que, desde luego, no usó en Bahrein. Estados Unidos necesita a Siria para sacar a sus últimas tropas de Irak. También sería muy fácil convertir los problemas del país en sectarismo. Nikolaos Van Dam, un brillante diplomático holandés escribió un excelente libro sobre la lucha de poder en Siria que explica cómo la minoría alawita realmente gobierna al país.

Sin embargo, Siria siempre ha sido un Estado unitario que se ha plegado a las exigencias de Occidente en aras de la cooperación en seguridad… hasta que soldados estadunidenses atravesaron la frontera siria y le dispararon a un agente de seguridad en su propia casa. Tan complacientes fueron las partes al tratar este conflicto que Estados Unidos envió a un pobre canadiense a Damasco, lo entregó, según la frase popular, para que fuera atrozmente torturado y encerrado en una cloaca hasta que los estadunidenses averiguaron que era inocente y mustiamente le permitieron volver a Toronto.

Esto, huelga decir, no son los temas que se discutirán en los programas noticiosos de televisión o que mencionará la secretaria de Estado, quien está tan preocupada por los inocentes en Libia que está bombardeando a la fuerza aérea de Kadafi, pero a la que le preocupan tan poco los inocentes de Siria que no enviará ningún avión a atacar a dicha nación.

Siria debe renovarse. Necesita que se ponga un fin a las leyes de emergencia, que haya medios de comunicación libres, un sistema judicial justo, que se libere a prisioneros políticos y, dicho sea de paso, que deje de entrometerse en Líbano.

La cifra oficial de 60 muertos en los disturbios en Siria podría ser mucho más alta según Human Rights Watch. El jueves, el presidente Bashar Assad supuestamente nos hablará sobre el futuro de Siria.

Más vale que sea bueno.

© The Independent

Gabriela Fonseca

 RIBAL AL ASSAD, POLITOLOGO, EXILIADO, PRIMO DEL DICTADOR SIRIO

“El poder está en manos del aparato de seguridad”

Ribal Al Assad es el primo del presidente Bashar Al Assad, que ayer volvió a cerrarle la puerta a las reformas en Siria. Ribal partió al exilio en 1984. Para esa época, las diferencias políticas entre Rifaat, su padre, y el entonces presidente Hafez Al Assad se hicieron insostenibles. Después de la partida de Siria, Ribal estudió Política en la Universidad de Boston y hace un tiempo montó la Organización para la Democracia y la Libertad en Siria, que tiene base en Londres. “Mi padre decía que la democracia es la única que puede proteger a un país como Siria, que tiene tantas minorías”, recordó. En diálogo telefónico con Página/12 , este hombre de 35 años analizó el gobierno de su primo Bashar, que dirige el país desde 2000, tras la muerte de su padre Hafez. “El gobierno sirio no va a poder acallarme, voy a seguir denunciando”, prometió.

–¿Qué evaluación hace del mensaje que dio el presidente Bashar Al Assad?

–Pienso que el discurso no trajo lo que la gente estaba esperando. No contestó a la preocupación del pueblo. El gobierno dijo que hay una conspiración. Pero eso no es suficiente. Que haya renunciado el gabinete no cambia nada. El poder está en manos del presidente y del aparato de seguridad. Todo el mundo pensaba que se iban a anunciar cambios. Los mismos miembros del Parlamento sirio así lo habían anunciado. Habían dicho que cuando hablara, iba a quitar el estado de emergencia. No pasó eso. Salió y dijo que lo estaban estudiando. La gente no quiere escuchar más la palabra “estudiando”. ¿Qué estuvieron haciendo los últimos once años?

–¿Por qué Bashar no cumplió con las reformas que prometió al asumir?

–Todo el mundo sabe que cuando llegó al poder, en 2000, cambió la Constitución en menos de una hora para poder gobernar. Hace once años que Bashar está prometiendo a la gente que va a haber cambios, que va a tener partidos independientes del gobierno. Pero eso no llega. Todavía hay prisioneros políticos y estado de emergencia. La gente quiere prensa independiente e información transparente. Quiere todas sus libertades, que son sus derechos legítimos.

–¿Cómo operan las fuerzas de seguridad en Siria, mantienen autonomía con respecto al poder político?

–Hay muchos servicios secretos en Siria y hay competencia entre ellos. Seguro que hay algunos que no quieren cambios porque van a perder sus intereses. Son como una mafia. Si hay reformas, saben que la gente los va a acusar ante la Justicia.

–Pero hay gente que salió a apoyar al gobierno, ¿a qué se debe esto?

–Muchas de esas manifestaciones están siendo organizadas por el Estado. Todo el mundo lo sabe. Son empleados del Estado y miembros del partido oficialista Baaz. Pero también hubo gente que estuvo manifestando contra él y esa gente ya no puede más. Hay también sectores extremistas que quieren llevar la situación hacia una guerra sectaria en Siria y la población le tiene mucho miedo a esa posibilidad. Quiere cambios, que termine la corrupción, pero no quiere ninguna guerra civil, porque sería un desastre. Hay que aclarar que los islamistas se hicieron fuertes porque el gobierno se lo permitió.

–¿Qué rol puede jugar Irán en el conflicto, dado que es un aliado de las autoridades de Damasco?

–Hay gente en el gobierno que quiere una guerra sectaria porque va a pedir al gobierno iraní que entre a ayudarlos. Seguro que Irán no va a abandonar a Siria por cuestiones estratégicas y porque está dentro de la zona de influencia de Teherán. Si pierden Siria, pierden su llegada al Líbano. Pero, por otro lado, después de la guerra de Irak, el gobierno sirio quiso mostrar a los Estados Unidos y al Occidente que si se iba, llegarían los extremistas. Están jugando con fuego.

Entrevista: Luciana Bertoia.

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Written by Eduardo Aquevedo

31 marzo, 2011 at 14:45

Objetivos del «bombardeo humanitario» de Libia: Muerte y destrucción…

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Global Research

Traducido para Rebelión por Silvia Arana

El bombardeo de civiles

El objetivo no es ir al rescate de civiles. Todo lo contrario. Se han preseleccionado blancos de ataque militares y civiles. Las bajas civiles son intencionales. No son el resultado de "daños colaterales". Hubo reportes confirmando que se han bombardeado hospitales, aeropuertos civiles y edificios gubernamentales.

Horas después de los ataques aéreos un funcionario de salud del gobierno libio dijo que "la cifra de muertos por los bombardeos occidentales subió a 64 el domingo después de que fallecieran algunos heridos". El número de heridos era de alrededor de 150 (Montreal Gazette, Gadhafi hurls defiance as allied forces strike Libya, 19 de marzo, 2011).

La cifra de muertos a causa de los bombardeos aéreos y ataques con misiles (24 de marzo) es de alrededor de 100 civiles, según fuentes del gobierno libio ( UN Chief Expects Int’l Community to Avoid Civilian Casualties in Libya, 25 de marzo, 2011).

Desinformación de los mediosLas muertes causadas por los ataques con misiles y por los bombardeos aéreos de EE.UU.-OTAN se han desmentido o ignorado como "daños colaterales". Según el Secretario de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, William Hague, una guerra humanitaria moderna no produce la muerte de civiles, proposición totalmente absurda:

"Esta operación ha estado haciendo lo que se suponía que debía hacer, proteger a la población civil de Libia y no hay evidencia confirmada de la muerte de ningún civil causada por los ataques de la coalición contra el régimen de Gadafi" (British Foreign Secretary William Hague, No evidence of civilian casualties in Libya strikes: UK | Reuters, 25 de marzo, 2011)

El Secretario de Defensa de EE.UU. Robert Gates confirma que: "La coalición hace un gran esfuerzo para evitar la muerte de civiles y la mayoría de los ataques van dirigidos a blancos alejados de las áreas pobladas".

El fin de la campaña de desinformación de los medios es encubrir descaradamente la muerte de civiles. Los reportes de los medios occidentales de las bajas son extremadamente indirectos. Los misiles Tomahawk y los bombardeos aéreos se presentan como instrumentos de paz y democracia; que no matan a la población civil.

Sin esta campaña de desinformación, la legitimidad de las operaciones militares colapsaría como un mazo de naipes.

Cientos de personas se congregaron en un funeral en Libia, y esto se rotuló como una acción propagandística de Gadafi. El funeral era falso, según los reportes occidentales. Se presentó como una "puesta en escena".

De acuerdo con uno de los reportes: "Los hombres rezan por gente que supuestamente murió en los bombardeos aéreos. Pero no queda claro quienes están en los féretros" ( Véase Civilian Casualties in Question at Tripoli Funeral – WSJ.com, 24 de marzo, 2011, In Libya, coffins carry a mystery, SMH, 26 de marzo, 2011).

Los bombardeos humanitarios y la responsabilidad de proteger

El propósito de estos bombardeos es la destrucción de las instituciones del país, su base productiva. A esto llaman "bombardeo humanitario". Se usa como justificación el concepto de "Responsabilidad de proteger". Las instalaciones generadoras de energía, los puentes, las carreteras, los hospitales, las estaciones de televisión, los edificios gubernamentales, las fábricas se designan "blancos estratégicos".

Un reporte (no confirmado) de fuentes libias dice que bombardearon dos hospitales y una clínica:

"Atacaron los hospitales Al-Tajura y Saladin en Ain Zara. La clínica que bombardearon se halla cerca de Trípoli, la capital de Libia. No sólo se trata de edificios civiles, sino que además se hallan alejados de la zona de combate."

También sufrieron ataques algunos aeropuertos civiles en diferentes partes de Libia. (Mahdi Darius Nazemroaya, Breaking News: Libyan Hospitals Attacked. Libyan Source: Three French Jets Downed, Global Research, 19 de marzo, 2011).

En el caso de ataques a hospitales, las bombas "inteligentes" fueron extremadamente precisas. El Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia acusó a la coalición militar occidental de llevar adelante una campaña de bombardeos indiscriminados. (Metro – Russia: Stop ‘indiscriminate’ bombing of Libya, March 19, 2011)

Los medios occidentales seguirán sosteniendo sin variaciones que las fuerzas de Gadafi bombardean los hospitales del país, sin aportar ninguna prueba.

Hay indicios de que los hospitales están incluidos en la lista de objetivos a atacar. A los aviones canadienses CF-18 les asignaron blancos civiles específicos. Los pilotos decidieron regresar a la base sin atacar el objetivo preseleccionado, que fue identificado como un aeropuerto civil. Según los reportes de prensa, estaba al lado de un hospital: "Dijo Lawson que la acción no respondió a ningún riesgo para los aviones CF-18 sino que los pilotos trataron de evitar el daño potencial a civiles o a infraestructuras importantes como hospitales" (CTV Calgary- Canadian pilots abort bombing over risk to civilians – CTV News, 23 de marzo, 2011, énfasis agregado por el autor)

Se ha invitado a la opinión pública a apoyar sin condiciones un nuevo escenario de guerra en el Norte de África. La llamada comunidad internacional ha logrado construir un consenso a través de la propaganda mediática.

La "responsabilidad de proteger" ha recibido el apoyo de organizaciones de la sociedad civil y de las ONG. Muchos sectores de la izquierda progresista apoyan los bombardeos a Libia como un medio para conseguir la democracia, sin siquiera analizar la naturaleza y composición de la rebelión.

Aquellos que se expresan contra la "zona de exclusión aérea" decretada por EE.UU.-OTAN son catalogados de inmediato como "apologistas de Gadafi".

El modelo yugoslavo de "bombardeo humanitario"

El bombardeo humanitario es parte de un proceso histórico. Es parte del planeamiento militar.

La campaña del "bombardeo humanitario" de Libia es un componente integral de la estrategia militar que consiste en destruir la infraestructura civil del país. Se ha hecho siguiendo el modelo usado previamente en otros sitios, incluyendo el bombardeo de Yugoslavia en 1999 y la campaña militar contra Irak en 2003.

Cuando bombardearon Yugoslavia en 1999, puentes, centrales energéticas, escuelas y hospitales fueron designados como "blancos legítimos de ataque" por el Centro Combinado de Operaciones Aéreas (CAOC según sus siglas en inglés) de la OTAN en Vincenza, Italia, y cuidadosamente "convalidados antes del lanzamiento del ataque". En Libia se está aplicando el mismo procedimiento: los objetivos militares y civiles se aprueban con anticipación. Los pilotos no siempre saben el carácter preciso del objetivo.

En 1999 el hospital infantil ubicado en el área de la embajada fue el objetivo de un ataque aéreo. Había sido identificado por los militares a cargo del plan como un blanco estratégico.

La OTAN reconoció su autoría pero insistiendo que era para "salvar las vidas" de los recién nacidos. No bombardearon la sección del hospital donde se hallaban los bebés sino que atacaron la parte adonde estaban los generadores eléctricos, lo que interrumpió el suministro eléctrico de las incubadoras. Esto significó que todo el hospital quedó inhabilitado y muchos niños murieron.

Visité el hospital un año después del bombardeo de junio de 2002 y vi con mis propios ojos lo que habían hecho con la mayor precisión. Estos son crímenes de guerra cometidos con la tecnología militar más avanzada, con las llamadas "bombas inteligentes".

En Yugoslavia, la población civil fue el objetivo de los ataques: hospitales, aeropuertos, edificios gubernamentales, fábricas, infraestructura, sin mencionar las iglesias del siglo XVII y los sitios históricos y culturales que forman parte del patrimonio del país.

El diabólico propósito de desencadenar una catástrofe en el medio ambiente de la cuenca del río Danubio figuraba en el plan. La OTAN atacó la planta petroquímica de Pancevo, cerca de Belgrado. El objetivo no era solamente destruir la planta sino también desencadenar una catástrofe ambiental. ¿Cómo lo hicieron?

"Un generador térmico de imágenes desde un satélite espía o un avión puede detectar radiación infrarroja emitida desde cualquier objeto que se encuentre en la planta petroquímica y convierte esa lectura en una imagen de alta resolución o fotografía… En palabras de un vocero del Pentágono, "toma una fotografía desde una gran altitud, la emite a un receptor, en Estados Unidos, donde se analiza rápidamente". Y desde allí, "la información de los blancos correctos" se retransmite a la CAOC en Vincenza, que a su vez la envía a la gente en la cabina".

Las "bombas inteligentes" no son tontas, van adonde les dicen que vayan. La OTAN ha identificado detalladamente los contenedores, tanques y depósitos que contienen materiales tóxicos. De acuerdo con lo manifestado por el director de la planta petroquímica, la OTAN no hizo blanco en ningún contenedor vacío: "Esto no fue accidental; escogieron como blancos los contenedores llenos y los químicos se derramaron en el canal que desemboca en el Danubio…" Cuando las "bombas inteligentes" dieron en sus blancos letales en Pancevo, liberaron fluidos y gases tóxicos en la atmósfera, el agua y el suelo. "Hubo una fuga de más de mil toneladas de bicloruro de etileno del complejo petroquímico de Poncevo hacia el Danubio (a través del canal que comunica la planta con el río). También se derramaron más de mil toneladas de hidróxido de sodio. Y cerca de mil toneladas de cloruro de hidrógeno pasaron de Pancevo al río Danubio." (Michel Chossudovsky, NATO Willfully Triggered an Environmental Catastrophe In Yugoslavia, Global Research, 11 de abril, 2004) 

Véase Michel Chossudovsky, NATO Willfully Triggered an Environmental Catastrophe In Yugoslavia, Global Research, 11 de abril, 2004.

Fuente: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=23945

LIBERACION.ORG

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Written by Eduardo Aquevedo

26 marzo, 2011 at 14:40

Publicado en LIBIA, MEDIO ORIENTE

En el mundo árabe, una perspectiva real de libertad…

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The Independent
En los días finales del imperio otomano, diplomáticos de Washington –cónsules en Beirut, Jerusalén, El Cairo y otras ciudades–, organizaciones no gubernamentales de toda la región y miles de misioneros estadunidenses suplicaron al Departamento de Estado la creación de un Estado árabe moderno que se extendiera desde las costas de Marruecos hasta las fronteras de Mesopotamia y Persia. Creían que eso llevaría a gran parte del mundo musulmán a la órbita democrática de Europa y Occidente.

Desde luego, el acuerdo Sykes-Picot, que ya había dado forma en secreto a Medio Oriente, un agónico Woodrow Wilson y el repliegue de Estados Unidos hacia el aislacionismo echaron por tierra tan fantasiosas esperanzas. Además, ¿quién sabe si algunos árabes habrían preferido la civilización de Roma y, poco más de una década después, de Madrid y Berlín a las supuestamente decadentes democracias de otros lugares de Europa? Al final, la Segunda Guerra Mundial dañó a Túnez, Libia, Egipto y Líbano y dejó al resto comparativamente ileso. Pero éste es el momento de recordar los hubieras de la historia, porque hoy es posible vislumbrar un mundo futuro en el que pudiéramos viajar de Marruecos a la frontera Irán-Irak sin una visa en nuestro pasaporte. Que los árabes puedan llegar a eso con rapidez es, desde luego, otra cuestión.

Lo que no está en duda es la extraordinaria tempestad que atraviesa la región, la espectacular ruptura del mundo árabe que la mayoría de nosotros y la mayoría de los árabes hemos conocido a lo largo de nuestra vida. De las mohosas y corruptas dictaduras –el cáncer de Medio Oriente– está surgiendo un pueblo renacido. No sin derramamiento de sangre, y no sin mucha violencia tanto delante como detrás. Pero ahora por fin los árabes pueden esperar marchar hacia las cumbres resplandecientes. Todos los amigos árabes que tengo me han dicho exactamente lo mismo en las semanas pasadas: Nunca creí llegar a ver esto en mi vida.

Hemos observado cómo esos terremotos abrieron grietas y cómo las grietas se convirtieron en fisuras. De Túnez a Egipto, Libia y Yemen –cuya libertad está quizás a sólo 48 horas–, a Marruecos y Bahrein, y sí, tal vez incluso hasta Siria, los jóvenes valerosos han dicho al mundo que quieren libertad. Y de seguro obtendrán esa libertad en las próximas semanas y meses. Son palabras jubilosas, pero deben escribirse con la mayor precaución.

Pese a toda la confianza de David Cameron, no estoy tan seguro de que la operación en Libia vaya a tener un final feliz. De hecho, no estoy seguro de saber cómo va a terminar, aunque el vano y prepotente ataque de Estados Unidos al cuartel de Kadafi –casi idéntico al que escenificó en 1986 y que costó la vida a la hija adoptiva del coronel– demostró fuera de toda duda que la intención de Obama es liquidar al régimen. No tengo la certeza, tampoco, de que vaya a ser fácil crear una democracia en Bahrein, en especial cuando Arabia Saudita –el cáliz intocable, casi tan sagrado como Israel frente a las críticas– sigue enviando su soldadesca a cruzar el puente fronterizo.

He notado, desde luego, las prédicas de autores como Robert Skidelsky, quien cree que la fantasiosa liberación de Irak por Bush y Blair –cuyo resultado es que Teherán tiene el control efectivo del país– condujo a los levantamientos callejeros de hoy. “Pero la combinación de libertad y orden de las democracias occidentales… es producto de una larga historia que no se puede reproducir en breve plazo –ha dicho–. La mayoría de los pueblos no occidentales dependen de las virtudes personales del líder, no de los límites institucionales a su poder, para hacer tolerables sus vidas.” Entiendo el mensaje: no se puede confiar la democracia a los árabes: no están preparados para ella como lo estamos nosotros los occidentales y –ejem– los israelíes, claro. Es un poco como que Israel diga –como de hecho lo dice– que es la única democracia de Medio Oriente, y luego, para asegurarse de seguir siéndolo, ruegue a los estadunidenses dejar a Mubarak en el poder. Que fue exactamente lo que ocurrió en enero.

Israel es un caso que vale la pena examinar. Por lo regular capaces de considerable previsión, su gobierno, sus diplomáticos y sus partidarios extranjeros se han mostrado remisos y torpes en su respuesta a los sucesos que sacuden al mundo árabe. En vez de dar la bienvenida a un nuevo y democrático Egipto, hacen hoscas advertencias acerca de su volatilidad. Al parecer, para el gobierno de Israel la caída de dictadores a los que muchas veces ha comparado con Hitler es aún peor que su preservación. Podemos ver dónde radica el problema: un Mubarak siempre obedecerá las órdenes de Israel (vía Washington); un nuevo presidente no estará bajo esa presión. A los electores egipcios no les gusta el sitio de Gaza y están indignados por el despojo de tierra árabe para colonias israelíes en Cisjordania. Por cuantiosos que sean los sobornos de Washington, ningún presidente egipcio electo va a poder tolerar durante mucho tiempo ese estado de cosas.

Hablando de sobornos, el más cuantioso de todos fue entregado la semana pasada –en pagarés, claro está– por el monarca saudita, quien está desembolsando 150 mil millones de dólares por todo su reino feliz con la esperanza de evadir la ira del pueblo. Quién sabe, puede que le funcione por un tiempo. Pero, como siempre he dicho, observen a Arabia Saudita. Y no le quiten los ojos de encima.

En cambio, la epopeya que podemos darnos el lujo de olvidar es la guerra al terror. Apenas si ha salido algún gruñido de la tienda de Osama durante meses. ¿No resulta extraño? Lo único que he oído de Al Qaeda con respecto a Egipto fue un llamado a deponer a Mubarak… una semana después de que había sido derrocado por el poder popular. La carta más reciente del hombre de la caverna instaba a los pueblos heroicos del mundo árabe a recordar que sus revoluciones tienen raíces islámicas, lo cual debe de haberles caído de sorpresa a los habitantes de Egipto, Túnez, Libia, Yemen, Barhein y demás, porque todos ellos exigían democracia y libertad. Y allí está, en cierto modo, la respuesta a Skidelsky. ¿Acaso cree que todos ellos mienten? Y de ser así, ¿por qué?

Como dije, queda mucha sangre por correr. Y muchas manos entrometidas que querrán convertir las nuevas democracias en proyectos de dictaduras. Pero por una vez –sólo una vez–, los árabes pueden mirar las cumbres resplandecientes.

© The Independent

REBELION.ORG

Traducción para La Jornada: Jorge Anaya

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Written by Eduardo Aquevedo

24 marzo, 2011 at 5:15

La guerra contra Libia: hedor a petróleo…

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 Por Modesto Emilio Guerrero *

La decisión del Consejo de Seguridad de la ONU tiene por lo menos tres objetivos distintos íntimamente relacionados por la misma necesidad.

El más inmediato es impedir la derrota del Consejo Nacional opositor a Khadafi asentado en la ciudad de Benghazi. Este objetivo le sirve para el segundo, el de blindar la invasión de Arabia Saudita a Bahrein. Converge con la represión impuesta en ese emirato, en Túnez y en Yemen para desarticular la dinámica regional de las rebeliones árabes. El tercer objetivo es el control del Estado libio para asegurar sus yacimientos. Una gigantesca reserva de 46 mil millones de barriles de crudo liviano.

El petróleo libio –y su Estado, sin el cual no hay petróleo– debe ser visto como una necesidad de la geopolítica imperial del presente. No hay imperios sin materias primas. EE.UU., Japón, Canadá, Alemania, Francia, Italia, España, también China concentran esa necesidad. No por casualidad las multinacionales dominantes en la Libia de Khadafi quieren continuar después de él.

Hay una exacta continuidad de la era civilizatoria construida con los derivados de este crudo y la era abierta en este siglo. Pocas cosas que se muevan en este mundo desde comienzos del siglo XX pueden prescindir del petróleo como insumo básico. Lo que ha podido ser un avance para la humanidad terminó convertido en “excremento del diablo” en manos del capital. Esta definición pertenece a Juan Pablo Pérez Alfonzo, el ministro venezolano que ideó la OPEP en 1960. Cuando le preguntaron en una entrevista por qué una frase tan macabra para un recurso tan “útil”, le recordó al periodista que “en nombre del ‘oro negro’ creció la estadística de las guerras, que antes se hacían por otras cosas”. Tenía razón. (El Desastre, J. P. Pérez Alfonzo y Domingo Alberto Rangel, Ediciones Vadell, 84, Caracas, 1976.)

Estaríamos en presencia de la guerra número 37 por el control del petróleo en forma directa, desde la de 1914. Esta sería la primera según autores especializados, porque terminó en el pacto secreto entre Francia e Inglaterra en 1916 para repartirse Siria y el Medio Oriente bajo los mandatos de Mesopotamia y Palestina. (“Historia del Petróleo”, Daniel Yergin, 1992, y “Las guerras del petróleo”, Geoeconomía, revista del Instituto Choiseul para la Política Internacional y la Geoeconomía Nº 38, París, 2006.)

Siguiendo los datos de las mismas fuentes se contabilizan doce pactos de ocupación territorial entre potencias sin acudir a conflictos armados y alrededor de 75 golpes de Estado en Asia, Africa incluido el Magreb, el Golfo Pérsico, Europa del Este y América latina. Una cantidad indeterminada de guerras civiles han sido promovidas por las compañías petroleras. Yerguin sostiene que fueron 27 en el siglo XX, pero es difícil deslindarlas de las otras guerras y a veces comenzaron por golpes de Estado como las de Sudán, Nigeria e Indonesia.

Nuestro continente registró tres guerras directas por petróleo, dos en la región chaqueña, una entre Perú y Ecuador, además del conflicto por yacimientos en Guatemala durante la década de los ’80, y la Guerra de Malvinas que también desprendió algunas purulencias bituminosas. Uno de los tres ejes geoestratégicos del Plan Colombia, del Plan Puebla Panamá y del Objetivo Amazónico es el petróleo de la Orinoquia, de la Amazonía y de la franja norte de América Central.

Otro propósito clave en Libia es la OPEP. Las potencias necesitan el control del mercado petrolero mundial y el resguardo de reservas a largo plazo. El problema es que en el medio están los Estados y en algunos de ellos hay regímenes independientes, incluso antiimperialistas. La OPEP perdió a Irak-Kuwait, luego a Libia desde antes de ahora, quieren sacarles a Irán o a Venezuela y así paulatinamente hasta liquidar el sindicato.

Hay algo más que los tiene con el sueño alterado. Las “7 Hermanas” de empresas petroleras actuales se basan en siete Estados-nación de los cuales sólo dos, Malasia y Arabia Saudita, responden en forma directa a EE.UU. y la OTAN. Las otras cinco pertenecen a Estados independientes: China, Rusia, Irán, Venezuela, Brasil.

El valor de la propuesta del ALBA iba en el camino opuesto. Que una comisión internacional de países similares a Libia mediaran en la guerra para frenar la intervención de la OTAN y EE.UU. Se agotó en el camino por fuerza propia. La Unidad Africana no tiene base moral para actuar, porque se compone de regímenes represivos y la Liga Arabe jugó en el bando contrario. Libia fue quedando sola, con un déspota en Trípoli y una oposición proyanqui en Benghazi.

El hedor de una guerra preñada de petróleo.

*www.modestoguerrero.com

Pagina/12

La Liga Arabe y la Union Africana denuncian los bombardeos y convocan a la UE y la ONU

Contra Injerencia

La Unión Africana convocó hoy a una reunión para el 25 de marzo en Addis Adeba, con la Liga Arabe, la Organización de la Conferencia Islámica, la Unión Europea y las Naciones Unidas, para analizar la crisis libia y el inicio de acciones bélicas contra posiciones leales a Muammar Kadafi. El Comité de la Unión Africana integrado por Mauritania, Mali, Congo, Sudáfrica y Uganda, apeló a la “prudencia” de la comunidad internacional y reclamó “una acción africana urgente” para resolver la crisis libia.

La convocatoria del 25 de marzo en la capital etíope es para crear “un mecanismo de consultas permanentes y de acciones concretas” para resolver la situación en ese país.

En un comunicado, el Comité de la Unión Africana, reclamó la protección de los ciudadanos extranjeros comprendidos los trabajadores migrantes africanos que viven en Libia”. Desde El Cairo, Amr Mussa, secretario general de la Liga Arabe, a su vez reiteró sus críticas a la alianza internacional contra Kadafi porque sus ataques exceden la zona de protección aérea para los civiles rebeldes.

Mussa subrayó hoy que las misiones aéreas de ataque contra tropas leales a Kadafi “no han recibido la autorización de la comunidad internacional”.

Mussa pidió “el stop inmediato a todas las hostilidades” bélicas de ambas partes, en nombre de la Liga Arabe, dos de cuyos miembros, Emiratos Arabes y Catar, participan de las operaciones contra Gadafi.

http://contrainjerencia.com/index.php/?p=13032

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21 marzo, 2011 at 8:40

Movilizaciones en Palestina: la dificil pero necesaria unidad…

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Ola de cambio en el mundo árabe

Decenas de miles de palestinos reclaman unidad a Hamás y Fatah

Los jóvenes rechazan el intento de los partidos de adueñarse de las manifestaciones

ANA CARBAJOSA / ENRIC GONZÁLEZ – Ramala – 16/03/2011

Decenas de miles de palestinos se manifestaron ayer en Cisjordania y Gaza para reclamar el fin de la división entre Hamás y Fatah, los dos partidos ferozmente enfrentados desde la guerra interna de 2007. Las protestas fueron numerosas, pero resultaron paradójicamente dominadas por los propios partidos a los que se reclamaba unidad. Los convocantes, grupos de jóvenes y estudiantes movilizados a través de redes sociales en Internet e inspirados por las revoluciones de Egipto y Túnez, se declararon frustrados por la "manipulación partidista".

En Gaza, las fuerzas de seguridad disolvieron por la fuerza a última hora de la tarde a los miles de manifestantes que habían montado tiendas de campaña para quedarse a dormir en una céntrica plaza, según relataron varios testigos. "Me han partido una pierna. Cientos de policías salieron de todos lados armados con porras y comenzaron a golpear a la gente y a quemar las tiendas de campaña. Pero esto no ha terminado. Mañana [por hoy] volveremos a protestar", explica por teléfono Abu Yazan, uno de los organizadores de la protesta que anoche permanecía escondido para evitar que lo detuvieran.

Al mediodía, decenas de miles de manifestantes habían salido a la calle en la franja de Gaza convocados por varias páginas de Facebook que llamaban a la unidad palestina. Hamás, que hasta ahora había prohibido protestas similares, decidió sumarse a la manifestación ante el éxito que había cosechado la iniciativa en Internet. Los partidarios del movimiento islamista se presentaron en la plaza del Soldado Desconocido en el centro de Gaza, dispuestos a secuestrar la protesta, según relatan algunos de los participantes. Los convocantes les exigieron que guardaran las banderas verdes islamistas, ya que la consigna era portar únicamente símbolos palestinos y no de partidos.

La protesta acabó dividida en dos después de que miles de los jóvenes que se declaran independientes decidieran trasladarse a otro punto de la ciudad, y se produjeron enfrentamientos a pedradas. "Esto es increíble. Estamos aquí miles de hombres y mujeres dispuestos a acampar aquí y a no movernos hasta que no logremos nuestro objetivo: poner fin a la división política palestina", explicó media hora antes de la carga policial Ayman Mghamis, un joven artista de la franja.

En Ramala, la capital administrativa de la Autoridad Palestina, miembros de Fatah ocuparon desde primera hora la céntrica plaza de Al Manara. "Yo no entiendo qué hacen aquí los partidos políticos", se quejaba Abeer Zaghari, una joven universitaria que portaba una pancarta en la que se leía: "No a los partidos. No a la religión. Todos somos palestinos". En Al Manara también estaban 10 jóvenes que no militaban en ningún partido y que llevaban tres días en huelga de hambre para protestar contra una división que hacía estéril todo esfuerzo palestino por luchar contra la ocupación. Uno de ellos, Aref Fogha, de 16 años, con la pierna dañada por un disparo israelí, se declaró frustrado. "La jornada de hoy no me parece un éxito, la manifestación vuelve a ser fraccional, de Fatah aquí y de Hamás en Gaza". "Pienso permanecer en huelga de hambre hasta que tengamos un Gobierno de unidad", añadió.

Hamás reprime con dureza las protestas de los jóvenes palestinos en Gaza

ENRIC GONZÁLEZ – Gaza – 18/03/2011

La aparente pasividad de los palestinos, mientras gran parte del mundo árabe se agitaba, causaba una cierta perplejidad. Ya no hay misterio: la juventud palestina ha empezado a exigir cambios. El primero, la reconciliación entre Fatah y Hamás, los dos grandes partidos enemigos. Las manifestaciones en Gaza topan con la brutalidad de la policía de Hamás, que emplea todos los medios represivos a su alcance.

Las revueltas palestinas contienen algo novedoso: por primera vez, el rechazo a Israel, que ocupa (en Cisjordania) o sitia (en Gaza), pasa a un segundo plano. Lo que ahora hace hervir la sangre de los jóvenes es la opresión interna. Desde la guerra civil de 2007, tras la que Fatah ocupó el poder en Cisjordania y Hamás hizo lo mismo en Gaza, ambos partidos se han dedicado a perseguir al rival. Esa posguerra civil agrava la separación física entre Cisjordania y Gaza, beneficia a Israel y acentúa las tendencias represivas de los dos Gobiernos palestinos.

La Autoridad Palestina sofocó con dureza las protestas iniciales, semanas atrás. Luego decidió cambiar de táctica e intentó cabalgar sobre la ola: el martes pasado, miles de militantes de Fatah agregaron el lema "contra la ocupación" a una manifestación juvenil que se había organizado en Facebook bajo el lema "contra la división". A un nivel institucional, el presidente Mahmud Abbas se declaró dispuesto a viajar a Gaza, que no pisa desde 2007, para "sellar la reconciliación" con Hamás.

En Gaza, donde el Gobierno de Hamás se declara formalmente dispuesto a recibir la visita del presidente Abbas, la tolerancia ante las protestas es nula. El martes por la noche, policías y matones de Hamás desalojaron con gran violencia la plaza Katiba, donde al menos 10.000 personas exigían de forma pacífica la unidad de los palestinos. El miércoles por la mañana la policía y los matones entraron en las Universidades de Al Azhar y Al-Quds y apalearon a los estudiantes que querían volver a la contigua plaza Katiba. Ayer se cerró la Universidad de Al Azhar por orden gubernativa y la violencia policial se desplazó a las cercanías de la sede de la Organización de las Naciones Unidas para los Refugiados, donde se manifestaban centenares de jóvenes. "Son protestas malintencionadas, detrás de ellas está Fatah", declaró Ayman Al Batniji, portavoz de la policía de Gaza.

En efecto, en la Universidad de Al Azhar predomina el laicismo de Fatah. Pero la Universidad de Al-Quds es islamista y dominada por Hamás, y allí también ha prendido la revuelta. También es cierto que fue Fatah quien lanzó la consigna de que en las manifestaciones solo se alzara la bandera palestina y solo se gritara contra la división. El resultado, en cualquier caso, es que Hamás impide que los jóvenes lleven la bandera de su país y reclamen unidad, agudizando el descontento estudiantil.

"Cuando estábamos ocupados por el Ejército israelí hubo Intifada; cuando gobernó Fatah y sufrimos la corrupción y los tiroteos entre bandas, hubo una guerra civil; ahora que nos gobierna Hamás y tenemos integrismo islámico y opresión, algo habrá que hacer también", comenta Ayman, uno de los jovencísimos organizadores de las protestas.

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Written by Eduardo Aquevedo

20 marzo, 2011 at 13:00

Rebelión en el mundo Arabe: Yemen, tomada por el ejército…

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La matanza de ayer, en la que hubo 52 muertos, no ha desmoralizado a los activistas acampados en una plaza de la capital del país

ÁNGELES ESPINOSA (ENVIADA ESPECIAL) – Manama – 19/03/2011

La capital de Yemen ha amanecido tomada por las fuerzas de seguridad, al día siguiente de la muerte de medio centenar de personas en el tiroteo contra una manifestación antigubernamental. La matanza no ha desmoralizado a los activistas acampados en la plaza de la Universidad de Saná que, al contrario, siguen recibiendo refuerzos. La oposición ha prometido no utilizar la violencia, aunque no está claro hasta qué punto controla a los descontentos.

«No nos iremos hasta que se vaya el carnicero», coreaban desafiantes los congregados en la plaza en referencia a Ali Abdalá Saleh. Desde que empezó la protesta a finales de enero, el presidente yemení ha prometido no presentarse a la reelección cuando concluya su mandato en 2013. También ha ofrecido una nueva Constitución y ceder el poder legislativo al Parlamento. Sin embargo, los movilizados (una amalgama de movimientos juveniles, islamistas y sociedad civil a los que en las últimas semanas se han sumado algunos grupos tribales) exigen su dimisión inmediata.

Los partidos de la oposición, que inicialmente aceptaron abrir un diálogo con el Gobierno, se subieron luego al carro de los descontentos y ayer dijeron que no pueden negociar con Saleh tras los muertos del día anterior. La agencia France Presse elevó su número a 52, entre ellos un fotógrafo de un semanario local. En una reunión con los embajadores europeos, los dirigentes opositores pidieron una comisión de investigación internacional. También se comprometieron a no recurrir a la violencia.

«Hay una gran presencia policial y militar; han establecido controles en todos los barrios y casi en cada cruce», cuenta por teléfono Abdelrahman, un residente que por su trabajo cruza la capital yemení varias veces al día. Soldados y agentes de policía trataban de que se cumpliera la prohibición de llevar armas que establece el estado de emergencia decretado el día anterior. Parece una tarea complicada en un país en el que la mayoría de los hombres adultos van armados.

Esa circunstancia hace difícil determinar quiénes fueron los responsables del tiroteo del día anterior. Los coordinarores de la protesta afirman que capturaron a siete francotiradores con carnés de las fuerzas de seguridad, pero el presidente Saleh negó ese extremo. Fuentes de los servicios de información occidentales dicen que los manifestantes tenían armas y repelieron la agresión de quienes les disparaban desde los tejados. Sin embargo, los participantes lo niegan.

«Yo estaba allí y le puedo asegurar que no estaban armados; es imposible pasar armas a la plaza con los controles de seguridad que hay a la entrada. Sólo tenían piedras y palos», asegura D. al A., un desempleado que simpatiza con la protesta y acudió a la manifestación del viernes. El mismo interlocutor cuenta que a pesar de la indignación que ha suscitado el incidente, «la gente no tiene miedo y están viniendo apoyos de tribus de Maareb y Saada», aunque precisa que desarmados.

El elemento tribal añade un factor de incertidumbre. «Entre los detenidos por los manifestantes hay miembros de una tribu parte de la cual respalda la movilización antigubernamental», explica un observador occidental. «Se está comprando a la gente», añade dando a entender que las lealtades en Yemen son cuando menos volátiles. Existe un absoluto desconocimiento de cómo reaccionarán los principales grupos tribales llegado el momento de la verdad.

Por ahora, el régimen hace frente a un goteo de deserciones. Los últimos en anunciar su dimisión han sido el director de la agencia estatal de noticias (Saba), Naser Taha Mustafa, y otro destacado miembro del partido gubernamental, Mohamed Saleh Qaraa. Ambos han calificado de inaceptable la violencia del pasado viernes. Además, la sustitución del general al mando del cuartel de Al Anat, en Adén, ha desatado especulaciones sobre el paso de Abdalá al Tabi al movimiento separatista. En esa ciudad, la policía hirió a siete personas, tres de ellas de bala, al dispersar una sentada.

La inestabilidad ha llevado a las multinacionales a retirar a sus trabajadores extranjeros. La última en hacerlo, la austriaca OMV, después de que uno de los oleoductos que operaba fuera atacado por miembros descontentos de una tribu. También las embajadas recomiendan a sus nacionales no viajar a Yemen o han puesto en marcha planes de evacuación. La treintena de españoles que aún permanecen en ese país se encuentran bien y en contacto con la legación diplomática española, según informa el embajador Javier Hergueta. Algunos incluso han sido alojados de forma temporal en la sede de la Cancillería.

 

 

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Written by Eduardo Aquevedo

19 marzo, 2011 at 15:20

Libia: antes de que sea demasiado tarde…

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Editorial de Il Manifesto
 
Traducción de Alma Allende y Gorka Larrabeiti
 

Escapemos a la trampa de la alternativa entre el tirano libio que debe salir de escena y los bombardeos “humanitarios” de la OTAN. Digamos claramente lo que está ocurriendo. La decisión del Consejo de Seguridad de la ONU, tomada con cinco abstenciones y diez votos a favor -bajo la presión de Francia e Inglaterra, de vuelta al Próximo Oriente, y también al final de los recalcitrantes EEUU- es una intervención militar. No debe haber dudas al respecto.
Aunque esté camuflada una vez más de intervención “humanitaria” para “proteger a los civiles” y aunque excluya, de momento, la ocupación por tierra. La zona de exclusión aérea, decidida sin ninguna relación con Trípoli, sólo puede ser impuesta mediante bombardeos. En estas ocasiones se prefiere hablar de “objetivos selectivos” y “operaciones quirúrgicas”. Con la posibilidad -es decir- de nuevas matanzas de civiles, como ocurrió en Iraq y en Afganistán y como vimos en los Balcanes. Tenemos infinitas pruebas de esta enorme mentira.


Rusia y Alemania, países que se abstuvieron en el Palacio de Cristal, expresaron precisamente esta preocupación, con la incorporación en el último momento de la necesidad, antes que nada, de una declaración de alto el fuego por las dos partes en conflicto. No es una casualidad que Alemania justifique ahora su rechazo a la zona de exclusión aérea por “los considerables riesgos y peligros” que comporta. Peligros y riesgos confirmados, por lo demás, por el hecho de que, apenas Trípoli ha aceptado el alto el fuego, se ha gritado “tongo”.

Pero tampoco debemos callar sobre la necesidad de que Gadafi salga realmente de escena. El y su régimen, que dura ya demasiado tiempo y que en cualquier caso se ha hecho pedazos, sus delirios de omnipotencia y sus graves responsabilidades en la degeneración de la crisis. Desde este punto de vista todo estaba aún en juego hasta hace diez días. Se había anticipado la posibilidad de un exilio, para Gadafi y su familia, con un salvoconducto hacia un país neutral. Pero se anunció también, a requerimiento de los EEUU -los cuales, sin embargo, no reconocen la Corte Penal de DDHH- su procesamiento ante este Tribunal por “crímenes de guerra” todavía sin probar. A pesar de la insistencia de Fohg Rasmussen, secretario general de la OTAN -que de víctimas civiles es un experto-, en denunciarlos. Crímenes que, junto a un exceso de propaganda, sin duda se han producido y deben ser castigados. Pero que, según el procurador de la Corte Penal Moreno Ocampo, conciernen “a las dos partes en armas”.

Así que la posibilidad de que Gadafi saliera de escena se ha acabado perdiendo. Ahora todo parece haber terminado en un callejón sin salida. Sin más opción que la de un baño de sangre, pues tal y como están las cosas, parece que el único objetivo que queda sea el ataque militar con bombardeos aéreos. Se olvida que algunos de los aparatos que están bombardeando y matando a civiles y rebeldes en Libia son los mismos jets franceses que vendió Sarkozy a Gadafi cortejándolo con insistencia para encajarle aviones terroríficos de entre los más caros del mundo.

Finalmente, ahí está la ambigüedad del gobierno italiano, que hasta hace diez días era un valeroso aliado de Gadafi, a quien le pedía que “contuviera” la inmigración del Magreb recluyendo en nuevos campos de concentración a los desesperados que huían de la miseria de África, y que ahora se candida como plataforma de lanzamiento para ataques aéreos y bloqueo naval militar. Y quizá no sea tan solo base, ya que el dannunziano ministro de Defensa, Ignazio La Russa, reivindica el “derecho” de bombardear también para los aviones italianos. Me pregunto si históricamente Italia tiene ganas de repetir, a sesenta años de lo sucedido cuando el colonialismo, un ataque militar a un país al que ya provocó 100.000 muertos, un octavo de la población libia [de entonces]. Me pregunto si nos vamos a asumir de verdad esta responsabilidad. Por la memoria histórica hay que decir no. Pero también por el presente.

Qué triste epílogo sería para las primaveras en el mundo árabe. La señal sería la de la sangre y la represón militar, como sucede en Yemen; como ha ocurrido en medio del silencio general durante estos días en Bahrein, donde los mismos países del Golfo que actúan ahora en la zona de exclusión aérea de Libia intervinieron militarmente en Manama para respaldar al “Gadafi” local.

En estas horas, y hasta el final, cabe también mediar por la paz. El camino es el alto el fuego, según parece deducirse a última hora incluso de las palabras del presidente Barack Obama, el cual se las debe ver ahora con otro conflicto armado que apesta a petróleo. Alto el fuego que ha de ir acompañado de una intervención de observadores ONU que se interponga y defienda las vidas humanas. De no ser así, sólo vuela de verdad la guerra.

http://abbonati.ilmanifesto.it/Quotidiano-archivio/19-Marzo-2011/art2.php3

I. Wallerstein: Libia y la (confusión de la) izquierda mundial…

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Revuelta en Magreb y medio oriente
 
Immanuel Wallerstein
Hay tanta hipocresía y tantos confusos análisis acerca de lo que está ocurriendo en Libia que apenas sabe uno por donde comenzar. El aspecto más pasado por alto en la situación es la profunda división de la izquierda mundial. Varios estados latinoamericanos de izquierda, siendo el más notable Venezuela, mantienen un apoyo pleno al coronel Kadafi. Pero los voceros de la izquierda mundial en Medio Oriente, Asia, África, Europa, y Norteamérica, decididamente no están de acuerdo.
 

El análisis de Hugo Chávez parece enfocarse primordialmente, en realidad en exclusiva, en el hecho de que Estados Unidos y Europa occidental hayan estado profiriendo amenazas y condenas al régimen de Kadafi. El coronel, Chávez y algunos otros insisten en que el mundo occidental pretende invadir Libia y robarse su petróleo. Todo ese análisis para nada ubica lo que ha estado ocurriendo y deja mal el juicio de Chávez –y de hecho su reputación con el resto de la izquierda mundial.

Primero que nada, durante los últimos 10 años y hasta hace algunas semanas, Kadafi no obtuvo sino buena prensa en el mundo occidental. Intentó probar por todos los medios posibles que no era un gobernante que respaldara al terrorismo y que su único deseo era integrarse plenamente a la corriente principal geopolítica y económica en el mundo. Libia y el mundo occidental han estado logrando un arreglo tras otro, todos con ganancias. Es difícil para mí ver a Kadafi como un héroe del movimiento mundial antimperialista, por lo menos en los últimos 10 años.

El segundo punto en que falla el análisis de Hugo Chávez es que en Libia no va a haber ningún involucramiento militar significativo del mundo occidental. Los pronunciamientos públicos han sido mera alharaca, diseñada para impresionar a la opinión local. No va a haber ninguna resolución del Consejo de Seguridad porque Rusia y China no van a aceptarla. No va a haber ninguna resolución de la OTAN porque Alemania y otros no aceptarán. Aun la postura militante de Sarkozy contra Kadafi se topa con resistencia dentro de Francia.

Y sobre todo, en Estados Unidos la oposición a una acción militar proviene del público, pero lo más importante es que proviene de los militares. El secretario de defensa, Robert Gates, y el presidente del Estado Mayor Conjunto, el almirante Mullen, han expresado de modo muy público su oposición a instituir una zona de vuelo restringido. De hecho, el secretario Gates fue más allá. El 25 de febrero se dirigió a los cadetes de West Point: En mi opinión, deberían examinarle la cabeza a cualquier futuro secretario de Defensa que vuelva a aconsejarle al presidente el envío de un gran ejército terrestre estadunidense a Asia, Medio Oriente o África.

Para subrayar este punto de vista de los militares, el general retirado Wesley Clark, anterior comandante de las fuerzas de la OTAN, escribió un editorial para el Washington Post el 11 de marzo, con el título Libia no califica para una acción militar estadunidense. Así que, pese al llamado de los halcones a que haya un involucramiento de Estados Unidos, el presidente Obama resistirá.

El punto entonces no es si va a ocurrir o no la intervención militar occidental. El punto son las consecuencias que tiene el intento de Kadafi de suprimir del modo más brutal posible toda la oposición de la segunda revuelta árabe. Libia está en un momento de confusión debido a los triunfantes levantamientos en Túnez y Egipto. Y si hay alguna conspiración, es esa entre Kadafi y Occidente para bajarle el ritmo, o aun suprimir, a la revuelta árabe. En la medida en que Kadafi logre hacerlo, estará enviando un mensaje a todos los otros déspotas amenazados de la región: el camino a seguir es la represión dura y no el otorgamiento de concesiones.

Esto es lo que ve la izquierda en el resto del mundo, aunque algunos gobiernos de izquierda en América Latina no lo vean. Como apunta Samir Amin en su análisis sobre el levantamiento egipcio, hay cuatro distintos componentes entre quienes protestan –los jóvenes, la izquierda radical, los demócratas de clase media y los islamitas. La izquierda radical está compuesta por los partidos de izquierda suprimidos y por los movimientos sindicalistas revitalizados. No hay duda de que hay una izquierda radical mucho más pequeña en Libia, y un ejército mucho más débil (a causa de la política deliberada de Kadafi). El resultado, por tanto, es muy incierto.

Reunidos los dirigentes de la Liga Árabe pueden condenar públicamente a Kadafi, pero muchos, tal vez la mayoría, pueden aplaudirlo en privado –y copiarlo.

Podría ser útil finalizar con dos piezas de testimonio procedentes de la izquierda mundial. Helena Sheeham, una activista marxista irlandesa, bien conocida en África por su trabajo de solidaridad con los movimientos más radicales, fue invitada por el régimen de Kadafi a dar un conferencia en la universidad y llegó cuando estallaba la revuelta. Las conferencias en la universidad se cancelaron y a fin de cuentas sus anfitriones simplemente la abandonaron, por lo que tuvo que buscar salir por sus propios medios. Escribió una bitácora diaria en la cual, el último día, el 8 de marzo, escribió: Cualquier ambivalencia acerca de ese régimen se fue, se fue, se fue. Es brutal, corrupto, engañoso, demencial.

Podemos ver también la declaración de Cosatu (Congress of South African Trade-Unions), la principal federación de sindicatos en Sudáfrica y vocera de la izquierda. Tras analizar los logros sociales del régimen libio, dijo: Sin embargo, Cosatu no acepta que estos logros sean de modo alguno una excusa para masacrar a aquellos que protestan contra la opresora dictadura del coronel Kadafi y reafirma su respaldo por la democracia y los derechos humanos en Libia y en todo el continente.

Mantengamos un ojo en el balón. La lucha clave en el mundo justo ahora es la segunda revuelta árabe. Será difícil obtener un resultado realmente radical en esta lucha. Kadafi es el principal obstáculo para la izquierda árabe, y para la izquierda mundial. Tal vez deberíamos recordar la máxima de Simone de Beauvoir: Querer ser libre implica querer que otros sean libres.

Traducción: Ramón Vera Herrera

© Immanuel Wallerstein

La Jornada, México

La “Operación Libia” y la Batalla por el Petróleo: Nuevo trazado del mapa de África

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Parte II

Michel Chossudovsky, Global Research

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Véase Parte I: Insurrección e intervención militar en Libia

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ISRAEL-PALESTINA2Las implicaciones geopolíticas y económicas de una intervención militar dirigida por EEUU y la OTAN contra Libia pueden alcanzar gran magnitud.

Libia es una de las mayores economías petroleras del mundo y cuenta aproximadamente con el 3,5% de las reservas mundiales de petróleo, más de dos veces las de EEUU.

La “Operación Libia” forma parte de una agenda militar más amplia para Oriente Medio y Asia Central, que consiste en obtener el control y la propiedad corporativa de más del 60% de las reservas mundiales de petróleo y gas natural, incluyendo las rutas de oleoductos y gasoductos.

“Los países musulmanes, entre los que se encuentran Arabia Saudí, Iraq, Irán, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Yemen, Libia, Egipto, Nigeria, Argelia, Kazajstán, Azerbaiyán, Malasia, Indonesia, Brunei, poseen entre el 66,2% y el 75,9% del total de las reservas de petróleo, dependiendo de la fuente y metodología de la estimación.” (Véase Michel Chossudovsky, The ‘Demonization’ of Muslims and the Battle for Oil”, Global Research, 4 enero 2007; en español, traducido por Felisa Sastre en:

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=45361)

Con 46.500 millones de barriles de reservas probadas (diez veces las de Egipto), Libia es la mayor economía petrolera en el continente africano, seguida por Nigeria y Argelia (Oil and Gas Journal). En contraste, las probadas reservas petroleras de EEUU son del orden de los 20.600 millones de barriles (diciembre 2008), según Energy Information Administration: “U.S. Crude Oil, Natural Gas, and Natural Gas Liquids Proved Reserves”.

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NOTA:

Las estimaciones más recientes sitúan las reservas de petróleo de Libia en los 60.000 millones de barriles y sus reservas de gas en los 1.500 millones de metros cúbicos. Su producción está entre los 1,3 y 1,7 millones de barriles por día, bastante por debajo de su capacidad productiva. Su objetivo a largo plazo son 3 millones de barriles por día y una producción de gas de 2.600 millones de pies cúbicos al día, según las cifras de la National Oil Corporation (NOC).

La encuesta estadística (alternativa) sobre la energía efectuada por BP (2008) situaba las reservas probadas de petróleo de Libia a finales de 2007 en los 41.464 millones de barriles, lo que representa el 3,34% de las reservas mundiales probadas (Mbendi: Oil and Gas in Libya – Overview”).

El petróleo es el “trofeo” de las guerras emprendidas por EEUU y la OTAN

Una invasión de Libia bajo un mandato humanitario beneficiaría a los mismos intereses corporativos que la invasión y ocupación de Iraq de 2003. El objetivo subyacente es tomar posesión de las reservas de petróleo de Libia, desestabilizar la National Oil Corporation (NOC) y, finalmente, privatizar la industria petrolera del país, es decir, transferir el control y propiedad de la riqueza petrolera de Libia a manos extranjeras.

La NOC ocupa el puesto 25 entre las Grandes Compañías Petroleras del Mundo. (“The Energy Intelligence ranks NOC among the world’s Top 100 Companies”, Lybiaonline.com).

La planeada invasión de Libia, que está ya en marcha forma parte de la más amplia “Batalla por el Petróleo”. Cerca del 80% de las reservas de petróleo de Libia se sitúan en la cuenca del Golfo de Sirte al este de Libia. (Véase mapa más abajo).

Libia es un Premio de Economía. “La guerra es buena para hacer negocios”. El petróleo es el trofeo de las guerras que EEUU y la OTAN emprenden.

Wall Street, los gigantes petroleros anglo-estadounidenses, los productores de armas de la UE y EEUU serían los beneficiarios tácitos de una campaña militar de EEUU y la OTAN contra Libia.

El petróleo libio es un filón para las grandes del petróleo anglo-estadounidenses. Aunque el valor del crudo en el mercado supera en la actualidad los 100 dólares el barril, el coste del petróleo libio es extremadamente bajo, hasta 1 dólar USA el barril (según una estimación). Como un experto del mercado del petróleo comentó de forma un tanto críptica:

    “Con el crudo a 110 dólares en el mercado mundial, una operación sencilla de matemáticas muestra que Libia tiene un margen de beneficio de 109 dólares.” (Libya Oil, Libya Oil One Country’s $109 Profit on $110 Oil”, EnergyandCapital.com, 12 marzo 2008).

Intereses petroleros extranjeros en Libia

Entre las compañías petroleras extranjeras que operaban en Libia antes de la insurrección bia figuran la TOTAL francesa, la ENI italiana, la China National Petroleum Corp (CNPC), British Petroleum, el consorcio petrolero español REPSOL, ExxonMobil, Chevron, Occidental Petroleum, Hess, Conoco Phillips.

Es importante señalar que China juega un papel central en la industria del petróleo libia. La China National Petroleum Corp (CNPC) tenía, hasta el momento de la repatriación tras los últimos acontecimientos, una fuerza laboral en Libia de 30.000 chinos. Contrasta con la British Petroleum (BP), que tenía tan sólo 40 trabajadores, que fueron también repatriados.

El 11% de las exportaciones petroleras libias va a parar a China. Aunque no hay cifras sobre el tamaño y la importancia de las actividades de exploración y producción de la CNPC, hay indicadores de que son considerables.

En términos generales, Washington considera que la presencia de China en el Norte de África constituye una intrusión. Desde una posición geopolítica, China supone una invasión. La campaña militar contra Libia es también un intento de excluir a China del Norte de África.

También es importante el papel de Italia. ENI, el consorcio petrolero italiano saca 244.000 barriles de gas y petróleo, lo que representa casi el 25% del total de las exportaciones libias. (Sky News: “Foreign oil firms halt Libyan operations”, 23 febrero 2011).

Entre las compañías estadounidenses en Libia, Chevron y la Occidental Petroleum (Oxy) decidieron hace apenas seis meses (octubre 2010) no renovar sus licencias de exploración de gas y petróleo en Libia. (“Why are Chevron and Oxy leaving Libya?” Voice of Russia, 6 octubre 2010). En contraste, en noviembre de 2010, la compañía petrolera alemana R.W. DIA E firmó un acuerdo de gran alcance con la NOC libia que implicaba compartir la producción y exploración (AfricaNews-Libya: “German oil firm signs prospecting deal).

Los intereses financieros, así como el “botín de guerra”, son extremadamente altos. La operación militar responde a un intento de desmantelar las instituciones financieras de Libia, así como de confiscar miles de millones de dólares de los activos financieros libios depositados en bancos occidentales.

Habría que subrayar que las capacidades militares de Libia, incluido su sistema de defensa aérea, son débiles.

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Concesiones petroleras libias

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El nuevo mapa de África

Libia tiene las mayores reservas de petróleo en África. El objetivo de la interferencia de EEUU y la OTAN es estratégico: consiste en un saqueo total, en el robo de la riqueza petrolífera de la nación bajo el disfraz de una intervención humanitaria.

Esta operación militar es un intento de establecer la hegemonía estadounidense en el Norte de África, una región históricamente dominada por Francia y, en menor medida, por Italia y España.

Con respecto a Túnez, Marruecos y Argelia, el diseño de Washington busca debilitar los lazos políticos de estos países con Francia y presionar para instalar nuevos regímenes políticos que tengan una estrecha relación con EEUU. Este debilitamiento de Francia es parte del diseño imperial estadounidense. Es un proceso histórico que se remonta a las guerras en Indochina.

Redistribución colonial de Africa (1913)

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La intervención de EEUU y la OTAN buscando la eventual formación de un régimen-títere de EEUU es también un intento de excluir a China de la región arrebatándole el puesto que ocupa la China National Petroleum Corp. Los gigantes del petróleo anglo-estadounidense, entre los que estaría la British Petroleum, que firmó un contrato de exploración en 2007 con el gobierno de Gadafi, están entre los potenciales “beneficiarios” de la operación militar diseñada por EEUU y la OTAN.

En un sentido más amplio, lo que está en juego es el diseño de un nuevo mapa de África, otro proceso de redistribución neocolonial, el desguace de las demarcaciones de la Conferencia de Berlín de 1884: la conquista de África por EEUU en alianza con Gran Bretaña en una operación dirigida por EEUU y la OTAN.

Libia: La puerta estratégica sahariana al África Central

Libia tiene fronteras con varios países que están dentro de la esfera de influencia de Francia, entre ellos Argelia, Túnez, Níger y el Chad.

El Chad es potencialmente una economía rica en petróleo, ExxonMobil y Chevron tienen intereses en el Sur del Chad, incluido un proyecto para un oleoducto. El Sur del Chad es una puerta hacia la región de Darfur en Sudán, que también tiene valor estratégico como consecuencia de su riqueza petrolera.

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Fuente www.hobotraveler.com

China tiene intereses petrolíferos tanto en Chad como en Sudán. La China National Petroleum Corp firmó un acuerdo de largo alcance con el gobierno del Chad en 2007.

Níger es también un punto estratégico para EEUU en vista de sus amplias reservas de uranio. En el momento actual, Francia domina la industria de uranio en Níger a través del conglomerado nuclear francés Areva, anteriormente conocido como Corema. China participa también de la industria de uranio de Níger.

En sentido más general, la frontera sur de Libia resulta de interés estratégico para EEUU en su búsqueda para extender su esfera de influencia en el África francófona, un inmenso territorio que se extiende desde el Norte de África hasta el Centro y Oeste del continente. Históricamente, esta región formó parte de los imperios coloniales de Francia y Bélgica, cuyas fronteras se establecieron en la Conferencia de Berlín de 1884.

EEUU jugó un papel pasivo en la Conferencia de Berlín de 1884. Este nuevo reparto del continente africano del siglo XXI, basado en el control del petróleo, del gas natural y de minerales estratégicos (cobalto, uranio, cromo, manganeso, platino y uranio) es en gran medida consecuencia de los intereses corporativos dominantes anglo-estadounidenses.

La interferencia estadounidense en el Norte de África redefine la geopolítica de toda una región. Socava los intereses de China y eclipsa la influencia de la Unión Europea.

Este nuevo trazado de África no sólo debilita el papel de las antiguas potencias coloniales (incluidas Francia e Italia) en el Norte de África, sino que también forma parte de un proceso más amplio de desplazamiento y debilitamiento de Francia (y Bélgica) sobre una gran parte del continente africano.

EEUU ha instalado en gran parte del continente africano una serie de regímenes-títere en países que históricamente estuvieron en la esfera de influencia de Francia (y Bélgica), incluyendo la República del Congo y Ruanda. Está previsto que varios países del Oeste de África (entre ellos Costa de Marfil) se conviertan en estados por poderes de EEUU.

La Unión Europea depende fuertemente del flujo del petróleo libio. El 85% de ese petróleo se vende a países europeos. En el caso de una guerra con Libia, el suministro de petróleo a Europa Occidental podría verse interrumpido, afectando en gran medida a Italia, Francia y Alemania. El 30% del petróleo de Italia y el 10% de su gas se importan de Libia. El gas libio discurre a través del gasoducto Greenstream que atraviesa el Mediterráneo.

Greenstream: el gasoducto que une Libia con Italia

Las implicaciones de esas potenciales interrupciones pueden ser de largo alcance. También repercutirán directamente en la relación entre Estados Unidos y la Unión Europea.

Comentarios finales

Los medios de comunicación dominantes, mediante una desinformación masiva, están siendo cómplices al justificar una agenda militar que, si llega a ponerse en marcha, tendría devastadoras consecuencias no sólo para el pueblo libio: los impactos sociales y económicos se dejarían sentir en el mundo entero.

Por el momento hay tres escenarios de guerra distintos en la amplia región que conforman Oriente Medio y Asia Central: Palestina, Afganistán e Iraq. En el caso de un ataque contra Libia, se abriría un cuarto escenario en el Norte de África, con riesgo de una escalada militar.

La opinión pública debe tener conocimiento de la agenda oculta tras esta supuesta intervención humanitaria, anunciada como “Guerra Justa” por los jefes de estado y los jefes de gobierno de países de la OTAN. La teoría de la Guerra Justa tanto en su versión clásica como contemporánea defiende la guerra como “operación humanitaria”. Llama a la intervención militar a partir de supuestos morales y éticos contra “estados canallas” y “terroristas islámicos”. La teoría de la Guerra Justa se utilizar para satanizar al régimen de Gadafi a la vez que proporciona un mandato humanitario a la intervención militar de EEUU y la OTAN.

Los jefes de estado y de gobierno de los países de la OTAN son los arquitectos de la guerra y destrucción en Iraq y Afganistán. A través de una lógica tremendamente tortuosa, se les aclama como las voces de la razón, como los representantes de la “comunidad internacional”.

Las realidades se trastocan. Unos criminales de guerra, indiscutibles guardianes de la teoría de la Guerra Justa, lanzan una intervención humanitaria desde sus altos puestos de poder.

Abu Ghraib, Guantánamo… Las víctimas civiles en Pakistán como consecuencia de los ataques con aviones no tripulados sobre pueblos y ciudades ordenados por el presidente Obama no son precisamente noticias que aparezcan en primera plana, ni tampoco los dos millones de civiles muertos en Iraq.

No existe eso de la “Guerra Justa”. Hay que comprender la historia del imperialismo estadounidense. El Informe del 2000 del Proyecto del New American Century (PNAC) se titulaba “Rebuilding America’s Defenses” y pedía la puesta en marcha de una guerra larga, una guerra de conquista. Uno de los principales componentes de esa agenda militar es el siguiente: “Combatir para ganar contundentemente en múltiples y simultáneos escenarios bélicos”.

La “Operación Libia” es parte de ese proceso. Es otro de los escenarios en la lógica del Pentágono de “escenarios de guerra simultáneos”.

El documento del PNAC refleja fielmente la evolución de la doctrina bélica estadounidense desde 2001. EEUU tiene planeado implicarse simultáneamente en varios escenarios bélicos en diferentes regiones del mundo.

Si bien proteger a EEUU sigue siendo un objetivo de la “Seguridad Nacional” de los EEUU, el informe del PNAC explica detalladamente por qué son necesarios todos esos escenarios múltiples de guerra. Y en el mismo no se menciona siquiera la justificación humanitaria.

¿Cuál es el objetivo de la hoja de ruta del ejército de EEUU?

Atacarán Libia porque es uno de los varios países que se mantiene fuera de la órbita de influencia de EEUU y que no se ha avenido a las demandas estadounidenses. Libia es un país que ha sido seleccionado para integrar una “hoja de ruta” bélica que consiste en “múltiples y simultáneos escenarios de guerra”. En palabras del ex Comandante en Jefe de la OTAN General Wesley Clark:

    “En noviembre de 2001, en el Pentágono, uno de los oficiales de alto rango del estado mayor del ejército tuvo tiempo para charlar. ‘Sí, todavía seguimos con los planes contra Iraq’, dijo. Pero había más. ‘Eso se discutió como parte de una campaña para cinco años’, dijo, y había ‘un total de siete países en la agenda: se empezaría con Iraq, después Siria, Líbano, Libia, Irán, Somalia y Sudán’…” (Wesley Clark, “Winning Modern Wars”, página 130).

Fuente: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=23605

Written by Eduardo Aquevedo

15 marzo, 2011 at 22:04

El colapso del viejo orden petrolero…

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Cómo terminará la era del petróleo
Tom Dispatch
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Introducción del editor de TomDispatch

La media del precio de la gasolina en el surtidor actualmente es de 3,65 dólares por galón en California y ya ha llegado a 4 dólares en San Francisco y Chicago. En todo el país cuesta 3,38 dólares, un aumento de 20 centavos en la última semana (seis centavos sólo el viernes pasado). Mientras tanto, en sus declaraciones ante el Comité Bancario del Senado el martes, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, habló con optimismo de la economía y negó que el aumento del precio del petróleo impulsado por la agitación en Medio Oriente pudiera tener ninguna repercusión. «El resultado más probable —dijo— es que el reciente aumento en los precios de las materias primas lleve, en el peor de los casos, a un aumento temporal y relativamente modesto de la inflación de los precios para los consumidores estadounidenses».

Por supuesto, damos por sentado que nadie que circule con su coche dentro de la carretera de circunvalación de Washington tiene que llenar el depósito de gasolina. Para ellos, el dolor en la gasolinera puede ser «temporal y relativamente modesto», pero vaya a decírselo al 9% de estadounidenses desocupados (según las estadísticas oficiales) que todavía tienen que conducir un coche, en lo que a Bernanke y a cualquier otro que no esté sufriendo les parece que no es una recesión. En 1940, el último año de la Gran Depresión, la tasa de desempleo fue 14,6%, y en esos días todavía no habían dejado de contar a los que estaban demasiado desalentados como para buscar trabajo. En ese sentido, considera lo que está sucediendo en los surtidores como algo equivalente al asesinato del sustento y ahora imagina que, al llegar el verano (si no mucho antes), el precio de un galón de gasolina a nivel nacional podría, como antes de la catástrofe económica global de 2008, acercarse a la marca de los 4 dólares por galón, y tal vez seguir aumentando.

Después de todo, los temores por el oro líquido, como lo dijo recientemente la página de negocios del New York Times, «han puesto nervioso al mundo del petróleo», y ya se oyen los primeros murmullos que temen una próxima «crisis del petróleo» o incluso que el surtidor marque los 5 dólares. Y con razones. El suministro de petróleo de Medio Oriente es ahora mucho más vulnerable ante todo tipo de trastornos, incluido el sabotaje, de que lo que mucha gente piensa. Como escribió recientemente Juan Cole: «Los trabajadores en el Golfo [Pérsico] descontentos con sus vidas, a diferencia de los maestros de escuela de Wisconsin, pueden desestabilizar la economía si así lo deciden». Y hay que recordar que es sólo el punto de vista a corto plazo. Si se trata de un experto en energía como Michael Clare, colaborador regular de TomDispatch, autor de Rising Powers, Shrinking Planet, perpetuamente adelantado a los acontecimientos cuando se trata de un futuro de recursos limitados, sabremos que es solo el comienzo del fin de la era del petróleo y parte de nuestro duro ingreso a un mundo de energía extrema. Tom

El colapso del viejo orden petrolero

Cómo terminará la era del petróleo

Michael T. Klare 

Sea cual sea el resultado de las protestas, levantamientos, y rebeliones que ahora afectan a Medio Oriente, una cosa es segura: el mundo del petróleo cambiará para siempre. Hay que considerar todo lo que está sucediendo sólo como el primer temblor de un terremoto que estremecerá hasta la médula a nuestro mundo.

Durante un siglo, a partir del descubrimiento de petróleo en el sudoeste de Persia, antes de la Primera Guerra Mundial, las potencias occidentales han intervenido repetidamente en Medio Oriente para asegurar la supervivencia de gobiernos autoritarios dedicados a producir petróleo. Sin semejantes intervenciones, la expansión de las economías occidentales después de la Segunda Guerra Mundial y la actual opulencia de las sociedades industriales serían inconcebibles.

Esa, sin embargo, sería la noticia que debiera estar en las primeras planas de los periódicos por doquier: El viejo orden petrolero se muere y, con su defunción, veremos el fin del petróleo barato y fácilmente accesible; para siempre.

El fin de la era del petróleo 

Tratemos de apreciar lo que exactamente está en peligro en el tumulto actual. Para comenzar, casi no hay modo de hacerle honor al papel crítico jugado por el petróleo de Medio Oriente en la ecuación energética del mundo. Aunque el carbón barato alimentó la Revolución Industrial original, alimentando los ferrocarriles, los barcos a vapor, y las fábricas, el petróleo barato ha posibilitado el automóvil, la industria de la aviación, los barrios residenciales, la agricultura mecanizada, y la explosión de la globalización económica. Y mientras fueron sólo un puñado de áreas clave en la producción de petróleo las que lanzaron la Era del Petróleo (EE.UU., México, Venezuela, Rumania, el área alrededor de Bakú, en lo que era entonces el imperio zarista ruso, y las Indias Orientales Neerlandesas), es el Medio Oriente el que ha satisfecho la sed de petróleo del mundo desde la Segunda Guerra Mundial.

En 2009, el año más reciente para el que existe ese tipo de datos, BP informó que los proveedores en Medio Oriente y el Norte de África produjeron en total 29 millones de barriles al día, o sea, un 36% del suministro total de petróleo del mundo. Esta información no nos da ni la más remota idea de la importancia de la región para la economía petrolera. Más que ninguna otra área, Medio Oriente ha canalizado su producción hacia mercados de exportación para satisfacer el hambre de energía de potencias importadoras de petróleo como EE.UU., China, Japón, y la Unión Europea (UE). Estamos hablando de 20 millones de barriles canalizados cada día a los mercados de exportación. Comparemos eso con Rusia, el mayor productor individual del mundo, con siete millones de barriles en petróleo exportable, el continente africano con seis millones, y Suramérica con sólo un millón.

Lo que pasa es que los productores de Medio Oriente serán aún más importantes en los años por venir porque poseen lo que se calcula en dos tercios de las reservas no explotadas del petróleo restante. Según las recientes estimaciones del Departamento de Energía de EE.UU., Medio Oriente y el Norte de África proveerán en su conjunto aproximadamente un 43% del suministro mundial de crudo de petróleo en 2035 (un aumento, en comparación con un 37% en 2007), y producirán una parte aún mayor del petróleo exportable del mundo.

Dicho en pocas palabras: la economía mundial requiere de un creciente suministro de petróleo asequible. Sólo Medio Oriente puede proveerlo. Por eso, los gobiernos occidentales han apoyado durante mucho tiempo regímenes autoritarios «estables» en toda la región, suministrando y entrenando regularmente a sus fuerzas de seguridad. Ahora, ese orden embrutecedor y petrificado, cuyo mayor éxito fue producir petróleo para la economía mundial, se está desintegrando. No hay que contar con ningún nuevo orden (o desorden) que suministre suficiente petróleo barato para preservar la Era del Petróleo.

Para apreciar por qué será así, conviene presentar una pequeña lección de historia.

El golpe iraní 

Después de que la Compañía Anglo-Persa de Petróleo (APOC) descubriera petróleo en Irán (conocido entonces como Persia) en 1908, el gobierno británico intentó ejercer su control imperial sobre el Estado persa. El creador principal de ese impulso fue el Primer Lord del Almirantazgo, Winston Churchill. Después de ordenar la conversión de los barcos de guerra británicos de carbón a petróleo antes de la Primera Guerra Mundial y determinado a colocar una importante fuente de petróleo bajo el control de Londres, Churchill orquestó la nacionalización de APOC en 1914. En la víspera de la Segunda Guerra Mundial, el entonces primer ministro Churchill supervisó la remoción del gobernante pro alemán de Persia, Shah Reza Pahlavi, y el predominio de su hijo de 21 años, Mohamed Reza Pahlavi.

Aunque tendía a ensalzar sus (míticos) vínculos con los imperios persas del pasado, Mohamed Reza Pahlavi fue un instrumento al servicio de los británicos. Sus súbditos, sin embargo, se mostraron cada vez menos dispuestos a tolerar el servilismo ante los déspotas imperiales de Londres. En 1951, el democráticamente elegido primer ministro Mohamed Mossadeq obtuvo el apoyo parlamentario para la nacionalización de la APOC, rebautizada para entonces como Compañía Petrolera Anglo-Iraní (AIOC). La acción fue extremadamente popular en Irán, pero en Londres provocó el pánico. En 1953, para salvar su gran presea, los dirigentes británicos conspiraron infamemente con el gobierno del presidente Dwight Eisenhower y la CIA para organizar un golpe de Estado que depuso a Mossadeq y trajo al Shah Pahlavi de vuelta de su exilio en Roma, una historia relatada recientemente con mucho estilo por Stephen Kinzer en All the Shah’s Men.

Hasta que fue derrocado en 1979, el Shah ejerció un control implacable y dictatorial sobre la sociedad iraní, gracias en parte a la generosa ayuda militar y policial de EE.UU. Primero aplastó a la izquierda secular, aliada de Mossadeq, y luego a la oposición religiosa, encabezada desde el exilio por Ayatolá Ruhollah Jomeini. Frente a su brutal contacto con el equipamiento policial y carcelario suministrado por EE.UU., los oponentes del shah llegaron a detestar en la misma medida a su monarquía y a Washington. En 1979, por cierto, el pueblo iraní salió a las calles, el shah fue derrocado y Ayatolá Jomeini llegó al poder.

Se puede aprender mucho de esos eventos que llevaron al actual impasse en las relaciones entre EE.UU. e Irán. El punto crucial que hay que comprender, sin embargo, es que la producción de petróleo iraní nunca se recuperó de la revolución de 1979-1980.

Entre 1973 y 1979, Irán había logrado una producción de casi seis millones de barriles de petróleo por día, una de las mayores del mundo. Después de la revolución, AIOC (rebautizada como British Petroleum, o después simplemente BP) fue nacionalizada por segunda vez, y los gerentes iraníes volvieron a hacerse cargo de las operaciones de la compañía. Para castigar a los nuevos dirigentes de Irán, Washington impuso duras sanciones comerciales, obstaculizando los esfuerzos de la compañía petrolera estatal de obtener tecnología y ayuda extranjera. La producción iraní cayó a dos millones de barriles por día e incluso dos décadas después, ha vuelto a sólo poco más de cuatro millones de barriles por día, a pesar de que el país posee las segundas de reservas por su tamaño de petróleo después de Arabia Saudí.

Los sueños del invasor 

Iraq siguió una trayectoria inquietantemente similar. Bajo Sadam Hussein, la Compañía de Petróleo de Iraq (IPC), estatal, produjo hasta 2,8 millones de barriles al día hasta 1991, cuando la Primera Guerra del Golfo con EE.UU. y las sanciones resultantes hicieron caer la producción a medio millón de barriles al día. Aunque en 2001 la producción había vuelto a subir a casi 2,5 millones de barriles al día, nunca volvió a llegar a los niveles anteriores. Mientras el Pentágono se preparaba para la invasión de Iraq a fines de 2002, los círculos informados del gobierno de Bush y los expatriados iraquíes bien conectados hablaban como en sueños de una futura era dorada en la cual las compañías petroleras extranjeras volverían a ser invitadas al país, la compañía petrolera nacional sería privatizada, y la producción llegaría a niveles nunca vistos anteriormente.

¿Quién puede olvidar el esfuerzo que el gobierno de Bush y sus funcionarios en Bagdad invirtieron en la realización de su sueño? Después de todo, los primeros soldados estadounidenses en llegar a la capital protegieron el edificio del Ministro del Petróleo, incluso mientras soltaban a saqueadores iraquíes en el resto de la ciudad. L. Paul Bremer III, el procónsul elegido posteriormente por el presidente Bush para supervisar el establecimiento de un nuevo Iraq, llevó a un equipo de ejecutivos petroleros estadounidenses para supervisar la privatización de la industria petrolera del país, mientras el Departamento de Energía de EE.UU. predecía con confianza en mayo de 2003 que la producción iraquí aumentaría a 3,4 millones de barriles por día en 2005, 4,1 millones de barriles en 2010, y 5,6 millones en 2020.

Nada de esto sucedió, claro está. Para muchos iraquíes de a pie, la decisión de EE.UU. de dirigirse de inmediato al edificio del Ministerio del Petróleo fue un momento decisivo, un instante que transformó en cólera y hostilidad el posible apoyo para el derrocamiento de un tirano. El impulso de Bremer por privatizar la compañía petrolera estatal produjo, de la misma manera, una encarnizada reacción nacionalista entre los ingenieros iraquíes del petróleo, quienes esencialmente torpedearon el plan. En seguida, estalló la insurgencia suní hecha y derecha. La producción de petróleo bajó rápidamente, llegando a un promedio de tan sólo 2 millones de barriles por día entre 2003 y 2009. En 2009, finalmente volvió a la marca de 2,5 millones de barriles, lejos de esos soñados 4,1 millones.

Es fácil llegar a una conclusión: los esfuerzos de extraños por controlar el orden político en Medio Oriente para obtener una mayor producción de petróleo generarán inevitablemente presiones contrapuestas que resultarán en una disminución de la producción. EE.UU. y otras potencias que observan los levantamientos, rebeliones, y protestas que estallan en Medio Oriente deberían ciertamente tener cuidado: sean cuales sean sus deseos políticos o religiosos, las poblaciones locales siempre llegan a albergar una hostilidad feroz y apasionada a la dominación extranjera y, a la hora de la verdad, elegirán la independencia y la posibilidad de libertad antes que el aumento de la producción de petróleo.

Puede que las experiencias de Irán e Iraq no sean comparables en el sentido usual con las de Argelia, Bahréin, Egipto, Iraq, Jordania, Libia, Omán, Marruecos, Arabia Saudí, Sudán, Túnez, y Yemen. Sin embargo, todos ellos (y otros países que probablemente se sumarán al tumulto) exhiben algunos elementos del mismo molde político autoritario y todos están conectados con el viejo orden petrolero. Argelia, Egipto, Iraq, Libia, Omán, y Sudán son productores de petróleo. Egipto y Jordania protegen oleoductos vitales y, en el caso de Egipto, un canal esencial para el transporte de petróleo; Bahréin y Yemen, así como Omán, ocupan puntos estratégicos a lo largo de las principales vías marítimas del petróleo. Todos han recibido una ayuda militar estadounidense sustancial y/o albergado importantes bases militares de EE.UU. Y, en todos estos países, el grito es el mismo: «El pueblo quiere la caída del régimen».

Dos de esos regímenes ya han caído, tres se tambalean, y otros están en peligro. El impacto sobre los precios globales del petróleo ha sido rápido y despiadado: el 24 de febrero, el precio de entrega de crudo North Brent, un parámetro de la industria, casi llegó a 115 dólares el barril, el mayor desde la catástrofe económica global de octubre de 2008. El West Texas Intermediate, otra constante del crudo, cruzó amenazadoramente el umbral de los 100 dólares.

Por qué los saudíes son esenciales 

Hasta ahora, el productor más importante de Medio Oriente, Arabia Saudí, no ha mostrado señales obvias de vulnerabilidad, o los precios se hubieran disparado aún más. Sin embargo, la casa real del vecino Bahréin ya está en apuros; decenas de miles de manifestantes (más de un 20% de su población de medio millón) han salido repetidamente a las calles, a pesar de la amenaza de que se abriera fuego con munición de guerra, en un movimiento por la abolición del gobierno autocrático del rey Hamad ibn Isa al-Khalifa, y su reemplazo por un régimen genuinamente democrático.

Esos eventos son especialmente preocupantes para la dirigencia saudí, ya que el ímpetu por el cambio en Bahréin es dirigido por la maltratada población chií del país contra la elite suní gobernante, atrincherada en el poder. Arabia Saudí también contiene una gran población chií, aunque no mayoritaria como en Bahréin, que también ha sufrido discriminación por parte de los gobernantes suníes. Hay ansiedad en Riad ante la posibilidad de que la explosión en Bahréin pueda extenderse a la Provincia Oriental, rica en petróleo y la única área del reino en la cual los chiíes son mayoría, desafiando así al régimen. En parte para prevenir cualquier rebelión juvenil, el rey Abdullah, de 87 años, acaba de prometer 10.000 millones de dólares en subvenciones, como parte de un paquete de cambios de 36.000 millones, en ayudas al matrimonio de los jóvenes ciudadanos saudíes, para que obtengan casas y apartamentos.

Incluso si la rebelión no llega a Arabia Saudí, el viejo orden del petróleo de Medio Oriente no puede ser reconstruido. Es seguro que el resultado será una disminución a largo plazo en la disponibilidad futura de petróleo exportable.

Tres cuartos de los 1,7 millones de barriles de petróleo que Libia produce a diario desaparecieron rápidamente del mercado al propagarse la agitación en ese país. Gran parte puede permanecer desconectado y fuera del mercado hasta un futuro indefinido. Se espera que Egipto y Túnez restauren pronto la producción, modesta en ambos países, a niveles anteriores a la rebelión, pero es poco probable que adopten el modelo de grandes sociedades conjuntas con firmas extranjeras que podrían aumentar la producción mientras diluyen el control local. Iraq, cuya principal refinería de petróleo fue muy dañada por los insurgentes sólo la semana pasada, e Irán, no dan señales de ser capaces de aumentar significativamente la producción en los años por venir.

El protagonista crítico es Arabia Saudí, que acaba de aumentar la producción para compensar las pérdidas libias en el mercado global. Pero no hay que esperar que ese modelo se mantenga eternamente. Suponiendo que la familia real sobreviva la actual vuelta de levantamientos, indudablemente tendrá que desviar una mayor parte de su producción diaria de petróleo para satisfacer los crecientes niveles de consumo interno y alimentar a las industrias petroquímicas locales, que pueden suministrar puestos de trabajo mejor remunerados a una población intranquila y en rápido crecimiento.

Entre 2005 y 2009, los saudíes usaron cerca de 2,3 millones de barriles al día, dejando cerca de 8,3 millones de barriles para la exportación. Sólo si Arabia Saudí sigue suministrando por lo menos tanto petróleo a los mercados mundiales, el mundo podrá llegar a satisfacer las necesidades mínimas de petróleo previstas. No es probable que así sea. Los miembros de la familia real saudí se han mostrado renuentes a aumentar la producción sobre los 10 millones de barriles al día, por temor a dañar sus yacimientos restantes y a causar baja en los futuros ingresos de sus numerosos descendientes. Al mismo tiempo, se espera que el aumento en la demanda interior consuma una parte cada vez mayor de la producción neta de Arabia Saudí. En abril de 2010, el director ejecutivo de Saudi Aramco, de propiedad estatal, Khalid al-Falih, predijo que el consumo interno podría llegar al asombroso nivel de 8,3 millones de barriles diarios en 2028, dejando sólo unos pocos millones de barriles disponibles para la exportación, con lo que se asegura que, si el mundo no puede cambiar a otras fuentes de energía, habrá una escasez extrema de petróleo.

En otras palabras, si se traza una trayectoria razonable de los actuales eventos en Medio Oriente, ya se ve lo que se avecina. Ya que ninguna otra área es capaz de reemplazar al Medio Oriente como el principal exportador de petróleo del mundo, la economía petrolera se debilitará y con ella, la economía global en su conjunto.

Hay que considerar el reciente aumento en el precio del petróleo como sólo un débil y temprano temblor que anuncia el terremoto petrolero que tendrá lugar. El petróleo no desaparecerá de los mercados mundiales, pero en las próximas décadas no volverá a llegar a los volúmenes necesarios para satisfacer la demanda mundial proyectada, lo que significa que, más temprano que tarde, la escasez se convertirá en la condición dominante en el mercado. Sólo el rápido desarrollo de fuentes alternativas de energía y una dramática reducción del consumo de petróleo salvarán al mundo de las peores repercusiones económicas.

…………

Michael T. Klare es profesor de estudios de Paz y Seguridad Mundial en el Hampshire College. Su último libro es Rising Powers, Shrinking Planet: The New Geopolitics of Energy (Metropolitan Books). 

Copyright 2011 Michael T. Klare

Fuente: http://www.tomdispatch.com/blog/175362/

Rebelion.org

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Written by Eduardo Aquevedo

13 marzo, 2011 at 17:23

La revolución árabe durará años y afectará a todo el sistema global…

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Protagonistas y expertos debaten en CaixaForum de Barcelona sobre los profundos cambios que se están produciendo en el mundo musulmán

J. M. MARTÍ FONT – Barcelona – 10/03/2011

El Ejército todavía mantiene el control en Egipto e intenta frenar las demandas de la revolución, pero "no hay vuelta atrás" y el impacto de esta revolución "postislamista" trascenderá el mundo árabe y musulmán para afectar a todo el sistema global en el que vivimos. Por otra parte, el papel de las redes sociales como Facebook o Twitter, ha sido importante en la revolución egipcia y tunecina, pero su impacto ha sido magnificado. Así piensan algunos de los protagonistas como el director de cine y bloguero egipcio Basel Ramsis, o pensadores árabes afincados en España como Sirin Adlbi, profesora de Estudios Internacionales Mediterráneos de la Universidad Autonóma de Madrid; Hafid Aarab, portavoz de la Liga de Imanes de España y Rachid Aarab, profesor de Historia del Islam de la Universidad de Barcelona, que han participado en el debate sobre las revoluciones en el mundo árabe, calebrado en el CaixaForum de Barcelona, moderado por el periodista de EL PAÍS Ignacio Cembrero.

El papel de Internet fue importante en las primeras convocatorias de manifestaciones como medio de comunicación entre la gente, reconoce Ramsis, pero luego, cuando el régimen de Mubarak cerró la red, la revolución se propagó por el viejo sistema: el boca a boca. Ramsis, que estuvo en la plaza Tahrir, de El Cairo, durante esos días, recuerda como alguien dijo en aquel momento: "La revolución rusa se hizo sin Internet". La revolución, añade, solo está en su primera fase, y puede durar años, tal vez décadas, y afectará no sólo a los países del norte de África, sino a todo el mundo musulmán y al sistema global en el que ahora vivimos todos.

"Lo que hemos presenciado es una revolución por la libertad, y la gente quiere libertad, y no va a permitir que sea secuestrada por un grupo de islamistas que se la quiera arrebatar. Esta es una revolución postislamista, hay una transformación", dijo Sirin Adlbi. El mundo árabe "busca su legitimidad, su dignidad", añadió Rachid Aarab.

¿Dejará Occidente que siga adelante esta revolución o intervendrá antes de que se les escapen de las manos la energía y sus inversiones? "Si cae el dictador libio Gadafi caerán muchas cosas en Occidente. Esto es clave", piensa Adlbi, "Pueden intentar pararlo, pero hagan lo que hagan el proceso es irreversible". La "irreversibilidad" de una revolución cuyo motor es la "dignidad y la libertad", fue anoche otra de las palabras clave del vivo e intenso debate que tuvo lugar en el repleto auditorio del Caixa Forum barcelonés. "Tunez y Egipto muestran el camino", señaló Rachid Aarab, que considera que no hay vuelta atrás porque "la gente no tiene nada que perder". El pueblo libio, añadió, ha demostrado lo falsos que son los estereotipos que aseguraban que era una sociedad tribal en la que todos luchaban entre sí. "Las personas se han sumado al interés común, porque el camino hacia la dignidad es común".

En este sentido, la reciente decisión del rey Mohamed VI de Marruecos de renunciar a algunos de sus derechos omnímodos, les sonaba a los presentes como un tanto tardía, producto de las presiones sociales y que si hace tres meses podría sonar sorprendente ahora ya no lo es. "Hay que hablar de legitimidad, y todavía estamos hablando de poder, sea república o monarquía. El ritmo ya es otro y esto es determinante", apuntó Hafid Aarad. El discurso del rey, añadió, no ha sorprendido a nadie, como habría podido hacerlo solo hace tres meses. "Las respuestas son tímidas respecto a las exigencias del pueblo, y muy alejadas del nuevo marco árabe".

"Hay un antes y un después de esta revolución, pero también a nivel global", piensa Sirin Adlab, "las consecuencias de estas revoluciones tienen más amplitud, van a cuestionar directamente el sistema global en el que nos encontramos ahora. Estamos en los inicios de una nueva era". Occidente debe cambiar su postura, añade, que hasta ahora ha sido la de mantener dictaduras y sostener modelos en su beneficio y el de un puñado de autócratas. Y en Occidente acusa, todavía está muy viva la islamofobia.

Sobre el futuro inmediato de Egipto hay ciertas dudas. En una primera fase, piensa Basel Ramsis, la figura de Mohamed El Baradei, pese a que ha perdido mucho prestigio y no sabe nada sobre Egipto, donde la gente le llama "el turista", es posible que pueda recobrar una cierta fuerza. "Porque no hay líderes; la revolución egipcia es una revolución sin líderes, incluso más que la tunecina, donde el sindicato articulaba una oposición, y El Baradei puede ser útil para dirigir la transición".

La reciente violencia entre musulmanes y cristianos coptos, que se ha llevado 11 vidas estos últimos días, podría estar generada por los servicios secretos del Gobierno. Cree Ramsis que el régimen es especialista en manipular estos enfrentamientos entre musulmanes y cristianos. El papel del Ejército no estuvo nunca claro, denuncia. "El día de los ataques a la gente de la plaza Tahrir, la policía abrió las cárceles para soltar a los delincuentes, que junto a los miembros de los servicios secretos atacaron a los manifestantes. Del 29 de enero hasta el 11 de febrero el Ejército intentaba mantener el régimen sin enfrentarse a la revolución. A partir del 11 de febrero, cuando se fue Mubarak, el Ejército tomó el control. Ahora, el Ejército y el resto del antiguo régimen intentan parar la revolución. Pero soy optimista porque he visto como hemos sido capaces de que cayera el régimen y podemos seguir adelante. Pero estas revoluciones van a seguir años. Entramos en otras fases".

http://www.elpais.com/articulo/internacional/revolucion/arabe/durara/anos/afectara/todo/sistema/global/elpepuint/20110310elpepuint_24/Tes

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Written by Eduardo Aquevedo

12 marzo, 2011 at 20:46

Publicado en GEOPOLITICA, MEDIO ORIENTE

Khadafi y la derecha en Israel…

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Por Robert Fisk *

A Beirut. Tormentas, abundantes lluvias. Mares que barren el pequeño puerto cerca de mi casa. Una reunión con un amigo cercano de un hijo de Khadafi. “Quiere una batalla, habibi, quiere una batalla. Quiere ser un gran héroe de los guerrilleros, el gran hombre que lucha contra los estadounidenses. Quiere ser el héroe libio que se enfrenta a los colonialistas. Cameron, Obama, ellos lo harán por él. Ellos le darán el título de héroe. Harán lo que él quiera.”

Hay mucho humo de cigarro en la habitación. Demasiado. De manera que al campo de refugiados en Mar Elias. Un hombre que escapó de las masacres de Sabra y Shatila en 1982, ahora canoso, de mi edad, mueve la cabeza ante la situación difícil de su gente en Libia. “¿Sabe que tenemos a 30.000 ahí, Robert? Khadafi los echó hace más de 10 años. La mayoría de ellos son de Gaza. Fueron ahí y los egipcios no los dejaban cruzar y los israelíes no los dejaban ir a sus casas, de manera que regresaron y ahora se quedan en Libia y esperan lo mejor de este tipo.”

Pobres palestinos. Debí saber que algo estaba pasando en Jerusalén el año pasado cuando un periodista israelí me preguntó sobre la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (Unrwa, por sus siglas en inglés), la agencia que se ha ocupado de los refugiados palestinos durante 60 años. “Estoy seguro –me anunció– de que tiene alguna conexión con el terrorismo, que juegan un rol para mantener vivo al terrorismo. ¿Qué están haciendo realmente en el Líbano?” En aquel momento pensé que esto era un poco extraño. Si hay una institución de la ONU que hace bien su trabajo es la Unrwa, ocupándose de alimentos, educación, salud y otras necesidades de millones de palestinos que perdieron –o cuyos padres o abuelos perdieron– sus hogares en 1948 y 1949 en lo que ahora es Israel.

Una visita a la suciedad de los campos en Sabra y Shatila en Beirut, o a Ein el-Helweh en Sidon, es suficiente para demostrarle a cualquiera que en medio de este pantano de miseria y desesperanza Unrwa es la única pobre cosa compasiva, mal financiada, con poco personal. Y sin embargo ahora toda la organización está siendo elegida por la derecha de Israel y sus (autoproclamados) partidarios como proveedores de oscuridad, “delegitimizadores”, una red de apoyo para los palestinos que debe ser destruida a no ser que los más pobres de los pobres –incluyendo aquellos en la miseria de Gaza– se hagan adictos a sus servicios sociales. Unrwa –me parece difícil creer que esto sea una cita real de un investigador en una importante universidad de Estados Unidos, pero lo es– ha “creado un terreno reproductor del terrorismo internacional”.

Supongo que podemos tanto llorar como reír, pero esto es un cruel –de verdad sanguinario– artículo que apareció en la revista norteamericana Commentary hace unas semanas, escrito por un tal Michael Bernstam, un tipo de la Hoover Institution de Stanford. Lo señalo no porque sea atípico, sino porque representa una creciente e implacable tendencia en el pensamiento de la derecha israelí, el tipo de brutalidad autoengañosa que se supone nos convencerá de que el destino de los más pobres de los pobres palestinos es la destrucción de sus campamentos. En su artículo, Bernstam realmente afirma que “durante 60 años Unrwa le ha estado pagando a cuatro generaciones de palestinos para que permanezcan refugiados, reproduzcan refugiados y vivan en campos de refugiados”, donde está “en efecto, financiando un autodestructivo ciclo palestino de violencia, recíproco derramamiento de sangre y una guerra perpetua contra Israel”. ¿Captan la idea? La ONU es la fuente de todo terror.

Hubo un tiempo en que este tipo de tontería habría sido ignorado, pero ahora es parte de una creciente narrativa peligrosa en la que la caridad es convertida en maldad, en la que una institución que provee ayuda a quizás el 95 por ciento de casi cinco millones de refugiados se convirtió en blanco. Como Unrwa en Gaza pareció convertirse en blanco en el baño de sangre de 2008-9, este asunto es de temer.

Pero un momento. La nota sigue. “El mandato de Unrwa creó un estado supranacional de bienestar en el que simplemente poniendo a la mayoría de los palestinos en el fondo de desempleo internacional eliminó los incentivos para el trabajo y la inversión y creó un terreno propicio para el terrorismo internacional. Es este plazo indefinido del estatus del refugiado el que pone el pan en la mesa en la casa que no paga alquiler, junto con una sarta de servicios que tampoco paga.” Esto les permite a los palestinos –ya verán– una “guerra de refugiados permanente como está alimentada por la particular afirmación del ‘derecho a volver’, el argumento de que se les debería dar a los palestinos un título de la tierra que ellos ocuparon antes de la independencia de Israel”.

Reparen en la palabra “ocupada”. Lejos de ser propietarios de la tierra, ellos ¡la “ocupaban”! Tenían un “particular” reclamo de “derecho a volver”. Y vean lo que viene ahora. “El reclamo del derecho a volver de los palestinos está dirigido a una diáspora histórica étnica de los descendientes de los refugiados perennes para repoblar otra nación-estado, Israel. Este no es el derecho de volver a un país: esto es el derecho de volver de un país, una reconquista después de una guerra perdida, un reclamo del derecho a retomar.”

Y asi sigue y sigue. Unrwa debería ser abolida, lo que “marcaría el fin del apoyo del cuerpo al aplazamiento de la agonía de palestina. Israel obviamente no es apropiado como un país de reasentamiento porque la integración ahí no es factible. En lugar de perpetuar el callejón sin salida que representa para los palestinos el estado de bienestar internacional, terminar con el reinado horroroso de seis décadas de Unrwa crearía instantáneamente las condiciones para comenzar en Medio Oriente un proceso de paz honesto, coherente y viable”.

Ahí está. Bernstam debería conocer a Khadafi. Tienen mucho en común. Total desprecio por los palestinos. Total abuso de gente que ha perdido su futuro y su vida. Total abuso para cualquiera salvo su propia tribu. ¿No fue Khadafi quien inventó la palabra “israeltino”?

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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12 marzo, 2011 at 11:45

La revuelta árabe remodela el orden mundial…

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M K Bhadrakumar, Asia Times Online
 

India, Brasil y Sudáfrica han fastidiado los planes de EE.UU., que hasta el martes parecían moverse inexorablemente hacia la imposición de una zona de exclusión aérea sobre Libia.

Presumiblemente EE.UU. todavía puede imponer dicha zona, pero entonces el presidente Obama tendrá que beber del cáliz envenenado y resucitar la controvertida doctrina de su predecesor del “unilateralismo” y de la “coalición de los dispuestos” posterior a la Guerra Fría. Si lo hace, a Obama no le quedará ningún sitio donde ocultarse y habrá fracasado en todo lo que ha hecho en su presidencia para neutralizar la imagen de “matón” de EE.UU.

Nueva Delhi auspició el martes una reunión a nivel de ministros de exteriores con Brasil y Sudáfrica, que debía haber sido una ocasión inocua para alguna cooperación retórica “Sur-Sur”. Al contrario, el evento llegó al terreno de un orden mundial atribulado y de un tambaleante sistema internacional contemporáneo. La reunión adoptó una clara posición negativa ante la creciente intención occidental de imponer una zona de exclusión aérea sobre Libia.

Todo indica que EE.UU. y sus aliados, que ayudan política, militar y financieramente a los rebeldes libios, esperaban conseguir un “pedido del pueblo libio” en un día o dos en el peor de los casos como una tapadera parra para solicitar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas un mandato para imponer sanciones bajo los auspicios de la OTAN. Los rebeldes libios son un grupo dividido: elementos nacionalistas se oponen acérrimamente a una intervención extranjera y los islamistas por su parte se oponen a cualquier intervención occidental.

“Unilateralismo”, la única opción sobre la mesa

Los ministros de defensa de la OTAN celebaron una reunión en Bruselas el martes para estudiar una posible intervención de la alianza en Libia. La asistencia a la reunión del secretario de defensa de EE.UU., Robert Gates, indica la importancia otorgada a la preparación de la eventual intervención de la alianza en Libia. Gates no participó en una reunión informal anterior de los ministros de defensa de la OTAN sobre Libia que se celebró cerca de Budapest hace una quincena.

La diplomacia de EE.UU. y Gran Bretaña actuó por una pista paralela llamando a una posición unificada de los rebeldes libios para buscar una intervención internacional en su país y específicamente en la forma de una zona de exclusión aérea. La Liga Árabe y la Unión Africana también mantienen una posición ambigua con respecto a ese tipo de zona.

El cálculo de Obama es que si se pudiera conseguir un “pedido del pueblo” libio, él y Occidente serían absueltos en términos históricos de la culpa de invadir a un país soberano miembro de las Naciones Unidas –por lo menos, desde un punto de vista moral y político– y también impulsaría a la Liga Árabe y a la Unión Africana hacia esa iniciativa.

Como también es un conocido intelectual calculador, Obama es un político singular y se puede confiar en que tenga un agudo sentido de la historia. Su predecesor George W. Bush habría actuado con “audacia” en circunstancias semejantes, una expresión que se asocia irónicamente a Obama.

La cita de Obama con la historia ciertamente lo fastidia en su toma de decisiones sobre Libia. Robert Fisk, el conocido cronista de asuntos de Medio Oriente para el periódico Independent de Londres, escribió el lunes un sensacional despacho en el que dice que el gobierno de Obama ha pedido la ayuda del rey Abdullah de Arabia Saudí para transportar en secreto armas estadounidenses a los rebeldes libios en Bengasi, que serían pagadas por Riad a fin de que la Casa Blanca no tenga que rendir cuentas al Congreso de EE.UU. y para que no haya un rastro que lleve a Washington.

La depravación moral de la iniciativa –contratar los servicios de un autócrata para ampliar las fronteras de la democracia– subraya el deseo obsesivo de Obama de camuflar cualquier intervención unilateral en Libia "negándola" a cualquier precio.

Y ahora viene el golpe duro de la reunión de Delhi. Los tres ministros de exteriores que pertenecen al foro conocido por el simpático acrónimo IBSA (India-Brasil-Sudáfrica) frustraron los mejores planes de Obama al emitir un comunicado conjunto el martes en el cual “subrayaron que una zona de exclusión en el espacio aéreo libio o cualquier medida coercitiva fuera de las previstas en la Resolución 1970, sólo se pueden contemplar legítimamente en pleno cumplimiento con la Carta de la ONU y dentro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”.

El ministro de eEteriores brasileño, Antonio de Aguiar Patriota, dijo a los medios en Delhi que la declaración del bloque IBSA constituye una “idea importante” de lo que piensa el mundo no occidental. Dijo: “El recurso a una zona de exclusión aérea es expeditivo cuando es adoptado por un país, pero debilita el sistema de seguridad colectiva y provoca consecuencias indirectas perjudiciales para el objetivo que tratamos de lograr”. Patriota agregó:

“Es muy problemático intervenir militarmente en una situación de agitación interior. Cualquiera decisión de adoptar una intervención militar tiene que considerarse en el marco de la ONU y en estrecha coordinación con la Unión Africana y la Liga Árabe. Es muy importante mantenerse en contacto con ellos e identificarse con su percepción de la situación.”

Explicó que medidas como una zona de exclusión aérea podrían empeorar una mala situación mala al incentivar sentimientos antiestadounidenses y antioccidentales “que no han aparecido hasta ahora”.

De igual importancia fue el hecho de que el trío de ministros de exteriores también redactó una declaración conjunta sobre la situación general en Medio Oriente. Bautizada como “Declaración del bloque IBSA”, reiteró la esperanza de los tres países de que los cambios que estremecen al Medio Oriente y al Norte de África deben “seguir un camino pacífico” y expresó su confianza en una “salida positiva en armonía con las aspiraciones de la gente”.

Una parte altamente significativa de la declaración fue su reconocimiento desde el principio de que el problema palestino se encuentra en el centro mismo de la gran alienación de Medio Oriente y que los “recientes sucesos en la región pueden ofrecer una posibilidad para una paz exhaustiva… Este proceso debería incluir la solución del conflicto israelí-palestino… que llevará a una solución de dos Estados, con la creación de un Estado palestino soberano, independiente, unido y viable, que coexista pacíficamente junto a Israel, con fronteras seguras, previas a 1967, y con Jerusalén Este como su capital.”

El ‘P-5’ pierde brillo

Israel se enfurecerá ante la declaración. Aparte de eso, ¿les importa a Obama y a la OTAN si tres países de tres continentes alejados defienden una posición común sobre una zona de exclusión aérea? ¿Quiénes son esos países después de todo? Pero, sí importa. Dicho simplemente, sucede que los tres países también sirven actualmente como miembros no permanentes en el Consejo de Seguridad de la ONU y sucede que su posición tiene una gran visibilidad en el orden de importancia mundial con respecto a Libia.

Las indicaciones en Delhi son que por lo menos otro miembro no permanente del Consejo de Seguridad es un “compañero de ruta”, el Líbano. Es decir “la voz árabe” en el Consejo de Seguridad. En breve, lo que escuchamos es una voz colectiva afro-asiática, árabe y latinoamericana y no se puede ignorar fácilmente. Todavía más importante es que la posición del IBSA coloca apor lo menos a dos potencias con derecho a veto permanente dentro del Consejo de Seguridad frente a un difícil dilema.

Rusia afirma que su política exterior se opone al “unilateralismo” de EE.UU. y que se ajusta estrictamente a los cánones del derecho internacional y de la carta de la ONU. China insiste en que representa a los países en desarrollo. Ahora, la posición del IBSA prácticamente imposibilita que se llegue a algún acuerdo "faustiano" con EE.UU. y las potencias occidentales con respecto a Libia dentro del grupo aislado de las potencias con derecho a veto del Consejo de Seguridad, conocido comúnmente como P-5.

Por ello, la declaración conjunta del IBSA, de modo muy parecido a la iniciativa turca-brasileña sobre el problema nuclear de Irán, se burla virtualmente de la hipocresía moral del P-5 y de su modo de actuar secreto.

Irónicamente, Delhi adoptó el comunicado del IBSA incluso mientras el vicepresidente de EE.UU., Joseph Biden, volaba hacia Moscú para amplias discusiones sobre la futura trayectoria del reajuste entre su país y Rusia. Cualquier trueque estadounidense-ruso con respecto a Libia dentro del ámbito del reajuste aparecería ahora como un acto de oportunismo político falto de principios.

El predicamento chino no será menos difícil si recurre a la realpolitik. China será anfitriona de la cumbre del BRIC (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en Pekín en abril. Tres de los BRIC provienen del IBSA. ¿Puede el BRIC permitirse un debilitamiento del comunicado conjunto del IBSA sobre Libia? ¿Puede China oponerse a la posición de tres destacados “países en desarrollo”?

En general, sin embargo, China podría dar un suspiro de alivio. La posición del IBSA podría disminuir la presión estadounidense sobre China y evitar que el tema de la zona de exclusión aérea en Libia se transforme en un tema bilateral chino-estadounidense. China cooperó en la resolución de la semana pasada del Consejo de Seguridad sobre Libia. Fue poco usual que China votara por una resolución con sabor a “intervención” en los asuntos internos de un país soberano.

Los comentaristas occidentales se mostraron eufóricos ante el cambio en la conducta china en la gran mesa de la política mundial y animaron a la dirigencia de Pekín a que finalmente se mostrara como una potencia mundial responsable dispuesta a trabajar con Occidente como “participante” en el sistema internacional, como hace Rusia.

Es evidente que se está intentado persuadir a China para que dé otro paso adelante y se deshaga de su otra línea roja con respecto a una zona de exclusión aérea. No hay ninguna señal de que China esté a punto de cruzar su línea roja sucumbiendo a los halagos. Pero, ahora bien, si China lo hiciera, quedaría expuesta a plena luz del día a la mirada de los países en desarrollo. Y a Pekín le resultará muy difícil encubrir semejante “pragmatismo” bajo el barniz de los principios. De alguna forma, por lo tanto, ha disminuido la presión sobre China en el tema de la zona de exclusión aérea.

India recupera su identidad

Surge un pensamiento interesante: ¿Está forzando India a actuar a China? Delhi ha tomado ciertamente nota de que la crisis libia dio a China una gran oportunidad para trabajar con EE.UU. en un espíritu cooperativo que tendría muchos efectos positivos para la relación general china-estadounidense. El tema de la zona de exclusión aérea habría sido un terreno en el cual China y EE.UU. podrían haber creado una alquimia enteramente nueva en su relación. Pekín sabe que la presidencia de Obama depende críticamente de cómo resuelva la crisis de Medio Oriente.

En todo caso, la acción de Delhi no se pude descartar como únicamente “centrada en China”. En términos geopolíticos, constituye una bofetada extremadamente visible en la cara de EE.UU. Y habrá que pagar un precio por la ira de Obama. Que Delhi esté dispuesta a pagar un precio semejante, -cuando hay tanto en juego en su intento de conseguir un sitio permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU– hace que la acción del IBSA sea altamente significativa. Por cierto ha pasado mucho tiempo antes de que Delhi haya decidido actuar y para que la consideren un frente importante de la política exterior estadounidense.

También es más que una coincidencia que la declaración apoye con vehemencia la causa palestina. India ha tomado el riesgo calculado de incurrir en el descontento de Israel y del lobby israelí en EE.UU. Además hay otras señales de que Delhi ha emprendido una revisión importante de sus políticas en Medio Oriente y el bloque IBSA es sólo un modelo de la reconsideración de esas políticas –y posiblemente ni siquiera la más trascendental para la geopolítica de la región.

Incluso cuando el IBSA adoptó su posición sobre Libia y la situación en Medio Oriente favoreciendo resueltamente el nacionalismo árabe, el Consejero Nacional de Seguridad de India, Shiv Shankar Menon, un responsable político clave de gran reputación como diplomático consumado, quien trabaja directamente con el primer ministro Manmohan Singh, estuvo involucrado en una conversación fascinante y significativa en otro sitio en Medio Oriente: con el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad.

Lejos de la vista de las cámaras de televisión, Menon entregó una carta de Manmohan a Ahmadineyad. Según la declaración emitida por la oficina de Ahmadineyad el dirigente iraní dijo a Menon:

“Irán e India son países independientes y jugarán papeles significativos en el desarrollo del futuro de los eventos internacionales… Las relaciones entre Irán e India son históricas y sustentables. Irán e India, debido a que se benefician de puntos de vista humanitarios hacia las relaciones internacionales, deberían tratar de desarrollar el futuro sistema mundial de manera que dominen la justicia y la amistad.

El mundo gobernante está llegando a su fin y está al borde del colapso. En las condiciones actuales, es muy importante cómo se desarrolle el futuro orden mundial y hay que tener cuidado de que aquellos que han impuesto el orden mundial opresor contra la humanidad no logren imponerlo de nuevo en un nuevo marco… Irán e India tendrán roles significativos en los futuros eventos en el mundo. Las culturas y orígenes de nuestras dos naciones son lo que el mundo necesita actualmente.”

Según las informaciones, Menon dijo a Ahmadineyad:

“Nueva Delhi está a favor del establecimiento de relaciones de gran amplitud con Irán, incluyendo vínculos estratégicos… muchas de las predicciones que usted [Ahmadineyad] hizo sobre los eventos políticos y económicos en el mundo se han vuelto realidad hoy en día y el orden mundial está pasando por alteraciones básicas, que han necesitado relaciones en permanente aumento entre Irán e India… Las relaciones entre la República Islámica de Irán y la República de India van más allá de las actuales relaciones políticas, y tienen sus raíces en sus culturas y civilizaciones y las dos naciones tienen grandes potenciales de mejoras en las relaciones bilaterales, regionales e internacionales.”

No hay nada que agregar. En suma, este tipo de intercambio político a alto nivel entre Irán e India era impensable hasta hace muy poco y destaca en qué medida ha cambiado Medio Oriente, el papel que juega Irán y las percepciones de Delhi y del modo de pensar indio al respecto.

Lo más importante es que la llegada de Menon a Teherán en la actual coyuntura tumultuosa en una importante misión política y diplomática que abre nuevos caminos para revitalizar el entendimiento estratégico entre India e Irán, y también subraya el creciente reconocimiento en la región de que la era de la dominación occidental en Medio Oriente está pasando inexorablemente a la historia y que el orden mundial no volverá a ser el mismo.

El embajador M. K. Bhadrakumar fue diplomático de carrera del Servicio Exterior de la India. Ejerció sus funciones en la extinta Unión Soviética, Corea del Sur, Sri Lanza, Alemania, Afganistán, Pakistán, Uzbekistán, Kuwait y Turquía

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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/MC10Ak03.html

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Written by Eduardo Aquevedo

12 marzo, 2011 at 2:53

El plan secreto de EE.UU. para armar a los rebeldes libios…

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Desesperado por evitar involucrarse militarmente en Libia, y ante la perspectiva de una prolongada lucha entre el régimen de Khadafi y sus opositores, Estados Unidos le pidió a Arabia Saudita si puede suministrar armas a los rebeldes en Benghazi. El reino saudita, que ya enfrenta el “día de la ira” cada viernes por parte de los musulmanes chiítas que tienen prohibido manifestarse, no respondió hasta ahora al pedido altamente clasificado de Washington, aunque el rey Abdulá odia personalmente al líder libio, quien trató de asesinarlo hace un año.

Por Robert Fisk *

El pedido de Washington concuerda con otras cooperaciones militares de Estados Unidos con los sauditas. La familia real en Jeddah, que estuvo profundamente involucrada en el escándalo Irán-Contras durante la administración Reagan, les dio apoyo inmediato a los esfuerzos estadounidenses para armar a los guerrilleros que luchaban contra el ejército soviético en Afganistán en 1980 y más tarde –para disgusto de los estadounidenses– también financió y armó a los talibán.

Pero los sauditas siguen siendo el único aliado árabe de Estados Unidos ubicado estratégicamente y capaz de proporcionar armas a la insurgencia de Libia. Su asistencia le permitiría a Washington negar cualquier participación militar en la cadena de suministros –aun cuando las armas serían estadounidenses y estarían pagadas por los sauditas–. A los sauditas se les dijo que los opositores a Khadafi necesitan misiles antitanques y morteros como primera prioridad para resistir los ataques de los blindados y misiles tierra-aire de Khadafi para derribar sus cazabombarderos.

Los suministros podrían llegar a Benghazi en 48 horas pero tendrían que ser entregados a bases aéreas en Libia o en el aeropuerto de Benghazi. Si los rebeldes entonces pudieran pasar a la ofensiva y atacar los bastiones de Khadafi en el oeste de Libia, disminuiría la presión política sobre Estados Unidos y la OTAN para establecer una zona de exclusión aérea.

Los estrategas militares norteamericanos ya dejaron en claro que una zona de este tipo necesitaría de ataques estadounidenses por aire contra bases de misiles antiaéreos, lo que llevaría a Washington directamente a una guerra, del lado de los opositores de Khadafi. Desde hace varios días hasta ahora, la vigilancia aérea de los Awacs estadounidense estuvo presente en Libia, haciendo contacto constante con el control del tráfico aéreo de Malta y pidiendo detalles de las pautas de los vuelos libios, incluyendo viajes hechos en las últimas 48 horas por el jet privado de Khadafi, que voló a Jordania y volvió a Libia justo antes del fin de semana.

Oficialmente, la OTAN sólo describirá la presencia de los aviones estadounidenses Awacs como parte de su Operación Active Endeavour post 11 de septiembre, que tiene un amplio alcance para emprender medidas aéreas contra el terrorismo en Medio Oriente.

Los datos de los Awacs son transmitidos a todos los países de la OTAN. Ahora que Khadafi se reinstauró como un super terrorista en el léxico occidental, la misión de la OTAN puede fácilmente ser usada para buscar blancos en Libia si se emprenden operaciones militares.

El canal de televisión Al Jazeera en inglés emitió grabaciones hechas por aviones estadounidenses al control de tráfico aéreo de Malta, pidiendo información sobre los vuelos libios, especialmente aquellos del jet de Khadafi. Se pudo escuchar a un avión estadounidense Awacs, número LX–N90442, contactando con la torre de control de Malta el sábado, pidiendo información sobre un jet libio Dassault-Falcon 900-5A-DCN camino de Amman a Mitiga, el propio aeropuerto vip de Khadafi.

Se oye al Awacs 07 de la OTAN que dice: “¿Tienen alguna información sobre un avión con la posición Squawk 2017 a unas 85 millas al este de nuestro (sic)?”. El control de tráfico aéreo de Malta contesta: “Siete, eso suena como un Falcon 900 a nivel de vuelo 340, con destino a Mitiga, de acuerdo con el plan de vuelo”.

Pero Arabia Saudita ya enfrenta peligros por el día de protesta de sus propios ciudadanos musulmanes chiítas, que, envalentonados por los levantamientos chiítas en la isla vecina de Bahrein, han llamado a manifestaciones callejeras contra la familia gobernante de al-Saud el viernes.

Después de enviar tropas y policía de seguridad a la provincia de Qatif la semana pasada, los sauditas anunciaron una prohibición en toda la nación de manifestaciones públicas. Los organizadores chiítas afirman que hasta 20.000 manifestantes planean marchar con las mujeres en las primeras filas para evitar que el ejército saudita abra fuego.

Sin embargo, si el gobierno saudita accede al pedido de Estados Unidos de enviar armas y misiles a los rebeldes libios, sería casi imposible para el presidente Barack Obama condenar al reino por cualquier violencia contra los chiítas en las provincias del noreste.

Así, el despertar árabe, el pedido de democracia en Africa del Norte, la revuelta chiíta y el levantamiento contra Khadafi se vieron envueltos en el término de unas pocas horas entre las prioridades militares de Estados Unidos en la región.

* De The Independent de Gran Bretaña.
Especial para Páginal12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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Written by Eduardo Aquevedo

9 marzo, 2011 at 1:16

Publicado en EE.UU, LIBIA, MEDIO ORIENTE

Noam Chomsky: la conexión El Cairo / Wisconsin

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El 20 de febrero, Kamal Abbas, líder sindical egipcio y figura prominente del Movimiento 25 de Enero, envió un mensaje a los “trabajadores de Wisconsin”: “Estamos con ustedes, así como ustedes estuvieron con nosotros”.

Los trabajadores egipcios han luchado mucho tiempo por los derechos fundamentales que les denegaba el régimen de Hosni Mubarak respaldado por EEUU. Kamal tiene razón en invocar la solidaridad, que ha sido durante mucho tiempo la fuerza orientadora del movimiento de los trabajadores en el mundo, y en equiparar sus luchas por los derechos laborales y por la democracia.

Las dos están estrechamente interrelacionadas. Los movimientos de trabajadores han estado en la vanguardia de la protección de la democracia y los derechos humanos y en la expansión de sus dominios, razón elemental que explica por qué son venenosos para los sistemas de poder, sean públicos o privados.

Las trayectorias de los movimientos en Egipto y EEUU están tomando direcciones opuestas: hacia la conquista de derechos, en Egipto, y hacia la defensa de derechos existentes, pero sometidos a duros ataques, en EEUU.

Los dos casos merecen una mirada más cercana.

La sublevación del 25 de enero fue encendida por los jóvenes usuarios de Facebook del Movimiento 6 de Abril, que se levantaron en Egipto en la primavera de 2008 en “solidaridad con los trabajadores textiles en huelga en Mahalla”, según señala el analista laboral Nada Matta. El Estado reventó la huelga y las acciones de solidaridad, pero Mahalla quedó como “un símbolo de revuelta y desafío al régimen”, añade Matta. La huelga se volvió particularmente amenazante para la dictadura cuando las demandas de los trabajadores se extendieron más allá de sus preocupaciones locales y reclamaron un salario mínimo para todos los egipcios.

Las observaciones de Matta son confirmadas por Joel Beinin, una autoridad estadounidense en materia laboral egipcia. Durante muchos años de lucha, informa Beinin, los trabajadores han establecido nexos y se pueden movilizar con presteza.

Cuando los trabajadores se sumaron al Movimiento 25 de Enero, el impacto fue decisivo y el comando militar se deshizo de Mubarak. Fue una gran victoria para el movimiento por la democracia egipcia, aunque permanecen muchas barreras, internas y externas. Las barreras internas son claras. EEUU y sus aliados no pueden tolerar fácilmente democracias que funcionen en el mundo árabe.

Las encuestas de opinión pública en Egipto y a lo largo y ancho de Oriente Próximo son elocuentes: por aplastantes mayorías, la gente considera a EEUU e Israel, y no a Irán, las mayores amenazas. Más aún, la mayoría piensa que la región estaría mejor si Irán tuviese armas nucleares.

Podemos anticipar que Washington mantendrá su política tradicional, bien confirmada por los expertos: la democracia es tolerable sólo si se ajusta a objetivos estratégico-económicos. La fábula del “anhelo por la democracia” de EEUU está reservada para ideólogos y propaganda.

La democracia en EEUU ha tomado una dirección diferente. Después de la II Guerra Mundial, el país disfrutó de un crecimiento sin precedentes, ampliamente igualitario y acompañado de una legislación que beneficiaba a la mayoría de la gente. La tendencia continuó durante los años de Richard Nixon, hasta que llegó la era liberal.

La reacción contra el impacto democratizador del activismo de los sesenta y la traición de clase de Nixon no tardó en llegar mediante un gran incremento en las prácticas lobistas para diseñar las leyes, el establecimiento de think-tanks de derechas para capturar el espectro ideológico, y otros muchos medios.

La economía también cambió de curso hacia la financiarización y la exportación de la producción. La desigualdad se disparó, primordialmente por la creciente riqueza del 1% de la población, o incluso una fracción menor, limitada fundamentalmente a presidentes de corporaciones, gestores de fondos de alto riesgo, etc.

Para la mayoría, los ingresos reales se estancaron. Volvieron los horarios laborales más amplios, la deuda, la inflación. Vino entonces la burbuja inmobiliaria de ocho billones de dólares, que la Reserva Federal y casi todos los economistas, embebidos en los dogmas de los mercados eficientes, no lograron prever. Cuando la burbuja estalló, la economía se colapsó a niveles cercanos a los de la Depresión para los trabajadores de la industria y muchos otros.

La concentración del ingreso confiere poder político, que a su vez deriva en leyes que refuerzan más aún el privilegio de los superricos: políticas tributarias, normas de gobernanza corporativa y mucho más. Junto a este círculo vicioso, los costes de campañas electorales han aumentado drásticamente, llevando a los dos partidos mayoritarios a nutrirse en el sector de las corporaciones: los republicanos de manera natural y los demócratas (ahora muy equivalentes a los republicanos moderados de años anteriores) siguiéndoles no muy atrás.

En 1978, mientras este proceso se desarrollaba, el entonces presidente de los Trabajadores Autónomos Unidos, Doug Fraser, condenó a los líderes empresariales por haber “elegido sumarse a una guerra unilateral de clases en este país: una guerra contra el pueblo trabajador, los pobres, las minorías, los muy jóvenes y muy viejos, e incluso muchos de la clase media de nuestra sociedad”, y haber “roto y deshecho el frágil pacto no escrito que existió previamente durante un periodo de crecimiento y progreso”.

Cuando los trabajadores ganaron derechos básicos en los años treinta, dirigentes empresariales advirtieron sobre “el peligro que afrontaban los industriales por el creciente poder político de las masas”, y reclamaron medidas urgentes para conjurar la amenaza, de acuerdo con el académico Alex Carey en Taking the risk out of democracy. Esos hombres de negocios entendían, al igual que lo hizo Mubarak, que los sindicatos constituyen una fuerza directriz en el avance de los derechos y la democracia. En EEUU, los sindicatos son el contrapoder primario a la tiranía corporativa.

De momento, los sindicatos del sector privado de EEUU han sido severamente debilitados. Los sindicatos del sector público se encuentran últimamente sometidos a un ataque implacable desde la oposición de derechas, que explota cínicamente la crisis económica causada básicamente por la industria financiera y sus aliados en el Gobierno.

La ira popular debe ser desviada de los agentes de la crisis financiera, que se están beneficiando de ella; por ejemplo, Goldman Sachs, que está “en vías de pagar 17.500 millones de dólares en compensación por el ejercicio pasado”, según informa la prensa económica. El presidente de la compañía, Lloyd Blankfein, recibirá un bonus de 12,6 millones de dólares mientras su sueldo se triplica hasta los dos millones.

En su lugar, la propaganda debe demonizar a los profesores y otros empleados públicos por sus grandes salarios y exorbitantes pensiones, todo ello un montaje que sigue un modelo que ya resulta demasiado familiar. Para el gobernador de Wisconsin, Scott Walker, para la mayoría de los republicanos y muchos demócratas, el eslogan es que la austeridad debe ser compartida (con algunas excepciones notables).

La propaganda ha sido bastante eficaz. Walker puede contar con al menos una amplia minoría para apoyar su enorme esfuerzo para destruir los sindicatos. La invocación del déficit como excusa es pura farsa.

En sentidos diferentes, el destino de la democracia está en juego en Madison, Wisconsin, no menos de lo que está en la plaza Tahrir.

Fuente: http://blogs.publico.es/noam-chomsky/58/la-conexion-el-cairo-wisconsin/

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Written by Eduardo Aquevedo

7 marzo, 2011 at 23:08

Publicado en EE.UU, MEDIO ORIENTE

Las raíces de las revueltas árabes y lo prematuro de las celebraciones…

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James Petras

Rebelión

Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez

Introducción

PICSSOOLa mayor parte de las explicaciones de las revueltas árabes de Egipto, Túnez, Libia, Marruecos, Yemen, Jordania, Bahrein, Iraq y otros lugares se han centrado en las causas más inmediatas: dictaduras políticas, desempleo, represión y manifestantes heridos y muertos. Han prestado la máxima atención a los activistas de «clase media», jóvenes y con formación, a sus comunicaciones a través de internet (Los Angeles Times, 16 de febrero de 2011) y, en el caso de Israel y sus teóricos sionistas de la conspiración, a «la mano escondida» de los extremistas islámicos (Daily Alert, 25 de febrero de 2011).

Lo que se echa en falta es un intento de ofrecer un marco de la revuelta que contemple las estructuras socioeconómicas a gran escala y a medio y largo plazos, además de los «detonantes» inmediatos de la acción política. El alcance y la profundidad de los levantamientos populares, así como las diversas fuerzas políticas y sociales que han entrado en el conflicto, excluyen todas las explicaciones que se centren en una única dimensión de la lucha.

El mejor enfoque es el del «cuello de botella», según el cual, en el extremo más ancho (las estructuras a largo plazo y gran escala) se sitúa la naturaleza del sistema económico, político y de clases; el medio plazo se define por los efectos acumulativos y dinámicos de esas estructuras sobre los cambios de las relaciones políticas, sociales y económicas; las causas a corto plazo, que precipitan las reacciones socio-político-psicológicas, o la conciencia social que desemboca en acción política.

La naturaleza de las economías árabes

Con la excepción de Jordania, la mayoría de las economías árabes en donde se están produciendo las revueltas se basan en las «rentas» del petróleo, el gas, los minerales y el turismo, lo que aporta casi todos los beneficios por exportaciones y la mayor parte de los ingresos del Estado (Financial Times, 22 de febrero de 2011, p. 14). Efectivamente, estos sectores económicos son cotos exportadores que emplean a una proporción minúscula de la mano de obra y definen una economía de alta especialización (Informe anual del Banco Mundial, 2009). Estos sectores exportadores no están vinculados a una economía nacional productiva diversificada: el petróleo se exporta y las manufacturas y los servicios financieros y de alta tecnología son importaciones controladas por multinacionales extranjeras y expatriados vinculados a las clases gobernantes (Economic and Political Weekly, 12 de febrero de 2011, p. 11). El turismo refuerza los ingresos de arriendo o «rentistas» como el propio sector, que suministra «divisa extranjera» e ingresos fiscales a un Estado de clase-clan. Este último descansa en el capital extranjero subvencionado por el Estado y en un sector «inmobiliario» local y con relaciones políticas para importar mano de obra extranjera para la construcción.

Los ingresos por arriendos pueden generar mucha riqueza, sobre todo cuando el precio de la energía se dispara, pero los fondos se acumulan en una clase «rentista» que no tiene la menor vocación o intención de ahondar en un proceso de desarrollo económico e innovación que se generalice. Los rentistas se «especializan» en la especulación financiera, las inversiones en el extranjero a través de empresas de fondos de capital que no cotizan en bolsa, el consumo extravagante de artículos de lujo y el mantenimiento de cuentas privadas opacas de miles de millones de dólares y de euros en bancos del extranjero.

La economía rentista crea pocos puestos de trabajo en la actividad productiva moderna; el sector más lucrativo está controlado por miembros de la familia o el clan ampliado y por las empresas financieras extranjeras a través de expatriados; el empleo técnico y de peor calidad es asumido por mano de obra extranjera contratada, con unos niveles salariales y condiciones laborales que la mano de obra local cualificada está deseando aceptar.

Esa economía rentista acotada se traduce en una clase gobernante centrada en clanes que «confunde» la propiedad pública con la privada: lo que en realidad es el «Estado» son unos monarcas absolutistas y sus familias extensas en la cima y, en el medio, su séquito político cliente, tribal y dirigente y los tecnócratas.

Estas son «clases gobernantes cerradas». El acceso se reduce a miembros selectos del clan o la dinastía familiar y a un número reducido de individuos «emprendedores» que podrían acumular riqueza al servicio de la clase-clan dominante. El «núcleo más próximo» vive de los ingresos por arriendo, recibe pagos de sociedades inmobiliarias a las que no aporta ninguna cualificación más que la de emitir autorizaciones oficiales, concesiones de terrenos, licencias de importación y vacaciones fiscales.

Más allá del saqueo de las arcas públicas, la clase-clan dominante fomenta el «libre comercio», es decir, importar manufacturas baratas y socavar así el despegue de cualquier iniciativa autóctona de los sectores «productivos» manufacturero, agrícola o técnico.

En consecuencia, no hay ningún capitalista o «clase media» nacional emprendedora. Lo que hace las veces de clase media son en buena medida empleados del sector público (maestros, profesionales de la salud, funcionarios, bomberos, policías, militares) que dependen de un salario que, a su vez, depende de la sumisión al poder absolutista. No tienen ninguna posibilidad de ascender a escalones más altos o de crear oportunidades económicas para sus proles con formación.

La concentración de poder económico, social y político en un sistema cerrado y controlado de clase-clan desemboca en una inmensa concentración de riqueza. Dada la distancia social entre gobernantes y gobernados, la riqueza generada por el precio de los artículos de lujo ofrece una imagen tremendamente distorsionada de la «riqueza» per cápita; añadir a los millonarios y multimillonarios a la cima de una masa de jóvenes mal pagados y subempleados arroja una renta media engañosamente alta (Washington Blog, 24 de febrero de 2011).

El gobierno rentista: por las armas y las dádivas

Para compensar estas grandes diferencias sociales y preservar la posición de la clase gobernante rentista y parásita, esta última busca establecer alianzas con empresas de armamento multimillonarias y protección militar de la potencia imperial dominante (EE UU). Los gobernantes se entregan a la «neocolonización con invitación» y ofrecen terrenos para bases militares y aeropuertos, puertos para operaciones navales, connivencia para financiar a mercenarios por poderes contra adversarios antiimperialistas y sumisión a la hegemonía sionista en la región (a pesar de que formulen de vez en cuando alguna crítica intrascendente).

A medio plazo, el gobierno por la fuerza se complementa con dádivas a los pobres de las zonas rurales y los clanes tribales; con subsidios de alimentos para los pobres urbanos; y con empleo sin futuro y deficitario para los desempleados con formación (Financial Times, 25 de febrero de 2011, p. 1). Tanto la carísima adquisición de armas como los subsidiospaternalistas reflejan la ausencia de toda capacidad para realizar inversiones productivas. Se gastan miles de millones de dólares en armas en lugar de en diversificar la economía. Se gastan cientos de millones de dólares en obsequios paternalistas de una sola dosis, en lugar de en inversiones a largo plazo que generen empleo productivo.

El «pegamento» que mantiene unido este sistema es la combinación de saqueo moderno de la riqueza pública y los recursos energéticos naturales y la tradicional utilización de reclutas neocoloniales y de clanes y de contratistas mercenarios para controlar y reprimir a la población. El armamento estadounidense moderno está al servicio de una monarquías absolutistas y dictaduras anacrónicas basadas en los principios del gobierno dinástico del siglo XVIII.

La introducción y extensión de sistemas de comunicaciones de vanguardia y de centros comerciales de arquitectura ultramoderna alimentan a un estrato de consumidores de artículos de lujo de élite y dejan ver un contraste muy marcado con la inmensa mayoría de jóvenes con educación y sin empleo, excluidos de la cima y presionados desde abajo por los trabajadores contratados extranjeros mal pagados.

Desestabilización neoliberal

Los clanes-clases rentistas reciben presiones de las instituciones económicas internacionales y los banqueros locales para que «reformen» sus economías: «abrir» el mercado nacional y las empresas públicas a los inversores extranjeros y reducir los déficit derivados de la crisis global introduciendo reformas neoliberales (Economic and Political Weekly, 12 de febrero de 2011, p. 11).

Como consecuencia de las «reformas económicas», se han recortado o suprimido los subsidios alimentarios para los más pobres y se ha reducido el empleo público, lo que cierra una de las pocas puertas existentes para los jóvenes con formación. Los impuestos a los consumidores y trabajadores asalariados aumentan, al tiempo que se aplican exenciones fiscales a los promotores inmobiliarios, los especuladores financieros y los importadores. La desregulación ha exacerbado una corrupción ya galopante, no solo entre la clase-clan gobernante rentista, sino también en su entorno empresarial inmediato.

Los «lazos» paternalistas que unen a la clase media y baja con la clase gobernante han quedado erosionados por las «reformas» neoliberales inducidas desde el exterior, que combinan laexplotación exterior «moderna» con las formas «tradicionales» de saqueo privado nacional. Los regímenes de clan-clase ya no pueden confiar en las lealtades de clan, tribales, clericales o clientelistas para aislar a los sindicatos urbanos, los estudiantes, las pequeñas empresas y los movimientos de un sector público mal remunerado.

La Calle contra Palacio

Las «causas inmediatas» de las revueltas árabes giran en torno a las inmensas contradicciones demográficas y de clase de la economía rentista gobernada por el clan-clase. La oligarquía dominante gobierna a una gran masa de desempleados o trabajadores jóvenes subempleados; este último grupo lo forma entre el 50 y el 65 por ciento de la población menor de veinticinco años (Washington Blog, 24 de febrero de 2011). La economía rentista «moderna» y dinámica no incorpora a los jóvenes recién formados al empleo moderno, sino que los relega a la «economía informal», sin protección social y mal pagada de la calle como vendedores, transportistas o autónomos subcontratados y encargados de servicios personales. Los sectoresultramodernos del petróleo, el gas, inmobiliario, de turismo y centros comerciales dependen del apoyo político y militar de dirigentes retrógrados tradicionales, clericales, tribales o de clan, subvencionados pero nunca «incorporados» a la esfera de la producción moderna. La clase trabajadora industrial urbana moderna con pequeños sindicatos independientes está proscrita. Las asociaciones civiles de clase media están, o bien bajo el control del Estado, o bien restringidas a tener que formular solicitudes continuas al Estado absolutista.

El «subdesarrollo» de las organizaciones sociales, relacionado con la dedicación de las clases sociales a la actividad productiva moderna, supone que el eje de la acción social y política sea la calle. En esta sociedad de plazas, quioscos, calles y esquinas, y en los mercados, se ve deambular por, entre y en el entorno de los centros de poder administrativo absolutista a jóvenes desempleados y subempleados a tiempo parcial e implicados en el sector informal. Las masas urbanas no ocupan posiciones estratégicas en el sistema económico, pero están disponibles para unas movilizaciones capaces de paralizar las calles y plazas por las que se transportan los bienes y servicios y en las que se obtienen beneficios. Es igualmente importante que los movimientos de masas desatados por los jóvenes desempleados ofrecen a los profesionales oprimidos, los empleados del sector público, los pequeños empresarios y los autónomos una oportunidad de entregarse a las protestas sin verse sometidos a represalias en sus centros de trabajo… lo que disipa el «factor miedo» de perder el empleo.

La confrontación política y social gira en torno a los polos opuestos: las oligarquías clientelistas y las masas desclasadas (el panarabismo). La primera depende directamente del Estado (el aparato militar/policial) y la última de organizaciones presenciales improvisadas, locales, informales y amorfas. La excepción es la minoría de universitarios que se movilizan a través de internet. Los sindicatos industriales organizados ingresan en la lucha tarde y en buena medida se concentran en demandas económicas sectoriales, con algunas excepciones (sobre todo en las empresas públicas, controladas por amigotes de los oligarcas, donde los trabajadores exigen cambios en la dirección).

Como consecuencia de las particularidades sociales de los Estados rentistas, los levantamientos no adoptan la forma de luchas de clase entre asalariados y capitalistas industriales. Afloran como revueltas políticas masivas contra el Estado oligarca. Los movimientos sociales callejeros manifiestan su capacidad de deslegitimar la autoridad del Estado, paralizar la economía y pueden desembocar en el derrocamiento de los autócratas que gobiernan. Lo propio de los movimientos de masas callejeros es ocupar las calles con relativa facilidad, pero también dispersarse cuando los símbolos de la opresión han sido desalojados. Los movimientos callejeros carecen de la organización y el liderazgo para proyectar, y menos aún imponer, un nuevo orden político o social. Su poder reside en la capacidad de presionar a las élites e instituciones existentes, no de sustituir al Estado y la economía. De ahí la asombrosa facilidad con la que el ejército egipcio respaldado por EE UU, Israel y la UE ha logrado tomar el poder y proteger al Estado rentista en su conjunto y a la estructura económica al tiempo que mantenía sus lazos con sus mentores imperiales.

La convergencia de condiciones y el «efecto demostración»

La propagación de las revueltas árabes por el Norte de África, Oriente Próximo y los Estados del Golfo Pérsico es, en primera instancia, un producto de condiciones históricas y sociales similares: los Estados rentistas gobernados por oligarquías familiares y de clan, dependientes del «arriendo» de exportaciones petroleras y energéticas de capital intensivo, que confinan a la inmensa mayoría de la juventud en actividades económicas «callejeras» informales y marginales.

El «poder del ejemplo» o el «efecto demostración» solo se puede entender reconociendo idénticas condiciones sociopolíticas en cada país. El poder de la calle (los movimientos urbanos de masas) presupone que la calle es el locus económico de los actores principales y que se debe conquistar las plazas por que son el espacio donde ejercer el poder político y proyectar las demandas sociales. No cabe duda de que los éxitos parciales de Egipto y Túnez hicieron detonar los movimientos en otros lugares. Pero solo lo hicieron en países con idéntico legado histórico, con las mismas polaridades sociales entre gobernantes rentistas de clan y trabajadores callejeros marginales y, especialmente, donde los gobernantes estaban profundamente integrados en redes económicas y militares imperiales a las que estaban subordinados.

Conclusión

Los gobernantes rentistas rigen a través de sus lazos con el ejército y las instituciones económicas estadounidenses y de la UE. Modernizan sus prósperos cotos y marginan a los jóvenes recién formados, que quedan confinados en empleos mal remunerados, sobre todo en el endeble sector informal y callejero de las principales ciudades. Las privatizaciones neoliberales, la reducción de los subsidios públicos (de alimentos, de desempleo, de aceite para cocinar, gas, transporte, salud y educación) ha hecho añicos los lazos paternalistas mediante los cuales los gobernantes aplacaban el descontento de los jóvenes y los pobres, así como de las élites clericales y los jefes tribales. La confluencia de clases y masas, modernas y tradicionales, ha sido consecuencia directa de un proceso de neoliberalización impuesto desde arriba y de exclusión, desde abajo. La promesa de los «reformadores» neoliberales de que el «mercado» sustituiría con empleos bien remunerados la pérdida de subsidios estatales paternalistas era falsa. Las políticas neoliberales han reforzado la concentración de riqueza al tiempo que han debilitado el control de las masas por parte del Estado.

La crisis económica capitalista mundial ha llevado a Europa y Estados Unidos a endurecer los controles de inmigración, con lo que han eliminado una de las válvulas de escape de estos regímenes: la fuga masiva de jóvenes sin empleo y con formación que buscaban trabajo en el extranjero. Emigrar al extranjero había dejado de ser una opción; las alternativas se reducían a luchar o sufrir. Los estudios demuestran que quienes emigran suelen ser los más ambiciosos, los mejor formados (de su clase social) y los capaces de asumir mayores riesgos. Ahora, recluidos en sus países de origen, con pocas ilusiones de encontrar oportunidades en el exterior, se ven obligados a luchar por la movilidad individual en su país mediante la acción social y política colectiva.

Entre la juventud política es igualmente importante el hecho de que a EE UU, como garante de los regímenes rentistas, se la considere una potencia imperial en declive: cuestionada económicamente en el conjunto de la economía mundial por China, teniendo que hacer frente a una derrota como potencia colonial ocupante en Iraq y Afganistán, y humillada como criada sumiso y mendaz de una Israel cada vez más desautorizada por la acción de sus agentes sionistas en el régimen de Obama y el Congreso estadounidense. Todos estos elementos de la decadencia y descrédito imperial estadounidenses animan a los movimientos en favor de la democracia a avanzar contra los clientes estadounidenses y reducen su temor a una intervención militar estadounidense que abriera un tercer frente de batalla. Los movimientos de masas ven en sus oligarquías a unos regímenes «en tres niveles»: unos Estados rentistas bajo la hegemonía estadounidense que, a su vez, está sometida a la tutela israelí-sionista. Cuando 130 países de la Asamblea General de Naciones Unidas y la totalidad del Consejo de Seguridad, a excepción de EE UU, condenan la expansión colonial, y cuando Líbano, Egipto, Túnez y los regímenes venideros de Yemen y Bahrein prometen instaurar políticas exteriores democráticas, los movimientos de masas descubren que todo el armamento moderno y los 680.000 soldados de Israel no sirven de nada en medio del aislamiento diplomático absoluto, la pérdida de clientes regionales rentistas y el descrédito manifiesto de unos gobernantes militaristas grandilocuentes y sus agentes sionistas en los cuerpos diplomáticos estadounidenses (Financial Times, 24 de febrero de 2011, p. 7).

Las propias estructuras socioeconómicas y las condiciones políticas que hicieron detonar los movimientos de masas en favor de la democracia, los jóvenes desempleados y subempleados organizados desde «la calle», plantean ahora el reto más relevante: ¿puede la masa amorfa y diversa convertirse en una fuerza social y política organizada capaz de tomar el poder del Estado, democratizar el régimen y, al mismo tiempo, crear una nueva economía productiva que ofrezca el empleo estable y bien pagado del que hasta la fecha carecía la economía rentista? El resultado político hasta el momento es incierto: los demócratas y los socialistas compiten con fuerzas clericales, monárquicas y neoliberales financiadas por Estados Unidos.

Es prematuro celebrar una revolución democrática popular…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

¿Cómo se redefinirá el mundo árabe?

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Revuelta en Magreb y medio oriente

Robert Fisk

El segundo despertar árabe de la historia –el primero fue la revuelta contra el imperio otomano– requiere algunas nuevas definiciones, quizá incluso algunas palabras nuevas. Y una nueva calculadora que registre al instante la vieja era de los dictadores y el creciente ejército de jóvenes. El que sobreviva hasta llegar a la senilidad puede entrar en la categoría de grandes criminales políticos de la historia contemporánea.
 

Mi colega magrebí Béchir Ben Yahmed ha señalado que, después de 42 años en el poder, Muammar Kadafi se ha unido a los peores de todos. Kim Il-Sung llegó a 46 años, Saddam Hussein apenas a 35. Mubarak sumó 32 años en la escala de los dictadores; Sékou Touré, de Guinea, 26, los mismos que Franco de España y Salazar de Portugal. En esta escala, los raquíticos 10 años de Tony Blair reducen sustancialmente su estatus de criminal de guerra, un hombre al que se le podría permitir –en vez de comparecer ante un juez por la ilegal invasión a Irak– una villa de lujo en Sharm el-Sheij (que era donde, después de todo, Cherie gustaba de hospedarse a costa del gobierno de Mubarak).

Ben Yahmed sugiere que en el violento caso de Libia no nos encontramos tanto ante una revolución como ante una anarquía revolucionaria basada en el tribalismo, puesto que Libia puede estar en el proceso de desintegrarse. No estoy muy seguro de coincidir, aunque los ciudadanos de Bengasi querrían que los de Trípoli sepan que ellos fueron sus libertadores. Kadafi, de hecho, se ha vuelto una especie de reincidente, aunque, si bien la oposición ha cantado victoria demasiado pronto, ahora sólo gobierna un Estado mitad Kadafi, el cual sólo puede ser temporal.

Y tendremos, estoy seguro, que redefinir la naturaleza del acto que encendió la mecha proverbial –y real–: la inmolación por fuego de Mohamed Bouazizi, quien, aplastado por el Estado y su corrupción, y luego abofeteado por una policía, escogió la muerte en vez de la continuación de la qahr, que podría traducirse como impotencia absoluta. Prefirió, en palabras del sicoanalista turco Fethi Benslama, la aniquilación a una vida de nada absoluta. Bouazizi, sin embargo, no se unirá a la lista de los mártires favoritos de Al Qaeda. No se llevó enemigos con él; su yihad nació de la desesperación, la cual de seguro no es alentada por el Corán. Aportó una prueba de que un suicida puede generar sin proponérselo una revolución y convertirse en mártir para un pueblo oprimido, más que para Dios. Su muerte –aunque sé que me dirán que esa decisión corresponde a una autoridad más alta– no le garantizó entrar en el paraíso, pero se le debe conceder mayor importancia política que a la de un atacante suicida. Fue, de hecho, un antikamikaze.

En un año en que la última Rue Pétain que quedaba fue borrada en la Francia rural –Beirut remplazó la suya en 1941, con la caída del régimen de Vichy–, es apenas justo decir que un montón de tributos con los que se adulaba a Kadafi tendrán que ser derribados en los escombros de su Estado cuando acabe de derrumbarse. Los museos del Libro Verde –tal vez hasta los restos de su casa pulverizada por bombas estadunidense en 1986–tendrán en su momento un furioso fin. Al día siguiente de la caída de Mubarak, personal del hotel Marriott en Zamalek se escabulló con su retrato; los visitantes futuros notarán con ligera inquietud la extraña claridad del papel tapiz a la izquierda de la recepción.

Y hay montones de calles Mubarak, estadios Mubarak y hospitales Mubarak que renombrar. El economista Mohamed el-Dahshan se ha referido a la desmubarakización de Egipto; supongo que ahora todas las calles Mubarak se volverán calles 25 de Enero –fecha del comienzo de la última revolución egipcia– y me temo que, si el 80 por ciento chiíta de Bahrein llega algún día a gobernar el país, habrá mucha desjalifación. Y en Libia, la deskadafización ya empezó. Pero si bien la revolución egipcia es –salvo un contragolpe del viejo aparato mubarakista– la historia más feliz que he cubierto en Medio Oriente, todavía temo que mucha de ella terminará en lágrimas, pues las nuevas democracias suelen acabar en algo parecido a los regímenes anteriores. Arabia Saudita sigue siendo el alfil negro en mi tablero. Veremos qué pasa el próximo viernes.

Espero, sin embargo, que el fervor de los revolucionarios del mundo árabe no los lleve a borrar la identidad de ciudades enteras. Bengasi no debe convertirse en la ciudad de los 11 mártires –como Stalingrado se convirtió en la patética Volgogrado–, ni hay que cambiar el nombre a Tobruk. Los tunecinos adoptaron Cartago como nom de plume de Túnez. De hecho, vale la pena recordar la historia más reciente de las tierras que los periodistas recorremos ahora a toda velocidad en nuestros 4×4. Mis colegas que viajan a Libia desde el oeste pasan como ráfagas El Alamein y de allí a Tobruk. La semana pasada manejé de noche desde Túnez, en el oeste, y los faros del auto iluminaban letreros de lugares hasta el paso Kasserine, donde los estadunidenses creían haberle puesto una felpa a Rommel pero recibieron una más sangrienta por cortesía del Afrika Korps en Mareth, famoso por la línea Mareth, sistema de fortificaciones construido por los franceses antes de la Segunda Guerra Mundial. El finado Louis Heren, quien fue mi jefe de corresponsales en el Times, fue cocinado en su tanque en las afueras de Bengasi, y sobrevivió.

Resulta extraño, pero todo se vino abajo entre Tobruk y Túnez en la Segunda Guerra. Tobruk cayó ante los británicos en enero de 1941, fue sitiada por el Afrika Korps durante 200 días, liberada por el general Cunningham en noviembre, capturada por Erwin Rommel en junio 1942 –un desastre, murmuró Churchill al escuchar la noticia en una visita a la Casa Blanca– y recapturada por los aliados cinco meses después. Ahora es la primera ciudad liberada por la oposición a Kadafi. El guionista de cine francés Michel Audiard, quien escribió el libreto de la cinta Taxi a Tobruk, sobre el Zorro del Desierto, dijo que en su opinión “lo único disfrutable en la guerra es el desfile de la victoria… antes de eso todo es una mierda”.

¿Quién puede estar en desacuerdo, siempre y cuando ganen los que deben? ¿Reincidentes? ¿Antikamikazes? Estados medio Kadafi, revoluciones, rebeliones, insurrecciones, despertares árabes: por lo común son un asunto sangriento. Sin embargo, tengo que decir que mi redefinición favorita apareció en un estupendo cartón del diario tunecino La Presse la semana pasada, luego que Beji Caid Essebsi fue nombrado primer ministro. “En realidad –dice el cartón tunecino–, nuestro verdadero primer ministro se llama Facebook.”

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

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Cinco causas de la insurrección árabe…

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Ignacio Ramonet, Le Monde diplomatique

israel-palest--004Cuáles son las causas del vendaval de libertad que, de Marruecos a Bahréin, pasando por Túnez, Libia y Egipto, sopla sobre el mundo árabe? ¿Por qué motivos estas simultáneas ansias de democracia se expresan precisamente ahora?

A estas dos preguntas, las respuestas son de diversa índole: histórica, política, económica, climática y social.

1. Histórica. Desde el final de la Primera Guerra Mundial y la implosion del Imperio otomano, el interés de las potencias occidentales por el mundo árabe (Oriente Próximo y África del Norte) ha tenido dos principales incentivos: controlar los hidrocarburos y garantizar un hogar nacional judío. Después de la Segunda Guerra Mundial y del traumatismo universal del Holocausto, la creación del Estado de Israel, en 1948, tuvo como contrapartida la llegada al poder, en varios Estados árabes liberados del colonialismo, de fuerzas antisionistas (opuestas a la existencia de Israel): de tipo “militar nacionalista” en Egipto y Yemen, o de carácter “socialista árabe” en Irak, Siria, Libia y Argelia.

Tres guerras perdidas contra Israel (en 1956, 1967 y 1973) condujeron a Egipto y a Jordania a firmar tratados de paz con el Estado judío y a alinearse con Estados Unidos que ya controlaba –en el marco de la Guerra Fría– todas las petromonarquías de la península Arábiga así como el Líbano, Túnez y Marruecos. De este modo, Washington y sus aliados occidentales mantenían sus dos objetivos prioritarios: el control del petróleo y la seguridad de Israel. A cambio, protegían la permanencia de feroces tiranos (Hasán II, el general Mubarak, el general Ben Alí, los reyes saudíes Faisal, Fahd y Abdalá, etc.) y sacrificaban cualquier aspiración democrática de las sociedades.

2. Política. En los Estados del pretendido “socialismo árabe” (Irak, Siria, Libia y Argelia), bajo los cómodos pretextos de la “lucha antiimperialista” y de la “caza de comunistas”, también se establecieron dictaduras de partido único, gobernadas con mano de hierro por déspotas de antología (Sadam Hussein, Al Assad padre e hijo, y Muamar al Gadafi, el más demencial de ellos). Dictaduras que garantizaban, por lo demás, el aprovisionamiento en hidrocarburos de las potencias occidentales y que no amenazaban realmente a Israel (cuando Irak pareció hacerlo fue destruido). De ese modo, sobre los ciudadanos árabes, cayó una losa de silencio y de terror.

Las olas de democratización se sucedían en el resto del mundo. Desaparecieron, en los años 1970, las dictaduras en Portugal, España y Grecia. En 1983, en Turquía. Tras la caída del muro del Berlín, en 1989, se derrumbó la Unión Soviética así como el “socialismo real” de Europa del Este. En América Latina cayeron las dictaduras militares en los años 1990. Mientras tanto, a escasos kilómetros de la Unión Europea, con la complicidad de las potencias occidentales (entre ellas España), el mundo árabe seguía en estado de glaciación autocrática.

Al no permitirse ninguna forma de expresión crítica, la protesta se localizó en el único lugar de reunión no prohibido: la mezquita. Y en torno al único libro no censurable: el Corán. Así se fueron fortaleciendo los islamismos. El más reaccionario fue difundido por Arabia Saudí con el decidido apoyo de Washington que veía en él un argumento para mantener a los pueblos árabes en la “sumisión” (significado de la palabra ‘islam’). Pero también surgió, sobre todo después de la “revolución islámica” de 1979 en Irán, el islamismo político que halló en los versos del Corán argumentos para reclamar justicia social y denunciar la corrupción, el nepotismo y la tiranía.

De ahí nacieron varias ramas más radicales, dispuestas a conquistar el poder por la violencia y la “Guerra Santa”. Así se engendró Al Qaeda…

Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, las potencias occidentales, con la complicidad de las “dictaduras amigas”, añadieron un nuevo motivo para mantener bajo férreo control a las sociedades árabes: el miedo al islamismo. En vez de entender que éste era la consecuencia de la carencia de libertad y de la ausencia de justicia social, agregaron más injusticia, más despotismo, más represión…

3. Económica. Varios Estados árabes padecieron las repercusiones de la crisis global iniciada en 2008. Muchos trabajadores de estos países, emigrados en Europa, perdieron su trabajo. El volumen de las remesas de dinero enviadas a sus familias disminuyó. La industria turística se marchitó. Los precios de los hidrocarburos (en aumento estas últimas semanas a causa de la insurrección popular en Libia) se depreciaron. Simultáneamente, el Fondo Monetario Internacional (FMI) impuso, a Túnez, Egipto y Libia, programas de privatización de los servicios públicos, reducciones drásticas de los presupuestos del Estado, disminución del número de funcionarios… Unos severos planes de ajuste que empeoraron, si cabe, la vida de los pobres y sobre todo amenazaron con socavar la situación de las clases medias urbanas (las que tienen precisamente acceso al ordenador, al móvil y a las redes sociales) arrojándolas a la pobreza.

4. Climática. En este contexto, ya de por sí explosivo, se produjo, el verano pasado, un desastre ecológico en una región alejada del mundo árabe. Pero el planeta es uno. Durante semanas, Rusia, uno de los principales exportadores de cereales del mundo, conoció la peor ola de calor y de incendios de su historia. Un tercio de su cosecha de trigo fue destruida. Moscú suspendió la exportación de cereales (que sirven también para nutrir al ganado) cuyos precios inmediatamente subieron un 45%. Ese aumento repercutió en los alimentos: pan, carne, leche, pollo… Provocando, a partir de diciembre de 2010, el mayor incremento de precios alimentarios desde 1990. En el mundo árabe, una de las principales regiones importadoras de esos productos, las protestas contra la carestía de la vida se multiplicaron…

5. Social. Añádase a lo precedente: una población muy joven y unos monumentales niveles de paro. Una imposibilidad de emigrar porque Europa ha blindado sus fronteras y establecido descaradamente acuerdos para que las autocracias árabes se encarguen del trabajo sucio de contener a los emigrantes clandestinos. Un acaparamiento de los mejores puestos por las camarillas de las dictaduras más arcaicas del planeta…

Faltaba una chispa para encender la pradera. Hubo dos. Ambas en Tunez. Primero, el 17 de diciembre, la auto-immolación por fuego de Mohamed Buazizi, un vendedor ambulante de fruta, como signo de condena de la tiranía. Y segundo, repercutidas por los teléfonos móviles, las redes sociales (Facebook, Twitter), el correo electrónico y el canal Al-Yazeera, las revelaciones de WikiLeaks sobre la realidad concreta del desvergonzado sistema mafioso establecido por el clan Ben Alí-Trabelsí.

El papel de las redes sociales ha resultado fundamental. Han permitido franquear el muro del miedo: saber de antemano que decenas de miles de personas van a manifestarse un día D y a una hora H es una garantía de que uno no protestará aislado exponiéndose en solitario a la represión del sistema. El éxito tunecino de esta estrategia del enjambre iba a convulsionar a todo el mundo árabe.

Fuente: http://www.monde-diplomatique.es/?url=editorial/0000856412872168186811102294251000/editorial/?articulo=8ca803e0-5eba-4c95-908f-64a36ee042fd

Libia en el gran juego geo-estratégico…

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En camino a la nueva partición de África

Manlio Dinucci, Il Manifesto/Global Research

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

KAND7

No sólo familias que temen por sus vidas e inmigrantes pobres de otros países norteafricanos huyen de Libia. Hay decenas de miles de “refugiados” que son repatriados por sus gobiernos en barcos y aviones: sobre todo son ingenieros y ejecutivos de grandes compañías petroleras. No sólo de ENI, que realiza cerca de un 15% de sus ventas desde Libia, sino otras multinacionales europeas, en particular: BP, Royal Dutch Shell, Total, BASF, Statoil, Repsol. Cientos de empleados de Gazprom también se vieron obligados a abandonar Libia y más de 30.000 trabajadores chinos de la compañía petrolera y de la construcción. Una imagen simbólica de cómo la economía libia está interconectada con la economía global, dominada por las multinacionales.

Gracias a sus ricas reservas de petróleo y gas natural, Libia tiene una balanza comercial positiva de 27.000 millones de dólares al año y un ingreso per cápita medianamente elevado de 12.000 dólares, seis veces mayor que el de Egipto. A pesar de fuertes diferencias en los ingresos bajos y altos, el nivel de vida promedio de la población de Libia (sólo 6,5 millones de habitantes en comparación con los casi 85 millones de Egipto) es por lo tanto mayor que el de Egipto y otros países norteafricanos. Lo muestra el hecho de que casi un millón y medio de inmigrantes, sobre todo del norte de África, trabajan en Libia. Cerca de un 85% de las exportaciones libias de energía van a Europa: Italia tiene el primer lugar con un 37%, seguida por Alemania, Francia y China. Italia también ocupa el primer lugar en importaciones de Libia, seguida por China, Turquía y Alemania.

Este marco ahora revienta como resultado de lo que se puede caracterizar no como una revuelta de masas empobrecidas, como las rebeliones en Egipto y Túnez, sino como una verdadera guerra civil, debida a una división del grupo gobernante. Quienquiera que diese el primer paso ha explotado el descontento contra el clan de Gadafi, que prevalece sobre todo entre las poblaciones de Cirenaica y los jóvenes en las ciudades, en un momento en el cual todo el norte de África ha tomado el camino de la rebelión. A diferencia de Egipto y Túnez, sin embargo, el levantamiento libio se planificó y organizó con anterioridad.

Las reacciones en la arena internacional también son simbólicas. Pekín ha dicho que está extremadamente preocupado por los sucesos de Libia y llamó a “un rápido retorno a la estabilidad y la normalidad”. El motivo es obvio: el comercio chino-libio ha crecido considerablemente (cerca de un 30% sólo en 2010), pero ahora China puede ver que toda la estructura de las relaciones económicas con Libia, de donde importa cantidades crecientes de petróleo, se ha puesto en juego. Moscú se encuentra en una posición semejante.

Diametralmente opuesta es la señal de Washington: el presidente Barack Obama, que cuando se vio enfrentado a la crisis egipcia minimizó la represión desencadenada por Mubarak y llamó a una “transición ordenada y pacífica”, ha condenado rotundamente al gobierno libio y anunció que EE.UU. prepara “toda la gama de opciones que tenemos a nuestra disposición para responder a esta crisis, incluidas ‘acciones que ponemos emprender solos y otras que podemos coordinar con nuestros aliados a través de instituciones multilaterales’.” El mensaje es evidente: existe la posibilidad de una intervención militar de EE.UU. y la OTAN en Libia, oficialmente para detener el derramamiento de sangre. Las verdaderas razones son obvias: Si se derroca a Gadafi EE.UU. podría derribar todo el marco de las relaciones económicas con Libia y abrir el camino a las multinacionales basadas en EE.UU., que hasta ahora están casi totalmente excluidas de la explotación de reservas de energía en Libia. Por lo tanto, EE.UU. podría controlar el grifo de las fuentes de energía de las que depende en gran parte Europa y que también provee a China.

Estos son las apuestas en el gran juego de la división de los recursos africanos, por los que tiene lugar una creciente confrontación, en especial entre China y EE.UU. La creciente potencia asiática, con la presencia en África de cerca de 5 millones de gerentes, técnicos y trabajadores, construye industrias e infraestructuras a cambio de petróleo y otras materias primas. EE.UU., que no puede competir en ese terreno, puede utilizar su influencia sobre las fuerzas armadas de los países africanos importantes, que entrena mediante el Comando África (AFRICOM), su principal instrumento para la penetración del continente. La OTAN también entra ahora en el juego, ya que está a punto de concluir un tratado de cooperación militar con la Unión Africana que incluye a 53 países.

La central de la cooperación de la Unión Africana con la OTAN ya se está construyendo en Addis Abeba: una estructura moderna, financiada con 27 millones de euros de Alemania, bautizada: “Construyendo paz y seguridad”.

Il Manifesto, 25 de febrero de 2011

Traducido del italiano por John Catalinotto

Fuente: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=23413

Rebelion.org

Written by Eduardo Aquevedo

1 marzo, 2011 at 11:36

Arabia Saudita, el factor clave

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Revuelta en Magreb y medio oriente
Robert Fisk
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El terremoto de las pasadas cinco semanas en Medio Oriente ha sido la experiencia más tumultuosa, devastadora y pasmosa en la historia de la región desde la caída del imperio otomano. Por una vez, conmoción y pavor fue una descripción apropiada. Los dóciles, supinos, incorregibles y serviles árabes del orientalismo se han transformado en luchadores por la libertad y la dignidad, papel que los occidentales hemos asumido siempre que nos pertenece en exclusiva en el mundo. Uno tras otro, nuestros sátrapas están cayendo, y los pueblos a quienes les pagábamos por controlar escriben su propia historia: nuestro derecho a meternos en sus asuntos (el cual, por supuesto, seguiremos ejerciendo) ha sido disminuido para siempre.

Las placas tectónicas siguen desplazándose, con resultados trágicos, valientes e incluso humorísticos, en el sentido negro del término. Incontables potentados árabes habían proclamado siempre que querían democracia en Medio Oriente. El rey Bashar de Siria dice que mejorará la paga de los burócratas. El rey Bouteflika de Argelia ha levantado de pronto el estado de emergencia. El rey Hamad de Bahrein ha abierto las puertas de sus prisiones. El rey Bashir de Sudán no volverá a postularse a la presidencia. El rey Abdulá de Jordania estudia la idea de una monarquía constitucional. Y Al Qaeda, bueno, ha estado más bien callada. ¿Quién hubiera creído que el anciano de la cueva de pronto saldría al exterior y se deslumbraría por la luz de la libertad en vez de la oscuridad maniquea a la que sus ojos se habían acostumbrado? Ha habido montones de mártires en todo el mundo musulmán, pero las banderas islamitas no aparecen por ningún lado. Los jóvenes hombres y mujeres que ponen fin a los dictadores que los atormentan son musulmanes en su mayoría, pero el espíritu humano ha sido mayor que el deseo de morir. Son creyentes, sí, pero ellos llegaron allí primero y derrocaron a Mubarak mientras los esbirros de Bin Laden aún siguen llamando a deponerlo en videos ya rebasados.

Pero ahora una advertencia. No ha terminado. Experimentamos ahora ese sentimiento cálido, ligeramente húmedo que precede al restallar del trueno y el relámpago. La película de horror final de Kadafi aún debe terminar, si bien con esa terrible mezcla de farsa y sangre a la que nos hemos acostumbrado en Medio Oriente. Y el destino que le aguarda, sobra decirlo, pone en una perspectiva aún más clara la vil adulación de nuestros propios potentados. Berlusconi –que en muchos aspectos es ya una espantosa imitación de Kadafi–, Sarkozy y lord Blair de Isfaján se nos revelan todavía más ruines de lo que los creíamos. Con ojos basados en la fe bendijeron a Kadafi el asesino. En su momento escribí que Blair y Straw habían olvidado el factor sorpresa, la realidad de que este extraño foco estaba por completo chiflado y sin duda cometería otro acto terrible para avergonzar a nuestros amos. Y sí, ahora todo periodista británico va a tener que agregar la oficina de Blair no devolvió nuestra llamada al teclado de su laptop.

Todo el mundo insta ahora a Egipto a seguir el modelo turco, lo cual parece implicar un placentero coctel de democracia e islamismo cuidadosamente controlado. Pero si esto es cierto, el ejército egipcio mantendrá sobre su pueblo una vigilancia repudiada y nada democrática en las décadas por venir. Como ha expresado el abogado Alí Ezzatyar, “los líderes militares egipcios han hablado de amenazas al ‘modo de vida egipcio’… en una no muy sutil referencia a las amenazas de la Hermandad Musulmana. Parece una página tomada del manual turco”.

El ejército turco se ha revelado cuatro veces como creador de reyes en la historia moderna de su país. ¿Y quién si no el ejército egipcio, creador de Nasser, constructor de Sadat, se libró del ex general Mubarak cuando su tiempo llegó?

Y la democracia –la verdadera, desbocada, fallida pero brillante versión que los occidentales hemos hasta ahora cultivado con amor (y con razón) para nosotros mismos– no va a convivir felizmente en el mundo árabe con el pernicioso trato que Israel da a los palestinos y su despojo de tierras en Cisjordania. Israel, que ya no es la única democracia en Medio Oriente, sostuvo con desesperación –junto con Arabia Saudita, por amor de Dios– que era necesario mantener la tiranía de Mubarak. Oprimió el botón de pánico de la Hermandad Musulmana en Washington y elevó el acostumbrado cociente de miedo en los cabilderos israelíes para descarrilar una vez más a Obama y a Hillary Clinton. Enfrentados a los manifestantes democráticos en las tierras de la opresión, ellos siguieron la consigna de respaldar a los opresores hasta que fue demasiado tarde. Me encanta eso de la transición ordenada: la palabra ordenada lo dice todo.

Sólo el periodista israelí Gideon Levy lo entendió bien. ¡Deberíamos decir Mabrouk Misr!, escribió. ¡Felicidades, Egipto!

Sin embargo, en Bahrein viví una experiencia deprimente. El rey Hamad y el príncipe heredero Salman han estado plegándose a los deseos del 70 por ciento chiíta de su población –¿80?–, abriendo prisiones y prometiendo reformas constitucionales. Le pregunté a un funcionario del gobierno en Manama si tal cosa es de veras posible. ¿Por qué no tener un primer ministro electo en vez de la familia real Jalifa? “Imposible –respondió, chasqueando la lengua–. El CCG no lo permitiría.” En vez de CCG –Consejo de Cooperación del Golfo–, léase Arabia Saudita.

Y es aquí, me temo, donde nuestro relato se vuelve más oscuro.

Ponemos muy poca atención a esa banda autocrática de príncipes ladrones; creemos que son arcaicos, analfabetos en política moderna, ricos (sí, como Creso nunca soñó, etcétera), y reímos cuando el rey Abdulá ofreció compensar cualquier descenso en el dinero de rescate de Washington al régimen de Mubarak, como ahora volvemos a reír cuando promete 36 mil millones de dólares a sus ciudadanos para mantenerlos callados. Pero no es para reír. La revuelta que finalmente echó a los otomanos del mundo árabe comenzó en los desiertos de Arabia; sus tribus confiaron en Lawrence, McMahon y el resto de nuestra banda. Y de Arabia salió el wahabismo, esa poción espesa y embriagadora –un líquido negro coronado por espuma blanca– cuya espantosa simplicidad ha atraído a todo aspirante a islamita y atacante suicida en el mundo musulmán sunita. Los sauditas criaron a Osama Bin Laden, a Al Qaeda y al talibán. No mencionemos siquiera que ellos aportaron la mayoría de los atacantes del 11 de septiembre de 2001. Y ahora los sauditas creerán que ellos son los únicos musulmanes que continúan en armas contra el mundo resplandeciente. Tengo la ingrata sospecha de que el destino del desfile de la historia de Medio Oriente que se desenvuelve ante nuestros ojos se decidirá en el reino del petróleo, de los lugares sagrados y de la corrupción. Cuidado.

Añadamos una nota ligera. He estado recogiendo las citas más memorables de la revolución árabe. Tenemos Regrese, señor presidente, sólo bromeábamos, de un manifestante contra Mubarak. Y el discurso de estilo goebbeliano de Saif al Islam al Kadafi: “Olvídense del petróleo, olvídense del gas… habrá guerra civil”. Mi cita favorita, egoísta y personal, llegó cuando mi viejo amigo Tom Friedman, del New York Times, se reunió conmigo a desayunar con su acostumbrada sonrisa irresistible. “Fisky –me dijo–, ¡un egipcio se me acercó ayer en la plaza Tahrir y me preguntó si yo era Robert Fisk!”

Eso es lo que yo llamo una revolución.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

Written by Eduardo Aquevedo

27 febrero, 2011 at 0:26

El gran terremoto del mundo árabe…

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LA SORPRESA DE UNA REVOLUCION QUE NO FUE ISLAMISTA

Serán todos musulmanes, pero no llevan la bandera del Islam, sino la de la democracia, del voto y los derechos civiles. El peligro es la “tutela” militar y el enorme poder de los sauditas, enemigos de todo esto.

Por Robert Fisk *

MIRO8El terremoto en Medio Oriente de las últimas cinco semanas ha sido la experiencia más tumultuosa, terrible y aturdidora en la historia de la región desde la caída del Imperio Otomano. Por una vez, “shock y turbación” eran la descripción correcta. Los dóciles, supinos, impenitentemente serviles árabes dibujados por el orientalismo se transformaron en los luchadores por la libertad y la dignidad que nosotros, los occidentales, siempre presumimos que era nuestro único rol en el mundo. Uno después de otro, nuestros sátrapas están cayendo y la gente a la que le pagamos para que los controlara está haciendo su propia historia; nuestro derecho a meternos en sus vidas (que por supuesto continuaremos ejerciendo) disminuyó para siempre.

Las placas tectónicas siguen moviéndose, con resultados trágicos y hasta de humor negro. Son incontables los potentados árabes que siempre afirmaron que querían la democracia en Medio Oriente. El rey Bashar de Siria va a mejorar los salarios de los empleados públicos. El rey Bouteflika de Algeria de pronto abandonó el estado de emergencia del país. El rey Hamad de Bahrein abrió las puertas de sus prisiones. El rey Bashir de Sudán no se presentará como candidato a presidente otra vez. El rey Abdulla de Jordania está estudiando la idea de una monarquía constitucional. Y los Al Qaida están, bueno, más bien silenciosos.

Quién hubiera creído que el viejo en la cueva de pronto saldría, encandilado y enceguecido por la luz del sol de la libertad en lugar de la oscuridad maniquea a la que se han acostumbrado sus ojos. Hubo muchos mártires en el mundo musulmán, pero no hay una bandera islamista a la vista. Los hombres y mujeres jóvenes que están llevando a su fin este tormento de dictadores eran en su mayoría musulmanes, pero el espíritu humano era más grande que el deseo de morir. Son creyentes, sí, pero llegaron aquí primero, derrocando a Mubarak mientras los secuaces de Bin Laden todavía piden su derrocamiento en videos anticuados.

Pero ahora una advertencia. No se terminó. Estamos experimentando hoy esa sensación cálida, apenas húmeda, de antes de que comiencen los truenos y los relámpagos. La última película de terror de Khadafi todavía tiene que terminar, aun con esta terrible mezcla de farsa y sangre a la que estamos acostumbrados en Medio Oriente. Y su inminente caída pone la vil adulación de nuestros propios potentados en una perspectiva aún más afilada. Berlusconi –quien en muchos aspectos ya es una burla fantasmagórica de Khadafi mismo– y Sarkozy y Lord Blair de Isfahan están tomando un aspecto aún más venido a menos que lo que creíamos. Escribí en un momento que Blair y Straw habían olvidado el factor “sorpresa”, la realidad de que esta extraña luminaria libia está absolutamente loco y sin duda haría otro acto terrible para avergonzar a nuestros amos.

Todos le están diciendo a Egipto que siga el “modelo turco”, que parece involucrar un agradable cóctel de democracia e Islam cuidadosamente controlado. Pero si esto es verdad, el ejército de Egipto mantendrá un ojo no deseado y no democrático sobre su pueblo en las décadas por venir. Como abogado, Ali Ezzatyar señaló: “Los líderes militares de Egipto han hablado de amenazas a la ‘forma de vida egipcia’… en una no tan sutil referencia a las amenazas de la Hermandad Musulmana. Esto se puede ver como una página sacada de un libro de estrategia turco”. El ejército turco resultó un hacedor de reyes cuatro veces en la historia turca moderna. ¿Y quién si no el ejército egipcio, hacedor de Nasser, constructor de Sadat, se libró del general Mubarak cuando el juego terminó?

Y la democracia, la real sin restricciones, imperfecta pero brillante versión que nosotros en Occidente hemos cultivado tan tierna y correctamente, no va a crecer feliz en el mundo árabe con el pernicioso trato de Israel a los palestinos ni con su robo de tierras en Cisjordania. Ya no es más “la única democracia en Medio Oriente”, como Israel sostenía desesperadamente –en compañía de Arabia Saudita, por Dios–, y decía que era necesario mantener la tiranía de Mubarak. Presionó el botón de los Hermanos Musulmanes en Wa- shington y fortificó el habitual temor al lobby israelí para hacer descarrilar a Obama y a la Clinton nuevamente. Enfrentados con manifestantes pro democracia en las tierras de la opresión, volvieron a apoyar a los opresores hasta que fue demasiado tarde.

Sin embargo, en Bahrein tuve una experiencia deprimente. El rey Hamad y el príncipe heredero Salman anduvieron haciendo reverencias a su población, setenta por ciento chiíta, abriendo las puertas de las prisiones, prometiendo reformas constitucionales. De manera que le pregunté a un funcionario del gobierno en Manama si esto era realmente posible. ¿Por qué no tener un primer ministro elegido en lugar de un miembro de la familia real, los Khalifa? Chasqueó su lengua. “Imposible”, dijo. “El CCG nunca podría permitir esto.” Donde dice CCG –el Consejo de Cooperación del Golfo– léase Arabia Saudita. Y aquí, me temo, nuestra historia se oscurece.

Le prestamos muy poca atención a esa banda autocrática de príncipes ladrones; creemos que son arcaicos, iletrados en política moderna, ricos (sí, “más allá de los sueños de Creso”, etc.) y nos reímos cuando el rey Abdulá ofreció hacerse cargo de las deudas del régimen de Mubarak con Washington y nos reímos cuando el viejo rey les promete 36 mil millones a sus ciudadanos para que mantengan la boca cerrada. Pero éste no es un asunto de risa. La revuelta árabe que finalmente sacó a los otomanos del mundo árabe comenzó en los desiertos de Arabia, con los jefes tribales confiando en Lawrence, McMahon y el resto de nuestra banda. Y de Arabia vino el wahabismo, una poción profunda –con espuma blanca encima de lo negro– cuya espantosa simplicidad atraía a cada posible islamista y a suicidas en el mundo sunnita musulmán.

Los sauditas acogieron a Osama bin Laden y a Al Qaida y al talibán. No mencionemos que ellos proveyeron la mayoría de los atacantes suicidas del 11 de septiembre. Y los sauditas ahora creerán que son los únicos musulmanes todavía en armas contra un mundo que se ilumina. Tengo la infeliz sospecha de que el destino de esta festividad en la historia de Medio Oriente que se está desarrollando antes nosotros será decidida en el reino del petróleo, los lugares sagrados y la corrupción. Estén alertas.

Pero una nota más alegre. Estoy buscando las citas más memorables de la revolución árabe. Tuvimos “Vuelva señor presidente, estábamos haciendo un chiste” de un manifestante anti Mubarak. Y hemos tenido el discurso estilo Goebbels de Saif el Islam el Khadafi: “Olvídense del petróleo. Olvídense del gas, habrá una guerra civil”. Mi propia cita favorita, egoísta y personal llegó cuando mi viejo amigo Tom Friedman de The New York Times se reunió conmigo para un de- sayuno en El Cairo con su habitual sonrisa. “Fisky –dijo–, un egipcio se me acercó ayer en la plaza Tahrir y me preguntó ¡si yo era Robert Fisk!” Eso es lo que yo llamo revolución.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Páginal12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

Written by Eduardo Aquevedo

26 febrero, 2011 at 4:36

Libia: Gadafi se atrinchera en Tripoli y contraataca…

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Las fuerzas leales al dictador luchan intensamente con los opositores en las poblaciones de Zauiya y Sabratha.- El régimen intenta blindar la capital, donde concentra a numerosos soldados y mercenarios

ÁLVARO DE CÓZAR / Ras el Ajdir (Enviado Especial, EL PAÍS) 24/02/2011

 

Muamar el Gadafi ha comenzado su contraataque. Sus fuerzas leales mantienen un férreo control sobre Trípoli tras perderlo en Bengasi, Tobruk y Musratha. Ante la fuerza de los opositores, que intentaron extender la revuelta al oeste del país, el mayor objetivo del líder libio en estos momentos se centra en mantener bajo su poder las ciudades de Zauiya y Sabratha, a menos de 80 kilómetros de la capital. La situación sobre el terreno sigue siendo muy confusa, con informaciones que salen del país a cuentagotas, algo que Gadafi aprovecha para mantener un discurso en el que culpa de todos los males de Libia a Al Qaeda y a los extranjeros. Mientras, los tiroteos indiscriminados se viven hoy en el oeste, consciente ya el dictador de que en la zona oriental llegó la calma cuando los «consejos populares» se hicieron con el control de manera gradual desde el pasado 17 de febrero. Arropado por los fieles al régimen, la guardia presidencial, grupos bajo el mando de sus hijos y numerosos mercenarios, Gadafi ha comenzado su ofensiva estratégica para liquidar a los opositores y mantenerse en el poder.

Las imágenes de las poblaciones controladas por los opositores, que han empezado a distribuir agencias, muestran el armamento que dejan atrás los partidarios del dictador -vehículos blindados, artillería, armamento ligero-. Un arsenal bastante anticuado que da a entender que el régimen ha agrupado alrededor de la defensa de Trípoli sus mejores recursos.

Desde la frontera entre Libia y Egipto -donde no existe control libio, excepto dos milicianos que saludan a los pocas personas que cruzan- hasta Tobruk, a 120 kilómetros, las banderas de la independencia ondean en los edificios oficiales y las comisarías están vigiladas por civiles, algunos de ellos armados.

En mitad de esta guerra por mantener el control de las principales ciudades de Libia, el dictador se ha dirigido a sus ciudadanos -a través de una intervención telefónica aparentemente improvisada y en la línea de su última intervención- para advertir a sus opositores de que si continúan las revueltas puede cerrarse el grifo del petróleo .

Por lo pronto, lo que sí está ya bloqueado son los findos que el dictador y su familia podrían tener en el sistema bancario suizo, según ha comunicado eL Gobierno helvético. La decisión tiene efecto inmediato y tendrá una vigencia de tres años. Con esta medida se evitará cualquier riesgo de desvío de fondos públicos libios que puedan encontrarse en territorio helvético.

Los testimonios de personas que huyen de los choques y se refugian en Túnez han confirmado sin embargo que los opositores van sumando apoyos en el oeste. Zuara, la ciudad más próxima a la frontera, ha sido liberada tras ser abandonada por el Ejército. Los opositores luchan ahora por conquistar otras dos grandes poblaciones en la ruta hacia Trípoli y objetivos estratégicos de Gadafi: Zauiya y Sabratha.

Zauiya y Sabratha, dura represión

La situación en la vecina Zauiya, donde la población había proclamado la victoria, no es tan clara a estas horas. La ciudad ha sido escenario de un ataque de fuerzas leales a Muamar el Gadafi que ha durado cinco horas y ha dejado al menos 100 muertos y cerca de 400 heridos, algunos muy graves, según datos que ha facilitado un testigo a la cadena Al Yazira. Éste, identificado solo por el nombre de Ali, ha contado que las tropas llegaron a primera hora de hoy en 35 vehículos militares, que llevaban cada uno diez efectivos, «y comenzaron a abrir fuego contra la gente» que se encontraba en esa ciudad. Los soldados utilizaron armas de gran calibre «como las que se usan para disparar contra tanques y aviones», y solo encontraron oposición de pobladores de Zauiya que estaban defendiéndose con armas cortas y escopetas de caza.

Zauiya está al oeste de Trípoli, no lejos de la frontera con Túnez. Hasta hoy, los ataques más graves contra los manifestantes de la oposición se han concentrado fundamentalmente en regiones del oriente del país. El testigo ha explicado, telefónicamente, que después de que el tiroteo se prolongara por cinco horas, hubo un descanso de unos quince minutos, y tras ello las tropas comenzaron a rondar la ciudad amenazando con matar a los civiles. Ali ha asegurado, a mediodía, que los militares se habían retirado a unos 20 kilómetros de la ciudad «para planear otro ataque de nuevo».

Y en la cercana Sabratha, a 80 kilómetros de Trípoli, las tropas han irrumpido en la ciudad mientras se han escuchado disparos. Helicópteros enviados por fuerzas leales a Gadafi han sobrevolado ambas ciudades y han efectuado disparos contra la población.

Mientras, Seif el Islam, su hijo designado como sucesor, ha comparecido en la televisión estatal para rechazar que haya habido bombardeos contra los manifestantes y asesinatos de «centenares o miles de personas». Además, ha invitado a los periodistas que esperan en la frontera de Túnez a entrar en Libia. «Adelante, que entren, que crucen y pasen», ha dicho, desafiante. De hecho, Estados Unidos ha confirmado que Libia ha autorizado la entrada de algunos periodistas de CNN, BBC en árabe y Al Arabiya, pero ha advertido que a partir de ahora Libia considerará a los que han entrado «ilegalmente» colaboradores de Al Qaeda.

Trípoli, ciudad fantasma

La autoridad de Gadafi parece haber quedado reducida al bastión de Trípoli, donde se ha atrincherado junto a las milicias de mercenarios africanos que siembran el pánico entre la población. Los relatos de testigos hablan de que los guerrilleros leales al dictador patrullan las calles fuertemente armados, con el respaldo de tanques y vehículos blindados, para frenar cualquier conato de revuelta. A diferencia de muchos militares que han desertado y se han unido a la rebelión, ellos ejecutan sin contemplaciones la orden de disparar y matar a cualquiera que se interponga en su camino. Su despliegue ha convertido Trípoli en una ciudad fantasma. El clima de terror no ha impedido que los opositores que aún permanecen en la ciudad hayan convocado para este viernes una gran marcha inspirada en las que forzaron la caída de Hosni Mubarak en Egipto.

Lo que sí han conseguido los opositores es el control de las principales terminales petrolíferas situadas al este de Trípoli. Según han informado residentes en la ciudad de Bengasi, en contacto con personas que habitan la zona, las plantas petrolíferas ya están en manos de rebeldes. Los residentes han contado a Reuters que las terminales de Ras Lanuf y Marsa El Brega están siendo protegidas. Soliman Karim, un residente que ayuda en la administración de la ciudad de Bengasi, ha indicado que las exportaciones, una fuente vital de beneficios para este país miembro de la OPEP, siguen su curso más o menos natural, algo que contrasta con la opinión de otro residente, que ha sugerido que la circulación de petróleo sí que ha quedado afectada. Esta información no ha podido confirmarse con las empresas que operan las terminales.

Consciente de que se avecina la batalla final, el dictador ha realizado hoy un llamamiento a la desesperada para que los miles de mercenarios disgregados por el país se unan a la defensa de la capital. Además de contener el avance rebelde, el régimen de Gadafi tiene que hacer frente a la pérdida creciente de apoyos. A las dimisiones de los ministros de Justicia y Emigración, se sumó ayer , la del ministro del Interior y antiguo compañero de armas de Gadafi, el general Abdulá Yunis. No obstante, el régimen de Gadafi intenta mantener a flote la moral de los suyos y ha lanzado un nuevo mensaje a través de la televisión estatal en el que exige a los rebeldes que entreguen las armas y ofrece dinero a aquellos que aporten datos que conduzcan a la captura de los líderes de la revuelta.

La situación de los partidarios de Gadafi es tan desesperada que 17 pilotos de la Fuerza Aérea de Libia fueron ayer ejecutados en Trípoli tras negarse a bombardear barrios en poder de los rebeldes de la ciudad de Zauia, a 44 kilómetros de la capital, según fuentes libias relacionadas con el Ejército, informa Ignacio Cembrero. El diario Quryna -perteneciente a un grupo mediático propiedad de un hijo de Gadafi- informa hoy de que un avión militar se estrelló ayer a las afueras de la ciudad, sin causar víctimas. El motivo: el piloto y el copiloto del aparato, un Sukoi 22, saltaron en paracaídas para evitar cumplir la orden de bombardear la ciudad.

Mercenarios encarcelados en Bengasi

En Bengasi, la segunda ciudad del país y epicentro de la protesta, los manifestantes ya han tomado por completo el poder, según han podido comprobar reporteros de Reuters. Miles de personas ocupan las calles de esta localidad, situada a 1.200 kilómetros al este de la capital, Trípoli, y festejan el fin del poder de Gadafi. Alrededor de una docena de «mercenarios» han sido encarcelados este jueves después de ser sometidos a juicio. «Han sido interrogados y ahora están en un lugar seguro y bien alimentados», ha explicado Imam Bugaighis, un profesor libio de 50 años que colabora en la organización de los comités para gestionar la ciudad.

Testigos y periodistas que han logrado entrar en el país por Egipto confirman que la ciudad fronteriza de Musaid está también en manos de los manifestantes. Lo mismo pasa, avanzando 150 kilómetros hacia el oeste, en Tobruk, un puerto estratégico en el distrito más próximo a Egipto. Los militares decidieron apoyar allí las protestas y este miércoles, por primera vez, se han podido ver imágenes en directo de una manifestación anti-Gadafi porque han entrado televisiones internacionales.

Trabajadores egipcios que han escapado de Zuara aseguran que los manifestantes antigubernamentales han tomado el control del enclave y, al igual que sus compatriotas del este, han constituido «comités populares» para reestablecer el orden. «Las comisarías han sido quemadas y no queda rastro de policías ni soldados», han explicado en declaraciones a Reuters. Eso no quiere decir que no pueda haber ataques de Gadafi en las próximas horas.

«Gadafi morirá en Trípoli»

El número de muertos sigue siendo todavía una incógnita y oscila entre los 300 declarados por el régimen, los 1.000 considerados verosímiles por el ministro de Exteriores italiano, Franco Frattini, y los 10.000 que señala un miembro libio de la Corte Penal Internacional (CPI), Sayed al Shanuka, en la cadena Al Arabiya.

«Perderá y tendrá que irse o morirá en Trípoli, pero nada podrá evitar que el pueblo acabe con él», dice en el puesto fronterizo de Ras el Adjir un libio que se envuelve con la antigua bandera tricolor del reino de Libia (1951-1969) en lugar de la actual, de color verde, adoptada en 1977. Esa bandera todavía se divisa desde Túnez al final de la frontera, en la parte libia y todavía inaccesible. El puesto fronterizo es el punto de encuentro de periodistas, ONG y ciudadanos tunecinos que se acercan a ver la llegada de los refugiados, unos 10.000 en los dos últimos días, la mayoría tunecinos o de otras nacionalidades que trabajaban en Libia. A medida que iban pasando, cargados de maletas y bolsas de plástico, los tunecinos les recibían con algunos gritos utilizados en las protestas que acabaron hace más de un mes con la huida del dictador de Túnez, Ben Ali. «Dégage, dégage… [lárgate]. Lo gritamos entonces contra él y lo dijeron también los egipcios con Mubarak. Es el momento de los libios», comenta un habitante de la ciudad tunecina de Ben Gardan, a 35 kilómetros de la frontera, que se había desplazado hasta la aduana para dar la bienvenida a los refugiados.

Algunos de ellos mostraban pruebas de las medidas que el régimen está aplicando a los extranjeros. Un joven se quitó la camiseta delante de los periodistas y enseñó la espalda llena de marcas de haber recibido palos hasta la extenuación. «Soy tunecino y la policía de allí nos odia porque conseguimos lo que queríamos en Túnez, echar al dictador. Eso nos convierte en objetivo», explicaba.

Written by Eduardo Aquevedo

25 febrero, 2011 at 6:31

Khadafi pierde el control de varias ciudades…

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BENGHAZI, TOBRUK Y OTRAS LOCALIDADES DEL ESTE DE LIBIA ESTAN EN PODER DE LOS MANIFESTANTES

Parte de las fuerzas del ejército abandonaron su obediencia al régimen y se plegaron a los reclamos de la gente en las calles desde el 15 de febrero. Los militares leales combatían por retener el oeste del país.

Los reclamos del pueblo libio corren como ríos por las calles del país. En el noveno día de protestas, la fuerza de las manifestaciones en algunas ciudades fue tal, que arrasó con todo vestigio del legendario régimen de Muammar Khadafi. Los manifestantes que reclaman el fin del gobierno tomaron el control de Tobruk, la principal ciudad de la frontera con Egipto, al este libio. Con ese territorio, el gobierno perdió el control de por lo menos cuatro localidades del este –incluyendo Benghazi– en las que un denominador común tomó protagonismo: el Ejército en funciones abandonó su obediencia al “líder y hermano guía de la revolución libia”, como se autodenomina Khadafi, y se declaró a favor de las revueltas. Ayer, además, otros dos funcionarios abandonaron sus puestos. Uno de los principales asistentes del hijo menor de Khadafi y el ministro de Justicia renunciaron “como condena a la violencia con la que el gobierno respondió al pueblo”. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, condenó el accionar del oficialismo libio y advirtió sobre la aplicación de posibles sanciones (ver recuadro).

El régimen de Khadafi, en el poder desde hace 42 años, se enfrenta a un movimiento de contestación sin precedentes desde el 15 de febrero. Su respuesta a los reclamos del pueblo, una represión extremadamente violenta que contó con ataques de patotas paramilitares y bombardeos aéreos, dejó un tendal de 300 muertos, según las propias autoridades. Para la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), las víctimas ascienden a 640, luego de contabilizar que al menos 275 personas perdieron la vida en la capital, Trípoli, y 230 en Ben-ghazi. El recuento no incluye posibles víctimas en Tobruk, donde también hubo protestas. La cadena árabe de noticias Al Jazeera se animó con la cifra de mil muertos. Sin embargo, las cifras son difíciles de confirmar debido a las interrupciones de las conexiones telefónicas y de Internet y a la limitación a los periodistas internacionales para entrar en el país.

Según reportaron medios de comunicación extranjeros, en Benghazi, la segunda ciudad del país, miles de personas festejaban en las calles la toma del poder en la ciudad. Corresponsales árabes aseguraron que en Tobruk no hay presencia de fuerzas de seguridad pública. “Estamos del lado del pueblo. En el pasado apoyamos a Khadafi, pero la situación cambió. El es un tirano”, remarcó a la cadena de noticias el comandante de las fuerzas armadas en esa ciudad, general Suleimán Mahmoud. En tanto, cronistas de la agencia de noticias británica Reuters aseguraron que Musaid, otra ciudad importante del este libio, también está bajo control de los manifestantes. Pero también la ciudad Misurata, el oeste del país, estaría en manos opositoras, según informó Al Jazeera.

Un día después de que llamara a sus seguidores a combatir a los manifestantes y amenazara con el uso letal de la fuerza contra sus críticos, el primer ministro libio continúa perdiendo apoyo de funcionarios de su gobierno y miembros de las fuerzas armadas. A los soldados y generales que se plegaron a las protestas en Benghazi y Tobruk se sumaron las unidades militares de otras ciudades, como Al Jabal al Akhdar y Derna, que prometieron proteger al pueblo.

“Expreso mi más profundo desprecio a la violencia de Khadafi”, anunció en su comunicado de renuncia Youssef Sawanhi, uno de los principales asesores del hijo menor de Khadafi, Saif al Islam. También dimitió el ahora ex ministro de Justicia Mustapha Abdeljalil, “en protesta al excesivo uso de la violencia contra los manifestantes”. Según fuentes anónimas, el primer ministro se habría atrincherado junto con cuatro brigadas de las fuerzas de seguridad en la base militar Bab al Asisiya, en Trípoli, cuyas calles estaban desiertas. Cabe recordar que la ciudad capital es el último bastión pro Khadafi que pudo observarse hasta la tarde de ayer en el país.

En tanto, en una entrevista concedida al periódico inglés Financial Times, el hijo mayor de Khadafi aseguró: “Mi padre seguirá jugando un rol esencial en Libia, aunque es cierto que es necesaria sangre nueva”. Además, aseguró que su hermano está trabajando en una nueva Constitución. “Pronto habrá novedades”, añadió.

Mientras aumentan las condenas internacionales a la represión violenta de las protestas, también lo hacen las cifras de libios y libias que huyen de su país en busca de refugio. El ministro del Exterior italiano, Franco Frattini, advirtió que hasta 300 mil libios podrían estar a punto de huir a Europa. Asimismo, miles de libios huyeron hacia las fronteras de los países vecinos de Egipto y Túnez, ante la situación convulsa que vive el país árabe. Según los datos de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), cerca de cinco mil personas huyeron a la frontera tunecina y 15 mil a la egipcia. Por su parte, la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) indicó que recibió “señales positivas” de ambos países de que mantendrán las fronteras abiertas para recibir a las personas que abandonan Libia.

Kadafi, el terrorista de Estado…
Alencontre.org
Las manifestaciones contra el poder dictatorial de Mouammar Kadafi comenzaron el 14 de febrero. La represión masiva y brutal se puso en marcha a raíz de las amplias movilizaciones, impulsadas bajo el lema “Día de cólera” el 17 de febrero. 

Desde entonces, la movilización se desarrolló en distintas ciudades. Pero la represión tomó el perfil de una verdadera masacre. Así pues, Ali al-Essawi, embajador de Libia en la India, que dimitió de su puesto, indicó a la cadena Al-Jazira, (martes 22 de febrero), que se habían utilizado algunos aviones de combate para tirar contra la población civil. Este embajador no dudó en utilizar el término de “masacres” y pedir que la ONU bloqueara el espacio aéreo de Libia con el fin de “proteger a la población”. Hay que señalar que el embajador de Libia en Australia cortó los vínculos con el poder de Kadafi, lo mismo sucede para los embajadores en la India, Bangladesh, Malasia, Indonesia, así como de los representantes de las embajadas libias ante la Unión Europea y la Liga Árabe.

En Benghazi, segunda ciudad del país, las fuerzas anti-régimen parecen haber tomado el control de la ciudad, en particular a raíz de la deserción de unidades militares que se unieron a los manifestantes. La violencia de la represión y el tipo de armas utilizada resultan de las declaraciones del Dr. Ahmed a la cadena Al-Jazira. Este último indica que “cuerpos se encontraban en tres o cuatro partes. A veces, solamente una pierna, a veces solamente una mano. ” En esta sola ciudad, el número de personas asesinadas se eleva, según este médico, a más de 300. Este martes, durante la mañana, ninguna persona herida se condujo al hospital. Este mismo médico, en el mismo sentido que otras fuentes, destaca la falta completa de medicamentos y material sanitario. Según el Ministerio de Asuntos Exteriores de Egipto, la pista del aeropuerto de Benghazi se destruyó, lo que impide la llegada de todo avión. Soldados, que volvían a su cuartel, encontraron el cuerpo de otros soldados, asesinados, porque se habían negado a tirar contra civiles. La represión parece haber tomado formas aún más violentas en la capital, Trípoli. En los barrios de Tajoura y Fachloum, hombres armados y paracaídas lanzados por helicópteros, disparaban contra los manifestantes. Ante el pánico desatado, las mezquitas reclamaban ayuda por los altavoces.

Mouammar Kadhafi dispone desde hace tiempo de un aparato represivo potente y de milicias vinculadas al Comité Revolucionario. Estas estructuras son la base efectiva de su poder, que parecen más sólidas en Trípoli y sus alrededores. La represión brutal del poder impulsó la renuncia del embajador de Libia en la ONU, Ibrahim Dabbashi, quien afirmó que el régimen de Kadhafi “había iniciado un genocidio contra el pueblo libio”. Dabbashi y sus colegas reclamaron que el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya inicie una investigación inmediata contra Kadafi, sus hijos y su clan, por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.

Será interesante conocer la posición del presidente Hugo Chávez sobre este levantamiento popular en Libia y las matanzas de Estado que están ocurriendo. ¿Qué dirá el presidente de Venezuela y lider del PSUV (el partido de Estado de la “revolución bolivariana”) que, en octubre de 2010, firmaba cuatro convenios y cinco memorándums de acuerdo con Kadafi?

Sobre todo teniendo en cuenta que en un discurso televisado – ciertamente grabado antes y pasado al final de la tarde de hoy, 22 de febrero, donde Kadafi aparece delante de la entrada del edificio oficial bombardeado por Estados Unidos en 1986 – el dictador declara: “Soy un combatiente, un revolucionario beduino, yo no me voy a ir con esta situación. Moriré como un mártir» (…) «Ni siquiera he comenzado a dar órdenes de usar balas; si necesitamos emplear la fuerza, la usaremos». Ha llamado a sus partidarios a defender su régimen y a luchar contra «las ratas» que siembran los disturbios. «La lucha se llevará a cabo calle por calle hasta que el suelo libio sea liberado. Los que queréis a Kadafi, formad comités populares y atad a estos jóvenes en casa». Les pide a sus simpatizantes llevar un brazalete verde para reconocerse.

Es decir, Kadafi declara abrir una nueva fase de la guerra contra todos los que se oponen a su poder. Se asume el terrorismo de Estado.

El aterrizaje de dos aviones de combate a Malta, Miraje F1, controlados por oficiales que se negaron bombardear a los manifestantes, abrió el tema: ¿de qué armamento dispone Kadafi? En efecto, Trípoli había comprado en los años setenta una cuarentena de Miraje F1 a Francia. Debido al embargo internacional que pesaba sobre Libia, estos aviones les fueron vendidos por algunas empresas francesas privadas. Es gracias a la venta del petróleo que el poder libio pudo, a partir del final del embargo internacional en 1999, renovar el armamento adquirido anteriormente en la URSS y en los países occidentales. Así pues, ucranianos y rusos modernizaron una escuadrilla de Sukhoï-24 y los helicópteros que se habían comprado en masa en los años setenta y 1980. El lunes 21 de febrero de 2011, fueron helicópteros de transporte Chinnok los que se vieron sobre Trípoli. Estos helicópteros fueron construidos por la empresa norteamericana Boeing y armados y mantenidos por la empresa italiana Agusta Westland. En 2006, para guardar las fronteras y consolidar su acuerdo con Italia con el fin de impedir la salida de “refugiados” africanos (trabajadores), Kadafi había comprado helicópteros Agusta 109.

Desde el 2007, se celebraba cada dos años en Trípoli una exposición de armamento – el LAVEX (Libyan Aviación Conferencia and Exposición) – donde los negociantes de armas esperaban colocar su material gracias a 45.000 millones de dólares de ingresos petrolíferos de Libia (aunque estos últimos bajaron con motivo de la crisis de 2008-2009). Así pues, Dassault esperaba colocar su Rafale (la Sra. Alliot-Marie está en Brasil para intentar venderlo al gobierno de ese país); Sukhoï su benjamín, el Sukhoï-35; el europeo EADS su Typhoon. El próximo LAVEX estaba previsto para septiembre de 2011. Algunas dificultades se le presentarán a todos estos fabricantes; no debido a las masacres contra la población libia, sino por la gran probabilidad de que Kadafi no pueda seguir haciendo sus compras.

La naturaleza militar, policial y tribal del régimen Kadhafi no deja lugar a dudas sobre sus vínculos con los poderes económicos mencionados; esos vínculos son reveladores del papel económico jugado por las grandes potencias, desde hace mucho tiempo, para alimentar el aparato de seguridad (represivo) del régimen libio. Por otra parte, es significativo que la agencia calificadora “Standard & Poor” haya pasado la nota de Libia de A para BBB +. Como forma de alertar a los acreedores y esperen el regreso de la “calma de los cementerios”.

La solidaridad con el pueblo libio ya se manifiesta en Túnez, cientos de jóvenes manifestaron a este ante la embajada de Libia en Túnez. Este ejemplo puede encontrar un eco, tanto en distintos países del mundo árabe como en Europa.

Traducción de Ernesto Herrera

Fuente: http://www.alencontre.org/

Written by Eduardo Aquevedo

24 febrero, 2011 at 4:51

Miedo se apodera de Trípoli, festejos en este de Libia

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miércoles 23 de febrero de 2011 14:03 GYT
Por Alexander Dziadosz

PhotoBENGASI, Libia (Reuters) – Miles de libios festejaban la liberación de la ciudad oriental de Bengasi del control de Muammar Gaddafi, quien se reportó que envió un avión para bombardear el área el miércoles mientras se resiste a dejar el poder.

La tripulación salió del avión luego de despegar de la capital, Trípoli. Luego hizo un aterrizaje forzoso al sudoeste de Bengasi, indicó una fuente militar según citó el diario libio Quryna, evitando una nueva tragedia después de casi una semana de violencia.

Trípoli, junto al oeste del país, sigue bajo el mando de Gaddafi. Los residentes indicaron que tenían miedo de los grupos armados leales al presidente, tras un discurso el martes por la noche en el que amenazó con atacar a los manifestantes.

Los intentos desesperados por aplastar una revuelta popular en contra de su Gobierno de cuatro décadas dejaron hasta 1.000 muertos, dijo el miércoles el ministro de Relaciones Exteriores de Italia, Franco Frattini.

Los precios del petróleo treparon por encima de 110 dólares el barril por temor a que el caos se expanda hacia otras naciones productoras de petróleo e interrumpa los suministros, quebrando las esperanzas de una rápida recuperación económica mundial.

Un oficial de la fuerza aérea, mayor Rajib Faytouni, dijo en Bengasi, cuna de la revuelta, que había sido testigo de la llegada de hasta 4.000 mercenarios en aviones de transporte libios durante tres días desde el 14 de febrero, reportó el diario Guardian de Londres.

«Por eso nos pusimos contra el Gobierno. Eso y el hecho de que hubo una orden de usar aviones para atacar personas», añadió.

Hossam Ibrahim Sherif, director del centro de salud de Bengasi, dijo a Reuters que habían muerto alrededor de 320 personas en la ciudad.

Con informaciones de que gran parte del este se encuentra bajo control de los rebeldes, una cárcel vacía se incendió en Bengasi y la red británica Sky News mostró imágenes de misiles antiaéreos en lo que dijo era una base militar abandonada cerca de Tobruk.

Los residentes encendieron petardos y tocaron bocinas para celebrar el fin de los días sangrientos en el lugar.

Mientras los países que poseen fuertes lazos comerciales con el tercer productor de petróleo de Africa intentaban evacuar a sus ciudadanos, un trabajador turco fue asesinado en un edificio cerca de la capital, dijeron autoridades de aquel país.

Un trabajador del petróleo británico dijo que estaba varado con otras 300 personas en un campo en el este de Libia, donde informó que locales habían saqueado instalaciones petroleras.

«Vivimos todos los días con miedo por nuestra vida debido a que los locales están armados», dijo James Coyle a la BBC. «Han saqueado (…) el campo alemán de al lado, se han llevado todos sus vehículos, todos nuestros vehículos (…) todo. Por eso estamos desesperados porque el Gobierno británico venga a buscarnos», agregó.

Gran Bretaña dijo que estaba presionando a las autoridades libias para que reabrieran un aeropuerto militar con el fin de ayudar en las evacuaciones.

Francia se convirtió en el primer Estado en reclamar sanciones. «Quiero la suspensión de las relaciones económicas, comerciales y financieras con Libia hasta nuevo aviso», dijo el presidente Nicolas Sarkozy.

Pero en la última señal de las divisiones internacionales en torno a la crisis, el primer ministro de Qatar indicó que no quería aislar a Libia, donde varios destacados funcionarios han declarado su apoyo a las protestas que comenzaron hace casi una semana.

El ministro del Interior, Abdel Fattah Younes al Abidi, y un asesor del influyente hijo del veterano líder Saif fueron los últimos en abandonar al Gobierno.

«Renuncié de la Fundación Gaddafi el domingo para expresar mi disgusto ante la violencia», dijo Youssef Sawani, director ejecutivo de la fundación, en un mensaje de texto enviado a Reuters.

Gaddafi desplegó tropas al oeste de la capital para intentar detener la expansión de la revuelta. En el este, varios soldados se retiraron del servicio activo y abandonaron una base militar cerca de la ciudad de Tobruk.

El general Soliman Mahmoud al-Obeidy dijo a Reuters que el líder libio ya no era confiable. «Estoy seguro de que va a caer en los próximos días», declaró.

Gaddafi, quien alguna vez fue respetado por muchos libios pese a su represivo gobierno, llamó a una muestra masiva de apoyo el miércoles, pero sólo unas 150 personas se congregaron en la plaza Verde de la capital, Trípoli, llevando la bandera libia y retratos del presidente.

La mayoría de las calles estaban desiertas en un horario en que suelen estar colmadas de autos.

Algunos cafés parecían ser los únicos comercios abiertos, pese al llamado del Gobierno a que los libios vuelvan a trabajar enviado a los suscriptores de las dos compañías de teléfonos móviles controladas por el Estado.

«Muchas personas tienen miedo de dejar sus hogares en Trípoli y hombres armados leales a Gaddafi están dando vueltas amenazando a las personas que se juntan en grupos», dijo el tunecino Marwan Mohammed mientras cruzaba la frontera del oeste de Libia hacia Túnez.

Se estima que 1,5 millones de extranjeros trabajan o visitan Libia y un tercio de la población de siete millones son inmigrantes del Africa sub-sahariana.

Testigos describieron escenas de caos mientras las personas intentaban dejar el país. «Es un éxodo bíblico», dijo el ministro italiano Frattini, pronosticando varios cientos de miles que buscarán refugio en su país.

ESTIMACIONES CREIBLES

Frattini dijo que entendía que la región oriental de Cyrenaica, donde se ubica gran parte del petróleo, ya no estaba bajo el control de Gaddafi luego de los violentos esfuerzos por aplastar la protesta allí y en el resto del país.

Frattini señaló que no sabía cuántos muertos había y agregó: «Creemos que estimaciones de alrededor de 1.000 son creíbles».

El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas condenó el uso de violencia y llamó a que los responsables de los ataques a civiles sean responsabilizados, mientras que el primer ministro británico, David Cameron, llamó a una resolución formal.

«El régimen libio está utilizando niveles terribles de fuerza y violencia contra su propio pueblo, incluyendo aeronaves que están disparándole a las personas», declaró.

Las manifestaciones en los países vecinos a Libia Egipto y Túnez lograron derrocar a líderes atrincherados pero Gaddafi, quien llegó al poder en un golpe militar de Estado en 1969 y ha gobernado el desértico país con populismo y mano dura, sigue dando la pelea.

El martes, un desafiante Gaddafi afirmó estar listo para morir como «un mártir» en Libia. «Me voy a mantener aquí desafiante», dijo en un mensaje en el canal estatal, rechazando a los manifestantes como «ratas y mercenarios».

Hasta un cuarto de la producción de petróleo de Libia ha estado interrumpida, en base a cálculos de las firmas que operan en el país, que se extiende desde el Mediterráneo hasta el Sahara y produce casi el 2 por ciento del petróleo del mundo

Human Rights Watch dijo que 62 personas han muerto en Trípoli en los últimos dos días, además de la cifra de 233 muertos entregada anteriormente. Pero grupos de oposición estiman cifras mucho mayores.

(Reporte de Tarek Amara, Christian Lowe, Marie-Louise Gumuchian, Souhail Karam; Brian Love, Daren Butler; Dina Zayed, Sarah Mikhail y Tom Perry en El Cairo y de un corresponsal de Reuters en Libia; Henry Foy en Nueva Delhi; Escrito por Janet Lawrence y Philippa Fletcher. Editado en español por Carlos Aliaga y Juana Casas)

Written by Eduardo Aquevedo

23 febrero, 2011 at 16:29

Libia: Khadafi promete reprimir y resistir «hasta la muerte»…

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Una verdad imborrable

Por Robert Fisk *

De manera que morirá luchando. Eso es lo que Muammar Khadafi nos dijo anoche, y la mayoría de los libios le creen. Este no será un vuelo tranquilo a Riad o un viaje suave a un lugar de veraneo del Mar Rojo. Avejentado, envuelto en túnicas del desierto, seguía delirando. Ni siquiera había comenzado a usar balas contra sus enemigos –una mentira palpable– cuando dijo: “Cualquier uso de la fuerza contra la autoridad del Estado será castigado con la muerte”, en sí misma una verdad palpable que los libios conocen demasiado bien sin el uso del tiempo verbal futuro de la amenaza de Khadafi. Seguía y seguía despotricando. Como todo en Khadafi, era muy impresionante, pero siguió demasiado tiempo.

Maldijo a la gente de Ben-ghazi que ya había liberado a su ciudad —“esperen hasta que la policía regrese para restaurar el orden”, prometió sin una sonrisa este hombre disecado–. Sus enemigos eran islamistas, la CIA, los británicos y los “perros” de la prensa internacional. Sí, siempre somos perros, ¿no es cierto? Hace tiempo, en un diario de Bahraini una caricatura me representó como (Príncipe Heredero, por favor tomen nota) un perro rabioso, digno de liquidar. Pero como los discursos de Khadafi, eso es lo normal. Y luego vino mi parte favorita, la exégesis de Khadafi anoche: ¡no había comenzado a usar la violencia todavía!

De manera que borremos todos los YouTubes y Facebooks y los disparos y la sangre y los cadáveres mutilados de Benghazi, y pretendamos que no sucedió. Pretendamos que la negativa de darles visas a los corresponsales extranjeros no evitó, en realidad, saber la verdad. La afirmación de Khadafi de que los manifestantes en Libia –los millones de manifestantes– “quieren hacer de Libia un Estado islámico” es exactamente la misma pavada que Mubarak pretendía vender antes del fin de Egipto, la misma pavada que Obama y Clinton han sugerido. Por cierto, hubo momentos anoche en que Khadafi –en su deseo de venganza, su desprecio por los árabes, por su propio pueblo– comenzó a sonar muy como los discursos de Benjamin Netanyahu. ¿Existirá algún contacto entre esos dos mentirosos que nosotros desconocemos?

En muchas formas, los desvaríos de Khadafi eran los de un hombre viejo, sus fantasías sobre sus enemigos —”ratas” que incluían “agentes de Bin Laden”— eran tan desorganizadas como las notas garabateadas en un pedazo de papel que sostenía en su mano derecha, para no mencionar el volumen de leyes de tapas verdes que citaba todo el tiempo. No era sobre amor. Era sobre la amenaza de ejecución. “‘Malditos’ aquellos que tratan de provocar descontento contra Libia”. Era un complot, una conspiración internacional. El lucharía “hasta la última gota de mi sangre, con el pueblo libio apoyándome”. Estados Unidos era el enemigo (hablando mucho de Fallujah), Israel era el enemigo, Sadat era un enemigo, la colonial Italia fascista era el enemigo. Entre los héroes y amigos de Khadafi estaba su abuelo, “que murió como un mártir en 1911” contra el enemigo italiano.

Vestido con una túnica y gorro marrón, el aspecto de Khadafi provocó algunas preguntas extrañas. Habiendo mantenido a los medios internacionales –los “perros” en cuestión– fuera de Libia, le permitía al mundo observar una nación enloquecida: YouTube y blogs de violencia terrible versus imágenes de televisión estatal de un dictador totalmente desquiciado justificando lo que o no había visto en YouTube o no se le había mostrado. Y aquí hay una pregunta interesante: los dictadores y los príncipes que permiten a la prensa internacional en sus países –los señores Ben Alí/Mubarak/Saleh/el príncipe Salman– están permitiendo que se filme su propia humillación. Su recompensa es dolorosa, por cierto.

La inmediatez de los celulares, la intimidad del sonido y el estallido de los disparos son en muchas formas más convincentes que la película digital editada de las cadenas televisivas. Exactamente lo mismo sucedió en Gaza cuando los israelíes decidieron, estilo Khadafi, mantener a los periodistas extranjeros fuera de su orgía de sangre de 2009: los blogueros y los usuarios de YouTube (y Al Jazeera) simplemente nos dieron una realidad que normalmente no experimentamos de parte de los “profesionales” del satélite. Quizás, al final, es necesario un dictador con su propio monopolio mirando a cámara para que diga la verdad: “Moriré como un mártir”. Casi verdadero.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Páginal12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

La última carta del líder libio

El gobernante daba la impresión de querer arrastrar a su pueblo en su caída sin que hicieran efecto las presiones internacionales. Esto es lo que opinan los expertos occidentales. Las petroleras europeas activaron la evacuación.

Por Eduardo Febbro

Desde París

Francia envió ayer tres aviones Airbus para repatriar a una porción importante de los 750 franceses que residen en Libia. Alemania, Portugal, Grecia y Holanda tomaron iniciativas semejantes ante una situación que la presidenta de la Federación Internacional de Derechos Humanos, FIDH, Souhayr Belhassen, definió al diario Le Monde en estos términos: “Estamos en plena locura. Khadafi está en las últimas, pero no toma conciencia de ello. Está completamente fuera de la realidad. Todo indica que está utilizando su última carta. Khadafi emplea la técnica de la tierra quemada, lo que da la impresión de que está dispuesto a arrastrar a su pueblo en la caída”. Las compañías petroleras de Italia, Eni; de Francia, Total; de Gran Bretaña, BP; de No-ruega, Statoil; de Alemania, Wintershall y RWE Dea, así como el grupo aeronáutico y de defensa italiano, Finmeccanica, y el gigante alemán de la industria, Siemens, procedieron igualmente a la evacuación de su personal presente en Libia. Los que más problemas encuentran para recuperar a sus ciudadanos del caos y la violencia son Túnez, Turquía y sobre todo Egipto, país fronterizo con Libia donde reside y trabaja un millón y medio de egipcios.

Los peores rumores y análisis circulaban anoche en Europa acerca de la dimensión de la represión que se abatió sobre la sociedad. Souhayr Belhassen adelantó a Le Monde que “en algunas ciudades del país, exceptuando Trípoli y Syrte, el ejército regular se unió a los manifestantes”. Según la presidente de la FIDH, algunas familias “me hablaron de ‘ciudades abiertas’. Están libradas a sí mismas”. Mucho más dramático es el testimonio que Nouri el-Mismari ofreció al diario Libération. Nouri el-Mismari, que está actualmente en Francia, fue durante 30 años el jefe de protocolo de Khadafi. Según relata al diario, El- Mismari asegura que “a cada hora, a cada momento, hay una matanza. En cada rincón hay combates y están bombardeando los barrios a ciegas con la aviación”. El ex jefe de protocolo de Khadafi agrega que hay “más de 400 muertos” y que “está ocurriendo un genocidio de masas”. Las informaciones de esta fuente coinciden con las que suministran los organismos europeos de defensa de los derechos humanos. Nouri el-Mismari evoca la presencia de los mercenarios, una intervención confirmada por Souhayr Belhassen: “Los mercenarios siempre existieron en Libia, pero su número se intensificó en estos últimos días. Como el ejército decidió ponerse fuera de juego y no seguir a Khadafi, éste recurre a los mercenarios para reprimir a los manifestantes”.

Muchos analistas occidentales consideran que el líder libio, que llegó al poder a los 27 años y se fabricó una imagen de “hombre fuerte del antiimperialismo”, se está suicidando con tal de no ceder. Hasni Abidi, director del Centro de estudios e investigación sobre el mundo árabe y mediterráneo (Cerman, con sede en Ginebra), compara a Libia con Corea del Norte. Hasni Abidi explica que, “con petróleo y sin armas nucleares, Libia es la Corea del Norte del mundo árabe”. Al igual que el régimen norcoreano, Libia es, según Abidi, un país donde “todos los poderes están concentrados en un solo hombre y entre aquellos que se llaman ‘los hombres de la carpa’. La carpa es la sede desde donde Khadafi gobierna desde el ataque norteamericano contra el palacio presidencial”. Al igual que otros analistas, Hasni Abidi destaca que las presiones internacionales no tienen ningún efecto sobre el poder de Khadafi: “En el plano internacional, Libia no tiene que rendirle cuentas a nadie. Es un aliado de la Unión Europea en términos de inmigración, petróleo y gas. Libia es un mercado con porvenir. Los europeos van a dudar en tomar cualquier decisión contra un régimen que podría cerrarles la puerta”.

Los libios se las verán a solas con su déspota asesino y los ocho hijos del coronel. Casi todos ocupan cargos altos. Saïf Al-Islam apareció hasta anteayer como un reformista moderado. Sin embargo, en el discurso que pronunció en la televisión esgrimió la amenaza que luego su padre llevó a la práctica: aplastar la revuelta a sangre y fuego. Su cuarto hijo, Mutassim Billah Khadafi, representa a la vez la apertura hacia Occidente y la represión. Mutassim oficia de interlocutor de los occidentales que visitan Libia y al mismo tiempo tiene un puesto de consejero para los asuntos de seguridad. Su nombre evoca pánico entre la población. Al-Saadi Khadafi, un ex jugador de fútbol profesional que contrató a Carlos Bilardo como entrenador de la selección libia de fútbol en el año 2000, fue el encargado de reprimir las revueltas que estallaron en la ciudad de Benghazi. Kharmis Khadafi es un oficial al frente de una brigada especial encargada de la seguridad de su padre. Mohamed Khadafi tiene un puesto aún más clave: dirige la red de telecomunicaciones libias y ha sido sin dudas quien dejó al país separado del mundo.

Written by Eduardo Aquevedo

23 febrero, 2011 at 3:03

Libia: renuncia ministro del Interior y ya registra 519 la cifra de muertos…

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El ministro del Interior libio dimite y se une a las protestas

Abdulá Younis lee un comunicado en Al Yazira en el que pide al Ejército que se sume a los manifestantes y respalde sus demandas «legítimas»

AGENCIAS 22/02/2011

El ministro del Interior libio, Abdulá Younis, ha anunciado su dimisión y su adhesión a la denominada «revolución del 17 de febrero», que reclama la salida del dirigente Muamar el Gadafi, según ha asegurado en la cadena de televisión Al Yazira . El ministro, uno de los oficiales que formó parte del golpe de estado del 69 y uno de los amigos íntimos de Gadafi, ha leído un comunicado en el que ha pedido al Ejército que se sume a los manifestantes y respalde sus demandas «legítimas». «El bombardeo contra la población civil es lo que me ha hecho unirme a la revolución (…). Nunca que imaginé que íbamos a llegar a disparar contra la gente», ha asegurado Younis, que ha apuntado que la Libia de Gadafi se ha desmoronado.

Además, la Liga Arabe ha suspendido la participación de Libia en sus reuniones con efecto inmediato y en respuesta a la represión contra los opositores que llevan días manifestándose contra el régimen. Esta decisión llega horas después de que el representante libio ante esta organización, Abdel Moneim al Huni, presentase su dimisión, no sin antes lanzar una dura crítica contra la actuación del régimen y reclamar el procesamiento de las autoridades de Libia.

A estas dimisiones se les une que varios diplomáticos libios le han dado la espalda a Muamar el Gadafi desde que el fin de semana comenzó el baño de sangre en su país. Hoy el embajador libio en Estados Unidos, Ali Aujali, se ha sumado a varios homólogos y ha dado su respaldo a la revuelta popular después de la sangrienta represión que mercenarios y leales a Gadafi han lanzado contra el pueblo.

Pero no todo son malas noticias para líder libio. El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, ha revelado que ha estado en contacto telefónico con el él para expresarle su solidaridad en momentos en que esa nación árabe está sumergida en el caos por las revueltas que piden el fin del régimen del coronel que lleva más 41 años en el poder. «Yo me he estado comunicando telefónicamente con él (Gadafi), hemos estado hablando por teléfono, lógicamente él está librando nuevamente una gran batalla», ha comentado Ortega.

También se ha puesto en contacto con él el primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi. La llamada, de la que no se han facilitado detalles, se produjo esta tarde, aunque no se especifica si tuvo lugar antes o después de la intervención de Gadafi en televisión en la que anunció que no dejará el poder. Gadafi acusó además a Italia y a Estados Unidos de entregar «misiles» a los manifestantes, a lo que el ministro de Exteriores de Italia, Franco Frattini, respondió que el país transalpino no proporciona armas. «Jamás hemos proporcionado misiles. Misiles italianos no existen», ha subrayado.

 

Elevan a 519 la cifra de muertos en Libia, donde se multiplican las denuncias de matanzas
Gara

La Coalición Internacional contra los Criminales de Guerra ha elevado a 519 el número de víctimas mortales registradas en Libia desde que comenzaron las movilizaciones contra el régimen de Muamar al-Ghadafi. Las denuncias de razias contra la población y bombardeos se multiplican pese al silencio oficial. «Hombres armados disparan de forma indiscriminada», denuncian testigos que hablan de matanzas.

La Coalición, formada en 2009 por diversas organizaciones no gubernamentales centradas en el conflicto entre palestinos e israelíes, ha dado a conocer que la represión ejercida por el régimen de Al-Ghadafi ha dejado 3.980 heridos y al menos 1.500 desaparecidos desde la semana pasada, cuando comenzaron las manifestaciones, según informa la cadena de televisión Al Jazeera.

La organización internacional Human Watch Rights ha informado de alrededor de 300 muertos en todo el país desde la semana pasada y la Liga Internacional por los Derechos Humanos ha elevado la cifra a 400.

Ha revelado, ademñas, que se ha acondicionado en Trípoli una morgue que podría contener hasta 450 víctimas de la represión de las manifestaciones.

El día más cruento fue el de ayer, cuando el régimen se sirvió de la aviación para bombardear a los manifestantes en Trípoli, Benghazi y otros puntos del país.

Según Al Jazeera, sólo en el día de ayer pudieron morir hasta 250 personas a causa de los bombardeos, algunos de ellos efectuados incluso contra los cortejos fúnebres por las víctimas de los días anteriores.

300 fallecidos en Benghazi

La cifra aún puede ser superior. Un médico ha relatado al canal qatarí que sólo en Benghazi, ciudad que está en manos de los opositores, han muerto cerca de 300 personas por los disparos y bombardeos.

«Hay unos 300 muertos, al menos de los que tenemos constancia», ha explicado el médico.

La represión, que incluye ataques armados de fuerzas policiales y militares, así como el bombardeo aéreo en ciertos sectores de la ciudad, se desató a mediados de la semana pasada y se ha prolongado durante cinco días, agregó el médico de esa ciudad del este de Libia, a 1.200 kilómetros de Trípoli.

Mientras, la televisión estatal ha asegurado que las fuerzas de seguridad han desplegado una operación contra «los saboteadores que siembran el terror» y ha calificado de «rumores falsos» difundidos por «las cadenas vía satélite confabuladas estos últimos días contra el pueblo libio» la brutal represión.

«Dicen que hay masacres en varias ciudades, pueblos y barrios en Libia, Debemos luchar contra estos rumores y mentiras que forman parte de una guerra sicológica», señala la televisión oficial Al Jamahiriya, rechazando las informaciones sobre masacres contra los manifestantes que piden la caída de Al-Ghadafi.

Testigos presenciales denuncian, sin embargo, que «hombres armados disparan de forma indiscriminada» en lo que han denominado como matanza.

Pese al silencio oficial impuesto –el régimen no permite el acceso al país de la prensa internacional–, los hechos salen poco a poco a la luz e imágenes vetadas por los medios del régimen aparecen en televisiones como Al Jazeera.

Bombardeos

Esta cadena ha dado a conocer que se han producido nuevos bombardeos sobre varios sectores de Trípoli.

La cadena ha señalado en el barrio de Taura, en el este de Trípoli, todavía se ven cadáveres en las calles. Ayer, según testigos citados por Al Jazeera, hubo 61 muertos por la represión de las protestas públicas que se desarrollan en Trípoli.

«Los aviones de guerra y los helicópteros están bombardeando indiscriminadamente un sector después de otro. Hay muchos muertos», ha declarado uno de los testigos.

Un vecino de Baida, en el este del país, ha declarado que aviones y carros de combate han matado a 26 personas, entre ellas su hermano.

Los libios «tienen miedo de su propia sombra, los niños no pueden dormir, es como si viviéramos en otro planeta», ha manifestado Marai al Mahry, de la tribu Ashraf y hermano de Ahmed al Mahry, fallecido durante la represión.

«Esto es peor de lo que nadie puede imaginar, es algo que ningún ser humano puede comprender. Nos están bombardeando con aviones, nos están matando con tanques», ha relatado a Reuters.

Las fuerzas leales a Al-Ghadafi han disparado indiscriminadamente a los habitantes de Baida «únicamente por andar por las calles», ha denunciado Mahry, de 42 años.

Mercenarios

En Fachloum, otro testigo ha relatado en mercenarios africanos se han trasladado a la localidad en helicópteros y han provocado «un gran número de muertes».

La denuncia de que el régimen de Ghadafi ha contratado a mercenarios llega también desde el ámbito diplomático. Ali al-Essawi, quien acaba de renunciar a su cargo de embajador de Libia en India en protesta por la represión de las manifestaciones, ha manifestado que los mercenarios «proceden de Africa, son de habla francesa y de otros idiomas».

Ha asegurado, además, que soldados libios se han pasado a la oposición. «Son libios y no pueden aceptar que los extranjeros maten a los libios, y por ello se han puesto a favor del pueblo», ha indicado.

Fuente: http://www.gara.net/azkenak/02/250042/es/Elevan-519-cifra-muertos-Libia-donde-multiplican-denuncias-matanzas

Written by Eduardo Aquevedo

23 febrero, 2011 at 1:12

Khadafi, un déspota nacionalista que desafió a Occidente reprime brutalmente a su pueblo…

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Una narrativa histórica precede la caída

Por Robert Fisk *

Hasta el viejo, paranoico, loco zorro de Libia está por caer. El pálido e infantil dictador nacido en Sirte, dueño de su propia guardia pretoriana, autor del absurdo Libro Verde, que una vez anunció que iría a una cumbre de No Alineados en Belgrado en su caballo blanco. Está por caer. O se ha ido. Anoche, el hombre a quien vi hace más de tres décadas saludando solemnemente a una falange de hombres rana de uniformes negros mientras desfilaban por el caluroso pavimento de la Plaza Verde en una tórrida noche en Trípoli parecía estar huyendo por fin, perseguido –como los dictadores de Túnez y El Cairo– por su propio pueblo furioso.

Las imágenes de YouTube y Facebook contaban la historia con cierta fantasía: comisarías incendiadas en Benghazi y Trípoli; una mujer con una pistola asomándose a la ventanilla de un auto, una multitud de estudiantes rompiendo una réplica en concreto de su espantoso libro. Disparos de fuego, llamas y gritos en los celulares; vaya epitafio para un régimen que todos nosotros de tiempo en tiempo apoyamos.

Y aquí va una historia verdadera. Hace sólo unos días, mientras el coronel Muammar Khadafi se enfrentaba a la ira de su propio pueblo, se reunió con un viejo conocido árabe y se pasó 20 minutos de una reunión de cuatro horas preguntándole si conocía a un buen cirujano para que le hiciera un lifting en su rostro. Esta es –¿es necesario que lo diga sobre este hombre?– una verdadera historia. El viejo muchacho se veía mal, la cara caída, hinchada, un actor de comedia que se había volcado a la tragedia en sus últimos días, desesperado por la maquilladora, el golpecito final en la puerta del camarín.

Ante el hecho, Saif al Islam al Khadafi, fiel suplente de su padre, tuvo que tomar su lugar en el escenario mientras Benghazi y Trípoli se incendiaban, amenazando con “caos y una guerra civil” si lo libios no se calman. “Olvídense del petróleo, olvídense del gas”, anunció este millonario papanatas. “Habrá una guerra civil.” Por encima de la cabeza de su hijo parecía brotar de su cerebro un verde mediterráneo en la imagen que difundió la televisión estatal. Vaya obituario –cuando uno lo piensa– para casi 42 años del gobierno de Khadafi.

No es exactamente el Rey Lear, más bien sería como otro dictador en un bunker distinto, convocando a ejércitos no existentes para salvarlo en su capital, finalmente culpando a su propio pueblo de su calamidad. Pero olvídense de Hitler, Khadafi estaba en su propia clase, el Ratón Mickey y el Profeta, Batman y Clark Gable y Anthony Quinn actuando como Omar Mukhtae en El León del De-sierto, Nero y Mussolini (versión de 1920) e inevitablemente –el mayor actor de todos– Muammar Khadafi.

Escribió un libro llamado Escape al Infierno y otras historias y exigió una solución de un único Estado al conflicto israelo-palestino que se llamaría “Israeltine”. Poco después echó a la mitad de los residentes palestinos de Libia y les dijo que caminaran a su tierra perdida. Abandonó furioso la Liga Arabe porque le pareció irrelevante –un breve instante de lucidez, hay que admitirlo– y llegó a El Cairo para una cumbre, confundiendo deliberadamente una puerta del baño con la del salón de la conferencia, hasta que fue conducido por el califa Mubarak que tenía una sufriente sonrisa en su rostro.

Y si lo que estamos viendo en una verdadera revolución en Libia, entonces pronto podremos –salvo que los esbirros de las embajadas occidentales lleguen ahí antes para un serio y desesperado saqueo– buscar entre los archivos de Trípoli y leer la versión libia de Lockerbie y la bomba de 1989 del vuelo 722 de UTA, y las bombas en la disco de Berlín, y de su abastecimiento de armas al IRA y de los asesinatos de opositores en el país y en el exterior, y del asesinato de una policía británica y de su invasión a Chad y los negocios con los magnates petroleros británicos, y de la verdad detrás de la grotesca deportación del pronto a expirar Al Megrahi, el supuesto autor de la bomba Lockerbie, demasiado enfermo para morir, quien puede, aún ahora, revelar algunos secretos de los que el Zorro de Libia –junto con Gordon Brown y el fiscal general de Escocia, porque todos son iguales en el escenario de Khadafi– preferiría que no nos enteráramos.

Y quién sabe lo que los Archivos del Libro Verde –y por favor, insurgentes de Libia, NO quemen estos preciados documentos– nos dirán sobre la visita de Lord Blair a este horrendo viejo; una figura confundida cuyos gestos propios de un estadista (las palabras, por supuesto, provienen de ese viejo marxista fraudulento Jack Straw, cuando el autor de Escape al Infierno prometió entregar las chucherías nucleares que sus científicos no habían podido convertir en una bomba) permitió a nuestro líder afirmar que, de no haber golpeado a los “sa-ddamistas” con nuestra justificada ira por la no existencia de armas de destrucción masiva, Libia también hubiera formado parte del Eje del Mal.

Por suerte, Lord Blair hizo caso omiso del factor “camaleón” de Khadafi, Una habilidad única para posar como un hombre cuerdo mientras en secreto cree que es una bombita de luz. Sólo días después del apretón de manos con Blair, los sauditas acusaron a Khadafi de complotar –y los detalles eran horriblemente convincentes– para asesinar al aliado de Gran Bretaña, el rey Abdulá de Arabia Saudita. Pero ¿por qué sorprenderse cuando el hombre más temido, y ahora más burlado y odiado por su propio pueblo vengativo escribió, en Escape al Infierno que la crucifixión de Cristo era una falsedad histórica y que un “Cuarto Reich” alemán estaba tratando con prepotencia a Gran Bretaña y Estados Unidos?

Como con todas las historias de Medio Oriente, una narrativa histórica precede la dramática festividad de la caída de Khadafi. Durante décadas, sus opositores trataron de matarlo: se elevaron como nacionalistas, como prisioneros en su cámaras de tortura, como islamistas en las calles de Benghazi. Y los derribó a todos. Por cierto, esta venerable ciudad había logrado su estado de martirio en 1979 cuando Khadafi ahorcó públicamente a estudiantes disidentes en la plaza principal de Benghazi. Ni siquiera voy a denunciar la desaparición en 1993 del defensor libio de los derechos humanos Mansour al Kikhiya, mientras asistía a una conferencia en El Cairo después de quejarse sobre la ejecución de prisioneros políticos por parte de Khadafi. Y es importante recordar que, hace 42 años, nuestra propia Cancillería aplaudía el golpe de Estado de Khadafi contra el amanerado y corrupto rey Idriss, porque, decían nuestros mandarines coloniales, era mejor tener un coronel prolijo a cargo de un Estado petrolero que una reliquia del imperialismo.

* De The Independent de Gran Bretaña.
Especial para Páginal12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

Libia, Khadafi y la temible diplomacia petrolera

Por Eduardo Febbro
Desde ParísOtra pieza despótica del ajedrez mundial empieza a perder su lugar en el tablero. La misma rabia ciudadana que deshizo los regímenes de Túnez y Egipto, e hizo tambalear luego los autocracias o las monarquías de papel y petróleo de Bahrein, Yemen y Jordania, se vuelca ahora contra el coronel Khadafi. El líder libio, repudiado por la comunidad internacional e integrado luego a golpes de contratos petrolíferos millonarios, sacó su carta de identidad vigente desde hace 42 años: represión y matanza.

 

Con los negocios como telón de fondo, muchos empezaron a ver en Khadafi un pintoresco dictador algo excéntrico y demodé a quien se le podían pasar por alto las excentricidades mientras no apoyara al terrorismo y mantuviera abiertas sus bocas petroleras. El pacto era tentador: Libia dispone de recursos petroleros inmensos que se traducen en una producción de un millón y medio de barriles por día, mientras que sus reservas alcanzan los 42 mil millones de barriles. El 79 por ciento del petróleo libio se exporta hacia los países de la Unión Europea (las democracias ejemplares). Es cierto que en Libia no existían las mascaradas democráticas como las elecciones trucadas (Egipto) o el partido único (Túnez).

La democracia simplemente no existe: los partidos políticos están proscriptos por ley (la Nº 71). Khadafi inventó un modelo casi único en el mundo cuyo eje son los Comités Revolucionarios que se encargan de todo. La disciplina se articula en torno de su programa, el famoso Libro verde que el coronel publicó en 1975. Libia, que es el país más rico de Africa, vive bajo el régimen de la Jamahiriya, el “Estado de las Masas” o la “Era de las Masas”. Sangrienta paradoja la que ofrece un dirigente que usa la aviación para bombardear a ese mismo “Estado de las Masas” que el socialismo khadafista se propuso gobernar.

Acusado de apoyar todas las formas posibles de terrorismo –desde la ETA, pasando por el IRA irlandés, los extremistas palestinos de Abu Nidal, la extrema derecha italiana y los movimientos insurreccionales de América latina–, Khadafi fue vinculado con varios atentados: el que derribó al avión de la compañía PanAm sobre la localidad escocesa de Lockerbie (1988, 270 muertos), los atentados contra los aeropuertos de Viena y Roma (1985) y una discoteca berlinesa. El ex presidente norteamericano Ronald Reagan ordenó una serie de bombardeos contra Libia que dejaron decenas de muertos –entre éstos, una hija adoptiva del coronel–, pero no terminaron con su reinado. Las sanciones internacionales que siguieron ahogaron al régimen hasta que en 2003 el sorpresivo coronel hizo las paces con el mundo: asumió la responsabilidad del atentado de Lockerbie, luego la del acto terrorista contra un avión francés de la empresa UTA (1989, 170 muertos). Khadafi aceptó indemnizar a las familias de las víctimas e incluso renunció públicamente a las armas de destrucción masiva.

Las grandes democracias de Occidente le perdonaron todo. Khadafi se convirtió en un aliado de la lucha contra el islamismo radical y el mundo reintegró a Libia en el seno de la comunidad internacional. Con ello, las empresas petroleras norteamericanas y europeas volvieron a operar en el país. La misma lógica que Túnez y Egipto. Poco importa cuántos presos políticos, cuántos exiliados o cuántos asesinados haya; poco importa si hay libertad de expresión y si los derechos humanos son respetados; sólo cuentan el petróleo y el gas. Khadafi fue recibido con honores por casi todos los dirigentes del Viejo Continente, siempre tan ávido a la hora de repartir consejos y dar lecciones de civilización, y tan olvidadizo cuando se trata de hacer negocios.

Libia es el cuarto productor de petróleo de Africa y exporta la mayoría de su oro negro hacia Europa, en particular Italia, Alemania, España y Francia. El ridículo, en materia de tiranos, no tiene fronteras: en 2009, Khadafi habló ante la Asamblea General de las Naciones Unidas de… paz y seguridad. Molly Tarhuni, un experto en Libia miembro del grupo británico de reflexión Chatham House, comentó a la prensa que “los gobiernos extranjeros tienen muy poca influencia sobre Khadafi. Occidente se tragó la ilusión de la reforma”. Luis Martínez, integrante del Centro de Investigación y de Estudios Internacionales (CERI), explicó al vespertino Le Monde que “será difícil para la comunidad internacional obligar al régimen a moderar la represión. Trípoli practica una temible diplomacia petrolera. Si un gobierno se mete en los asuntos políticos interiores, se verá excluido de los mercados petroleros”.

Los visionarios de las capitales occidentales no vieron venir la ola democrática. El color negro del petróleo les tapó los ojos. El coronel tampoco supo sentir el corazón de su pueblo. Tarde o temprano se lo tragará la historia, es decir, el implacable movimiento de las masas. El socialismo libio terminará en la fosa común de los despotismos, mientras Occidente hará su tardío y ritual mea culpa sobre un abismo de cadáveres.

efebbro@pagina12.com.ar

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La revolución árabe es secular, no religiosa…

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Revueltas en Magreb y medio oriente
Robert Fisk
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Vete, se lee en la mano de un manifestante durante una marcha en Saná contra el presidente yemení Alí Abdulá Saleh.

Mubarak afirmó que los islamitas estaban detrás de la revolución egipcia. Ben Alí dijo lo mismo en Túnez. El rey Abdulá de Jordania ve una mano negra y siniestra –de Al Qaeda o la Hermandad Musulmana, una mano islamita– detrás de la insurrección civil en todo el mundo árabe. Este sábado las autoridades bahreiníes descubrieron la mano sangrienta de Hezbolá detrás del levantamiento chiíta en su país.

Donde dice Hezbolá, léase Irán. ¿Cómo es posible que hombres instruidos, aunque singularmente antidemocráticos, estén tan errados? Enfrentados a una serie de explosiones seculares –Bahrein no encaja bien en este concepto–, culpan al Islam radical. Enfrentados a un levantamiento obviamente islámico, culparon a los comunistas.

Los colegiales Obama y Clinton dieron un salto todavía más extraño. Luego de apoyar las dictaduras estables de Medio Oriente –cuando debieron haberse alineado con las fuerzas de la democracia–, decidieron respaldar los llamados civiles a la democracia en el mundo árabe en un momento en que los árabes sentían una desilusión tan profunda con la hipocresía de Occidente que no querían tener a Washington de su lado. Los estadunidenses interfirieron en nuestro país durante 30 años con Mubarak, apoyando a su régimen y armando a sus soldados, me dijo un estudiante egipcio en la plaza Tahrir la semana pasada. Nos disparan con armas estadunidenses en manos de soldados bahreiníes entrenados por estadunidenses a bordo de tanques hechos en Estados Unidos, me comentó el viernes un ordenanza médico. ¿Y ahora Obama quiere ponerse de nuestra parte?

Los sucesos de los dos meses pasados y el espíritu de la insurrección árabe –por la dignidad y la justicia, más que por cualquier emirato islámico– permanecerán cientos de años en nuestros libros de historia. Y el fracaso de los más estrictos adherentes al Islam se discutirá durante décadas. El video más reciente de Al Qaeda, difundido este sábado pero grabado antes del derrocamiento de Mubarak, tenía un ángulo interesante: subrayaba la necesidad de que el Islam triunfara en Egipto. Sin embargo, una semana antes las fuerzas de un Egipto secular y nacionalista, hombres y mujeres musulmanes y cristianos, se desembarazaron del anciano sin ninguna ayuda de Bin Laden Inc. Aún más extraña fue la reacción de Irán, cuyo líder supremo se convenció a sí mismo de que el éxito del pueblo egipcio fue un triunfo del Islam. Resulta confortante pensar que sólo Al Qaeda, Irán y sus más odiados enemigos, los dictadores árabes antislamitas, creyeron que la religión estuvo detrás de la rebelión de masas por la democracia.

La ironía más sangrienta de todas –de la que Obama se percató más bien despacio– fue que la república islámica de Irán elogiara a los demócratas de Egipto mientras amenazaba con ejecutar a sus propios líderes democráticos opositores.

No fue, pues, una gran semana para el islamismo. Hay, desde luego, un aspecto a considerar: casi todos los millones de manifestantes árabes que desean sacudirse la túnica de la autocracia que –con nuestra ayuda occidental– ha ahogado sus vidas en la humillación y el miedo son de hecho musulmanes. Y los musulmanes –a diferencia del Occidente cristiano – no han perdido su fe. Bajo las piedras y cachiporras de los esbirros de Mubarak, contratacaron gritando Alá akbar porque para ellos ésa fue en verdad una jihad, no una guerra religiosa, sino una lucha por la justicia. Dios es grande y una demanda de justicia son del todo consistentes, porque la lucha contra la injusticia es el espíritu mismo del Corán.

En Bahrein tenemos un caso especial. Aquí una mayoría chiíta es gobernada por una minoría de musulmanes sunitas pro monárquicos. Siria, por cierto, podría sufrir de bahreinitis por la misma razón: una mayoría sunita gobernada por una minoría alawita (chiíta). Bueno, por lo menos Occidente –en su menguante apoyo al rey Hamad de Bahrein– puede apuntar al hecho de que Bahrein, como Kuwait, cuenta con un parlamento. Es una bestia triste y vieja, que existió de 1973 a 1975, cuando fue disuelta contra la constitución, y luego reinventada en 2001 como parte de un paquete de reformas. Pero el nuevo parlamento resultó aún menos representativo que el primero. Los políticos de oposición fueron hostigados por la seguridad del Estado, y los distritos parlamentarios fueron divididos al estilo del Ulster para asegurar que los minoritarios sunitas tuvieran el control. Por ejemplo, en 2006 y 2010 el principal partido chiíta en Bahrein ganó sólo 18 de 40 bancos. De hecho, las perspectivas sunitas en Bahrein tienen un claro aire de Irlanda del Norte. Muchos me han dicho que temen por su vida, que las turbas chiítas incendiarán sus casas y los asesinarán.

Todo esto está en camino de cambiar. El control del poder estatal tiene que ser legitimado para ser efectivo, y el uso de armas de fuego para avasallar las protestas pacíficas tenía que terminar en Bahrein en una serie de domingos sangrientos, como en el Ulster. Una vez que los árabes aprendieran a perder el miedo, podrían reclamar los derechos civiles que los católicos de Irlanda del Norte alguna vez exigieron frente a la brutalidad del RUC, la policía norirlandesa. Al final los británicos tuvieron que destruir el dominio unionista y llevar al ERI a compartir el poder con los protestantes. Los paralelos no son exactos y los chiítas no tienen una milicia (todavía), aunque el gobierno bahreiní se ha sacado de la manga fotografías de pistolas y espadas –que nunca fueron armas importantes en el ERI– en apoyo a sus afirmaciones de que hay terroristas entre los opositores.

En Bahrein existe, sobra decirlo, una batalla sectaria además de secular, algo que el príncipe heredero reconoció sin darse cuenta al decir en un principio que las fuerzas de seguridad tenían que suprimir las protestas para prevenir la violencia sectaria. Es una postura sostenida con crueldad por Arabia Saudita, la cual tiene un fuerte interés en que se suprima la disidencia en Bahrein. Los chiítas de Arabia Saudita podrían ponerse levantiscos si sus correligionarios en Bahrein avasallan al Estado. Entonces de veras oiremos cacarear a los líderes de la república islámica chiíta de Irán.

Pero estas insurrecciones interconectadas no deben verse en un simple marco de fermento en Medio Oriente. El levantamiento yemení contra el presidente Saleh (32 años en el poder) es democrático pero también tribal, y no pasará mucho tiempo antes de que la oposición use armas de fuego. Yemen es una sociedad fuertemente armada, con tribus que portan banderas y un nacionalismo rampante. Y luego está Libia.

Kadafi es tan extraño con sus teorías del Libro Verde –repudiado por los manifestantes en Bengasi, quienes derribaron una versión de él en hormigón–, tan ridículo, y su gobierno tan cruel (en el cual lleva 42 años), que es un Ozimandías aguardando su caída. Su coqueteo con Berlusconi –peor aún, su repugnante idilio con Tony Blair, cuyo secretario del exterior, Jack Straw, llamó estadista al lunático libio– jamás iba a salvarlo. Decorado con más medallas que el general Eisenhower, desesperado por un médico que le levante las colgantes quijadas, este hombre malvado amenaza con un castigo terrible a su pueblo por atreverse a desafiar su imperio. Hay dos cosas que recordar acerca de Libia: como Yemen, es una tierra tribal, y cuando se volvió contra sus amos fascistas italianos emprendió una encarnizada guerra de liberación cuyos líderes enfrentaron con valor increíble la horca del verdugo. Que Kadafi sea un orate no significa que los libios sean tontos.

Así pues, hay un cambio profundo en el mundo político, social y cultural de Medio Oriente. Creará muchas tragedias, levantará muchas esperanzas y derramará demasiada sangre. Tal vez sea mejor no hacer caso a los analistas y los grupos de estudio cuyos bobos expertos dominan los canales de televisión por satélite. Si los checos lograron su libertad, ¿por qué no los egipcios? Si los dictadores –primero fascistas, luego comunistas– pudieron ser derrocados en Europa, ¿por qué no en el gran mundo musulmán árabe?

Y, por un momento, no metan a la religión en esto.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

Rebelión en el mundo Arabe: el poder de la brutalidad… y sus límites

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Robert Fisk
La Jornada

Luego de tres semanas de observar a la más poblada de las naciones árabes arrojar del poder a un anciano ridículo, caigo en la cuenta de un hecho extraño. Hemos estado informando al mundo de que la infección de la revolución de Túnez se propagó a Egipto, y de que en Yemen, Bahrein y Argelia han surgido protestas democráticas casi idénticas, pero hemos pasado por alto la contaminación más destacada de todas: que la policía de seguridad del Estado, puntal del poder de los autócratas árabes, recurre en Saná, Bahrein y Argel a las mismas tácticas desesperadas de salvajismo que los dictadores de Túnez y Egipto intentaron en vano contra sus ciudadanos en pie de lucha.

Así como los millones de manifestantes no violentos en El Cairo aprendieron de Al Jazeera y de sus pares en Túnez –hasta en esos mensajes de correo electrónico en que los tunecinos aconsejaban a los egipcios partir limones a la mitad y comerlos para evitar los efectos del gas lacrimógeno–, así también los esbirros de seguridad del Estado en Egipto, que presumiblemente veían los mismos programas, ejercieron precisamente la misma brutalidad que sus colegas en Túnez. Increíble, si se pone uno a pensar en ello.

Los policías de El Cairo vieron a los tunecinos apalear a los opositores hasta dejarlos como masas sanguinolentas y –pasando del todo por alto que eso precipitó la caída de Ben Alí– copiaron fielmente la táctica.

Habiendo tenido el placer de estar junto a estos guerreros del Estado en las calles de El Cairo, puedo atestiguar sus tácticas por experiencia personal. Primero, la policía uniformada confrontó a los manifestantes. Luego abrió filas para permitir que los baltagi –ex policías, drogadictos y ex presidiarios– corrieran al frente y golpearan a los manifestantes con palos, cachiporras y barretas de hierro. Luego los criminales se replegaron hacia las filas de la policía mientras los uniformados bañaban a los manifestantes con miles de latas de gas lacrimógeno (de nuevo, hechas en Estados Unidos). Al final, según observé con considerable satisfacción, los manifestantes sencillamente avasallaron a los hombres del Estado y sus mafiosos.

Pero, ¿qué ocurre cuando sintonizo Al Jazeera para ver hacia dónde debemos viajar ahora? En las calles de Yemen hay policías de seguridad del Estado cargando con cachiporras a las multitudes de manifestantes en Saná y luego abriendo filas para permitir que esbirros sin uniforme ataquen con garrotes, cachiporras, barras de hierro y pistolas. Y en el momento en que estos criminales se repliegan, la policía yemení baña de gas lacrimógeno a las multitudes. Luego las imágenes son de Bahrein, donde –no necesito decirlo, ¿o sí?– los policías aporrean a hombres y mujeres y arrojan miles de cargas de gas lacrimógeno con tal promiscuidad que los propios uniformados acaban vomitando en el pavimento. Extraño, ¿no?

Pero no, sospecho que no. Durante años, los servicios secretos de estos países han imitado a sus iguales por una sencilla razón: porque sus capos de inteligencia han estado pasándose tips durante años. También para torturar. Los egipcios aprendieron a usar electricidad con mucha mayor fuerza en sus prisiones del desierto luego de una amistosa visita de los muchachos de la estación de policía de Chateauneuf, en Argel (que se especializan en bombear agua en el cuerpo de los hombres hasta literalmente hacerlos estallar en pedazos). Cuando estuve en Argel, el pasado diciembre, el jefe de seguridad del Estado tunecino llegó en visita fraternal. Fue como cuando los argelinos visitaron Siria en 1994 para averiguar cómo Hafez Assad enfrentó el levantamiento musulmán de 1982 en Hama. Simple: masacrar a la gente, volar la ciudad, dejar a la intemperie los cuerpos de culpables e inocentes por igual para que los sobrevivientes los vieran. Y eso mismo hizo le pouvoir después tanto con los desalmados islamistas armados como con su propio pueblo.

Fue algo infernal, esa universidad abierta de la tortura, una constante ronda de conferencias y recuentos de primera mano de interrogatorios hechos por sádicos del mundo árabe, con el constante apoyo del Pentágono y sus escandalosos manuales de cooperación estratégica, para no mencionar el entusiasmo de Israel.

Pero había una falla vital en esas lecciones. Si alguna vez –sólo una vez– la gente perdiera el miedo y se levantara para aplastar a sus opresores, el mismo sistema de dolor y horror se volvería su enemigo, y su ferocidad sería precisamente la razón de su derrumbe. Eso es lo que ocurrió en Túnez. Y en Egipto.

Es una lección instructiva. Bahrein, Argelia y Yemen aplican políticas de brutalidad idénticas a las que les fallaron a Ben Alí y Mubarak. No es ése el único extraño paralelismo entre el derrocamiento de los dos titanes. Mubarak en verdad creía la noche del jueves que el pueblo sufriría otros cinco meses de su dictadura. Ben Alí al parecer creía lo mismo.

Lo que esto demuestra es que los dictadores de Medio Oriente son infinitamente más estúpidos, desalmados, vanidosos, arrogantes y ridículos de lo que sus propios pueblos creían. Gengis Kan y lord Blair de Isfaján fundidos en uno.

Traducción: Jorge Anaya

© The Independent

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2011/02/16/index.php?section=opinion&article=034a1mun

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Written by Eduardo Aquevedo

21 febrero, 2011 at 13:14

Quienes estan detrás del conflicto en medio oriente… ?

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Seculares, sectarios, interesados

La ola democrática descoloca a todos, en particular a Estados Unidos, que no la vio venir. En la Babel de interpretaciones, se mezclan advertencias sobre el Islam en medio de movimientos seculares, errores de juicio y la duda sobre si es posible que, finalmente, haya una democracia árabe.

Por Robert Fisk *

Hosni Mubarak denunció que los islamistas estaban detrás de la revolución egipcia. Lo mismo dijo Ben Alí en Túnez. El rey Abdulá de Jordania ve una mano oscura y siniestra, la mano de Al Qaida, la de los Hermanos Musulmanes, una mano islamista, detrás de la insurrección que recorre al mundo árabe. Ayer las autoridades bahreiníes descubrieron que la mano ensangrentada de Hezbolá estaba detrás de los levantamientos chiítas. ¿Cómo es posible que hombres educados pero singularmente antidemocráticos puedan entender todo tan mal? Confrontados con una serie de explosiones seculares –Bahrein no está incluido en esta categoría– acusan a los radicales islámicos. El sha cometió un error idéntico pero al revés. Confrontado por un levantamiento obviamente islámico, él acusó a los comunistas.

Barack Obama y Hillary Clinton se las ingeniaron para dar una voltereta más rara. Habiendo apoyado originalmente a las “estables” dictaduras del Medio Oriente –cuando deberían haber estado del lado de las fuerzas democráticas–, se decidieron a avalar los reclamos de democracia civil en el mundo árabe justo cuando los árabes están tan desencantados con la hipocresía occidental que no quieren a los Estados Unidos de su lado. “Los norteamericanos interfirieron en nuestro país por 30 años durante la era Mubarak, apoyando a este régimen y armando a sus soldados”, me dijo la semana pasada un estudiante egipcio en la plaza Tahrir. “Ahora estaríamos agradecidos si dejaran de interferir de nuestro lado”, agregó. Al final de la semana escuché las mismas voces en Bahrein. “Nos están baleando con armas estadounidenses, que son disparadas por soldados entrenados por los estadounidenses y montados en tanques estadounidenses”, enumeró el viernes un médico. “¿Y ahora Obama quiere estar de nuestro lado?”, preguntó.

Los hechos de los últimos dos meses y el espíritu anti-régimen de la insurrección árabe –por dignidad y justicia, más que por un emirato islámico– quedarán en nuestros libros de historia por años. Y el fracaso de los más estrictos adherentes del Islam será discutido por décadas. Ayer hubo un especial interés por el último video de Al Qaida, grabado antes del derrocamiento de Mubarak, que enfatizaba la necesidad de que el Islam triunfara en Egipto. Sin embargo, una semana antes, las fuerzas seculares, nacionalistas y honorables de Egipto, los hombres y las mujeres musulmanes y cristianos, se habían liberado del viejo sin ninguna ayuda de Osama Bin Laden. Más rara todavía fue la reacción de Irán, cuyo líder supremo se autoconvenció de que la victoria popular egipcia era un triunfo del Islam. Da para pensar que sólo Irán, Al Qaida y sus más acérrimos enemigos, los dictadores árabes antiislámicos, creen que la religión estuvo detrás de las rebeliones masivas de los manifestantes pro democracia.

La más sangrienta ironía de todas –en la que fue cayendo Obama– fue que la República Islámica de Irán estaba alabando a los demócratas de Egipto mientras amenazaba con ejecutar a sus propios líderes democráticos opositores. Casi todos los millones de manifestantes árabes que quieren sacarse de encima la capa de la autocracia –con nuestra ayuda occidental– vivieron con miedo y humillación, y son musulmanes. Y los musulmanes, a diferencia del Occidente cristiano, no perdieron su fe. Abajo de las piedras y de las cachiporras de la policía asesina de Mubarak, ellos contraatacaron gritando “Alá akbar” en lo que era, para ellos, una “Jihad”, no una guerra religiosa pero sí una batalla por la justicia. “Dios es grande” y la demanda de justicia son concordantes. Para la lucha contra la injusticia, ése es el espíritu del Corán.

En Bahrein tenemos un caso especial. Acá una mayoría chiíta es dirigida por una monarquía sunnita. Siria, de hecho, sufriría de “bahreinitis” por la misma razón: una mayoría sunnita es gobernada por una minoría chiíta. Bueno, al menos el Occidente en su defensa en picada del rey Hamad de Bahrein puede aferrarse al hecho de que Bahrein, como Kuwait, tienen un Parlamento. Es una vieja y triste bestia, que existió entre 1973 y 1975 hasta que fue disuelto inconstitucionalmente y después reinventado en 2001 como un paquete de “reformas”. Pero el nuevo parlamento terminó siendo menos representativo que el primero. Los políticos de la oposición fueron acosados por la seguridad del Estado y fueron manipulados los márgenes parlamentarios para asegurarse de que la minoría sunita siga con el control del Parlamento. En 2006 y en 2010, por ejemplo, el más importante partido chiíta en Bahrein ganó sólo 18 de las 40 bancas. Muchos me dijeron que temen por sus vidas, que temen que las turbas chiítas les quemen sus casas y los maten.

Todo esto parece cambiar. El control del poder estatal tiene que ser legitimado para ser efectivo y las balas para aplastar protestas pacíficas estaban destinadas a terminar en una serie de domingos sangrientos en Bahrein. Una vez que los árabes aprendieron a perder su miedo, pueden reclamar los derechos civiles que los católicos demandaron alguna vez en Irlanda del Norte. Al final, los británicos tuvieron que destruir el liderazgo de los unionistas y traer al IRA a compartir el poder con los protestantes. Los paralelos no son exactos y los chiítas no tienen (aún) una milicia, a pesar de que el gobierno bahreiní mostró fotografías de pistolas y espadas para avalar su opinión de que entre sus opositores hay “terroristas”.

En Bahrein hay, no es necesario decirlo, una batalla sectaria y secular, algo que el príncipe reconoció inconscientemente cuando dijo que las fuerzas de seguridad debían suprimir las protestas para impedir la violencia sectaria. Es una visión mantenida salvajemente por Arabia Saudita, que tiene un fuerte interés en la eliminación del disenso en Bahrein. Se les podrían subir los humos a los chiítas de Arabia Saudita si ven que sus correligionarios de Bahrein arrasan el Estado. Entonces, escucharíamos alardear a los líderes de la chiíta República Islámica de Irán. Pero estas insurrecciones interconectadas no deberían ser vistas desde el simple marco del fermento en el Medio Oriente. El levantamiento yemení contra el presidente Saleh (que lleva 32 años en el poder) es democrático pero también tribal. Y no faltará mucho para que la oposición empuñe armas. Yemen es una sociedad armada, tribus con armas y nacionalismo endémico. Y después queda Libia.

Khadafi es tan raro, tan próspero, su dominio tan cruel (y él estuvo gobernando el lugar por 42 años), que es un Ozymandias esperando caer. Su cercanía con Berlusconi –y, peor aún, su amor empalagoso con Tonny Blair– no van a salvarlo. Adornado con más medallas que el general Eisenhower, desesperado por una operación que le levante la papada, este desgraciado está amenazando a su propia gente con castigos “terribles” por desafiar su régimen. Dos cosas para recordar acerca de Libia: como Yemen, es una tierra tribal y cuando se levantó contra sus fascistas colonos italianos, comenzó una salvaje guerra de liberación, cuyos valientes líderes enfrentaron la horca con un coraje increíble. Sólo porque Khadafi es un loco, no quiere decir que su gente sea idiota.

Entonces hay un cambio en el mundo político, social y cultural del Medio Oriente. Creará muchas tragedias, levantará muchas esperanzas y derramará demasiada sangre. Quizá sea mejor ignorar a todos los analistas y a sus think tanks, cuyos “expertos” idiotas dominan los canales satelitales. Si los checos pudieron tener su libertad, ¿por qué no los egipcios? Si los dictadores pueden ser derrocados en Europa –primero, los fascistas, después, los comunistas–, ¿por qué no pasaría lo mismo en el gran mundo árabe musulmán? Y –sólo por un momento– dejen a la religión fuera de esto.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Imágenes de una masacre en el reino de Bahrein

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LA VIOLENTA REPRESION MILITAR A LAS PROTESTAS EN EL REINO DEL GOLFO DEJA DECENAS DE MUERTOS EN LA CAPITAL

La insatisfacción llegó a los reinos petroleros y absolutistas, pero la respuesta fue tajante. El ejército de Bahrein tomó las calles y abrió fuego con armas de guerra contra los manifestantes pacíficos. Los sheiks de la región acordaron endurecer sus políticas.

Por Robert Fisk *

Desde Bahrein

“Masacre, es una masacre”, gritaban los médicos. Tres muertos. Cuatro muertos. Un hombre pasó frente a mí en una camilla en la sala de emergencias, la sangre chorreando en el piso de una herida de bala en el muslo. A pocos metros, seis enfermeros estaban luchando por la vida de un hombre pálido, barbudo, con sangre que le manaba del pecho. “Tengo que llevarlo al quirófano ahora”, gritaba un médico. “¡No hay tiempo, se está muriendo!”

Otros estaban todavía más cerca de la muerte. Un pobre joven –18, 19 años quizá– tenía una terrible herida en la cabeza, un agujero de bala en la pierna y sangre en el pecho. El médico a su lado se volvió hacia mí, las lágrimas cayendo sobre la bata manchada de sangre. “Tiene una bala fragmentada en su cerebro y no puedo sacarle los pedazos, los huesos de la izquierda de su cráneo están totalmente destrozados. Sus arterias están todas rotas. No lo puedo ayudar.” La sangre caía como cascada al suelo. Era penoso, vergonzoso e indignante. Estos no eran hombres armados sino los que acompañaban al cortejo y que volvían del funeral. Musulmanes chiítas, por supuesto, muertos por su propio ejército bahreiní en la tarde de ayer.

Un camillero estaba regresando con miles de otros hombres y mujeres del funeral en Daih de uno de los manifestantes muertos en la Plaza Pearl en las primeras horas del jueves. “Decidimos caminar al hospital porque sabíamos que había una manifestación. Algunos de nosotros llevábamos ramas como prendas de paz que les queríamos dar a los soldados cerca de la plaza, y estábamos gritando ‘paz, paz’. No fue una provocación –nada contra el gobierno–. Luego, de pronto, los soldados comenzaron a disparar. Uno estaba disparando una ametralladora desde un vehículo blindado. Había policías, pero se fueron cuando los soldados comenzaron a dispararnos. Pero, sabe, la gente en Bahrein cambió. No querían salir corriendo. Se enfrentaban a las balas con sus cuerpos.”

La manifestación en el hospital ya había atraído a miles de manifestantes chiítas –incluyendo a cientos de médicos y enfermeras de toda Manama, todavía con sus guardapolvos blancos– que exigían la renuncia del ministro de Salud bahreiní, Faisal Mohamed al Homor, por no permitir que las ambulancias buscaran a los muertos y heridos del ataque de la policía el jueves a la mañana sobre los manifestantes de la Plaza Pearl.

Pero su furia se volvió casi histeria ayer, cuando trajeron a los primeros heridos. Hasta cien médicos se aglomeraban en las salas de emergencias, gritando y maldiciendo al rey y al gobierno mientras los paramédicos luchaban por empujar las camillas cargadas con las últimas víctimas a través de la multitud que gritaba. Un hombre tenía un grueso paquete de vendas en el pecho, pero la sangre ya estaba manchando su torso, goteando de la camilla. “Tiene balas de plomo en su pecho y ahora hay aire y sangre en sus pulmones”, me dijo la enfermera a su lado. “Creo que lo perdemos.” Así llegó al centro médico de Sulmaniya la ira del ejército de Bahrein y, me imagino, la ira de la familia Al Khalifa, incluido el rey.

El personal sentía que ellos también eran víctimas. Y tenía razón. Cinco ambulancias enviadas a la calle –las víctimas de ayer recibieron los disparos frente a una estación de bomberos cerca de la Plaza Pearl– fueron detenidas por el ejército. Momentos más tarde, el hospital descubrió que todos sus celulares estaban sin red. Dentro del hospital había un médico, Sadeq al Aberi, malherido por la policía cuando fue a ayudar a los heridos en la mañana del jueves.

Los rumores corrían como reguero de pólvora en Bahrein y el personal médico insistía en que hasta 60 cadáveres habían sido sacados de la Plaza Pearl el jueves a la mañana y que la multitud vio a la policía cargar cuerpos en tres camiones refrigerados. Un hombre me mostró una foto en su celular en la que se podían ver claramente los tres camiones estacionados detrás de varios vehículos blindados del ejército. Según otros manifestantes, los vehículos, que tenían patentes de Arabia Saudita, fueron vistos más tarde en la carretera a Arabia Saudita. Es fácil descartar esas historias macabras, pero encontré a un hombre –otro enfermero en el hospital que trabaja para las Naciones Unidas– que me dijo que un colega estadounidense, que dijo llamarse “Jarrod”, había filmado los cuerpos cuando los cargaban en los camiones, pero luego fue arrestado por la policía y no se lo ha visto desde entonces.

¿Por que la familia real de Bahrein permitió que sus soldados abrieran fuego contra manifestantes pacíficos? Atacar a civiles con armas de fuego a menos de 24 horas de las muertes anteriores parece un acto de locura. Pero la pesada mano de Arabia Saudita puede no estar muy lejos. Los sauditas temen que las manifestaciones en Manama y en las ciudades de Bahrein enciendan fuegos igualmente provocadores en el este de su reino, donde una sustancial minoría chiíta vive alrededor de Dhahran y otras ciudades cerca de la frontera kuwaití. Su deseo de ver a los chiítas de Bahrein aplastados tan rápidamente como sea posible quedó en claro este jueves, en la cumbre del Golfo con todos los sheiks y príncipes de acuerdo en que no debería haber una revolución estilo egipcio en un reino que tiene una mayoría chiíta de quizás un 70 por ciento y una pequeña minoría sunnita que incluye a la familia real.

Sin embargo, la revolución de Egipto está en boca de todos en Bahrein. Fuera del hospital, estaban gritando: “El pueblo quiere derrocar al ministro”, una ligera variación del cántico de los egipcios que se liberaron de Mubarak, “El pueblo quiere derrocar al gobierno”. Y muchos entre la multitud dijeron –como dijeron los egipcios– que habían perdido el temor a las autoridades, a la policía y al ejército.

La policía y los soldados por quienes ahora expresan tal disgusto eran ayer demasiado evidentes en las calles de Manama, mirando con resentimiento desde los vehículos blindados azul noche o subidos a tanques hechos en Estados Unidos. Parecía no haber armas británicas a la vista –aunque éstos son los primeros días y había blindados hechos en Rusia al lado de los tanques M-60–. En el pasado, las pequeñas revueltas chiítas eran cruelmente aplastadas en Bahrein con la ayuda de un torturador jordano y un alto factótum de inteligencia, un ex oficial de la División Especial Británica.

Es mucho lo que está en juego aquí. Esta es la primera insurrección seria en los ricos estados del Golfo, más peligrosa para los sauditas que los islamistas que tomaron el centro de La Meca hace más de 30 años, y la familia de Al Khalifa se da cuenta ahora de qué peligrosos serán los próximos días para ellos. Una fuente que siempre resultó ser confiable durante muchos años me dijo que el miércoles por la noche un miembro de la familia Al Khalifa –que se decía que era el príncipe heredero– mantuvo una serie de conversaciones telefónicas con un prominente clérigo chiíta, el líder del partido Wifaq, Ali Salman, que estaba acampando en la Plaza Pearl. El príncipe aparentemente ofreció una serie de reformas y cambios en el gobierno que él pensó que el clérigo había aprobado. Pero los manifestantes se quedaron en la plaza. Exigían la disolución del Parlamento. Luego vino la policía.

En las primeras horas de la tarde, alrededor de 3000 personas se concentraron en apoyo de los Al Khalifa, y hubo muchas banderas nacionales ondeando desde las ventanillas de los automóviles. Esto puede ser la tapa de la prensa bahreiní hoy, pero no terminará con el levantamiento chiíta. Y el caos de anoche en el hospital más grande de Manama –la sangre cayendo de los heridos, los gritos pidiendo ayuda de aquellos en las camillas, los médicos que nunca había visto tantas heridas de bala, uno de ellos simplemente sacudió su cabeza incrédulamente cuando una mujer tuvo un ataque al lado de un hombre que estaba empapado en sangre– solamente amargó más a los chiítas de esta nación.

Un médico que dijo llamarse Hussein me detuvo cuando salía de la sala de emergencia porque me quería explicar su enojo. “Los israelíes les hacen este tipo de cosas a los palestinos, pero aquí son árabes disparándoles a árabes”, aulló por encima del griterío. “Esto es el gobierno bahreiní haciéndole esto a su propio pueblo. Estuve en Egipto hace dos semanas, trabajando en el hospital Qasr el Aini, pero las cosas aquí están mucho más jodidas.”

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Páginal12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

Túnez, Egipto, Marruecos… Esas "dictaduras amigas"

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alt¿Una dictadura en Túnez? ¿En Egipto una dictadura? Viendo a los medios relamerse con la palabra «dictadura» aplicada al Túnez de Ben Alí y al Egipto de Moubarak, los franceses han debido de preguntarse si han entendido o han leído bien. ¿No habían insistido durante decenios esos mismos medios y esos mismos periodistas en que esos dos “países amigos” eran “Estados moderados”? ¿La horrible palabra “dictadura” no estaba exclusivamente reservada en el mundo árabe musulmán (después de la destrucción de la “espantosa tiranía” de Saddam Hussein en Irak) solo al régimen Iraní? ¿Cómo? ¿Había entonces otras dictaduras en la región? Y ¿nos lo habrían ocultado los medios de nuestra ejemplar democracia?

He aquí, en todo caso, un primer abrir de ojos que debemos al rebelde pueblo tunecino. Su prodigiosa victoria ha liberado a los europeos de la “retórica hipócrita y de ocultamiento” en vigor en nuestras cancillerías y en nuestros medios. Obligados a quitarse la careta, simulan descubrir lo que sabíamos desde hace rato (1), que las “dictaduras amigas” no son más que eso: regímenes de opresión. Sobre el asunto, los medios no han hecho otra cosa que seguir la “línea oficial”: cerrar los ojos o mirar hacia otro lado confirmando la idea de que la prensa no es libre salvo en relación con los débiles y la gente aislada. ¿Acaso Nicolás Sarkozy no ha tenido el aplomo de asegurar que en Túnez “había una desesperanza, un sufrimiento, un sentimiento de ahogo que hay que reconocer que no habíamos apreciado en su justa medida”, con respecto al sistema mafioso del clan Ben Alí-Trabelsi?

“No habíamos apreciado en su justa medida…” En 23 años… A pesar de contar allí con servicios diplomáticos más prolíficos que los de cualquier otro país… A pesar de la colaboración en todos los sectores de la seguridad (policía, gendarmería, inteligencia…) (2). A pesar de las estancias regulares de altos responsables políticos y mediáticos que establecían allí desacomplejadamente sus lugares de veraneo… Pese a la existencia en Francia de dirigentes exiliados de la oposición tunecina, mantenidos como apestados al margen por las autoridades francesas y de acceso prohibido durante decenios a los grandes medios… Democracia ruinosa..

En realidad esos regímenes autoritarios han sido (y siguen siendo) complacientemente protegidos por las democracias europeas, despreciando sus propios valores, con el pretexto de que constituyen baluartes contra el islamismo radical (3). El mismo cínico argumento usado por Occidente durante la Guerra Fría, para apoyar dictaduras militares en Europa (España, Portugal, Grecia, Turquía) y en América Latina pretendiendo impedir la llegada del comunismo al poder.

¡Qué formidable lección dan las sociedades árabes revolucionarias a los que en Europa los describían con términos maniqueos, es decir, como masas dóciles sometidas a sátrapas orientales corruptos o como muchedumbres histéricas poseídas por el fanatismo religioso! Y he aquí que de repente surgen, en las pantallas de nuestros ordenadores o de nuestros televisores (cf.: el admirable trabajo de Al-Jazeera) preocupadas por el progreso social, nada obsesionadas por la cuestión religiosa, sedientas de libertad, soprepasadas por la corrupción, detestando las desigualdades y reclamando democracia para todos, sin exclusiones.

Lejos de las caricaturas binarias, estos pueblos no constituyen en modo alguno una especie de “excepción árabe” sino que se asemejan en sus aspiraciones políticas al resto de las ilustradas sociedades urbanas modernas. Un tercio de los tunecinos y casi un cuarto de los egipcios navegan regularmente por Internet. Como afirma Moulay Hicham El Alaoui: “Los nuevos movimientos ya no están marcados por los viejos antagonismos como antiimperialismo, anticolonialismo, o antisecularisno. Las manifestaciones de Túnez y El Cairo han estado desprovistas de todo simbolismo religioso. Constituyen una ruptura generacional que refuta la tesis del excepcionalismo árabe. Además son las nuevas metodologías de la comunicación de Internet las que animan estos movimientos. Ellos proponen una nueva versión de la sociedad civil en la que el rechazo al autoritarismo va de la mano con el rechazo a la corrupción (4)”.

Especialmente gracias a las redes sociales digitales, las sociedades tanto de Túnez como de Egipto se movilizaron con gran rapidez y pudieron desestabilizar el poder en tiempo récord. Aún antes de que los movimientos hayan tenido la oportunidad de “madurar” y de favorecer la emergencia de nuevos dirigentes dentro de ellos. Es una de las raras ocasiones en las que sin líderes, sin organización dirigente y sin programa, la simple dinámica de la exasperación de las masas ha bastado para conseguir el triunfo de la revolución. Se trata de un momento frágil y sin duda las potencias ya estarán trabajando, especialmente en Egipto, para que “todo cambie sin que cambie nada” según el viejo adagio de El Gatopardo. Esos pueblos que conquistaron su libertad deben recordar la advertencia de Balzac, “Se matará a la prensa como se mata a un pueblo, otorgándole la libertad”(5). En las “democracias vigiladas” es mucho más fácil domesticar legítimamente a un pueblo que en las antiguas dictaduras. Pero esto no justifica su mantenimiento. Ni debe empañar el ardor de derrocar una tiranía.

El hundimiento de la dictadura tunecina ha sido tan veloz que los demás pueblos magrebíes y árabes han llegado a la conclusión de que esas autocracias –las más viejas del mundo- estaban en realidad profundamente corroídas y no eran por lo tanto más que “tigres de papel”. Esta demostración se ha verificado también en Egipto.

De allí este impresionante levantamiento de los pueblos árabes, que lleva a pensar inevitablemente en el gran florecimiento de las revoluciones europeas de 1848, en Jordania, en Yemen, en Argelia, en Siria, en Arabia Saudí, en Sudán y también en Marruecos.

En este último país, una monarquía absoluta, en el que el resultado de las “elecciones” (siempre trucado) siempre lo decide el soberano, que designa según su voluntad a los llamados ministros “de la soberanía”, unas cuantas decenas de familias próximas al trono continúan acaparando la mayoría de las riquezas (6). Los cables difundidos por Wikileaks han revelado que la corrupción llega a niveles de indecencia descomunales, mayores que los del Túnez de Ben Alí, y que las redes mafiosas tenían todas como único origen el Palacio. Un país en el que la práctica de la tortura está generalizada y el amordazamiento de la prensa es permanente.

Sin embargo, como en el Túnez de Ben Alí, esta “dictadura amiga” se beneficia de la gran indulgencia de los medios y de la mayor parte de nuestros responsables políticos (7), los cuales minimizan las señales del comienzo de un “contagio” de la rebelión. Cuatro personas se han inmolado ya prendiéndose fuego. Se han producido manifestaciones de solidaridad con los rebeldes de Túnez y de Egipto en Tánger, en Fez y en Rabat (8). Acosadas por el miedo las autoridades han decidido subvencionar preventivamente los artículos de primera necesidad para evitar las “rebeliones del pan”. Importantes contingentes de tropas del Sahara Occidental habrían sido desplazadas aceleradamente hacia Rabat y Casablanca. El rey Mohamed VI y algunos colaboradores se habrían trasladado a Francia el 29 de enero para consultar a expertos en orden público del Ministerio francés del Interior (9).

Aunque las autoridades desmienten las dos últimas informaciones, está claro que la sociedad marroquí está siguiendo los acontecimientos de Túnez y Egipto con excitación. Preparados para unirse al

impulso de fervor revolucionario y quebrar de una vez por todas las trabas feudales. Y a pedir cuentas a todos aquéllos que en Europa fueron durante decenios cómplices de las “dictaduras amigas”.

Notas:

(1) Leer, por ejemplo de Jacqueline Boucher "La société tunisienne privée de parole" y de Ignacio Ramonet "Main de fer en Tunisie", Le Monde diplomatique,de febrero de 1996 y de julio de 1996 respectivamente.

(2) Cuando Mohamed Bouazizi se inmoló incendiandose el 17 de diciembre de 2010, cuando la insurrección ganaba a todo el país y decenas de tunecinos rebeldes continuaban cayendo bajo las balas de la represión benalista, al alcalde de París Bertrand Delanoé y a la ministra de relaciones exteriores Michèle Alliot-Marie les parecía absolutamente normal ir a festejar alegremente la Nochebuena o la Nochevieja en Túnez.

(3) Al mismo tiempo, Washington y sus aliados europeos, sin aparentemente medir las contradicciones, apoyan al régimen teocrático y tiránico de Arabia Saudita, principal hogar oficial del islamismo mása.

(4) http://www.medelu.org/spip.php?article711

(5) Honoré de Balzac, Monographie de la presse parisienne, Paris, 1843.

(6) Leer Ignacio Ramonet, "La poudrière Maroc", Mémoire des luttes, setiembre 2008. http://www.medelu.org/spip.php?article111

(7) Desde Nicolas Sarkozy hasta Ségolène Royal,pasando por Dominique Strauss-Kahn que posee un “ryad” en Marraquech, los dirigentes políticos franceses no tienen el menor escrúpulo en pasar sus vacaciones de invierno entre estas “dictaduras amigas”

[8] El País, 30 de enero de 2011- http://www.elpais.com/../Manifestaciones/Tanger/Rabat

[9] Leer El País, 30 de enero de 2011 http://www.elpais.com/..Mohamed/VI/va/vacaciones y Pierre Haski, "Le discret voyage du roi du Maroc dans son château de l´Oise", Rue89, 29 enero de 2011.http://www.rue89.com/..le-roi-du-maroc-en-voyage-discret…188096

Fuente :http://www.medelu.org/spip.php?article713

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Egipto: la rebelión democrática y el ajedréz occidental…

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REBELION A LA EGIPCIA

“Si disparan se acaba Mubarak, y si no, también”

 Por Robert Fisk *

La vieja mujer envuelta en una bufanda roja estaba parada a centímetros de un tanque M1 Abrams, del Tercer Cuerpo del Ejército egipcio, fabricado en Estados Unidos, ubicado justo en el borde de la plaza Tahrir. Sus soldados eran paracaidistas, algunos portaban boinas rojas, otros cascos. Sus armas apuntaban a la plaza. “Si ellos disparan al pueblo egipcio, Mubarak está acabado”, dijo la señora. “Y si ellos no disparan al pueblo egipcio, Mubarak está acabado.” Así de grande es la sabiduría que expresa por estas horas este pueblo.

Poco antes del anochecer, cuatro Halcones F16, de nuevo, claro, fabricados por el país del presidente Barack Obama, sobrevolaron la plaza con rugidos cuyos ecos rebotaron entre los grises edificios y la gigante cuadra Nasserist, mientras los ojos de decenas de miles de personas en la plaza los miraban atónitos. “Ellos están de nuestro lado”, manifestó la multitud al cielo.

De alguna manera, no opinaba lo mismo. Y esos tanques –14 en total– posicionados en la plaza, que llegaron sin ningún slogan pintado sobre sus estructuras de hierro, con sus soldados hoscos y aprehensivos, no habían aparecido –tal como los manifestantes creían– para protegerlos.

Pero luego caminé hacia un oficial que estaba parado cerca de uno de los tanques y el hombre saltó de repente con una sonrisa en la cara. “Nunca dispararíamos a nuestro pueblo. Aun si nos lo ordenaran”, gritó por encima del rugido del motor. De nuevo, no me convencía. El presidente Hosni Mubarak –o tal vez deberíamos decir ahora “presidente” entre comillas– estuvo en las oficinas militares, compartiendo una nueva junta con los antiguos oficiales militares y de inteligencia. El rumor dio vuelta la plaza: el viejo lobo intentaría dar batalla hasta el final. Algunos otros consideraron que eso ya no importaba. “¿Puede Mubarak matar 80 millones de egipcios?”, se preguntaron.

El sentimiento antinorteamericano comenzó a crecer luego de que Obama mantuviera su tibio apoyo al régimen de Mubarak. “No a Obama, no al régimen de Mubarak”, se podía leer en los carteles. En algunos de ellos, la cara del presidente egipcio aparecía con la estrella de David sobreimpresa.

Muchos integrantes de la multitud guardaban los cartuchos de las balas que las fuerzas de seguridad dispararon contra ellos la semana pasada. La frase “Hecho en USA” podía leerse en el fondo de los cartuchos. Pero además, noté que la cabeza del casco de los tanques llevaba la marca “MFR”. A esta altura, un soldado con un rifle y una bayoneta recibió la orden de arrestarme, así que corrí y me escabullí entre la multitud, y el efectivo desistió. ¿Puede la sigla “MFR” significar “Reserva de la Fuerza Móvil de Estados Unidos”, que sigue manteniendo sus tanques en Egipto? ¿Serían esos tanques un préstamo del país norteamericano? No necesitamos esforzarnos para entender qué hicieron los egipcios para obtener eso a cambio.

Sin embargo, más temprano, hubo extraordinarias escenas entre los manifestantes y las brigadas de otro grupo de tanques (en esta ocasión, las máquinas eran unos viejos Pattons M-60 de la época de la guerra de Vietnam), que parecían proteger un camión hidrante enviado para limpiar las calles. Cientos de hombres jóvenes arrollaron uno de esos tanques y, cuando un teniente con lentes de sol empezó a disparar al aire, fue empujado contra el vehículo, al que tuvo que treparse para escapar de los jóvenes. Enseguida, la multitud recuperó la compostura, comenzó a sacarse fotos con los soldados y les alcanzaron agua y frutas.

En un momento, la tropa formó una larga hilera y avanzó a través de la calle. Entonces, un anciano jorobado buscó la manera de obtener el permiso de acercarse a los soldados. Lo seguí hasta que abrazó al teniente y lo besó en ambas mejillas: “Ustedes son nuestros hijos. Nosotros somos su pueblo”. Luego, el hombre recorrió la hilera de soldados, besó y abrazó a cada uno de ellos, y les dijo a cada uno que era su padre. Se necesita un corazón de piedra para no sentirse conmovido por semejantes escenas. El día de ayer estuvo repleto de ellas.

A este punto de los acontecimientos, un grupo de manifestantes arrastró a un ladrón –de los que El Cairo pareciera estar repleto por estos días– hasta los pies de los soldados. “Ustedes están aquí para protegernos”, exigieron a coro. Uno de los soldados golpeó al hombre en la cara, y su oficial lo abofeteó por eso. Luego, el soldado se sentó lejos de su tropa sacudiendo la cabeza, en desacuerdo.

Un helicóptero Mi-25 egipcio –en esta ocasión, una reliquia de la orden soviética– circuló por el aire sobre la multitud todo el día, exhibiendo seis cohetes listos para ser disparados. Pero nada hizo. Luego, un avión Gazzelle, de fabricación francesa, perteneciente a la fuerza aérea egipcia, voló rasante sobre la gente en la plaza. La multitud lo saludó efusiva. Y esa misma efusión se pudo ver en el saludo que el piloto les devolvió.

Todo el tiempo, ese pueblo egipcio se acercaba a los extranjeros –los ingleses de canosa cabellera no lucen demasiado egipcios– y les contaban que un pueblo que perdió su miedo no lo vuelve a sentir más. “Nunca más vamos a sentirnos aterrados”, me gritó una joven mujer mientras los aviones comenzaban a rugir de nuevo.

Y los saqueos y los incendios continúan sucediendo. Un ex policía me comentó que muchos de los saqueadores integran un grupo que pertenece al oficialista Partido Nacional Democrático, cuyo rol anterior había sido matonear a los habitantes para que votaran por su adorado líder en las legislativas del año pasado. Lo que nos preguntamos todos es por qué ahora están quemando y saqueando, crímenes por los que el pueblo egipcio, que pide la retirada de Mubarak, está siendo responsabilizado. El antiguo policía, que por esos momentos intentaba convertirse en el negociador entre los manifestantes y las fuerzas armadas, apuntó: “El ejército estará de nuestro lado porque sabe que Mubarak se tiene que ir”. De nuevo, no estoy tan seguro.

* De The Independent, de Gran Bretaña. Especial para Páginal12.

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Written by Eduardo Aquevedo

1 febrero, 2011 at 15:33