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Archive for noviembre 8th, 2009

Afganistán: cara, pierdes; cruz, también pierdes, por I. Wallerstein…

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Immanuel Wallerstein, in La Jornada

georgia-tanques La guerra en Afganistán es una guerra en la que tanto Estados Unidos como Obama perderán sin importar lo que hagan ahora Estados Unidos o el presidente Obama. El país y su presidente están en una situación de trabazón total.

Consideren la situación básica. El gobierno afgano en Kabul no tiene legitimidad alguna para la mayoría de la población. Tampoco tiene un ejército digno de su nombre. No tiene tampoco una base financiera. No hay casi seguridad militar ni personal por ninguna parte. Se enfrenta con la oposición de una guerrilla, los talibanes, que controlan la mitad del país y que de un modo constante se han fortalecido desde que el gobierno talibán fuera derrocado en 2001 por una invasión extranjera (en gran medida estadunidense). El New York Times informa de que los talibanes dirigen una sofisticada red financiera para pagar sus operaciones insurgentes, algo que los funcionarios estadunidenses intentan, infructuosamente, cortar.

Hace poco, el presidente Hamid Karzai fue reelegido en una votación manifiestamente falsificada. El gobierno estadunidense aceptó tragarse esto porque Karzai es el único político importante pastún, el grupo étnico que es la base del apoyo de los talibanes. Por tanto es el único que puede tener la esperanza de llegar a algún arreglo político con algunos o todos los talibanes. Estados Unidos tuvo que pasar la vergüenza pública de reconocer el fraude electoral y recibió presiones para ponerle presión a Karzai para que aceptara unas elecciones extemporáneas de segunda vuelta. No hay duda de que Karzai ganaría esta segunda vuelta. Tras las elecciones, su posición política será muy débil.

El principal aliado político de Estados Unidos en la región, Pakistán, está claramente coludido con los talibanes –en gran parte para garantizar su propia supervivencia interna-. El comandante militar estadunidense, el general Stanley McChrystal, insiste en que necesita de inmediato 40.000 soldados más, o será demasiado tarde para ganar la guerra en Afganistán. Parece poco probable que obtenga la cifra completa de estas tropas, o con la celeridad suficiente, para cumplir con el plazo implícito. Hay muchas figuras militares que dudan de que tenga razón al argumentar que con sus 40.000 soldados más, si le llegaran de inmediato, pudiera cabiar la situación.

No es muy arriesgado sugerir que Estados Unidos tendrá que retirarse de Afganistán en algún momento. Quién llegará al poder en Afganistán en ese momento, es una cuestión demasiado abierta. Puede muy bien haber una guerra civil prolongada.

Dentro de de Estados Unidos, la opinión acerca de la guerra perdida se dividirá en extremo. Parece claro que la derecha republicana se prepara para acusar de traición entreguista a los demócratas en general y a Obama en particular. El general McChrystal puede muy bien ser su candidato a la presidencia, si no en 2012, entonces en 2016.

Obama no obtendrá crédito por nada de lo que haga. Si brinda respaldo pleno e inmediato a las peticiones de McChrystal, será de todos modos acusado por los republicanos de haberlo hecho demasiado tarde. Al mismo tiempo, habrá generado una ira profunda entre por lo menos la mitad, si no más, de quienes votaron por él en 2008.

La guerra en Afganistán se habrá convertido en la guerra de Obama. Cuando Estados Unidos pierda esa guerra, será Obama quien será acusado de haberla perdido. Aun si logra que se apruebe algún tipo de legislación sanitaria (lo cual es posible), y aun cuando la situación económica de Estados Unidos y del mundo mejore en los próximos años (lo cual es dudoso), la guerra en Afganistán seguirá siendo la sombra más grande y será, por sí sola, el elemento más importante para juzgar su presidencia.

¿Puede Obama revertir esta situación moviéndose dramáticamente en otra dirección –hacia un rápido acuerdo político con los talibanes y hacia una retirada completa?- Aparte del hecho de que no haya evidencia pública de con qué seriedad está Obama contemplando esto, no hay todavía el nivel de respaldo público en Estados Unidos como para que sea una opción política posible para él. Aún no cuenta con el grado de respaldo necesario dentro de su propio gobierno para un viraje dramático.

Así que Estados Unidos y Obama se tropezarán con el asunto, por uno o dos años, mientras la situación política y militar se deteriora. Para Estados Unidos y para Obama, si sale cara pierden, si sale cruz, también pierden.

Traducción: Ramón Vera Herrera

© Immanuel Wallerstein

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2009/11/07/index.php?section=opinion&article=022a1mun

Written by Eduardo Aquevedo

8 noviembre, 2009 at 22:47

El Muro de Berlín cayó rápido pero llevó años de lucha…

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“FUE UN LARGO PROCESO DE REVOLUCION PACIFICA,” DICE EL LIDER DE LA RESISTENCIA GERD POPPE

klee101 La historia empieza en 1983, cuando la RDA aceptó la instalación de misiles nucleares rusos. Brotaron movimientos pacifistas, a uno y otro lado del Muro que por aquel entonces tenía 22 años. Seis años después caía.

Por Diego González

Desde Berlín

Aquel 9 de noviembre de 1989 Günter Schabowski, miembro del Comité Central del partido de gobierno en la Alemania socialista, se equivocó. En conferencia de prensa dijo cosas que no tendría que haber dicho, al menos no en ese momento. Dijo cosas como: “Hoy decidimos aprobar una regulación que posibilita a todo ciudadano de la RDA (República Democrática Alemana) salir del país por cruces de frontera de la RDA”. Cuando le repreguntaron por el cuándo, especificó inseguro: “Según entiendo, de inmediato, sin demora”. Así, después de más 30 años la caída del Muro era un hecho. Y con él se fue derrumbando toda la cortina de hierro que dividía al mundo.

En términos periodísticos resulta cómodo y atractivo narrar la debacle soviética desde ese furcio ocasional y precipitado. Sin embargo, los hechos se venían sucediendo lenta y paulatinamente en los años previos. Visto desde hoy, había señales por doquier. Aunque, lo reconocen todos, incluso los por entonces más optimistas, nadie esperaba que las cosas se dieran con la velocidad con que finalmente se dieron. “Fue un proceso muy rápido en el que uno se levantaba a la mañana y no sabía sobre qué iba a decidir en el transcurso del día. Había muchas sorpresas, mucha espontaneidad”, recuerda hoy Gerd Poppe, que por aquellos años estaba sentado a la mesa redonda junto a los miembros de la Alemania occidental, la oriental y las potencias extranjeras involucradas. Junto a otros, él representaba la cuarta pata, a aquellos que desde hacía años venían siendo oposición dentro de la RDA.

“El Muro cayó como resultado de un largo proceso que se ha denominado revolución pacífica. Que quede claro, no fue que primero cayó el Muro por error y luego vino la revolución. Fue exactamente al revés”, insiste. Poppe es un hombre de bigotes pronunciados, tan blancos como su pelo. Es afable. Se siente cómodo contando su historia, es como si sintiera el imperativo de hacerlo. Pregunta tres veces a lo largo de la conversación cuánto tiempo queda. Se lo nota embalado, quiere seguir contando todo, con detalles.

Según su conceptualización, esta historia empieza en 1983, cuando la RDA aceptó la instalación de misiles nucleares rusos. Brotaron movimientos pacifistas, a uno y otro lado del Muro que por aquel entonces tenía 22 años. Pero fracasaron, y a finales de año tuvieron que renovar objetivos. El cuidado del medio ambiente, los derechos de la mujer, los problemas del tercer mundo y, acá la novedad, comenzó una lenta politización en torno de la democracia y los derechos humanos. Todo se fue cocinando dentro de la protección de las diversas Iglesias.

Una de sus actividades fue publicar las demandas de los cuerpos internacionales como Naciones Unidas, que pedían democratización. A la vez se vincularon con opositores de Checoslovaquia, concretamente con el grupo de Carta 77, cuyos estatutos y líneas políticas sirvieron de orientadores. “En esos países los opositores o críticos decían muy claramente que la situación no se resolvía con reformas. En la RDA nos dimos cuenta después, en los ’70 creíamos que con reformas las cosas podían andar”, explica Poppe.

En los ochenta empezaron a publicar una serie de revistas clandestinas. Eran mil ejemplares a repartir con rústicos métodos en toda la RDA. En términos de infraestructura la cosa no era fácil, hacía falta la ayuda de la gente del oeste. Ahí es que aparece Petra Kelly, una de las fundadoras del Partido Verde alemán. Ella y otros cooperaban con la impresión y difusión ya que cruzaban fronteras con pasaporte diplomático.

Lentamente, los diferentes grupúsculos a lo largo y ancho de la RDA comenzaron a entrelazarse. Incluso, cuando en el ’87 lo detienen a Poppe y a otros cuatro colegas suyos, lograron articular protestas simultáneas en al menos 30 ciudades, siempre con la ayuda de la Iglesia. Poppe lo dice y sonríe y se pone colorado.

En la Alemania socialista la economía no marchaba bien y cada vez más alemanes pedían formalmente la retirada. Muchos partían sin más a Checoslovaquia y Hungría, mientras ganaban espacios en Hungría y Polonia los movimientos reformistas. A su vez en Rusia, a casi diez años de la derrota en Afganistán, Mijail Gorbachov abandonaba la “doctrina Brezhnev”, según la cual en el caso de que hubiera fuerzas hostiles al socialismo que buscasen influir en el desarrollo de algún país para que éste se dirigiera al capitalismo, se convertirían no sólo en un problema del país concerniente, sino también en un problema común para todos los países comunistas. Gorbachov innovó y a partir del ’88 estableció que el Kremlin no tendría la potestad de intervenir en ningún país que renegara del Pacto de Varsovia. La inspiración, cuentan quienes saben, provino de la canción de Frank Sinatra, “My way”. Se trataba de la “doctrina Sinatra”.

También se impulsarían reformas económicas (Perestroika) y políticas (Glasnost) en el bloque. Pero la RDA de Erick Honecker, sabiéndose el motorcito económico del socialismo real, las resistía.

El 7 de octubre se cumplió el aniversario de los 40 años de la RDA. Con actos solemnes y una convocatoria internacional, el gobierno se festejó a sí mismo. El parteaguas sería dos días después, el 9, con las marchas en Berlín y Leipzig. “Ahí se ponía en juego si se caían o no definitivamente. La pregunta era si habría violencia o no. Y no hubo. Y ése fue el día donde para mí todo estuvo dicho.”

“Ese movimiento fue una revolución, a pesar de haber sido pacífica. Porque lo que cambió fue todo un sistema con movilización de masas”, argumenta. El término revolución es siempre controversial. Más cuando se pretende digerir una historia tan cercana, tan reciente. Pero lo cierto es que desde casi todos los sectores, desde la izquierda actual de Die Linke hasta los democristianos de la CDU, hay consenso en este punto. Sin embargo, todos también aclaran que lo que había era también vida cotidiana. En plena campaña, la recientemente reelecta canciller Angela Merkel, quien vivó su juventud en el lado socialista, declaró que “es falso decir que toda la vida era mala. Teníamos nuestras familias y nos divertíamos con nuestros amigos”.

Lo cierto es que unos se impusieron sobre otros. La historia la escribieron unos y comenzaron las investigaciones. En el marco de la reunificación el debate giraba en torno de los tiempos. Los democristianos del canciller occidental Helmut Kohl pregonaban una integración feroz e inmediata. La socialdemocracia proponía un acercamiento lento, cauteloso. Francia e Inglaterra jugaban a trabar el proceso, mientras los Estados Unidos de George Bush lo fogoneaban. Pero el 18 de marzo del ’90 se realizaron elecciones limpias para la asamblea popular de la RDA y los conservadores de la CDU sorprendieron con el 48 por ciento de los votos. A principios de julio se reunificó la economía. Y en diciembre volvieron a ir a las urnas, pero esta vez ya como un solo Estado. Volvió a ganar la CDU que hoy comanda Merkel, o “la muchacha”, como por esos años Kohl la apodó.

El grupo de Poppe participó en cada una de las elecciones, pero no tuvieron demasiada suerte: “‘Son muy simpáticos y lucharon mucho –nos decían–, pero tenemos que votar a los que tienen la plata.’ Y los que tenían la plata eran los democristianos”. El grupo de Poppe, sin embargo, metería seis diputados en el ’90. Y él sería uno de ellos. Para el ’94 se aliaron con los verdes y él volvió a ser parlamentario.

En todo momento, su acción política se concentró en la investigación de lo que pasó detrás del Muro. Tal es así que hoy recuerda como gesta heroica la exitosa lucha de su grupo por abrir los archivos de la policía secreta, de la Stassi. El fue uno de los primeros que pudo ver sus actas. Diez mil páginas dedicadas a él y su mujer del ’76 en adelante. Incluso se inventó un software para hacer una especie de enorme puzzle con papeles destruidos en las muchas bolsas que fueron descubriendo.

Nadie que hubiera formado parte de aquella organización podía ser maestro, policía, empleado público en el nuevo Estado. A cada uno se le hizo un escrutinio para ver qué fue de su pasado. “Hoy mismo –agrega Johannes, el traductor– escuché en la radio que todavía hay 17.000 empleados públicos que fueron de la Stassi.” Se trata de un tema que es noticia cada tanto en Alemania. “Somos de Alemania del este y nos sentimos juzgados por Alemania occidental”, dice el ex parlamentario.

Van tres horas de conversación y Poppe seguiría hablando. Se trata de una causa personal, se le nota en los gestos. Por eso, aunque en términos políticos sea hoy un verde caído en desgracia, es evidente que mientras pueda va a seguir contándole su historia a cuanto oído quiera escucharla.

Honduras: conclusiones sobre la crisis actual y lo que sigue…

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Por Santiago O’Donnell

honduras-militares Aunque la crisis hondureña está lejos de resolverse, no es demasiado pronto para sacar algunas conclusiones.La situación es más o menos así: el martes pasado los representantes de la OEA habían tirado la toalla porque no conseguían que el dictador Micheletti diera un paso al costado. Al día siguiente llegó una comitiva estadounidense encabezada por el subsecretario de Estado Thomas Shannon y en menos de un día logró un acuerdo casi milagroso que todo el mundo festejó. Según el acuerdo, el Congreso debía “decidir” la restitución del presidente legítimo, Manuel Zelaya, que sigue exiliado en la embajada brasileña en Tegucigalpa. Claro, ningún acuerdo puede ordenarle a un Congreso soberano lo que tiene que votar. Por eso, en lo formal, la decisión quedaba en manos del Congreso. Era obvio que si el Congreso no votaba la restitución, el acuerdo se caía. Eso fue lo que pasó. Zelaya no consiguió los votos necesarios, algo previsible, dado que ese mismo Congreso había avalado el golpe hace menos de cuatro meses.

En lo formal, en el cuidado lenguaje diplomático que se había utilizado para no ofender a los usurpadores, el acuerdo sólo exigía la formación de un gobierno de “unidad nacional”. Entonces el dictador Roberto Micheletti se agrandó y anteayer anunció su nuevo gabinete de “unidad nacional” sin la participación de los zelayistas. Mientras tanto, el presidente daba por muerto el diálogo, Brasil movilizaba la enésima condena regional al golpe y llamada a la restitución de Zelaya, esta vez en el ámbito del Grupo Río, y Estados Unidos daba señales de “hasta acá llegué” y se mostraba dispuesto a aceptar el resultado de las elecciones programadas para dentro de tres semanas, con lo cual terminaría de legitimar el golpe. Descartada la ingenuidad de Shannon, es dable pensar que Clinton engañó a Zelaya, no tanto porque quisiera perjudicarlo, sino porque quería terminar la crisis de la manera más rápida y menos costosa.

¿Qué sacamos en limpio de todo esto? Primero resulta evidente que durante la presidencia de Bush se ha producido una notoria pérdida de poder e influencia de Estados Unidos en Latinoamérica. Está claro que el gobierno de Obama no promovió ni apoyó el golpe. Por el contrario, desconoció y sancionó al gobierno golpista y acompañó todas las condenas y pedidos de restitución que surgieron de los foros internacionales. Es la primera vez que Washington no apoya un golpe de la derecha en la región, y más allá de cierta tibieza y ambigüedad en su respuesta, es difícil negar que hubo un cambio de actitud.

Durante más de 30 años la política de Estados Unidos hacia la región estuvo signada por la lógica de la Guerra Fría y centrada en el enfrentamiento con Cuba y los conflictos en Centroamérica, lo cual dio lugar a la generación de una burocracia reaccionaria y conservadora en las oficinas regionales del Pentágono y el Departamento de Estado, ni hablar de la CIA y otras bellezas. Entonces por más que Obama piense diferente, la región está llena de esos burócratas siempre dispuestos a alentar y cobijar golpistas como Micheletti. Pasado el primer año de gobierno de Obama, esos sectores conservadores no exentos de racismo están haciendo sentir su presión en varios frentes.

En ese contexto, Honduras se ha convertido en un dolor de cabeza para el presidente norteamericano, que no obstante apostó fuerte al mandar a la gremialista combativa Hilda Solis, el miembro más progresista de su gabinete, a hacer cumplir el acuerdo de Tegucigalpa. Pero el acuerdo se cayó igual por la intransigencia del dictador, la complicidad tácita del Departamento de Estado y la falta de apoyo en el Congreso para la restitución de presidente legítimo.

Dada la pérdida de poder de Washington y el surgimiento de nuevos actores, como el bloque Unasur, la OEA de Insulza o el mismo Brasil, potencia emergente, Obama decidió que ahora son los latinoamericanos quienes deben resolver sus propios problemas y apoyó la política de Clinton de lavarse las manos.

Entonces, una primera conclusión podría ser que así como el apoyo de una potencia hegemónica es fundamental para el éxito de un golpe de Estado, en la ausencia de una potencia hegemónica es muy difícil revertir un golpe, por más que suceda en un país supuestamente débil. El gobierno de Obama podrá estar a favor de la vuelta de Zelaya más allá de la desconfianza que le genere su alineamiento con el chavismo –de hecho, el viernes el Departamento de Estado emitió un comunicado que dice “creemos que Zelaya debe ser restituido”–, pero Washington ya no tiene ni el poder ni la voluntad de imponer sus políticas unilateralmente en la región.

Otra conclusión podría ser que, a la hora de la verdad, organismos multilaterales como la OEA, el Grupo Río y la Unasur parecen estar dibujados. Así como existe un organismo con poder coercitivo para tratar problemas de seguridad, que es el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, no existe un organismo semejante para la defensa de la democracia. Lo más parecido es la Carta Democrática de la OEA, que como máxima sanción sugiere un rompimiento de relaciones diplomáticas, instrumento que ha demostrado ser insuficiente aun en el caso de un país pequeño y dependiente como es Honduras.

Una tercera conclusión podría ser que en Honduras se ha estrenado con éxito evidente una nueva modalidad de golpe de Estado, la del golpe correctivo. Esto es, un golpe a plazo fijo para encarrilar un proceso político que derive en elecciones. O sea, el dictador ya no aspira a entronizarse en el poder, sino simplemente a despojar de sus atributos al enemigo político que ocupa la presidencia y a dictar las reglas de juego para una salida a través de un proceso electoral, con el nivel de exclusión necesario para evitar el retorno del presidente derrocado. Se trata de un modalidad peligrosa por la pátina de “continuidad constitucional” con que lo disfraza y porque los tiempos juegan en contra del presidente derrocado, haciendo más difícil su vuelta. Así, a medida que avanza el proceso, los potenciales participantes en las elecciones, movidos por sus ambiciones políticas, terminan sirviendo de agentes legitimadores de lo actuado por la dictadura.

Una cuarta conclusión podría ser que Brasil ha emergido de esta crisis como una actor regional de indudable peso, pero sus movimientos tácticos han sido confusos, por lo que nadie sabe bien a qué juega. Desde hace un tiempo a esta parte, y especialmente desde la asunción de Obama, la actitud de Brasilia es oscilante. Hay momentos en que se constituye en polo alternativo a Washington, en otros se constituye en polo complementario para ayudar a gestionar los intereses de Estados Unidos en la región. Un día apoya a Estados Unidos en la Organización Mundial de Comercio, rompiendo el bloque de países desarrollados, otro día recibe al presidente iraní con todos los honores. Un día les compra armas a los franceses para defender la Amazonia de la presencia militar norteamericana en Colombia, otro día se reparte con Washington el mercado mundial de biocombustibles. “No queda claro si son autonomistas o complementarios”, apunta un veterano diplomático latinoamericano con asiento en Washington.

Una quinta conclusión podría ser que, en la coyuntura actual, los principales actores del conflicto han llegado a la conclusión de que convalidar el golpe es el mal menor. Estados Unidos parece haber decidido que no le conviene que el conflicto se estire indefinidamente, desnudando su debilidad. Los países latinoamericanos parecen haber decidido que no les conviene romper lanzas con Obama para salvar a Honduras porque estarían fortaleciendo a los sectores de derecha que hoy acosan al presidente negro. Esto incluye a los gobiernos moderados, pero también al denominado bloque bolivariano. La clase política hondureña parece haber decidido que no le conviene que Honduras sea el campo de batalla de un conflicto internacional y también apuesta a una salida rápida por la vía de las elecciones. Y Zelaya parece haber decidido que no le conviene asumir el rol de líder revolucionario que no siente y se muestra dispuesto a aceptar todos los condicionamientos que le imponen con tal de recuperar parte del poder que le usurparon, aunque éste se haya reducido a un reconocimiento simbólico de la comunidad internacional.

Una última conclusión, quizá la más preocupante, podría ser que los efectos del golpe hondureño ya se hacen sentir en la región. La situación en Paraguay es por lo menos preocupante. El gobierno de Fernando Lugo se ha visto jaqueado en los últimos días por una confabulación de militares desleales, guerrilleros truchos, un vice que imita a Cobos y una constelación de corporaciones económicas y mediáticas que se salen de la vaina por frenar en seco la expansión del modelo populista-progresista en la región. Con un vice traidor como Yoyo Franco, que garantizaría la “continuidad constitucional” con un pronto llamado a elecciones ante la eventual remoción de Lugo, el modelo de golpe correctivo made in Honduras encaja a la perfección con las aspiraciones de la derecha golpista, que ya no se esconde, sino que recorre la región con simposios y seminarios, en busca de nuevas oportunidades.

sodonnell@pagina12.com.ar

PAGINA/12

Chile: ¿dónde están los programas de gobierno?

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Eduardo Engel
11.08.2009

chile-candidatos11 Estamos a un mes de la elección presidencial y los programas de gobierno de todos los candidatos siguen siendo un misterio. El contraste con elecciones anteriores es evidente: a estas alturas, durante la campaña presidencial del 2005 ya se conocían los programas de los tres candidatos más importantes.

Releer el programa de Bachelet cuatro años más tarde ilustra el valor que pueden tener estos documentos. Mucho de lo bueno que tendría su gobierno está en esas 100 páginas bien redactadas. Así, por ejemplo, la visión de "equidad desde el principio" viene acompañada de propuestas concretas para "implementar gradualmente un sistema de protección a la infancia para niños entre cero y cuatro años", lo que se materializó, entre otros, con la masificación del acceso gratuito a salas cuna y jardines infantiles. Y luego de afirmar que "la protección de los ingresos en los años de vejez es el componente más elemental de un sistema de protección social" viene un diagnóstico certero de los problemas del sistema de pensiones, permitiendo vislumbrar la exitosa reforma que llevaría a cabo el actual gobierno en este sector.

El contraste entre Bachelet y Enríquez-Ominami, al menos a esta altura de la campaña, es evidente. Visitando la página web del joven diputado y cliqueando en "Programa", lo primero que aparece es su Visión País, tanto en versión completa como en versión corta. La versión completa consta de ocho páginas con un diseño tipo transparencia, lo cual despierta dudas sobre la necesidad de tener una versión corta, dudas que se ven confirmadas al constatar que esta última consta de cinco páginas. Para quien quiera un documento más sustantivo, las 215 páginas de "Marco Presidente" parecen una opción prometedora, pero el entusiasmo se desvanece al leer en la primera página que "las opiniones aquí recopiladas no necesariamente representan la opinión o el sentir de Marco Enríquez-Ominami".

Si ME-O quiere pasar de fenómeno mediático a contendor serio por la presidencia debe presentar un programa de gobierno que refleje un grado de coherencia y profundidad hasta ahora ausentes en su campaña.

Quien cliquea bajo "Programa de gobierno" en la página web de Frei se encontrará con una presentación en power point, no con un programa de gobierno. El desafío que enfrenta el candidato de la Concertación para preparar un programa de gobierno no es menor. Debe zanjar entre las variadas, y a veces contradictorias, propuestas que ha recibido de Océanos Azules y otros grupos  de la coalición gobernante. Y debe hacerlo elaborando un programa coherente, con el cual se sienta cómodo, y que logre aglutinar a sus adherentes.

En el caso de Piñera, bajo "Programa de Gobierno", se encuentran dos opciones. Primero están los 40 grupos Tantauco, con sus coordinadores y una lista parcial de sus integrantes. Dichos grupos terminaron su trabajo hace meses, por lo cual llama la atención que el candidato de la centroderecha no haya hecho público su programa de gobierno.

Bajo "Programa de Gobierno", la página web de Piñera también incluye un par de páginas con un listado de prioridades, lo cual dista mucho de un programa de gobierno. También llama la atención la falta de originalidad de las prioridades  del candidato de la Alianza. Entre ellas están concesiones de cárceles, subsidios para la ampliación de viviendas, ampliación del seguro de cesantía, aumento de la asignación familiar, un nuevo estatuto para la pyme, más inversión en infraestructura rural, un "Servicio Joven" para el emprendimiento solidario, y sillas de ruedas para los discapacitados. Todas las medidas anteriores ya se han puesto en marcha bajo los gobiernos de la Concertación. Así, por ejemplo, las sillas de ruedas se comenzaron a entregar bajo el Plan Auge, las concesiones de cárceles datan del gobierno de Lagos y el Servicio Joven se asemeja mucho al Servicio País ya existente.

Cabe preguntarse si la identificación de Piñera con las políticas de la Concertación es sincera o sólo una estrategia electoral, donde las prioridades tradicionales de su sector emergerán sólo en caso de llegar al poder. Una entrevista reciente en La Tercera sugiere esta segunda posibilidad.

"¿Cree que a la derecha le falta audacia para lanzar propuestas que pueden ser impopulares?", le preguntaron a uno de los intelectuales públicos más destacados de ese sector hace unas semanas en este diario. Su respuesta fue que "hay momentos más aptos que otros para postular ciertas cosas", agregando a continuación, por si quedaba alguna duda, que "el objetivo de una campaña es ganar una elección". Los riesgos de ganar ocultando cómo se gobernará son mayores. Quien gana sobre la base de falsas promesas tendrá muchas dificultades para gobernar, pues siempre se le estará cobrando la palabra.

Los electores esperamos con interés la pronta publicación de los programas de gobierno de los candidatos presidenciales, porque nos revelarán información valiosa en cada caso. Con Enríquez-Ominami sabremos si es capaz de ir más allá de propuestas mediáticas y proponer un programa de gobierno sustantivo. En el caso de Frei, su programa revelará si logra zanjar las diferencias existentes al interior de su coalición. Finalmente, conocer el programa de Piñera nos permitirá saber en qué medida el candidato de la Alianza está dispuesto a sincerar las prioridades del sector que representa.

http://blog.latercera.com

Hobsbawm: una nueva igualdad después de la crisis…

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Eric Hobsbawm · · · · ·

01/11/09

“El objetivo de una economía no es el beneficio, sino el bienestar de toda la población. El crecimiento económico no es un fin, sino un medio para dar vida a las sociedades buenas, humanas y justas. No importa como llamamos a los regímenes que buscan esa finalidad. Importa únicamente cómo y con qué prioridades podremos combinar las potencialidades del sector público y del sector privado en nuestras economías mixtas. Esa es la prioridad política más importarte del siglo XXI”

Publicamos a continuación un fragmento de la conferencia que dio el historiador Eric Hobsbawm en el Word Political Forum, realizado en Bosco Marengo (Alejandría), en el que también participaron Mikhail Gorbachev y Yuri Afanasiev. Tomada de la versión en portugués traducida para Carta Maior por Moisés Sbardelotto.

El “Siglo breve”, o XX, fue un período marcado por un conflicto religioso entre ideologías laicas. Por razones más históricas que lógicas,  fue dominado por la contraposición de dos modelos económicos – e incluso dos modelos excluyentes entre sí –: el “Socialismo”, identificados con economías centralmente  planificadas de tipo soviético, y el “Capitalismo”, que cubría todo el resto.

Esa contraposición, aparentemente fundamental, entre un sistema que ambiciona sacar del medio del camino a las empresas privadas interesadas en las ganancias (el mercado, por ejemplo) y uno que pretendía liberar al mercado de toda restricción oficial o de otro tipo, nunca fue realista. Todas las economías modernas deben combinar público y privado de varios modos y en varios grados, y de hecho hacen eso. Ambas tentativas de vivir a la altura de esa lógica totalmente binaria, de esas definiciones de “capitalismo” y “socialismo”, fallaron. Las economías de tipo soviético y las organizaciones y gestiones estatales no sobrevivieron a los años ´80. El “fundamentalismo de mercado” anglo-norteamericano quebró en 2008, en el momento de su apogeo. El siglo XXI tendrá que reconsiderar, por lo tanto, sus propios problemas en términos mucho más realistas.

¿Cómo influyó todo eso sobre los países que en el pasado eran devotos del modelo “socialista”?  Bajo el socialismo, se encontraron con a imposibilidad de reformar sus sistemas administrativos de planeamiento estatal, incluso cuando sus técnicos y sus economistas fueran plenamente conscientes de sus principales carencias.  Los sistemas – no competitivos a nivel internacional – fueron capaces de sobrevivir hasta que quedaron completamente aislados del resto de la economía mundial.

Ese aislamiento, por lo tanto, no pudo ser mantenido en el tiempo, y cuando el socialismo fue abandonado – sea inmediatamente de la caída de los regímenes políticos como en Europa Oriental, sea por el propio régimen, como en China o en Vietnam –  sin ningún preaviso, ellos se encontraron inmersos en aquello que para muchos parecía ser la única alternativa disponible: el capitalismo globalizado, en su forma entonces predominante de capitalismo de libre mercado.

Las consecuencias directas en Europa fueron catastróficas. Los países de la ex Unión Soviética todavía no han superado sus repercusiones. China, para su suerte, escogió un modelo capitalista diferente al del neoliberalismo anglo-norteamericano, prefiriendo el modelo mucho más dirigista de las “economías tigres” o de asalto de Asia oriental, pero abrió el camino para su “gigantesco salto hacia adelante” con muy poca preocupación y consideración por las implicaciones sociales y humanas.

Ese período está casi a nuestras espaldas, así como el del predominio global del liberalismo económico extremo de matriz anglo-norteamericana, incluso cuando no sepamos cuales cambios implicará la crisis mundial en curso – la más grave desde los años 30 -  cuando los impresionantes acontecimientos de los últimos dos años consiguieran superarse. Una cosa, en efecto, es desde ya muy clara: está en curso una alternancia de enormes proporciones de las viejas economías del Atlántico Norte al Sur del planeta y principalmente al Asia oriental.

En estas circunstancias, los ex Estados soviéticos (incluyendo aquellos todavía gobernados por partidos comunistas) están teniendo que enfrentar problemas y perspectivas muy diferentes. Excluyendo de entrada las divergencias de alineamiento político, diré solamente que la mayor parte de ellos continúan relativamente frágiles. En Europa, algunos están asimilando el modelo social capitalista de Europa occidental, aunque tengan una renta media per cápita considerablemente inferior. En la Unión Europea, también es probable prever el surgimiento de una doble economía. Rusia, recuperada en cierta medida de la catástrofe de los años ´90, está casi  reducida a un país exportador, poderoso pero vulnerable, de productos primarios y de energías y fue hasta ahora incapaz de reconstruir una base económica mejor equilibrada.

Las reacciones contras los excesos de la era neoliberal llevaron a un retorno, parcial, a formas de capitalismo estatal acompañadas por una especie de regresión a algunos aspectos de la herencia soviética. Claramente, la simple “imitación de Occidente” dejó de ser una opción posible. Ese fenómeno todavía es más evidente en China, que desenvolvió con considerable éxito un capitalismo pos-comunista propio, a tal punto que, en el futuro, puede también ocurrir que los historiadores puedan ver en ese país el verdadero salvador de la economía capitalista mundial en la crisis en la que nos encontramos actualmente. En síntesis, no es más posible creer en una única forma global de capitalismo o de pos-capitalismo.

En todo caso, delinear la economía del mañana es tal vez la parte menos relevante de nuestras preocupaciones futuras. La diferencia crucial entre los sistemas económicos no reside en su estructura, sino más bien en sus prioridades sociales y morales, y éstas deberían ilustrar dos de sus aspectos de fundamental importancia a ese propósito.

Lo primero es que el fin del Comunismo comportó la desaparición repentina de valores, hábitos y prácticas sociales que habían marcado la vida de generaciones enteras, no sólo en los regímenes comunistas en sentido estricto, sino también los del pasado pre comunista que, bajo esos regímenes, en buena parte se habían protegido. Debemos reconocer cuan profundos y graves fueron el shock y la desgracia en términos humanos que fueron padecidos como consecuencia de ese brusco e inesperado terremoto social. Inevitablemente, serán necesarias varias décadas antes de que las sociedades pos-comunistas encuentren en la nueva era una estabilidad en su “modus vivendi”, y algunas consecuencias de esa desagregación social, de la corrupción, de la criminalidad institucionalizada podrían exigir todavía mucho más tiempo para ser derrotadas.

El segundo aspecto es que tanto la política occidental del neoliberalismo, como las políticas pos-comunistas que ella inspiró, subordinaron propositivamente el bienestar y la justicia social a la tiranía del Producto Interior Bruto (PIB): el mayor crecimiento económico posible, deliberadamente inequitativo. Haciendo esto, ellos minaron – y en los ex países comunistas hasta destruyeron – los sistemas de asistencia social, de bienestar, los valores y las finalidades de los servicios públicos. Todo ello no constituye una premisa de la cual partir, sea para el “capitalismo europeo con rostro humano” de las décadas posteriores a 1945, sea para satisfactorios sistemas mixtos pos-comunistas.

El objetivo de una economía no es el beneficio, sino el bienestar de toda la población. El crecimiento económico no es un fin, sino un medio para dar vida a las sociedades buenas, humanas y justas. No importa como llamamos a los regímenes que buscan esa finalidad. Importa únicamente cómo y con qué prioridades podremos combinar las potencialidades del sector público y del sector privado en nuestras economías mixtas. Esa es la prioridad política más importarte del siglo XXI.

Eric Hobsbawm es el decano de la historiografía marxista británica. Uno de sus últimos libros es un volumen de memorias autobiográficas: Años interesantes, Barcelona, Critica, 2003.

Traducción para www.sinpermiso.info: Carlos Abel Suárez

Bienvenidos a 2025, por M. Klare

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Michael T. Klare · · · · ·

08/11/09

Memorándum para la CIA: puede que no estén preparados para viajar en el tiempo, pero de todos modos ¡bienvenidos a 2025! Es posible que sus habitaciones sean algo pequeñas, la posibilidad de pedir un mejor alojamiento puede que se haya ido a tomar viento, y los accesorios seguramente no sean de su agrado, pero váyanse acostumbrando. Esta va a ser su nueva realidad de ahora en adelante.

Vale, ahora la versión seria de lo de arriba: en noviembre de 2008 el Consejo Nacional de Inteligencia (NIC, por sus siglas en inglés), un organismo vinculado a la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), editó la última de una serie de publicaciones de índole futurista, que tenían el objeto de ser una guía para la nueva administración Obama. Escudriñando en su bola de cristal analítica sacaron un informe titulado Global Trends 2025 (Tendencias Globales 2025), que predecía que la preeminencia global de EEUU iba a desaparecer gradualmente durante los próximos 15 años – a la vez que ascienden otras nuevas potencias globales, especialmente China e India. El informe examinaba varios aspectos del panorama estratégico internacional que se podía esperar en un futuro inmediato, pero su hallazgo más alarmante y novedoso tenía que ver con la previsión de un deterioro a largo plazo del dominio internacional de EEUU, junto con la aparición de nuevos competidores globales. “Aunque los EEUU posiblemente seguirán siendo el actor individual más poderoso [en 2025]”, dejaba claro que “en términos relativos, la fuerza del país – incluso en el ámbito militar – va a reducirse y la capacidad de influencia de los EEUU va a ser mucho más limitada”.

Eso, claro, fue entonces; ahora – unos 11 meses más tarde – es otro momento y las cosas pueden haber cambiado. Las predicciones tendrán que ponerse al día según los rápidos cambios que afectan a las realidades de hoy. A pesar de que se publicó cuando la debacle económica mundial estaba ya en marcha, el informe fue escrito bastante antes de que la crisis alcanzase sus mayores dimensiones y por ello insistía en que el declive del poder de EEUU sería gradual, prolongándose a lo largo de los 15 años de horizonte temporal analizado. Pero la crisis económica y algunos de los más recientes sucesos han alterado radicalmente ese calendario. Así, debido a las descomunales pérdidas económicas que han sufrido los EEUU el pasado año junto con la impresionante recuperación económica de China, el cambio en la balanza del poder global que predecía el informe se ha acelerado. A efectos prácticos, 2025 ya está aquí. 

Muchas de las predicciones generales y a medio plazo que se hacían en el Global Trends 2025 ya han sucedido. Brasil, Rusia, India y China – conocidos como el grupo de países BRIC – ya están presionando para conseguir un rol más activo en las cuestiones económicas global, como predecía el informe que iba a ocurrir a lo largo demás o menos una década. Al mismo tiempo, el dominio global que hasta hace poco monopolizaban los EEUU junto con la ayuda de las potencias industriales occidentales – el llamado G-7 – se ha ido apagando a un ritmo nada despreciable. Países que hasta hace poco miraban a los EEUU en busca de una guía para las grandes cuestiones internacionales, ahora ignoran los consejos de Washington y en cambio están creando sus propias redes de autónomas de colaboración política. Los EEUU son cada vez menos proclives a desplegar en el exterior sus fuerzas militares, especialmente a medida que las otras potencias aumentan su propia capacidad y otros actores no estatales cuentan con mecanismos de ataque “asimétricos” para contrarrestar la ventaja de los EEUU en capacidad armamentística convencional.

Hasta el momento no parece que haya nadie diciendo esto alto y claro, pero seamos francos: transcurrido menos de un año del periodo de 15 que mencionaba el informe Global Trends 2025, los días en que no se cuestionaba el dominio global americano han llegado a su fin. Puede que lleve una década o dos (o tres) hasta que los historiadores puedan mirar atrás y decir sin dudar “ese fue el momento en que los EEUU dejaron de ser la gran potencia dominante en el planeta y se les obligó a comportarse como cualquier otro gran actor en un mundo con varias potencias que compiten entre si”. Pero los indicios de que esa importante transición está ya sucediendo están ahí, para quién se moleste en mirar.

Seis paradas en el camino hacia una nación ordinaria 

A continuación propongo una lista de seis acontecimientos recientes que indican que estamos ya llegando a ese “2025”. Todos seis han aparecido en las noticias en las últimas semanas, aunque nunca juntas en un mismo espacio. Estos acontecimientos (y otros parecidos) constituyen un patrón: la entrada, de hecho, en una nueva era.

1. En la cumbre económica global de Pittsburgh del 24 y 25 de septiembre, los líderes de las grandes potencias industriales, el G-7 (G-8 si se incluye a Rusia) acordaron trasladar la responsabilidad de supervisar la evolución de la economía mundial a un grupo mayor y más inclusivo, el G-20, que incorpora a China, India, Brasil, Turquía y otros países en vías de desarrollo. Aunque se han expresado reservas sobre la habilidad de este grupo más amplio más ejercer un liderazgo mundial eficaz, no hay duda de que este cambio indica por si mismo un desplazamiento del eje del poder económico mundial desde el Oeste hacia el gran Este y el Sur – y junto con este desplazamiento se ha producido un atronador declive de la preeminencia económica de los EEUU.

“La verdadera importancia del G-20 no reside en que se la haya pasado la batuta desde un G-7/G-8, sino que ha sido desde un G-1, los EEUU”, escribía en el Financial Times Jeffrey Sachs, de la Universidad de Columbia. “Incluso durante los 33 años en que ha estado operando el foro económico del G-7, los EEUU estuvo al frente de las grandes decisiones económicas tomadas”. El declive del liderazgo americano durante estas últimas décadas quedó ofuscado por el colapso de la Unión Soviética y la importancia de su papel en el desarrollo de las tecnologías de la información, señala Sachs, pero ahora no queda ya duda alguna de que ha habido un desplazamiento del poder económico de los EEUU hacia China y otros nuevos motores económicos.

2. Según varias informaciones aparecidas en prensa, los rivales económicos de EEUU llevan a cabo reuniones secretas – y no tan secretas – para explorar la posibilidad de un menor rol del dólar americano – que se está depreciando rápidamente – en el comercio internacional. Hasta ahora, el uso del dólar como el medio internacional de pago ha dado a los EEUU una ventaja significativa: puede sencillamente imprimir dólares para hacer frente a sus obligaciones internacionales mientras que los otros países deben convertir su moneda en dólares, lo que a menudo conlleva importantes costes. Sin embargo recientemente muchas de las grandes potencias comerciales – entre las que están China, Rusia, Japón, Brasil y los países petroleros del Golfo Pérsico – han empezado a considerar seriamente el uso del Euro, o de una “cesta” de divisas, como nuevo medio de pago. Si ello es así, se trata de un plan que acelerará la precipitada caída del dólar e incrementará aún más la erosión de la influencia americana en los asuntos económicos internacionales.

Un debate de este tipo se sabe que tuvo lugar este verano en una cumbre que reunió a los países del BRIC. Lo que era solamente un concepto hace un año, cuando la idea misma de un grupo de países BRIC fue lanzada por el economista jefe de Goldman Sachs, se ha convertido en un consorcio de carne y hueso el pasado mes de junio, cuando los líderes de los cuatro países celebraron una reunión inaugural en Yekaterinburgo, Rusia.

El sólo hecho de que Brasil, Rusia, India y China decidieran reunirse como grupo ha sido visto como algo significativo, ya que conjuntamente suponen sobre el 43% de la población del planeta y se espera que hacia 2030 produzcan el 33% del PIB mundial – aproximadamente lo mismo que supondrá en esa fecha la de EEUU y Europa. Aunque los líderes del BRIC decidieron no conformar por el momento un organismo permanente como el G-7, sí acordaron coordinar los esfuerzos para desarrollar alternativas al dólar y reformar el Fondo Monetario Internacional (FMI) de manera que la voz de los países no occidentales tenga un mayor peso.

3. En el frente diplomático, Washington se ha visto enfrentado por Rusia y China en sus esfuerzos por constituir un frente internacional que aumente la presión sobre Irán para que detenga su programa nuclear de enriquecimiento. Un mes después de que el Presidente Obama cancelase los planes para el despliegue de un sistema anti-balístico de misiles en Europa del este, aparentemente una apuesta a favor de reforzar la seguridad de la frontera rusa a cambio de una posición más dura frente a Teherán, los altos mandatarios rusos están dejando claro que no tiene intención alguna de apoyar nuevas sanciones a Irán. “Amenazas, sanciones y una mayor presión creemos que serían, en la situación actual, contraproducentes”, declaró el Ministro de Exteriores ruso Sergey V. Lavrov, después de una reunión con la Secretaria de Estado Hillary Clinton en Moscú el pasado 13 de octubre. Al día siguiente, el Primer Ministro ruso Vladimir Putin dijo que amenazar con sanciones era “prematuro”. Dados los riesgos políticos que asumió Obama cancelando el programa de misiles – una decisión que fue ampliamente criticada por los Republicanos en Washington – el rápido desprecio de Moscú por la petición estadounidense de una mayor cooperación en la cuestión del enriquecimiento en Irán puede solo interpretarse como un signo más del rápido languidecer de la influencia norteamericana.

4. Y se puede inferir exactamente lo mismo de una reunión al más alto nivel que tuvo lugar en Beijing el 15 de octubre entre el Primer Ministro chino Wen Jiabao y el Primer Vicepresidente iraní, Mohammed Reza Rahimi. “La relación sino-iraní ha sido testigo de un rápido desarrollo ya que los líderes de ambos países han tenido frecuentes contactos, y la cooperación en cuestiones de comercio y energía se ha ampliado y profundizado”, dijo Wen en el Gran Salón del Pueblo. Dicho en un momento en el que los EEUU están tratando de persuadir a China y Rusia, entre otros, para que reduzcan sus lazos comerciales con Irán como preludio de sanciones más duras, la declaración china sólo puede considerarse como otro desplante a Washington.

5. Desde el punto de vista de Washington, los esfuerzos para lograr un mayor apoyo internacional al esfuerzo bélico aliado en Afganistán se han tropezado también con una asombrosa respuesta negativa. En lo que sólo puede considerarse como un gesto trivial y renuente de apoyo al esfuerzo bélico de EEUU, el Primer Ministro británico Gordon Brown anunció el 14 de octubre que el Reino Unido añadiría más tropas al contingente británico en dicho país – pero sólo 500 efectivos más, y sólo si el resto de países europeos aumentan también su compromiso militar, algo que él sin duda sabe que es difícil que ocurra. Hasta el momento, dicho minúsculo contingente provisional representa todas las tropas adicionales que la administración Obama ha sido capaz de obtener de los aliados europeos de EEUU, a pesar de un continuo esfuerzo diplomático encaminado a reforzar las fuerzas de la OTAN en Afganistán. En otras palabras, incluso el más leal y servil aliado de EEUU en Europa parece no estar ya dispuesto a cargar con lo que mayoritariamente ya se percibe como otra costosa y extenuante aventura militar americana en el Gran Oriente Medio.

6. Por último, en un asombroso gesto simbólico el Comité Olímpico Internacional (COI) dejó de lado a Chicago (así como a Madrid y Tokio) para elegir a Rio de Janeiro como sede de los juegos olímpicos de verano de 2016, la primera vez que un país suramericano es elegido para ese honor. Hasta que no llegó el momento de la votación, Chicago era considerada como una candidata con posibilidades, especialmente una vez el antiguo residente en Chicago Barack Obama apareció en persona en Copenhague para promover su candidatura frente al COI. Sin embargo, tras un giro que sorprendió al mundo entero, Chicago no sólo perdió sino que fue la ciudad eliminada ya en la primera ronda de votaciones.

“Brasil pasó de ser un país de segunda a ser un país de primera clase, y hoy empezamos a recibir el respeto que merecemos”, dijo el Presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva durante la celebración de la victoria tras la votación de Copenhague. “Podría morirme ahora y aún así habría valido la pena”. Pocos prestaron atención a este hecho, pero a lo largo del proceso de decisión olímpico los EEUU fueron sumaria e instantáneamente relegados de la posición de única superpotencia a la de uno más del grupo, un gesto simbólico en un mundo que inicia una nueva era. 

Respecto a ser un país común y corriente

Lo dicho son sólo algunos pocos ejemplos ocurridos recientemente que indican, según creo, que el tiempo de la preeminencia global de los EEUU ha tocado a su fin, años antes de lo que la comunidad de la inteligencia americana pensaba. Está cada vez más claro que las otras potencias – incluidos nuestros aliados más cercanos – plantean políticas exteriores más independientes, sin importar la presión que Washington pueda llegar a hacer.

Por supuesto que nada de esto significa que durante mucho tiempo los EEUU no vayan a seguir teniendo la economía más grande del mundo y, en términos de puro poder destructivo, su mayor fuerza militar. Sin embargo, no hay duda alguna que el contexto estratégico en el que los líderes norteamericanos van a tener que tomar decisiones críticas, aquellas relacionadas con los intereses vitales para la nación, ha cambiado dramáticamente desde el inicio de la crisis económica global. Pero aún más importante es el hecho de que el Presidente Obama y sus principales asesores parece que, a regañadientes, están empezando a configurar la política exterior de los EEUU con esa nueva realidad en mente. Ello resulta evidente, por ejemplo, en la decisión de la administración de revisar nuestra estrategia en Afganistán.

Porque después de todo no fue hasta el pasado marzo cuando el presidente accedió a una nueva estrategia basada en la contrainsurgencia, que requería un mayor despliegue de soldados sobre el terreno y un compromiso de intensificar los esfuerzos para ganarse los corazones y las mentes en las aldeas afganas donde están resurgiendo los Talibanes. Fue por esto por lo que cesó al entonces comandante en jefe de la guerra en Afganistán, el General David D. McKiernan, reemplazándolo por el General Stanley A. McChrystal, considerado mucho más proclive a la contrainsurgencia. Pero cuando McChrystal presentó a Obama las implicaciones y los costes de esta nueva estrategia – entre 40.000 y 80.000 nuevos efectivos (muchos más que los únicos 20.000 que recientemente se han añadido a la lucha) – mucha gente del círculo más cercano al presidente puso el grito en el cielo.

Un despliegue de tamañas proporciones no sólo costará al Tesoro cientos de miles de millones de dólares que difícilmente pueden pagarse, sino que la tensión que posiblemente generará en los cuerpos del Ejército y la Marina será, después de años de actividad y estrés en Irak, poco menos que insoportable. Estos costes serían claro mucho más fáciles de asumir si nuestros aliados asumiesen una mayor parte del trabajo, algo a lo que están cada vez menos dispuestos.

Obviamente, los líderes de Rusia y China no están del todo insatisfechos de ver a los EEUU agotar sus recursos militares y financieros en Afganistán. Bajo estas circunstancias, no es sorprendente que el Vicepresidente Joe Biden, entre otros, esté abogando por un nuevo giro en la política norteamericana, abandonando el enfoque de la contrainsurgencia y optando en cambio por una estrategia de “contra-terrorismo” menos costosa, y destinada en parte a aplastar a Al Qaeda en Pakistán – usando aviones teledirigidos y las Fuerzas Especiales, en lugar de gran cantidad de tropas regulares (mientras que el número de efectivos en Afganistán quedarían relativamente inalterados).

Es demasiado pronto para decir cómo concluirá la revisión de la estrategia en Afganistán que está haciendo el presidente, pero el hecho de que no aceptase inmediatamente el plan de McChrystal y que haya dejado tanto espacio a Biden para que defienda su posición sugiere que puede estar dándose cuenta de la locura que sería un aumento de las obligaciones militares de los EEUU en el exterior en un momento en que su preeminencia global se debilita. A uno le parece detectar esa prudencia de Obama en otros gestos recientes. Aunque él sigue insistiendo en que la adquisición por parte de Irán de armamento nuclear es totalmente intolerable y que el uso de la fuerza para evitarlo sigue siendo una opción, claramente ha tomado medidas para que minimizar las probabilidades de que dicha opción – que tampoco sería del agrado de unos “aliados” recalcitrantes – no llegue a utilizarse nunca.

Por otro lado, Obama también ha dado un nuevo aire a la diplomacia norteamericana, buscando reforzar los lazos con Moscú y aprobando el establecimiento de relaciones diplomáticas con anteriores estados paria como Burma, Sudán y Siria. Ello refleja también la realidad de un mundo cambiante: que la postura agresiva del “estamos en posesión de la verdad” que la administración Bush adoptó hacia estos países durante ocho años rara vez sirvió para conseguir nada. Interprétese pues como un reconocimiento implícito de que los EEUU se están bajando de su pedestal de “única superpotencia del mundo” para ser un país más como cualquier otro. Porque después de todo eso es lo que hacen los países normales; se embarcan en relaciones diplomáticas con los otros países, les gusten o no sus actuales gobiernos.

Así que bienvenidos al mundo del 2025. No se parece al mundo de nuestro pasado reciente, cuando los EEUU miraban por encima de los hombros al resto de naciones, y no encaja demasiado bien con las fantasías de Washington de ostentar un poder global tras el colapso de la URSS en 1991. Pero es la realidad. 

Muchos norteamericanos puede que vivan la pérdida de esa preeminencia con angustia, o incluso menosprecio. Pero por el otro lado, no deben olvidarse las ventajas de ser un país normal como cualquier otro: nadie espera que Canadá, Francia o Italia manden otras 40.000 tropas a Afganistán, añadiéndolas a las 68.000 que ya están allí y las 120.000 que siguen en Irak. Ni nadie espera que esos países se gasten 925.000 millones de dólares de los contribuyentes para financiar ese despliegue – el coste que actualmente se estima que tienen esas dos guerras, según el National Priorities Project.

Pero la pregunta clave sigue ahí: ¿cuanto tiempo más seguirá Washington pensando que los norteamericanos pueden permitirse subsidiar jugar un papel global, que conlleva guarnecer medio planeta y luchar lejanas guerras en nombre de la seguridad mundial, mientras la economía de EEUU pierde más y más terreno frente a sus competidores? Este es el dilema que el Presidente Obama y sus asesores deben hacer frente en este nuevo mundo del 2025.

Michael T. Klare es profesor de estudios de Paz y Seguridad Mundial en el Hampshire College. Su ratuï libro es Rising Powers, Shrinking Planet: The New Geopolitics of Energy (Metropolitan Books). Una versión documental de su anterior libro, Blood and Oil, puede encontrarse en la Media Education Foundation (Bloodandoilmovie.com).

Traducción para www.sinpermiso.info: Xavier Fontcuberta i Estrada

La teoría económica neoliberal y el desprecio de los hechos más elementales

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Paul Krugman · · · · ·

08/11/09

Matthew Yglesias pilla a Eugene Fama (1) en una extraña afirmación:

“A partir de comienzos de la década de los 80, el mundo desarrollado y algunos de los grandes jugadores del mundo desarrollado experimentaron un período de extraordinario crecimiento. Se puede argüir razonablemente que, al facilitar el flujo de los ahorros mundiales hacia usos productivos en todo el mundo, los mercados financieros y las instituciones financieras desempeñaron un gran papel en ese crecimiento.”

La afirmación sobre los países desarrollados es, huelga decirlo, de todo punto falsa. Véase esta figura, extraída de la colección de datos de Angus Maddison, sobre la evolución del crecimiento en los países desarrollados:

Y, como bien apunta Matt, la gran historia de éxitos del mundo en vías de desarrollo ha sido China, en donde el acicate ha sido el fin del comunismo, no las finanzas modernas. En realidad, otorgar a las finanzas tal papel es todavía más absurdo de lo que cree Matt: China no ha registrado flujos netos de ingreso de capital, en parte porque ha mantenido controles de capitales que le han permitido aislarse de todo el tinglado financiero.

Así pues, ¿por qué cree Fama que ocurrió algo maravillosos a comienzos de los 80? En parte, sospecho yo, porque en su medio lo políticamente correcto es pretender que nada bueno ocurrió hasta que llegó Reagan. Y eso tiene un efecto verdaderamente extraño en el contexto norteamericano, a saber: el mejor cuarto de siglo de crecimiento jamás experimentado por los EEUU, la generación de postguerra –la era, pues, en la que el grueso de los fundadores del neoconservadurismo adquirió uso de razón—, ha sido tragada por el sumidero de la memoria. Después de todo, es imposible que los niveles de vida llegaran a doblarse bajo un régimen con elevados tipos fiscales marginales, generosos salarios mínimos y robustos sindicatos. Así pues, esa época no existió.

NOTA T.: (1) Eugene Fama es un conocido y veterano “Chicago boy”, profesor de finanzas en la Escuela de Negocios de la Universidad de Chicago.

Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de Economía en 2008.

Traducción para www.sinpermiso.info: Ricardo Timón

Written by Eduardo Aquevedo

8 noviembre, 2009 at 17:15