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Prueba PISA (2014): Los estudiantes de América Latina «no resuelven problemas de la vida real»…

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Alejandra Martins, BBC Mundo, Martes, 1 de abril de 2014

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¿Cómo elegir los mejores modelos de un catálogo para amueblar un cuarto? ¿Cómo diseñar una prueba para averiguar por qué falla un dispositivo electrónico?

«Los problemas en los que los estudiantes de América Latina tienden a tener más dificultad son aquellos en los que deben razonar con modelos abstractos para navegar una situación compleja»
Francesco Avvisati, autor del informe de OCDE

Estas son algunos de los problemas planteados a 85.000 estudiantes de 15 años que participaron en una prueba internacional realizada por primera vez por la OCDE, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, que mide la habilidad de resolver «problemas de la vida real».

Una vez más, los resultados divulgados este martes muestran que, al igual que en otros tests de evaluación de estudiantes, los países de América Latina ocupan los últimos lugares de la lista.

Los estudiantes tomaron el examen al mismo tiempo que la conocida prueba PISA, siglas en inglés de Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes, que mide habilidades en matemáticas, lectura y ciencias, y cuyos últimos resultados fueron publicados el año pasado. La participación en el nuevo test de pensamiento creativo era optativa, por lo que sólo participaron 44 países.

Una mirada a los resultados del nuevo test, denominado «Resolución creativa de problemas y habilidades de los alumnos para enfrentar problemas de la vida real», invita a la reflexión.

De los 44 países, Colombia ocupa el último puesto, Uruguay el 42, Brasil el 38 y Chile el 36. Estados Unidos se sitúa en el lugar 11 y España en el 29. Como en las pruebas PISA anteriores, los primeros cinco puestos son ocupados por Asia: Singapur, Corea del Sur, Japón, China-Macao y China-Hong Kong en orden descendente.

«Los problemas en los que los estudiantes de América Latina tienden a tener más dificultad son aquellas tareas en las que deben distilar conocimiento de una situación y razonar con modelos abstractos para navegar una situación compleja», dijo a BBC Mundo el autor del informe, Francesco Avvisati.

Los estudiantes asiáticos, en cambio, «son muy sistemáticos en la exploración de escenarios complejos»
¿Qué tipos de problemas son los que los alumnos latinoamericanos no lograron resolver?

El problema del termostato

La prueba planteó a los estudiantes problemas de diferentes niveles. Uno de cada cinco alumos pudo resolver problemas sencillos sólo si se trataba de contextos familiares. «Un ejemplo de problema de nivel 1 es consultar un catálogo de muebles, con diferentes marcas y precios, y elegir los modelos más baratos para amueblar una habitación», dice el informe.

Pero la diferencia fue grande en el caso de situaciones más complejas.
En uno de los problemas se pide al estudiante imaginar que llega a un cuarto de hotel y ve un termostato o control de temperatura y humedad que no le es familiar. Hay un control remoto con tres botones y el alumno debe averiguar cómo programar el control.

Los estudiantes asiáticos «tienden a ser muy buenos en diseñar experimentos para entender qué hace cada botón en forma independiente, probando cada uno, luego volviéndolo a su posición inicial, y haciendo lo mismo con los otros, para examinar a continuación diferentes combinaciones», explicó Avvisati.El autor del informe señaló que los estudiantes asiáticos son muy buenos en idear diferentes hipótesis, utilizando habilidades aprendidas en matemáticas, por ejemplo, la combinación de posibilidades. Y crucialmente, pueden diseñar experimentos.

«Planean un experimento y prueban todas las hipótesis. Los estudiantes que no tuvieron buenos resultados, en cambio, simplemente apretan los botones al azar para ver qué sucede, pero esto no les dará información útil para comprender cómo opera el aparato».

«El foco es realmente adquirir conocimiento y para eso se necesita un plan abstracto y explorar en forma sistemática situaciones no familiares. Los estudiantes asiáticos son muy buenos en esto, lo que significa que no sólo son muy curiosos, sino que son capaces de aprender a partir de situaciones problemáticas en una forma muy eficiente», dijo Avvisati a BBC Mundo.

Cabe destacar que según el experto, algo en que los alumnos latinoamericanos son mejores comparados con otros países de nivel general similar es que, «una vez que entienden el problema y qué deben hacer, no se dan por vencidos. Pero sí lo hacen si se trata de razonar en forma abstracta».

Qué puede hacer A. Latina

«Cuando miramos los resultados de esta prueba vemos que son relativamente similares a nivel de país con los resultados en la prueba PISA de matemáticas. Esto significa que no es posible desarrollar habilidades para resolver problemas sin desarrollar el aprendizaje en materias específicas», dijo el investigador de la OCDE a BBC Mundo.

La enseñanza de ciencia también es vital para aprender a diseñar experimientos y plantear hipótesis.

«El consejo general para los países de A. Latina no es diferente al que acompaña otros informes. Las claves del éxito parecen ser altas expectativas para todos los estudiantes sin dejar a ninguno atrás, tener un plantel de maestros profesionales y bien valorados, de forma que la enseñanza sea una opción atractiva para los mejores graduados universitarios, tener estándares altos para los estudiantes, y que alguien deba responder públicamente por esos estándares».

También se ha visto que los estudiantes que logran mejores resultados relacionan la enseñanza con el mundo real, aprendiendo matemáticas con ejemplos aplicables al mundo real, y ejercitan habilidades para resolver problemas en actividades extracurriculares.

Artes visuales

La OCDE espera que los resultados de la prueba «ayuden a identificar cómo los estudiantes pueden aprender mejor, los profesores enseñar mejor y los colegios operar en forma más efectiva en el siglo XXI para desarrolar las habilidades vitales para obtener empleo», dice el informe divulgado este martes.

Las artes visuales pueden enseñar a pensar en forma crítica.

Lo importante, señala el reporte, es lo que llama «enseñanza metacognitiva», que va más allá de la mera transmisión de conocimiento y explora los problemas en profundidad para desarrollar habilidades que «pueden aplicarse en situaciones diferentes».

El documento destaca como un modelo exitoso la enseñanza de resolución de problemas a partir de clases de artes visuales.

Dos estudios realizados en colegios de Boston (Hetland et al., 2013), muestran cómo las lecciones de arte no sólo enseñan a pintar o dibujar, sino que pueden ayudar a desarrollar cinco habilidades clave:

Visualizar (se pide a los estudiantes que constantemente visualicen lo que no pueden observar directamente, por ejemplo, qué estructuras podrían expresar en sus obras)
Observar (aprenden a observar cuidadosamente los detalles y a ver con nuevos ojos)
Reflexionar (se pide a los alumnos que reflexionen sobre su arte, que piensen qué funciona o no funciona en sus obras o las de sus compañeros)
Perseverar (los estudiantes aprenden a trabajar en un proyecto que lleva un período considerable de tiempo y a «vencer sus frustraciones»)
Explorar (se pide a los alumnos que constantemente prueben técnicas y posibilidades nuevas, que tomen riesgos y no teman equivocarse)

Los trabajos del futuro

«Para tener éxito en la vida, los estudiantes deben aplicar estrategias de resolución de problemas más allá de las materias en que fueron aprendidas», señala el informe.
«En el mundo de hoy los trabajos dependen más y más de la habilidad de los trabajadores de actuar en situaciones inesperadas»
Francesco Avvisati

La OCDE destaca que, según estudios recientes, «los adultos con el nivel más alto en resolución de problemas tienen acceso a las ocupaciones donde se han creado más puestos de trabajo en los últimos 15 años».
«Esto significa que los estudiantes de 15 años de hoy que carecen de habilidades avanzadas para resolver problemas enfrentan un alto riesgo de estar en desventaja desde el punto de vista económico como adultos».
Para Avvisati, «en el mundo de hoy los trabajos dependen más y más de la habilidad de los trabajadores de actuar en situaciones inesperadas, porque las tareas familiares son realizadas muchas veces por computadoras u otras máquinas».

El experto de la OCDE asegura que la habilidad de resolver problemas es clave en un mundo que cambia rápidamente.
«Si uno pierde el trabajo, por ejemplo, deberá ser capaz de aprender nuevas capacidades en forma autodirigida, de ser resiliente. Estas habilidades tienen mucho que ver con la capacidad de dirigir uno mismo su propio aprendizaje y poder aprender de situaciones problemáticas para navegarlas con éxito».

Prueba PISA (2014): Asia gana la carrera de la educación. Chile sigue en los últimos lugares…

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Zhou Luwen puede ahorrar en ropa, en calefacción, incluso en comida. Pero tiene muy claro que hay un apartado en el que jamás escatimará un yuan: la educación de sus dos retoños. “Siempre nos han enseñado que es lo más importante en la vida, una inversión indispensable. Porque sin educación no es posible tener éxito”. La filosofía de esta mujer de 43 años, residente en Shanghái, cala en toda China. Esa mentalidad —traducida en una fortísima presión social para los estudiantes— se ha identificado como una parte fundamental del éxito de los países asiáticos en el informe PISA, que este año se ha centrado en las matemáticas (también se evalúan cada tres años las competencias en lectura y ciencias).

Los primeros puestos de la clasificación de países en este examen de la OCDE que trata de medir las destrezas de los alumnos de 15 años están copados por alumnos asiáticos. Entre todos ellos destacan los alumnos de esta región y, por encima de los demás, Shanghái, con 613 puntos en matemáticas sobre una media de la OCDE de 494 y más de la mitad de los estudiantes (55%) en los niveles más altos de rendimiento (la media es del 12%; la española, del 8%). A Shanghái le siguen en la clasificación Singapur (573), Hong Kong (561), Taipéi (560) y Corea del Sur (554).

Hay que llegar hasta el puesto número ocho para encontrar el primer país europeo: el minúsculo Liechtenstein. Buena parte de los países occidentales que en 2003 (la edición anterior en la que las matemáticas fueron la materia principal del examen) ocupaban los primeros puestos han visto reducir sus resultados: Finlandia (25 puntos menos), Holanda (15) o Canadá (14).

Así, mientras Finlandia, el otro gran paradigma de la excelencia educativa surgido del PISA (que lleva ya cinco ediciones), se apea del podio (ha caído del primer puesto en matemáticas en 2003 al sexto en 2009 y duodécimo ahora), todos los países empezarán a mirarse más que nunca en el espejo asiático. Incluyendo a España, cuya imagen escolar proyectada bajo el prisma de PISA es la del estancamiento durante una década —al menos, en matemáticas y lectura, con una leve mejora en ciencias—, con pocos alumnos excelentes y, encima, con una equidad —su gran sello positivo— que tal vez empieza a mostrar síntomas de resquebrajamiento en mitad de la brutal crisis económica.

El problema, recuerda el catedrático de Economía de la Pompeu Fabra José García Montalvo, es que PISA ofrece una fotografía muy clara del estado de la cuestión, pero no tanto de las causas de por qué unas cosas funcionan mejor en un sitio que en otro, o por qué no funcionan en absoluto. “No es posible trasplantar lo que pasa en un país a otro”, asegura. Una de las pocas características que se repiten en muchos de los modelos de éxito es la selección del profesorado —entre los mejores estudiantes—, y que estén bien pagados, dice la OCDE. Otros especialistas, como el profesor de la Universidad de Salamanca Jaime Rivière, apuntan a unas culturas con un lenguaje muy complicado de aprender cuyas escuelas se centran casi exclusivamente en la primaria en la lectura y las matemáticas, precisamente lo que mide PISA. Otros hablan también de que se insistencia mucho en esos países en la realización continua de exámenes.

El responsable de este informe, Andreas Schleicher, asegura que el éxito de los países asiáticos en este sentido es que “han movilizado los recursos allá donde pueden marcar la diferencia”. Y, sobre España, añade: “La cuestión no es el volumen de los recursos; ha puesto énfasis en reducir el tamaño de las clases y no darle a los maestros el nivel de autonomía que necesitan para mejorar. Esas cosas tienen más influencia que el nivel de los recursos”.

El profesor de Economía del University College de Londres Antonio Cabrales matiza esa idea en este tiempo de escasez y de tijeras: “Dados los altibajos de las cantidades de dinero dedicadas al sistema, esto es una indicación más de que simplemente poner dinero no soluciona nada. Pero esto no quiere decir que haya que seguir por la senda de recortes, simplemente que hay que buscar dónde poner los recursos y evaluar las politicas con más rigor”.

Y en ese camino para poner el dinero donde marque más la diferencia basándose en evidencias como las de PISA, la copia o el remedo parecen inevitables si se está de acuerdo con los argumentos del secretario general de la OCDE, Ángel Gurría: “En una economía globalizada, la competitividad y las perspectivas futuras de empleo dependerán de lo que la gente puede hacer con lo que sabe. Los jóvenes son el futuro, por lo que cada país debe hacer todo lo posible para mejorar su sistema educativo y las perspectivas de las generaciones futuras”.

Y también se hace inevitable esa evaluación de las políticas de las que habla el profesor Cabrales. En estos días muchos especialistas ingleses están echándole en cara al ministro de Educación británico, Michael Gove, su proyecto de academias libres (los colegios públicos podían acogerse a una especie de sistema concertado, regidos por cooperativas de padres o profesores), copiado del que puso en marcha Suecia allá por 2006. Pues bien, hoy esos expertos recuerdan que Suecia está ahora en el puesto 38 de los 65 países y regiones examinados (cinco puestos por debajo de España), cuando en 2003 estaba en el 14.

En España se lo recordarán seguramente al ministro José Ignacio Wert, que ha argumentado una y otra vez la necesidad de la polémica reforma educativa que acaba de aprobar en el Congreso con el único apoyo del PP (la llamada LOMCE) por los mediocres y estancados resultados de España en PISA. Junto a la exigencia y la evaluación (la ley recupera las reválidas), algunos de sus pilares son la libertad de elección de centro y la competencia entre escuelas. Claro que los defensores de estas ideas recordarán a su vez ese bajón de resultados de Finlandia, paradigma de la escuela comprensiva (todos los alumnos están juntos en una vía básicamente igual hasta los 16 años), el modelo español tan criticado durante años por el PP.

La ministra finlandesa de Educación, Krista Kiuru, decía este martes: “Se observa una desvalorización de la escuela por parte tanto de los alumnos como de la sociedad en su conjunto”. “En comprensión de lectura los chicos están 62 puntos por debajo de las chicas, lo que equivale a un año y medio de educación. Por su parte los inmigrantes o hijos de inmigrantes están a más de 100 puntos del promedio, casi tres años de educación”, dijo el coordinador nacional del informe, Jouni Väliajärvi.

Hace ya dos años, algunos indicios señalaban cómo una incipiente inmigración de en torno a un 5% (en 2005 era del 3%) estaba poniendo a prueba el sistema. A algunos profesionales les preocupa “que los padres empiecen a elegir escuela basándose en sus prejuicios; si se abre esa puerta, no hay vuelta atrás”, dijo a este periódico el decano de la Facultad de Educación de la Universidad de Helsinki, Patrik Scheinin. Esa vuelta atrás era que, independientemente de que sea verdad o mentira que el alumnado inmigrante (que se suele concentrar en las zonas más pobres) condicione las notas de los demás, basta con que la percepción sea esa para que se desestabilice el sistema.

Para otros especialistas, como el representante sindical del grupo de trabajo de educación de la OCDE John Bangs, lo que se está notando en los resultados de PISA 2012 en países como Finlandia (incluye también otros como Suecia) es que “están sufriendo las consecuencias del declive económico y las presiones sociales que esto causa”, según comentó a la publicación británica TES.

Así, lo que queda es levantar la vista hacia Asia. Pero, ¿qué se podría copiar de los modelos asiáticos? Y ¿merecería la pena? Por ejemplo, Shanghái le saca 119 puntos a la media de la OCDE, y 129 a España, lo que se podría traducir (en una de esas analogías que la OCDE hace en aras de la divulgación) en una ventaja de casi tres años de escolarización. Ese es un tiempo que, según apuntan expertos críticos con el sistema educativo chino, los adolescentes le restan a su vida social. Lo sabe bien Tingting, la hija mayor de Zhou. Ahora tiene 16 años, acaba de superar el zhongkao, una especie de Selectividad para acceder al instituto, y ya teme la llegada del gaokao, el examen de acceso a la universidad.

Entra en clase a las 7.30 de la mañana y vuelve a casa a las cuatro de la tarde. Muchas veces no levanta la vista de los libros de texto hasta las diez, cuando su madre la obliga a dormir, y entre sus actividades extraescolares están el inglés y el piano, un instrumento que aborrece. “Conseguí entrar en el mejor instituto del distrito, y ahora mis padres quieren que estudie en la Universidad de Jiaotong [una de las mejores de China] y que luego haga un máster en Estados Unidos para encontrar un buen trabajo a mi regreso”, cuenta entre susurros. “No entiende que lo hacemos por su bien”, responde Zhou con tono conciliador pero firme.

Historias como la de esta familia se repiten en los otros cuatro territorios de influencia china que aparecen entre los siete primeros de la lista del informe PISA: Singapur, Hong Kong, Taipei, y Macao. “Es evidente que los resultados son muy positivos, pero también es cierto que la presión y la competitividad a la que están sometidos los alumnos desde muy pequeños pueden tener efectos negativos en su socialización y en su desarrollo humano, apartados que no analiza el informe PISA”, analiza Xu Anqi, profesor de Sociología de la Universidad de Fudan. No en vano, dos suicidios y un asesinato provocaron en mayo un acalorado debate sobre el lado más oscuro de este modelo educativo.

Según estudios de la Academia de Ciencias Sociales de China, que no suele tratar el tema tabú del suicidio, unas 250.000 personas se quitan la vida cada año en el gigante asiático. Y otros dos millones lo intentan. La mayoría tiene menos de 30 años, y muchos ni siquiera han alcanzado la mayoría de edad. En 2008 una encuesta arrojó otro dato preocupante: el 17% de las estudiantes de secundaria de la ciudad de Foshan habían contemplado alguna vez la posibilidad acabar con su vida.

Pero, claro, no todo se deberá a la extraordinaria presión, sino que habrá otros elementos que tiran de estos sistemas hacia arriba. Preguntado por si estaría bien que la escuela, pongamos la española, se pareciera en algo a los modelos asiáticos, el catedrático de Sociología de la Complutense Mariano Fernández Enguita se centra en la figura del profesor. Por ejemplo, habla de una mejor selección y una carrera profesional con incentivos de mejora que hoy no existen en España, al menos en la escuela pública, mayoritaria. “Ya me gustaría que los profesores tuvieran una voluntad parecida de transparencia y de trabajo en equipo. Recuerdo, en Japón, algo que aquí sería imaginable: lo llamaban la jornada de investigación y consistía en que todos los profesores (o muchos, yo recuerdo la presencia de una veintena) asistían a una clase de uno de ellos, observando y tomando notas, para luego discutir sus aciertos y sus debilidades”.

Con información de Adrián Soto (Helsinki).

Los profesores creen que no preparan para el siglo XXI

E. S., MADRID
PISA manifiesta que en España los alumnos no saben plasmar lo aprendido en las aulas y sus propios profesores reconocen que no les están preparando suficientemente para afrontar los grandes retos del siglo XXI. Así lo expresan el 87% de los docentes –desde educación infantil a bachillerato- encuestados por la editorial SM en toda Españam teniendo en cuenta todos los niveles y la titularidad del centro (respetando los porcentajes de pública y privada). El 86%, además, rechaza los sistemas de evaluación actuales, pues cree que no permiten desarrollar al máximo las habilidades y capacidades de los estudiantes y un 97% coincide en que el uso de nuevas formas de aprendizaje mejoraría los resultados. “No se trata tanto de cómo se enseña, con tiza digital, sino qué se enseña”, recalca Ángel Pérez, director de Educación de SM. “La tecnología no cambia nada, lo que se necesita es tener otra metodología”.

Para mejorar el aprendizaje la mayoría opina que hay que incentivar el desarrollo del pensamiento crítico (76%), trabajar las inteligencias múltiples de manera individualizada (71%) y fomentar el trabajo cooperativo en las aulas (59%). “Nosotros vemos entre los maestros y profesores muchas ganas de cambio, de hacer cosas nuevas. Pero no todo está en la tecnología. Al final, si un niño hace todos sus deberes en el ordenador, los estudios demuestran que pierde comprensión lectora”, prosigue Pérez, quien sí que cree que las editoriales han hecho un esfuerzo por incluir cada vez más soluciones prácticas en sus libros de texto. Los encuestados sostienen también que los obstáculos para una mejor enseñanza se encuentran en el sistema educativo (64%), la Administración (44%), la dotación de recursos y materiales (43%) o el currículum (36%).

Pero Pérez precisa que queda mucho por hacer. “En los currículos hay muchos temas sintácticos cuando se debía profundizar más en aspectos de comprensión lectora”. Y en esta revolución educativa la tecnología es una gran aliada. “Los profesores menores de treinta y tantos están habituados a trabajar con ordenador, siempre han tenido uno cerca. El problema son los más mayores, que son reticentes. Les da miedo que el niño sepa más que ellos. Y no se dan cuenta que los alumnos sabrán solucionar algo técnico -porque se les averió el ordenador jugando en casa-, pero no van a saber hacer estrategias de búsqueda de información en la Red”.

Prueba PISA: Las cifras que reflejan el bajo rendimiento de Chile dentro de la OCDE

Los resultados del test «Solución Creativa de Problemas» ubicaron al país en el lugar 36 de 44, muy por debajo de los países con mayor puntuación.
por Génesis Moreno – 01/04/2014 – 14:15
Si bien Chile rindió por primera vez la Prueba Pisa en el área «Solución Creativa de Problemas», los resultados no fueron los mejores en relación al resto de países que integran la OCDE. De acuerdo al informe, Chile se ubicó en el lugar 36 de un total de 44 países, con 448 puntos. Asimismo, quienes lideraron en rendimiento fueron los estudiantes de Singapur y Corea del Sur quienes obtuvieron los puntajes más altos resolviendo problemas, con evaluaciones que superan los 560 puntos.

Para conocer el detalle de los resultados obtenidos por Chile, La Tercera seleccionó las cifras más relevantes que reflejan el bajo rendimiento que logró el país en el test, como también las áreas que se evalúan.

¿Quiénes rindieron el test?

En 2012, un total de 65 países y economías (34 países de la OCDE y 31 economías asociadas) rindieron la Prueba Internacional PISA, que midió habilidades en Matemática, Lenguaje y Ciencias. Sin embargo, como otra área de evaluación, el test «Solución Creativa de Problemas» fue rendido por 44 países y economías, siendo la primera vez que Chile participa de la medición.

¿Qué mide la prueba?

La evaluación, en general, se centra en los procesos cognitivos generales que intervienen en la resolución de estos más allá de los resultados que se obtengan. Es decir, se evalúan áreas como la exploración y comprensión, además de representar, formular, planificar, ejecutar y reflexionar, entre otras. La idea es que los estudiantes primero observen, interactúen con el «problema» y luego formulen una hipótesis para resolverlos. Durante el test tienen la posibilidad de simular situaciones por medio de un computador.

RESULTADOS EN GENERAL

Los estudiantes de Singapur y Corea, seguidos por los de Japón, obtuvieron la puntuación más alta del test en relación a los 44 países y economías que rindieron la prueba. Asimismo, el informe indica que el rendimiento obtenido en la resolución de problemas se relaciona «positivamente» con el rendimiento en otras asignaturas evaluadas.

RESULTADOS DE CHILE

Según explica el informe, entre los países de la OCDE, el país que obtuvo más bajo rendimiento es Chile, con un puntaje promedio de 448 puntos. Esto significa, según el documento, que la brecha entre el país con más alto rendimiento y el más bajo de la OCDE es de 113 puntos. Además, señala que cerca del 90% de los estudiantes de Corea se ubican por encima de la puntuación media de Chile y, por el contrario, sólo el 10% de los estudiantes chilenos se posiciona por sobre la puntuación media de Corea.

Como otro dato, en general, más de dos niveles de competencia (163 puntos) separan a los países con mayor rendimiento (Singapur) y más bajos resultados (Colombia).

Asimismo, sólo uno de cada 20 estudiantes, en los cuatro países con mejores resultados y economías, se ubica por debajo de la media del país con más bajo rendimiento

MÁS BAJO RENDIMIENTO

La prueba clasifica en 6 niveles a los estudiantes según su rendimiento. Es así como entre el nivel 1 y 2 se sitúan los alumnos con más bajos resultados, mientras que en el 5 y 6 quienes obtienen mejor calificación. De acuerdo a esto, la proporción de estudiantes con bajo rendimiento en el último test de Pisa es el siguiente:

Un 38,3% de los estudiantes chilenos que rindieron la prueba se ubican en los niveles catalogados como «bajo rendimiento», es decir entre el 1 y 2. De hecho, se ubica entre los últimos diez países con más alumnos en esta categoria, seguido por Brasil (47,3%), Malasya (50,5%) Emiratos Árabes (54,8%), Montenegro (56,8%), Bulgaria (56,7%) y Colombia (61,5%).

En comparación con los países que obtuvieron mejor rendimiento, la cifra en Singapur alcanza un 8%, seguido de Kora (6,9%), Japón (7,1%) y Macao China (7,5%).

En la otra vereda, entre los alumnos que lograron mejor rendimiento (niveles 5 y 6) Chile ubica al 2,1% de sus alumnos, mientras países como Singapur alcanzan un 29,3% y Korea 27,6 %. En tanto, Colombia logró que sólo el 1,2% de los estudiantes se ubiquen en los niveles máximos de rendimiento.

¿Qué significa estar en el Nivel dos?

Según el informe de PISA, los países que se ubican en este nivel deben haber obtenido como resultado entre 423 y 488 puntos. En este caso, Chile obtuvo 448 puntos. De acuerdo al documento, los estudiantes que se posicionan en este nivel pueden explorar un problema desconocido y entender una parte de este, aunque sólo obtienen «parcialmente el éxito». Además, señala que los estudiantes pueden planificar y llevar a cabo ciertos pasos para lograr sus objetivos. En tanto, en la Agencia de Calidad señalan que de acuerdo a este nivel, los alumnos «poseen las competencias mínimas para desenvolverse en el mundo e integrarse productivamente a la sociedad».

Como dato anexo, el informe indica que el porcentaje de estudiantes capaces de realizar tareas a este nivel o por encima (promedio de la OCDE) es de un 78,6 %.

COMPARACIÓN ENTRE PAÍSES POR RENDIMIENTO

Por otro lado, según indican los datos, Chile se ubica muy debajo de los países que presentan estadísticas «significativamente» por encima de la media de la OCDE, ubicándose bajo la media.

 

 

La Universidad Pública, por Fernando Atria y Javier Wilenmann

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1 de abril de 2014

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Universidad de Harvard

¿Qué es una universidad pública? En la discusión actual, hay dos posiciones que parecen totalmente enfrentadas: conforme a la primera, es pública una universidad cuando en los hechos desarrolla una “función pública”. Conforme a la segunda, es pública cuando es estatal.

Guiado por una intuición correcta, el ministro de Educación ha sostenido que el criterio de la “función pública” es insuficiente, es demasiado laxo. Pero, para justificar esta intuición, el ministro ha recurrido a una explicación que, desde el propio punto de vista de las universidades estatales, es problemática. El ministro ha dicho que hay un interés público en la producción de conocimiento nuevo (en la forma de “investigación”), un interés que justifica que el Estado financie instituciones en las que ese conocimiento sea producido. Pero ese conocimiento ha de ser producido en condiciones en que no pueda surgir conflicto entre el interés público y un interés privado. En las universidades estatales ese conflicto no podría darse, ya que el “mandante” sería precisamente el titular del interés público, el Estado. En las universidades privadas, en cambio, es posible el conflicto entre los intereses privados de sus controladores y el interés público. Entonces, el Estado debe preferir las instituciones que están libres de la posibilidad de este conflicto: las estatales.

Es importante comenzar destacando que el punto de partida del ministro es correcto: hay un interés público en la investigación y en que ella produzca efectos en el bienestar general y en la riqueza de la cultura nacional. También es correcto sostener que es injustificable que la investigación se financie con fondos públicos pero sea encargada, controlada o puesta al servicio de una agenda particular por sea quien fuere el dueño de o que controla a una determinada universidad. Según el ministro, esto no ocurre cuando el Estado es “mandante” y la universidad “mandada”.

Entender que esta es la relación que vincula al Estado con sus universidades, sin embargo, niega la autonomía universitaria. La exigencia de autonomía ha sido siempre una exigencia de la universidad, porque sólo un régimen autónomo la protege de intervenciones guiadas por fines ajenos a criterios propiamente universitarios. En lo que importa al ministro, la autonomía es necesaria para asegurar que la investigación tenga por objetivo exclusivamente aquello que como idea regulativa puede denominarse “la verdad”. Se trata de asegurar que no haya intereses ajenos a la búsqueda de la verdad que puedan interferir con la investigación académica, la que debe estar organizada de modo tal que el investigador sea libre de llegar hasta donde sea que lo lleve el resultado de su investigación.

Pero si esto es así, entonces entender que lo especial de la universidad pública es que tiene como “mandante” al Estado niega su naturaleza, porque niega su autonomía. La universidad estatal no puede entenderse como un servicio público, sujeta, como ellos siempre están, a la superintendencia y dirección del Estado a través del Ministerio respectivo. Si las universidades públicas estuvieran sujetas así al Ministerio de Educación, lo que guiaría su actividad no serían criterios puramente académicos, sino los criterios de oportunidad del ministro (y nada asegura que el ministro de Educación estará siempre guiado por consideraciones puramente universitarias). Por esto, buena parte de la lucha de las universidades estatales en Chile durante el siglo XX se refirió a asegurar institucionalmente su autonomía. El argumento del ministro no deja espacio para esta necesidad de las universidades estatales, y por consiguiente lleva o a (1) poner en cuestión o negar la autonomía universitaria (para que el Estado pueda desempeñarse como mandante y entonces pueda guiar la investigación) o a (2) una comprensión del contenido de ese mandato (sin capacidad de guiar la investigación) que respeta la autonomía, pero deja abierta de nuevo la pregunta inicial. Porque si el respeto a la autonomía obliga al Estado a no actuar como mandante de sus universidades, ¿qué diferencia hace que el mandante sea el Estado?

Es necesario entender correctamente la idea de autonomía universitaria y su sentido. Que una universidad estatal sea autónoma quiere decir que el Estado no puede interferir con su actividad universitaria, la que entonces sólo puede ser guiada por sus propios criterios internos. Por supuesto, esto no implica que uno deba ser ingenuo, y negar la posibilidad de que una universidad estatal sea capturada por intereses privados. Pero sí implica que en ese caso la captura es captura. Es decir, una patología que la regulación y la organización institucional deben intentar neutralizar todo lo que se pueda. La mejor garantía contra la captura es un contexto institucional en el que una universidad pueda actuar orientada por criterios exclusivamente universitarios. Eso exige fundamentalmente dos cosas: un estatuto que asegure la posición del académico, permitiéndole así seguir su investigación donde sea que ésta lo lleve, y una forma de gobierno que haga difícil la captura por intereses particulares. Esta es la posición a la que habían llegado las universidades estatales antes de la intervención militar posterior al 11 de septiembre (no en el sentido de que la regulación de entonces era perfecta, sino en el sentido de que estas dos condiciones eran las que debían ser garantizadas). Al satisfacerse estas dos condiciones, la universidad quedaba protegida de la operación de poderes “extrauniversitarios”, es decir, fácticos. Y esta protección creaba un espacio para una investigación que no estaba al servicio de agendas particulares, sino de la búsqueda de la verdad. La misma finalidad es la que hoy exige la entrega de aportes basales de libre disposición, porque si la universidad necesita vender sus servicios en el mercado para financiarse, entonces no podrá operar con un criterio puramente universitario, sino de mercado, sirviendo a los intereses particulares de quienes en el mercado compren investigación.

Estas consideraciones muestran el error de quienes, contra la intuición del ministro, alegan que para que una universidad deba ser tratada como pública basta con que desempeñe en los hechos una “función pública”. Porque si las universidades estatales para poder ser verdaderamente universidades (aunque estatales) necesitan de autonomía del Estado, las universidades privadas no pueden ser verdaderamente universidades (aunque privadas) en la medida en que están sujetas al control de intereses privados. La exigencia de autonomía universitaria, en el caso de las universidades estatales, no era sólo una exigencia de buena crianza dirigida al Estado: era la exigencia por un régimen legal que asegurara institucionalmente las dos condiciones que hemos identificado. Por exactamente las mismas razones, no es suficiente que el rector o el “dueño” o el controlador de una universidad en los hechos respete la autonomía de la universidad. Es verdad que hoy existen ejemplos de universidades privadas que en los hechos actúan guiados por criterios puramente académicos, y que respetan la libertad de sus académicos. Pero ello no puede depender de la deferencia o la ilustración de sus controladores, algo que siempre puede cambiar, o de lo afortunada que resulte la designación de un rector o decano. El Estado tiene un interés en asegurar institucionalmente la orientación académica de la investigación. Y esta garantía institucional no puede darse en términos del derecho privado, porque el derecho privado siempre permite que, concurriendo todas las voluntades privadas que deban concurrir, los términos de una relación (el contrato, los estatutos de una corporación) sean modificados. Por eso, no es suficiente que una universidad privada desempeñe en los hechos alguna función pública. Debe hacerlo sujeta a un régimen que hace imposible para su controlador cambiar la orientación pública de la universidad, intervenir en su gobierno, afectar la posición de sus académicos. Sólo en esas condiciones podría decirse que es una institución que se define por su compromiso universitario con la búsqueda de la verdad, es decir, que es una universidad “pública” (esta es la razón por la que antes de 1980 había universidades privadas que eran tratadas como públicas, pero eran creadas por ley. Es decir, estaban sujetas a un régimen de gobierno y tenían un estatuto académico que, como estaba en la ley, no podía ser cambiado por el controlador, quien entonces no podía poner a la universidad al servicio de una agenda particular).

El conjunto de estas condiciones, bajo las cuales universidades privadas podrían desempeñar funciones públicas y recibir, entonces, un trato análogo al recibido por las estatales, puede ser denominado el “régimen de lo público”. Para las universidades, el régimen de lo público requiere definir estándares de funcionamiento bajo los cuales el Estado pueda confiar en que la investigación producida tenga una orientación verdaderamente académica. Ha de constituir una regulación que cumpla la función que la idea de autonomía desempeñó en el caso de la universidades estatales: elevar un muro infranqueable entre los intereses particulares de los dueños o controladores de la universidad y la marcha de la universidad, para hacer probable que esta última no se guíe sino por criterios puramente universitarios en su actividad.

Lo anterior implica que el interés que correctamente quiere satisfacer el ministro –ampliar la investigación en Chile y asegurarse que tenga una orientación realmente académica– no se satisface con la concentración del financiamiento en universidades estatales, sino que necesita antes vincular el acceso a fondos basales de investigación a un régimen institucional adecuado.

Es verdad que, como dice el ministro, las universidades europeas muestran que es posible un sistema casi exclusivamente estatal de investigación. Pero el hecho de que en tradiciones distintas a la nuestra eso sea el caso no muestra todavía nada. El sistema universitario europeo tiene una historia propia que explica su configuración. Resumiendo: las universidades europeas más antiguas datan de tiempos premodernos, y fueron asumidas y controladas por el Estado en la formación de la modernidad. Durante el siglo XX, en la época del Estado de bienestar (esencialmente en los años 60 y 70), el Estado creó nuevas universidades para expandir la cobertura a estudiantes que no tenían cabida en un sistema diseñado originalmente para educar a la elite. El contexto de organización de la investigación en Europa se construyó sobre esa realidad: como la capacidad investigativa instalada se concentraba en universidades estatales, los recursos van en buena medida a esas instituciones. La situación es ciertamente distinta en Estados Unidos, en donde, precisamente por esa historia divergente, el aseguramiento de la investigación tuvo que tomar en cuenta la existencia de una buena masa de universidades privadas, pero al mismo tiempo pudo aprovecharse de una cultura, un ethos universitario que fue suficientemente fuerte como para impedir que las universidades privadas fueran instrumentalizadas por sus dueños o controladores.

Del mismo modo, una reforma en Chile debiera asumir su propio contexto. Buena parte de la capacidad investigativa nacional se concentró, durante casi todo el siglo XX, en las dos universidades ahora conocidas como “tradicionales”, la Universidad de Chile y la Universidad Católica. La masificación de universidades y la ampliación de la capacidad investigativa tuvo lugar con la aparición de las universidades privadas. El tipo de necesidades a las que respondió la formación de las universidades privadas, con enormes diferencias de grado entre ellas, es equivalente a las que en Europa se satisficieron a través de las universidades públicas surgidas durante el Estado de bienestar. Chile podría haber seguido ese camino (la explosiva expansión de la matrícula entre 1967 y 1973 es indicación de eso). Pero aquello, que pudo haber sido, no fue. Y la dictadura nos legó un sistema en que la ampliación de la universidad tuvo lugar por privados. Ese legado de la dictadura puede o no ser mirado con pesar; pero no puede ser simplemente negado. Hoy no puede decirse lo que en Europa, que buena parte de la capacidad de investigación está en las universidades del Estado. Una reforma racional no puede desconocer este hecho, sino que tiene que tomarlo en cuenta y aprovecharlo.

Tienen razón los críticos del ministro cuando dicen que el hecho de ser privada no impide a la Universidad de Harvard producir investigación pública. Pero esta comparación con Harvard y otras universidades similares supone un contexto institucional que en Chile no existe. El ministro tiene razón en sospechar; pero se equivoca en la razón que justifica su sospecha (y quizás por eso se vio forzado a dar pie atrás al día siguiente). Una institución como la Universidad Católica, por ejemplo, tiene una relevancia en la historia nacional y en su contribución actual a la investigación que no puede ser desconocida. Pero despejar las dudas sobre la ausencia de agendas privadas o intereses particulares requiere de regulación institucional. ¿Reclama la Universidad Católica derecho a tomar (negativamente) en cuenta, en un concurso para profesor de derecho, que el candidato cree que el aborto o el matrimonio igualitario se justifican? ¿O para expulsar a un profesor de medicina reproductiva que defiende el uso de la píldora del día después? Si reclama estos derechos, entonces no puede pretender que la investigación que se realiza en ella sea reconocida y tratada como pública, porque al hacerlo está declarando que le importa más la defensa de su agenda particular que la libre investigación; si no los reclama, y está dispuesta a someterse a un régimen legal que asegure a esos profesores que podrán comenzar o continuar sus carreras sin desmedro, entonces puede empezar a reclamar que es una universidad que, aunque no estatal, ha de ser tratada y financiada como una institución pública.

http://www.elmostrador.cl/opinion/2014/04/01/la-universidad-publica/