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Chile: la CEP y el camino a diciembre (todos con la calculadora en la mano)…

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Por Claudio Díaz Pizarro (*) y Manuel Hadjiconstantis M. (**)

Aunque Piñera logre empatar el mejor resultado histórico de la derecha desde la vuelta a la democracia no le alcanza para llegar a La Moneda.

La CEP y el camino a diciembre: todos con la calculadora en la mano

La encuesta CEP de octubre que para muchos, de cara a las elecciones presidenciales, es considerada como la “última fotografía de las preferencias electorales de los chilenos”, no permite establecer definitivamente quien será el próximo presidente de Chile y establece claramente que la llegada será muy estrecha lo que implica que, tal como ocurrió con las clasificatorias al mundial de fútbol antes de la “era Bielsa”, la Derecha y la Concertación jugarán los últimos minutos con la calculadora en la mano.

A la luz de los datos de la encuesta CEP el primer elemento a considerar son las tasas de participación en las elecciones presidenciales desde el año 1989 a la fecha.

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La Tabla Nº1 muestra tres hechos relevantes para el análisis. El primero es que en ninguna elección se ha tenido menos de 6.940.000 votos válidos; el segundo es que asisten a las urnas más de 7.100.000 chilenos; y el tercero es que la tasa de votos blancos y nulos es bastante baja.

Se puede observar que en la elección de Frei en 1993 hubo dos hechos que llaman la atención, uno que fue la elección presidencial desde 1989 con el mayor número de votos validos y al mismo tiempo presentó la mayor cantidad de votos nulos y blancos, casi duplicando al promedio de estos durante los últimos 20 años. Sobre este punto volveremos más adelante cuando expliquemos los escenarios posibles.

Haciendo una proyección de votación a partir de lo que entrega la encuesta CEP, considerando el número de inscritos en el padrón electoral y determinando los porcentajes de votos en función de los votos válidos (se excluye a quienes manifiesta no saber, no contestan y dicen votarán blanco o nulo), los candidatos llegarían a primera vuelta con los siguientes números:

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Se puede observar que el universo de votos validos sería levemente superior a los 7 millones de votos, que al compararlo con la primera vuelta de la presidencial del 2005 implicarían casi 128 mil votos validos más. La distribución de las votaciones muestra que S. Piñera sacaría una ventaja de 800 mil votos a E. Frei y este ultimo obtendría una brecha de 575 mil votos sobre MEO y J. Arrate obtendría 35 mil votos más que T. Hirsch. Un dato relevante es que el desempeño electoral de S. Piñera estría por debajo de lo que consiguió J. Lavín en 1999 y de lo que consiguieron Lavín y el propio Piñera en 2005, con diferencias de 392 mil y 410 mil votos respectivamente

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Lo claro es que, más allá de estas distribuciones de votos, la encuesta define algunas cosas con cierta seguridad:

1. Piñera obtiene la primera mayoría relativa con una proyección de votos de alrededor de 2.9 millones, lo que está muy por debajo de los votos obtenidos por la derecha en las primeras vueltas de las dos presidenciales anteriores.

2. La segunda vuelta electoral enfrentará a los candidatos de la Concertación y la derecha.

3. La participación estaría en los mismos niveles que en las presidenciales anteriores, es decir, los votos válidos bordearían los 7 millones

Escenario de Segunda Vuelta

De acuerdo con la CEP el escenario de segunda vuelta será entre Frei y Piñera y la intención de voto indica que habría una ventaja de 6 puntos a favor de Piñera. Además se señala que el destino de los votos de MEO serían un 29% para S. Piñera, un 39% para E. Frei y un 32% declara que votaría nulo o blanco o está indeciso.

Para un correcto análisis del escenario de lo anterior hay que tener en cuenta dos aspectos de gran importancia; el primero es que hasta que no se tenga acceso a la base de datos no es posible establecer un perfil de los entrevistados que pertenecen al 32% que no manifiesta preferencia y que con toda seguridad definirá la elección y el segundo es que el escenario en que se da por ganador a S. Piñera con el 53,8% se da en un marco de una gran abstención que llevado a números implicaría que 500 mil personas no les gustaría ninguna de las dos opciones presidenciales por lo que se quedarían en casa, anularían o votarían en blanco.

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Considerando que en los años 1999 y 2005 el número de votos válidos ha sido estable y en torno a los 6.9 millones de electores, el escenario planteado por la encuesta sería una rara excepción, luego lo más probable es que estos 500 mil electores, que en la encuesta aparecen como indecisos, finalmente opten por alguna de las dos candidaturas que participarán en segunda vuelta, en consecuencia el ejercicio matemático que se debiera realizar debe tener como base el promedio de votos validos de las segundas vueltas, junto con ello una estimación razonable para votos nulos y blancos que deberían bordear un 3%. (El cálculo de los nulos y blancos está basado en el supuesto que tanto E. Frei como S. Piñera son candidatos que convocarían menos gente en segunda vuelta. La evidencia nos señala que para el 2005 hubo “viudos y viudas” de J. Lavín que no votaron o anularon y un fenómeno similar pasaría con un segmento de los votantes de MEO).

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Por lo tanto la situación sería la siguiente:

• La composición de la votación de E. Frei sería con su votación propia más la votación dura del candidato del pacto Juntos Podemos que según la CEP bordearía los 410 mil votos, el 40% de la votación MEO que implicarían alrededor de 620 mil votos, más un equivalente al 75% de quienes votan por MEO en primera vuelta y que en la encuesta no manifestaron preferencias claras, lo que en términos generales significaría que un 63% de los 1.5 millones de electores de MEO en segunda vuelta lo harían por la Concertación.

• Por su parte Piñera obtendría 3.412.494 votos que nacen de su propia votación en primera vuelta más el 30% de lo que le traspasa MEO, lo que significa que estaría a 83.075 votos del mejor desempeño de la derecha (Lavín 99) en segunda vuelta, esta situación indicaría que S. Piñera está en su “techo” y que aunque lograra “empatar” la votación histórica de J. Lavín en la segunda vuelta del ´99 no le alcanza para ser Presidente de Chile. En la Tabla Nº 6 se muestran los datos.

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Como establecemos en la tabla Nº 6, aunque Piñera logre empatar el mejor resultado histórico de la derecha desde la vuelta a la democracia no le alcanza para llegar a la Moneda.

Apreciaciones Finales

La clave para la definición de esta elección estará en los indecisos provenientes de MEO (Que representan al 7% del total de votos válidos de la primera vuelta), ya que son ellos quienes tienen la “ultima palabra” en el sentido que este pequeño porcentaje de electores definirá la segunda vuelta y por consecuencia al próximo Presidente de Chile. Por lo observado en la dos encuestas anteriores del CEP, el perfil de los votantes indecisos de MEO sintoniza en su esencia con la Concertación, aunque esto no significa que su traspaso será automático para E. Frei, sin embargo se puede establecer que es mucho más probable que terminen votando por E. Frei que por S. Piñera.

El grupo de votantes de MEO que pudiera otorgarle los votos para que S. Piñera llegue al mejor resultado histórico de la Derecha, son los jóvenes menores de 30 años, quienes muestran una postura más crítica hacia el candidato de la Concertación, pero que lamentablemente para los intereses de S. Piñera, no le dan los votos necesarios para convertirse en el primer Presidente de Chile de la derecha desde Jorge Alessandri Rodríguez.

(*) Magister © en Ciencia Política U. de Chile (**) Cientista Político PUC

LA NACION.CL

Written by Eduardo Aquevedo

14 noviembre, 2009 at 14:14

20 años después de la caída del muro de Berlín: más allá del fundamentalismo de mercado, por E. Hobsbawn

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Por Eric Hobsbawn (*)

ERIC-HOBSBAWN1 LONDRES, Nov (IPS)  El breve siglo XX fue una era de guerras religiosas entre ideologías seculares. Por razones más históricas que lógicas el siglo pasado fue dominado por la oposición entre dos tipos de economía mutuamente excluyentes: el "socialismo", identificado con las economías planificadas centralmente del tipo soviético, y el "capitalismo", que cubrió todo el resto.

Esta aparentemente oposición fundamental entre un sistema que buscó eliminar la búsqueda de lucro de la empresa privada y otro que procuró eliminar toda restricción del sector público sobre el mercado nunca fue realista. Todas las economías modernas deben combinar lo público y lo privado de variadas maneras y de hecho lo hacen. Las dos tentativas de cumplir a rajatabla con la lógica de esas definiciones de "capitalismo" y de "socialismo" han fracasado. Las economías de planificación comandada por el Estado de tipo soviético no sobrevivieron a los años 80 y el "fundamentalismo del mercado" angloestadounidense, entonces en su apogeo, se hizo pedazos en 2008.

El siglo XXI tendrá que reconsiderar sus problemas en términos más realistas. ¿De qué manera ha afectado el fracaso a los países anteriormente comprometidos con el "modelo socialista"? Bajo el socialismo ellos no fueron capaces de reformar sus sistemas de economía planificada, aunque sus técnicos tenían plena conciencia de sus defectos fundamentales, que eran internacionalmente no competitivos y seguían siendo viables sólo en la medida en que estuvieran aislados del resto de la economía mundial.

El aislamiento no pudo ser mantenido, y cuando el socialismo fue abandonado, ya fuera por el colapso de los regímenes políticos, como ocurrió en Europa, o por el propio régimen, como sucedió en China y Vietnam, esos Estados se zambulleron en lo que a muchos pareció como la única alternativa a disposición: el capitalismo en su entonces dominante forma extrema del libre mercado.

Los resultados inmediatos en Europa fueron catastróficos. Los países de la ex Unión Soviética no han superado aún sus efectos. Afortunadamente para China su modelo capitalista no se inspiró en el neoliberalismo angloestadounidense sino en el mucho más dirigista de los "tigres" del Este asiático. China lanzó su "gran salto adelante" económico con escasa preocupación  por sus implicaciones sociales y humanas.

Este período está ahora llegando a su fin, tal como ocurre con el dominio del liberalismo económico angloestadounidense, aunque todavía no sabemos que cambios traerá la actual crisis económica mundial cuando sean superados los efectos de la sacudida de los últimos dos años. Una sola cosa es clara, hay un importante desplazamiento de las viejas economías del Atlántico Norte hacia el Sur y sobre todo hacia Asia del Este.

En esta situación, los Estados ex socialistas (incluyendo aquellos todavía gobernados por partidos comunistas) enfrentan muy diferentes perspectivas y problemas.

Rusia, habiéndose recobrado hasta cierto punto de la catástrofe de los años 90, quedó reducida a un fuerte pero vulnerable exportador de materias primas y energía, y hasta ahora ha sido incapaz de reconstruir una base económica más balanceada.

La reacción contra los excesos de la era neoliberal ha llevado a cierto retorno a una forma de capitalismo de Estado con una reversión a aspectos de la herencia soviética. Es evidente que la simple "imitación del Occidente" ha dejado de ser una opción. Esto es todavía más obvio en China, que ha desarrollado su capitalismo poscomunista con considerable éxito. Tanto es así que futuros historiadores bien podrían ver a China como el verdadero salvador de la economía del mundo capitalista en la actual crisis.

En resumen, ya no es posible creer en una única forma global de capitalismo o de poscapitalismo.

Sin embargo, modelar la economía futura es quizás el asunto menos importante de nuestras preocupaciones. La diferencia crucial  entre los sistemas económicos radica no en sus estructuras sino en sus prioridades sociales y morales. A este respecto veo dos problemas críticos:

El primero es que el fin del comunismo ha significado el súbito fin de los valores, hábitos y prácticas sociales con los cuales han vivido varias generaciones, no sólo de los regímenes comunistas sino también los del pasado precomunista y que han sido ampliamente preservados bajo tales regímenes. Excepto para los nacidos después de 1989, se mantiene en  todos un sentimiento de alteración y desorientación social, aún cuando los apuros económicos ya no predominan en la población poscomunista. Inevitablemente, pasarán varias décadas antes de que las sociedades poscomunistas encuentren un modo de vivir estable en la nueva era, y de que puedan ser erradicadas algunas de las consecuencias de la alteración social, de la corrupción y del crimen institucionalizados.

El segundo problema es que tanto el neoliberalismo occidental como las políticas poscomunistas que ha inspirado deliberadamente subordinan el bienestar y la justicia social a la tiranía del Producto Interno Bruto, sinónimo del máximo y deliberadamente desigual crecimiento. De esta manera se socavan, y en algunos países ex comunistas se destruyen, el sistema de seguridad social, los valores y los objetivos del servicio público. Tampoco existen bases para el "capitalismo con rostro humano" de Europa de las décadas posteriores a 1945 ni para satisfactorios sistemas poscomunistas de economía mixta.

El propósito de una economía no debe ser el lucro sino el bienestar de toda la gente, así como la legitimación del Estado es su pueblo y no su poder. El crecimiento económico no es un fin en sí sino un medio para crear sociedades buenas, humanas y justas. Lo que importa es cómo y con qué prioridades combinemos los elementos públicos y privados en nuestras economías mixtas. Esta es la cuestión política clave del siglo XXI.

(FIN/COPYRIGHT IPS)
(*) Eric Hobsbawm, historiador y escritor británico.