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Archive for julio 26th, 2009

Chile: anatomía del desarrollo político y social…, Entrevista a T. Moulian

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Por Rodrigo Alvarado E. / La Nación Domingo

El sociólogo repasa la política del Siglo XX

MOULIAN1

Postulado al Premio Nacional de Ciencias Sociales, el imprescindible autor de “Chile actual: Anatomía de un mito” lanzó el libro “Contradicciones del desarrollo político chileno: 1920-1990”, donde analiza el desempeño de la izquierda en esos 70 años. Enemigo de las revoluciones violentas, reivindica al Frente Popular y el papel de la ciudadanía en los cambios sociales.

"Voy a contestar cada una de las objeciones pero en otro libro. Las críticas se agradecen porque permiten que uno siga pensando, pese a que te den ganas de pegarles un combo. Así que en mi próximo libro volveré a invitarlos".

Risas y aplausos se fundieron en el epílogo del lanzamiento del libro "Contradicciones del desarrollo político chileno: 1920-1990" (LOM Ediciones-Editorial Arcis), que Tomás Moulian presentó el miércoles en la Biblioteca Nacional.

Como pocas veces ocurre en este tipo de protocolos, el intelectual tuvo a dos de tres quisquillosos académicos -el historiador Alfredo Jocelyn-Holt y el sociólogo Carlos Ruiz Encina- reparando en las falencias y los sesgos políticos de algunos de sus ensayos sobre el despliegue de las izquierdas nacionales.

Mal que mal, el tema en juego es el motor de los grandes cambios del siglo XX y que a pesar del fracaso de su aplicación, desvió el curso de la historia.

Moulian, autor de títulos fundamentales para entender nuestra sociedad -como "Chile actual: Anatomía de un mito" (LOM, 1997), que está dentro de los 100 libros del bicentenario, y "El consumo me consume" (LOM, 1999)- miraba el techo, reía o fruncía el ceño.

Nada de ironías ni molestia. El sociólogo de la UC y de la Universidad Católica de Louvain (Bélgica) es un declarado marxista reformista, pero sobre todo un pensador que en la praxis defiende tanto la ideologización de la sociedad como la tolerancia y el pluralismo.

Y tanto para Jocelyn-Holt y Ruiz -así lo hicieron notar- como para el grueso del mundo de la reflexión, es uno de los intelectuales más respetables y queridos, estatus que se condice con su postulación al Premio Nacional de Ciencias Sociales 2009, impulsada por Arcis, LOM y la Flacso.

"Es un halago, pero no me hago muchas ilusiones", dice este elefante blanco que en 2005 desbordó a la manada crítica como precandidato presidencial del bloque de izquierda Juntos Podemos, pero que volvió a su redil del pensamiento para iluminar y remover las conciencias.

LENTO PERO SEGURO

"Contradicciones del desarrollo político chileno: 1920-1990" agrupa una serie de ensayos publicados durante diferentes períodos, donde Moulian interpreta la historia de la izquierda chilena en función de la necesidad de negociar de forma realista las reformas sociales y donde el camino del gradualismo y coalicionismo del Frente Popular aparece con ventaja frente el aceleramiento de los procesos al interior de la Unidad Popular, para lograr una democratización profunda.

"Siempre he sido un reformista confeso, jamás me he abanderizado con posiciones cercanas a la vía armada ni al ‘avanzar sin transar’, citando a Altamirano. Creo en el gradualismo porque Chile es un país que ha tenido la capacidad de realizar reformas", advierte el autor, "no todas abren grandes batallas como en los ’60, con un reformismo que aborda tardíamente la repartición de la tenencia de la tierra, la ayuda a los pequeños campesinos y su sindicalización, pues llegan cuando la obsesión por la revolución estaba ya sobre la conciencia de clase de la izquierda, que quería que cantáramos la Internacional y llegar rápido al socialismo. La historia de Chile demuestra que apurarse mucho da lugar a tragedias. El legado de Allende es descubrir que hacerlo de a poco es el camino".

-Pese a los quiebres sociales se nota su confianza en las instituciones políticas.

-Es la sociedad chilena la que tiene el mito de la institucionalidad política y el mito de que cuando es sólida, la estabilidad es más fácil. La historia de Chile no demuestra eso, pero sí que los partidos políticos eran las instituciones más sólidas y hasta 1973 no se orientaban a cortar las posibilidades de la democracia representativa. La izquierda nunca planteó la revolución como la toma del poder y el cierre del Congreso, pero la derecha sí apoyó una dictadura que destruyó las instituciones políticas.

CRISIS Y MARXISMO

-En el segundo capítulo aborda el desarrollo del marxismo en Chile desde sus dos dimensiones: teoría y método. ¿Cómo habría que rescatarla en estos tiempos de crisis económica?

-El marxismo introduce un marco analítico válido para estudiar las sociedades capitalistas de occidente, sin embargo, no creó una teoría de la revolución que permita predecir cuál es el momento y las condiciones para que se produzca. Pero nos enseña algo que se nos olvida: la historia avanza por la lucha de clases, porque sujetos políticos distintos al capitalismo luchan por defender sus posiciones. En Europa el socialismo cayó, pero en China y Cuba sigue. Hay que preguntarse por qué y buscar que el socialismo del siglo XX sea mejor, porque aún donde existe, sus ilusiones liberadoras no se han cumplido.

-Volvemos al sueño de Salvador Allende.

-Claro, un socialismo por los votos, que avanza gradualmente y no destruye el aspecto pluralista de la sociedad, porque eso conduce a la opresión y la derrota. Lo vemos en Honduras, en que la amenaza de un Presidente de izquierda genera un golpe de Estado. Hay que ver qué pasa con las opciones del regreso de instituciones del Estado de Bienestar, qué pasa con Evo Morales, que ha logrado estabilidad y ha descubierto que la democratización es un camino difícil que requiere recorrerlo paso a paso. O con Hugo Chávez, que calcula constantemente la correlación de fuerzas para implantar sus medidas, aunque a veces hace cosas censurables, como limitar el acceso de los opositores a los medios de comunicación y a participar de forma igualitaria en la lucha ideológica.

LÍDER A LARGO PLAZO

-¿Quiénes son esos líderes con base social en Chile?

-Por primera vez en muchos años, tenemos la aparición de un liderazgo con un programa donde se avizoran posibilidades de cambio. Ese líder es Marco Enríquez-Ominami ¿Qué va a pasar con él? Es prematuro decirlo, pero creo que tiene una política a largo plazo y no debe confundirse con los 14 puntos que marca. El sistema se reajustará y Enríquez-Ominami podría, en el mejor de los casos, ser el candidato del Juntos Podemos. Sacaría más votos que sus antecesores, aunque no ganaría las elecciones.

-¿Estará de acuerdo la izquierda?

-Es difícil, pero el Juntos Podemos se va a preguntar qué pasa con su candidato y aquí aparece uno diferente, con puntos y opciones neoliberales pero también más progresistas que el resto. Si toma las últimas, sobre todo en dirección a las asambleas constituyentes, donde los ciudadanos pueden ser más activos que ahora, puede atraer a los sectores comunistas que no han encontrado por el momento un candidato que aparezca en las encuestas como una opción que tenga resultados significativos.

-¿No nos hemos acostumbrado acaso a que en las presidenciales no haya nada en juego más que la elección de un gerente?

-La posibilidad de que triunfe la derecha se ve más fuerte que en otras elecciones, aunque Eduardo Frei ha recuperado terreno. Un triunfo de Piñera es diferente de uno de la Concertación: va a tener que gobernar con la UDI y los viejos tercios del pinochetismo y va a tener que buscar en otra parte su apoyo -quizás con la Democracia Cristiana-, lo que generaría situaciones interesantes.

-Un eventual triunfo de Piñera obligaría a redefinirse a una oposición de izquierda.

-Podría generar condiciones de reunificación de las opciones unitarias, del regreso de las tres fuerzas que existieron entre 1932 y 1973. Esto requiere enormes esfuerzos del Juntos Podemos para arrastrar al Partido Socialista a posiciones de alianza con el Partido Comunista, que no debe tener un programa muy rupturista, sino tomar en cuenta los cambios en la sociedad actual. El PC debe volver a su realismo práctico.

CONSUMIDORES UNIDOS

-Usted instaló la crítica al consumo dentro de la sociedad como ningún otro intelectual. ¿Han madurado los consumidores desde que publicó "El consumo me consume"?

-El sistema neoliberal genera condiciones para que el ciudadano se convierta en un consumidor excesivo y le proporciona artefactos y estrategias para realizar estos deseos de consumo. Sin embargo, estas sociedades deberían suscitar consumidores que tomen conciencia de organizarse para enfrentar a las empresas y que las judicialicen en determinados momentos. Algunos lo han logrado a través de ligas de consumidores y algunos municipios, pero ha sido excepcional. Ha habido poca organización de consumidores.

-También plantea extenderlo a organización en materias jurídicas e incluso en la televisión pública.

-En Chile hay una televisión pública legal pero no existe como una que le dé la palabra al consumidor de entretención o información. Se les da esos roles a políticos profesionales que actúan por intereses de poder. Necesitamos una sociedad más reflexiva, hay que incentivar la discusión y no limitarse a ser consumidores consentidos que ganan y gastan su dinero.

-Digamos que el mal ejemplo viene desde la política.

-La izquierda debe tener programas de democratización acelerada de la institucionalidad. Hoy no es la nacionalización de los medios de producción el tema sino una mayor participación ciudadana en la toma de decisiones.

-Movimientos como la "revolución pingüina" son un síntoma de eso.

-Sí. Aparecieron nuevos actores, pero recordemos que en los peores momentos del período de Allende también aparecieron nuevos actores: los transportistas. Lo interesante es que los estudiantes fueron capaces de reponer movilizaciones masivas, pero más lo es que volvieron al silencio. Deberían volver a aparecer porque se necesita una reforma profunda de la educación y sería bueno que en Chile aparecieran constantemente movimientos de demanda. Cuando los movimientos son escuchados es difícil que explote la situación social, porque se dan señales y obliga a las elites políticas a generar gobernabilidad. Lo peor es el silencio, ése que de repente se rompe con cañonazos.

Encuesta La Tercera (Julio 2009): Enríquez-Ominami (21%) acorta distancias con Frei (25%) y Piñera (30%)…

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El sondeo telefónico realizado por el Centro de Encuesta de La Tercera, muestra una fuerte alza del diputado ex PS respecto del 26 de abril en intención de voto en primera vuelta.

por La Tercera – 26/07/2009 – 09:05

Los Candidatos

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Los Candidatos

EL ALZA DE ENRÍQUEZ
Once puntos sube Enríquez-Ominami en intención de voto en primera vuelta (21%) desde el último sondeo de La Tercera, el 26 de abril. Si aquella encuesta mostró cómo el diputado alcanzaba los dos dígitos (10%), en esta ocasión se inscribe como carta competitiva, pues queda a cuatro puntos de Frei (25%) y a nueve de Piñera (30%). La encuesta, realizada entre lunes y miércoles, consideró sólo a inscritos en los registros electorales y coincidió con una semana marcada por los cuestionamientos freístas al rol de la esposa de Enríquez, Karen Doggenweiler, mujer-ancla en TVN. Su alza contrasta con la caída de cinco puntos de Piñera, quien sigue liderando, y tres de Frei, aunque el margen de error es de 3,5 puntos porcentuales.

AUMENTO DE INDECISOS
Durante 2005 y tras la irrupción de Piñera, las encuestas del CEP de julio y septiembre mostraron un claro liderazgo de Bachelet en primera vuelta (45% en promedio, contra 36% promedio, considerando la suma de Piñera y Lavín). Pero en el escenario de segunda vuelta las cartas de la Alianza bajaban a 28% o 29% y la ex ministra superaba el 52%. En esta encuesta se aprecia una situación similar, con dos candidatos competitivos de un mismo sector: en segunda vuelta tanto Frei como Enríquez marcan 22% ante Piñera, quien oscila entre el 46% y 49%. El bajo porcentaje de ambos en un escenario de balotaje se explica en el alto número de indecisos (que contestan "ninguno" o "no sabe/no contesta"), que promedia 30%. Y este aumento de indecisos bien podría implicar que crece también el "voto oculto" de la Concertación, es decir, el de aquellos encuestados proclives al oficialismo y que, o no se sienten representados por Frei ni por Enríquez, o no han decidido aún por cuál inclinarse, convirtiéndose en el target inmediato de ambos abanderados.

ATRIBUTOS: FREI ARREMETE
La última vez que La Tercera midió atributos presidenciales fue el 12 de abril. Enríquez-Ominami no fue incluido y, en esa ocasión, de las siete categorías medidas, Frei superaba a Piñera en tres. Ahora, el abanderado DC derrota al ex senador RN en cuatro (respeto, valores más sólidos, autoridad y credibilidad) y registra un empate en "asegura mayor estabilidad en el país". En "capacidad para tomar decisiones por sí mismo" y en "habilidades para manejar una crisis", el opositor sigue liderando. En credibilidad, en tanto, Enríquez pelea con sus dos rivales.

La crisis de Honduras: todo se decide en Washington…?

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LA CRISIS HONDUREÑA ENTRA EN TIEMPO DE DESCUENTO

Made in Washington

HONDURAS-INSULZA Más allá del alto drama que se vive en Honduras y de la cuidada puesta en escena que lució San José de Costa Rica, la suerte de Honduras se decide en Washington. Lo dijo el canciller de Lula, lo dijo Fidel, lo dice cualquiera que siga con atención los acontecimientos. Y por cómo se viene jugando el partido en ese escenario, no es difícil aventurar que el gobierno de facto de Roberto Micheletti tiene los días contados y que el presidente legítimo, Mel Zelaya, volverá al poder pero a plazo fijo y condicionado.

¿Por qué? Porque Honduras es lo más cercano a lo que puede ser una colonia de los Estados Unidos en el siglo XXI.

Allí tiene la base militar de Soto Cano, plataforma para sus operaciones antiinsurgentes en todo Centroamérica durante la Guerra Fría, a través de la cual ha tejido sólidos vínculos con las fuerzas armadas hondureñas, cuyos jefes son instruidos en instituciones estadounidenses.

Allí tiene a una oligarquía sumisa y trasnacionalizada con casa de verano en Miami, que defiende los intereses de las empresas y gobiernos estadounidenses como propios.

Allí tiene en vigencia un Tratado de Libre Comercio que garantiza el libre acceso a bienes estadounidenses y relega al empobrecido país centroamericano al rol de proveedor de bienes primarios en la periferia del capitalismo global. Hasta allí llegan las remesas de Florida y New York que mantienen viva a la economía local.

Allí tiene la Constitución y el sistema electoral más conservador de la región, prácticamente a prueba de experimentos populistas y/o progresistas, como el que súbitamente decidió encarnar Zelaya durante la segunda mitad de su mandato.

Por todo eso, el Departamento de Estado sabía que se venía gestando un golpe. Se lo venía contando su embajador. Pero el burocratizado Departamento de Estado había cometido un error que terminaría pagando muy caro. Tegucigalpa no es lo que se dice un destino diplomático apetecible. Antes de la conversión de Zelaya, parecía un lugar lo suficientemente inofensivo como para cumplir con la cuota de embajadores republicanos. Entonces había mandado a Hugo Llorens, un clásico ejemplo del diplomático-empresario que usa sus destinos para asegurarse trabajos bien pagos para su retiro, mimetizándose con los sectores más prebendarios de la oligarquía local, donde sus servicios son más útiles.

Como reveló Ernesto Semán en estas páginas, cuando Llorens estuvo destinado acá en Argentina fue lobbista de Ciccone Calcográfica. O sea, trabajó para una empresa especializada en colonizar distintos estamentos del Estado, ya sea aliada con Yabrán, ya sea aliada con Cavallo, siempre cerca de los sectores más retrógrados de la Iglesia que se referencian en políticos como Cacho Caselli, para copar los mejores negocios de impresión de dinero, cuasidinero, billetes de lotería, patentes de autos, pasaportes, cédulas y documentos de los últimos años.

Según fuentes de la diplomacia y de los organismos multilaterales, en Honduras las fuerzas golpistas tenían bastante persuadido a Llorens de que un golpe más o menos prolijo podía funcionar. Que era la mejor manera de prevenir que Zelaya forzara su reelección y Honduras cayera bajo la órbita chavista.

O sea, un disparate: por más que lo intentara, y probablemente lo intentaría, Zelaya no tenía ni los votos ni el poder legal ni el poder institucional ni el poder militar para forzar su reelección, y debía entregar el mando sí o sí en seis meses. La Corte Suprema, la Corte Electoral, el Congreso, los generales, la embajada norteamericana, la Iglesia Católica y las protestantes, dos de las tres principales cámaras empresariales, los diarios nacionales, las cadenas de televisión y hasta su propio partido, el Liberal, se habían manifestado en contra de la reelección y la Carta Magna vigente consideraba un delito siquiera intentarlo. Encima, en las encuestas Zelaya ni siquiera alcanzaba a arañar el cincuenta por ciento de la intención de voto.

Pero Llorens no hacía esa cuenta por afinidad ideológica sino por intereses compartidos. Llorens compraba el análisis paranoico-revanchista de los golpistas y en sus comunicaciones con Washington advertía que Zelaya era un peligro. Mientras tanto, en sus conversaciones con los golpistas a Llorens le costaba bajar la línea trazada por Obama en la última Cumbre interamericana: no más golpes, no más intervencionismo, todos somos socios.

Tom Shannon, subsecretario para la región, tuvo que viajar a Tegucigalpa para transmitir el mensaje a Micheletti y al general golpista Romeo Vázquez con el énfasis que a Llorens tanto le costaba encontrar. Pero en algo coincidieron los norteamericanos y los golpistas: Mel Zelaya no podía seguir más allá de su mandato. Sí o sí había que pararlo. Llorens, Shannon, los militares norteamericanos de la base hondureña, los militares hondureños, los civiles golpistas, todos estaban de acuerdo.

Había que contener la expansión chavista que supuestamente representaba la reelección de Zelaya. Una peligrosa expansión, no sólo a nivel territorial hacia el corazón del poder militar estadounidense en la región sino también a nivel ideológico: si a los aliados de Chávez se les permitía reformar sus constituciones a su antojo para perpetuarse en el poder, el equilibrio regional se perdía y los intereses de Washington quedaban desprotegidos.

Entonces pasó lo que pasó y antes de que Obama pudiera reaccionar, los cancilleres del hemisferio se habían reunido en Washington en el marco de la OEA para pedir el retorno “inmediato e incondicional” de Zelaya, resolución que Estados Unidos no tuvo más remedio que acompañar, atento a los compromisos que Obama había asumido con los demás presidentes de la región. Pero había una palabra que incomodaba a los norteamericanos, “incondicional”. Foggy Bottom, como le dicen allá al Departamento de Estado, no quería un retorno “incondicional”. Aceptaba que vuelva, pero no que se quede.

Shannon seguramente recomendó hacer lo que se viene haciendo en la región en cada crisis desde que él se hizo cargo en el tramo final del gobierno de George W. Bush: bajarle los decibeles a la pelea con Chávez y negociar con Brasil una posición común que contenga a los demás países de la región. Como Lula quería que Zelaya volviera y Obama quería que no se quedara, consensuaron en Moscú que Zelaya volvería pero no se quedaría.

Para pasar de “vuelve sin condiciones” a “vuelve pero se va”, Shannon, Hillary o algún cráneo de Foggy Bottom tuvo la idea de convocar al presidente de Costa Rica, Oscar Arias, para que haga valer el acuerdo entre Obama y Lula.

El anuncio de la mediación fue un baldazo de agua fría para la OEA. “Veníamos invictos y de repente nos dejaron afuera”, graficó una fuente del organismo. Ni lerdo ni perezoso, Arias puso en la mesa su versión light de “vuelta incondicional”: amnistía para todos, gobierno de “unidad nacional”, adelanto de las elecciones, fuerzas armadas bajo las órdenes de la Corte electoral, promesa pública de Zelaya de irse sin tocar la Constitución. Así la OEA quedó rehén de Costa Rica: si había acuerdo, tendría un rol estelar en la puesta en marcha y verificación de los acuerdos; si fracasaba el acuerdo quedaba pintada, a merced de su creciente coro de críticos.

Los países del ALBA tampoco quedaron muy contentos y a través de Fidel Castro acusaron a Arias de querer perpetuar el golpe. En cambio Chávez hizo saber sus reparos, pero después acompañó con sonoros silencios los editoriales rabiosos del comandante cubano. Había decidido bajar el perfil en Costa Rica para jugar fuerte en Washington.

Zelaya aceptó la propuesta de Arias enseguida, Micheletti no. Pensaba que podía dar vuelta a los norteamericanos. Pasaban los días y Arias se mostraba nervioso porque los golpistas no se bajaban del caballo. Cuando el plazo se acabó, el Premio Nobel costarricense reiteró su oferta más algunos chupetines que venían pidiendo los golpistas: elogios para el “profesionalismo” de los militares hondureños, “Comisión de la Verdad”, moratoria por seis meses de cualquier juicio político. Micheletti volvió a decir que no.

¿Y qué estaba pasando en Washington? Pasaba que el lobby anticastrista, con epicentro en Miami, había recobrado los bríos de antaño y había hecho del golpe de Honduras su nueva causa patriótica. Bajo la batuta de los dinosaurios Otto Reich y Roger Noriega, los referentes de Llorens, este pequeño y marginal grupo de presión, que alguna vez fue influyente pero cuya imagen ante la opinión pública norteamericana quedó por el piso tras el caso del balserito Elián González, este lobby invadió despachos y redacciones de los diarios con publicistas y asesores caros que venían a presentar “el caso hondureño” ante los decision-makers de la capital norteamericana. “Si vas al Congreso está lleno de hondureños y gente paga por los hondureños haciendo lobby a favor del golpe”, cuenta Héctor Timerman, el embajador argentino en Washington.

Al mismo tiempo, la atención de Obama estaba en otro lado. El presidente buscaba desesperadamente los votos moderados que necesitaba para el pasaje de su reforma del sistema de salud, un tema decisivo en su pulseada con los republicanos. Lo último que quería era perder votos por una discusión sobre si hubo o no hubo golpe en Honduras. Por eso había un bando muy marginal que hacía mucho ruido contra otro bando con todo el poder que no contestaba, generando un microclima que algún analista confundió con “interna feroz” en el seno del gobierno norteamericano.

Así las cosas, fueron los diplomáticos argentinos y venezolanos quienes llevaron el peso de la campaña a favor de Zelaya, combatiendo en inferioridad de condiciones al lobby anticastrista en las horas decisivas que sucedieron al golpe, armando la agenda de la delegación zelayista cuando ésta finalmente llegó, una semana más tarde.

Esa gestión habría producido el mayor acercamiento diplomático entre Venezuela y Estados Unidos que se haya conocido hasta el momento, según confió una fuente que presenció el trabajo conjunto, acercamiento que ambos gobiernos prefieren ocultar por razones obvias de política doméstica: Chávez es mala palabra en Estados Unidos y Estados Unidos es mala palabra en la Venezuela chavista.

Más allá del ruido que generaron, a la hora de contar los porotos, la cosecha de los golpistas fue más bien exigua: dieciocho votos de los más de 400 congresistas norteamericanos para condenar los intentos reeleccionistas de Zelaya, algún editorial favorable en los diarios influyentes y la demora por un par de semanas de las confirmaciones de Arturo Valenzuela (subsecretario para América latina) y Shannon (embajador en Brasil). No mucho más.

Brasil jugó como venía jugando en la región, ya con el tema de las FARC, ya con el intento de golpe en Bolivia: sereno, confiado, sin correr detrás de la pelota, sabiendo que tarde o temprano le iba a llegar. Dejó hacer a Arias como antes había acompañado en la OEA y recién se puso en movimiento el lunes pasado, dos días antes de que venza el plazo de la mediación. Entonces el canciller Celso Amorin llamó a Hillary Clinton y le dijo que era tiempo de apretar a Micheletti para que agarre viaje. Washington tiene juego. Su as de espadas es la facultad de cancelar las visas de los golpistas. Según pudieron constatar una variedad de negociadores, ésa es la pena más temida. De concretarse, los golpistas no podrían visitar por un largo tiempo sus condominios en Miami.

Al día siguiente de hablar con Amorim, Hillary apretó por teléfono a Micheletti. Pero el dictador le juró a la prensa hondureña que el tema de las visas ni siquiera se mencionó. Si Micheletti no miente, Hillary se guardó la carta.

Los tiempos se estiraban y el lobby anticastrista enrarecía el ambiente en Washington. Uribe, el presidente colombiano, envalentonado por las dos bases militares que los norteamericanos le acababan de enchufar, se animaba a tirarleS una soga a los golpistas, rompiendo el consenso en la OEA. Entonces Zelaya decidió que había llegado la hora de presionar a Washington para que acelere el desenlace, y se trasladó a la frontera. Lula le deseó suerte. La Unión Europea pidió “serenidad”. Mercosur apoyó a Zelaya con una fuerte declaración, pero como no había querido invitarlo a la cumbre, Chávez faltó a la cita.

La movida obligó a Washington a usar toda su influencia para evitar que los militares hondureños cumplieran con la orden de Micheletti de meter preso a Zelaya no bien pisara suelo hondureño. Cuando lo pisó, un coronel lo mandó de vuelta a Nicaragua. En sintonía con el coronel, los norteamericanos usaron todo su poder de seducción para lograr que Zelaya retrocediera. Lo invitaron a Washington, le prometieron reuniones top, le juraron que esto se resuelve sin sangre y en cuestión de días. Si lograba entrar sin Arias y sin la OEA, ya no lo podrían controlar.

Y Zelaya quedó ahí, en la frontera, a la espera de que los militares hondureños lo dejen volver. Y los muy profesionales militares hondureños, que antes desobedecieron a Zelaya y ahora desobedecen a Micheletti, también quedaron ahí, mudos y acuartelados. A la espera de que sus verdaderos patrones, los comanders de Soto Cano, les digan lo que tienen que hacer. Al cierre de esta edición, los militares norteamericanos esperaban órdenes de Washington, donde el partido entraba en tiempo de descuento.

sodonnell@pagina12.com.ar  Página/12

Los halcones sobrevuelan a Hillary

Los golpistas cuentan con influyentes representantes en Washington con vínculos con la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton. La mediación de Arias ha sustituido a la OEA como el canal de Washington para abordar la crisis.

Por David Brooks *

Desde Nueva York

HONDURAS-GOLPEEE1 El gobierno de Barack Obama apostó todo, en público, al proceso de mediación de Arias. Pero hay críticos que señalan que esta apuesta no incluyó pasos más firmes del propio mandatario, como imponer una suspensión del comercio o congelar las cuentas en Estados Unidos de golpistas. Además, los golpistas cuentan con influyentes representantes en Washington con vínculos con la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton.

Lanny Davis, ex consejero legal del presidente Bill Clinton y cercano asesor de la campaña proselitista de Hillary Clinton, ha sido contratado para representar en Washington a una asociación de empresarios hondureños que apoyan el golpe contra Zelaya y ha argumentado su caso ante el Congreso en público y en privado. Otro cabildero influyente en la capital, Bennett Ratcliff, también con una relación cercana con Clinton, ha sido un asesor clave de los golpistas durante el proceso de mediación, reportó The New York Times.

A su vez, políticos estadounidenses conservadores continúan proyectando el golpe como un rescate de Honduras de las garras de Hugo Chávez y Fidel Castro. Esta semana el senador republicano Jim DeMint empleó una maniobra parlamentaria para posponer la ratificación de Arturo Valenzuela como próximo secretario asistente de Estado y de Thomas Shannon como embajador a Brasil, y así expresar su desacuerdo con la política del gobierno de Obama frente a Honduras.

DeMint es uno de los diecisiete senadores que enviaron una carta a Clinton para solicitarle que revaluara la política de Estados Unidos hacia Honduras.

Varios legisladores conservadores en ambas cámaras han rechazado que lo sucedido en Honduras sea un golpe, al argumentar que fue una acción legal contra las maniobras políticas de Zelaya para lograr su reelección, inspirado y apoyado por Chávez.

En repetidas ocasiones, legisladores como Ileana Ros-Lehtinen y Dan Burton, entre otros, han criticado que el gobierno de Obama ahora esté alineado con Chávez y Castro en torno de la crisis en Honduras.

“El presidente Obama se apresuró al ponerse del lado de Chávez y Castro antes de tener los hechos. Ahora queda claro que el pueblo de Honduras estaba defendiendo el imperio de la ley”, afirmó DeMint en una declaración esta semana.

A la vez, el gobierno de Obama reiteró su posición de buscar una “restauración del orden constitucional” a través de la mediación de Arias, proceso que, todo indica, ha sustituido a la Organización de los Estados Americanos como el canal favorecido por Washington para abordar la crisis hondureña.

* De La Jornada de México. Especial para Página/12.