Libia: Khadafi promete reprimir y resistir «hasta la muerte»…
Una verdad imborrable
Por Robert Fisk *
De manera que morirá luchando. Eso es lo que Muammar Khadafi nos dijo anoche, y la mayoría de los libios le creen. Este no será un vuelo tranquilo a Riad o un viaje suave a un lugar de veraneo del Mar Rojo. Avejentado, envuelto en túnicas del desierto, seguía delirando. Ni siquiera había comenzado a usar balas contra sus enemigos –una mentira palpable– cuando dijo: “Cualquier uso de la fuerza contra la autoridad del Estado será castigado con la muerte”, en sí misma una verdad palpable que los libios conocen demasiado bien sin el uso del tiempo verbal futuro de la amenaza de Khadafi. Seguía y seguía despotricando. Como todo en Khadafi, era muy impresionante, pero siguió demasiado tiempo.
Maldijo a la gente de Ben-ghazi que ya había liberado a su ciudad —“esperen hasta que la policía regrese para restaurar el orden”, prometió sin una sonrisa este hombre disecado–. Sus enemigos eran islamistas, la CIA, los británicos y los “perros” de la prensa internacional. Sí, siempre somos perros, ¿no es cierto? Hace tiempo, en un diario de Bahraini una caricatura me representó como (Príncipe Heredero, por favor tomen nota) un perro rabioso, digno de liquidar. Pero como los discursos de Khadafi, eso es lo normal. Y luego vino mi parte favorita, la exégesis de Khadafi anoche: ¡no había comenzado a usar la violencia todavía!
De manera que borremos todos los YouTubes y Facebooks y los disparos y la sangre y los cadáveres mutilados de Benghazi, y pretendamos que no sucedió. Pretendamos que la negativa de darles visas a los corresponsales extranjeros no evitó, en realidad, saber la verdad. La afirmación de Khadafi de que los manifestantes en Libia –los millones de manifestantes– “quieren hacer de Libia un Estado islámico” es exactamente la misma pavada que Mubarak pretendía vender antes del fin de Egipto, la misma pavada que Obama y Clinton han sugerido. Por cierto, hubo momentos anoche en que Khadafi –en su deseo de venganza, su desprecio por los árabes, por su propio pueblo– comenzó a sonar muy como los discursos de Benjamin Netanyahu. ¿Existirá algún contacto entre esos dos mentirosos que nosotros desconocemos?
En muchas formas, los desvaríos de Khadafi eran los de un hombre viejo, sus fantasías sobre sus enemigos —”ratas” que incluían “agentes de Bin Laden”— eran tan desorganizadas como las notas garabateadas en un pedazo de papel que sostenía en su mano derecha, para no mencionar el volumen de leyes de tapas verdes que citaba todo el tiempo. No era sobre amor. Era sobre la amenaza de ejecución. “‘Malditos’ aquellos que tratan de provocar descontento contra Libia”. Era un complot, una conspiración internacional. El lucharía “hasta la última gota de mi sangre, con el pueblo libio apoyándome”. Estados Unidos era el enemigo (hablando mucho de Fallujah), Israel era el enemigo, Sadat era un enemigo, la colonial Italia fascista era el enemigo. Entre los héroes y amigos de Khadafi estaba su abuelo, “que murió como un mártir en 1911” contra el enemigo italiano.
Vestido con una túnica y gorro marrón, el aspecto de Khadafi provocó algunas preguntas extrañas. Habiendo mantenido a los medios internacionales –los “perros” en cuestión– fuera de Libia, le permitía al mundo observar una nación enloquecida: YouTube y blogs de violencia terrible versus imágenes de televisión estatal de un dictador totalmente desquiciado justificando lo que o no había visto en YouTube o no se le había mostrado. Y aquí hay una pregunta interesante: los dictadores y los príncipes que permiten a la prensa internacional en sus países –los señores Ben Alí/Mubarak/Saleh/el príncipe Salman– están permitiendo que se filme su propia humillación. Su recompensa es dolorosa, por cierto.
La inmediatez de los celulares, la intimidad del sonido y el estallido de los disparos son en muchas formas más convincentes que la película digital editada de las cadenas televisivas. Exactamente lo mismo sucedió en Gaza cuando los israelíes decidieron, estilo Khadafi, mantener a los periodistas extranjeros fuera de su orgía de sangre de 2009: los blogueros y los usuarios de YouTube (y Al Jazeera) simplemente nos dieron una realidad que normalmente no experimentamos de parte de los “profesionales” del satélite. Quizás, al final, es necesario un dictador con su propio monopolio mirando a cámara para que diga la verdad: “Moriré como un mártir”. Casi verdadero.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Páginal12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
La última carta del líder libio
El gobernante daba la impresión de querer arrastrar a su pueblo en su caída sin que hicieran efecto las presiones internacionales. Esto es lo que opinan los expertos occidentales. Las petroleras europeas activaron la evacuación.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Francia envió ayer tres aviones Airbus para repatriar a una porción importante de los 750 franceses que residen en Libia. Alemania, Portugal, Grecia y Holanda tomaron iniciativas semejantes ante una situación que la presidenta de la Federación Internacional de Derechos Humanos, FIDH, Souhayr Belhassen, definió al diario Le Monde en estos términos: “Estamos en plena locura. Khadafi está en las últimas, pero no toma conciencia de ello. Está completamente fuera de la realidad. Todo indica que está utilizando su última carta. Khadafi emplea la técnica de la tierra quemada, lo que da la impresión de que está dispuesto a arrastrar a su pueblo en la caída”. Las compañías petroleras de Italia, Eni; de Francia, Total; de Gran Bretaña, BP; de No-ruega, Statoil; de Alemania, Wintershall y RWE Dea, así como el grupo aeronáutico y de defensa italiano, Finmeccanica, y el gigante alemán de la industria, Siemens, procedieron igualmente a la evacuación de su personal presente en Libia. Los que más problemas encuentran para recuperar a sus ciudadanos del caos y la violencia son Túnez, Turquía y sobre todo Egipto, país fronterizo con Libia donde reside y trabaja un millón y medio de egipcios.
Los peores rumores y análisis circulaban anoche en Europa acerca de la dimensión de la represión que se abatió sobre la sociedad. Souhayr Belhassen adelantó a Le Monde que “en algunas ciudades del país, exceptuando Trípoli y Syrte, el ejército regular se unió a los manifestantes”. Según la presidente de la FIDH, algunas familias “me hablaron de ‘ciudades abiertas’. Están libradas a sí mismas”. Mucho más dramático es el testimonio que Nouri el-Mismari ofreció al diario Libération. Nouri el-Mismari, que está actualmente en Francia, fue durante 30 años el jefe de protocolo de Khadafi. Según relata al diario, El- Mismari asegura que “a cada hora, a cada momento, hay una matanza. En cada rincón hay combates y están bombardeando los barrios a ciegas con la aviación”. El ex jefe de protocolo de Khadafi agrega que hay “más de 400 muertos” y que “está ocurriendo un genocidio de masas”. Las informaciones de esta fuente coinciden con las que suministran los organismos europeos de defensa de los derechos humanos. Nouri el-Mismari evoca la presencia de los mercenarios, una intervención confirmada por Souhayr Belhassen: “Los mercenarios siempre existieron en Libia, pero su número se intensificó en estos últimos días. Como el ejército decidió ponerse fuera de juego y no seguir a Khadafi, éste recurre a los mercenarios para reprimir a los manifestantes”.
Muchos analistas occidentales consideran que el líder libio, que llegó al poder a los 27 años y se fabricó una imagen de “hombre fuerte del antiimperialismo”, se está suicidando con tal de no ceder. Hasni Abidi, director del Centro de estudios e investigación sobre el mundo árabe y mediterráneo (Cerman, con sede en Ginebra), compara a Libia con Corea del Norte. Hasni Abidi explica que, “con petróleo y sin armas nucleares, Libia es la Corea del Norte del mundo árabe”. Al igual que el régimen norcoreano, Libia es, según Abidi, un país donde “todos los poderes están concentrados en un solo hombre y entre aquellos que se llaman ‘los hombres de la carpa’. La carpa es la sede desde donde Khadafi gobierna desde el ataque norteamericano contra el palacio presidencial”. Al igual que otros analistas, Hasni Abidi destaca que las presiones internacionales no tienen ningún efecto sobre el poder de Khadafi: “En el plano internacional, Libia no tiene que rendirle cuentas a nadie. Es un aliado de la Unión Europea en términos de inmigración, petróleo y gas. Libia es un mercado con porvenir. Los europeos van a dudar en tomar cualquier decisión contra un régimen que podría cerrarles la puerta”.
Los libios se las verán a solas con su déspota asesino y los ocho hijos del coronel. Casi todos ocupan cargos altos. Saïf Al-Islam apareció hasta anteayer como un reformista moderado. Sin embargo, en el discurso que pronunció en la televisión esgrimió la amenaza que luego su padre llevó a la práctica: aplastar la revuelta a sangre y fuego. Su cuarto hijo, Mutassim Billah Khadafi, representa a la vez la apertura hacia Occidente y la represión. Mutassim oficia de interlocutor de los occidentales que visitan Libia y al mismo tiempo tiene un puesto de consejero para los asuntos de seguridad. Su nombre evoca pánico entre la población. Al-Saadi Khadafi, un ex jugador de fútbol profesional que contrató a Carlos Bilardo como entrenador de la selección libia de fútbol en el año 2000, fue el encargado de reprimir las revueltas que estallaron en la ciudad de Benghazi. Kharmis Khadafi es un oficial al frente de una brigada especial encargada de la seguridad de su padre. Mohamed Khadafi tiene un puesto aún más clave: dirige la red de telecomunicaciones libias y ha sido sin dudas quien dejó al país separado del mundo.
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