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Archive for abril 7th, 2011

Movimiento estudiantil de Mayo del 68: conversación entre J.P. Sartre y D. Cohn Bendit.

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Jean-Paul Sartre:

En pocos días (en Mayo de 1968), sin que ninguna orden de huelga general fuera lanzada, Francia se encontró paralizada por los paros y las ocupaciones de fábricas. Todo a consecuencia de que los estudiantes se hicieron dueños de la calle en el Barrio Latino. ¿Qué impresión tienen ustedes del movimiento que han desencadenado? ¿Hasta dónde puede llegar?

Daniel Cohn-Bendit:

Ha alcanzado una extensión que nosotros no podíamos prever al comienzo. En este momento, el objetivo es derribar el régimen. Pero no depende de nosotros que este objetivo llegue o no a lograrse. Si fuera realmente el del partido comunista, el de la CGT y de las otras centrales sindicales, no habría problema: el régimen caería en quince días, pues no hay modo de oponerse a una manifestación de fuerza que comprometa a todo el movimiento obrero.

JPS:
Por ahora hay una evidente desproporción entre el carácter masivo del movimiento de huelga, que permite, en efecto, un enfrentamiento directo al régimen, y las reivindicaciones, con todo limitadas (salarios, organización del trabajo, jubilaciones, etc.), presentadas por los sindicatos.

DC-B:
Hubo siempre un desnivel, en las luchas obreras, entre el vigor de la acción y las reivindicaciones iniciales. Pero puede suceder que el éxito de la acción, el dinamismo del movimiento, llegue a modificar en la marcha la naturaleza de las reivindicaciones. Una huelga desencadenada para lograr conquistas parciales puede transformarse en un movimiento insurreccional.

Sentado esto, algunas reivindicaciones presentadas en estos momentos por los trabajadores, van muy lejos: la semana de 40 horas reales, por ejemplo, y, en la fábrica Renault, el salario mínimo de 1.000 francos por mes. El poder “degaullista” no puede aceptarlas sin quedar en una posición totalmente desairada, y si se mantiene firme va al enfrentamiento. Supongamos que los obreros también se mantengan firmes, y que el régimen caiga. ¿Qué sucede? La izquierda toma el poder. Todo dependerá entonces de lo que haga. Si realmente cambia el sistema –confieso que lo dudo- tendrá aceptación y todo marchará bien. Pero si tenemos –con los comunistas o sin ellos- un gobierno tipo Wilson, que proponga sólo reformas y reajustes menores, la extrema izquierda se verá reforzada y habrá que continuar presentando los verdaderos problemas de organización de la sociedad, de poder obrero, etc.

Pero no estamos todavía en eso, ni siquiera es seguro que el régimen caiga.

JPS:
Hay casos, cuando la situación es revolucionaria, en que un movimiento como el vuestro no se detiene, pero también suele suceder que el impulso declina. En este caso, es preciso tratar de ir lo más lejos posible antes de su detención. ¿Cuál es en su opinión la parte irreversible en el movimiento actual, suponiendo que acabe enseguida?

DC-B:
Los obreros lograrán el cumplimiento de cierto número de reivindicaciones materiales, al mismo tiempo que importantes reformas tendrán lugar en la Universidad por obrar de las tendencias moderadas del movimiento estudiantil y de los profesores. No serán reformas radicales a las que aspiramos, pero de todos modos tendremos cierto peso: presentaremos propuestas precisas, y sin duda algunas serán aceptadas porque no se atreverán a negarnos todo. De seguro será un progreso, pero nada fundamental habrá cambiado, por lo que continuaremos a cuestionar el sistema en su conjunto.

De 1848 a 1968

De todas maneras no creo que la revolución sea posible de un día para otro. Creo que sólo será posible obtener mejoras sucesivas, más o menos importantes, pero estas mejoras no podrán ser impuestas sino por acciones revolucionarias. Por esta razón, el movimiento estudiantil, que habrá alcanzado, pese a todo, una reforma importante en la Universidad , aunque transitoriamente pierda energía, toma un valor de ejemplo para muchos jóvenes trabajadores. Utilizando los medios de acción tradicionales del movimiento obrero –la huelga, la ocupación de la calle y de los lugares de trabajo-, hemos derribado el primer obstáculo: el mito por el cual “nada puede hacerse contra el régimen”. Hemos probado que eso no era verdad. Y los obreros se han lanzado por la brecha. Puede ser que esta vez no sigan hasta el final. Pero habrá otras explosiones más tarde. Lo importante es que se ha demostrado la eficacia de los métodos revolucionarios.

La unión de estudiantes y obreros sólo puede hacerse en la dinámica de la acción si el movimiento de los estudiantes y el delos obreros conservan cada uno su impulso y convergen hacia un mismo objetivo. Por el momento existe una desconfianza natural y comprensible de los obreros.

JPS:
Esta desconfianza no es natural sino adquirida. No existía a comienzos del siglo XIX y sólo apareció después de las masacres de junio de 1848. Antes, los republicanos –que eran intelectuales y pequeños burgueses- y los obreros marchaban juntos. Después, no hubo ya perspectivas de unión, ni siquiera en el partido comunista, que siempre ha separado cuidadosamente a los obreros de los intelectuales.

DC-B:
De todos modos algo ha sucedido en el curso de esta crisis. En Billancourt, los obreros no han dejado entrar en la fábrica a los estudiantes. Pero el hecho mismo de que los estudiantes hayan ido a Billancourt constituye algo nuevo e importante. Ha habido, en realidad, tres etapas. Primero la desconfianza franca, no sólo de la prensa obrera sino del medio obrero. Decían: “¿Qué quieren esos nenes de papá que vienen a fastidiarnos?” Y más tarde, después de los combates en la calle, después de la lucha de los estudiantes contra los policías, ese sentimiento ha desaparecido y la solidaridad se vuelve efectiva.

En este momento estamos en un tercer estadio: los obreros y los campesinos han entrado a su vez en lucha pero nos dicen: “Esperen un poco, queremos manejar nosotros mismos nuestro combate”. Es normal. La unión sólo podrá realizarse más tarde si los dos movimientos, el de los estudiantes y el de los obreros, conservan su impulso. Después de cincuenta años de desconfianza, no creo que lo que se denomina “diálogo” sea posible. No se trata solamente de hablar. Es natural que los obreros no nos reciban con los brazos abiertos. El contacto sólo se establecerá si combatimos juntos. Se puede, por ejemplo, crear grupos conjuntos de acción revolucionaria, en los que obreros y estudiantes planteen juntos los problemas y actúen juntos. Habrá lugares en los que eso funcione y otros en los que no funcione.

JPS:
El problema sigue siendo el mismo: mejoras o revolución. Como usted dice, todo lo que ustedes hacen a través de la violencia es recuperado por los reformistas de una manera positiva. La Universidad , gracias a lo que ustedes han hecho, se verá mejorada, pero siempre dentro del marco de la sociedad burguesa.

DC-B:
Es evidente; pero creo que no hay otro modo de avanzar. Tomemos el ejemplo de los exámenes. No se discute que se seguirá con ellos. Pero seguramente no se desarrollarán como antes. Se encontrará una fórmula nueva. Y si una sola vez se efectúan de un modo desacostumbrado, un proceso de reforma se pondrá en marcha de modo irreversible. No sé hasta qué punto llegará, lo que sé es que se hará lentamente; pero es la única estrategia posible.

Para mí, no se trata de hacer metafísica, ni de indagar cómo habrá que realizar la revolución. Ya he dicho que creo que vamos más bien hacia un cambio perpetuo de la sociedad, provocado, en cada etapa, por acciones revolucionarias. El cambio radical de las estructuras de nuestra sociedad sólo sería posible si se produjera de golpe la coincidencia de una crisis económica grave, con la acción de un potente movimiento obrero y de un fuerte movimiento estudiantil. Hoy estas condiciones no están reunidas. Como máximo puede pretenderse la caída del gobierno. Pero no puede soñarse en hacer estallar la sociedad burguesa. Lo que no quiere decir que no haya que hacer nada: todo lo contrario, es necesario luchar paso a paso a partir de un cuestionamiento global.

La cuestión de saber si puede haber todavía revoluciones en las sociedades capitalistas evolucionadas y de lo que hay que hacer para provocarlas realmente no me interesa.

Cada cual con su teoría; unos dicen: las revoluciones del tercer mundo son las que provocarán el derrumbe del mundo capitalista. Otros: sólo gracias a la revolución en el mundo capitalista podrá haber desarrollo del tercer mundo. Todos los análisis están más o menos fundados, pero en mi opinión, eso no tiene mayor importancia.

Observemos lo que acaba de pasar. Desde hace mucho tiempo hay gente que busca el mejor modo de provocar una explosión en el medio estudiantil. Nadie lo ha encontrado y finalmente ha sido una situación objetiva la que ha provocado la explosión. Influyó sin duda el manotón del poder –la ocupación de la Sorbona por la policía-, pero es evidente que esta “gaffe” monumental no es el único origen del movimiento. La policía ya había entrado en Nanterre, algunos meses atrás, y eso no había despertado ninguna reacción en cadena. Esta vez se despertó una que no fue posible detener, lo que permite examinar el papel que puede desempeñar una minoría activa.

Lo que ha sucedido desde hace dos semanas constituye, a mi entender, una refutación de la famosa teoría de “las vanguardias revolucionarias” consideradas como las fuerzas dirigentes de un movimiento popular. En Nanterre y París ha habido simplemente una situación objetiva, derivada de lo que se llama de un modo vago “el malestar estudiantil” y de la voluntad de acción de una parte de la juventud, decepcionada por la inacción de las clases que ejercen el poder. La minoría activa pudo, por el hecho de ser teóricamente más consciente y estar mejor preparada, encender el detonador y penetrar por la brecha. Pero eso es todo. Los otros podían seguir o no seguir. Sucede que han seguido. Pero después, ninguna vanguardia, sea la UEC , la JCR o los “marxistas-leninistas”, ha podido tomar la dirección del movimiento. Sus militantes pudieron participar en las acciones de un modo decidido pero desaparecieron absorbidos por el movimiento. Se los encuentra en los comités de coordinación, donde su papel es importante, pero en ningún momento hubo oportunidad de que estas vanguardias desempeñaran un papel directivo.

No más vanguardias

Es el punto esencial. Sirve para destacar que es necesario abandonar la teoría de “la vanguardia dirigente” para adoptar aquella –más simple y más honrada- de “la minoría activa” que desempeña el papel de un fermento permanente, impulsando a la acción sin pretender la dirección. En efecto, aunque nadie quiera admitirlo, el partido bolchevique no dirigió la revolución rusa. Fue empujado por las masas. Pudo elaborar su teoría en la marcha, dar ciertos impulsos hacia un lado o hacia otro, pero no desencadenó, solo, un movimiento que fue en su mayor parte espontáneo. En determinadas situaciones objetivas –con la ayuda de una minoría activa- la espontaneidad retoma su lugar en el movimiento social. Es ella la que promueve el avance, y no las órdenes de un grupo dirigente.

JPS:
Lo que mucha gente no comprende, es que ustedes no buscan elaborar un programa, ni dar una estructura al movimiento. Les reprochan querer “destruirlo todo” sin saber –en todo caso sin decir- lo que ustedes quieren colocar en lugar de lo que derrumban.

DC-B:
¡Claro! Todo el mundo se tranquilizaría –Pompidou en primer lugar- si fundáramos un partido anunciando: “Toda esta gente está con nosotros. Aquí están nuestros objetivos y el modo cómo pensamos lograrlos…” Se sabría a que atenerse y por lo tanto la forma de anularnos. Ya no se estaría frente a “la anarquía”, el “desorden”, la “efervescencia incontrolable”.

La fuerza de nuestro movimiento reside precisamente en que se apoya en una espontaneidad “incontrolable”, que da el impulso sin pretender canalizar o sacar provecho de la acción que ha desencadenado. Para nosotros existen hoy dos soluciones evidentes. La primera consiste en reunir cinco personas de buena formación política y pedirles que redacten un programa, que formulen reivindicaciones inmediatas de aspecto sólido y digan: “Esta es la posición del movimiento estudiantil, hagan según eso lo que quieran”. Es la mala solución. La segunda consiste en tratar de hacer comprender la situación, no a la totalidad de los estudiantes ni siquiera a la totalidad de los manifestantes, pero a un gran número de entre ellos. Para eso, es preciso evitar la creación inmediata de una organización o definir un programa que serían inevitablemente paralizantes. La única oportunidad del movimiento es justamente ese desorden que permite a las gentes hablar libremente y que puede desembocar, por fin, en cierta forma de autoorganización. Por ejemplo, es necesario ahora renunciar a las reuniones de gran espectáculo y llegar a formar grupos de trabajo y de acción. Fue lo que tratamos de hacer en Nanterre.

Ante la repentina libertad de palabra en París, se hace preciso que en primer término la gente se exprese. Dicen cosas confusas, vagas, a menudo sin interés, porque se las han dicho cien veces, pero eso les permite, después de haber dicho todo eso, de plantearse la siguiente pregunta: “¿Y ahora?” Eso es lo más importante, y lo que la mayor parte de los estudiantes se preguntan: “¿Y ahora?” Sólo después podrá hablarse de programa o de estructuración. Si nos planteáramos desde el comienzo el tema: “¿Qué harán con los exámenes?” Significaría asfixiar las posibilidades, sabotear el movimiento, interrumpir la dinámica. Los exámenes tendrán lugar y nosotros presentaremos propuestas, pero que nos den tiempo. Primero hay que hablar, reflexionar, buscar fórmulas nuevas. Las encontraremos. Pero no hoy.

Una reiniciación de clases catastrófica

JPS:
El movimiento estudiantil como usted ha dicho, está ahora en la cresta de la ola. Pero están por llegar las vacaciones, una pausa, seguramente un retroceso. El gobierno aprovechará para realizar reformas. Invitará a estudiantes a participar en ellas, y muchos aceptarán diciendo: “Nosotros sólo pretendemos reformas”, o si no: “Son sólo reformas, pero es mejor que nada y las hemos obtenido por la fuerza”. Tendrán una Universidad transformada, pero los cambios pueden muy bien ser sólo superficiales, limitarse al progreso de los equipos materiales, de los locales, de los restaurantes universitarios. Todo eso no cambiará la esencia del sistema. Son reivindicaciones que el poder puede satisfacer sin que sea cuestionado el régimen. ¿Creen ustedes poder obtener “mejoras” que introduzcan realmente elementos revolucionarios en la Universidad burguesa; que hagan, por ejemplo, que la enseñanza impartida en la Universidad esté en contradicción con la función principal de la Universidad en el régimen actual: formar cuadros bien integrados en el sistema?

DC-B:
En primer término, las reivindicaciones puramente materiales pueden tener un contenido revolucionario. Con respecto a los restaurantes universitarios tenemos una reivindicación de fondo. Pedimos su supresión en cuanto a su carácter de restaurantes “universitarios”. Es necesario que se transformen en restaurantes “de la juventud”, en los que todos los jóvenes, estudiantes o no, puedan comer por 1,40 francos. Y nadie puede estar en contra: si los trabajadores jóvenes trabajan todo el día, no se justifica el que de noche no puedan comer por 1.40 F . Igual cosa en lo que respecta a las ciudades universitarias: pedimos que se conviertan en ciudades para la juventud. Hay muchos obreros jóvenes, muchos aprendices que desean independizarse de sus padres pero que no pueden arrendar un cuarto porque cuesta 30.000 francos viejos por mes; queremos que se los acoja en las ciudades donde el alquiler es de 9.000 o 10.000 francos viejos. Los hijos de familias acomodadas que estudian derecho o ciencias políticas pueden ir a otra parte.

En el fondo, no pienso que las reformas que podrá hacer el gobierno sean las suficientes para desmovilizar a los estudiantes. Las vacaciones señalarán indudablemente un retroceso, pero no quebrarán el movimiento. Algunos dirán: “Nuestro golpe ha fracasado”, sin tratar de explicarse lo que sucedió. Otros dirán: “La situación no estaba madura”. Pero muchos militantes comprenderán que hay que capitalizar lo que acaba de pasar, analizarlo teóricamente y prepararse para una nueva acción en la reapertura. Porque la reapertura de cursos será catastrófica, sean las que fueren las reformas gubernamentales. Y la experiencia de la acción desordenada, imprevista, provocada por el poder, que acabamos de conducir, nos permitirá volver más eficaz la acción que podría desencadenarse en otoño. Las vacaciones permitirán a los estudiantes esclarecer su propio desconcierto, que se manifestó en estos quince días de crisis, y a reflexionar sobre lo que quieren y pueden hacer.

En cuanto a la posibilidad de lograr que la enseñanza impartida en la Universidad se vulva una “contra-enseñanza” que forme, no cuadros bien integrados sino revolucionarios, es una esperanza que me parece un poco idealista. La enseñanza burguesa, aún reformada, producirá cuadros burgueses. La gente será aprisionada en el engranaje del sistema. En el mejor de los casos, se volverán miembros de una izquierda benévola pero seguirán siendo, objetivamente, engranajes que aseguren el funcionamiento de la sociedad.

Nuestro objetivo es lograr poner en marcha una “enseñanza paralela” tanto técnica como ideológica. Se trata de que nosotros mismos volvamos a poner en marcha la Universidad sobre bases completamente nuevas, aunque esto no dure más que unas pocas semanas. Acudiremos a los profesores de izquierda y de extrema izquierda que estén dispuestos a trabajar con nosotros en los seminarios y a apoyarnos con sus conocimientos –renunciando a su condición de profesores- en la experiencia que emprenderíamos.

Podríamos inaugurar seminarios en todas las facultades –por supuesto nada de clases magistrales- sobre los problemas del movimiento obrero, sobre la utilización de la técnica al servicio del hombre, sobre las posibilidades que ofrece la automación. Y todo esto no simplemente desde un punto de vista teórico (no hay un solo libro de sociología que no comience con la frase: “Hay que poner la técnica al servicio del hombre”) sino planteando problemas concretos. Esta enseñanza tendría inevitablemente una orientación contraria a la del sistema en uso, por lo que la experiencia no podría durar mucho tiempo: el sistema reaccionaría inmediatamente y el movimiento sucumbiría. Pero lo importante no es elaborar una reforma de la sociedad capitalista sino lanzar una experiencia de ruptura completa con esta sociedad; una experiencia que no dure pero que deje entrever una posibilidad: se percibe algo, fugitivamente, que luego se extingue. Pero basta para probar que ese algo puede existir.

No esperamos construir una universidad de tipo socialista en nuestra sociedad, porque sabemos que la función de la Universidad seguirá siendo la misma en tanto que no cambie la totalidad del sistema. Pero creemos que puede haber momentos de ruptura en la cohesión del sistema y que se puede aprovecharlos para abrir brechas.

JPS:
Eso supone la existencia permanente de un movimiento “anti-institucional” que impida a las fuerzas estudiantiles estancarse. Lo que ustedes pueden reprochar a UNEF, en efecto, es de ser un sindicato, es decir una institución forzosamente esclerosada.

DC-B:
Le reprochamos ser, sobre todo en sus formas de organización, incapaz de lanzar una reivindicación. La defensa de los intereses de los estudiantes resulta, de todos modos, una cosa problemática. ¿Cuáles son esos intereses? Los estudiantes no constituyen una clase. Los trabajadores, los campesinos, forman una clase social y tienen intereses objetivos. Sus reivindicaciones son claras y van dirigidas a los patrones, a los representantes de la burguesía. ¿Pero los estudiantes? ¿Quiénes son sus opresores, salvo el sistema?

Nuevos medios

JPS:
En efecto, los estudiantes no constituyen una clase. Ellos se definen por la edad y por una relación con el conocimiento. El estudiante es alguien que, por definición, un día dejará de ser estudiante, en no importa cuál sociedad, incluso en aquella en la que soñamos.

DC-B:
Eso es lo que justamente hay que cambiar. En el sistema actual se dice: existen los que trabajan y los que estudian. Y todo queda en una división, aunque sea sensata, del trabajo social. Pero es posible imaginar otro sistema en el cual todo el mundo toma parte en las tareas de producción –reducidas al máximo gracias a los progresos de la técnica- y en el cual todos tengan la posibilidad de proseguir paralelamente estudios continuos. Es el sistema del trabajo productivo y del estudio concomitante.

Evidentemente habrá casos especiales: no se puede dedicarse a las matemáticas avanzadas, o a la medicina y ejercer otra actividad al mismo tiempo. No se trata de instituir reglas uniformes. Pero es el principio de base el que ha de ser cambiado. Es preciso rechazar, desde un comienzo, la distinción entre estudiante y trabajador.

Por supuesto, nada de esto tendrá lugar mañana mismo, pero algo hay que se ha puesto en marcha y que proseguirá ineludiblemente.

JPS:
Lo interesante de la acción que ustedes desarrollan es que lleva a la imaginación al poder. Ustedes poseen una imaginación limitada como todo el mundo, pero tienen muchas más ideas que sus mayores. Nosotros estamos formados de un modo tal que tenemos ideas precisas sobre lo que es posible y lo que no lo es. Un profesor dirá: “¿Suprimir los exámenes? Jamás. Se puede perfeccionarlos, pero no suprimirlos”. ¿Por qué esto? Porque ha pasado por los exámenes durante la mitad de su vida.

La clase obrera ha imaginado a menudo nuevos métodos de lucha, pero siempre en función de la situación precisa en la que se encontraba. En 1936 inventó la ocupación de las fábricas, porque era la única arma que tenía para consolidar y sacar provecho de una victoria electoral. Ustedes tienen una imaginación mucho más rica y las frases que se leen en los muros de la Sorbona lo prueban. Hay algo que ha surgido de ustedes que asombra, que trastorna, que reniega de todo lo que ha hecho de nuestra sociedad lo que ella es. Se trata de lo que yo llamaría la expansión del campo de lo posible . No renuncien a eso.

Elecciones en Perú: O. Humala y K. Fujimori, desplazan a derecha tradicional?

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HOY SERA EL FINAL DE CAMPAñA PARA EL CANDIDATO DE IZQUIERDA Y LOS TRES RIVALES DE DERECHA QUE COMPITEN POR PASAR AL BALLOTTAGE

Keiko Fujimori (izq.) y Ollanta Humala

Ollanta Humala les habló a los pobres de Lima

Humala realizó su último acto en la capital peruana con la promesa de cambiar el modelo económico. Va primero en los sondeos de cara a la elección del domingo, seguido de Alejandro Toledo, Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski.

 Por Carlos Noriega, Página/12

Desde Lima

Hoy se cierra la campaña presidencial peruana, la más disputada que se recuerde. El candidato de la izquierda, Ollanta Humala, que encabeza la coalición Gana Perú, llega a esta instancia en el primer lugar, pero enfrenta una dura ofensiva en su contra lanzada desde los medios. Humala cerrará en el sur del país, su principal bastión electoral. El mitin final será esta noche en Arequipa, la segunda ciudad en importancia del país, ubicada a unos 900 kilómetros al sur de Lima. Ayer estuvo en el Cusco, corazón del sur andino, región donde gana ampliamente, y el martes cerró su campaña en Lima, en una multitudinaria manifestación. Los tres rivales de la derecha que compiten por pasar a la segunda vuelta –el ex presidente Alejandro Toledo; Keiko Fujimori, hija del encarcelado ex dictador Alberto Fujimori; y Pedro Pablo Kuczynski, el candidato favorito de las clases altas– optaron por hacerlo en la capital. Toledo y Kuczynski lo harán esta noche en el centro de la ciudad, mientras Keiko Fujimori en el barrio más poblado, con cerca de un millón de habitantes, del cinturón pobre que rodea Lima.

En la noche del martes, la plaza Dos de Mayo de Lima, en pleno centro de la ciudad, estuvo colmada de gente para escuchar a Ollanta Humala en su mitin de cierre de campaña en Lima. Los rostros cobrizos y las banderas peruanas llenaron la plaza, tradicional escenario de las manifestaciones sindicales. La multitud estaba compuesta, en su gran mayoría, por habitantes llegados desde los barrios pobres de la capital peruana. El entusiasmo era desbordante. Humala habló desde un estrado levantado en la fachada del local de la Central General de Trabajadores del Perú (CGTP), la principal central sindical del país. Estuvo acompañado de su esposa, Nadine Heredia, y de sus candidatos al Congreso.

En su discurso, de cerca de una hora, pidió dejar lado “el miedo”, impulsado por los medios y una derecha que en estos días ha mostrado su rostro más intolerante, y votar por “la esperanza”. Ofreció cambiar el modelo económico neoliberal para mejorar la redistribución de la riqueza, recuperar los derechos laborales perdidos, llevar buenos servicios de salud y educación de calidad a los pobres, mejores salarios, dar pensión a los jubilados que ahora no la reciben, destinar para el consumo interno el gas que ahora se exporta, aumentar los impuestos a las empresas mineras que en los últimos años han acumulado grandes utilidades, combatir la corrupción extendida en el actual gobierno, aprobar la revocatoria para el presidente y los congresistas. La ovación y los gritos de “Se siente, se siente, Ollanta presidente” retumban en la plaza, mientras la multitud agita banderas peruanas.

“Nuestro compromiso es con la democracia y la esperanza. Hay gente que tiene miedo. El 10 de abril tenemos que ir a votar con confianza, sin miedo. El miedo no debe derrotar a la esperanza. Nuestros adversarios no quieren el cambio, no tiene sensibilidad por la gente más pobre. La gran transformación consiste en la redistribución de la riqueza, en darles oportunidades a todos”, dice Humala, como fin de discurso, mientras sus seguidores corean “El pueblo en acción, por la gran transformación”. El candidato levanta los brazos durante varios minutos para saludar, después abandona el estrado, baja a la plaza y deja el lugar llevado sobre los hombros de sus seguidores. En el estrado comienzan la música y el baile.

En la plaza se ven los rostros de los desposeídos. También de muchos jóvenes. La candidata más joven al Congreso por Gana Perú, Lucía Alvites, de 25 años y socióloga, le dice a Página/12 que “los jóvenes estamos con Ollanta porque queremos un cambio para tener oportunidades. Planteamos tres cosas centrales: soberanía, justicia social e integración latinoamericana. He vivido en el extranjero y como candidata al Congreso tengo una preocupación especial por los peruanos que viven fuera del país, a quienes el Estado peruano debe apoyar”.

Zoraima Huamán, una señora de 60 años que vive en un barrio humilde y trabaja como asistente social, y que ha estado en primera fila vitoreando a su candidato, nos dice que apoya a Humala porque quiere “un cambio radical para que en este país haya justicia, porque ahora solamente se enriquecen unos pocos”. Unos metros más allá, Ricardo Fernández, 38, empleado de una empresa cervecera, sigue gritando lemas a favor de Humala mientras los fuegos artificiales llenan el cielo de la plaza. “Ahora las empresas hacen lo que quieren con los trabajadores, no tenemos derechos laborales. Con Ollanta eso va a cambiar.” La gente comienza a dispersarse lentamente, mientras la música sigue sonando por los parlantes.

Perú / elecciones: Fujimori vs. Humala, la pelea que tiene en vilo al país

 Martes, 5 de abril de 2011

Entre Fujimori y el "nuevo Chávez" o entre el cáncer terminal y el sida. Así se refieren algunos a la posibilidad de que Keiko Fujimori y Ollanta Humala sean los más votados en las elecciones del domingo y alcancen la segunda vuelta.

Ambos han polarizado la elección y cruzado dardos. Están en las antípodas pero comparten una cosa: son los que generan el rechazo más alto. El 40% de la población dice que nunca votaría por alguno de estos dos candidatos.

Un balotaje entre ambos es "el escenario menos deseado para un sector importante de la población", le dice a BBC Mundo, Guillermo Loli, gerente de estudios de opinión pública de la encuestadora Ipsos-Apoyo. "Se los señala como los candidatos antisistema, Keiko antisistema político y Humala antisistema económico", explica Loli.

Ambos cuentan con sólidos apoyos, que ubican a Humala como favorito y a Fujimori peleando por el segundo lugar. Tienen un aliado: el sector sumergido de la población, aquel al que el crecimiento económico que promedió 7% en el último lustro no le llega.

En el nombre del padre

Keiko hace campaña con la gestión del ex presidente Alberto Fujimori, su padre, quien gobernó entre 1990 y 2000, y terminó preso por violaciones a los derechos humanos, condenado a 25 años de prisión.

¿Lo indultará si gana? Ella, por ahora, se resiste a contestar la pregunta.

La candidata de Fuerza 2011 tiene el respaldo de un quinto de la población, el núcleo duro del fujimorismo, que todavía recuerda la derrota del grupo armado Sendero Luminoso y la implementación de reformas económicas.

Keiko Fujimori

Edad: 35 años

Agrupación política: Fuerza 2011

Hitos políticos: primera dama (de su padre, Alberto) y un mandato en el congreso

La pregunta: ¿Indultará a su padre?

En el debate presidencial del domingo Keiko aseguró que el gobierno de su padre era "el modelo a seguir".

"Perú creció gracias a las medidas adoptadas en los ’90, derrotamos al terrorismo y sentamos las bases del crecimiento", aseguró.

Críticos de la candidata cuestionan su falta de experiencia en cargos ejecutivos.

Es que Keiko, de 35 años, apenas tuvo un mandato como congresista -y se la cuestionó por sus continuas inasistencias- tras recibir la votación más alta en la historia del país. Pero no ha pasado por otros puestos.

Ella replica que a los 19 años se calzó el traje de primera dama y que presidió la Fundación por los Niños del Perú y estableció la Fundación Cardioinfantil.

"A donde voy recuerdan el gobierno de mi padre, pero también hay un reconocimiento a mi trabajo de primera dama", le dijo la semana pasada al diario El Comercio.

¿Lobo con piel de cordero?

Desde que Humala alcanzó diez días atrás la cima en las encuestas, se convirtió en el blanco del resto de los candidatos.

Ollanta Humala

Edad: 48 años

Agrupación política: Gana Perú

Hitos políticos: en 2006 perdió el balotage por la presidencia frente a Alan García

La pregunta: ¿intentará o no imitar a Hugo Chávez?

Desde "lobo con piel de cordero" hasta "mona vestida de seda", así se refirieron a este teniente coronel retirado que ya sabe lo que es pelear contra un Fujimori.

Se han enfrentado porque en el año 2000 Humala lideró una revuelta contra el gobierno de Alberto Fujimori, que se tambaleaba por escándalos de corrupción.

Humala fue preso y tiempo después recibió una amnistía.

En 2006, sin experiencia política previa, se impuso en la primera vuelta de las elecciones y perdió en el balotaje frente a Alan García.

En aquel entonces el militar nacionalista cayó, se dijo, por su camisa roja, su amistad con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y sus críticas al sistema.

Ahora se muestra de traje, prefiere el gris y manda a Chávez a no meterse en las elecciones.

El candidato de Gana Perú, de 48 años, quiere verse reflejado en el espejo del ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, moderó su discurso y promete que si gobierna "no habrá sobresaltos".

"No creo que mis compatriotas vayan a ser tan insensatos de ponernos en la disyuntiva de elegir entre el sida y el cáncer terminal, que es lo que serían Humala y Keiko Fujimori"

Mario Vargas Llosa

Su plan de gobierno incluye reformar la Constitución, pero él aclara que no buscará la reelección y habla de liderar con responsabilidad y defender las libertades.

En algunos sectores piensan que sólo se trata de una estrategia electoral del "nuevo Chávez" y temen que un gobierno de Humala cambie el rumbo económico y no respete contratos con empresas mineras, sector que aporta una crucial fuente de ingresos para la administración.

Pero tampoco creen que Keiko Fujimori sea la solución para reducir la pobreza -que afecta a un tercio de los casi 30 millones de peruanos- y distribuir el crecimiento.

Uno de los que rechaza con vehemencia que ambos candidatos sean los más votados es el escritor Mario Vargas Llosa.

Dos años atrás le preguntaron sobre esta posibilidad: "No creo que mis compatriotas vayan a ser tan insensatos de ponernos en la disyuntiva de elegir entre el sida y el cáncer terminal, que es lo que serían Humala y Keiko Fujimori".

Al premio Nobel de Literatura 2010 la semana pasada le preguntaron si mantenía su afirmación y respondió: "Desgraciadamente, creo que no fue exagerado".

INTENCIÓN DE VOTO ELECCIONES PERÚ 2011

Candidato Ipsos-Apoyo CPI Imasen IMA
Ollanta Humala 27,2% 28,7% 25,1% 26,1%
Keiko Fujimori 20,5% 19,1% 18,1% 17,8%
Alejandro Toledo 18,5% 19,6% 20,4% 22%
Pedro Pablo Kuczynski 18,1% 17,8% 16,3% 15,7%
Luis Castañeda 12,8% 14% 11,9% 11,9%

Perú / elecciones: el eterno regreso en la política peruana

 Jueves, 7 de abril de 2011
Alan García, presidente de Perú

Alan García ya gobernó en los ochenta, dejará el poder el 28 de julio y sueña con 2016.

A los peruanos las segundas partes parecen sentarles bien. Al menos eso se podría pensar si se tienen en cuenta algunos sonados casos de la vida política del país.

Sin ir muy lejos, la historia del actual presidente Alan García se enmarca en ese guión.

En las elecciones de este domingo el candidato y ex mandatario Alejandro Toledo busca repetir, con mejor final, su historia.

Y si de la campaña de Keiko Fujimori, quien sueña con entrar en la escena grande, se hiciera una película bien podría llamarse "En el nombre del padre".

"Ya lo hizo"

De hecho a estos dos candidatos les gusta hablar del pasado.

Uno de los lemas de campaña de "el Cholo", como se suele llamar a sí mismo Toledo, es "ya lo hizo bien, lo hará mejor".

Bajo su gobierno (2001-2006) la economía creció y millones de peruanos salieron de la pobreza, pero no todo fueron sonrisas.

"Hay una tradición de considerar que todo tiempo pasado fue mejor. A pesar de que, por lo general, todos los gobiernos terminan con baja popularidad"

Fernando Rospigliosi, sociólogo y periodista

Durante su mandato llegó a tener una aprobación de apenas 8%. Hasta el día de hoy muchos peruanos no le perdonan algunos escándalos, como el consumo desproporcionado, que Toledo niega, de whisky etiqueta azul ni la polémica por no reconocer a una hija que tuvo por fuera de su matrimonio.

"Llevó una vida muy desordenada", dice Cirilo, taxista, que el domingo le pone su voto a Pedro Pablo Kucynski.

Pasó el tiempo, Toledo se alejó de los focos y volvió para liderar las encuestas con el apoyo del 30% del electorado.

La campaña avanzó y las adhesiones se fueron dispersando hacia otros candidatos. Hoy lucha por participar de la segunda vuelta el 5 de junio, pero a él le gusta repetir una frase: "Más vale cholo conocido, que uno por conocer".

Con el apellido

Alberto Fujimori, expresidente de Perú

Fujimori, preso por violaciones a los derechos humanos, está presente en la campaña.

Keiko Fujimori hace campaña con su apellido.

No importa que sea el de su padre, Alberto, quien gobernó entre 1990 y 2000, y ahora alienta a su hija desde la cárcel, donde está preso tras ser condenado a 25 años de prisión por violaciones a los derechos humanos.

En realidad sí importa, porque un amplio sector de la población –entre el 18% y el 20% se estima– recuerda al fujimorismo como una etapa de programas sociales, mejoras económicas y la derrota a Sendero Luminoso.

Ahora, con un guión adaptado –mantener la senda del crecimiento, redistribuir para reducir la pobreza y el combate a la delincuencia– busca ocupar el llamado sillón de Pizarro.

El retorno

El que ya logró volver de la muerte política fue Alan García. Dirigió, entre 1985 y 1990, lo que para muchos fue una película de terror: la inflación, por ejemplo, alcanzó el 2.700%.

"En la historia de Perú son pocos los presidentes que no han sido reelectos. Hay un gusto por repetir"

Mirko Lauer, periodista y politólogo

En 2006 se presentó a las elecciones con la promesa de haber cambiado y demostró a sus detractores que el electorado peruano siente cierta predilección por dar segundas oportunidades a sus políticos.

Sin ir más lejos, se la está dando a Ollanta Humala, líder en las encuestas, quien perdió cinco años atrás en la segunda vuelta, precisamente, frente a Alan García.

El mandatario, dicen algunos, ya sueña con la saga: un retorno al poder en 2016.

"En la historia de Perú son pocos los presidentes que no han sido reelectos", le dice a BBC Mundo el periodista y politólogo Mirko Lauer. "Hay un gusto por repetir", agrega.

En la historia reciente del país ya lo hicieron Fernando Belaúnde Terry, Alan García y Alberto Fujimori.

Fernando Rospigliosi, sociólogo y ex ministro de Alejandro Toledo, reconoce que en Perú "hay una tradición de considerar que todo tiempo pasado fue mejor. A pesar de que, por lo general, todos los gobiernos terminan con baja popularidad".

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Written by Eduardo Aquevedo

7 abril, 2011 at 17:56

Publicado en AMERICA LATINA, ELECCIONES, PERU