León Troski según el escritor cubano L. Padura…
El asesinato de Trotski según Leonardo Padura
El escritor cubano publica una prodigiosa novela que recrea el crimen del dirigente bolchevique a manos de un sicario (R. Mercader)
por Marcelo Soto – 12/02/2010
Quien haya conocido el miedo alguna vez, ese miedo profundo y verdadero que se queda en nosotros para siempre, sabrá que el horror no es tanto el mal sino su posibilidad, su presencia latente, agazapada a la vuelta de la esquina y siempre dispuesta a salir de las sombras. Ese sentimiento es el que persigue a los protagonistas de El hombre que amaba a los perros, la maciza novela del cubano Leonardo Padura sobre el asesinato de Trotski, uno de los crímenes más ruines, crueles e inútiles de la historia moderna.
Llevado al cine varias veces (desde la versión de Joseph Losey con Alain Delon y Richard Burton hasta la edulcorada Frida de Salma Hayek), este homicidio ha sido objeto de numerosos libros, pero probablemente nunca había sido tratado con la contundencia y el poder sugestivo con el que lo relata Padura. Si dicen que cada episodio histórico necesita un autor capaz de desentrañarlo, el crimen de Trotski ha encontrado, por fin, el suyo.
Luego de leer las casi 600 páginas de esta novela abigarrada, la sensación que queda es de asco, una sensación inconfortable y pegadiza como el hedor de un animal muerto. El cadáver maloliente no es, sin embargo, el del viejo revolucionario asesinado en México, sino el del socialismo burocrático de Moscú, una de cuyas ramas llega hasta Cuba, aunque Padura, quizá por un asunto generacional o por simple temor, se resiste a aceptarlo de buenas a primeras.
El hombre que amaba los perros se compone de varias voces: la de Iván, un escritor cubano sumido en la derrota que tiene algo del propio Padura; la de Trotski (basada en sus escritos luego de ser expulsado de la URSS por Stalin en 1929) y la de Ramón Mercader, su victimario. Durante uno de sus vagabundeos, Iván se topa en una playa de La Habana con un misterioso español que dice haber conocido a Mercader. Es el año 1977 y Cuba está inmersa en el autoritarismo. La sospecha y el miedo arrecian.
Ajeno a las penurias de la isla, el europeo pasea por la playa acompañado de un par de canes de raza rusa, además de un guardaespaldas negro, y como llevado por un deseo vergonzoso, comienza a contarle al narrador la historia del asesino de Trotski: un comunista catalán que luchó en la Guerra Civil española y que luego fue captado por la inteligencia soviética.
Intercalado por la historia del exilio de Trotski y los encuentros de Iván con "el hombre que amaba los perros" se va formando el retrato de Mercader: hijo de una comunista recalcitrante y de un burgués en bancarrota, Ramón pelea en las filas republicanas, donde trotskistas y estalinistas parecen más preocupados de eliminarse entre sí que de ganar el conflicto.
Para los soviéticos, que ya controlan buena parte de las huestes antifascistas, es más importante acabar con Trotski que con Franco y sólo apoyan la causa republicana a cambio del oro español, que queda a buen resguardo en Moscú. Una vez que Stalin pacta con Hitler la repartición de Europa, España es abandonada a su suerte.
Trotski, entretanto, pasa su exilio en Turquía, Noruega y finalmente en México (donde llega invitado por el pintor Diego Rivera y su esposa Frida Kahlo, con quien el ex bolchevique tendrá un affaire) y se convierte en la principal voz que denuncia los crímenes del estalinismo. Como fieles ovejas, los comunistas del orbe obedecen la orden soviética de luchar contra el trotskismo y así se explica la postura, entre otros, de Neruda, quien escribió loas a Stalin y ayudó al pintor Siqueiros a salir de México luego de que éste intentara, sin éxito, un primer atentado contra Trotski en 1940.
En ese ambiente extremo y plagado de dobleces, Mercader acepta convertirse en sicario de la revolución. Toma el alias de Jacques Mornard y seduce a una muchacha trotskista, Sylvia Ageloff, para acercarse al círculo íntimo del ex jerarca soviético, radicado -tras dejar el hogar de los Rivera, luego de varias disputas con el muralista- en una casa de la calle Viena, en el barrio de Coyoacán, en Ciudad de México. De ese modo, Mornard/Mercader se hace pasar por un despreocupado dandy belga, repentinamente interesado en la política y atraído por el carisma del antiguo camarada Lenin. Luego de conocerlo, ofrece publicar un artículo periodístico en su defensa. Se cita a solas con el legendario dirigente y le muestra unos párrafos escritos con más sudor que inteligencia. Es el 20 de agosto de 1940: "Esto es basura", le dice el ruso, tachando groseramente el texto mecanografiado por su supuesto admirador.
"En ese instante Ramón Mercader sintió que su víctima le había dado la orden", escribe Padura. "Levantó el brazo derecho, lo llevó hasta más atrás de su cabeza, apretó con fuerza el mango recortado y cerró los ojos. No pudo ver, en el último momento, que el condenado, con las cuartillas tachadas en la mano, volvía la cabeza y tenía el tiempo justo de descubrir a Jacques Mornard mientras éste bajaba con todas sus fuerzas su piolet (una especie de hacha en forma de martillo que usan los montañistas) que buscaba el centro de su cráneo. El grito de espanto y dolor removió los cimientos de la fortaleza inútil de la avenida Viena".
Aquel grito perseguiría al pobre Mornard por el resto de su vida. Trotski, pese a la brutalidad del golpe, sobrevivió varias horas y de hecho impidió que sus guardias mataran al asesino: "Tiene que contar su historia", advirtió el anciano agonizante. Mornard pasó 20 años en la cárcel de México sin reconocer su conexión con la inteligencia soviética. Debido a su penosa lealtad, fue condecorado en 1961 como un héroe por la KGB. Murió en Cuba en 1978.
LA GRAN ESTAFA
Aparte de recrear de manera certera el crimen de Trotski, la novela de Padura se hace perdurable por la manera en que dibuja a una generación que se dejó engañar por las falsas promesas del comunismo. "Eramos la generación de los crédulos, la de los que románticamente aceptamos y justificamos todo con la vista puesta en el futuro", dice el autor.
Algunas de las páginas más logradas se encuentran al final, cuando Mercader se reúne en 1968 con su viejo mentor de la policía secreta, el temible Nahum Eitingon. Son dos viejos caídos en desgracia, derrotados por la historia, que recuerdan patéticamente sus días de gloria, mientras nieva en Moscú y el socialismo real parece una mala broma. "La verdad, no sé quién estaba más enfermo, si Stalin o la sociedad que lo permitió crecer", concluye un cínico Eitingon.
Fuera de eso, y del asco, queda la sensación de futilidad, de cuan inútiles y vanos fueron los esfuerzos de los jóvenes cubanos que, como Padura, creyeron en el sueño comunista. "Habíamos vivido bajo el lema de que el futuro de la humanidad pertenecía por completo al socialismo, a aquel socialismo que, si acaso, solo nos había parecido un poco feo e incapaz de crear, digamos, una canción la mitad de buena que Rocket man", escribe el narrador, quien, al observar el derrumbe del imperio soviético, gracias al acceso a información y a la pérdida del miedo, comenta: "El gigante tenía pies de barro y sólo se había sostenido por el terror y la mentira". Tal como lo predijo Trotski.
LA TERCERA.CL
A Trosky, la historia lo situa como un martir de la Nomemklatura Sovietica,de un pais donde las »depuraciones»politicas eran las cortinas para asesinar a opositores con talento y que no permitia la sombra de nadie.
Carlos Valdez G.
24 agosto, 2010 at 20:58
un saludo solidario desde nuestra AMERICA rebelde, me gustaría saber un poco mas acerca de trotski y relacionarlo un poco mas en los fundamentos ideológicos de la revolución bolivariana y bueno estar en contacto con vosotros pues desde acá como buenos guevaristas queremos saber mas de esos legados ideológicos que se presentan en este compa trotski
Braulio Barrios
24 abril, 2011 at 21:05
Apreciado Eduardo,
Antes de publicar este tipo de publicaciones te recomiendo, como mínimo estudiar, de verdad, no como has estudiado tu, sobre todo sobre los hechos ocurridos cuando aún no habías nacido. Y menos tienes el derecho juzgar, sin conecer ni tan quiciera, claro, ni al Nahum Eitingon, ni al Ramón Mercader. Te recomiendo ser más honrado y reconocer que eres un GRAN NECIO. Nahum Eitingon ha sido un gran patriota de su patria, un gran persona, un gran especialista y menos un cínico como dices tu y un tal Padura,cubano sin escrúpulos, como para publicar este tipo de cosas. Igual que Ramón Mercader lo ha sido. Así que utiliza un vocabulario adecuado (y sin desprecio) para hablar sobre esa gente.
ESTIMADA VICTORIA,
NO SE SI NO LEES BIEN O ESCRIBES DE MALA FE, PERO EL ARTICULO NO ES MIO, SINO DEL AUTOR INDICADO EN EL POST. ADEMAS, EN MATERIA POLITICA, IDEOLOGICA O CULTURAL AQUI SE PUBLICA TODO SIN CENSURA Y CADA CUAL CON SU NOMBRE ASUME SU RESPONSABILIDAD, A CONDICION DE QUE RESULTE INTERESANTE PARA LOS LECTORES DEL BLOG. TE REPITO, ESTE ES UN SITIO CLARAMENTE DE IZQUIERDA, PERO LIBRE Y SIN CENSURA, SALVO CUANOD SE TRATA DE DIFAMACIONES O INSULTOS, LOS QUE NO SON PERMITIDOS. E.A.
Victoria
10 junio, 2013 at 15:51