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La campaña electoral de Obama: un análisis estratégico…

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Franklin "Chuck" Spinney

OBAMAAA01 La estrategia de "maternidad y desencaje" o M&M (por las siglas de Motherhood and Mismatch) fue inventada por un estratega militar norteamericano, el coronel John R. Boyd. El objetivo básico de una estrategia M&M es construir apoyos a tu causa y atraer a ella a los indiferentes o no comprometidos por la vía de perfilar una posición "maternal" –es decir, una posición verdaderamente inobjetable, como la mítica "maternidad, tarta de manzana y estilo americano de vida"—, para luego invitar a tu enemigo a atacarla repetidamente de forma tal, que él mismo se haga trizas en los niveles mental y, aún más decisivo, moral del conflicto.

Lo que inevitablemente seguirá es la autodestrucción del enemigo, si consigues inducirle a atacar tu posición de maternidad de forma tal, que quede al descubierto el desencaje existente entre los tres polos de su triángulo moral, definidos por: 1) lo que tu enemigo dice ser; 2) lo que realmente es, conforme a sus acciones; y 3) el mundo con el que él tiene que lidiar. Conscientemente o no, yo creo que Obama tiene un sentido intuitivo de la concepción estratégico-moral inherente en la estrategia M&M, lo que le ha permitido deshacerse de McCain y desbaratar la campaña de éste, arrastrándolo al abismo del colapso mental y moral. Que Obama lograra hacer lo propio con Hilary Clinton, tal vez sugiere que no se trata de una casualidad.

La clave para llevar a cabo con éxito una estrategia M&M pasa por construir, primero, una posición de maternidad y, luego, convertirla en una fortaleza moral. Esto es más fácil de decir que de hacer, porque implica ser capaz de definir tu causa de una manera no trivial en términos evidentes y positivos, para luego modelar el ambiente y definirte a ti mismo de un modo tal, que siempre salga reforzada la posición de maternidad. El señor Obama se definió al comienzo a sí mismo como un unificador y un agente del cambio para un país dividido en el que una clara mayoría de la población creía que su nación se hallaba en un camino equivocado de futuro. ¿Quién podría objetar algo a esa definición? Es obvio que se trata de una nave vacía, pero es pura maternidad, y funciona como un ensalmo, si puedes manipular a tu enemigo para que juegue según tus reglas.

Astutamente, Obama se sirvió de una retórica apasionada, soliviantante, capaz de comunicar energía a las manifestaciones de masas, a fin de afianzar en la consciencia pública la autodefinición inicial y de construir entusiasmo y dar impulso, para luego, bajo presión, exhibir sangre fría y una cuidadosamente elaborada oratoria destinada a reforzar esa posición de maternidad con su autodefinición. Algunas veces lo hizo subliminalmente, como en su discurso ante el Sindicato del Cobre, que llevó al historiador Gary Wills a comparar ese discurso con el de Lincoln ante el mismo sindicato. Otras veces fue más directo, como en el meditado discurso de Filadelfia, que convirtió el caso [del reverendo] Wright en una reflexión de más amplios horizontes sobre el impacto del racismo tanto en los blancos como en los negros.

Obama dio los toques finales a su autodefinición en los debates, y la remató con una publicidad comercial televisiva brillantemente producida. Pero al tiempo que apelaba, subliminalmente, a Lincoln y se refería, directamente, a los [lincolnianos] "ángeles buenos" que llevamos todos dentro, Obama también invitaba a McCain a atacarle, a menudo sutilmente, con el equivalente político de la táctica pugilística de esperar al enemigo [como famosamente hacía el boxeador Mohamed Alí; T.] en las cuerdas del cuadrilátero para, atolondrado, golpearlo mejor. No se cansó de mencionar los votos de McCain en el Senado a favor de Bush, y se rió de las contradicciones implícitas en las posiciones de McCain. De vez en cuando, los golpes de Obama fueron descarados; por ejemplo, cuando desafió públicamente a McCain a hablar de la conexión de Obama con [el supuesto exterrorista Bill] Ayers antes del tercer debate. McCain entró furiosamente al trapo, y al hacerlo, se desacreditó a sí propio ante millones de telespectadores.

Un aspecto clave de los golpes tácticos de Obama es que nunca estuvieron revestidos de odio y casi nunca fueron personales, a menos que estuvieran legitimados por el toma y daca de los ataques personales que le dirigía McCain, que buscaba culparle por asociación recordando antiguas relaciones personales suyas. En cambio, los golpes tácticos de Obama se centraron normalmente en contradicciones implícitas en las acciones y en los discursos de campaña de McCain, golpes que, siendo McCain por naturaleza un hombre beligerante, tomaba como ataques personales. Retrospectivamente, resulta claro ahora que las acciones de Obama nunca se desviaron de su imagen, construida desde su posición de maternidad, de ser un unificador que, tan serena como competentemente, busca cambiar el status quo. Reforzó esa definición con un comportamiento disciplinado y siempre congruente con los tres polos de su propio triángulo moral, incluso cuando los inevitables acontecimientos exógenos hacían inopinadamente su aparición en el mundo con que tenía que lidiar, cosa, ésta última, que resultó especialmente clara durante el pánico financiero, del que Obama tomó distancia, manteniendo la sangre fría.

El contraste entre la estrategia M&M de Obama y el comportamiento de McCain resultó asombroso. Obama, un recién llegado virtualmente fuera de todo circuito, se sirvió de una oratoria inflamada, aunque vagarosa, para modelar el ambiente popular de un modo que reforzara su propia autodefinición. En cambio, McCain, como Hilary antes que él, no podía dejar de verse como una criatura del status quo de Washington, una magnitud conocida. Y, como antes Hilary, McCain optó por hacerse eco de la llamada de Obama al cambio. Cayó, pues, en la misma trampa, y vino a aceptar la definición de maternidad de Obama: unidad y cambio. Era una trampa, porque la definición de maternidad de McCain, como la de Hilary, carecía de lógica en su mismo núcleo. La argumentación de McCain, implícitamente, exigía de los votantes que se tragaran el siguiente galimatías: "Yo soy una experta criatura del status quo en un país en el que la mayoría de ustedes lo cree peligrosamente dividido y transitando por un camino de futuro equivocado, pero mi experiencia (¿cómo forjador del status quo?) me convierte en un candidato mejor calificado para conseguir el objetivo de la maternidad (¿que el recién llegado ha tenido la temeridad de establecer?)".

Tomar prestada del enemigo la posición de la maternidad no es el mejor modo de fijar tu propia estrategia M&M.

Resulta claro ahora que McCain no tenía la intención de desarrollar una estrategia M&M, aun si se plegó al juego de Obama. Veamos, si no, el triángulo estratégico de McCain en el contexto de su punto de partida, fundamentalmente débil. Recuérdese que un triángulo es una abstracción de conveniencia; la realidad, ni que decir tiene, es más compleja; las categorías se solapan y las distinciones más nítidas a menudo caen en zonas de penumbra en el mundo real. Sin embargo, creo que aplicar esta abstracción puede resultar una herramienta analíticamente útil para aclarar nuestra afirmación de que la estrategia M&M que tan vigorosa se mostró en el caso de Obama, resultó bien destructiva en el caso de McCain:

(1) Lo que McCain dice ser: siendo McCain como es una criatura del establishment, tiene menos margen de maniobra que Obama para definirse a sí mismo. Eligió engrandecer el mito que había venido repetidamente forjando sobre sí mismo, definiéndose como un hombre de honor, con una sabiduría nacida de la experiencia, como un hombre independiente y sin ataduras, y como un superpatriota, cuyo valor moral más básico era poner el país por delante de cualquier interés personal, sea cualquiera el coste. En realidad, "El país, lo primero", fue el parachoques emblemático de su campaña.

(2) Lo que McCain es realmente: Las acciones de McCain, que definen lo que realmente es, resultaron una y otra vez contradictorias con su autodefinición, y de modo crecientemente palmario. Llamo la atención sobre lo siguiente: a) al librarse negativamente a ataques personales, crecientemente rayanos en lo maccarthyesco, en su oratoria de inculpación por asociación, McCain, y especialmente su pareja de campaña, Sarah Palin, trataron de destruir el carácter de Obama por la vía de atacar sus motivaciones, su patriotismo, sin privarse siquiera de referencias oblicuas a su "otreidad" (código para la raza). Lo que consiguió con eso McCain fue decirle al mundo a gritos que él mismo era otro perro de presa Roviano [por Karl Rove, el "cerebro" de las campañas de Bush; T.], que era más de lo mismo, y no el cambio que pretendía representar. Además, mientras que McCain violó su propia pretensión de ser un agente del cambio, sus desapoderados ataques no sólo dejaron intacta e incuestionada la definición de maternidad de Obama, sino que probablemente la reforzaron. b) Al sembrar división en el país, enfrentando regiones contra regiones, pueblos contra ciudades, norteamericanos genuinos contra norteamericanos no genuinos, y aun estimulando actitudes populacheras violentas en las mentes de sus partidarios, McCain y, especialmente, Sarah Palin entraron en contradicción con la autodefinición de McCain como hombre que ponía a su país por delante del interés propio. c) Al nombrar a Sarah Pailin como compañera de campaña, eligió a una persona manifiestamente incapaz de llegar a ser presidente en caso de muerte de McCain en el cargo. Tal decisión no sólo reforzó la violación de su autodefinición como hombre que ponía el país por delante de sí propio, sino que entró en contradicción con su pretensión de ser un hombre independiente que va por libre, porque la opción de Palin era, obviamente, un guiño a las bases más derechistas del Partido Republicano. Y para empeorar todavía más las cosas, la opción de Palin entraba en contradicción con su autodefinición como hombre de sabiduría a prueba de presiones y forjada en el fuego de la experiencia, porque a pesar de haber podido elegir compañero de campaña entre marzo y agosto, tomó esa importante decisión guiado por una corazonada impulsiva de último minuto, apostando a cierraojos sin tomar en cuenta las probabilidades matemáticas asociadas al resultado.

(3) Veamos ahora el mundo con el que tenía que lidiar McCain: tenía que estar a la altura de las maniobras estratégicas de Obama, así como de los acontecimientos exógenos que siempre interfieren de tanto en tanto, siendo el más importante de los ocurridos el desplome financiero. Según se observó antes, McCain, como antes Hilary Clinton, cayó en la trampa de Obama al definir la maternidad en los términos de Obama. Las consecuencias estratégicas fueron de hondo calado: para ganar, McCain, como antes Hilary, tenía dos opciones: o bien podía apuntar alto, jugando el juego de Obama en los términos de Obama, en la esperanza de batir intelectualmente a un Obama manifiestamente inteligente, o acaso esperando que Obama perdiera la serenidad y se destruyera a sí propio atacando a McCain de una forma contradictoria con las tres patas del triángulo estratégico de Obama; o bien… McCain podía ir por la vía de los golpes bajos, violando a propósito los términos de su propio triángulo estratégico en la esperanza de que lograría destruir a Obama con un ataque personal brutal antes de que las consecuencias de la violación le pasaran a él mismo factura.

La primera opción resultaba poco halagüeña para McCain, porque Obama había venido cuidándose de reforzar con meticulosidad las tres patas de su propio triángulo estratégico durante por lo menos año y medio, y su épica batalla con Hilary Clinton le había obligado a fortificar sus defensas contra cualquier tentación autodestructiva. No hay la menor prueba de que McCain llegara a entender siquiera la naturaleza de la opción estratégica a la que le había obligado Obama. Se percatara o no de ello, McCain eligió la segunda opción estratégica, la cual, por decirlo en términos militares, terminó siendo la antítesis del consejo de Sun Tzu, según el cual hay que concentrar siempre las propias fuerzas en el punto débil del enemigo. McCain, como Hilary, se avilantó a debilitar su propio triángulo estratégico con un revoltillo de asaltos tácticos dispersos que no hicieron otra cosa que robustecer directamente la posición de Obama. En efecto, lo que en la campaña de McCain pasaba por "estrategia" no era sino el alocado lanzamiento a Obama de cualquier cosa que a mano se encontrara, en la esperanza de que algún golpe afortunado resultara definitivo.

Pero un revoltillo de empujones y ataques a la desesperada no es una estrategia en ningún sentido serio de la palabra; es, a lo sumo, un conjunto de tácticas inconexas y dispersas. Y si el enemigo es astuto en el desarrollo de un juego M&M, esas maniobras son la mejor receta para la autoinmolación. Cuando se hizo evidente la futilidad de cada asalto, McCain cambió de táctica en lo que pasó a ser un batiburrillo de intentos, cada vez más desesperados, de encontrar algo que funcionara: Ayers, Joe el fontanero, Obama socialista, Obama redistribuidor de la riqueza, vuelta a Joe el fontanero, etc.; la impresión resultante era la de una inútil búsqueda de alguna combinación, de cualquier combinación, de puñetazos afortunados que dieran en el blanco y tumbaran al contrario.

La irreflexiva desesperación de McCain cobró un destacado perfil cuando el efecto exógeno del desplome financiero hizo intrusión en la campaña y McCain se dejó tentar para perpetrar un truco de altos vuelos que pronto terminó en una embarazosa debacle. McCain comenzó por proponer públicamente un gran trato para postergar el tercer debate, "por mor del país"; luego sembró confusión yendo a Washington para construir un consenso bipartidista, pero, estando en Washington, no hizo nada por encarar el problema o armar un consenso. Luego invirtió la marcha, diciendo que las cosas estaban ya lo bastante encaradas, de modo que sí, podría participar en el debate. Demasiado para su pretensión de poseer una sabiduría nacida de la dura experiencia. Mientras un McCain agresivo zascandileaba en el borde mismo del abismo, Obama se mantuvo sereno.

Aunque podría citar muchos otros ejemplos, creo que está claro ya que la decisión de McCain de emular a Hilary y tomar la vía de los golpes bajo encajó como anillo al dedo en la estrategia M&M de Obama: McCain gastó su energía en hacer trizas su propio triángulo moral. No es, pues, sorprendente que su juego mental degenerara en confusión y desorden, y lo que es todavía más importante, que se destruyera moralmente a sí propio. Y al hacerlo, fue McCain quien más contribuyó a demostrar que no era apto como presidente: como la mayoría de los pilotos de combate –el coronel Boyd fue una asombrosa excepción—, McCain no pudo o no quiso pensar más allá de la táctica. A pesar de la valentía personal que pudo haber demostrado en sus años como oficial naval, la ineptitud en el juego estratégico evidenciada en su duelo con el astuto Obama probó que es un hombre moral y mentalmente incapaz para ser un comandante en jefe exitoso.

Obama, por otra parte, volvió a probar que es un maestro de los juegos de estrategia, y ser un dirigente eficaz –presidente de la nación, o comandante en jefe— no tiene sino que ver con la estrategia.

Dicho en los términos del Diseño Moral para la Gran Estrategia –la estrategia M&M del Coronel Boyd—: McCain se esforzó por beneficiarse de la violación de códigos y normas de conducta que se jactaba de observar estrictamente y que los demás esperaban que observase estrictamente, y al hacerlo, se destruyó a sí mismo en el nivel mental de la lucha corrompiendo su propio proceso de toma de decisiones. En lo que hace al nivel moral de la contienda, McCain se deshonró a sí mismo dejando que su ambición destruyera la misma identidad que tan tenazmente había venido construyendo desde comienzos de los 80. Sólo en su último discurso, ya como derrotado, trató de recobrar esa identidad.

Queda, sin embargo, una cuestión de más calado: ¿pretende realmente Obama honrar su doble promesa de unidad y cambio? Ninguno de sus principales adversarios en la carrera presidencial tuvo el sentido estratégico y la capacidad para obligar a Obama a declarar cómo pretende colmar los elevados sueños y las grandes esperanzas que logró suscitar con su estrategia M&M. Un primer indicador de sus intenciones reales será el nombramiento de sus secretarios del Tesoro y de Defensa. Si elige entre los aparatchiki demócratas o exclintonitas que magnificaron los problemas existentes que luego Bush aún empeoró, la presidencia de Obama no será sino un paso más en el despeñadero que comenzó con el estilo de toma de decisiones con cañones y mantequilla en la guerra de Vietnam.

Franklin "Chuck" Spinney es un antiguo analista militar del Pentágono que se hizo famoso en los 80 por lo que llegó a llamarse el Informe Spinney, en donde se criticaba la búsqueda implacable, por parte del Pentágono, de complejos y costosos sistemas armamentísticos sin atender a consideraciones presupuestarias. A pesar de los intentos de sus superiores por enterrar el controvertido informe, logró exponerlo ante una sesión de la Comisión Presupuestaria de Defensa del Senado de los EEUU y convertirlo en portada del Time Magazine en marzo de 1983. Cuando Chuck Spinney se retiró del Pentágono tras 33 años de servicio, la entrevista que con ocasión de su retiro le hizo Bill Moyers logró el premio Emmy al mejor programa informativo de 2003. Actualmente, vive a bordo de un barco velero en el Mediterráneo.

Traducción para www.sinpermiso.info: Ricardo Timón

Sin Permiso.info

Vacuna contra gripe A-H1N1 para mes de agosto, anuncia EE:UU…

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EEUU anuncia para el mes de agosto una vacuna contra la gripe porcina

BETHESDA, EEUU (AFP) — Una vacuna contra la gripe porcina podría estar lista para pruebas el próximo mes y disponible para su distribución masiva en octubre, informaron autoridades sanitarias de EEUU durante una reunión de alto nivel a la que se dirigió el presidente Barack Obama.

gripeporcina-experta "Esperamos ayudar a evaluar la primera candidata a vacuna a principios de agosto", dijo Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, ante funcionarios de gobierno y representantes de la salud en una cumbre sobre la gripe A (H1N1) en Bethesda (Maryland, noreste).

La secretaria de Salud estadounidense Kathleen Sebelius dijo en la cumbre, que fue convocada por la Casa Blanca, que la vacuna podría estar lista para su distribución a mediados de octubre. Obama, por su parte, urgió a los estadounidenses a prepararse para un regreso de la gripe porcina en el otoño boreal.

"Está claro que aunque tuvimos la suerte de no vernos en una situación más seria en invierno, cuando tuvimos las primeras noticias de este brote, se avecina la posibilidad de un brote más importante", dijo desde L’Aquila, Italia, donde asiste a una cumbre del G8. "Queremos estar seguros de que no estamos promoviendo el pánico, sino que promovemos la vigilancia y la preparación", agregó.

La vacuna anunciada en Bethesda sería adquirida por el gobierno federal y enviada a líderes estatales y locales para su distribución entre las poblaciones más necesitadas de protección ante el virus, explicó Sebelius, señalando que los jóvenes han sido fuertemente afectados por la gripe porcina.

Un puñado de compañías farmacéuticas en el mundo trabajan para desarrollar una vacuna contra la gripe A (H1N1), que según la Organización Mundial de la Salud ha infectado a 100.000 personas en 137 países y territorios, causando 440 muertes. Los países más afectados son Estados Unidos, con 170 muertos, y México, con 121.

OMS brindaría guía sobre vacuna contra H1N1 el lunes

viernes 10 de julio de 2009 09:54 GYT

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GINEBRA (Reuters) – La Organización Mundial de la Salud (OMS) probablemente realizará una rueda de prensa el lunes para lanzar lineamientos sobre la necesidad de una vacuna contra la influenza H1N1, informó el viernes una portavoz de la agencia.

"Las recomendaciones aún están en proceso de elaboración", dijo Fadela Chaib durante una conferencia de prensa en Ginebra, donde se encuentra la sede de la OMS.

"La conferencia de prensa probablemente será el lunes", dijo luego la portavoz a Reuters.

Marie-Paule Kieny, directora de la Iniciativa para Investigación de Vacunas de la OMS, brindará una reunión con los medios en cuanto estén aprobadas por la directora general de la agencia, Margaret Chan, las recomendaciones surgidas del encuentro a puertas cerradas realizado el martes.

El 11 de junio, la OMS elevó su nivel de alerta pandémica al máximo en respuesta a la expansión de la cepa H1N1, una mezcla de los virus porcino, aviario y humano.

Los fabricantes de vacunas -como Sanofi-Aventis, Novartis, Baxter, GlaxoSmithKline y Solvay- están esperando la indicación sobre si aumentar la producción de las inmunizaciones para esta cepa, mantener la de vacuna estacional o generar una combinación de ambos tipos de inyecciones.

El descubrimiento de tres casos aislados de gripe H1N1 resistente a la medicación Tamiflu, de Roche y Gilead, en Dinamarca, Japón y Hong Kong, aumentó el interés en una vacuna para prevenir la infección.

La OMS dijo esta semana que la resistencia de la influenza H1N1 al Tamiflu no parecía estar expandiéndose de manera sostenida ni preocupante.

Todos los pacientes con la variedad resistente se recuperaron por completo y sus virus fueron sensibles al tratamiento con el otro antiviral recomendado por la OMS, el fármaco inhalable Relenza, de Glaxo y bajo licencia de Biota.

(Reporte de Laura MacInnis y Stephanie Nebehay; Editada en español por Ana Laura Mitidieri)

Eric Hobsbawn: " Después del siglo XX: un mundo en transición"…

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ERIC-HOBSBAWN1 Un muy destacado científico ha expresado la opinión de que la raza humana sólo tiene un cincuenta por ciento de posibilidades de sobrevivir al siglo XXI. Ésta es en cierto sentido una afirmación extrema; pero muy pocos disentiríamos de la idea de que nuestra especie y nuestro globo enfrentan ahora peligros sin precedentes para la presente centuria, aunque sólo sea por el extraordinario impacto que la tecnología y la economía humanas ejercen sobre el medio ambiente. A este ensayo mío no le conciernen tales escenarios apocalípticos: supondré que si la humanidad sobrevivió al siglo XX, igualmente lo hará en el siglo XXI.

El mundo de principios del siglo XXI se caracteriza por tres sucesos principales:

  • Las enormes fuerzas que aceleran la velocidad de nuestra capacidad de producción y que, al hacerlo, cambian la faz del mundo. Esto es así y así continuará.
  • Un proceso de globalización acelerado por la revolución en el transporte y las comunicaciones, nos indica que: a) sus efectos mayores corresponden directa o indirectamente a la globalización económica; aunque b) se presenta en todos los campos excepto en los del poder político y la cultura, en la medida en que dependen del idioma.
  • El reciente pero rápido cambio en la distribución de la riqueza, el poder y la cultura, de un patrón establecido que duró de 1750 a 1970 a uno todavía indeterminado.

I

ISRAEL-PALESTINAOOO5 El incremento en nuestra capacidad para producir –y para consumir– difícilmente requiere de comprobación alguna. Sin embargo, deseo hacer tres observaciones. La primera concierne a la explotación de recursos cuyo abastecimiento es naturalmente limitado. Esto incluye no sólo las fuentes de energía fósil de las cuales la industria ha dependido desde el siglo XIX –carbón, petróleo, gas– sino de los más antiguos fundadores de nuestra civilización, a saber: agricultura, pesca y bosques. Estas limitaciones naturales o son absolutas dada la magnitud de las reservas geológicas y de tierras cultivables, o relativas cuando la demanda excede la capacidad de estos recursos para su propia renovación, como la excesiva explotación pesquera y de bosques.

Cerca del final del siglo XX el mundo no se había aproximado aún al límite absoluto de las fuentes de energía, ni a un incremento sustancial en la productividad agrícola y las extensiones cultivables, aunque el ritmo de incorporación de nuevas tierras aflojó durante la segunda mitad del siglo. Los rendimientos por hectárea de trigo, arroz y maíz subieron a más del doble entre 1960 y 1990. Sin embargo, los bosques fueron seriamente amenazados. La deforestación en pequeña escala ha sido un antiguo problema y ha dejado marca permanente en algunas regiones, notablemente el Mediterráneo. La sobreexplotación pesquera empezó a alcanzar su punto crítico en el Atlántico norte alrededor de los últimos treinta años del siglo XX y se extendió a todo el globo debido a la preferencia por algunas especies. Esto, hasta cierto punto, se ha compensado con la acuicultura, que en la actualidad produce alrededor del 36 por ciento del pescado y marisco que consumimos –cerca de la mitad de las importaciones de pescado de los Estados Unidos. Aunque la acuicultura todavía se encuentra en etapa inicial, el esfuerzo podría terminar en la mayor innovación en la producción de alimentos desde que se inventó la agricultura. Esta vastedad de alimentos alcanzada, que permite alimentar a más de seis mil millones de personas mucho mejor que a los dos mil millones de principios del siglo XX, se logró a través de los métodos tradicionales, además de las tecnologías mecánica y química; de modo que no tiene sentido argumentar que la humanidad no puede ser alimentada sin manipulación genética.

El agotamiento de los recursos no renovables o limitados ciertamente planteará serios problemas al siglo XXI, particularmente si la crisis medioambiental no se encara seriamente.

Mi segunda observación se ocupa del impacto que la revolución tecnológica ha tenido sobre la producción y la mano de obra. En la segunda mitad del siglo XX, por primera vez en la historia la producción dejó de ser de mano de obra intensiva para volverse de capital intensivo y, progresivamente, de información intensiva. Las consecuencias han sido dramáticas. La agricultura sigue siendo el principal deponente de mano de obra. En Japón la población agrícola se redujo del 52,4 por ciento después de la Segunda Guerra Mundial al 5 por ciento en el presente. Lo mismo en Corea del Sur y Taiwán. Aun en China la población agrícola ha disminuido del 85 por ciento en 1950, al 50 por ciento hoy en día. No hay necesidad de comprobar la sangría de campesinos en América Latina desde 1960, pues es evidente. Para decirlo pronto, salvo la India y algunas zonas del África subsahariana, no quedan países campesinos en el mundo. La dramática caída de la población rural se ha compensado con un alto crecimiento de las zonas urbanas que, en el mundo en desarrollo, han dado origen a ciudades gigantes.

En el pasado, este caudal de mano de obra redundante y no calificada era absorbido por la industria –en la minería, la construcción, el transporte, las manufacturas, etc. Esta situación aún prevalece en China, pero en el resto del mundo, incluyendo a los países en desarrollo, la industria ha venido deshaciéndose aceleradamente de la mano de obra. Este descenso en la industria no es sólo debido a la transferencia de la producción de regiones de altos costos a otras de bajos, sino que también va implícita la substitución de tecnologías cuyos costos declinan por mano de obra calificada cuyos costos son inelásticos y al alza con el propio desarrollo económico. Desde 1980, los sindicatos de la industria automotriz en los Estados Unidos han perdido la mitad de sus miembros. Igualmente Brasil empleaba un tercio menos de trabajadores aun cuando produce casi el doble de vehículos automotores en 1995 que en 1980. El incremento en el sector de los servicios junto al crecimiento económico no ofrecen una alternativa viable para dar salida a la mano de obra redundante tanto industrial como agrícola, generalmente de baja escolaridad y con poca capacidad de adaptación. Sin embargo, hasta ahora, el empleo a las mujeres ha resultado relativamente beneficiado, al menos en los países desarrollados.

La mayor parte de la mano de obra redundante la absorbe la economía informal que, según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), comprende el 47 por ciento del empleo no agrícola en el Medio Oriente y Norte de África; 51 por ciento en América Latina; 71 por ciento en Asia y 72 por ciento en el África Subsahariana. El problema se observa muy agudo en los países más pobres y en aquellos otros devastados por la transición económica, como la ex URSS y los Balcanes. Mientras se ha argumentado a favor de la flexibilidad y efectividad de la economía informal sobre todo en el caso latinoamericano, la verdad es que ésta es siempre bastante menos significativa en los países desarrollados (alrededor de diez por ciento en Estados Unidos). En cambio, el contraste entre un rápido crecimiento económico y la incapacidad para generar suficientes empleos es particularmente impactante en la India , cuyo crecimiento se cimienta en capital e información intensivos pero con un 83 por ciento de la fuerza laboral en el sector informal. El gobierno de Manmohan Singh se ha visto en la necesidad de garantizar un mínimo de días de trabajo a la población rural más pobre.

Mi tercera observación es obvia, y es que el enorme incremento en la capacidad humana para producir depende mayormente de los conocimientos y la información. Esto es, en un gran número de gente con altos estudios y no necesariamente sólo en el campo profesional de la investigación y el desarrollo. Aquí, la riqueza acumulada y el capital intelectual de la era de la industrialización occidental continúa dándoles a los países del norte enormes ventajas sobre los países en desarrollo. Aunque el número de asiáticos laureados con Premios Nobel de Ciencia va en aumento desde 1980, sigue siendo pequeño. Los recursos intelectuales en el resto del mundo en desarrollo siguen a la espera de un mejor aprovechamiento. Además, los jóvenes investigadores del mundo en desarrollo pueden trabajar en los centros de investigación del Norte, reforzando así su predominancia.

Sin embargo, el siglo XXI está siendo testigo de la rápida transferencia de actividades innovadoras, base del progreso moderno, antes monopolizadas por las regiones del Atlántico norte. Esto es muy reciente. El primer laboratorio extranjero para investigación y desarrollo se estableció en China en 1993 (por Motorola); pero en pocos años setecientas empresas transnacionales han hecho lo mismo, mayormente en el sur y el este de Asia, una región especializada en diseño de semiconductores. Y aquí, una vez más, las disparidades regionales parecen aumentar, ya que el progreso depende también de que los gobiernos sean efectivos, se cuente con infraestructura adecuada y, sobre todo, con población educada por encima de los niveles básicos. No hay duda de que en países como la India y, en menor grado, Brasil, la baja escolaridad de la mayoría de la población es un obstáculo; sin embargo, esto se ha compensado por el relativo buen aprovechamiento del escaso número de los altamente educados. Los avances en este aspecto, en el mundo en desarrollo, todavía enfrentan un largo camino. El crecimiento de algunas regiones y el rezago de otras es muy evidente, así como el aumento en las disparidades. Según la revista R&D , en la lista de países más atractivos para invertir, están –en ese orden– China, Estados Unidos, India, Japón, el Reino Unido y Rusia. De América Latina, Brasil ocupó el lugar diecinueve (debajo de Austria), y México el ventitrés.

II

Y paso a la globalización, esto es, el desarrollo mundial como una sola unidad, cuyas transacciones y comunicación están libres de trabas locales y de otra índole.

Esto, en principio, no es nada nuevo. Teóricos como Wallerstein registran un “Sistema Mundial” desde la circunnavegación del globo durante el siglo XVI. Desde entonces se han ido registrando otros varios e importantes avances, principalmente en los campos económico y de las comunicaciones. Dejaré fuera de las comparaciones la fase del proceso previa a 1914. Esa economía nunca abordó seriamente asuntos de producción y distribución de bienes materiales aun cuando sí creó un libre flujo global en las transacciones financieras –aunque en menor escala que las actuales. Fueron tiempos de migraciones de mano de obra casi totalmente irrestrictas por los gobiernos, y en este sentido, una globalización más avanzada que la presente. Y mientras que las comunicaciones sufrieron cambios benéficos y sustanciales en los sistemas postales, telegráficos y organismos de coordinación internacional a mediados del siglo XIX, el número de personas involucradas en transacciones internacionales fue escaso. De hecho, la globalización de la producción ha sido posible gracias al revolucionario avance en las comunicaciones, que virtualmente han abolido las limitaciones en cuanto a lugar, distancia y tiempo se refiere y al no menos dramático adelanto en la transportación de mercancías desde los años sesenta –carga aérea y contenedores–, aun cuando la innovación tecnológica fue menor que en las comunicaciones humanas.

Aquí, tres puntos son relevantes.

El primero es la peculiar naturaleza de este proceso a partir de los años setenta, concretamente el triunfo sin precedente de un capitalismo que descansa en la libre movilidad global de todos los factores de la producción y la de los gobiernos atentos a no interferir en la distribución de los recursos dispuesta por el mercado. Ésta no es la única versión del concepto de globalización. En las décadas anteriores a 1914, su progreso corrió paralelo rivalizando con las políticas proteccionistas, moderadas en la mayoría de los países industrializados y extremas en los Estados Unidos. Durante las décadas doradas posteriores a 1945 esta práctica de sustitución de importaciones corrió paralela a las políticas, no tan infructuosas, del mundo no comunista. No queda claro que los programas neoliberales extremos aseguren un máximo de crecimiento económico, asumiendo que fuese deseable. El más rápido crecimiento del Producto Interno Bruto per cápita observado en el “mundo capitalista avanzado” no se dio en el “orden liberal” de 1870 a 1913, ni tampoco en el “orden neoliberal” de 1973 a 1998, sino solamente en los “años dorados” de 1950-1973. El crecimiento económico de los inicios del siglo XXI ha descansado primordialmente en un dinamismo que Maddison llama “las quince economías asiáticas resurgentes”, cuyo crecimiento ha sido asombroso. Pero no fue el neoliberalismo el que presidió la extraordinaria revolución industrial de Corea del Sur, Taiwán, China y, aun, la India a principios de los años noventa. A la inversa, la situación de 168 economías, fuera de estos dínamos, mostró un rápido deterioro en el último cuarto del siglo XX y fue una catástrofe para la ex URSS, los Balcanes y algunas regiones africanas.

Algunos aspectos de esta globalización neoliberal tienen relevancia directa sobre la situación mundial general a principios de este siglo XXI. Primero, es patente el incremento en la desigualdad económica y social tanto entre países como al interior de ellos. Esta desigualdad eventualmente podría disminuir, pues las economías asiáticas más dinámicas podrían alcanzar a los viejos países capitalistas desarrollados; pero en el caso de la India y China, con sus miles de millones de habitantes, hace que la brecha sea tan grande y que el paso al que pudieran alcanzar el mismo PIB per cápita de los Estados Unidos sea tan lento como un caracol. Lo que es más, la rapidez con que crece la brecha entre países ricos y pobres reduce el significado práctico de estos avances.

Sería inapropiado usar a los 52 multimillonarios de Rusia como índice comparativo del estándar de vida en ese país. Éstos representan otra más de las consecuencias de la globalización neoliberal, cuya novedad es que pequeños grupos de ricos globales son tan adinerados que sus recursos podrían ser de la magnitud del ingreso nacional de países como Eslovaquia, Eslovenia, Kenya o, en el caso de los muy ricos, del orden del PIB de Nigeria, Ucrania y Vietnam. Este tipo de crecimiento ha generado en la India un mercado de clase media tipo occidental contado por decenas –algunos aseguran que cientos– de millones; sólo hay que subrayar que, hacia 2005, en este país el 43 por ciento de la población vivía con menos de un dólar al día. Fuertes y crecientes desigualdades en la riqueza, el poder y las oportunidades para tener una vida mejor no son la receta para la estabilidad política.

La segunda característica de la globalización, respaldada por las políticas socialmente ciegas del Fondo Monetario Internacional, ha sido el agudo crecimiento en la inestabilidad económica y en las fluctuaciones económicas. Los viejos países industriales han estado resguardados, comparativamente, de las depresiones cíclicas, excepto por los bruscos virajes a corto plazo del mercado bursátil; sin embargo, el impacto ha sido dramático en grandes partes del mundo y, notablemente, en América Latina, el sudeste asiático y la ex Unión Soviética. Sólo tenemos que recordar las crisis de principios de 1980 en Brasil y, a fines de los noventa, las de Indonesia, Malasia, Tailandia y Corea del Sur y, sin olvidar, la de Argentina a principios del año 2000. Sólo recordemos los cambios políticos que siguieron a estas crisis en varios países. Las economías volátiles no son receta para la estabilidad política.

La tercera característica de la globalización neoliberal es que, al sustituir un conjunto de economías nacionales por una economía global, se reduce severamente la capacidad de los gobiernos para influir en las actividades económicas de su territorio y se daña su capacidad recaudatoria. Esta situación se agudizó mayormente al aceptar todos la lógica del neoliberalismo. Desde la terminación de las economías de planeación centralizada, todos los países, incluyendo a los más grandes, están en mayor o menor grado a merced del “mercado”. Esto no implica que hayan perdido todo peso específico en la economía. Todos los gobiernos centrales y locales, por la naturaleza de sus actividades, son los principales empleadores de la fuerza laboral. Es más, así han retenido su mayor valor histórico: el monopolio de la ley y el poder político. Y esto significa que ya no funcionan como actores económicos en el teatro mundial, ni siquiera como dramaturgos aunque sí como escenógrafos. Pues los actores de hoy, las grandes corporaciones transnacionales, se ven en la necesidad de acudir a ellos pues también son los propietarios de los teatros nacionales que requieren para sus operaciones. La globalización neoliberal ha debilitado seriamente a los Estados nacionales como los conductores del poder y artífices de la política.

Políticamente, el aspecto más serio de este debilitamiento es el de que priva a los gobiernos, sobre todo a los de las economías desarrolladas del Norte y Occidente, de sus ambiciosos y generosos planes sobre seguridad social, mismos que ya desde los tiempos de Bismarck habían sido reconocidos por los gobernantes como la mejor herramienta para la estabilidad social y política, esto es, el Estado benefactor. En vez de esto, el mercado global fundamentalista ofrece un proyecto de prosperidad para todos –o casi todos– a través de los beneficios de un crecimiento económico interminable. Aun en los países como el Reino Unido donde el programa neoliberal ha proveído a la gente de una genuina y bien distribuida riqueza, no han disminuido las demandas de los ciudadanos por más empleos, garantías para sus ingresos básicos, seguro social, salud y pensiones. Sólo la capacidad o voluntad de los gobiernos para proveer lo anterior ha posibilitado el cumplimiento de esas ambiciones.

Esto me trae a la segunda y más amplia de las propuestas sobre globalización y es que ésta, en mayor o menor grado, es universal pero se queda corta ante un problema humano mucho mayor: la política. Históricamente han existido y existen mecanismos económicos en el mundo, pero ninguno dirigido a la creación de un gobierno mundial. Las Naciones Unidas y otros organismos prevalecen por la conveniencia y el permiso que los propios países les otorgan. Los Estados nacionales son las únicas autoridades en el mundo y sobre el mundo para ejercer el poder de la ley y el monopolio de la violencia. De hecho, en el transcurso del siglo XX se dio fin a la era de los viejos y nuevos imperios y, durante la Guerra Fría , se estabilizaron las fronteras de los Estados nacionales, revertiéndose la vieja tendencia hacia la concentración del poder político debido a la expansión imperial y por el surgimiento de Estados nacionales ampliados. Por implicación, esto resultó antiglobalizador. Hoy en día, hay cuatro veces más naciones técnicamente soberanas que hace cien años.

Desde luego, en cierto sentido esta multiplicación de Estados nacionales ha favorecido la globalización económica pues muchas de las pequeñas y enanas unidades políticas dependen totalmente de la economía global porque poseen recursos indispensables –petróleo, destinos turísticos, territorios base para la evasión fiscal, empresas transnacionales. Así pues, algunos países se han beneficiado desproporcionadamente con la globalización. De los quince Estados nacionales con el PIB más alto per cápita en el 2004, doce tienen una población que va de los cien mil a los diez millones de habitantes. La mayoría sin un poder o peso significativos. No obstante, aun los Estados pequeños y aquellas etnias aspirantes a formar el suyo propio, son rocas que rompen el oleaje de la globalización. Ha habido intentos ocasionales de contrarrestar la fragmentación política del mundo, principalmente a través de áreas regionales de libre comercio como el Mercosur, pero sólo la Unión Europea ha logrado ir más allá de lo meramente económico, pero aun sin que se vean indicios claros de avance hacia una federación, ni siquiera a Estados confederados, como estaba en la mente de sus fundadores. La UE , pues, permanece como un hecho irrepetible y producto de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.

Y abundando: los Estados nacionales son lugares políticos y la política tiene una considerable fuerza internacional en una época en que todos los países, democráticos o no, y aún las teocracias, tienen que tomar en cuenta el sentir de sus ciudadanos. Esa ha sido una fuerza suficiente para ponerle un freno a la globalización neoliberal. El ideal de una sociedad global de libre mercado supone la irrestricta distribución de recursos y resultados en base a criterios de mercado. Por razones políticas, los gobiernos no pueden correr el riesgo de dejar en manos del mercado la distribución del producto nacional. Otra, la globalización requiere de un solo lenguaje –una versión globalizada del inglés pero, como lo demuestra la historia reciente en Europa y el sur de Asia, los países pagan las consecuencias si fallan al tomar en cuenta los idiomas dentro de sus territorios. Un mundo neoliberal requiere moverse libremente en la transacción de todos los factores de la producción. Sólo que no existe el libre movimiento internacional de la mano de obra, a pesar del hecho de encontrarse una enorme brecha entre los niveles de salarios de los países pobres y los ricos; millones de pobres en el mundo quieren migrar a las economías desarrolladas. ¿Y por qué no hay libertad migratoria? Porque no existe gobierno alguno en las economías desarrolladas que se atreva a pasar por alto la resistencia masiva de sus ciudadanos hacia la irrestricta inmigración, tanto en el plano económico como en el cultural. No defiendo esta situación, sólo señalo su enorme fuerza.

La política, a través de la acción del Estado, proporciona así el necesario contrapeso a la globalización económica. Sin embargo, difícilmente hoy encontramos gobiernos que rechacen las desventajas de la globalización o que pudieran suspenderla en sus territorios, si quisieran. Claramente no todos los países son iguales. Ciertamente, la proliferación de países pequeños y virtualmente débiles da gran prominencia y peso global a un puñado de países o uniones fuertes que dominan hoy en día el mundo: China e India, los Estados Unidos, la Unión Europea , Rusia, Japón y Brasil, quienes tienen alrededor de la mitad de la población mundial y casi las tres cuartas partes del PIB. La globalización económica opera a través de empresas transnacionales sin poder militar ni político, pero que funcionan en un marco determinado por sus propios países de origen, sus políticas, alianzas y rivalidades.

No obstante, los progresos y la voluntad de globalización continuarán aun si –lo que no es imposible– el ritmo para lograr el libre intercambio mundial aflojase en las próximas décadas. Esto me trae a mi tercera proposición: la creación de una economía mundial como una sola y total unidad interconectada y sin obstáculos aún está en la infancia. Así, si tomamos los bienes de exportación como si fuesen el PIB de los 56 países económicamente significativos del mundo, este alcanzó su primer punto máximo alrededor de 1913 con cerca del nueve por ciento de los PIBs conjuntos, pero entre este año y 1990, sólo hubo un crecimiento del 13,5 por ciento; ni siquiera se duplicó. El Instituto Federal Suizo de Tecnología, en Zurich, ha establecido un índice de globalización. En este índice los diez países más económicamente globalizados del mundo sólo incluyen una economía avanzada, la del Reino Unido (como el número 10). De las economías mayormente desarrolladas, Francia clasifica en el puesto 16; los Estados Unidos en el 39 un poco adelante de Alemania y Noruega; Japón ocupa el puesto 67; Turquía clasifica en 52; China en 55; Brasil, 60; Rusia, 76 y la India ocupa el lugar 105. La clasificación en globalización social se distribuye más uniformemente entre las economías occidentales. Con excepción de la mayor parte de América Latina, la globalización social (si se prefiere cultural) refleja un mayor avance que la económica.

Esto indica que el mundo continúa abierto a los choques y tensiones de la globalización. Consideremos que, mientras los pasados treinta años nos han traído las más grandes migraciones masivas, sólo el 3 por ciento de la población mundial vive fuera de su país de origen. ¿Qué tan lejos nos llevarán los todavía modestos avances de la globalización? Júzguenlo ustedes.

III

Si hemos de juzgar los cambios en la riqueza, el poder y la cultura en el equilibrio global, debemos, por tanto, definir lo que se entiende por equilibrio mundial, o mejor, por desequilibrio –como prevaleció el planeta en el período de 1750 a 1970. Con una sola excepción –la población– hubo un gran predominio de la región del Atlántico norte, al principio confinada a las partes más relevantes de Europa pero que en el transcurso del siglo XX se inclinó hacia las antiguas colonizaciones de emigrantes europeos a Norteamérica, específicamente los Estados Unidos. Europa y las regiones colonizadas por emigrantes europeos nunca fueron más que una minoría de la población global, digamos el veinte por ciento en 1750, y tal vez el treinta o 35 por ciento hacia 1913.

Desde entonces, ha caído hasta llegar alrededor del quince por ciento.

En cualquier otro sentido, el predominio del Atlántico norte fue absoluto. Cualesquiera que hubiesen sido las circunstancias, la economía mundial se transformó gracias a las tecnologías y al sistema capitalista occidentales. Pero aquí debe hacerse una distinción entre el original predominio europeo y la más reciente fase norteamericana. En el siglo XIX la dinámica global venía del capitalismo europeo pues los Estados Unidos eran mayormente una economía independiente: hasta el siglo XX su impacto sobre América Latina, por ejemplo, era menor comparado con el de Gran Bretaña. Los territorios del mundo estaban ocupados y divididos entre los poderes europeos occidentales del Atlántico Norte y el Imperio ruso. En términos militares la situación no era del todo desequilibrada, pero ninguna potencia que no contase con los recursos técnicos y de organización occidentales podría haberse enfrentado a otra que sí los tuviese. En lo que se refiere al campo intelectual, excepto el religioso, las ideas que cambiaron la política y la cultura en el mundo llegaron de Europa. Modernización significaba occidentalización. La ciencia y la tecnología, aunque internacionales, se originaban en Europa y sus filiales y estaban virtualmente monopolizadas por los países de la región. Igualmente por lo que hacía a la literatura, comunicación impresa, libros y periódicos.

En términos de poder económico, la globalización reforzó la situación original del norte industrializado y su desarrollo capitalista, el cual también multiplicó la distancia entre la riqueza per cápita de estos países con los del resto del mundo, dando a sus habitantes un elevado nivel de vida, seguridad social y, en general, mejores oportunidades de vida. En términos de lo que podría llamarse “capital intelectual”, el monopolio sobre la ciencia y la tecnología se mantuvo, aunque el centro de gravedad de estos campos se movió de Europa a los Estados Unidos después de concluida la Segunda Guerra Mundial. En el campo de las ideas y hasta la Revolución Iraní de 1979, las ideologías de origen europeo/norteamericano nacidas de las Revoluciones Estadounidense, Francesa y Rusa así como las de los Estados nacionales independientes y aun las del fascismo, fueron ideas casi universales e inspiraron tanto a los propios gobiernos como a los que quisieron deponerlos.

Esta fue la situación que empezó rápidamente a cambiar hacia finales del siglo XX, afectando desigualmente a diferentes partes del mundo. Las regiones importantes en el mundo del siglo XXI son hoy muy distintas en sus estructuras demográficas. En el año 2006 se estimaba que, en países con poblaciones enormes, los niños menores de quince años de edad constituían entre el treinta y el cincuenta por ciento de la población. Para ser más preciso, son cuatro las regiones de jóvenes actualmente: América Latina y el Caribe, al norte del Cono Sur; la subsahariana de África; la importante región musulmana de Oriente Medio y el Norte de África; y el sur y sudeste asiático. Es preciso distinguir claramente entre el subcontinente Indio y sudeste asiático. Dejo fuera los archipiélagos del Pacífico por no ser de gran importancia cuantitativa. Tres regiones desarrolladas o en rápido desarrollo representan a la población en proceso de envejecimiento en el mundo. Europa en el más amplio sentido, incluyendo Rusia y los otros países ex comunistas (no los musulmanes de Asia central) y Norteamérica y Australasia, todas éstas son regiones originalmente colonizadas o pobladas por blancos europeos. Existen, desde luego, diferencias significativas entre Norteamérica, la Unión Europea , los países que integraban la URSS y la Europa del este y el lejano oriente asiático: China, Corea del Sur, Japón, Hong Kong, Taiwán y Singapur.

Para efectos de este trabajo, no me interesa ahora discutir los problemas globales de la transición demográfica que, esperamos, logre estabilizarse en una población mundial de más de seis mil millones.

Es evidente que la humanidad del siglo XXI contendrá una proporción mucho menor de blancos europeos o sus descendientes, una menor proporción de asiáticos del este y una mucho más alta proporción de latinoamericanos, de subsaharianos de África, de musulmanes mediorientales y asiáticos del sur y sureste. Esto tiene una relevancia inmediata sobre la distribución de la pobreza en el globo, que claramente se concentra en las regiones de rápido crecimiento demográfico, a excepción del sureste asiático, donde el desarrollo económico ha reducido la expansión poblacional; y desde luego también, los antiguos países soviéticos. De otra parte, mientras no existan implicaciones inmediatas en la distribución de la riqueza y el poder económico, esto es irrelevante. Así, de las unidades políticas más importantes y que son centros de poder económico, sólo dos –India y Brasil– están presentes en las regiones de crecimiento demográfico; cuatro, los Estados Unidos, la Unión Europea , Rusia y China están en los regiones de estancamiento o disminución poblacional. El África subsahariana, el Medio Oriente musulmán y el sureste asiático están fuera de consideración.

La globalización y el desarrollo económico han afectado a los países de manera asimétrica. De hecho, hoy tenemos un “mundo en desarrollo” dividido en tres partes: los países de desarrollo rápido; los países cuya función principal es la de abastecer materias primas y combustibles fósiles y los países con poco interés en la economía globalizada. En el presente, el este asiático es el más exitoso ejemplo de los primeros, los de rápido desarrollo; los países del antiguo bloque soviético y la mayoría de los musulmanes de Medio Oriente pertenecen a la segunda categoría y la mayoría de los subsaharianos de África, a la tercera.

El cambio más importante que se da a partir de 1970 es la transferencia del centro de gravedad de la economía mundial, de Norteamérica y la Unión Europea hacia el Oriente extendiéndose por el sur y sureste asiáticos. A menudo se olvida que el ascenso hacia la prominencia global de la economía japonesa también ocurrió a finales del siglo XX, así pues, al término de 1968 la producción industrial de Japón alcanzaba no más de cuatro por ciento de la mundial total, por debajo de la del Reino Unido. Desde luego, es verdad que el equilibrio del poder mundial de los negocios continúa, en gran medida, en manos de los viejos países industriales. Sin embargo, la tendencia es clara por el destacado y sorprendente papel de los asiáticos.

Qué tan lejos llegarán los cambios en el equilibrio del poder económico no está claro todavía. Norteamérica y la Unión Europea , los más importantes contribuyentes al PIB mundial, perderán terreno –Estados Unidos tal vez más que la ue. Por su parte, los países del Mar de China avanzarán, pero todavía les falta mucho. A la India , todavía no se le puede juzgar, pero hay que considerarla como claro y futuro jugador importante. A América Latina, con su cercanía al ocho por ciento del PIB mundial, no se le ven trazas de algo importante; los resultados de décadas pasadas han sido más bien decepcionantes y sus prospecciones dependerán del progreso que obtengan los países del Mercosur y México mientras no sean absorbidos aún más por la economía estadounidense. El mundo musulmán del Oriente Medio, con todo y los ingresos por el petróleo y gas, contribuye poco a los cambios y –a excepción de Turquía e Irán– sus prospecciones dependen mucho de la venta de energéticos. Por su parte, los sucesores de los países comunistas, que ahora contribuyen con alrededor del cinco por ciento del PIB posiblemente mejoren algo sus resultados cuando se recuperen de los infaustos sucesos de los noventa. Además de las materias primas y el petróleo, el poder económico de la Rusia desindustrializada tiene hoy un poco más en don- de apoyarse que en los tiempos de la era soviética con todo y la poderosa industria de armamentos y la gente con elevada educación. Por otro lado, a la cada día más empobrecida África subsahariana se le ven escasas esperanzas de poder lograr desempeñar un mejor papel.

De todas las regiones, sólo una, América del Norte, se encuentra bajo el predominio de una sola economía nacional: los Estados Unidos. Cuando las reliquias de la Guerra Fría incluyendo a Rusia asumieron que el camino se despejaba, el futuro lógico lo encontraron en combinarse con Europa. En el este y sudeste asiáticos, China puede aspirar a la hegemonía económica que por breve tiempo disfrutó Japón, pero Japón permanecerá como un jugador principal, sin tampoco olvidarnos de la India. Este nuevo y dinámico centro global, por consiguiente, será el campo en la interacción de estos tres gigantes. Ni la región musulmana del Medio Oriente, ni África, potencialmente poseen fuerza hegemónica en los campos económico y político; pero en América del Sur el solo tamaño y potencial de la economía brasileña le asigna a ésta un papel central, todavía más si la economía mexicana se permite seguir atada al sistema de los Estados Unidos.

Esto no significa que estas economías hegemónicas nacionales o regionales estén en conflicto con la ya en buena parte interdependiente economía global, que les otorga a todos beneficios reales o potenciales. Y sí significa que la globalización no puede –como el neoliberalismo lo supone– ser como el fluir suave de un líquido. Existen tres agregados principales, políticos y sociales, en el líquido. Primero, el siglo XXI tiene poco que ofrecer al rico mundo del norte, excepto la erosión, tal vez la pérdida, de su vieja hegemonía que fue también la base de su poder y del extraordinariamente elevado estándar de vida en su gente. Inevitablemente este mundo del norte se resistirá a los cambios, aunque sólo los Estados Unidos –con sus aspiraciones de supremacía de mano fuerte– pueden verse tentados a complementar su resistencia con medios militares. Segundo, la ausencia de autoridades globales efectivas y de un sistema de poder internacional, han creado una situación de gran inestabilidad política y social, turbulencias y gobiernos impotentes en muchas partes del mundo, efectos que durarán todavía algún tiempo. Tercero, las tensiones y desigualdades originadas por una globalización incontrolada, están generando una significativa resistencia popular que limita el campo de acción de los gobiernos neoliberales y de regímenes democráticos. Desde luego, se generarán movimientos de disidencia y rebelión populares.

Nos encontramos en el presente ante una fase de transición, de una economía mundial dominada por el Norte a una de nuevo esquema, probablemente de orientación asiática. Hasta que estas nuevas pautas queden establecidas, es probable que pasemos por algunas décadas de violencia, turbulencias económicas, sociales y políticas, como ha ocurrido en el pasado en similares periodos de transición. No es imposible que esto nos lleve a guerras entre países, sin embargo serán menos probables que en el siglo pasado. Quizá podamos esperar una relativa estabilidad global en algunas décadas, como las posteriores a 1945. Ciertamente la humanidad no se acercará a la solución de la crisis medioambiental del mundo, crisis que la propia actividad humana continuará fortaleciendo. ¿Cuál es la participación de Latinoamérica en esta prospección global? Ésta es una cuestión que ustedes como expertos pueden encarar mucho mejor que yo, que no lo soy.

" Después del siglo XX: un mundo en transición"
por Eric Hobsbawn.

publicado en Letras Libres, julio de 2008