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Candidatura Enríquez-Ominami: pugna entre “halcones” y “palomas…

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El coletazo interno luego del episodio de La Casa Naranja

La pugna entre “halcones” y “palomas” en el comando de Enríquez-Ominami

La pugna entre “halcones” y “palomas” en el comando de  Enríquez-Ominami Los intentos de un grupo de personeros de ME-O de tender puentes con el freísmo, evidenció dos posturas en conflicto al interior de esa candidatura. Y aunque desde las “palomas” –los partidarios de conversar desde ahora un pacto de segunda vuelta- se asegura que sólo se trata de matices, el asunto tuvo consecuencias, pues los duros tomaron medidas disciplinarias y reforzaron su poder. De fondo aparece la pugna personal más silenciada hasta ahora: la que enfrenta a Max Marambio y Carlos Ominami por la cercanía e influencia sobre Marco.

Por Miguel Paz

Marco Enríquez-Ominami estaba en una actividad de campaña en el norte cuando se enteró de la existencia de un documento de acuerdo que circuló luego de la reunión reservada que sostuvieron miembros de su comando y colaboradores de Eduardo Frei. Rápidamente se comunicó con Max Marambio y Camilo Feres, jefe político y encargado de estrategia y contenidos, respectivamente. Pidiéndoles que despejaran toda duda sobre el encuentro, mandó un mensaje directo: “Nadie tiene autorización de negociar algo por mí. Que les quede claro”.

Enríquez estaba furioso y se sentía traicionado por el diputado Esteban Valenzuela, uno de los gestores del encuentro en el restaurant La Casa Naranja, al que asistieron Valenzuela, Edison Ortiz y Osvaldo Torres, por su comando, y los diputados Jorge Insunza (PPD) y Marcelo Díaz (PS), además de Yerko Ljubetic (DC), René Jofré (PPD)  y la secretaria ejecutiva de ProyectAmérica, Cecilia Valdés (DC), por el lado del freismo.

Días antes, Valenzuela le había dicho a Enríquez que Yerko Ljubetic quería apoyo para su campaña a diputado y había manifestado interés de juntarse a conversar con colaboradores del “díscolo”. De acuerdo a esta versión, Enríquez le respondió a Valenzuela que no tenía inconvenientes con que agendaran una reunión reservada. “Escúchenlo, pero que quede claro que son ellos los que quieren audiencia. El sábado me informan”.

Por eso, cuando el candidato presidencial independiente abrió los diarios y se encontró con versiones de un supuesto pacto de segunda vuelta surgido de la cita de La Casa Naranja, se indignó y de inmediato rechazó tender puentes. “A los que quieren negociar les quiero aclarar que no hay nada que negociar. No es mi idioma”, escribió en Twitter. Lo que no quedó registrado en la seguidilla de mensajes sobre el asunto, fue la irritación de Marambio y Feres, y las profundas diferencias estratégicas que tienen con los ex concertacionistas, incluido el padre del candidato, Carlos Ominami, que ven con buenos ojos dejar puertas entreabiertas para dialogar con el oficialismo.

Las dos almas del marquismo

Catalogados como los “halcones” de Marco Enríquez, Marambio y Feres comparten la idea de no mover ni una hoja del diseño de campaña antes de ver qué ocurre el 13 de diciembre. Al igual que las llamadas “palomas” del comando -el grupo que está convencido de necesitar a la Concertación a todo evento-, los dos asesores están convencidos de que Marco será quien pase a segunda vuelta. Pero difieren del camino para hacerlo.

Es un tema de estrategia. Para Marambio y Feres, la reunión de La Casa Naranja fue como el agente naranja usado por el ejército norteamericano en la guerra de Vietnam para despejar los campos. Como el herbicida, los coqueteos de las “palomas” y los colaboradores de Frei, podían dejar secuelas profundas y poner a Enríquez a tiro de escopeta, abriéndole flancos por todos lados.

La escena de Marambio bajándole línea a Valenzuela y a Edison Ortiz, a quien -dicen en el comando- “lo mandó a Siberia” degradándolo del cargo de jefe territorial nacional (cargo que antes ocupó Andrés Pascal), a jefe territorial de la sexta y séptima regiones, es un buen ejemplo de la disputa entre las dos almas que conviven en el “marquismo”.

Según el análisis de los halcones, abrirse ahora a conversar con el freismo y que parezca que están negociando con ellos, es el peor de los escenarios posibles. Le da armas a la derecha para decir que la de Enríquez es la otra candidatura de la Concertación, tesis sobre la cual han insistido Jorge Schaulsohn y Jovino Novoa. Mientras en el frente interno genera incertidumbre y desgaste. En esa lógica, la elección del 13 de diciembre puede presentarse como una primaria, permitiéndole a Frei golpear a Marco ante quienes lo apoyan por sus diferencias con la Concertación, su mayor activo. Si negocian antes de tiempo, están convencidos que Enríquez pierde 10 de los 17 a 18 puntos que tiene según las encuestas.

En el sector opuesto de colaboradores del “díscolo”, reconocen que hubo una cuota de ingenuidad al concretar la reunión y culpan a Jorge Insunza y Cecilia Valdés, de “ensuciar” el encuentro, y a Marcelo Díaz de tratar de usar el hecho para perfilarse en su intento de asumir la conducción del Partido Socialista.

“Estamos de acuerdo que no se debe negociar nada en primera vuelta”, señala un miembro del grupo de las palomas. “El matiz es que nadie quiere Concertación 5 pero hay que saber diferenciar. Hay que ser crítico del aparato pero no de los militantes y los partidos de centroizquierda con los cuales podemos construir”, agrega.

Todo o nada

El matiz es lo que hace toda la diferencia entre uno y otro bando. En el círculo de hierro de Enríquez asumen la condición de “guardianes” del camino propio. Pero se afirma que no es una cuestión de intransigencia sino de estrategia. La apuesta de los halcones es todo o nada. Porque si la ganan, aspiran a construir una alianza nueva poniendo sus propias condiciones. Ahí –dicen- se puede conversar con todos los militantes y dirigentes del oficialismo, “menos con los jefes de aparato”.

Detrás del episodio de La Casa Naranja también hay un asunto de principios e historia personal. Ni Feres ni Marambio tienen especial cercanía con los partidos de la Concertación y sus presidentes, a quienes en el comando llaman “los cuatro jinetes del Apocalipsis” y “la junta de gobierno”. A ambos les une la convicción de no repetir los mismos esquemas de la política tradicional, rechazados por los votantes del “díscolo”. Además, pese a que Max es millonario y Camilo está pagando las cuotas de su auto, está el hecho de que no viven del Estado. Si Enríquez pierde, se pueden dedicar a otra cosa. En cambio, el resto arriesga su posición.

En ese grupo, el que más podría perder es Ominami, quien tiene una difícil reelección. Para alguien que fue vocero de la Concertación en sus albores, ministro de Economía y senador electo con la segunda mayor votación de Chile, el riesgo de integrar por defecto la camada de dirigentes que su hijo aspira a jubilar no es un panorama fácil de asimilar. Más aún si es cierto lo que dicen los críticos de Marambio: que el empresario y ex GAP corta todos los puentes que Ominami ha tratado de tender hacia su ex coalición. El símbolo máximo de esta contienda subterránea fue la confección de la lista parlamentaria de ME-O. En su diseño, Marambio se aseguró de que Álvaro Escobar dispute con Pepe Auth el escaño de la Cámara de Diputados por Maipú, Cerrillos y Estación Central. Así, dicen, dinamita el principal negocio político de Ominami: su relación con el caudillo del PPD, Guido Girardi.

Aunque la relación de Marco y Marambio es más parecida al vínculo entre dos hermanos que paternal, testigos afirman que Marambio y Carlos Ominami se enfrentan por la cercanía con el candidato, quien le ha pedido expresamente al senador que siga participando en el equipo económico y en temas de relaciones internacionales, pese a que le quite tiempo para hacer campaña en la Quinta región Cordillera. De hecho, la reciente gira internacional de ME-O fue reveladora de este conflicto. La reunión con Lula, el popular y carismático presidente de Brasil, fue gestionada por Ominami. La que tuvo posteriormente con Rafael Correa, el mandatario ecuatoriano, fue promovida y articulada por Marambio, pese a que en el entorno del candidato se analizaba la poca o nula ganancia de asociarse  a un personaje casi desconocido y a la vez conflictivo para la percepción de la elite de que ME-O coquetea con el chavismo de la región.   

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